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AHORA, QUE JUEGEN LOS NINOS

Eduardo Bustelo Graffigna(*)

1) El limbo puede definirse como la experiencia de los niños


muertos sin bautismo y que no tienen ninguna culpa pero que
permanecen en la culpa del pecado original. No pueden ser
condenados al infierno puesto que no cometieron ningún pecado y
permanecen alejados perpetuamente de la contemplación de Dios.
Tampoco podrían ir a la contemplación definitiva de Dios puesto
que conservan la mancha originaria del pecado. Santo Tomas
explica que los niños del limbo no experimentan dolor pues no
pueden sufrir una pena por alguna falta que no cometieron y que
por lo tanto podrían corregir. No tienen conciencia de estar
privados del bien absoluto y por lo tanto no caen en la
desesperación como los condenados al infierno. Como dice
Giorgio Agamben, están como “definitivamente perdidos, habitan
sin dolor en el abandono divino”1. Experimentan la alegría
efímera de no ser condenados y una frustración inmensa por no
alcanzar la plenitud. Sin la felicidad de los que se salvaron ni la
desesperación de los condenados viven en una tristeza
suspendida.
Pero se trata de criaturas en una situación muy grave ya que están
anuladas: ni condenadas ni salvadas están sujetas a una
invalidación radical. Deambulan en una permanencia
eternamente indefinida, clausuradas de una salida pero sin
siquiera poder sentir su clausura. Y esto nos remite a una
dramática pregunta: ¿No es el limbo “la realidad” de la infancia
en la cultura?

1
(*) Director de la Maestría en Política y Planificación Social. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
Universidad Nacional de Cuyo.
Agamben, G (1996). La Comunidad que Viene, Pre-Textos, Valencia pagina 13.-
2

2) El limbo es una metáfora mas que fuerte respecto a la situación


de la infancia y muy particularmente a su status jurídico. Me
refiero al estado de excepción una de las categorías más
profundas y originales formulada también por Agamben en donde
analiza “la ambigüedad constitutiva del orden jurídico por el cual
este parece estar siempre al mismo tiempo afuera y adentro de sí
mismo, a la vez vida y norma, hecho y derecho” 2. El estado de
excepción es esa situación en donde continuamente se suspende el
derecho pero precisamente para asegurar su persistencia
distorsiva.
El estado de excepción se ha constituido en la forma regular de
gobierno moderno. La legalidad del orden jurídico y su
continuidad consiste en legalizar la exclusión de quienes no
tienen derechos y después, suspenderlos como excepción. El
estado límbico se produce porque los derechos están y al mismo
tiempo no están contemplados en el orden jurídico. En otras
palabras: los derechos de la infancia se reconocen en su
condición de existencia pero se desconocen en su condición de
ejercicio. Esto puede instalar al derecho peligrosamente en una
relación con la vida protegiéndola o en su inverso que es lo más
frecuente: la vida sin protección del derecho. Agamben citando a
Benjamín dice: “la tradición de los oprimidos nos enseña que el
estado de excepción en el cual vivimos es la regla”. Ahora si el
estado de excepción es la regla aboliendo así la aplicación de la
ley, ello borra dramáticamente la distinción entre violencia y
derecho, entre ley y verdugo y por ende, la policía también se
mueve en estado de excepción.

3) Michel Foucault sólidamente explica la correlación entre el


orden jurídico y el poder a lo largo de la historia en su libro La
Verdad y sus Formas Jurídicas. Allí se recorre la historia de las
distintas formas a través de las cuales las sociedades
implementaron normas definidas como “verdad” desde un
supuesto poder -el poder judicial- como si éste estuviera afuera
del sistema de poder. Así, el poder judicial ha pretendido definirse

2
Agamben, G. (2004).Estado de Excepción. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires, paginas 23 y
siguientes
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como “la verdad sin poder en contra de un poder sin verdad” 3. En


realidad, el surgimiento de sistemas disciplinarios y punitivos y
especialmente de las instituciones de encierro de “menores” así
como las normas de una “verdad” administrada han estado
asociados a necesidades concretas del sistema de poder y no a una
justicia institucionalizada separada y por encima de la sociedad
como poder autónomo. El orden jurídico no reposa entonces sobre
una “ley trascendental” desde la cual se deriva una justicia como
imperativo categórico. Siguiendo los razonamientos de Foucault,
la verdad jurídicamente administrada tiene que ver con el saber
como poder y el surgimiento de profesiones asociadas a la gestión
de la justicia. Aquí el poder muestra “su” realidad en correlación
con la defensa de sus intereses y en la sanción de una “legalidad”
que corporativamente le favorece y que muy poco tiene que ver
con la defensa de los intereses de niños y niñas.

4) La negación del pensamiento de la infancia es la base del poder


adulto. ¿Piensan los niños? En realidad los niños piensan
dialógicamente. Piensan como un reconocimiento de unos y otros
en una actividad en donde se reconocen como un nosotros. El
pensamiento es horizontal e inspirado por preguntas. Enseñar es
un proceso entre iguales. Aquí es inspirador el pensamiento de
Jaques Ranciere en El Maestro Ignorante 4. En este texto se cuenta
la historia de Joseph Jacotot, un revolucionario exilado quien en
1818 enseñaba francés a los estudiantes flamencos sin darles
ninguna lección. Dando clases en la universidad de Lovaina se
enfrenta a un hecho insoslayable: sus alumnos hablan una lengua
que él desconoce y a su vez, ellos desconocen el idioma francés
que él habla. Se quiebra aquí el acto constitutivo básico del
enseñar: el profesor no se puede comunicar con sus alumnos. Pero
se produce un hecho fundamental: Jacotot encuentra un texto
bilingue del Telémaco de Fenelon. Les pidió a sus alumnos
valiéndose de un interprete, que aprendieran el texto en francés a
través de la traducción. A través de etapas, pregunta lo que van
aprendiendo y hace un seguimiento riguroso de los trabajos. Pidió
luego a los estudiantes que escribieran en francés lo que pensaban
3
Foucault, M. (2005). La Verdad y sus Formas Jurídicas, Gedisa, Barcelona, pag. 66
4
Ranciere, J.(2003). Laertes, Barcelona, capitulo 1, paginas 9 a 25.
4

de lo que habían leído. Cual fue su sorpresa al encontrase que


escribían como lo harían muchos franceses. Aprendieron solos sin
maestro explicador. No fue necesaria ninguna inteligencia puesto
que comprender es un acto de traducción. Hicieron en gran parte
lo que hacen los niños : ir a ciegas esto es, ir adivinando. Jacotot
no había dado ninguna explicación sobre los primeros elementos
de la lengua, ni sobre ortografía ni conjugaciones. “La explicación
no es necesaria para remediar una incapacidad de comprensión.
Todo lo contrario, esta incapacidad es la ficción que estructura la
concepción explicadora del mundo. El explicador es el que
necesita del incapaz y no al revés, es él el que constituye al
incapaz como tal”. La relación era de igualdad no el verticalismo
del sabio sobre el ignorante. El que habla lo hace bajo el signo del
semejante y no para confirmar una desigualdad. Por lo tanto, la
igualdad entre adultos e infancia no es un objetivo sino un punto
de partida.

5) En la relación humano/inhumano, corre paralelamente la de


infancia-adulto. El niño seria lo inhumano como anterior a lo
humano puesto que es anterior al lenguaje. Cuando la infancia es
abolida o abandonada allí aparecería lo humano. Gracias al
lenguaje el hombre adquiere como una segunda naturaleza que lo
hace apto para vivir una vida en común. Pero tal vez la
humanidad consistiría en su inverso. Jean-Francois Lyotard lo
plantea correctamente: “privado de habla, incapaz de mantenerse
erguido, vacilante sobre los objetos de su interés, inepto para el
cálculo de sus beneficios, insensible a la razón común, el niño es
eminentemente lo humano porque su desamparo anuncia y
promete los posibles. Su retraso inicial con respecto a la
humanidad, que hace de él el rehén de la comunidad adulta, es
también lo que manifiesta a esta ultima la falta de humanidad de
la que padece y lo que la llama a ser mas humana” 5. Por lo tanto,
si hay algo que esta cuestionado y que solo podríamos sostener
con arrogancia es precisamente la humanidad de los adultos en la
cultura presente. Lo humano y lo feroz casi coinciden. Entonces
la tarea no seria el abandono de la infancia sino el retorno a la
misma esto es, a la indeterminación inicial del hombre de la que
5
Lyotard,J.F. (1998) Lo Inhumano. Manantial, Buenos Aires, pagina 11.
5

nació y continua naciendo. Allí esta la libertad, allí esta lo


posible.

6) Dadas las reflexiones anteriores, definir en la cultura la


infancia como minoridad, es un acto de soberbia y de violencia lo
que representa el poder de los adultos. Pero la infancia ha dejado
de ser minoridad. La infancia tampoco es inferioridad, pequeñez
o debilidad. Es esencialmente quiebre y ruptura. Es una
discontinuidad ontológica con el mundo adulto. Es el nacimiento
de lo nuevo y una apertura que se anuncia. La infancia son los que
nacen sin hablar y no hablan lo que los adultos hablan.
Casualmente por estar fuera del lenguaje, niños y niñas son la
posibilidad de sustentar la palabra. Ernst Bloch en su magistral
interpretación de la utopía la definió como lo que “todavía no ha
llegado a ser”. Y esta posibilidad de una nueva alternativa
anticipada coincide con la infancia. Por eso, para cambiar la
pesadez extenuante de la negatividad del mundo, ahora que
juegan los niños.

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