Está en la página 1de 6

Figuras literarias

De Wikipedia, la enciclopedia libre


Saltar a navegación, búsqueda

Las figuras literarias son formas no convencionales de utilizar las palabras, de manera
que, aunque se emplean con sus acepciones habituales (aspecto que las diferencia de los
tropos), se acompañan de algunas particularidades fónicas, gramaticales o semánticas, que
las alejan de ese uso habitual, por lo que terminan por resultar especialmente expresivas.
Debido a esto, su uso es característico, aunque en modo alguno exclusivo, de las obras
literarias.

De forma coloquial, reciben también el nombre de recursos literarios, recursos


estilísticos, recursos retóricos, figuras retóricas, figuras del discurso, etc.

Las figuras, junto con los tropos, constituyen dentro del ámbito de la Retórica uno de los
formantes básicos del ornatus retórico, el constituyente principal de la elocutio.

Las figuras literarias se dividen en dos grandes grupos: las figuras de dicción y las figuras
de pensamiento.

La Literatura
En el siglo XVII, lo que hoy denominamos «literatura» se designaba como poesía o
elocuencia. Durante el Siglo de Oro español, por poesía se entendía cualquier invención
literaria, perteneciente a cualquier género y no necesariamente en verso. A comienzos del
siglo XVIII se comenzó a emplear la palabra «literatura» para referirse a un conjunto de
actividades que utilizaban la escritura como medio de expresión. A mediados de la misma
centuria Lessing, publica Briefe die neueste Literatur betreffend, donde se utiliza
«literatura» para referirse a un conjunto de obras literarias. A finales del siglo XVIII, el
significado del término literatura se especializa, restringiéndose a las obras literarias de
reconocida calidad estética. Este concepto se puede encontrar en la obra de Marmontel,
Eléments de littérature (1787), y en la obra de Mme. De Staël, De la littérature considéré
dans se rapports avec les institutions sociales.

En Inglaterra, en el siglo XVIII Literatura, la palabra «literatura» no se refería solamente a


los escritos de carácter creativo e imaginativo, sino que abarcaba el conjunto de escritos
producidos por las clases instruidas: cabían en ella desde la filosofía a los ensayos, pasando
por las cartas y la poesía. Se trataba de una sociedad en la que la novela tenía mala
reputación, y se cuestionaba si debía pertenecer a la literatura. Por eso Eagleton sugiere que
los criterios para definir el corpus literario en la Inglaterra del siglo XVIII eran ideológicos,
circunscritos a los valores y a los gustos de una clase instruida. No se admitían las baladas
callejeras ni los romances, ni las obras dramáticas.[1] En las últimas décadas del siglo XVIII
apareció una nueva demarcación del discurso de la sociedad inglesa. Eagleton nos cuenta
que surge la palabra «poesía» como un producto de la creatividad humana en oposición a la
ideología utilitaria del inicio de la era industrial. Tal definición la encontramos en la obra
Defensa of poetry (1821) de Shelley. En la Inglaterra del Romanticismo, el término
«literato» era sinónimo de «visionario» o «creativo». Pero no dejaba de tener tintes
ideológicos, como en el caso de Blake y Shelley, para quienes se transformó en ideario
político, cuya misión era transformar la sociedad mediante los valores que encarnaban en el
arte. En cuanto a los escritos en prosa, no tenían la fuerza o el arraigo de la poesía; la
sociedad los consideraba como una producción vulgar carente de inspiración.

La literatura se define por su literariedad


Don Quijote y Sancho Panza, personajes de Don Quijote de la Mancha.
En la búsqueda de una definición precisa de los conceptos «literatura» y «literario», surgió
la disciplina de la Teoría de la Literatura, que empieza por delimitar su objeto de estudio; la
literatura. A comienzos del siglo XX, el formalismo ruso se interesa por el fenómeno
literario, e indaga sobre los rasgos que definen y caracterizan los textos literarios, i. e.,
sobre la literaturidad de la obra. Roman Jakobson plantea que la literatura, entendida como
mensaje literario, tiene particularidades en la forma que la hacen diferente a otros discursos;
ese especial interés por la forma es lo que Jakobson llama función poética, por la que la
atención del emisor recae sobre la forma del mensaje (o, lo que es lo mismo, hay por parte
del emisor una voluntad de estilo). En efecto, hay determinadas producciones lingüísticas
cuya función es únicamente proporcionar placer, un placer de naturaleza estética, en línea
con el pensamiento aristotélico. El lenguaje combinaría recurrencias (repeticiones) y
desvíos de la norma para alejarse de la lengua estándar, causar extrañeza, renovarse,
impresionar la imaginación y la memoria y llamar la atención sobre su forma expresiva.

El lenguaje literario sería un lenguaje estilizado y trascendente, destinado a la


perdurabilidad, muy diferente de la lengua de uso común, destinada a su consumo
inmediato. La literatura, por otra parte, exige una tradición en la que sustentarse: El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha no habría podido escribirse si no hubieran
existido antes los libros de caballerías. Un texto literario no puede estimarse de forma
inmanente y autónoma, sino como consecuencia de otros muchos textos y antecedente de
otros (véase intertextualidad).

Wolfgang Kayser, a mediados del siglo XX, planea cambiar el término «Literatura» por el
de «Belles Lettres», diferenciándolas del habla y de los textos no literarios, en el sentido de
que los textos literario–poéticos son un conjunto estructurado de frases portadoras de un
conjunto estructurado de significados, donde los significados se refieren a realidades
independientes del que habla, creándose así una objetividad y unidad propia.

El término literatura y sus adjetivos


Castagnino, en su libro ¿Qué es la literatura?, indaga sobre qué es literatura y cómo el
concepto se extiende a realidades como la escritura, la historia, la didáctica, la oratoria y la
crítica. Según Castagnino, la palabra literatura adquiere a veces el valor de nombre
colectivo cuando denomina el conjunto de producciones de una nación, época o corriente; o
bien es una teoría o una reflexión sobre la obra literaria; o es la suma de conocimientos
adquiridos mediante el estudio de las producciones literarias. Otros conceptos, como el de
Verlaine, apuntan a la literatura como algo superfluo y acartonado, necesario para la
creación estética pura. Posteriormente, Claude Mauriac propuso el término "aliteratura" en
contraposición a «literatura» en el sentido despectivo que le daba Verlaine. Todas estas
especificaciones hacen de la literatura una propuesta que depende de la perspectiva desde la
que se enfoque. Así, Castagnino concluye que los intentos de delimitar el significado de
«literatura», más que una definición, constituyen una suma de adjetivaciones limitadoras y
específicas.

Si se considera la literatura de acuerdo con su extensión y su contenido, la literatura podría


ser universal, si abarca la obra de todos los tiempos y lugares; si se limita a las obras
literarias de una nación en particular, es Literatura nacional. Las producciones,
generalmente escritas, de un autor individual, que por tener conciencia de autor, de creador
de un texto literario, suele firmar su obra, forman parte de la literatura culta, mientras que
las producciones anónimas fruto de la colectividad y de transmisión oral, en ocasiones
recogidas posteriormentem por escrito, conforman el corpus de la literatura popular o
tradicional.

Según el objeto, la literatura será preceptiva si busca normas y principios generales;


histórico–crítica si el enfoque de su estudio es genealógico; comparada, si se atiende
simultáneamente al examen de obras de diferentes autores, épocas, temáticas o contextos
históricos, geográficos y culturales; comprometida si adopta posiciones militantes frente a
la sociedad o el estado; pura si sólo se propone como un objeto estético; ancilar, si su
finalidad no es el placer estético sino que está al servicio de intereses extraliterarios.

Según los medios expresivos y procedimientos, Castagnino propone que la literatura tiene
como formas de expresión el verso y la prosa y sus realizaciones se manifiestan en géneros
literarios, universales que se encuentran, más o menos desarrollados, en cualquier cultura;
lírico, épico y dramático. Manifestaciones Líricas son aquellas que expresan sentimientos
personales; Épicas, las que se constituyen en expresión de un sentimiento colectivo
manifestado mediante modos narrativos, y Dramáticas, las que objetivan los sentimientos y
los problemas individuales comunicándolos a través de un diálogo directo. A estos géneros
literarios clásicos habría que añadir además el género didáctico. El fenómeno literario ha
estado siempre en constante evolución y transformación, de tal modo que el criterio de
pertenencia o no de una obra a la literatura puede variar a lo largo de la historia, al variar el
concepto de “arte literario”.

Barthes: la literatura como práctica de escritura


Para Barthes la literatura no es un corpus de obras, ni tampoco una categoría intelectual,
sino una práctica de escritura. Como escritura o como texto, la literatura se encuentra fuera
del poder porque en ella se está produciendo un desplazamiento de la lengua, en la cual
surten efecto tres potencias: Mathesis, Mímesis, Semiosis.[2] Como la literatura es una suma
de saberes, cada saber tiene un lugar indirecto que hace posible un diálogo con su tiempo.
Como en la ciencia, en cuyos intersticios trabaja la literatura, siempre retrasada o
adelantada con respecto a ella: “La ciencia es basta, la vida es sutil, y para corregir esta
distancia es que nos interesa la literatura.” Por otra parte el saber que moviliza la literatura
no es completo ni final. La literatura sólo dice que sabe de algo, es la gran argamasa del
lenguaje, donde se reproduce la diversidad de sociolectos constituyendo un lenguaje límite
o grado cero, logrando de la literatura, del ejercicio de escritura, una reflexibilidad infinita,
un actuar de signos.

Se denomina narración al resultado de la acción de narrar, esto es, de referir lingüística o


visualmente una sucesión de hechos que se producen a lo largo de un tiempo determinado y
que, normalmente, da como resultado la variación o transformación, en el sentido que sea,
de la situación inicial.

Mientras que desde la perspectiva semiológica la narración se puede realizar con cualquier
clase de signos, la lingüística considera que un "texto narrativo" responde a una
clasificación basada en la estructura interna donde predominan secuencias narrativas. Estas
secuencias se construyen mediante el signo lingüístico, lo que deja fuera el carácter
narrativo que pudiera presentar un cuadro o imagen, como La liberté guidant le peuple (La
libertad guiando al pueblo), cuadro de Eugène Delacroix.

Estructura mínima de la narración


Una narración presenta siempre, como mínimo, lo que se denomina un 'actor' (o
'personaje'), que es aquel elemento que experimenta los sucesos o hechos referidos en ella.
En el estudio de las narraciones se ha aplicado el término actante que amplía la noción de
personaje. Este personaje puede o no, ser también narrador de la historia.

En muchas narraciones especialmente en las breves, por ejemplo el Cuento es posible


identificar lo que se conoce como argumento o estructura argumental, tipo:

 introducción (o inicio o planteamiento o presentación)


 nudo (o conflicto o quiebre)
 desenlace (o resolución o final)

Esta estructura no es necesariamente identificable en otros subgéneros narrativos como el


relato o la novela o en el microrrelato.
Narrar implica que los hechos referidos estén relacionados, encadenados, y que se vayan
sucediendo de forma más o menos lógica. Más concretamente: lo fundamental es que la
sucesión de los hechos venga determinada por un principio de causalidad, esto es, que todo
lo narrado tenga un 'antes' del que provenga y un 'después' al que se dirija.

Características de la narración literaria


Dado que una narración es un encadenamiento de sucesos, las relaciones sintácticas
fundamentales que se dan son de naturaleza causal y temporal: un hecho lleva a otro y, por
lo tanto, existe fluir temporal. En este sentido, es frecuente en un relato el uso de
conjunciones o locuciones conjuntivas que indiquen 'causa' y 'consecuencia', y adverbios y
locuciones adverbiales de 'tiempo'. También, por su utilidad para señalar 'hechos que se van
sumando unos a los otros', es frecuente el uso de la coordinación copulativa. En cuanto a la
modalidad clausal, es lógico el predominio de cláusulas aseverativas.

Dado que el fluir temporal es un aspecto básico y caracterizador de una narración, las
formas verbales desempeñan un papel fundamental. Los tiempos verbales más usados para
narrar son los de aspecto perfectivo, esto es, aquellos que presentan la acción como
acabada. Esto es así porque son los que permiten ir encadenando las distintas acciones una
después de las otras a medida que van concluyendo. El tiempo verbal más habitual es el
'pretérito perfecto simple o indefinido', además de los distintos tiempos compuestos que
también son perfectivos.

También narra sucesos extraordinarios o reales, según el autor decida.

Por su significado, abundan necesariamente los verbos de movimiento, de acción y de


lengua.

El narrador
Artículo principal: Narrador

El emisor de un texto narrativo recibe, de acuerdo con la función que realiza, una
denominación especial: la de narrador. No obstante, la razón de la misma estriba en la
necesidad de prever que en algunos textos narrativos el emisor y el narrador no coinciden o,
dicho con otras palabras, no son 'la misma persona'. Tal situación se da, como es evidente,
en los textos narrativos literarios. Lo que ocurre en las novelas y en los cuentos es que la
historia que se cuenta ha sido inventada (o, por lo menos, así se presenta); dado que esto es
así, no es posible que el emisor (el autor real) haya podido ser testigo de la misma. Por lo
tanto, se entiende que quien narra no es él, sino un narrador indeterminado también
inventado por ese autor. Partiendo de esta consideración, que nos lleva a utilizar siempre
esa denominación de narrador, hay que analizar otro factor que también depende del
narrador: la perspectiva o punto de vista que adopta para contar la historia.

La reproducción de la voz de los personajes

Aparte de narrar los sucesos que constituyen la historia, en una narración puede ser
necesario el reproducir las palabras o pensamientos de aquellos seres (normalmente,
personas) que los protagonizan. El narrador, a tal efecto, dispone de dos maneras o estilos
de reproducir la voz de los personajes de la historia: el estilo directo y el estilo indirecto.

el estilo directo es el que se manifiesta cuando la voz de los personajes se reproduce de


forma literal, esto es, cuando sus palabras o pensamientos se reproducen tal cual fueron
dichas o pensadas, sin cambiar, añadir o quitar nada (directamente). Lingüísticamente, estos
fragmentos aparecen dominados por la primera persona. Gráficamente, el estilo directo
aparece señalado por el uso de un guión que introduce la voz del personaje o por la
acotación entre comillas de esta.
el estilo indirecto, por su parte, es el que utiliza el narrador cuando con sus propias palabras
nos reproducen la voz de los personajes, esto es, cuando, de una manera u otra, nos resume
sus palabras o pensamientos. El estilo indirecto implica siempre, por un lado, la existencia
de una selección de la información por parte del narrador (sólo reproducirá lo que a él le
parezca conveniente) y, por otro, la falta de los matices emocionales y expresivos del
personaje. Lingüísticamente, estos fragmentos estarán dominados por la tercera persona, en
tanto que no son otra cosa sino narraciones de lo que piensan o dicen los personajes. El
estilo indirecto admite gradaciones en cuanto al grado de fidelidad respecto de la voz del
personaje; en este sentido, se suele distinguir entre el estilo indirecto propiamente dicho y
el llamado estilo indirecto libre, que es una forma intermedia entre el directo y el indirecto.
En esta variante, por un lado, es el narrador quien lleva con sus propias palabras la
reproducción de la voz del personaje, pero, por otro, lo hace introduciendo por el medio
expresiones (exclamaciones, interrogaciones, léxico particular...) que se supone reproducen
directamente lo dicho o pensado por el personaje; obviamente, el estilo indirecto libre
resulta más fiel al personaje que el estilo indirecto a secas.

La manipulación del tiempo de la historia


El narrador, entre sus funciones, tiene también la de decidir en qué orden y con qué ritmo
va a narrar la historia.

El orden de la historia

Lo primero que se puede constatar es que el discurso narrativo está repleto de anacronías,
esto es, discordancias entre el orden de sucesión en la historia y orden de sucesión en el
relato. Toda narración ofrece una anacronía de orden general, puesto que la linealidad del
lenguaje obliga a un orden sucesivo para hechos que quizá son simultáneos. Pero toda
narración ofrece, a su vez, multitud de anacronías particulares o de detalle.

El mecanismo que con más frecuencia se usa es el de la retrospección o analepsis; es a lo


que en el cine se denomina flash back, esto es, una ‘mirada hacia atrás’. Se empieza a
contar una historia y, en un determinado momento, se detiene la narración para contar cosas
que ocurrieron en el pasado. Un mecanismo menos utilizado sería el contrario, la
prospección o prolepsis, esto es, el adelantar acontecimientos del futuro.

El ritmo de la historia

En el momento de contar una historia, el narrador tiene también la posibilidad de hacerlo


deteniéndose más o menos en los acontecimientos. La sensación de mayor minuciosidad
viene producida por el uso de dos tipos de textos: la descripción (pues el tiempo está
detenido) y la digresión autorial (los comentarios del narrador). Por su parte, la sensación
de rapidez proviene del uso del resumen (contar en pocas líneas lo que sucede en mucho
tiempo) y la elipsis (eliminar fragmentos de la historia). Como forma intermedia, estaría el
diálogo, al reproducir las palabras de los personajes, con lo que el tiempo narrativo se
ajusta al tiempo real: su lectura dura lo que en teoría duraría ese diálogo en la realidad.

Subgéneros narrativos

Algunos de los subgéneros de la narrativa, ordenados de más breves a más extensos:

 Microrrelato
 Cuento breve y Relato breve
 Cuento largo y Relato
 Nouvelle (o novela corta)
 Novela
Esta enumeración es muy general y con un objetivo meramente informativo. Hay muchos
textos narrativos e incluso poéticos, escritos en las zonas grises entre estos géneros.

Muchos autores, por ejemplo, no consideran a la nouvelle como un género sino como un
caso especial de novela.

Es importante aclarar que la longitud no es lo único que determina las características de los
subgéneros de la narrativa.

El microrrelato, por su característica de síntesis extrema, en muchos casos bordea el límite


con la Prosa poética.

Personajes planos y redondos

Personajes planos: son creados a partir de una idea, cualidad o defecto, no evolucionan a lo
largo de la narración, es decir, no cambian o varían a lo largo de la historia. Son seres
simples y típicos. El lector ya los conoce y sabe cómo actuaran. No pueden sorprenderlo.

Personajes redondos: son aquellos que no encarnan una cualidad o un defecto. Se definen
por su profundidad psicológica y porque muestran en el transcurso de la narración las
múltiples caras de su ser. El lector no los conoce de antemano, por lo que no sabe cómo
actuarán. Evolucionan, cambian; pudiendo sorprender al lector con su comportamiento.
Tienen como las personas cualidades y defectos.

También podría gustarte