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ORACIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

ORACIÓN ANTE EL CRUCIFIJO DE SAN DAMIÁN

Oh alto y glorioso Dios,


Ilumina las tinieblas de mi corazón
Y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta;
Sentido y conocimiento, Señor,
Para que cumpla tu santo y veraz mandamiento.

EXHORTACIÓN A LA ALABANZA A DIOS

Temed al Señor y rendidle honor.


Digno es el Señor de recibir la alabanza
Y el honor.
Alabad al Señor todos los que le teméis.
Salve, María, llena de gracia, el Señor está contigo.

Alabadlo, cielo y tierra.


Ríos todos, alabad al Señor.
Hijos de Dios, bendecid al Señor.

Este es el día que hizo el Señor,


Alegrémonos y gocémonos en él.
¡Aleluya, aleluya, aleluya! ¡Rey de Israel!

Todo espíritu alabe al Señor.


Alabad al Señor, porque es bueno,
Todos los que leéis esto, bendecid al Señor.
Criaturas todas, bendecid al Señor.

Todas las aves del cielo, alabad al Señor.


Niños todos, alabad al Señor.
Jóvenes y doncellas, alabad al Señor.

Digno es el cordero que ha sido degollado


De recibir alabanza, honra y honor.
Bendita sea la santa Trinidad e indivisa Unidad.
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.

SALUDO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios,


María, virgen hecha iglesia,
Y elegida por el santísimo Padre del cielo,
Consagrada por él con su santísimo Hijo amado

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Y el Espíritu Santo Paráclito;


Que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia
Y todo bien!
¡Alégrate, palacio de Dios!
¡Alégrate, tabernáculo de Dios!
¡Alégrate, casa de Dios!
¡Alégrate, vestidura de Dios!
¡Alégrate, servidora de Dios!
¡Alégrate, Madre de Dios!
¡Alegráos también todas vosotras, santas virtudes,
que, pro la gracia e iluminación del Espíritu Santo,
sois infundidas en los corazones de los fieles,
para hacerlos, de infieles, fieles a Dios!

SALUDO A LAS VIRTUDES

¡Salve, reina sabiduría,


el Señor te salve con tu hermana
la santa sencillez!

¡Señora santa pobreza, el Señor te salve


con tu hermana la santa humildad!

¡Señora santa caridad, el Señor te salve


con tu hermana la santa obediencia!

¡Santísimas virtudes, a todas os salve el Señor,


de quien venís y procedéis!
Nadie hay absolutamente en el mundo entero,
Que pueda poseer a una de vosotras
Si antes no muere.

Quien posee una y no ofende a las otras,


Las posee todas.
Y quien ofende a una, ninguna posee
Y a todas ofende.
Y cada una confunde los vicios y pecados.

La santa sabiduría confunde a Satanás


Y todas sus astucias.
La pura santa simplicidad
Confunde toda la sabiduría de este mundo
Y la sabiduría del cuerpo.

La santa pobreza confunde la codicia y la avaricia,


Y las preocupaciones de este siglo.

La santa humildad confunde la soberbia


Y a todos los mundanos, y todo lo mundano.

La santa caridad confunde todas la tentaciones


Diabólicas y canales y todos los temores carnales.
La santa obediencia confunde

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Todos los quereres corporales y carnales;

Y mantiene mortificado su cuerpo para obedecer al


Espíritu y para obedecer a su hermano, y lo sujeta y
Somete a todos los hombres que hay en el mundo.

Y no sólo a los hombres, sino aun a todas las


Bestias y fieras, para que, en cuanto el Señor se lo
Permita desde lo alto, puedan hacer de él lo que
Quieran.

ALABANZAS AL DIOS ALTÍSIMO

En el pequeño pergamino autógrafo que contiene las siguientes


Alabanzas de un lado, y la bendición a Fray León del otro, se lee en rojo,
De puño y letra de éste último:
El bienaventurado Francisco, dos años antes de su muerte,
hizo en el monte Alverna una cuaresma en honor de la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, y del
bienaventurada Miguel Arcángel,
desde la fiesta de la Asunción de Santa María Virgen
hasta la fiesta de Septiembre de San Miguel Arcángel.
Y el Señor puso su mano sobre él.
Después de la visión y de las palabras del serafín
y de la impresión en su cuerpo de las llagas de Cristo,
compuso estas alabanzas que están al otro lado de este folio,
y que escribió de su mano, dando gracias a Dios por el beneficio que le había hecho.

Tú eres el santo, Señor Dios único,


El que haces maravillas.
Tú eres el fuerte, tú eres el grande, tú eres el
Altísimo, tú eres el rey omnipotente; tú, Padre
Santo, rey del cielo y de la tierra.

Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses; tú eres


El bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero.

Tú eres el amor, la caridad; tú eres la sabiduría, tú


Eres la humildad, tú eres la paciencia, tú eres la
Hermosura, tú eres la mansedumbre, tú eres la
Seguridad, tú eres la quietud, tú eres el gozo, tú
Eres nuestra esperanza y alegría, tú eres la justicia,
Tú eres la templanza, tú eres toda nuestra riqueza a saciedad.

Tú eres la hermosura, tú eres la mansedumbre, tú


Eres el protector, tú eres nuestro custodio y
Defensor, tú eres la fortaleza, tú eres el refrigerio.

Tú eres nuestra esperanza, tú eres nuestra fe, tú


Eres nuestra caridad, tú eres toda nuestra dulzura,
Tú eres nuestra vida eterna, grande y admirable
Señor, omnipotente Dios, misericordioso Salvador.

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BENDICIÓN AL HERMANO LEÓN

Hacia la mitad de la otra cara del pergamino, donde se halla la siguiente


Bendición, León vuelve a escribir:
El bienaventurado Francisco escribió de su puño esta
Bendición para mí, fray León.
Y, por último, junto al borde inferior del pergamino:
También de su puño hizo el signo tau con la cabeza.

El Señor te bendiga y te guarde;


Te muestre su rostro y tenga piedad de ti.
Vuelva a ti su rostro y te conceda la paz.
El Señor te bendiga, hermano León.

CÁNTICO DE LAS CREATURAS

Altísimo, Omnipotente, buen Señor,


Tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor
Y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden
Y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Loado seas, mi Señor, con todas tus creaturas,


Especialmente el señor hermano Sol,
El cual es día y por el cual nos alumbras.
Y él es bello y radiante con gran esplendor:
De ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna


Y las estrellas: en el cielo las has formado claras,
Y preciosas, y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,


Y por el aire, y el nublado,
Y el sereno, y todo tiempo,
Por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,


La cual es muy útil, y humilde, y preciosa, y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,


Por el cual alumbras la noche: y él es bello,
Y alegre, y robusto, y fuerte.

Loado seas, mi Señor,


Por nuestra hermana la madre tierra,
La cual nos sustenta y gobierna,
Y produce diversos frutos
Con coloridas flores y hierbas.

Loado seas, mi Señor, por aquéllos que perdonan


Por tu amor y soportan enfermedad y tribulación.

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Bienaventurados aquéllos que las sufren en paz,


Pues por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor,


Por nuestra hermana la muerte corporal,
De la cual ningún hombre viviente puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Bienaventurados aquellos a quienes encontrará
En tu santísima voluntad,
Pues la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
Y dadle gracias y servidle con gran humildad.

DE LA REGLA NO BULADA (CAP. 23,9)

Omnipotente, santísimo,
Altísimo y sumo Dios,
Padre santo y justo,
Señor rey de cielo y tierra,
Te damos gracias por ti mismo,
Pues por tu santa voluntad,
Y por medio de tu único Hijo
Con el Espíritu Santo,
Creaste todas las cosas espirituales y corporales,
Y a nosotros, hechos a tu imagen y semejanza,
Nos colocaste en el paraíso.
Y nosotros caímos por nuestra culpa.
Y te damos gracias porque,
Al igual que nos creaste por tu Hijo,
Así, por el santo amor con que nos amaste, quisiste
Que él, verdadero Dios y verdadero hombre,
Naciera de la gloriosa siempre Virgen
Beatísima Santa María,
Y que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos
Por su cruz, y sangre, y muerte.
Y te damos gracias porque este mismo Hijo tuyo
Ha de venir en la gloria de su majestad a arrojar
Al fuego eterno a los malditos,
Que no hicieron penitencia y no te conocieron a ti,
Y a decir a todos los que te conocieron y adoraron
Y te sirvieron en penitencia:
Venid, benditos de mi Padre; recibid el Reino
Que os está preparado desde el origen del mundo.
Y porque todos nosotros, míseros y pecadores,
No somos dignos de nombrarte, imploramos
Suplicantes que nuestro Señor Jesucristo,
Tu Hijo amado, en quien has hallado complacencia,
Que te basta siempre para todo y por quien tantas
Cosas nos has hecho, te dé gracias de todo
Junto con el Espíritu Santo Paráclito
Como a ti y a él mismo le agrada. ¡Aleluya!
Y a la gloriosa madre
Y beatísima siempre Virgen María,

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A los bienaventurados Miguel, Gabriel y Rafael


Y a todos los coros de los bienaventurados
Serafines, querubines, tronos, dominaciones,
Principados, potestades, virtudes,
Ángeles, arcángeles;
A los bienaventurados patriarcas, profetas,
Inocentes, apóstoles, evangelistas, discípulos,
Mártires, confesores, vírgenes;
A los bienaventurados Elías y Enoc,
Y a todos los santos que fueron, y serán y son,
Les suplicamos humildemente, por tu amor, que,
Como te agrada, por estas cosas e den gracias a ti,
Sumo Dios verdadero, eterno y vivo,
Con tu queridísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
Y el Espíritu Santo Paráclito,
Por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!

DE LA CARTA A TODA LA ORDEN

Omnipotente, eterno,
Justo y misericordioso Dios,
Concédenos, por ti mismo, a nosotros, miserables,
Hacer lo que sabemos que quieres
Y querer siempre lo que te agrada,
A fin de que, interiormente purificados,
Iluminados interiormente
Y encendidos por el fuego del Espíritu Santo,
Podamos seguir las huellas de tu amado Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo,
Y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo,
Que en perfecta Trinidad y en simple Unidad
Vives y reinas y estás revestido de gloria,
Dios omnipotente,
Por todos los siglos de los siglos. Amén.

DEL TESTAMENTO

Te adoramos, Santísimo Señor Jesucristo,


Aquí y en todas las iglesias
Que hay en todo el mundo;
Y te bendecimos,
Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

BENDICIÓN A FRAY ELÍAS, POCO ANTES DE MORIR

A ti, hijo mío, te bendigo en todo y por todo.


Y como bajo tu dirección el Altísimo ha

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Multiplicado mis hermanos e hijos, así sobre ti y en


Ti los bendigo a todos.
En el cielo y en la tierra te bendiga Dios, Rey de
Todo el universo.
Te bendigo cuanto puedo y más de lo que yo
Puedo; y lo que yo no puedo, hágalo e ti quien
Todo lo puede.
Que Dios se acuerde de tus obras y trabajos, y en
La retribución de los justos sea conservada tu
Herencia.
Que halles toda bendición que deseas y que te sea
Concedido cuanto pides dignamente.

DE LAS CONSIDERACIONES SOBRE LAS LLAGAS

¿QUIÉN ERES TÚ?

¿Quién eres tú, dulcísimo Dios mío?


¿Y quién soy yo, gusanillo vilísimo
e inútil siervo suyo?
¿Quién eres tú, Señor de infinita bondad, sabiduría
y omnipotencia, que te dignas visitarme a mí,
que soy un gusano vil y abominable?
Señor mío, yo soy todo tuyo.
Tú sabes bien que no tengo otra cosa que el
Hábito, la cuerda y los calzones, y aún estas tres
Cosas son tuyas; ¿qué puedo, pues, ofrecer o dar a
Tu majestad?

DOS GRACIAS TE PIDO

Señor mío Jesucristo, dos gracias te pido me


Concedas antes de mi muerte:
La primera, que yo experimente en vida, en el alma
Y en el cuerpo, aquel dolor que tú, dulce Jesús,
Soportaste en la hora de tu acerbísima pasión;
La segunda, que yo experimente en mi corazón, en
La medida posible, aquel amor sin medida en que
Tú, Hijo de Dios, ardías cuado te ofreciste a sufrir
Tantos padecimientos por nosotros pecadores.

OFICIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

Si alguno quiere recitar este Oficio del bienaventurado


Francisco, dígalo en la forma siguiente: dirá primero el
Con las alabanzas: Santos, Santo, Santo. Acabadas
Las alabanzas con la oración, tal como se indica más arriba,
Comiéncese la antífona: Santa Virgen María con el salmo
Señalado para cada Hora del día y de la noche. Y dígase con

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Gran reverencia.
Clara, “plantita”, hija y discípula de Francisco, “Aprendió el Oficio de
La cruz tal como lo había compuesto el amante de la cruz Francisco, y lo
Recitaba frecuentemente con afecto devoto como él”. (TOMÁS DE
CELANO, Legenda Sanctae Clarae 30).

PARÁFRASIS DEL PADRE NUESTRO

Santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador


Y salvador nuestro,
Que estás en los cielos: en los ángeles y en los santos;
Iluminándolos para conocer, porque tú, Señor,
Eres el amor; habitando en ellos y colmándolos
Para gozar, porque tú, Señor, eres el bien sumo,
Eterno, de quien todo bien Procede, sin quien no
Hay bien alguno.
Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros
Tu noticia para que conozcamos cual es la anchura
De tus beneficios, la largura de tus promesas, la
Altura de la majestad y la hondura de los juicios.
Venga a nosotros tu reino: para que reines tú en
Nosotros por la gracia y nos hagas llegar a tu reino
Donde se halla la visión manifiesta de ti, el perfecto
Amor a ti, tu dichosa compañía, la fruición de ti por
Siempre.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo: para
Que te amemos con todo el corazón, pensando
Siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre
A ti; con toda la mente, dirigiendo todas
Nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu
Honor; con todas nuestras fuerzas, empleando
Todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del
Cuerpo en servicio de tu amor y no de otra cosa;
Para que amemos a nuestros prójimos como a
Nosotros mismos, atrayendo a todos, según podamos,
A tu amor, alegrándonos de los bienes ajenos
Como de los nuestros y compadeciéndonos de los
Males y no ofendiendo a nadie.
El pan nuestro de cada día: tu amado Hijo, nuestro
Señor Jesucristo, dánosle hoy: para que recordemos,
Comprendamos y veneremos el amor que nos tuvo
Y cuanto por nosotros dijo, hizo y padeció.
Y perdónanos nuestras deudas: por tu inefable
Misericordia, por los méritos e intercesión de la
Beatísima Virgen y de todos tus elegidos.
Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo
Que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor,
Que plenamente lo perdonemos, para que por ti
Amemos de verdad a los enemigos y a favor de
Ellos intercedamos devotamente ante ti, no
Devolviendo a nadie mal por mal, y para que
Procuremos ser en ti útiles en todo.
Y no nos dejes caer en tentación: oculta o manifiesta,

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Imprevista o insistente,
Mas líbranos del mal: pasado, presente y futuro.
Gloria al Padre…

ALABANZAS QUE SE HAN DE DECIR EN TODAS LAS HORAS

Comienzan las alabanzas que compuso nuestro beatísimo


Padre Francisco. Las decía en todas las horas del día y de la
Noche y antes del Oficio de la bienaventurada Virgen María,
Iniciándolas de esta forma: Santísimo Padre nuestro que estás
En los cielos, etc., con el Gloria. Y a continuación las siguientes alabanzas.

Santo, santo, santo Señor Dios omnipotente,


El que es, y el que era, y el que ha de venir.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Digno eres, Señor Dios nuestro, de recibir


La alabanza, la gloria, el honor y la bendición.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Digno es el cordero que ha sido degollado


De recibir el poderío, y la divinidad, y la sabiduría,
Y la fuerza, y el honor, y la gloria, y la bendición.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo


Con el Espíritu Santo,
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Bendecid al Señor todas las obras del Señor.


Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.
Alabad a nuestro Dios todos sus siervos
Y los que teméis a Dios, pequeños y grandes.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Alaben al que es glorioso los cielos y la tierra.


Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Y todas las criaturas del cielo y de la tierra,


Y las que están bajo la tierra y el mar,
Y todo lo que hay en él.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

Como era en el principio y ahora y siempre


Por los siglos de los siglos. Amén.
Y alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

ORACIÓN

Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios,

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Todo bien, sumo bien, bien total,


Que eres el solo bueno,
A ti te tributemos toda alabanza, toda gloria,
Toda gracia todo honor, toda bendición,
Y te restituyamos todos los bienes,
Hágase. Hágase. Amén.

EN EL TRIDUO SACRO Y EN LOS DÍAS FERIALES DEL AÑO

Estos son los salmos que compuso nuestro beatísimo padre


Francisco para veneración, recuerdo y alabanza de la pasión
Del Señor. Han de decirse uno por dada una de las Horas del
Día y de la noche. Comienzan por las completas del Viernes
Santo, porque en esa noche fue traicionado y apresado nuestro
Señor Jesucristo.
Téngase en cuenta que el bienaventurado Francisco recitaba
Así este Oficio: en primer lugar decía la oración que nuestro
Señor y Maestro nos enseñó: Santísimo Padre nuestro, etc.,
Con las alabanzas: Santo, Santo, Santo, como se indica más
Arriba. Dichas las alabanzas y la oración, comenzaba la
Siguiente antífona: Santa Virgen María. En primer lugar decía
Los salmos de Santa María, luego recitaba otros salmos que
Había elegido, y, después de todos ellos, los de la pasión.
Concluido el salmo, decía la antífona: Santa Virgen María. El
Oficio terminaba con esta antífona.

COMPLETAS

Antífona: Santa Virgen María (ver más abajo)

SALMO 1

¡Oh Dios!, te descubrí mi vida,


pusiste mis lágrimas ante tu mirada.
Todos mis enemigos tramaban males contra mí,
Y reunidos, celebraron consejo.

Y contra mí hicieron males por vosotros


Y me devolvieron odio a cambio de mi amor.
En lugar de amarme, me calumniaban, y yo oraba.

Santo Padre mío, rey del cielo y de la tierra,


No te alejes de mí, porque la tribulación está cerca
Y no hay quien me ayude.

Retrocedan mis enemigos el día que te invoque;


Así he conocido que tú eres mi Dios.
Mis amigos y mis allegados se acercaron hacia mí
Y se quedaron parados,
Y mis vecinos se quedaron lejos.

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Alejaste de mí a mis conocidos,


Me consideraron como abominación para ellos,
Fui atrapado y no podía salir.

Padre Santo, no alejes de mí tu auxilio;


Dios mí, atiende a mi auxilio.
Ven en mi ayuda, Señor Dios de mi salvación.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,


Como era en el principio, y ahora, y siempre,
Y por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona

Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo


Entre las mujeres ninguna semejante a ti,
Hija y esclava del altísimo Rey sumo
Y Padre celestial,
Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo,
Esposa del Espíritu Santo.
Ruega por nosotros, junto con el Arcángel
San Miguel y todas las virtudes del cielo
Y con todos los santos,
Ante tu santísimo Hijo amado, Señor y maestro.
Gloria al Padre…

Téngase en cuenta que esta antífona se recita en todas las horas


Y se dice como antífona, capítulo, himno, versículo y
Oración, tanto en Maitines como en las demás Horas. Ninguna
Otra cosa decía en ellas, sino esta antífona con sus salmos.
Para terminar el oficio, el bienaventurado Francisco decía
Siempre:

Oración

Bendigamos al Señor Dios vivo y verdadero;


Rindámosle alabanza, gloria, honor bendición,
Y restituyámosle siempre todos los bienes.
Amén. Amén. Hágase. Hágase.

MAITINES

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 2

Señor, Dios de mi salvación,


De día y de noche grito ante ti.
Llegue hasta ti mi oración;
Acerca tu oído a mi plegaria.
Mira por mi alma y líbrala,
Líbrame de mis enemigos.
Porque fuiste tú quien me sacó del vientre,
Mi esperanza desde el pecho de mi madre;

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Desde el seno materno fui lanzado a ti.


Desde el vientre materno tú eres mi Dios;
No te alejes de mí.

Tú conoces mi afrenta y mi confusión


Y mi sonrojo.
A tu vista están todos los que me acosan;
Afrenta y miseria esperó mi corazón.

Y esperé a quien me compadeciera


Y no hubo nadie,
Y a quien me consolara, y no lo encontré.
Los inicuos ¡oh Dios! Se alzaron contra mí,
Y la sinagoga de los poderosos buscaron mi vida,
Y no te tuvieron presente.

Me cuentan con los que bajan a la fosa;


Estoy como un hombre sin vigor,
Libre entre los muertos.

Tú eres mi Padre santísimo,


Rey mío y Dios mío.
Ven en mi auxilio, Señor Dios de mi salvación.

PRIMA

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 3

Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad,


Pues en ti confía mi alma.
Y esperaré a la sombra de tus alas
Hasta que pase iniquidad.
Clamaré al santísimo Padre mío altísimo;
Al Señor, que se puso a mi favor.

Envió desde el cielo y me libró,


Llevó el oprobio a los que me conculcaban.
Envió Dios su misericordia y su verdad;
Libró mi vida de mis fortísimos enemigos
Y de los que me odiaron,
Pues se habían hecho fuertes contra mí.

Prepararon un lazo a mis pies


Y doblegaron mi alma.
Delante de mi cavaron una fosa, y cayeron en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío,
Mi corazón esta firme;
Cantaré y salmodiaré.

Álzate, gloria mía; despierta, salterio y cítara;


Me levantaré a la aurora.

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Porque hasta los cielos se agranda tu misericordia,


Y tu verdad hasta las nubes.
Álzate sobre los cielos, oh Dios,
Y sobre toda la tierra tu gloria.

TERCIA

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 4

Misericordia, Dios mío, que me has pisoteado,


Me han atribulado todo el día, combatiéndome.
Todo el día me pisotearon mis enemigos,
Porque son muchos los que luchan contra mí.

Todos mis enemigos pensaban contra mí,


Pronunciaron palabras perversas contra mí.
Los que me custodiaban conspiraron contra mí.
Salían fuera y hablaban juntos.
Todos los que me vieron se rieron de mí
Hablaron y menearon la cabeza.

Yo soy gusano y no hombre,


Vergüenza de los hombres y desprecio de la plebe.
Para mis vecinos me he convertido
En motivo de gran afrenta,
Más que todos mis enemigos,
Y en temor para mis conocidos.

Padre santo, no me retardes tu auxilio,


Atiende a mi defensa.
Ven en mi auxilio, Señor, Dios de mi salvación.

SEXTA

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 5

Clamé al Señor con mi voz,


Al Señor supliqué con mi voz.
Derramo mi oración en su presencia
Y ante él expongo mi tribulación.

Cuando me falta el aliento,


Tú también conoces mis senderos.
En el camino por donde iba
Los soberbios me escondieron una trampa.
Miraba a la derecha y remiraba,
Pero no había quien me conociese.

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Me fue imposible huir y no hay quien mire por mí.


Porque soporté por ti afrentas,
Cubrió mi rostro la confusión.

Para mis hermanos soy un extraño,


Y un extranjero para los hijos de mi madre.
Padre Santo, me devoró el celo de tu casa,
Y las afrentas de los que te afrentaban
Cayeron sobre mí.

Y se alegraron contra mí y se confabularon,


Se amontonaron sobre mí las desdichas
Y no lo supe.

Son más numerosos que los pelos de mi cabeza


Los que me odian sin razón.
Los enemigos que me perseguían injustamente
Se han hecho fuertes;
Devolvía yo entonces lo que no había robado.

Testigos inicuos se levantaban para demandarme


Lo que ni sabía.
Me pagaban mal por bien y me difamaban,
Porque buscaba la bondad.

Tú eres mi Padre santísimo, Rey mío y Dios mío.


Ven en mi auxilio, Señor, Dios de mi salvación.

NONA

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 6

Vosotros, todos los que pasáis por el camino,


Mirad y ved si hay dolor como mi dolor.

Porque muchos perros me acorralaron;


Me cercó la reunión de los malvados.
Y ellos me miraron y contemplaron,
Se dividieron mis vestidos
Y echaron a suerte mi túnica.

Taladraron mis manos y mis pies,


Y contaron todos mis huesos.
Abrieron sus fauces contra mí
Como león que atrapa y ruge.

Derramado estoy como el agua,


Y mis huesos todos están dislocados.
Y mi corazón se parece a cerca derretida
En medio de mis entrañas.

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Como una teja se secó mi fuerza,


Y mi lengua se me pegó al paladar.
Y para comer me dieron hiel
Y en mi sed me dieron vinagre.
Y me llevaron al polvo de la muerte
Y aumentaron el dolor de mis llagas.

Me dormí y desperté
Y mi Padre santísimo me acogió con gloria.
Padre Santo, sostuviste mi mano derecha
Y me guiaste según tu voluntad
Y me acogiste en gloria.

¿Qué hay para mí en el cielo?


Y fuera de ti, ¿qué he querido en la tierra?
Mirad, mirad que yo soy Dios -dice el Señor-,
Seré exaltado entre las gentes,
Seré exaltado en la tierra.

Bendito sea el Señor Dios de Israel,


Que redimió las almas de sus siervos
Con su propia sangre santísima
Y no abandonará a nadie que espere en él.

Y sabemos que viene,


Que vendrá a establecer la justicia.

VÍSPERAS

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 7

Aplaudid todas las gentes,


Aclamad a Dios con voz de júbilo.
Pues el Señor es excelso, terrible,
Rey grande sobre toda la tierra.

Porque el santísimo Padre de los cielos,


Nuestro Rey antes de los siglos,
Envió de los alto a su amado Hijo
Y realizó la salvación en medio de la tierra.

Alégrense los cielos y goce la tierra,


Conmuévase el mar y cuanto lo llena;
Se alegrarán los campos y cuanto hay en ellos.

Cantadle un cántico nuevo,


Cantad al Señor toda la tierra.
Porque grande es el Señor y en gran manera loable,
Es temible sobre todos los dioses.

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ORACIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS http://www.ofs-rgb2.com.ar/formacion/Sitioinfo/Dev/Dev.htm

Tierras de los gentiles, ofrendad al Señor;


Ofrendad al Señor gloria y honor,
Ofrendad gloria al nombre del Señor.

Tomad vuestros cuerpos


Y cargad con su santa cruz
Y seguid hasta el fin sus santísimos preceptos.
Tiemble la tierra entera en su presencia;
Decid entre las gentes
Que el Señor reinó desde el madero.

Hasta aquí se recita diariamente desde el Viernes Santo hasta


La fiesta de la Ascensión. En la fiesta de la Ascensión se
Añaden los siguientes versículos:

Y subió a los cielos, y está sentado a la derecha del


santísimo Padre en los cielos;
álzate sobre los cielos, oh Dios, y tu gloria sobre
toda la tierra.
Y sabemos que viene, que vendrá a establecer la
Justicia.

Téngase en cuenta que este salmo se recita a diario de la


Misma forma desde la Ascensión al Adviento del Señor; es
Decir, Aplaudid, con los versículos señalados, diciendo el
Gloria al Padre al fin del salmo, o sea, al terminar las palabras
Que vendrá a establecer la justicia.
Adviértase también que los salmos indicados anteriormente se
dicen desde el Viernes Santo al Domingo de Resurrección.
También desde la octava de Pentecostés al Adviento del Señor
Y desde la octava de la Epifanía hasta el Domingo de
Resurrección, excepto los Domingos y fiestas principales, en
Que no se recitan; los demás días, en cambio, se recitan siempre.

EN EL TIEMPO PASCUAL, DESDE EL SÁBADO SANTO, CONCLUIDO YA EL DÍA.

COMPLETAS

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 8

Dios mío, ven en mi auxilio;


Señor, date prisa en socorrerme.
Sean confundidos y avergonzados
Los que buscan mi vida.

Retrocedan y cúbranse de ignominia


Los que quieren mi mal.
Retrocedan enseguida sonrojados
Los que me gritan: ¡Ah, ah!

Que se alegren y se regocijen en ti

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ORACIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS http://www.ofs-rgb2.com.ar/formacion/Sitioinfo/Dev/Dev.htm

Todos los que te buscan


Y digan siempre los que aman tu salvación:
Engrandecido sea el Señor.

Yo soy necesitado y pobre;


Ayúdame, oh Dios.
Mi auxilio y libertador eres tú;
Señor, no te retardes.

MAITINES DEL DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 9

Cantad al Señor un cántico nuevo,


Porque ha hecho maravillas.
Han sacrificado a su amado Hijo,
Su diestra y su santo brazo.

El Señor ha dado a conocer su salvación,


Ha mostrado ante las gentes su justicia.
En aquel día envió el Señor su misericordia,
Y en la noche su canto.

Este es el día que hizo el Señor;


Alegrémonos y gocémonos en él.
Bendito el que viene en nombre del Señor;
Dios es Señor y nos ha iluminado.

Alégrense los cielos y goce la tierra,


Conmuévase el mar y cuanto lo llena;
Se alegrarán los campos y cuanto hay en ellos.

Tierras de los gentiles, ofrendad al Señor;


Ofrendad al Señor gloria y honor,
Ofrendad al Señor la gloria debida a su nombre.

Hasta aquí se recita diariamente desde el Domingo de Resurrección


Hasta la fiesta de la Ascensión, en cada una de las Horas, exceptuadas
Las Vísperas, las Completas y Prima. En la noche de la Ascensión se
Añaden los versículos siguientes:

Reinos de la tierra, cantad a Dios,


Salmodiad al Señor.
Salmodiad a Dios, que asciende sobre el cielo
De los cielos hacia el oriente.

Mirad que hará oír su voz potente;


Dad gloria a Dios por Israel;
Su grandeza y su poder están sobre las nubes.
Admirable es Dios en sus santos;
El Dios de Israel da poder y fortaleza a su pueblo;

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ORACIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS http://www.ofs-rgb2.com.ar/formacion/Sitioinfo/Dev/Dev.htm

Bendito sea Dios.

Téngase en cuenta que este salmo se recita diariamente desde


La Ascensión del Señor hasta la octava de Pentecostés, con los
Versículos indicados en Maitines, Tercia, Sexta y Nona, diciendo
Gloria al terminar bendito sea Dios y no en otro lugar.
Adviértase también que se dice de la misma forma sólo en
Maitines de los domingos y principales fiestas desde la octava
De Pentecostés hasta el Adviento del Señor y desde la octava
De Epifanía hasta el Jueves Santo, pues en ese día comió el
Señor la Pascua con sus discípulos; o, si se quiere, se puede
Decir otro salmo en Maitines o en Vísperas; por ejemplo:
Te ensalzaré, Señor [Sal 29], como se encuentra en el Salterio; y
Esto desde el Domingo de Resurrección hasta la fiesta de la
Ascensión únicamente.

Prima

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 3
Tercia, Sexta, Nona

SALMO 9
Vísperas
SALMO 7

EN LOS DOMINGOS Y FIESTAS PRINCIPALES

Siguen otros salmos, que también compuso nuestro beatísimo


Padre Francisco. Estos se dicen, en lugar de los salmos
anteriormente indicados de la pasión del Señor, en los
Domingos y principales fiestas, desde la octava de Pentecostés
Hasta el Adviento, y desde la octava de Epifanía hasta el Jueves
Santo; téngase en cuenta que han de decirse en ese día, porque
Es la Pascua del Señor.

Completas
Antífona: Santa Virgen María.
SALMO 8

Maitines
Antífona: Santa Virgen María.
SALMO 9

Prima
Antífona: Santa Virgen María.
SALMO 3

Tercia

Antífona: Santa Virgen María.

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SALMO 10
Toda la tierra, aclamad al Señor,
Cantad salmos a su nombre,
Dadle gloria y alabanza.
Decid a Dios: ¡Qué terribles son tus obras, Señor!
Tus enemigos quedaran desmentidos
Ante la grandeza de tu poder.
Que toda la tierra te adore y te cante
Y diga salmos a tu nombre.
Venid, escuchad,
Y os contaré a todos los que teméis a Dios
Cuanto ha hecho por mi alma.
Mi boca gritó a él, y lo exaltó mi lengua.
Y escuchó mi voz desde su santo templo,
Y mi clamor llegó a su presencia.

Bendecid, gentes, a nuestro Señor


Y haced oír la voz de su alabanza.
Y en él serán benditas todas las tribus de la tierra,
Todas las naciones lo engrandecerán.

Bendito el Señor, Dios de Israel;


Sólo él hace grandes maravillas.
Y eternamente bendito el nombre de su majestad;
Toda la tierra se llenará de su gloria.
Amén. Amén.

Sexta

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 11

Que te escuche el Señor el día de la tribulación,


el nombre del Dios de Jacob te proteja.

Que te auxilie desde su santuario,


Que desde Sión te defienda.

Que se acuerde de todos tus sacrificios,


Que le sea grato tu holocausto.

Que te conceda lo que tu corazón desea


Y confirme todos tus planes.

Nos alegraremos en tu salvación


Y en el nombre del Señor envió a Jesucristo su Hijo,
Y juzgará a los pueblos con justicia.

El Señor se ha constituido
En refugio para el pobre,

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Ayudador en las necesidades, en la tribulación;


Que esperen en ti los que conocieron tu nombre.

Bendito el Señor mi Dios,


Porque se ha convertido en mi asilo y mi refugio
En el día de mi tribulación.

Ayudador mío, te cantaré,


Porque, oh Dios, eres mi asilo,
Dios mío, misericordia mía.

Vísperas

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 7

EN EL TIEMPO DEL ADVIENTO DEL SEÑOR

Siguen otros salmos, dispuestos también por nuestro


Beatísimo padre Francisco. Estos se dicen, en lugar de los
Indicados anteriormente de la pasión del Señor, desde el
Adviento del Señor hasta la vigilia de la Navidad únicamente.

Completas

Antífona: Santa Virgen

SALMO 13

¿Hasta cuándo, por fin, me olvidarás, Señor?


¿Hasta cuándo apartarás tu rostro de mí?
¿Hasta cuándo estaré cavilando en mi alma
y durante el día tendré dolor en mi corazón?
¿Hasta cuándo se me sobrepondrá el enemigo?

Mira y óyeme, Señor, Dios mío.


Da luz a mis ojos
Para que no me duerma en la muerte,
Para que no diga mi enemigo: “Le he vencido”
Los que me atribulan se gozarán si caigo;
Pero yo espero en tu misericordia.

Mi corazón saltará de gozo en tu socorro;


Cantaré al Señor que me hizo bien,
Y salmodiaré al nombre del Señor altísimo.

Maitines

Antífona: Santa Virgen María.

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SALMO 14

Te alabaré, Señor, Padre santísimo,


Rey del cielo y de la tierra,
Porque me has consolado.

Tú eres mi Dios salvador;


Actuaré con confianza y no temeré.
El Señor es mi fuerza y mi alabanza,
y se ha hecho mi salvación.

Tu diestra, Señor, se ha engrandecido de poder;


Tu diestra, Señor, ha herido al enemigo, y has
Abatido con el poder de tu gloria a mis enemigos.

Que lo vean los pobres y se alegren;


Buscad a Dios, y vivirá vuestra alma.
Que lo alaben y la tierra,
El mar y cuanto en ellos se mueve.

Porque Dios salvará a Sión


Y se reedificarán las ciudades de Judá.
Y habitarán allí, y la adquirirán en herencia.
Y el linaje de sus siervos la poseerá
Y los que aman su nombre habitarán en ella.

Prima

Antífona: Santa Virgen María.


SALMO 3

Tercia

Antífona: Santa Virgen María.


SALMO 10

Sexta

Antífona: Santa Virgen María.


SALMO 11
Nona

Antífona: Santa Virgen María.


SALMO 12

Vísperas

Antífona: Santa Virgen María.


SALMO 7

Téngase en cuenta que no se recita el salmo entero, sino hasta


El versículo Tomad vuestros cuerpos, al fin del cual se dice el
Gloria al Padre. Así se recita en las Vísperas de todos los días
Desde el Adviento hasta la vigilia de la Navidad.

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EN EL TIEMPO DE LA NAVIDAD DEL SEÑOR HASTA LA OCTAVA DE LA EPIFANÍA.

Vísperas de la Navidad del Señor

Antífona: Santa Virgen María.

SALMO 15

Glorificad a Dios, nuestra ayuda;


Cantad al Señor, Dios vivo y verdadero,
Con voz de alegría.

Porque el Señor es excelso, terrible,


Rey grande sobre toda la tierra.

Porque el santísimo Padre del cielo,


Nuestro Rey antes de los siglos,
Envió a su amado Hijo de lo alto,
Y nació de la bienaventurada Virgen santa María.

El me invocó: “Tú eres mi Padre”;


Y yo lo haré mi primogénito,
El más excelso de los reyes de la tierra.

En aquél día, el Señor Dios envió su misericordia,


Y en la noche su canto.

Éste es el día que hizo el Señor;


Alegrémonos y gocémonos en él.

Porque se nos ha dado un niño santísimo, amado,


Y nació por nosotros fuera de casa,
Y fue colocado en un pesebre,
Porque no había sitio en la posada.

Gloria al Señor Dios en las alturas,


Y en la tierra, paz a los hombre
De buena voluntad.

Alégrese el cielo y exulte la tierra,


Conmuévase el mar y cuanto lo llena;
Se gozarán los campos y todo lo que ay en ellos.

Cantadle un cántico nuevo,


Cante al Señor toda la tierra.
Porque grande es el Señor
Y muy digno de alabanza,
Terrible sobre todos los dioses.

Tierra de los gentiles, ofrendad al Señor;


Ofrendad al Señor gloria y honor,

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Ofrendad al Señor la gloria debida a su nombre.


Tomad vuestros cuerpos
Y cargad con su santa cruz,
Y seguid hasta el fin sus santísimos preceptos.

Téngase en cuenta que este salmo se recita en todas las Horas


Desde la Navidad del Señor hasta la octava de la Epifanía.

BENDICIÓN DE SANTA CLARA DE ASÍS

En el nombre del Padre,


Y del Hijo,
Y del Espíritu Santo. Amén.

El Señor las bendiga y las guarde;


Les muestre su faz y tenga misericordia de ustedes,
Les vuelva su rostro y les dé su paz,
Hermanas e hijas mías,
A ustedes, y a todas las que han de venir y permanecer
En su comunidad y a todas las demás, tanto presentes
Como futuras, que han de perseverar hasta el fin en
Todos los otros monasterios de Damas Pobres.

Yo, Clara, servidora de Cristo y pequeña planta de


Nuestro padre San Francisco,
Hermana y madre suya y de las demás hermanas
Pobres, aunque indigna,
Ruego a nuestro Señor Jesucristo que, por su misericordia
y por la intercesión de su santísima Madre
Santa María, del bienaventurado San Miguel
Arcángel y de todos los santos Ángeles,
De nuestro bienaventurado padre San Francisco
Y de todos los Santos y Santas de Dios,
El mismo Padre celestial les conceda y confirme
Esta su santísima bendición
En el cielo y en la tierra;
En la tierra, multiplicándolas en gracia y en virtudes
Entre sus siervos y siervas en su iglesia militante;
En el cielo, ensalzándolas y glorificándolas
Entre sus Santos y Santas en su Iglesia triunfante.

Las bendigo en mi vida y después de mi muerte,


En cuanto puedo y más aún de lo que puedo,
Con todas las bendiciones con que el Padre de las
Misericordias bendijo a sus hijos y a sus hijas
Y los bendecirá en el cielo y en la tierra,
Y con las que el padre y la madre espirituales
Bendijeron y bendecirán a sus hijos e hijas espirituales. Amén.
Sean siempre amantes de sus almas y de las de
Todas sus hermanas,
Para que observen siempre solícitamente lo que al
Señor prometieron.
El Señor esté siempre con ustedes y ojalá ustedes

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Estén siempre con él.

HIMNOS DE LA LITURGIA DE LA IGLESIA

Para el comienzo del día

Alfarero del hombre

Alfarero del hombre, mano trabajadora


Que, de los hondos limos iniciales,
Convocas a los pájaros a la primera aurora,
Al pasto los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta,


De espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, vigor, origen, meta
De los profundos ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;


Tus manos son recientes en la rosa;
Se espesa la abundancia del mundo a mediodía,
Y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa si no alientas, monte si no estás


Dentro,
Ni soledad en la que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia; vivir es este encuentro:
Tú, por la luz; el hombre, por la muerte.

¡Qué se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte


dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
De haberte dado un día las llaves de la tierra. Amén.

Jesús de dulce memoria

Jesús de dulce memoria,


Que das la paz verdadera;
Más dulce que toda miel
Es tu divina presencia.

Nada se canta más suave,


Ni grato se experimenta,
Ni hay mayor alegría
Que de Cristo un alma llena.

Jesús, tu dulzura excede


-fuente de paz verdadera-
todos los gozos humanos,
cuanto el hombre soñar pueda.

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Si nuestras mentes visitas,


La luz de verdad destella,
El mundo aparece vano,
Todo, tu amor lo supera.

Danos, benigno, el perdón,


De la gracia gran cosecha;
Haz que gocemos perennes
De tu esplendor la presencia.

Cantamos tus alabanzas,


Jesús, sentado a la diestra
De tu Padre, cuyo Amor
Tu ser divino revela. Amén.

Para el final del día

Como el niño que no sabe dormirse

Como el niño que no sabe dormirse


Sin tomarse a la mano de su madre,
Así mi corazón viene a ponerse
Sobre tus manos, al caer la tarde.
Como el niño que sabe que alguien vela
Su sueño de inocencia y esperanza,
Así descansará mi alma segura
Sabiendo que eres tú quien nos aguarda.

Tú endulzarás mi última amargura,


Tú aliviarás el último cansancio,
Tú cuidarás los sueños de la noche,
Tú borrarás las huellas de mi llanto.

Tú nos darás mañana nuevamente


La antorcha de la luz y la alegría,
Y, por las horas que te traigo muertas,
Tú me darás una mañana viva. Amén.

Gracias, porque al fin del día

Gracias, porque al fin del día


Podemos agradecerte
Los méritos de tu muerte,
Y el pan de la eucaristía;
La plenitud de alegría
De haber vivido tu alianza;
La fe, el amor, la esperanza,
Y esta bondad de tu empeño
De convertir nuestro sueño
En una humilde alabanza.

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A Jesús crucificado

Mármol con sangre, tu frente

Mármol con sangre, tu frente;


Lirios con sangre, tus manos;
Tus ojos, soles con muerte;
Luna con muerte, tus labios.

Así quiero verte, Cristo,


Sangriento jardín de nardos;
Así, con tus cinco llagas,
Cielo roto y estrellado.

Rojo y blanco, blanco y rojo,


Te vio la niña del cántico:
Bien merecido lo tienes,
Por santo y enamorado.

Abismo reclama abismo:


¿o no la sabías acaso?;
el amor llama a la muerte;
muerte y amor son hermanos.

Amor quema, amor hiende


Carne y alma, pecho y labio.
Amor, espada de fuego;
Amor, cauterio y taladro.

Así quiero verte, Cristo,


Con sangre, lirios y mármol;
Soles y lunas con muerte
En tus ojos y en tus labios.

A Jesús resucitado

Al fin será la paz y la corona

Al fin será la paz y la corona,


Los vítores, las palmas sacudidas,
Y un aleluya inmenso como el cielo
Para cantar la gloria del Mesías.

Será el estrecho abrazo de los hombres,


Sin muerte, sin pecado, sin envidia;
Será el amor perfecto del encuentro,
Será como quien llora de alegría.

Porque hoy remonta el vuelo el sepultado


Y va por el sendero de la vida

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A saciarse de gozo junto al Padre


Y a preparar la mesa de familia.

Se fue, pero volvía, se mostraba,


Lo abrazaba, hablaba, compartía;
Y escondido la Iglesia lo contempla,
Lo adora más presente todavía.

Hundimos en sus ojos la mirada,


Y ya es nuestra la historia que principia,
Nuestros son los laureles de su frente,
Aunque un día le dimos las espinas.

Que el tiempo y el espacio limitados


Sumisos al Espíritu se rinda,
Y dejen paso a Cristo omnipotente,
A quien gozoso el mundo glorifica. Amén.

Dejad que el grano se muera

Dejad que el grano se muera


Y venga el tiempo oportuno:
Dará cien granos por uno
La espiga de primavera.

Mirad que es dulce la espera


Cuando los signos son ciertos;
Tened los ojos abiertos
Y el corazón consolado;
Si Cristo ha resucitado,
¡resucitarán los muertos! Amén.

Dios como un almendro

Dios, como un almendro,


Con la flor despierte;
Dios, que nunca duerme,
Busca quien no duerma,
Y entre las diez vírgenes
Sólo hay cinco en vela.

Gallos vigilantes
Que la noche alertan;
Quien negó tres veces
Otras tres confiesa,
U pregona el llanto
Lo que el miedo niega.

Muerto lo bajaban
A la tumba nueva;
Nunca tan adentro

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Tuvo al sol la tierra.


Daba el monte gritos,
Piedra contra piedra.

Vi los cielos nuevos


Y la tierra nueva;
Cristo entre los vivos
Y la muerte muerta.
Dios en las criaturas
¡y eran todas buenas! Amén.

¿Quién es este que viene?

¿Quién es este que viene,


recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,


Que venció nuestra muerte
Con su resurrección.

¿Quién es este que vuelve,


glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor


Que venció nuestra muerte
Con su resurrección.

Se durmió con los muertos,


Y reina entre los vivos;
No le venció la fosa,
Porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor


Que venció nuestra muerte
Con su resurrección.

Anunciad a los pueblo


Qué habéis visto y oído;
Aclamad al que viene
Como paz, entre un clamor de olivos.

Éste es Cristo, el Señor


Que venció nuestra muerte
Con su resurrección.

Al Espíritu Santo

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ORACIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS http://www.ofs-rgb2.com.ar/formacion/Sitioinfo/Dev/Dev.htm

Veni, Creator

Ven, Espíritu Santo creador,


A visitar nuestro corazón.
Repleta con tu gracia viva y celestial
Nuestras almas que tu creaste por amor.

Tú que eres llamado Consolador,


Don del Dios Altísimo y Señor,
Vertiente viva, Fuego que es la caridad,
Y también espiritual y divina Unción.

En cada sacramente te nos das,


Dedo de la diestra paternal.
Eres tú la promesa que el Padre nos dio,
Con tu palabra enriqueces nuestro cantar.

Nuestros sentidos has de iluminar,


Los corazones enamorar,
Y nuestro cuerpo, presa de la tentación,
Con tu fuerza continua has de afirmar.

Lejos al enemigo rechazad,


Tu paz danos pronto, sin tardar,
Y, siendo tú nuestro buen Guía y Conductor,
Evitemos así toda sombra de mal.

Concédenos al Padre conocer,


A Jesús su Hijo comprender,
Y a ti, Espíritu de ambos por amor,
Te creamos con ardiente y sólida fe.

Al Padre demos gloria, pues es Dios,


A su Hijo que resucitó,
También al Espíritu Consolador,
Por todos los siglos de los siglos honor. Amén.

Secuencia de Pentecostés

Ven, Espíritu divino,


Manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
Don, en tus dones espléndido;
Luz que penetras las almas;
Fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,


Descanso de nuestro esfuerzo,
Tregua en el duro trabajo,
Brisa en las horas de fuego,
Gozo que enjuga las lágrimas
Y reconforta en los duelos.

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ORACIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS http://www.ofs-rgb2.com.ar/formacion/Sitioinfo/Dev/Dev.htm

Entra hasta el fondo del alma,


Divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
Si tú le faltas por dentro;
Mira el poder del pecado
Cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,


Sana el corazón enfermo,
Lava las manchas,
Infunde calor de vida en el hielo,
Doma el espíritu indómito,
Guía l que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones


Según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
Dale al esfuerzo su mérito;
Salva al que busca salvarse
Y danos tu gozo eterno. Amén.

A María

Llena de rosas mi herida

Llena de rosas mi herida,


Llena de estrellas mis ojos,
Llena de paz mis abrojos,
Llena de gracia mi vida
Y, de esplendor revestida,
Ven a mí en la última hora,
A cerrar, Consoladora,
Mis ojos fijos en ti
Y, vaciándome de mí,
Lléname de ti, Señora. Amén.

SELECCIÓN DE SALMOS

Salmo 15

Protégeme, Dios mío, que me refugio e ti;


Yo digo al Señor: “Tú eres mi bien”.
Los dioses y señores de la tierra
No satisfacen.

Multiplican las estatuas


De dioses extraños;
No derramaré sus libaciones con mis manos,
Ni tomaré sus nombres en mis labios.

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ORACIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS http://www.ofs-rgb2.com.ar/formacion/Sitioinfo/Dev/Dev.htm

El Señor es mi heredad y mi copa;


Mi suerte está en tu mano:
Me ha tocado un lote hermoso,
Me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor que me aconseja,


Hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
Con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,


Se gozan mis entrañas,
Y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
Ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,


Me saciarás de gozo en tu presencia,
De alegría perpetua a tu derecha.

Salmo 26

El Señor es mi luz y mi salvación,


¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados


para devorar mi carne,
ellos enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

si un ejército acampa contra mí,


mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor;


eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza


sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:

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cantaré y tocaré para el Señor.

Escúchame, Señor, que te llamo:


ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”.


Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,


que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

Aunque mi padre y mi madre me abandones,


el Señor me recogerá.

Señor, enséñame tu camino,


guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

No me entregues a la saña de mi adversario,


porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

Espero gozar de la dicha del Señor


en el país de la vida.

Espera en el Señor, sé valiente,


ten ánimo, espera en el Señor.

Salmo 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;


por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,


tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,


en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,


y en mi interior me inculcas sabiduría.
rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,

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que se alegren los huesos quebrantados.


Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh,, Dios!, crea en mí un corazón puro,


renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,


afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,


Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;


si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad favorece a Sión,


reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Salmo 99

Aclama al Señor, tierra entera,


servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

Sabed que el Señor es Dios:


que Él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,


por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.

Salmo 120

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Levanto mis ojos a los montes:


¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,


tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,


está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,


él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y tus salidas,
ahora y por siempre.

Salmo 125

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,


nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:


“El Señor ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte


como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,


llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Salmo 126

Si el Señor no construye la casa,


en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

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Es inútil que madruguéis,


que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;


una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena


con ellas su aljaba:
no quedará derrotado
cuando litigue con su adversario en la plaza.

Salmo 130

Señor, mi corazón no es ambicioso,


ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor


ahora y por siempre.

Salmo 141

Francisco lo rezó antes de morir

A voz e grito clamo al Señor,


a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.

Pero tú conoces mis senderos,


y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.

Me vuelvo a la derecha y miro:


nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor,
te digo: “Tú eres mi refugio
y mi heredad en el país de la vida”.

Atiende a mis clamores,


que estoy agotado;

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líbrame de mis perseguidores,


que son más fuertes que yo.

Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.

CÁNTICOS BÍBLICOS

Del Libro de la Sabiduría (11, 21 –26)

Desplegar todo tu poder está siempre a tu alcance;


¿quién puede resistir la fuerza de tu brazo?
Porque el mundo entero es ante ti
como grano de arena en la balanza,
como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra.
Pero tú te compadeces de todos,
porque todo lo puedes,
cierras los ojos a los pecados de los hombres
para que se arrepientan.
Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo
que has hecho;
si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.
Y, ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses
querido?
¿Cómo conservarían su existencia si tu no las
hubieras llamado?
Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor,
amigo de la vida.

Benedictus

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,


porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos


y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,


arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

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Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,


porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,


nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Magnificat

Proclama mi alma la grandeza del Señor,


se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,


porque el Poderoso ha hecho obras grandes
por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de
generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:


dispersa a los soberbios de corazón,
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,


acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
a favor de Abraham y su descendencia por
siempre.

Cántico de Simeón

Ahora, Señor, según tu promesa,


puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

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ORACIONES DE LOS PADRES DE LA IGLESIA

SAN BASILIO

Invocación al Espíritu Santo

Ven,
con la dulzura de tu Espíritu;
búscame,
porque te deseo;
búscame,
encuéntrame,
recíbeme,
llévame.

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA

Himno a Cristo Señor

Freno de potros salvajes,


ala de pájaros extraviados,
timón seguro de las naves,
Pastor de corderos reales,
reúne a tus hijos llenos de simplicidad
para alabar santamente,
para cantar sinceramente, con labios inmaculados,
a la Cabeza de los pequeños, a Cristo.

Rey de los santos y Verbo del Padre


en lo más alto del Cielo,
que todo lo dominas,
gobernador de la Sabiduría,
sostén de nuestras fatigas,
repleto de alegría eterna,
Jesús, Salvador del género humano,
Pastor y sembrador, timón y freno,
ala celeste del santo ejército.

Pescador de los hombres mortales


que deben ser salvados del mar de toda maldad:
Tú atraes a los santos peces de la ola enemiga
con la dulzura de la vida;
sé guía de las ovejas sensatas,
Pastor santo, sé el Jefe,
¡Oh rey de niños inocentes!

Las huellas de Cristo son camino al Cielo.


Palabra eterna, edad sin fin,
eterna luz, fuente de piedad.
Tú eres el autor de la virtud en la vida
que conviene a aquellos que cantan himnos a Dios.
Jesucristo, leche celeste

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que brota del dulce seno de la Esposa,


de los dones de tu Sabiduría;
nosotros, tus hijos, con labios frescos
bebemos del seno de tu Palabra
apagados por el rocío del Espíritu.

En simplicidad, en el cántico de alabanza


y con himno sincero, a Cristo Rey
rindamos el tributo santo por la ciencia de la vida.
¡Cantemos juntos al Hijo omnipotente!
Nosotros, nacidos con Cristo, somos el coro
de la paz.
Humilde pueblo de Dios, todos juntos,
cantamos la alabanza al Dios de la paz.

SAN EFRÉN EL SIRIO

Himno

El que en el corazón del desierto


celebra completamente solo,
es una asamblea numerosa.
Si dos se reúnen para celebrar en las montañas,
millares y miríadas están allí presente.
Si son tres los que se reúnen,
un cuarto está entre ellos.
Si son seis o siete
doce mil millares están reunidos.
Si se ponen en hileras
llenan con sus oraciones el firmamento.
Si están crucificados sobre la roca,
y marcados con una cruz de luz,
fundada está la Iglesia.

Cuando están reunidos


El Espíritu aletea sobre sus cabezas.
Y terminada su oración,
el Señor se levanta para servir a sus siervos.
A sí mismos se ordenan sacerdotes
y ofrece sus ascesis.
El ayuno es su ofrenda, la vigilia su oración,
penitencia y fe son el santuario.
Sus meditaciones son el holocausto,
su celibato, la víctima.
Su pureza es el velo del santuario
y su humildad, incienso perfumado.
Su corazón puro es el sumo sacerdote,
su contemplación, el sacerdote que preside.
Sin cesar sus labios ofrecen el sacrificio:
la oración que al reposo aspira.
En las montañas cantan la gloria,
el sacrificio perfecto delante de la Majestad.
La alabanza asciende desde las cuevas,

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es el oculto sacrificio para Dios.


Lo más íntimo de su corazón es el Santo
de los Santos,
allí está erigido el altar de la reconciliación.
Han sido ordenados sacerdotes de los misterios
ocultos,
y borran nuestras debilidades.
En la oscuridad, van por nuestro pecado
y permanecen vigilantes, implorando por nuestras
locuras.
Las montañas se han transformado en antorchas,
la multitud camina hacia ellas.
Allí donde se encuentre uno de ello,
los que lo rodean encuentran la reconciliación.
Ellos son fortaleza en el desierto,
gracias a ellos nosotros estamos en paz.

Carmen Nisibenus 70

¡Cómo se asemeja el muerto a alguien que se ha


dormido, la muerte al sueño, la resurrección a
la mañana!
Un día resplandecerá en nosotros la verdad como
luz en nuestros ojos, miraremos la muerte como
imagen del sueño que despierta inquietud.
¡Necio de aquél que ve terminar el sueño por la
mañana y cree que la muerte será un sueño que
deberá durar eternamente!
Si la esperanza reaviva nuestros ojos, veremos
aquello que está escondido: el sueño de la muerte
terminará una mañana.
Se desvanecerá el maravilloso perfume del tesoro
de la vida en el cuerpo, en la morada del alma, de
donde había salido.
Bellísimo será el cuerpo, amado templo del
Espíritu, renovado se transformará en la casa de la
bienaventurada paz.
Entonces sonará la trompeta sobre las sordas
arpas: “¡Despertad, cantad gloria delante del
Esposo!”
Se escuchará un eco de voces cuando se abran los
sepulcros, todos tomarán las arpas para tocar el
canto de alabanza.
Gracias sean dadas al Señor que ha enaltecido a
Adán, aunque luego el soberbio lo haya humillado
en el abismo.
Gloria a él cuando humilla, gloria a él cuando
resucita. ¡También la cítara suene para Dios en el
día de la resurrección!

SAN JUAN DAMASCENO

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Oración sobre el propio sacerdocio

Tú, Señor, me sacaste de la sangre de mi padre;


tú me formaste en el seno de mi madre;
tú me hiciste salir a la luz, desnudo como
todos los niños, ya que las leyes naturales que rigen
nuestra vida obedecen constantemente a tu voluntad.
Tú, por la bendición del Espíritu Santo, preparaste
mi creación y mi existencia, no por la voluntad del
hombre ni por el deseo carnal, sino por tu gracia
inefable. Preparaste mi nacimiento con una prepa-
ración que supera las leyes naturales, me sacaste a
la luz adoptándome como hijo y me alistaste entre
los discípulos de tu Iglesia santa e inmaculada.
Tú me alimentaste con una leche espiritual, la leche
de tus palabras divinas. Tú me sustentaste con el
sólido manjar del cuerpo de Jesucristo, nuestro
Dios, tu Unigénito santísimo, y me embriagaste
con el cáliz divino, el de su sangre vivificante, que
derramó por la salvación de todo el mundo.
Porque tú, Señor, nos amaste y pusiste en sustitución
nuestra a tu único Hijo amado, para nuestra
redención, cosa que él aceptó voluntaria y libremente,
más aún, como cordero inocente destinado
al sacrificio, ya que para esto se entregó a sí mismo;
pues, siendo Dios, se hizo hombre, y con su voluntad humana
se sometió, haciéndose obediente a ti,
Dios, Padre suyo, hasta la muerte y muerte de cruz.
A tal extremo, oh Cristo, mi Dios, te humillaste,
para cargarme a mí, oveja descarriada, sobre tus
hombros y apacentarme en verdes praderas y
nutrirme con las aguas de la sana doctrina por
medio de tus pastores, los cuales, apacentados por
ti, apacientan a su vez a tu eximia y elegida grey.
Ahora, Señor, me has llamado, por medio de tu
obispo, al servicio de tus discípulos.
Con qué designio hayas hecho tal cosa, yo lo ignoro;
tú eres el único que lo sabes.
Señor, aligera la pesada carga de mis pecados, con
los que te he ofendido gravemente; purifica mi
mente y mi corazón. Sé para mí como una lámpara
encendida que me guíe por el camino recto.
Abre mi boca para que hable rectamente, haz que
la lengua de fuego de tu Espíritu me conceda un
lenguaje claro y despejado, de modo que tu
presencia nunca me abandone.
Apaciéntame, Señor, y haz tú de pastor junto
conmigo, para que mi corazón no me desvíe a
derecha o izquierda, sino que tu Espíritu bueno me
guíe por el recto camino, y así mis obras sean
hechas conformes a tu voluntad, hasta el último
momento.
Y tú, ilustre asamblea de la Iglesia, noble cumbre
de la más exigente pureza, que pones tu confianza
en el auxilio divino, tú, en quien Dios halla su

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descanso, recibe la doctrina de la fe sin mezcla de


error, tal como nos ha sido transmitida por
nuestros Padres, ya que en ella hallarás tu fuerza.

SAN AGUSTÍN

Tú eres mi salvación

Dime, Señor, por tu misericordia,


quién eres tú para mí.
Dile a mi alma: Yo soy tu salvación.
Y dímelo de forma que te oiga;
ábreme los oídos del corazón,
y dime: Yo soy tu salvación.
Y corra yo detrás de esa voz, hasta alcanzarte.
No escondas de mi tu rostro,
y muera yo para no morir y poder contemplarte.

Para comprender la Sagrada Escritura

Mira, Padre santo, ve y aprueba;


que tu misericordia se complazca
en darme la gracia de que, al pulsarlas yo,
se me abran las puertas de tu Palabra.
Te lo pido por nuestro Señor Jesucristo,
Hijo tuyo que se sienta a tu derecha
e Hijo del hombre también,
al que pusiste y confirmaste como mediador
entre ti y nosotros;
por medio del cual nos buscaste
cuando nosotros no te buscábamos,
y nos buscaste para que te buscáramos.
Jesucristo, tu Verbo, Hijo tuyo y unigénito,
mediante el cual llamaste al pueblo creyente,
del dual soy miembro también yo,
con una vocación de hijos adoptivos tuyos.
Por él, que sentado a tu derecha
intercede siempre por nosotros
y en el cual están todos los tesoros
de la ciencia y la sabiduría,
por él te lo suplico.

Para escuchar a Dios

¡Oh, Verdad, Luz de mi corazón!


Que no me hablen ya más esas tinieblas mías.
A las cuales resbalé y en las cuales me oscurecí,
pero amándote aún entonces desde la oscuridad.
Anduve errado, pero conservé tu recuerdo.
Oí tu voz que a mi espalda me llamaba

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para que regresara a ti,


más apenas me dejó oírla
el tumulto de mis pecados.
Y mira cómo ahora vuelvo a ti enardecido y anheloso de beber en tu fuente.
Porque mi vida no soy yo mismo.
Si viví mal y fui mi propia muerte,
ahora revivo en ti.
Háblame tú,
amonéstame tú.
En tus sagrados libros con sus arcanos profundos
deposito mi fe.

Invocación al Señor sobre la propia vida

Quiero invocarte, Señor,


misericordia mía,
que me creaste
y no te olvidabas de mí
cuando yo andaba olvidado de ti.
Ven a mi alma,
tú la preparas para recibirte
con el deseo que de ello le inspiras:
ahora que te invoco no me abandones,
pues antes de que te invocara
me previniste con variadas e insistentes voces
para que de la lejanía en que andaba me convirtiera
a ti y a mi vez llamara a quien me llamaba.
Tú borraste los malos merecimientos
con que me aparté de ti
y no quisiste castigarme con la mano que me creó,
pues antes de que yo fuera tú eres,
y no era yo quien pudiera merecer que me dieses
el ser.
Y sin embargo, aquí estoy porque tu bondad
me previno en todo lo que soy
y en aquello de lo cual me hiciste.
Y no me hiciste porque tuvieras necesidad de mí
o yo en algo te pudiera ayudar.
Si debo servirte no es para evitar que tú te fatigues
en tu obrar ni para que no parezca menor tu poder
si no te ofrezco mis obsequios.
Ni el culto que te doy se parece al cultivo
de la tierra,
de modo que tú quedarás como baldío
si o no te cultivara.
Pero debo servirte y darte culto
para que todos los bienes me vengan de ti,
a quien debo el ser y la capacidad de bien.

Tarde te amé

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¡Tarde te amé, hermosura siempre antigua


y siempre nueva,
tarde te amé!
Tú estabas dentro de mí,
pero yo andaba fuera de mí mismo,
y allá afuera te andaba buscando.
Me lanzaba todo deforme
entre las hermosuras que tú creaste.
Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo;
me retenían lejos de ti cosas
que no existirían si no existieran en ti.
Me llamaste, y gritaste, y rompiste mi sordera.
Brillaste con fulgor espléndido,
y expulsaste mi ceguera.
Me inundó tu fragancia, y ahora suspiro por ti.
Te gusté, y tengo hambre y sed.
Me tocaste, y ardí en tu paz.

Breve oración del pastor

Señor Jesús, toda nuestra esperanza está en ti;


tú sabes que no puedo vencer ningún peligro,
sabes que estoy o desgastado por el activismo,
o bloqueado por la rutina, o endurecido en la
presunción, o adormecido por el cansancio
si tú, mi esperanza, no vienes en mi auxilio,
si tú, mi salvación y mi gloria, no me salvas con
tu poder.

SAN ISIDORO DE SEVILLA

Himno del Espíritu Santo

Aquí estamos, Señor Espíritu Santo.


Aquí estamos, frenados por la inercia
del pecado,
pero reunidos especialmente en tu Nombre.
Ven a nosotros y permanece en nosotros.

Dígnate penetrar en nuestro interior.


Enséñanos lo que hemos de hacer,
por dónde debemos caminar,
y muéstranos lo que debemos practicar;
para que, con tu ayuda, sepamos agradarte en todo.

Sé tú el único inspirador
y realizador de nuestras decisiones,
tú, el único que con Dios Padre y su Hijo
posees un nombre glorioso.

No permitas que quebrantemos la justicia,

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tú que amas la suprema equidad:


que la ignorancia no nos arrastre al desacierto;
que el favoritismo no nos doblegue;
que no nos corrompa la acepción de personas
o de cargos.

Por el contrario, únenos eficazmente a ti.


Sólo con el don de tu gracia,
para que seamos uno en ti,
y en nada nos desviemos de la verdad.
Y lo mismo que estamos reunidos en tu nombre,
así también mantengamos en todo la justicia,
moderados por la piedad
para que hoy nuestras opiniones
en nada se aparten de ti.

Y en el futuro, obrando rectamente,


consigamos los premios eternos. Amen.

SANTIAGO DE SARUG

Oración del pecador penitente

Volveré a la casa de mi Padre


como el pródigo,
y seré recibido;
como hizo él, también yo lo haré:
¿acaso no querrá escucharme?
He aquí que a tu puerta,
Padre misericordioso,
yo golpeo;
ábreme, haz que entre,
no sea que me pierda,
me aleje y perezca.
Tú me hiciste herederos,
y yo abandoné mi herencia
disipando mis bienes;
considérame ahora
como un asalariado
y como un siervo.

Como del publicano,


ten piedad de mí para que yo viva,
por tu gracia.
Como a la pecadora,
perdona mis pecados,
Hijo de Dios.
Como a Pedro,
también a mí
levántame de entre las olas.
Como hacia el ladrón
te despierte piedad mi malicia
y acuérdate de mí.

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Como la oveja que se ha perdido,


búscame, Señor,
y me hallarás;
llévame sobre tus hombros, Señor,
a la tienda de tu Padre.
Como al ciego de tu Evangelio,
ábrame los ojos
para que yo vea la luz.
Como al sordo,
destranca mis oídos
para que pueda oír tu voz.
Junto al paralítico
sana mi enfermedad
para que cante la alabanza de tu nombre.
Como al leproso
purifícame con tu hisopo
de todas mis suciedades.
Como a la muchachita,
la hija de Jairo,
¡haz que viva, oh mi Señor!
Como a la suegra de Pedro,
sáname, porque estoy enfermo.
Como al hijito de la viuda,
¡ponme de pie!
A la par de Lázaro,
llámame con tu propia voz
y desata mis vendas.
Ya que estoy muerto,
tanto por el pecado
como por la enfermedad;
rescátame de mi ruina,
para que cante la alabanza de tu nombre.
Señor, te ruego,
de la tierra y del cielo,
ven en mi auxilio
y muéstrame el camino,
¡que yo corra hacia ti!
Hijo del Bueno,
condúceme hacia ti,
culmina tu misericordia.
Iré hacia ti
y me saciaré en la alegría.
Tritura para mí,
en esta hora en la que me hallo exhausto,
el trigo de la vida.

Me puse en tu búsqueda
y el Maligno me ha espiado
como un ladrón.
Primero me amarró y me encadenó
a los placeres
del mundo perverso;
en la cárcel me ha encerrado
de sus placeres,

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me cerró la puerta en la cara;


no hay nadie que pueda liberarme,
de manera que vuelva a buscarte,
¡oh buen Señor!
¡Hijo de Dios,
envíame tu gran piedad!
Rompe su yugo,
puesto por él en mis espaldas,
porque me sofoca.
Deseo ser tuyo, Señor,
y caminar contigo.

ORACIONES DE LA TRADICIÓN FRANCISCANA

SAN ANTONIO DE PADUA

Por la posesión de Reino

Te rogamos Señor Jesús, que nos hagas subir de este valle de miseria hasta el monte de una vida santa, a
fin de que impresos en la figura de tu pasión, fundados en la mansedumbre de la misericordia y en el celo
de la justicia, merezcamos en el día del juicio que nos envuelva la nube transparente y oír la voz del gozo,
la alegría y el júbilo: venid benditos de mi Padre, que os bendijo en el monte Tabor, tomad posesión del
reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
A este reino nos conduzca él mismo, a quien pertenece el honor y la gloria, la alabanza y el imperio, la
majestad eterna por los siglos de los siglos. Que todo el mundo diga: Amén.

Para hacerse como niños

Te pedimos, Jesús bendito, que por tu amor y tu temor nos acerques a Jerusalén; que desde el pueblito de
nuestra peregrinación nos hagas retornar a ti; que halles descanso en nuestras almas, tu, Rey nuestro, para
que con los niños que escogiste en este mundo, es decir con tus Apóstoles, merezcamos bendecirte,
alabarte y glorificarte en la ciudad santa, en la felicidad eterna.
Ayúdanos tú, a quien se debe el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amen. Que toda alma fiel
diga: Amén.

Para seguir el camino de Jesús

Te pedimos, Maestro y Señor Jesús bueno, que ilumines a los ciegos, enseñes a tus discípulos y les
muestres el camino de la vida para que por él puedan llegar a ti, que eres el camino y la vida.
Ayúdanos tú, que eres bendito por los siglos de los siglos. Amén.

Para la reconciliación

Te rogamos, Padre, por Jesucristo, Señor nuestro, que recibas nuestras ofrendas, que nos concedas la
gracia de la reconciliación contigo y con los hermanos, para que reconciliados, podamos ofrecerte a ti,
Dios, en el altar de oro que hay en la Jerusalén celestial, ofrendas de alabanza con los ángeles
bienaventurados.
Ayúdanos tú, que eres Dios trino y uno, bendito por los siglos eternos. Diga toda creatura: Amen. Aleluya.

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Oración de árbol bueno

Te rogamos, Abba, Papá, que nos hagas árbol bueno y nos concedas producir frutos dignos por la
conversión, para que, apoyados y enraizados en la raíz de la humildad, y liberados del fuego eterno,
merezcamos alcanzar frutos de vida eterna.
Ayúdanos tú, que eres bendito por los siglos de los siglos. Amén

Para el mandamiento del amor

Te pedimos, Señor Jesucristo, que nos concedas amarte a ti y al prójimo, nos hagas hijos de la luz, no nos
dejes caer en el pecado y nos libres de la tentación del diablo, para que merezcamos alcanzar la gloria de la
luz inaccesible.
Ayúdanos tú, que eres bendito y glorioso por los siglos de los siglos. Amén.

SAN BUENAVENTURA

(Sobre una oración de San Anselmo)

A ti, pues, deseado Jesús, fin de todas las cosas, que sea yo llevado, creyendo en ti, esperando en ti y
amándote con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma, con todas las fuerzas.
Tu solo bastas, tú solo salvas, tú solo eres bueno y suave para los que te buscan y aman tu nombre. Porque
tú eres, ¡oh mi buen Jesús!, redentor de los perdidos, salvador de los redimidos, esperanza de los
desterrados, fortaleza de los que trabajan, dulce consuelo de las almas angustiadas, cetro y corona imperial
de los triunfadores, único premio y alegría de los ciudadanos de la Jerusalén celeste, ínclita descendencia
del Dios sumo y sublime fruto del seno virginal, ubérrima fuente de todas las gracias, de cuya plenitud
todos hemos recibido.

Transfige

Dulcísimo Jesús ,traspasa las entrañas de mi alma con la dulcísima llaga de tu amor, para que
verdaderamente arda, y languidezca y se derrita, y desfallezca con sólo el deseo de ti; desee ser desatado y
estar contigo.
De ti solo tenga hambre, pan de vida, pan del cielo, que del cielo descendiste.
De ti solo tenga sed, fuente de vida, fuente de eterna luz, torrente de eternos deleites.
Por ti solo anhele, a ti solo busque y encuentre, y en ti solo descanse dulcemente.

Oración al niño Jesús

¡Oh dulcísimo y amantísimo niño eterno, recién nacido y antiguo! ¿Cuándo te veremos, cuando te
hallaremos, cuando estaremos ante tu rostro?
Fastidia gozar sin ti, y deleita gozar contigo y llorar contigo. Todo lo que para ti es adverso, para nosotros
es penoso; y lo que te agrada es nuestro deseo indefectible.
¡Oh, si tan dulce es llorar por ti, cuanto más dulce será gozar contigo!
¿Dónde está, pues, el que buscamos? ¿Dónde está aquél a quien deseamos en todo y por sobre todo?
¡Donde está el que ha nacido rey de los judíos, ley de los devotos, luz de los ciegos, guía de los miserables,
vida de los que mueren, salud eterna de los que eternamente viven!

Oración a Jesús crucificado

En verdad, oh Señor Jesucristo, jamás hubo dolor semejante al tuyo, pues fue tan grande la efusión de tu

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sangre, que bañó con ella todo tu cuerpo.


¡Oh buen Jesús!
¡Oh dulcísimo Señor!
Sería extraño que quedara en ti algo de sangre, después de haber manado no gotas, sino ríos de sangre tan
copiosamente por las cinco partes de tu cuerpo; de las manos y los pies en la crucifixión, de la cabeza en la
coronación, de todo el cuerpo en los azotes, hasta del mismo corazón en la herida del costado.
Dime, por favor, oh mi amado Jesús; dime: ¿cómo, habiendo podido bastar una sola gota de tu santísima
sangre para la redención de todo el mundo, permitiste que se derramara toda la sangre de tu cuerpo?
Sé, Señor, y realmente lo sé, que no lo hiciste por otra cosa más que para mostrar con cuánto amor me
amas.

Oración para prepararse a celebrar la Eucaristía

Aquí estoy, oh Padre celestial: renovando la muerte de tu Unigénito Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te
ofrezco esta hostia, que él mismo te ofreció en otro tiempo por mi salvación y la de todo el mundo.
Llevo al altar de tu majestad la víctima viva que tú, con grandísima misericordia, llevaste a inmolar por
nosotros al altar de la cruz.
Acuérdate, entonces, de aquel sacrosanto sudor que, como gotas de sangre, caía hasta el suelo.
Mira aquella carne virginal cruelmente flagelada con azotes, herida con bofetadas, entumecida por los
golpes, afeada con esputos, enrojecida de sangre, traspasada de espinas, fijada con clavos, abierta con la
lanza.
Aquella piedad, pues, que atrajo y venció a tu Hijo para que en la balanza de la cruz liberara los pecados
del mundo, esa misma piedad te obligue, Padre, a compadecerte de nosotros miserables.
Mira el rostro de tu Cristo, te ruego, y no nuestros pecados. Postrados ante ti te presentamos nuestras
súplicas no confiando en nuestros méritos, sino en la multitud de tus misericordias.

Oración para obtener los siete dones del Espíritu Santo

Suplicamos al clementísimo Padre, por medio de ti, su primogénito hecho hombre por nosotros, crucificado
y glorificado, que de sus tesoros envíe sobre nosotros el Espíritu de la gracia septiforme, el cual descansó
en ti en toda su plenitud.
El espíritu de sabiduría para que gustemos el fruto del Árbol de la Vida, que eres tú, y los sabores que
recrean la vida; el don de inteligencia con que sean esclarecidos los ojos de nuestra mente; el don de
consejo para caminar, siguiendo tus huellas, por las sendas de la rectitud; el don de fortaleza para que
podamos triunfar de la violencia de los enemigos que nos hostigan; el don de ciencia para que, llenos de los
fulgores de tu sagrada doctrina, podamos discernir el bien y el mal; el don de piedad para revestirnos de
entrañas de misericordia; el don de temor con que, apartándonos de todo lo malo, dulcemente reposemos
sujetos con reverencia a tu eterna majestad.
Estas cosas nos enseñaste a pedir en la oración del Padrenuestro, y éstas te pedimos ahora, por tu cruz, nos
alcances para gloria de tu santísimo nombre, al cual con el Padre y el Espíritu Santo sea todo honor y
gloria, la acción de gracias, la alabanza y el imperio por infinitos siglos de siglos. Amén.

Para pedir la alegría

Te ruego, Dios mío, que te conozca y te ame, para que eternamente goce de ti. Y si no puedo plenamente
en esta vida, al menos crezca tu conocimiento y tu amor, y que el gozo sea cumplido en el cielo: aquí en
esperanza, allí en realidad.
Oh Señor y Padre, por boca de tu Hijo me aconsejas y aún me mandas pedir – y prometes escuchar- que
mi gozo sea pleno. Pues pido, oh Señor, lo que por tu admirable Consejero me inspiras que pida y me
prometes otorgar: que mi gozo sea pleno.
Entretanto medite este gozo mi mente; hable de él mi lengua; ámelo mi corazón; predíquelo mi boca;

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sienta de él hambre mi alma, sed mi carne; codícielo todo mi ser, hasta que entre en el gozo de mi Dios,
que es Trino y Uno, bendito por los siglos. Amén.

Paráfrasis de la oración del publicano

¡Dios mío, ten piedad de mí pecador! Dios de suma majestad, ten piedad de mí pecador, para que se
manifieste tu poder, según aquello: Tienes misericordia de todos, Señor que todo lo puedes, disimulando
los pecados de los hombres por la penitencia. Dios de suma verdad, ten piedad de mí pecador, para que se
manifieste tu justicia; por tu verdad respóndeme, por tu justicia, por la verdad - diré- que prometiste: La
maldad del impío no le hará sucumbir el día en que se aparte de su impiedad.
Dios de sumo amor, ten piedad de mi pecador, para que se manifieste tu benevolencia: Más tu perdonas
todas las cosas, porque son tuyas, señor que amas la vida, y: Con amor eterno te amé, por eso te a traje
compadeciéndome de ti.
Dios de suma piedad, ten piedad de mí pecador, para que se manifieste tu misericordia, para lo cual oraba
el Profeta en el salmo: Ten piedad de mí, Dios mío, por tu gran misericordia; y: Ten piedad de nosotros,
Dios de todas las cosas, míranos y muéstranos la luz de tus compasiones.

SANTIAGO DE MILÁN

Oración sobre la pasión del Señor

Señor Jesucristo, hiere mi corazón con tus heridas, y embriaga mi mente con tu sangre, para que,
dondequiera que me vuelva, siempre te vea crucificado, y todo aquello que se mire, se me parezca
rubricado en tu sangre, para que buscándote todo de esta manera, nada pueda encontrar fuera de ti, nada
pueda ver sino tus llagas.
Sea éste mi consuelo: contigo, Señor mío, ser herido; sea ésta mi más íntima aflicción: meditar en algo que
no seas tú.
No descanse mi corazón, buen Jesús, hasta que te encuentre a ti, centro suyo; allí se recueste; allí termine
su apetito. Amén.

Otra oración sobre la pasión

Señor, Padre santo, por tu generosidad y la de tu Hijo, que por mi soportó la muerte, y la excelentísima
santidad de su Madre y los méritos del bienaventurado Francisco y de todos los santos, concédeme a mí,
pecador e indigno de todo bien tuyo, amarte solo a ti, arder siempre en tu amor, tener siempre sed de tu
honor, llevar continuamente en el corazón el beneficio de tu pasión, reconocer mi miseria y ser maltratado
y despreciado por todos.
Nada fuera de ti atraiga mi afecto, nada me entristezca sino el pecado. Amén.

BEATO JUAN DEL ALVERNA

Oración de perdón

Te ruego, Señor mío, que no tengas en cuenta mis pecados, sino que, por tu santísima pasión y por la
efusión de tu preciosa sangre, resucites mi alma a la gracia de tu amor.
Porque es tu mandamiento que te amemos con todo el corazón y con todo el afecto: un mandamiento que
nadie puede cumplir sin tu ayuda.
Ayúdame, pues, amadísimo Hijo de Dios, y haz que yo pueda amarte con todo mi corazón y todas mis
fuerzas.

Súplica en la desolación

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Ven en mi ayuda, Señor mío, porque sin ti, salvador mío dulcísimo, yo me hallo en tinieblas y en llanto; sin
ti, cordero mansísimo, me hallo en angustias y temores; sin ti, Hijo de Dios altísimo, me hallo en confusión
y vergüenza; sin ti, yo me siento privado de todo bien y ciego, porque tu eres, Jesús, verdadera luz del
alma; sin ti yo me veo perdido y condenado, porque tú eres vida de las almas y vida de las vidas; sin ti, soy
estéril y árido, porque tú eres la fuente de todo bien y toda gracia; sin ti, yo me siento desolado, porque tu
eres, Jesús, nuestra redención, nuestro amor y nuestro deseo, pan que alimenta las fuerzas y vino que
alegra los corazones de los ángeles y los corazones de todos los santos.
Lléname de tu luz, Maestro graciosísimo y Pastor misericordioso, porque soy tu ovejita, aunque indigna.

Otra oración de perdón

¡Oh Jesús dulcísimo!


ten misericordia de este pobre atribulado;
escúchame por la abundancia de tu misericordia y por la verdad de tu salvación y devuélveme el gozo de
tu rostro y de tu mirada de piedad, ya que de tu misericordia está llena la tierra entera.

PEDRO JUAN OLIVI

Modo en el que se puede dar gracias a Dios por los beneficios recibidos

Te doy gracias, Señor Dios mío, que eres el alfa y la omega, el principio sin principio y el fin sin fin, porque
has creado el cielo y la tierra y todo lo que contienen, y porque te plugo, Señor mío, crear y formar las
creaturas a imagen y semejanza de tu santísima Trinidad, para que puedan participar de tu gracia
admirable.
Te damos gracias, además, santa Trinidad, único Dios vivo y verdadero, porque te has dignado crear al
hombre de una materia tan vil e infundirle el alma a imagen y semejanza tuya y porque has ordenado toda
tu creación a su servicio y porque después de su caída, lo has recreado y restaurado no abandonándolo y
no poniéndolo con el demonio eternamente. ¿Y de donde a nosotros todo esto, sino de tu inefable bondad?
Te doy gracias, oh Señor, porque nos has dado la ley los remedios, la fe y la esperanza que donaste a tus
amigos Abraham, Isaac, Jacob y a los demás patriarcas y profetas y porque les hiciste, dada nuestra
necesidad, ciertas y caras promesas sobre su Hijo y se lo has mostrado en espíritu junto a los otros eventos
que acaecerían y se realizarían con él, con las tribulaciones que padecería para nuestro bien y protección.
Te doy gracias, oh Señor y eterno Dios, por la unión de nuestra humanidad a tu santa divinidad. Oh Señor
¿qué lenguas y que corazones bastarían para agradecerte por tus beneficios?
Te suplico, oh Señor Dios mío, no permitas que yo, por mis pecados, permanezca olvidadizo e ingrato de
tantos y tan excelentes beneficios, sino más bien que brillen en mi alma escuchándolos, meditándolos,
anunciándolos como los resplandores del día durante la aurora.
Te doy gracias, oh Señor y Dios mío, por tu santo nacimiento, tu conducta virtuosa, tu vida pobre colmada
de penas y de angustias. Oh Señor Jesucristo ¿quién reflexiona realmente sobre los dolores y las amarguras
de las que estuvo colmada tu vida?; ¡ay de mi pecador, que siendo causa de todos los sufrimientos, gasté
mi vida en delicias y molicies! Oh Señor Jesucristo ¿de que manera podré yo, miserable, entrar en tu gloria
si tu no has entrado en ella sin grandes dolores?
Así te doy gracias, Señor Jesucristo, por tu cuerpo precioso, que en el santo día de la Cena nos ofreciste
como viático, refugio, alivio, remisión de nuestros pecados. Oh Señor Dios mío Jesucristo, en quien reside
toda dulzura, verdadero luz y amor, abre los ojos de mi alma para que pueda ver claramente sin
interrupción y conocer todas estas realidades. Venga la luz para dispersar las tinieblas de mi alma.
Oh señor dios Padre, que diste a tu pueblo elegido en el desierto, con todo deleite de suavidad y sabor, el
maná en el que estaba prefigurada la dulzura de tu cuerpo precioso y los deleites de tus santas obras y,
sobre todo, el sabor de aquel celeste banquete que se celebra en el sacramento del altar, haz que yo,
indigno pecador, pueda recibir eos sabores en tus dichos y en tus hechos y, especialmente, recibiendo este
sacramento, tu cuerpo preciosísimo y gloriosísimo, para que, gustada la celeste dulzura, mi alma esté
siempre dispuesta a alabarte y amarte. Oh Señor Jesucristo, haz que los sabores falaces de este mundo

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mentiroso y engañoso sean amargos para mí y que sus amores, dolores y bellezas me parezcan hediondos.
Más. por sobre todas las cosas que has hecho, te agradezco sumamente porque quisiste sufrir una pasión
tan inmensa y cruel por creaturas tan viles y prontas a ofenderte. Oh Señor ¿quién podrá escrutar el abismo
de amor que tienes y tuviste por nuestras almas? Oh Señor ¡cuán ignorados tus beneficios y en particular el
de tu pasión!
Abre mi corazón, Señor, más duro que una piedra y más frío que el hielo, y calienta en nosotros tu sangre
preciosísima, que brotó de todas partes de tu sacratísimo cuerpo, e imprime en mi corazón las llagas de tu
cuerpo colmado de amor y de dolor a la vez; y haz que mi corazón y mi cuerpo voluntaria o
involuntariamente, soporten las graves ofensas con las cuales tú eres ofendido por mis pecados, por los
cuales estás tan herido, llagado, clavado al duro leño de la cruz. Manda, oh Señor, el Espíritu Santo a tu
Iglesia para que caliente y haga hervir tu sangre preciosa, que por nuestros pecados e iniquidades se enfrió
en nosotros por completo. Oh Dios mío, ¿por qué que no morimos todos del dolor y la compasión? ¿No
sería mejor, Señor, en lugar de vivir en tanto olvido e ingratitud por tus beneficios? ¿Y no es acaso tu
muerte la muerte que despojó a los infiernos y destruyó nuestra muerte? ¿No es ésta la fuente del agua de
nuestra salvación y de los sacramentos de nuestra redención? ¿No es acaso tu muerte la llave que nos abrió
las puertas del paraíso y en la cual fueron purificados todos nuestros delitos?
En verdad ésta en tu pasión, por la cual todas nuestras ofensas a Dios fueron completamente perdonadas.
En verdad, ésta es la pasión en la cual los santos padres probaran sufrimiento, que profetizaran, por la cual
suspiraran y en cuya virtud los santos apóstoles corrieran con ardor, soportando graves tormentos, duras
muertes, penosísimas pasiones.
Oh Señor mío ¡dónde estamos, tan lejos de ti! Oh Señor, por tu gran misericordia, renueva tu honor en el
corazón de quien te desea. Señor, tú que los has creado, prepárate almas devotas como te preparaste los
santos apóstoles y los gloriosos varones apostólicos. Señor dios, sabemos que nuestros pecados son causa
de tanta dureza y ceguera. Señor dios mío, haz que tu santa pasión sea impresa de tal modo en mi corazón
que, hablando de ella, meditando o escuchando, lo mueva al llanto de la piedad y de la compasión de tu
acerbísima pasión. Esta compasión, Señor Jesucristo, sea para mi corazón alimento y bebida, consuelo y
vida, morada y gloria; la elijo, Señor Jesucristo, por la redención de mis graves pecados no me la niegues.
Así te doy gracias, Señor Jesucristo, por tu santa y gloriosísima resurrección, en la cual nos has dado la
esperanza y la confianza de resucitar de la miseria de esta vida a tu gloria. Concédeme, Señor Jesucristo,
perseverar y llegar al debido fin alcanzando tus sagrados vestigios, pues, en realidad, todo el resto no es
sino engaño y mentira.
Resucita mi alma, Señor Jesucristo, de tantas muertes de pecado en las cuales está completamente
envuelta, ya que creo de verdad que la primera resurrección del alma es aquella de abandonar don disgusto
todo pecado de voluntad y de acción. Y dame eñ firme propósito de servirte, obedecerte, amarte. Te
suplico, Señor mío Jesucristo, que me hagas resucitar, indigno, entre el número de tus santos, sólo por tu
bondad, en cuerpo y alma, con tus amigos beatísimos, en la resurrección general.

Así te doy gracias, Señor Jesucristo, por tu santísima y admirable ascensión. Oh Señor, tanto es el amor
que mostraste por todos los hombres, y tanta y tan abominable la dureza, tibieza e ingratitud de mi corazón
que, aún frente a tal horno ardiente de amor, a tan grande luz domo es tu Hijo, mi alma no llega a ser
encendida, enternecida, sacudida pensando que él se hizo mi hermano, se convirtió en mi padre y garante,
él, que es juez, mi abogado y mi alma todavía no se dirige a tu luz. Señor, creo firmemente que mis graves
y abominables pecados me impidan percibir tanto bien.
Haz, Señor Jesucristo, verdadero amigo que asumiste nuestra naturaleza y la uniste a la divinidad altísima
derribando y superando nuestra muerte, y la colocaste en el cielo por encima de todas las cosas haciéndola
alabar por tus ángeles con tanta reverencia y honor y bendecir con tanto exceso de gozo y de honor que
creatura alguna puede expresar; haz, Señor, que todo el genero humano ennoblecido en tanta admiración,
sea consciente y agradecido. Y permítaseme, simplemente, seguirte, obedecerte, servirte con todo cuidado;
tenga siempre hambre y sed de esto mi alma.

Así te doy gracias, Señor Jesucristo, por el envío del Espíritu Santo, que mandaste a tus santos apóstoles el
día de Pentecostés con tanta fortaleza y plenitud. Oh Señor Dios, cumples con tanta largueza las promesas
hechas a tus amigos, que quienes eran tímidos para hablar, luego no temieron golpizas, tormentos ni
muerte; y los que antes eran ignorantes e iletrados se convirtieron luego en grandes teólogos y maestros; y
los que antes estaban encerrados todos juntos en la casa por temor a los hombres, luego estallaron por todo

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el mundo, y los que antes tenían miedo a la voz de una sola sierva, luego no temieron reyes, tiranos ni
emperadores. Estos son tus compañeros, enviados a cosechar la mies; a través de ellos, Señor Jesucristo,
nos has llamado.

Oh Señor, tu ves donde están ahora tu santa pobreza, que adornaba tan bien a tus apóstoles, la humildad, la
compasión, la piedad, la caridad, el ardiente deseo que tenían en servirte y en honrarte. ¡Oh! ¿Que quedó
de todo esto, sino la autoridad y la fe, pero solamente de palabra? Oh Señor Jesucristo, bien pudiste decir:
Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi.
Te conjuro, Señor Jesucristo, por aquella cara y dulcísima palabra dirigida a Pedro: He orado por ti, para
que tu fe no desfallezca, renueva en tu Santa iglesia verdaderos discípulos devorados por el celo y por el
amor de las almas que tú redimiste con tu sangre preciosa, lleno del espíritu de pobreza y humildad, de
justicia y paciencia y caridad; porque aquellos que hoy gobiernan, realmente, más parecen mercenarios
que pastores.
Oh Señor Jesucristo ¿qué más pedirte? Nosotros necesitamos pastores tan luminosos y virtuosos como lo
fueron tus apóstoles, de lo contrario, muy pronto conservaremos bien poco de tu vida, de tu doctrina y de
las obras que mandas y amas.
Oh Señor Dios, creador de todas las cosas, te doy gracias por mi mismo, ya que solo por tu bondad me has
credo entre tus creaturas más nobles y me has dado un cuerpo dotado de todos los miembros y me has
donado un alma a tu imagen y semejanza. Y te doy gracias porque por tu inefable bondad me has
permitido ser regenerado en la fuente bautismal, ser instruido y nutrido en tu fe, mientras por mis pecados
hubiera merecido, y desde hace mucho tiempo, ser hundido en el infierno.

Así te doy gracias, Señor Jesucristo, porque me soportaste con tanta paciencia, concediéndome el tiempo
para corregirme y hacer penitencia; y porque me constituiste entre tus siervos y me diste la voluntad de
amarte y obedecerte. Confirma, oh Dios, cuanto has realizado en mí y acreciéntalo.
Así te doy gracias, Señor, porque me has creado de la nada y has puesto tantas creaturas hermosas a mi
servicio y para sostén de mi vida corporal.
Así te agradezco, Señor Jesucristo, porque me has dado el sentido, la razón y la inteligencia con las cuales
me guío.
Así te doy gracias, Señor Jesucristo, por todos los demás beneficios que continuamente me otorgas y por
todas las innumerables cosas que has hecho por mi. Concede, Señor Dios, que por todas estas gracias que
me hiciste, haces continuamente y harás aún, sea yo siempre reconocido, agradeciendo sin cesar con
humildad y devoción a tu reverendísima majestad.
Tu que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos.
Amén.

BEATA ANGELA DE FOLIGNO

Lauda
Yo te alabo, Dios amado, sobre tu cruz hice mi lecho, por almohada o cabezal encontré la pobreza, en otra
parte del lecho, para reposar, hallé el dolor junto al desprecio.

Acción de gracias
¡Oh Dios mío, hazme digna de conocer tu profundo misterio, obra de tu ardentísimo e inefable amor, según
lo dispuso el amor de la Santísima Trinidad!: el misterio profundo de tu santísima encarnación que
realizaste por nosotros, que fue el principio de nuestra salvación.
Y dicha encarnación realiza en nosotros dos cosas, lo primero es que nos colma de amor, lo segundo es que
nos vuelve ciertos de nuestra salvación.
¡Oh incomprensible amor! No hay amor más grande que el haberse hecho mi Dios carne para hacerme a
mí Dios.
¡Oh amor eviscerado! Te entregaste para hacerte yo cuando recibiste nuestra forma; no perdiste en ti nada
que te hiciera disminuir tu divinidad, sino que el abismo de tu concepción me hace decir estas palabras
evisceradas. ¡Oh incomprensible, te hiciste comprensible! ¡Oh increado, tú te hiciste creatura! ¡Oh

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impensable, tú eres pensable! ¡Oh intocable, tu puedes ser tocado!


Oh Señor, hazme digna de ver la profundidad del amor altísimo que nos comunicaste en esta encarnación
santísima. ¡Oh feliz culpa, que mereciste mostrarnos la profundidad ocultísima de tu divino amor, que
estaba escondida para nosotros! ¡Oh! En verdad yo no puedo imaginar mayor contemplación. Oh,
Altísimo, hazme capaz de entender este altísimo e inefable amor.

UBERTINO DE CASALE

Oración a Jesucristo
Oh espíritu y alma, vida y corazón nuestro, Jesucristo;
redención, liberación, conversión, contrición y satisfacción nuestra;
fe, esperanza y caridad nuestra;
justicia, pureza y santidad nuestra;
gozo y alegría, y corona de gloria y todo bien nuestro,
que somos y podemos ser y seremos en la eternidad con tu Santísima Madre,
la Madre de todos los santos, María;
Virgen, Madre e Iglesia consagrada en el Triduo de tu muerte,
que fue la única que verdaderamente permaneció ante la majestad paterna,
y que virginal y maternalmente crucificada y unida a Ti en el corazón, la inteligencia y el sentido y el
afecto, pasó absorta y transformada en tus dolores y afecciones sobre todo sentido y sobre todo afecto:
A Ti, crudelísimamente crucificado entre ladrones por nosotros, pecadores, oprobiosamente despojado,
te adoramos, te alabamos y te glorificamos, con el Padre y el Espíritu Santo, por todos los amarguísimos
dolores corporales y espirituales que asumiste para alabanza y gloria del Padre y para cumplir su
obediencia.

Versículos de la vida de Jesús


Jesús engendrado por el Padre
Jesús espirador nacido
Jesús creador ínclito
Jesús que todo lo gobierna
Jesús prometido a los padres
Jesús artesano de la virgen
Jesús anunciado
Jesús enviado de lo alto
Jesús plenamente dotado
Jesús íntimo de Juan
Jesús nacido de Maria.

Jesús conforme a los padres


Jesús prenominado
Jesús fulgurante en la estrella
Jesús a los magos mostrado
Jesús bebe rescatado
Jesús niño fugado
Jesús muchacho que crece
Jesús perdido a la madre
Jesús hallado enseñando
Jesús dulzura amada
Jesús flor a la flor sujeta
Jesús flor acosada
Jesús buen compañero
Jesús asediado

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Jesús que escucha al pregonero


Jesús varón bautizado
Jesús habitante del desierto
Jesús del enemigo tentado
Jesús que recoge a los pequeños
Jesús suplicado por la madre
Jesús pastor que merodea
Jesús vigor fatigado
Jesús indigente por nosotros
Jesús deshonrado
Jesús que hace maravillas
Jesús en palabras sensato
Jesús que aconseja lo perfecto
Jesús que vela por la noche
Jesús que se ocupa durante el día
Jesús que multiplica los panes
Jesús soplo que tranquiliza
Jesús que expulsa la lepra
Jesús medicina dada
Jesús que levanta de la muerte
Jesús que deshace el reato
Jesús ungüento fragante

Jesús transportado en burrito


Jesús rey del mundo que llega
Jesús dignamente alabado
Jesús que se compadece de la ciudad
Jesús lagrimado
Jesús que ingresa en el templo
Jesús armado de celo
Jesús que culmina la alianza
Jesús espiado con dolo
Jesús que sirve a quines le están sometidos
Jesús pan consagrado
Jesús que corrige a Judas
Jesús lecho del amado
Jesús que pronuncia el discurso
Jesús eviscerado
Jesús que prevé las cosas futuras
Jesús que ora postrado
Jesús que sale a la batalla
Jesús rodeado por la turba
Jesús Dios manifestado
Jesús que soporta al impío
Jesús con cadenas atado
Jesús arrastrado cruelmente
Jesús tres veces negado
Jesús escarnecido vilmente
Jesús con el rostro velado
Jesús escupido con torpeza
Jesús abofeteado
Jesús humildemente mudo
Jesús empujado de un lado a otro
Jesús fuertemente ligado
Jesús muy flagelado

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Jesús cruelmente punzado


Jesús duramente herido
Jesús conducido vilmente
Jesús reo proclamado
Jesús despreciado malignamente
Jesús sentenciado
Jesús a la cruz abrazado
Jesús debilitado
Jesús que mira a la madre
Jesús angustiado
Jesús que habla a las devotas
Jesús hachado lozano
Jesús que llega a la cruz
Jesús despojado del vestido
Jesús que se ofrece a la muerte
Jesús duramente levantado
Jesús estandarte que se erige
Jesús tricoloreado
Jesús que divide a los criminales
Jesús todavía blasfemado
Jesús que sacude el orbe
Jesús torturado
Jesús que erige al ladrón
Jesús que da el principado
Jesús que compadece a la madre
Jesús en llanto bañado
Jesús que se derrama en sangre
Jesús manantial desecado
Jesús sediento de amor
Jesús de hiel saciado
Jesús que muere gritando
Jesús de vida privado
Jesús que sucumbe en palidez
Jesús atravesado por la lanza
Jesús que transforma en sí mismo a la madre
Jesús sepultado
Jesús que se dirige al infierno
Jesús que rompe el conato
Jesús que triunfa de entre los muertos
Jesús que se levanta feliz
Jesús la más grande belleza
Jesús prelado del orbe
Jesús conductor del ejército
Jesús al cielo elevado
Jesús dador del Espíritu
Jesús clarificado
Jesús que espira en soplos
Jesús enriquecido en la cruz
Jesús que eleva a la elegida
Jesús jefe laureado
Jesús que glorifica a la madre
Jesús manantial abierto

Jesús que multiplica la prole


Jesús envilecido

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Jesús que engendra a Francisco


Jesús serafín alado
Jesús que establece la norma
Jesús entonces renovado
Jesús nuevamente despreciado
Jesús falsificado
Jesús doctor de los humildes
Jesús resucitado
Jesús de hermosura brillante
Jesús pobre reafirmado
Jesús testigo veraz
Jesús Juez airado
Jesús vencedor magnífico
Jesús esposo adornado
Jesús rey señor de reyes
Jesús fin anhelado

Soliloquio

Exulta, pues, alma mía, en Jesús bueno. En él eres todo lo que eres, y fuera de él no puedes hallarte sino
mal. El es todo para ti. Él es cielo de inmensa grandeza y de eminentísima dignidad. El es tierra; no
ciertamente aquella maldita en su trabajo, que produce cardos y espinas, sino tierra bendita, huerto y
paraíso de felicidad, que da fruto abundante haciéndote participar plenamente de la divinidad, jardín que
contiene todo género de árboles cada cual produciendo frutos según su propia especie.
¡oh bendita especie de fruto y dulcísimo al paladar! Quien lo gusta, alejándose del propio mal, en virtud de
la caridad se siente felicísimo del Señor.
Jesús es para ti agua que apaga todo género de sed mundana; él es para ti aire que respirado da vida, en
cuyo aliento vives de vida divina;
él es para ti fuego ardiente, que en el amarte no dice nunca “Basta”;
él es para ti ángel que da consejos de salvación, y brinda una custodia continua y una protección eterna;
él es para ti tesoro, alimento, lecho, esposo, luz, paz, padre;
él es para ti todo cuanto puedes desear para sentirte plena.
Entra pues en la casa, alma bendita. ¿Por qué permaneces afuera?
Entra bajo la tienda admirable; entra en el paraíso donde se cumple tu regeneración, porque has sido mejor
reformada que creada. Y ya que en Cristo, que es la plenitud de todo don, también tú eres colmada de
dones, gózate en la mesa que Dios con alegría te ha preparado como herencia. En esta tierra bendita que el
corazón de Jesús te ha prometido, no solo rica de leche y miel, sino también de pureza, piedad y dulzura
divina.
Has de saber esto, y no otra cosa. Satisfecha de tu suerte, canta el profeta: Me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad. Y si entiendes bien este esplendor divino que el Señor te ha dado, añade con
alegría: Bendeciré al Señor que me ha hecho comprender estas cosas.

Oración para alcanzar la gracia de la pobreza

Dulcísimo Señor mío, misericordiosísimo Jesús, ten piedad de mí y de Señora Pobreza, pues me siento
angustiado por su amor y sin ella no encuentro descanso.
Señor, tú sabes cuánto la amo;
ahí está en completo desamparo, tan despreciada por todos, que parece una viuda.
La soberana de todos los pueblos es tenida por vil y despreciable;
la reina de las virtudes yace en un muladar y se lamenta de que sus amigos la traten todos con el mayor
desdén
y se hayan vuelto enemigos suyos, y aun los mismos que la desposaron quebranten la fe jurada.
Acuérdate, Señor, que bajaste de la morada de los ángeles a la tierra

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para tomar a esta reina por tu esposa y tener de ella, en ella y por ella hijos perfectos. Acuérdate de la
fidelidad con que te amó:
porque tan pronto como tu alma se unió a tu cuerpo en el seno de la Virgen, ya comenzaron sus tiernos
desvelos. En tu nacimiento te recibió en el establo y en el pesebre, y siendo durante toda la vida
compañera tuya te privó tan completamente de todas las cosas, que ni tuviste dónde reclinar la cabeza.
Cuando comenzaste a librar el combate de nuestra Redención, corrió a asistirte como fiel escudero,
permaneciendo a tu lado en lo más recio de la pelea, y no se apartó de ti cuando todos tus discípulos huían
o renegaban de tu nombre. Finalmente, cuando tu Madre, que al menos te siguió hasta el fin y participó de
tus dolores, cuando una Madre como aquélla no pudo llegar hasta ti por la altura de la cruz, en aquel
momento Señora Pobreza te abrazó más estrechamente que nunca y se unió a tu crucifixión con ávido
entusiasmo.
No quiso la Pobreza que tu cruz fuera labrada con primor, ni que los clavos fuesen suficientes en número,
afilados y pulidos;
sólo preparó tres, y dispuso que fueran rudos y toscos, para hacer más horrible tu suplicio. Y en tanto que
morías de sed, esta fiel esposa hizo que te negasen un poco de agua
y, ayudada de impíos satélites, te preparó un brebaje tan amargo, que tuviste que contentarte con
humedecer con él tus labios.
Expiraste en los amorosos brazos de esta esposa, y ella te rindió los últimos honores cuidando celosamente
que no tuvieras nada propio, ni sepultura, ni ungüentos, ni siquiera un sudario, pues todo fue de prestado.
Asistió a tu Resurrección; y mientras volvías a la vida en sus brazos, ella hizo que abandonaras en el
sepulcro cuanto te habían prestado. Contigo subió a los cielos, y tú le confiaste el sello del Reino con que
deberían ir sellados los escogidos que hayan de seguir el camino de perfección. ¡Oh, quién no amará, pues,
sobre todas las cosas a Señora Pobreza! Por esto te pido en tu nombre, oh pobrísimo Jesús, a título de
privilegio especial y perpetuo, que me concedas a mí y a los míos
la gracia de no poseer cosa alguna en propiedad bajo el cielo, y que mientras vivamos en esta carne
miserable usemos pobremente de los bienes ajenos.

Otro soliloquio sobre la meditación acerca de la vida de Jesús

Oh, alma mía, no te distraigas en otros asuntos ni busques otro alimento, pues Jesús te basta y te sobra,
siempre que se pasta y se multiplique para ti. Y cuanto más pienses en él, tanto más te sobrará, según el
pasaje que dice: Por grandes que sean quienes lo alaben, él sigue siendo más grande.

Sólo a aquéllos para quienes todavía no fue partido y bendecido este pan resulta poca cosa y pequeño;
para aquéllos que, atentos a la actividad externa de Jesús, no han aprendido a conocer su interioridad
sublime en la dignidad de su persona, diciendo:
“¿Para qué sirve meditas tanto y ocupar todo el tiempo de la jornada a tal fin? Es cierto que fue concebido
y que nació, que fue puesto en un pesebre y que recorrió el mundo como un peregrino. ¿Y con eso qué?
Todo esto pertenece al pasado. ¿Para qué sirve perder el tiempo meditando al respecto? Mejor es ocuparse
de otros asuntos más útiles”.
10h estupidez! ¿Qué hay útil fuera de Jesús? Todo aquello que está fuera de él es una pérdida no sólo de
tiempo, sino también de sí mismos, y resulta, además, una amarga fatiga. Alma mía, no escuches a estos
charlatanes, porque no existe nada que dé perfección sino Jesús bendito, y cuanto él se dignó realizas en su
vida terrena.
Quisiera el Cielo, alma mía, que tú pudieras ocupar siempre tu corazón aunque sea en los aspectos
menores de esa vida terrena o en todo aquéllo que de ella se derivó. Considera que es Dios el que se ha
dignado a revelarse a ti en esos actos. Necio es, por lo tanto, no sólo el que se atreve a rebajas esta
meditación, sino también el que no la estima más elevada de toda otra actividad ajena a Cristo.

BEATO JUAN DUNS SCOTO

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Oración para comenzar el estudio

Oh altura de las riquezas de tu sabiduría y de tu ciencia, Dios, que comprendes todo lo


inteligible! ¿Acaso podrás encerrarte en mi intelecto pequeño, tú, ser infinito e incomprehensible?
En verdad, Señor, todo lo hiciste en sabiduría ordenada, para que a cualquier intelecto le parezca
racionalmente que todo ser es ordenado.
Señor, Dios nuestro, de tu naturaleza única, realmente primera, quisiera mostrar de alguna manera, si me lo
concedes, las perfecciones que no dudo están dentro tuyo.
Señor, Dios nuestro, que te proclamaste primero y último, enseña a tu siervo a mostrar con la razón aquello
que con certísima fe cree: que eres el primero eficiente y el primero eminente, y el fin último.
Tú eres el verdadero ser; tú eres todo el ser; esto es lo que creo; esto es lo que quisiera saber, si me fuera
posible.
Ayúdame, Señor, cuando te pregunto cuánto conocimiento acerca del verdadero ser, que eres tú, pueda
alcanzar nuestra razón natural.

BEATO RAIMUNDO LLULL

Los cien nombres de Dios (fragmento)

Oh Jesús, en Belén nacido,


tu eres hombre deificado
y eres Dios humanizado.

Jesús es hombre y divinidad, para que Dios sea participado


y cercano a todo cuanto había creado.
Jesús, concebido por el Espíritu Santo! Tú con la muerte en cruz has redimido al género humano que
estaba perdido.

Jesús, tú has resucitado,


y al cielo has subido,
y juzgarás a todo hombre que ha nacido.

Jesús, en tu ser sensible tendrá gloria el hombre salvado, al ver tu cuerpo deificado.

Jesús, sobre todo por ti


el mundo ha sido creado de la nada, para conferirte honor.

Jesús, que estás constituido como persona de hombre y de divinidad,


ten de nosotros gran piedad.

Jesús, tómanos de nuestro dolor, porque estamos todos como en error


y deseosos de un buen amor.

Jesús, no nos abandones, ya que tú hallarías placer en que todos te pudieran ver.

Jesús, tú eres bondad para nombrar, y para entender, y para recordar,


para servir y para enamorar.

ANÓNIMO (S. XLV)

Oración a Jesús crucificado

Oh; dulcísimo y buen Jesús!

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¡Oh Padre de las luces, de quien procede todo don perfecto! Mira con ojos de misericordia a los que
humildes te confesamos, a nosotros que verdaderamente sabemos que nada podemos hacer sin ti. Tú, que
te diste en precio de nuestro rescate, haz que, aunque menos dignos de tanto precio, nos rindamos a tu
gracia íntegramente, perfectamente y en todo;
y así conformados a la imagen de tu pasión, recobremos también la imagen de tu divinidad que perdimos
pecando, por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Oración a Jesucristo antes de la predicación

Oh, Jesús, benigna vid, ven!


Ven, Señor mío Jesucristo, árbol de la vida plantado en medio del paraíso, cuyas hojas son medicinales
y sus frutos de vida eterna.
¡Oh bendita flor y fruto del tronco bendito, María, Virgen y Madre purísima!,
pues que sin ti ninguno es sabio, porque tú eres la sabiduría del eterno Padre, dígnate nutrir mi mente, débil
y árida, con el pan del entendimiento y el agua de la sabiduría. ¡Oh llave de David!, abre, y me serán
descubiertas las cosas ocultas;
envíame un rayo de tu luz, ¡oh luz verdadera!, y se esclarecerán mis tinieblas.
Manifiéstate a ti mismo, revelándome tus secretos, y otórganos, a mí que hablo y a los que me escuchan, la
posesión de la vida eterna. Amén.

SANTA BRÍGIDA

Alabanza a Jesucristo

Bendito seas tú, ~ Señor Jesucristo, que anunciaste por adelantado tu muerte y, en la última cena,
consagraste el pan material, convirtiéndolo en tu cuerpo glorioso, y por tu amor lo diste a los apóstoles
como memorial de tu dignísima pasión, y les lavaste los pies con tus santas manos preciosas, mostrando así
humildemente tu máxima humildad.
Honor a ti, mi Señor Jesucristo, porque el temor de la pasión y la muerte hizo que tu cuerpo inocente
sudara sangre, sin que ello fuera obstáculo para llevar a término tu designio de redimirnos, mostrando así
de manera bien clara tu amor para con el género humano.
Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que fuiste llevado ante Caifás, y tú, que eres el juez de todos,
permitiste humildemente ser entregado a Pilato para ser juzgado por él.
Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, por las budas que soportaste cuando fuiste revestido de púrpura, y
coronado con punzantes espinas, y aguantaste con una paciencia inagotable que fuera escupido tu rostro
glorioso, que te taparan los ojos y que manos brutales golpearan sin piedad tu mejilla y tu cuello.
Alabanza a ti, mi Señor Jesucristo, que te dejaste ligar a la columna para ser cruelmente flagelado, que
permitiste que te llevaran ante el tribunal de Pilato cubierto de sangre, apareciendo a la vista de todos
como el Cordero inocente.
Honor a ti, mi Señor Jesucristo, que, con todo tu glorioso cuerpo ensangrentado, fuiste condenado a muerte
de cruz, cargaste sobre tus sagrados hombros el madero, fuiste llevado inhumanamente al lugar del
suplicio, despojado de tus vestiduras, y así quisiste ser clavado en la cruz.
Honor para siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que, en medio de tales angustias, te dignaste mirar con amor
a tu dignísima madre, que nunca pecó ni
consintió jamás la más leve falta; y, para consolarla, la confiaste a tu discípulo para que cuidara de ella con
toda fidelidad.
Bendito seas por siempre, mi Señor Jesucristo, que, cuando estabas agonizando, diste a todos los pecadores
la esperanza del perdón, al prometer misericordiosamente la gloria del paraíso al ladrón arrepentido.
Alabanza eterna a ti, mi Señor Jesucristo, por todos y cada uno de los momentos que, en la cruz, sufriste
las mayores amarguras y angustias por nosotros, pecadores; porque los dolores agudísimos procedentes de
tus heridas penetraban intensamente en tu alma bienaventurada y atravesaban cruelmente tu corazón

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sagrado, hasta que dejó de latir y exhalaste el espíritu e, inclinando la cabeza, lo encomendaste
humildemente a Dios, tu Padre, quedando tu cuerpo invadido por la rigidez de la muerte.
Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que con tu sangre preciosa y tu muerte sagrada redimiste las almas y,
por tu misericordia, las llevaste del destierro a la vida eterna.
Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que, por nuestra salvación, permitiste que tu costado y tu corazón
fueran atravesados por la lanza y, para redimirnos, hiciste que de él brotara con abundancia tu sangre
preciosa mezclada con agua.
Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, porque quisiste que tu cuerpo bendito fuera bajado de la cruz por tus
amigos y reclinado en los brazos de tu afligidísima madre, y que ella lo envolviera en lienzos y fuera
enterrado en el sepulcro, permitiendo que unos soldados montaran allí guardia.
Honor por siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que enviaste el Espíritu Santo a los corazones de los discípulos
y aumentaste en sus almas el inmenso amor divino.
Bendito seas tú, glorificado y alabado por los siglos, mi Señor Jesús, que estás sentado sobre el trono en tu
Reino de los cielos, en la gloria de tu divinidad, viviendo corporalmente con todos tus miembros
santísimos, que tomaste de la carne de la Virgen. Y así has de venir el día del Juicio a juzgar a las almas de
todos los vivos y los muertos: tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los
siglos. Amén.

FRANCISCO DE OSUNA

Oración para todos los días

Oh amigo mío muy amable de mi alma,


Bondad benignísima de los que te buscan,
Consuelo y confianza de mi corazón,
Dios deificador de los que se dan a ti,
Esperanza entera de mis entrañas, Fuente de fuego de amor mío gratísimo, Gobernador y gloria mía,
Hartura hambrienta de mis deseos, Justicia justificadora de los tuyos, Muy carísima caridad de los
católicos, Liberalísima largueza y lumbre de mis ojos, Majestad misericordiosa de los menguados, Nobleza
natural y noticia que todo lo sabes, Orden que dispones mejor mis cosas, Padre precioso y posesión de
pobres, Quietisimo descanso de los que en ti se quejan, Refrigerio y refección de los que trabajan en
amarte, Sanidad de los santos enfermos de amor, Tutor y tesorero de los que te temen como hijos,
Voluntad santificadora y victoria de todos los tentados, Vida de la vida mía, Cristianísimo conservador de
los que tu amor conservan, Información sabrosa que boca a boca dices grandes secretos, Celador de mi
alma, ¡Dios mío, ponme por guarda tu amor, porque te amo! ¡Oh, quién nunca te hubiera ofendido!; nunca
más te ofenderé; dame tu favor para ello, pues te quiero bien más que a todo lo criado.

SAN PEDRO DE ALCÁNTARA

Petición especial del amor de Dios (fragmento)

Sobre todas las virtudes, dame, Señor, gracia para que te ame yo con todo mi corazón, con toda mi alma,
con todas mis fuerzas y con todas mis entrañas, así como tú lo mandas. ¡Oh, toda mi esperanza, toda mi
gloria, todo mi refugio y alegría! ¡Oh, el más amado de los amados, oh Esposo florido, Esposo suave,
Esposo melifluo! ¡Oh, dulzura de mi corazón; oh, vida de mi alma y descanso alegre de mi espíritu! ¡Oh,
hermoso y claro día de la eternidad y serena luz de mis entrañas y paraíso florido de mi corazón! ¡Oh,
amable principio mío y suma suficiencia mía!
Apareja, Señor mío, apareja, Señor, una agradable morada para ti en mí, para que, según la promesa de tu
santa palabra vengas a mi y reposes en mí. Mortifica en mí todo lo que desagrada a tus ojos y hazme
hombre, según tu corazón. Hiere, Señor, lo más intimo de mi alma, con las saetas de tu amor y embriágala
con el vino de tu perfecta caridad.

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Sobre el Salmo 50 (fragmento)

Misericordia, Dios mío. No digo Dios mío, ¿por que os dejé por el pecado?; no digo por mi gran miseria,
sino por tu gran misericordia, porque
aunque sea grande mi miseria, es mayor vuestra misericordia. Grande llamo vuestra misericordia, no
porque en vos haya una cosa mayor que otra, pues lo que hay en vos todo es una cosa con vos, y tú no
puedes ser mayor ni menor que ti mismo; pero llamo grande porque en la misericordia, por sus efectos,
siempre te señalaste, porque en todas tus obras eres incomparable y en la misericordia te venciste a ti
mismo. Su misericordia sobre todas sus obras.
Siempre las Escrituras te pintan misericordioso, y en el infierno castigas menos de lo que se merece. La
poca gana que tienes de castigar muestras con Adán, con los de Nínive, con Jericó; y antes del castigo del
mundo con el diluvio, mandas hacer el arca tan despacio, de manera que antes del pecado amenazas con el
castigo porque haya lugar de arrepentimiento y perdón. Todo esto exagera tu misericordia y, por tanto,
misericordia, Dios mío. Tan natural te es haber misericordia como al fuego quemar y al sol alumbrar y
antes dejará el fuego de quemar y el sol de alumbrar, que tú de hacer misericordia. El fuego dejó de
quemar a los tres mozos de Babilonia y el sol dejó de alumbrar en la muerte de tu Hijo, mas de ti nunca se
lee haber dejado la misericordia. Antes dejará el cielo de dar vueltas que tú sobre los pecadores, porque
algún tiempo se paró el cielo y el Jordán volvió atrás. Al altar de tu misericordia me quiero acoger porque
si me buscare la justicia, no me saque de allí por más malhechor que haya sido. Si todo el mundo friese un
gran fuego y en medio de él se echase un manojito de estopas, tardaría menos en quemarse que tú en haber
misericordia de los gemidos del pecador. Por eso, misericordia, Dios mío.
Si el ciervo acosado y mordido de los perros escoge allegarse al hombre porque le tiene por más
misericordioso, ¿por qué no se llegará a ti el amordiscado de los infernales lebreles, y hallará en ti más
misericordia que el ciervo en el hombre?
San Pablo llama a tu Padre Dios de misericordias y la Iglesia llama a tu Madre, Madre de misericordia.
¿A quién puedes parecer, sino a tu Padre y a tu Madre, porque se diga de ti que bien haya el que a los
suyos parece? Por eso, misericordia, Dios mío.
En el mar de misericordia y en la fuente manantial, ¿cómo puede faltar una gota de misericordia, la que yo
pido? Por eso, misericordia, Dios mío.
Encarnaste por misericordia, naciste, viviste, moriste por misericordia; quisiste perder la vida antes que la
misericordia, ¿y te ha de faltar misericordia para un pobre como yo, que con tanta necesidad te la pido?
Por eso, misericordia, Dios mío. Por demasiada clemencia se tendría la de un rey que a un homicida
perdonase muchas veces y el señor a su esclavo que, después de haberle sido
infiel muchas veces, le fiase su tesoro, y el padre a un hijo pródigo, y el marido a una mujer muchas veces
adúltera. ¡Oh, Señor, que a tu misericordia no pusiste tasa ni número, siendo nuestro Rey, Señor, Padre y
Esposo, ni sacas ningún género de pecados! Por eso, misericordia, Dios mío.
Estos que perdonan son hombres que, o cayeron alguna vez, o pueden caer; y los caídos o hicieron o
pueden hacer algún servicio, ¿mas tú, Señor, y yo? No es maravilla que tenga demasiada misericordia
quien nos tiene demasiado amor. San Pablo: Por el gran amor con que nos amó. ¡Oh, puerto seguro de tu
misericordia, adonde con viento próspero llegó la cananea, navegando por el mar de sus tribulaciones llegó
el ladrón a desembocar con la nao de la cruz, cargó de grandes mercaderías que llevó a la celestial región,
cuando, pidiéndote posada sólo en tu memoria, y se la diste en el paraíso! Pidió poco y le diste mucho: en
un mismo día el título y el beneficio. Pues si tan largo fuiste estando penado, ¿qué tanto lo serás estando
reinando, pues el mismo que ahora reina es el que entonces penaba? Señor, oíste a la cananea con esta voz:
misericordia, siendo infiel, ¿cómo al hijo de tu Iglesia no oirás que te pide misericordia, no para su hija,
sino para su alma? Viniste, Señor, a ganar los perdidos, ¿cómo querrás dejar perder los ya ganados?

SAN FRANCISCO SOLANO

Mi buen Jesús

Mi buen Jesús, mi Redentor y amigo:


¿Qué tengo yo que tú no me hayas dado? ¿Qué sé yo que tú no me hayas enseñado? ¿Qué valgo yo si no
estoy contigo? ¿Qué puedo yo si tú no estás conmigo?

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Señor, mi Dios, sin vanidad me hiciste, sin que te lo pidiera me creaste; en crearme y redimirme mucho
hiciste, y menos obrarás de lo que obraste en perdonar la obra que tú hiciste.

Pon tus ojos, Señor, en mí, y ten misericordia de mí, porque yo soy solo y pobre.

FRAY JUAN GÓMEZ

Oración en el día de su profesión

Todas las cosas, Dios mío, tengo renunciadas por ti con ánimo tan liberal, que si como tengo poco que
ofrecerte tuviera cuanto en la tierra creaste, fuera, respecto a mi voluntad, una flaca hoja que se cae del
árbol y el viento se la lleva.
No pusiste los ojos en las barcas y en las redes que dejaron los apóstoles, sino en el amor con que por ti las
dejaron. Este, Dios mío, te ofrezco. A ti solo busco, tú eres la fuente clara y dulce adonde va corriendo
este tu siervo, herido con la saeta de tu divino amor. Encamina mi voluntad, mis obras y pensamientos a ti
como a su verdadero centro, para que naciendo de ti como las aguas del mar vuelvan a ti, obrándolas yo
por ti.

SOR MARÍA DE JESÚS AGREDA

Confesión y acción de gracias

Yo te confieso Dios eterno, Señor del cielo y de la tierra, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo y verdadero
Dios, una sustancia y majestad en trinidad de Personas;
porque sin haber alguna criatura que te dé algo primero para que tú le pagues, por sola tu inefable
dignación y clemencia revelas tus misterios y sacramentos a los pequeños; y porque tú lo haces con
inmensa bondad e infinita sabiduría y en ello te complaces, está bien hecho.
En tus obras magnificas tu santo nombre, ensalzas tu omnipotencia, manifiestas tu grandeza, dilatas tus
misericordias y aseguras la gloria que se te de por santo, sabio, poderoso, benigno, liberal y solo principio y
autor de todo bien.
Ninguno es santo como tú, ninguno es fue como tú, ninguno altísimo fuera de ti, que levanta del polvo al
mendigo, resucitas de la nada enriqueces al pobre necesitado.
Tuyos son, oh Dios altísimo, los términos y polos de la tierra y todos los orbes celestiales. Tú eres Señor y
Dios verdadero de las ciencias; tú mortificas y das vida; tú humillas y derribas al profundo los soberbios,
levantas al humilde según tu voluntad; tú enriqueces y empobreces, para que en presencia no se pueda
gloriar toda carne, ni el más fuerte presuma de su fortaleza, ni el más flaco desmaye y desconfíe en su
fragilidad y vileza.

SAN PASCUAL BAYLÓN

Oración para antes de comulgar

Rey de los cielos, Señor mío Jesucristo, yo, indigno pecador, voy a tu altar, llamado por tu divina voz,
confiado en tu clemencia.
Tú me llamas a tu mesa, dándome a ti mismo en manjar. Por tanto, aunque pequeñuelo,
osaré llegarme al banquete que ordenas para tus fieles.
Suplico a tu majestad salga yo con aquellos frutos que tan alto Sacramento en tus amigos obra. Enfermo
soy, y tú médico de mi salud. Pecador soy, y tú el que haces justos
a los pecadores.

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Pobre soy, y tú rico en riquezas celestiales. Dame, Señor, aumento de fe y crecimiento de caridad,
fortaleza de esperanza y cumplimiento de
-todas las virtudes, con las cuales te sirva y alabe toda mi vida por la fe, y después te goce en el cielo por la
gloria. Amén.

Acción de gracias después de la comunión

Gracias te doy, Padre celestial, que me diste a tu sagrado Hijo, no sólo para librarme de la tiranía de
Satanás, más aún, para consolarme hecho manjar en esta santa hostia.
Gracias te doy, infinito Redentor mío, que con tanga largueza has enriquecido mi alma con tu sagrado
Cuerpo y Sangre. Gracias te doy, Espíritu Santo, Caridad perfecta, porque has visitado mi corazón
y aumentado en él tu santo amor. ¡Oh Señor, si por la virtud de este Sacramento quedase mi alma unida
por amor contigo! Suplico a tu majestad que de aquí en adelante yo no te ofenda más. Séame desabrido el
mundo y sus honras; del todo mi espíritu enseñoree a mi flaca carne, y, con tu favor, gane yo perfecto
triunfo del demonio.
Crezca en mi tu santo amor, la fe y la esperanza sean del todo perfectas en mí;
para que mi alma vaya creciendo de virtud en virtud, hasta que vea y goce por clara visión de lo que aquí
adora en fe, y posea con alegría de perpetua gloria al que, encerrado y encubierto, recibí en esta santa
hostia. Amén.

SAN JOSÉ DE CUPERTINO

Breve invocación a Jesús


Jesús, Jesús, Jesús! ¡Ven, ven, consuélame tú! ¡Ven, ven, no tardes! Sin ti no puedo estar; sin ti no puedo
más. ¡Ven, ven, consuélame tú!

FRAY FRANCISCO DE PAULA CASTAÑEDA

Memento personal de todas sus Misas

Eterno Padre, mi Dios y Señor, yo te ofrezco este sacrificio tan agradable a tus
divinos ojos por todo el linaje humano, a quien te suplico se haga servible.
Te lo ofrezco también por la intención de Cristo en la cruz, con quien yo también me entrego en hostia, en
sacrificio, en holocausto, por la salud espiritual y temporal de todo el mundo, por los que se han
encomendado a esta Misa, por mis amigos y enemigos, por las personas de mi especial obligación, según el
orden de caridad y de justicia y por aquéllas que yo alguna vez hubiere escandalizado.

ORACIONES A MARÍA

DE LOS PADRES Y AUTORES ANTIGUOS

San Germán de Constantinopla

Tú, oh purísima y piadosísima Señora, auxilio de los cristianos, refugio siempre pronto de los pecadores, no
nos dejes sin tu ayuda. Abandonados por ti, ¿adónde nos refugiaremos?

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¿Qué será de nosotros, oh santísima Madre de Dios, que eres el espíritu y el aliento de los cristianos? En
efecto, así como la respiración es cierto signo de vida en nuestro cuerpo, la presencia ininterrumpida de tu
nombre en nuestros labios, pronunciado en toda circunstancia, y lugar, y tiempo, es indicio de vida, de
alegrías y de socorro; y no solo indicio, sino también causa.
Cúbrenos con las alas de tu bondad, sé nuestro amparo con tu intercesión, ase4iranos la vida eterna, tú que
eres la esperanza infalible de los cristianos.
Deja, pues, que nosotros, que estamos despojados de obras y virtudes divinas, al ver la riqueza de bondad
que Dios nos ha concedido por medio de ti, digamos: La tierra está llena de la misericordia de Dios. Por
ti nosotros, alejados de Dios a causa de nuestros pecados, hemos buscado a Dios y, una vez que lo
hallamos, hemos sido salvados. Tu ayuda, oh Madre de Dios, es tan poderosa que no tenemos necesidad de
ningún otro abogado. Conociendo todo esto y habiendo experimentado en el peligro la abundancia de tu
socorro cada vez que te invocamos, nosotros, tu pueblo, tu herencia, tu rebaño, llamado cristiano por el
nombre de tu Hijo, recurrimos a ti.
En verdad tu magnificencia no tiene fin, tu socorro es insaciable. Tus dones sin número. Nadie se salva
sino por ti, oh santísima. Nadie es liberado del mal sino por ti, oh inmaculada. Nadie recibe un favor sino
por ti, oh castísima. Nadie obtiene misericordia sino por ti, oh la más bendita.
¿Quién, pues, no te llamará bienaventurada? ¿Quién no te alabará? ¿Quién no te glorificará, aunque no
como mereces, pero ciertamente con todo su empeño, oh gloriosa, oh bendita, que has recibido de tu Hijo
Jesucristo cosas tan grandes que todas las generaciones te bendicen?
¿Quién como tú, en el sentido de tu único Hijo, protege al género humano? ¿Quién como tú nos defiende
en las adversidades? ¿Quién nos arranca de la violencia de las tentaciones con más prontitud que tú?
¿Quién se compromete tanto por aquellos que no dan ninguna esperanza de enmienda?
Sólo tú, en efecto, que gozas de confianza y de autoridad ante tu Hijo,
aunque casi condenados e incapaces de volvernos hacia el cielo, nos salvas con tus súplicas y nos liberas
del eterno suplicio. Por eso recurre a ti el que está afligido. El que sufrió una injusticia se dirige a ti. El que
se halla enredado en el mal pide tu ayuda.
En ti, oh Madre de Dios, todo es increíble y maravilloso; todo supera los confines de la naturaleza y de
nuestra capacidad e inteligencia. Y tu protección también, va más allá de cuanto nosotros podemos
comprender. Nos has reconciliado a nosotros, en efecto, rechazados y enemistados con Dios, por medio de
tu Hijo; nos has unido a Dios y nos has hecho sus hijos y herederos.
Tú ofreces cada día tu mano a los náufragos del pecado y los salvas de las olas. Tú, a la sola invocación de
tu nombre, oh santísima, rechazas los asaltos que el malvado enemigo realiza contra tus siervos y los salvas
y los pones al resguardo. Tú liberas de toda tribulación y de toda suerte de tentación a aquellos que se
dirigen a ti y los previenes, oh inmaculadísima.
Por eso corremos premurosos a tu templo, dentro del cual nos parece estar en el paraíso. En él, en efecto,
mientras cantamos tus alabanzas, nos parece estar siendo parte de los coros angélicos.
¿Qué estirpe de hombres ha tenido jamás tal esplendor, tal defensa, tal patrona, fuera del pueblo
cristiano? ¿Quién, fijando los ojos sobre tu venerable cintura, oh Madre de Dios, no se siente colmar de
alegría? ¿Quién se ha arrodillado ante ella y se ha ido sin obtener la gracia que pedía? ¿Quién, mirando tu
imagen, no se ha olvidado enseguida de todas sus adversidades? Mas no se puede expresar con palabras de
cuánta alegría, gozo, y placer están llenos los que vienen a venerar tu templo.
¡Oh, urna de la cual nosotros, quemados por el ardor del mal, tomamos el maná del refrigerio! ¡Oh, mesa
gracias a la cual nosotros, que moríamos de hambre, sobreabundamos del pan de la vida! ¡Oh, candelabro
por cuyos fulgores nosotros, que habitábamos en las tinieblas, Somos envueltos por una inmensa luz!
Tú has rendido a Dios la alabanza que merece; pero no rechaces la nuestra, ya que, aunque indigna e
inadecuada, al menos está hecha con todo nuestro amor. No rechaces, oh entre todas bendita, la alabanza
expresada por nuestros labios impuros, porque nace de un alma que te ama. No desprecies las palabras de
una lengua indigna, sino ten en cuenta nuestro gran amor, y obtennos de Dios el perdón de los pecados, la
cancelación de toda mancha, y la alegría de la vida eterna.
Mira desde tu santo trono esta corona de pueblo que te rodea y que venera como a su Señora y patrona,
que ha venido libremente para celebrar
tus alabanzas, oh Madre de Dios, y líbrala de todo mal con tu materna atención; protégela de todo género
de enfermedad, de todo género de impureza, de toda injusticia; cólmala de toda alegría, de salud, de toda
gracia; y al regreso de tu Hijo, nuestro clementísimo Señor, cuando seremos llamados ante el juez, con tu
brazo poderoso —y tú puedes, ya que eres su Madre— haz que podamos evitar el fuego eterno y obtener

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la eternidad del paraíso, por gentil don de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

San Cirilo de Alejandría

Oración pronunciada en el Concilio de Éfeso

Te saludamos, María, madre de Dios, tesoro digno de ser venerado por todo el orbe, lámpara inextinguible,
corona de la virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de aquel que no
puede ser contenido en lugar alguno, madre y virgen, por quien es llamado bendito, en los santos
Evangelios, el que tiene en nombre del Señor.
Te saludamos a ti, que encerraste en tu seno virginal a aquel que es inmenso e inabarcable; a ti, por quien
la santa Trinidad es adorada y glorificada; por quien la cruz preciosa es celebrada y adorada en todo el
orbe; por quien exulta el cielo; por quien se alegran los ángeles y arcángeles; por quien son puestos en fuga
los demonios; por quien el diablo tentador cayó del cielo; por quien la creatura, caída en el pecado, es
elevada al cielo; por quien toda la creación, sujeta a la insensatez de la idolatría, llega al conocimiento de
la verdad; por quien los creyentes obtienen la gracia del bautismo y el óleo de la alegría; por quien han
sido fundamentadas las iglesias en todo el orbe de la tierra; por quien todos los hombres son llamados a la
conversión.
Y ¿qué más diré? Por ti el Hijo unigénito de Dios ha iluminado a los que vivían en tinieblas y en sombra de
muerte; por ti los apóstoles predicaron la salvación a los gentiles; por ti los muertos resucitan; por ti reinan
los reyes, por la santísima Trinidad.

Santiago de Sarug

Hijo de la Virgen, haz que yo hable de tu Madre, por más que confiese que la palabra acerca de ella es
superior a nosotros. Un cántico de admiración ahora a hablar me mueve,
y vosotros, prudentes, con el oído del alma, con amor escuchad.
El misterio de María se agita en mí, para que lo muestre con admiración, vosotros, con prudencia, disponed
vuestras mentes.
La Virgen santísima hoy me llama a hablar de ella, purifiquemos el oído para su bello misterio, para que no
sea deshonrado.
Cielo segundo, en cuyo seno habita el Señor de los cielos
y desde ella resplandeció para expulsar las tinieblas del mundo.
Bendita entre las mujeres, por quien la maldición de la tierra fue erradicada, y la pena de condenación ya
desde ella y para siempre tuvo fin.
Pura y casta, y de belleza y santidad colmada, y pequeña es mi boca para hacer de ella palabra. Hijita de
los pobres, que en madre del Señor de los Reyes se ha convertido, y dio riqueza al mundo pobre para que
de ella viviera.
Nave que de la casa del Padre tesoros y bienes ha traído, y vino a repartir la riqueza sobre la tierra que no
la poseía.
Campo bueno que, sin semilla, dio gavillas, del cual sin ser arado creció gran renta.
Eva segunda que entre los mortales la vida ha engendrado, y pagó y arrancó la condena de su madre Eva.
Niña que a la antepasada postrada ha ofrecido ayuda, y de la caída a la cual la empujó la serpiente la ha
levantado...
Es más fácil pintar el sol con su luz y su calor, que hablar con honor del misterio de María. Acaso se pueda
comprender en colores el disco de los rayos, mas el discurso acerca de ella no se agota en los oradores.
A todas las mujeres miró, queriendo nuestro Señor descender a la tierra, y una se eligió, que era entre todas
bella. A ésa la escrutó, y humildad y santidad halló en ella, y bellos pensamientos y un alma de la divinidad
enamorada, y un corazón puro y todos pensamientos de plenitud; y por eso la eligió pura y de hermosura
llena. Desde su lugar descendió y habitó en la bendita de las mujeres,
porque no había en el mundo ninguna compañera comparable a ella.

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La sola humilde, pura, bella e inmaculada, que fue hecha digna de ser su madre, y no otra. Era prudente y
llena de amor de Dios, ya que no habita nuestro Señor donde no reina el amor. Bienaventurada, que el
Espíritu Santo acogió y purificó, limpió, y templo la hizo y el Señor de los cielos en su morada habitó.
Bienaventurada, porque subsiste la belleza grande de su virginidad, y cuyo nombre en los siglos
resplandece grandemente.
Bienaventurada aquella por cuya obra llegó la alegría a los hijos de Adán, y por quien los caídos,
precipitados de la casa del Padre, se alzaron.
Bienaventurada, en cuyo seno pequeño y sin adornos habitó el Grande, del cual están llenos los cielos, que
para él son pequeños.
Bienaventurada, que dio a luz al Antiguo que engendró a Adán, por la cual se renovaron las creaturas
envejecidas.

Rabbula de Edesa

Himno

¡Alégrate, María, madre de Dios toda santa, maravilloso y espléndido tesoro del mundo,
luz radiante, habitación del Incomprensible, templo puro del Creador de todas las cosas! Alégrate, porque
a través tuyo nos ha sido anunciado aquél que ha quitado los pecados del mundo y lo ha redimido.
¡Cómo te alabaremos, oh humilde, tú que eres toda santa, tú que concedes a todos los fieles la ayuda y la
fortaleza!
Nosotros todos, en este mundo, miramos a lo alto y aguardamos la esperanza de la salvación de ti, oh
humilde.
Refuerza nuestra fe y brinda la paz a todo el mundo.
Por eso nosotros los fieles te alabamos como trono de querubines y como aula de Dios en el tiempo. Ruega
e implora por todos nosotros, para que nuestra alma sea salvada de la ira que viene. Oh madre purísima,
ayúdanos a nosotros, pobres, como acostumbras. Tú ves cómo nosotros, hijos de la tierra, nos acercamos al
fin y nos perdemos. Impétranos por eso la gracia con tu intercesión, oh Virgen pura y santa. Suplica
continuamente por nosotros, para que nuestra maldad no nos lleve a la ruina y vuélvete a nosotros, oh
bendita, mientras ruegas a tu Unigénito, el Hijo salido de ti, para que tenga piedad de nosotros por tu santa
oración. Alégrate, oh nave que trae a los hombres la vida nueva.
Alégrate, oh roca santa, a la cual descendió el rey de los reyes para habitar en ella.
Alégrate, oh Virgen humilde, madre de Dios. ¡Ea, pues, bendita! ¡Ea, pues, bienaventurada! Acerca por
nosotros a tu Unigénito, al Hijo salido de ti, todas nuestras súplicas, para que tenga piedad de nosotros por
tu santa oración.
Oh santa, intercede ante tu Unigénito por los pecadores que en ti buscan refugio. Porque todos los flagelos
por los cuales fue golpeada la generación anterior están prontos para nosotros y nos golpean. Mira cómo el
corruptor ha tendido el arco y pone las flechas sobre la cuerda para golpear, como él suele hacer. Mira
todos estos signos premonitorios en el cielo y sobre la tierra y los golpes que estrujan el corazón.
Por esto nos refugiamos en ti, para poder gritar a tu Hijo pidiéndole:
¡Tú que castigas los corazones soberbios, oh Cristo, tú que castigas y vuelves a sanar, corrígenos con tu
misericordia y adquiérenos con
tu gracia; usa tu indulgencia y ten misericordia de nosotros!

Balaj el Sirio

Oración

Feliz de ti, María, porque en ti han hallado solución los enigmas y los misterios anunciados por los
profetas.
Moisés te representó en la zarza ardiente y en la nube, Jacob en la escala, David en el arca de la alianza y
Ezequiel en la puerta cerrada y sellada. Y he aquí que hoy, con tu parto, todos aquellos misterios han sido
cumplidos. Alabado sea el Padre que ha enviado a su Hijo unigénito, surgido de María, liberándonos del

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error y glorificando su memoria sobre la tierra y en el cielo.


Feliz de ti, María, que lo has concebido. Feliz porque lo diste a luz. Feliz porque has nutrido a aquel que a
todos nutre. Feliz porque has llevado en tu seno al fuerte que lleva el mundo en su poder y que todo lo
gobierna. Feliz y bendita porque tus labios han besado la llama que consume al hijo de la estirpe de Adán.
Feliz de ti, porque desde tu seno se ha irradiado un esplendor que se difunde sobre toda la tierra, que ahora
te llama bienaventurada. Feliz de ti, porque con tu leche has alimentado a Dios, el cual, en su misericordia,
se hizo pequeño para engrandecer a los miserables.
¡Gloria a ti, oh nuestro refugio!
¡Gloria a ti, oh nuestro orgullo! Porque por obra tuya nuestra raza ha sido elevada al cielo.
Suplica a Dios, nacido de ti, que mande paz y calma a su Iglesia. Por la fuerza de tus plegarias, oh madre
del Altísimo, conceda a la tierra y a sus habitantes la paz plena.
Alabanza a aquél que ha surgido de María, que la ha hecho su madre y que en ella se ha hecho niño.
Bendito sea el rey de los reyes que se hizo hombre y que ha elevado la raza humana a la altura del paraíso.
Alabanza a aquél que lo ha enviado para nuestra redención y gloria al Espíritu Santo que borra nuestros
pecados.

San Juan Damasceno

Súplica a María en su Tránsito

Acepta la buena voluntad que trasciende la capacidad, dónanos la salvación, libéranos de los vicios del
alma, sana los males del cuerpo, derrota a los adversarios, permítenos conducir una vida tranquila y
dónanos la luz del Espíritu.
Inflámanos de amor por tu Hijo, y haz de manera que nuestra vida le agrade.
Permítenos que, después de hacernos partícipes de su bienaventuranza, viendo resplandecer en ti la
gloria de tu Hijo, podamos cantar himnos sagrados en la alegría eterna, junto a aquellos que celebran
dignamente la solemnidad del Espíritu, en honor de aquel que, por medio tuyo, ha realizado nuestra
salvación, Cristo, Hijo de Dios y Dios nuestro, al cual sea la gloria y el poder junto con el Padre y el
Santísimo y vivificante Espíritu, ahora y siempre, por los infinitos siglos de los siglos. Amén.

San Bernardo

Ahora, ¡oh Madre de misericordia!, postrada humildemente a tus pies como la luna,
te ruega la Iglesia con devotísimas súplicas que, constituida mediadora entre ella y el sol de justicia, por
aquel sincerísimo afecto de tu alma, le alcances el que en tu luz vea la luz de ese sol rutilante, que en
verdad te amó más que a todas las demás creaturas y te adornó con las más preciosas galas de gloria,
poniendo en tu cabeza corona de hermosura. Llena eres de gracia, llena de celestial rocío, sostenida por el
Amado y rebosando delicias.
Alimenta hoy, Señora, a tus pobres:
los mismos cachorritos también coman de las migas que caen de la mesa de su Señor; no sólo al siervo de
Abraham, sino también a sus camellos
dales a beber de tu copioso cántaro;
porque tú eres verdaderamente aquella doncella de antemano elegida y preparada
para desposarse con el Hijo del Altísimo, el cual es sobre todas las cosas Dios bendito en los siglos. Amén.

DE LA TRADICIÓN FRANCISCANA

San Antonio de Padua

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María, Estrella de la mañana

Te rogarnos, Señora nuestra, que tú, Estrella de la mañana, alejes con tu esplendor la niebla de la sugestión
diabólica, que cubre la tierra de nuestra alma; tú que eres la luna llena, llena nuestro vacío, ahuyenta las
tinieblas de nuestros pecados, a fin de que merezcamos llegar a la plenitud de la vida eterna, a la luz de la
gloria imperecedera.
Ayúdenos el Señor, que te creó para que seas nuestra luz;
el que, para nacer luego de ti, hizo que nacieses tú. A él es dado el honor y la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.

Maria del pesebre

Te rogamos, Señora nuestra, anta Madre de Dios, que en el nacimiento de tu Hijo, a quien diste a luz
siendo virgen, lo envolviste en pañales y reclinaste en el pesebre, nos obtengas de él el perdón y que, con
el ungüento de tu misericordia, cures la quemadura de nuestra alma, que contrajimos con el ffiego del
pecado, a fin de que merezcamos llegar al gozo de la Fiesta eterna.
Ayúdenos él mismo, que se dignó nacer de ti, Virgen gloriosa, al cual es dado honor y gloria por los siglos
de los siglos. Amén.

Maria, Olivo bendito

Te rogarnos, ínclita Madre de Dios, ensalzada por encima de los ángeles,


que llenes con la gracia celestial el cáliz de nuestro corazón;
que lo hagas resplandecer con el oro de la sabiduría;
que lo fortalezcas con el poder de tu virtud; que lo adornes con las piedras preciosas de las virtudes;
que derrames sobre nosotros el óleo de tu misericordia, tú, Olivo bendito, para que cubras la multitud de
nuestros pecados, a fin de que merezcamos ser levantados a la altura de la gloria celestial
y ser bienaventurados con los bienaventurados. Ayúdenos Jesucristo, tu Elijo, que te exaltó por encima de
los coros de los ángeles, te puso la corona de Reina y te sentó en el trono de la luz eterna. A él es dado
honor y gloria por los siglos de los siglos.
Diga toda la Iglesia: ¡Amén, Aleluya!

San Buenaventura

Oración a Maria al pie de la cruz

Y ahora, ¿qué lengua será capaz de expresar, o qué entendimiento de comprender, oh Virgen santa, el peso
de tus desolaciones? Presente en todos esos martirios, participando en todos ellos, viste con tus propios
ojos aquella carne bendita y santa, que tá virginalmente concebiste, y tiernamente alimentaste y criaste a
tus pechos, y tantas veces reclinaste en tu seno y besaste juntando labios con labios; la viste desgarrada
por los azotes, penetrada de espinas.
La viste herida con la caña, injuriada a puñetazos y bofetadas, y taladrada con clavos, pendiente en el
madero de la cruz, más y más rasgada por su propio peso, expuesta a todos los escarnios y, al final,
abrevada de hiel y de vinagre.
¡Y le viste el alma! Viste con los ojos del alma aquella alma divinísima repleta de la hiel de todas las
amarguras, sacudida por los estremecimientos del espíritu, llena de pavor y de molestias, agonizante,
acongojada, turbada, abatida por la tristeza y el dolor, en parte por el ardiente celo de reparar el honor de
Dios, violado por el pecado, en parte por la afectuosa conmiseración de nuestras miserias, en parte por la

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compasión que de ti,


su Madre dulcísima, tenía cuando, desgarrado el corazón, viéndole presente, te dirigió una mirada de
piedad y aquella dulce despedida: Mujer, aquí tienes a tu hijo, para consuelo de tu alma angustiada,
porque sabía que tu estabas traspasada con la espada de la compasión más fuertemente que si hubieras
sido herida en tu propio cuerpo.

Santiago de Milán

Meditación en el Viernes Santo

Junto a la cruz de Jesús estaba su madre

Oh Señora mía, ¿dónde estás? ¿Acaso junto a la cruz? Ciertamente, en la cruz con el Hijo, allí estás
crucificada con él. Sólo que él en el cuerpo, y tú en el corazón; y las heridas repartidas por su cuerpo están
todas unidas en tu corazón.
Allí, Señora, lanceado está tu corazón, allí clavado, allí coronado de espinas, allí burlado, rechazado y
colmado de afrentas, saciado de hiel y de vinagre. Oh, Señora, ¿por qué fuiste a ser inmolada por nosotros?
¿No nos resultaba suficiente la pasión del Hijo si no era crucificada también la madre? ¡Oh corazón de
amor! ¿Por qué te convertiste en bola de dolor? Miro tu corazón, Señora, y ya no veo un corazón, sino
mirra, ajenjo y hiel. Busco a la madre de Dios y encuentro salivazos, latigazos y heridas, porque te has
convertido totalmente en estas cosas. ¡Oh llena de amargura! ¿Qué has hecho? ¡Por qué convertiste el vaso
de santidad en un vaso de sufrimiento?
¡Oh Señora! ¿Por qué no te quedaste sola en tu habitación? ¿Por qué fuiste al lugar del Calvario? No es tu
costumbre, Señora, acudir a ese tipo de espectáculos. ¿Por qué no te retuvo el pudor virginal? ¿Por qué no
te retuvo el miedo de mujer?
¿Por qué no te retuvo el horror de los criminales? ¿Por qué no te retuvo la torpeza del lugar? ¿Por qué no
te retuvo la multitud y el gentío? ¿Por qué no te retuvo la detestación del mal? ¿Por qué no te retuvo la
vehemencia del griterío? ¿Por qué no te retuvo el delirio de los imbéciles? ¿Por qué no te retuvo esa
caterva de demonios?
Nada de eso tuviste en cuenta, Señora, porque tu corazón estaba friera de sí por el dolor, no estabas en ti,
sino en la aflicción del Hijo, en las heridas del único, en la muerte del amado.
Tu corazón no consideraba el pueblo, sino la herida; no la presura, sino la fisura; no el clamor, sino el livor;
no el horror, sino el dolor.
Regresa, Señora, al lugar de antes, no sea que con el golpe al pastor te perdamos también a ti. ¿Por qué
somos privados, en una hora, de la protección de ambos? No se acostumbra, Señora, que las mujeres sean
condenadas a tal género de muerte, ni la sentencia ha sido promulgada contra ti.
Pero creo que no puedes escuchar esto, porque estás repleta de amargura, todo tu corazón estaba vuelto,
Señora, hacia la pasión de tu Hijo. ¡Oh cosa digna de admiración! Estás toda en las heridas de Cristo, todo
Cristo está crucificado en las íntimas entrañas de tu corazón. ¿Cómo es esto posible: que aquél que
contiene se halle en el contenido? ¡Oh
hombre, hiere tu corazón si quieres comprenderlo! Abre tu corazón con los clavos y la lanza, y penetrará la
verdad. No entra el sol de justicia en un corazón cerrado.

Mas, oh Señora herida, hiere nuestros corazones y renueva en ellos la pasión de tu Hijo. Une tu corazón
herido al nuestro, para que seamos heridos contigo en las heridas de tu Hijo. ¿Por qué, Señora, no tengo al
menos este corazón tuyo, de modo que, mire donde mire, siempre te vea clavada con tu Hijo?
Oh Señora, si no quieres darme a tu Hijo crucificado ni tu corazón herido, te pido que al menos me des las
contumelias, las burlas, las afrentas y todo lo que sentiste dentro tuyo en todo ello. ¿Qué madre, en efecto,
no se quitaría gustosa los sufrimientos de sí misma y de su Hijo para ponerlos en su siervo? O, si estás tan
embebida en estas cosas que no quieres separadas ni de ti ni de tu Hijo para dárselas a alguien, por lo
menos, Señora, úneme a mí, indignísimo, a aquellas ignominias y a aquellas heridas, para que a ti y a tu
Hijo les sirva de alivio tener un compañero en las penas. ¡Oh, qué feliz sería si pudiera asociarme aunque
más no sea a las heridas! Sí, Señora mía, ¿qué hay hoy más grande que tener el corazón unido a tu corazón

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abierto y al cuerpo atravesado de tu Hijo? ¿No está tu


corazón lleno de gracia? Y si está abierto, ¿cómo no pasaría esa gracia al corazón que se le una? Y si tu
Hijo es la gloria de los bienaventurados; ¿cómo, estando atravesado, no derrama la dulzura de aquella
gloria en el corazón unido a él? No entiendo cómo puede ser de otra manera, pero temo que a veces
estamos muy lejos y creemos estar cerca.

Oh, Señora mía, ¿por qué no me das lo que te pido? Si te he ofendido, hiere mi corazón por justicia; si te he
servido, entonces te pido lo hieras por gracia. ¿Y dónde está, Señora, dónde está tu piedad, donde está tu
inmensa clemencia? ¿Por qué te has vuelto cruel para mí, tú que siempre fuiste benigna? ¿Por qué te me
has vuelto avara, tú que siempre fuiste generosa y magnánima? No te pido, Señora, ni el sol ni las estrellas,
sino las heridas. ¿Cómo puede ser que seas tan avara de ellas? Quítame la vida corporal, Señora, o hiere mi
corazón. Es para mí vergonzoso y oprobioso ver a mi Señor herido y a ti, oh Señora mía, herida con él,
mientras yo, vilísimo siervo, paso ileso. Sé muy bien qué haré: te lo suplicaré sin interrupción y con clamor
y lágrimas, echado a tus pies, y seré muy importuno para ti; dame lo que te pido, y aunque me empujes
para que me vaya, seguiré insistiendo y soportaré tus flagelos hasta yerme herido donde-
quiera, pues no son sino heridas lo que te pido. Si, en cambio, sin golpe alguno quisieras ablandarte,
perseveraré constante y recibiré tus caricias, y esas mismas caricias herirán mi corazón con tu amor. Por el
contrario, si no dijeras ni hicieras nada, entonces herirá mi corazón la tristeza y el dolor, y no me habré
retirado sin herida. Amén.

Sor María de Jesús Agreda

Te confieso soberana Reina de los cielos, María santísima, digna Madre de mi Señor Jesucristo, templo
vivo de la divinidad y depósito de los tesoros de su gracia, principio de nuestro remedio, restauradora de la
general ruina del linaje humano, nuevo gozo de los santos, gloria de las obras del Altísimo y único
instrumento de su omnipotencia. Te confieso por Madre dulcísima de misericordia, refugio de los
miserables, amparo de los pobres y consuelo de los afligidos;

y todo lo que en ti, por ti y en ti confiesan los espíritus angélicos y los santos, todo lo confieso, y lo que en
ti y por ti alaban a la divinidad y la glorifican, todo lo alabo y glorifico, y por todo te bendigo y magnifico,
confieso y creo.
Oh Reina y Señora de todo lo creado, que por tu sola y poderosa intercesión y porque tus ojos de
clemencia me miraron, por esto convirtió a mí tu Hijo santísimo los de su misericordia, y mirándome como
Padre, no se dignó por ti de escoger a este vil gusanillo de la tierra y la menor de las criaturas para
manifestar sus venerables secretos y misterios. No pudieron extinguir su caridad inmensa las muchas aguas
de mis culpas y pecados e ingratitudes y miserias, y mis tardas y torpes groserías no pusieron término ni
ahogaron la corriente de la divina luz y sabiduría que me ha comunicado.

Fray Juan Gómez

Breve exclamación a María

Oh virgen María, Señora mía,


con sólo oír tu nombre el paladar se saborea,
la boca se hace un panal de miel y mi alma se alegra y regocija.
Si la memoria de tu nombre alegra, y vuelve el alma al cuerpo,
¿qué será tu presencia dulce y apacible en la gloria?

DE AUTORES VARIOS

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Card. Eduardo Pironio

María, Madre de los pobres

Madre de los pobres, hay mucha miseria en nuestros pueblos. Falta el pan material en muchas mesas, falta
el pan de la verdad en muchas mentes, falta el pan del amor en muchos hombres, falta el pan del Señor en
muchos pueblos. Tú conoces la pobreza y la viviste, danos alma de pobres para ser felices; pero alivia la
miseria de los cuerpos y arranca del corazón de tantos hombres el egoísmo que empobrece. Nuestra Señora
de América, ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza, peregrina con nosotros hacia el Padre.
Amén.

Card. Carlo Maria Martini

Contigo, María

María, madre de Jesús y madre nuestra, nos ponemos junto a ti bajo la cruz de tu Hijo, con el deseo de que
tú nos hagas entrar en el misterio de su vida y de su muerte; habitar en su corazón; permanecer a sus pies
en escucha y contemplación. Suscita en nosotros, María, aquellos sentimientos de participación en el
sufrimiento de Cristo y del mundo, que fueron los tuyos.
Tú ves qué imperfectas son nuestras palabras y qué lejanos nuestros conceptos
de esta verdad que tú vives. Ayuda a cada uno de nosotros, a orar en silencio, a adorar. Danos la alegría,
con tu Hijo, por la gracia del Espíritu Santo, que invocamos de la potencia del Padre. Amén.

Me confío a ti

María, me confío a ti. Tú sabes que te amo, conoces mi debilidad y fragilidad, sabes que, aunque me crea
desapegado, aunque quiera desear solamente el amor del Señor, me lamento como un águila herida cuando
me veo privado de algo que considero importante. Te mego, oh Madre, que intercedas para que Jesús me
guíe con su fuerza
en la salida de Egipto, hacia la conquista de la tierra de Canaan.
Oh María, ayúdame a mirar dentro mío y por encima de mí
con esa mirada de verdad, de libertad, de simplicidad
que me coloca en el justo camino de la cruz y de la resurrección, el camino que tú recorriste en la fe y en
la alegría.

Hermann Schalück OFM

Oración a Nuestra Señora de la Porciúncula

María, Madre de nuestro Hermano y Señor Jesucristo, pobre y crucificado, Madre de nuestra Familia,
Madre de los pobres:
Escucha esta súplica confiada. Muchos pueblos carecen de pan material y espiritual.
Muchas mentes y muchos corazones carecen del pan de la verdad y del amor. Muchos hombres carecen
del pan de la palabra y del pan del Señor
Arranca del corazón humano el egoísmo que empobrece.
Que los pueblos del mundo entero acojan la Luz verdadera y caminen por sendas de Paz y de Justicia en el
respeto mutuo y la solidaridad injertada en la humanidad de nuestro Dios. Señora de la Porciúncula:
ilumina nuestra esperanza, purifica nuestros corazones, acompáñanos en los caminos de la evangelización
hacia un mundo cada vez más justo y más libre para todos. Amén.

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Un Franciscano

Padre Bueno, Padre de la vida, Señor de la historia. En el barro manso de la confianza de María modelaste
el Evangelio de la gracia y del amor sin medida.
Ella nunca dejó de entregarse en silencio para que su Hijo fuera nuestro, para que él mismo se entregara a
ti. Ella se hizo grande en el servicio, se hizo fuerte en la pobreza, y se hizo madre en el amor.
Ella fue la primera en poner en tus manos el cuerpo y la sangre de tu Hijo, que eran suyos, antes de que lo
hiciera él mismo.
Concédenos la gracia de ser como el pan que amasaban sus manos, y como el vino que servía en las
fiestas, para acoger tu propia Esperanza en nuestros corazones pequeños, y comunicar al mundo la Alegría
de tu Salvación. Amén.

PRINCIPALES DEVOCIONES FRANCISCANAS

Santo Via Crucis de San Leonardo de Porto Maurizío, OFM

Acto de contrición y ofrecimiento

Clementísimo Jesús mío, porque eres infinitamente bueno y misericordioso, te amo sobre todas las Cosas, y
de todo corazón me arrepiento de haberte ofendido. Te ofrezco, Dios mío, este santo ejercicio en honra y
veneración de aquel camino doloroso que tú hiciste por mí, indignísimo pecador. Amén.

Primera Estación

y). Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.


R). Pues por tu santa Cruz redimiste al mundo.

En esta primera estación se presenta la casa y el pretorio de Pilato, donde nuestro soberano Redentor,
coronado de penetrantes espinas y todo bañado en sangre, recibió la inicua sentencia de muerte.

ORACIÓN
¡Ay de mí, amado Jesús mío, y qué amor tan entrañable es el tuyo! Por una criatura tan ingrata quieres
sufrir prisiones, cadenas y azotes tan crueles, hasta ser sentenciado a la ignominiosa muerte de cruz. ¡Ah,
Dios mío! que sólo esto debía partirme el corazón y hacerme detestar tantos pecados míos que fueron la
causa de tantos trabajos tuyos. Ya, pues, Señor, abomino todos mis pecados; ya los lloro, y por este camino
doloroso andaré suspirando y repitiendo: Jesús mío, misericordia; Jesús mío, misericordia. Amén.

V). Señor, pequé, ten misericordia de mí.


R). Bendita y alabada sea la santa Pasión y Muerte de nuestro Redentor Jesús, y los dolores de su
santísima Madre. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Segunda Estación

Te adoramos, etc.

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En esta segunda estación se representa el lugar donde por mano de cruelísimos ministros fue cargado sobre
los lastimados hombros de nuestro Redentor el pesadísimo madero de la cruz.

ORACIÓN

A mí, Jesús mío, a mí y no a ti se debe esa pesada cruz. ¡Oh cruz pesadísima, que fuiste fabricada con mis
feas y enormes culpas! Ea, pues, Salvador mío, dame fortaleza para abrazar con amor la cruz de
los trabajos que merecen mis gravísimos pecados, a fin de que, teniendo en el breve tiempo de esta vida la
dichosa suerte de vivir abrazado a la santa Cruz, muera crucificado, y por este medio llegue finalmente a
gozaste en el cielo. Amén.
Señor, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Tercera Estación

Te adoramos, etc.

En esta tercera estación se representa el lugar donde el pacientísimo Jesús cayó en tierra la primera vez.

ORACIÓN

Amantísimo Redentor mío, aquí tienes postrado a tus pies al pecador más arrepentido de cuantos viven
sobre la tierra. ¡Oh cuántas caídas! ¡Oh cuántas veces yo mismo me he precipitado en un abismo de
iniquidad! Pero ya te pido tu mano soberana para levantarme. Ayúdame, Jesús mío, ayúdame para no caer
en el resto de mi vida en ninguna culpa mortal, y asegurar de este modo con la muerte mi eterna salvación.
Amén.

Se,7or, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Cuarta Estación

Te adoramos, etc.

En esta cuarta estación se representa el lugar donde nuestro apasionado Redentor se encontró con su
santísima Madre.

ORACIÓN

¡Oh divino Hijo de María! ¡Oh santísima Madre de mi amado Jesús! Aquí me tenéis postrado a vuestros
pies santísimos, humillado y compungido. Confieso que yo soy aquel traidor, que fabriqué con mis pecados
el doloroso cuchillo que traspasó vuestros corazones; pero ya me arrepiento, y os pido a ambos perdón y
misericordia. Salvador mío, misericordia; misericordia, Madre clementísirna, misericordia. Y concededme
que me aparte desde ahora de las culpas, medite vuestras penas todo el tiempo de mi vida y pase después a
veros y gozaros por la eternidad en la gloria. Amén.

Señor ,pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Quinta Estación

Te adoramos, etc.

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En esta quinta estación se representa el lugar


donde los judíos obligaron al Cireneo a que ayudase a llevar la cruz a nuestro Redentor.

ORACIÓN

Amantísimo Salvador mío: te doy gracias por tantas y tan oportunas ocasiones como me das de padecer
por ti y de merecer para mi. Haz, Dios mío, que sufriendo yo con paciencia todo aquello que tiene
apariencia de mal en esta vida, consiga el tesoro de los bienes eternos en la otra; y que padeciendo aquí
contigo desconsuelos y trabajos, sea digno de pasar a reinar también contigo eternamente en el cielo.
Amén.
Señor, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Sexta Estación

Te adoramos, etc.

En esta sexta estación se representa el lugar donde la santa mujer, Verónica, limpió con un paño el rostro
ensangrentado del Señor.

ORACIÓN

Atormentado Salvador mío, te suplico por tu infinita bondad, que imprimas de tal manera en mi
corazón la imagen de tu santísimo rostro, que nunca pueda olvidarme de ti, sino que puesta siempre
delante de mi vista tu pasión dolorosa, llore continuamente mis enormes culpas; y alimentado en esta vida
con el pan del dolor de mis pecados, logre después la dicha de ver lleno de gloria tu rostro en el cielo.
Amén.

Señor ,pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Séptima Estación

Te adoramos, etc.

En esta séptima estación se representa el lugar de la puerta de Jerusalén, llamada Judiciaria, donde
nuestro fatigado Redentor cayó en tierra la segunda vez.

ORACIÓN

¡Oh santísimo Redentor mío! Aunque te miro caído en ese suelo, te confieso al mismo tiempo omnipotente.
Te suplico me concedas eficaces gracias para abatir todos mis pensamientos de soberbia, vanidad y amor
propio; a fin de que caminando siempre en humildad y abatimiento, y abrazando de corazón el retiro y los
desprecios, merezca aliviaste de tan dolorosa caída, y después
ser levantado a gozaste en la gloria por toda la eternidad. Amén.
Señor, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Octava Estación

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Te adoramos, etc.

En esta octava estación se representa el lugar donde el benignísimo Jesús consoló a unas mujeres de
Jerusalén que llorando le seguían.

ORACIÓN

Amabilísimo Salvador mío, ¿cómo no se deshace mi corazón en lágrimas al ver que por mí te hallas entre
tan indecibles tormentos? Lágrimas, Señor, te pido, y lágrimas de dolor y compasión; a fin de que por ellas,
y con el propósito que ahora hago de no volver a ofenderte, merezca aquella piedad que mostraste a las
piadosas mujeres. Concédeme, Jesús mío, esta consolación divina; para que mirado por ti con ojos de
piedad en esta vida, tenga seguridad en la muerte de pasar a verte en la gloria. Amén.

Señor, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Novena Estación

Te adoramos, etc.

En esta novena estación se representa el lugar donde nuestro pacientísimo Salvador, destituido en gran
manera de fuerzas, cayó por tercera vez en tierra.

ORACIÓN

Omnipotente Dios mío, que con sólo un dedo sustentas los cielos y la tierra, ¿quién, Señor, te ha hecho
caer desmayado hasta pegar tu divino rostro en el suelo? Mas, ¡ay de mí! que quien te ha postrado han sido
mis reincidencias y mis repetidas culpas, añadiendo en ti tormentos a tormentos, con añadir yo pecados a
pecados. Pero, ya reconocido me postro a tus pies benditos; y con propósito firme de no repetir más
culpas, te digo desde lo más intimo de mi alma: no más pecar, mí Dios; no más pecar. Amén.

Señor, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Décima Estación

Te adoramos, etc.

En esta décima estación se representa el lugar


donde desnudaron a nuestro soberano Redentor con la mayor inhumanidad, y le dieron a beber vino
mezclado con hiel.

ORACIÓN

Afligidísimo Jesús mío, ¡qué horrible diferencia de mí a ti estoy mirando! Tú, Señor, todo sangre, todo
llagas, todo desnudez, todo amarguras; y yo todo deleites, todo vanidad, todo dulzura. ¡Ah, Señor, y qué
errados han sido mis caminos! Bien lo conozco en ti que eres el camino verdadero: pero dame tu auxilio
soberano para poder cambiar de vida, y pon tal amargura en mí gusto para las cosas de este mundo, que de
aquí en adelante no guste ya otra cosa que los dolores de tu santísima pasión, y consiga de este modo el
pasar después de mi muerte a gustar las dulzuras de la gloria. Amén.

Señor, pequé, etc.

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Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Undécima Estación

Te adoramos, etc.

En esta undécima estación se representa el lugar donde los judíos tendieron al Señor sobre la cruz, y le
clavaron en ella en presencia de su Madre santísima.

ORACIÓN

Clementísimo Redentor mío, crucificado por mi amor, hiende, Señor, te pido, y traspasa mí duro corazón
con los clavos de tu santo amor. Y ya que mis pecados fueron los clavos crueles que te traspasaron los pies
y las manos, haz que tu amor, tu temor, y el dolor de haberte ofendido, sean los artífices que fijen y
moderen en mí todas mis desordenadas pasiones, para que teniendo la feliz y dichosa suerte de vivir
crucificado contigo en la tierra, pase a reinar también contigo en las felicidades de la gloria. Amén.
Señor, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Duodécima Estación

Te adoramos, etc.

En esta duodécima estación se representa el lugar donde nuestro piadosísimo Salvador, después de puesto
en la cruz, fue levantado en ella, y dio su amorosa vida redimiendo al mundo.

ORACIÓN

Amabilísimo Redentor mío, ya reconozco y confieso que mis gravísimas culpas son los verdugos más
despiadados que te han quitado la vida, y que
no merezco el perdón de tantas y tan graves ofensas: pero oyéndote a ti en esa cruz perdonar a tus
enemigos, ¡oh, cuánto ánimo y esfuerzo recibe mi corazón! Y si con eso me enseñas también a perdonar,
aquí me tienes pronto para perdonar de corazón a cuantos me hubieran ofendido. Sí, mí Dios, por amor
tuyo a todos perdono, y deseo el bien a todos, para que así me concedas que en la última hora de mí vida
escuche de tu divina boca aquella feliz promesa: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Amén.
Señor, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Decimotercera Estación

Te adoramos, etc.

En esta decimotercera estación se representa el lugar donde el cuerpo muerto de nuestro adorable Salvador
fue bajado de la cruz y puesto en los brazos de su afligidísima Madre.

ORACIÓN

¡Oh valerosa Reina de los mártires, qué mar inmenso de penas y tormentos está hecho tu tiernísimo
corazón! Conozco no ser digno de acompañarte en tu sentimiento, por haber sido yo
la causa de que tan cruel espada traspase tu alma. Pero usando de tu bondad y misericordia, alcánzame de
tu divino Hijo un verdadero dolor de mis ceguedades pasadas, a fin de que sintiéndolas con amargura,

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participe de tus aflicciones en esta vida, y pase a hacerte compañía en los consuelos de la eterna. Amén.

Señor, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Decimocuarta Estación

Te adoramos, etc.

En esta decimocuarta estación se representa el lugar del Santo Sepulcro, donde fue colocado el cuerpo
muerto de Jesús.

ORACIÓN

Piadosísimo Jesús, que por mí amor quisiste andar todo este camino doloroso, te adoro ya muerto y
encerrado en ese Santo Sepulcro. Quisiera, Señor mío, tenerte encerrado en mí pobre corazón, a fin de que
unido a ti, después de este santo ejercicio me levante a nueva vida de gracia, y merezca con la
perseverancia morir en tu amistad. Concédemelo, Señor, por los méritos de tu pasión santísima, que he
meditado en este Vía Crucis-, y que en el
extremo de mi vida, sea mi único alimento el Santísimo Sacramento del altar; mis últimas palabras aquellos
dulcísimos nombres Jesús y María; y que mi último aliento se una con aquel con que tú expiraste en la
cruz; para que de este modo con fe viva, esperanza cierta y caridad perfecta, muera contigo y muera por ti
para reinar también contigo por los siglos de los siglos en el cielo. Amén.

Señor, pequé, etc.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Cristo se hizo por nosotros obediente hasta la muerte y muerte de cruz, por eso Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre; de modo que al Nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame
que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

V). Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R). Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

ORACIÓN
Dios, que por la gloriosa pasión de tu Hijo enseñaste a llegar a la gloria eterna por el Camino de la Cruz:
concede propicio que a aquél a quien nos asociamos con piadosos afectos en el lugar del Calvario, lo
sigamos también en sus triunfos para siempre. Quien vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

Corona franciscana de las Siete Alegrías de María

Al comenzar la Corona

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo, en quien espero y a quien amo sobre todas
las cosas: sólo por ser tú quien eres me duele haberte ofendido, y quisiera morir antes que volver a pecar,
ayudado por tu divina gracia; dámela, Dios mío, para rezar con fervor esta corona de tu santísima Madre.
Amén.

La Corona se compone de siete decenas de Avemarías precedidas por un Padrenuestro y concluidas con

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un Gloria. Al terminar la séptima Alegría se añaden dos Avemarías más, para completar los setenta y dos
años que, según la tradición, habría vivido la Santísima Virgen.

1. María concibe a Jesús


2. María visita a su prima Isabel
3. María da a luz a Jesús
4. María durante la visita de los reyes de Oriente
5. María encuentra a Jesús después de tres días de búsqueda, en el Templo
6. Encuentro de Jesús resucitado y María
7. María es asunta a los cielos

Después de cada Gloria


Bendita sea la santa, inmaculada y purísima concepción de la bienaventurada virgen María, madre de Dios.
Al final de la Corona
Dios te salve, hija de Dios Padre; Dios te salve, madre de Dios Hijo; Dios te salve, esposa del Espíritu
Santo; Dios te salve, templo y sagrario de la Santísima Trinidad;
Dios te salve, concebida sin mancha de pecado original
en el primer instante de tu vida natural. Amén.

Corona de los Siete Dolores de María

Para el rezo de la Corona de los Dolores se procede igual que para el de la Corona de las Alegrías. Esta
Corona se reza, especialmente, durante el tiempo de Cuaresma y los viernes del año.

1. María recibe la Profecía del Anciano Simeón.


2. María huye junto a José y a su Hijo hacia Egipto.
3. María busca durante tres días a Jesús.
4. María acompaña a Jesús hasta el Calvario.
5. María ve crucificar a Jesús.
6. Muerte de Jesús y deposición de su cuerpo en brazos de María.
7. Sepultura de Jesús y soledad de María.

Letanías del Santísimo Nombre de Jesús

Señor, ten piedad de nosotros.


Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesús, óyenos.
Jesús, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo, “ “
Dios Espíritu Santo, “ “
Trinidad Santa, uno sólo Dios, “ “
Jesús, Hijo de Dios vivo, “ “
Jesús, esplendor del Padre, “ “
Jesús, pureza de luz eterna, “ “
Jesús, rey de la gloria, “ “
Jesús, sol de justicia, “ “
Jesús, Hijo de la Virgen María, “ “
Jesús, amable, “ “
Jesús, admirable, “ “

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Jesús, Dios fuerte, “ “


Jesús, Ángel del gran consejo, “ “
Jesús, todopoderoso, “ “
Jesús, pacientísimo, “ “
Jesús, obedientísimo, “ “
Jesús, manso y humilde de corazón, “ “
Jesús, amante de la castidad, “ “
Jesús, que nos honras con tu amor, “ “
Jesús, Dios de paz, “ “
Jesús, autor de la vida, “ “
Jesús, ejemplar de todas las virtudes, “ “
Jesús, custodio de nuestras almas, “ “
Jesús, nuestro Dios, “ “
Jesús, nuestro refugio, “ “
Jesús, nuestro Maestro, “ “
Jesús, nuestro Amigo, “ “
Jesús, nuestro Hermano, “ “
Jesús, padre de los pobres, “ “
Jesús, tesoro de los fieles, “ “
Jesús, Buen Pastor, “ “
Jesús, verdadera luz, “ “
Jesús, sabiduría eterna, “ “
Jesús, bondad infinita, “ “
Jesús, camino, verdad y vida nuestra, “ “
Jesús, alegría de los ángeles, “ “
Jesús, rey de los Patriarcas, “ “
Jesús, maestro de los Apóstoles, “ “
Jesús, doctor de los Evangelistas, “ “
Jesús, fortaleza de los Mártires, “ “
Jesús, luz de los Confesores, “ “
Jesús, pureza de las Vírgenes, “ “
Jesús, corona de todos los santos, “ “
Sénos propicio, perdónanos Jesús; “ “
Sénos propicio, escúchanos Jesús, “ “
De todo mal, líbranos Jesús.
De todo pecado, “
De tu ira, “
De las tentaciones del demonio, “
Del espíritu de fornicación, “
De la muerte eterna, “
Del descuido de tus divinas inspiraciones, ”
Por el misterio de tu santa encarnación, “
Por tu nacimiento, “
Por tu infancia, “
Por toda tu vida, “
Por tus fatigas, “
Por tu pasión y tu agonía, “
Por tu cruz y tu desamparo, “
Por tu muerte y tu sepultura, “
Por tu resurrección, “
Por tu ascensión a los cielos, “
Por la institución de tu santísima Eucaristía, “
Por tus alegrías, “
Por tu gloria, “

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Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Jesús;
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos Jesús;

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.

Jesús, óyenos,
Jesús, escúchanos.

ORACIÓN

Señor nuestro Jesucristo, que dijiste: Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá te supli-
camos derrames sobre nosotros la ternura de tu divino amor, a fin de que, amándote de todo corazón, en la
palabra y en las obras nunca cesemos de bendecir tu santo Nombre.

Haz, Señor, que reine siempre en nosotros un temor respetuoso y un amor ardiente por tu Santo Nombre,
ya que tu providencia no abandona jamás a los que has establecido en la solidez de tu amor. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Letanías del Sagrado Corazón de Jesús

Señor, ten piedad de nosotros.


Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Trinidad Santa, uno sólo Dios,
Corazón de Jesús, Hijo del eterno Padre
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre,
Corazón de Jesús, unido substancialmente al Verbo de Dios,
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del Cielo,
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, receptáculo de justicia y de amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza,
Corazón de Jesús, rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en quien el Padre se complació mucho,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, Corazón de Jesús, paciente y rico en misericordia,
Corazón de Jesús, rico para con todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, saturado de oprobios, Corazón de Jesús, triturado por nuestros delitos, Corazón de
Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, perforado por una lanza,
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,

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Corazón de Jesús, víctima de los pecados,


Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren,
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor;
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor;
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.

V. Jesús, manso y humilde de corazón


R. Haz mi corazón semejante al tuyo.

ORACIÓN

Omnipotente y sempiterno Dios, mira el Corazón de tu amadísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que
en nombre de los pecadores te presentó, y concede benigno el perdón a quienes acuden a tu misericordia,
en nombre de tu mismo Hijo Jesucristo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Letanías de la Santísima Virgen María

Señor, ten piedad de nosotros.


Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.

Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.


Dios Hijo Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Trinidad Santa, uno sólo Dios,
Santa María, ruega por nosotros,
Santa Virgen de las vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre intacta,
Madre incorrupta,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,

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Causa de nuestra alegría,


Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso insigne de devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consuelo de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina concebida sin mancha de pecado original,
Reina de la Paz,
Reina de la Orden de los Menores,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor;
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor;
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.

ORACIÓN

Oh Dios, que has hecho que él espíritu de tu santísima Madre fuese colmado de tan admirables alegrías en
Ti; concédenos propicio que, ayudados por los méritos de ella, seamos siempre llenos de espiritual
consuelo.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Letanías de San José

Señor, ten piedad de nosotros.


Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.

Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.


Dios Hijo Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Trinidad Santa, uno sólo Dios,
San José, ruega por nosotros.
Gloriosa descendencia de David,

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Luz de los Patriarcas,


Esposo de la Madre de Dios,
Custodio puro de la Virgen,
Padre del Hijo de Dios,
Fiel defensor de Cristo,
Cabeza de la Sagrada Familia,
José justísimo,
José castísimo
José prudentísimo,
José fortísimo
José obedientísimo,
José fidelísimo,
Espejo de paciencia,
Amante de la pobreza,
Modelo de los artesanos,
Honor de la vida doméstica,
Custodio de las vírgenes,
Columna de las familias,
Consuelo de los afligidos,
Esperanza de los enfermos,
Patrono de los moribundos,
Terror de los demonios,
Protector de la Santa Iglesia,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor;
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor;
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.
V. Lo constituyó señor de su casa.
R. Y príncipe de toda su herencia.

ORACIÓN

Dios, que por tu inefable providencia te dignaste elegir al bienaventurado José como esposo de tu
Santísima Madre, te rogamos que merezcamos tener por intercesor en los cielos a aquél que veneramos
como nuestro protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

ANTÍFONAS MARIANAS

Ave Maria

Ave, Maria, Dios te salve, María,


gratia plena, llena eres de gracia,
Dominus tecum el Señor está contigo
benedicta tu bendita tú eres
in mulieribus entre todas las mujeres
et benedictus fructus y bendito es el fruto
ventris tui Iesu. de tu vientre, Jesús.
Sancta Maria, Santa María,
Mater Dei, Madre de Dios,
ora pro nobis ruega por nosotros,
peccatoribus pecadores,
nunc et in ora ahora y en la hora de

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mortis nostre. Amen. nuestra muerte. Amén.

Salve, Regina

Salve, Regina, Dios te salve, Reina


Mater rnísericordiae, y Madre de misericordia,
vita, dulcedo vida, dulzura y
et spes nostra, salve, esperanza nuestra, Dios te salve.
Ad te clamamus A ti clamamos
exules filii Evae, los desterrados hijos de Eva,
ad te suspiramus a ti suspiramos
gementes et flentes gimiendo y llorando
in hac lacrimarum valle, en este valle de lagrimas.
Eia, ergo, Ea, pues,
advocata nostra, señora abogada nuestra,
ilos tuos misericordes vuelve a nosotros esos
oculos ad nos converte tus ojos misericordiosos
et Iesum, benedictum y, después de este
fructum ventris tui, destierro,
nobis post hoc exilium muéstranos a Jesús,
ostende. fruto bendito de tu vientre.
O clemens, o pia, ¡Oh clementísima, oh
o dulcis Virgo Maria! piadosa, oh dulce Virgen María!

V. Ora pro nobis, V. Ruega por nosotros,


Sancta Dei Genitrix. santa Madre de Dios.
R. Ut digni efficiamur R. Para que seamos dignos de recibir
promissionibus Christi. las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo.

Sub tuum praesidium


Sub tuum príesidium Bajo tu amparo nos
confugimus, acogemos,
Sancta Dei Genitrix, Santa Madre de Dios,
nostras deprecationes, no desprecies las
ne despicias oraciones que te dirigirnos
in necessitatibus, en nuestras necesidades,
sed a periculis cunctis antes bien, líbranos
libera nos, de todo peligro,
o Virgo gloriosa oh Virgen gloriosa
et benedicta. y bendita,

Alma Redemptoris Mater

Alma Redemptoris Madre del Redentor,


mater, virgen fecunda,
quae pervia coeli porta manes, puerta del cielo siempre abierta,
stella maris, estrella del mar,
succurre cadenti, ven a librar al pueblo
surgere qui curat populo. que tropieza y se quiere levantar.

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ORACIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS http://www.ofs-rgb2.com.ar/formacion/Sitioinfo/Dev/Dev.htm

Tu quae genuisti, Ante la admiración


natura mirante de cielo y tierra,
tuum sanctum Genitorem, engendraste a tu santo Creador,

Virgo prius ac posterius, y permaneces siempre virgen.


Gabrielis ab ore, Recibe el saludo
summens illud Ave, del ángel Gabriel,
peccatorum miserere. y ten piedad de nosotros, pecadores.

Ave, Regina caelorum

Ave, Regina coelorum, Salve, Reina de los cielos


Ave, domina angelorum, y Señora de los ángeles;
salve radix, salve porta, salve, raíz; salve,
ex qua mundo lux est orta. puerta que dio paso a nuestra luz.

Gaude, virgo gloriosa, Alégrate, virgen gloriosa,


super omnes speciosa. entre todas la más bella;
Vale, o valde decora, salve, agraciada doncella,
et pro nobis Christum exora. ruega a Cristo por nosotros.

Regina coeli

Regtna Coeli, laetare, alleluia; Reina del Cielo, alégrate, aleluya;


Quia quem meruisti portare, Porque aquél a quien mereciste llevar en tu seno,
alleluia; aleluya;
Resurrexit sicut dixit, Resucitó según su palabra,
alleluia. aleluya.
Ora pro nobis Deum, Ruega a Dios por nosotros,
alleluia. aleluya.
V) Gaude et laetare, V) Goza y alégrate,
Virgo Maria, alleluia; Virgen María, aleluya;
R) Quia surrexit R) Porque verdadera mente
Dominus vere, alleluia. ha resucitado el Señor, aleluya
.

Tota pulchra

V).Tota pulchra es, Maria. V). Toda hermosa eres, María.


R). Tota pulchra es, Maria. R). Toda hermosa eres, María.

V). Et macula originalis non est in te. V). Y la mancha original no se halla en ti.
R). Et macula originalis non est in te. R). Y la mancha original no se halla en ti.

V). Tu gloria Ierusalem. V). Tú, la gloria de Jerusalén.


R). Tu laetitia Israel. R). Tú, la alegría de Israel.

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V). Tu honorificentia populi nostri. V). Tú, el honor de nuestro pueblo


R). Tu advocata peccatorum. R). Tú, la abogada de los pecadores.

V). O Maria. V). ¡Oh, María!


R). O Maria. R). ¡Oh, María!

V). Virgo prudentissima. V). Virgen prudentísima


R). Mater clementissima. R). Madre clementísima.

V). Ora pro nobis. V). Ruega por nosotros.


R). Intercede pro nobis R). Intercede por nosotros
ad Dominum Iesum Christum. ante el Señor Jesucristo.

V). In conceptione tua, Virgo, V). En tu concepción, oh Virgen,


immaculata fuisti. inmaculada fuiste.
R). Ora pro nobis Patrem, R). Ruega por nosotros al Padre,
cuius Filium peperisti. cuyo Hijo diste a luz.

Stabat Mater

Stabat Mater dolorosa Estaba la Madre dolorosa


Juxta crucem lacrimosa Junto a la cruz lacrimosa
Dum pendebat Filius. Mientras pendía el Hijo.

Cujus animam gementem Cuya alma lastimosa,


Contristatam et dolentem Entristecida y doliente,
Pertransivit gladius. atravesó la espada.

O quam trístis et afflícta ¡Oh, cuán triste y afligida


Fuit illa benedícta fue aquella inmaculada
Mater Unigéniti! Madre del Unigénito!

Quae maerébat, et dolébat La piadosa madre que sufría


Pia Mater dum vidébat y se dolía al ver los dolores
Nati poenas ínclyti. de su ínclito Hijo.

Quis est homo qui non fleret, ¿Quién es el hombre que no llorara,
Matrem Christi si vidéret viendo a la Madre de Cristo
In tanto supplício? en tan gran suplicio?

Quis non posset constristári, ¿Quién es aquel que no se entristecería


Christi Matrem contemplári si a la Madre de Cristo contemplara
Doléntem cum Filio? sufriendo con el Hijo?

Pro peccátis suae gentis Por el pecado de su pueblo


Vidit Jesum in torméntis, vio a Cristo entre tormentos
Et flagéllis súbditum. y sometido a los flagelos.

Vidit suum dulcem natum, Vio a su dulce Hijo


Moriéndo desolátum, muriendo desolado,
Dum emísit spíritum. al exhalar su espíritu.

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Eia, Mater, fons amóris, Ea, Madre, fuente de amor,


Me sentíre vim dolóris hazme sentir la fuerza del dolor,
Fac ut tecum lúgeam. haz que llore contigo.
Fac ut ardeat cor meum, Haz que arda mi corazón
In amándo Christum Deum, amando a Cristo Dios,
Ut sibi compláceam. para que le agrade.

Sancta Mater, istud agas, Santa Madre, haz esto:


Crucifixi fige plagas Graba las llagas del Crucificado
Cordi meo válide. Fuertemente en mi corazón.
Tui Nati vulneráti, De tu Hijo herido,
Tam dignáti pro me pati, que se dignó padecer por mi,
Poenas mecum dívide. reparte conmigo las penas.

Fac me tecum pie flere, Hazme llorar


Crucifixo condolére, piadosamente contigo,
Donec ego víxero. mientras viva.
Juxta crucem tecum stare, Junto a la cruz estar contigo,
Et me tibi sociáre y asociarme a ti
In planctu desídero. en el llanto deseo.

Virgo vírginum praeclára, Virgen de vírgenes preclara,


Mihi jam non sis amára: ya no seas amarga para mi,
Fac me tecum plángere. haz que llore contigo.

Fac ut portem Christi mortem, Haz que lleve la muerte de Cristo,


Passiónis fac consórtem, hazme compañero de su pasión
Et plagas recólere. y que sus llagas medite.
Fac me plagis vulnerári, Haz que me hieran las llagas de tu Hijo,
Fac me cruce inebriari, y que me embriaguen su cruz
Et cruóre Filii, y su sangre.
Flammis ne urar succénsus, Para no arder en las llamas,

Per te, Virgo, sim defénsus sea por ti, oh Virgen defendido
In die judícii. en el día del juicio.
Christe, cum sit hinc exíre, Cristo, cuando tenga que salir de esta vida,
Da per Matrem me veníre concédeme que por la Madre
Ad palmam victóriae. alcance la palma de la Victoria.
Quando corpus moriétur, Y cuando el cuerpo muera,
Fac ut ánimae donétut haz que al alma se le conceda
Paradísi glória. Amen. la gloria del paraíso. Amén.

JACOPONE DE TODI, OFM

Stabat Mater speciosa

Stabat Mater speciosa, Estaba la Madre hermosa


Juxta foenum gaudiosa, junto al heno jubilosa
Dum jacebat parvulus. mientras yacía el pequeño.
Cuius ánimam audentem, Cuya alma gozosa,
Laetabundam et ferventem, alegre y fervorosa,
Pertransivit jubilus. atravesó el júbilo.
O quam laeta et beata, ¡Oh, cuan alegre y bienaventurada

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Fuit ulla immaculata fue aquella inmaculada


Mater Unigeniti! Madre del Unigénito!
Quae gaudebat et ridebat, Quien gozaba y se reía,
Exsultabat, cum videbat exultaba cuando veía
Nati partum inclyti. a su ínclito Hijo recién nacido.
Quis est qui non congauderet ¿Quién es aquel que no gozaría
Matrem Christi si videret si a la Madre de Cristo viera
In tanto solatio? en tan grande solaz?
Quis non posset colaetari ¿Quién sería incapaz de alegrarse
Christi Matrem contemplari contemplando a la Madre de Cristo
Ludentem cum Filio? jugando con su Hijo?
Pro peccatis suae gentis Por el pecado de su pueblo
Christum vidit cum jumentis vio a Cristo entre jumentos
Et algori subditum. y sometido al rigor del frío.
Vidit suum dulcem Natum Vio a su dulce Recién Nacido
Vagientem, fasciatum, Lloriqueando, fajado,
In praesepe positum. y reclinado en el pesebre.

Eia, Mater, fons amoris, Ea, Madre, fuente de amor,


Me sentire vim ardoris, hazme sentir la fuerza del ardor
Fac ut tecum ferveam. para alegrarme contigo.

Fac ut ardeat cor meum Haz que arda mi corazón


In amando Christum Deum, amando a Cristo Dios,
Ut sibi complaceam. para que le agrade.

Sancta Mater istud agas: Santa Madre, haz esto:


Prone introducas plagas que sus llagas queden grabadas
Cordi fixas valide, fuertemente en mi corazón.
Tui Nati caelo lapsi, De tu Hijo caído del cielo,
Jam dignati foeno nasci quien se dignó nacer en el heno,
Poenas mecum divide, reparte conmigo las penas.
Fac me vere congaudere, Hazme gozar realmente,
Jesulino cohaerere, y unirme con Jesusito,
Donec ego vixero. mientras viva.

In me sistat ardor tui, Permanezca en mi tu ardor,


Puerino fac me frui, hazme disfrutar del Pequeñito,
Da quod tam desidero. dame lo que tanto deseo.
Virgo virginum praeclara, Virgen de vírgenes preclara,
Mihi tutam viam para, un camino seguro para mí prepara,
Fac me pie vivere. hazme vivir en piedad.
Fac ut portem Christum fortem, Haz que lleve a Cristo, el fuerte,
Qui nascendo vicit mortem el que naciendo venció a la muerte
Volens vitam tradere. queriendo entregar la vida.
Fac me tecum satiari, Haz que contigo me sacie,
Tecum et inebrian y que contigo me embriague
Tuo dulci Filio, de tu dulce Hijo.
Inflamrnatus et accensus, Inflamado y encendido,
Obstupescit omnis sensus se pasma todo sentido
Tali de commercio. ante semejante alianza.
Fac me Nato custodiri, Haz que tu Hijo me proteja,
Verbo Dei praemuniri, que el Verbo de Dios me defienda
Dum sumin exsilio. mientras vivo en este exilio.
Quando corpus morietur, Y cuando el cuerpo muera,

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Fac ut animae donetur haz que al alma se le conceda


Tui Nati visio. Amen. la visión de tu Hijo.Amén
.

ANÓNIMO

Los siete domingos de San José

1. Castísimo esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de tu corazón en la
perplejidad en que estabas sin saber si debías abandonar o no a tu amada esposa sin mancha! Pero ¡qué
inefable tu alegría cuando el ángel te transmitió el misterio de la encamación!
Pon este dolor y este gozo te pedimos que consueles nuestro corazón ahora y en nuestros últimos dolores,
con la alegría de una vida justa y de una santa muerte, semejante a la tuya, asistidos de Jesús y de María.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

2. Bienaventurado Patriarca, glorioso San José, elegido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios
hecho hombre, el dolor que sentiste viendo nacer al Niño Jesús en tan gran pobreza, se cambió de pronto
en alegría celeste al oír el armonioso concierto de los, ángeles y al contemplar las maravillas de aquella
noche tan resplandeciente.
Por este dolor y gozo, alcánzanos que después del camino de esta vida vayamos a escuchar las alabanzas
de los ángeles y a gozar de los resplandores de la gloria celestial.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

3. Ejecutor obedientísimo de la ley de Dios, glorioso San José, la sangre preciosísima que el Redentor niño
derramó en su circuncisión te traspasó el corazón, pero el Nombre de Jesús que entonces se le impuso, te
confortó colmándote de alegría.
Por este dolor y este gozo alcánzanos alejamos del pecado, a fin de terminar gozosos nuestra vida, con el
santísimo Nombre de Jesús en el corazón y en los labios.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

4. Santo fidelísimo, que tuviste parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José, aunque la
profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María te causó dolor de muerte, sin
embargo te llenó también de alegría al anunciarte, al mismo tiempo, la salvación y resurrección gloriosa del
pueblo.
Por este dolor y este gozo, concédenos participar, por los méritos de Jesús y la maternal intercesión de
María, de la resurrección gloriosa de los justos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

5. Custodio vigilante, confidente y educador del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José, cuánto has
debido fatigar para procurarle el sustento a Jesús y a tu esposa, en los duros años de Egipto y en tu pobre
hogar de Nazaret. ¡Pero qué grande fue también tu alegría teniendo siempre contigo a ambos!
Por este dolor y gozo, no permitas que nunca nos falte el trabajo, ni se entibie en nosotros la solidaridad
con los hermanos ni la intimidad con el Señor. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

6. Padre ejemplar, hombre íntegro, glorioso San José, que pudiste admirar al rey de los cielos sometido a
tus más mínimos mandatos, aunque la alegría del retorno a la patria se turbó por temor a Arquelao,
tranquilizado luego por el ángel, viviste dichoso en Nazaret con Jesús y con Maria.
Por este dolor y este gozo, alcánzanos la gracia de desterrar de nuestro corazón todo miedo que nos
paralice, de poseer la paz del alma y de vivir seguros con Jesús y con María, asistidos en la hora de nuestra
muerte por ellos y por ti.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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7. Modelo de toda santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa tuya al Niño Jesús le
buscaste durante tres días con profundo dolor y preocupación, hasta que lleno de gozo, le encontraste en el
templo en medio de los doctores.
Por este dolor y gozo, te suplicamos con palabras nacidas del corazón que intercedas por nosotros para que
no nos suceda jamás perder a Jesús por algún pecado grave. Mas, si por nuestra culpa lo perdemos, haz
que le busquemos con tal dolor y tal ardor, que no reposemos hasta encontrarle misericordioso y
compasivo, para gozarle en el cielo y cantar junto a ti eternamente su grandeza.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Antífona

Jesús mismo era tenido por hijo de José cuando empezaba a tener alrededor de treinta años.

V). Ruega por nosotros, San José.


R). Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

ORACIÓN

Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir al bienaventurado José por esposo de tu
santísima Madre, te rogamos nos concedas tener como intercesor en los cielos a aquel que veneramos
como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Secuencia de nuestro Padre San Francisco

Sanctitatis nova signa Se vieron nuevos signos


Prodierunt, laude digna, de santidad, de alabanza
Mira valde et benigna muy dignos, admirables
In Francisco credita. y benignos, otorgados a Francisco.

Regulatis novi gregis A los regulares de la


Jura dantur novae legis, nueva grey, Francisco
Renovantur jussa Regís les da los estatutos de
Per Franciscum tradita. una nueva ley, y les entrega renovados los
mandamientos del Rey.

Novus Ordo, nova vita Una nueva Orden, una nueva vida
Mundo surgit inaudita; surgen en el mundo, nunca oídas
Restauravit lex sancita restauró la ley sancionada
Statum Evangelicum. el estado evangélico.

Legi Christi paris formae A la ley de Cristo de igual modo,


Reformatur jus conforme; se reforma el derecho conforme;
Tenet ritus datae normae la silla apostólica aprueba
Culmen Apostolicum los ritos de la regla nueva.
.
Chorda rudis, vestís dura Ruda cuerda, ásperos vestidos
Cingit, tegit sine cura ciñe y teje sin cuidado;
Panis datur in mensura, el pan se le da escaso,
Calceus abiicitur. y el calzado es rechazado.

Paupertatem tantum quaerit, Sólo busca la pobreza,


De terrenis nihil gerit, de nada terreno se preocupa,
Hic Franciscus cuncta terit, este Francisco todo lo deja,

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Loculus despicitur. y la bolsa la desprecia.

Quíerit loca lacrymarum, Busca lugares para las lágrimas,


Promit voces cor amarum, voces da su corazón compungido,
Gemit maestus tempus carum y triste eleva sus gemidos
Perditum in saeculo. por el precioso tiempo en el siglo perdido.

Montis antro sequestratus Retirado en una caverna del monte,


Plorat, orat humí stratus, llora, ora por tierra postrado,
Tandem mente serenatus mas cuando el alma se serena -
Latitat ergastulo. se esconde en aquella cárcel.

Ibi vacat rupe tectus, Allí descansa cubierto por la roca,


Ad divina sursum vectus, elevado a las cosas divinas,
Spernit ima judex rectus, recto juez de las de abajo,
Eligit coelestia. elige las celestiales.

Carnem frenat sub censura Refrena la carne bajo censura,


Transformatam in figura, transformándola en mera figura;-
Cibum capit de Scriptura, toma su alimento de la Escritura
Abigit terrestria. y aleja de sí las cosas de la tierra.

Tunc ab alto vir hierarcha Entonces de lo alto el varón jerarca,


Venit ecce Rex monarcha, he aquí que viene el Rey monarca,
Pavet iste patriarcha tiembla este patriarca
Visione territus. aterrado por la visión.

Defert ille signa Christi, Trae aquél las señales de Cristo,


Cicatrices confert isti, y confiere a éste las cicatrices,
Dum miratur corde tristi mientras se admira con corazón triste,
Passionem tacitus. abismado en su pasion.

Sacrum corpus consignatur, El sagrado cuerpo queda marcado,


Manu, pede, vulneratur, en manos y pies herido,
Dextrum latus perforatur, el costado derecho atravesado,
Cruentatur sanguine. y todo cubierto de sangre.

Verba miscent, arcanorum Cambian palabras, y se esclarecen


Multa clarent futurorum, muchos futuros arcanos,
Videt sanctus dictorum comprende el santo el significado
Mystico sptramine. de lo dicho por mística inspiración.

Patent statim miri clavi Aparecen al momento admirables clavos,


Foris nigri, intus flavi, negros por fuera, por dentro rojos;
Pungit dolor poena gravi, lo lacera el dolor con agudo sufrimiento,
Cruciant aculei. atormentado por sus puntas.

Cessat artis armatura No interviene ninguna herramienta


In membrorum apertura, en la apertura de los miembros,
Non impressit hos natura, no los imprimió la naturaleza,
Non tortura mallei. ni el martillo los procura.

Signis crucis, quae portasti, Con los signos de la cruz que llevaste,
Per quae mundum triumphasti, por los cuales sobre el mundo triunfaste,
Carnem hostem superasti a la carne enemiga superaste

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Inclyta victoria. con ínclita victoria.

Nos, Francisce, tueamur, ¡Defiéndenos, oh Francisco!


In adversis protegamur, Protégenos en las adversidades
Ut mercede perfruamur, para que gocemos de la gracia
In caelesti gloria, en la gloria celestial.

Pater pie, Pater sancte, Padre piadoso, Padre santo,


Plebs devota, te juvante, que el piadoso pueblo, con tu ayuda,
Turba fratrum comutante, junto a la multitud de tus hermanos,
Mereatur praemia. merezca los premios.

Fac consortes supernorum, Haz compañeros de los bienaventurados


Quos informas vita morum, a quienes diste regla y vida,
Consequatur grex Minorum y que consiga el rebaño de los Menores
Sempiterna gaudia. los sempiternos gozos. Amén
Amen, Alleluia. Alleluya.

Tránsito del bienaventurado Padre Francisco

Himno

Cayó la noche sobre el mundo, la creación fue envuelta en la sombra;


el Seráfico Padre Francisco su vida concluye sereno.

¡Cuánta fuerza revela en su rostro! ¡Cuánta fe desde el alma segura!


¡Cuán grande el incendio que quema con ardientes llamas sus dulces entrañas!

Lo rodean sus hijos devotos, y le imploran con voz sollozante:


“¿Por qué debes, Pastor bienamado, tu rebaño dejar para siempre?”
Elevando la vista a lo alto, mansamente extiende su diestra:
“Os colme cual providente rocío abundante la gracia divina”.

“De todos aleje el pecado, en los corazones alimente el amor,


en las almas reavive la luz que esplendente conduce a la meta”.

La voz se apaga en sus labios, el cielo arrebata su espíritu,


su rostro revela, radiante, la perfecta alegría celeste.

Gloria al Padre y al Hijo cantemos, y al Espíritu Consolador;


Trinidad sempiterna y beata que enaltece a los pobres en el cielo. Amén.

Lectura de la muerte de Francisco


según Tomás de Celano

El fin del hombre, dice el sabio, descubre lo que e! es. Esto se ve gloriosamente cumplido en este santo.
Corriendo por la vía de los mandamientos de Dios con alegría del alma, llegó, por los grados de todas las
virtudes, a escalar la cima, y como obra dúctil, perfectamente elaborada a golpes de martillo de múltiples
tribulaciones, conducido a la perfección, alcanzó el límite de su consumación.
Precisamente sus obras maravillosas resplandecieron más, y apareció a la luz de la verdad que todo su vivir
había sido divino cuando, vencidas ya las seducciones de la vida mortal, voló libre al cielo. Pues tuvo por
deshonra vivir para el mundo, amo a los suyos hasta el extremo, y recibió a la muerte cantando.
De hecho, al acercarse los últimos días, en los cuales a la luz temporal que se desvanecía sucedía la luz

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perpetua, demostró con ejemplo de virtudes que nada tenía de común con el mundo. Acabado, pues, con
aquella enfermedad tan grave que puso fin a todos los dolores, hizo que lo pusieran desnudo sobre la
desnuda tierra, para que en aquellas horas últimas, en que el enemigo podía todavía desfogar sus iras,
pudiese luchar desnudo con el desnudo. En verdad que esperaba intrépido el triunfo y estrechaba ya con
las manos entrelazadas la corona de justicia. Puesto así en tierra, despojado de la túnica de saco, volvió,
según su costumbre, el rostro al cielo y, todo concentrado en aquella gloria, ocultó con la mano izquierda
la haga del costado derecho para que no se viera. Y dijo a los hermanos: He concluido mi tarea; Cristo os
enseñe la vuestra.

A la vista de esto, los hijos se deshacen en lágrimas y, entre continuos suspiros que les nacen de lo
profundo del alma, desfallecen por la demasía en el dolor y la compasión. Entre tanto, al contenerse algo
los sollozos, el guardián, sabedor —más en verdad por inspiración divina— del deseo del santo, se levantó
de pronto y, recogiendo los vestidos que éste se había hecho quitar, dijo al padre: Reconoce que, por
mandato de santa obediencia, se te prestan esta túnica, los calzones y la capucha. Y para que veas que
no tienes propiedad sobre estas prendas, te retiro todo poder de darlas a nadie. El santo se goza y
exterioriza el júbilo del corazón, porque ve que ha guardado fidelidad hasta el fin a la dama Pobreza. El no
querer tener, ni siquiera al fin de su vida, hábito propio, sino prestado, lo hacía por el celo de la pobreza.
La gorra de saco la solía llevar en la cabeza para cubrir las cicatrices que le dejó la curación de los ojos,
aunque necesitaba una de piel, liviana y de lana más suave.

Alza después el Santo las manos al cielo y canta a su Cristo, porque, liberado ya de todas las cosas, se va
libre hacia él. Pero, con el fin de mostrarse en todo verdadero imitador del Cristo de su Dios, a sus
hermanos e hijos, a quienes había amado desde el principio, los amó hasta el extremo. Mandó, pues, que
llamasen a todos los hermanos que estaban en el lugar para que vinieran a él, y, alentándolos con palabras
de consolaciónante el dolor que les causaba su muerte, los exhortó, con afecto de padre, al amor a Dios.
Habló largo sobre la paciencia y la guarda de la pobreza, recomendando el santo Evangelio por encima de
todas las demás disposiciones. Luego extendió la mano derecha sobre los hermanos que estaban sentados
alrededor, y, comenzando por su vicario, la puso en la cabeza de cada uno, y dijo:
Conserváos, hijos todos, en el temor del Señor, y permaneced siempre en él. Y pues se acerca la prueba
y la tribulación, dichosos los que perseveren en la obra emprendida. Yo ya me voy a Dios; a su gracia os
encomiendo a todos. Y bendijo —en los hermanos presentes— también a todos los que habían de venir
después de ellos hasta el fin de los siglos.

Corno los hermanos lloraban muy amargamente y se lamentaban inconsolables, ordenó el Padre santo que
le trajeran un pan. Lo bendijo y partió y dio a comer un pedacito a cada uno. Ordenando asimismo que
llevaran el códice de los Evangelios, pidió que le leyeran el Evangelio según San Juan desde el lugar que
comienza Antes de la fiesta de Pascua, etc. Se acordaba de aquella sacratísima cena, aquella última que el
Señor celebró con sus discípulos. Todo esto lo hizo, en efecto, en memoria agradecida de aquélla, y para
expresar claramente el amor que profesaba a los hermanos.
Así que los pocos días que faltaban para su tránsito los empleó en la alabanza, animando a sus amadísimos
compañeros a alabar con él a Cristo. El, a su vez, prorrumpió cómo pudo en este Salmo: A voz en grito
clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor, etc. Invitaba también a todas las creaturas a alabar a Dios,
y con unas estrofas que había compuesto anteriormente él las exhortaba a amar a Dios. Aun a la muerte
misma, terrible y antipática para todos, exhortaba a la alabanza y, saliendo con gozo a su encuentro, la
invitaba a hospedarse en su casa: ¡Bienvenida sea —decía— mi hermana muerte! Y al médico: Ten valor
para pronosticar que está vecina la muerte, que va a ser para mí la puerta de la vída. Y a los hermanos:
Cuando me veáis a punto de expirar, ponedme desnudo sobre la tierra —como me visteis anteayer— y
dejadme yacer así, muerto ya, el tiempo necesario para andar despacio una milla.
Llegó por fin la hora, y, cumplidos en él todos los misterios de Cristo, voló felizmente a Dios.

Salmo 141

ORACIÓN

Seráfico Padre San Francisco, al atardecer del sábado, a la hora de tu paso de este mundo al Padre,

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rodeado de tus hijos que lloraban, tú, Patriarca de los pobres, con los ojos ya apagados no por la vejez, sino
por las copiosas lágrimas, extendiste las manos con los brazos en forma de cruz, y bendijiste con singular
amor, cual otro Jacob, a todos tus Hermanos presentes. Ahora te pedimos: con tu paterna bondad, socó-
rrenos también a nosotros, que conmemoramos tu tránsito; e implora por nosotros al mismo Señor
Jesucristo la gracia de su bendición. Él, que ha mostrado en ti la fuerza misteriosa de la cruz, y vive y reina
con el Padre y el Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

Bendición de San Francisco

Tránsito de la bienaventurada Madre Clara

Himno

Al caer la tarde silenciosa, cuando todo era calma en el ambiente, una luz se encendía diligente
en oración humilde y amorosa.

Eras tú, Clara, corazón amante, que velabas al Dios sacramentado, pidiendo por el mundo atormentado, de
tanto desamor desconcertante.

Plegaria y sacrificio así juntabas


con alegre talante contagioso,
que arrastraba tras de sí, por amoroso, a las flores vivientes que cuidabas.

Y así, cuando por fin llamó el Esposo


a tu puerta, radiante de alegría
a su encuentro saliste en este día
con aceite abundante y luminoso.

En el coro de vírgenes prudentes, alabas al Señor tres veces santo; nosotros nos unimos a tu canto
y a tu gozo seráfico y ferviente. Amén.

Lectura de la muerte de Clara


según Tomás de Celano

Rodean el lecho de su Madre aquellas hijas que muy pronto quedarán huérfanas, cuyas almas atravesaba una
espada de dolor.
No las retrae el sueño, no las aparta el hambre; sino que, olvidadas del lecho y de la mesa, día y noche tan sólo
piensan en llorar. Entre ellas, la devota virgen Inés, saturada de amargas lágrimas, le dice insistentemente a su
hermana que no se marche abandonándola a ella. Le responde Clara: Hermana carísina, es del agrado de Dios que
yo me vaya; mas tú cesa de llorar, porque llegarás ante el Señor en seguida de mí, y El te concederá un gran
consuelo antes de que me aparte de ti.

Se la ve, finalmente, debatirse en la agonía durante muchos días, en los que va en aumento la fe de las gentes y la
devoción de los pueblos. La visitan asiduamente cardenales y prelados honrándola cada día como a verdadera santa.
Y es ciertamente admirable que, no pudiendo tomar alimento alguno durante diecisiete días, la vigorizaba el Señor
con tanta fortaleza, que podía ella confortar en el servicio de Cristo a cuantos la visitaban. Y como el piadoso varón
fray Rainaldo la exhortara a la paciencia en aquel prolongado martirio de tan graves enfermedades, ella, con voz
clara y serena, le contestó: Desde que conocí la gracia de mi Señor Jesucristo por medio de aquel su siervo
Francisco, ninguna pena me resultó molesta, ninguna penitencia gravosa, ninguna enfermedad, hermano
carísimo, difícil.

Mostrándose ya más cerca del Señor, y como si ya estuviera a la puerta, quiere que le asistan los sacerdotes y los
hermanos espirituales, para que le reciten la Pasión del Señor y sus santas palabras. Cuando aparece entre ellos fray

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Junípero, notable saetero del Señor, que solía lanzar ardientes palabras sobre él, inundada de renovada alegría,
pregunta si tiene a punto alguna nueva. Él, abriendo su boca, desde el horno de su ferviente corazón, deja salir las
chispas llameantes de sus dichos, y en sus palabras la virgen de Dios recibe gran consuelo.
Vuélvese finalmente a las hijas que lloran para recomendarles la pobreza del Señor y les recuerda con ponderación
los beneficios divinos. Bendice a sus devotos y devotas e implora la gracia de una larga bendición sobre todas las
Damas Pobres de sus monasterios, tanto presentes como futuros.
¿Quién podrá relatar el resto sin llorar? Están presentes aquellos dos benditos compañeros del bienaventurado
Francisco: Ángel el uno, que, lloroso él, consuela a las que lloran; León el otro, que besa el lecho de la moribunda.
Plañen las hijas desamparadas ante la separación de la piadosa madre y acompañan con lágrimas a quien se les va y
no han de ver más en la tierra. Duélense muy amargamente de que todo su consuelo se les marcha con ella y de que,
abandonadas en este va//e de lágrimas, ya no se verán más consoladas por su maestra.
A duras penas, únicamente el pudor retiene sus manos para que no se desgarren sus cuerpos; y el fuego del dolor se
hace más ardiente porque no puede evaporarse con el llanto exterior. La observancia conventual ordena silencio,
pero la violencia del dolor les arranca gemidos y sollozos; los rostros están ya tumefactos por las lágrimas, mas el
ímpetu del corazón lacerado les suministra nuevos ríos de llanto.

Entretanto, la virgen santísima, vuelta hacia sí misma, habla quedamente a su alma: Ve segura —le dice— porque
llevas buena escolta para este viaje. Ve —añade—, porque aquel que te creó te santificó; guardándote siempre,
como la madre al hijo, te ha amado con amor tierno. Tú, Señor —prosigue—, bendito seas por haberme creado.
Preguntándole una de las hermanas que a quién hablaba, ella le respondió: Hablo a mi alma bendita. No estaba ya
lejano su glorioso tránsito, pues, dirigiéndose luego a una de sus hijas, le dice: ¿ Ves tú, oh hermana, al Rey de la
gloria a quien estoy viendo?
La mano del Señor se posó también sobre otra de las hermanas, quien con sus ojos corporales, entre lágrimas,
contempló esta feliz visión: estando en verdad traspasada por el dolor, dirige su mirada hacia la puerta de la
habitación, y he aquí que ve entrar una procesión de vírgenes vestidas de blanco, llevando todas en sus cabezas
guirnaldas de oro. Marcha entre ellas una que deslumbra más que las otras, de cuya corona, que en su remate
presenta una especie de incensario con orificios, irradia tanto esplendor que convierte la noche en día luminoso
dentro de la casa. Se adelanta hasta el lecho donde yace la esposa de su Hijo e, inclinándose amorosísimamente
sobre ella, le da un dulcísimo abrazo. Las vírgenes llevan un palio de maravillosa belleza y, extendiéndolo entre
todas a porfía, dejan el cuerpo de Clara cubierto y el tálamo adornado.

A la mañana siguiente, pues, del día del bienaventurado Lorenzo, sale aquella alma santísima para ser laureada con
el premio eterno; y, disuelto el templo de su carne, el espíritu emigra felizmente a los cielos. Bendito este éxodo del
valle de miseria que para ella fue la entrada en la vida bienaventurada. Ahora, a cambio de sus austerísimos ayunos,
se alegra en la mesa de los ciudadanos del cielo; y desde ahora, a cambio de la vileza de las cenizas, es
bienaventurada en el reino celeste, condecorada con la estola de la eterna gloria.

Salmo 102

Bendice, alma mía, al Señor,


y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas


y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila se renueva tu juventud.

ORACIÓN

Dios, que con el resplandor de las virtudes de la bienaventurada Clara quisiste iluminar a innumerables vírgenes:
concede a quienes celebramos su feliz tránsito, por los méritos e intercesión de la misma, que aquí caminemos
siempre bajo esa luz y en el reino celeste merezcamos disfrutar de la perpetua alegría de tu rostro. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.

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Bendición de Santa Clara

ORACIONES DE AUTORES VARIOS

San Anselmo

Busco tu rostro

Busco tu rostro;
Tu rostro busco, Señor.
Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y cómo te encontraré.
Si no estás en mí, Señor, si estás ausente, ¿dónde te buscaré? Si estás en todas partes, ¿por qué no te veo aquí
presente? Es cierto que tú habitas en una luz inaccesible, ¿pero dónde está esa luz inaccesible?, ¿Cómo me
aproximaré a ella?, ¿quién me guiará y me introducirá en esa luz para que en ella te contemple? ¿Bajo qué signos,
bajo qué aspecto te buscaré? Nunca te he visto, Señor y Dios mío, no conozco tu rostro.
Dios altísimo, ¿qué hará este desterrado lejos de ti?, ¿qué hará este servidor tuyo, sediento de tu amor, que se
encuentra alejado de ti? Desea verte y tu rostro está muy lejos de él. Anhela acercarse a ti y tu morada es
inaccesible. Arde en deseos de encontrarte e ignora dónde vives. No suspira más que por ti y jamás ha visto tu
rostro.
Señor, tú eres mi Dios, tú eres mi Señor y nunca te he visto. Tú me creaste y me redimiste, tú me has dado todos los
bienes que poseo, y aún no te conozco. He sido creado para verte, y todavía no he podido alcanzar el fin para el
cual fui creado.
Y tú, Señor, ¿hasta cuándo nos olvidarás, hasta cuándo dejarás de apartar tu rostro? ¿Cuándo volverás tu mirada
hacia nosotros? ¿Cuándo nos escucharás? ¿Cuándo iluminarás nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro? ¿Cuándo
accederás a nuestros deseos?
\líranos, Señor, escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Colma nuestros deseos y seremos felices; sin ti todo
es hastío y tristeza. Ten piedad de nuestros trabajos y de los esfuerzos que hacemos por llegar hasta ti, ya que sin ti
nada podemos.
Enséñame a buscarte, muéstrame tu rostro, porque si tú no me lo enseñas no puedo buscarte. No puedo encontrarte
si tú no te haces presente. Te buscaré deseándote, te desearé buscándote; amándote te encontraré, encontrándote te
amare.

San Patricio

Cristo conmigo

Cristo conmigo,
Cristo delante de mí,
Cristo detrás de mí,
Cristo dentro de mí,
Cristo debajo de mí,
Cristo a mi derecha,
Cristo a mi izquierda,
Cristo en la fortaleza,
Cristo en el asiento del carro,
Cristo en la popa de la nave,
Cristo en el corazón de todo hombre
que piensa en mí,
Cristo en la casa de todo hombre que hable de mí,
Cristo en todos los ojos que me ven,
Cristo en todos los oídos que me oyen.

San Columbano, Abad

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Sobre Cristo fuente de vida

Oh Señor, tú mismo eres aquella fuente que, aunque siempre bebamos de ella, siempre debemos estar deseando.
Señor Jesucristo, danos sin cesar de esa agua para que brote en nuestro interior una fuente de agua viva que nos
comunique la vida eterna.
Pido cosas ciertamente grandes, ¿quién lo negará? Pero tú, Rey de la gloria, nos prometes dones excelsos y te
complaces en dárnoslos: nada hay más excelso que tú mismo, y tú has querido darte y entregarte a nosotros.
Por eso te pedimos que nos enseñes a valorar lo que amamos, que eres tú mismo, pues nuestro amor no desea bien
alguno fuera de ti.
Tú eres, Señor, todo nuestro bien, nuestra vida y nuestra luz, nuestra salvación, nuestro alimento y nuestra bebida.
Infunde en nuestro corazón, Señor Jesús, la suavidad de tu Espíritu y hiere nuestra alma con tu amor, para que cada
uno de nosotros pueda decir con toda verdad: “Muéstrame dónde está el amor de mi alma, porque desfallezco,
herido de amor
Deseo, Señor, desfallecer herido de esta forma. Dichosa el alma a quien de esta manera ha herido el amor. Esta
alma busca la fuente y bebe; siempre, sin embargo, bebiendo tiene sed, deseando encuentra agua, teniendo sed
siempre bebe; así, amando siempre busca y cuando es herida es sanada.
Ojalá se digne herirnos de este modo nuestro Dios y Señor Jesucristo, el piadoso y poderoso médico de nuestras
almas, que es uno con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Nerses Snorhali

El pequeño rebaño

A1 grupo escogido del pequeño rebaño,


añade el alma estéril de esta ovejita,
a fin de que agrade a la voluntad del Padre
dar también a mí, como a ellos, el Reino.
A tu siervo no he imitado,
el que tu regreso esperaba, Señor;
y tu llegada, ni en la segunda vigilia
ni en la tercera yo aguardo.

Es por eso que ya no oso


esperar de la promesa, el honor inefable y sublime:
que tú te ciñas poniéndote a servir
en lugar de tu siervo.

Al desesperado, en cambio, me parezco,


el que golpeaba a tus siervos,
hecho semejante al borracho y al codicioso
que tus bienes despilfarraba, Señor.

Y si fuera ignorante, feliz de mi,


y no como quien conoce el mal,
para no recibir los muchos palos,
siempre pocos si comparados al daño.

Soy docto, en el presente, en la ciencia del mal,


e indocto voluntario en la de lo mejor;
custodio atento no soy de mi alma
con el ojo vigilante del centinela.

Despiértame de mi sueño mortal,


para que pueda guardarme del Bandido.
Dame la gracia de esperar el alba,
hasta que me asegure tu visión.

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Vuélveme semejante a aquel siervo


que nutre a sus compañeros.
Para dar a tiempo la médula de tu Verbo
a cualquier alma hambrienta.

El cinto viril concédeme,


para tener ligada la concupiscencia;
ilumina la lámpara de tu precepto
en mi alma apagada y tenebrosa.

De La Liturgia Bizantina

Oración a San José

Anuncia, oh José, a tu pariente David las maravillas:


tú que viste dar a luz a la Virgen, tú que adoraste junto a los Magos, tú que glorificaste con los pastores, tú que
fuiste instruido por el ángel, ruega a Dios para que salve nuestras almas.

Anónimo (s. XII)

Absorbeat

Te ruego, Señor,
que la fuerza abrasadora
y dulcísima de tu amor
absorba de tal modo mi alma,
liberándola de todo apego terrenal,
que muera por amor de tu amor,
ya que Tú por amor de mi amor
te has dignado morir.

Tomás de Celano, OFM

Oración de sus compañeros a San Francisco

Padre, acuérdate de todos tus hijos, que, afligidos por indecibles peligros, sabes muy bien tú, santísimo, cuán de
lejos siguen tus huellas. Dales fuerza, para que resistan; hazlos puros, para que resplandezcan; cólmalos de alegría,
para que disfruten.
Impetra que se derrame sobre ellos el espíritu de gracia y de oración, para que tengan, como tú, la verdadera
humildad; guarden, como tú, la pobreza; merezcan, como tú, la caridad con que siempre amaste a Cristo crucificado,
quien con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración a San Francisco

Santísimo y bendito padre: concédeme a mí, miserable, te siga en la presente vida con tal fidelidad que, por la
misericordia divina, merezca alcanzarte en la futura.
Acuérdate, oh piadoso, de tus pobres hijos, a quienes después de ti, su único y singular consuelo, apenas si le queda
alguno. Pues aunque tú, la mejor parte de su herencia y la primera, te encuentres unido al coro de los ángeles y seas
contado entre los apóstoles en el trono de la gloria, ellos, no obstante, yacen en el fango y están encerrados en la
cárcel oscura, desde donde claman a ti entre llantos.
Muestra, padre, a Jesucristo, Hijo del sumo Padre, sus sagradas llagas y presenta las señales de la cruz que tienes
en tu costado, en tus pies y en tus manos para que él se digne, misericordioso, mostrar sus propias heridas al Padre,
quien ciertamente por esto ha de mostrarse siempre propicio con nosotros, pobres pecadores.

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Amén. Así sea. Así sea.

San Buenaventura

Oración a San Francisco

Gloríate ya seguro en la gloria de la cruz, tú que fuiste glorioso portador de los signos de Cristo; diste comienzo a tu
vida en la cruz, caminaste según la regla de la cruz y en la cruz diste cima a tu carrera, manifestando a todos los
fieles, por el testimonio de la cruz, la gloria de que disfrutas en el cielo.
Que te sigan confiadamente los que salen de Egipto, porque, dividido el mar por el báculo de la cruz de Cristo~
atravesarán el desierto, y, pasado el Jordán de esta mortalidad, ingresarán, por el admirable poder de la cruz, en la
prometida tierra de los vivientes. Que el verdadero guía y salvador del pueblo, Cristo Jesús crucificado, por los
méritos de su siervo Francisco, se digne introducirnos en la tierra de los vivientes para alabanza y gloria de Dios
uno y trino, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Beato Jordán de Sajonia, OP

Plegaria al bienaventurado Padre Domingo

Sacerdote santísimo de Dios, confesor admirable, predicador eminente, beatísimo padre Domingo, virgen, elegido
del Señor, grato y amado de Dios con predilección; glorioso en vida, doctrina y milagros: nos gozamos en tenerte
como eficaz intercesor ante el Señor, Dios nuestro.
A ti, a quien venero con especial devoción entre los santos y elegidos de Dios, clamo desde lo íntimo de mi corazón
en este valle de miserias. Te ruego, padre piadosísimo, socorras a mt alma pecadora, privada de toda virtud y gracia
y envuelta en las manchas de muchos defectos y pecados.
Sé propicio a mi alma culpable y desdichada, ¡oh alma bendita y bienaventurada del varón de Dios, enriquecida con
la bendición copiosa de la gracia divina! Pues tú no sólo fuiste llevada al descanso dichoso, a la mansión de la paz y
a la gloria celestial, sino que el ejemplo de tu admirable vida atrajo a otros muchos a esta misma bienaventuranza,
incitados por tus dulces consejos, instruidos por tu sana doctrina e imantados por tu ferviente palabra. Séme, pues,
propicio, bienaventurado Domingo, e inclina tus piadosos oídos a la voz de mi súplica.
Refugiándose en ti mi pobre y necesitada alma, se postra en tu presencia con cuanta humildad puede; se esfuerza en
presentarse lánguida a tus pies; moribunda, intenta, en cuanto puede, suplicarte, rogándote que con tus poderosos
méritos e intercesión piadosa te dignes vivificada, sanarla y henchirla con el don de tu copiosa bendición. Yo sé y
estoy seguro que puedes, confío en tu gran caridad que quieres y espero de la inmensa misericordia del Salvador
que alcanzarás de él cuanto pidieres.
Espero, ciertamente, de tu íntima amistad con Jesucristo, tu muy amado, y elegido entre todos, que nada te negará;
pues ante él, que aunque Dios y Señor, es sin embargo amigo tuyo, obtendrás cuanto quieras. ¿Qué podrá el amado
negar a quien tanto le ama? ¿Qué no dará a aquel que abandonándolo todo se entregó a sí mismo y a todas sus
cosas? Así realmente lo creemos y así te alabamos y veneramos.
Tú en tu más tierna edad, consagraste tu virginidad al Esposo de las vírgenes.
Tú, embellecido por el agua bautismal y adornado por el Espíritu Santo, ofreciste tu alma al Rey de los reyes en el
altar de tu castísimo amor.
Tú, educado desde un principio en la vida cristiana, enderezaste tus pasos hacia la cumbre de la santidad.
Tú, creciendo de virtud en virtud, marchaste siempre adelante en el camino de la perfección.
Tú hiciste de tu cuerpo una hostia viva, santa y agradable a Dios.
Tú, instruido por magisterio divino, te consagraste enteramente al Señor.
Tú emprendiste resueltamente el camino de la santidad, desprendiéndote de todo lo temporal para seguir desnudo a
Cristo desnudo y prefiriendo atesorar para la vida eterna antes que para la presente. Tú, negándote ardorosamente a
ti mismo y tomando virilmente tu cruz, te esforzaste en imitar los ejemplos de nuestro Maestro y Redentor.
Tú, devorado por el celo de Dios y por el fuego de lo alto, te consagraste al servicio de la religión apostólica
incitado por tu excesiva caridad y siguiendo tus ansias de perfección evangélica, y para tan noble fin instituiste la
Orden de Predicadores, realizando de este modo los designios divinos.
Tú, con tus gloriosos ejemplos y méritos, iluminaste la santa Iglesia, dilatada por todo el mundo.
Tú, dejando esta cárcel corporal, ascendiste gloriosamente a la patria de los elegidos.
Tú, ceñida la estola de gloria, asistes ante el trono de Dios para interceder por nosotros.
Te ruego, pues, que me ayudes a mí y a todos los que me son gratos; como también a todo el clero, al pueblo

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universal y al piadoso sexo de las mujeres; tú, que con tanto celo anhelaste la salvación del género humano.
Tú, entre todos los santos, eres mi esperanza y consuelo después de la bienaventurada Reina de las vírgenes.
Tú eres mi refugio predilecto. Acude, pues, propicio en mi auxilio. A ti únicamente me acojo, a ti me acerco
confiado, a tus pies, humilde, me postro.
A ti, suplicante, invoco e imploro como Patrono; a ti me encomiendo con devoción; dígnate pues, te ruego,
recibirme, guardarme, protegerme con bondad, para que, con la ayuda de tu protección, merezca alcanzar la deseada
gracia de Dios, encontrar su misericordia y obtener al fin para mi salvación los remedios de la vida presente y
futura. Alcánzame todo esto, ¡oh Maestro!, alcánzamelo; ¡que todo sea así, te suplico, caudillo egregio, padre santo,
bienaventurado Domingo! Socórreme, te ruego, y a todos los que te invocan; sé para nosotros verdadero Domingo,
esto es, custodio vigilante del rebaño del Señor. Vela siempre por nosotros y gobierna a los que te están
encomendados. Corrígenos y, corregidos, reconcílianos con Dios; y después de este destierro preséntanos gozosos al
Señor y a nuestro Salvador Jesucristo, Hijo muy amado y altísimo de Dios, cuyo honor, alabanza, gloria, gozo
inefable y eterna felicidad, con la gloriosa Virgen María y toda la corte de moradores celestiales, permanece sin fin
por los siglos de los siglos. Así sea.

Del Espejo de Perfección

Las grandezas que obró el Señor en Santa María de los Ángeles

Lugar santo, en verdad,


entre los lugares santos.
Con razón es considerado digno de grandes honores. Dichoso en su sobrenombre; más dichoso aún en su nombre;
su tercer nombre es ahora augurio de favores. Los ángeles difunden su luz en él; en él pasan las noches y cantan.
Después de arruinarse por completo esta iglesia, la restauró Francisco;
fue una de las tres que reparó el mismo padre. La eligió cuando cubrió sus miembros de saco. Fue aquí donde
domeñó su cuerpo y lo obligó a someterse al alma.
Dentro de este templo nació la Orden de los Menores cuando una multitud de hombres se puso a imitar el ejemplo
del padre.
Aquí fue donde Clara, esposa de Dios, se cortó por primera vez su cabellera
y, pisoteando las pompas del mundo, se dispuso a seguir a Cristo.
La Madre de Dios tuvo aquí el doble y glorioso alumbramiento de los Hermanos y las Señoras, por los que volvió a
derramar a Cristo por el mundo.
Aquí fue estrechado el ancho camino del viejo mundo y dilatada la virtud de la gente por Dios llamada. Compuesta
la Regia, renació la pobreza, se abdicó de los honores y volvió a brillar la cruz. Si Francisco se ve turbado y
cansado, aquí recobra el sosiego y su alma se renueva. Aquí se le muestra verdadero aquello de que duda y además
se le otorga lo que el mismo Padre demanda.

Santo Tomás Moro

Bienaventuranzas

Felices los que saben reírse de sí mismos, porque no terminarán nunca de divertirse. Felices los que saben distinguir
una montaña de una piedra, porque se evitarán muchos inconvenientes.
Felices los que saben descansar y dormir sin buscarse excusas, porque llegarán a ser sabios. Felices los que saben
escuchar y callar, porque aprenderán cosas nuevas.
Felices los que son lo bastante inteligentes como para no tomarse en serio, porque serán apreciados por sus vecinos.
Felices los que están atentos a las exigencias de los demás sin sentirse indispensables, porque serán fuente de
alegría.
Felices ustedes cuando sepan mirar seriamente las cosas pequeñas y tranquilamente las cosas importantes, porque
llegarán lejos en la vida.
Felices ustedes cuando sepan apreciar una sonrisa y olvidar un desaire, porque vuestro camino estará lleno de sol.
Felices ustedes cuando sepan interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, aún contra las apariencias:
serán tomados por ingenuos, pero este es el precio de la caridad.
Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar, porque evitarán muchas tonterías. Felices ustedes,
sobre todo, cuando sepan reconocer al Señor en todos los que encuentran, porque habrán encontrado la verdadera
luz y la verdadera sabiduría.

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San Ignacio de Loyola

Ofrecimiento de la voluntad

Toma, Señor, y recibe


toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Tú me lo diste, a ti
Señor te lo devuelvo. Todo es tuyo. Dispón de mí según tu voluntad.
Dame tu amor y gracia, que esto me basta.

Lope de Vega

Soneto a lo divino

Qué tengo yo que mi amistad procuras?


¿Qué interés te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,


pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:


“Alma asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía”!

Y ¡cuántas, Hermosura soberana,


“mañana le abriremos, respondía,

para lo mismo responder mañana!

Otro soneto

Pastor, que con tus silbos amorosos


me despertaste del profundo sueño;
tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,


pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir te empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, pues por amores mueres,


no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres;

espera, pues, y escucha mis cuidados;


pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?

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Santa Teresa de Ávila

Nada te turbe

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.
A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?


Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala como merece


bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.
Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;


id, dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.

San Juan de la Cruz

Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por la fe

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Qué bien se yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche.

Aquella eterna fonte está escondida que bien sé yo do tiene su manida aunque es de noche.

Su origen no lo sé, pues no le tiene, mas sé que todo origen de ella viene, aunque es de noche.

Sé que no puede ser cosa tan bella, y que cielos y tierra beben de ella, aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla, y que ninguno puede vadealla, aunque es de noche.
Su claridad nunca es oscurecida, y sé que toda luz de ella es venida, aunque es de noche.

Sé ser tan caudalosas sus corrientes, que infiernos, cielos riegan y las gentes, aunque es de noche.

El corriente que nace de esta fuente, bien sé que es tan capaz y omnipotente, aunque es de noche.

El corriente que de estas dos procede, sé que ninguna de ellas le precede, aunque es de noche.

Aquesta eterna fonte está escondida, en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan, aunque a oscuras porque es de noche.

Aquesta viva fuente que deseo, en este pan de vida yo le veo, aunque es de noche.

Un pastorcico

Un pastorcico solo está penado, ajeno de placer y de contento,


y en su pastora puesto el pensamiento, y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado, que no le pena verse así afligido, aunque en el corazón está herido; mas llora por
pensar que está olvidado.

Que sólo de pensar que está olvidado de su bella pastora, con gran pena se deja maltratar en tierra ajena, el pecho
del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: ¡Ay, desdichado


de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho del amor muy lastimado!

Y acabo de un gran rato se ha encumbrado


sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido delios,
el pecho del amor muy lastimado.

Anónimo

Alma de Cristo

Alma de Cristo, santifícame.


Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh buen Jesús, óyeme.

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Dentro de tus llagas escóndeme.


No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo defiéndeme.
En la hora de mi muerte llámame.
Y mándame ir a ti.
Para que con tus santos te alabe
por los siglos de los siglos. Amén.

Anónimo

Oración de la Paz

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz;


donde haya odio, ponga amor;
donde haya ofensa, ponga perdón;
donde haya discordia, ponga armonía;
donde haya error, ponga verdad;
donde haya duda, ponga la fe;
donde haya desesperación, ponga esperanza;
donde haya tinieblas, ponga tu luz;
donde haya tristeza, ponga alegría.

Oh Maestro,
que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar;
en ser comprendido como en comprender;
en ser amado como en amar.
Pues dando se recibe;
olvidando se encuentra;
perdonando se es perdonado;
muriendo se resucita a la vida eterna.

Santa Teresa de Lisieux

Oración del nombre de Jesús

Señor, al mirarme con ternura, has impreso en mi corazón un esbozo de tu rostro, pero es preciso que no deje de fijar
mi mirada en ti. Por eso espero con impaciencia tu vuelta, y nada me consolará en tu ausencia. Se puede vivir muy
lejos del ser amado:
tu nombre, presente en lo secreto del corazón, sostiene mi esperanza y mi vida.
Tu nombre, que yo guardo, es el nombre que me salva.
Me salva de la desesperación y de la rebelión. Tu nombre es el huésped de mi silencio interior, y en mí no se calla.
Como una fuente de ternura, murmura en lo más profundo de mí mismo
el dulce mensaje de una presencia y de una fidelidad.

Charles de Foucauld

Oración de abandono

Padre mío, me entrego en tus manos; haz de mí lo que quieras; sea lo que sea te lo agradezco. Gracias por todo;
estoy dispuesto a todo; lo acepto todo; te agradezco todo.
Con tal que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, en todos aquellos que tu corazón ama; no deseo nada
más, Dios mío. Me entrego en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque tú eres mi Padre.

Miguel de Unamuno

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Sobre la puerta estrecha

Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar.


La hiciste para los niños, yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame por piedad.
Vuélveme a la edad aquella
en que vivir era soñar.

Teresa de Calcuta

¿Quién dicen que soy?

Pero ustedes, ¿quién dicen que soy?


Tú eres Dios.
Tú eres Dios de Dios.
Tú eres engendrado, no creado.
Tú eres de la misma naturaleza que el Padre.
Tú eres el hijo del Dios viviente.
Tú eres la segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Tú eres uno con el Padre. Tú estás en el Padre desde el principio; todo fue hecho por ti y por él. Tú eres el Hijo
amado, en quien se complace el Padre.

Tú eres el hijo de María, concebido en su seno por el Espíritu Santo. Tú has nacido en Belén.
Tú fuiste envuelto en pañales por María y acostado en un pesebre lleno de paja. Tú has sido calentado por el aliento
de la mula
que llevó a tu madre encinta.
Tú eres el hijo de José, “el carpintero”, como lo conocía la gente de Nazaret. Tú eres un hombre como todos, sin
muchos conocimientos, según la opinión de la gente culta de Israel.

¿Quién es Jesús para mí?

Jesús es la Palabra hecha hombre. Jesús es el Pan de vida. Jesús es la víctima inmolada, por nuestros pecados, en la
cruz.
Jesús es el sacrificio ofrecido en la santa Misa por los pecados del mundo y por los míos.

Jesús es la palabra, que debe ser proclamada.


Jesús es la verdad, que debe ser dicha.
Jesús es la luz, que debe ser encendida.
Jesús es la vida, que debe ser vivida.
Jesús es el amor, que debe ser amado.
Jesús es la alegría, que debe ser compartida.
Jesús es la paz, que debe ser dada.
Jesús es el Pan de vida, que debe ser comido.

Jesús es el hambriento, que debe ser sustentado.


Jesús es el sediento, que debe ser saciado.
Jesús es el desnudo, que debe ser vestido.
Jesús es el sin casa, que debe ser albergado.
Jesús es el enfermo, que debe ser asistido.
Jesús es el hombre solo, que debe ser amado.
Jesús es el despreciado, que debe ser acogido.

Jesús está en el leproso, a quien se debe lavar las heridas. Jesús está en el mendigo, a quien se debe dar una
sonrisa.
Jesús está en el borracho, a quien se debe escuchar. Jesús está en el enfermo mental, a quien se debe proteger.
Jesús está en el pequeño, a quien se debe abrazar. Jesús está en el ciego, a quien se debe conducir. Jesús está en el

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mudo, con quien se debe hablar. Jesús está en el paralítico, a quien se debe acompañar. Jesús está en el drogadicto,
a quien se debe dar comprensión. Jesús está en la prostituta, a quien se debe socorrer y dar comprensión. Jesús está
en el preso, a quien se debe visitar. Jesús está en el anciano, a quien se debe servir.

Para mi,
Jesús es mi Dios.
Jesús es mi esposo.
Jesús es mi vida.
Jesús es mi único amor.
Jesús es mi todo en todo.
Jesús es todo para mí.
Jesús, lo amo con todo mi corazón.
Todo se lo he dado a él
—incluso mis pecados— y él me ha escogido como su esposa, con ternura y amor.
Ahora y para siempre, yo soy toda de mi esposo crucificado.

Card. Carlo Maria Martini

Oración al Espíritu Santo

Espíritu Santo, llena nuestros corazones con el mismo fuego


que ardía en el corazón de Jesús mientras hablaba del reino de Dios.
Haz que este fuego se comunique a nosotros, así como se comunicó a los discípulos de Emaús.
Haz que no nos dejemos abrumar o turbar por la multitud de las palabras, sino que detrás de ellas busquemos aquel
fuego que se comunica y enciende nuestros corazones.
Tú solo, Espíritu Santo, puedes encenderlo y a ti, entonces, dirigimos nuestra debilidad, nuestra pobreza, nuestro
corazón apagado, para que tú lo vuelvas a encender con el calor de la santidad de la vida, de la fuerza del reino.
Danos, Espíritu Santo, comprender el misterio de la vida de Jesús.
Danos el conocimiento de su persona, ese sublime conocimiento por el cual Pablo abandonó todo, con tal de
compartir sus sufrimientos y participar en su gloria.
Te lo pedimos por intercesión de María, madre de Jesús, que conoce a Jesús con la perfección y la plenitud de la
madre y con la perfección y la plenitud de quien está llena de gracia. Amén.

Hermann Schalück OFM

Oración del arco iris


Señor, haz de nosotros un arco iris, signo visible de paz y de reconciliación.
Un audaz arco iris que una a ambos milenios, el antiguo y el nuevo.
Un signo del cielo, colocado por ti. Un signo de promesas que nunca defraudan.
—El arco iris será para todos un signo de esperanza—. Un signo de tu amor a lo creado, de la promesa de tu
Espíritu que renueva la faz del universo. Haz que te sigamos con sana inquietud.
Haznos inquietos cuando nos sentimos satisfechos y seguros de nosotros mismos, cuando nos volvemos mezquinos
y rigurosos, cuando, en vez de seguir caminando, creemos haber alcanzado la meta. Vuélvenos inquietos cuando
saciamos nuestro corazón con nuestras muchas cosas, perdiendo la sed de tu presencia y el ansia de paz en la
justicia.
No permitas que nos domine la indiferencia ni la ceguedad ante el futuro, ni el celo alucinado, ni la turbación
obcecada. Concédenos la paz —fruto de la unión contigo—, tacto, afabilidad, cortesía, amabilidad con todos los
seres vivientes y con todas las criaturas inanimadas. Mantennos despiertos, Señor, para que seamos osados y
mutuamente solidarios, para que prestemos siempre atención a tu palabra, agucemos los oídos al grito de los pobres,
estemos abiertos a las jóvenes generaciones. Concédenos seguirte con total felicidad. Sí, Señor, haz de nosotros un
arco iris, un siguo de esperanza para un mundo nuevo.

Provincia Franciscana de la Asunción

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de la Santísima Virgen María del Río de la Plata

Altísimo, misericordioso Dios,


Rey del cielo y de la tierra,
envíanos tu Espíritu
porque sin El no sabemos cómo agradarte, cuál es tu Sueño;
que Él nos guíe hacia la Verdad completa, al gozo de tu Reino.

Espíritu Divino, Señor Santificador, Fuente de luz y de consuelo, enséñanos a amar; Espíritu del Padre, Espíritu del
Hijo, condúcenos al único deseo:
tu santísima Voluntad.

Salvador y Redentor nuestro, Santísimo Señor, lleno de gloria y humildad; que seamos uno, como Tú y el Padre,
hermanos entre los hermanos para que el mundo crea;
y a todos anunciemos que no hay omnipotente sino Dios, que en perfecta Trinidad y simple Unidad vives
eternamente y eres bendito por todos los siglos de los siglos. Amén.

Eric Doyle OFM

Oración por la fe

La noche antes de morir, Jesús pidió al Padre Eterno por nosotros: No pido solo por
ellos, sino también por aquellos que creerán en mí a través de sus palabras.

Señor Dios, cuando las cosas santas que debemos decir y hacer y las cosas sagradas que debemos tocar se vuelven
ordinarias y se transforman en monótonas, ayuda nuestra falta de fe. Señor Dios, cuando tocar el borde del manto de
Cristo no es suficiente, y anhelamos sentir el apretón de su mano traspasada y glorificada, ayuda nuestra falta de fe.
Señor Dios, cuando no nos conformamos con las migajas que caen de tu mesa, ayuda nuestra falta de fe.
Señor Dios, cuando temblamos por nuestro futuro desconocido, encomendado a tus manos, ayuda nuestra falta de
fe.
Señor Dios, cuando nos arrodillamos para orar, y pensamos qué estás ausente, y la oscuridad nos rodea, ayuda
nuestra falta de fe.
Señor Dios, cuando nos preguntamos cuál es el sentido de todo esto, ayuda nuestra falta de fe. Señor Dios, cuando
sentimos que ya no resistiremos más, y que sucumbiremos bajo el peso de todo esto, ayuda nuestra falta de fe.
Señor Dios, cuando podemos ver que no hay otra salida, y sin embargo parece que damos vueltas y más vueltas
alrededor, ayuda nuestra falta de fe.
Señor Dios, cuando hablar a otros parece hacernos más felices que hablarte a ti, ayuda nuestra falta de fe.
Señor Dios, cuando nos hallamos en la duda acerca de si estamos buscando nuestra propia gloria o la tuya en lo que
hacemos y logramos, ayuda nuestra falta de fe.
Señor Dios, cuando nuestro trabajo se hace pesado, y te borra de nuestra corta y estrecha visión, ayuda nuestra falta
de fe.
Señor Dios, cuando perdemos de vista los rasgos de Cristo en nuestro propio rostro y en los rostros de nuestros
hermanos y hermanas, ayuda nuestra falta de fe.
Señor Dios, cuando pedimos un signo al mirar y no ver, al oír y no escuchar, cuando te pedimos que visites la pobre
vivienda de nuestros corazones, ayuda nuestra falta de fe, fortalécenos, pero di solamente la Palabra y bastará para
sanamos.
Siempre presente y Santísimo Señor, en tu amable bondad nos diste tu Palabra que permanece para siempre;
concédenos, te suplicamos, una fe firme que nos guíe por las oscuridades, las dificultades y las cruces de esta vida
hacia la luz y la gloria de la bienaventurada eternidad.
Por Aquel que has enviado, nuestro Salvador Jesucristo y en el más Santo Espíritu. Amén.

Un Franciscano

Oración para pedir el conocimiento de Jesús

Tu luz, Señor, nos hace ver la luz. Iluminados por la claridad de tu Presencia y conducidos por tus manos llagadas y

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resucitadas, te pedimos, Señor Jesús, que derrames en nosotros tu Espíritu. Que él nos conceda un conocimiento
interior y profundo de tu persona, y nos anime a seguir tus huellas, de manera que podamos exclamar con júbilo,
movidos por su impulso, ¡Abba! ¡Papá! Te lo pedimos por intercesión de María, la creyente, y de Tomás, tu
“mellizo”. Amén.

Oración del seguimiento

Señor Jesús, maestro bueno, que por pura misericordia nos has llamado a seguirte. Acompaña con ternura nuestros
pasos cortos y vacilantes, para que lleguemos juntos al mismo lugar al que tú te diriges.
Entonces, en el brillo opaco de tu vida de pan y vino, veremos reflejada la Gloria de Dios. Te lo pedimos por
intercesión de María, que amasó el pan que comiste, y de Felipe, que repartió el que multiplicaste. Amén.

Una Clarisa

Oración al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo, Señor y dador de vida,


enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor.
Abre nuestra capacidad de entrega y acogida a los demás.
Vence nuestra incomunicación, quiebra nuestra soledad estéril.
Danos los bienes que nos conquistó del Padre la Pascua de Jesús.
Haznos comprender que la vida pasa por la muerte; que son felices los que lloran y que en la pobreza está nuestra
mayor riqueza. Enséñanos a ser sencillos, fraternos, hondos, verdaderos.
Concédenos descubrir el rostro de Cristo en los hermanos y la voluntad del Padre en los signos de la historia.
Quita la tibieza de nuestras vidas mezquinas y mediocres.
Devuélvenos la capacidad de asombro que tuvimos cuando niños frente a lo nuevo.
Ábrenos ventanas en los ojos para que aprendamos que lo esencial es invisible y que sólo se ve bien con el corazón.
Graba en nuestro espíritu la ley del Reino: que seamos felices en la pobreza; felices en la lucha; felices en la
persecución.
Que entendamos que la oscuridad es condición para percibir la luz; que la sed es condición para percibir el agua; y
que la pequeñez es condición para aceptar el Don.
Ven, Espíritu Santo, dador de vida; danos un corazón puro, ojos limpios, manos generosas, y pon palabras de verdad
en nuestros labios.
Haz que aceptemos el dolor sin autocompasiones estériles.
Que junto a los hermanos te llamemos ¡Padre!
Que, como dóciles hijos del Padre, hermanos de Jesús y entre todos, busquemos la salvación que viene de ti.
Haz que amemos la vida renovada de cada día; que guardemos la fe, trabajemos en esperanza, que vivamos en el
amor y que conservemos siempre la alegría en el corazón inmaculado de María, tu Esposa fiel y Madre nuestra.
Amén.

Carlos Mujica

Meditación en la villa

Señor, perdoname por haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ocho años tengan trece.
Señor, perdoname por haberme acostumbrado a chapotear por el barro: yo me puedo ir, ellos no. Señor, perdoname
por haber aprendido a soportar el olor de las aguas servidas, de las que me puedo ir, y ellos no.
Señor, perdoname por encender la luz y olvidarme de que ellos no pueden hacerlo.
Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie hace huelga con su hambre. Señor, perdoname por
decirles “no sólo de pan vive el hombre” y no luchar con todo para que rescaten su pan.
Señor, quiero quererlos por ellos, y no por mí, ayudame.
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz, ayudame.
Señor, sueño con morir por ellos, ayudame a vivir para ellos.

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J. L. Cortés

Salmo del Amigo

Mi amigo era el amigo que no conoce hastío. Llegó desde su pueblo un día de Septiembre, cuando la gente dice
“parece que refresca” y el lago se hace adulto y el sol se pone serio. Mi amigo —treinta años de Dios y
carpintero— sonó a los pescadores como un otoño extraño.
Cafamaúm olía a sudor y a meadas y a pescado podrido. Sólo las prostitutas perfumaban las calles de jazmín y
romero al pasar por la tarde pregonando su cuerpo. Cafarnaúm vivía con resignada rabia su condena perpetua a no
ser nunca nada.

(Y estaban los enfermos, mezcla de fiebre y polvo;


y estaban los leprosos, mezcla de muerte y ojos;
y estaban los injustos; y estaban los romanos
como gringos odiados en un Vietnam sin bombas).
Y estaban casi todos pescando por el lago
cuando llegó mi amigo un día de Septiembre.

No fue sólo decirlo. Fue también demostrarlo:


que hasta el último pobre de la choza más pobre llevaba entre los ojos la marca de los príncipes porque era el
favorito del Rey llamado “Padre”. Florecieron entonces —en otoño— los ánimos; hubo sol hasta hartarse, caminaron
los cojos y los presos hicieron de las rejas arados mientras se enamoraban el león y el cordero.

De esa fiesta gratuita de embriaguez sin resaca salió un grupo de amigos que juraron su sangre para que el mundo
entero se pusiera contento. A la cabeza, Pedro, puesto como la piedra que sostiene las vigas que sostienen la casa.
Fueron, pues, por las plazas de todas las ciudades dando esa buena nueva que llaman ‘Evangelio’ ¡Y qué alegre la
gente al mirarse al espejo y descubrir —¡es cierto!— la marca de los príncipes!

Así empezó la Iglesia, como titiriteros que llevan por los pueblos la música y la fiesta. Fue tarde. Fue mañana. Parió
el amor su crío y pasó el día primero.

San Francisco

Así, como quien riega su silencio


te has ido sin hacer daño a la muerte,
cachorro de paloma y de serpiente.

Te vas a Dios, al Padre de la vida


que te hizo a ti y al sol y a las estrellas,
y a Cristo, del que —como un tatuaje—
grabadas en tu cuerpo están las huellas.

Y te vas ocho siglos por delante


de que lleguen los hombres de mi tiempo:
¡Ocho siglos de Iglesia y de cristianos
que tan poco han sabido de tu ejemplo!

Pero yo no quisiera resignarme


a hacer de tu mensaje una rutina
habiendo tanto enfermo entre los hombres
y tanta Iglesia que amenaza ruina.

Yo quisiera, a pesar de mis temores,


seguir tus pasos franciscanamente,
¡que hasta el diablo si se lo propone
puede llegar a ser un buenagente!

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Vivir en sencillez, con esa magia


que cambia en fiesta lo más ordinario,
y amar mucho, sabiendo que, en el fondo,
sólo el amor es revolucionario.

Agitador de un mundo que agoniza


y pacificador del lobo arisco:
¡apúntame en la lista de tus locos
y enséñame a ser libre, fray Francisco!

PARÁBOLA QUE FRANCISCO PROPUSO AL PAPA INOCENCIO III

Vivía en el desierto una mujer pobrecilla y hermosa; prendado un rey poderoso de su


hermosura, quiso tomarla por esposa, porque creía que de ella podría tener hijos hermosos.
Contraído ya y consumado el matrimonio, nacieron muchos hijos.
Ya adultos, les habló su madre, diciéndoles:
— “Hijos míos, no os avergoncéis, pues sois hijos del rey. Id, pues, a su corte, y él os dará todo lo que necesitéis”.
Cuando se presentaron ante el rey, éste quedó cautivado de su hermosura, y, reconociendo en ellos su verdadero
retrato, les preguntó:
— “¿De quién sois hijos?”
Y como le contestasen que eran hijos de una mujer pobrecita que vivía en el desierto, el rey los abrazó con íntima
complacencia y les dijo:
— “Nada temáis, porque sois hijos míos. Así pues, silos extraños se alimentan de mi mesa, con mayor razón
vosotros, que sois mis hijos legítimos”. Y mandó el rey a aquella mujer que le enviara a palacio a todos los hijos
que habían engendrado juntos, para que allí se criaran.

INDICE GENERAL

ORACIONES DE SAN FRANCISCO

Oración ante el Crucifijo de San Damián


Exhortación a la alabanza a Dios
Saludo a la Bienaventurada Virgen María
Saludo a las virtudes
Alabanzas al Dios altísimo
Bendición al hermano León
Cántico de las creaturas
De la Regla no bulada (cap. 23)
De la Carta a toda la Orden.
Del Testamento
Bendición a fray Elías, poco antes de morir
De las Consideraciones sobre las llagas
¿Quién eres tú?
Dos gracias te pido

OFICIO DE LA PASION DEL SEÑOR


Parafrasis del Padre Nuestro
Alabanzas que se han de decir en todas las Horas
En el Triduo Sacro y en los días feriales del año
En el Tiempo Pascual. Desde el Sábado Santo, concluido ya el día

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En los Domingos y fiestas principales


En el tiempo del Adviento del Señor
En el tiempo de la Navidad del Señor hasta la Octava de la Epifanía

BENDICIÓN DE SANTA CLARA DE ASIS

HIMNOS DE LA LITURGIA DE LA IGLESIA

Para el comienzo del día


Alfarero del hombre
Jesús de dulce memoria

Para el final del día


Como el niño que no sabe dormirse
Gracias, porque al fin del día

A Jesús crucificado
Mármol con sangre, tu frente

A Jesús resucitado
Al fin será la paz y la corona
Dejad que el grano se muera
Dios como un almendro
¿Quién es este que viene?

Al Espíritu Santo
Veni, Creator
Secuencia de Pentecostés

A María
Llena de rosas mi herida

SELECCIÓN DE SALMOS
Salmo 15
Salmo 26
Salmo 50
Salmo 99
Salmo 120
Salmo 125
Salmo 126
Salmo 130
Salmo 141

CÁNTICOS BÍBLICOS
Del Libro de la Sabiduría (11, 21-26)
Benedictus
Magnificat
Cántico de Simeón

ORACIONES DE LOS PADRES DE LA IGLESIA

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San Basilio
Invocación al Espíritu Santo
Clemente de Alejandría
Himno a Cristo Señor

San Efrén el Sirio


Himno
Carmen Nisibenus70

San Juan Damasceno


Oración sobre el propio sacerdocio
San Agustín
Tú eres mi salvación
Para comprender la Sagrada Escritura
Para escuchar a Dios
Invocación al Señor sobre la propia vida
Tarde te amé
Breve oración del pastor

San Isidoro de Sevilla


Himno al Espíritu Santo

Santiago de Sarug
Oración del pecador penitente

ORACIONES DE LA TRADICIÓN FRANCISCANA

San Antonio de Padua


Por la posesión del Reino
Para hacerse como niños
Para seguir el camino de Jesús
Para la reconciliación
Oración del árbol bueno
Para el mandamiento del amor

San Buenaventura
Sobre una oración de 5. Anselmo
Transfige
Oración al Niño Jesús
Oración a Jesús crucificado
Oración para prepararse a celebrar la Eucaristía
Oración para obtener los siete dones del Espíritu Santo
Para pedir la alegría
Paráfrasis de la oración del publicano

Santiago de Milán
Oración sobre la pasión del Señor
Otra oración sobre la pasión

Beato Juan del Alverna


Oración de perdón
Súplica en la desolación
Otra oración de perdón

Pedro de Juan Olivi


Modo en el que se puede dar gracias a Dios por los beneficios recibidos

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Beata Angela de Foligno


Lauda
Acción de gracias

Ubertino de Casale
Oración a Jesucristo
Versículos de la vida de Jesús
Soliloquio
Oración para alcanzar la gracia de la pobreza
Otro soliloquio sobre la meditación acerca de la vida de Jesús

Beato Juan Duns Scoto


Oración para comenzar el estudio

Beato Raimundo Llull


Los cien nombres de Dios (fragmento)

Anónimo (s. XIV)


Oración a Jesús crucificado
Oración a Jesús antes de la predicación

Santa Brigida
Alabanza a Jesucristo

Francisco de Osuna
Oración para todos los días

San Pedro de Alcántara


Petición especial del amor de Dios (fragmento)
Sobre el Salmo 50 (fragmento)

San francisco Solano


Mi buen Jesús

Fray Juan Gómez


Oración en el día de su profesión

Sor María de Jesús Agreda


Confesión y acción de gracias

San Pascual Bailón


Oración para antes de comulgar
Acción de gracias después de la comunión

San José de Cupertino


Breve invocación a Jesús

Fray Francisco de Paula Castañeda


Memento personal de todas sus misas

ORACIONES A MARÍA

De Padres y Autores antiguos

San Germán de Constantinopla

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San Cirilo de Alejandría


Oración pronunciada en el Concilio de Efeso

Santiago de Sarug

Rábula de Edesa
Himno
Balaj el Sirio
Oración

San Juan Damasceno


Súplica a María en su tránsito

San Bernardo

De la Tradición franciscana

San Antonio de Padua


María estrella de la mañana
María del pesebre
María, olivo bendito

San Buenaventura
Oración de María al pie de la cruz

Santiago de Milan
Meditación en el viernes Santo

Sor María de Jesús Agreda

Fray Juan Gómez


Breve exclamación a María

De Autores varios

Cardenal Eduardo Pironio


María madre de los pobres

Cardenal Carlo María Martín


Contigo María
Me confío a ti

Herman Schalück, ofm


Oración a Nuestra Señora de la Porciuncula

Un franciscano

PRINCIPALES DEVOCIONES FRANCISCANAS

Santo Via Crucis de San Leonardo de Porto Mauricio, ofm

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Corona franciscana de las Siete Alegrías de María

Corona de los Siete Dolores de María

Letanías del Santísimo Nombre de Jesús

Letanías del Sagrado Corazón de Jesús

Letanías de la Santísima Virgen María

Letanías de San José

Antífonas Marianas

Ave María
Salve Regina
Sub tuum praesidium
Alma redemptoris mater
Ave regina coelorum
Regina coeli
Tota pulcra
Stabat mater
Stabat mater speciosa

Los siete domingos de San José

Secuencia de nuestro Padre San Francisco

Tránsito del bienaventurado Padre Francisco

Tránsito de la bienaventurada Madre Clara

ORACIONES DE AUTORES VARIOS

San Anselmo
Busco tu rostro

San Patricio
Cristo conmigo

San Columbano abad


Sobre Cristo fuente de vida

Nerses Snorhalí
El pequeño rebaño

De la liturgia Bizantina
Oración a San José

Anónimo (s. XII)


Absorbeat

Tomás de Celano, ofm

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Oración de sus compañeros a San Francisco


Oración a San Francisco

San Buenaventura
Oración a San Francisco

Beato Jordán de Sajonia, op


Plegaria al bienaventurado Padre Domingo

Del Espejo de Perfección


Las grandezas que obró el Señor en Santa María de los Ángeles

Santo Tomás Moro


Bienaventuranzas

San Ignacio de Loyola


Ofrecimiento de la voluntad

Lope de Vega
Soneto a lo divino
Otro soneto

Santa Teresa de Ávila


Nada te turbe

San Juan de la Cruz


Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por la fe
Un pastorcico

Anónimo
Alma de Cristo

Anónimo
Oración de la paz

Santa Teresa de Lisieux


Oración del nombre de Jesús

Charles de Foucauld
Oración de abandono

Miguel de Unamuno
Sobre la puerta estrecha

Teresa de Calcuta
¿Quién dicen que soy?

Card. Carlo María Martín


Oración al Espíritu Santo

Herman Schalück, ofm


Oración del arcoiris

Provincia Franciscana de la Asunción de la Santísima Virgen María

Eric Doyle, ofm

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Oración por la fe

Un franciscano
Oración para pedir el conocimiento de Jesús
Oración del seguimiento

Una clarisa
Oración al Espíritu Santo

Carlos Mujica
Meditación en la villa

J. L. Cortés
Salmo del amigo
A San Francisco

Parábola que San Francisco propuso al papa Inocencio III

INDICE INTERACTIVO

Oraciones de San Francisco


Himnos de la Liturgia de la Iglesia
Selección de Salmos
Canticos Bíblicos
Oraciones de los Padres de la Iglesia
Oraciones de la tradición franciscana
Oraciones a María
Principales devociones franciscanas
Oraciones de autores varios

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