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LECTURAS OBLIGATORIAS 2021. HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

Wilhelm Wundt. La Psicología de los pueblos. [Capítulo 6]


Oswald Külpe. El estudio experimental del pensamiento. (49) [Capítulo 8]
Conwy L. Morgan. El “canon de Morgan” y el problema de la mente animal. (41) [Capítulo
10]
Sigmund Freud. La interpretación de los sueños. [Capítulo 12]
Kurt T. Lewin. Gestalt y psicología social. [Capítulo 13]
John B. Watson. El condicionamiento de la conducta emocional. (53) [Capítulo 14]
David E. Rumelhart. El procesamiento distribuido en paralelo. (74) [Capítulo 17]

(El número entre paréntesis es la posición que ocupa el texto en la antología Lecturas de
Historia de la Psicología. Madrid, UNED, 2001. Véase la Guía del curso 2021)
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Wundt. La Psicología de los pueblos

[1912]

El término “Psicología de los pueblos” (Völkerpsychologie) es un neologismo de


nuestra lengua, que no aparece hasta la mitad del siglo XIX y, aun entonces, entra con dos
significaciones esencialmente diversas. La primera como un conjunto de consideraciones
psicológico-etnográficas referentes a las cualidades intelectuales, morales y otras de orden
psíquico de los pueblos al respecto de las relaciones que guardan entre sí, y con el espíritu
de la Política, el Arte y la Literatura. Tratábase igualmente de una caracterología de los
pueblos actuales y de otros pueblos cultos de especial interés para nosotros, como el
francés, el inglés, el alemán, el americano, etc. […] Consignemos, desde luego, que nuestro
estudio se ha de separar radicalmente de esta dirección

[…]

[A]unque en los trabajos de Lazarus y Steinthal y en la “Revista de Psicología de los


pueblos y de Filología” que desde 1860 dio veinte volúmenes, no estaba aún, a la verdad,
fijado el concepto moderno, sin embargo, el impulso estaba dado ya, y el nuevo camino,
desde diferentes puntos, comenzó a seguirse con éxito. Insegura, en cierto modo, era
especialmente la relación con la Filosofía, así como con el método que la Psicología tenía
que seguir en esta transferencia al nuevo dominio. El cambio comenzó cuando la especial
consideración psicológica fue ganado terreno en los dominios particulares. Así, pues,
habremos de considerar hoy a la Psicología de los pueblos como una parte de la Psicología,
sobre cuya justificación y objeto no cabe ya duda alguna. Este problema se repite en todas
las cuestiones espirituales que resultan de la vida humana en común y que no pueden ser
explicadas únicamente por las propiedades de la conciencia individual, pues suponen la
influencia recíproca de muchos. De hecho, encontraremos siempre en lo sucesivo este
carácter como base para el criterio de lo psicológico-etnográfico. Nunca puede una lengua
ser creada por un solo individuo. El esperanto y otras lenguas artificiales han sido
positivamente inventadas por un individuo, pero, si no hubiera existido ya el lenguaje, estas
invenciones no podrían conservarle, dado que viven principalmente de servicios a las
lenguas naturales. ¿Cómo podría haber sido creada por un solo individuo una religión?
Conocemos fundadores individuales de religiones (del Cristianismo, el Budismo, el
Islamismo); pero ésas se levantan sobre los fundamentos de religiones precedentes, y no
son sino desenvolvimientos posteriores de motivos religiosos que habían nacido dentro de
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determinadas colectividades. Así es, pues, también la Psicología de los pueblos, en el


análisis de los proceso espirituales superiores, una totalización de la Psicología de la
conciencia individual, viéndose, en muchas ocasiones, precisada de traer a colación los
motivos psicológico-etnográficos. Tampoco debemos olvidar que, así como la colectividad
sólo consiste en individuos que entran en recíproca influencia, así la Psicología de los
pueblos presupone, por su parte, la individual o la general, como ordinariamente se la llama.
Por esto también es aquella una importante totalización en cuanto que pone a nuestra
disposición los medios auxiliares para llegar a los procesos más complicados de la
conciencia individual. Con frecuencia se ha hecho el ensayo de fundamentar las funciones
complejas del pensamiento sobre la mera auto-observación, habiendo quedado en todo
tiempo sin resultado. Una historia de la evolución del pensamiento humano no puede darnos,
en general, una Psicología de la conciencia individual, ya que ésta se halla bajo la influencia
de una prehistoria, sobre la cuál esta misma psicología individual ninguna luz puede arrojar.
Por eso también es erróneo pensar que la Psicología del niño podría resolver estos últimos
problemas de la Psicogénesis. El niño de un pueblo civilizado está rodeado de influencias
que nunca pueden ser separadas de aquello que nace espontáneamente en su conciencia.
Por el contrario, la Psicología de los pueblos nos conduce a la consideración de los diferentes
grados de evolución psíquica, que la Humanidad, aun hoy, ofrece al camino de una
verdadera Psicogénesis. Por el conocimiento de los estados primitivos en sí cerrados, se
llega mediante una continua serie de grados intermedios, a tender puentes sobre culturas
más complicadas y superiores. Así es la Psicología de los pueblos, en el sentido principal de
la palabra, Psicología de la evolución.

[…]

[P]uede la Psicología de los pueblos seguir diferentes caminos; el más próximo es


estudiar los importantes fenómenos de la vida conjunta sucesivamente y seguirlos en su
evolución, como acostumbraba a hacerlo la Psicología general en su análisis de la
conciencia individual. Desde luego ha de preocuparse de exponer la evolución psicológica
del lenguaje valiéndose de los hechos de la historia de aquel. A esta Psicología del lenguaje
puede seguir la evolución del arte desde sus comienzos entre los primitivos hasta el arte
inicial de los pueblos cultos, cuya más alta consideración corresponde a la historia del Arte.
Igualmente han de ser investigados los mitos y la religión en la formación de sus motivos, en
su dependencia recíproca, etc. Es éste un método en el que el estudio, a través de toda la
corriente de la evolución psicológica de los pueblos, se dispone, por decirlo así, en secciones
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longitudinales. Para un análisis que aspire a ahondar más, no es este camino el de elección.
Tiene el inconveniente de despedazar la evolución espiritual en un número de evoluciones
especiales, cuyos miembros, no obstante, aparecen por todas partes, los unos después de
los otros. Sobre todo en los primeros grados son, de hecho, tan estrechas las relaciones de
los particulares dominios de la vida espiritual, que apenas pueden separarse unos de otro.
El lenguaje está influido por el mito; el arte es una parte integrante de la evolución de los
mitos; las costumbres y los usos están por todas partes influidos por el pensamiento
mitológico.

Es posible un segundo camino, que será el escogido en la exposición de esta obra.


Consiste en disponer los hechos, no en secciones, usando la metáfora anterior,
“longitudinales”, sino en sentido “transversal”, o sea considerando los grados principales de
la evolución psicológica de los pueblos a la par y en cada grado de la conexión general de
sus fenómenos.

Wundt, W. (1926). Elementos de Psicología de los Pueblos. Madrid; Daniel Jorro, Editor, pp.
1-6. Trad. Santos Rubiano.
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Külpe. El estudio experimental del pensamiento


[1912]

El estudio del pensamiento, que en Alemania se ha cultivado principalmente en el


Instituto Psicológico de Würzburg, corresponde a una fase de desarrollo de la psicología
experimental.
Aunque en general la psicología antigua no prestaba la debida atención al
pensamiento, la nueva orientación experimental estuvo tan ocupada en poner en orden las
sólidas bases de las sensaciones, las imágenes y los sentimientos, que no pudo dedicarse
a los etéreos pensamientos hasta bastante tarde. Los primeros contenidos mentales que se
advirtieron en la conciencia fueron las presiones y las punciones, los sabores y los olores,
los sonidos y los colores. Eran los más fáciles de percibir, seguidos de sus imágenes y de
los placeres y dolores. Aquello que no tuviera la palpable constitución de estas formaciones
escapaba al ojo del científico que no estuviera adiestrado para percibirlo. La experiencia de
la ciencia natural orientó la atención del investigador hacia los estímulos sensoriales y las
sensaciones, las posimágenes, los fenómenos de contraste y las modificaciones fantásticas
de la realidad. Todo lo que no poseyera estas características parecía simplemente no existir.
Y, así, cuando los primeros psicólogos experimentales realizaban experimentos sobre el
significado de las palabras, sólo podían informar de algo cuando aparecían representaciones
evidentes o los fenómenos que las acompañaban. En muchos otros casos, en particular
cuando las palabras significaban algo abstracto o general, no encontraban "nada". El hecho
de que una palabra pudiese ser entendida sin imágenes suscitadoras, que una frase se
pudiese entender y juzgar aunque aparentemente sólo se hallasen presentes a la conciencia
sus sonidos, nunca dio motivo a estos psicólogos para postular o establecer contenidos sin
imágenes además de los que sí se daban con imágenes [...].

Lo que finalmente nos llevó en psicología a otra teoría fue la aplicación sistemática de
la auto-observación. Anteriormente, lo normal era no pedir el informe sobre las experiencias
habidas durante un experimento nada más terminar éste, sino tan sólo obtener algún que
otro informe en los casos excepcionales o anormales. Sólo cuando concluía una serie
completa de experimentos se pedía un informe general sobre los hechos principales que aún
se recordasen. De esta manera, sólo los aspectos más llamativos salían a la luz. Además,
el compromiso con las concepciones tradicionales de las sensaciones, los sentimientos y las
imágenes impedía observar o conceptuar lo que no era ni sensación, ni sentimiento, ni
imagen. Sin embargo, en cuanto se permitió que las personas adiestradas en observar sus
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propias experiencias hiciesen informes completos y sin prejuicios inmediatamente después


de terminado el experimento, se hizo evidente la necesidad de ampliar los conceptos y
definiciones anteriores. Descubrimos en nosotros mismos procesos, estados, direcciones y
actos que no encajaban en el esquema de la psicología anterior. Los sujetos empezaron a
hablar en lenguaje cotidiano, y a dar a las imágenes sólo una importancia secundaria en su
mundo privado. Sabían, pensaban, juzgaban y entendían, captaban significados e
interpretaban conexiones, sin apoyarse en realidad en ninguno de los acontecimientos
sensoriales que aparecían de vez en cuando. Consideremos el siguiente ejemplo [...].

Se le pregunta al sujeto: "¿Entiende Vd. la frase: Pensar es tan extraordinariamente


difícil que muchos prefieren opinar?" En el protocolo se lee: "En cuanto terminó la frase me
di cuenta de su sentido. Pero el pensamiento no estaba claro todavía. Para aclararlo, repetí
lentamente la frase, y cuando terminé el pensamiento era tan claro que puedo repetirlo
ahora: opinar implica aquí hablar sin pensar y eludir el tema, en contraste con la actividad
investigadora del pensamiento. Aparte de las palabras de la frase que oí y que luego
reproduje, no hubo nada parecido a imágenes en mi conciencia". Este no es simplemente
un sencillo proceso de pensamiento sin imágenes. Lo interesante es que los sujetos
afirmaban que la comprensión procedía generalmente de esta manera en las frases difíciles.
No es, pues, un producto artificial de laboratorio, sino la vida de la realidad misma en todo
su esplendor, lo que se ha hecho accesible en estos experimentos [...].

¿Quién podría experimentar imágenes aquí, y para quién serían estas imágenes la
base, la condición ineludible de la comprensión? ¿Y quién estaría dispuesto a mantener que
las palabras por sí mismas bastan para representar el significado? No, estos casos prueban
la existencia de contenidos conscientes sin imágenes, de pensamientos especialmente.

Külpe, O. (1979). Über die moderne Psychologie des Denkens. En R.I. Watson, Basic
writings in the history of psychology. New York: Oxford University Press, pp. 151-153. Trad.
E. Lafuente.
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Morgan. El “canon de Morgan” y el problema de la mente animal


[1894]

Desgraciadamente, muchos hombres competentes que están notoriamente


capacitados para efectuar y registrar observaciones exactas de los hábitos y actividades de
los animales, no se han sometido al entrenamiento necesario que les permita enfrentarse a
los aspectos psicológicos de la cuestión. El naturalista o el biólogo cualificado raramente
está también cualificado para el análisis psicológico. Tal es la razón por la cual, pese a las
admirables e inestimables observaciones de nuestros grandes naturalistas, no podemos
evitar la sensación de que sus conclusiones de carácter psicológico difícilmente alcanzan el
mismo nivel que sus conclusiones pertenecientes al ámbito puramente biológico.

Respecto al estudio de la psicología animal considerado como una rama de la


investigación científica, es necesario que la observación detallada y un conocimiento sólido
del sistema de relaciones biológicas de los animales vayan de la mano de una valoración
minuciosa de los métodos y resultados de la moderna psicología. El único procedimiento
metodológicamente provechoso es la interpretación de los hechos observados con el debido
cuidado y a la luz de principios psicológicos firmes.

Algunos de estos principios son los que hemos considerado, o consideraremos, en


esta obra. Sin embargo hay un principio básico cuya sucinta explicación acaso baste para
llegar al final de este capítulo. Puede formularse así: -En ningún caso podemos interpretar
una acción como resultado del ejercicio de una facultad psíquica superior si se la puede
interpretar como resultado del ejercicio de otra que se mantiene en un nivel inferior de la
escala psicológica.

[...] ¿Pero cuál es -puede preguntarse- la base lógica sobre la que se fundamenta este
principio? Si es cierto que sólo es posible interpretar la mente animal a la luz de nuestro
conocimiento de la mente humana, ¿por qué no utilizar este método de interpretación
libremente, con franqueza y sin límites? ¿No es contradictorio renunciar a hacerlo? Y es que
primero se afirma que debemos usar la mente humana como clave a través de la cual leer
la mente del bruto, y después se afirma que esta clave debe aplicarse con una diferencia. Si
al fin y al cabo aplicamos la clave, ¿no deberíamos hacerlo sin reservas?

Esta crítica sólo podría ser válida si estuviéramos considerando el asunto al margen
de la evolución. Para nosotros la evolución es un postulado, y el problema es el siguiente:
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(1) Dada una porción de organismos graduados en orden ascendente y divergente, la


complejidad de cuya estructura orgánica y actividades correlacionadas se incrementa y
diverge: (2) suponer que hay, asociada a la complejidad orgánica creciente, una complejidad
mental o psíquica en aumento; (3) suponer que, en el caso del hombre, han alcanzado el
máximo logrado hasta el momento la complejidad orgánica, la correspondiente a las
actividades correlacionadas y la complejidad mental o psíquica ligada a ella; (4) estimar el
nivel psíquico hasta el cual un organismo ha evolucionado.

Morgan, C.L. (1894) An Introduction to Comparative Psychology. Londres: Walter Scott, pp.
52-53, 55. Trad., J.C. Loredo.
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Freud. La interpretación de los sueños

[1900]

Nada importa ahora que mis especulaciones psicológicas hayan sido acertadas o que
entrañen graves errores, cosa posible dada la dificultad del objeto. Cualesquiera que sean
las verdaderas circunstancias de la censura psíquica y de la elaboración correcta y anormal
del contenido del sueño, siempre queda el hecho indiscutible de que tales procesos
intervienen en la formación de los sueños y muestran la mayor analogía con los
descubrimientos del estudio de la formación de los síntomas histéricos. Pero el sueño no es
un fenómeno patológico y no tiene como antecedente una perturbación del equilibrio
psíquico, ni deja tras de sí una debilitación de la capacidad funcional. La objeción de que
mis sueños y los de mis pacientes neuróticos no permiten deducir resultados aplicables a
los sueños de los hombres normales y sanos debería ser rechazada sin discusión ninguna.
Cuando del estudio de estos fenómenos deducimos sus fuerzas impulsoras, reconocemos
que el mecanismo psíquico de que se sirve la neurosis no es creado por una perturbación
patológica que ataca a la vida anímica, sino que existe ya en la estructura normal del aparato
anímico. Los dos sistemas psíquicos, la censura situada entre ambos, la coerción de una
actividad por otra, las relaciones de ambas con la conciencia –o todo aquello que en lugar
de esto pueda resultar de una exacta interpretación de las circunstancias afectivas-, todo
ello pertenece a la estructura normal de nuestro instrumento anímico, y el sueño constituye
uno de los caminos que llevan al conocimiento de dicha estructura. Si queremos
contentarnos con un mínimo de conocimientos absolutamente garantizados, diremos que el
sueño nos demuestra que lo reprimido perdura también en los hombres normales y puede
desarrollar funciones psíquicas.

El sueño es una de las manifestaciones de lo reprimido; según la teoría, en todos los


casos, y según la experiencia palpable, por lo menos en un gran número. Lo reprimido que
fue estorbado en su expresión y separado de la percepción interna encuentra en la vida
nocturna y bajo el dominio de las formaciones transaccionales medios y caminos de llegar a
la conciencia. […] Pero la interpretación onírica es la vía regia para el conocimiento de lo
inconsciente en la vida anímica.

Persiguiendo el análisis del sueño, llegamos a un conocimiento de la composición de


este instrumento, el más maravilloso y enigmático de todos. A un conocimiento muy limitado,
es cierto, pero que da el primer impulso para llegar al corazón del problema, partiendo de
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otros productos de carácter patológico. La enfermedad –por lo menos la llamada


justificadamente funcional- no tiene como antecedente necesario la ruina de dicho aparato y
la creación en su interior de nuevas disociaciones. Debe explicarse dinámicamente, por
modificaciones de las energías psíquicas.

Freud, S. (1972). La interpretación de los sueños. Madrid, Biblioteca Nueva. Trad. de L.


López-Ballesteros. Páginas 712-713.
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Lewin. Gestalt y psicología social

[1951]

La observación de la conducta social habitualmente es de poco valor si no incluye una


descripción adecuada del carácter de la atmosfera social o la unidad de actividad más amplia
dentro de la cual el acto social específico se desarrolla. [...]. El tratamiento estadístico de los
datos y su evaluación debe tener cuidadosamente en cuenta la posición de una acción social
dentro de la unidad a la que en realidad pertenezca. Esto es importante tanto desde el punto
de vista teórico como práctico. Por ejemplo, en el término medio, el líder democrático dará
menos órdenes directas y con frecuencia dará la responsabilidad de decisión a los miembros
del grupo. [...]. El líder democrático que haya sido cuidadoso en evitar las órdenes en sus
primeros contactos se verá mucho más libre en la forma de su conducta después de que el
carácter social del grupo y su posición dentro de él estén claramente establecidos. El
significado social y el efecto de una orden dependen de [...] si es un hecho aislado, [...] o si
es uno de los elementos normales de esa situación social. No es la cantidad de poder lo que
diferencia al líder democrático del líder autocrático. [...] Lo que importa es cómo este poder
esté encajado en una unidad social más amplia [...].

[La] evaluación de cualquier atmósfera u organización social tiene que considerar la


dimensión espacial y temporal completas de la unidad social que determina realmente los
hechos sociales en ese grupo.

Es evidente que la observación y la teoría en psicología social encaran un número de


problemas que escasamente hemos empezado a considerar. En física, estamos
acostumbrados a reconocer que un ion posee propiedades diferentes de las del átomo del
que es parte, que la molécula mayor a su vez posee propiedades específicas propias y que
un objeto macroscópico, como un puente, también tiene sus propiedades específicas como
un todo. [...] En psicología social valen los mismos hechos: la organización de un grupo no
es la misma que la organización de los individuos de que está compuesto. La fuerza de un
grupo compuesto de personalidades muy fuertes no es necesariamente mayor sino con
frecuencia menor que la de un grupo que contiene una diversidad de personalidades. La
meta del grupo no es idéntica a la meta de sus miembros. [...]

El mayor progreso en metodología se ha realizado en el estudio de unidades


relativamente pequeñas: de los hechos sociales individuales y de los grupos cara a cara. [...]
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Más allá de esto, se han desarrollado métodos que, creo yo, son capaces de asegurar una
imagen adecuada y confiable de la atmosfera social y las organizaciones sociales del grupo.
Pueden determinarse los líderes y los sublíderes de un grupo y su forma de liderazgo puede
medirse exactamente en un tiempo bastante breve en muchos grupos cara a cara. [...]

Al estudiar y evaluar los problemas del liderazgo u otras acciones sociales, debemos
ser cuidadosos para determinar cuánto, en ese esquema social, es impuesto a la vida del
grupo por las normas de la organización u otros poderes sociales que limitan la libertad de
acción de sus miembros. [...] La manera en que un capataz de una fábrica trata a sus obreros
puede estar determinada por una lucha entre el sindicato [...]. En este caso, un cambio en la
relación entre la patronal y el sindicato sería un prerrequisito a cualquier cambio esencial en
la conducta del capataz. Tal ejemplo muestra claramente que la dimensión de la unidad
social que ha de tenerse en cuenta para la solución teórica o práctica de un problema social
no es un asunto arbitrario que pueda decidir el psicólogo social de una u otra manera. Qué
unidad social es decisiva para una conducta social dada es una cuestión objetiva y un
problema que debe ser objeto de gran consideración en cualquier estudio social.

[...]

Al estudiar los relativamente pequeños grupos cara a cara estamos, pienso, bien
encaminados en medir aun propiedades dinámicas tales como su grado de tensión y de
cohesión y, por supuesto, su ideología. Es posible realizar experimentos con un grupo como
un todo, que cumplan los requerimientos de situaciones estandarizadas en un grado no muy
diferente de lo que estamos habituados a exigir de un experimento con individuos. Es
posible, también, estudiar empíricamente hasta qué grado la vida de grupo, en un caso dado,
depende de la personalidad especifica de sus miembros individuales.

Algunas propiedades grupales tales como el grado de homogeneidad de su ideología


pueden medirse en grupos de todas dimensiones. En general, empero, en el presente no
estamos lo bastante capacitados como para tratar adecuadamente las propiedades de
unidades sociales que estén más allá de la dimensión de un grupo cara a cara. Una de las
razones parece ser que el período que ha de tenerse en cuenta para una unidad de hechos
de este grupo social mayor es con frecuencia de extensión considerable.

[...]
13

Un punto técnico parece ser una gran promesa práctica para el futuro: Si los
conceptos del enfoque de la teoría del campo son correctos, existen buenas perspectivas
para enfocar experimentalmente una gran cantidad de problemas que antes parecían fuera
de nuestro alcance. Si la pauta del campo total es generalmente más importante que, por
ejemplo, la dimensión, se posibilita el estudio experimental de las constelaciones sociales
fundamentales “transponiéndolas” a una dimensión de grupo adecuada. (La psicología de la
Gestalt entiende por “transposición” un cambio que deja inalteradas las características
esenciales de la estructura.) Si el experimentador es capaz de realizar esa transposición, no
necesita temer la creación de situaciones “artificiales”, “no semejantes a la vida”.

Lewin, K. (1988): La teoría del campo en la ciencia social. Barcelona, Paidós. Trad. De M.
Laffite y J. Juncal. Páginas 153-157.
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Watson. El condicionamiento de la conducta emocional

[1930]

¿Cómo es posible que objetos que en un principio no suscitan emociones puedan


hacerlo después, acrecentando así la riqueza y peligros de nuestra vida emocional?
Al iniciar nuestros trabajos, nos sentíamos muy poco dispuestos a experimentar en
este campo, pero resultaba tan imperiosa la necesidad de explorarlo, que finalmente
resolvimos intentar establecer miedos en el niño y luego estudiar métodos prácticos para
suprimirlos. Como primer sujeto escogimos a Alberto, hijo de una nodriza del Hospital Harriet
Lane. Se trataba de un bebé extraordinariamente "bueno", que había pasado toda su vida
en dicha institución. Durante todos los meses que trabajamos con él, únicamente lo vimos
llorar después de nuestros experimentos.

Antes de hablar de los experimentos de que nos servimos para establecer respuestas
emocionales en el laboratorio, es preciso recordar la técnica de los reflejos condicionados.
A fin de establecer un reflejo condicionado debe existir, en primer lugar, un estímulo
fundamental que provoque la respuesta en cuestión. El paso siguiente es lograr que también
la provoque algún otro estímulo. Si, verbigracia, nuestro propósito es suscitar un brusco
movimiento hacia atrás del brazo y de la mano cada vez que resuene un zumbador, debemos
usar el choque eléctrico u otro estímulo doloroso. Pronto el brazo empezará a retirarse de
inmediato al funcionar el zumbador, de la misma manera como se retira bruscamente al
recibir la sacudida eléctrica. Sabemos que hay un estímulo incondicionado o fundamental
que despierta la reacción de miedo en forma rápida y sencilla: un sonido fuerte. [...].

Nuestro primer experimento con Alberto tenía por objeto condicionar la respuesta de
miedo a una rata blanca. Mediante pruebas repetidas comprobamos, en primer término, que
sólo los ruidos fuertes y la remoción de la base de apoyo provocarían dicha respuesta en
este niño. Cualquier cosa dentro de un diámetro de doce pulgadas alrededor suyo, era objeto
de una manifestación de alcanzar y manipular. Sin embargo, la reacción a un sonido
estrepitoso era característica en la mayoría de los niños. El sonido emitido por una barra de
acero de aproximadamente una pulgada de diámetro y tres pies de longitud, golpeada con
un martillo de carpintero, suscitaba un tipo muy marcado de reacción.

A continuación transcribimos nuestros apuntes de laboratorio que indican el


progresivo establecimiento de una respuesta emocional condicionada:
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Edad: once meses y tres días:

1) De improviso se saca de una canasta (procedimiento usual) una rata blanca –con
la cual el niño había jugado durante semanas-, la cual le es presentada. Alberto empezó por
extender la mano izquierda para alcanzarla. En el preciso instante en que su mano tocó al
animal, detrás suyo se golpeó bruscamente la barra. El niño saltó violentamente y cayó hacia
delante, escondiendo la cara en el colchón. Sin embargo, no lloró.

2) Volvióse a golpear la barra cuando el niño tocó la rata con su mano derecha. De
nuevo el niño saltó violentamente, cayó hacia delante y empezó a llorar.

A causa del estado perturbado de Alberto, suspendimos las pruebas una semana.

Edad: once meses y diez días.

1) De improviso se le presenta la rata sin ruidos. Se observó que la criatura la miraba


fijamente, si bien al principio no manifestó ninguna tentativa de alcanzarla. Entonces el
animal se acercó; ello suscitó un conato de alcanzarla, la retiró de inmediato. Empezó a
mover la mano para tocar la cabeza del animal con el índice de su mano izquierda, pero la
retiró bruscamente antes de que el contacto se estableciera. Resulta evidente, pues, que las
dos estimulaciones que la semana anterior se suministró asociadas, fueron efectivas.
Enseguida se le sometió a un test con cubos, a fin de ver si éstos habían sido involucrados
en el proceso de condicionamiento. Los agarró de inmediato dejándolos caer, golpeándolos
uno con otro, etc. En los tests restantes a menudo se le dieron los cubos para calmarlo y
probar su estado emocional general. Cuando se iniciaba el proceso de condicionamiento se
los apartaba siempre de su vista.

2) Estimulación combinada de la rata y el sonido: se sobresaltó, y luego se tumbó


enseguida a la derecha. No lloró.

3) Estimulación combinada: se tumbó a la derecha y se quedó sobre las manos, con


la cabeza en la dirección contraria a la de la rata. No lloró.

4) Estimulación combinada: igual reacción.

5) Presentación súbita de la rata sola: frunció la cara, lloró y apartó rápidamente el


cuerpo a la izquierda.
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6) Estimulación combinada: se tumbó de inmediato del lado derecho y empezó a


llorar.

7) Estimulación combinada: se sobresaltó violentamente y lloró, pero no se tumbó.

8) Rata sola: en el mismo momento en que se le enseñó la rata comenzó a llorar. Casi
enseguida se volvió vivamente a la izquierda, se levantó sobre las cuatro extremidades y
empezó a alejarse gateando con tanta rapidez que costó detenerlo antes que alcanzara el
borde del colchón.

Esta prueba del origen condicionado de la respuesta de miedo sitúa nuestro estudio
de la conducta emocional sobre una base científico-natural. Es una gallina de huevos de oro
mucho más productiva que la estéril fórmula de James. Proporciona un principio explicativo
que dará cuenta de la enorme complejidad de la conducta emocional adulta. Ya no
necesitamos recurrir a la herencia para esclarecer la conducta.

Watson, J.B. (1972). El conductismo. Buenos Aires: Paidós, 4ª ed., pp. 156-158. Trad., O.
Poli.
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Rumelhart. El procesamiento distribuido en paralelo

[1986]

[Los modelos de procesamiento distribuido en paralelo o PDP] parten de la suposición


de que el procesamiento de la información se produce mediante la interacción de un gran
número de elementos procesadores simples llamados “unidades”, cada una de las cuales
envía señales excitadoras e inhibidoras a otras unidades. En algunos casos, las unidades
representan hipótesis posibles sobre cosas tales como las letras que hay en una
configuración determinada o las funciones sintácticas de las palabras que forman una frase.
En estos casos, las activaciones de las unidades vienen a representar las fuerzas asociadas
con las distintas hipótesis posibles, y las interconexiones entre las unidades representan las
limitaciones o restricciones que el sistema sabe que existen entre las distintas hipótesis. En
otros casos, las unidades representan objetivos y acciones posibles (como, por ejemplo, el
objetivo de teclear una letra determinada o la acción de mover el dedo índice izquierdo) y las
conexiones ponen en relación estos objetivos con objetivos intermedios, los objetivos
intermedios con acciones y las acciones con movimientos musculares. Hay también otros
casos en los que las unidades no representan hipótesis u objetivos determinados, sino
aspectos de éstos. Así, por ejemplo, una hipótesis sobre la identidad de una palabra se
encuentra a su vez distribuida en las activaciones de un gran número de unidades.

Los modelos PDP: ¿ciencia cognitiva o neurociencia?

Una razón que explica el atractivo de los modelos PDP es su incuestionable “aroma
fisiológico”. Parece que están mucho más ligados a la fisiología del cerebro que otros
modelos de procesamiento de la información. El cerebro consta de un gran número de
elementos con un elevado nivel de interconexión [...], que aparentemente se envían entre sí
mensajes excitatorios e inhibitorios muy sencillos mediante los cuales ajustan sus
excitaciones. Las propiedades de las unidades de muchos de los modelos PDP que vamos
a examinar más adelante están inspiradas en propiedades básicas de las estructuras
neurales. [...]
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Aunque no cabe duda de que el atractivo de los modelos PDP se ve incrementado


por su plausibilidad fisiológica y por el hecho de que estén inspirados en estructuras
neurales, éstas no son las razones primarias por las que a nosotros nos resultan atractivos.
Al fin y al cabo, nosotros somos científicos cognitivos y los modelos PDP nos resultan
atractivos por razones psicológicas y computacionales. Estos modelos ofrecen la posibilidad
de llegar a darnos una explicación, suficiente desde el punto de vista computacional y precisa
desde el punto de vista psicológico, de los mecanismos que hay detrás de los fenómenos
del conocimiento humano, los cuales nunca han conseguido explicarse satisfactoriamente
mediante formalismos computacionales convencionales. Además, estos modelos han
alterado radicalmente nuestra manera de pensar sobre la organización temporal del
procesamiento, la naturaleza de la representación y los mecanismos del aprendizaje.

La microestructura del conocimiento

El proceso del conocimiento humano, examinado mediante una escala temporal de


segundos y minutos, presenta un carácter netamente secuencial. Las ideas vienen, nos
parecen prometedoras y, después, las rechazamos; al intentar resolver un problema,
seguimos pistas que, después, abandonamos y reemplazamos por ideas nuevas. Aunque
puede que el proceso no sea totalmente discontinuo, no cabe duda de que tiene un carácter
netamente secuencial, y las transiciones de un estado a otro se producen, pongamos por
caso, dos o tres veces por segundo. Evidentemente, cualquier descripción que merezca la
pena de la organización global del flujo secuencial del pensamiento tendrá que describir
necesariamente una secuencia de estados.

¿Pero cuál es la estructura interna de cada uno de los estados que aparece en la
secuencia y cómo se producen estos estados? Cualquier intento serio de construir un
modelo incluso de los macropasos más sencillos del conocimiento humano [...] requerirían
un gran número de micropasos si se efectuasen secuencialmente. [...] el soporte material
(hardware) biológico resulta demasiado lento para que los modelos secuenciales de su
microestructura puedan proporcionarnos una explicación plausible, por lo menos de la
microestructura del pensamiento humano. Y las limitaciones temporales, en lugar de
mejorar, empeoran todavía más cuando los mecanismos secuenciales intentan tomar en
cuenta un gran número de limitaciones o restricciones. En una máquina secuencial, cada
nueva restricción exige más tiempo, y, cuando son imprecisas, las restricciones pueden
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acarrear un incremento explosivo del número de cómputos necesarios. En cambio, las


personas ganan en rapidez, no en lentitud, cuando son capaces de aprovecahar
restricciones adicionales.

Los modelos de procesamiento distribuido en paralelo son una alternativa a los


modelos seriales de la microestructura del conocimiento. No pretenden negar que hay una
macroestructura, exactamente igual que el estudio de las partículas subatómicas no niega
la existencia de interacciones entre los átomos. Lo que hacen los modelos PDP es describir
la estructura interna de unidades mayores, igual que la física subatómica describe la
estructura interna de los átomos, que son partes constitutivas de unidades mayores de la
estructura química.

[...] En general, desde la perspectiva del PDP, los objetos a que se refieren los
modelos macroestructurales del procesamiento cognitivo se consideran como descripciones
aproximadas de propiedades emergentes de la microestructura. A veces, estas
descripciones aproximadas pueden ser lo suficientemente precisas como para captar
adecuadamente un proceso o mecanismo. Pero [...] muchas veces no consiguen
proporcionar explicaciones suficientemente elegantes o manejables que capten el carácter
extremadamente flexible y abierto del conocimiento, que es lo que sus inventores pretendían
originalmente. [...]

Ejemplos de modelos PDP

[...] Cómo coger un objeto sin caerse. [...] Hinton trabajó con una versión simplificada
de esta tarea en la que utilizaba una “persona” bidimensional provista de un pie, una pierna
con un segmento inferior y otro superior, un tronco, un brazo y un antebrazo. Cada uno de
estos miembros se encuentra conectado con el siguiente mediante una articulación que
posee un solo grado de libertad de rotación. La tarea a la que tiene que enfrentarse esta
persona es alcanzar un objetivo que se encuentra situado en algún punto enfrente de ella,
sin dar ningún paso y sin caerse. [...] el problema consiste en encontrar un conjunto de
ángulos de las articulaciones capaz de resolver simultáneamente las dos restricciones que
hay en la tarea. La primera es que el extremo del antebrazo toque el objeto. La segunda es
que, para evitar caerse, la persona debe mantener su centro de gravedad en la vertical del
pie.
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Para conseguirlo, Hinton asignó un solo procesador a cada articulación. En cada ciclo
computacional, cada procesador recibía información sobre la distancia a la que se
encontraba el extremo de la mano respecto al objetivo, y sobre la posición que ocupaba el
centro de gravedad respecto al pie. Utilizando estas dos fuentes de información, cada
articulación ajustaba su ángulo para acercarse a los objetivos de mantener el equilibrio y
hacer que el extremo del brazo se acercase al objeto. Al cabo de una serie de iteraciones,
la persona “palote” adoptó posturas que satisfacían la meta de alcanzar el objeto y la de
mantener el centro de gravedad en la vertical de los “pies”.

Aunque esta simulación fue capaz de realizar la tarea [...], adolecía también de una
serie de inconvenientes que derivaban del hecho de que los procesadores de las
articulaciones intentaban dar con una solución cada uno por su cuenta, sin saber lo que las
otras articulaciones intentaban hacer. Este problema se superó incorporando nuevos
procesadores que se ocupaban de elaborar combinaciones de ángulos articulatorios. [...]
Con la incorporación de este tipo de procesadores, se redujo en gran medida el número de
iteraciones necesario para alcanzar la solución, y la forma que adoptaba ésta presentaba un
aspecto muy natural.

McClelland, J.L., Rumelhart, D.E. y Hinton, G.E. (1992). “El atractivo del procesamiento
distribuido en paralelo”. En D.E. Rumelhart, J.L. McClelland y el Grupo PDP, Introducción
al Procesamiento Distribuido en Paralelo. Madrid: Alianza, pp. 46-53. Trad., J.C. Gómez
Crespo.

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