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Las figuras literarias son formas no convencionales de utilizar las palabras, de manera
que, aunque se emplean con sus acepciones habituales (aspecto que las diferencia de los
tropos), se acompañan de algunas particularidades fónicas, gramaticales o semánticas, que
las alejan de ese uso habitual, por lo que terminan por resultar especialmente expresivas.
Debido a esto, su uso es característico, aunque en modo alguno exclusivo, de las obras
literarias.
Las figuras, junto con los tropos, constituyen dentro del ámbito de la Retórica uno de los
formantes básicos del ornatus retórico, el constituyente principal de la elocutio.
Las figuras literarias se dividen en dos grandes grupos: las figuras de dicción y las figuras
de pensamiento.
La Literatura
En el siglo XVII, lo que hoy denominamos «literatura» se designaba como poesía o
elocuencia. Durante el Siglo de Oro español, por poesía se entendía cualquier invención
literaria, perteneciente a cualquier género y no necesariamente en verso. A comienzos del
siglo XVIII se comenzó a emplear la palabra «literatura» para referirse a un conjunto de
actividades que utilizaban la escritura como medio de expresión. A mediados de la misma
centuria Lessing, publica Briefe die neueste Literatur betreffend, donde se utiliza
«literatura» para referirse a un conjunto de obras literarias. A finales del siglo XVIII, el
significado del término literatura se especializa, restringiéndose a las obras literarias de
reconocida calidad estética. Este concepto se puede encontrar en la obra de Marmontel,
Eléments de littérature (1787), y en la obra de Mme. De Staël, De la littérature considéré
dans se rapports avec les institutions sociales.
Wolfgang Kayser, a mediados del siglo XX, planea cambiar el término «Literatura» por el
de «Belles Lettres», diferenciándolas del habla y de los textos no literarios, en el sentido de
que los textos literario–poéticos son un conjunto estructurado de frases portadoras de un
conjunto estructurado de significados, donde los significados se refieren a realidades
independientes del que habla, creándose así una objetividad y unidad propia.
Según los medios expresivos y procedimientos, Castagnino propone que la literatura tiene
como formas de expresión el verso y la prosa y sus realizaciones se manifiestan en géneros
literarios, universales que se encuentran, más o menos desarrollados, en cualquier cultura;
lírico, épico y dramático. Manifestaciones Líricas son aquellas que expresan sentimientos
personales; Épicas, las que se constituyen en expresión de un sentimiento colectivo
manifestado mediante modos narrativos, y Dramáticas, las que objetivan los sentimientos y
los problemas individuales comunicándolos a través de un diálogo directo. A estos géneros
literarios clásicos habría que añadir además el género didáctico. El fenómeno literario ha
estado siempre en constante evolución y transformación, de tal modo que el criterio de
pertenencia o no de una obra a la literatura puede variar a lo largo de la historia, al variar el
concepto de “arte literario”.
Mientras que desde la perspectiva semiológica la narración se puede realizar con cualquier
clase de signos, la lingüística considera que un "texto narrativo" responde a una
clasificación basada en la estructura interna donde predominan secuencias narrativas. Estas
secuencias se construyen mediante el signo lingüístico, lo que deja fuera el carácter
narrativo que pudiera presentar un cuadro o imagen, como La liberté guidant le peuple (La
libertad guiando al pueblo), cuadro de Eugène Delacroix.
Dado que el fluir temporal es un aspecto básico y caracterizador de una narración, las
formas verbales desempeñan un papel fundamental. Los tiempos verbales más usados para
narrar son los de aspecto perfectivo, esto es, aquellos que presentan la acción como
acabada. Esto es así porque son los que permiten ir encadenando las distintas acciones una
después de las otras a medida que van concluyendo. El tiempo verbal más habitual es el
'pretérito perfecto simple o indefinido', además de los distintos tiempos compuestos que
también son perfectivos.
El narrador
Artículo principal: Narrador
El emisor de un texto narrativo recibe, de acuerdo con la función que realiza, una
denominación especial: la de narrador. No obstante, la razón de la misma estriba en la
necesidad de prever que en algunos textos narrativos el emisor y el narrador no coinciden o,
dicho con otras palabras, no son 'la misma persona'. Tal situación se da, como es evidente,
en los textos narrativos literarios. Lo que ocurre en las novelas y en los cuentos es que la
historia que se cuenta ha sido inventada (o, por lo menos, así se presenta); dado que esto es
así, no es posible que el emisor (el autor real) haya podido ser testigo de la misma. Por lo
tanto, se entiende que quien narra no es él, sino un narrador indeterminado también
inventado por ese autor. Partiendo de esta consideración, que nos lleva a utilizar siempre
esa denominación de narrador, hay que analizar otro factor que también depende del
narrador: la perspectiva o punto de vista que adopta para contar la historia.
Aparte de narrar los sucesos que constituyen la historia, en una narración puede ser
necesario el reproducir las palabras o pensamientos de aquellos seres (normalmente,
personas) que los protagonizan. El narrador, a tal efecto, dispone de dos maneras o estilos
de reproducir la voz de los personajes de la historia: el estilo directo y el estilo indirecto.
El orden de la historia
Lo primero que se puede constatar es que el discurso narrativo está repleto de anacronías,
esto es, discordancias entre el orden de sucesión en la historia y orden de sucesión en el
relato. Toda narración ofrece una anacronía de orden general, puesto que la linealidad del
lenguaje obliga a un orden sucesivo para hechos que quizá son simultáneos. Pero toda
narración ofrece, a su vez, multitud de anacronías particulares o de detalle.
El ritmo de la historia
Subgéneros narrativos
Microrrelato
Cuento breve y Relato breve
Cuento largo y Relato
Nouvelle (o novela corta)
Novela
Esta enumeración es muy general y con un objetivo meramente informativo. Hay muchos
textos narrativos e incluso poéticos, escritos en las zonas grises entre estos géneros.
Muchos autores, por ejemplo, no consideran a la nouvelle como un género sino como un
caso especial de novela.
Es importante aclarar que la longitud no es lo único que determina las características de los
subgéneros de la narrativa.
Personajes planos: son creados a partir de una idea, cualidad o defecto, no evolucionan a lo
largo de la narración, es decir, no cambian o varían a lo largo de la historia. Son seres
simples y típicos. El lector ya los conoce y sabe cómo actuaran. No pueden sorprenderlo.
Personajes redondos: son aquellos que no encarnan una cualidad o un defecto. Se definen
por su profundidad psicológica y porque muestran en el transcurso de la narración las
múltiples caras de su ser. El lector no los conoce de antemano, por lo que no sabe cómo
actuarán. Evolucionan, cambian; pudiendo sorprender al lector con su comportamiento.
Tienen como las personas cualidades y defectos.