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[80.] La Eucaristía sea propuesta a los fieles, también, «como antídoto por el que
somos liberados de las culpas cotidianas y preservados de los pecados
mortales», [160] como se muestra claramente en diversas partes de la Misa. Por
lo que se refiere al acto penitencial, situado al comienzo de la Misa, este tiene la
finalidad de disponer a todos para que celebren adecuadamente los sagrados
misterios, [161] aunque «carece de la eficacia del sacramento de la
Penitencia», [162] y no se puede pensar que sustituye, para el perdón de los
pecados graves, lo que corresponde al sacramento de la Penitencia. Los pastores
de almas cuiden diligentemente la catequesis, para que la doctrina cristiana sobre
esta materia se transmita a los fieles.
[84.] Además, donde se celebre la Misa para una gran multitud o, por ejemplo, en
las grandes ciudades, debe vigilarse para que no se acerquen a la sagrada
Comunión, por ignorancia, los no católicos o, incluso, los no cristianos, sin tener
en cuenta el Magisterio de la Iglesia en lo que se refiere a la doctrina y la
disciplina. Corresponde a los Pastores advertir en el momento oportuno a los
presentes sobre la verdad y disciplina que se debe observar estrictamente.
[85.] Los ministros católicos administran lícitamente los sacramentos, sólo a los
fieles católicos, los cuales, igualmente, los reciben lícitamente sólo de ministros
católicos, salvo lo que se prescribe en los canon 844 §§ 2, 3 y 4, y en el canon
861 § 2. [166] Además, las condiciones establecidas por el canon 844 § 4, de las
que nada se puede derogar, [167] son inseparables entre sí; por lo que es
necesario que siempre sean exigidas simultáneamente.
[86.] Los fieles deben ser guiados con insistencia hacia la costumbre de participar
en el sacramento de la penitencia, fuera de la celebración de la Misa,
especialmente en horas establecidas, para que así se pueda administrar con
tranquilidad, sea para ellos de verdadera utilidad y no se impida una participación
activa en la Misa. Los que frecuente o diariamente suelen comulgar, sean
instruidos para que se acerquen al sacramento de la penitencia cada cierto tiempo,
según la disposición de cada uno. [168]
[89.] Para que también «por los signos, aparezca mejor que la Comunión es
participación en el Sacrificio que se está celebrando», [174] es deseable que los
fieles puedan recibirla con hostias consagradas en la misma Misa. [175]
[90.] «Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo establezca la
Conferencia de Obispos», con la confirmación de la Sede Apostólica. «Cuando
comulgan de pie, se recomienda hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida
reverencia, que deben establecer las mismas normas». [176]
[92.] Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada
Comunión en la boca, [178] si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el
Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido,
con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la sagrada
hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante consuma
inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la
mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de profanación, no se distribuya
a los fieles la Comunión en la mano. [179]
[93.] La bandeja para la Comunión de los fieles se debe mantener, para evitar el
peligro de que caiga la hostia sagrada o algún fragmento. [180]
[94.] No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz
sagrado «por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en
mano». [181] En esta materia, además, debe suprimirse el abuso de que los
esposos, en la Misa nupcial, se administren de modo recíproco la sagrada
Comunión.
[95.] El fiel laico «que ya ha recibido la santísima Eucaristía, puede recibirla otra
vez el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que
participe, quedando a salvo lo que prescribe el c. 921 § 2». [182]