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El desafio sociolégico hoy Individuo y retos sociales 3 05 eae I | | | CIS Centro de Investigaciones Sociolégicas . | | “4 ‘ Danilo Martuclly Jove Santiago del individualismo metodolégico es insatisfactoria, especialmente si este descansa en una teorfa de la eleccién racional limitada a la racionalidad instrumental. Ciertamente, como hemos visto anteriormente, la forma de concebir la racionalidad del individuo por parte del individualismo metodoligico sc ha ido refinando hasta incorporar otzo tipo de racio- nalidad (expresiva, axiolégica, cognitiva), ¢ incluso hasta sostener que de lo que se trata ¢s de examinar las razones que tienen los individuos para poner en marcha sus cursos de accién. Sin embargo, el privilegio de la accién intencional conduce a no prestar la suficiente atencién las disposiciones que los individuos incorporan de forma infraconsciente®’, asf como a la pluralidad de condicionamientos y desaflos estructurales, Esta plucalidad de disposiciones, que, como ha mostrado Lahite, son en muchas ocasiones diversas y contradictorias, nos obliga, por un lado, a conecbit un «individuo plural (Lahire, 2004), y, por otro lado, a com- plejizar la toma en consideracién de las heterogeneidades estructurales propias de una sociedad. Estas consideraciones se revelan mayores cuando se atiende de ma- nnera sustantiva y central alos individuos a partir del trabajo de campo, como muestran diversas investigaciones empivicasrealizadas.en el marco dela socologa del individ, algunas de ls cuales expondemos en ee libro, La imagen que de ellas se desprende es la de un individuo com- plejo y trégico, sometido a tensiones y ambivalencias, en consonancia con ka vsi6n que Georg Simmiel tenia de la modernidad (Martuecelli 2014; Coninck, 2006; Ramos, 2000). Un individuo que obliga a la so- ciologia dar cuenta de él a parti de otras concepciones antropolégicas, distintas las clisicas dela sociologia y economia, como las de los homo rmoralisy homo econormicus, y mds cetcanas a las que entroncan con las tradiciones clisicas (que beben de la Antigua Grecia) como la del homo sragicus (Ramos, 1999b)'*, Una representaciéa del individuo que invita sobre todo a reexaminas sus relaciones con las estructuras sociales A pesar de alguna propucstas de tedricos, como Jon Elter (2986), que hacen referencia a un eyo miltiples, lo clero es que dl individualisme metodoldgioa ke de hacer freme a una visién del individuo que por lo general se revela como unitaria yeoherente. Sobre lor desaflos que pars el individualism ico su tela contderacisn dea agmentacién del individuo, were Noguera (2003 126-177) "© En esta misma linea de complejzar y enriquecer la antropologia que mane jamos en loe andlsis socioldgicos gracias « la presentacién de nuevas homes, vésse la propucres de consorcio entre el homo enagicus, eorizado por Ramén Ramos, y cl ‘homo crestor, a partir de las tesis de Hans Joas (Séncher de la Yncera y Rodrigue Fou, 2016) smasiado 2. EL DISPOSICIONALISMO Y EL INDIVIDUALISMO INSTITUCIONAL: DOS ESTRATEGIAS DE ANALISIS SOCIOLOGICO DEL INDIVIDUO En el capitulo anterior hemos comenzado a presentar el gran desafio que para la sociologia supone hacer de los individuos el destinatario principal de sus reflexiones. En lo que signe, prestaremos atencién a esta perspectiva 2 partir de algunos marcos te6ricos que se han de- sarrollado en los ditimes afos, luceindolos con algunos ejemplos. Pero antes de ello, no esta de més sistematizar algunos de los plantea- mientos que venimos de abordar. La tesis de que el individuo es una via relevance para entender las sociedades contemporéneas ha adquirido una creciente importancia cen las ciencias sociales (Marcuccelli y Singly, 2012). La centralidad actual del individuo en la sociologia contemporénea procede segin algunos de la crisis de a idea de sociedad, para otros de una necesidad propiamente epistemoldgica, para nosotros es por encima de todo resultado de una transformacién profunda de la sensibilidad social de nuestros contemporéneos. La vida personal tiende, por un lado, a convertirse cada vex més en el horizonte normativo de las sociedades ys por otro, es desde las experiencias personales como se construyen. las percepciones de los fenémenos sociales. La primera afirmacién es constitutiva de la mirada propiamente politica del individualismo, Nada lo expresa mejor que la centralidad institucional de los derechos humanos en las sociedades europeas, peto también la valorizacién normativa que, al lado de la exigencia de la virtud republicana, Alexis de Tocqueville, y més alld de él la tradicibn liberal, reconoce a la vida personal, esa que discurre en el trabajo 0 que se desenvuelve entre amigos y familiares, a distancia de la gran sociedad'. No es necesatio insistir en la importancia que tuvieron las dimensiones personales en la estela de esa «primavera de los individuos» que fue mayo del 68 y cras él de los llamados nuevos * Pata uo wecorrido porlstradiign bea acre de esta valoraidn normativa de Javida persona, véae Bajar (1988: 21-79 “ Deel Marrccelly Jose Santiago movimientos sociales, empezando por el feminismo. Hasta el pun- to de que algunos se esfuerzan en valorar tradiciones histéricamence descuidad:s, como el esocialisme liberal», 0 que en Ia obra del propio Marx se redescubran facceas ut6picas alrededor de la «rica individua- lidads huriana. A finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, el eslogan de un partido de inspiracién trotskista resumi2 asi esta exigencia: :Nuestras vidas valen mnds que sus beneficios». Esta valora- cidn es tar fuerte que incluso lleva a la afirmacién del individuo en medio de .a accién colectiva, como ¢s visible a propésito de ciertos Jemas sindicales en Francia: «Yo lucho de clases» (oe lutte des classe») De es:e modo queda trazado el puente con la segunda afirma- ci6n, En este contexto, la comprensién de la vida social debe oror- garle una nueva funcidn heurfstica a las experiencias personales. De Ja misma manera que en el pasado la comprensién de la vida social se organiz5 desde las nociones de civilizacién, historia, sociedad, Estado-nacién y, por supuesto, clases sociales, de ahora en adelan- te le conciemne al individuo ocupar este lugar central de pregnancia analitica. Como sucedi6 con las clases sociales, la eleccién del indi- viduo como destinatario de la sociologia no implica ninguna toma de posicidn politica. (;Es necesario recordar, como el propio Marx lo reconocié, que fueron los historiadores conservadores los primeros en movilizar la nocién de clase social cn sus interpretacioncs?). Lo que implica es la toma de conciencia de que un conjunto de cambios estructurales invita a una problematizacién distinta de la vida social y de sus desafios. Nid individuo ni el individualismo son «novedades: uno y otro son, por d contratio, elementos fundamentales de la modernidad. En este sentido, y desde un punto de vista histrico, es preciso recor- dar que esta problematizacién se inscribe en la descendencia —~y no solamente en la ruptura— de perspectivas que son, a fin de cuentas, ccentenarias. Mostrar esta continuidad en la mirada sociolégica per- mite adop-ar, por un lado, una postura terapéutica contra la amnési- ca ilusién contempordnea de la radical novedad del individuo, pero también, por otro lado, comprender con toda la claridad necesaria la verdadera naturaleza del desaflo contemporineo —el necesario in- cremento de la atencidn que debe otorgérsele a la escala propiamente individual—. 1a clase social fue, por ejemplo, la respuesta, indisociablemente politica y analftica, a una sociedad marcada por la igualdad juridica entre los hombres (la abolicién de los privilegios estatutatios de la El dispascionalismo y el individualismo institucional... ” nobleza) y por el mantenimiento de las desigualdades econdmicas, sociales y culeurales. Las clases sociales, a través de un largo proceso de construccién social (Thompson, 1989), terminaron por volverse tuna categoria total. Fueron una herramienta analicica central en las lades industriales, incluso porque, en parte teaducidas en téx- mings de categorias socioprofesionales o en diferentes escalas de es- tratificacién, se convirtieron en uno de los grandes vehiculos de la inteligencia administrativa de los Estados modernos. Fueron un ins trumento decisivo de la lucha politica, y de su comprensién, sobre todo en Buropa, a través de la oposicin entre la derecha y Ia iaquier- da: durante mucho tiempo, y a pesa: de la importancia de las «anome- lias» constaradas, las orientaciones politicas se supusieron en cortes- pondencia con las posiciones de clase —proletarios y burgueses. Las clases sociales fueron, en fin, si bien no de manera exclusiva, un importante factor identitario: la cxistencia de los individuos trans- curria en comunidades de vida a las cuales un conjunto de factores homogéneos transmitia un fuerte sentimiento de pertenencia y de similicud. Regresaremos en deralle a esta cuestién en el capfeulo cuatro, peto lo que nos interesa subrayar a esta altura de nuestra presentacién 6 que hoy en dia esta funcién analitca le costesponde al individuo. Un proceso visible en la voluntad de los aparatos administrativos de dar cuenta de manera més singularizada y compleja de los perfiles de los actores; una tendencia también observable en la importancia que las experiencias y los testimonios personales tienen cn las luchas politicas; en fin, una realidad que se impone por doquier a medida gue el lenguaje del individualismo se convierte en el principal t6pico de la identidad. La propuesta sociolégica que nos anima se clabora a partir de esta constatacién inicial: e principal desafio de la sociologa Eontenpordnes er lograr dar cuenta de principales cambios depos sociales desde una inteligencia que tenga por horizonte el individuo sus experiencias. Sin embargo, si el individuo debe ser situado en el vértice del anilisis, ello no supone en absoluto una reduccién del andliss socioldgico «al solo nivel del actor. Es este postulade central el que nos llevaré a di- ferenciar la especificidad de la perspectiva transversal que defendere- mos dentro de lo que puede denominarse como sociologfas contem- porineas del individuo (Martuccelli y Singly, 2012). En todo caso, serd teniendo en cuenta este postulade como intentaremos, sin eclec- ticismo, dar cuenta de un conjunto de diferentes estrategias. Como Se EE “ Danilo Martuccelly ore Santiago veremos, todas estas perspectivas coinciden en la importancia que dan a los individuos. Sin embargo, las discrepancias son profundas gncre ls qu los privilegian como base de la explicacién socioldgica, los que los movilizan como el resultado de una nueva variance del individualismo institucional (a ambos dedicamos este capitulo), 0 los que, como defenderemos en el siguiente capitulo, buscan proponer, desde los individuos, una renovacién de la macrosociologia. En los tres casos el lugar que el individuo ocupa en el analisis socioldgico debe ser puesto en relacién con la forma de dar cuenta del modo en que en nuestra sociedad se manifiestan las estructuras sociales, 2.1, EL INDIVIDUO Y LAS ESTRUCTURA SOCIALES COMO SOCIALIZACIONES PLURALES: EL DISPOSICIONALISMO Una de las grandes perspectivas de estudio del individuo girs, desde Jos clisico: de la sociologla, alrededor del proceso de fabricacin social y psicol6gica del actor —la socializacién—. Todas las teorfas de la socializacibn dieron asi cuenta de la tensién entre las compe- tencias innatas y las dimensiones culturales de un actor socialmente constituido, Segiin esta perspectiva, los individuos se construyen, sino siempre en reflejo, al menos en estrecha relacién con las estruc- turas sociaes: valores de una cultura, normas de conducta, institu- ciones, clases sociales, estilos familiares. Como hemos visto en el capfeulo arverior, est fue el fundamento dela nocién del personae social. ‘Durante décadas el aporte esencial de los estudios sobre la socia- lizacién, incluso si dejaban abicrra esta posibilidad, no fue la com- prensién de las respuestas diferenciales que los actores daban en la Vida social, sino, al contrario, subrayar el papel que la socializacién ¢jercia en el mantenimiento del orden social. El trénsito de una so- de las diversas socializaciones a las que han sido scmetidos todos y cada uno de los individuos. El estu- dio de ta variacién interindividual dentro de una misma categoria social se ccnvierte para algunos tedricos en un desafio analitico mayor. El gran mérito de estas perspectivas es proponer una renovacién. de la concepcién de la explicacién ¢ incluso de la causalidad en la sociologia. Para dar cuenta de los problemas sociales es preciso estu- diar al individuo como un proceso permanente. Una exigencia que se impone en ia medida en que los roles no definen ya, en todo caso no con tanta fuerza como en el pasado, el sentido de las pricticas soc les, lo que obliga a los actores a comportarse de manera mas reflex vva. En otros términos, es la confrontacién a orientaciones culturales Por qué exte io no hace nada en casa? Pocos trabajos son tan relevantes al respecto como el que Jean Claude Kaufmann (1992) dedicé al reparto del trabajo ometcn an d seno dde una pareja. Para definir la existencia o 10 de uma pareja y frente a la diversidad de posibilidades al tespecto, usilizé como indicador el mo- ‘mento en que se dispone y se usa una lavadora comtin para lavar la ropa de cada uno de los miembros de la pareja. La eleccién de este indicador Gs un guitio metndolégico aes viejo provrbio que die squelos tapos sucios se lavan en casa Bl trabajo de Kaufmann puede leerse como un intento de respues- ta cxplicita a la pregunta que encabeza este apartado, y para ello la necesidad de explorat, con infinita minucia, y més alld de lo que deja ceatender solamente el material declarative, los conflictos y frcciones ‘que explican la injusticia en el trabajo doméstico entre hombres y mu Jes. La mma conugal muestra ast obo incluso cuando los hombres y las mujeres estin convencidos de la nccesidad de avanzar hacia un: ‘mayor igualdad domestica, se revelanincapacesdealcannale verdad mente. Es esta incapacidad préctica, a pesar de los acuerdos normativos existentes, la que esté en el fondo de su interpretacién acon asta esta segin Kauinann, dela remanenci in- raconsciente de gestos intetiorizados e incorporados en los habitos per- sonaes. La formaci6n dels parca y su orgentacinteacvasien deceee ‘modo una historia del orden doméstico que cada uno lleva en si,a me- auido sin saberlo, en la medida en que «ano no se improvisa sin la marca del pasado familiar» (Kaufmann, 1992: 26-27). Las areas domésticas son realizadas con un estilo personal, que opera a menudo como una «segunda naturaleza», bastante rigida, que obliga muchas veces 2 la ac- cién, incluso en contre de la voluntad consciente. La conducta indivi- dual termina bajo la accién de habitos incorporados que, alimentando resistencias infraconscientes, provoean una disociacién entre la volun tad y la précrica, Kaufinann iluscra esta rensién interesiudose muy de cerca en los microacontecimientos que ititan a los cényuges en su vida la ropa. Es aqui, segtin Kaufmann, como se juega pro- sgrcsivamente Ia renovacién de la reproduccién de las desigualdades do- ésticas entre hombres y mujeres. Tanto unos como otras estén presos de lo que denomina una «memoria del cuerpor, de un conjunto de habitos incorporados que determinan en profundidad los gestos y sobre todo los pardmetros del orden o del desorden doméstico que se consi- deran aceptables © no. En cada pareja se jugaria, conscanemente, este —al menos inicial...— se mostrarian incapaces de hacer las cosas como se debea (desde el punto de vista femenino), y tras wna setie de Fracasos, en los cuales, y dado su plan de orden doméstico incorporado, la mujer rehace lo que el hombre dio por hecho (es decir, vuelve a doblar las camisas), una conclusién, Ilena de irritacién, se impone: «mira, mejor no hages nada» Ta raiz de la explicacin del fendmeno del mantenimiento de la desigualdad entre los géneros se ubica pues a nivel de la socializacién y de «formacién de los habitos». La socializacién es el teatro de una ten- sin encre, por una parte, una interiorizacién, abierta y esencialmente consciexte, y, por otra parte, una incorporacién més profunda, més durable, menos consciente pero més constitutiva de la conducta del individao. Esos habitos multiformes engendran una disonancia per- sonal, ya que son producto de contradicciones propias de lo social y dan lugar a muchos de los conflictos que experimentan los individuos. En oposicidn a las teorias psicolégicas que representan es0s conflictos en términos de diversas capas de aconciencia», Kaufmann prefiere dar cuenta de estas tensiones en tétminos mas corporales. Las resistencias de lo social se encuentran incorporadas en los individuos en forma de habitos, dando lugar a toda una serie de conflictos més 0 menos conscientes entre hébitos incorporados y normas interiorizadas; una ensién que, como muestra el ejemplo del trabajo doméstico, cuestio- na la frontera demasiado rigida establecida entre los actos reflejos y las acciones reflexives. Para Kaufimano, el estudio del individuo exige, por lo canto, omar cen cuenta simultdneamente los esquemas incorporados y las prescrip~ ciones sociales de los contextos de accién ¢ interaccién. Sin embargo, en su teoria de las dispodiciones se acuerda prioridad a la reaccién no conscience, refleja 0 mds o menos autometica del individuo. La novedad infraconsciente. Los hombres a pesar de su buena voluntad | consist: en que la explicacién de un fendmeno macrosociolégico n0 Be eee ee ete ee ee te ee EEE Hdiposicionalsmo y ol individualiom incivuional... 8 se plantea desde una incerpretacién estructural (como proponen, por «jemplo, los trabajos sobre el patriarcads), sino desde las dimensiones individuales, pero de una manera radicalmente distinta a la propuesta por el individualismo merodolégico. En efecto, no es desencarnando cl anilisis en benoficio de una racionalidad hipotética (los actores ac- tan «como six fuera agentes racionales calculadores), sino sobreen- carnando ¢ individualizando la interpretacién como se da cuenta de la reptoduccién macrosociolégica de este fenémeno, Segin Kaufmann, Jos individuos son sistemécicamente asediados por tensiones internas producidas por el desacuerdo entre las disposiciones incorporadas y los contlictos que esta base disposicional puede tener con su voluntad consciente, El objetivo central de las sociologias disposicionalistas es lograr describir de la manera més fina posible los procesos de socializacién 1 los cuales ha sido adquirida la pluralidad de las disposiciones Taner de haces, dvr, de sent) splegadasy en un individu, Pars es0, como sostiene Bernard Lahice, es necesario abandonar la ficcién de que las disposiciones necesariamente formarian sistema y mostrat Jas modalidades y los dominios de accién en los cuales han sido in- corporadas. La génesis de estas disposiciones se encuentra, pues, en el centro de esta petspectiva de estudio, La sociologia debe lograr dar cuenta de las diferencias de socializacién como resultado, cada vez individual, de varias formas de socializacién (familiares, escolares, amicales, instituciones culturales...). Se tratard pues de mostrar las tensiones entre las disposiciones plegadas constitutivas del individuo, ta dels aed tet ae eet littl eid transforman en actividades (Lahire, 2005 y 2006a). En el corazén de esta perspectiva se halls la crftica de la concepcién bourdieusiana de la estructura social en nombre de la apertura que esta habilita a nivel de los actores, pero también la critica del interaccionis- ‘mo de Collins, parael que, como hemos visto en el capitulo anterior, los heclios macrosociol6gicos son menos reales y verdadctos que las interac- ciones observables*. Ciertamente, como Bourdieu serialaba, «la verdad > Frente a estas posruras interaccionsts, Lahiv seRala que Goffman admica la cxistencia de diferente niveles de realidad, para asi afrmar que nose sostiene que las interacciones sein més 9 menos reales que los hechos mactosociolégicos, l ne haber tna jerarquia entre alls (Lahire, 2012: 279-285), Con ene planteamiento, Lahire 36 Danilo Martucelly Jor Santiago de la interacdén no esté entera en la interaccién», pero: Lahire (2012: 1286) afiade que «tampoco lo esté en el espacio social global, ni en la “organizacidn, ni incluso en el campo que, a veces peto no sicmpre, con- tribuyen a estructurarlas. La interaccién debe set explicada prestando atencin al pedo incorporado dels individuos que en cla paripan, asi como al contexto en el que tiene lugar, sin que estos puedan quedar reducidos a bs categorias de habitus y campo. Lahite aporta de este modo una forma de concebir la estructura social que complejiza y enti- {quece la intespretacién de Bourdieu, Los miitiples condicionamientos estructurales que constrfien a los individuos no pueden ser explicados ' partir de caregorfas como el campo y el habitus, Fl individuo no ¢s un. ser coherentey homogénco. Frente a esta forma de concebir las disposi- ciones, Lahire reflexiona de otro modo: «Y si en lugar de un mecanismo de sransferemcia de un sistema de disposiciones, se tratara de un mecanismmo mas complejo de adormecimientolpuesta en accién o de inhibiciénlact- ttaciin de disposiciones que supone, evidentemente, que cada individuo singular sea portador de una pluralidad de disposiciones y atraviese una pluralidad de contextos sociales» (Lahire, 2005 161). En contraste con €l privilegio que Bourdieu otorgaba a la posicién ocupada en el espacio socal (en tos campos legitimo») para as indagar ens cispsicio- nes, Lahire considera que se debe ser més exhaustive y mostrar los mil- tiples procesos de socializacién de un individuo, los cuales hacen que se incorporen disposiciones que no solo no tienen por qué ser coherences yy homogéness, sino que en ocasiones pueden ser todo lo contrario, in- coherentes y contradictorias. : TE concepto de campo tiene, segtin Lahire, un estatuto limitado cuando ¢5 utilizado de forma generalizada en todos los contextos de i asin, Por una pare, no todor exes contests de acim se cons forman como campos, ya que estos tiltimos no se extienden més de una part de los dominios de actividad profesional y 0 pica, lox més elegitiios», y que no conciernen a las poblaciones sin este tipo de actividad, entre ella, una parte de las mujeres (Lahire, 2012: 168). Por fora parte, este autor arremete contra el planteamiento segtin el cual Cae ne acts semana wep alld Go rece SSIES elo a sneer ec a ore a a geal ya Fe en ee i ot El dsposcionalisme y el individualism institucional, 7 Jo que acontece en el campo debe estar contenido en él «El principio estructural (felacional) que lleva a pensar una obra en tanto que “toma de posicién” en relacién al conjunto de otras “tomas de posicién” es una manera de suponer un cictre del campo sobre si mismo. Es considerar que nada de fo que sucede en el campo estarfa determinado por fuer- zas exteriores al campo en cuestiOn» (Lahire, 2012; 221). Ahora bien, esta critica no le conduce a poner en cuestién el principio estructural 0 relacional como método de explicacién, pues se trata «de extender, por al contrario, su aplicacién considerando que el creador es definible por otros vinculos que los que ha podido entablar y otras experiencias que las que ha podido tener dentro del campos (ibidem: 221), Al concebir las disposiciones mis alld de los habitus y los con- vearos de acelin mis alt de fos campos Lahire deflende una soclo- logia indisociablemente disposicionalista y contextualiste, con la que propone otro modo de pensar el peso de la estructura social en las précticas de los individuos y, sobre todo, que conileva un proyecto de singularizacién sociolégico de un nuevo tipo. Resta lo exencial. En Ja interpretacién de Lahire la incorporacién miltiple de la estructura social en el individuo, asi como la pluralidad de los contextos de ac- cién, hace menos plausible el ajuste de lt accién a dicha estructura. La complicidad ontolégica entre el habitus y el campo deviene mis problemitica, ya que, por el contrario, lo que encontramos, de forma tan frecuente como para no poder referirnos a metas eanomalfas», son individuos con una multiplicidad de disposiciones que no encuen- ‘ran los contextos para su actualizacién o individuos desprovistos de las disposiciones que les permitan enfientar deretminadas situaciones més o menos inevitables en sus vidas (Lahire, 2005: 175). Ante estos desajustes, consecuencia de encontramos ante un indi- viduo multsocializado y multidererminado, deviene necesaria la elabora- cidn de «una sociologia a la escala del individuo, que analice la realidad social teniendo en cuenta su forma individualizada, incorporada, inte- riorizadas una sociologfa que se pregunte obmo la diversidad exterior es hecha cuerpo, cémo las experiencias socializadoras diferentes, ya veces contradictorias pueden (co) habitar (en) dl mismo cuerpo, cémo tales ‘experiencias se instalan més 0 menos durabiemente en. cada cuerpo y ‘bio intervienen en los diferentes momentos de la vida sacial o de la biografia de un individuo» (Lahire, 2013: 113). Fl pasado incorpora- do tiene el papel explicativo central, aun s, en iltimo eérmino, a cada instante los contextos comandan Ia unificacién del individuo. Lahire defiende, al mismo tiempo, un estricro deserminismo de las conductas EE 58 Danilo Martuccelly Jose Santiago por el pasado incorporado y una apertura contextual que impi foul previxbildad. in elec, la mulipticacion de as dsposiiones ‘hace més incierta su transferencia de una situacién a otra. En el fondo, el éxito de cate trabajo de transferencia se explica por la semejanza de los contextos, lo que da una gran importancia alas competencias analé- ¢gicas, cognitivas y practicas del individuo. El «individuo» se define por Ja complejidad de su socializacién y la diversidad de sus pricticas, y es desde elas, a su escala dice Lahire, como deben explicarse las conductas sociales y los fenémenos sociales. Las disposiciones del individuo son exrocurasincorporadsy las etuturas sociales se exucian desde las disposiciones de los actores. Cada disposicién es, ast, is ie de una forma de préctica (disposicién escolar, culeural) y de la institucién que la ha producido (escuela, medios de comunicacién...), pudiendo empero transferirse a ‘otro contexto. Sin embargo, esta transferibilidad, en la medida en que rno es més el resultado de una convergencia de disposiciones garantizada por la homogeneidad del espacio social especifico de un individu, esté sometida a fuertes vatiaciones interindividuales. Dicho de otra manera, siendo las acciones individuales el resultado de disposiciones plurales adquiridas en diferentes procesos de socializacién, la manera en que di- chas disposiciones adquiridas operan en nuevos contextos deja de ser un presupuesto del andlisis para convertirse en un problema empitico. El hombre» plural es, como el munco social, y debido a su diferenciacién, un palimpsesto de disposiciones diversas y contradictorias, en tensién tunas con otras, activandose y reactivindose en funcién de los contextos, sin que pueda sefialarse, en similitud con la propuesta de Kaufmann, la cexistencia de un centro de comanéo. A diferencia, por tanto, de muchos tos que se limitan a postu una speci de a negra cnr, casi por deduccién, una trasmisién no problemética del capital culeural familiar, lo central ¢s detallar las modalidades concretas de! (eontactos, tiempos, legitimidades) trasmision, Por qué solamente algunos alumnos de origen ‘popular tienen éxito en la escuela? En una sociologia de esta impronta la pregunta sociolégica se afina, Estos trabajos no desconocen, por supuesto, en lo més minimo la per- manencia de la correlacién estadistica entre origen social y resultados cescolares, y ni siquiera excluyen necesariamente la validez, al menos Eldlsposcionaismo y ol ineividualvomo insicucional parcial, de las explicaciones en términos de arbitrario clasista de la cultura escolar (Bourdieu y Passeron, 1977) o incluso como resultado de célculos y anticipaciones racionales de los actores (Boudon, 1983), Sin embargo, la pregunta se tausforma en profundidad: lo que suscita de un mismo geupo social. De forma més simple: es la variacién inter- personal dentro de una misma categoria social (por ejemplo, secrores Populares) lo que se convierte en el foco de atencién de la reflexién, Para dar cuenta de estos diferenciales de traycctoria, Lahire (1995) pfopone un estudio a partir de una serie de «configuraciones de fa- iar. Analizando de mancra pormenorizada las pricticas reales que permiten —o no— que un patrimonio cultural se mantenga vivo 0 ‘muerto en una familia (segtin, por ejemplo, que el padre, que puede set el principal poseedor del capital cultural en una familia, tenga o no interacciones eficaces y efectivas con sus hijos), Lahire intenta describir el proceso activo por el cual se produce, y a través del trabajo de los actores, la reapropiacién de una posicién de clase. Para ello, empero, ‘no hay que considerar tinicamente el trabajo directo de los a instancia de socializaci6n (escuela, grupo de pares...) ys diferencial de legitimidad que le corresponde 2 cada actd§ cn se proceso setien decsivos. El mds 0 menos lg conta instancia de socializacién es por eso insuficiente: para comprender su diferencal de accida hay que tener en cuenta el grado de legimidad cultural que tiene un actor o una instancia, Es lo que explica por otra parte los difecentes pesos que corresponden en tériminos de socializa- cién a los grupos de pares, a los profesores, y cambién las tensiones observables entre padces con diferente nivel de instruccién en el seno de tuna misma pareja, Dicho de otra manera, en oposicién a una conce «ibn de un Pabitus homogéneo que se desinesesa ampliamente de las ‘modalidades concretas de la trasmisién cultural y social, Lahire estudia dela manera més exhaustiva posible, a nivel «microscépico, los proce- 08 de socializacién entre, por ejemplo, el poseedor del capiral culeural ‘en una familia y el eventual heredero (Lahite, 1994), Es decir, los dife- foci de tzaectorasdebenentendere a partir dele ripe coeciin a la cual esti sometido un alumno: fa escuela, los padres y el fates. La competencia ene sas diinasinstanin de orb lncise dds lugar a muchas figuras de disonancia cultural y esto, una ver més, en todas las categorias sociales. Siendo cada individuo un conjunto particular de disposicio- nes plurales, es necesatio, para dar cuenta de esta pluralidad, que el eee EEE EEE EEE °

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