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FASES DE LA MEDIACIÓN

El proceso de mediación se puede resumir en la práctica en cuatro fases o etapas


hasta alcanzar el acuerdo. Se hace desde la perspectiva del mediador, reflejando las
consideraciones que tiene que tener en cuenta para afrontar el conflicto y fomentar la
cooperación de las partes en el mismo.

PRIMERA FASE: la pre-mediación

Esta primera fase es clave para iniciar el proceso de mediación con buen pie, puesto que
es la oportunidad del mediador para ser considerado como una persona implicada y en la
que se puede confiar. Hay que tener en cuenta que la mediación no es aún conocida en la
sociedad como método efectivo de resolución de conflictos, lo que puede suponer cierta
reticencia de las partes. Por tanto aquí tenemos que empezar a poner en práctica ciertas
dotes de liderazgo, transmitiendo seguridad, confianza y conocimiento. En definitiva,
profesionalidad.

En esta etapa aún no ha comenzado el proceso de mediación sino que el mediador está
estableciendo el primer contacto con las partes. Aquí se les explica en qué consiste la
mediación y cuáles son las “reglas del juego”.

De esta forma se indicará quién lleva a cabo la mediación; la posibilidad de realizar


sesiones privadas sólo con el mediador prescindiendo de la presencia de la otra parte; la
duración de sesiones y del proceso; los honorarios del mediador; y las normas de
conducta. En esta parte se explica a las partes sobre la necesidad de favorecer la escucha
activa, además de indicarles la confidencialidad y voluntariedad del proceso.

No hay que olvidar que la base de la mediación es la voluntad de las partes para
solucionar sus discrepancias por ellas mismas. Al ser un sistema autocompositivo de
resolución de conflictos son las partes las que plantean las alternativas y llegan a un
acuerdo. El mediador es un facilitador para una comunicación eficaz.

Si deciden avanzar en el proceso y optar por la mediación, es importante felicitar a las


partes y en este momento se demuestra que se ha llegado a un primer acuerdo juntos.

SEGUNDA FASE: Planteamiento de los temas

Una vez se ha decidido comenzar el proceso de mediación, el primer paso es concretar


los temas que las partes quieren tratar. Se da a cada parte la posibilidad de expresarse de
forma libre y respetando las exposiciones de la parte contraria.

En este momento las partes se encuentran cara a cara explicando su versión. Es una fase
delicada puesto que habrá que afrontar momentos con alto contenido emocional.
Las partes pueden comenzar a atacarse con el riesgo de caer en una comunicación
marcada por la hostilidad hacia el otro. El conflicto se verá entonces reducido a dos
posturas enfrentadas.

En sus intervenciones, el mediador debe estar al nivel como persona con alto grado
de inteligencia emocional, transmitiendo a las partes la calma necesaria para crear un
clima agradable. Para ello, dejará que las partes se expresen libremente y reconducirá la
situación para generar confianza y reducir la tensión cuando sea necesario.

Pero al margen de esta capacidad de fomentar una comunicación eficaz, es clave que el
mediador descubra entre el alboroto emocional la verdad objetiva de cada parte. Debe
comprender los motivos por los que las partes actúan o sienten de esa forma. Por ello,
tiene que legitimar las historias de ambos, teniendo claro que legitimar no significa
justificar.

Si se plantease un tema sobre el que una de las partes no quiere hablar, es imprescindible
descubrir el porqué. Para ello se tratará en una sesión individual si fuese necesario.

TERCERA FASE: Búsqueda de alternativas

En esta tercera etapa se crea una agenda con los temas a abordar. Las partes colaborarán
en crear una agenda de trabajo común. En ella, incluirán no sólo los propios intereses,
sino también los de la otra parte.

El mediador es aquí el vehículo para llegar a una necesidad conjunta y un interés común,
fomentando la creatividad para que puedan proponer opciones como posibles soluciones.

La implicación del mediador en este punto está enfocada a que las partes propongan las
soluciones. Intervendrá para tal fin, aunque también deberá seguir controlando todo el
proceso de la forma en que se explicó en la segunda fase. Este control es necesario puesto
que puede seguir afrontando cargas emocionales negativas y ataques entre las partes. Es
clave que ayude a las partes a dejar de pensar en términos de quién gana y quién pierde y
sustituirlo por “todos ganamos”.

CUARTA FASE: Acuerdo y fin del proceso

Para llegar a este punto, las partes deben haber superado con éxito la etapa anterior
habiendo planteado diferentes propuestas o soluciones. A partir de aquí el mediador
trabajará para que las partes reflexionen y analicen la mejor solución de todas las
expuestas. También redactará y hará el seguimiento del acuerdo al que se llegue.

Es importante contemplar la posibilidad del carácter temporal de los acuerdos puesto


que las circunstancias pueden cambiar. Por eso, las partes pueden prevenir posibles
cambios futuros que pueden originar conflictos. Para hacerlo, se añadirá cláusulas que
contemplen estas variaciones, así como el compromiso de acudir a mediación en el futuro.
Para terminar, el mediador explicará los efectos del acuerdo, entregará una copia del
mismo a las partes y lo firmarán.

Cabe destacar que el recurso de la mediación no debe considerarse como una alternativa
peor que el proceso judicial por el hecho de que el cumplimiento del acuerdo alcanzado
en mediación dependa de la buena voluntad de las partes.

En consecuencia, la Directiva 2008/52/CE prevé en su artículo 6 que las partes puedan


solicitar que se dé carácter ejecutivo al acuerdo con la finalidad de garantizar su
cumplimiento.

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