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El Infierno

“¿Puedes tú descubrir las cosas recónditas de Dios? ¿puedes hasta lo sumo llegar a conocer al
Todopoderoso? Ello es alto como el cielo, ¿qué podrás hacer? más hondo es que el infierno, ¿qué
podrás saber?”. Job 11:7-8.

"¡Cómo caíste de los cielos, oh Lucero, hijo de la aurora! ¡has sido derribado por tierra, tú que
abatiste las naciones! ... Tú eres aquel que dijiste en tu corazón: ¡Al cielo subiré; sobre las estrellas de
Dios ensalzaré mi trono!". "¡Seré semejante al Altísimo! ¡Pero ciertamente al infierno serás abatido, a
los lados del hoyo! Los que te vieren clavarán en ti la vista, y de ti se cerciorarán, diciendo: ¿Es éste el
varón que hizo temblar la tierra, que sacudió los reinos; que convirtió el mundo en un desierto, y
destruyó sus ciudades; y a sus prisioneros nunca los soltaba, para que volviesen a casa?”. Isaías 14:12-
17, V.M.

“Pero yo os digo, cualquiera que se enoje con su hermano, será culpado del juicio. Cualquiera
que diga a su hermano: 'Imbécil', será culpado ante el sanedrín. Y cualquiera que le diga: 'Fatuo', estará
en peligro del fuego del infierno”. Mat. 5:22.

“Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti. Es mejor que pierdas uno
de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de
caer, córtala, y échala de ti. Es mejor que pierdas uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea
echado al infierno”. Mat. 5:29-30.

“No temáis a los que matan el cuerpo, que no pueden matar el alma. Antes temed a Aquel que
puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. Mat. 10:28.

“Y si tu ojo te fuera ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti. Mejor te es entrar con un solo ojo en
la vida, que tener dos ojos y ser echado en el fuego del infierno”. Mat. 18:9.

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque rodeáis la tierra y el mar por hacer un
prosélito; y una vez ganado, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros”. Mat. 23:15.

“¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?”. Mat.


23:33.

“Si tu mano te hace caer en pecado, córtala. Es mejor que entres a la vida manco, que teniendo
dos manos, ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el
fuego nunca se apaga. Si tu pie te es ocasión de caer, córtalo. Mejor es entrar a la vida tullido, que
teniendo dos pies, ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de
ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo. Mejor es entrar al
reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno, donde el gusano de ellos no
muere, y el fuego nunca se apaga”. Marcos 9:43-48.

“"Os diré a quien temer. Temed a Aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de
echar en el infierno. Repito, a ése temed”. Lucas 12:5.

“La lengua es un fuego, un mundo de maldad. Se halla entre nuestros miembros, y contamina
todo el cuerpo, inflama el curso de la naturaleza, y es inflamada por el infierno”. Santiago 3:6.
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“Jesús continuó: "Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella." La palabra Pedro significa piedra, canto
rodado. Pedro no era la roca sobre la cual se fundaría la iglesia. Las puertas del infierno prevalecieron
contra él cuando negó a su Señor con imprecaciones y juramentos. La iglesia fue edificada sobre Aquel
contra quien las puertas del infierno no podían prevalecer. El Deseado de Todas las Gentes:381.

“Padres, ... emplead toda fibra moral y muscular en el esfuerzo para salvar a vuestra pequeña
grey. Las potencias del infierno se unirán para su destrucción, pero Dios plantará en vuestro favor
bandera contra el enemigo. Orad mucho más de lo que oráis. Con amor y ternura, enseñad a vuestros
hijos a ir a Dios como a su Padre celestial. Por vuestro ejemplo, enseñadles el dominio propio, y el ser
serviciales. Decidles que Cristo no vivió para agradarse a sí mismo”. Conducción del Niño:451.

“No puede la tierra ni el infierno obligar a nadie a que haga el mal. Satanás nos ataca en nuestros
puntos débiles, pero no es preciso que nos venza. Por severo o inesperado que sea el asalto, Dios ha
provisto ayuda para nosotros, y mediante su poder podemos ser vencedores”. Patriarcas y
Profetas:443, 445-446.

“Saúl sabía que con ese último acto de consultar a la pitonisa de Endor, cortaba el último lazo que
lo sostenía a Dios. Sabía que si antes no se había separado voluntariamente de Dios, ese acto sellaba
esa separación y la hacía definitiva. Había hecho un acuerdo con la muerte, un pacto con el infierno.
La copa de su iniquidad estaba llena (SDA Bible Commentary, tomo 2, págs. 1022-1023). Conflicto y
Valor:172.

“Pero aunque seamos capaces de progresar en conocimiento y en verdad, no perdamos de vista el


hecho de que podemos ir hacia atrás tanto como hacia adelante. Podemos ir hacia la tierra tanto como
hacia el cielo. Hay muchas almas que están vacilando entre la conducta que lleva al cielo y la que lleva
al infierno. Hay influencias, sutiles y engañosas, que alejan a las almas de Dios y de las cosas
celestiales. Es necesario que a cada niño se lo cuide desde su más tierna infancia hasta la adolescencia y
la madurez. Especialmente aquellos que conocen el peligro del mal y el amor y el interés que Dios
siente por cada alma, deberían convertir en ocupación suya el velar por las almas como quienes tienen
que dar cuenta.
Los padres deberían mandar a sus casas después de sí, como lo hizo Abrahán, a guardar el
camino de Jehová. Si no se hace esto, Satanás gustosamente tomará a su cargo la obra de los padres, y
educará al niño como a él le place; y ¡oh, cuánto de esta obra se deja librado al enemigo! Cumplan los
padres su deber para con aquellos que dependen de ellos, y amolden su carácter según el divino
Modelo. Hagan los padres, con viva fe y con entera confianza en Dios, la parte a ellos asignada, y Dios
hará la suya, y miles de niños que están ahora sin Dios y sin esperanza en el mundo serán añadidos a la
iglesia”. Consejos Sobre la Obra de Escuela Sabática:53-54.

“Satanás es el originador de la enfermedad; y el médico lucha contra su obra y poder. Por


doquiera prevalece la enfermedad mental. El noventa por ciento de las enfermedades que sufren los
hombres tienen su fundamento en esto. Puede ser que alguna aguda dificultad del hogar esté royendo
como un cáncer el alma y debilitando las fuerzas vitales. A veces el remordimiento por el pecado mina
la constitución y desequilibra la mente. Hay también doctrinas erróneas, como la de un infierno que
arde eternamente y el tormento sin fin de los impíos, que, al presentar ideas exageradas y
distorsionadas del carácter de Dios, han producido el mismo resultado en las mentes sensibles. Los
incrédulos han sacado partido de estos casos desgraciados para atribuir la locura a la religión. Pero ésta
es una grosera calumnia, y no les agradará tener que enfrentarla algún día. Lejos de ser causa de locura,
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la religión de Cristo es uno de sus remedios más eficaces; porque es un calmante poderoso para los
nervios”. Consejos Sobre Salud:321.

“"Nuestra fe con referencia al mensaje del primero, el segundo y el tercer ángeles era correcta.
Los grandes hitos por los cuales hemos pasado son inconmovibles. Aun cuando las huestes del infierno
intenten derribarlos de sus fundamentos, y triunfar en el pensamiento de que han tenido éxito, no
alcanzarán su objetivo. Estos pilares de la verdad permanecen tan incólumes como las montañas
eternas, sin ser conmovidos por todos los esfuerzos de los hombres combinados con los de Satanás y su
hueste. Podemos aprender mucho, y debemos estar constantemente escudriñando las Escrituras para
ver si estas cosas son así. El pueblo de Dios ha de tener ahora sus ojos fijos en el santuario celestial,
donde se está realizando el servicio final de nuestro gran Sumo Sacerdote en la obra del juicio, donde él
está intercediendo por su pueblo". El Evangelismo:166.

“El don de su Espíritu Santo, rico, completo y abundante, ha de ser para su iglesia como un muro
de fuego que la circunde, contra el cual no prevalezcan las potencias del infierno. En su inmaculada
pureza y perfección impecable, Cristo mira a sus hijos como la recompensa de sus sufrimientos, su
humillación y su amor, y el suplemento de su gloria: Cristo, el gran centro del cual irradia toda gloria”.
Dios Nos Cuida:183.

“Pero después de la caída, Satanás ordenó a sus ángeles que hicieran un esfuerzo especial para
inculcar la creencia de la inmortalidad natural del hombre; y después de haber inducido a la gente a
aceptar este error, debían llevarla a la conclusión de que el pecador viviría en penas eternas. Ahora el
príncipe de las tinieblas, obrando por conducto de sus agentes, representa a Dios como un tirano
vengativo, y declara que arroja al infierno a todos aquellos que no le agradan, que les hace sentir
eternamente los efectos de su ira, y que mientras ellos sufren tormentos indecibles y se retuercen en las
llamas eternas, su Creador los mira satisfecho”. El Conflicto de los Siglos:589.

“¡Cuán repugnante a todo sentimiento de amor y de misericordia y hasta a nuestro sentido de


justicia es la doctrina según la cual después de muertos los impíos son atormentados con fuego y azufre
en un infierno que arde eternamente, y por los pecados de una corta vida terrenal deben sufrir
tormentos por tanto tiempo como Dios viva! Sin embargo, esta doctrina ha sido enseñada muy
generalmente y se encuentra aún incorporada en muchos de los credos de la cristiandad. Un sabio
teólogo sostuvo: "El espectáculo de los tormentos del infierno aumentará para siempre la dicha de los
santos. Cuando vean a otros seres de la misma naturaleza que ellos y que nacieron en las mismas
circunstancias, cuando los vean sumidos en semejante desdicha, mientras que ellos estén en tan
diferente situación, sentirán en mayor grado el goce de su felicidad". Otro dijo lo siguiente: "Mientras
que la sentencia de reprobación se esté llevando a efecto por toda la eternidad sobre los desgraciados
que sean objeto de la ira, el humo de sus tormentos subirá eternamente también a la vista de los que
sean objeto de misericordia, y que, en lugar de compadecerse de aquellos, exclamarán: ¡Amén!
¡Aleluya! ¡Alabad al Señor!"
¿En qué página de la Palabra de Dios se puede encontrar semejante enseñanza? ¿Los rescatados
no sentirán acaso en el cielo ninguna compasión y ni siquiera un leve asomo de humanidad? ¿Habrán
quedado esos sentimientos por ventura substituidos por la indiferencia del estoico o la crueldad del
salvaje? No, mil veces no. No es ésa la enseñanza del Libro de Dios. Los que presentan opiniones como
las expresadas en las citas anteriores pueden ser sabios y aun hombres honrados; pero han sido
engañados por los sofismas de Satanás. El es quien los induce a desnaturalizar las enérgicas
expresiones de las Sagradas Escrituras, dando al lenguaje bíblico un tinte de amargura y malignidad
que es propio de él, Satanás, pero no de nuestro Creador. "¡Vivo yo! dice Jehová el Señor, que no me
complazco en la muerte del inicuo, sino antes en que vuelva el inicuo de su camino y viva. Volveos,
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volveos de vuestros caminos malos, pues ¿por qué moriréis?". (Ezequiel 33:11). ¿Qué ganaría Dios con
que creyéramos que él se goza en contemplar los tormentos eternos, que se deleita en oír los gemidos,
los gritos de dolor y las imprecaciones de las criaturas a quienes mantiene sufriendo en las llamas del
infierno? ¿Pueden acaso esas horrendas disonancias ser música para los oídos de Aquel que es amor
infinito? Se alega que esas penas sin fin que sufren los malos demuestran el odio de Dios hacia el
pecado, ese mal tan funesto a la paz y al orden del universo. ¡Oh, qué horrible blasfemia! ¡Como si el
odio que Dios tiene al pecado fuese motivo para eternizar el pecado! Pues según las enseñanzas de esos
mismos teólogos, los tormentos continuos y sin esperanza de misericordia enfurecen sus miserables
víctimas, que al manifestar su ira con juramentos y blasfemias, aumentan continuamente el peso de su
culpabilidad. La gloria de Dios no obtiene realce con que se perpetúe el pecado al través de los siglos
sin fin.
Es incalculable para el espíritu humano el daño que ha producido la herejía de los tormentos
eternos. La religión de la Biblia, llena de amor y de bondad, y que abunda en compasión, resulta
empañada por la superstición y revestida de terror. Cuando consideramos con cuán falsos colores
Satanás pintó el carácter de Dios, ¿podemos admirarnos de que se tema, y hasta se aborrezca a nuestro
Creador misericordioso? Las ideas espantosas que respecto de Dios han sido propagadas por el mundo
desde el púlpito, han hecho miles y hasta millones de escépticos e incrédulos.
La teoría de las penas eternas es una de las falsas doctrinas que constituyen el vino de las
abominaciones de Babilonia, del cual ella da de beber a todas las naciones. (Apocalipsis 14:8; 17:2.) Es
verdaderamente inexplicable que los ministros de Cristo hayan aceptado esta herejía y la hayan
proclamado desde el púlpito. La recibieron de Roma, como de Roma también recibieron el falso día de
reposo. Es cierto que dicha herejía ha sido enseñada por hombres piadosos y eminentes, pero la luz
sobre este asunto no les había sido dada como a nosotros. Eran responsables tan sólo por la luz que
brillaba en su tiempo; nosotros tenemos que responder por la que brilla en nuestros días. Si nos
alejamos del testimonio de la Palabra de Dios y aceptamos falsas doctrinas porque nuestros padres las
enseñaron, caemos bajo la condenación pronunciada contra Babilonia; estamos bebiendo del vino de
sus abominaciones.
Muchos a quienes subleva la doctrina de los tormentos eternos se lanzan al error opuesto. Ven que las
Santas Escrituras representan a Dios como un ser lleno de amor y compasión, y no pueden creer que
haya de entregar sus criaturas a las llamas de un infierno eterno. Pero, como creen que el alma es de por
sí inmortal, no ven otra alternativa que sacar la conclusión de que toda la humanidad será finalmente
salvada. Muchos son los que consideran las amenazas de la Biblia como destinadas tan sólo a
amedrentar a los hombres para que obedezcan y no como debiendo cumplirse literalmente. Así el
pecador puede vivir en placeres egoístas, sin prestar atención alguna a lo que Dios exige de él, y
esperar sin embargo que será recibido finalmente en su gracia. Semejante doctrina que así especula con
la misericordia divina, pero ignora su justicia, agrada al corazón carnal y alienta a los malos en su
iniquidad.
Para muestra de cómo los que creen en la salvación universal tuercen el sentido de las Escrituras para
sostener sus dogmas deletéreos para las almas, basta citar sus propias declaraciones. En los funerales de
un joven irreligioso, muerto instantáneamente en una desgracia, un ministro universalista escogió por
texto de su discurso las siguientes palabras que se refieren a David: "Ya estaba consolado acerca de
Amnón que era muerto". (2 Samuel 13:39).
"A menudo me preguntan -dijo el orador- cuál será la suerte de los que mueren en el pecado, tal
vez en estado de embriaguez, o que mueren sin haber lavado sus vestiduras de las manchas
ensangrentadas del crimen, o como este joven, sin haber hecho profesión religiosa ni tenido experiencia
alguna en asuntos de religión. Nos contentamos con citar las Sagradas Escrituras; la contestación que
nos dan al respecto ha de resolver tan tremendo problema. Amnón era pecador en extremo; era
impenitente, se embriagó y fue muerto en ese estado. David era profeta de Dios; debía saber si Amnón
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se encontraba bien o mal en el otro mundo. ¿Cuáles fueron las expresiones de su corazón? - 'El rey
David deseó ver a Absalom: porque estaba consolado acerca de Amnón que era muerto'.
"¿Y qué debemos deducir de estas palabras? ¿No es acaso que los sufrimientos sin fin no
formaban parte de su creencia religiosa? Así lo entendemos nosotros; y aquí encontramos un
argumento triunfante en apoyo de la hipótesis más agradable, más luminosa y más benévola de la
pureza y de la paz finales y universales. Se había consolado de la muerte de su hijo. ¿Y por qué?
Porque podía con su ojo de profeta echar una mirada hacia el glorioso estado, ver a su hijo muy alejado
de todas las tentaciones, libertado y purificado de la esclavitud y corrupciones del pecado, y, después
de haber sido suficientemente santificado e iluminado, admitido a la asamblea de espíritus superiores y
dichosos. Su solo consuelo consistía en que su hijo amado al ser recogido del presente estado de pecado
y padecimiento, había ido adonde el soplo sublime del Espíritu Santo sería derramado sobre su alma
obscurecida; adonde su espíritu se desarrollaría con la sabiduría del cielo y con los dulces transportes
del amor eterno, a fin de ser así preparado para gozar con una naturaleza santificada del descanso y de
las glorias de la herencia eterna.
"Con esto queremos dar a entender que creemos que la salvación del cielo no depende en nada de
lo que podamos hacer en esta vida, ni de un cambio actual de corazón, ni de una creencia actual ni de
una profesión de fe religiosa".
Así es como este profeso ministro de Cristo reitera la mentira ya dicha por la serpiente en Edén:
"De seguro que no moriréis". "En el día que comiereis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como
Dios." Afirma que los más viles pecadores - el homicida, el ladrón y el adúltero - serán preparados
después de la muerte para gozar de la eterna bienaventuranza.
¿Y de dónde saca sus conclusiones este falseador de las Sagradas Escrituras? De una simple frase
que expresa la sumisión de David a la dispensación de la Providencia. Su alma "deseó ver a Absalom:
porque estaba consolado acerca de Amnón que era muerto". Al mitigarse con el andar del tiempo la
acrimonia de su aflicción, sus pensamientos se volvieron del hijo muerto al hijo vivo que se había
desterrado voluntariamente por temor al justo castigo de su crimen. ¡Y esto es una evidencia de que el
incestuoso y ebrio Amnón fue al morir llevado inmediatamente a la morada de los bienaventurados,
para ser purificado y preparado allí para la sociedad de los ángeles inmaculados! ¡Fábula amena, por
cierto, muy apropiada para satisfacer el corazón carnal ¡Es la doctrina del mismo Satanás y produce el
efecto que él desea! ¿Es entonces de extrañar que con tales enseñanzas la iniquidad abunde?
La conducta de este falso maestro ilustra la de otros muchos. Desprenden de sus contextos unas
cuantas palabras de las Sagradas Escrituras, por más que en muchos casos aquellos encierren un
significado contrario al que se les presta; y esos pasajes así aislados se tuercen y se emplean para
probar doctrinas que no tienen ningún fundamento en la Palabra de Dios. El pasaje citado para probar
que el borracho Amnón está en el cielo, no pasa de ser una mera conjetura, a la que contradice
terminantemente la declaración llana y positiva de las Santas Escrituras de que los dados a la
embriaguez no poseerán el reino de Dios. (1 Corintios 6:10). Y así es como los que dudan, los
incrédulos y los escépticos convierten la verdad en mentira. Y con tales sofismas se engaña a muchos y
se los arrulla en la cuna de una seguridad carnal.
Si fuese cierto que las almas de todos los hombres van directamente al cielo en la hora de la
disolución, entonces bien podríamos anhelar la muerte antes que la vida. Esta creencia ha inducido a
muchas personas a poner fin a su existencia. Cuando está uno anonadado por los cuidados, por las
perplejidades y los desengaños, parece cosa fácil romper el delgado hilo de la vida y lanzarse hacia la
bienaventuranza del mundo eterno.
Dios declara positivamente en su Palabra que castigará a los transgresores de su ley. Los que se
lisonjean con la idea de que es demasiado misericordioso para ejecutar su justicia contra los pecadores,
no tienen más que mirar a la cruz del Calvario La muerte del inmaculado Hijo de Dios testifica que "la
paga del pecado es muerte", que toda violación de la ley de Dios debe recibir su justa retribución.
Cristo, que era sin pecado, se hizo pecado a causa del hombre. Cargó con la culpabilidad de la
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transgresión y sufrió tanto, cuando su Padre apartó su faz de él, que su corazón fue destrozado y su vida
aniquilada. Hizo todos esos sacrificios a fin de redimir al pecador. De ningún otro modo habría podido
el hombre libertarse de la penalidad del pecado. Y toda alma que se niegue a participar de la expiación
conseguida a tal precio, debe cargar en su propia persona con la culpabilidad y con el castigo por la
transgresión.
Consideremos lo que la Biblia enseña además respecto a los impíos y a los que no se han arrepentido, y
a quienes los universalistas colocan en el cielo como santos y bienaventurados ángeles.
"Al que tuviere sed, le daré a beber de la fuente del agua de la vida de balde." (Apocalipsis 21:6,
V.M.) Esta promesa es sólo para aquellos que tuvieren sed. Sólo aquellos que sienten la necesidad del
agua de la vida y que la buscan a cualquier precio, la recibirán. "El que venciere heredará todas las
cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo". (Verso 7). Aquí también, las condiciones están
especificadas. Para heredar todas las cosas, debemos resistir al pecado y vencerlo.
El Señor declara por el profeta Isaías: "Decid al justo que le irá bien". "¡Ay del impío! mal le irá
porque según las obras de sus manos le será pagado". (Isaías 3:10-11). "Pero aunque el pecador haga
mal cien veces -dice el sabio- y con todo se le prolonguen los días, sin embargo yo ciertamente sé que
les irá bien a los que temen a Dios, por lo mismo que temen delante de él. Al hombre malo empero no
le irá bien". (Eclesiastés 8:12-13, V.M.) Y Pablo declara que el pecador se atesora "ira para el día de la
ira de la manifestación del justo juicio de Dios; el cual pagará a cada uno conforme a sus obras;"
"tribulación y angustia sobre toda persona humana que obra lo malo". (Romanos 2:5-6, 9).
"Ningún fornicario, ni persona impúdica, u hombre avaro, el cual es idólatra, tiene herencia
alguna en el reino de Cristo y de Dios". (Efesios 5:5, V.M.). "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin
la cual nadie verá al Señor". (Hebreos 12:14). "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos,
para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad. Mas los perros
estarán fuera, y los hechiceros, y los disolutos, y los homicidas, y los idólatras, y cualquiera que ama y
hace mentira". (Apocalipsis 22:14-15).
Dios ha hecho a los hombres una declaración respecto de su carácter y de su modo de proceder
con el pecador: "¡Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento en iras y grande en misericordia y
en fidelidad; que usa de misericordia hasta la milésima generación; que perdona la iniquidad, la
transgresión y el pecado, pero que de ningún modo tendrá por inocente al rebelde!" (Éxodo 34:6-7,
V.M.) "Destruirá a todos los inicuos". "Los transgresores ¡todos a una serán destruidos; el porvenir de
los malos será cortado!" (Salmo 115:20; 37:38, V.M.) El poder y la autoridad del gobierno de Dios
serán empleados para vencer la rebelión; sin embargo, todas las manifestaciones de su justicia
retributiva estarán perfectamente en armonía con el carácter de Dios, de un Dios misericordioso,
paciente y benévolo.
Dios no fuerza la voluntad ni el juicio de nadie. No se complace en la obediencia servil. Quiere
que las criaturas salidas de sus manos le amen porque es digno de amor. Quiere que le obedezcan
porque aprecian debidamente su sabiduría, su justicia y su bondad. Y todos los que tienen justo
concepto de estos atributos le amarán porque serán atraídos a él por la admiración de sus atributos.
Los principios de bondad, misericordia y amor enseñados y puestos en práctica por nuestro
Salvador son fiel trasunto de la voluntad y del carácter de Dios. Cristo declaró que no enseñaba nada
que no hubiese recibido de su Padre. Los principios del gobierno divino se armonizan perfectamente
con el precepto del Salvador: "Amad a vuestros enemigos". Dios ejecuta su justicia sobre los malos
para el bien del universo, y hasta para el bien de aquellos sobre quienes recaen sus juicios. El quisiera
hacerlos felices, si pudiera hacerlo de acuerdo con las leyes de su gobierno y la justicia de su carácter.
Extiende hasta ellos las manifestaciones de su amor, les concede el conocimiento de su ley y los
persigue con las ofertas de su misericordia; pero ellos desprecian su amor, invalidan su ley y rechazan
su misericordia. Por más que reciben continuamente sus dones, deshonran al Dador; aborrecen a Dios
porque saben que aborrece sus pecados. El Señor soporta mucho tiempo sus perversidades; pero la hora
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decisiva llegará al fin y entonces su suerte quedará resuelta. ¿Encadenará él entonces estos rebeldes a
su lado? ¿Los obligará a hacer su voluntad?
Los que han escogido a Satanás por jefe, y que se han puesto bajo su poder, no están preparados
para entrar en la presencia de Dios. El orgullo, el engaño, la impureza, la crueldad se han arraigado en
sus caracteres. ¿Pueden entonces entrar en el cielo para morar eternamente con aquellos a quienes
despreciaron y odiaron en la tierra? La verdad no agradará nunca al mentiroso; la mansedumbre no
satisfará jamás a la vanidad y al orgullo; la pureza no puede ser aceptada por el disoluto; el amor
desinteresado no tiene atractivo para el egoísta. ¿Qué goces podría ofrecer el cielo a los que están
completamente absorbidos en los intereses egoístas de la tierra?
¿Acaso podrían aquellos que han pasado su vida en rebelión contra Dios ser transportados de
pronto al cielo y contemplar el alto y santo estado de perfección que allí se ve, donde toda alma rebosa
de amor, todo semblante irradia alegría, la música arrobadora se eleva en acordes melodiosos en honor
a Dios y al Cordero, y brotan raudales de luz del rostro de Aquel que está sentado en el trono e inundan
a los redimidos? ¿Podrían acaso aquellos cuyos corazones están llenos de odio hacia Dios y a la verdad
y a la santidad alternar con los ejércitos celestiales y unirse a sus cantos de alabanza? ¿Podrían soportar
la gloria de Dios y del Cordero? No, no; años de prueba les fueron concedidos para que pudiesen
formar caracteres para el cielo; pero nunca se acostumbraron a amar lo que es puro; nunca aprendieron
el lenguaje del cielo, y ya es demasiado tarde. Una vida de rebelión contra Dios los ha inhabilitado para
el cielo. La pureza, la santidad y la paz que reinan allí serían para ellos un tormento; la gloria de Dios,
un fuego consumidor. Ansiarían huir de aquel santo lugar. Desearían que la destrucción los cubriese de
la faz de Aquel que murió para redimirlos. La suerte de los malos queda determinada por la propia
elección de ellos. Su exclusión del cielo es un acto de su propia voluntad y un acto de justicia y
misericordia por parte de Dios.
Del mismo modo que las aguas del diluvio, las llamas del gran día proclamarán el veredicto de
Dios de que los malos son incurables. Ellos no tienen ninguna disposición para someterse a la autoridad
divina. Han ejercitado su voluntad en la rebeldía; y cuando termine la vida será demasiado tarde para
desviar la corriente de sus pensamientos en sentido opuesto, demasiado tarde para volverse de la
transgresión hacia la obediencia, del odio hacia el amor.
Al perdonarle la vida a Caín el homicida, Dios dio al mundo un ejemplo de lo que sucedería si le
fuese permitido al pecador seguir llevando una vida de iniquidad sin freno. La influencia de las
enseñanzas y de la conducta de Caín arrastraron al pecado a multitudes de sus descendientes, hasta
"que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del
corazón de ellos era de continuo solamente el mal". "Y corrompióse la tierra delante de Dios, y estaba
la tierra llena de violencia". (Génesis 6:5,11).
Fue por misericordia para con el mundo por lo que Dios barrió los habitantes de él en tiempo de
Noé. Fue también por misericordia por lo que destruyó a los habitantes corrompidos de Sodoma.
Debido al poder engañador de Satanás, los obreros de iniquidad se granjean simpatía y admiración y
arrastran a otros a la rebelión. Así sucedió en días de Caín y de Noé, como también en tiempo de
Abraham y de Lot; y así sucede en nuestros días. Por misericordia para con el universo destruirá Dios
finalmente a los que rechazan su gracia.
"Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro". (Romanos 6:23). Mientras la vida es la heredad de los justos, la muerte es la porción de los
impíos. Moisés declaró a Israel: "Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el
mal". (Deuteronomio 30:15). La muerte de la cual se habla en este pasaje no es aquella a la que fue
condenado Adán, pues toda la humanidad sufre la penalidad de su transgresión. Es "la muerte segunda"
puesta en contraste con la vida eterna.
A consecuencia del pecado de Adán, la muerte pasó a toda la raza humana. Todos descienden
igualmente a la tumba. Y debido a las disposiciones del plan de salvación, todos saldrán de los
sepulcros. "Ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos". (Hechos 24:15).
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"Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados". (1 Corintios
15:22). Pero queda sentada una distinción entre las dos clases que serán resucitadas. "Todos los que
están en los sepulcros oirán su voz [del Hijo del hombre]; y los que hicieron bien, saldrán a
resurrección de vida; mas los que hicieron mal a resurrección de condenación". (Juan 5:28-29). Los que
hayan sido "tenidos por dignos" de resucitar para la vida son llamados "dichosos y santos". "Sobre los
tales la segunda muerte no tiene poder". (Apocalipsis 20:6, V.M.) Pero los que no hayan asegurado
para sí el perdón, por medio del arrepentimiento y de la fe, recibirán el castigo señalado a la
transgresión: "la paga del pecado". Sufrirán un castigo de duración e intensidad diversas "según sus
obras", pero que terminará finalmente en la segunda muerte. Como, en conformidad con su justicia y
con su misericordia, Dios no puede salvar al pecador en sus pecados, le priva de la existencia misma
que sus transgresiones tenían ya comprometida y de la que se ha mostrado indigno. Un escritor
inspirado dice: "Pues de aquí a poco no será el malo: y contemplarás sobre su lugar, y no parecerá". Y
otro dice: "Serán como si no hubieran sido". (Salmo 37:10; Abdías 16) Cubiertos de infamia, caerán en
irreparable y eterno olvido.
Así se pondrá fin al pecado y a toda la desolación y las ruinas que de él procedieron. El salmista
dice: "Reprendiste gentes, destruiste al malo, raíste el nombre de ellos para siempre jamás. Oh
enemigo, acabados son para siempre los asolamientos". (Salmo 9:5-6). Juan, al echar una mirada hacia
la eternidad, oyó una antífona universal de alabanzas que no era interrumpida por ninguna disonancia.
Oyó a todas las criaturas del cielo y de la tierra rindiendo gloria a Dios. (Apocalipsis 5:13). No habrá
entonces almas perdidas que blasfemen a Dios retorciéndose en tormentos sin fin, ni seres infortunados
que desde el infierno unan sus gritos de espanto a los himnos de los elegidos.
En el error fundamental de la inmortalidad natural, descansa la doctrina del estado consciente de
los muertos, doctrina que, como la de los tormentos eternos, está en pugna con las enseñanzas de las
Sagradas Escrituras, con los dictados de la razón y con nuestros sentimientos de humanidad. Según la
creencia popular, los redimidos en el cielo están al cabo de todo lo que pasa en la tierra, y
especialmente de lo que les pasa a los amigos que dejaron atrás. ¿Pero cómo podría ser fuente de dicha
para los muertos el tener conocimiento de las aflicciones y congojas de los vivos, el ver los pecados
cometidos por aquellos a quienes aman y verlos sufrir todas las penas, desilusiones y angustias de la
vida? ¿Cuánto podrían gozar de la bienaventuranza del cielo los que revolotean alrededor de sus
amigos en la tierra? ¡Y cuán repulsiva es la creencia de que, apenas exhalado el último suspiro, el alma
del impenitente es arrojada a las llamas del infierno! ¡En qué abismos de dolor no deben sumirse los
que ven a sus amigos bajar a la tumba sin preparación para entrar en una eternidad de pecado y de
dolor! Muchos han sido arrastrados a la locura por este horrible pensamiento que los atormentara. ¿Qué
dicen las Sagradas Escrituras a este respecto? David declara que el hombre no es consciente en la
muerte: "Saldrá su espíritu, tornaráse en su tierra: en aquel día perecerán sus pensamientos". (Salmo
146:4). Salomón da el mismo testimonio: "Porque los que viven saben que han de morir: mas los
muertos nada saben". "También su amor, y su odio y su envidia, feneció ya: ni tiene ya más parte en el
siglo, en todo lo que se hace debajo del sol". "Adonde tú vas no hay obra, ni industria, ni ciencia, ni
sabiduría". (Eclesiastés 9:5-6, 10).
Cuando, en respuesta a sus oraciones, la vida de Ezequías fue prolongada por quince años, el rey
agradecido, tributó a Dios loores por su gran misericordia. En su canto de alabanza, dice por qué se
alegraba: "No te ha de alabar el sepulcro; la muerte no te celebrará; ni esperarán en tu verdad los que
bajan al hoyo. El viviente, el viviente sí, él te alabará, como yo, el día de hoy". (Isaías 38:18-19, V.M.).
La teología de moda presenta a los justos que fallecen como si estuvieran en el cielo gozando de la
bienaventuranza y loando a Dios con lenguas inmortales, pero Ezequías no veía tan gloriosa
perspectiva en la muerte. Sus palabras concuerdan con el testimonio del 602 salmista: "Porque en la
muerte no hay memoria de ti: ¿Quién te loará en el sepulcro?" (Salmo 6:5). "No son los muertos los
que alaban a Jehová, ni todos los que bajan al silencio". (Salmo 115:17, V.M.).
Pág. 9

En el día de Pentecostés, Pedro declaró que el patriarca David "murió, y fue sepultado, y su
sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy". "Porque David no subió a los cielos". (Hechos 2:29,
34). El hecho de que David permanecerá en el sepulcro hasta el día de la resurrección, prueba que los
justos no van al cielo cuando mueren. Es sólo mediante la resurrección, y en virtud y como
consecuencia de la resurrección de Cristo por lo cual David podrá finalmente sentarse a la diestra de
Dios.
Y Pablo dice: "Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no
resucitó, vuestra fe es vana; aun estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en
Cristo son perdidos". (1 Corintios 15:16-18). Si desde hace cuatro mil años los justos al morir hubiesen
ido directamente al cielo, ¿cómo habría podido decir Pablo que si no hay resurrección, "también los que
durmieron en Cristo, son perdidos"? No habría necesidad de resurrección.
El mártir Tyndale, refiriéndose al estado de los muertos, declaró: "Confieso francamente que no
estoy convencido de que ellos gocen ya de la plenitud de gloria en que se encuentran Dios y los ángeles
elegidos. Ni es tampoco artículo de mi fe; pues si así fuera, entonces no puedo menos que ver que sería
vana la predicación de la resurrección de la carne". Guillermo Tyndale, en el prólogo de su traducción
del Nuevo Testamento, reimpreso en British Reformers. Tindal, Frith, Barnes, pág. 349.
Es un hecho incontestable que la esperanza de pasar al morir a la felicidad eterna ha llevado a un
descuido general de la doctrina bíblica de la resurrección. Esta tendencia ha sido notada por el Dr.
Adán Clarke, quien escribió: "¡La doctrina de la resurrección parece haber sido mirada por los
cristianos 603 como si tuviera una importancia mucho mayor que la que se le concede hoy! ¿Cómo es
eso? Los apóstoles insistían siempre en ella y por medio de ella incitaban a los discípulos de Cristo a
que fuesen diligentes, obedientes y de buen ánimo. Pero sus sucesores actuales casi nunca la
mencionan. Tal la predicación de los apóstoles, y tal la fe de los primitivos cristianos; tal nuestra
predicación y tal la fe de los que nos escuchan. No hay doctrina en la que el Evangelio insista más; y no
hay doctrina que la predicación de nuestros días trate con mayor descuido". Commentary on the New
Testament, Tomo II, comentario general de 1 Corintios 15, pág. 3.
Y así siguieron las cosas hasta resultar en que la gloriosa verdad de la resurrección quedó casi
completamente obscurecida y perdida de vista por el mundo cristiano. Es así que un escritor religioso
autorizado, comentando las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 4:13-18, dice: "Para todos los fines
prácticos de consuelo, la doctrina de la inmortalidad bienaventurada de los justos reemplaza para
nosotros cualquier doctrina dudosa de la segunda venida del Señor. Cuando morimos es cuando el
Señor viene a buscarnos. Eso es lo que tenemos que esperar y para lo que debemos estar precavidos.
Los muertos ya han entrado en la gloria. Ellos no esperan el sonido de la trompeta para comparecer en
juicio y entrar en la bienaventuranza".
Pelo cuando Jesús estaba a punto de dejar a sus discípulos, no les dijo que irían pronto a
reunírsele. "Voy a prepararos el lugar -les dijo- Y si yo fuere y os preparare el lugar, vendré otra vez, y
os recibiré conmigo". (Juan 14:2-3, V.M.) Y Pablo nos dice además que "el mismo Señor con
aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos
arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor". Y agrega:
"Por tanto, consolaos los unos a los otros en estas palabras. (Tesalonicenses 4:16-18). ¡Cuán grande es
el contraste entre estas palabras de consuelo y las del ministro universalista citadas anteriormente! Este
último consolaba a los amigos en duelo con la seguridad de que por pecaminoso que hubiese sido el
fallecido, apenas hubo exhalado su último suspiro, debió ser recibido entre los ángeles. San Pablo
recuerda a sus hermanos la futura venida del Señor, cuando las losas de las tumbas serán rotas y "los
muertos en Cristo" resucitarán para la vida eterna.
Antes de entrar en la mansión de los bienaventurados, todos deben ser examinados respecto a su
vida; su carácter y sus actos deben ser revisados por Dios. Todos deben ser juzgados con arreglo a lo
escrito en los libros y recompensados según hayan sido sus obras. Este juicio no se verifica en el
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momento de la muerte. Notad las palabras de San Pablo: "Por cuanto ha establecido un día, en el cual
ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó; dando fe a todos con haberle
levantado de los muertos". (Hechos 17:31). El apóstol enseña aquí lisa y llanamente que cierto
momento, entonces por venir, había sido fijado para el juicio del mundo.
Judas se refiere a aquel mismo momento cuando dice: "A los ángeles que no guardaron su
original estado, sino que dejaron su propia habitación, los ha guardado en prisiones eternas, bajo
tinieblas, hasta el juicio del gran día". Y luego cita las palabras de Enoc: "¡He aquí que viene el Señor,
con las huestes innumerables de sus santos ángeles, para ejecutar juicio sobre todos!" (Judas 6, 14-15,
V.M.). Juan declara que vio "a los muertos, pequeños y grandes, estar en pie delante del trono; y
abriéronse los libros; ... y los muertos fueron juzgados de acuerdo con las cosas escritas en los libros".
(Apocalipsis 20:12, V.M.)
Pero si los muertos están ya gozando de la bienaventuranza del cielo o están retorciéndose en las
llamas del infierno, ¿qué necesidad hay de un juicio venidero? Las enseñanzas de la Palabra de Dios
respecto a estos importantes puntos no son obscuras ni contradictorias; una inteligencia mediana puede
entenderlas. ¿Pero qué espíritu imparcial puede encontrar sabiduría o justicia en la teoría corriente?
¿Recibirán acaso los justos después del examen de sus vidas en el día del juicio, esta alabanza: "¡muy
bien, siervo bueno y fiel, ... entra en el gozo de tu Señor!" cuando ya habrán estado habitando con él tal
vez durante siglos? ¿Se sacará a los malos del lugar de tormento para hacerles oír la siguiente sentencia
del juez de toda la tierra: "¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno!"? (Mateo 25:21, 41, V.M.) ¡Burla
solemne! ¡Vergonzosa ofensa inferida a la sabiduría y justicia de Dios!
La teoría de la inmortalidad del alma fue una de aquellas falsas doctrinas que Roma recibió del
paganismo para incorporarla en el cristianismo. Martín Lutero la clasificó entre "las fábulas
monstruosas que forman parte del estercolero romano" de las decretales. (E. Petavel, Le Probleme de
l'Immortalité, tomo 2, pág. 77). Comentando las palabras de Salomón, en el Eclesiastés, de que los
muertos no saben nada, el reformador dice: "Otra prueba de que los muertos son ... insensibles...
Salomón piensa que los muertos están dormidos y no sienten absolutamente nada. Pues los muertos
descansan, sin contar ni los días ni los años; pero cuando se despierten les parecerá como si apenas
hubiesen dormido un momento". Lutero, Exposition of Solomon's Book Called Ecclesiastes, pág. 152.
En ningún pasaje de las Santas Escrituras se encuentra declaración alguna de que los justos
reciban su recompensa y los malos su castigo en el momento de la muerte. Los patriarcas y los profetas
no dieron tal seguridad. Cristo y sus apóstoles no la mencionaron siquiera. La Biblia enseña a las claras
que los muertos no van inmediatamente al cielo. Se les representa como si estuvieran durmiendo hasta
el día de la resurrección. (1 Tesalonicenses 4:14; Job 14:10-12). El día mismo en que se corta el cordón
de plata y se quiebra el tazón de oro (Eclesiastés 12:6), perecen los pensamientos de los hombres. Los
que bajan a la tumba permanecen en el silencio. Nada saben de lo que se hace bajo el sol. (Job 14:21).
¡Descanso bendito para los exhaustos justos! Largo o corto, el tiempo no les parecerá más que un
momento. Duermen hasta que la trompeta de Dios los despierte para entrar en una gloriosa
inmortalidad. "Porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles.... Porque es
necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorrupción, y que este cuerpo mortal se revista de
inmortalidad. Y cuando este cuerpo corruptible se haya revestido de incorrupción, y este cuerpo mortal
se haya revestido de inmortalidad, entonces será verificado el dicho que está escrito: ¡Tragada ha sido
la muerte victoriosamente!" (1 Corintios 15:52-54, V.M.) En el momento en que sean despertados de su
profundo sueño, reanudarán el curso de sus pensamientos interrumpidos por la muerte. La última
sensación fue la angustia de la muerte. El último pensamiento era el de que caían bajo el poder del
sepulcro. Cuando se levanten de la tumba, su primer alegre pensamiento se expresará en el hermoso
grito de triunfo: "¿Dónde está, oh Muerte, tu aguijón? ¿dónde está, oh Sepulcro, tu victoria?" (Verso
55). El Conflicto de los Siglos:590-606.

La Muerte no es Tormento Eterno.-


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“Satanás comenzó su engaño en el Edén. Dijo a Eva. "No moriréis". Tal fue la primera lección de
Satanás acerca de la inmortalidad del alma, y ha continuado con este engaño desde entonces hasta hoy,
y seguirá con él hasta que haya cesado el cautiverio de los hijos de Dios. Me fueron mostrados Adán y
Eva en el Edén. Comieron del árbol prohibido, y entonces la espada de fuego fue puesta en derredor del
árbol de vida, y ellos fueron expulsados del huerto, no fuera que comiesen del árbol de vida, y fuesen
pecadores inmortales. El fruto de este árbol había de perpetuar la inmortalidad. Oí a un ángel preguntar:
"¿Quién de la familia de Adán cruzó aquella flamígera espada, y ha comido del árbol de la vida?" Oí a
otro ángel contestar: "Ni uno de la familia de Adán cruzó esa espada de fuego, ni comió de aquel árbol;
por lo tanto no hay un solo pecador inmortal". El alma que pecare, ésta morirá de una muerte eterna,
una muerte de la cual no hay esperanza de resucitar; y entonces la ira de Dios será apaciguada.
Me asombraba que Satanás pudiese tener tanto éxito como para hacer creer a los hombres que las
palabras de Dios, "el alma que pecare, esa morirá", significan que el alma que peca no muere, sino que
vive eternamente en tormentos. Dijo el ángel: "La vida es vida, sea en el dolor o la felicidad. La
muerte es un estado sin dolor, sin goce, sin odio".
Satanás dijo a sus ángeles que hiciesen un esfuerzo especial por difundir la mentira que le fue
dicha por primera vez a Eva en el Edén: "No moriréis". Y a medida que el error fuese recibido por la
gente, y ésta fuese inducida a creer que el hombre es inmortal, Satanás le haría creer que el pecador ha
de vivir en tormento eterno. Entonces el camino quedó preparado para que Satanás obrase por medio de
sus representantes y señalara a Dios ante la gente como un tirano vengativo, que hunde en el infierno a
todos los que no le agradan, y les hace sentir su ira para siempre; y que, mientras sufren indecible
angustia y se retuercen en las llamas eternas, los mira con satisfacción. Satanás sabía que si este error
era recibido, Dios sería odiado por muchos, en vez de ser amado y adorado; y que muchos se verían
inducidos a creer que las amenazas de la Palabra de Dios no habían de cumplirse literalmente, porque
seria contrario a su carácter de benevolencia y amor hundir en tormentos eternos a los seres a quienes
creó.
Otro extremo que Satanás hizo adoptar por la gente es el de pasar por alto en absoluto la justicia de
Dios y las amenazas de su Palabra, al representarle como un ser que es todo misericordia, de manera
que nadie ha de perecer, sino que todos, santos y pecadores, serán al fin salvos en su reino.
Como consecuencia de los errores populares de la inmortalidad del alma y de los tormentos
eternos, Satanás saca ventajas de otra clase de personas y la induce a considerar la Biblia como un libro
que no es inspirado. Piensan que enseña muchas cosas buenas; pero no pueden fiar en ella ni amarla,
porque se les ha enseñado que presenta la doctrina del tormento eterno.
Otra clase es llevada aún más lejos por Satanás: a negar la existencia de Dios. No pueden admitir
que sea consecuente con el carácter del Dios de la Biblia el que inflija horribles torturas por toda la
eternidad a una porción de la familia humana. Por lo tanto niegan la Biblia y a su Autor y consideran la
muerte como un sueño eterno.
Hay otra clase todavía que está llena de miedo y timidez. A éstos Satanás los tienta a cometer
pecado, y después que lo han cometido les recalca que la paga del pecado no es la muerte, sino la vida
en horribles tormentos que se habrán de soportar durante las edades sin fin de la eternidad. Al
magnificar así ante sus mentes apocadas los horrores de un infierno inacabable, se posesiona de sus
ánimos, y ellos pierden la razón. Entonces Satanás y sus ángeles se regocijan, y el incrédulo y ateo se
dan la mano para cubrir de oprobio el cristianismo. Sostienen que esos males son resultados naturales
de creer en la Biblia y en su Autor, cuando son la consecuencia de haber recibido una herejía popular.
Vi que la hueste celestial se llenaba de indignación al ver esta obra atrevida de Satanás. Pregunté
por qué se toleraba que todos estos engaños produjesen sus efectos en la mente humana cuando los
ángeles de Dios eran poderosos y, si se les ordenara, les sería fácil quebrantar el poder del enemigo.
Entonces vi que Dios sabía que Satanás iba a ensayar todas sus artes para destruir al hombre. Por esto
había hecho escribir su Palabra y presentado sus propósitos acerca de la raza humana con tanta claridad
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que los más débiles no necesitasen errar. Después de haber dado su Palabra al hombre, la había
preservado cuidadosamente de la destrucción por Satanás y sus ángeles, o por cualquiera de sus agentes
o representantes. Mientras que otros libros podían ser destruidos, éste había de ser inmortal. Y al
acercarse el fin del tiempo, cuando los engaños de Satanás aumentarían, iba a multiplicarse de tal
manera que todos los que lo deseasen pudiesen obtener un ejemplar, y si querían, podían armarse
contra los engaños y los prodigios mentirosos de Satanás.
Vi que Dios había guardado en forma especial la Biblia; sin embargo cuando los ejemplares de
ella eran pocos, hubo sabios que en algunos casos cambiaron las palabras, pensando que estaban
haciendo más claro su sentido, cuando en realidad estaban confundiendo lo que era claro e inclinándolo
hacia sus opiniones establecidas, que eran gobernadas por la tradición, Pero vi que la Palabra de Dios,
en conjunto, es una cadena perfecta, de la cual una porción se vincula con la otra y la explica. Los
verdaderos buscadores de la verdad no necesitan errar; porque no sólo es la Palabra de Dios clara y
sencilla al presentar el camino de la vida, sino que el Espíritu Santo es dado como guía para
comprender el camino de la vida en ella revelado.
Vi que los ángeles de Dios nunca han de controlar la voluntad. Dios pone delante del hombre la
vida y la muerte. El puede elegir. Muchos desean la vida, pero siguen andando en el camino ancho.
Escogen rebelarse contra el gobierno de Dios, no obstante la gran misericordia y compasión que él
manifestó al dar a su Hijo para que muriese por ellos. Los que no escogen aceptar la salvación
comprada a precio tan alto, deben ser castigados. Pero vi que Dios no los encerrará en un infierno para
que sufran eternamente, ni tampoco los llevara al cielo; porque introducirlos en la compañía de los
puros y santos sería hacerlos excesivamente miserables. Pero él los destruirá por completo para que
sean como si nunca hubiesen existido; entonces su justicia estará satisfecha. Formó al hombre con el
polvo de la tierra, y los desobedientes y profanos serán consumidos por fuego y volverán a ser polvo.
Vi que la benevolencia y la compasión de Dios en este asunto debieran inducir a todos a admirar su
carácter y a adorar su santo nombre. Después que los impíos hayan sido raídos de la tierra, toda la
hueste celestial dirá: "¡Amén!"
Satanás mira con gran satisfacción a los que profesan el nombre de Cristo, y sin embargo se
adhieren estrechamente a los engaños que el diablo mismo originó. Su obra sigue siendo la de idear
nuevos engaños, y su poder y arte en esa dirección aumentan de continuo. El indujo a sus
representantes, los papas y los sacerdotes, a exaltarse a sí mismos y a incitar al pueblo a perseguir
acerbamente y destruir a los que no querían aceptar sus engaños. ¡Oh! ¡Cuántos sufrimientos y agonía
fueron impuestos a los preciosos seguidores de Cristo! Los ángeles han llevado una cuenta fiel de todo
esto. Con todo regocijo Satanás y sus malos ángeles dijeron a los ángeles que servían a aquellos santos
dolientes que los iban a matar a todos, para que no quedase un solo cristiano verdadero en la tierra. Vi
que entonces la iglesia de Dios era pura. No había peligro de que ingresaran en ella hombres de corazón
corrupto; porque el verdadero cristiano, que se atrevía a declarar su fe, estaba en peligro del potro, la
hoguera y toda tortura que Satanás y sus malos ángeles pudieran inventar o inspirar a la mente del
hombre. Primeros Escritos:218-222.

Infierno.-

La Biblia expresa este concepto de diversos modos e involucra los siguientes términos (véase
especialmente el punto IV):

I. Abadón.-

(heb. 'Abaddôn y 'Abaddôh, "destrucción", "ruina", "perdición" [de aquí, "el destructor"]; gr.
Abaddon). Palabra que, en algunos pasajes, aparece en paralelismo con Seol (Job 26:6; 28:22; Salmo
88:11) y describe un lugar de perdición (Prov. 15:11) o el reino de los muertos (27:20); en sentido
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genérico se refiere a la ruina total (Job 31:12). En el NT ocurre como nombre simbólico del rey - el
"ángel del abismo", de un ejército de langostas (Apoc. 9:11). Véanse Apolión; Seol (bajo este mismo
artículo).

A. Ángel del abismo. Véase Abadón.

B. Apolión. (gr. Apollúon, "destructor", "el que extermina" [del verbo apóllumi, "destruir"];
equivalente al heb. 'Abaddôn, Abadón).
Nombre dado al "ángel del abismo", quien era "rey" de las "langostas" en la profecía simbólica de
Apoc. 9:10-11.
II. Abismo.-

(heb. tehôm, "profundo/a"; gr. ábussos, "abismo", "profundidad", "mundo inferior"; y báthos o
buthós, "profundo/a").

A. En el AT se refiere: 1. Al océano primordial (Gen. 1:2; Job 8:24, 27-28; Salmo 104:5-6). 2. A las
aguas subterráneas (Gen. 7:11). 3. A las profundidades del mar (Exo. 15:8; Salmo 106:9; Isa. 63:12-13;
Job 28:14). 4. A las profundidades de la tierra (Salmo 95:4). 5. Al lugar de los muertos (Salmo 69:15;
71:20; Eze. 26:19-20; cf Job 38:16-17).
B. En el NT: Abussos es, literalmente, la profundidad del mar; también parece designar algún lugar
solitario, alejado del cielo y de los hombres. Figuradamente es la morada de los demonios y/o un lugar
de tormento (Luc. 8:31; cf Mat. 8:29; Mar. 5:7), y también la morada de los muertos (Rom. 10:7; cf
Salmo 71:20). En Apoc. 9:1-2, 11 se refiere al lugar de donde salen langostas destructoras, símbolos de
agentes destructores; en los capítulos 11:7 y 17:8 describe el lugar donde será encerrada la "bestia"; y
en el capítulo 20:3 es la morada de Satanás durante los 1000 años (el antecedente de este versículo
podría ser Gen. 1:2, donde la LXX dice ábussos para el heb. tehôm; cf Job 41:32-34). Báthos se usa
literalmente para las profundidades del mar (Luc. 5:4). Buthós sólo se usa para las profundidades
oceánicas (2 Cor. 11:25).

III. Eterno (gr. aionios).-

En Mat. 25:41 se presenta a los impíos como reservados para el "fuego eterno [aionios]", que se
equipara con castigo eterno [aionios]" (v 46). El fuego que purificará la tierra (2 Pedro 3:10-12; cf Mat.
3:12; Luc. 3:17) se encenderá al final del milenio y aniquilará tanto el alma como el cuerpo de los
impenitentes (Mat. 10:28; Apoc. 20:9). Un estudio del uso del gr. aionios y de su significado con
respecto al fuego final, pone de manifiesto que el énfasis recae en su carácter destructivo más que en su
duración. Por ejemplo, Sodoma y Gomorra recibieron el castigo del fuego eterno (aionios; Judas 7).
Ese fuego destruyó por completo dichas ciudades, pero se extinguió hace muchísimos siglos. Judas
presentó la destrucción de esas ciudades como un "ejemplo" del destino que aguardaba a los licenciosos
apóstatas de sus días. La palabra "inextinguible" y la expresión "que no se puede apagar" se pueden
entender de una manera similar. Jeremías predijo que Dios encendería un fuego en las puertas de
Jerusalén que "no se apagará" (Jer. 17:27). Esta predicción se cumplió cuando Nabucodonosor destruyó
la ciudad (cf 52:12-13; cf Neh. 1:3). Ciertamente ese fuego no está ardiendo hoy. Es evidente que no se
apagaría hasta lograr que todo quedará consumido.
Aunque este fuego aionios se refiere a un fuego que efectivamente sería destructivo, la expresión
indica también que no duraría eternamente. Esto concuerda con la idea de que el infierno será un lugar
de castigo, y que habrá grados de castigos (Mat. 25:41, 46; 2 Pedro 2:9). Cristo vendrá "para
recompensar a cada uno según sea su obra" (Apoc. 22:12). El siervo que "conociendo la voluntad de su
Señor, no se preparó... recibirá muchos azotes", mientras que el que no la conocía, e hizo cosas dignas
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de azotes, "será azotado poco" (Luc. 12:47-48). Este castigo es mucho más severo que la pena de
muerte que se aplicaba antiguamente durante la vigencia de la dispensación hebrea (Hechos 10:28-29,
31). De modo que aunque el fuego del infierno con el tiempo aniquilará al malvado (Mat. 10:28), es
obvio, que esa destrucción no se producirá instantáneamente.

IV. Gehenna (gr. guéenna).-

Término que denota un lugar de castigo. Aparece 12 veces en el NT. Guéenna es la forma
helenizada de Gê Hinnôm, "Valle de Hinom", un desfiladero cercano a Jerusalén que aparece a menudo
en el AT (Josué 15:8; 2 Reyes 23:10; 2 Cron. 33:6; Jer. 7:31). Allí se llevaba a cabo el bárbaro rito de
quemar vivos a los niños en honor de Moloc (2 Cron. 28:3; 33:1,6), abominación que abolió el rey
Josías mediante la profanación de los lugares elevados donde se había practicado esta forma de culto.
Jeremías predijo que por causa de este pecado el Señor convertiría el valle de los hijos de Hinom en un
"valle de matanza", donde los cadáveres de los israelitas arderían hasta que no hubiera lugar para uno
solo más, y el resto serviría de alimento para las aves de los cielos (Jer. 7:32-33). Sin duda, esto
contribuyó a que se considerara ese valle como lugar de juicio para los impíos. La tradición rabínica
posterior insiste en que el valle de Hinom era un lugar ubicado fuera de la ciudad para quemar
cadáveres y basura.
La palabra guéenna aparece 3 veces en el Sermón del Monte (Mat. 5:22,29-30). La RVR y la DHH
traducen la expresión por "infierno de fuego" o sencillamente por "infierno". La BJ translitera el
vocablo y dice "gehenna" o "gehenna de fuego". En el capítulo 10:28 Jesús menciona al que es capaz
de "destruir el alma y el cuerpo en el infierno", y en el capítulo 18:9 habla del "infierno de fuego".
Amonestó a los fariseos acerca "de la condenación del infierno" (capítulo 23:33). Afirmó que era
mejor ser lisiado, pero lograr la vida eterna, y no serlo y, en cambio, ser arrojado al fuego del infierno
(Mar. 9:43, 45, 47). Su referencia al infierno en Luc. 12:5 aclara que ésta será una experiencia que se
producirá más allá de la muerte. En Mat. 23:15 la expresión "hijo del infierno", literalmente "hijo de la
gehenna", se refiere a los conversos al judaísmo, quienes eran más fanáticos que los fariseos que los
habían convertido. Estas referencias al castigo final que recibirán los pecadores mediante el fuego del
infierno, tienen su correspondiente aclaración en textos como Mat. 3:12, donde se compara a los
pecadores con paja que arde en un incendio que nadie puede apagar (cf Mar. 9:43-48; Luc. 3:9).

V. Hades (gr. hádês).-

Este equivalente griego de she’ôl aparece 10 veces en el NT y generalmente la RVR lo translitera


por "Hades". Lo ejemplifican los siguientes pasajes: Capernaum sería abatida "hasta el Hades" (Mat.
11:23; Luc. 10:15); "Las puertas del Hades" no prevalecerían contra la iglesia (Mat. 16:18); el alma del
Mesías no quedaría "en el Hades" (Hechos 2:27, 31); Jesús tiene "las llaves de la muerte y el Hades"
(Apoc. 1:1); el "Hades" sigue al caballo amarillo (6:8); "La muerte y el Hades" entregan sus muertos
(20:13); "Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego" (v 14). Los pasajes del Apocalipsis
ponen de manifiesto de manera especial la íntima relación que existe entre "muerte", "Hades" e
"infierno". En una sola referencia bíblica se vincula el Hades con algún castigo (Luc. 16:23), pero se
trata de una parábola que de ninguna manera se puede considerar doctrinalmente definitorio (para otros
detalles acerca del término, véase 5CBA:376).

VI. Seol (heb. she'ôl).-

El heb. She'ôl (al igual que el gr. hád's) se refiere al mundo invisible, el lugar de los muertos,
implícito en la palabra española "infierno", por lo menos en una de sus acepciones. Pero, puesto que la
palabra "infierno" connota también un lugar de castigo para los impíos, dicha traducción a menudo
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produce confusión. Por eso, la RVR y la BJ han preferido transliterar los términos hebreo y griego por
"Seol" y "Hades", mientras la DHH recurre a circunloquios. Esta tendencia en las traducciones
modernas constituye un reconocimiento de la diferencia de significado que existe entre el "infierno"
español, tal como se lo entiende hoy, y los términos usados en hebreo y griego.
La íntima relación que existe entre Seol y muerte resalta en el paralelismo hebreo. Por ejemplo,
en el canto de David registrado en 2 Samuel 22:2-51 aparece lo siguiente: "Me rodearon ondas de
muerte, y torrentes de perversidad me atemorizaron. Ligaduras del Seol me rodearon; tendieron sobre
mí lazos de muerte" (vs 5-6). Y en Isaías encontramos: "Pacto tenemos hecho con la muerte, e hicimos
convenio con el Seol" (Isa. 28:15; cf v 18). En Num. 16:30, 33 y Job 17:16, el Seol describe la tumba o
el reino de los muertos (véase 3CBA:658, 1013-1014).

VII. Tártaro (gr. Tartaróô, "arrojar [echar] al Tártaro").-

Término que aparece sólo una vez (2 Pedro 2:4, BJ). De acuerdo con los griegos y con la
literatura apocalíptico judía, el Tártaro era un lugar que se encontraba debajo del Hades, y allí se recibía
el castigo divino. Pedro usa este término para referirse al lugar más profundo adonde fueron arrojados
los ángeles rebeldes (cf Judas 6). Diccionario Bíblico Adventista:576-578.
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EME
Casilla 70
Longaví
Chile

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