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Exposición Universal de París (1900). Celebraba la paz, la prosperidad y la hegemonía de Europa. | '1914. De la paz
a la guerra'. Ed. Turner
Así bautizó la nostalgia los años previos al baño de sangre. Nadie imaginó final más desgarrador para la
mayor época de avance tecnológico, económico y social que había vivido Europa hasta el momento
Fueron años de progreso tecnológico, de lucha por la igualdad de derechos, de brillantez intelectual, de
consumo. Frente a años inmovilizados bajo tierra, con lo mínimo, ahogados en una guerra sin
sentido. Fueron los años de la vida frente a los de la muerte. No extraña que, tras la contienda, la nostalgia
bautizara los tiempos de preguerra como la dorada Belle Époque.
Sumergirse en la sociedad de principios del siglo XX es tan fácil como embarcar en el Titanic. Mujeres con
elegantes vestidos, largos y ceñidos a la cintura —imprescindible: el corsé, el tocado y la sombrilla—;
hombres con traje, sombrero y bastón, siempre pendientes de sus negocios. Estamos en un sistema de
clases y tres de cada cuatro pasajeros llevan billetes de tercera y segunda —gente que había alcanzado el
éxito con su trabajo—. Pero algo había cambiado. La aparición de la burguesía y la economía de
consumo alienta la posibilidad de progreso y de mejora. El desarrollo de las actividades industriales y
comerciales junto a las nuevas técnicas de cultivo hacen soñar con bienes de consumo hasta ahora
reservados a unos pocos.
A pesar de este optimismo, hay que ser consciente de que la Belle Époque no fue igual de 'bella' para
todos; he ahí la tercera clase. Las desigualdades sociales no habían desaparecido. Aunque cada vez más
gente abandonaba su vida en los pueblos para acudir a las fábricas en la ciudad, el sector de la agricultura
seguía siendo la base del continente. Tampoco se pueden dejar de lado las diferencias entre unos países y
otros: «La Europa atrasada» llamaban a parte de la periferia, de donde partían numerosos inmigrantes —
junto con las clases bajas del resto de Europa— en busca del sueño americano.
No obstante, y a pesar de que ésta era la realidad más generalizada, los progresos de la época, visibles
en las grandes ciudades, eclipsan estos años.
En cuanto a los contenidos, sorprendería el grado de cercanía con la prensa actual. Además de las
cuestiones políticas y los distintos avances, hubo escándalos en los que la opinión pública se convirtió en
un protagonista más. Ejemplo de ello fue el 'caso Dreyfus' —un general del Estado Mayor condenado
injustamente por espionaje debido a su condición de judío— o el del asesinato del director de 'Le Figaro' a
manos de Madame Caillaux, esposa del ministro de Finanzas. Ambas historias 'revolucionaron' Francia.
También existía ya un espacio para la incipiente publicidad —lociones para el cabello, moda,
medicamentos... — y por supuesto, para la cultura. En algunas publicaciones se incluían por fascículos
novelas de detectives —como las de Emilio Salgari—, y otras tan familiares como 'Ana Karenina', de
Tolstoi. Fue en estos años cuando nacieron las revistas dirigidas a las mujeres como 'Women's
World' (1903) o la española 'El hogar y la moda' (1909)