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Perfil del Agresor (FI) Conforme Marzabal Manresa (2015), no existe un perfil único del

agresor. Sin embargo, existen una “serie de características definitorias que son evidenciadas
en la figura del maltratador”. (p.162) Tales como: 1. Mínima capacidad para tolerar
frustraciones o situaciones de estrés 2. Celos, temor a que su pareja le abandone y amenazas
3. Fue maltratado o presenció comportamientos violentos en la niñez 4. Utiliza el sexo como
herramienta de agresión 5. En ocasiones presenta una doble personalidad: amabilidad y
violencia alternativas 6. Cree en la supremacía del hombre y los roles sexuales estereotipados
7. Baja autoestima: necesita validar su ego a través de su esposa 8. La influencia del alcohol y
las drogas como excusa para agredir 9. No cree que su conducta sea violenta. Estudios
realizados sobre el maltrato en la pareja afirman que los individuos que desarrollan conductas
agresivas con sus compañeras sentimentales, también lo han exteriorizado con otras personas
(Redondo y Garrido, 2013; Eriksson y Mazerolle, 2013). Dobash et al., 2007, afirman que
existen FR, tanto en la violencia letal como la no letal, iguales en ambos agresores, como
puede ser factores la infancia, adolescencia y la fase adulta. Siendo la niñez donde comparten

indicadores más relevantes, como puede ser haber presenciado la violencia del padre hacia a
la madre, el abuso de alcohol de éste, sufrir abuso físico y/o sexual, así como déficits en los
cuidados (p.14). A pesar de que no es correcto afirma que existe un “perfil del feminicida” en
concreto, sí es posible trazar unos rasgos de personalidad comunes en este tipo de agresores,
como pueden ser: “la desconfianza hacia los demás, la suspicacia, la hostilidad, la
hipersensibilidad y la preocupación enfermiza por la fidelidad de su pareja” (Marzabal
Manresa, 2015, p.17). Además, son personas con alta impulsividad (Eriksson y Mazerolle,
2013). A pesar de los exhaustivos estudios científicos sobre FI, existen discrepancia con
respecto al perfil de los agresores del FI y la posible predicción de las conductas delictivas
(Loinaz et al., 2018). Dutton y Kerry (1999), citado en Loinaz et al. (2018), afirman que "hay
alguna evidencia de que el homicidio conyugal no puede necesariamente ser predecible sobre
la base de la violencia no letal” (p.50). Factores de Riesgo del Agresor (FI y FNI) Según Marzabal
Manresa (2015), define los factores de riesgo como “las circunstancias (individuales, familiares,
escolares, laborales, sociales o culturales) cuya presencia incrementa la probabilidad de que se
produzca un determinado fenómeno” (129). Conforme la Organización Mundial de la Salud
(2012), el Modelo Ecológico es el más utilizado para entender cualquier forma de violencia, y
que esta última “está influenciada por factores que operan en cuatro niveles: individuo, familia
/ relación, comunidad y sociedad o estructural (que se relaciona con leyes, políticas e
influencias sociales más amplias)” (p.4). Asimismo, Pueyo y Redondo (2007), alegan que
existen factores de riesgo y de protección en un individuo, que dependiendo de su naturaleza,
pueden distinguirse entre factores estáticos y dinámicos. Siendo los estáticos, factores que no
se puede modificar, al contrario, de los dinámicos que sí son modificables. En esta misma línea,
varios estudios arguyen que tener un nivel de educación universitaria es un factor de
protección frente a una educación secundaria. (Weizmann-Henelius et al. 2012; OMS 2012).
Asimismo, los estudios de Weizmann-Henelius et al. (2012), encontraron que hallarse en una
situación laboral inactiva aumenta el riesgo de feminicidio. Redondo y Garrido (2013), afirman
que está en una posición de dependencia hacía su agresor, es un factor de riesgo muy común
en las relaciones de parejas. No obstante, estudios realizados en Brasilia, capital de Brasil,
afirman que tener una autonomía económica y sexual, influyen en un mayor riesgo de ser
víctimas de feminicidio íntimo. (Meneghel et al., 2017) De acuerdo, con varios psicólogos
existen patrones de personalidad y de conducta comunes entre el agresor y víctima. (Redondo
y Garrido, 2013). Además, los estudios de Vera (2012), relevan que iniciarse a temprana edad
en acciones violentas hace con que haya una “normalización de la violencia” (p.46). Theobald y
Farrigton (2012), citado en Redondo y Garrido (2013), analizaron en su ilustre estudio
longitudinal de Cambridge que existen factores de la infancia y adolescencia que pueden
predecir la conducta violenta contra las mujeres en la edad adulta. Además, los individuos que
ejercieron la violencia contra su pareja fueron

Olhar Criminológico (Vol. 1, Ano 4) (abcriminologia.com.br)

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