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El ganador

Enrique Anderson Imbert

Unos bandidos asaltan un bar de la ciudad de México y, ya dueños del botín,

emprenden la retirada. El plan es separarse al otro lado de la frontera, pero deciden

pasar la noche en una casa abandonada en el camino. A la luz de las velas juegan a las

cartas. Cada uno apuesta lo que les robó a los clientes. Partida tras partida, el azar

favorece al Bizco que apila las ganancias debajo de la mesa: monedas, relojes, collares y

pulseras. Al otro día, el Bizco mete lo ganado en una bolsa, la carga sobre los hombros

y, agobiado, sigue a sus compañeros que marchan hacia la frontera. La atraviesan y

llegan sanos y salvos al punto donde resolvieron separarse. Repentinamente, uno de

ellos dice: “Bizco, hasta acá llegás”. Y allí matan al Bizco. Lo habían dejado ganar para

que les transportara el pesado botín.

La montaña

Enrique Anderson Imbert

El niño empezó a treparse por el corpachón de su padre, que estaba dormitando en el

sillón. Al sentirlo, el padre, sin abrir los ojos y sonriéndose, se puso todo duro para

ofrecer una solidez de montaña al juego del hijo. Y el niño lo fue escalando: se apoyaba

en las piernas, en el pecho, en los brazos y en los hombros, inmóviles como rocas.

Cuando llegó a la cima nevada de la cabeza, el niño no vio a nadie: “¡Papá, ¿dónde

estás?” , llamó a punto de llorar. Un viento frío soplaba allá en lo alto y el niño,

hundido en la nieve, quería caminar y no podía. Finalmente, se echó a llorar solo sobre

el desolado pico de la montaña.

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