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Emma, es más que una gata

Quiero aclarar que este relato es uno de las numerosas aventuras que
he vivido desde que llegué a la casa, el medio para comunicarme con ellos
depende de muchos factores, como no entender lo que hablan los humanos
que me acobijaron y que como no hablo el lenguaje de los humanos, ellos
tampoco me entienden, aunque los sonidos que suelo emitir de cierta forma y
en ciertos lugares de la casa ellos logran entender que es lo que quiero. De
todos los lugares de la casa, mi preferido es un sillón grande de cuero gastado
y que está anclado desde hace varios años en un pasillo, cubierto por unas
mantas viejas pero muy cálidas.
Los humanos con los que convivo son cinco: el padre, que está casi
siempre en la casa, especialmente en la cocina, y se la pasa escribiendo en su
extraño aparato de forma cuadrada con letras y que es el lugar más cálido y
concurrido; la madre, que trabaja todo el día, llega cansada y con cara larga,
empieza a decir algo que no entiendo a los humanos más pequeños haciendo
movimientos raros con los brazos y las manos; la hija mayor, que se la pasa
con algo redondo en sus orejas del que sale unos cables que se conectan a
una caja rectangular del que sale un ruido encofrado y no sale de su
habitación, salvo para ir al baño o para sacar comida de una caja alta y grande
del que sale mucho frío; la del medio, que es la más rebelde y caprichosa a
veces me agarra y me habla con una voz finita y haciendo muecas con la boca
y el más chico, que parece que tuviera fuego debajo de los pies, corriendo
como un loco por toda la casa hasta que se choca con algún mueble y llora .
La mejor hora es cuando las crías de humano se van bien temprano y
me queda la casa para mi sola. Después de unas horas se escucha la puerta
de la casa cuando cae el sol: es la señal de que regresaron los mimos y las
caricias. Yo los observo y me parecen raros, pero son muy cariñosos conmigo
durante casi todo el día. Mis lugares preferidos son: la pieza de la humana
cachorra mayor a sus pies, la cocina arriba de la heladera y la pieza de los
humanos mayores en la ventana que tiene vista al jardín trasero en donde
rasgo el borde de la ventana hasta abrirla para ir a tomar el sol, correr y
esconderme en el césped alto persiguiendo insectos y a los gatos cachorros.

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