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https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-brasilia-sesenton-herido-muerte-
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Fredy Massad
Esta vez tenía planes para elevar una gran ciudad: «Vamos a
construir la capital de Brasil. Una capital moderna, ¡la capital
más bella del mundo!», recuerda Niemeyer que le anunció con un
inmenso entusiasmo. Señala además que el lugar escogido era como un
«inmenso y desangelado trozo de tierra salvaje en la remota llanura
interior central»: «Pero, para mi sorpresa, todas mis dudas se disiparon
frente al optimismo de Kubitschek. […] Su visión y su empuje eran tan
contagiosos que pronto estuve plenamente convencido de que, en un
par de años, la nueva capital de nuestro país se levantaría desde ese
lugar y llegaría hasta el confín más lejano de la tierra. […] Una ciudad
moderna y de vanguardia, que representara la importancia de nuestro
país».
Fe en los «candangos»
También se la comparó con modelos anticuados y autoritarios de
planificación urbana. Los arquitectos Sérgio Ferro y Rodrigo
Lefèvre, que proyectaron edificios residenciales en Brasilia,
denunciaron la situación de los trabajadores de la que pudieron ser
testigos: los candangos, así eran llamados aquellos que servían como
mano de obra, procedentes de las zonas más pobres del país,
fueron explotados y sometidos a difíciles condiciones para
elevar una ciudad cuyo plan maestro no había contemplado viviendas
de renta baja. Criticaron de igual manera la pulcritud de las
fachadas, tras la que quedaba oculta la marca de la mano humana que
las había construido, y en la que veían una manifestación de la
tendencia del Estado a controlar la realidad social.
Futuro perfecto
Brasilia es principalmente vista como la manifestación de una utopía
cuya pretensión era traer al presente ese futuro deseado por la
Modernidad. Un futuro perfecto en el cual se aspiraba al
control, a que el individuo se amoldase a la ciudad, y no a la inversa.
Observada retrospectivamente esa utopía que imaginaron Kubitschek,
Costa y Niemeyer (con Le Corbusier de fondo) acabó degenerando en
una distopía. Una ciudad monumental o hecha para
«exhibirse», pensada para el automóvil. Una ciudad para
conquistar el interior salvaje de Brasil como corroboración del poder
del hombre sobre la Naturaleza. El poder del poder sobre el propio
individuo. Una capital que optó por la monumentalidad y prefirió ser
hostil a hospitalaria. Se llegó a acuñar el concepto de «brasilete» para
dar nombre a un trauma: el periodo de adaptación por el que el recién
llegado tendría que pasar antes de sentirse medianamente cómodo en
Brasilia.