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MICAELA BASTIDAS (1744–1781)

Fue clave para el movimiento independentista peruano como asesora y estratega de su marido, el
revolucionario Túpac Amaru II. Micaela ayudó a involucrar a cientos de mujeres indígenas en la lucha
contra la opresión del mandato español. Pasó a la historia por su inteligencia y valentía, pero también
por su trágica muerte luego de ser torturada y ejecutada junto a Túpac Amaru II y a su hijo mayor.

Hija de un descendiente de africanos y de madre indígena, a Micaela le decían la Zamba. Recibió la


educación básica y casera, a los quince años se casó con José Gabriel Condorcanqui, noble incaico
descendiente de Túpac Amaru, que además se convirtió en su tutor intelectual e ideológico. En 1764
Condorcanqui fue nombrado cacique de Pampamarca, Tungasuca y Surimana, de modo que el
matrimonio, se instaló en la localidad de Tinta, cerca de Cusco.

Cansado de los abusos de los españoles, que imponían reiteradas alzas fiscales a los locales y
explotaban a los indígenas hasta el punto de esclavizarlos, José Gabriel tomó el nombre de Túpac
Amaru II y comenzó la rebelión de Tinta, apoyado por Micaela. La correspondencia del matrimonio
permite constatar que fue ella la encargada de proveer a las tropas rebeldes de armas. Como
estratega organizó la retaguardia indígena, implementó un servicio de chasquis a caballo para
transmitir información y levantó un escuadrón de luchadoras quechuas y aimaras, quienes participaron
en las batallas junto a sus hijos y maridos. Micaela mostró gran coraje en los enfrentamientos y fue
nombrada jefa interina de la rebelión tras el triunfo de Sangarará.

A comienzos de 1781 los revolucionarios lograron sumar a los criollos y contaban con un ejército de
siete mil hombres y mujeres que proclamaron a Túpac Amaru II emperador de América. Ese mismo
año, el matrimonio, junto a dos de sus tres hijos, cayeron en una emboscada española y fueron
trasladados a Cusco. Allí los torturaron en busca de información sobre el ejército rebelde, pero no
tuvieron éxito. Fueron condenados a muerte y conducidos a la Plaza de Armas. . Pocos momentos
antes de su ejecución, dijo una frase donde expresa su clara sus ideas independentistas: "Por la
libertad de mi pueblo he renunciado a todo. No veré florecer a mis hijos" Aunque trató de luchar
contra sus verdugos, a Micaela le cortaron la lengua y la golpearon hasta la muerte. Lo mismo a su
marido. Ambos cuerpos fueron desmembrados y sus partes enviadas a diferentes pueblos para
mostrar las posibles consecuencias del alzamiento. Sin embargo, este hito marcó un precedente vital
para el fortalecimiento de la causa independentista. Por eso, Micaela Bastidas es considerada una de
las grandes heroínas de su patria.

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