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El Torito de La Piel Brillante
El Torito de La Piel Brillante
El becerro aprendió a seguir a su dueño; como un perro iba tras él por todas
partes. Y ninguno solía caminar solo; ambos estaban juntos siempre. El becerro
olvidaba su madre; sólo iba donde ella para mamar. Apenas el hombre salía de la
casa, el becerro lo seguía.
Cuando estaba arrancando la totora salió un toro negro, viejo y alto, del
fondo del agua. Estaba encantado, era el demonio que tomaba esa figura. Entre
ambos concertaron una pelea. El toro negro dijo al becerro.
-Ahora mismo tienes que luchar conmigo. Tenemos que saber cuál de los
dos tiene más poder. Si tú me vences, te salvarás; si te venzo yo, te arrastraré al
fondo del lago.
-Bien –dijo el toro viejo-. Saldré al mediodía. Si no te entro a esa hora, iré a
buscarte en una litera de fuego, y te arrastraré a ti y a tu dueño.
- Está bien. A la salida del sol apareceré por estos montes – contestó el
torito.
-¿Dónde estará?
Sólo entonces el dueño se dio cuenta que el torito no había vuelto con él.
-¿Qué fue lo que hiciste? ¡Tú dueña me ha reprendido por tu culpa! Debiste
regresar inmediatamente –le dijo el hombre, muy enojado.
El torito contestó:
-¡Ay! ¿Por qué me llevaste, dueño mío? ¡No sé qué ha de suceder!
-Hasta hoy nomás hemos caminado juntos dueño mío. Nuestro camino
común se ha de acabar.
-Me he encontrado con el poderoso, con mi gran señor. Mañana tengo que
ir a luchar con él. Mis fuerzas no pueden alcanzar a sus fuerzas. Hoy, él tiene un
gran aliento. ¡Ya no volveré! Me ha de hundir en el lago –dijo el torito.
¡Ay mi torito! ¡Ay criatura! ¿Con qué vida, con qué alma nos has de dejar?
¡No, no! ¡No te vayas! –le contestaron llorando-. Aunque venga tu señor, tu
encanto, nosotros le destrozaremos los cuernos.
-¡Iremos juntos!
-No, mi dueño. Sería peor, ¡me vencería! Quizás yo solo, de algún modo
pueda salvarme.