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La competencia comunicativa es uno de los conceptos más importantes en lingüística aplicada, tanto
en el estudio de la adquisición de segundas lenguas como, a un nivel más práctico, en la enseñanza
de lenguas. En efecto, la competencia comunicativa es un concepto clave al tratar de responder a
las siguientes preguntas:
• ¿En qué consiste adquirir una lengua?
• ¿Qué conocimientos, capacidades o destrezas se necesitan para hablar una lengua?
• ¿Cuál es el objetivo de la enseñanza de lenguas?
La lingüística aplicada muchas veces ha tomado como base teorías de la lingüística teórica o de
otras áreas de conocimiento, como la psicología o la antropología, para desarrollar modelos teóricos
y constructos que puedan resultar apropiados a sus propios fines. El concepto de «competencia
comunicativa» tiene su origen en el concepto de «competencia de la lingüística» teórica en el marco
de la gramática generativa, pero también ha recibido la influencia de teorías de la antropología y la
sociolingüística. Por lo tanto, se trata de un concepto que, del mismo modo que los de adquisición
de segundas lenguas o enseñanza de lenguas, tiene un carácter interdisciplinar (Cenoz, 1996).
1. La competencia lingüística
La importante difusión del concepto de competencia comunicativa en los estudios de adquisición y
enseñanza de lenguas está relacionada directamente con la distinción realizada por Chomsky (1965)
entre competencia y actuación:
La teoría lingüística se centra en el hablante-oyente ideal de una comunidad de habla completamente
homogénea que conoce su lengua perfectamente y al que no le afectan condiciones irrelevantes a
nivel gramatical como las limitaciones de memoria, las distracciones, los cambios de atención y de
interés y los errores al aplicar su conocimiento de la lengua a la actuación real (Chomsky, 1965: 3).
Por lo tanto, para Chomsky, la competencia es el conocimiento que el hablante-oyente tiene de la
lengua, y la actuación es el uso real de la lengua en situaciones concretas. Chomsky está interesado
en estudiar la competencia, no la actuación. Desde la perspectiva del estudio de la lengua como
sistema no está interesado en el uso del lenguaje o en la adquisición y enseñanza de lenguas. Su
interés se dirige al desarrollo en una teoría lingüística centrada principalmente en las reglas
gramaticales. Aunque en un principio Chomsky aceptó que todos los aspectos relacionados con el
uso se incluían en la actuación, más tarde reconoció que algunos aspectos del uso son sistemáticos
y están gobernados por reglas.
Así, en 1980, reconoció que, además de la competencia gramatical, también existe la competencia
pragmática; está referida al conocimiento de las condiciones y al modo de uso apropiado conforme
a varios fines, y aquella, la competencia gramatical, referida al conocimiento de la forma (Chomsky,
1980: 224).
Además de centrarse en el conocimiento y no en la capacidad o habilidad para utilizar este último en
la comunicación interpersonal, el concepto de «competencia lingüística» está unido al conocimiento
de la lengua por parte de los hablantes monolingües nativos. El concepto de «hablante nativo ideal»
es difícil de aceptar puesto que no todos los hablantes de una lengua son competentes y pueden
distinguir oraciones gramaticales de oraciones no gramaticales. Además, hablantes no nativos
pueden distinguir ciertos tipos de oraciones gramaticales y no gramaticales con más exactitud que
algunos hablantes nativos.
El concepto de competencia de Chomsky provocó reacciones importantes entre los investigadores
situados fuera del marco de la gramática generativa (Lyons, 1970; Campbell y Wales, 1970; Hymes,
1972). Se considera inadecuado porque se limita a la competencia lingüística del hablante-oyente
ideal en una sociedad homogénea y no considera aspectos centrales del uso de la lengua. En efecto,
el concepto de competencia propuesto por Chomsky supone una abstracción e idealización, que no
tiene una relación directa con la capacidad y habilidad para utilizar una o varias lenguas en la
comunicación interpersonal por parte de hablantes monolingües y plurilingües en sociedades
multiculturales. Es un concepto útil dentro de la gramática generativa, pero que se torna demasiado
reduccionista si se aplica a la adquisición y enseñanza de lenguas.
Sin embargo, es preciso reconocer, como considera Llurdá (Llurdá 2000: 86), que la definición de
Chomsky representa el punto de partida de otros enfoques posteriores y que, además, la
controversia sobre el concepto de competencia lingüística ha favorecido la aceptación del concepto
de competencia comunicativa como concepto fundamental en la adquisición y enseñanza de
lenguas.
La competencia gramatical incluye «el conocimiento de los elementos léxicos y las reglas de
morfología, sintaxis, semántica a nivel de gramática de la oración y fonología» (Canale y Swain,
1980: 29). Este componente se centra directamente en el conocimiento y la habilidad requeridos
para comprender y expresar con exactitud el significado literal de los enunciados. Gracias a la
competencia gramatical sabemos que frases como «Yo soy muy contento en esta ciudad» o «No
quiero que Pablo viene mañana a la fiesta», son incorrectas.
La competencia sociolingüística. Permite usar la lengua según las normas de uso y las normas de
discurso que sirven para interpretar los enunciados en su significado social. Las reglas
socioculturales de uso especifican el modo en el que se producen los enunciados y se comprenden
de forma apropiada respecto a los componentes de las secuencias comunicativas. El conocimiento
de las normas de uso de registro y estilo nos permiten, por ejemplo, dirigirnos de forma adecuada
cuando existe distancia social al entablar una conversación con un desconocido o cuando hay
diferencias de edad o de estatus. Una situación de falta de competencia sociolingüística se produce,
por ejemplo, cuando un camarero se dirige a unos clientes con una frase del tipo: «Eh, tíos, ¿qué
vais a comer?», en vez de decir algo como: «Buenas noches. Aquí tienen la carta». Otro ejemplo
que muestra problemas con la competencia sociolingüística sería el de un estudiante universitario
pidiendo a otros apuntes del día anterior de la siguiente forma: «Perdone usted, caballero, ¿sería tan
amable de dejarme los apuntes de ayer?», en vez de emplear una frase como «Perdona, ¿te
importaría dejarme los apuntes de ayer?»
La competencia estratégica. Este componente «está formado por las estrategias de comunicación
verbales y no verbales cuya acción se requiere para compensar las dificultades en la comunicación
debidas a variables de actuación o a competencia insuficiente» (Canale y Swain, 1980: 30). Tanto
los hablantes nativos como los estudiantes de lenguas utilizan estrategias para hacer frente a las
limitaciones que impone su conocimiento o a los problemas para acceder a determinados elementos
lingüísticos que pueden surgir en el mismo acto de la comunicación. En general, los hablantes no
nativos tienen este tipo de problemas con más frecuencia que los hablantes nativos. Varios
investigadores se han centrado en describir las estrategias más utilizadas por parte de hablantes de
segundas lenguas (Kellerman, 1991; Kasper y Kellerman, 1997; Bialystok, 1990; Cohen, 1998).
Algunas de las estrategias comunicativas más frecuentes incluyen (Manchón, 1993):
Ajustar el mensaje utilizando un término en el lugar de otro. Por ejemplo, decir «clavo» en vez de
«tornillo».
Utilizar mímica o gestos para hacerse entender.
Describir un objeto cuando se ignora su nombre. Por ejemplo, «lo que usas para poner la ropa lisa»
(en vez de decir «plancha»).
Acuñaciones léxicas. Por ejemplo, «Estas cosas se utilizan para luz, para luzar» (Manchón, 1993:
162).
El modelo de competencia comunicativa de Canale y Swain fue revisado y modificado por el primero
tres años más tarde (Canale, 1983). Canale elaboró el concepto de «competencia sociolingüística»
y la diferenció de la competencia discursiva:
La competencia sociolingüística incluye las reglas socioculturales y, por lo tanto, se trata de producir
y comprender los enunciados «de forma apropiada en distintos contextos sociolingüísticos
dependiendo de factores contextuales como el estatus de los participantes, el propósito de la
interacción y las normas o convenciones de la interacción» (Canale, 1983: 7).
La competencia sociolingüística se refiere a la caracterización de las condiciones que determinan
qué enunciados son apropiados en determinadas situaciones. Hemos señalado ya algunos ejemplos
de problemas referentes a la competencia sociolingüística a los que cabe añadir la utilización de
algunas distinciones en la lengua, como «Ud.» y «Tú» en español. En inglés existe una sola
forma, you, pero la lengua ofrece otros recursos para marcar distancia entre los interlocutores, como
el empleo de un título (Mr., Mrs., Ms.) o del nombre de pila (John, Mary) cuando nos dirigimos a
alguien.
La competencia discursiva se refiere al modo en el que se combinan formas gramaticales y
significados para obtener un texto hablado o escrito unificado. La unidad del texto se consigue por
medio de la cohesión en la forma y la coherencia en el significado. Tal y como señala Canale (1983),
la cohesión se refiere al modo en que las oraciones se unen estructuralmente y facilita la
interpretación de un texto. Veamos el siguiente ejemplo:
Iba por la calle cuando de pronto oí un ruido y vi que un coche rojo se chocaba con una moto que
estaba aparcada. Inmediatamente, el conductor se bajó y vio que la había tirado.
En este ejemplo podemos observar que se utiliza un deíctico temporal, «inmediatamente», y la
utilización anafórica de «la» para referirse a la moto. Estos mecanismos sirven para relacionar las
oraciones del texto.
Según Canale, la coherencia también relaciona las distintas partes del texto, pero desde un punto
de vista semántico, haciendo referencia a las relaciones entre los distintos significados. Canale toma
un ejemplo de Widdowson (1978: 29) para explicar la coherencia:
A. El teléfono.
B. Estoy en el baño.
A. Vale.
La relación entre estos enunciados no se da por medio de mecanismos de cohesión, sino por la
interpretación del significado de los enunciados como una petición, una disculpa y una aceptación
de la disculpa, respectivamente. Además de esta importante distinción entre competencia
sociolingüística y competencia pragmática, Canale amplía el concepto de «competencia estratégica»
para incluir las características compensatorias de las estrategias de comunicación debidas a la
incompetencia insuficiente y las estrategias utilizadas para favorecer el efecto retórico de los
enunciados (Canale, 1983: 339).
El modelo desarrollado por Canale y Swain (1980) y su revisión por Canale (1983) han tenido una
importante influencia en la adquisición y enseñanza de lenguas. Define las dimensiones de la
competencia comunicativa, aunque algunos investigadores han considerado que las definiciones no
son suficientemente completas (Schachter, 1990). A pesar de esta crítica, el modelo ha contribuido
significativamente al desarrollo de otros modelos, tanto en la adquisición de lenguas en general como
en el área de evaluación.
4. La multicompetencia
Teniendo en cuenta los modelos de competencia comunicativa incluidos en la sección anterior, los
estudiantes de una segunda lengua deben alcanzar no solamente un dominio de la fonética, del
vocabulario y de la gramática, sino también de otros aspectos de la competencia comunicativa.
Deben ser capaces de emitir y comprender actos de habla apropiados al contexto, comunicar a un
nivel textual que vaya más allá de la frase y debemos utilizar estrategias adecuadas para mantener
la comunicación.
Además, aunque nos hemos referido hasta ahora a la segunda lengua como un término general,
debemos tener en cuenta que el plurilingüismo y la adquisición de más de una lengua no nativa son
hechos cada vez más frecuentes. Los estudios de adquisición de terceras lenguas y plurilingüismo
han tenido un importante desarrollo en los últimos años y se han centrado en analizar las diferencias
entre la adquisición de la segunda lengua y de otras lenguas adicionales o la relación entre la
competencia en las distintas lenguas (Herdina y Jessner, 2000, 2002).
Centrándonos en el concepto de «competencia comunicativa», si nos planteamos la adquisición de
varias lenguas, parece demasiado idealista considerar que se puede alcanzar un nivel de
competencia comunicativa similar en todos los componentes y que esta competencia sea similar a
la de los hablantes nativos de cada una de las lenguas. Los modelos que hemos presentado
describen los componentes de la competencia y, en algunos casos, la interacción entre los mismos,
pero no se centran en el grado de competencia que un hablante no nativo puede alcanzar o en la
posibilidad de adquirir varias lenguas no nativas.
La idea según la cual la competencia que los hablantes de segundas lenguas tienen que alcanzar
debe ser la competencia nativa ideal ha sido cuestionada en los últimos años. Grosjean (1989, 1992)
y Cook (1992, 1993, 1995) han criticado lo que llaman la visión monolingüe del bilingüismo, según
la cual los aprendices de una segunda lengua deben conseguir alcanzar una competencia nativa en
la lengua meta, es decir, una competencia similar a la de los hablantes monolingües. Se trata, sin
embargo, de la visión más aceptada de la competencia, ya que en la enseñanza siempre evaluamos
las lenguas con relación a la competencia monolingüe, es decir, el modelo de competencia suele ser
el hablante ideal de la lingüística teórica. Como dice Edwards (1994), un bilingüe o plurilingüe que
sea perfectamente equilibrado es excepcional. Por lo tanto, puesto que los hablantes de segundas
lenguas normalmente no llegan a ser hablantes plurilingües equilibrados con competencia nativa en
todas sus lenguas, tenemos una sensación de fracaso en la enseñanza de lenguas. Por eso, como
dice Grosjean (1989), la enseñanza de lenguas se considera muchas veces deficitaria y no es
juzgada por sí misma, es decir, en relación con las necesidades y el uso real de los estudiantes de
segundas lenguas.
A diferencia de esta visión fraccionada del bilingüismo ideal, Grosjean (1992) ha propuesto una visión
holística. Según este autor los bilingües son hablantes competentes que presentan un tipo de
competencia especial que refleja las interacciones existentes entre las lenguas que conocen. No es
normal que los bilingües presenten una competencia totalmente equilibrada puesto que han
desarrollado sus competencias comunicativas en dos lenguas según los contextos específicos en
los que las han aprendido y utilizado. La lengua de competencia de los bilingües no debería ser
considerada como la suma de dos competencias monolingües, sino que debería juzgarse con
relación al repertorio lingüístico total de los usuarios.
De forma similar, Cook (1992) ha propuesto el término multicompetencia para referirse a una forma
única de competencia que no es necesariamente comparable con la de los monolingües. Según
Cook, los hablantes de L2 no deben ser considerados como imitadores de monolingües, sino como
poseedores de formas únicas de competencia. Herdina y Jessner (2000, 2002) también recalcan el
carácter dinámico de la competencia bilingüe, que cambia como resultado de la interacción de los
subsistemas lingüísticos que reflejan las necesidades comunicativas de los usuarios.
Estas visiones alternativas del bilingüismo son todavía más interesantes si las aplicamos al
plurilingüismo y a la adquisición de la tercera lengua. Si pensamos en hablantes plurilingües es
todavía más difícil encontrar hablantes que sean perfectamente equilibrados en su dominio de tres,
cuatro o cinco lenguas. Un hablante plurilingüe tiene un repertorio lingüístico mucho más amplio que
un monolingüe, pero un abanico similar de situaciones en las que utilizar este repertorio. Los
hablantes plurilingües emplean las distintas lenguas para diferentes funciones y usos y no sería justo
que fueran evaluados con los mismos criterios utilizados para los hablantes monolingües que usan
una sola lengua en todas las situaciones.
Desde un punto de vista psicolingüístico, esta visión implica que los plurilingües poseen una
configuración de competencias lingüísticas diferente de la de bilingües y monolingües. Esta
perspectiva supone implicaciones importantes para la educación plurilingüe al cuestionar que la
competencia nativa ideal sea el objetivo de la enseñanza de lenguas. Por lo tanto, aunque todos los
componentes que forman parte de la competencia comunicativa (lingüística, pragmática,
sociolingüística, discursiva y estratégica) son necesarios para la comunicación efectiva en varias
lenguas, la competencia plurilingüe también presenta algunas características especiales que la
distinguen de la monolingüe. Aunque los hablantes plurilingües necesitan todos los componentes de
la competencia comunicativa, normalmente no precisan desarrollar todos los componentes para
todas las situaciones comunicativas en todas sus lenguas.
Conclusión
El concepto de «competencia comunicativa» destaca los aspectos de la competencia relacionados
con el contexto en el que se produce la comunicación y, además, considera que esta tiene lugar a
un nivel textual y no simplemente oracional. Su desarrollo en los últimos años ha tenido importantes
implicaciones en los ámbitos de la adquisición y enseñanza de lenguas. Los distintos modelos de
competencia comunicativa tratan de describir y relacionar las diferentes dimensiones de la
competencia, es decir, tratan de contestar preguntas del tipo ¿qué es la competencia comunicativa?
o ¿de qué elementos consta la competencia comunicativa?
El concepto de «multicompetencia» plantea un problema de índole diferente y de gran actualidad:
¿qué grado de competencia comunicativa podemos adquirir en varias lenguas no nativas? Este
concepto presenta una perspectiva muy interesante, crítica con la visión más tradicional del
aprendizaje de lenguas, en lo relativo a las posibilidades de alcanzar competencia nativa en la lengua
objeto. Sin embargo, aunque el concepto resulta de gran interés, aún requiere un mayor desarrollo
a nivel práctico, de manera que se consideren los aspectos metodológicos de la interacción entre las
lenguas y se creen instrumentos de medición de la multicompetencia y no de las competencias de
cada una de las lenguas.
En definitiva, hoy en día es evidente que los estudiantes de segundas lenguas y lenguas extranjeras
deben aprender a utilizar la lengua en un contexto adecuado, transmitir y comprender intenciones
comunicativas, elaborar y comprender textos orales y escritos y disponer de recursos para superar
las dificultades de la comunicación. El reto actual consiste en que sean capaces de adquirir estas
dimensiones de la competencia en varias lenguas y en relación con sus propias necesidades
comunicativas.