"Aquella revolución fue la utopía. No esperábamos llegar tan rápido al poder. Y
desde el primer día se dijo que nos iban a invadir. Y empezó esa premisa a funcionar. Los errores que cometimos no hubieran sido tan graves si no hubiera llegado Reagan al poder, con la doctrina contra. Fue un experimento bellísimo que tuvo la cantidad de energía para querer cambiar; pero a medida que se militarizó, el poder se fue concentrando y se fue perdiendo el debate. La gente no estaba contenta. Cuando lo avisé Ortega me quitó de la comisión de Propaganda. No había plan B. Y perdimos las elecciones. ¿Engreimiento? Un poco sí. Gramsci decía: "Cuando no hay un cambio ideológico en la gente, la gente se vuelve contra la revolución". Desde 1979 nos preparamos, analizábamos, pero cuando se produce la revolución dejamos de hacerlo. Dejamos de preparar a la gente para cambiar la sociedad. Vivíamos en una burbuja. Y después de las elecciones vino la piñata, el reparto para los que habían trabajado para la revolución. Y hubo quienes se hicieron ricos. Fue un golpe muy serio para la moral de la gente que trabajó duro. Cuando dijimos que había que cambiar a Ortega nos acusaron de ser agentes del imperio. A quien trataron con más saña fue a Ernesto Cardenal. A él, a Sergio [Ramírez] y a mí nos acusaron de las cosas más absurdas. Y en las fotos de la revolución Ortega ha borrado héroes. ¿Un adjetivo para esta situación de ahora, que prolongue aquel título de Cortázar? Sigue siendo Nicaragua tan violentamente dulce, pero ahora es un país cansadito, pero no necesariamente derrotado… Nosotros tenemos pegado el cordón umbilical a la idea de revolución; esa ya no está, pero sí están con nosotros sus ideales".
¿Qué autocritica hace la autora sobre el actuar de los sandinistas
desde que ganaron el poder en 1979?
https://elpais.com/internacional/2016/06/06/actualidad/1465212958_872596. html