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CAROLE S. VANCE (compiladora)

Placer y peligro
EXPLORANDO LA SEXUALIDAD
FEMENINA
(SELECCION DE TEXTOS)

(*PROGRAMA UNIVERSITARIO DE
ESTUDIOS DE GENERO " - U. N

HQ29
P53
1989 UNAM 3485
PUEG

HADLAN Clo
LAS MUJERES
1761 0,9 41b,c4.34, 5
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I.? Edición: Febrero de 1989

2.' Edición: Diciembre 1989

OCarole S. Vance
©Para esta edición: Talasa Ediciones, S. L.
Traducido por Julio Velasco
M. Angeles Toda

TALASA EDICIONES, S. L.
C/. Clavel, 7, 2.°, oficina 2
28004 MADRID
Telf.: 531 09 79

ISBN: 84-85781-78-3
Depósito Legal: M. 37.550-1989
Impresión: A. G. GRUPO, S. A. Nicolás Morales, 40. 28019 Madrid
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El placer y el peligro: hacia una


política de la sexualidad

Carole S. Vance

En la vida de las mujeres la tensión entre el peligro sexual


y el placer sexual es muy poderosa. La sexualidad es, a la vez,
un terreno de constreñimiento, de represión y peligro, y un
terreno de exploración, placer y actuación. Centrarse sólo en
el placer y la gratificación deja a un lado la estructura patriar-
cal en la que actúan las mujeres; sin embargo, hablar sólo de
la violencia y la opresión sexuales deja de lado la experiencia
de las mujeres en el terreno de la actuación y la elección sexual
y aumenta, sin pretenderlo, el terror y el desamparo sexual con
el que viven las mujeres.
La yuxtaposición del placer y el peligro ha llamado la aten-
ción de las teóricas y militantes feministas, tanto en el siglo XIX
como en el XX, al igual que ha sido un tema permanente en
la vida de la mujeres como individuos que tienen que sopesar
diariamente los placeres y el precio de la sexualidad en sus ac-
tos, elecciones y cálculos. Para algunas, los peligros de la sexua-
lidad (la violencia, la brutalidad y la coacción, manifestadas en
la violación, el incesto forzado y la explotación, además de en

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—¿Se ha modificado la sexualidad femenina a través de la


la crueldad y la humillación cotidianas) hacen palidecer los pla-
represión, o es enteramente diferente de la de los hombres?
ceres. Para otras, las posibilidades positivas de la sexualidad (la
exploración del cuerpo, la curiosidad, la sensualidad, la intimi- —El origen del peligro sexual para las mujeres, ¿se encuen-
dad, la aventura, la emoción, el contacto humano, el disfrute tra en una naturaleza masculina, intrínsecamente agresiva o
de lo infantil y lo no racional) no sólo valen la pena, sino que violenta, o en las condiciones patriarcales que dirigen la sexua-
proporcionan un apoyo de energía vital. Tampoco son postu- lidad masculina hacia la agresividad y a la femenina hacia la
ras inamovibles, puesto que una mujer puede elegir una pers- aceptación y la sumisión?
pectiva u otra en momentos diferentes de su vida como res- —¿Cómo se puede reducir o eliminar la violencia sexual
puesta a acontecimientos internos o externos. masculina?
Desde el siglo XIX, las teóricas feministas no han estado de —¿Cómo interviene en la experiencia de la sexualidad de
acuerdo con el modo de mejorar la situación sexual de la mu- las mujeres la posibilidad de procreación del sexo?
jer, ni siquiera en lo más básico: en lo que quieren las mujeres —¿Debería el feminismo apoyar un máximo o un mínimo
en el campo de lo sexual. Algunas han sido a grandes rasgos de diferenciación en la esfera de lo sexual? ¿Qué forma debe-
proteccionistas y han intentado consolidar cierto margen de ría adoptar cada uno de estos puntos de vista?
protección frente al deseo y a la agresión masculina, mientras Tras estas cuestiones se encuentran los cambios en las con-
que daban por hecho o bien que la sexualidad de las mujeres diciones materiales y en la organización social que fueron pro-
es intrínsicamente pasiva, o bien que no puede florecer hasta vocados por las transformaciones capitalistas y el propio movi-
que no se consiga una mayor seguridad. Otras, más en el siglo miento feminista, sobre todo el debilitamiento del pacto tradi-
XX que en el XIX, han sido expansionistas y exploradoras, en cional que las mujeres se veían obligadas a efectuar con los
la creencia de que las mujeres podían aventurarse a manifestar hombres: si las mujeres eran "buenas" (constreñidas sexual-
su sexualidad de formas más visibles y atrevidas, especialmente mente), los hombres las protegerían; si no, los hombres podían
debido a que los cambios materiales que favorecieron la auto- atropellarlas y castigarlas. Como participantes en este sistema,
nomía de las mujeres en general (el trabajo asalariado, la vida a las mujeres "buenas" les interesaba contener los impulsos
urbana, la anticoncepción y el aborto) también contribuían a sexuales masculinos, fuente de peligro para las mujeres, así
su autonomía sexual'. A lo largo de cien años de debate inter- como contener su propia sexualidad, que podía incitar a los
mitente —pero intenso— entre teóricas, organizadoras y mili- hombres a actuar. Las feministas del siglo XIX desarrollaron
tantes, ha persistido una multitud de preguntas cuyas respues- la idea de la asexualidad como opción para las mujeres respe-
tas no conocemos del todo a pesar de los progresos realizados: tables, utilizando la ausencia de pasiones de la mujer y la con-
—La naturaleza sexual femenina y la masculina, ¿son esen- tención sexual de los hombres para enfrentarse a las prerroga-
cialmente distintas? ¿o son producto de condiciones específi- tivas sexuales masculinas. La segunda ola del feminismo exigió
cas culturales e históricas? y obtuvo un aumento de autonomía sexual para las mujeres y
una reducción de la "protección" masculina, aun dentro de una
estructura patriarcal. En medio de esta fluctuación, muchas
Ellen Carole and Linda Gordon, "La búsqueda del éxtasis en el campo mujeres han llegado a sentirse más visibles y más vulnerables
de batalla: peligro y placer en el pensamiento sexual feminista del siglo XIX", sexualmente. A pesar de la ruptura del antiguo pacto que opo-
págs. 51-77.

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nía la seguridad sexual a la libertad sexual, el miedo de las mu- feministas, necesitamos recurrir a la experiencia del placer de
jeres a las represalias y al castigo por su actividad sexual no ha las mujeres para imaginar las texturas y los contornos de algo
disminuido. que podría desplegarse y desarrollarse en un contexto más se-
La derecha ha apelado a este sentimiento de vulnerabilidad. guro. Lo que queremos no es un misterio, ni un espacio en blan-
El ataque conservador a los logros feministas ha adoptado la co. Las claves para desvelarlo se encuentran ya en nuestra ex-
forma de una cruzada moral. En su campaña contra los males periencia diaria.
del aborto, los derechos de los gays y las lesbianas, la educa- Una de las claves se encuentra en una forma evidente de pe-
ción sexual y los centros de anticoncepción y la independencia ligro: la violencia sexual que los hombres cometen contra las
económica de las mujeres, la derecha está intentando volver a mujeres. La violación, los acosos sexuales, el incesto. A medi-
implantar los acuerdos sexuales tradicionales y el vínculo, an- da que las mujeres empezaron a hacerse oir, se vio con clari-
tes inexorable, entre reproducción y sexualidad. De esta forma, dad que estos actos, aparentemente tabús, estaban muy lejos
la derecha ofrece un proyecto completo de práctica sexual que, de ser raros y que perjudicaban gravemente a las mujeres. Más
en parte, encuentra eco en el temor de las mujeres frente a la allá del daño físico o psicológico real que se hacía a las vícti-
inmoralidad y el peligro sexual'. Para dar respuesta de forma mas de la violencia sexual, la amenaza del ataque sexual servía
convincente como feministas, no podemos abandonar nuestra como potente advertencia del privilegio masculino, limitando
visión radical de la teoría y de la práctica sexual. Muy al con- los movimientos y el comportamiento de las mujeres. La mito-
trario, debemos profundizar en ellas y ampliarlas, de forma que logía cultural que rodea a la violencia sexual proporcionó un
haya más mujeres que se sientan animadas a identificarse y a camino ideal para su infiltración en el corazón mismo del de-
actuar según sus propios intereses sexuales. seo femenino. En un cajón de sastre de mitos y de ideas popu-
Los ensayos, poemas e imágenes que se recogen en este li- lares contra los que luchaba el feminismo, se presentaba el de-
bro son un paso hacia este objetivo. Tuvieron su origen en la seo sexual masculino como algo intrínseco, incontrolable y fá-
XI conferencia de "The Scholar and the Feminist" ("Investiga- cilmente excitable mediante cualquier demostración de deseo
ción y feminismo"), celebrada en el Barnard College el 24 de y sexualidad femenina. Los rasgos principales de esta ideología
abril de 1982 bajo el título de "Hacia una política de la sexua- han sido duramente criticados por las feministas, sobre todo
lidad". La conferencia intentaba explorar en la ambigua y com- porque culpan a la víctima femenina mientras que disculpan al
pleja relación existente entre el placer y el peligro sexual, tanto hombre. Pero, además, lo que se deduce de ellos es igualmen-
en la vida de las mujeres como en la teoría feminista. La in- te dañino: si el deseo sexual de las mujeres desencadena el ata-
tención de las organizadoras de la conferencia no era debilitar que masculino, ese deseo no puede manifestarse jamás libre ni
la crítica del peligro sexual. Más bien, deseábamos ampliar el espontáneamente, ni en público ni en privado.
análisis del placer y recurrir a la energía de las mujeres para En definitiva, había que constreñir el deseo sexual femeni-
crear un movimiento que hablara tan poderosamente en favor no a los campos que la cultura protege y favorece: el matrimo-
del placer sexual como lo hacía contra el peligro sexual. Como nio tradicional y la familia nuclear. Aunque las fronteras de la
zona de seguridad se han alterado ligeramente desde el siglo
XIX, hasta abarcar otras formas de heterosexualidad extrama-
2 Faye Ginsburg, "The Body Politic: The Defense of Sexual Restriction by
Anti-Abortion Activists". (N.T. Este artículo no ha sido incluido en esta trimonial y no reproductiva relativamente respetables, las rup-
edición.) turas públicas y flagrantes con el status de mujer "buena", ta-

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les como el lesbianismo, la promiscuidad o la heterosexualidad un sistema de géneros que, para la mujer, opone al placer el
no tradicional todavía invitan —y se considera que justifican— peligro. El constreñimiento, la invisibilidad, la timidez y la fal-
todo tipo de violaciones. ta de curiosidad sexuales no son tanto indicios de una natura-
Muchas mujeres piensan que esta ideología es injusta, ilógi- leza sexual femenina intrínseca y específica, como síntomas de
ca y misógina. No obstante, creen que está muy extendida y un daño que ha llegado muy lejos. La consiguiente polariza-
fuertemente arraigada, aunque nunca se puede saber con exac- ción de la sexualidad femenina y masculina es un verosímil pro-
titud hasta qué punto. El "más vale segura que arrepentida" si- ducto del sistema de géneros dominante que se utiliza para jus-
gue siendo una precaución generalizada. Las mujeres (a quie- tificar la necesidad que tienen las mujeres de un espacio cons-
nes sus madres enseñaron a mantener la falda bajada, las bra- treñido, pero supuestamente seguro, y de una expresión sexual
gas subidas y el cuerpo lejos de los extraños) llegan a vivir sus altamente controlada. Los horrorosos efectos de la desigualdad
propios impulsos como algo peligroso que les impulsa a aven- entre los géneros pueden suponer no sólo la violencia bruta,
turarse más allá de la esfera protegida. El desenfado y la im- sino el control interiorizado de los impulsos femeninos, que en-
pulsividad sexual adquieren un precio muy alto, ya que las mu- venena el deseo en su misma raíz con inseguridad y ansiedad:
jeres no sólo deben pensar en las consecuencias que a ellas mis- la sutil conexión entre el modo en que el patriarcado se entro-
mas les suponen sus actos, sino también en las consecuencias mete en el deseo femenino y el modo en el que las mujeres vi-
que éstos tienen en los hombres, cuya "naturaleza" sexual es, ven su propia pasión como algo peligroso está saliendo a la luz
se supone, lujuriosa, agresiva e impredecible. A través de un ra- como tema crítico que debe ser explorado.
zonamiento dictado por la cultura, las mujeres se convierten en La amenaza de la violencia masculina, sin embargo, no es
custodios morales del comportamiento masculino que se supo- la única fuente de peligro sexual. La sexualidad activa una mul-
ne que ellas instigan y desencadenan. Las mujeres heredan una titud de ansiedades intrasíquicas: el miedo a fundirse con otro
considerable tarea: el control de su propio deseo sexual y de su ser, la disolución de los límites del cuerpo y del sentimiento de
expresión pública. El autodominio y la vigilancia se convierten identidad que se produce en la maraña de partes y sensacio-
en virtudes femeninas principales y necesarias. Como resulta- nes, y el miedo a la disolución y a la aniquilación del yo que lo
do de todo ello, el deseo femenino es sospechoso desde el pri- acompaña. En el sexo, las personas viven sustratos anteriores,
mer "hormigueo", sospechoso hasta que se demuestra lo con- conexiones irracionales, memorias infantiles y un abanico de
trario y, a menudo, demasiado caro cuando se le evalúa dentro sensaciones profundas'. Tenemos miedo a la dependencia y a
del contexto cultural más amplio que plantea la pregunta "¿vale la posible pérdida de control, así como a nuestra propia agre-
la pena?" Cuando a la cautela y a la pasividad se suman los em- sión avariciosa, a nuestros deseos de incorporar a nosotras par-
barazos no deseados, el acoso callejero, el estigma, el desem- tes del cuerpo, incluso personas completas. Como se nos ha di-
pleo, la agresión contra los homosexuales, la violación y el cho que el placer es una amenaza para la civilización, nos pre-
arresto, a menudo la pasión no tiene oportunidad. guntamos: "i,qué ocurre si no hay límite para el deseo?"
La segunda ola del feminismo organizó una crítica a gran es- La sexualidad también despierta el miedo a la competencia,
cala de la violencia sexual masculina, denunciando la compli- cuando reconocemos nuestros deseos de disputarnos la aten-
cidad de las instituciones estatales y de las ideologías cultura-
les que la justifican. Sin embargo, el feminismo está empezan- Muriel Dimen, "Politically Correct, Politically Incorrect?" (N.T. Este ar-
do recientemente a darse cuenta de los efectos intrasíquicos de tículo no ha sido incluido en esta edición.)

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ción y los objetos amados. Para las mujeres, sean lesbianas o ahora el mismo enfoque, poco dialéctico y simplista, de aque-
heterosexuales, la competencia es con otras mujeres: malas lla postura a la que se opone. La experiencia sexual real de las
perspectivas para la solidaridad femenina. Por último, en tanto mujeres es más complicada, más difícil de abarcar, más descon-
que la vivencia del deseo supone para las mujeres la renuncia certante. De la misma manera que el acuerdo de no mencio-
a la vigilancia y al control —las responsabilidades propias de nar el peligro exige que se reescriba la biografía sexual de cada
una mujer decente—, provoca un profundo desasosiego con una de nosotras, el acuerdo de no hablar del placer exige una
respecto a la violación de los límites de la feminidad tradicio- falsificación alquímica semejante: la transmutación de la sexua-
nal'. Esta trasgresión de los géneros evoca el fantasma de la se- lidad en un peligro sin compensaciones y una persecución sin
paración respecto de las demás mujeres —tanto respecto de la límites.
madre como respecto de las hermanas en sentido literal y me- Lo cierto es que la complejidad de nuestra experiencia con-
tafórico—, dejándonos aisladas y vulnerables frente al ataque. tiene elementos de placer y de opresión, de humillación y feli-
Estas influencias soterradas sobre las mujeres no son menos po- cidad. Más que considerar que esta ambigüedad es producto
derosas por que no se las mencione. Nuestros miedos ocultos de la confusión o de una percepción equivocada, deberíamos
se suman a la suma total del terror sexual. No existiendo un len- utilizarla como fuente para examinar cómo viven las mujeres
guaje mejor, capaz de explorar y delimitar esas otras fuentes el deseo, la fantasía y la actividad sexual. Necesitamos clasifi-
de peligro, se culpa a los hombres de todo y, de esta forma, se car individual y conjuntamente cuáles son los elementos de
exagera su poder y nos empobrecemos nosotras. Más aún, per- nuestro placer y de nuestro desplacer. Por ejemplo, ¿qué es lo
mitimos que los elementos volátiles e irracionales del sexo que- que hay de poderoso, de vital, de interesante en nuestras vi-
den abiertos a la manipulación por parte de los demás y sean vencias? Nuestra tarea consiste en identificar lo que es placen-
fácilmente manejados en campañas contra la desviación sexual, tero y bajo qué condiciones, y en controlar la experiencia de
la degeneración y la contaminación moral. forma que ésta se dé más a menudo. Para empezar, necesita-
La característica principal de la sexualidad es su compleji- mos conocer nuestras historias sexuales, que son sin duda más
dad: sus múltiples significados, sensaciones y conexiones. Es de- amplias que nuestra propia experiencia individual, sin duda dis-
masiado fácil englobar toda la experiencia sexual bajo el rótulo 1 tintas de lo que conocemos, a la vez increíbles e instructivas.
de "enteramente peligrosa" o "enteramente placentera"; nues- Para conocer estas historias, debemos hablar de ellas entre no-
tra cultura nos anima a hacerlo. A las mujeres se les anima a sotras. Y, para que prospere el diálogo, es necesario que haya
aceptar que toda actividad sexual masculina que se dirija a ellas tolerancia hacia la diversidad y la curiosidad, lo que Joan Nest-
es placentera y liberadora: a las mujeres, en realidad —se les le llama "el respeto que una vida presta a otra'. Sin la palabra
dice— les gusta ser violadas, pero son incapaces de reconocer- de las mujeres, volvemos a caer en los textos y en los mitos,
lo y los chistes del Hustler, a menudo espantosos, no son más prescriptivos y excesivamente generalizados.
que bromas sin consecuencias. Como contraataque, la crítica Algunos análisis feministas corren incluso el riesgo de po-
feminista ha destacado la ubicuidad del peligro y la humilla- ner demasiado énfasis sobre el peligro sexual, siguiendo las di-
ción sexual en un entorno patriarcal. Aunque esto fue útil en
sus comienzos como ruptura ideológica, esta crítica comparte Joan Nestle, "The Fem Question". (N.T. Este artículo no ha sido inclui-
do en esta edición. Está traducido en Nosotras, que nos queremos tanto, n.° 6,
Lucy Gilbert and Paula Webster, Bound By Love, Boston, Beacon, 1982. ed. Colectivo de Feministas Lesbianas de Madrid, febrero 1988, pág. 21.)

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rectrices de la cultura dominante. En cierto sentido, el movi- los ataques masculinos de una cultura patriarcal? ¿Es necesa-
miento antipornografía vuelve a establecer los principios bási- rio que nuestra pasión espere a un momento más seguro para
cos del antiguo sistema de géneros: la ideología cultural domi- expresarse? ¿Cuándo llegará ese momento? ¿Nos acordaremos
nante desarrolla la amenaza del peligro sexual, así que el mo- algunas de nosotras de lo que era nuestra pasión? ¿Nos senti-
vimiento antipornografía reacciona presionando para obtener mos profundamente incómodas cuando nos salimos de los lí-
seguridad por medio del control de la expresión pública de la mites de la feminidad tradicional (la pasividad, la indefensión,
sexualidad masculina'. Aunque en ciertos aspectos esto supon- el papel de víctima)? ¿Tenemos miedo de dejar de ser mujeres
ga una ruptura decisiva con un sistema opresor —se está desa- si actuamos de acuerdo con nuestra pasión sexual más profun-
fiando directamente el peligro sexual—, en otros aspectos el en- da? ¿Queremos, en lugar de esto, unirnos en una hermandad
foque permanece idéntico en cuanto que se sigue minimizando que intenta controlar el deseo masculino, pero que hace muy
el placer sexual de las mujeres y la exploración de la experien- poco por promocionar el placer femenino? El sexo siempre es
cia placentera de las mujeres sigue siendo escasa. El feminis- culpable mientras no se demuestre lo contrario, y ésta resulta
mo ha conseguido hacer públicas actividades que antes eran in- ser una afirmación bien cara si tenemos en cuenta las sancio-
mencionables, como la violación y el incesto. Pero el movimien- nes negativas que despierta con tanta facilidad.
to antipornografía a menudo interpreta estos datos como indi- El exceso de énfasis en el peligro corre el riesgo de conver-
cadores de un aumento de la violencia contra las mujeres y tir en tabú el discurso sobre el placer sexual. Es fácil intimidar
como síntoma de la reacción antifeminista. El resultado final a las feministas con la acusación de que su propio placer es
ha sido dar la impresión de que las mujeres tienen menos se- egoísta; por ejemplo, a través de la retórica política, que insi-
guridad sexual que nunca y que vale más dejar las discusiones núa que ninguna mujer tiene derecho a hablar de placer mien-
y exploraciones del placer para un momento más seguro. tras haya otras mujeres en peligro —en otras palabras, nun-
Es muy fácil avergonzar a las mujeres con respecto a lo ca—. Otras opinan también que la sexualidad es un tema pro-
sexual, y el movimiento antipornografía hace posibles nuevas pio de privilegiadas, que preocupa sólo a los grupos acomoda-
formas de avergonzarlas. Las afirmaciones tradicionales de que dos y que, por tanto, hablar de ella es una falta de tacto y de
el interés de las mujeres por lo sexual no es importante se vuel- sentido político por parte de las sexualmente privilegiadas ha-
ven a presentar cuando se apunta que la sexualidad es trivial, cia las desposeídas, que se supone que se interesan sólo por
que distrae de los objetivos fundamentales o que no es políti- cuestiones concretas, materiales y vitales (como si la sexualidad
ca. Si se codifica el deseo sexual como masculino, las mujeres no lo fuera). El resultado es que el placer sexual, en cualquiera
empezarán a preguntarse si alguna vez son de verdad seres de sus formas, se ha convertido en el gran secreto culpable en-
sexuales. ¿Desconfiamos de nuestra pasión, pensando que qui- tre las feministas.
zá no es algo nuestro, sino un montaje de la cultura patriarcal? Ocultar el placer y sus fuentes en el debate feminista no hace
¿Las mujeres pueden ser agentes sexuales? ¿Podemos actuar que el mundo sea seguro para las mujeres, como tampoco lo
en nuestro propio interés? ¿O somos puramente víctimas que consigue el que las mujeres accedan al sistema de protección
debemos dirigir nuestros esfuerzos hacia la resistencia contra masculina. Cuando el placer ocupa un espacio público cada vez
más pequeño y un espacio privado cada vez más culpable, los
Alice Echols, "El ello domado: la política sexual feminista entre 1968-83", individuos no ganan poder: simplemente se ven privados de la
págs. 79-111. fuente de su propia fuerza y energía. Si las mujeres, a través de

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la mirada del opresor, se ven cada vez más a sí mismas como podemos dar nombre a algunos actos físicos determinados,
víctimas solamente y permiten que los demás les vean de esta como el sexo anal, el coito heterosexual, los besos, la felación
manera, se debilitan y se vuelven desgraciadas. El tabú sobre o la masturbación, está claro que los significados personales y
la investigación del placer condujo a una teoría sexual abstrac- sociales que conllevan estos actos en términos de identidad
ta que guarda escasa relación con la vida cotidiana. Si quere- sexual y comunidad sexual han variado históricamente. Sin ne-
mos que la teoría tenga una relación válida con la experiencia, gar el cuerpo, nos damos cuenta de que el cuerpo y sus actos
tenemos que reconocer que vale la pena hablar en serio sobre se entienden según los códigos de significación dominantes. Los
la sexualidad. No podremos crear un corpus de conocimientos recientes trabajos sobre la historia de la homosexualidad mas-
que sea fiel a la vida de las mujeres si no podemos hablar del culina muestran, por ejemplo, que aunque la somodía existía y
placer con seguridad, con honradez y a fondo. era castigada en el pasado en Europa y América, era concebi-
Mucha de la investigación feminista sobre sexualidad parte da como el resultado de un deseo de la carne al que podía su-
de la base de que el sexo es una construcción social que se ar- cumbir cualquier mortal y no como un acto cometido por un
ticula en muchos puntos con las estructuras económicas, socia- tipo específico de individuo, el "homosexual". La clasificación
les y políticas del mundo material. El sexo no es simplemente de los tipos sexuales no llegó hasta finales del siglo XIX, cuan-
un hecho "natural", como parecen sugerir las teorías esencia- do el capitalismo y el desarrollo urbano hicieron posible la exis-
listas anteriores. Aunque la sexualidad, como toda actividad tencia de los individuos como unidad productiva y reproducti-
cultural humana, se base en el cuerpo, la estructura, la fisiolo- va más allá de la esfera de la familia tradicional'. Los historia-
gía y el funcionamiento del cuerpo no determinan la configu- dores han seguido también el desarrollo de los cambios de de-
ración o el significado de la sexualidad de una forma directa ni finición de la intimidad entre mujeres. En el siglo XIX, a dos
simple. Si esto fuera así, podríamos esperar que se registrara mujeres que compartían la misma casa y la misma cama se las
una gran uniformidad entre las diversas culturas. Sin embargo, veía, en general, como amigas íntimas; en el siglo XX se las ve
la diversidad sexual que vemos es sorprendente: las actividades cada vez más como lesbianas'. Sin duda, las formas actuales de
que se condenan en una sociedad son favorecidas en otra, y las la heterosexualidad tienen también una historia que está por
ideas de lo que es atractivo, erótico, satisfactorio o, incluso, escribir' °
sexualmente posible varían considerablemente. Cabría esperar que las feministas estuvieran especialmente
El papel de la cultura tampoco se limita a elegir ciertos ac- dispuestas a aceptar una aproximación a la sexualidad como
tos sexuales (mediante alabanzas, estímulos o recompensas) y construcción social, ya que de muchas formas es análoga a las
rechazar otros (mediante la ridiculización, el desprecio o la teorías de la construcción social del género: que el cuerpo es
condena) como quien elige en un "buffet" sexual. La construc-
ción social de la sexualidad es mucho más profunda y abarca Quartet, 1977; Jonathan Katz, GaylLesbian Almanac: A New Documentary, New
hasta la misma forma de conceptuar, definir, nombrar y descri- York, Harper & Row, 1983, pp. 138-74.
bir el sexo en distintos tiempos y en distintas culturas'. Aunque Jonathan Katz, Gay American History: Lesbians and Gay Men in the USA,
New York, Crowell, 1976.
Lillian Faderman, Surpassing the Love of Men, New York, Morrow, 1981;
Los textos de construcción social incluyen: Michel Foucault, A History of Nancy Sahli, "Smashing: Women's Relationships Before the Fall", Cluysalis,
Sexuality, vol. 1, An Introduction trans. Robert Hurley, New York, Pantheon,
no. 8, 1979, pp. 17-27.
1978; Jeffrey Weeks, Coming Out: Homosexual Politics in Britain, London,
Jonathan Katz, The Invention of Heterosexuality, sin publicar (1983).

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el agente de la actividad humana, pero también que la confi-
la sexualidad en la vida de un individuo es, sin embargo, una
guración del cuerpo no la determina de manera literal. Los "co-
cuestión interesante e importante. Evidentemente, hay ejem-
nocimientos" científicos o populares que dan a entender que
plos, tanto de persistencia como de fluidez en el deseo sexual:
los acuerdos culturales dominantes son resultado de la biolo-
por ejemplo, individuos que "sabían" que eran homosexuales
gía y, por tanto, intrínsecos, eternos e inamovibles, son gene-
desde temprana edad y que siguieron siéndolo a pesar de la te-
ralmente ideologías que apoyan las relaciones de poder domi-
rapia de aversión o de la cárcel, y otros que se "volvieron" ho-
nantes. Las identidades personales profundamente sentidas,
mosexuales o lesbianas en distintas etapas de su ciclo vital, de
como la masculinidad/feminidad, la heterosexualidad/homo-
una forma que apunta a un cambio interior más que a la ex-
sexualidad, no son privadas ni producto exclusivo de la biolo-
presión tardía de un deseo "reprimido". Aunque las cuestiones
gía, sino que se crean por intersección de fuerzas políticas, so-
sobre la fluidez de la sexualidad suelen concentrarse en la
ciales y económicas que varían con el tiempo.
orientación sexual y en la elección del objeto, hay muchas otras
Sin embargo, la teoría de la construcción social sigue cons- áreas donde se podrían plantear las mismas preguntas: las fan-
tituyendo una visión radical de la sexualidad que plantea una tasías, la masturbación, la no-monogamia. La cuestión de la es-
serie de preguntas inquietantes a las feministas y a otros pen- tabilidad y la flexibilidad del deseo sexual en cada individuo y
sadores que han sido educados en una visión esencialista de la entre diferentes individuos continúa siendo misteriosa y poco
sexualidad. ¿De qué naturaleza es la relación entre la arbitra-
comprendida.
riedad de la construcción social y la inmediatez de nuestras sen-
Los paralelismos entre las aproximaciones al género (marca
saciones y funciones corporales? ¿Es la sexualidad no un fenó-
cultural del sexo biológico) y a la sexualidad (deseo y placer
meno unitario y continuado, con un núcleo esencial, sino algo
erótico) planteadas por la teoría de la construcción social ha-
que se crea con formas distintas en cada tiempo y lugar? Si la
cen que sea posible ver que, aunque ambas cosas puedan ser
sexualidad no es una esencia transhistórica y transcultural, cu-
socialmente construidas, la sexualidad y el género son territo-
yas manifestaciones se ven vagamente conformadas por facto-
rios separados que, sin embargo, se superponen o, como los lla-
res culturales, ¿debemos entonces tomar en cuenta la posibili-
ma Gayle Rubin, "vectores de opresión" distintos. Es de espe-
dad de que el deseo no sea intrínseco, sino también constitui-
cial interés la articulación que se da entre rasgos concretos de
do o construido? Y, si es así, ¿a través de qué mecanismos?
cada sistema; es decir, de qué forma influyen las configuracio-
La teoría de la construcción social ha tropezado con algu-
nas interpretaciones erróneas. Algunas dan a entender que, si nes del sistema sexual sobre la experiencia de ser mujer y, a la
la sexualidad es algo constituido a nivel cultural, entonces pue- inversa, cómo concuerdan y se reflejan las definiciones del gé-
de construirse o reconstruirse con facilidad a nivel social o per- nero en la sexualidad. A pesar del número de interrelaciones
sonal. No necesariamente. La analogía cultural resulta fácil en existentes entre sexualidad y género, la sexualidad no es una ca-
este caso, porque, aunque las culturas humanas sean arbitra- tegoría residual, una subcategoría del género, ni las teorías del
rias en tanto que el comportamiento es aprendido y no intrín- género son totalmente capaces de explicar la sexualidad". La
seco, los antropólogos no piensan que las culturas enteras pue- tarea es describir y analizar cómo se realizan las conexiones cul-
dan transformarse de la noche a la mañana, ni que los indivi-
duos que han sido educados en una tradición cultural dada pue-
dan deshacerse de esa cultura a su capricho. La mutabilidad de " Para un desarrollo más completo de este argumento, véase en este libro
Gayle Rubin, "Reflexionando sobre el sexo".

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turales entre los cuerpos femeninos y lo que se llega a enten- ra de lo que falta. Estas lagunas de información tienen varias
der como "mujeres" y "sexualidad femenina". consecuencias.
La construcción social, entonces, requiere una investigación En primer lugar, los grupos poco estudiados son a menudo
más detallada de cómo las categorías adquieren sentido y cam- víctima de las generalizaciones más descabelladas, elaboradas
bian a través del tiempo, cómo se erotizan los objetos y los ac- sobre la base de la letra de alguna canción, algún poema o al-
tos, cómo los símbolos externos adquieren un significado inter- guna obra de arte. Por ejemplo, no se puede dar por hecho que
no y psíquico. Si la sexualidad se construye, ¿dónde se localiza se sabe mucho sobre el lesbianismo en el siglo XX porque se
su construcción? Los trabajos recientes han prestado atención haya leído Lo puro y lo impuro, de Colette. En segundo lugar,
no sólo a las grandes formaciones sociales que organizan la sigue siendo imposible comparar campos sexuales entre grupos
sexualidad (la economía política, la religión, el sistema educa- de mujeres; preguntar, por ejemplo, ¿cuál es el contenido de
tivo, el código penal, los sistemas de salud pública y de salud las fantasías sexuales de las mujeres blancas, negras e hispanas?
mental), sino también al modo en que estas fuerzas actúan por En tercer lugar, los intentos de juzgar la situación general de
mediación de la vida "privada": el matrimonio, la familia, la grupos concretos suelen terminar por depender no sólo de cam-
educación de los niños, el hogar, la intimidad. pos incompletos, sino a menudo de campos no comparables.
Por ejemplo, se contrastan las imágenes de la sexualidad feme-
La información sobre la sexualidad procede de múltiples nina en la literatura oral de una minoría étnica con los datos
fuentes, así como de muchas disciplinas. Un examen de la lite- de Kinsey sobre la incidencia del sexo prematrimonial entre
ratura al respecto nos da información, por parcial que sea, so- mujeres blancas con educación de grado medio en los años cin-
bre el comportamiento y los actos sexuales, junto con sus di- cuenta. Cuando comparamos la situación sexual entre grupos
mensiones psicológicas y biológicas; sobre la fantasía y la ex- de mujeres, así como dentro de cada uno, es importante recor-
periencia interior, psicológica; sobre la presentación pública de dar que no se pueden sacar conclusiones examinando una sola
nuestros "yos" sexuales; sobre las imágenes y representaciones capa de información sexual sin tener en cuenta las demás.
visuales de las que dispone la cultura; sobre los estilos sexua- La información que poseemos (informes sociológicos, aná-
les; sobre el lugar de la sexualidad en el discurso de la comu- lisis literarios, ficción, poesía, arte visual, observaciones biomé-
nidad política a la que pertenecemos; sobre las ideologías dicas, biografías y autobiografías) plantea serios problemas de
sexuales, tanto científicas como religiosas. Sin embargo, cuan- interpretación. Ninguna de estas fuentes constituye ese infor-
do estudiamos un grupo concreto de mujeres, a menudo nos en- me claro sobre la realidad sexual de las mujeres que deseamos
contramos con que no disponemos de una información com- y, a veces, imaginamos tener. Si el sexo es un producto cultu-
pleta que cubra todos estos campos. No obstante, en vez de res- ral, todas las representaciones, descripciones e imágenes de esa
tringir nuestras observaciones a los campos sobre los que tene- sexualidad también lo serán. De la misma manera que nuestra
mos información, a menudo formulamos generalizaciones a experiencia corporal está mediatizada por la cultura, los infor-
gran escala, con grados de plausibilidad variables. Desgracia- mes y descripciones de la experiencia de los demás están me-
damente, una de las cuestiones más interesantes (la relación diatizados a través de formas, convenciones y códigos de signi-
existente entre los campos sexuales; ¿son éstos coherentes o es- ficación culturales'. Nos es fácil comprender que las represen-
tán faltos de coherencia?) nunca podrá estudiarse mientras fal-
ten datos y, lo que es peor, mientras no tengamos una idea cla- 12 Hay distintas aproximaciones al problema de la representación en este

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taciones visuales (las películas, los cuadros, incluso las fotogra- de interpretarse sin peligro como un indicador literal del com-
fías) no son literales ni realistas; revelan un estilo, un énfasis, portamiento? ¿O son intentos angustiados de reeducar a los
una perspectiva que plantean al observador preguntas sobre la lectores rebeldes para que cumplan las normas que están de-
relación que hay entre lo que se representa y lo que es. La pre- safiando? ¿Hasta qué punto llegan los textos normativos a un
sencia del artista destruye la ilusión de objetividad. Los infor- público de masas? ¿Lo hicieron en el pasado? ¿Y con qué re-
mes científicos, la ficción, los diarios, las cartas, los estudios so- sultados? Una inspección histórica del material "científico"
ciológicos, las relaciones humanísticas son también, en distin- normativo, incluso el de mayor objetividad aparente, demues-
tos grados, productos culturales. Hasta el formulario más orien- tra que sus mensajes no han sido homogéneos y estáticos, sino
tado hacia lo empírico requiere un marco cultural de organi- que han cambiado a lo largo del tiempo. Estas fluctuaciones
zación, un código de significación, un lenguaje que clasifique son atribuibles al surgimiento de distintos grupos científicos, a
los sentimientos y el cuerpo. Desde la década de los 90 en el
los cambios en las teorías sobre las soluciones aplicables a los
siglo XIX, por ejemplo, los intentos de los investigadores por
problemas sociales, a la lucha y la competencia por la ideolo-
definir el placer y la gratificación sexual femenina han sufrido
gía, el territorio profesional, los pacientes y el dinero, y al sur-
cambios drásticos, desde los vagos eufemismos sobre la armo-
gimiento y decadencia de paradigmas científicos concretos.
nía matrimonial hasta Masters y Johnson, que midieron la fuer-
za y el número de contracciones vaginales durante el orgasmo. Pueden plantearse cuestiones parecidas respecto de las re-
Para el observador o el lector, la cuestión sigue siendo la mis- presentaciones de la sexualidad femenina en la cultura domi-
ma: ¿qué relación hay entre lo que está escrito en el texto o lo nante, tanto en las formas privilegiadas de la cultura como en
que muestra la imagen y lo que es? Somos muy conscientes de la cultura popular. Aunque sean distintas del texto normativo
que los postulados subyacentes pueden resultar discordantes en su intención formal y, por lo tanto, se diferencien nominal-
cuando leemos material de otro tiempo o lugar. Sin embargo, mente del mismo, las representaciones de la sexualidad que for-
tenemos que reconocer que los trabajos contemporáneos, tan- man parte de la corriente principal de la cultura pueden cum-
to de hombres como de mujeres, tienen también postulados plir una función educativa y socializante parecida. Estas repre-
subyacentes. Estos son especialmente significativos debido a sentaciones son complejas y en distintos grados reflejan y dis-
que han sido hombres quienes han escrito una gran parte de la torsionan a la vez el comportamiento real, además de influir
literatura sobre sexualidad femenina, y esto apunta a la nece- en él. Sin embargo, el material que está siendo analizado (por
sidad de llevar a cabo una lectura crítica de estos escritos. ejemplo: la ficción popular de las revistas femeninas, las pelí-
Sean científicos, religiosos o políticos, los textos que tienen culas de los años cincuenta o las cancioncillas de la radio) in-
por objeto decirle a la gente lo que debe hacer o lo que es nor- dica que no existe una mano oculta que acciona la máquina de
mal plantean un buen número de preguntas. ¿Son una reafir- la cultura dominante, sino que cada producto cultural guarda
mación, llena de seguridad, de las normas dominantes que pue- relación con un género concreto y con sus convenciones, al
igual que con otros objetos de su clase, con la intención del au-
volumen; véase Meryl Altman, "Everything They Always Wanted You to Know:
The Ideology of Popular Sex Literature", Bette Gordon, "Variety: The Plea-
tor y con el público al que se dirige. De esta manera, dentro
sure in Looking", Barbara Kruger, "No Progress in Pleasure", and Kaja Silver- de la cultura dominante, además de encontrar uniformidad y
man, "Histoire d'O: The Construction of a Female Subject". (N.T. Estos artí- modelos, encontramos incoherencias, contradicciones y ten-
culos no han sido incluidos en esta edición.)
siones.
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¿Cómo interpretamos estas imágenes y representaciones de nante no refleja la realidad social vivida por los grupos subor-
tipo popular? ¿Son reafirmaciones encubiertas de la ideología dinados, aunque esos grupos tengan que estar necesariamente
conservadora? ¿Conspiraciones que intentan impedir el cam- familiarizados con ella. Los miembros de los grupos dominan-
bio cultural? ¿Esfuerzos por suavizar las contradicciones y ten- tes no sólo participan libre y cómodamente en la corriente prin-
siones culturales? ¿O un revoltijo que incluye tanto interrup- cipal de la cultura, que refleja su propia visión del mundo, sino
ciones como continuidades? Por ejemplo, el auge .de la infor- que también se permiten la ilusión de creer que los grupos de
mación sobre el orgasmo, del clítoris y el sexo oral en las re- bajo nivel comparten sus postulados y que no existen otras pers-
vistas femeninas y los manuales sexuales populares contempo- pectivas ni otros puntos de vista'.
ráneos puede interpretarse de varias formas. Puede verse como Está claro que los grupos no dominantes, en la medida en
una expansión liberadora, más allá de la heterosexualidad pro- que sus vidas sociales son distintas de las que forman parte de
creadora, que capacita a las mujeres para aprender y experi- la corriente principal, tienen una sensibilidad y una conciencia
mentar un placer que no está relacionado con la reproducción, distintas, que se expresan a través de una variedad de formas
ni siquiera con el pene. El interés masculino en que sus pare- culturales: las letras de las canciones y la música, la tradición
jas lleguen al orgasmo puede ser señal del desarrollo de patro- oral, el humor, además de la ficción y el arte. Como la palabra
nes sexuales más igualitarios y recíprocos. Pero por otra parte, impresa es a menudo el enclave de la cultura dominante y se
puede ser que la ansiosa pregunta "¿te has corrido?" delimite usa para reforzar la invisibilidad cultural, las voces de los gru-
otra zona del comportamiento femenino que se espera que los pos de bajo nivel se encuentran relativamente ausentes de los
hombres dominen y controlen: el orgasmo femenino. Bajo este textos dominantes. Pero estos grupos no han permanecido en
punto de vista, la literatura matrimonial puede concebirse como silencio; han creado sistemas simbólicos y culturales opuestos
un intento de capturar y contener las implicaciones potencial- que sólo pueden ser descritos por métodos que acudan a la tra-
mente radicales del orgasmo del clítoris, que desafía tanto a la dición oral. De esta forma, la reducidísima aparición de las mu-
forma habitual de la práctica heterosexual como a la idea de jeres negras en las formas culturales dominantes no sirve para
que la heterosexualidad es superior. informarnos de cómo las personas negras se representan la
sexualidad femenina. Una investigación de este tipo exige que
La cultura dominante y su sistema de símbolos reflejan los se estudien las canciones, los chistes y las narraciones orales,
acuerdos de clase de esa sociedad y no son reflejos exactos de que son importantes como fuentes de información, educación
la realidad social vivida. Los postulados culturales de los gru- y transmisión de conocimientos a lo largo de las diferentes ge-
pos de nivel más alto reciben una consideración privilegiada y neraciones dentro de la comunidad negra". De modo pareci-
los grupos de nivel más bajo se ven relegados a distintos gra- do, las subculturas lésbicas se encuentran ausentes de los tes-
dos de invisibilidad cultural. La corriente principal de la cultu-
ra es blanca, masculina, heterosexual y de clase media y alta en " Estoy en deuda con Frances Doughty por las muchas conversaciones
cuanto a su punto de vista y sus postulados. Al aparecer, en mantenidas con ella sobre la representación y el problema de la invisibilidad.
esta corriente principal bien de forma extremada (invisibilidad Véase Frances Doughty "Lesbian Biography, Biography of Lesbiaris", en Mar-
garet Cruikshank, ed. Lesbian Studies (Old Westbury, Feminist Press, 1982),
literal), bien de forma inexacta, a través de caricaturas o de
pp. 122-7.
otras distorsiones, los miembros de los grupos de bajo nivel se " Hortense J. Spillers, «Interstices: A Small Drama of Words», pp. 73-100.
vuelven culturalmente invisibles. A menudo, la cultura domi- (N.T. Este artículo no ha sido incluido en esta edición.)

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timonios escritos, si bien han reaccionado con fuerza contra También es necesario observar cómo se transmite la infor-
una representación parcial y distorsionada de las lesbianas en mación, la instrucción y la educación sexual a través de las ge-
la cultura dominante, que encontraba a la vez ridículo y peli- neraciones y entre ellas. Apenas estamos empezando a com-
groso reconocer el amor entre mujeres. Aunque la cultura do- prender el desarrollo de la sexualidad en la infancia". La fa-
minante tiene un claro interés por mantener invisibles y fuera milia, que evidentemente es importante durante la infancia,
de los testimonios impresos a las culturas alternativas, los gru- puede seguir siendo también un centro de socialización funda-
pos estigmatizados también tienen sus propios motivos para mental para la sexualidad adulta. Los grandes cambios sociales
mantener ocultos sus productos y convenciones culturales: para se manifiestan a menudo como contrastes generacionales que
protegerse a sí mismos, para impedir la inclusión de extraños pueden observarse dentro de las familias. Por ejemplo, el cam-
y para crear un espacio cultural seguro, un mundo sobre el que bio habido desde el modelo del siglo XIX, de esferas separa-
puedan tener algún control. La descripción de las culturas al- das para los sexos y ausencia de pasión femenina, hasta el mo-
ternativas hace posible considerar cuestiones importantes. delo moderno de matrimonio como asociación, con un míni-
¿Cuánto poder y vitalidad tienen las formas culturales alterna- mo de placer sexual femenino, se refleja en el contraste entre
tivas en lo que se refiere a la sexualidad? ¿Qué competencias madres e hijas. Aunque algunos grupos de edad muestran una
hacen a las formas dominantes, en qué contradicciones inter- violenta contradicción entre lo nuevo y lo viejo, otros grupos
vienen y cuáles resuelven? de transición nos dan pistas sobre de qué modo, a través de
qué procesos y a qué coste ha avanzado el cambio social a gran
Otro tema interesante es el modo en el que los movimien- escala en la vida de los individuos. El concepto de transforma-
tos políticos y sociales colocan la sexualidad en sus teorías, su ción y cambio sexual que se da durante el período vital de un
discurso y su acción. Para los que participan en movimientos individuo es fundamental, ya que nos hace descartar la imagen
sociales, sean étnicos, raciales o religiosos, las convenciones del estática de un orden sexual invariable que depende de una so-
discurso sexual pueden no ser el reflejo literal de su compor- cialización infantil impermeable y rígida. Apunta a la posibili-
tamiento. No obstante, constituyen un campo importante en el dad de que la experiencia infantil, aunque quizá no sea ente-
que los temas ganan importancia o se relegan al olvido. El dis- ramente mudable, puede irse formando después en distintas di-
curso feminista del siglo XIX sobre la sexualidad de las muje- recciones, y plantea preguntas sobre la percepción y las reac-
res y sobre la reforma sexual, por ejemplo, siguió siendo ma- ciones de los individuos frente al cambio sexual y sobre hasta
yoritariamente heterosexual y matrimonial, a pesar de que hay qué punto sienten éstos que su expresión sexual es algo intrín-
pruebas de experiencias reales de mujeres con amistades ro- secamente dado o una elección. Entre los ejemplos, están las
mánticas femeninas que ofrecían intensidad emocional y física. mujeres "frígidas" que no llegaban al orgasmo con la penetra-
Las discusiones políticas públicas no introducían las palabras ción heterosexual durante los años cincuenta, las cuales se con-
"lesbianas" o "lesbianismo" como categorías conceptuales para virtieron en meramente "preorgásmicas" en los sesenta o "de
la expresión de las elecciones y experiencias femeninas. Este
contraste histórico entre la experiencia vivida y la realidad so-
15 Mary Calderone, "Aboye and Beyond Politics: The Sexual Socialization
cial construida es ahora evidente para la mujer y plantea pre- of Children"; Kate Millett, "Beyond Politics? Children and Sexuality"; and Sha-
guntas con respecto a qué testimonios no mencionados acechan ron Thompson, "Search for Tomorrow: On Feminism and the Reconstruction
silenciosamente tras nuestros propios debates. of Teen Romance". (N.T. Estos artículos no han sido incluidos en esta edición.)

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orgasmos múltiples" con la aparición de un avance tecnológico Dar por hecho que los símbolos tienen un significado uni-
moderno, el vibrador, y las mujeres que, por su intimidad es- tario, el que les asigna la cultura dominante, significa dejar de
trecha y duradera con otras mujeres, hubieran sido calificadas estudiar la experiencia y el conocimiento de los símbolos en los
de solteronas y a las que ahora se llama (o se llaman a sí mis- individuos, así como la capacidad individual de transformar y
mas) lesbianas. manipularlos de una forma compleja que se nutre del juego, la
Cuando se examinan estos campos en los que se describe o creatividad, el humor y la inteligencia. Esta suposición conce-
representa la sexualidad femenina —y éstos son sólo unos cuan- de a la cultura oficial una hegemonía que ésta afirma poseer,
tos—, el observador, intérprete o estudioso está intentando pero que raras veces posee. Dejar de lado el potencial de cam-
comprender qué significan las distintas representaciones —esto bio es colocar a las mujeres, sin pretenderlo, fuera de la cultu-
es, qué relación tienen con el pensamiento y la experiencia de ra, salvo como receptoras pasivas de los sistemas oficiales de
las mujeres en el momento de su elaboración. Para responder símbolos. Es seguir negando la existencia de lo que la cultura
a esta pregunta, el analista aplica un marco de interpretación oficial siempre ha intentado hacer invisible; esto es, las com-
a través del cual se puede detectar y deducir el significado. ¿Da- plejas luchas de los grupos marginales para luchar contra la
mos por hecho que todas las mujeres comparten este marco in- opresión mediante la resistencia simbólica, además de la cul-
terpretativo? ¿Que es universal? Este postulado puede ser es- tura y la política. Los símbolos oficiales pueden usarse tanto
pecialmente arriesgado si hay una disyunción social entre ob- para desvelar la cultura como para burlarse de ella.
servador y observado, si se aplica el marco interpretativo de la Las transformaciones simbólicas que presentan algunas pa-
cultura dominante a los grupos invisibles o si el análisis se cen- rejas butch/femme al manipular los símbolos de los géneros, por
tra en los significados implícitos y en las estructuras profundas ejemplo, son sorprendentes". A la cultura heterosexual domi-
escritas a nivel del subconsciente. En cualquiera de estos ca- nante le parece que esta pareja es una imitación lamentable
sos, el postulado de la universalidad del significado sexual me- por parte de sus inferiores, que copian la semiótica de las dis-
rece otra de las preguntas que deberíamos plantearnos; ¿cómo tinciones de género a la vez que violan las reglas fundamenta-
percibe la opinión pública las representaciones sexuales? El les del género: que las mujeres no tienen acceso a las mujeres,
postulado de un significado universal es económico y eficaz, que no llevan la iniciativa en lo sexual y que no pueden com-
pero puede ser erróneo. portarse sexualmente sin hombres. Las lesbianas, dependiendo
de su posición histórica y política, pueden interpretar que la pa-
Si queremos estudiar la sexualidad, necesitamos más infor- reja butch/femme supone una afirmación desafiante del poder
mación sobre las reacciones individuales a los símbolos y a las feminista, la visibilidad y la resistencia frente a la cultura ofi-
imágenes. Necesitamos saber lo que la espectadora trae consi- cial, una negativa a ser invisibles y a adaptarse, o bien que co-
go a fin de hacer una interpretación: un marco cultural, reso- pian los patrones heterosexuales por falta de un modelo más
nancias, conexiones y experiencias personales. La cuestión del original o por falta de conciencia feminista. La importancia de
contexto es también importante, ya que los espectadores inter- la aptitud individual y del contexto para el juego y la transfor-
pretan los símbolos de distintas maneras según el material en
el que se presenten, según la relación que tengan con otros sím-
16 Joan Nestle, op. cit. Esther Newton and Shirley Walton, "The misun-
bolos y según los marcos interpretativos individuales, que son derstanding: Toward a more Precise Sexual Vocabulary". (N.T. Este artículo
algo idiosincrático. no ha sido incluido en esta edición.)

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mación cultural subraya la rapidez y la sutileza con la que se ventas de vibradores, el número de recetas de anticonceptivos
da el deslizamiento simbólico y reclama esfuerzos mucho más que se registra, los estilos de vestir, cada una de estas cosas pro-
intensos para descubrir y comprender la historia y el significa- porciona una pista, pero incluso en los grupos bien estudiados
do de los símbolos sexuales, tanto para los agentes como para hay muchas lagunas. Sólo podremos reconocer esas lagunas si
los espectadores. dejamos de hacer extrapolaciones de un campo a otro. El re-
No es casualidad que en todos los debates recientes de las conocimiento de esto impulsará la investigación sobre las zo-
feministas sobre la pornografía, el sadomasoquismo y la rela- nas que quedan por estudiar y, en último término, hará posible
ción butchlfemme se demuestre la necesidad de realizar un aná- la comparación entre campos.
lisis más detallado del contexto y la transformación simbólica El análisis sofisticado de los símbolos sexuales exige que va-
que es especialmente difícil cuando afecta a material visual, yamos más allá de una generalización fácil. La investigación fe-
para el cual nuestra educación, vocabulario y sofisticación es- minista ha desarrollado una crítica abrasiva de la historia an-
tán mucho menos desarrollados que con respeto a los textos li- drocéntrica y falsamente universalizante, según la cual el pro-
terarios. Nuestra falta de alfabetización visual convierte la ima- totipo del «hombre de la calle» histórico, al igual que sus au-
gen en algo sobrecogedor. La emoción que despierta una ima- tores, era masculino, blanco, heterosexual y acomodado. Estos
gen se vincula fácilmente con argumentos retóricos, desbordan- relatos dejaron de lado a las mujeres como tema de investiga-
do reacciones y análisis más sutiles, y también al público me- ción y como agentes históricos conscientes de serlo. La inves-
diante la manipulación de imágenes. Esto ocurre, por ejemplo, tigación crítica indica que las características sociales modifican
en las polémicas exposiciones de diapositivas organizadas por la percepción y la experiencia de los hechos históricos y que el
los grupos de Derecho a la Vida o por algunos grupos feminis- género es una marca social significativa. A pesar de su crítica
tas en contra de la pornografía. En ambos casos, la reacción de los falsos conceptos universales, la investigación y la inda-
que provoca la imagen de un feto en un frasco o de una mujer gación feminista no se ha librado de caer en el mismo error.
encadenada se utiliza eficazmente para impulsar a los especta- Hasta que han sido recientemente cuestionados, los análisis y
dores hacia la conclusión que se persigue obtener. los descubrimientos feministas han dado a menudo por hecho
La sexualidad representa un desafío para la investigación fe- que las mujeres son blancas, de clase media o alta, heteroxe-
minista, ya que es una intersección de lo político, lo social, lo suales, libres de incapacidades físicas y más o menos jóvenes,
económico, lo histórico, lo personal y lo vivencial que enlaza o bien que las experiencias y perspectivas de estas mujeres son
comportamiento y pensamiento, fantasía y acción. Que todos las que comparten todas. El término "mujer", utilizado en el
estos campos tengan una intersección no quiere decir que sean discurso feminista, a menudo se refería, a parte de la experien-
idénticos. Las feministas necesitan análisis y metodologías so- cia de las mujeres como si fuese una totalidad, en palabras de
fisticadas que les permitan examinar cada campo por separa- Hortense Spiller, "una metonimia mortal" que relegaba al si-
do, así como sus múltiples intersecciones. Al reconocer estas ca- lencio la experiencia de algunas mujeres". La de aquellas que
pas de información sexual, somos más cautelosas a la hora de están fuera, tanto de la cultura oficial como de la "cultura de
formular y adoptar generalizaciones, incluso con respecto a un las mujeres", ha quedado fuera del canon feminista. En los úl-
grupo aparentemente homogéneo, como las mujeres blancas de timos años ha proliferado una autocrítica del "parroquianismo"
clase media, por ejemplo. Los manuales sexuales populares, el
análisis del contenido de las revistas femeninas de ficción, las 17 Spillers, op. cit.

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feminista'', que ha explicado, de forma convincente, por qué ca, la orientación y la preferencia sexual, la religión y la región.
el análisis feminista debe intentar incluir la experiencia de dis- Enfrentarnos con esta compleja intersección de identidades so-
tintos grupos de mujeres con conclusiones específicas para cada ciales nos aparta de las simples dicotomías (blanca/negra, les-
grupo; identificado como tal". biana/heterosexual, trabajadora/de clase media) y nos lleva a re-
Cuando este desarrollo se aplica a la sexualidad femenina, conocer la múltiple intersección de categorías y la complejidad
se pone el acento en el hecho de que la sexualidad puede ser resultante de las experiencias vividas por las mujeres'.
experimentada, vivida y meditada de forma distinta, dependien- Esta percepción nos conduce a una investigación que es cada
do de la edad, la clase, el origen económico, la capacidad físi- vez más consciente de sus propias omisiones, lagunas y silen-
cios, que está dispuesta a matizar y a especificar sus descubri-
18 Véase, por ejemplo, Margaret Cruikshank (ed.), Lesbian Studies, op. cit.;
Lorraine Bethel and Barbara Smith (eds), Conditions Five: "The Black Wo-
mientos, si se refieren sólo a grupos particulares, y a hacer es-
men's Issue", 1979; Cherrie Moraga and Gloria Anzaldúa (eds), This Bridge Ca- fuerzos más agresivos para investigar en campos y temas deja-
lled My Back, Massachusetts, Persephone Press, 1981; Gloria T. Hull, Patricia dos de lado hasta ahora. El simple hecho de reconocer que se
Bell Scott, and Barbara Smith (eds), But Some of Us Are Brave, New York, Fe- sabe poco sobre las lesbianas asiáticas, las prostitutas judías de
minist Press, 1982. clase trabajadora, las mujeres católicas que van a bares de sol-
19 Darse cuenta de las limitaciones de nuestros datos y de la categoría es-
pecífica de mujeres a las que se refieren las conclusiones plantea cuestiones de teros, no produce en sí mismo la información necesaria, pero
estilo interesantes. ¿Cómo y cuándo deben hacerse estas matizaciones? ¿Al sí es, sin duda, un paso necesario. Otros pasos han de incluir
principio de un informe o artículo y después de utilizar la palabra "mujeres" un mejor uso del material disponible, lo que exige más fondos,
para definir a los sujetos? ¿O debería el artículo seguir especificando, de ma- más acceso a los documentos y diarios que están en coleccio-
nera obstinada y un tanto incómoda, "mujeres bohemias blancas y heterosexua-
nes privadas, y una disposición a plantear preguntas más ima-
les de principios de los años veinte" o "madres solteras de clase trabajadora y
raza hispánica"? Aunque la incomodidad de la segunda forma es obvia, utili- ginativas sobre los aspectos sexuales de la vida de las mujeres;
zar la primera lleva a afirmaciones ilógicas. Por ejemplo, veamos el siguiente más participación de las investigadoras que sean parte de los
artículo, que observa que entre las pensadoras feministas sobre la sexualidad grupos estudiados, como personas que conocen mejor ese ma-
de después de la primera guerra mundial había tanto heterosexuales como les- terial y están más capacitadas para discernir sus matices, y un
bianas. Un párrafo más adelante procede a caracterizar el pensamiento de es-
tas mujeres: esfuerzo para generar más datos específicos sobre la vida coti-
"Incluso cuando contradecía su propia experiencia, seguían aceptando una diana. Se están llevando a cabo gran cantidad de investigacio-
definición masculina y heterosexual del acto sexual. Eran, por decirlo así, as- nes interesantes fuera de los límites formales de lo académico,
pirantes a cambiar de clase y querían integrarse en el mundo del sexo tal como a través de proyectos comunitarios y de grupos que han tenido
lo definían los hombres. El orgasmo masculino seguía siendo el centro, aun-
que ahora era preferible que la mujer tuviera uno al mismo tiempo." (Ellen
Carol DuBois y Linda Gordon, op. cit., p. 99).
Parece poco probable, sin más pruebas, que las mujeres lesbianas de esta
época definieran de este modo el sexo. Sin embargo, el problema es lingüísti-
co, además de conceptual y político: ¿tenemos las palabras o los recursos ade- 20 Frances Doughty, "Introduction: The Daily Life of Lesbian Sexuality",
cuados que pueden especificar con simplicidad y elegancia los sujetos estudia- sin publicar. National Women's Studies Association, Columbus, Ohio, June
dos? Este ensayo no ha escapado a una lucha con palabras como "mujer" "fe- 1983; and Oliva M. Espin, "Cultural and Historical Influences on Sexuality in
ministas" o incluso "nosotras", que nos recuerdan los problemas que plantea- Hispanic/Latin Women: Implications for Psychotherapy", Roberta Galler, "The
ba Lorraine Bethel en su poema "What Chou Mean We, White Girl?", en Myth of the Perfect Body"; Carol Munter, "Fat and the Fantasy of Perfection".
Lorraine Bethel y Barbara Smith, eds, op. cit., pp. 86-92. (N.T. Este artículo no ha sido incluido en esta edición.)

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imaginación y recursos suficientes como para localizar y de- Aunque parte de las reticencias de las feministas a admitir
sarrollar material documental poco corriente' . las diferencias entre las mujeres procede de la arrogancia de
Pero si la excesiva simplificación de la experiencia de las mu- las feministas de la corriente dominante, una parte considera-
jeres es peligrosa y conduce a la confusión, también ocurre lo ble se deriva de otra fuente: el miedo a las diferencias entre mu-
mismo con el intento de evitar la generalización, pensando que jeres. Si las mujeres se organizan alrededor de su opresión por
la experiencia de cada mujer es tan única y está tan condicio- medio y a través de la diferencia con los hombres, ¿no debe-
nada por intersecciones sociales, que es imposible distinguir pa- rían mantener un frente unido que destacara su característica
trones mayores, y que intentar generalizar es violentar la expe- unificadora y compartida; el hecho de ser mujeres? ¿Se debili-
riencia individual: es decir, que se cae así en la anarquía de la ta la hermandad feminista universal si se admiten las lealtades
idiosincrasia sexual. La investigación feminista sobre la sexua- y vínculos de las mujeres hacia grupos en los que hay hombres?
lidad debe encararse mediante una dialéctica entre especifici- Una vez que se reconocen las diferencias, ¿qué puede impedir
dad y generalización, y soportar su continua tensión. La teoría que se vuelvan amargas y divisorias, y que rompan la base de
sólo puede desarrollarse mediante referencias a un corpus de la acción política conjunta? En una sociedad que estructura y
información, siempre en expansión, que se haga posible a tra- mantiene los antagonismos entre grupos, ¿qué modelo tenemos
vés del uso más intensivo del material histórico y sacando a la para reconocer las diferencias y trabajar juntas? La exploración
luz la experiencia habitual de las mujeres dentro de un clima de las diferencias ha sido, de hecho, una experiencia dolorosa,
favorable'. Los datos específicos sobre un grupo de mujeres que comenzó con la diferencia entre lesbianas y heterosexuales
pueden adquirir un mayor significado mediante la comparación en los primeros años del movimiento feminista y que continúa
y el contraste con los de otros grupos. Es importante examinar en los últimos años en cuanto a las diferencias de clase, reli-
a la vez las similitudes y las diferencias entre mujeres, y pre- gión, grupos étnicos y raza. Aunque algunas han emprendido
guntarnos si la adquisición de la feminidad y las condiciones la retirada hacia las doctrinas que subrayan la esencia común
para su reproducción afectan a todas las mujeres de forma pa- de las mujeres, o hacia las que destacan la separación total de
recida, independientemente de las preferencias sexuales, el ob- las mujeres, debido a factores de clase y raza, muchas feminis-
jeto sexual y el comportamiento específico. Como no es muy tas ven la importancia de enfrentarse con la diferencia, aunque
probable que el feminismo, por razones políticas más, incluso, siguen estando llenas de cautelas y de dudas en cuanto a la ma-
que intelectuales, deje de utilizar el término "mujer" hasta que nera de hacerlo.
se haya descrito de forma válida la totalidad de las experien- La incomodidad que nos provoca la diferencia es especial-
cias de las mujeres, la forma más positiva de tomarse sus pro- mente evidente en las cuestiones de diferencia sexual, que se
vocativas generalizaciones podría ser considerarlas como una han ampliado más allá del tema de la diferencia entre lesbiana
invitación a comprobar las hipótesis que se proponen: a plan- y heterosexual hasta incluir todos los demás modos en los que
tearles objeciones, a matizarlas y corregirlas. la mujer puede obtener placer. La orientación sexual no es la
única, y puede no ser la más importante diferencia entre las mu-
jeres'. Sin embargo, nuestra capacidad de reflexionar sobre la
21 Por ejemplo: For example, the Buffalo Lesbian Oral History Project (Liz
Kenneday and Madeline Davis) and the San Francisco Lesbian and Gay Men's
History Project. 23 Pat Califia, "Doing It Together: Gay Men, Lesbians and Sex", Advocate,
Frances Doughty, Introduction, op. cit. julio, 7, 1983, pp. 24-7. (N.T. Este artículo no ha sido incluido en esta edición.)

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diferencia sexual está limitada por un sistema actual que orga- manifiesta bajo la forma de un interés por las relaciones públi-
niza las diferencias sexuales en una jerarquía dentro de la cual cas, un intento de mantener el movimiento feminista estable y
se otorgan privilegios a ciertos actos y parejas, y castigos a otros. libre de contaminación.
Las formas privilegiadas de la sexualidad, por ejemplo, la he- De esta manera, la aparición de cualquier diferencia sexual
terosexualidad, el matrimonio y la procreación son protegidas plantea la cuestión de su situación dentro de la jerarquía sexual:
y recompensadas por el Estado, y se subvencionan mediante in- ¿es normal?, ¿es pecado?, ¿es malsana? Dado este panorama,
centivos sociales y económicos. Los que participan en los actos las feministas, como todos los miembros de la cultura, encuen-
privilegiados, o fingen hacerlo, disfrutan de buena reputación tran difícil reflexionar sobre la diferencia sexual con ecuanimi-
y buena fortuna. Las formas privilegiadas de la sexualidad se dad. El concepto de diferencia sexual benigno es relativamente
regulan y se prohíben a través del Estado, la religión, la medi- nuevo, como apunta Rubin, y para la mayoría de nosotras las
cina y la opinión pública. Los que practican formas menos pri- diferencias de gustos sexuales tienen mucha importancia, se ex-
vilegiadas de la sexualidad —a los que Rubin denomina miem- plique ésta en términos de pecado, de patología o de mala po-
bros de las «clases bajas» sexuales— sufren el estigma y la in- lítica. Nuestra relativa ignorancia del abanico real del compor-
visibilidad, aunque también ofrecen resistencia'. tamiento y la fantasía sexual nos convierte en "etnocentristas
El sistema de la jerarquía sexual sólo funciona con fluidez sexuales modernos": la observadora está convencida de que su
si se mantiene invisible la falta de conformidad sexual: de ahí propia vida sexual es normal, comprensible y de buen gusto,
la tensión interpersonal que se produce cuando la diferencia mientras que las preferencias de las observadas pueden ser con-
sexual sale a colación. Para los grupos sexuales dominantes, la cebidas como terribles, extrañas y repulsivas. El sistema exter-
aparición de las clases bajas sexuales significa ansiedad, desa- no de jerarquía sexual está duplicado en cada una de nosotras,
sosiego, una amenaza de contaminación y un desafío a su he- y en esto radica su poder. Las normas culturales interiorizadas
gemonía. Los liberales sexuales se encuentran atrapados entre refuerzan el status quo. Como cada una de nosotras duda an-
su resistencia a perder los privilegios propios de los miembros tes de admitir sus desviaciones con respecto al sistema de je-
de la mayoría y el miedo a perder sus pretensiones de ser con- rarquía sexual, la no-conformidad permanece oculta, invisible
siderados como entendidos en política si no se alinean con las y resulta aparentemente rara. El sistema dominante conserva
minorías que empiezan a dejarse oír. El movimiento feminista la hegemonía y el poder, y aparece como descriptivo además
ya vivió una situación de alarma parecida, como consecuencia de normativo; como afirmación no sólo de lo que debería ser,
de una participación más visible de las lesbianas en el movi- sino además de lo que es. Los individuos que se desvían pien-
miento. Muchas feministas piensan aún que sería más fácil con- san que ellos mismos son pocos y están aislados, y deciden de
seguir sus objetivos sin el riesgo de que se percibiera una "des- nuevo ocultar su no-conformidad.
viación sexual" de cualquier tipo. En medio de los debates ac- Por debajo de las reacciones de escándalo, asco y sorpresa
tuales sobre el sexo, algunas temen que el movimiento feminis- se ocultan otras reacciones más complejas. Nuestra propia in-
ta llegue a verse identificado con temas todavía más estigmati- seguridad y nuestro desposeimiento nos hacen preguntarnos lo
zados y amenazadores que la homosexualidad femenina. De que estarán haciendo las demás mujeres'. ¿Yo también podría
este modo, el miedo de las feministas a la diferencia sexual se
Paula Webster, "The Forbidden: Eroticism and Taboo". (N.T. Este artí-
Rubin op. cit. (N.T. Este artículo no ha sido incluido en esta edición.) culo no ha sido incluido en esta edición.)

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hacer eso? ¿Es mejor? ¿Están obteniendo más placer? ¿Salgo No obstante, la ubicuidad del "slogan" se llevó hasta extre-
perdiendo en la lotería sexual? ¿Son ridículas y están enfer- mos problemáticos que demostraron ser especialmente dañinos
mas? ¿Y yo? Nuestro estado de inseguridad sexual, alimenta- para la sexualidad. Si la vida personal tenía una dimensión po-
do de ignorancia y oscurantismo, convierte cualquier encuen- lítica, ¿significaba esto que la vida sexual era exclusiva y ente-
tro con la diferencia sexual en una ocasión de juzgarnos dura- ramente política? Si era así, entonces quizá resultaba lógico es-
mente a nosotras mismas, además de juzgar a los demás. A los perar que las mujeres que compartían la misma actitud políti-
actos o preferencias marcados se les quita valor según las re- ca tuvieran vidas sexuales idénticas o muy parecidas, y que hu-
glas de la jerarquía sexual y, sin embargo, paradójicamente, biera una estrecha conformidad entre los objetivos políticos y
consideramos que nuestro propio comportamiento es medio- el comportamiento personal. Si lo personal era lo político, en-
cre y poco satisfactorio, y sentimos resentimiento hacia aqué- tonces, quizá, lo político era lo personal, convirtiendo así los es-
llas, cuya mera existencia nos hace sentirnos inseguras y des- fuerzos para cambiar y reformar la vida sexual en sustitutos de
poseídas. De esta forma, la presentación de la diferencia sexual, la acción y la organización política. En ese caso, el escrutinio,
con o sin intención, se interpreta a menudo como afirmación la crítica y la vigilancia de las vidas e incluso de las fantasías
chauvinista de superioridad, si no como exhortación a experi- sexuales de nuestras compañeras podía convertirse en una obli-
mentar o como intento de establecer una nueva norma sexual. gación política necesaria27.
Uno de los lemas permanentes del movimiento feminista ha La búsqueda de un comportamiento sexual políticamente
sido "lo personal es lo político", nacido del descubrimiento ini- adecuado ha llevado a lo que Alice Echols llama "actitud nor-
cial de que la vida personal, tal como se vive y se experimenta, mativa", la tendencia a transformar principios generales, como
no es completamente privada e individual, carece de confor- la igualdad, la autonomía y la autodeterminación, en modelos
mación social y cultural. El debate en torno a la vida personal rígidos y específicos a los que se espera que se adapten todas
que se realizaba en los grupos de autoconciencia fue una for- las feministas. Hay una frontera muy fina entre hablar de sexo
ma de que las mujeres que participaban en ellos vieran lo que y establecer normas; la traspasamos con mucha facilidad, dada
tenían en común, se dieran cuenta de que ni estaban locas ni nuestra ignorancia de la diversidad, nuestro miedo a la diferen-
eran las únicas en no sentirse satisfechas y empezaran a iden- cia y nuestra ingenua suposición de que a todas les gusta lo mis-
tificar las fuerzas políticas, sociales y económicas que se arti- mo que a nosotras. Aunque los debates abiertos son necesarios
culaban con terrenos que anteriormente se consideraban pri- para ampliar la teoría, somos especialmente dadas a transfor-
vados: la familia, las relaciones, el yo. El debate sobre las vidas mar las afirmaciones sobre preferencias personales que surgen
de las mujeres afirmaba que éstas eran importantes e instruc- inevitablemente en una discusión sincera ("a mí me gusta el
tivas; de hecho, según Joan Nestle, constituyen "nuestro texto sexo oral") en afirmaciones que pueden ser probables ("a las
más profundo" en una sociedad que margina e ignora la expe- mujeres les gusta más la estimulación del clítoris que la pene-
riencia femenina'. No se trataba sólo de que la vida personal tración") y de ahí a afirmaciones que son verdaderamente pres-
tuviera dimensiones sociales y políticas, sino que el dolor y la criptivas ("las mujeres deberían evitar la penetración"). Sin
infelicidad personales apuntaban a menudo a posibles objeti- duda, hay intentos deliberados de chauvinismo. Pero incluso las
vos de organización y acción política. simples afirmaciones de preferencia personal e individual se es-

26 Joan Nestle, op. cit. 27 Véase Alice Echols, op. cit., para un análisis más extenso.

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cuchan a menudo como si fueran afirmaciones de superioridad, la sexualidad continúa siendo fluida y siempre cambiante, evo-
como crítica de las prácticas de la oyente, o como exhortación lucionando a través de la vida adulta en respuesta a aconteci-
a probar algo nuevo. La inseguridad, el desposeimiento y la cul- mientos internos y externos: flexible, anárquica, ambigua, con
pabilidad de las mujeres hacen difícil escuchar una descripción múltiples capas de significado, ofreciendo puertas hacia expe-
de las prácticas personales como otra cosa que una norma. riencias inesperadas. La conexión, tanto del comportamiento
Todos los movimientos políticos, incluido el feminista, se sexual como de la fantasía con la infancia, lo irracional o lo in-
vinculan a ideales sociales y éticos a medida que articulan su consciente es una fuente de sorpresa y de placer. Al imponer
visión de una vida mejor o una sociedad más justa. Dichos mo- modelos simplistas y literales que son coherentes con nuestros
vimientos intentan analizar y cambiar el comportamiento habi- objetivos políticos, lo hacemos corriendo un riesgo contra no-
tual, además de las instituciones dominantes que lo conforman. sotras mismas y, en última instancia, minamos la búsqueda de
Aunque empiezan por ser rebeldes radicales, visionarios y mar- placer y de expansión que estimula visiones de cambio en la po-
ginados, su triunfo político les pone en peligro de convertirse lítica y en el contacto humano'.
en la ortodoxia, aunque sólo sea para sus propios miembros, El esfuerzo de analizar la relación existente entre el com-
con una estructura propia de conformidad y limitación. Los pe- portamiento y la fantasía sexual y los planes de cambio social
ligros del análisis político, que ha pasado de ser una visión ilu- se ve dificultado por la gran cantidad de cosas que no sabemos:
minadora a ser un dogma estéril, acechan especialmente a todo silencios, opresiones, represiones, mentiras, invisibilidad, nega-
lo que afecta a la sexualidad. Nuestra inmensa ignorancia, nues- tivas, omisiones. Paradójicamente, el esfuerzo por reprimir el
tra confianza en las generalizaciones simplistas y la invisibili- comportamiento y la fantasía de acuerdo con el dogma políti-
dad de tantos grupos dan la impresión de que estamos espe- co garantiza la continuidad del silencio y la poca posibilidad de
cialmente faltas de recursos a la hora de decidir qué caminos que salga a la superficie la información que puede desafiarlo.
En la línea de otros movimientos políticos más antiguos, la
sexuales llevan al cielo. A pesar de su declarada oposición a la
cultura patriarcal, algunos pronunciamientos feministas recien- ideología feminista dominante tiene el poder de castigar a los
tes sobre formas de sexualidad políticamente deseables o inde- inconformistas mediante la marginación y el ataque personal.
Si la sexualidad adulta no es tan mutable (una cuestión intere-
seables tienen un notable parecido con los de la cultura domi-
sante que aún está por resolver) ¿cómo catalogamos a alguien
nante, con una posible excepción: el replanteamiento de cier-
cuya práctica o pensamiento sexual no se acomoda a los mo-
tas variedades de lesbianismo. Dentro del feminismo se ha re-
delos en uso? ¿es una escoria del patriarcado y sus actos sexua-
habilitado el lesbianismo, que ha sufrido un traslado desde el
les son el estigma de la opresión?, ¿es un fósil que pronto será
campo del sexo malo al del sexo bueno, y al que algunos sec-
sustituido por una generación más joven, libre de tal mancha?,
tores del movimiento han concedido una posición privilegiada
¿o es una víctima con derecho a trato especial siempre que se
como identidad sexual más igualitaria y feminista. Con esta ex-
lamente de su desdicha? Si la socialización patriarcal hace im-
cepción, se siguen distribuyendo nuevos castigos feministas a
posible obtener el ideal sexual, podemos ser caritativas y seguir
las mismas clases bajas sexuales que antes.
amando al pecador, aunque odiemos el pecado.
Dejando totalmente de lado nuestra ignorancia y nuestros
prejuicios, la sexualidad puede ser un terreno particularmente
poco apto para la regulación. Como argumenta Muriel Dimen, " Dimen, op. cit.

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Al igual que la ideología religiosa, la ideología política so- dical sexualmente. Ser radical sexual en estos tiempos consiste
bre sexualidad contrasta unos objetivos elevados con la dura o menos en lo que se hace que en lo que se está dispuesta a pen-
carnosa realidad, exhortando a los individuos a aspirar a la per- sar, a tener en cuenta y a cuestionar.
fección, a pesar de todas las dificultades. Se pueden tolerar pér- El feminismo, por supuesto, debe seguir trabajando para ob-
didas de gracia en quienes siguen creyendo, de este modo, la tener cambios materiales que apoyen la autonomía de las mu-
práctica real puede apartarse bastante del comportamiento teó- jeres, incluidas la justicia social, la igualdad económica y la elec-
rico deseable, sin que esto plantee ningún desafío a los funda- ción en materia de procreación. Al mismo tiempo, debe diri-
mentos empíricos y lógicos de la ideología sexual. La ideología girse a la sexualidad como un terreno en el que se ejerce la
funciona para establecer nuevas categorías sociales y levantar opresión; no sólo la que suponen la violencia, la brutalidad y
barreras entre ellas: los buenos y los malos, los creyentes y los la coacción masculinas, de las que ya se ha hablado elocuente
infieles. y eficazmente, sino también de la represión del deseo femeni-
En su primera fase, esta ola de feminismo conmovió a las no que viene de la ignorancia, la invisibilidad y el miedo. El fe-
mujeres al hablar de lo que había por debajo de las convencio- minismo debe presentar una política que se resista al desposei-
nes cotidianas y de la realidad social reconocida. El entusias- miento y que apoye el placer. Debe entender el placer como
mo del feminismo, su capacidad de impulsar a las mujeres ha- una afirmación vital, una fuente de poder, deseoso de futuro y
cia cambios extraordinarios en su vida, cambios que fueron tan de contacto humano, y no temerlo como algo destructivo, de-
gozosos e inesperados como emocionantes y temibles, vino de bilitador o corrupto. El feminismo debe dirigirse al placer
la ruptura del silencio y de nombrar lo innombrable. Esta re- sexual como un derecho fundamental, que no puede ser pos-
velación, junto con el pensamiento y el análisis que inspiró, fue puesto a un tiempo mejor o más fácil. Debe comprender que
radical y revolucionaria: cambió la vida de las mujeres. las mujeres a las que se dirige, y a las que se espera alcanzar,
La evolución de cualquier movimiento social, el paso del se preocupan profundamente por el placer sexual y por su au-
tiempo y el mismo éxito convierten en rutina la percepción ra- sencia en su vida cotidiana; que la sexualidad es un territorio
dical, de la misma manera que los descubrimientos antes emo- de lucha (visceral, comprometedora, apasionante) y no un cam-
cionantes se convierten en parte natural del paisaje. Llegado a po que sólo interesa a un grupo cerrado, pequeño y pri-
este punto, el feminismo necesita profundizar en otros niveles vilegiado.
de la experiencia de las mujeres. El miedo y las dudas que sen- El feminismo debería animar a las mujeres a resistirse no
timos son parecidos a los que sentíamos hace quince años: ¿a sólo a la coacción y al atropello, sino también a la ignorancia
dónde nos llevará todo esto? Es una empresa aterradora. Para sexual, al desposeimiento y al miedo a la diferencia. El femi-
superar nuestra ansiedad, tenemos que recordar lo que antes nismo debería apoyar los experimentos y análisis de las muje-
nos ilusionaba: el placer del descubrimiento, el disfrute de la res, favoreciendo la adquisición de conocimientos. Podemos
complejidad, la satisfacción de estar juntas. empezar por analizar nuestra propia experiencia, compartién-
¿Qué dirección puede tomar en el futuro una política femi- dola entre nosotras, sabiendo que en lo sexual, como en el res-
nista sobre el sexo? Sobre todo, el feminismo debe ser un mo- to de la vida social, nuestras aventuras, riesgos, impulsos y te-
vimiento que se dirija a la sexualidad, que no ceda el campo a mores proporcionan las claves del futuro. El feminismo debe in-
los grupos reaccionarios que están más que dispuestos a hablar. sistir en que las mujeres son sujetos sexuales, actores sexuales,
No podemos ser cobardes y fingir que el feminismo no es ra- agentes sexuales; en que nuestras historias son complejas e ins-

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tructivas; en que nuestra experiencia no es una página en blan- que se propusieron durante dos años de discusión se han convertido
co, ni una mera repetición de lo que se ha dicho de nosotras; en parte de mi propio pensamiento, pero su número y densidad ha-
cen que el agradecimiento concreto sea una tarea poco menos que im-
y en que, tanto como la brutalidad que hemos sufrido, el pla- posible. Mi admiración por la inteligencia, la habilidad y el humor de
cer que hemos vivido es una guía para la acción futura. los miembros sólo queda superada por la gratitud a su generosidad in-
Al hacerlo, reconocemos que ser mujer no es seguro, y que telectual y a su amistad.
no lo ha sido nunca. Los intentos feministas de reivindicar el Estoy en deuda con Frances Doughty y Paula Webster, que leye-
placer son especialmente peligrosos; se encuentran atacados no ron los primeros borradores con cuidado, paciencia y tacto. Gracias a
Frances Doughty por su continuo apoyo, por la sutileza de sus adver-
sólo por los hombres, sino también por las mujeres. Pero espe- tencias contra los demonios, inumerables conversaciones de las que
rar a que se establezca una zona de seguridad antes de empe- aprendí mucho, y por "cambios de significado repentinamente posi-
zar a explorar y organizarnos para caminar hacia el placer es bles'. Gracias a Paula Webster por las discusiones profundas de mu-
ceder territorio, renunciar a él, reconocer que somos más dé- chos años, el apoyo leal y firme, el refugio en un momento malo y su
biles y que estamos más asustadas de lo que se hayan imagina- generosidad y amistad.
También estoy en deuda con muchas otras personas por sus con-
do nunca nuestros enemigos. versaciones. Aunque es imposible nombrarlos a todos, estoy especial-
Los movimientos sociales, incluido el feminismo, se mueven mente agradecida a Dorothy Allison, Pat Califia, Deborah Edel, Am-
hacia una visión; no pueden actuar sólo sobre el miedo. No bas- ber Hollibaugh, Joan Nestle, Esther Newton y Gayle Rubin. Gracias
ta con alejar a las mujeres del peligro y la opresión; es necesa- también a los miembros de mi grupo de estudio sobre sexualidad e his-
toria, por sus conversaciones, preguntas y apoyo a través de los años:
rio moverse hacia algo: hacia el placer, la acción, la autodefi- John D'Emilio, Jonathan Katz, Ann Snitow, Paula Webster y Jeffrey
nición. El feminismo debe aumentar el placer y la alegría de Weinstein.
las mujeres, no sólo disminuir nuestra desgracia. A los movi- Agradezco a Julie Abraham, Meryl Altman, Jan Boney, Pat Cali-
mientos políticos les es difícil hablar durante un cierto período fia, Frances Doughty, Faye Ginsburg, Jonathan Katz, Barbara Kerr,
Ann Snitow, Paula Webster y Jeffrey Weinstein, que hayan leído y co-
de tiempo de las ambigüedades, ambivalencias y complejidades mentado distintos borradores de este ensayo. Las inexactitudes y los
que componen la experiencia humana. Sin embargo, los movi- errores continúan siendo míos. Un agradecimiento afectuoso a Jac-
mientos permanecen vitales y fuertes sólo en la medida en que queline Urla por haber revisado la traducción.
son capaces de recurrir a ese manantial de experiencia huma-
na. Sin él, se vuelven dogmáticos, secos, controladores, e ine-
ficaces. Para seguir adelante entre obstáculos y frustraciones,
el feminismo debe investigar a fondo el placer de las mujeres
y surtirse de esta energía.

Agradecimientos

En mis reflexiones sobre el sexo, han tenido gran influencia los de-
bates con miembros del grupo de estudio «The Scholar and the Fe-
minist»: Julie Abraham, Hannah Alderfer, Jan Boney, Frances
Doughty, Kate Ellis, Faye Ginsburg, Diane Harriford, Beth Jaker, Bar-
bara Kerr, Mary Clare Lennon, Marybeth Nelson, Ann Snitow, Paula 29 Olga Broumas, "Artemis", en Beginning with O (New Haven, Yale Uni-
Webster, y Ellen Willis. Sé que las muchas precisiones e intuiciones versity Press, 1977, p. 24.

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