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Un repaso por las cifras de participaciones de mujeres en los Juegos Olímpicos representando

a Uruguay

Sus organizadores lo anunciaron con orgullo: los de Tokio serán los primeros Juegos
Olímpicos con igualdad de género. No sólo dentro de los terrenos de actividad, por donde
pasarán más de 11.000 atletas, sino también fuera de ellos, en el comité organizador. La
llegada de una nueva presidenta, el aumento de mujeres en la Junta Ejecutiva y la creación de
un Equipo de Promoción de la Igualdad de Género dan cuenta de un proceso de
desestructuración tan históricamente relegado como pertinente.

Del total de participantes, casi 49% serán mujeres. La cifra, que nada tiene de casual,
responde a la asignación de cuotas, sistema que garantiza que las competencias femeninas y
masculinas obtengan el mismo número de cupos. A esta medida, planteada en la Agenda 2020
por el Comité Olímpico Internacional (COI), se agrega una transformación en el programa
que cuida que las categorías de hombres y mujeres tengan igual nivel de visibilidad. Además,
por primera vez se establece la obligatoriedad de que haya por lo menos un deportista de cada
género en cada comité olímpico nacional.

Afortunadamente Uruguay no se queda atrás, y aunque la actual es una de sus delegaciones


más pequeñas, destaca por ser la más equitativa. Con una delegación integrada por cinco
mujeres y seis hombres, el deporte nacional parece comenzar a despedirse de la notoria
disparidad que lo caracterizó por años. A continuación, repasamos la participación de las
mujeres durante las 22 ediciones olímpicas en las que compitió el país.

El desafío

Luego de tres participaciones celestes con exclusiva presencia masculina, Clotilde Luisi fue
la pionera, en Londres 1948. La primera abogada del Uruguay no era deportista, pero aun así
encontró su lugar en la competición. Gracias a El desafío, una obra dramática que elaboró
junto a su esposo José María Podestá, Luisi se apoderó de una mención en el certamen
artístico. Sin saberlo, la sanducera, que además fue la primera decana de la Sección de
Enseñanza Secundaria y Preparatoria para Mujeres de la Universidad de la República, formó
parte de la última edición de esta categoría, que luego se disolvió por discrepancias del
comité organizador sobre el nivel que debían tener los participantes.

Cuatro años después finalmente tuvo su oportunidad una atleta, que también fue la primera
abanderada. La lanzadora de jabalina Estrella Puente participó junto a 31 compatriotas en los
juegos organizados en Helsinki en 1952, populares por ser los segundos, tras Beijing 2008, en
cuanto a cantidad de récords alcanzados. Entre las 21 deportistas con las que compitió, la
uruguaya obtuvo el décimo puesto.
México 68, inolvidable e inigualable

A pesar de que lograron abrirse paso durante dos ediciones consecutivas, las deportistas
uruguayas recién volvieron a integrar una competencia 16 años después. Durante ese período,
el país tuvo 78 cupos olímpicos masculinos entre las ediciones disputadas en Melbourne
1956, Roma 1960 y Tokio 1964. Ni una sola mujer en tres Juegos Olímpicos consecutivos, y
no era porque no hubiese expresiones deportivas femeninas de destaque en Uruguay.

De las deportistas uruguayas olímpicas no se supo nada hasta México 1968, donde la
convocatoria femenina fue tan exitosa que hasta hoy no ha sido superada. Ana María Norbis,
Felicia Ospitaletche, Emilia Figueroa, Lylian Castillo y Ruth Apt fueron las cinco nadadoras
que se presentaron, y Josefa Vincent, la atleta que compitió en los 100, 200 y 400 metros
llanos.

Disciplinas. De las 31 mujeres olímpicas, incluidas las que competirán en esta


edición, 13 compitieron en natación, 11 en atletismo y cuatro en vela. Quienes
participaron en arte, clavados, tiro y halterofilia fueron las únicas uruguayas en
su disciplina. En total, hubo mujeres en siete deportes.

Vincent también participó de la siguiente edición, Múnich 1972, junto a diez hombres y sólo
dos mujeres: las nadadoras Susana Saxlund y nuevamente Felicia Ospitaletche.

Más tarde, en pleno auge de la dictadura en nuestro país, la inclinación descendente que
comenzó en Múnich se afianzó. A Montreal 1976 Uruguay envió la delegación más reducida
desde Los Ángeles 1932, donde sólo participaron el remero Guillermo Douglas y el pintor
Pedro Figari. De los nueve deportistas que nos representaron en aquella oportunidad, las
únicas mujeres fueron la nadadora Elena Ospitaletche y la pentatlonista Ana María Desivici.

Ausencias no solo por el boicot

Tras una pausa obligada en 1980 debido al boicot de unos cuantos comités de distintos países
–empezando por Estados Unidos, y con el alineamiento de la dictadura uruguaya y de la
mayoría de las dictaduras del Cono Sur, a excepción de Brasil– de asistir a los Juegos
Olímpicos de Moscú, los celestes fueron recuperando su fuerza, pero la presencia femenina
escaseó. Entre Los Ángeles 1984 y Beijing 2008 hubo un promedio de 15 deportistas por
edición, de los cuales apenas entre una y tres fueron mujeres.

Sin contar Barcelona 1992, en donde toda la delegación fue integrada por varones, las
protagonistas de aquellos años fueron las siguientes: la nadadora Rosa María Silva en Los
Ángeles 1984, la competidora en 200 metros llanos Claudia Acerenza en Seúl 1988, la
clavadista Carolina Itzaina y la nadadora Érika Graf en Atlanta 1996, Déborah Gyurcsek en
salto alto, Mónica Falcioni en salto largo y la nadadora Serrana Fernández en Sídney 2000,
nuevamente Fernández y la corredora Elena Guerra en Atenas 2004, y la atleta Marcela
Britos, la competidora en tiro Carolina Lozado y la nadadora Antonella Scanavino en Beijing
2008.

El de Londres 2012 fue un caso especial. Gracias a la clasificación del plantel de fútbol
masculino, el número de convocados se duplicó, y de 12 deportistas en la instancia anterior
Uruguay escaló a 27. Entre todos esos participantes, 24 fueron hombres. Junto a ellos, además
de la velerista Andrea Foglia y la nadadora Inés Remersaro, estuvo presente Déborah
Rodríguez, que en su debut rompió el récord nacional en 400 metros con vallas. Esta fue una
edición histórica, porque por primera vez hubo en todas las delegaciones una representante
mujer. Además, de las 10.540 personas que la protagonizaron, 4.850 fueron mujeres.

Para Río 2016, la integración comenzó a perfilarse un poco más equilibrada en cuanto a
género, con 12 deportistas hombres y cinco mujeres. En aquella ocasión, a Rodríguez y
Remersaro se sumaron la competidora en halterofilia Sofía Rito y las veleristas Mariana
Foglia y Dolores Moreira, quien también fue abanderada. En Tokio la cifra femenina se
mantiene, y junto con Moreira y Rodríguez debutarán la atleta María Pía Fernández, la
velerista Dominique Knüppel y la nadadora Nicole Frank.

Cuando una uruguaya fue la mujer récord

Si bien las mujeres uruguayas nunca hasta ahora se han subido a un podio olímpico, en 1968
la sanducera Ana María Norbis concretó un hecho que es un hito histórico en el deporte
uruguayo al ser doblemente recordista olímpica. El viernes 18 de mayo de 1968 Norbis, que
era la gran atleta uruguaya en los Juegos, hizo su debut en la piscina olímpica corriendo una
prueba que se disputaba por primera vez en la historia del olimpismo moderno femenino: los
100 metros pecho. La sanducera, que había sido oro en la especialidad en el Sudamericano, y
plata en los Panamericanos un año antes, corrió en la quinta serie y ganó con un tiempo de
1.17.4 (1 minuto, 17 segundos, 4 décimas), lo que representó el mejor tiempo de la prueba.
Clasificada con el mejor tiempo para las semifinales, la nadadora oriental volvió a brillar,
ganó su serie semifinal y mejoró su tiempo de unas horas antes, estableciendo el récord
olímpico en 1.16.7. (1 minuto, 16 segundos, 7 décimas).

Unos días después, en la final, Norbis llegaba con el mejor tiempo olímpico, e hizo los 50
metros iniciales en avanzada, pero problemas en la vuelta la retrasaron y terminó con un
tiempo de 1.17.30, que la dejaron a menos de un segundo del podio. Con su récord batido ese
día por la medallista de oro Djurdica Bjedod, hubiese sido bronce.

Aquella fue la última carrera de Norbis, quien, recibida como una heroína en su tierra
sanducera, decidió que no continuaría nadando.

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