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Condenación de Proposiciones Contrarias Al Intelectualismo Escolástico
Condenación de Proposiciones Contrarias Al Intelectualismo Escolástico
Olvidado, sí, incluso por el Peter Hünermann, último compilador del Denzinger, que al
paso de las ediciones ha ido, como muchos hemos podido comprobar, omitiendo o sesgando
lo que a juicio del autor “dejaba de ser” magisterio o de tener “actualidad”. Difícilmente podrá
sostenerse la validez de estas omisiones –ya gravísimas en la edición preparada por
Schönmetzer–, dado que precisamente el fin del citado libro no es el de ofrecer el magisterio
que en la actualidad enseña la Iglesia, sino ser una compilación lo más completa posible de la
enseñanza y expresión de la fe que la Iglesia ha impartido a lo largo de los siglos desde sus
inicios, sea de modo ordinario, sea de modo extraordinario.
Hecha esta introducción, por otra parte innecesaria a los asiduos lectores de
Cristiandad o a los discípulos de Schola Cordis Iesu, centrémonos en el documento que nos
ocupa.
«Sobre una solicitud que le había sido enviada por un escritor de otra diócesis, el Sr.
Obispo presentó al examen del Santo Oficio ciertas proposiciones concernientes a la
filosofía, la apologética y la teología, sin señalar sin embargo a la censura las obras
donde pudieran contenerse, buscando centrarse en las doctrinas más que en las
personas. Su Excelencia (Mons. Duparc) ha recibido de Roma la siguiente respuesta».
El Cardenal Rafael Merry del Val envió al Mons. Duparc, obispo de Quimper (diócesis
situada al extremo occidental de Francia) el escrito que trataremos de traducir al español
castellano de la manera más fiel posible1.
Hasta aquí el documento magisterial. Recordamos bien cómo San Pío X, tomando pie
de los cánones enunciados en el Concilio Vaticano I, formula la fórmula del juramento
antimodernista, obligatorio para cuantos en la Iglesia tenían la misión de enseñar, sea en
cátedras, sea en púlpitos. Así, el Concilio 2 disponía que «Si alguno dijere que Dios vivo y
verdadero, creador y señor nuestro, no puede ser conocido con certeza por la luz natural de la
razón humana por medio de las cosas que han sido hechas, sea anatema ». Más tarde, el
juramento antimodernista3 mandaba profesar «que Dios, principio y fin de todas las cosas,
puede ser ciertamente conocido y, por tanto, también demostrado, como la causa por sus
efectos, por la luz natural de la razón mediante las cosas que han sido hechas [cf. Rom. 1, 20],
es decir, por las obras visibles de la creación».
A nadie se le escapa la precisión añadida por el santo Papa: “y, por tanto, también
demostrado”. Es esta una piedra de toque fundamental para reconocer si un filósofo o teólogo
han sido envenenados por el modernismo o no. No faltan quienes tildan de ingenuo y mal
aconsejado a San Pío X, diciendo que manda profesar algo que sería, dicen ellos, en sí mismo
imposible: la demostración de la existencia de Dios. Huelga decir que estos mismos consideran
igualmente superado cualquier razonamiento basado en las cinco vías de Santo Tomás,
despreciándolas como hijas de una concepción infantil de la física y metafísica que hoy se
suponen descartadas ante los nuevos avances de la física molecular y atómica.
Muy al contrario, San Pío X sabía muy bien qué enseñaba y mandaba enseñar. El
famoso atque demonstrari ya había sido objeto de consideración en el Vaticano I. La
Congregación General 39ª, celebrada el 1 de abril de 1870 4, describen lo siguiente:
En las enmiendas presentadas por los padres conciliares al segundo capítulo del
esquema sobre la fe católica, la enmienda séptima, dice así:
«”1. La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas
las cosas, puede, con la luz natural de la razón humana, es decir, por argumentos metafísicos,
cosmológicos y morales, ser conocido con certeza y demostrado”. – O simplemente, “Puede
con la luz natural de la roón humana, ser conocido con certeza y demostrado”».
2
Dz. 1806.
3
Dz. 2145.
4
Mansi, vol. 51, col. 261 D ss.
5
Ibid., col. 276 AB.
«…Otra enmienda referida a la segunda parte dice: por la luz de la razón natural puede
ser conocido con certeza y demostrado, peca por defecto y por exceso. Por defecto, porque no
se indican los medios naturales por los que el hombre puede conocer naturalmente a Dios; y
por exceso, poruqe no sólo dice que Dios pueda ser conocido con certeza por la luz de la razón
natural, sino también que esta existencia de Dios puede ser probada o demostrada, siendo así
que conocer con certeza y demostrar es una y la misma cosa, aunque la Diputación de la fe
determinó elegir la expresión más suave y no ésta más fuerte».
Aquí estriba la centralidad del argumento: «certo cognoscere et demonstrare sit unum
idemque».
6
Kant, Crítica de la razón práctica, P. U. F. 1943, pág. 153, en Verneaux, R., Crítica de la “Crítica de la
razón pura”, Rialp 1978, pág. 259.