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Él.

Soy de los que dicen que el amor no existe; que sólo son emociones mezcladas con químicos
que nos hacen sentir felices o quizá, vulnerables, pero que al fin de cuentas, se sienten bien,
no sé en qué momento empecé a rechazar el sentir amor, pero tengo que admitir que escuchar
su voz hace acelerar mi corazón, me hace sentir vivo. Cuando la hago reír me siento como si
fuese un niño, no controlo mis piernas, me sudan las manos. Ni siquiera la puedo ver a los
ojos.

A mis ojos es tan perfecta, tan de otro mundo; su mirada irradia luz y su sonrisa vida. Pero
ella está tan arriba que no me ve, tampoco hago nada para que me vea, disfruto verla sonreír
allá, lejos de mí. Me arden los ojos de tanto llorar, siento lágrimas en el corazón por un amor
que aunque no sé si es correspondido, pero que tampoco me tomaré el atrevimiento de
averiguarlo. Un rechazo de ella es como que los mismos ángeles te reprendan. Cuando me
habla pierdo el norte, como si una diosa hablase con un mortal. Ella es el sol en una mañana
fría, yo soy el perro que levanta la cara para recibir la calidez.

Espero algún día tener la valentía para ser rechazado por un ser de una belleza tan inefable,
hasta ese día mi corazón seguirá latiendo igual de rápido cuando la oigo reír.

Ella.
Yo siempre fui de las que se enamoraban muy rápido, de las que decía que vivir sin amar no
era vivir, que el amor es lo que nos mantiene vivos; pero con el pasar de las relaciones, me
fui desgastando y no quería saber de amor. Hasta que lo conocí a él, el de las ocurrencias, el
de las manos ásperas de trabajar, el del humor negro, el de la voz que inspira confianza.

No sé cuando me empecé a fijar en cómo agarraba su lápiz, en cómo pronunciaba cada


palabra o en como cuando estaba cerca de mí, mi corazón late tan fuerte. me pregunto si así
se sentirá estar enamorada. Él es como un príncipe, siempre escuchando, siempre atento, y yo
soy sólo su compañera, sólo soy la que se sienta a su lado.

Él está allá, tan arriba, en las nubes, y yo aquí en la tierra, mis piernas no paran de moverse, y
siento una sensación en mi espalda, como cosquillas, cuando él habla, su voz denota tanta
sabiduría, tantas experiencias, tantas historias. Yo no sé de qué hablar con él, sabe de tantas
cosas que cuando conversa conmigo me siento egoísta al sólo hablar de lo que me gusta,
mientras él me escucha, sólo se queda ahí, haciéndome reír y escuchándome. No merezco a
alguien tan bueno cómo él.

Él es la lluvia, fuerte e impetuosa; yo soy la flor, que recibe cada gota para poder seguir
viviendo. Espero algún día tener la fuerza de demostrarle y confesarle mis sentimientos,
temiendo que sólo me vea como una compañera; pero si llegase, estaría una vez más viviendo
en busca de un amor como el de él.

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