Está en la página 1de 384

S e r i e M a e s t r o s d e la S e d e

UNIVERSIDAD NACIONAL D E COLOMBIA


SEDE B O G O T Á
Historia doble de la Costa
EL P R E S I D E N T E NIETO
O R L A N D O FALS BORDA

Historia doble de la Costa 2

EL PRESIDENTE
NIETO

UNIVERSIDAD NACIONAL
DE C O L O M B I A
B A N C O DE LA REPÚBLICA
EL Á N C O R A EDITORES
PRIMERA EDICIÓN C a r l o s Valencia E d i t o r e s
B o g o t á , 1981

SEGUNDA EDICIÓN Universidad Nacional de C o l o m b i a


B a n c o d e la R e p ú b l i c a
El A n c o r a E d i t o r e s
Bogotá, 2002

I S B N 958-36-0088-1

PORTADA D i s e ñ o de C a m i l a C e s a r i n o C o s t a
ILUSTRACIÓN Fotografías d e J u a n Luis Isaza L o n d o ñ o
y del I n s t i t u t o C o l o m b i a n o de A n t r o p o l o g í a
e Historia, Icanh

ILUSTRACIONES INTERIORES Torres M é n d e z , T h e r o n d , Riou, M o n e a d a ,


Fals B o r d a et a l .
© D E R E C H O S RESERVADOS 2oo2. O r l a n d o Fals B o r d a
El A n c o r a E d i t o r e s
A v e n i d a 25c N 0 3 - 9 9
Fax [57-1] 288839235
ancoraed@interred.net.co
Bogotá, C o l o m b i a

PREPARACIÓN LITOGRÁFICA C a r l o s Valencia E d i t o r e s

SEPARACIÓN DE C O L O R Elograf

IMPRESIÓN Impreso en los talleres de


P a n a m e r i c a n a Formas e Impresos,
q u i e n sólo a c t ú a c o m o i m p r e s o r
Calle 65 N°94-72
Bogotá, Colombia
Impreso en Colombia
Pnnted in Colombia
La Costa atlántica colombiana: Sitios principales mencionados en el texto.
CONTENIDO

Presentación xiii
K W „ Aa\ „ , , - ~ , „.,::

t i v t a uv-i a u i u i AVli

CANAL A

CONVOCATORIA

En el reino de la mantis I6A

EL TATARABUELO A LA SOMBRA DEL C A U D I L L O

i El político y el pueblo 32A


2 C o n el Supremo Carmona: el desastre de Tescua 62A
3 Fundación de Palomino y Pinillos 77A

4 El Il.'.P.'.H.'. y la revolución del medio siglo 90A

5 C o n el general Meló: la contrarrevolución 117A


6 El caudillo 136A
7 Apogeo y muerte de Nieto 162A
CANAL B

PLANTEAMIENTO

Violencia y capitalismo I6B

EL C A U D I L L I S M O COSTEÑO
A M E D I A D O S DEL SIGLO XIX

i Ideología política y cultura popular 32B


2 Facciones y partidos 62B
3 Hacia la formación social nacional: 77B
el modo de producción campesino
4 Hacia la formación social nacional: 90B
la superestructura dependiente
5 Elementos de la contrarrevolución 117B
6 Teoría del caudillismo 136B
7 Semblanza del anticaudillo 162B

DESPEDIDA 183

índice de nombres de personas y lugares (tomos 1 y 11) 195


AGRADECIMIENTOS A

Juan José Nieto, maestro de obra de Baranoa.


Adolfo Mier Serpa, barbero y músico de San Martín de Loba.
Matías Ribón Cordero, componedor de relojes antiguos de
Mompox.
Donaldo Bossa Herazo, eminente histotiador y poeta cartagenero,
por su aporte documental e individual como descendiente
de personas vinculadas al presidente Nieto o emparentadas
con él.
ADVERTENCIAS

Este tomo, como el primero, está concebido y presentado


en dos estilos o canales diferentes de comunicación:
CANAL A (izquierda)

Por las páginas de la izquierda corren el relato, la descrip-


ción, el ambiente, la anédocta.
CANAL B (derecha)

Por las páginas de la derecha corren simultáneamente la inter-


pretación teórica respectiva, los conceptos, las fuentes y la meto-
dología de aquello que contiene el canal A y, también, resúmenes
del relato.
La lectura de cada canal puede hacerse de corrido indepen-
dientemente, desde el principio hasta el final del libro. Sin em-
bargo, la experiencia seguida por los lectores del primer tomo
indica que es más productivo y pedagógico leer cada capítulo
completo de un canal, seguido de la lectura de su contraparte del
otro canal, y sin saltar de uno a otro en las llamadas [A], [B], [C]
o [D]. Éstas se han hecho con el fin técnico de llamar la atención
sobre temas centrales que requieren apoyo teórico y documen-
tación, ejercicio que pueden adelantar los especialistas.

AB R E V I A T U R A S

ANC Archivo Nacional de Colombia (Bogotá).


FP Fondo Anselmo Pineda, Biblioteca Nacional (Bogotá).
NM Notaría Municipal del Circuito de Mompós (Bolívar).
AGP Archivo de la Gobernación de Bolívar (Cartagena).
PRESENTACIÓN

Orlando Fals Botda es el científico social del Caribe colombia-


no de mayor trascendencia en los últimos cincuenta años. Luego
de la trágica desaparición, en 1956, de Luis Eduardo Nieto Arteta,
quien fuera el científico social costeño de mayor influencia en la
primera mitad del siglo xx, la fértil producción intelectual de Fals
lo llevó a ocupar el centro de la vida intelectual del Caribe nuestro,
a partir de la década de 1970, cuando se dedicó con mayor amor y
convicción al estudio de la sociedad rural costeña y su historia.
Fruto de casi dos décadas de trabajo investigativo y político, que
en Fals van de la mano, es la Historia doble de la Costa.
Esta obra constituye un elemento fundamental en la produc-
ción intelectual de la Costa Caribe en el último medio siglo, cuan-
do hemos visto una efervescencia sin precedentes en el campo de
la historia, las ciencias sociales, la literatura, las artes plásticas y la
música regional. Fruto de todo ello, el país se reconoce hoy como
Caribe, entre otras cosas.
En la Historia doble de la Costa, Orlando Fals se propuso escri-
bir una historia de la región que se saliera del eje Cartagena-Santa
Marta-Barranquilla, desde cuya perspectiva se ha escrito la mayor
parte de nuestra historiografía. Aparejado a ello, se propuso tam-
bién narrar nuestro pasado desde la óptica de los autores olvidados
y relegados a un papel secundario dentro de las corrientes domi-
nantes en la producción intelectual regional. La que aparece aquí
en primer plano no es la Costa de Rafael Núñez, el Grupo de
Barranquilla o los grandes comerciantes samarlos, cartageneros y
XIV PRESENTACIÓN

barranquilleros. No es tampoco la Costa del Carnaval de Barran-


quilla, los Lanceros de Getsemaní o el fútbol de Pescadito. Es una
Costa más rural, menos conocida y más olvidada, en todos los
sentidos. Es la Costa de María Barilla, la valentía de los Chimilas,
los mitos Zenú, el hombre caimán, el sombrero vueltiao y las
corralejas. Es también la Costa de unas élites rurales o de origen
rural como Chano Romero, Arturo García, Juan José Nieto o los
marqueses de Santa Coa, que en la historiografía dominada por la
vida de las grandes ciudades portuarias ocupan un papel secunda-
rio, en el mejor de los casos.
Por muchas razones, la Historia doble de la Costa ha sido una
obra polémica. Entre sus fortalezas se ha destacado la calidad lite-
raria de la narración que va por el canal A, que muchos consideran
una novela histórica de gran belleza. Resaltaría también el rescate
de la dignidad de los pobladores del Caribe nuestro y de sus ante-
pasados, que logra con gran finura Orlando Fals a lo largo de esta
obra. Dentro de esa perspectiva habría que enfatizar el rescate del
inmenso aporte cultural y racial de los pueblos indígenas, Zenú,
Chimilas, Taironas, Wayúu, a la conformación de la población
costeña contemporánea. Finalmente, toda la obra está signada por
la búsqueda de una identidad costeña, para la cual los aportes tes-
timoniales, documentales y fotográficos que se hacen no tienen
precedentes.
Muchas de las críticas que ha recibido la Historia doble de la
Costa tienen que ver con el canal B. Algunos lo encuentran
exageradamente académico; otros se quejan de una supuesta falta
de rigor, especialmente en el uso de las fuentes; no son pocos los
que han controvertido el papel que Fals le asignó a la imaginación
en la elaboración de su obra; varios historiadores se han referido al
excesivo simplismo del libro en el tratamiento de ciertos temas, y
otros han criticado la manifiesta voluntad del autor de escribir un
texto políticamente comprometido.
Sin embargo, si se trata de hacer un balance objetivo de la
Historia doble de la Costa, yo no recomendaría proceder como un
contador de partida doble que sopesa fortalezas y debilidades y
que a través de un ejercicio de sumas y de restas intenta llegar a
una magnitud final. Lo que recomiendo, por el contrario, es
adentrarse de manera desprevenida, aunque sin perder el ojo crítico,
PRESENTACIÓN XV

en los ríos, caños, ciénagas y esteros de los cuatro tomos. Cuando


yo lo he hecho, he regresado siempre queriendo más —y valorando
mejor- al Caribe colombiano, que es una forma de querernos más
- y valorarnos mejor- a nosotros mismos.

GUSTAVO BELL LEMUS


VICEPRESIDENTE D E LA R E P Ú B L I C A DE COLOMBIA
NOTA DEL AUTOR

Observo con algún asombro que en los veinte y más años trans-
curridos desde la primera edición de la Historia doble de la Costa,
en 1979, apenas se han registrado unas pocas correcciones o refuta-
ciones de datos o hechos contenidos en los cuatro tomos, aun to-
mando en cuenta las pistas y referencias que ofrecí con estos fines
en las fuentes citadas del CANAL B. El cuasi-silencio de los histo-
riógrafos sobre estos puntos contradiría lo que algunos colegas han
sugerido sobre defectos de documentación en mi obra.
Lo concreto es que estas fuentes han podido y pueden seguir-
se consultando en bibliotecas o en las carpetas y otros elementos
colocados desde 1986 en el Centro Regional de Documentación
del Banco de la República en Montería, para servicio del público.
Aprovecho para expresar mi agradecimiento a la Biblioteca Luis
Ángel Arango, por haber acogido y organizado este material. Com-
prende libros raros y antiguos periódicos regionales, grabaciones,
fotografías, objetos y cuadros de valor histórico, mis diarios de
campo y manuscritos y notas de archivos nacionales y extranjeros,
en los que me basé para la confección del trabajo.
El Centro de Documentación Regional de Montería se ha usado
bastante y algunas familias locales lo han enriquecido con valiosos
aportes. Sin embargo, dos de los "archivos de baúl" más importan-
tes que consulté a fondo para la Historia doble —los de las familias
Guerra-Cárcamo (San Benito y Cartagena) y Burgos (Monrería)-
no han llegado. Pido cordial y respetuosamente a los actuales here-
deros que compartan aquella riqueza documental con los coterrá-
XV111 NOTA DEL AUTOR

neos y con la comunidad nacional e internacional, antes de que el


tiempo y el comején dispongan de ella.
En cuanto a correcciones y complementos de datos, los que
han llegado a mi conocimiento y que aprecio de todo corazón, son
los siguientes:
i. La evidencia del Archivo Nacional y otras fuentes brindada
por el distinguido historiador Edgar Rey Sinning, que llevó a reto-
car y corregir para la presente reedición algunos de los negativos
originales de la Historia doble: en la página 35B del primer tomo,
por la fundación de Tenerife, que fue en 1542 y no en 1540, como
aparece en la primera edición; en la página 103A del mismo tomo
había de escribirse 1576 y no 1583, y no fue Antonio sino Rodrigo
Cordero el mentado lugarteniente; y en la página 62A del tomo
segundo, el año de la muerte del Supremo Carmena es 1852 y no
1853.
2. La ¡lustre académica Pilar Moreno de Ángel aclaró el miste-
rio de los últimos años de De la Torre y Miranda (página 71A del
tomo cuarto) al encontrar en España el testamento y la partida de
defunción del gran congregador de pueblos costeños, que publicó
en el libro Antonio de la Torre y Miranda (Bogotá: Planeta, 1993).
La muerte del congregador sobrevino en Santa María (España) el
6 de febrero de 1805, y le heredó una hija de 14 años de edad llama-
da Josefa.
3. Otro distinguido académico, David Ernesto Peñas, descu-
brió en la Notaría de Mompox una lista con los nombres de los
fundadores de El Peñón (Magdalena) en 1770 (página 113B del pri-
mer tomo). Este raro documento, que enriquece la historia local,
aparece en el N° 22/23, niayo 1991, página 105 del Boletín historial
de la Academia de Historia de Mompox.
Ha habido otros desarrollos intelectuales de la Historia doble
que merecen recordarse. En primer lugar, el brillante escritor cos-
teño David Sánchez Juliao realizó la proeza de verter en forma de
novela y con su excelente estilo literario, una serie de anécdotas y
ocurrencias con los personajes de la Historia. Fue publicada con el
título de Danza de redención (Bogotá: Grijalbo, 1998) con explica-
ble y muy buena acogida.
Recuerdo igualmente la polémica de 1986 en Montería sobre la
fandanguera María Barilla y la rebelión del Boche (tomo cuarto),
NOTA DEL A U T O R XIX

que dio origen al interesante y bien concebido folleto que editó el


colega Albio Martínez Simanca (Historia y mito, Montería: Casa
de la Cultura, 1987). Falta todavía evaluar el impacto que hubiera
podido producir la circulación de la separata con capítulos escogi-
dos de los tomos primero y segundo sobre Fundación de pueblos
costeños, que hizo Carlos Valencia Editores (Bogotá) en 1982, opús-
culo que fue especialmente editado para educadores y estudiantes
de la región.
En cuanto a discusiones sobre asuntos tratados en la Historia
doble u opiniones sobre estilos, metodologías e ideologías en ella,
debo seguirlo dejando, naturalmente, en las manos de pensadores
y escritores independientes. Aprecio así las observaciones tempra-
nas del novelista Gustavo Alvarez Gardeazábal, las reservas de los
historiadores Gustavo Bell Lemus (a quien agradezco su estimu-
lante prólogo y la iniciativa de la presente reedición), Charles
Bergquist, Eduardo Posada Carbó y Alfonso Muñera, las confir-
maciones de Hermes Tovar Pinzón y Christiane Laffite Caries, así
como los elogios del crítico francés Jacques Gilard, el escritor uru-
guayo Eduardo Gaicano, el geógrafo de Berkeley James J. Parsons
y nuestro novelista-sociólogo Rodrigo Parra Sandoval.
Hubo a continuación una fértil búsqueda regional por el equi-
po de científicos sociales que publicó el primer Mapa Cultural de
la Costa con apoyo del Corpes. Se organizaron fundaciones y or-
ganismos no gubernamentales de estudio y acción social, e institu-
ciones estratégicas como el Observatorio del Caribe Colombiano
y su revista Aguaita, que dirige Alberto Abello. Además, aparecie-
ron los nuevos aportes del Centro de Estudios Económicos Re-
gionales del Banco de la República en Cartagena, con los trabajos
de Adolfo Meisel, Joaquín Viloria de la Hoz y otros excelentes
investigadores; el cuidadoso libro de José Agustín Blanco sobre
Tierradentro y Barranquilla, el de Isabel Clemente sobre San An-
drés y Providencia, las monografías de José Manuel Vergara y José
Luis Garcés (Ciénaga de Oro), Jaime Colpas (Barranquilla), Ber-
nardo Ramírez y Edgar Rey (Mojana), Pepe Castro (Valledupar),
Víctor Negrete (Sinú), Rafael Velásquez y Víctor Julio Castillo
(Magdalena Medio), y otros más, todos los cuales llenan lagunas
de mi Historia. Y está en imprenta, gracias al esfuerzo del historia-
dor Moisés Alvarez y del Instituto de Estudios del Caribe, la nueva
XX NOTA DEL AUTOR

edición de Capitalismo, hacienda y poblamiento en la Costa Atlántica


(1973), mi primer intento documental y pedagógico para el cam-
pesinado costeño, que fue asimismo semillero de los cuatro tomos
posteriores de la Historia.
Quiero insistir en la defensa del uso declarado de la imagina-
ción y de la ideología en las pesquisas científicas -lo que aconsejó
y ejecutó hasta el respetado Einstein-, como aparece en los canales
A y B de la Historia. Debo recordar que, en el caso de la imagina-
ción, se trató de elaboraciones de "corteza", o marginales, dentro
de marcos culturales e históricos definidos, cuyos elementos tomé
como "núcleos", es decir, como "datos columnas" debidamente
confirmados. El registro formal de estos datos y en notas de pie de
página se encuentra en el CANAL B . Por razones de comunica-
ción y estilo, consideré adecuado compartir la alegría que sentía
en aquellos momentos de reflexión y redacción, que dramatiza-
ban rasgos personales o gestas colectivas de lo que estaba descu-
briendo en el terreno o en los documentos. Así, por ejemplo,
además de llamar "Mascachochas" al sanguinario general Tomás
Cipriano de Mosquera, hice que por esta violenta razón le home-
najeara con mordiscos una brigada aérea de mariapaiitos veneno-
sas en una ceremonia masónica en Cartagena (tomo segundo). E
imaginé cómo era el pueblo Zenú de legua y lo describí con motivo
de la primera llegada de los conquistadores Heredia (tomo tercero).
En cuanto a la ideología, cuando escribí la Historia doble, el
inolvidable maestro Gerardo Molina, dirigente político e intelec-
tual de la mayor dimensión, ya me había matriculado como so-
cialista humanista y así lo consignó en su clásico libro sobre el
tema. En ello no hizo sino constatar viejas preocupaciones colec-
tivas como las tenemos muchos científicos - n o sólo los sociales,
e incluyo aquí a los funcionalistas de raigambre conservadora—
que preferimos la democracia a las dictaduras y la participación al
monopolio. Por eso tomé parte en la temprana articulación de la
Investigación-Acción Participativa ( I A P ) , escuela en la que se ins-
cribe mi obra.
El hecho es que la IAP se ha extendido desde 1970, cuando
nació en la Costa colombiana y en regiones campesinas de India,
Brasil, México y Tanzania, y su acogida se registra hoy así en el
Sur como en el Norte del mundo. Gracias a la dinámica creada
NOTA DEL AUTOR

por los trabajos de sus cultores y a técnicas y valores propios, la


investigación participativa ha llegado ya a considerarse como pa-
radigma alterno al desarrollismo norteamericano y al positivismo
cartesiano, orientaciones ideológico-científicas que van hacia el
ocaso. Los primeros manuales universales de la i A P , señal de cierta
madurez, fueron publicados en 2000 en Inglaterra. El más recien-
te reconocimiento disciplinario a esta escuela provino de los mate-
máticos reunidos en congreso mundial en Elsinore (Dinamarca)
en abril de 2002, que la acogió para fines de mejor enseñanza y
más eficaz comunicación, y para corregir prejuicios formativos en
los adeptos de las ciencias duras.
Ahora, como se sabe, las preocupaciones sobre la IAP provie-
nen no sólo de su candidatura como paradigma emergente en las
ciencias sociales, sino de su creciente cooptación por organismos
civiles, estatales y universitarios que pueden, por descuido, desvir-
tuar sus ideales originarios de justicia popular. Pero así han venido,
por lo general y en todas partes, las oleadas de la acumulación
científica y tecnológica moderna.
Parece, pues, que la Historia doble de la Costa se ha venido con-
solidando ante el público general y el académico, gracias precisa-
mente a este inesperado y polémico desarrollo intelectual
contemporáneo. Lo dejo así, confiado en el interés y en la produc-
tividad comprometida con aquellos ideales, que permanezcan en
las presentes y futuras generaciones de científicos.
Finalmente, quiero destacar y agradecer la terquedad mara-
villosa de Patricia Hoher, gerente de El Áncora Editores, y la
invaluable y oportuna intervención del doctor Leopoldo Muñera,
vice-rector de la Universidad Nacional de Colombia, sede de Bo-
gotá, para impulsar el presente proyecto.

ORLANDO FALS BORDA


BOGOTÁ, MAYO DE 2 0 0 2
CONVOCATORIA
En el reino de la mantis 16A
PLANTEAMIENTO
Violencia y capitalismo 16B
EN EL REINO DE LA MANTIS

"¡Mierda, carajo! —protesta el juez Ci-


fuentes al ver pasar al sargento por la casa de
la niña Ana Leonor rastrillando contra la pared
la culata de su fusil— ¿es que ya no puede
reunirse uno ni pa' estudiar? Compa, ahora sí
empiezo a entender lo que decíamos anteayer
sobre García Olano y los Comuneros: eran
subversivos con razón... ¡Señor alcalde, res-
peto a las ideas! ¡Señor sargento, respeto a la
Constitución! No amenacen con las armas,
porque ellas nunca vencen el espíritu. ¡No
resucitemos la violencia, que el que siembra
vientos cosecha tempestades!".

—Historia doble de la Costa: Mompox y Loba


(Tomo I), pág. 166A.

Irritados por la actitud amenazante de las autoridades del


pueblo ante nuestra mesa redonda sobre la cultura anfibia y el
modo de ser costeños, los cinco participantes salimos de la casa
de la niña Ana Leonor y nos fuimos a rumiar la situación en los
sardineles de don Adolfo Mier Serpa, al pie de la gran piedra
Palacín.
Varias preocupaciones nos tenían aturdidos desde aquella
mesa redonda: ¿Cómo somos realmente los costeños? ¿Qué es
la costeñidad? ¿A qué se debe la tolerante fluidez de nuestra
sociedad? Ahora acabábamos de enfrentarnos a las autoridades
del lugar con cierta sensación de triunfo, lo que podía confirmar
aquello que habíamos dicho en la reunión: "el costeño aprende
a tolerar al superior, no a soportarlo''.
VIOLENCIA Y CAPITALISMO

El despliegue de represión realizado por las autoridades del


pueblo por el hecho de la mesa redonda sobre la cultura anfibia
y el modo de ser costeño (tomo I), hace cambiar el tono y el tema
central de la reunión de nuestro grupo de trabajo.
Ahora, sin dejar de pensar en la costeñidad y en lo que pue-
de ser propio del costeño del Caribe, la preocupación pasa al
problema de la violencia política y las formas en que nos afecta
como pueblo y como región. Nuestra atención no se desviará de
allí, por estimar importante estudiar a fondo —en la teoría y en
la práctica del posible departamento del Rio propuesto antes—
el desarrollo del caudillismo y de los partidos políticos en la
Costa atlántica durante el siglo XIX. Porque los partidos polí-
ticos han sido agentes de una nueva violencia que ha marchado
a la par con la expansión capitalista —en la que envolvieron a
las Fuerzas Armadas de la nación—, hecho que afecta el pre-
sente y futuro de los pueblos riberanos de la depresión mompo-
sina. En vista de que estos pueblos costeños han sido, en
general, pacíficos y no tan dados a la descomposición violenta
como en otras partes, es necesario examinar desde ahora el
impacto que el belicismo y la violencia puedan tener sobre sus
actitudes vitales y su tradición social.

¿Qué queremos decir con violencial Violencia es el uso


[A] intencional de la fuerza con el fin de cambiar una situación
dada. Para ello se emplean elementos coercitivos produci-
dos exprofesamente por el hombre, que van desde el garrote
hasta el hipnotismo. Este factor volitivo, propio del hombre,
17A ENELREINODELAMANTIS

No obstante, sentíamos que en nuestras vidas incidía la vio-


lencia, sabíamos que ella no era cosa nueva entre nosotros. Pero
era una violencia probablemente distinta de aquella del interior
del país, menos cruenta quizás, con un poquito de yodo de mar,
arrullada por el canto del sinsonte. ¿Aporte de la costeñidad?
¿O escape natural del alma hacia los recovecos de la paz selváti-
ca que todavía impera en los caños de la depresión momposina?
El juez Cifuentes expresa con franqueza nuestra preocupa-
ción del momento: "Será que la violencia quiere arreciar otra
vez en nuestras tierras. ¡Adiós por ahora a la idea del departa-
mento del Río, adiós a los planes de progreso que discutíamos!
Ahora corran a armarse y defenderse, que vienen las tropas y
los chusmeros..." [A].
Esta es la triste carga violenta de nuestra historia republi-
cana, replico filosófico. ¡Cuántos recursos, lágrimas y sangre
nos habríamos ahorrado si hubiéramos seguido la política civi-
lista de Manuel María Mallarino y otros presidentes demócratas
del siglo pasado! Nos habríamos convertido en otra Costa Rica,
país que prospera sin el lastre de las grandes armadas.
Al "mascachochas" de Tomás Cipriano de Mosquera, el
caudillo caucano, le debemos el derrumbe de aquella tradición
civilista y la imposición de las bayonetas y las balas como argu-
mento político. Desde entonces —la guerra que hizo en 1861—
el campesino, el pescador, el indígena y el obrero lo han venido
pagando duro, miren cómo viven, miren cómo son atacados y
muertos a la primera voz de su justa protesta.
"Casi todo ahora se resuelve por la fuerza, rara vez por la
razón, el entendimiento, la discusión, o la moral: hasta un peo
de mariposa se ve como subversivo por el gobierno. No le dejan,
pues, a uno salida distinta de la violencia, si uno aspira a algo
mejor. ¿Será que ya no podemos aprender de la historia?",
grita con fuerza Cifuentes como para respirar profundo y cam-
biar de sangre, en dirección al cerro de doña María que enmarca
al pueblo por el sur.
Un rumor de voces en crescendo le responde desde allí:
"¡Libros sí, fusiles no!". Parecen venir de los destartalados
colegios municipales y arruinados puestos de salud de las lade-
ras y caseríos miserables de la depresión momposina. Y a la
oleada de esas voces iracundas se añade como catarata otro coro
estentóreo que viene de las quemadas selvas del Norosí, de los
campos de concentración y tortura de Guaranda, de los ensan-
VIOLENCIA Y CAPITALISMO 17B

distingue la violencia de los procesos de transformación y muer-


te que corren por canales evolutivos naturales y biológicos, a los
cuales se transfiere a veces, por analogía, el carácter de violen-
tos. La violencia es exclusivamente humana.
Nos interesa, en especial, la violencia que se realiza en el
campo político, cuyo objetivo, según Federico Engels (Antt-
Dührtng sección II, cap. II) es imponer por la fuerza (física o
simbólica) la voluntad de una clase o grupo social sobre otro
para obtener ventajas económicas, y cuya carta de as y argu-
mento final es el empleo de las armas. Este problema es una de
las preocupaciones capitales contemporáneas, en vista del
desarrollo del poder nuclear y de la competencia entre naciones
que llevan a acelerar la carrera armamentista sin resolver las
cuestiones sociales y económicas de fondo en el mundo.
La conquista española ofrece muchos ejemplos de violencia
política, por la imposición coercitiva y armada de un modo de
vida y de producción (señorial), desarrollado en Europa en
procesos regionales de violencia ancestral a todo nivel, sobre
otro indígena (primitivo) que no ofrecía el mismo historial de
violencia que en el Viejo Mundo. Como lo vimos en el tomo
anterior sobre la depresión momposina, la formación social
colonial nació en un paroxismo de violencia que condicionó
desarrollos posteriores, no siempre de manera positiva para el
progreso de los pueblos.
La violencia política desaforada y aniquilante parecía ser
cosa nueva en el contexto americano. Se derivaba de dos hechos:
1) de la superioridad del armamento europeo —índice elocuente
en sí mismo del tipo de sociedad especializada en la violencia
donde se desarrolló, aquella que tuvo el genio maléfico de
transformar la pirotecnia china en pólvora letal—; y 2) del
desarrollo espontáneo de las perspectivas de violencia personal,
familiar, clanil y feudal que eran características de la vida so-
cial, política y religiosa durante la Edad Media. (Los análisis de
medievalistas profundos como J o h a n Huizinga, J . R. Hole,
Norbert Elias y Barrington Moore demuestran suficientemente
esta tesis, y permiten sugerir que los estados nacionales euro-
peos surgieron precisamente para ir monopolizando y controlan-
do aquella generalizada violencia latente y actuante, tan peli-
grosa para la sociedad europea y su supervivencia. Sólo que
pasaron luego a otro nivel de violencia: el de las guerras inter-
nacionales y revolucionarias).
San Martín de Loba. Una participante en la tradicional Danza de la
Conquista hace una amarga evocación de la contraviolencia indígena
malibú.
VIOLENCIA Y CAPITALISMO I8B

Esas perspectivas de violencia descontrolada o espontánea


no eran parte de la cultura indígena americana —por lo menos
la de la región momposina— cuyos exponentes quedaron, por
eso mismo, sorprendidos e inermes ante la avalancha de los
conquistadores. Pero luego de la primera y natural reacción de
contraviolencia incitada por los invasores, muchos indios vol-
vieron a su natural pacífico y recurrieron a tácticas de acomoda-
ción. En la región costeña ésta fue la regla entre los indios más
avanzados (zenúes, taironas, malibúes). Otros más primitivos,
como los chimilas, motilones, cunas, catíos y guajiros respon-
dieron con contraviolencia a sucesivas oleadas de la violencia de
conquista.
Los chimilas fueron exterminados en un cruento proceso
durante el siglo XVIII (tomo I). Los motilones y catíos se refugia-
ron en serranías inaccesibles donde han llevado una vida
pacífica sólo desarreglada por invasiones de colonos y otros
extraños a sus territorios. Los cunas y guajiros se defendieron
mucho mejor, gracias al armamento avanzado (de mosquetes y
pólvora) que recibieron de ingleses y franceses enemigos de
España para fomentar revueltas locales en las colonias ameri-
canas, mercenarios que enseñaron a los indígenas los trucos de
la defensa personal armada y el arte de la guerra moderna. Es
decir, a estos indios los blancos "civilizados" los convirtieron
en tan violentos como ellos. Esta fue la única forma como los
guajiros y cunas pudieron sobrevivir, y la herencia y transmi-
sión de la cultura blanca violenta tuvo que ser asimilada y adop-
tada por estos indígenas como exigencia vital. Por eso han se-
guido siendo respetados y temidos por la sociedad dominante
hasta el día de hoy.
Pero es obvio que no todo fue violencia en la colonia y, como
lo vimos en el tomo anterior, hubo variaciones en la aplicación
de las soluciones de fuerza por parte de los grupos dominantes
a los vecinos libres, indios, esclavos y cimarrones. Al ethos
(característica cultural dominante de un pueblo) de conquista de
los españoles, muchas tribus y comunidades costeñas contes-
taron con su peculiar ethos de acomodación, a veces exitoso,
como acabo de señalar. Además, es posible que de algunos
grupos negros africanos se hubieran recibido ciertas disposicio-
nes atávicas a lo lúdico, la euforia y la informalidad que reforza-
rían el naciente ethos costeño no violento. Debemos por esto
preguntarnos qué ocurrió concretamente en la colonia, y sobre
Carlos Darwin

Federico E n g e l s

Teóricos de la violencia
VIOLENCIA Y CAPITALISMO 19B

la función real de la violencia en el desarrollo histórico de las


sociedades. ¿Es la violencia el motor fundamental de este desa-
rrollo, como lo han postulado muchos pensadores desde Gum-
plowicz hasta Marx? ¿Es ella la única o principal partera de la
historia? (Elcapital, libro I, cap. 24, 6).
Con base en la discusión de Loba, cabe reflexionar sobre
algunas limitaciones a estas tesis totalistas. Recordemos que
Marx mismo recapacitó sobre el alcance de ellas cuando criticó
los extremismos irracionales y contrarrevolucionarios de los
blanquistas y anarquistas en Europa. Estas reflexiones resultan
necesarias para el caso colombiano y la expresión política coste-
ña, porque llevan a comprender mejor las relaciones que existen
entre revolución, violencia y contraviolencia, tema muy traji-
nado entre nosotros.
El primer aspecto por reconsiderar se refiere a la agresivi-
dad'humana básica. Conocidas son las creencias sobre la maldi-
ción de Caín y las tesis de Thomas Hobbes (inspiradas en Plau-
to) sobre el "estado de naturaleza" en el cual el hombre es un
lobo del prójimo y donde existe una caótica "ley de la selva"
que sólo la civilización a la inglesa logra corregir. A esto se han
añadido las teorías sobre la supervivencia biológica del más ap-
to tomadas por Herbert Spencer de Carlos Darwin para adaptar-
las, sin mucho rigor lógico, al ámbito social.
Ni aquellas creencias ni estas tesis sobre la agresividad
humana han logrado demostrarse científicamente. No se
encuentran confirmaciones adecuadas en la experiencia históri-
ca costeña, ni de otras partes. Una buena corriente de sociobió-
logos explica, por el contrario, que la agresividad humana
—como la de muchos animales— es adaptable (no genética) y
que se expresa básicamente en la competencia por recursos
limitados de comida o de espacio vital, o de ambos, que, en
otras circunstancias, pueden negociarse o conciliarse; es decir,
esta competencia queda en el plano de la razón y la voluntad, a
nivel cultural, y sujeta a determinadas reglas de conducta. No
hay agresividad descontrolada totalmente.
Hay tendencias naturales y sociales contrarias a la agresi-
vidad. Ocurren en muchas partes —en la selva del Norosí,
como en las ciudades del río Magdalena— procesos exitosos de
filantropía, ajuste, simbiosis y parasitismo que se alternan con
el uso de la fuerza bruta como elemento de supervivencia. Como
se sabe desde los clásicos escritos de Juvenal y las observado-
20A EN EL REINO DE LA MANTIS

grentados playones de Tómala: "¡Tierra sí, plomo no!". Rechi-


nan los gemidos y las voces como en tumulto de trueno sobre la
piedra Palacín, y dan el salto de dos cuadras para golpear a las
puertas de la Casa Municipal y hacerla temblar hasta los
cimientos.
Asombrado y conmovido ante la avalancha de las voces del
pueblo, el juez Cifuentes recula, da un manoteo a su sombrero
vueltiao de 19 bandas, y elabora una crítica propia desde el pun-
to de vista regional: ' 'La historia reciente del sur de Bolívar nos
muestra el canibalismo político y el uso de la fuerza como última
razón sobre el pueblo y sus intereses. Han sido conflictos traí-
dos de fuera, conectados con intereses extraños a nosotros,
dirigidos muchas veces por cachacos y paisas ambiciosos que
aprendieron a matar en sus montañas, a usar el cuchillo más
que la patada, el revólver antes que el puño o el grito.
"No es una historia muy pacífica que digamos. El río Mag-
dalena, precisamente en la porción de la isla de Mompox y sus
cercanías, ha sido de los sitios más ensangrentados del país. Por
ahí han pasado los ejércitos de los partidos, las fuerzas 'sutiles',
los bongos de guerra, los barcos blindados. ¿Recuerdan la co-
lumna que se levanta frente al río aquí cerca, en El Banco, en
honor de los muertos liberales del combate de la Humareda (El
Jobo) en 1885? Allí están esculpidas las siguientes palabras del
escritor bogotano José María Vargas Vila. Oigan:
" ¡El Banco, puerto inmortal! Tú guardas las cenizas del más
tremendo incendio, los despojos de la más recia borrasca. Tú
eres para la patria un altar de recuerdos y de gloria y de ense-
ñanzas sublimes. A ti vendrán las generaciones futuras para
retemplar el patriotismo, y cuando quieran aprender que sólo
se es esclavo si se quiere y si falta valor para morir".
"¡Romanticismo vacío de los cachacos!", atacan a la vez
Luis Murallas, el dirigente de Usuarios Campesinos de Loba, y
el profesor Alvaro Mier. ' 'En ese momento de lucha fratricida
no se retiempla ningún patriotismo sino el sectarismo partidis-
ta más violento. Por eso el río Magdalena sigue siendo teatro de
luchas entre hermanos. Ahora lo recorren los guardacostas
antigucrrilleros, los aviones de bombardeo y los helicópteros de
reconocimiento de la contrainsurgencia inspirada en Norteamé-
rica. No hay gran distancia entre la osamenta y hierros retorci-
dos que todavía se ven medio hundidos en la Humareda y el
pueblo de Morales que ocupó el Ejército de Liberación Nacional
VIOLENCIA Y CAPITALISMO 20B

nes de Hugo Grocio, hasta en los animales hay expresiones de


altruismo. Se observan en los himenópteros del Cesar, por
ejemplo; entre los peces que se "limpian" unos a otros en los
caños de la Mojana y Majagual; o entre el caimán y su pajarillo
mondadientes. (Cf. Michael Ruse, Sociobiology, Londres, 1979,
146, 148, 152). De modo que las teorías hobbesianas que tanto
han calado, especialmente entre racistas y belicistas, no en-
cuentran firme asidero en la realidad.
En segundo lugar, al contrario de lo que piensan general-
mente los spencerianos y evolucionistas, los pueblos rurales y
primitivos no tienden a ser violentos, sino todo lo contrario
(hasta la antropofagia tiene una justificación adecuada). Gran
parte del éxito militar de los conquistadores —como lo vimos al
avance de Santa Cruz y de Quesada por la depresión mompo-
sina— se debió precisamente a actitudes de receptividad,
admiración y veneración en pueblos indígenas no muy dados a
soluciones violentas, que en su historia pasada, según los
arqueólogos, habían dirimido conflictos de manera diferente.
Las tribus costeñas se reunían todas en Zambrano para hacer
intercambio pacífico de productos, y así por el estilo.
En los casos de los malibúes y chimilas, éstos reaccionaron
violentamente ante los conquistadores sólo en respuesta a las
crueles devastaciones de Ambrosio Alfinger y otros. Aún asi,
hubo instantes de reconciliación tanto en Mompox como en
Tamalameque, para los malibúes, y en Sitionuevo para los
chimilas.
En fin, estas indicaciones llevan a explicar que el peculiar
ethos no violento de la Costa caribe colombiana, ya señalado en
el tomo I, puede tener raíces antiguas y profundas en pacíficas
culturas indígenas locales, reforzadas por factores ambientales
y naturales propios, aparte de la posible influencia de elementos
convergentes de culturas africanas importados con la esclavi-
tud. Este ethos no violento ha persistido en la región costeña en
diversas formas, y se expresa en el antimilitarismo básico, la
campechanía, el dejamiento indisciplinado y el sentido del
humor ("si es pa pelea, a corre"...). Como lo veremos también
en este tomo, la Costa caribe no se ha distinguido en el país por
el talento bélico de sus caudillos y generales; más bien, hasta
épocas recientes, por la cordura y el carácter eficazmente tole-
rante de sus políticos.
De manera similar, un buen número de sociedades primiti-
El Banco. Monumento a los caídos en la batalla de la Humareda (1885),
con inscripción de Vargas Vila.
VIOLENCIA Y CAPITALISMO 21B

vas contemporáneas, como la de los esquimales, evitan la


agresividad de manera consciente. Hasta la tribu amazónica de
los mundurucus —considerada como la más aguerrida del mun-
do— ejecuta actos de finta y amenaza previos a cualquier
decisión de violencia frontal. Lo cual demuestra la amplia flexi-
bilidad de la conducta h u m a n a en el campo de la solución de
conflictos como ocurren en la práctica. El problema de las rela-
ciones entre revolución, violencia y contraviolencia, por lo tanto,
debe plantearse primordialmente en el campo de lo táctico.

Hay dos factores intervinientes que afectan el desarrollo


[B] táctico de la violencia en la sociedad y que llevan a su per-
sistencia en Colombia, conduciendo en su tren a aquella
gente de la Costa que p u e d a ser esencial y tradicionalmente no
violenta.
El primer factor es el de la contraviolencia, es decir, la
tendencia sentida de contestar a un acto violento con otro igual o
m á s intenso. En política esta tendencia ha llevado a la temible
"espiral de la violencia", para convocar a la defensa colectiva e
invocar la guerra justa, la revolución y el conflicto civil. Lo vere-
mos aquí en el recorrido de los caudillos regionales J u a n J o s é
Nieto y Francisco Javier Carmona, que estudiaremos enseguida;
y como fue el caso de los muchos combates fluviales que ensan-
grentaron el río Magdalena a su paso por la depresión mom-
posina.
La contraviolencia de este tipo surge como una necesidad
vital cuando la dosis de violencia que se aplica a grupos, socie-
d a d e s o clases sociales dominadas amenaza con extinguirlas o
dejarlas totalmente a merced de fuerzas opresoras y explota-
doras. Esa es una de las lecciones derivadas de la Conquista
española: que muchos indios tuvieron que resistir con las armas
en la mano para sobrevivir. O aplicaban diversas modalidades
de contraviolencia, o sucumbían. Lo mismo se observa hoy en el
proceso histórico-natural de nuestra formación social nacional
—la persistencia de la lucha de clases— en tal forma que la vio-
lencia clasista va dosificando la reacción opuesta. Es una forma
de asegurar la supervivencia física a la cual las gentes explota-
das tienen derecho, en las condiciones de goce integral de la
economía y la cultura a que aspiran.
Una expresión importante de esta contraviolencia de clases
es la guerrilla (no es igual a terrorismo). Tiene una vieja e
ÜEJX1 Thomas Hobbe

Nicolás Maquiuvelo

Teóricos de la violencia
impresionante tradición en la depresión momposina y en la
Costa caribe, aunque no resulte tan sanguinaria como la de la
zona andina. Así lo vimos en las guerras de los palenques
cimarrones en el siglo XVII y en las de la Independencia contra
los realistas; como lo estudiaremos pronto en la guerrilla de
Lorenzo Betancourt contra el general J u a n J o s é Nieto, con todo
y sus fallas ideológicas; durante la violencia del siglo XX y,
actualmente, con la presencia activa de varios grupos guerrille-
ros en la región estudiada.
Ello implica que, en este momento, el nacimiento de una
nueva formación social por la cual se está trabajando revolucio-
nariamente en Colombia esté ya condicionado por la contravio-
lencia a que lleva la fuerza empleada en m a n t e n e r a todo trance
la formación social vigente con todos sus defectos e injusticias.
La espiral de la violencia se quiebra entonces por arriba, con la
explosión popular, con la acción colectiva y masiva de un pueblo
que ya no aguanta más, como lo vemos actualmente en varios
países del hemisferio americano y del m u n d o . Por eso sigue
habiendo profetas armados costeños en lucha por la justicia en
las selvas del sur de Bolívar, en San Lucas, en el San J o r g e , en
las praderas del Cesar y en tantos otros sitios que reclaman o
preparan la explosión popular.
Por eso también se encuentran costeños en movimientos
guerrilleros urbanos y rurales de otras partes, a veces como diri-
gentes. Significativo que en éstos los jefes costeños se hayan
distinguido por el uso del cerebro tanto o más que por el del
gatillo, aportando a la guerrilla prácticas variadas que han
estremecido al sistema tanto o más que ningún foco o toma
armada de pueblos. Han sido capaces de entender los proble-
mas de la táctica revolucionaria y articular salidas políticas no
preferidas por líderes del interior formados en la escuela de
Régis Debray, más inclinados a la violencia frontal, exclusiva y
sectaria, contra el sistema dominante. Por estas razones, la
guerrilla colombiana ha adquirido hoy una fisonomía distinta de
la que tenía en años pasados.
Claro que hasta los costeños así comprometidos son capaces
de aplicar la violencia total a la cual les lleva la dosis represiva
de la reacción. Esto también se ha visto a través de la historia.
Porque la espiral de la violencia, al seguir subiendo, va envol-
viendo a todos: a los culpables e inocentes, a los violentos y no
violentos, a los amantes de la paz y a los que quieren la guerra.
.•it'::- :
Wd::!'»-

li h'í ' . ..
^fe
/'i. 1 ?: ...,'-.-' - !
•:: :' Í
:- :
% • : : ' •
•"

'.i'-,-'- .:A. .-'ff f j -ki-.--- -¡ir ' V . 7~"'- '"' "•


% = * W -^:^>Vf •-.- f f : -'-i. --:'-

La violencia en Colombia. (Grabado de Rengifo. 1963).


El segundo factor interviniente en la violencia contemporá-
nea es el armamentismo, es decir, la invención y producción de
armas por gobiernos, particulares e industriales bélicos y su
consiguiente distribución y monopolio en ejércitos profesiona-
les. Para estas instituciones y personas, la guerra ha dejado de
ser un medio para convertirse en un fin, aún m á s , en una forma
peculiar de vivir. Los profesionales e industriales de la guerra
han sufrido grandes transformaciones desde el siglo pasado:
por ejemplo, ya no necesitan demostrar valentía o gallardía
personal, si no una simple disposición mental a tocar botones
automáticos o lejanos gatillos, para producir la destrucción del
enemigo. Esta tendencia a la automatización impersonal permi-
te concebir " e s c e n a r i o s " escalofriantes caracterizados por la
destrucción masiva y total.
Algunos teóricos creen que esta posibilidad de automatiza-
ción bélica (incluyendo el empleo de armas atómicas) es progreso
porque nos acerca al dominio tecnológico sobre la naturaleza.
Las mismas instituciones y empresas que viven de las guerras
se han encargado de propagar la idea de que éstas son saltos
positivos en el desarrollo de la civilización. Nada es más falso, y
un simple estudio de la historia y de la ecología lo demuestra. Se
trata de un mito que busca justificar los negociados y la carrera
armamentista. Esta alienación mortal se expresa en militares
afectuosos en su hogar que no tendrían reparo en oprimir aquel
botón apocalíptico; en empresarios corteses que viven de la
producción de napalm y gases letales; en obreros europeos que
se enfurecen cuando los tanques que fabrican no llegan a su
destino en países pobres; en científicos " n e u t r a l e s " que se
encierran a calcular y diseñar medios técnicos más eficaces de
matar; en universidades que se pelean contratos con ministerios
de guerra y defensa; en angélicos capellanes militares.
"Las guerras empiezan en las mentes de los h o m b r e s " ,
dicen los estatutos de la Unesco. Pero es en la mente de los
hombres, en los reclutas y oficiales jóvenes, y en muchos civiles
donde se siembra la semilla inhumana de la justificación de las
guerras. Es la semilla ideológica de violencia que prolifera
luego en los campos y en las ciudades colombianas, que se lleva
a la Costa caribe como un reto a su ethos tradicional.
Estos factores materiales y míticos, inducidos y promovidos
desde hace mucho tiempo a nivel mundial por los intereses
internacionales del complejo militar-industrial (hoy en el poder
24A ENELRE1N0DELAMANTIS

el 30 de julio de 1978. Así como existe aquí la cultura anfibia de


que hablábamos en la mesa redonda, también se puede desarro-
llar plenamente la guerra anfibia del p u e b l o ' ' . [B]
No hay duda de que ha sido éste un desarrollo canceroso
nacional, como si guerreasen los leucocitos con los fagocitos en
las propias venas de los pueblos. Los leucocitos son los godos:
los azules; los fagocitos son los mochorocos: los rojos. ¿Cómo se
endureció y aceleró por aquí la violencia que, en otras formas,
venía de la colonia? ¿Cómo se crearon las lealtades a nuestros
dos belicosos partidos tradicionales —liberal y conservador— y
por qué terminaron en graves conflictos civiles apelando al uso
de las armas? ¿Y cómo fueron mediados esos conflictos por
nuestra especial manera de ser y actuar como costeños, por
nuestra costeñidad anfibia, alérgica a lo castrense y a la disci-
plina incomprensible?
Hay muchas muestras de tales conflictos por aquí: al sólo
escarbar la historia de la Costa, aparecen los conservadores de
Chambacú en Cartagena enfrentados t e m p r a n a m e n t e con los
liberales de El Pozo; los rojos de Santa Ana a los azules de Piji-
ño; los de Ciénaga a los de Santa Marta; los de Guamal a los de
Mompox; los de Menchiquejo a los de Tamalamequito; los de
San Martín de Loba a los de Papayal. Hasta los caseríos y ciu-
dades costeñas se han dividido también según la política, como
en el propio Mompox los godos del barrio abajo y los liberales
del barrio arriba, separados por una línea imaginaria, muchas
veces infranqueable, que corría por la plaza de la Libertad.
Conviene entender en detalle cómo se realizaban esas guerras,
combates y trifulcas en nuestros playones y barriadas, en las
ciénagas y sabanas con la gente de entonces, para ver si eran
tan endiabladas como ahora, tan crueles como a veces se les
presenta.
Lentamente, por el artritismo de sus piernas chupadas de
sanguijuelas, se nos va acercando don Adolfo Mier Serpa, el
abuelo de Alvaro. Trae en la palma de la mano un insecto muer-
to muy parecido a la " p r o f e t i s a " de los griegos que, por llevar
sus dos páticas delanteras recogidas como en actitud suplicante,
la han llamado también mantis religiosa.
¿Por qué será que ha habido y sigue habiendo tanta violen-
cia por aquí y en el resto del p a í s ? " , pregunta también don
Adolfo. " A pesar de que somos ricos en recursos que, bien ad-
ministrados, darían para todos, no nos cansamos de matar por
su control.
VIOLENCIA Y CAPITALISMO 24B

en países avanzados), tienden a perpetuar y extender las solu-


ciones de violencia. En esto Engels (cap. III) tenía razón: "La
violencia se llama hoy ejército y escuadra de guerra''.
En el caso histórico colombiano, se acogió esta fórmula de
violencia armada a partir del momento en que se introdujo entre
nosotros (a través de Chile) el concepto de ejército territorial
profesional (con servicio militar obligatorio) iniciado por los
prusianos a mediados del siglo pasado. Así se acabaron los
caudillos y militares-civiles formados en el trajín directo de las
guerras incidentales, personas que, mal que bien, al concluir su
función bélica volvían a la civilidad. Los militares profesionales
colombianos que siguieron han sido, en general, respetuosos de
la ideología democrática y se han acogido, con pocas excepcio-
nes, al espíritu civilista tradicional. Por ello han recibido a su
vez el respeto y admiración de la población civil, respeto y admi-
ración puestos en cuarentena sólo cuando los políticos antipa-
triotas que representan intereses personales o de grupo han
pretendido convertir a las fuerzas armadas en ejército de ocupa-
ción nacional.
Al establecerse el ejército profesional en Colombia en esta
forma, se confirió al Estado una función única como agente de
violencia institucional (la misma que Max Weber llamaba "le-
gítima"). Pero (como lo quieren otros teóricos) cuando la violen-
cia legítima institucional no responde a los verdaderos intereses
de las mayorías gobernadas —especialmente las gentes trabaja-
doras y productoras de la riqueza nacional—, ella se convierte
en violencia reaccionaria o autoritaria. Por regla general, ésta
no ha durado sino lo suficiente para provocar la reacción en
contrario. Contra ella se han levantado sucesivamente los pue-
blos desde épocas antiguas, con caudillos o sin ellos, en paros,
guerras, guerrillas y otros movimientos justos que los gobiernos
y ejércitos hoy definen erróneamente como "subversión"
criminal (véase capítulo 6B, tomo I).
La costa caribe no es excepción. Asi ha ocurrido y sigue ocu-
rriendo en la depresión momposina (el último incidente grave
fue el paro cívico de Mompox en agosto de 1977, que precedió
por un mes la conocida explosión de ira popular en Bogotá).
Esta es una de las características históricas importantes que nos
distinguen como colombianos de los países militarizados del
cono sur del hemisferio —característica que ha impedido e
impide el arraigue de golpes de estado dictatoriales o fascistas
en Colombia, aunque quieran intentarse a veces— y que no nos
25A EN EL REINO DE LA MANT1S

•¡HE:

Las dos especies principales de mariapalito de la costa caribe.

"Miren lo que traigo: éste es el ser que más se asemeja a


nuestra situación como país abatido por tanta violencia irracio-
nal. Mírenlo, reducido a un palito demacrado, que por eso le
decimos la mariapalito. Pero observen también que lleva el
gesto hipócrita de santurrona, muy dedicada al Sagrado Cora-
zón de Jesús, como si fuera incapaz de hacer nada malo.
"¡Embustes!", sonríe picaronamente don Adolfo. "La ma-
riapalito es una feroz caníbal que se va comiendo cuanto insecto
encuentra, hasta al macho que la apareó. Además, es carnívora
y, si uno se descuida, lo muerde con sus dientecitos de ametra-
lladora dejando un veneno que sólo se combate aplicándole a la
mordedura una contra de serpiente o barro de puerco. Por des-
cuidarse de esto, se murió mi comadre Regina: una mariapalito
la mordió en el seno y se le fue gangrenando que no hubo ya
forma de salvarla''.
Ramón Pupo, el herrero momposino experto en la poesía de
Candelario Obeso, toma la mantis por una pata y le examina la
cabezoncilla redonda y brillante con sus dos pupilas saltonas
como de soldado marciano. "Está viva todavía la condenada",
explica incrédulo mientras la aplasta contra el suelo con ve-
hemencia.
"¿Y saben qué más hace ese bicho tan endiablado?" con-
dejan convertir tampoco en otra "república bananera" (aunque
estuvimos cerca de ello en varias ocasiones).
Desgraciadamente, al ponerse al servicio del Estado auto-
ritario, bajo la orientación ideológica de aquellos políticos
comprometidos con la situación injusta, las armas y ejércitos se
convierten en factores de descomposición social y en agentes
antipopulares y, por lo mismo, en elementos antipatrióticos. El
"patriotismo", en tales circunstancias ambiguas de política, no
logra disfrazarse con paradas diarias en honor de la bandera
nacional. Como se sugirió antes, este "patriotismo" se contra-
dice con actos que se acercan a cierto tipo de terrorismo estatal,
como son: la ocupación bélica del propio territorio nacional y de
las patrias chicas regionales; la persecución a intelectuales
críticos, labriegos, obreros y líderes sindicales que piensan
distinto o caminan sin las muletas ideológicas del sistema; los
bombardeos y ataques a regiones campesinas y resguardos
indígenas donde la gente se encuentra mayormente inerme, y
cuyos problemas no se resuelven a bala. Así se ha comprobado
en la región estudiada. Por eso resulta difícil ahora equiparar
servicio militar con patriotismo o con la defensa de las fronteras,
como pudo haber sido en otras épocas o circunstancias.
El sostener con las armas un Estado impopular y autoritario
se vuelve así el esfuerzo más violento de que se tenga noticia
nunca, y también de los más costosos. Es el caso actual de
muchos países, entre ellos Colombia. Así, en la Costa atlántica
aparecen cada vez más soldados, lanchas patrulleras y retenes
con ánimo puramente represivo. Eventualmente, esta costosa
fórmula reaccionaria resulta contraproducente y antihistórica,
porque ni paz ni la justicia, y menos aún el progreso, nacen de
las armas. Por fortuna hay en el Ejército Nacional una corriente
de oficiales inteligentes y pundonorosos que piensan así. Saben
que la represión desaforada y terrorista contra una "subver-
sión" mal entendida e interesadamente interpretada lleva más
bien al derrumbe del propio Estado, cuando no por causas
externas, por el peso de su propio lastre, por el prohibitivo costo
social y económico de esa represión infundada, que impide el
desarrollo real de un país y el avance de su pueblo.
Porque la disponibilidad y uso de las armas dependen del
proceso general de producción y del desarrollo económico de la
respectiva sociedad: no es un proceso autónomo ni es descon-
trolado, y tiene su límite. Con excepción del empleo marginal
26A EN EL REINO DE LA MANTIS

tinúa don Adolfo. "Cuando algún animal se lo traga por equivo-


cación —por no distinguirlo en la hojarasca— la víctima se infla
y le empieza a doler la barriga. Así, la mariapalito nunca pierde.
Es tan brava que, poco antes de morir, expulsa de la cola,
envuelta en mierda, una culebra viva que la castrea y le hace el
amor. Díganme si la mantis mariapalito no es como la personifi-
cación de la maldad, de la violencia misma que devora a sus
amantes y a sus propios hijos y que renace en cada muerte". [D]
¡Una santurrona violenta! ¿Será esto Colombia? ¿Podemos
llamar progreso a esas transformaciones sucesivas de mariapa-
lito en culebra y de serpiente en mantis que no logran romper la
endemoniada espiral de la violencia heredada del siglo pasado?
Porque, aunque nos hemos desarrollado materialmente (podría
ser mucho más, en vista de nuestras riquezas), no ha habido
una real prosperidad económica ni mayor justicia social ni certi-
tud política desde entonces. Lo peor es que esa espiral violenta
parece irse acelerando. Y que mientras más capitalistas y ricos,
más violentos nos volvemos. [C]
"La violencia va subiendo", sostiene don Adolfo. "Miren
que mi abuelo Adolfo —el tatarabuelo de Alvaro— pudo huir al
principio de las persecuciones de! doctor Pantaleón Germán
Ribón en las Tierras de Loba (de las que éste se creía dueño)
como también se escapó de las guerras civiles. Logró refugiarse
en la medicina popular, la minería y la música. Pero ya de la
Guerra de los Mil Días (1899-1901) no se pudo escurrir. Tuvo que
aceptar que a su hijo Pablo Emilio lo reclutaran como alférez en
El Banco y, por eso, se vieron ambos envueltos en el terrible
combate fluvial de Los Obispos. Mi abuelo, que vivía entonces
en Puerto Nacional, atendió en su casa a los heridos de ese
combate, que le llegaron en el vapor "Colombia". Finalmente
el viejo, dejando otra vez el río de las guerras, se vino adentro, a
San Martín de Loba. Pero aquí poco después lo machetearon a
muerte unos liberales de Papayal que vinieron a atacarnos''.
La "niña" Benita Vidales, la de la pepa'e erica, se acerca al
grupo saltando. Desde cuando los jóvenes estudiantes del Cole-
gio Cooperativo le fueron a consultar sobre la historia del pue-
blo, se siente crecida y orgullosa. "Ya moriré tranquila", dice,
aunque nadie en el pueblo espera que esto vaya a ocurrir pronto.
Las últimas palabras de don Adolfo Mier, escuchadas desde la
cerca de su casa, le animan a hacer una rectificación:
"Señor Adolfo, recuerde que los conservadores de aquí
fueron primero a Papayal a atacar a los de allá. Era una guerra
VIOLENCIA Y CAPITALISMO 2bB

generado por las industrias bélicas y servicios conexos, la


violencia militar institucional no crea riqueza, antes gasta y
aprovecha la que existe, para fines no productivos e impide que
estos recursos se dirijan a resolver los problemas fundamen-
tales del desequilibrio ecológico, la pobreza, el hambre, la
enfermedad y la ignorancia que están en las raíces de la llamada
"subversión". Otra cosa sería si, con esos mismos dineros que
se gastan en armas y ejércitos, se hiciera la guerra a estos pro-
blemas seculares. A la corta o a la larga, la humanidad no podrá
negarse a confrontarlos con todo lo que puede porque irá en ello
su propia supervivencia.
De allí que pueda decirse que la violencia autoritaria y el
militarismo antipopular y antidemocrático llevan en sí el ger-
men de su propia desaparición, que puede ser cuando su gigan-
tismo los haga insoportables hasta para aquellos que se benefi-
cian de la reacción y el belicismo.

El fomento del negocio de las armas y la violencia reaccio-


[C] naria en Colombia y en la Costa han corrido parejos con la
expansión capitalista mundial. El capital va necesitando
y exigiendo la protección de las armas cuando sus fórmulas de
control político (inspiradas en el liberalismo clásico) le fallan
sucesivamente. Así, en la historia de la Costa se observa que la
violencia misma de los conflictos civiles se ha ido incrementan-
do en ferocidad, desde las tragicómicas y ceremoniosas aventu-
ras de los caudillos de principios y mediados del siglo XIX,
cuando aún seguía dominando el modo de producción señorial,
hasta la ofensiva de los terratenientes contra los ocupantes de
las Tierras de Loba en 1881; la destructiva explosión de la Gue-
rra de los Mil Días (1899-1901) —con un segundo pico, más
agudo, en la violencia de 1947 a 1958—; la intervención nortea-
mericana en Loba por el dominio de la tierra (1913-1922); y la
formación de ligas campesinas, sindicatos agrarios y comités
de Usuarios Campesinos, capítulos que veremos en sucesivas
entregas de esta serie. Las últimas organizaciones mencionadas
son ya expresiones regionales claramente vinculadas a la expan-
sión del capital en el país. Y su establecimiento ha llenado cár-
celes y cementerios en todas partes. (Cf. Fernando Guillen
Martínez, El poder político en Colombia, Bogotá, 1979, 366).
Además, la expansión capitalista ha producido un tipo de
violencia patológica —especialmente en las ciudades— que se
expresa en escuadrones sueltos de la muerte, "pájaros" (mato-
27A EN EL REINO DE LA MANTIS

de nunca acabar. Claro que el abuelo suyo no tenía que ver con
esa pelea, que de pronto al que buscaban aquí era al coronel
Falencia, el de las cincuenta mujeres, que peleó en El Banco a
órdenes del general Mayorca. Eso era todos contra todos. El
general Mayorca se soplaba con un pañuelo cada vez que pasa-
ba frente a la casa de un liberal, para decirle hediondo. De allí
le provino después que las narices se le fueron estirando y se le
volvieron como una trompa de elefante que goteaba sin cesar.
Tuvieron que ponerle una palangana al pie. ¡Qué tiempos esos!
Se sentía el odio en el aire..
"Como después, cuando llegó Mister Cannon y la compañía
americana para sacarnos de nuestras tierras, hacia 1920. Mi
padre y muchos otros lobanos se organizaron y lucharon contra
C a n n o n " , recuerda don Adolfo meciéndose en la hamaca, luego
de despedir gentilmente a un vecino que venía a peluquearse.
" P e r o fue peor durante la Violencia grande que siguió a la
m u e r t e de Gaitán en 1948. Por aquí pasó un cabo de apellido
Lozano que quiso sembrarnos la semilla de la maldad por órde-
nes que traía de los mandones cachacos de Bogotá. F u e mucho
el daño que hizo cuando la elección de Laureano Gómez para
presidente, tanto que al fin hubo protesta de conservadores y
liberales y al fin Lozano se fue del p u e b l o " .
" E s a fue, sin duda, una solución c o s t e ñ a " , observa Mura-
llas. " P e r o no dejaron de quedar los retoños de esa mala semi-
lla. Un conflicto violento resultó por aquí cerca, a causa del
asesinato de Gaitán, Hubo casi guerra entre Pinillos (liberal) y
Palomino (conservador). Se metieron entonces los hacendados
de allí para aprovechar y quedarse con los playones de los ríos.
Nos opusimos los campesinos, que organizamos ligas y sindica-
tos para defendernos. La tierra, antes libre y común, empezó a
ensangrentarse por la lucha contra los que pretendían monopo-
lizarla. Ni la llegada del Instituto Colombiano de la Reforma
Agraria (Incora) resolvió el problema del monopolio de la tierra.
Los ricos querían hacerse más ricos y explotar cada vez más a
los pobres. Respondimos al fin con los Usuarios Campesinos,
formando comités, fundando cooperativas y baluartes, y recu-
peramos algunas tierras. Pero entonces llegaron las tropas a
sacarnos a la fuerza, pues se pusieron de parte de los ricos. Les
hicimos frente a como dio lugar. La situación sigue así, en ten-
sión violenta, sin resolverse quién sabe hasta cuándo..
Mucho depende de los que retienen el poder, trato de expli-
VIOLENCIA Y CAPITALISMO 27B

nes a sueldo y a traición), pandillas juveniles armadas, motoci-


clistas de cruz gamada, secuestradores, atracadores y extorsio-
nadores varios, todo de manera e intensidad sólo experimenta-
das antes en la Edad Media. (E. J. Hobsbawm, Revolutionari.es,
Londres, 1973, 209-215). De modo que no sólo se crea violencia
política (de partidos y naciones), sino violencia individualizada,
atomizada y alienada a nivel personal y grupal, aparentemente
inmotivada.
No es difícil explicar teóricamente el desarrollo de la violen-
cia capitalista y de sus acompañantes patológicos o aparen-
temente inmotivados, así en la ciudad como en el campo. El
empeoramiento observado en este sentido en la región mompo-
sina y en Colombia —como en el resto del mundo— ocurre por
dos tipos de contradicciones que van incorporadas a los proce-
sos de acumulación de capital: la competencia por la posición
de clase y la competencia por el consumo. (Cf. William J.
Chambliss, "Toward a Political Economy of Crime", Theory
andSociety, II, No. 2, 1975, 149-170). Estos dos tipos de compe-
tencia enardecen la agresividad —como en los financistas y
empresarios, en la mafia y las pandillas, y en algunos políticos
ambiciosos—, estimulan el egoísmo y el afán de lucro, y llevan
a aplicar indiscriminadamente tácticas maquiavélicas o inmora-
les en el manejo de la cosa pública. De allí la perplejidad de
líderes cívicos colombianos alimentados en la tradición liberal,
por ejemplo, que encuentran rotos los niveles morales del
control social y destruidas las formas de explicación de la violen-
cia actual, y sólo hallan factible, como solución, resucitar los
métodos de terrorismo estatal que los mismos liberales habían
proscrito y grandemente eliminado en el siglo pasado.
Por eso, al extenderse por la región costeña, el capitalismo
ha llevado a la gente a abandonar parcialmente su tradición no
violenta para conformar, ahora sí, una jungla de pasiones
desenfrenadas. De allí la guerra de la mariguana en la Guajira,
la violencia urbana de Barranquilla, la mafia en alza en Santa
Marta y la incipiente contaminación criminal de sitios aislados,
como Mompox. Además de los ya frecuentes casos de corrup-
ción administrativa y sevicia que llevan allí a la violencia
patológica, la persecución ideológica, la tortura y los campos de
concentración.
Tales conflictos y contradicciones del capitalismo liberal
contemporáneo implican una situación creciente de desequili-
28A EN EL REINO DE LA MANTIS

car con el fin de volver la atención del grupo hacia el tema cen-
tral del nuevo encuentro. Todo lo que aquí se ha dicho lo estu-
diaremos a fondo más adelante, si nos lo proponemos.
El juez Cifuentes también lo entiende así: ' 'Para responder a
estas inquietudes sobre la violencia y la costeñidad tenemos que
estudiar el aspecto político de nuestra historia local. Hagamos
como cuando analizamos el señorío: comencemos por el princi-
pio. Algo importante ocurrió en 1810: se quebraron las formas
usuales del poder y se creó un vacío en el estado que no pudo
llenarse sino con una clase política que tomó el lugar de los
burócratas peninsulares y de los nobles. Esta nueva clase polí-
tica era la de los gamonales de pueblo y caudillos regionales.
¿Quiénes fueron los gamonales que suplantaron en la provincia
de Cartagena de Indias y en Mompox a los antiguos gobernado-
res y sus agentes? ¿Qué representaban esos caudillos y cómo
surgieron a la vida pública ?".
Todas nuestras miradas se dirigen entonces a los más ancia-
nos: la niña Benita y don Adolfo. " S i g a n a la cocina antes de
que vuelvan las mantis mariapalitos", replica don Adolfo, "y
les cuento lo que refería mi abuelo Adolfo a mi padre Pablo
Emilio, que éste a su vez me repetía cuando yo ya estaba en
capacidad de entender las cosas. En esto me podrá ayudar
Benita, pues ya se le dio por creerse profesora. Claro que mi
abuelo no fue gamonal, ni general, ni cabo, sino, como dije,
simple curandero, músico y minero. Pero su vida ocupó casi
todo el siglo pasado, vio las guerras civiles y sintió sus efectos, y
conoció al principal caudillo costeño de esa época, el general
Juan José Nieto".
Nieto, ¿el que fue presidente del Estado Soberano de Boli-

Adolfo Mier Serpa, nieto del músico, minero y curandero Adolfo


Mier Arias, en San Martín de Loba (1981).
VIOI.EM IA V CAPITALISMO 2*B

brio interno de recursos (problemas de distribución de riqueza)


que no puede sostenerse sino sobreexplotando a la clase traba-
jadora de la región. Esta condición política de sobreexplotación
genera la violencia estructural, aquella que se expresa en la
pobreza, el hambre, la ignorancia y la enfermedad de las
mayorías nacionales y regionales, como se palpa en las laderas
y caseríos miserables de la depresión momposina y de la Costa,
y en todas las ciudades del Caribe. Es la misma condición que
lleva a la justificada revolución social y política violenta en
busca de alternativas a d e c u a d a s , a u n q u e los personeros del
sistema dominante, hipócritamente, nieguen que aquella pueda
ser justa.
Algunos caudillos del pasado, como J u a n J o s é Nieto en la
Costa, lucharon a su manera contra esta violencia estructural,
a la cual llamaron " t i r a n í a " . Aquí estudiaremos en detalle cómo
se luchaba en esa época contra los defectos y fallas estructurales
de la formación social. Hoy aparecen otras clases de dirigentes
populares —como lo exige el proceso histórico-natural que
sigue su marcha inevitable— de quienes se requiere mayor
claridad ideológica y mayor eficacia en la conducción de las
masas que son víctimas del capitalismo r a m p a n t e (capítulo 6B).

En la cultura anfibia que estudiamos en el tomo anterior


[D] se destacó el mito del hombre-caimán como personifica-
ción global de la misma. En el presente trabajo, por razón
del foco conceptual de la nueva investigación, surge otro ele-
mento popular mítico en la superestructura ideológica: el de la
mariapalito (ponemesa) o mantis religiosa, como símbolo de la
violencia.

San Martín de Loba. Casa de Adolfo Mier Serpa, sitio de la dis-


cusión sobre violencia y capitalismo en la costa.
29A EN EL REINO DE LA MANTIS

var?, pregunto curioso. "El mismo", contesta don Adolfo. "Se


conoció con mi abuelo porque ambos eran masones. Y por allí
creció el respeto y admiración que éste le tenía al general".
¿Cómo sería ese general y caudillo costeño? Intrigante
pregunta. ¿Sería sanguinario como el mascachochas Mosquera,
cruel como Morillo, en fin, violento y disciplinado, o más bien
dejao como el coronel Obeso de Mompox y jovial como los gene-
rales loriqueros Lugo y Zarante?
El trabajo investigativo sobre este asunto me parece compli-
cado, informo a mi vez. Que sepa, casi no hay nada escrito sobre
Nieto, y habrá que comenzar por revisar el gran archivo de baúl
que el coronel antioqueño Anselmo Pineda, contemporáneo de
Nieto, formó y conservó y tuvo la generosidad patriótica de
donar a la Biblioteca Nacional. Y habrá que visitar la región,
entrevistar ancianos lúcidos e intelectuales e historiadores
amantes de lo propio, y buscar en los otros archivos de baúl que
quedan vivos por ahí.
"No parece mala idea", sentencia el juez Cifuentes. "Así
veremos la historia política regional doblemente, por arriba con
los caudillos y por abajo con las masas populares. Esto nos
permitirá también comparar a los gamonales de ayer con los de
hoy. Lo cual es útil: en efecto, un departamento del Río sin jefes
adecuados tampoco resultaría; y nuestros dirigentes han sido y
siguen siendo muy especiales'',
Este puede ser el comienzo de la nueva tarea del grupo de
trabajo de Loba, que habremos de ampliar con compañeros de
Bogotá, Cartagena, Mompox y otras partes de la región, según
las necesidades que experimentemos. Procedamos entonces a
organizamos para obtener la información necesaria.
Don Adolfo nos impulsa en esta convocatoria, y anticipa la
presentación del informe sobre el caudillo costeño: "Si ustedes
averiguan lo de Juan José Nieto, como dicen, yo les voy contan-
do, al mismo tiempo, lo del tatarabuelo de Alvaro: mi abuelo''.
Y así lo hicimos.
VIOLENCIA Y CAPITALISMO 29B

En la Costa colombiana, la mariapalito tiene dos variedades:


la del insecto delgado como un palito seco (de allí su nombre
común), de color marrón, que puede mimetizarse con ramas y
hojarascas, clasificable entre los fasmópteros originarios de
España y la Europa mediterránea; y la del insecto un poco más
grande de color verde, también capaz de mimetismo, que desa-
rrolla alas y una cola medio abultada, clasificable entre los
mantoides de probable origen asiático, que es la mantis propia-
mente dicha. Tiene hábitos diurnos o nocturnos según la espe-
cie. Cuando no se reproduce sola (por partenogénesis), la
hembra devora al macho después del apareamiento. Aunque
come hojas, este canibalismo la lleva a comerse también otros
insectos que no alcanzan a distinguirla.
El pueblo riberano de la depresión momposina le ha añadido
elementos míticos a la mariapalito, todos los cuales se relacio-
nan con la crueldad, la maldad y la violencia. Se cree que de la
mariapalito verde sale una culebra que luego la envuelve para
copular con ella (como hace la iguana con la serpiente); que es
venenosa y muerde a hombres y animales. A primera vista no
se le teme mucho, quizás por su pequenez, pero la mariapalito
no deja de producir rechazo y tensión dondequiera que aparece.
Ha llevado incluso a desarrollar una serie de conjuros para
evitar su acción malévola, como los que reza el general Carmona
en Mompox (capítulo 2A). Esta es apenas una de las variaciones
de conjuros contra la mariapalito existentes en la región.
De manera coincidente —y esta coincidencia no deja de
tener significación— el maestro caucano Luis Ángel Rengifo
también concibió la violencia desatada en Colombia entre 1947 y
1958 como una mantis con garras, a veces bicéfala. Así lo expre-
só en una serie de trece extraordinarios grabados hechos por él
en 1963 (con textos del Popol Vuh) cuando era profesor de bellas
artes en la Universidad Nacional. De ellos he tomado dos con el
fin de ilustrar el planteamiento del presente tomo.
EL TATARABUELO A LA SOMBRA DEL CAUDILLO
1. El político y el pueblo 32A
2. Con el Supremo Carmena: el desastre de Tescua 62A
3. Fundación de Palomino y Pinillos 77A
4. El II.-. P.-. H.-. y la revolución del medio siglo 90A
5. Con el general Meló: la contrarrevolución 117A
6. El caudillo 136A
7. Apogeo y muerte de Nieto 162A
EL CAUDILLISMO COSTEÑO A MEDIADOS DEL SIGLO XIX
1. Ideología política y cultura popular 32B
2. Facciones y partidos 62B
3. Hacia la formación social nacional: el modo de
producción campesino 77B
4. Hacia la formación social nacional: la superestructura
dependiente 90B
5. Elementos de la contrarrevolución 117B
6. Teoría del caudillismo 136B
7. Semblanza del anticaudillo 162B
1. EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

Puyando la burra con un garabato, sentado entre dos agua-


deras de bejuco y con las piernas cruzadas sobre la nuca del
animal, Juan José se acerca a Baranoa por el camino medio
empedrado de Cibarco que, en dirección al norte, lleva al pueblo
de indios de Tubará y a la bella bahía de Puerto Caimán. El
muchacho va dejando atrás las suaves hondonadas sombreadas
de trupillos espinosos y pequeños campos de maíces y algodón
que los mayores habían arrancado hacía poco al monte virgen a
punta de fuego, machete y ron. [D]
De los matarratones rosados de flor, salen a atacarle de vez
en cuando las abejas que le revolotean por el sombrero alón de
palma de cuba, medio ralo, que su madre Benedicta Gil le había
trenzado con materiales comprados en el mercado de San Nico-
lás de Barranquilla, el principal del partido de Tierradentro.
Doña Benedicta era oriunda de Tubará, ella misma mestiza,
mas había pasado a vivir en Baranoa junto a su esposo, el espa-
ñol Tomás Nicolás Nieto, éste recién llegado del cercano caserío
blanco de Juan de Acosta.
Juan José era un niño fornido, de piel cetrina clara (o trigue-
ña oscura), ojos zarcos verdosos, nariz recta y amplia, labios
finos, cejas arqueadas y cabello negro medio rizado. No pueden
explicarse estas características tan dispares (si se juzga de
manera biológica) sino en un individuo mestizo o de la raza
"cósmica" triétnica, compuesta de mezclas variables de blanco,
indio y negro, que ha llegado a caracterizar a los costeños
colombianos. Juan José tenía facciones atrayentes y hermosas,
lo cual le facilitaría, más adelante, el ascenso en la vida y su
1. IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR

Las vidas paralelas de Juan José Nieto (futuro caudillo del


Estado Soberano de Bolívar) y Adolfo Mier (futuro músico,
curandero y minero de Mompox, El Carmen y Loba), vidas que
responden a unos mismos procesos históricos entre 1804 y 1840,
reflejan un periodo crítico en el nacimiento de la formación so-
cial nacional que suplantará la colonial: el de los primeros con-
flictos civiles internos. Esta violencia encubre, al mismo tiempo,
algunos experimentos democráticos e intentos de articulación
con el mercado europeo encabezado por Inglaterra y Francia.
Nieto y Mier eran, ambos, jóvenes de origen popular. No
pertenecían a clases señoriales, sino a familias pobres libres
establecidas en diferentes subregiones de la Costa atlántica.
Naturalmente, tomaron cursos distintos: Nieto, por circunstan-
cias locales y personales, subió de posición social, se politizó en
las corrientes liberales y se preocupó por problemas de Estado y
gobierno que constituyen porción importante de la superestruc-
tura de una sociedad. Mier, como miembro del "pueblo"
común, reaccionó con sencillez ante los acontecimientos diarios,
y se aferró a lo conocido, a la patria chica y la cultura popular,
para defenderse y defenderlas de peligros de destrucción, esca-
pándose a bolsones territoriales donde ellas pudieran preservar-
se o extenderse.
Estos son apenas dos ejemplos de un proceso ideológico muy
frecuente y observado, que entre nosotros tiene como punto de
partida la revolución contra España y se acelera al término de la
Gran Colombia: la divergencia entre las clases dirigentes politi-
zadas del nuevo experimento democrático, y el pueblo de base
33A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

goce, pues no habría muchacha parda o blanca, ni señorita


hidalga que no le dirigiera miradas furtivas en las mojigangas
de las fiestas.
Tanto la parentela de Nieto como la de Gil eran pobres. En
ninguna de las dos figuraban poderosos señores ni funcionarios
virreinales. Pero tampoco ninguno de sus miembros estaba
sujeto a esclavitud ni servidumbre. Eran mestizos, mulatos,
zambos, tercerones, cuarterones, quinterones, tentes-en-el-aire
y blancos libres que, como sus descendientes en el mismo vecin-
dario hoy —donde no existe el latifundio— vivían principalmen-
te de la agricultura. Habían hecho rozas y fincas pequeñas de
algodón, caña, millo, yuca y pastos en Cibarco y Sierra Honda,
no lejos de las Tierras de San Blas, propiedad antigua de des-
cendientes de don Andrés de Madariaga, conde d e Pestagua.
Sin embargo, en sus otros ratos los Nieto Gil —como todavía
hoy— se d e s e m p e ñ a b a n como curanderos, parteros y albañiles;
o se dedicaban a fabricar el ron " ñ e q u e " en burdos alambiques
tolerados a regañadientes por las lejanas autoridades de la go-
bernación de Cartagena.
Don Tomás Nicolás y doña Benedicta vivían con sus hijos
J u a n J o s é , J o s é Manuel, Bartola, Librada y Francisca (Pacha)
en una casita de techo de palma situada diagonalmente a la
iglesia, donde hoy está la Escuela Industrial de Baranoa. Ade-
más d e curandero, partero y albañil, don Tomás Nicolás fabri-
caba mechas de algodón en grandes bolas que salía a vender en
muía en los pueblos cercanos de T u b a r á , Saco y la Chorrera,
donde sus habitantes empleaban las mechas para fabricar a su
vez velas de sebo y colocarlas en veleros de latón. Cada varios
meses don Tomás y su esposa hacían también un viaje especial
a Cartagena con la misma mercancía (y con sombreros trenza-
dos por doña Benedicta), para lo cual tomaban el camino de
Cibarco y se embarcaban en bote o goleta en Puerto Caimán. A
raíz de este oficio, a don Tomás lo apodaron "el general Me-
c h a " : no se escapó de la respetable costumbre costeña del
sobrenombre.
En uno de esos viajes, con Benedicta encinta, al pasar por
la Loma del Muerto a un lado de Cibarco, en vía a Tubará, había
nacido de pronto J u a n J o s é , al pie de un árbol frondoso de mata-
rratón, el 24 de junio de 1804. No hubo peligro en el parto. Don
Tomás asistió a su esposa y él mismo cortó el ombligo con su
macoca. Tanto la madre como el recién nacido recibieron luego
cariñosos cuidados de los parientes tubareños de Benedicta que
Baranoa. A la derecha, al fondo, se encontraba la casa de la familia
Nieto Gil.

q u e no habla el mismo idioma político o que tiene otros tipos de


preocupación vital. Son corrientes ideológicas que van en dife-
rentes direcciones, a veces paralelas, a veces opuestas, muy
rara vez en convergencia, para crear un abismo en la comunica-
ción social entre las clases sociales y dos vivencias o mundos
culturales propios que tendrán poco qué ver el uno con el otro,
excepto para propiciar fórmulas compartidas de supervivencia
física; las que se basan en representaciones colectivas que las
clases dominantes imponen a las inferiores para legitimar la
explotación económica y la manipulación política, entre ellas las
del partidismo, el clericalismo y la tenencia hacendil.
Este proceso de divergencia ideológica interna en la forma-
ción social colombiana no ha pasado inadvertido en la política
activa. Algunos de los dirigentes más importantes han tomado
nota de las diferencias y las han utilizado para impulsar sus
respectivos movimientos. J o r g e Eliécer Gaitán, por ejemplo, se
refirió a ella cuando hablaba del abismo que separa al "país
nacional" del ' 'país político". Camilo Torres Restrepo demostró
diferencias profundas en el uso de los mismos conceptos claves
entre los grupos políticos dirigentes y las clases populares.
34A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

les esperaban en el poblado vecino. Mientras el marido seguía


al puerto para viajar a Cartagena, la esposa se repuso y regresó
a Baranoa, donde Juan José creció como cualquier otro mucha-
cho del pueblo.
Algo especial en el niño Juan José, que lo distinguía de los
rústicos alarbes de Tierradentro, era su fascinación por los li-
bros. Así como aprendió solo a hacer mechas, socolar bien el
monte y cortar pita sin picarse el talón, también aprendió solo a
leer y escribir. Para ello se sirvió de los repujados novenarios
pequeños de letras doradas que le prestaba Teodoro, el mayor-
domo del conde don Andrés. Y con el fin secreto de aprovechar
la corta biblioteca parroquial, aceptó servir de monaguillo al
cura del pueblo, don Antonio Roso, quien le había observado la
chispa del ingenio. Además, aceptó cuidar de la imagen de
madera de Santa Ana, la "vieja" milagrosa a quien se había
dedicado el pueblo por los blancos que acabaron con los indios
del lugar.
La situación general de Tierradentro no era fácil en esos
días. Cartagena se había declarado independiente de España en
1811, pero Santa Marta no y, en medio de estas dos ciudades,
Baranoa se debatía aún entre realistas y patriotas. El pasajero
triunfo de la Junta Suprema de Cartagena convenció a la mayo-
ría del pueblo por la revolución, incluyendo al párroco, quien
alcanzó a organizar una escuela primaria en la que entró Juan
José; pero había una espera tensa causada por las noticias que
llegaban de Venezuela de que venía tropa española suficiente
para reconquistar las colonias americanas.
En efecto, en abril de 1815 se presentó la tropa española
como una tromba al mando del general Pablo Morillo, quien
ocupó a Barranquilla y Soledad y procedió a controlar el río
Magdalena.
En julio llegó a Barranquilla la vanguardia venezolana del
Ejército Pacificador con el brigadier Francisco Tomás Morales
a la cabeza —el famoso "terror de los malvados americanos" —
con órdenes del general Morillo de seguir a Cartagena para
abatirla por tierra. Malambo, Baranoa y Sabanalarga quedaban
en la ruta de Morales. En Malambo se acababa de realizar un
fuerte encuentro, con muchos muertos.
Juan José nunca había visto al cura Antonio tan nervioso. De
detrás de la sacristía éste sacó algunos libros y folletos envuel-
tos en cáñamo y se los entregó al monaguillo para que los escon-
diera en la choza de Cibarco. Mal que bien, esto constituyó una
Cibarco. Tipo de casa campesina en la cual creció el general Nieto.

Mompox. El Colegio-Universidad de San Pedro Apóstol, hoy Colegio


Pinillos. usado como cuartel en 1840.
35A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

revelación para el joven, porque entre tales folletos iba uno que
serviría para fundamentar su futuro credo político, y tendría
tiempo más que suficiente para aprendérselo de memoria hasta
cuando se fueran los españoles: ese folleto era el Catecismo o
instrucción popular escrito por Juan Fernández de Sotomayor y
Picón, el cura rebelde de Mompox. [A]
Publicado en la imprenta gubernamental de Cartagena en
1814, el Catecismo hacía una fuerte justificación de la revuelta
patriota e incitaba a los párrocos a "llenar dignamente nuestro
ministerio declarándonos enemigos de la tiranía que nos ha
hecho gemir tres siglos, y hacer conocer a los pueblos la justicia
de nuestra revolución".
"Pregunta: ¿De quién dependía la América antes de la revo-
lución de España?
"Respuesta: De sus reyes.
"P. ¿Esta sumisión o dependencia tenía algún fundamento
en justicia?
1
'R. Ninguno tuvo en su principio.
"P. ¿Qué títulos se han alegado para mantener esta depen-
dencia?
"R. Tres: a saber, la donación de! papa, la conquista, y la
propagación de la religión cristiana''.
Y Juan José repetía a media voz las respuestas y recitaba los
alegatos de Sotomayor en contra de los tres falsos títulos adu-
cidos para mantener los vínculos con España, disimulando los
labios al paso de la tropa de Morales, escondiéndose entre los
algodoneros y cañas de don Tomás, y suspirando por un cambio
de fortuna.
Seis años habrá de esperar el futuro caudillo para ver por
fin la libertad completa de los nuevos cantones de Barlovento
(antes Tierradentro). Mientras tanto, Tomás Nicolás decidió
mudar a todos por un tiempo a Tubará, donde estaban más al
resguardo de tropas invasoras y más cerca del mar. En Tubará,
Juan José conoció a la familia de Francisco Mauri, catalán casa-
do con india tubareña, con la cual el joven descubrió las culturas
europeas distintas de la española.
Al cabo de un tiempo, los Nieto Gil salieron de Tubará por
Puerto Caimán en goleta para Cartagena, donde se establecie-
ron. Aquí Juan José tuvo por fin la oportunidad de redondear su
educación como mejor pudo, ver otros medios y hacer amistades
en círculos más amplios.
Por una parte, cultivó otras familias catalanas e italianas
IDEOLOGÍA POLÍTICAS CULTURA POPULAR 35B

El problema sigue vivo, porque la mayoría de los políticos


colombianos se aterran al pensar que esa distancia entre pueblo
y dirigentes pueda algún día llenarse, y esto condiciona y limita
la acción partidista en el país. Las explicaciones del fenómeno
son aún insatisfactorias. Una de las más imaginativas se debe a
la pluma del profesor Luis López de Mesa cuando escribió que,
por el hecho de que "el centro de gravedad cultural de la socie-
dad colombiana está muy alto y es, por lo mismo, inestable", la
sociedad zozobra con frecuencia, no es capaz de superar las
crisis que experimenta y lleva al caos en que las minorías iletra-
das rompen los baluartes éticos (Escrutinio sociológico de la
historia colombiana, Bogotá, 1955, 168, 244, 249).
La explicación de López de Mesa no satisface, puesto que
—para usar el mismo símil del profesor— el peso del lastre
producido por las clases inferiores iletradas (que no es lo mismo
que ignorantes o faltas de ética) debería ser factor suficiente de
estabilidad para toda la sociedad. El punto de apoyo externo y
superior de nuestra nacionalidad (que menciona también López
de Mesa) ha sido precisamente causa de confusión moral e
inseguridad en la determinación y manejo de lo propio, fuente

Juan Fernández de Sotomayor y Picón, el cura rebelde y masón de


Mompox, después obispo de Cartagena.
36A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

establecidas de tiempo atrás en la ciudad. De ellas aprendió


más de Europa y su cultura, especialmente de Francia. Todo lo
francés fascinó a J u a n J o s é : trató de a p r e n d e r el idioma y se
puso a leer clásicos como C o m e d i e , Racine, Moliere, Boileau y
Fenelon que le facilitaban los catalanes. Esta admiración por lo
galo persistirá hasta su m u e r t e , y llegará al climax durante la
revolución socialista de 1848, que tantos efectos tuvo en la Nue-
va Granada y en la propia vida del joven.
Por otra parte, J u a n J o s é supo aprovechar la amplitud ra-
diante y fiestera de la ciudad de Cartagena que era, como hoy,
muy dada a los bailes. Medio entrón y medio " l i s o " , ayudado
por su buena presencia, el joven se hizo amigo de la distinguida
familia de los Madariaga y López Tagle. Esta familia estaba
vinculada al mayorazgo de Pestagua —el de Salamanca,Polo-
nuevo y Baranoa— pero tenía francas lealtades con la causa
patriota. Y a través de los López Tagle, el joven pudo también
conocer a otra familia patriota notable: la del doctor Ignacio
Caveto y Cárdenas, mexicano de nacimiento y funcionario
secundario del virreinato en Cartagena, cuyas siete hijas, exper-
tas en hacer tejidos finos y calzonarias (después, dos de ellas
fueron finas panaderas), eran primas de los López Tagle por el
lado de la m a d r e , María Teresa Leguina de Cavero, a su vez
pariente de los pudientes García del Fierro.
Los Caveros eran doblemente importantes: doña María
Teresa había heredado una regular fortuna del mayorazgo
paterno, y había invertido su capital en un almacén de géneros
de Castilla organizado en el primer piso d e su casa d e la calle d e
la Iglesia en Cartagena. El doctor Cavero había sido primero
administrador de carrera de la Real Aduana y luego presidente
de la J u n t a Suprema de Cartagena que había proclamado la
independencia en 1811.
Ambos, por supuesto, fueron perseguidos por el Pacificador
Morillo: con confiscación de la tienda y con destierro y pérdida
del empleo de la aduana. Cavero tuvo a d e m á s la desgracia de
perder mucho dinero cuando organizó y financió desde Kings-
ton, en 1819, una expedición fallida para retomar a Portobelo,
que confió a un general irlandés irresponsable y medio loco,
Gregory MacGregor. Pero las armas de la república empezaban
a ganar ya la iniciativa frente a los españoles, y los Caveros no
habían perdido la esperanza de retomar el hilo de sus existen-
cias en la semidestruida Ciudad Heroica.
El joven Nieto estableció así, con estas familias, relaciones
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 36B

de crisis políticas motivadas por la incongruencia de institucio-


nes europeas adoptadas en Colombia, y desastres económicos
que no es del caso documentar aquí. Por el contrario: la inesta-
bilidad social nuestra ha podido residir en el excesivo peso espe-
cífico que se han dado, irresponsablemente, las clases altas y
educadas.
Conviene, pues, registrar el hecho real de la divergencia
ideológica entre las élites educadas y explotadoras, dadas a
proyectos ideales o utópicos y esquemas políticos extranjeri-
zantes, por una parte; y el pueblo raso por otra, que ha venido
creando su propia cultura mediante el trabajo y la producción,
tratando de defenderla de intrusiones foráneas y elitistas. Esta
divergencia es un ingrediente actual o potencial de la violencia
general que nos afecta como pueblo.
Históricamente, las élites políticas tienden a ser utópicas;
las bases, realistas e inmediatistas. Siguiendo a Karl Mann-
heim, por utopia entendemos aquellas "orientaciones que tras-
cienden la realidad cuando, al pasar al plano de la práctica,
tienden a destruir [...] el orden de cosas existente en una
determinada época". (Ideología y utopía, México, 1941, 169).
En el caso colombiano y costeño, estas orientaciones utópicas no
han aparecido porque sí, sino porque en la formación social
existente surgen "ideas y valores que contienen [...] las tenden-
cias no realizadas que representan las necesidades de la épo-
ca". No obstante, se sabe que la utopía no ejerce un dominio
total sobre la formación en transición, ya que deja por fuera
grupos y clases sociales que no participan de la específica inter-
pretación de la utopía que eventualmente se imponga; ni tampo-
co la utopía se cumple en toda su extensión, sino que se ' 'decan-
ta", esto es, desarrolla sus esquemas sólo parcialmente dejando
residuos ideológicos que se asimilan en la formación social que
nace.
Veamos, pues, cómo se expresa esta dialéctica política entre
las clases altas y las bajas, en los casos de Nieto y Mier, que
tienen como teatro inicial de sus divergencias los conflictos de
la depresión momposina, la costa de Barlovento y la ciudad de
Cartagena.

La personalidad de dirigente político y caudillo de Juan


[Al J o s é Nieto llevará la impronta de sus primeros años. El
era, naturalmente, producto de su cultura y su región:
según testimonios de contemporáneos, era un joven alérgico al
37A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

de amistad que se convertirían finalmente en eficaces vínculos


matrimoniales, políticos y de subsistencia. Aún de 17 años, pero
bien preparado por su esfuerzo, inteligencia y apostura, J u a n
J o s é estaba demostrando capacidades de asimilación a grupos
colocados por encima de su propia humilde familia. Aunque
también puede verse todo esto como otro ejemplo de apertura
social y debilidad del señorío estricto de castas entre las familias
hidalgas de Cartagena y Barlovento, como era ya aceptado en
las tierras momposinas.
Recobrada Cartagena por los patriotas Mariano Montilla y
J o s é Padilla en octubre de 1821, volvieron al fin a la ciudad
muchos de los desterrados, entre ellos el doctor Cavero y su
esposa. Para repararlo económicamente, el nuevo gobierno
nombró a Cavero contador de las Cajas Nacionales de Cartage-
na; poco d e s p u é s , éste asumió por unos m e s e s , en 1824, la
Intendencia del nuevo e inmenso departamento de Magdalena
e Istmo, y llegó, por último, a ser magistrado de la Corte de
Justicia del Magdalena. A la sombra de este procer rehabilitado
se mueve entonces el joven Nieto.
Parece que la primera recomendación para Nieto fue de la
señora fiaría Teresa Leguma dirigida a un colega suyo - el
comerciante canario J o s é Palacio Ponce de León. El señor Pala-
cio empleó a J u a n J o s é como escribiente y ayudante en su
tienda. Fue una adquisición positiva en todo sentido, porque
J u a n J o s é cayó también en gracia de una heredera de don J o s é
y su esposa: doña María Margarita del Carmen, con quien se
casará en la catedral el 13 de septiembre de 1827.
Nieto amplía entonces el círculo de sus amistades en la capi-
tal de la provincia. A los López Tagle y Caveros añade ahora a
los Núñez, que se emparentaban con los García del Fierro. El
niño Rafael, con sus padres, iría con frecuencia a visitar a la
nueva pareja. Así se inició la amistad que vinculó después las
carreras de Núñez y de Nieto, éste como primer protector y
padrino político de aquél.
Ya con un poco más de madurez y seguridad a raíz del con-
veniente matrimonio, Nieto empezó a interesarse en la suerte
de la nueva república. El elemento catalítico que le impulsó a
embarcarse en la política fue la intentona de presidencia vita-
licia y luego dictadura del Libertador Simón Bolívar en 1828.
Como en el resto de la Gran Colombia, en Cartagena también se
dividió la opinión pública entre bolivianos y antibolivianos, esto
es, entre los que querían modificar la Constitución de Cúcuta
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 37B

señorío almidonado de Cartagena, toletante, fiestero, mujerie-


go, franco y enemigo del autoritarismo. Como persona, armoni-
zaba con el ethos desarrollado en la Costa y con la apertura y
fluidez de su estructura social. ¿Cómo se forma, pues, la
ideología de Nieto como nuevo político liberal? ¿Cómo se desa-
rrolla la ética de su conducta pública? ¿Cómo ingresa a la élite
intelectual y se separa de la cultura de su pueblo de base ?
Para contestar estas preguntas contamos, por fortuna, con
folletos escritos por el propio Nieto, lo cual ya, de por sí, le hace
figura excepcional, además de los detalles pertinentes de su
propia vida que examinaremos aquí en sucesivos capítulos I I I .
Nacido el 24 de junio de 1804 en Baranoa —antiguo pueblo
de indios en Tierradentro (departamento del Atlántico) que per-
dió su condición de tal en 1745 al ser convertido en parroquia de
vecinos por el aflujo de españoles, mestizos y mulatos— Nieto
pertenecía a una familia triétnica de vecinos libres pobres que
alli vivían de la pequeña agricultura y oficios varios. Sin oportu-
nidades educativas, se formó a sí mismo y fue adquiriendo cono-
cimientos políticos y literarios a través de contactos locales y,
más tarde, en Cartagena, donde logró vincularse por matrimo-
nio a dos familias respetables: una comerciante (Palacio) y la
otra burocrática virreinal de rango secundario (Cavero), que se
declararon por la Independencia nacional. También tuvo dos
hijos " n a t u r a l e s " (que se sepa): Lope y Concepción (Concha)
III.

1. Nieto ha sido figura olvidada, y la presente recuperación histórica


ayudará a explicar por qué. Una relación cronológica muy útil se en-
cuentra en Donaldo Bossa Herazo, Cartagena independiente (Bogotá,
1967), 128-133, fuente básica para el tema; incluye la reproducción de
uno de los retratos de Nieto.

2. Los datos —muy escasos aún— sobre los primeros años, la familia
paterna, matrimonios e hijos "naturales" de Nieto se derivan gota a
gota de algunos de sus propios escritos, especialmente de la defensa
que preparó por sus actuaciones durante la revolución de Meló en
1854, documento fechado en Bogotá el 9 de julio de 1855 (FP. No. 8),
que aquí identificaremos en adelante como "Autodefensa". Otras
fuentes escritas: Manuel Ezequiel Corrales, ed.. Efemérides y anales
del Estado de Bolívar (Bogotá, 1892), IV, 544; Fernando de la Vega,
Cartagena, la de los claros varones (Cartagena, 1936), 76-79; Eduardo
Lemaitre, Breve historia de Cartagena (Bogotá, 1979), 171-172; Ma-
nuel Hernández A., "Contribución social de Baranoa en los destinos
del país", El Heraldo (Barranquilla). noviembre 29, 1940.
Vista de Cartagena como la conoció Nieto. (Dibujo de Therond).
39A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

para hacerla autotitaria, y los llamados detensores de la legali-


dad y soberanía popular. Es el inicio de una de aquellas cons-
tantes históricas cuya solución ha distinguido a Colombia de
otros países americanos, en vista de que aquí, hasta ahora, han
triunfado casi siempre las fuerzas antidictatoriales y antimili-
taristas.
En Cartagena, la crisis había desembocado en una revuelta
de antibolivianos libertarios encabezada por el almirante rioha-
chero J o s é Padilla —de heroico historial durante la pasada
guerra—, contra el comandante Montilla. Debelada la revuelta
y enviado preso Padilla a Bogotá para su juzgamiento y m u e r t e ,
quedaron en la ciudad los ánimos todavía más exaltados.
A ojos de Nieto, Bolívar se iba conviniendo en tirano. Vol-
vieron a su m e n t e , reforzadas, las tesis del Catecismo de Soto-
mayor y Picón. Y al recibir noticia de la conspiración del 25 de
septiembre de 1828 contra Bolívar y de sus consecuencias,
Nieto no dudó un momento más y, hacia 1829, empezó a expre-
sar abiertamente sus inclinaciones democráticas: se hizo anti-
boliviano, y de allí pasó luego a identificarse sucesivamente
con los santanderistas (seguidores del general Francisco de
Paula Santander, el " H o m b r e de las Leyes") y con los obandis-
tas (los del general J o s é María Obando, uno de los primeros
grandes líderes populares del país).

EL TATARABUELO ADOLFO:

Me contaba mi mamá Tina —la " n i ñ a " Agustina de


Mier, pariente pobre, de "hojalata", de las nobles de
Mier de la albarrada de Mompox— que el Libertador
Bolívar, al llegar al pueblo el 18 de mayo de 1830, se
alojó en el edificio del Colegio-Universidad San Pedro
Apóstol.
¡Que llegó Bolívar, mira!, gritaba la gente mientras
se arremolinaba en el callejón. M a m á Tina me cargó,
pues yo apenas estaba de crianza, salió de la casa donde
vivía con el cura Arias, mi papá, en el callejón de Don
Blas, y se fue también para el Colegio por la calle de
atrás.
Los cien soldados que acompañaban a Bolívar en su
último viaje por el río Magdalena cerraron filas para
atajar la entrada del bochinche a las arcadas del patio
central. Pero mí mamá, sin desanimarse, se acercó a
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y t L LI L KA POPULAR ^'B

Nieto se inició en la política como antiboliviano (contra Bolí-


var y su dictadura) y obandista (seguidor del general J o s é María
Obando, caudillo payanes de la época), y fue nombrado guardal-
macén de la plaza de Cartagena por el presidente Francisco de
Paula Santander en 1833. Empezó a cultivar una cauda electoral
entre los artesanos del distrito de la Catedral de la ciudad
—donde vivía en casa arrendada—, quienes le llevaron a la
Cámara provincial en 1836. Fracasó en un primer intento de
¡legar a la Cámara de Representantes, en parte por oposición
de los ministeriales conservadores de Cartagena (sus enemigos

Juan José Nieto, maestro de obra de


Baranoa y descendiente del general
Nieto (1981).

Niñez y raza de Nieto: de la Vega, 76 ("de estirpe africana");


retrato restaurado, en el Palacio de la Inquisición (Cartagena); retrato
en piedra en el mausoleo del cementerio de Manga (Cartagena). Había
otro retrato en el salón del Concejo municipal de Baranoa, que ha desa-
parecido. Las informaciones centrales provienen de entrevistas con don
Juan José Nieto, sobrino biznieto del general Nieto, en Baranoa
(1980). quien sostiene el general era trigueño; Manuel Jacinto Palma,
Juan Ramón Guzmán, Gregorio Ramón Goenaga y Alvaro Gómez Soto
(Baranoa, 1981).
Lugar de nacimiento: Hubo polémica entre los historiadores Ismael
Solano Manotas y Manuel Hernández Araújo, en los periódicos barran-
quilleros El Heraldo y La Prensa, noviembre de 1940. Tubará se recla-
ma cuna, con base en vinculaciones locales de la familia Nieto-Gil y
por razón del sitio de nacimiento del general: la Loma del Muerto.
40A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

una de las ventanas y por las hendijas oyó a Bolívar


conversando en voz baja con don Francisco Martínez
Troncoso [gobernador de la provincia de Mompox, que
se había creado el 18 de abril de 1826 con los cantones
de Mompox, Magangué, Majagual, Ocaña y Simiti,
como parte del departamento del Magdalena].
Hablaba de la discordia que venía de la capital, de los
apetitos personales, de las ansias de mando de grupos
(que no de partidos), del desencanto por el fracaso de la
Gran Colombia, hasta de la incapacidad y errores de su
propia dictadura. El señor Troncoso le pedía que regre-
sara a Bogotá y tomara de nuevo el mando. Pero al Li-
bertador no le importó y siguió a los dos días para
Cartagena y Santa Marta.
Cuando se supo en Mompox la noticia de la muerte
de Bolívar, decía mamá Tina que las campanas dobla-
ron a muerte por nueve días. Eran campanas nuevas,
que el maestro herrero Socorro J a r a b a había recién
fundido allí, cosa verdaderamente maravillosa. La niña
Tina recordaba todo eso con lágrimas en los ojos, y nos
hizo aprender de memoria el Testamento de Bolívar en
San Pedro Alejandrino:
"No aspiro a otra gloria que a la consolidación de
Colombia. Todos deben trabajar por el bien inestimable
de la unión... los militares empleando sus espadas en
defensa de las garantías sociales
Mi papá, el cura Arias, pertenecía al batallón de Mili-
cias que comandaba otro presbítero suelto y masón
a d e m á s , el general J o s é Félix Blanco [el que se había
adueñado de la hacienda de Calenturas del mayorazgo
de Torre Hoyos antes de la vuelta de la m a r q u e s a
María Josefa Isabel de Hoyos a Mompox en 1825]. Eso
no era raro entonces, porque esos curas de verdad ver-
dad no buscaban distinguirse del pueblo y compartían
las costumbres y la suerte de nosotros. Vivían como
gente corriente con sus mujeres e hijos, con o sin
iglesia.
Mis padres supieron entonces que, en Riohacha, los
gamonales habían decidido [el 3 de octubre de 1830]
desconocer el gobierno del dictador Urdaneta en Bogo-
tá y unir su distrito al Estado de Zulia en Venezuela.
Del Zulia les habían llegado tropas de apoyo al mando
IDEOLOGÍA POIII IC\ Y< L'LH KA POPITAR 40B

políticos) y, en parte, por su raza y origen de clase. Luego se hi-


zo masón / 3 / .
La revolución de Obando en el sur del país en 1840 para pro-
clamar el federalismo como forma de gobierno nacional, suma-
da a las frustraciones políticas y sociales que venía experimen-
tando en Cartagena, llevó a Nieto a unirse al ejército rebelde
aliado del general Francisco Javier Carmona, jefe supremo del
recién proclamado Estado Soberano de Manzanares, en Santa
Marta. Era el comienzo escabroso de una carrera militar distin-
guida; pero llena de altibajos y muchas desilusiones 141.

Tubará ha venido considerando esta loma como suya desde hace tiem-
po; pero el sitio ha pertenecido al vecindario de Baranoa y está cerca
de Cibarco, caserío indiscutible de Baranoa. No debería haber discu-
sión, porque el mismo Nieto se consideraba baranoero y así también lo
identificaban en Cartagena, como puede leerse en diversos números de
El Porvenir en 1850.
Sobre Baranoa y Cibarco: José Agustín Blanco, "Santa Ana de Bara-
noa: de pueblo de indios a parroquia de vecinos libres (1745)", Divul-
gaciones etnológicas (Barranquilla), 2 a . Época, 1 (julio 1980), 49-70;
zambos allí, pág. 60.
Los Palacios y Caveros: Donaldo Bossa Herazo, Apuntes biográficos
del doctor Ignacio Cavero (Cartagena, 1980); Gabriel Jiménez Molina-
res, Linajes cartageneros-II (Cartagena, 1958), 153-169; José P. Urueta
y E. G. de Piñeres, Cartagena y sus cercanías (Cartagena, 1912),
414,421.
Alcibia: Entrevistas con Bossa Herazo (quien conoció y trató a doña
Anita Mogollón Cavero viuda de Trueco, ahijada y sobrina política del
general Nieto), Cartagena, 1980; Archivo de Simón Gómez de Lavalle,
fólder 74 (Cartagena).

3. Nombramiento de guarda-almacén en 1833: ANC, Despachos milita-


res, 15, fol. 9.
Cauda electoral: La Democracia (Cartagena), No. 24 (mayo 16,
1850), Remitidos; No. 53 (diciembre 5, 1850), Candidatos. (Colección
de la Biblioteca Nacional).
Los Calvos y rechazo de Nieto: Contestación a una carta escrita en
Bogotá por el señor José Joaquín Ortiz Rojas,1835 (FP, No. 109), nota
manuscrita al final del folleto.
Entrada a la masonería: Américo Carnicelli, Historia de la masonería
colombiana. 1833-1940 (Bogotá, 1975), I, 57, 71, 509 (véanse también
los capítulos 3A y 3B).

4. Primeros desarrollos de la guerra civil de 1840 (de los Supremos).


Sobre el Estado de Cibeles y el capitán Ramón Antigüedad; Contra-
loria General de la República, Geografía económica de Colombia:
Atlántico (Bogotá, 1936), 53-54; Instituto Geográfico Agustín Codazzi,
Monografía del departamento del Atlántico (Bogotá, 1973), 71; Joaquín
4! A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

de un comandante [del antiguo batallón Cazadores de


Orinoco, el mismo de la conspiración del 25 de septiem-
bre de 1828 contra Bolívar], llamado Pedro Garujo. Las
milicias recibieron orden de seguir por tierra hasta
Valledupar para sofocar la rebelión, mientras que por
mar mandaron otras tropas a Riohacha desde Carta-
gena. Así, mi papá se alistó para la nueva marcha.

Nieto ya no era desconocido en Cartagena: se le veía como


un autodidacto dedicado, en parte, al comercio; después pasará
a cargos administrativos oficiales. Los círculos de la " b u e n a
sociedad" se le habían franqueado por las vinculaciones matri-
moniales, aunque sólo parcialmente: no fue nunca bien recibido
por los bolivianos Calvos, Pombos y H e r r e r a s , por ejemplo,
luego afiliados al partido conservador, familias que siguieron
viendo a Nieto como un " p a r d o " advenedizo, que debía regre-
sarse a hacer mechas en Baranoa, como su p a d r e Tomás Nicolás.
Estos conflictos, por supuesto, se habrán de agudizar más
adelante a medida que el recién llegado suba la escala del
poder.
Pero Nieto tuvo el buen sentido de no negar ni disimular su
origen de clase. Desde este punto de vista, el futuro caudillo
parecía abrigar convicciones realmente democráticas. Así llegó
a afirmarlo más adelante en un folleto gratuito que publicó en
1834 (con la anuencia amistosa del doctor Sotomayor y Picón,
ya consagrado obispo de Cartagena por voluntad de las nuevas
autoridades de la República y el Vaticano), titulado Derechos y
d e b e r e s del hombre en sociedad. Allí sostenía: "Son reos de
alta traición y deben castigarse cuando traten de m u d a r en
monárquico absoluto el sistema de gobierno republicano que se
haya dado una nación; todo el que promueva el despotismo debe
perseguirse por los p u e b l o s " . En esto atacaba las tendencias
monarquistas que en Cartagena representaba la familia Castillo
y Rada, especialmente el doctor J o s é María.
Sobre el fundamental concepto de propiedad, añadía allí
mismo: " C a d a uno es dueño absoluto y legítimo propietario de
su cuerpo y de los productos de su trabajo [...] ninguno debe
ser privado de la menor porción de su propiedad, sin su consen-
timiento" (páginas 10 y 12), en lo que q u e d a b a claro su libera-
lismo económico.
Y Nieto remataba el mismo folleto destacando lo aprendido
sobre tiranía en el Catecismo de Sotomayor, que sería regla fija
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 4IB

Lo primero que resalta de este caso son los mecanismos de


cooptación y asimilación (por matrimonio) que ocurren en la
vida de Nieto, por los cuales asciende en la escala social, y el
papel protector e impulsor de las familias de comerciantes y
burócratas que le aceptaron en su seno. Estas familias —Palacio
y Cavero— formaban parte de la oligarquía cartagenera, pero
no de su aristocracia tradicional, que se había formado con
personas provenientes de la carrera militar y de más altas posi-
ciones administrativas virreinales. Al alinearse con la Indepen-
dencia, los Palacios y Caveros ingresaron al grupo de la nueva
burguesía comercial urbana —los nuevos ricos, la clase emer-
gente de la época— que se formaba con la república, y llenaba
los claros dejados por la aristocracia emigrante a otros lugares
más prometedores que la Cartagena de esos días. Parece que
las vicisitudes de la guerra de Independencia y la decadencia
económica de Cartagena (a partir del sitio de 1815) quebraron
parcialmente la estructura de castas heredada de la colonia, y
nuevos canales de movilidad social se abrieron entonces, como
ya ocurría en la noble villa de Mompox. Y Nieto, evidentemen-
te, por su preparación y apostura, fue capaz de aprovechar tanto
aquel quiebre de estructura como esta nueva fluidez en las cos-
tumbres de su tierra.
En otras circunstancias, este proceso de cooptación de un
elemento diferente, o potencialmente peligroso, habría produ-

Posada Gutiérrez, Memorias histórico-políticas (Bogotá, 1951), V, 207;


Memorial del capitán Ramón Antigüedad al jefe militar de la provincia
(Barranquilla, agosto 23, 1836), ANC, Hojas de servicio, II, fol. 634;
Carta a Ramón Vives (Barranquilla, octubre 6, 1836) y otros documen-
tos, ANC, Hojas de servicio, II, fols. 637-651.
Sobre el Estado de Manzanares y el general Francisco Javier Carmo-
na: José C. Alarcón, Compendio de historia del departamento del Mag-
dalena (Santa Marta, 1898), 131; Posada Gutiérrez, V, 197-202; Ascen-
sos y retiros hasta 1838, ANC, Despachos militares, II, 12-14; IV, 63;
VIH, 7; XVI, 66; XXIII, 301 (Oficio de enero 26, 1839 reincorporándolo
al ejército).
Parece que la costumbre de "pronunciarse" contra un gobierno —es
decir, explicar las razones de una rebelión— provino de la revolución
de Riego en España (1820). En Colombia esta costumbre guerrera llevó
a cierta codificación de procedimientos y expectativas sociales, políti-
cas y económicas que se respetaban por los contrincantes, por lo menos
en las primeras y más señoriales guerras civiles. Cf. Alvaro Tirado Me-
jía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia (Bogotá,
1976). 31-32.
42A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

de conducta política para él en el futuro: " C u a n d o el gobierno


viola los derechos del pueblo, la insurrección es para éste, y
para cada uno de sus individuos, el más sagrado e indispensable
de sus d e b e r e s . . . Todo individuo que usurpe la soberanía (que
reside en el pueblo entero), debe ser al instante muerto por los
hombres libres, porque es un tirano. La resistencia a la opresión
es consecuencia de los otros derechos del h o m b r e " (páginas 14
y 15). " E s un tirano el que pretende oprimir y poner restriccio-
nes a la conciencia de otro, de cuyo abuso nacen el ominoso
fanatismo y la torpe intolerancia que ha llenado de horrores el
universo y de descrédito la moral de la religión" (página 6).
Cómo definir las violaciones a estos derechos era, por
supuesto, tema de permanente debate y daba base para muchos
tipos de acción violenta. Pero Nieto no parecía tener en su per-
sonalidad la semilla autocrática de un doctor Francia, ni la
frialdad acerada de un Morales, ni la crueldad enfermiza de un
Sámano. Todo lo contrario: era expansivo y risueño, alegre y
chancero como buen costeño, mujeriego, franco, medio " d e -
j a o " , informal y s u m a m e n t e desprendido de las cosas, cualida-
des d e que hará gala hasta la m u e r t e , aun en los instantes d e
gloria y poderío.
Por estas razones de personalidad y cultura regional, así
como por origen social, Nieto no tuvo dificultades en fomentar
lealtades con grupos de diversos orígenes de clase y raza. Con-
servó el amor y apoyo de sus parientes pobres libres, albañiles,
curanderos y alambiqueros que vivían en la ciudad y en Bara-
noa. Se hizo compadre de los artesanos de la zapatería, carpin-
tería, herrería, sastrería, pabilo y almidón de su parroquia
cartagenera de la Catedral, a quienes ayudaba a corretear sus
gallos de riña, los que aquellos amarraban durante el día en los
pilares de la gobernación donde tenían sus talleres. Se propuso
departir directamente con la gente de la calle sobre temas cultos
e incultos, incluyendo esclavos a quienes aseguraba estar
opuesto a su indigna condición. Y no cerró para el pueblo los
portones de su casa de dos pisos —de los cuales ocupó el de
arriba con los balcones— casa que alquiló en la esquina de las
calles de la Inquisición y Santa Teresa, donde había la " p r e s a
de la visita" o pechuga lista para servir con sopa o arroz con
coco.
Estas eran las bases mínimas iniciales de una posible máqui-
na política centrada en intereses comerciales y artesanales de
Cartagena, ya q u e , si lo quería, iba a necesitar votos para llegar
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 42B

cido un dirigente político comprometido con la antigua oligar-


quía o con su sucesora y, para defender sus intereses, se habría
identificado plenamente con éstos y asumido actitudes tiráni-
cas, dictatoriales y guerreras. No resultó así con Nieto, en quien
no se observaron síntomas especiales de claudicación. Según las
informaciones obtenidas, Nieto, como masón convencido,
mantuvo en su vida privada y en su personalidad ideas y actitu-
des democráticas firmes que se reflejaron en su vida pública.
Aunque gozó la afluencia y comodidad de su nueva vida, no
renegó de su origen de clase ni su condición de raza ni se aver-
gonzó de ellas, y logró imponerse en la sociedad cartagenera a
pesar de estos obstáculos. Tampoco se enriqueció con la gestión
estatal, sino que fue muy desprendido, y mantuvo un extraordi-
nario equilibrio moral entre su vida como gobernante y su vida
de hogar.
Por todo ello contó con la adhesión de los artesanos, esclavos
y libertos de la ciudad, y las luchas y compromisos de Nieto se
dirigieron a defender ante todo los intereses de estos grupos
bajos, así en la Cámara provincial como en la Cámara de Repre-
sentantes después (y, como veremos, llegó a adherir a la revolu-
ción artesanal-militar de 1854). Tenía, pues, Nieto lo necesario
para convertirse en un dirigente popular. Sólo las clases campe-

Balcones de la casa de Nieto en Cartagena.


43A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

a las corporaciones públicas. La adhesión popular le iba a ser


indispensable. ¿Que pudiera eventualmente manipularse como
lo había hecho el propio Bolívar? Esta era otra cuestión para ver
y resolver en la práctica.

Miren ustedes: los pobres somos los que más sufri-


mos con estas guerras. Siempre vamos a pie, cargando
nuestras cosas y generalmente contra nuestra voluntad.
Casi nunca nos explican por qué peleamos, y cuando
nos vemos es amarrados y con el chopo al hombro. Nos
a r e n g a n , eso sí, sobre la patria y el honor; pero nos
quedamos dudosos porque también existe la patria
chica, que es la gente y la región de cada uno, donde se
levanta con los d e m á s muchachos aprendiendo del uno
y del otro lo bueno y lo malo, y donde por primera vez
una mujer se acuesta con uno y le enseña a ser hombre.
Por esa patria sí puede uno pelear con gusto y sacrifi-
cio. Pero estos sentimientos, de verdad, no parecían
importarle a los políticos y menos a los militares que
parecían tener otras preocupaciones y otros intereses.
[B]
Mamá Tina fue la primera en protestar por las órde-
nes de marcha a Valledupar y Riohacha contra Garujo:
tenía que prepararse ella también para acompañar al
cura, su marido, y juntarse a las otras mujeres —a
quienes les decían " j u a n a s " o " v i v a n d e r a s " — en la
retaguardia de la columna, con los avíos necesarios. Y
tenía que llevarme a mí también. No hubo manera de
evitarlo, y mi m a m á empezó por alistar marmitas, ollas,
ropas y petates, y a conseguir plátano verde, queso,
bolas de chocolate y cazabe.
Ella me decía después que en Mompox no hubo
muchas dificultades para levantar recursos y hombres
para la columna. Se trataba de defender al gobierno
civil de otra amenaza, esta vez provocada por un militar
ambicioso y rudo que ni los venezolanos a g u a n t a b a n .
Los Ribones, los Piñeres y el párroco hicieron contri-
bución voluntaria en dinero calculando los gastos
diarios del ejército, y emprestaron caballos de sus ha-
ciendas y algunos esclavos. Una parte de los soldados
eran trajinados en las guerras anteriores de la Indepen-
dencia y estaban a sueldo del Estado. El gobernador
Voluntarios ''. (Dibujo de Neuville).

s m a s quedaron desamparadas de su acción política, y Nieto no


demostró gran interés por los problemas sociales del campo, ni
por cambiar la estructura de la tenencia de la tierra, quizás con
razón: por herencia de su esposa, él mismo llegó a ser un peque-
ño hacendado, y no tuvo —como otros caudillos— un buen
número de arrendatarios y aparceros en sus tierras que le
acompañaran como soldados en las campañas bélicas. No obs-
tante, su simpatía caía naturalmente del lado de los pequeños
campesinos independientes de los cuales había salido, gentes
q u e , en la región momposina, seguían desafiando al latifundio.
Pero también, en su función política, Nieto logró que la
nueva burguesía comercial urbana lo respetara y apoyara en
una primera instancia, porque se había asimilado a ella por
familia y él llenaba un evidente vacío en la dirigencia regional.
Naturalmente, esta adhesión de la burguesía no fue constante ni
gratuita y, como veremos, en la lucha de facciones de esas
décadas ella se fue alineando con otros dirigentes propios que
resultaron más decididos defensores que Nieto de los intereses
de la clase emergente.
44A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

reclutó por bando en el propio Mompox y en los pueblos


vecinos de Menchiquejo y Rinconada, de donde algunos
llegaron amarrados. Eran jóvenes campesinos hijos de
agricultores y de antiguos esclavos. Otra parte eran
presos que salieron de la cárcel por dispensa especial.
Asi se completó la columna de 400 infantes y 100 jinetes.
¡Si pudieran ver el aspecto desastroso de ese ejérci-
to! Las armas no alcanzaban para todos y lo que más
había era chopos, escopetas de fisto, machetes y una
que otra lanza. Claro que a última hora se podía acudir
a las macanas y a los palos y guaduas de las cercas, y
hasta a las " m e p a s " o vastagos de plátano, que pegan
duro. Tampoco había suficiente pertrecho ni guarnie-
les; pero el general Blanco le arrebató dos barriles de
pólvora que tenía un particular, todo el plomo que se
pudiera encontrar —en esto quien más sufrió fue el
editor de folletos y proclamas que acababa de recibir
tipos de imprenta—, y sacó varias resmas de papel
usado del archivo notarial para envolver la pólvora de
los carruchos.
Casi todos ¡levaban sombreros de paja con una
leyenda que decía: "Defensores del gobierno legíti-
m o " . Descalzos en su mayoría o con cotizas, y vestidos
con camiseta de dril y calzón blanco; sólo el general, a
caballo, llevaba una blusa con bordes dorados, botas
altas de campaña, banda carmesí al cinto, pistolas y
espada.
Al fin salimos. La columna embalsó el río en canoas y
salió por San Sebastián hacia El Paso, por el camino del
contrabando. Marchábamos lentamente en considera-
ción a las " j u a n a s " , a u n q u e algunas pudieron conse-
guir burros en qué montar y viajar. El general Blanco
iba delante con el abanderado y un corneta aprendiz,
medio muérgano.
En algunas partes la gente tenía miedo y se nos
escondía en los montes y desocupaba los caseríos. Al
pasar por la hacienda Calenturas, el general ordenó
enlazar dos toretes para descuartizarlos y " n o perder
la c o s t u m b r e " , según dijo sonriendo.
Una noche, mientras algunos soldados hacían juego
de machete dentro de un cuadro en la tierra, después
que las mujeres hicieron comida y sirvieron al pie del
Ch o p o s y proyectiles de i 5« de los ejércitos costeños. (Museo
Histórico de Cartagena).
45A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

fogón que se acostumbraba para combatir el frío y la


mosquitera, el corneta me dejó jugar con las borlas
de la trompeta: era la primera vez en mi vida que mano-
seaba mi futuro instrumento de música; de seguro no
hice sino echarle babas.
El 27 de octubre se avistó el pueblo de San J u a n del
Cesar. Una comisión que salió a recibirnos informó que
Garujo se había retirado de nuevo para Riohacha. Sus-
piramos de alivio. Ahora sí, ¡a comer arepa fresca se
dijo! El general Blanco quitó todo el maíz del pueblo, y
se metió una borrachera de la que no volvió a salir por
varios días hasta cuando tuvieron que mandarlo en
hamaca a Valledupar. Tomó el mando su segundo, el
coronel J o s é de Lima,
El comandante Canijo era un bestia. Mi mamá
recordaba furiosa cómo este militar desconoció las re-
glas de la guerra que exigían avisar y buscar arreglo
pacífico antes de comenzar a pelear. Apareció de pronto
el 14 de noviembre con setecientos guajiros y riohache-
ros, y ocupó buena parte de las casas de San J u a n , Nos
preparamos para hacerle frente. El coronel de Lima
ordenó que una escuadra se metiera de noche con cui-
dado por el monte de atrás para quemar las casas ocu-
padas por Garujo. Como eran de palmas y soplaba el
viento, la candela se extendió rápidamente. ¡No joda,
cómo se veían correr esos guajiros, parecían gatos
atacados de perro! Pero afuera los esperaban los
momposinos como caimán en boca de caño, con los
chopos y los jinetes.
Garujo empezó a dar órdenes por toques. '' ¿Qué es lo
que t o c a n ? " , preguntó el coronel de Lima. "Tocan
corneta", respondió el bobo de la trompeta. "¡Bruto!
¿Qué significa ese t o q u e ? " . " E s el toque de retirada,
mi coronel". Así era. Respondiendo al fuego como
pudieron, los rebeldes se montaron en sus bestias y
abandonaron la pelea. No hubo muertos, pero sí
varios heridos y algunos quemados que fueron atendi-
dos allí mismo sin distingos entre amigos y enemigos.
El general Blanco decretó enseguida un perdón genero-
so para todos.
[Garujo regresó a su tierra para seguir s e m b r a n d o la
discordia. Seis años más tarde dio un golpe en Caracas
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 45B

La firmeza democrática de Nieto y su temple ético, parecen


derivarse del elemento utópico de la literatura política a la que
tuvo acceso desde joven. Notable en este sentido fue la influen-
cia del Catecismo o instrucción popular escrito por el cura
rebelde de Mompox, doctor J u a n Fernández de Sotomayor y
Picón (Cartagena, 1814), que se aprendieron de memoria mu-
chos jóvenes patriotas de la Costa.
El Catecismo de Sotomayor es de clara inspiración liberal:
se refiere a conceptos básicos como justicia, tiranía, ilustración,
libertad, los derechos del hombre y del ciudadano, el pacto
social. En esas pocas páginas corre viva la utopía de Jean-Jac-
ques Rousseau y la teoría del estado democrático, tal como se
fraguaron, decantadas, en la Revolución Francesa.
Como se sabe, la meta entonces era asegurar la llamada ' 'fe-
licidad del p u e b l o " , y esto se alcanzaba respetando la voluntad
de las mayorías; pero no unas mayorías manipuladas o deso-
rientadas, sino ilustradas suficientemente por dirigentes
altruistas y serviciales. El invento de la escuela era un comienzo
adecuado: "El establecimiento de escuelas, que la J u n t a [Su-
prema] del año 10 dispuso, debe realizarse ejecutivamente, si
es que deseamos ser libres", escribió allí Sotomayor.
El cura rebelde de Mompox sembró esta semilla de ideas
nuevas en la juventud costeña de su época con el apoyo del méto-
do socrático de preguntas y r e s p u e s t a s . A d e m á s , buscó justificar
la revolución desde el ángulo religioso ("la guerra que sostene-
mos es la más justa y santa que se ha visto en el mundo de
muchos siglos a c á " , página 16), y se dirigió concretamente a los
párrocos para convencerlos de sostener la lucha por la indepen-
dencia con el fin de "formar una sociedad n u e v a " (página 29).
El Catecismo es un claro ejemplo de subversión intelectual
positiva que ilustra aquella época creadora. Constituye litera-
tura clásica del liberalismo político del momento. Su eficacia
movilizadora no puede ponerse en duda. Demuestra una vez
más el efecto demoledor de las ideas y creencias sobre las es-
tructuras sociales, cómo son determinantes en la conducta
política, y cómo el frente ideológico cultural puede ser tan
importante para la acción como el económico y el social, sin
hablar del brazo armado.
Pero Sotomayor deja entrever, en una de sus respuestas,
q u e hay algo más que ideas políticas utópicas en el liberalismo.
En este sentido enseña que, si los españoles buscan reconquis-
tar las colonias a la fuerza, se podrá resistir con violencia; y no
46A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

y tumbó al presidente José María Vargas, un médico


bueno y civilizado. Cuentan que entonces le gritó Garu-
jo al presidente Vargas: "Doctor: el mundo es de los
valientes". Pero éste le replicó sereno: "No, coronel, el
mundo es del hombre justo y honrado". A los pocos
días hubo un contragolpe, Vargas fue de nuevo coloca-
do en la Silla y Garujo salió huyendo, para quedar en la
historia como un Caín montañero].
De regreso de Valledupar con el triunfo, aunque
enfermos de paludismo, hambrientos y sin plata, nos
llegaron noticias a Mompox de que había estallado otra
revuelta en Soledad, Sabanalarga y Barranquilla [el
12 de febrero de 1831]. Era también un levantamiento
contra la dictadura de Urdaneta y el gobernador Monti-
11a, de Cartagena, que la apoyaba. Como jefe militar
actuaba primero un capitán llamado Policarpo Jiménez.
La situación se puso color de hormiga. A mi padre lo
llamaron el 2 de abril a una reunión urgente en el cuar-
tel (que estaba en el antiguo edificio de la Compañía
de Jesús) para tomar determinaciones. Era un Viernes
Santo. La nrocesión del Santo Sepulcro estaba en la ca-
lle pero se ordenó parar la marcha, porque supimos que
se venían sobre la villa de Mompox para dominarla, y
con ella al río, dos ejércitos que se decían "Protectores
de los derechos del pueblo": uno que se había declara-
do a favor del levantamiento de Soledad, mandado
ahora por otro perfecto borrachín, el general Ignacio
Luque; y el que venía de Santa Marta, con el general
Trinidad Portocarrero a la cabeza.
Mamá Tina volvió a recorrer las tiendas del pueblo en
busca de avíos. Pero no era para tanto. Por fortuna, los
padres de familia de Mompox, sin tener en cuenta la
política —desde ño Atanasio Germán Ribón, yerno de
la exmarquesa de Torre Hoyos (casado con su hija Do-
minga Epalza) hasta ño José María Pino, el comercian-
te paisa— declararon que se oponían a todo empleo de
armas en esos momentos. Este buen consejo fue acep-
tado por los oficiales de la villa, y así quedó en un acta
firmada dos días después. Se acordó someterse a los
ejércitos "Protectores", unirse "al noble y heroico
pronunciamiento de la fuerza armada", y buscar una
receta de unión nacional que fuera por un gobierno fe-
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 46B

es ésta cualquier violencia: responde a una "ley natural que


faculta a todo hombre para oponer la fuerza a la fuerza, con el
interés de conservar la vida, la libertad y la propiedad indivi-
d u a l " (página 14).
Con este concepto de contraviolencia y defensa de la propie-
dad individual aparece una nueva dimensión en el frente ideo-
lógico utópico al que se acogió Nieto: la de las tesis del liberalis-
mo económico. Sotomayor no elabora estas tesis, pero Nieto
las recoge en su propio folleto, Derechos y deberes del hombre
en sociedad (Cartagena, 1834). Este folleto demuestra que Nie-
to tuvo acceso a las premisas básicas de la filosofía de J o h n
Locke, quizás a través de artículos de liberales españoles y
franceses. Habla así Nieto de las leyes naturales que rigen la
vida civil y la organización del Estado, que revolotean alrededor
del concepto de p r o p i e d a d visto como anterior a la sociedad y,
por lo tanto, como principio absoluto e ilimite.
Nuestro autor no llega tan lejos como los liberales ingleses
que construían sobre el principio de propiedad el derecho de
representación en el gobierno exclusivamente para los dueños
de bienes raíces. Algunas de las primeras constituciones colom-
bianas tienen este tipo de disposición acompañada de la condi-
ción de saber leer y escribir en los ciudadanos votantes (sólo
hombres). Evidentemente, en esta clase de gobierno se defen-
dían, ante todo, los intereses de los propietarios de fincas, los
de los latifundistas y oligarcas.
Nieto no parecía estar de acuerdo con esto y atemperó las
tesis del liberalismo económico con una fuerte dosis de liberta-
rismo. Propuso así una peculiar amalgama de programas liber-
tarios, a veces contradictorios, lo cual puede ayudar a explicar la
confusión ideológico-política que ha reinado entre clases letra-
das y dirigentes de Colombia en lo que respecta a la aplicación
práctica de la democracia. Es un eclecticismo que no ayuda a
determinar rumbos claros para el llamado "barco del E s t a d o "
ni para la sociedad en sus diversas clases y estamentos. Apare-
ce entre nosotros desde entonces una democracia nominal que
va de un ejercicio casi dimite de algunos derechos en épocas
p a s a d a s , a las restricciones policivas que se experimentan en
diversas etapas de nuestra historia reciente.
Primordial desde este punto de vista es el concepto de tira-
nía desarrollado por Nieto (páginas 6, 14 y 15 de sus Derechos) a
partir del principio de propiedad, concepto muy extendido que
aplica en la práctica por primera vez en la guerra de 1840-1842.
47A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

deral. [Empezaba, pues, a afectar el progreso regional


la controversia entre federalismo y centralismo, que no
sería resuelta sino en 1863 por los liberales federalistas].
En esta forma, dejados con los crespos hechos pero
sin un solo muerto a cuestas, los ' 'Ejércitos del P u e b l o "
volvieron grupas a Cartagena. La sitiaron por Alcibia y
ocuparon el 26 de abril, deponiendo a Montilla. El
general Luque [apoyado por su amigo el comerciante
norteamericano J o h n Glen, quien dominaba el mercado
de Barranquilla], anunció un encuentro departamental,
pero como el dictador Urdaneta ya estaba saliendo del
gobierno y la normalidad se reanudaba con la posesión
en Bogotá del vicepresidente Domingo Caicedo, todo
quedó como antes y la paz volvió a reinar. " P e r o esta
paz no va a d u r a r " , dijo mi papá. Y desgraciadamente
tuvo razón.

J u a n J o s é Nieto había estado de acuerdo con el pronuncia-


miento de la villa de la Soledad: habían participado gentes de su
tierra, amigos y parientes, indios y esclavos. Y siendo antiboli-
viano y, por lo mismo, colocado en oposición a la dictadura de
Urdaneta, colaboró por dentro con las fuerzas del Ejército Pro-
tector del general Luque y con los sucesivos gobernadores de
Cartagena impuestos por este general, hasta cuando el gobierno
central nombró en propiedad al coronel Vicente García del Real
a finales de 1831. Todavía J u a n J o s é no se animaba a lanzarse
abiertamente al ruedo político.
Pero ya había empezado a ampliar el círculo de sus contactos
con las bases populares. Alejándose de los distritos amurallados
de la ciudad, J u a n J o s é se vinculó a los de Ternera y el Pie de la
Popa, donde se realizaban las grandes fiestas de la Virgen
" m o c h o r o c a " de la Candelaria. Muchos " b l a n c o s " se escapa-
ban a esas fiestas, dejando medio vacíos los bailes de salón en
que quedaban las señoras, con sus arpas y flautas de aficiona-
dos. El mujeriego de J u a n J o s é también se escapaba: buscaba
el hijo que doña María Margarita ya no podía darie (el primero,
Ricardo María, murió niño). Ahora, al cielo descubierto de la
Popa, con un pañuelo de muselina de guardilla y tres velas,
aguardaba a que se m e n e a r a por la rueda del bunde una cuarte-
rona exquisita, lustroso el pelo, enflorada la cabeza y empapada
en agua de azahar, para salirle al paso danzando y con la diestra
en alto.
El Bosque

1^
Mieto-CavefO /

•/
Alcibia ,

/
s

CARTAGENA Y SUS
Ternera /
CERCANÍAS
Hacia 1850
• : _dL
1
48A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

"¡Upa! ¡Adentro, mijita!", y seguían juntos en cadencioso


baile hasta quemar velas y pañuelo, bañados en sudor y sebo.
"A ño J u a n como que le agrada la n e g r i t a " , le preguntaron
un día los padres de la muchacha. " P u e d e llevársela si ella tiene
gusto y nos da lo que c o r r e s p o n d e " . J u a n J o s é tomó la doncella,
le compró vestidos y le regaló los muebles, como es de rigor en
la Costa en estos casos de sucursales familiares. Ella le retornó
el amor dándole dos hijos (que se sepa): Lope, quien se conver-
tirá en fiel servidor y guardaespaldas de su p a d r e ; y Concepción
(Concha) quien vivirá y se casará en Tolú.
La muerte de su esposa María Margarita fue un primer corte
de cuentas para Nieto. Por un lado, al paso de Santander por
Cartagena en marzo de 1832 como presidente electo de la Repú-
blica de Nueva Granada —cuando se conocieron personalmen-
te—, Nieto le ofreció amistad y respaldo que Santander retribu-
yó luego con un cargo público: lo nombró guardalmacén de la
plaza de Cartagena el 2 de septiembre de 1833.
Y por el otro lado, J u a n J o s é hizo reverdecer los amores
formales que en su juventud alocada había tenido con Josefa
Teresa Plácida de los Dolores, la penúltima hija del doctor y
procer Ignacio Cavero y Cárdenas y de doña María Teresa Le-
guina y López Tagle. Teresa había esperado a su " n e g r o "
medio celosa y con fidelidad, junto a sus tres h e r m a n a s , que ya
podían considerarse solteronas, una de las cuales terminará en
un convento.
La nueva boda se realizó el 21 de abril de 1834. De este ma-
trimonio, Nieto no logró tampoco ninguna descendencia. Cuatro
meses después murió el doctor Cavero y la familia no volvió a
quitarse el luto.
En decadencia, esta familia tampoco logró completamente
quitarse del cuello el nudo corredizo de la pobreza, a u n q u e los
Caveros eran dueños de un fundo indiviso, con otras familias,
en Alcibia (y Preceptor) no lejos de la Popa (originariamente
una estancia concedida por el cabildo de Cartagena en el siglo
XVII a un funcionario del mismo apellido. Alcibia es hoy un
populoso barrio de clase media baja). Allí Teresa tenia "accio-
n e s " que pasó en administración a J u a n J o s é , como núcleo de
una pequeña hacienda. En Alcibia la pareja construyó una casa
pequeña de madera pintada de verde, con corredor al frente
sostenido el techo con columnas talladas, al cual daban dos
puertas de madera coronadas de bolillos torneados en abanico
y cuatro ventanas largas de hojas divididas. Esta casa, medio
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 48B

La tiranía concreta a la que se refería entonces era la represen-


tada por la explotación de los militares bolivianos, la que quedó
simbolizada por la dictadura de Urdaneta en 1830, contra la cual
habían reaccionado los s a n t a n d e n s t a s . Corría entonces por
todo el país una fuerte corriente civilista que llevaría más ade-
lante a reducir el pie de fuerza del ejército. Lo peculiar de este
momento era ver a jefes militares encabezando revueltas contra
la política militar, Pero ésta era precisamente la que se veía
en 1840 como fuente de tiranía, la cual había que eliminar
apelando a la fuerza, llegado el caso.

El tatarabuelo Adolfo Mier se fue por otra senda ideológi-


ÍJ3] ca: la de la cultura popular. No tomó ninguna decisión
estrictamente partidista —y con él su gente— sino que se
aferró a la praxis original que regula el intercambio material de
la especie humana con su medio natural. Más importante para
él eran los playones y el río, y su utilización para crear riqueza,
que el debate sobre centralismo y federalismo. Más importante
era educarse, aprender música y conocer los secretos de la
herbología —saber vivir y dejar vivir— que dominar el mosque-
te y el fusil.
Por cultura popular se entiende el conjunto de ideas sobre la
realidad y el mundo inmediato y su manejo que se basan en
conocimientos empíricos, prácticos y de sentido común. Es el
folclor, saber o sabiduría popular que ha sido posesión ancestral
de las gentes de las bases sociales, aquel que les ha permitido
crear, trabajar e interpretar predominantemente con los recur-
sos directos que la naturaleza ofrece al hombre. (O. Fals Borda,
"La ciencia y el p u e b l o " , Tercer Congreso Nacional de Sociolo-
gía, Bogotá, 1980).
Aunque no fuera partidista, este complejo ideológico popu-
lar había producido en la región momposina su propia estructura
política, representada en caciques, c h a m a n e s , guerreros y diri-
gentes diversos que iban condicionados por el contexto cultural
y que sabían, por esencia y conciencia, responder a sus exigen-
cias.
No quiere ello decir que el resultado de este proceso hubiera
sido siempre el mismo, es decir, que fuera de naturaleza reac-
cionaria o conservadora. Por el contrario: se sabe que los grupos
de base popular son dinámicos, cambian y se amoldan a las
circunstancias ambientales. Aún más: actualmente son los
únicos capaces de entender y controlar el ambiente y, quizás,
49A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

disimulada entre crotos de hojas multicolores y guayacanes con


perfumadas orquídeas costeñas, quedaba al pie del camino real
que venía de Turbaco y Ternera hacia el recinto amurallado de
la ciudad.
J u a n J o s é siguió el ritmo de su carrera y de la acomodada
vida social de que empezaba a gozar. Cuando no iba de parran-
da con sus amigos, podía distraerse con sus colegas de buenas
familias yendo a representaciones dramáticas —como las que
daba la compañía española de Eduardo Torres— y de vez en
cuando asistía a las ' 'jaranas de a r p a " o a las veladas musicales
de la señora Gallardo para escuchar arias de Ana Bolena de
Donizetti, o de Roberto el diablo de Meyerbeer. A Nieto le pare-
cían más accesibles las cadencias del segundo que los griticos
de la primera, además de que Meyerbeer podía considerarse
francés...

Después de nacer mi hermano Agustín —que tanto


se irá a destacar con el clarinete— al cura Arias, mi
papá, lo trasladaron a Simití y mamá Tina no quiso irse
de Mompox, Él se fue y le mandaba mercancías de vez
en cuando a mi m a m á para ayudarla. Pero d e s p u é s no
volvimos a saber más nada de él, sino que había salido
de Simití por no querer aceptar la comisaría del pueblo.
Mi mamá se defendió sola vendiendo bolitas de tama-
rindo cuando pepeaba el árbol del traspatio, y haciendo
cafongo [bollos dulces], bollos de maíz y de plátano y
cazabes de harina de yuca.
Mi mamá me puso en la escuela pública de Santa Bár-
bara [por el sistema lancasteriano] que dirigía el doctor
Julián Ponce; pero la escuela la cerraron poco después.
Ella acudía a su hermano Marcelino cada vez que esta-
ba apurada de dinero; casi nunca, por pena y orgullo,
ocupó a sus primas de Mier de la nobleza de la albarra-
da, como la niña Micaela Epalza, todavía soltera, que
era de su edad, o como la niña Dominga, esposa de don
Atanasio Germán Ribón. Aunque se visitaban de vez
en cuando. Y, por ser más favorable, mi m a m á consi-
guió un ranchito de palma amarga en el barrio abajo
para donde nos mudamos. Allí crecí, me formé y apren-
dí a tocar trompeta y bombardino [el barítono que los
Mier siguen usando en Loba todavía, al cabo de tres
generaciones]. Entré como ayudante a la banda de mú-
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 49B

El viejo bombardino de Adolfo Mier. todavía en manos de sus descen-


dientes en San Martín de Loba.

salvar al resto de la sociedad del desastre ecológico que nos


amenaza. Históricamente puede demostrarse que producen
líderes capaces y eficientes que, muchas veces, han logrado
victorias sobre los grupos dominantes.
Por lo mismo, las bases populares pueden responder al
reto de la democracia política moderna y a requerimientos utó-
picos como los presentados en aquellos días por Nieto y los
políticos liberales; sólo que el manejo de la cuestión —se sabe
mejor ahora, entre otros, por los trabajos de la escuela de inves-
tigación-acción participante— no puede hacerse en términos
importados, en lenguas exóticas o por clases explotadoras tradi-
cionales, sino en las condiciones propias de la cultura popular y
de sus elementos representativos.
Esta convicción radica en el hecho de que el saber popular,
aunque no esté codificado a la usanza de las clases llamadas
"cultas" o "ilustradas", tiene su propia racionalidad y su pro-
pia estructura de causalidad, es decir, puede tener mérito y
validez científica en sí mismo. Si no fuese así, no funcionaría
en la práctica, ni en la Costa ni en ninguna parte. El hecho de
que el saber popular se base en una praxis original y en una
ideología de lo cotidiano e inmediato no lo hace menos cierto o
ambicioso o de más corto vuelo intelectual, sino que obliga a los
50A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

sicos que el señor Troncoso había organizado para las


procesiones y fiestas de la ciudad.
Como pelaos, uno de nuestros principales berroches
era echarnos la leva de la escuela y bañarnos en el río,
claro que con ojo a los caimanes. Allí nos dijeron los
bogas de la amenaza que era para ellos la presencia de
vapores que venían haciendo viajes desde Santa Marta:
se iban a quedar sin trabajo por la barrida casi segura
de los champanes.
Un día (en 1839), así como les estoy contando, llegó
el vapor Unión a Mompox. Era su primer viaje [de
Glasgow, Escocia, desde donde pasó el mar sobre una
falsa quilla q u e se le quitó en Barranquilla d e s p u é s de
entrar por las Bocas de Ceniza para quedar como plan-
chón]. En la plaza del mercado lo esperaban con banda
de músicos y buen ron el gobernador y uno de los due-
ños del barco, un paisa que vivía en Mompox, don J o s é
María Pino. Pero los bogas y nosotros le teníamos pre-
parado un recibimiento diferente. Impedimos que el
Unión se acercara a la ribera de la Hoyo por la lluvia de
piedras y garrotes y unos cuantos disparos, " ¡ Muera el
vapor! ¡Que vivan los b o g a s ! " , gritábamos con el resto
del tropel de gente pobre que llegó de todas partes. Y
mandamos que en ningún caserío se le embarcara al
Unión la leña que necesitaba para la caldera.
Esa lucha fue en balde. Los ricos se las sabían todas,
y cuando no lo m a n d a b a n a uno a pelear, lo convencían
a punta de plata. El vapor Unión siguió haciendo viajes
por varios años, y su capitán [Mister J a m e s D. William-
son] resolvió el problema de la leña con un champán
lleno que llevaba a remolque. Lo malo para la compañía
fue el tamaño del barco, porque éste se varaba a cada
rato por lo grande que era.

Golpeado y al mismo tiempo confortado por la suerte, Nieto,


el mestizo autodidacto, decidió retornar a sus queridos y medio
olvidados libros, y enfocar, en especial, la historia y geografía
de su tierra. En esta tarea demostró originalidad y cierta desu-
sada intuición metodológica. [C] Emprendió una serie de cortos
viajes a la provincia con el fin de entrevistar a los hijos favoritos
de los pueblos que tuvieran documentos y noticias. Visitó archi-
vos, recogió manuscritos antiguos y diversas memorias sobre
c \
\ y^":A

\ \
Mr \

x/ - ? -••
\'¿*
í
— —v
v
\\ c
• : - •••

,-\ ] ll
í v„
Mompox. Bogas descargando en el puerto. (Dibujo de Torres Méndez).

El empresario paisa José María Pino, enMompox. (Gra-


bado de Urdaneta).
51A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

los indios mocanás y calamares, la conquista y la colonia de la


región de Cartagena y sus 115 lugares poblados y cantones. De
allí salió en 1839 la Geografía histórica, estadística y local de la
provincia de Cartagena (publicada en la imprenta de Eduardo
Hernández), la primera en su género en todo el país, sumamen-
te útil para geógrafos e historiadores posteriores, con errores y
todo, y que dedicó "en obsequio de mi tierra natal, a los buenos
cartageneros".
Nieto también incursionó animoso por la crítica literaria y
se atrevió, en 1835, a hacerle algunas glosas a una carta publi-
cada en Bogotá por el poeta José Joaquín Ortiz dirigida al joven
tipógrafo Bartolomé Calvo, de Cartagena, en la que Ortiz se
quejaba de la indiferencia con que se habían recibido sus obras
en la capital. Era un ataque disimulado al presidente Santander.
Nieto, como buen santanderista y obandista (además, empleado
del gobierno), contestó con erudición, citando literatos france-
ses y asegurando que el gobierno "marcha con el siglo en que
vivimos, porque no es un gobierno tiránico ni ilegítimo contra
quien deba conspirarse [... j ni vengador de los agravios y desór-
denes pasados".
Bartolomé Calvo le aconsejó a! poeta Ortiz no contestar a
Nieto: "Este es un ignorante que quiere hacerse notar de cual-
quier modo", escribió en una esquela, "no debe hacérsele caso,
porque el desprecio es la contestación más dolorosa que él pue-
de recibir [... ] aquí se ríen de sus escritos". ¡Histórica esquela!
Nieto, a través del general Tomás Cipriano de Mosquera, se la
hará comer a Calvo, depuesto de la presidencia de la república
por ambos, 26 años más tarde.
No era totalmente cierta la frase de que el régimen del presi-
dente Santander ' 'no era vengador de los agravios y desórdenes
pasados". Impelido por Obando como ministro de guerra, el
presidente había desconocido el pacto de caballeros suscrito por
los exmandatarios Urdaneta y Caicedo en las Juntas de Apulo
sobre el respeto al escalafón militar existente. Los eliminados
del escalafón empezaron a conspirar. Las tensiones volvieron a
eruptar, las pasiones a exacerbarse. Además, la nueva Consti-
tución de 1832, aunque bien intencionada, había producido no-
table confusión en el manejo de la cosa pública, combinando
fórmulas centralistas con federativas de gobierno: por ejemplo,
los impuestos locales podían ser ordenados por las cámaras
provinciales pero no ejecutados sino hasta obtener la refrenda-
ción del Congreso Nacional. Santander mismo cayó enfermo y el
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 51B

letrados a investigar en otra sintaxis cultural, traducir ¡deas


abstrusas, decantar utopías y plantear lo concreto en la conduc-
ta social y política.
Por eso, a la familia de Adolfo Mier le tuvo sin cuidado la
polémica constitucional, aunque tendía a ser federalista, puesto
que tenía conciencia del valor de la patria chica y quería defen-
der sus riquezas y su pueblo: era la lucha por la tierra y el río,
por los caños, ciénagas y playones, por la caza, pesca y agricul-
tura. No vaciló así el jefe de ella, el cura Arias, en sumarse a la
expedición que se organizó en Mompox para debelar la rebelión
de Pedro Garujo en Riohacha y San J u a n del Cesar, en 1831 / 5 / .
Sus hijos se plegaron luego a las necesidades de los bogas
del rio Magdalena que resistían la intrusión del buque de vapor,
porque empezaba a desplazarlos económicamente. Eran los
días de la Compañía Anglo-Granadina de Navegación, cuyo úni-
co barco, el Unión, no duraría en servicio sino dos años, destrui-
do por la revolución de 1841. Mientras tanto, en las clases
populares momposinas se desarrollaron instituciones de ayuda
mutua y colaboración cívica que aumentaron la riqueza colectiva
y estimularon la vida en comunidad. Y se preocuparon, natural-
m e n t e , cuando las aguas del brazo de Mompox empezaron a
bajar por diversas causas naturales y h u m a n a s .

5. Entrevistas personales con don Adolfo Mier Serpa en San Martín de


Loba. 1979, 1980 y 1981. Otras fuentes para el relato momposino;
Rafael Soto, Decenios de Mompox en la Independencia (Barranquilla,
1960), II, 177 (Bolívar en Mompox en 1830); II, 208 (llegada del vapor
Unión): 202-204 (sequías del brazo de Mompox y primeras represas).
Cf. Salvador Camacho Roldan, Notas de viaje (París, 1898), 170, 180;
Robert L. Gilmore y John P. Harrison, "Juan Bernardo Elbers and the
Introduction of Steam Navigation on the Magdalena River", Hispanic
American HistoricalReview. XXVIII, No. 3 (agosto de 1948), 356.
Rebeliones de Carujo, Luque y Portocarrero en 1830 y 1831: Soto, 11,
178-187; Alarcón 111-122; Carta de Francisco M. Troncoso a Rafael
Urdaneta, Mompox, abril 28, 1831, ANC, Historia (Mompox), 1. fols.
185-188 (capitulación de Montilla a Luque); Comunicación de Santiago
Páez Mazenet y otros sobre convención departamental a Luque, Alci-
bia, abril 16, 1831, ANC, Historia (Mompox), I, fols. 180-183.
Pasquín contra Atanasio Germán Ribón: Papeles personales de don
Matías Ribón Cordero, Mompox; los Piñeres y el papel moneda:
Gabriel Jiménez Molinares, Linajes cartageneros -1 (Cartagena, 1951),
65-66.
Entrada de los hermanos Gómez y otros a las Tierras de Loba:
Ministerio de Industrias, Algunos documentos sobre las Tierras de
Loba (Bogotá, 1924), 67.
52A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

problema de su sucesión dividió la opinión pública en bandos


mordaces y belicosos.

Las varadas de los vapores y también de las canoas


en nuestro brazo del río empezaron a preocupar a los
momposinos y alegrar a los magangueleños del otro
brazo; el de Loba. En el barrio abajo, donde vivíamos,
se hicieron reuniones para protestar por el abandono
del gobierno. Mi tío Marcelino hablaba allí siempre y
decía: "Esto se va a acabar, ¡pendejos!". Hasta cuando
la cámara provincial nombró una Junta Patriótica para
hacer palizadas, una estacada rellena de piedras, y
represas en la boca de Loba al pie de El Banco y en los
brazos del Orejero y Lugo. Muchos de nosotros nos
fuimos para allá a trabajar como voluntarios, cargando
piedras y palos.
Se consiguió apoyo nacional a pesar de la oposición
disimulada de Magangué. Algunas obras se hicieron,
pero fueron insuficientes y el brazo de Mompox se fue
abonando poco a poco, sin poder hacer nada.
Yo no sé qué misterio afectó ese trabajo, o si tuvo
fucú. Pero las malas lenguas insistían no sólo en la opo-
sición de los de Magangué sino en el del mismo ño
Atanasio Germán Ribón como administrador, por he-
rencia de su mujer Dominga Epalza, de una parte de
las Tierras de Loba. Porque a él le interesaba tener más
agua frente a sus propiedades del Barranco y el Hatillo.
Incluso decían por ahí que empezó a hacer cañitos para
llevarse el agua y, como ustedes saben, esos cañitos
pueden convertirse en caños grandes con el paso del
tiempo. Hubo también un temblor de tierra —el que
hizo subir unas grandes piedras del fondo del río cerca
de Juana Sánchez y en el cerro de la Aguada, al frente
de Comemiel— que ayudó a desviar la corriente princi-
pal del río Magdalena desde el punto de la desemboca-
dura del Cesar, que antes estaba abajo de El Banco, en
El Salto. Y como la corriente de este río viene preciso
contra la del Magdalena, echó también fuerza para
torcer la dirección de las aguas hacia los caños del otro
lado que, al juntarse, formaron el brazo de Loba. ¡Po-
bre Mompox, comienza su ruina!
Estas preocupaciones no dejaban dormir a mucha
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULI URA POPULAR 52B

Al perfilarse el conflicto bélico causado por desavenencias


políticas entre las clases ilustradas superiores y en sus intereses
comerciales, el pueblo raso momposino, en parte, optó por solu-
ciones de escape: la emigración hacia el sur, hacia el otro brazo
del río que quedaba libre de militares y de políticos. (También
hubo otra corriente de desplazados hacia el norte, como vere-
mos más adelante). Asi, la familia Mier-Arias decidió preparar-
se para huir de la amenaza de los ejércitos del general Carmona
—con quien venía Juan José Nieto—, que asediaban a Mompox
en 1840, y sumarse a sus compadres Gómez quienes, desde
hacía muchos meses, habían planeado colonizar las desocupa-
das y fabulosas Tierras de Loba.
Se protocolizaba así en esta región la divergencia entre la
clase política letrada —la élite intelectual—, ahora armada y
con facciones propias, manifestando particulares metas de
dominio y explotación a través de instituciones generales; y
la clase popular —las mayorías desarmadas—, con miras y defi-
niciones propias de lo que era bienestar, seguridad y justicia,
todavía sin identificación con partidos. Se empezaba a abrir la
distancia entre el país político y el país nacional.
Buscaba la gente común soluciones factibles que pudiera
entender y controlar, y se alejaba de las disquisiciones utópicas
a las que no había tenido acceso y sobre las cuales los políticos
e intelectuales no se habían dignado darles ninguna explicación:
porque no los consideraban sino como carne de cañón y gleba
ignorante. Los políticos pensaban que el pueblo raso no podía
articular intelectualmente el bien supremo porque no sabía
inglés ni francés; pero que ello no era necesario porque podía
poner el hombro, los brazos, el sudor y la sangre para que los
poderosos se lo ganaran. Claro que a veces el pueblo podía esca-
par de esta ingrata tarea, en aras de la vida y del progreso
propios de las clases mayoritarias. Y así pasó con los Mier-Arias.

La estirada sociedad cartagenera no esperaba que un mes-


ial tizo sin educación formal como Nieto fuese capaz de pro-
ducir obras intelectuales de mérito. Los Calvos y otros
notables de la ciudad dijeron una vez que "éste es un ignorante
[...] aquí se ríen de sus escritos", aunque a la fecha (1835) éstos
incluían los Derechos y deberes del hombre en sociedad, ya
comentados, la Contestación a una carta de José Joaquín Ortiz,
y artículos diversos de alguna seriedad. La posteridad ha dicho
53A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

gente momposina, pues nos dimos cuenta del desastre


que representaba, que la pobreza podía extenderse a la
villa. Pero los recursos del gobierno para la obra no
llegaban o, más bien, se gastaban en cosas que no ser-
vían. Fue el culpable de que se nos perdiera el río. La
plata de los impuestos era para la gente poderosa, eso
se veía: para los viejos ricos y para los nuevos que se
aprovechaban de la política y de los partidos. La niña
Tina nos decía entre un soplo y otro sobre el anafe:
" ¡ J u á ! El que tiene más saliva, más harina t r a g a " ,

En esta atmósfera de inestabilidad amenazante, J u a n J o s é


Nieto se lanza por fin, en 1836, como candidato a diputado en la
Cámara provincial de Cartagena, por el distrito de la Catedral,
que dominaban sus amigos, los artesanos galleros. Es elegido
por dos años: ya cuenta con una cauda electoral propia, es un
gamonal de ciudad.
En la cámara provincial, Nieto promueve un debate sobre las
ventajas del federalismo y redacta un anteproyecto de Constitu-
ción federal para el país que pueda ser acogido y llevado al
Congreso en Bogotá. El anteproyecto es rechazado sin funda-
mentos de peso, casi con altanería por venir de un " p a r d o "
ignorante, lo cual, naturalmente, lo irrita; será razón para per-
sistir en la política y buscar la eliminación de las castas, la aboli-
ción de la esclavitud y la imposición de aquella iniciativa federa-
lista que contribuya realmente al bien común. Quizás se deba
llegar a emplear la fuerza, pensó: ' 'Toda bestia se lleva a pastar
a g o l p e s ' ' , como lo había leído en los clásicos.
Estos dilemas morales de la política pudo compartirlos con
algunos amigos masones que empezaron a tentarlo para que
entrara a la logia Hospitalidad Granadina No. 1, que tenía su
templo en la calle de San J u a n de Dios. (Esta logia, la primera
del país, había sido establecida por un grupo de militares y civi-
les santanderistas encabezados por el capitán Antonio Castañe-
da el 23 de junio de 1833, con la venia del Supremo Consejo del
oriente Neogranadino, fundado cuatro días antes). El abogado
Antonio Benedetti, entonces teniente de las milicias locales y
compañero de Nieto en la plaza, pertenecía al grupo de funda-
dores. No tuvo dificultades en p r e s e n t a r como aprendiz o luba-
tón a J u a n J o s é en una " t e n i d a " solemne en 1839, presidida por
el notario Dionisio Bautista como Soberano Gran Comendador
del Supremo Consejo.
E s c u d o s de la logia masónica Hospitalidad Granadina y del S u p r e m o
Consejo Neogranadino, en Cartagena. (Tomados de Carnicelli).
54A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

Un poco antes, el masón José María Obando había sido de-


rrotado en su candidatura a la presidencia de la república, y
resultó elegido el doctor José Ignacio de Márquez para el perio-
do de 1837 a 1841. Márquez era antiboliviano y masón también,
aunque Juan José y los obandistas ya no lo consideraban así. Se
había alejado del redil de las logias.
Lo peor era que Márquez había llegado a la presidencia con
amplio apoyo de los bolivianos. Este contubernio parecía ina-
ceptable. Había necesidad de delimitar de nuevo las fronteras
entre los nacientes grupos políticos, y ello lo ofreció el problema
del centralismo gubernamental en un país tan grande y desco-
yuntado como era la Nueva Granada. Comenzaron por los nom-
bres: los exsantanderistas y obandistas favorables al federalis-
mo se autotitularon "progresistas"; los exbolivianos y gobier-
nistas favorables al centralismo se bautizaron como "ministe-
riales". Claro que cada grupo representaba intereses aún más
amplios y profundos: los artesanos, los anticlericales, los anties-
clavistas tendían al primero; los ricos, los clericales, los hacen-
dados, y los señores al segundo.
Los ministeriales, naturalmente, buscaron afianzarse en el
poder y monopolizar las posiciones gubernamentales. En Carta-
gena ello se dio asi en los cargos públicos como en la cámara
provincial. Cuando Juan José Nieto aspiró a dar un paso más y
llegar como diputado a la Cámara Nacional de Representantes,
obtuvo mayoría entre los electores; pero los escrutadores, que
eran ministeriales, le "embolataron" la elección y proclamaron
elegido a un tercero de su preferencia. Era otra lección que
recibía Nieto sobre manipulación democratera. No habría de
olvidar esta lección práctica, como la anterior de la cámara
provincial, ya que tendría que aprovecharlas haciéndose a la
idea de que el fin justifica los medios.

¡Tantos politiqueros preocupados por sus puestos y


ventajas, y aquí en Mompox quedándonos sin río, sin
comercio y sin comida! ¿Por qué, en vez de meternos en
partidos políticos, los jefes no nos organizan para tomar
la tierra y el agua, y aprender a explotarlas mejor?
Así defenderíamos bien el río y sus riquezas, los peces
y el transporte que nos da la vida.
La cosa iba en serio. Al ver cómo se secaba el rio,
mucha gente pobre empezó a pensar en otras cosas: pot
ejemplo, en pasarse al otro brazo del río, el de Loba,
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 54B

más, y el balance final añade nuevas aristas a la teoría corriente


del caudillismo.
El propio Nieto contestó a los incrédulos criticones de su
tierra y de su época con una Geografía histórica, estadística y
local de la provincia de Cartagena (Cartagena, 1839) que no sólo
es la primera geografía regional que se escribió en el país, sino
que contiene descripciones generales de costumbres, datos polí-
ticos y económicos que anticipan el tratamiento sociológico
posterior.
Hasta entonces, la Costa atlántica no había tenido, desde el
punto de vista geográfico, sino las especiales relaciones (sin
publicar) de comisionados reales como Antonio de la Torre y
Miranda (1794), las cortas descripciones de don Francisco Sil-
vestre (1789), los escritos parciales (en alemán) del barón de
Humboldt (1805), y el Derrotero de Las Islas Antillas y de las
costas de Tierra Firme (Madrid, 1820), que contiene datos loca-
les importantes. La síntesis geográfica de Nieto habrá de ser la
única fuente utilizable sobre la provincia de Cartagena y el Esta-
do de Bolívar hasta bien entrado el siglo XX, porque la Comisión
Corográfica nacional de 1849 no llegó a la Costa, y los subsi-
guientes trabajos de geógrafos no fueron regionales sino nacio-
nales, como los textos de Tomás Cipriano de Mosquera (1852),
Antonio Cuervo (1855), Joaquín Esguerra (1879), Felipe Pérez
(1883) y Francisco José Vergara y Velasco (1892), quienes casi
todos citan, con respeto, a Nieto. La siguiente importante geo-
grafía regional, la de Manuel Uribe Ángel sobre Antioquia, no
fue publicada hasta 1885, en París.
Aunque ahora advirtamos sus errores, de esta Geografía
histórica de Cartagena parten las versiones hasta hace poco ofi-
ciales sobre las fundaciones de Barranquilla, Sabanalarga y
otros sitios. Ofrece uno de los primeros relatos ordenados sobre
la revolución de Cartagena contra España así como un esbozo
de la Conquista. Sobre cada cantón tiene datos específicos, a
veces ingenuos ("les gusta el baile", "son indolentes", "traba-
jan bien el algodón", etc.).
Para obtener estos datos, el mismo Nieto informa en el pró-
logo que durante cinco años acudió a "memorias y manuscritos
de una remota y respetable antigüedad", consultó archivos
municipales ("salvados por casualidad de las injurias del tiem-
po"), visitó pueblos de provincia y entrevistó ciudadanos de
crédito "que saben el lugar que habitan". Utilizó así, de mane-
ra rudimentaria, técnicas de investigación que hoy han vindi-
55A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

que iba cogiendo fuerza y agua, gente y dinero que ve-


nía de la venta de tagua, y luchar por tener allí su peda-
zo de ladera. Allí había otra ventaja: no cruzaban los
barcos de guerra. Éstos se aguantaban en M a g a n g u é y
regresaban por la boca d e Tacaloa a Mompox, q u e era
la presa deseada por las tropas.
El señor Faustino Gómez, compadre de mi mamá y
gran agricultor, cazador y pescador, fue de los primeros
en hablar de irse de Mompox cogiendo por el caño de
Guataca para llegar al antiguo pueblo de Cañonegro y,
quizás, todavía más al sur tomar por los grandes playo-
nes de la isla en dirección del río Tiquizio. Sabía que
otro momposino viejo, el señor J u a n Francisco Palomi-
no, se había metido por allí y pudo hacer un corral de
ganado en una ribera del río Chicagua, hacía unos vein-
te años.
Allí el problema eran los capataces de ño Atanasio
Germán Ribón, quienes tenían órdenes de echar a los
que entraran a esos playones sin su permiso, pues se
consideraban como parte de las Tierras de Loba. Pero la
verdad era que no habían podido sacar ni a los de Caño-
negro ni al señor Palomino, en todos esos años. Era tie-
rra desocupada, de monte virgen lleno de tagua, caucho
y cacao, fértil, con ciénagas e islas muy bonitas, donde
podíamos sembrar de todo para alimentarnos y progre-
sar. El señor Gómez se fue metiendo contra viento y
marea con su hermano Manuel y con otras familias: los
Benavides y los Beleños. Yo, que tenía once años y
estaba ya grande, también me fui interesando en la
idea de vivir en las Tierras de Loba.
El miedo que sentíamos por ño Atanasio se nos fue
acabando por el apoyo que teníamos contra él en mucha
gente momposina, de arriba y de abajo. La exmarque-
sa, suegra de Atanasio, estaba cegatona y enferma, y
políticamente no valía nada. Los Ribones, hermanos de
Atanasio, fueron adquiriendo poder, y el presidente
Márquez alcanzó a nombrar algunos en puestos públi-
cos; pero en ese momento no podían actuar legalmente
contra nosotros ni contra los que se habían metido en
sus propiedades. Porque las Tierras de Loba se consi-
deraban baldíos, de acuerdo con nuevas leyes de la
República.
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 55B

cado y asimilado las ciencias sociales, como las que se han


empleado para realizar esta misma Historia doble d e la Costa.

Metodología. El presente trabajo sobre el caudillismo cos-


[D] teño a mediados del siglo XIX es resultado de combinar
diversas técnicas de investigación que, como en el tomo I,
h e denominado reconstrucción o ilación histórica. Para esta
reconstrucción trato de hacer una presentación de sucesos del
pasado que no sólo sea objetiva —de acuerdo con los hechos
reales registrados por la observación o con datos documenta-
les— sino útil para los fines de educación política y cultural que
exigen los movimientos populares contemporáneos.
Esta historia tiene y lleva un propósito y, por lo mismo,
reconoce la dimensión ideológica en las disciplinas sociales.
Busco contar la historia en lo que ella no ha dicho por ocultar
u olvidar aspectos no convenientes para las clases dominantes
y opresoras —en lo que aplico la recuperación crítica—; y rela-
tarla ordenadamente en tal forma que quienes suministraron
los datos de las clases trabajadoras la reconozcan como propia
—en lo que sigo las reglas de la devolución sistemática del
conocimiento—. Este informe es, p u e s , un desarrollo del méto-
do de investigación-acción (de participantes o participativa) que
va explicado en otras fuentes 161.

6. Además de los materiales sobre investigación-acción (participativa)


presentados en el Simposio Internacional de Cartagena en 1977 (cita-
dos en el Tomo I) pueden verse algunos de los últimamente produ-
cidos:
G. V. S. de Silva, Niranjan Mehta, M. Anisur Rahman y Ponna Wig-
naraja, "Bhoomi Sena: A Struggle for People's Power", Development
Dialogue (Upsala), No. 2 (1979), 3-70; Trabajos del Primer Seminario
Latinoamericano sobre Investigación Participativa en el Medio Rural,
Ayacucho, Perú, 9-14 de marzo, 1980; Papers of the International
Forum on Participatory Research, Ljubljana, Yugoslavia, 13-22 de
abril, 1980; Antón de Schutter, Sobre el método de investigación parti-
cipativa (Pátzcuaro, CREFAL, 1980); Paul Oquist, "The Epistemology
of Action Research", Development Dialogue (Upsala). No. 1 (1978);
Guillermo Hoyos V., "Significado de la reflexión epistemológica para
la investigación-acción, Ciencia, tecnología y desarrollo (Bogotá,
Colciencias), Vol. 4, No. 3 (1980), 277-292.
Número especial de SID (Journal of the Society for International De-
velopment), abril 1981; Byram Martin y otros, Emerging Rural Appli-
cations of Participatory Research (París, Unesco, 1978); Unicef, Les
carnets de Tenfance. No. 42 (octubre de 1979); Unesco, Papers of the
Seminar on Participation Research and Development, Dakar, Senegal,
56A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

La suerte y la politiquetía nos favorecieron esta vez.


Un día apareció pegado a la puerta de la casona de ño
Atanasio el siguiente pasquín, que fue un directo a la
quijada de ese poderoso ricachón;
"Señores de ambos partidos: miren ustedes los méri-
tos y servicios del niño Atanasio Ribón, de Mompós.
Los servicios de don Pantaleón , su padre, que perdió a
Mompós en unión de los Piñeres d e s p u é s que robaron a
su gusto con sus monopolios de billetes [papel moneda
expedido en Cartagena en 1814 para pagar gastos del
ejército patriota —véase el capítulo 2 B] se fueron
huyendo, pero la pagaron bien, como merecían, Dios se
lo pague a Morillo.
"El dicho niño Atanasio, bonachón de profesión, no
sale de las tiendas de taberna, es un consumado petar-
dista por mayor y por menor, y si no dígalo mi familia
y mi cuñado y los demás armacenistas de esta ciudad y
extranjeros de fuera.
" E s un jugador de lo que no es suyo, y vendía hasta
los platos del servicio de su casa y los camisones de su
mujer por menos precio, y compraba los diezmos y los
embrollaba hasta que se presentó la ocasión de adular
para merecer destinos, y entonces vendió los esclavos
de la marquesa para ser ciudadano; y a u n q u e tuvo la
desfachatez este vago (pues no es otra cosa) y el Don
Quijote del bestia de su hermano, de decir por la im-
prenta que no aceptarían ningún destino que e m a n a s e
de la aprobación del presidente Márquez, fueron ense-
guida el borrachín, interventor de tesorería; y el otro
frenético animal con borlas (no sabiendo hablar a las
derechas) fue secretario de la gobernación. Pero ya se
ve qué habían de hacer si la hambre se los comía:
perder el pudor y meterse a alzafuelles de ineptos
mandarines sinvergüenzas.
" E s t o s son los méritos y servicios de los dioses omni-
potentes de Mompós. Así iremos anotando los de cada
uno que quiere pender de este suelo hasta los cuernos
de la luna. Firma: Un monarquista que desea un rey en
Nueva G r a n a d a " .
¿Cómo les parece? ¡Fue el despiporre! Porque este
monarquista era un conservador de los ministeriales
que vivía en el barrio abajo, del mismo partido de los
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 56B

De acuerdo con estas orientaciones metodológicas, en la


reconstrucción histórica se enfatizan determinados hechos y
procesos: los que son congruentes con metas de cambio radical
propuestas por clases sociales victimizadas por la explotación
capitalista actual. Por eso esta técnica no produce una historia
final o absoluta. Pero tampoco es final o absoluta la historia
oficial, o la que producen los historiadores de las clases domi-
nantes. Cada generación de investigadores va fabricando su
propia interpretación de unos mismos hechos, según su respec-
tiva experiencia directa, esto es, según la orientación de la clase
social o grupos a los cuales pertenecen. Por ello, la critica histó-
rica es una tarea sin fin y sin fronteras, y no me sorprenderá que
futuros científicos sociales revisen, corrijan y complementen
este informe sobre el caudillismo costeño. Aún m á s : así lo espe-
ro. De esta manera se construye la ciencia, que es un proceso
p e r m a n e n t e , abierto y totalizante de acumulación y revisión de
conocimientos válidos adquiridos.
En armonía con estas tesis, la reconstrucción histórica que
propongo y practico en este tomo d e p e n d e mucho de técnicas de
imputación y de un uso parsimonioso y conveniente de imagina-
ción: puede ser noventa por ciento hechos y diez por ciento
imaginación. ¡No se asusten! En cantidades dosificadas, no es
malo usar de la imaginación en la tarea científica. Hasta los más
eminentes naturalistas lo hacen cuando se ven en la necesidad
de completar sus esquemas de explicación: por ejemplo, los
astrónomos al describir los " q u a s a r s " o la explosión cósmica
primigenia; los arqueólogos cuando reconstruyen a Nínive o
Persépolis con base en restos pétreos y basureros; los paleon-
tólogos al proponer homínidos según tendencias marcadas por
simples quijadas o restos craneales. ¿Y qué decir del uso de la
imaginación científica que hizo Arthur Kornberg para determi-
nar la estructura interna del DNA polimerasa (la partícula que
puede contener el secreto de la vida)? ¿Y el de Richard Feyn-
man sobre campos magnéticos?

10-14 de diciembre, 1979; Heinz Moser y Helmut Ornauer, eds.,


Internationale Aspekte der Aktionsforschung (Munich, 1978); O. Fals
Borda, "The Problem of Investigating Reality in Order to Transform
it", Dialectical Anthropology, 4 (1979), 33-55; O. Fals Borda, "Mea-
nings in Social Science and the Practical Production of Knowledge",
Oesterreichische Zeitschrift für Politikwissenschaft (Viena), mayo de
1981: Fals Borda, "La ciencia y el pueblo", 1980, citado.
5 7A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

Ribón. Muy pocos en verdad querían que hubiera rey


en vez de presidente, aunque la preocupación existía
[y seguiría empeorándose con el poder que obtuvo en el
país la familia Mosquera, de Popayán, y sus coqueteos
con los ecuatorianos que pensaban colocar de rey en
Quito a un duque español, con el caudillo Juan José
Flores, en 1846]. Pero así era el desorden del momento,
que unos tiraban para un lado y otros para otro. Y de
paso se vio que esos ricos estaban comerciando en la
venta de armas a las fuerzas rebeldes y a las guerrillas.
Luego de este tiroteo que dejó con un ala rota a ño
Atanasio y a los Ribón, se nos fueron los temores que
aún teníamos de meternos en las Tierras de Loba. Nos
decidimos cuando supimos que se había armado otra
revuelta [en octubre de 1840] y que los ejércitos rebel-
des venían a ocupar a Mompox otra vez y rcclutarnos a
todos. Eran los bravos del general Carmona, liberales
progresistas que, decían, querían cambiar la Constitu-
ción y hacernos federales a la fuerza.
Nos alistamos, pues, para volamos en esos días de
Mompox con los Gómez, los Benavides, los Beleños y
las otras familias comprometidas. Fue una idea correc-
ta, porque la villa de Mompox estaba a punto de levan-
tarse por Carmona y convertirse en un infierno. Noso-
tros no queríamos sino trabajar, sembrar, tocar música,
aprender y progresar, es decir, salimos de la mala
situación en que vivíamos. ¿Para qué eran todas esas
guerras y discusiones de los partidos sobre una Consti-
tución que casi nadie del pueblo conocía? ¿Era que así
nos iban a quitar el hambre? ¡Ni de vainas!

Los conflictos sociales y políticos subían de tensión a varios


niveles, y los progresistas de Cartagena sólo esperaban la con-
signa de lucha que diera su jefe nacional y caudillo, el general
José María Obando. Acababa de sofocarse una revuelta en Pas-
to, en el sur del país, motivada por la clausura de unos conven-
tos, cuando Obando decide por fin sublevarse, en julio de 1840.
En su proclama declara que se lanza a la lucha por estar ' 'perse-
guido cruelmente por un gobierno de origen impopular" (que
quería revivir las acusaciones contra Obando por el asesinato
del mariscal Antonio José de Sucre, del ejército libertador, en
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 57B

Pero asi como lo hacen los científicos naturales, también


nosotros en las ciencias sociales podemos emplear la imagina-
ción dentro de los parámetros lógicos que el previo conocimien-
to adquirido va delimitando. La proporción imaginativa que
propongo no es contaminante porque debe jugar dentro de los
márgenes de la probabilidad cultural y de la estructura básica
que dejan los datos-columnas que sostienen el edificio así del
relato como de la interpretación. Los datos-columnas son aque-
llos derivados rigurosamente de las fuentes y autoridades cita-
das (canal B), que quedan para seguirse consultando y usando
por científicos y curiosos. Al recordar esta regla, la imaginación
puede emplearse especialmente para completar vacíos lógicos
creados por pérdidas irreparables de documentos (el comején,
la polilla, el fuego, la humedad que tanto afectan nuestro traba-
jo en la Costa), y para redondear situaciones. Por supuesto, no
deben imaginarse ni comunicarse incongruencias, imposibili-
dades o contradicciones absolutas, sino aquellos aspectos lógi-
cos probables que el observador esperaría en el desarrollo de la
vida real, dentro de los límites de la cultura del grupo estudiado
y para pulir el cuadro que se desea presentar, aun desde el
punto de vista estilístico. (El estilo es importante. Tratándose
de la vida colectiva, que es tan interesante, no hay razón para
que al pasar por las manos de los sociólogos ella se convierta en
un ladrillo pesado. Para la comunicación de las ideas, es mejor
escribir con la simple pluma de ganso que con un estilete marca
IBM).
He tratado de aplicar estas técnicas en el presente tomo,
como lo hice en el primero, aunque no tengo ninguna aspiración
a que se las juzgue desde el punto de vista literario, sino desde
el de la comprensión. En el tomo anterior, estas técnicas resul-
tan evidentes cuando se lee la descripción de la enfermedad y
muerte del primer marqués de Santacoa, por ejemplo: es imagi-
nación con elementos culturales ciertos y existentes dentro de
los parámetros de la sociedad colonial estudiada. En el presente
capítulo se distingue lo mismo en los siguientes apartes: la
vuelta de J u a n J o s é en burra por el camino de Cibarco; el baile
del bunde al Pie de la Popa; el sabotaje a la llegada del vapor
Unión a Mompox. Y así en todos los capítulos.
Ningún lector podrá negar que estas descripciones caen den-
tro de lo probable cultural y completan lógicamente el cuadro
histórico que pinto, dentro del espacio que dejan los datos-
columnas. Supongo que serán versión autorizada hasta cuando
58A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

1830), y que buscaría "el renacimiento de Colombia bajo un


sistema federal, que es el grito nacional".
Había otras razones para este alzamiento en la Costa,
además de la ideología federalista: la inseguridad económica
general producida por la especulación (como la del banquero
Judas Tadeo Landínez en Bogotá, que luego se declaró en ban-
carrota); el afán de controlar aduanas y rutas comerciales loca-
les por la burguesía mercantil samaria y momposina y por
gamonales de provincia; el personalismo desatado por la muerte
de Santander y la elección de Márquez, entre políticos naciona-
les, y la incipiente aunque fuerte competencia de la importación
de artículos europeos que resultaban más baratos que los pro-
ducidos por los fabricantes nacionales, a pesar de las tarifas
proteccionistas vigentes, lo cual llevaba a la protesta de los arte-
sanos costeños.
Nieto no lo duda: debe atender a la proclama del jefe y apro-
vechar para poner las cosas en su sitio en Cartagena. Irritado
por el desconocimiento de su elección como representante,
rechazado despreciativamente su proyecto federativo por cole-
gas altaneros y racistas, humillado por los Calvos e ignorado por
el poeta Ortiz, frustrado en sus iniciativas de progreso loca! y
defensa de los artesanos que no podían resolverse sino a las
malas en Bogotá, el futuro caudillo costeño decide que hay que
apelar a la última razón, al llamado de las armas.
Nieto ha sido un civilista hasta ahora y no tiene otros segui-
dores que sus electores de la Catedral y sus amigos y parientes
de la Popa, Alcibia, Ternera y Baranoa. No puede levantar ejér-
citos propios, como otros gamonales hacendados de provincia.
Pero debe arriesgar su carrera en la búsqueda de la felicidad
colectiva, los intereses superiores de la dignidad humana y la
prosperidad de su gente. Siente que hay nuevas amenazas al
derecho de los pueblos a disponer de su destino y que se yergue
otra vez el fantasma de la tiranía que aprendió a distinguir
desde su niñez cuando leía el Catecismo del doctor Sotomayor y
Picón. Cree, por eso, que cuenta también con el apoyo de sus
hermanos masones, en cuyas "tenidas" había aprendido a jurar
contra los tiranos.
El manejo del fusil y la escopeta, la espada y la lanza en pro
de los intereses del partido y de los trabajadores, se vuelve
marca del honor personal y prueba del patriotismo. Ya lo había
escrito Nieto en su propio folleto sobre Derechos y deberes del
hombre en sociedad, para casos críticos como el que estaba
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 58B

vengan otros historiadores que consigan nuevos datos, obten-


gan los documentos que faltan y me corrijan o complementen.
Es fácil distinguir en el texto del canal A estas secciones
descriptivas especiales, aunque a veces los hechos reales del
relato sobrepasen el uso que hubiera hecho de la imaginación.
Porque en la sociedad costeña del Caribe la línea que separa lo
fantástico de lo real muchas veces es tenue. Esta ha sido impor-
tante lección de vivencia dictada a los científicos sociales y al
resto del mundo por el extraordinario grupo de novelistas y
cuentistas costeños contemporáneos, encabezados por Gabriel
García Márquez,
Algo semejante puedo explicar respecto de la técnica de
imputación, aunque ésta sea más rigurosa. Aquí, como en el
caso anterior, lo que traté de hacer fue: llenar con carnes y
músculos la osamenta que me describieron don Adolfo Mier
Serpa respecto de su padre y su abuelo, y otros ancianos de
buena memoria sobre el pasado de los pueblos de la depresión
momposina, y sumar, combinar y componer la información para
darle coherencia y eficacia comunicativa.
Tuve suerte al constatar documentalmente algunos datos-co-

Vista de Barranquilla hacia 1840. (Acuarela deMark).


59A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

viviendo: había que invocar el ' 'sagrado e i n d i s p e n s a b l e " deber


de la insurrección. ¡Había que pelear!
Se acerca así la explosión de la guerra civil de 1840-1842, la
primera grande en la Costa, que hará volar mantis mariapalitos
en todas direcciones. Nieto deja listo, junto con otros progresis-
tas encabezados por el doctor Antonio del Real, el pronuncia-
miento rebelde de la guarnición de Cartagena (para el 18 de
octubre), y vuela a Barlovento para propiciar el que allí se hará.
Los vientos son propicios: esta revuelta aprovechará del des-
contento de la población (especialmente los comerciantes de
Barranquilla) por no haber querido el gobierno de Márquez
declarar habilitado a Sabanilla como puerto para el comercio
exterior.
Las chispas comienzan a saltar en Ciénaga (Magdalena),
donde el general Francisco Javier Carmona —héroe venezolano
de nuestra independencia, que se había establecido allí, en una
hacienda que recibió como recompensa por sus servicios— se
pronuncia contra el gobierno central y por el federalismo, el 11
de octubre de 1840, a la cabeza de 300 jinetes. Muchos de estos
soldados procedían de las antiguas tierras de Carmona donde
eran arrendatarios, concertados o esclavos, otros eran campesi-
nos y pescadores "reclutados a planazos y a p a l o s " , como algu-
nos dijeron.
Santa Marta secunda el movimiento el 14 siguiente, destitu-
ye al gobernador Pedro Díaz Granados y, sin importarle que
fuera venezolano, porque todavía se sentía nuestra hermandad
con ese pueblo heroico, elige a Carmona como nuevo Jefe
Superior, Civil y Militar de un estado soberano naciente: el de
Manzanares, bautizado así por el río que atraviesa la ciudad.
Luego de asegurarse la lealtad de los indios cercanos de Mama-
toco y Bonda (que le habían acompañado en combates previos),
Carmona organiza su despacho. Le da la secretaría a Manuel
Murillo Toro (hijo de un sacristán de Chaparral, Tolima, en
Santa Marta en busca de trabajo, quien llegará después a ser
presidente de la república), y hace contacto con los desconten-
tos de Barlovento, entre los cuales se encontraban Nieto y sus
amigos y parientes.
No tardan en pronunciarse Soledad, Barranquilla y Sabana-
larga, cuyos dirigentes convocan a su vez a una " a s a m b l e a de
diputados del p u e b l o " el 16 de octubre, en Polonuevo, cerca de
Baranoa. En esta asamblea se decide también, a tambor batien-
te y entre vítores, la creación de otro estado soberano. La
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 59B

lumnas suministrados por don Adolfo —como el paso de su


abuelo y de su tío por El Carmen de Bolívar y sus contactos con
el general Nieto a través de la masonería, el descubrimiento de
las minas de oro de Amagamiento Rico, etc. —; pero sólo por
imputación me pude explicar la salida de la familia Mier-Arias
de Mompox hacia el sur de la isla, hecho importante para el
relato y la historia en general. Aquí tuve que acudir a otras
fuentes, como la invaluable obra de Rafael Soto, Decenios de
Mompox en la Independencia, tomo II (Barranquilla, 1960) que
tiene una riqueza documental de detalle bastante apreciable.
Lo mismo hice en relación con otros pueblos y personajes.
Combiné así la imputación personal con el empleo de fuentes
primarias y secundarias pertinentes. (Esta técnica es necesaria
en condiciones difíciles de investigación, como lo acaban de de-
mostrar Alfredo Molano y Alejandro Reyes Posada en el libro,
Los bombardeos en e l Pato, Bogotá, CINEP, 1980, al imputar a
una campesina imaginaria datos recogidos en diferentes circuns-
tancias y con diversas personas). Las inserciones de datos com-
plementarios o aclaratorios, como fechas, sitios, citas, en los re-
latos o copias de documentos, van colocadas entre corchetes. [ ]
He usado también de otras técnicas para preparar el presen-
te tomo: el archivo de b a ú l suministró datos interesantes, como
algunos decretos militares firmados por Nieto, diarios íntimos
personales y retratos antiguos; entrevistas con ancianos infor-
mantes y con intelectuales de la región; consultas de archivos,
especialmente en el Fondo Anselmo Pineda de la Biblioteca
Nacional en Bogotá; fuentes p r i m a r i a s como la colección de
documentos de Manuel Ezequiel Corrales; observación dirigida
con visitas a los sitios involucrados en la reconstrucción; y foto-
grafía de aspectos adecuados para la devolución sistemática y
la publicación del informe.
Sobre devolución sistemática: los dos tomos publicados en
esta serie hasta ahora tratan de demostrar el empleo de las
reglas sobre comunicación de ideas propuestas en la investiga-
ción-acción (participativa), a saber: el nivel 2 para el público en
general y cuadros en formación (canal A) y el nivel 3 para cua-
dros dirigentes y técnicos varios (canal B). Manifiesto que si
tuviera el talento y recursos necesarios habría producido tam-
bién materiales de nivel 1 para las bases populares (folletos
ilustrados, cortos cinematográficos, transparencias, casetes,
libretos, títeres, versos y canciones de protesta). Para todo ello
se presta la información de esta serie, como lo señaló en Francia
60A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

emoción vibrante del momento conduce a una escultural mama-


da de gallo. En efecto, uno de los asistentes a la asamblea (no
se recuerda el nombre de este genio) de manera elocuente
invoca las musas y dioses griegos del Olimpo: había que colocar
la revolución bajo la protección de nadie menos que la madre de
J ú p i t e r . Así, con aureola de héroes clásicos, ¡nace el Estado
Soberano de Cibeles, capital Barranquilla!
La sombra cibelina perdurará hasta 1842, cuando por fin se
habilita Sabanilla como puerto marítimo. Pero Carmona, sin-
tiendo el reto, y poco dado a esas cosas literarias y mitológicas,
no simpatizó para nada con la creación del nuevo estado y
menos con el curioso nombre que le dieron. Y el recién escogido
Jefe Superior de Cibeles, el capitán cartagenero Ramón Anti-
güedad —buen soldado de la batalla del Santuario, donde fue
herido en una pierna— se atrevió a disputarle su autoridad.
¡Quién dijo miedo! Al llegar Carmona a Barranquilla en esos
días, buscó a Antigüedad y lo desafió en la calle.
" M i r a , cojo del carajo, no m e vengas a zangulutear con esa
vaina de Cibeles ni nada. ¡Corre, que te voy a agujerear la otra
pata para que r e s p e t e s ! " .
A pesar de la roña de la herida que no se la había querido
cerrar ni sanar desde El Santuario, Antigüedad echó a correr
levantando una buena polvareda a su paso. Francamente ya no
se le notaba la cojera. Allí mismo, en las arenas de Barranquilla,
empezó a morir el Estado Soberano de Cibeles.
No comenzaba bien el conflicto p a r a los barranquilleros,
pero habían dado con un veterano verraco, capaz de conducirlos
en guerra y tumbar al presidente Márquez, pensaron Nieto y los
más sobrios gamonales cibelinos. Y se sumaron así a los manza-
nareños de Carmona, cuya estatura de jefe siguió creciendo con
la pronta adhesión de Riohacha, Cartagena y Mompox. Nieto
fue recibido, con amigos y parientes baranoeros y tubareños,
como capitán de estado mayor del ejército, por su edad y mejor
preparación. El joven amigo Rafael Núñez (otro futuro presiden-
te de la república) le seguirá poco después.
Ya con una considerable fuerza conjunta, bautizada como
"Ejército Unido de los Estados Federales de la C o s t a " , se
nombra a Carmona como jefe supremo. Según algunos, éste
tenía el secreto designio de separar la Costa de las provincias
del interior del país y organizar una república independiente.
Partieron luego todos a M a g a n g u é y Mompox en bongos
Nieto joven, según cuadro restaurado. (Palacio de la Inquisición. Carta-
gena).
61A EL POLÍTICO Y EL PUEBLO

armados con la misión inmediata de derrotar al general gobier-


nista Tomás Cipriano de Mosquera, jefe payanes, quien venía
amenazante por Bucaramanga, con su propia división. Había
que frenar a Mosquera, franquear el avance de la revolución
obandista desde el sur hacia Bogotá, y retomar triunfantes a la
incitante y medio homérica República Federal de la Costa.
IDEOLOGÍA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR 61B

el crítico J a c q u e s Gilard al reseñar Mompox y Loba en la revista


Caravelle(1981).
Esto no me preocupa mucho. Estoy seguro de que los hechos
centrales de esta historia seguirán reproduciéndose en diferen-
tes formas por el propio contingente de base y otras personas
comprometidas con el pueblo trabajador. Sólo aspiro, como mí-
nimo, a que la lectura conjunta de ambos canales A y B en estos
dos tomos, de verdad contribuya a formar mejores cuadros
dirigentes decididos a trabajar por el cambio radical que el país
necesita, tarea que cada día se ve con mayor claridad y urgencia.
2. CON EL SUPREMO CARMONA:
EL DESASTRE DE TESCUA

El cojo Antigüedad tenía razón al echar a correr ante la furia


desatada del general Carmona: éste era de los Bravos de Páez,
uno de los héroes de las Queseras del Medio (1819), un echado
pa' lante cuyo generalato en disponibilidad acababa de recono-
cer el gobierno de la Nueva Granada (enero de 1839), Su denue-
do lo demostró toda la vida hasta en la hora de la muerte en
1853, cuando le hizo frente solo, con un palo de cerca, a la gavi-
lla de matones que lo asesinó en su casa de Ciénaga. Pero
también era medio corroncho y sus proclamas no eran ningún
dechado de ortografía o de buen gusto. Aún se le recuerda por
la que terminaba así:
"Havitantes: al frente de vosotros como lo habéis deceado
me hallo con la espada desnuda, porque he jurado no embainar-
la hasta no conseguir vuestra presiosa libertad... Seguid los
pasos de nuestros ermanos de la provincia de Cartagena y no
desamparéis por un momento al que tampoco lo haría con voso-
tros sino en un campo de laureles''.
Ahora, al borde de un bongo de guerra con su estado mayor
y con una botella de ron en la mano, Carmona explica al oficial
Juan José Nieto lo que espera de él al llegar a los principales
pueblos del rio Magdalena: que les anime a pronunciarse contra
el gobierno, ayude a redactar las actas respectivas, reclute
personal promoviendo reuniones y abriendo cárceles, y levante
contribuciones "voluntarias" de guerra.
En los principales pueblos riberanos —Sitionuevo, Calamar,
Tenerife, Plato y Magangué— se organizan recepciones y fies-
tas entusiastas, pues no es frecuente que lleguen por allí perso-
2. FACCIONES Y PARTIDOS

La guerra civil de 1840-1842, llamada de los Supremos, tuvo


en la Costa un desarrollo interesante: cinco estados proclama-
ron su soberanía (Manzanares, Cibeles, Riohacha, Cartagena y
Mompox) y decidieron federarse de manera independiente del
resto del país.
Pero la idea política no logró respaldarse con las armas.
Luego de levantar un ejército de costeños, el jefe supremo
Francisco Javier Carmona —a quien se le sumaron Nieto y
otros personajes de importante figuración posterior, como Ma-
nuel Murillo Toro en Santa Marta y Rafael Núñez en Cartage-
na— lo llevó hasta las montañas de Santander. Allí, el lo. de
abril de 1841, en la batalla de Tescua, sucumbió ante la división
de cachacos encabezada por nadie menos que el general Tomás
Cipriano de Mosquera, defensor del gobierno constitucional.
Nieto cayó prisionero en esa batalla / ! / .

1. Detalles de la batalla de Tescua: Gaceta de la Nueva Granada, 499-


500 (abril 11, 1841), 501 (abril 18 de 1841), 502-Suplemento (abril 25,
1841). Quiero aclarar que, con el fin de agilizar el relato sin afectar lo
esencial de los hechos históricos, decidí fundir en una sola acción la
escaramuza de la noche anterior y la batalla misma de Tescua.
Las comunicaciones, proclamas y partes en manuscrito de Mosquera
y sus ayudantes se encuentran en ANC, Secretaría de Guerra y Marina,
Vol. 259. fols. 718-755. La otra versión, extraoficial y personal de Mos-
quera en esta campaña, se puede ver en su correspondencia con He-
rrán, Archivo epistolar del general Mosquera. 11 (1840-1842), ed. por
J. L. Helguera y R. H. Davis (Bogotá, 1972), 167, 196-197, 201 (visita
de José Eusebio Caro a Carmona); 260 (caída del caballo en Ocaña);
261 (homenaje femenino a Mosquera en Bucaramanga); 280-281 (apu-
63A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

nalidades como las que integran el ejército de Carmona. Ade-


m á s , éste tiene gran prestigio personal. Aunque hay familias
asustadizas que abandonan las casas y huyen al monte y a las
laderas de los caños de dentro, Nieto en general no experimenta
problemas en conseguir los pronunciamientos de los pueblos.
Aún m á s : éstos se firman como un rito de paso, por amistad o
compadrazgo, sin discutir nada ni p e n s a r en las consecuencias
políticas y militares: por dejar a ver qué pasa...
(La falta de trascendencia de estos actos en la vida local y
la superficialidad que les acompañaban —todo dentro de la
tendencia antibélica y el dejamiento de los costeños— p u d o pal-
parse al cabo de seis meses, cuando llegaron noticias de la pri-
mera derrota del Ejército Unido de la Costa en tierras santande-
reanas. Entonces, los mismos que le habían festejado, uno tras
otro, proceden a contrapronunciarse y a denunciar a Carmona
como " h o m b r e atrevido y a t o l o n d r a d o " . Así también los gene-
rales Herrán y Mosquera no les castigarán cuando prosigan por
el río en su campaña del norte para reconquistar a la rebelde
Cartagena).
En Mompox fue distinto: allí hubo mayor discusión y convic-
ción. El 22 de octubre de 1840 se reunieron ios padres de familia
en la iglesia de Santo Domingo " p a r a desconocer la actual
administración de la Nueva Granada y declarar la provincia en
Estado S o b e r a n o " . Concurrieron a ella tanto los ministeriales
(del gobierno) como los oposicionistas (federalistas) quienes, de
acuerdo con la tradición componedora de Mompox, se declara-
ron conjuntamente por la necesidad de ' 'establecer un gobierno
provisorio que provea a la propia conservación [de la provin-
cia] y les asegure todas las garantías individuales". Prudente-
m e n t e , no se habló allí de federalismo, sino que se invitó a una
convención general " q u e sancione la mejorforma de g o b i e r n o " .
Se nombró a Tomás Germán Ribón jefe superior del Estado
Soberano de Mompox, a cuyas órdenes quedó el jefe militar
residente, teniente coronel Pedro Peña. Como cuerpo consultivo
se estableció un Consejo provincial compuesto de cuatro
personas allí mismo nombradas. La única disposición no políti-
ca, que reflejaba uno de los problemas económicos urgentes que
se estaban experimentando entonces, era la orden de que "el
derecho nacional impuesto sobre la sal [...] se cobrará sólo
sobre la que se introduzca de San Pablo a Nechí para arriba [al
sur de M o m p o x ] " . [A]
MAR CARIBE

OCÉANO
PACÍFICO

C A M P A Ñ A S DEL
SUPREMO C A R M O N A

Guerra civil de
1840-1841

Marcha

Retorno
64A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

^ ( $

Mompox. Iglesia de Santo Domingo, sitio del cabildo abierto de 1840.

Comunicado a Carmona y a Nieto, quienes venían río arriba,


este pronunciamiento no fue aceptado. De vuelta en el vapor
Unión, que llevaba nuevas tropas a Mompox con el comandante
J o s é Padrón, la nueva discusión del documento llevó a la radica-
lización de las posiciones de los grupos locales momposinos. La
guarnición, reunida el 13 de noviembre por la m a ñ a n a , exigió
que el nuevo estado se pronunciara claramente por el sistema
federal.
En la tarde del mismo día, los padres de familia volvieron a
reunirse en la iglesia. Hubo larga y agitada discusión, que re-
sultó en el retiro de los ministeriales, encabezados por el
terrateniente Atanasio Germán Ribón. Su hermano Tomás
renunció a la jefatura superior. Ya homogénea, la asamblea
completó el pronunciamiento por el federalismo como "áncora
r e d e n t o r a " y por las " h a l a g ü e ñ a s esperanzas que i n s p i r a " ;
aumentó las facultades al Jefe Superior y amplió a 15 el número
FACCIONES Y PARTIDOS MB

Mientras tanto, de Mompox y sus cercanías salieron huyen-


do de los ejércitos de Carmona y Mosquera un buen número de
familias pobres que buscaron refugio en los inmensos playones
desocupados de las Tierras de Loba, entre ellas los Mier-Arias,
familias que abrirán un nuevo frente de colonización agrícola
y pecuaria en la región.
Dos aspectos teóricos merecen destacarse del periodo des-
crito, el cual es s u m a m e n t e importante por las definiciones que
produjo: 1. el trasfondo económico de la guerra; y 2. la radica-
lización política producida por diversas facciones locales.

En los textos de historia de Colombia aparece la guerra


[A] civil de 1840 como un conflicto eminentemente político c
ideológico entre tendencias centralistas y federalistas ori-
ginado por el cierre de unos conventos en Pasto, y también
como resultado del resentimiento personal del general J o s é
María Obando, el gran caudillo payanes, contra el presidente
J o s é Ignacio de Márquez. Estas razones son justas, pero resul-
tan incompletas para explicar el conflicto. Hubo también
causas económicas de fondo por las cuales se enfrentaron entre
sí diversos sectores dominantes.
Además este conflicto hizo ver claramente que las oligarquías
no son monolíticas, sino que constituyen coaliciones inestables
o son sectores que compiten entre sí, pero que se alian periódi-
camente para defender sus intereses generales de clase. Estas
facetas del faccionalismo las estudiaremos nuevamente al ver lo
ocurrido en la revolución del medio siglo con la antiélite (capítu-
lo 4B) y los artesanos (capítulo 5B).
En efecto, durante y mediante esta guerra de 1840 —distinto
de lo ocurrido en el sur del país—, la burguesía comercial coste-

ros de Mosquera en Tescua y opinión sobre Carmona); 290 (presos e


indultos).
Prisión de Nieto en Tescua y Bocachica: Autodefensa, 19, 22, 43, 65.
Durante el exilio y su vuelta en 1847 ya se le conocía como "coronel
Nieto".
Pronunciamientos y contrapronunciamientos de Mompox y otros
sitios: Soto, II, 218-222, 224-228, 235-237.
Desarrollos de la guerra de 1840 en el norte: Posada Gutiérrez, V.
cap. 50; VI, caps. 53-55.
Sobre la provincia de Pamplona y los indios chitareros: Manuel
Ancízar, Peregrinación de Alpha (Bogotá, 1942), 555-556.
Los murciélagos del Colegio Pinillos: Soto, II, 230, 258.
65A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

de miembros de la J u n t a Provincial; nombró al comerciante


Francisco Martínez Troncoso (el que recibió a Bolívar en el
Colegio-Universidad) en reemplazo de Germán Ribón; concedió
el mando militar al coronel J o s é María Gutiérrez de Piñeres
(hermano del Jefe Superior rebelde de Cartagena, J u a n Anto-
nio, "el perra flaca"); y ordenó que el Jefe Superior dispusiera
de los nombramientos y cargos de la provincia: ' 'Todo empleado
público o individuo que goce de algún sueldo, que rehuse some-
terse a este pronunciamiento, que debe firmar, perderá su des-
tino y el goce de que disfruta''.
Ese mismo día huyó de la villa, hacia Ocaña, el teniente
coronel Peña, en oposición; y poco después se mandó encarcelar
a Germán Ribón y otros terratenientes gobiernistas enemigos
de la revolución. La cosa ya era más seria que con Garujo y
Luque en 1831. [B]

Mi tío Marcelino Mier era revolucionario: firmó el


acta de Mompox por el federalismo. Pero ni m a m á
Tina ni los Gómez, los Benavides y otros compañeros
agricultores cambiaron los planes que teníamos de me-
1 T1' _1 T t~ A L_ l_ ~

t e m o s a xas ± ierras uc LOUS. n u o r a estaca preso no


Atanasio, el mismo enemigo principal de los trabajado-
res del campo. ¿Qué más esperar? Los bongos de Car-
mona ya volteaban por la boca de Tacaloa hacia Pinto.
¡Se nos venían encima!
Por fortuna llovía todos los días y los caños iban hasta
el borde de agua. Podíamos así entrar por el caño de
Guataca y llegar hasta el de Violo, en Cañonegro, para
de allí pegar el salto al corral de Palomino en el río
Chicagua. Unidos todos sin reparos de política, como en
el primer levantamiento de la villa, podíamos tumbar el
monte, criar ganado, sacar madera, tagua y cacao, y
fundar pueblos donde crecieran nuestros hijos libres
del mal de las guerras.
De nuevo a ajuntar queso, bolas de chocolate, pláta-
no verde y machetes, como en la expedición contra
Canijo, sólo que ahora era para algo de nosotros mis-
mos. María del Rosario Arenilla, la mujer de Faustino
Gómez, y Felicia Galindo, la de Manuel, ayudaron a mi
m a m á a hacer las compras. Los Benavides (amigos de
los Gómez) tenían un chopo con el que iríamos a cazar
animales de monte; y mi h e r m a n o Agustín y yo, con
FACCIONES Y PARTIDOS 65B

ña trató de afianzar las posiciones de poder que había alcanzado


durante y después de la guerra de Independencia y quiso poner
mano en los recursos aduaneros, de transporte y de intercambio
en la Costa y fuera de ella, desafiando a los grupos de poder de
Bogotá y del interior del país que perseguían los mismos objeti-
vos a nivel nacional. Eran, p u e s , como dos facciones de la
misma clase social que luchaban dentro de un mismo marco
económico, a u n q u e diferenciadas por regiones.
No había muchas divergencias entre estas facciones, en
cuanto a la política económica general del país. Ambas estaban
de acuerdo en fomentar prudentemente los negocios de exporta-
ción e importación, sentar las bases de un mercado interno, y
apoyar todavía artesanías y fábricas nacionales de productos
propios. El conflicto de 1840 más bien encubrió una rapiña en
la clase social dominante por el control de los mecanismos eco-
nómicos concretos del intercambio comercial a nivel regional,
que era donde contaban, sin interferir los modos básicos de
producción señorial que venían de la colonia. De allí la formal
traducción del conflicto, en simples términos políticos, a fede-
ralismo contra centralismo, como es su interpretación más
extendida.
Es cierto que la camarilla centralista cundiboyacense inter-
fería bastante el manejo de la cosa pública local, pues la Consti-
tución de 1832 exigía referir muchas decisiones al gobierno
nacional o al Congreso. Pero no llegaba por eso a dominar la
situación y, por el contrario, produjo desazón general con para-
dójicas medidas, entre ellas las dirigidas a proteger las especu-
laciones del atrevido financista boyacense J u d a s Tadeo Landí-
nez quien, poco después, entraría en bancarrota y, con él,
centenares de familias. (Frank Safford, Aspectos d e l siglo XIX
en Colombia, Medellín, 1977, 50-60; Luis Ospina Vásquez,
Industria y protección en Colombia, 1810-1930, Medellín,
1955, 181-184).
En la Costa se percibía con mayor intensidad que en otras
partes la urgencia de definir los controles económicos genera-
les, por dos razones por lo menos:
1. La creciente capacidad de la nueva burguesía comercial
(y contrabandista) de la Costa de articular sus intereses política
y militarmente, con el consiguiente desarrollo intelectual en sus
hombres que sobrepasó el de otras provincias del país.
2. La presencia catalítica (a veces armada) en los puertos de
Santa Marta, Barranquilla, Cartagena y Mompox de comercian-
66A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

hondas de majagua, un arpón pequeño y un anzuelo de


cobre para anzueliar. Hambre no íbamos a pasar...
¡Carajo! con tantas idas y venidas y con el pegapega
de Mompox, uno de puro dejao se descuida. De pronto
nos llegó el terrible anuncio: Carmona viene por San
Zenón. ¡A correr, muchachos! Volamos con el avío a las
dos canoas que teníamos arrimadas en el barranco al
pie del suán de los ahorcados, en el barrio abajo.
Pero ya se alcanzaban a ver los primeros bongos
a r m a d o s ; se acercaban con rapidez. Nos hubieran
alcanzado si hubiéramos salido en ese momento.
Escondimos las canoas bajo las ramas del suán y espe-
ramos a que pasaran. ¡Qué susto ver tanta gente en
a r m a s , tanto hierro! Y atrás, en balsas, tanto ganado y
caballos, con muchas " j u a n a s " y vivanderas. Aunque
no vimos sino dos cañones de batalla con sus montajes.
Arrimaron frente al mercado público e hicieron varias
salvas de fusilería en saludo al Jefe Superior Troncoso,
quien salió para darle un abrazo de bienvenida a Car-
mona. Empezaron a descargar los equipos y materiales
con el fin de llevarlos al Colegio, donde los soldados se
iban a quedar.
Aprovechando la bulla de la llegada, al fin nos atrevi-
mos a sacar las canoas. Ya estaba atardeciendo, pero
teníamos que irnos, ahora o nunca. Nos empujamos con
las latas [palos largos] río arriba a la sombra del barran-
co para ver si podíamos pasar con las canoas frente al
puerto del mercado. Tenia que ser por la orilla de la isla
de Quimbay lo más alejados posible de los bongos. Por
fortuna todos estaban ocupados en el descargue y el
recibimiento, mirando hacia el callejón del Colegio y la
iglesia de la Concepción. No se oían sino órdenes
despóticas de los oficiales: ¡Echen para allá! ¡Levanten
aquí! ¡No sean flojos! ¡Capitán Nieto, reúna la compa-
ñía!
De lejos veíamos a algunos oficiales maltratando a los
pobres reclutas. Allí estaba, en efecto, J u a n J o s é Nieto,
joven y buen mozo, con una barbucha y negros bigotes
retorcidos. Lo reconocería d e s p u é s cuando, al encon-
trarnos en Cartagena durante una celebración, recorda-
mos aquellos momentos en Mompox. ¡Cómo se reía al
FACCIONES Y PARTIDOS 66B

tes y cónsules ingleses, franceses y norteamericanos (John


Glen, Campbell, Adolphe Barrot, Robert Stuart, John Lynch,
Santiago y Patricio Wilson), como eficaces agentes de la ideolo-
gía europea en boga del libre cambio, interesados en crear
mercados para artículos extranjeros y en monopolizar nuestros
primeros productos nacionales de exportación (mangle, cueros,
palo brasil, quina, oro y después tabaco). Glen, en especial, se
había convertido en el principal mandarín de Barranquilla en la
década de 1830 (Safford, 39). Y el trabajo del conjunto se había
facilitado por la presencia de fragatas de guerra francesas e
inglesas que a veces asediaban nuestras costas y puertos o
intervenían en algunos de nuestros combates navales internos
(comoenCispata, 1841).
Entre los primeros campeones nacionales de esta tendencia
extranjerizante se encontraban, naturalmente, los comerciantes
costeños con quienes aquellos agentes entraron en contacto: los
Piñeres y Herreras de Mompox, los Amadores, Espriellas y
Torres de Cartagena, los Mier y Díaz Granados de Santa Marta,
los generales Ignacio Luque (muy apegado a Glen) y Mariano
Montilla, entre otros.
Algunas de estas familias combinaban el comercio con la
explotación hacendil: Mier era también señor de Papares; su
pariente Imbrecht era señor de Calenturas; los Paniza, parien-
tes de los Herreras, tenían inmensas propiedades en el San
Jorge. Estas familias no eran claramente aristocráticas —espe-
cialmente si la referencia es Cartagena— porque ni ellos ni sus
antepasados inmediatos se habían vinculado a la carrera militar
o administrativa virreinal de donde los ' 'verdaderos aristócra-
tas" cartageneros derivaban su posición y prestigio, muchos de
ellos sin haberse convertido en latifundistas. De los menciona-
dos, sólo los Mier y los Herreras (por matrimonio) tenían víncu-
los con la nobleza momposina que había sido, ella sí, latifundista
aunque su fuerza decayera con el advenimiento de la República
y la persecución a los realistas. Pero el poder del nuevo grupo
radicaba claramente en su control sobre los medios de intercam-
bio, no sólo en el de la tierra. (Cf. Guillen Martínez, 241-248).
Estas personas se habían beneficiado igualmente del proceso
inflacionario desatado por la guerra liberadora. La familia
Piñeres, por ejemplo, había controlado buena parte de la emi-
sión de billetes de esa época y, con ellos, había logrado adquirir
bienes a menos precio real o moneda contante (véase el pasquín
67A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

saber que nos les habíamos escapado en sus mismas


barbas!
Poco a poco nos fuimos escurriendo en la oscuridad
del río, hasta cuando pasamos, ya a canalete, por el
puerto de las canoas con sus inmensos campanos y
guacamayos, y volteamos, al fin, por la boca del caño de
Guataca. ¡Adiós, Mompox! ¡Adiós, guerra!

"Capitán Nieto, ¡reúna la compañía y llévela al colegio!",


bramó el Supremo Carmona después de darle un abrazo y un
trago de ron en la plaza de mercado a don Francisco Martínez
Troncoso, Jefe Superior del Estado Soberano de Mompox. El
alojamiento en el Colegio-Universidad era conveniente, a u n q u e
los soldados amanecían cagados por los millares de murciélagos
que se habían apoderado de los techos. ¡Caramba! Como toda-
vía hoy...
Cosa curiosa: ningún soldado fue mordido por esos vampi-
ros; pero el general Carmona, desde su llegada a Mompox, se
vio asediado por manapalitos hasta cuando una de éstas lo
aprovechó mientras dormía y lo picó en la frente. Despertó el

Saliendo a canalete por la isla de Quimbay hacia el caño de Guataca.


Mompox alfondo. (Fotografía de Rodrigo Moneada).
FACCIONES Y PARTIDOS 67B

de 1839 en el capítulo anterior). Otros harán emisiones de mo-


neda propia ( " s e ñ a s " ) , independiente del gobierno, con el
pretexto de facilitar las vueltas en las transacciones realizadas
en sus tiendas, como Landínez en Bogotá, los Maciá, Benedetti,
León, Araújo y Plá en Cartagena y, más tarde, los hermanos
Ribón en Mompox y J u a n Mainero Trueco en el Banco de Carta-
gena. Estas emisiones eran inflacionarias, pero produjeron el
enriquecimiento de las familias que lo hicieron, lo cual vendría a
señalar este mecanismo como uno de los elementos empleados
por la burguesía mercantil colombiana para realizar acumula-
ción originaria de capital durante el siglo XIX, a través de me-
dios de intercambio y no sólo de formas de producción directa.
Tales procedimientos monetarios terminaron al fundarse el
Banco Nacional durante la segunda presidencia de Rafael
Núñez, avance importante que Núñez impuso sin importarle la
frontal oposición de quienes se beneficiaban del sistema de las
" s e ñ a s " privadas.
Otra manera temprana de enriquecimiento en la burguesía
comercial costeña fue el agio, especialmente a raíz de la escasez
y ruina producidas por el asedio que los españoles hicieron a
Cartagena en 1815. La especulación empezó con la venta de
comida seca que había quedado en manos de comerciantes
extranjeros (algunos italianos como los Bonolis, Capurros,
Capellas y Bernines, y el norteamericano Glen), puesta a pre-
cios exorbitantes. Estos agiotistas se sumaron como nuevos ri-
cos a la burguesía regional y siguieron en posiciones dominantes
durante el siglo XIX. Reforzaron con sus recursos las posiciones
de la facción costeña durante la guerra de 1840. (Donaldo Bossa
Herazo, Cartagena independiente, Bogotá, 1967, 95, 139-141;
véase también el capítulo 7B, nota 4).
No sorprende, por lo mismo, que en los pronunciamientos
federalistas de Mompox y Barlovento aparecieran exigencias
como las limitaciones a la venta de la sal del interior, la apertura
del puerto de Sabanilla al comercio internacional, la supervisión
directa de las aduanas marítimas (segundo factor de recursos
estatales), y la exigencia de libre navegación (nacional e inter-
nacional) en el Magdalena y otros ríos.
Precisamente, durante esta época el negocio de la navega-
ción fluvial estaba pasando del monopolio del alemán J u a n
Bernardo Elbers a las manos de la Compañía Anglo-Granadina
de Navegación, con empresarios ingleses y samarios, uno de
68A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

general con un grito y logró agarrar al perezoso insecto. "Mal-


dita mariapalito", dijo, ' 'te voy a fregar la vida''. Con unas tije-
ras le cortó la cabeza; pero ella siguió caminando aún sin
cabeza. "Traigan un c u r a n d e r o " , le ordenó Carmona al capitán
Nieto, ' 'mientras le rezo un conjuro a esta fiera:

Mariapalito p a s a una lucha


con un palito metió en La chucha.

Mariapalito p a s a un sofoco
con un palito metió en e l j o p o '

Y procedió a enterrar el insecto decapitado, que todavía


avanzaba vivo juntando sus patas suplicantes,
Carmona quedó muy irritable con esa mordedura. No pudo
seguir durmiendo, y aprovechó el insomnio para dictarle a Nieto
una proclama dirigida al Ejército Unido que —quizás por fortu-
na— nadie recuerda. No ha aparecido todavía en ningún baúl
familiar.
Las tropas del Ejército Unido de la Costa se reorganizaron en
Mompox y se fueron el 11 de enero de 1841, hacia Puerto Nacio-
nal en una gran flotilla de champanes y balsas, para subir luego
a Ocaña. Iban tres batallones: el Restauradores, al mando del
coronel cienaguero, Agapito Labarcés; el Tercero de Cartagena,
con el Escuadrón Glorioso, al m a n d o del coronel Ramón Aceve-
do; y el Mompox al mando del coronel momposino Francisco de
Paula Buitrago (con quien se hallaba Germán Piñeres, el futuro
poeta y periodista). Con la llegada de las milicias de los cantones
de Barlovento, los artilleros de Cartagena, los 200 hombres de
caballería de las sabanas de Corozal (que llegaron sin armas) y
los 285 reclutas "voluntarios" de Mompox, el Ejército Unido
quedó bien apersonado y se acercó a los dos mil hombres. Y en
cuanto a a r m a s : a dos cañones traídos se añadieron otros dos de
la plaza local, y había ya 800 fusiles, 60.000 cartuchos, 15 baúles
de pólvora, 14 cargas de municiones de artillería, carabinas,
lanzas y herramientas de zapadores. Aunque no todas las
" j u a n a s " de Mompox se añadieron a esta expedición, por resul-
tar bien larga y azarosa, siempre se fueron muchas por lealtad
a sus maridos y amantes.
La revolución no iba bien en el país. El 28 de octubre de 1840
las tropas del gobierno, al m a n d o del general J u a n J o s é Neira y
Soldados de Mosquera. (Dibujo de Neuville).

cuyos accionistas era un paisa (antioqueño) residente en Mom-


pox, don José María Pino. Aparte de los peligros de soberanía
de que se hablaba entonces para perjudicar a Elbers y la urgen-
cia de tomar el transporte por los nacionales, este negocio
tenían que asegurarlo los costeños para evitar los requisitos
absurdos que quería imponer el gobierno central de Bogotá
(Robert L. Gilmore y John P. Harrison, "Juan Bernardo Elbers
and the Introduction of Steam Navigation on the Magdalena
River", Hispanic American Historical Review, XXVIII [1948],
335-359).
Los intereses en conflicto de los comerciantes costeños y
los del interior estaban, pues, claramente definidos respecto a
la guerra de 1840. Los artesanos, en cambio, demostraron cierta
ambivalencia. La política oficial no les era totalmente contraria,
pues había aún proteccionismo. Pero debido a la eficaz interfe-
rencia de los cónsules y agentes que habían conseguido incre-
mentar la importación de artículos manufacturados europeos
más baratos, los artesanos empezaban a entender que sus inte-
69A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

al precio de la vida de éste, habían batido en Buenavista (no


lejos de Bogotá) a las del coronel santandereano Reyes Patria.
Obando había caído derrotado en Huilquipamba (30 de septiem-
bre) y, luego de una resistencia heroica durante varios meses en
1841, saldrá al Perú. Sus coroneles (Supremos) J o s é María
Vezga en Honda y Salvador Córdoba en Antioquia, estaban a la
defensiva y serían pronto fusilados.
El general Tomás Cipriano de Mosquera, junto con el futuro
presidente constitucional electo y yerno suyo, el general Pedro
Alcántara Herrán, persiguieron a otro rebelde, el coronel
Manuel González, Jefe Superior y Supremo de El Socorro
(Santander), lo derrotaron en Aratoca (9 de enero de 1841) y
continuaron su campaña hacia el norte hasta lograr aniquilarlo
en marzo. Los Supremos iban así desapareciendo uno tras otro,
sin haber logrado tumbar al presidente Márquez, cuyo periodo
terminaba el 31 de marzo de 1841. Sólo Carmona quedaba firme
en Ocaña con el Ejército Unido de la Costa, listo a vérselas con
Mosquera y H e r r á n , quienes entraban por Bucaramanga y
Pamplona al frente de la Primera División, con unos mil sete-
cientos hombres, armados y apertrechados con 1.200 bocas de
fuego, 140 tiros de cañón y 45.000 municiones.
Por la correspondencia que se cruzaron los generales Herrán
y Mosquera en esos días (publicada en sus epistolarios como de
Perucho a Tomás y vuelta) se puede ver que Carmona los tenía
asustados a partir del momento en que éste logró llegar a
Ocaña. Una carta fue enviada por Carmona a Herrán, entonces
en Bucaramanga, el 7 de enero de 1841, en la que le informaba
de la constitución de las provincias costeñas en Estado federal,
y pedía su reconocimiento; en caso contrario, "la cuestión se
decidiría en el campo de batalla''.
Herrán contestó ocho días más tarde proponiendo una entre-
vista secreta. El oficial ayudante comisionado por Herrán para
llevar esta carta, el poeta J o s é Eusebio Caro (el mismo futuro
político conservador), llegó a Ocaña y encontró, en cambio, que
el ejército costeño empezaba a diezmarse por una racha de vi-
ruelas y disentería, y por las deserciones. Y a Carmona lo halló
con ojeras de " g u a y a b o " y cavilando sobre su familia y lo que le
pasaría a ella si lo expulsaran del país. La entrevista secreta fue
cancelada y Herrán salió de Bucaramanga de vuelta a Bogotá,
para preparar su elección de presidente en el Congreso que
pronto se reuniría. Creía ya que Carmona podía ser vencido.
FACCIONES Y PARTIDOS 69B

reses podían verse amenazados (William P. McGreevey, Histo-


ria Económica d e Colombia 1845-1930, Bogotá, 1975, 39). Los
artesanos oían " p a s o de animal g r a n d e " y éstos lo advertían
como emanando de los poderes centrales. Por lo mismo, expre-
saron inicial desafecto a la camarilla dominante del interior al
entrar a combatir, en buen número, en el ejército de Carmona,
en lo cual siguieron el ejemplo de Nieto, su diputado en la Cá-
mara provincial. Este esbozo de protesta y resistencia popular
a la primera invasión del libre cambio en el país habrá de ir en
aumento en la década siguiente, para estallar en 1854 con la
revolución de Meló,
Como la estructura tradicional del señorío en la explotación
de la tierra no se ponía en entredicho por la guerra de 1840, los
ganaderos y latifundistas costeños no expresaron mayores rece-
los y simplemente se aprestaron a hacer sus contribuciones de
siempre en dinero, ganado, caballería y esclavos. También
ofrecieron sus capataces. Carmona lo hizo, junto con algunos de
sus compañeros de aventura que eran hacendados como él: los
Tabarees, los Ríaseos, los Falquez, los Sojos (Alarcón, 132).
J u z g a n d o según los vaivenes en los pronunciamientos revo-
lucionarios de los pueblos riberanos del Magdalena, no había
ninguna convicción ideológica o partidista en los grupos campe-
sinos y terratenientes, que se inclinaban al cambiante soplo de
los vientos. Algunos grandes propietarios, como Atanasio Ger-
mán Ribón y sus amigos de Mompox (vinculados a la antigua
nobleza), se resistieron a colaborar, fueron identificados como
ministeriales y detenidos. De ellos provendrá el impulso de
articular localmente el futuro partido conservador nacional,
como reacción ante los actos de esta guerra. Parece que la de los
terratenientes opuestos a la guerra no era una facción muy
grande, y por eso la contribución levantada en la región por
Carmona pudo haber sido respetable, según los rumores que
le llegaron a su opositor, el general Mosquera, consignados en
una de las comunicaciones de éste al gobierno central (Carta
en la Matanza, marzo 15 de 1841, ANC, Secretaría de Guerra y
Marina, vol. 259, fol. 718).
Pero el resultante Ejército Unido de los Estados Federales
de la Costa no parecía d e p e n d e r exclusivamente de ningún
grupo: era bastante heterogéneo desde el punto de vista de las
clases sociales. Además de terratenientes y comerciantes, se
componía también de vecinos libres pobres de Barlovento,
70A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

Después de reunirse en junta con otros jetes costeños para


coordinar las campañas, el Supremo se mueve entonces de Oca-
ña a Cúcuta. Desgraciadamente, al salir por el camino se cayó
del caballo y se le rompió la espada. Seguro estaba borracho,
pues no dejaba nunca el ron. Esto se interpretó por la tropa
como de mal agüero; pero todos siguieron marchando con buen
ánimo, a veces tocando gaitas y con el respaldo de los tambores
de la banda. A Cúcuta llegaron el 18 de marzo. Allí, con la apro-
bación del resto de oficiales, Carmona premió a Nieto por sus
servicios con el ascenso a coronel.
Los gobiernistas marcharon a su vez a Pamplona. Aunque
las muchachas de Bucaramanga le habían despedido midiéndo-
le la cabeza para hacerle coronas a su vuelta ("voy a merecer-
las, soy romano en e s t o " ) , Mosquera también tenía dificultades:
no le llegaban los pertrechos a tiempo, sufría deserciones, tuvo
que aumentar la escolta que vigilaba a sus propios "volunta-
r i o s " para que éstos no huyeran, y el plan de reclutamiento
local no se cumpiía a cabalidad. Además, Mosquera se embarcó
en una agria discusión epistolar de recriminaciones con el pre-
sidente Márquez, ya saliente. Aun así, quiso disimular su situa-
ción y, para ganar tiempo, efectuó otro intento de convencer a
Carmona: le escribió a Cúcuta con una invitación a suspender
las hostilidades en vista de que el general H e r r á n asumiría la
presidencia de la república el lo. de abril, según decía, animado
de las mejores intenciones, y para evitar la destrucción del país.
Carmona no contestó sino que avanzó hacia el sur, hasta
Chinácota, el 30 de marzo, q u e d a n d o a sólo dos leguas de dis-
tancia de las fuerzas gubernamentales. Ya no había otra salida
que jugárselas todas. Si no, ¿para qué habían marchado desde
Mompox? Así acamparon al pie del cerro de Santa Maria y a la
sombra del páramo de la Colonia, cerca de Pamplonita (Chopo),
sobre el quebrado terreno marmóreo de una hacienda señorial
llamada Tescua. Allí se decidiría la suerte del Ejército y de la
República Federal de la Costa.
Los costeños ya llegaron mal a este punto: la pelea iba a ser
de tigre con burro amarrado. La marcha de doce leguas (60
kilómetros) desde Cúcuta hasta Chinácota por cerros escarpa-
dos y riscos que nunca habían visto, en alturas que en su vida
habían remontado, sólo con unas pocas bayetas conseguidas a
última hora como mantas contra el frío de la noche, les había
dejado maltrechos y maldiciendo. Guardaron las timbas, se
FACCIONES Y PARTIDOS 70B

aparceros de Corozal, artesanos de Cartagena y Mompox,


pescadores de Puebloviejo, indios de Bonda y Mamatoco y, en
mayor medida, soldados profesionales de los regimientos
nacionales de la Costa y de Ocaña (Soto, II, 230-231). Si estas
gentes disímiles mantuvieron su lealtad partidista por la causa
que defendieron en 1841, fácil sería explicar la tendencia multi-
clasista que pronto distinguió al partido liberal. Y, de rebote, al
partido conservador.
Obviamente, la producción regional tuvo que disminuir,
junto con la nacional, durante la guerra de 1840-1842, y la
exportación de productos casi se detuvo, como p u e d e observar-
se en estadísticas publicadas (McGreevey, 36-37). El país sufrió
d u r a m e n t e en su desarrollo económico por esta guerra que
parecía ser sólo ideológica y política. Como p u e d e verse, tuvo
también aspectos económicos latentes o manifiestos que afecta-
ron profundamente el desarrollo del conflicto y condicionaron
sus efectos.

Desde otro punto de vista, todo intento de explicación


[B] teórica sobre el nacimiento de los partidos políticos en
Colombia deberá incluir la formación previa de facciones
que expresan conflictos a nivel comunitario, más de naturaleza
personal que política. En esta etapa formativa no hay una rela-
ción totalmente definida entre clase económica y partidismo
aunque ella se trasluzca. Pero mucho más entre dirigentes y
facciones. La articulación local de los dirigentes con sus faccio-
nes lleva a otra articulación extrarregional o nacional, en el
momento en que se realiza una identificación con jefes carismá-
ticos extraordinarios: los caudillos. Estos ayudan a concretar las
tendencias políticas generales del país y a integrar las comarcas
con el todo nacional (véase el capítulo 6B). Tales son las conclu-
siones generales que se derivan del análisis regional de la gue-
rra de 1840.
El apresamiento de la facción terrateniente de los Germán
Ribón y sus amigos de Mompox a raíz de su desafecto con el
pronunciamiento federalista de Martínez Troncoso, los Piñeres
y su respectivo grupo comerciante, fue lo más inusitado en la
historia local desde la sangrienta persecución del realista War-
letta en 1816. Ni en el alzamiento de Garujo en 1830 ni en el de
Luque y Portocarrero en 1831 había habido ninguna fuerte di-
sensión en la gente momposina. Personas de tendencias políti-
71A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

olvidaron de los pitos y hasta ni más cuentos verdes echaron. La


comida resultó distinta, pues se hacía a base de un repollo horri-
ble que por allí abundaba, y ni las " j u a n a s " pudieron compo-
nerla con arroces. Los campesinos y vivientes (arrendatarios) de
las haciendas resultaron ser indios recelosos, descendientes de
los misteriosos chitareros, que se encerraban en sus casas paji-
zas y ni hablaban con los costeños porque los veían como inva-
sores de sus tierras, o salían a esconderse entre los matorrales
paramunos, donde los negros de Carmona no podían perseguir-
los porque se quedaban sin respiración.
"Marica, ¡yo p a ' q u é m e vine, me vuelvo pa'la t i e r r a ! " , oían
el coronel Nieto y los otros oficiales el preocupante susurreo. Y
ocurrieron nuevas deserciones importantes, a pesar de los cua-
tro fusilamientos que había hecho el Supremo en Ocaña para
prevenirlas por escarmiento.
Mosquera supo, por las avanzadas, que Carmona bajaba con
todas sus fuerzas por la llamada Cuesta del Fiscal, y se alistó
para el combate. Antes de iniciar las acciones, como era acos-
tumbrado, Mosquera leyó una "vibrante p r o c l a m a " a sus tro-
p a s : "Compañeros y amigos: los rebeldes acaudillados por el
exgeneral Carmona... se encontrarán aquí con los vencedores
de J u a n a m b ú , Buesaco, C h a g u a r b a m b a , Malpachico, Huilqui-
p a m b a y Aratoca... Ahora Venezuela os observa, el alma de
Neira os contempla desde el cielo: intrépidos como en Aratoca,
nada más exijo de vosotros. ¡Camaradas! Ofreced conmigo
desde este día un nuevo triunfo a la patria. Saludad al nuevo
presidente con un hecho espléndido de a r m a s : invocad el nom-
bre de Herrán, y venceréis. ¡Viva la Constitución! ¡Viva la
l e y ! " . No se conoce la respectiva proclama de Carmona.
El primer encuentro de armas se realizó el 30 de marzo en el
punto de San Lorenzo con intercambio de artillería, a u n q u e sin
producir bajas. Ambos ejércitos querían ocupar sitios altos y en
ello tuvieron éxito: Carmona sobre unos riscos detrás del río
Pamplonita, donde se dividían los caminos de Chinácota y
Bochalema, incluyendo la magnífica casa de teja, de dos pisos,
corredores y patio tapiado con rosales blancos y guayabos, de
la hacienda de Tescua; Mosquera sobre un cerro largo que, a su
vez, se perdía en un denso bosque de guacimos y monterreyes.
La acomodación y mutua observación de los ejércitos prosi-
guió el 31. Parece que Mosquera se preparó para la acción
mejor que su enemigo. Aunque siempre tuvo dificultades.
cas opuestas se hablan unido para rechazar la violencia como
fórmula de resolver las cuestiones pendientes, y habían abierto
vías racionales de entendimiento. Paradójicamente, hasta en el
ejército de Carmona todavía llegaron a alistarse juntos federa-
listas y centralistas, sólo para acompañarse por razones de
amistad, compadrazgo o familia. La política no dividía tanto
entonces como después y ahora, y se excusaba como un juego a
veces serio y confuso, pero no definitivo para la vida. Y en todo
caso, como diversión de los letrados de la élite, no del pueblo
raso.
En 1840, la situación se endurece y radicaliza, y los antiguos
compañeros y amigos se apartan entre sí con fuertes resenti-
mientos personales que llevan a convocar lealtades familiares.
Cristalizan facciones políticas a nivel de comunidad en la región
costeña, identificadas no tanto con las ideologías partidistas
(que se definirían después por la burguesía educada) ni con
determinada clase social, cuanto con el interés económico afec-
tado y la naturaleza personal de los enfrentamientos locales
resultantes. A los elementos directivos de estas facciones se les
llamó comúnmente gamonales (caciques). De la forma como
irán a coligarse los gamonales, con sus facciones, dependerá
la articulación local y regional de los futuros partidos políticos,
así como también su estructura policlasista, ya que bajo el
gamonal se reunían gentes de todas las condiciones económicas
y sociales.
En Mompox, en 1840, el gamonal ministerial era Ribón;
el oposicionista liberal era Martínez Troncoso. La acción de
estos gamonales sólo trascendía de lo local cuando se articulaba
con otro grupo o facciones de iguales tendencias políticas. Esta
articulación se realizaba invocando el nombre de un caudillo co-
nocido de dimensión regional o nacional: Mosquera y Herrán
para los ministeriales; Carmona y Obando para los oposicio-
nistas.
Naturalmente, no podían existir aún partidos nacionales
organizados formalmente, porque quedaban relegados por el
mal menor de depender de los Supremos, esto es, de los caudi-
llos regionales. Sin embargo, se identificaban ya dos grandes
tendencias políticas generales: la de los ministeriales centralis-
tas (antiguos bolivianos, amigos de Bolívar) y la de los oposicio-
nistas federales (antiguos santanderistas, amigos de Santan-
der). Estos empezaban a llamarse a sí mismos " l i b e r a l e s " . No
72A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

M:M¿íi:i- :i i::J^

Casona de la hacienda de Tescua cerca de Pamplonita, abrigo del Su-


premo Carmona y su estado mayor en 1841.

Aprovechando la luna y una niebla ligera, el jefe gobiernista


colocó una división y una batería de artillería tras de unas coli-
nas a distancia de tiro de fusil de las tropas de Carmona, y con
los zapadores abrió trocha para la caballería. A las 6 de la maña-
na del lo. de abril rompieron fuegos. El batallón Restauradores
(del ejército costeño) avanzó por la cuesta de la colina con 130
hombres, de los cuales 20 de la columna de Mompox se desple-
garon trastabillando en guerrilla, mientras 80 artilleros servían
tres piezas de cañón desde otra colina, a bala rasa. El resto de
la columna de Mompox, dos compañías del Restauradores con
450 hombres, con el estado mayor y el Jefe Supremo, se hicie-
ron fuertes en la casa de la hacienda (el sito menos malo y mejor
resguardado). Al coronel Nieto, junto con los otros miembros
del estado mayor, se le confió la comunicación de órdenes a
distintos puntos del combate.
Los ministeriales atacaron la casa de la hacienda con tres
compañías al mando del coronel José Accvedo. Por otro flanco,
el coronel Manuel Mutis se vino con dos compañías. Inhabilita-
dos los cañones por la cambiante acción, y con el fin de ir aho-
rrando la escasa munición, se dio la orden a los húsares para
atacar pie a tierra y lanza en mano. La lucha se fue transforman-
do en un combate a bayoneta.
FACCIONES Y PARTIDOS 72B

se hablaba aún ni de conservadores (quienes al principio quisie-


ron denominarse también liberales), ni de " g o d o s " , aunque
esto ocurrirá pronto. Las tensiones regionales, familiares y
personales de 1840 a través de los gamonales y sus fluctuantes
facciones y de los caudillos superiores —tan lejanos de la ideo-
logía política como libres de la estructura de clases—, ayudarían
a hacer cuajar por primera vez nuestro actual bipartidismo
abierto, hereditario y multiclasista, sin convicciones profundas.
(Cf. Safford, 153-199).
La radicalización de las facciones a nivel local se agudizó con
los muertos de cada bando y la consiguiente solidaridad de las
familias de éstos al terminar la guerra de 1840. Otros factores
fueron la represión violenta del gobierno y la muerte o fusila-
miento de los jefes de oposición: Manuel González, Salvador
Córdoba y J o s é Maria Vezga, una vez asegurado el triunfo de
los ministeriales. No habían sido éstas las prácticas del país en
los conflictos civiles anteriores, sino que, por el contrario, había
habido una marcada inclinación a amnistiar e indultar a los
enemigos políticos. En el endurecimiento subsiguiente tuvo
mucho que ver la actitud sanguinaria del general Tomás Cipria-
no de Mosquera, como lo observaron contemporáneos (Miguel
Antonio Caro, el eminente latinista conservador, lo llamó
"colérico, arbitrario, cruel") y así lo seguiremos advirtiendo
en este tomo. Dice su último y autorizado biógrafo, don Diego
Castrillón: " M o s q u e r a [buscaba] darle seguridad a su imagen

Campo de la batalla de Tescua (1841).


73A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

Se habían cumplido casi dos horas y la fatiga cundía por lado


y lado. El mismo Mosquera, junto con el coronel Joaquín Barri-
ga, tuvo que ponerse " d e t r á s de la gente más comprometida en
el fuego" para que no huyeran como otros 50 que habían deser-
tado al principio del combate. Asi se lo confesó a Herrán en una
carta personal (San J o s é , abril 11 de 1841). "El primer batallón
se desorganizó un poco y me veía apurado durante una hora de
f u e g o " , añadió el general. "Si yo me meto a la vanguardia y no
conservo sangre fría y mi puesto, se lleva el diablo t o d o " ,
Y por el lado de Carmona, igualmente, los oficiales tenían
que arriar al combate con sablazos a muchos soldados, y en las
arremetidas éstos se iban q u e d a n d o rezagados, en tal forma que
sólo un puñado de valientes llegaban a luchar realmente con el
enemigo. De nada habían valido los tragos de aguardiente
mezclado con pólvora que los soldados —con su jefe— habían
tomado en la madrugada de la batalla.
Los muertos y heridos empezaron a apilarse, y más del lado
del Ejército Unido. Falló su inicial resolución medio alcohólica.
Los costeños retrocedían en desorden hacia las tapias de la
resguardada casa de la hacienda: ya la victoria no era cierta.
Carmona ordena un cese el fuego y proceder a retirarse.
Nieto se dirige entonces con estas nuevas órdenes al flanco
donde su gente se estaba enfrentando a los húsares del coronel
Mutis,
" ¡ P a r e n el fuego!", ordena, y la patrulla retrocede. Mutis,
impetuoso, se separa de sus soldados y avanza solo. Cuando
observa que no hay disparos, abre los brazos en señal de paz.
Desgraciadamente, un soldado de la Costa le dispara ahí mismo
un balazo a la cabeza.
Al caer Mutis mortalmente herido, Nieto desenvaina la espa-
da y se abalanza sobre el soldado. "¡Maldito sea, traidor! ¡Or-
dené no disparar! " , y procede a golpearlo con fuertes planazos.
" S e me salió el tiro, mi coronel", gime el infeliz. El enemigo,
reaccionando furioso, dispara otra vez. Cuatro costeños caen
heridos, Nieto superficialmente en el brazo. Les rodean e inti-
man rendición. Nieto entrega la espada, y queda prisionero de
Mosquera.
Mientras tanto, sin poder resistir en el patio tapiado, Carmo-
na ha salido de la casa de la hacienda herido en la frente, por el
portón que mira al cerro de Santa María. Con él se retiran del
combate, en tumulto, cerca de 800 hombres. Se van trotando a
FACCIONES Y PARTIDOS 73B

de guerrero implacable que iba en pos de Obando (y de la presi-


dencia de la República para el siguiente periodo) a quien espe-
raba el mismo destino aplicado al coronel Córdoba como castigo
a su insolente rebeldía [...] a Mosquera lo dominaba el delirio
del guerrero aún excitado por los triunfos de Tescua y Caracoa y
por los fusilamientos que debió ordenar con frecuencia, remon-
tados en su corazón a los tiempos heroicos de la Independencia,
cuando aprendió a hacerlo" (Diego Castrillón, Tomás Cipriano
d e Mosquera, Bogotá, 1979, 112).
Aunque Mosquera respetó la establecida tradición marcial
del caballero y dejó huir a los contrarios después de Tescua, ya
la suerte estaba echada. Pondría el peso de su prestigio militar
en el bando que le fuera más útil, por ahora con los ministeria-
les, después con los liberales, y estimularía la violencia autori-
taria. Su convencimiento ideológico parecía ser tan superficial
como el de sus soldados, aunque algunos historiadores sosten-
gan que ello era realismo político. Mosquera, a u n q u e caudillo
a nivel nacional, no actuaba en la práctica sino como miembro
de una facción —la suya propia— de manera muy personal y
directa, y no como miembro convencido de ningún partido. En
este campo de la moralidad política, definitivamente, Mosquera
se diferenció de su homólogo de luchas posteriores —ahora su
prisionero de 1841— el general J u a n J o s é Nieto 111.
El faccionalismo violento de base comunal, familiar y perso-
nal sin apoyo ideológico firme, tendió a cristalizarse emocional-
mente y se fue irradiando desde los centros del poder urbano
hasta saturar poco a poco la campiña, la sabana y el playón. De
manera muchas veces irracional, los facciosos quisieron abrir
aún más la distancia entre el país político y el país nacional, y
hacer pagar a justos por pecadores —el campesinado inerme—
en la refriega bipartidista. Esto lo veremos claramente en el
caso de los pueblos hermanos riberanos de Palomino y Pinillos,
que empezaremos a estudiar.
En resumen: nuestra orientación bipartidista a base de reba-
ños políticos sin convicciones y como carne de cañón para las
contiendas civiles, se manruvo en Colombia desde su iniciación

2. Las veleidades ideológicas y el autoritarismo personalista de Mos-


quera fueron observadas por amigos y enemigos de éste. Entre otras
opiniones de contemporáneos, véanse las de José María Samper,
Historia de un alma (Medellín, 1971), 185, y Salvador Camacho Roldan.
Memorias (Bogotá, 1923), 5, 287, 290.
74A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

caballo hacia la línea del Táchira y Maracaibo buscando embar-


carse de vuelta a la Costa; otros aprovechan la confusión para
regresar a la isla de Mompox por los caminos perdidos de Oca-
ña, Puerto Nacional y Papayal, con el abanderado Gil Hernán-
dez (momposino) y el antiguo comandante de la plaza, J o s é
Padrón. Quedan muertos, de Mompox, el coronel Buitrago y el
teniente Rafael del Villar (comisario de guerra del Ejército
Unido), además de otros 6 oficiales y 108 soldados; heridos: 4
oficiales y 60 soldados; prisioneros: 15 oficiales y alrededor de
500 soldados, entre ellos Germán Piñeres.
Y Mosquera, con pérdida de 37 muertos y 58 heridos,
aumentó su parque con 500 fusiles y carabinas, los cuatro
cañones, 12 barriles de pólvora, millares de cartuchos, lanzas,
herramientas, monturas y como 150 caballerías de los rebeldes.
Fue el desastre más completo para el Ejército Unido de los Esta-
dos Federales de la Costa.
" D e s p u é s de obtenido el triunfo, brilló la clemencia de la
Primera División", escribió Mosquera en su parte de victoria,
aunque negó 50 indultos y procedió a enviar presos a Pamplona
y Bogotá a Nieto y los otros prisioneros importantes. "No se
derramó más sangre y a la n a r q u e el valor se ostentó la gene-
rosidad de los defensores de la l e y " , añadió. En efecto, no hubo
sino un simulacro de persecución y los cuatro médicos cirujanos
de la División cuidaron a todos los heridos, incluyendo a Nieto,
sin reparar bando. Decía Mosquera, grandilocuente, en carta al
secretario (ministro) de guerra: ' 'Se salvó la patria, no podía ser
menos: era el lo. de abril y yo empuñé en el combate la misma
espada con que el Libertador venció en J u n í n " . Y mandó bordar
pañuelos alusivos a su triunfo en los cuales se le mostraba
salvando a la República.
Por su parte, ya de vuelta el 14 de mayo en Santa Marta
—donde llegó con el resto de sus desbaratadas fuerzas en tres
goletas procedentes de Maracaibo—, el " e n g u a y a b a d o " gene-
ral Carmona dio esta explicación: "El Ejército Unido de la Costa
sufrió una dispersión debido a la indisciplina más bien que al
valor". Aunque Nieto juzgó a Carmona de la siguiente manera:
" E r a valiente y denodado, pero no sabía m a n d a r " (Autodefen-
sa, 22), lo cual confirma el mismo Mosquera en una carta perso-
nal a Herrán: " M i ventaja principal consistió en que Carmona
no supo cómo mandar maniobrar y empachó sus posiciones con
más tropa que la que cabía en el terreno, y mi línea aparecía
doble en sus fuerzas".
FACCIONES Y PARTIDOS 74B

en 1840 para llegar casi sin modificarse hasta años recientes. No


es difícil explicar esta continuidad por dos razones, por lo me-
nos: 1) toda acción provoca reacción, y en las guerras civiles los
opositores se demarcaron furiosamente a nivel de facción, así
las diferencias ideológicas no hubieran sido importantes, a
nivel nacional, sobre las grandes cuestiones económicas y socia-
les; y 2) los gamonales (caciques) regionales desempeñaron
bien su papel de pegante de la estructura política, para lo cual
mantuvieron al pueblo trabajador en la ignorancia de lo que
realmente es una democracia (Guillen Martínez, 364-365 y
cita de Mariano Ospina Rodríguez).
Por fortuna hoy ya no existe aquel monopolio ideológico ni
el control de los jefecillos de provincia. Por primera vez se regis-
tra una verdadera crisis en el gamonalismo, lo cual puede ser
peligroso para el sistema tradicional: en efecto, actualmente los
gamonales no pueden movilizar sus caudas como antes (sólo
por la coacción burocrática gubernamental o "clientelismo") y
han tenido que dejar por fuera de su influencia las dos terceras
partes de la población colombiana (especialmente la juventud,
que constituye la mayoría de esa proporción abstencionista).
Todos pueden votar, pero prefieren abstenerse de hacerlo, en lo
cual invitan a articular alternativas políticas y de acción directa
sobre el sistema.
Así, nuevas fuerzas políticas, sociales y económicas se han
hecho presentes en el juego nacional, con tácticas y propósitos
que las distinguen de las tradicionales. El pueblo maduro y los
jóvenes han adquirido una nueva conciencia de clase. No podía
ser de otro modo, porque, ¿a qué entonces todas las luchas y
esfuerzos nacionales del pasado? Siempre llega, tarde o tempra-
no, el momento cíclico de la decantación política. Y nadie más
maduro para ello que aquel gran conjunto del pueblo colombiano
que ha luchado para el cambio y por el cambio: el de los colonos
y guerrilleros, el de los obreros y sindicatos radicales, el de los
estudiantes e intelectuales críticos, el de republicanos como
Nieto, el de Galán, Gaitán, Uribe y Camilo Torres Restrepo.
Por eso las facciones se rehacen hoy con un liderazgo dife-
rente, con otros propósitos, y ojalá con una más amable visión
de la patria y de su gente. Estamos viviendo hoy plenamente en
Colombia este nuevo parto social, así resulte tan lento y doloroso
como la subversión libertadora de 1780 a 1850.
El final de la guerra civil de 1840-1842 merece recordarse
[C] con algún detalle, por las razones que se acaban de pre-
sentar.
75A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

Pañuelo conmemorativo de la batalla de Tescua. (Tomado de Castri-


llón).

¡Ah, costeños tan sin espíritu militar! Pero, ¿a quién se le


ocurre enfrentar un ejército de fiesteros no muy convencidos, a
otro que, así peleara a planazos, era de torvos chulavitas y san-
tandercanos quisquillosos comandados por un payanes sober-
bio? ¿Y cómo se provoca el combate por los cerros desconocidos
del helado río Pamplonita y no en los propios tibios caños,
ardientes playones y sofocantes selvas de la depresión mompo-
sina? De seguro que allí aquellos cachacos, tan temerosos del
agua y del calor, no habrían podido resistir tanto como los
hombres nativos, los de la cultura anfibia. Con razón, poco
FACCIONES Y PARTIDOS 75B

Mientras se contrapronunciaban Ocaña y los pueblos del río


Magdalena, la fiebre derrotista llegó hasta Sotavento, donde el
jefe superior del Estado Soberano de Cartagena, el general
Juan Antonio Gutiérrez de Piñeres, proclamó de nuevo al go-
bierno legítimo y restableció en su puesto al gobernador consti-
tucional. Mosquera pudo así enviarle sus prisioneros de Tescua,
entre ellos Juan José Nieto, con destino al castillo de Bocachica,
en la primera semana de julio de 1841.
A finales de este mismo mes, Carmona sitió por cuatro
meses a Cartagena con una fuerza reconstruida de 1.500 hom-
bres; entre éstos se encontraba Rafael Núñez, quien combatió
contra su padre Francisco, el coronel gobiernista. El vapor
Unión, decomisado por los ministeriales, fue destruido entre el
19 y el 20 de noviembre de 1841 por los bongos de guerra de los
federales, en el brazo de Ocaña. Mompox resistía aún, bajo la
jefatura de Martínez Troncoso y el mando del coronel Lorenzo
Hernández. Este obtuvo el 9 de junio una última victoria oposi-
cionista en su propio ambiente —el brazuelo de Papayal— con-
tra un batallón de ministeriales, lo cual permitió volver a ganar
a Ocaña. Pero Hernández se dedicó allí a bailes y paseos con las
cachacas del pueblo, cuando lo sorprendió el general Herrán
para reducirlo como a un Sansón trasquilado.
Aprovechando la embriaguez y parranda de la tropa de
Cartagena que festejaba una victoria naval del gobierno en
Cispata, las tropas de Carmona casi se tomaron la ciudad por el
costado de Getsemaní en diciembre de 1841. Pero al saber que
contra él venían por el lado de Ayapel y San Juan Nepomuceno
nuevas fuerzas gubernamentales, Carmona levantó el sitio y se
redujo a Barranquilla, donde convocó a la Dieta General de los
Estados de la Costa, para el 15 de enero de 1842. La Dieta no
alcanzó a reunirse.
Mientras Nieto y los otros prisioneros se pudrían en los cuar-
teles mosqueristas y en Bocachica, el remolino de la guerra se
fue aquietando y las aguas tendieron a buscar su nivel normal.
Así, se contrapronunció al fin Mompox (el 8 de febrero), huyó
Martínez Troncoso, le reemplazó Pedro Peña y se desarmaron
los 14 bongos de guerra que comandaba allí el italiano José
Rafetti. Surgió una exitosa mediación pacificadora ofrecida por
el cónsul británico en Santa Marta, Mr. Stuart, a través de Mu-
rillo Toro, el secretario de Carmona. Luego de algunas peripe-
cias, el nuevo presidente de la república, Pedro Alcántara
Herrán, firmó en Sitionuevo una amnistía general el 19 de fe-
76A CON EL SUPREMO CARMONA: EL DESASTRE DE TESCUA

d e s p u é s , batiría el coronel momposino Lorenzo Hernández en el


brazo de Papayal, a las fuerzas de Herrán.
A pesar de todo, el bravo Carmona prometió seguir luchan-
do, asumió de nuevo la jefatura superior del Estado Soberano de
Manzanares, y convocó en Barranquilla, sin efecto, a la Dieta
General de los Estados Federales de la Costa,
Después de varios altibajos —incluyendo un sitio a Carta-
gena y la mediación pacificadora de un cónsul británico—, el
Supremo aguantará hasta febrero de 1842. Entonces, sin fuer-
zas materiales ni apoyo político, es amnistiado y desterrado a
J a m a i c a por un tiempo junto con muchos de sus compañeros de
revolución, por el gobierno centralista, ya consolidado y presti-
gioso, del general Pedro Alcántara Herrán. [C]
FACCIONES Y PARTIDOS 76B

brero de 1842, retornó a Bogotá y declaró: " H a g a m o s olvido


para lo pasado y tengamos severidad para el futuro. No consi-
dero a los que se han pronunciado como enemigos, sino como
miembros de una misma familia... Hemos sufrido un aguacero
en que nos hemos mojado todos " / 3 /.
Sabias palabras que corrieron como un bálsamo sobre las
heridas del país y estimularon el confiado trabajo del pueblo.

3. Soto, II, 244 (destrucción del vapor Unión): 250, 252 (papel concilia-
dor del general Herrán). Posada Gutiérrez, VI, 78-79, 85 (Lorenzo
Hernández). Archivo epistolar de Mosquera. II, 249, 284 (José Rafetti),
289 (Germán Piñeres). ¡Qué contraste con nuestros tiempos!
Proclamas y muerte de Carmona: Alarcón, 128, 133; Soto, 11, 241;
Marco Tulio Vargas, Anotaciones históricas del Magdalena (Bogotá,
1951), 197-198.
3. FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

¡Quién puede creer, pero por el caño de Chicagua y


por el río Tiquizio, llevados por el agua, oímos los caño-
nazos del encuentro que tuvo el coronel momposino
Lorenzo Hernández en Papayal con las tropas del go-
bierno! [El 9 de junio de 1841],

La política, en verdad, no se había aquietado del todo. Por


la boca del Chicagua, arriba del caserío de Palomino, rumbo a
M a g a n g u é y Cartagena, pasaron los prisioneros que el general
Mosquera había hecho en Tescua. Entre ellos iba J u a n J o s é
Nieto, quien había recibido allí su bautizo de fuego luchando por
los federalistas, por las ideas liberales y por los intereses econó-
micos de sus amigos y seguidores, los artesanos cartageneros.

Hacía poco tiempo habíamos recibido a los derrota-


dos en Tescua que se vinieron por el río desde aquellas
cordilleras. ¡Pobre gente! Estaban felices de h a b e r
salido con vida de esa aventura, y juraron no volver a
arriesgar el pellejo en cosas que no entendieran.
Estábamos en el corral de Palomino. Era muy grande
y muy bonito. Muchos soldados —más los que ya traían
a su " j u a n a " — decidieron quedarse con nosotros. Los
que eran de otros pueblos dispusieron traer sus fami-
lias. A los esclavos se les dijo que no se les daría ningún
castigo y que se creyeran libres; a los arrendatarios y
aparceros, que allí podían comenzar de nuevo su vida; a
los indios, que podían q u e d a r s e con los malibúes del
resguardo de Guazo en Sangacoa (Santa Coa) río abajo
por el Tiquizio.
3. HACIA LA FORMACIÓN SOCIAL NACIONAL:
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO
Mientras se desterraba a Jamaica a los vencidos en Tescua,
entre ellos Juan José Nieto, y la nueva burguesía comercial
costeña seguía enriqueciéndose —a pesar de la destrucción de
recursos que sus facciones realizaron o promovieron durante la
guerra de 1840-1842—, se producía una reacción popular a nivel
regional que era síntoma de que una nueva formación social, la
nacional, estaba naciendo: el reto del campesinado al latifundio.
Seguía así la marcha del proceso histórico-natural, cuya primera
etapa había culminado en el ocaso de los mayorazgos y la termi-
nación formal de la nobleza en la nueva república.

Se ha dicho que en Colombia no se hizo la revolución social


[A] y económica durante las guerras de Independencia, sino
con las reformas liberales de mediados del siglo XIX. Sin
duda se dio entonces un gran salto en la concepción de la cosa
política: con partidos ya mejor articulados, y con nuevas leyes
que desafiaban la estructura tradicional en cuanto a la educa-
ción, la religión, la esclavitud, la tenencia de los resguardos
indígenas, y otros aspectos.
Pero el modo señorial de producción dominante recibió, con
esas leyes y partidos, sólo un sacudón parcial. La gran propie-
dad con todas sus ventosas internas sobre la fuerza de trabajo
—aparceros, arrendatarios, vivientes, concertados, mozos,
terrajeros— seguía imperturbable. Hasta la esclavitud pudo
continuar por un tiempo bajo otros nombres y fórmulas legales
de concierto personal que disfrazaban la realidad. Las nuevas
leyes radicales irían a reforzar la gran propiedad y la señoriali-
dad en muchas partes, especialmente en el interior del país
donde los terratenientes absorbieron la tierra comunal indígena
78A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Nos dimos cuenta pronto de la necesidad de organi-


zamos como pueblo. En las cercanías había suficientes
tierras baldías, islas y playones para todos con el fin de
ocuparlas libremente cada uno en su finca. Esto lo
hicimos bajo el mando de los Gómez, quienes eran
como nuestros jefes. A ellos los queríamos y respetá-
bamos mucho. [A]

Apenas tuvo tiempo de recibir el saludo de su mujer Teresa


Cavero y de sus adolescentes hijos, Lope y Concha, cuando a
Juan José Nieto lo encerraron en el castillo-prisión de Bocachi-
ca. Mosquera estaba implacable, e hizo varios fusilamientos
entre mayo y julio de 1842, cuando volvió a Cartagena para se-
guir la persecución, como comandante en jefe del Ejército del
Norte. Se ensañó entonces contra Nieto porque éste le acusó de
"embustero" en una publicación que salió firmada por Juan
José.
El gobierno, con nuevos "estatutos de seguridad" aproba-
dos para el efecto, había ordenado el destierro a Jamaica de los
sublevados de 1841 y Nieto se aprestaba a salir para Kingston,
su capital, en esos mismos días, en un buque surto en la bahía
de Cartagena. Pero Mosquera no lo dejó ir, sino que lo sacó del
buque y lo puso en fila para fusilarlo también. "Lo haré después
de almorzar, porque me faltó el respeto al decirme embustero'',
declaró Mosquera a sus ayudantes, mientras Teresa y los hijos
corrían a hablar con los hermanos masones y con la querida del
general, la mulata Susana Llamas, para que intercedieran por
Juan José.
Fue un milagro de Susana tanto como de los masones: Mos-
quera cambió de opinión "después de comer" y, en cambio,
volvió a embarcar a Nieto, sólo que ahora disponía, abusiva-
mente, que fuera preso al terrible castillo de Chagres en Pana-
má y no a Kingston, al más tolerable destierro. Recordaba Nieto
después al escribir su Autodefensa (páginas 37 y 65): "Enton-
ces, cuando escoltado entre una fila de soldados caminaba yo
por medio de la población para aquel lugar mortífero, vi a Mos-
quera en la casa de su alojamiento, y se me hizo tan pequeño
cuanto grande era yo, marchando sereno y resignado ante aquel
hombre que sólo en poder es altanero y vengativo; y que, para
satisfacer su insaciable vanidad, se acababan de sacrificar dos
granadinos haciéndole salvas en las cureñas viejas del castillo".
79A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

En verdad, a u n q u e lo llamáramos ' ' C o r r a l " , el punto


de Palomino ya tenía varias casas de palma cuando
llegamos allí huyendo de Mompox. El señor Palomino,
quien (aparte de los de Cañonegro) fue el primero en
radicarse en las Tierras de Loba por este lado, había
dejado unas chozas construidas en 1811, cuando se
metió por allí desafiando a su dueña, la m a r q u e s a de
Torre Hoyos. Había aprovechado que las autoridades
de Mompox estuvieran ocupadas con la guerra. Y no
lo molestaron en su posesión, como fue también el caso
de San Martín de Loba, otro pueblo rebelde contra los
nobles.
Pero de Palomino no quedó sino el nombre. Los ver-
daderos fundadores del pueblo que hoy conocemos
fueron Faustino y Manuel Gómez y el viejo Candelario
Benavides, los mismos que nos ayudaron a salir de
Mompox cuando pasaba el Supremo Carmona con su
ejército. [A]
Se entusiasmaron con la llegada de los compañeros
derrotados en Tescua y con otros que venían de los
pueblos del brazo de Mompox en decadencia. Al cabo
de unas reuniones con ellos, se eligió por voto una junta
de vecinos, y hacia junio de 1841 se cuadraron solares
para las familias y una casa de escuela, se trazaron dos
calles largas y el p a r q u e , y se separó el lote de la iglesia.
Con mano vuelta hicimos las casas en fila siguiendo la
ribera del río Chicagua, dejándolas primero en canilla
[con los postes]. Calafateamos algunas canoas para
salir a pescar y cazar, y ayudar en la alimentación de la
gente del caserío. María del Rosario (la mujer de don
Faustino), Felicia (la de don Manuel) y mi m a m á Tina
se encargaron de la cocina del común. Había mucha
organización y unidad entre todos, y eso marchaba
bien. De partidos políticos no se hablaba nada, y ni nos
interesaba, menos al saber el desastre de lo ocurrido en
Tescua, así como por el secamiento del brazo del río
de Mompox por sus continuas sequías, que ningún
partido era capaz de resolver. Pero nosotros sí fuimos
capaces de organizamos y trabajar por nuestra cuenta
en lo que queríamos, y producir nuestras mejoras.
W V&iiW

Colonos del M a g d a l e n a en la época de fundación de Palomino y Pini-


llos. (Dibujo de Neuville).

y convirtieron a sus antiguos titulares en trabajadores proleta-


rios, o extendieron su dominio a la vertiente para fundar gran-
des fincas cafeteras y g a n a d e r a s .
No obstante, existía el m a g m a en ebullición de los vecinos
pobres libres y otras clases sociales que perforaban el latifundio
colonial y extendían la frontera agrícola con el fin de fundar
pueblos y hacer explotaciones y fincas medianas y pequeñas de
manera independiente. (O. Fals Borda, "Influencia del vecinda-
rio pobre colonial en las relaciones de producción de la Costa
atlántica colombiana", en Francisco Leal y otros, E l agro en el
desarrollo histórico colombiano, Bogotá, 1977, 156-160).
Esta explosión antimonopólica de la tierra fue de carácter
nacional. La ofensiva contra el latifundio colonial venía, por
supuesto (por razones dialécticas), de siglos anteriores. El caso
de San Martín de Loba en el inmenso territorio del Hato de Loba
(quizás la mayor propiedad rural de la colonia) ya fue tratado en
esta obra (tomo I). Sin embargo, la ofensiva se acelera en mu-
chos frentes en la década de 1840 con grandes efectos económi-
cos, sociales y políticos. Los estudios realizados (por Parsons,
80A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Las impresiones de Nieto en el castillo de Chagres quedaron


consignadas en su primera novela histórica: Rosina, escrita en
esa prisión, aunque no fuera publicada sino mucho d e s p u é s , en
forma de serie, en el periódico La Democracia, de Cartagena, en
1850. Nieto logró por fin salir de Chagres un año m á s tarde,
gracias a la insistencia de sus amigos y parientes para que se le
tratara igual que a los otros desterrados, y pasó a establecerse
en Kingston. No se sabe si llevó consigo a su esposa, pero sí que
vivió muy pobremente.
Allí se dedicó a releer autores franceses románticos de su
gusto y otros de moda que le introdujeron al socialismo (Hugo,
Dumas, Sué). Aprendió el inglés tan bien que alcanzó a prepa-
rar un Diccionario mercantil español-inglés e inglés-español,
con un bosquejo geográfico sobre la Nueva Granada, los térmi-
nos más usados en el comercio y la equivalencia de pesos, medi-
das y monedas (no se pudo publicar). Además, escribió otras
dos novelas históricas: Ingermina, o la hija de Calamar, y Los
moriscos. Publicadas en Kingston con la ayuda económica de
sus amigos, en 1844 y 1845, respectivamente, éstas son las
primeras novelas que se conocen escritas por colombiano. [B]
Nieto se convirtió entonces en un masón activo y convencido.
Había llegado al grado 3° (Maestro) en la logia Hospitalidad
Granadina No. 1 de Cartagena antes de salir a la revolución de
1840. Por ello fue recibido calurosamente por los hermanos
ingleses y jamaicanos que conformaban en Kingston una de las
logias madres del movimiento masón en el hemisferio occiden-
tal: la Sussex 691, cuyos miembros no sólo habían apoyado
material y moralmente la revolución de los granadinos y venezo-
lanos contra España, sino que habían auspiciado la fundación
de las primeras logias y del Supremo Consejo en Cartagena
en 1833.
Ahora, estimulado por los ingleses y con el apoyo de otros
masones costeños exiliados en Kingston junto con él (Martínez
Troncoso de Mompox, Díaz Granados y de Mier, de Santa
Marta) e inspirado en el recuerdo de otros liberales admirados
que habían sido masones o lo eran todavía (Santander, Vezga,
Obando, Blanco, Sotomayor y Picón el obispo), Nieto funda otra
logia en Kingston, en 1844: "La Concordia". Esta logia obtiene
carta patente del Consejo de Cartagena. Allí Nieto sube a nue-
vos grados dentro del sistema masónico hasta llegar al 32°
(Sublime Valiente Príncipe del Real Secreto).
La vinculación con la masonería será cada vez más importan-
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 80B

López Toro, Rivas, Ospina Vásquez y otros) han destacado, muy


justamente, los esfuerzos de los antioqueños, boyacenses y
bogotanos para ampliar la ocupación económica y desbaratar
latifundios en las zonas de Caldas (del Arma a Salamina y Mam-
zales) y el alto Magdalena (La Mesa, Anolaima, Guaduas). Lo
que sobresale ahora es la simultaneidad de estos esfuerzos colo-
nizadores en todas direcciones y en otras regiones importantes
del país: el medio Sinú y San J o r g e , Río Palo y Santander de
Quilichao, el Territorio Vásquez, el piedemonte de Sumapaz y,
como lo vemos ahora en este capítulo, la depresión momposina.
Fue un hecho sin precedentes en la historia de América, p u e s ,
que sepamos, en ningún otro país del hemisferio ocurrió un
desplazamiento humano semejante. Sólo la expansión paulista
en el Brasil y la " m a r c h a al O e s t e " de los Estados Unidos pue-
den comparárseles.
Aquí se encuentra, concentrado, un importante factor de la
revolución económico-social de 1850 como parte del proceso
histórico-natural, factor que amplía y recoge a nivel de base el
impacto producido políticamente por la decadencia de la
esclavitud, los problemas del estanco del tabaco y las posibi-
lidades del nuevo régimen del libre cambio y comercio. En este
caso se trataba de reproducir y defender la vida y la cultura
popular, no de destruirla. Hubo una movilización campesina
bastante amplia, de escape de las guerras y de protesta social,
que produjo su propio liderazgo y formas de organización social,
que llevó a retar las bases de la tenencia señorial de la tierra, y
que formó finqueros y pequeños propietarios independientes en
zonas de colonización antes inhóspitas y aisladas, así fueran
éstas tituladas o amparadas por mercedes reales y concesiones
republicanas o fueran realmente baldías. Con este reto popular
se rompió la continuidad de la formación social colonial basada
en el régimen señorial como modo de producción dominante
(tomo I), para dar paso a otra formación social: la nacional.
La formación social nacional, en esta primera etapa de su
nacimiento, puede caracterizarse esencialmente así:
1. Por el surgimiento del modo de producción campesino en
pequeñas o medianas explotaciones rurales, que se añade de
manera importante a las formas y modos de producción anterio-
res (señorial, esclavista, trabajo asalariado, aparcería y colo-
niaje simple).
2. Por la articulación de esta producción campesina a canales
nacionales e internacionales intensificados de distribución,
81A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

te en el proceso de recuperación política y social de Nieto al


volver al país tres años más tarde. Será necesario todo este
apoyo, porque asi logrará neutralizar la inquina que le tenían
desde la guerra de 1840 influyentes contrincantes y represores:
entre otros, el general Mosquera, quien logró por fin ser presi-
dente de la República en el periodo de 1845 a 1849, para suceder
a su yerno, el general Herrán. Porque tanto H e r r á n como
Mosquera eran también masones y tendrían que acogerlo, en
principio, como hermano y sujetarse a las reglas mínimas de
comprensión y tolerancia que impone la masonería a sus
adeptos.

A nosotros, los más jóvenes, la junta del pueblo nos


encargó de conseguir los palos para la armazón de las
casas del nuevo pueblo de Palomino: estantillos de
roble, bálsamo, balaustre o de coquillo para los esqui-
neros y asentaderas, varas de guadua y palma amarga
para los techos y de vino para los caballetes, y mil rue-
das de bejuco malibú, cadena o morrocoy para amarrar
toda la armazón.
Dormíamos entonces arriba en los zarzos de las cho-
zas o en trojas hechas con horquetas de pmtacanillo y
totumo y pencas medio colgadas de palma o de guadua
rajadas a lo largo. Las fundas de almohadas las relle-
nábamos con lana de balso, o sea las motas suaves
carmelitas que caen de la fruta de este palo. Cociná-
bamos afuera, a la sombra de campanos coposos,
haciendo los fogones en la tierra y cavándolos en forma
de cruz para colocar la leña, o en tacanes [colmenas] de
comején. La candela se prendía con yesqueros a base
de una piedra de chispa y una mechita, y había familias
que guardaban brasas de un día para otro para compar-
tirlas entre todos. Había bastantes mosquitos, que
espantábamos con el humo o a golpes de musengue y
de colas de caballo.
No pasábamos h a m b r e : la caza de presa abundaba.
Patos reales, pisingos, barraquetes, ponches, armadi-
llos, fleques, galápagos, guartinajas, venados, dantas,
saínos, conejos, había de todo. Una vez que empezaron
a parir los cocos, fue fácil hacer pebre con leche de
coco y condimentos del monte. Y ni qué hablar de la
pesca. Tomábamos agua de los caños —no muy lim-
La diadema de cocuyos que llevaba
Agustina M i e r en Palomino. (Dibujo de
Ncuville).

Campesinas de la región de Palomino y Pinillos en la época de la fundación. (Acua-


rela de Mark).
82A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

pia— pero algunos empezaron a traer, desde el cercano


pueblo de Cañonegro, alumbre o filtros de piedra pó-
mez para limpiarla.
De vez en cuando hacíamos fiestas y bailes en las
casas o en el parque, con música de los pocos instru-
mentos que teníamos y a base de tambores, cantos y
palmas. En esas ocasiones las mujeres se vestían bien
y usaban flores y otros adornos del monte. A mamá
Tina le gustaba colocarse en el cabello, sobre la frente,
una diadema hecha de cocuyos vivos amarrados que le
iluminaban el rostro en la oscuridad cada vez que se
inflamaban.
Había tigres, pero no nos asustaban tanto como las
culebras por ser tan traicioneras: la boquidorá, la
patoco, la coral, la taya, la toche, la trompaeternero, la
víbora de sangre, la mapaná raboblanco, raboseco y
bocaesapo. Porque todas éstas se nos metían en las
chozas, se enredaban en el bejuco, bajaban por los
estantillos, se escondían debajo de las piedras de la
cocina y en las mucuras.
Figúrense lo que pasó con una trompaeternero,
según me lo contó mamá Tina. Resulta que una señora
recién parida empezó a sufrir del seno, y al mismo tiem-
po su hijito enflaquecía y se ponía amarillo como si le
estuviera saliendo un muerto. El viejo Candelario Bena-
vides, quien era curandero, le dijo al marido de la seño-
ra que se pusiera en cuidado porque podía ser que una
culebra le estuviera haciendo el favor.
Así fue: una noche el marido hizo guardia al pie de la
troja de la mujer, cuando vio bajar una trompaeternero
de la palma del techo por uno de los esquineros. La
culebra se rodó por debajo de la cama, se paró y le echó
un vaho fétido a la mujer con lo que ella se rindió más.
Luego la culebra se subió a la troja y se colocó entre el
niño y la mamá y empezó a chuparle la teta, al mismo
tiempo que la maldita le metía la punta del rabo en la
boca del niño para que lo m a m a r a también. ¡Eso lo
venía haciendo todas las noches!
Yo salía con el viejo Candelario al monte para recoger
hierbas medicinales. Así aprendí con él algunos secre-
tos del arte de la curandería, el uso de las plantas,
conjuros y varios rezos contra enfermedades. De esto
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 82B

controlados por una burguesía comercial dominante, conectada


con intereses mercantiles europeos. Y
3. Por la expresión, en la superestructura, de prácticas
sociales y económicas, ideas políticas y un Estado inspirados en
modelos democráticos europeos.
Ahora estudiaremos los dos primeros componentes implica-
dos en el modo de producción campesino; en el próximo capítulo
examinaremos la expresión superestructura! de la nueva
formación.
El modo de producción campesino (también llamado mer-
cantil simple o parcelario) que se intensifica en el siglo XIX en
Colombia, no ha dejado de tener vigencia entre nosotros: sigue
vivo, en combinación con el modo de producción capitalista
dominante hoy, aunque es una forma precapitalista de trabajo y
de vida inspirada en el primitivismo indígena y en el señorío, de
donde partió. Sus unidades elementales eran y siguen siendo
las familias de campesinos independientes que reclaman el
usufructo del suelo con fines de autosubsistencia y comercia-
lización. Conforman comunidades eficaces de reproducción
expresadas en caseríos, veredas y laderas dentro de subregio-
nes determinadas (tomo I, 19-20), organizadas autónomamente
con líderes naturales propios que responden a situaciones con-
cretas y a necesidades colectivas, sociales, económicas, políti-
cas y religiosas. Estas comunidades tienden a ser simultánea-
mente unidades de trabajo y de consumo, dejando para la venta
cantidades marginales de la producción excepto en el caso de
artículos no comestibles de gran demanda (como los selváticos
en la región que nos ocupa).
El campesino parcelario de esta clase es, por lo general,
dueño de los medios de producción (la tierra y las herramientas)
e intercambia libremente sus productos con sus ¡guales, con la
burguesía mercantil y con los artesanos: se conecta directa o
indirectamente con los mercados y medios urbanos. Por su
mentalidad precapitalista es capaz de trabajar a tasas increíble-
mente bajas, es decir, de autoexplotarse.
Esta autoexplotación explica cómo los excedentes que pro-
duce la economía campesina se asimilan por los intermediarios
no sólo como ganancia derivada de la renta de la tierra (que
correspondería en justicia al campesino) sino como sobretra-
bajo; y cómo, poco a poco, el campesino parcelario se ha ido
reduciendo, por el capital comercial, a la situación de un tra-
bajador a domicilio. En cambio, la burguesía mercantil ha
83A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

iré a vivir cuando me m u d e para otras partes. Los rezos


que usábamos bastante eran el de parar la sangre y el
d e curar la gusanera de los animales, que un pedacito
dice así:

Yo los conjuro, animales perjuros,


p a r a que vayan saliendo d e uno en uno
y no q u e d e ninguno.

Así rezaba tres veces echando una manotada de tierra


hacia adelante, siempre a la dirección del animal enfer-
mo, haciendo la señal de la cruz.

Para si cagare no cuajare,


San J u a n los cure.

Y echaba otra manotada de tierra para atrás. Este es


uno de los secretos que más caminan. Aprendí otros
rezos buenos para esconderse y librarse de enemigos.
Con Agustín, mi hermano menor, fuimos también
aprendiendo los trucos del monte: cómo curarnos mor-
deduras de culebra con tizones de candela; cómo evitar
el mortal abrazo de la boa y del oso pundungo que le
mete a uno la lengua por la nariz para ahogarlo; la nece-
sidad de soltar al pájaro corcovado (chauchao) antes de
que se ponga bravo y chille para atraer al tigre; la forma
de cazar el caimán con cuña de clavos para colocar en
sus fauces abiertas; la costumbre del pez mayupa de
cagar por la cabeza y tener todo al revés (por eso a los
maricas les decíamos mayupas); cómo usar la candela y
el punzón de palo para coger galápagos e hicoteas en
los playones y agarrarlas antes de que lleguen los hal-
cones, gueregueres y tragahumos a quitárnoslas; cómo
llamar a la babilla pujándole; cómo meter la cabeza en
una olla y roncar para que el tigre venga y matarlo.
Dirigidos por la junta del pueblo que habíamos ele-
gido por voto, los mayores se organizaron de muchas
maneras. Además del trabajo de mano vuelta para
construir nuestras casas, y el de todos para hacer la
iglesia, se hicieron compañías al partir. Por ejemplo,
para criar puercos el dueño de la marrana dejaba que la
cría se dividiera mitad por mitad entre él y quien la
|g -w*^

Palomino. Iglesia, p a r q u e y vista g e n e r a l con el río Chicagua.

3
i J l f M%
84A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

cuidaba; en cuanto a gallinas, se aceptaba que los hue-


vos fueran de quienes las alimentaban en su patio; la
cría del ganado en compañía al tercio quedaba dividido
asi: dos partes (dos terneros) para el dueño del animal y
otra parte (un ternero) para el que le dio el pasto. Y así
en muchas otras cosas. Al principio no éramos egoístas
y nos ayudábamos el uno al otro en todo lo que podía-
mos. Después, cuando vinieron los más ricos y los poli-
tiqueros fue que se dañó todo esto. Porque ellos eran
malos y no podían hacer sino lo malo.
Como no había cercas ni alambre de púas (los hacen-
dados no lo trajeron sino a finales de siglo) cada uno
escogió libremente la ladera, isla o playón que quiso,
para sembrarle arroz y caña. En caso de discusión, las
discordias se sometían a la junta y a veces en cabildo
abierto con todos. Agustín y yo hicimos una casita en el
pueblo e íbamos en canoa a sembrar en un playón cer-
cano. Arriba, en lo seco, abríamos trochas entre todos y
tumbábamos el monte para quemarlo y s e m b r a r más
comida: maíz pira (chiquito), cacao, ñame, calabaza,
auyama, batata, berenjena, plátano, fríjol, yuca y arroz
de secano.
Siempre sobraba la producción y por eso nunca hubo
problema en el reparto de las cosechas. Al cabo de uno
o dos años si uno quería, dejaba el primer cuarterón
como rastrojo o potrero para el ganado, con pastos
naturales, se abría nueva trocha al lado o por allí cerca
y se m u d a b a la siembra a esta tierra nueva, de modo
que las cosechas eran siempre muy b u e n a s , comíamos
bien, y el ganado prosperaba. No necesitábamos de
abonos ni de otras herramientas que la macana o palan-
ca de palo, el machete y el cuchillo de cortar arroz;
tampoco de dinero contante, pues hacíamos cambios
con las cosas. Pero siempre teníamos que vender afuera
algunos productos, y de éstos los que más nos rindieron
fueron los que el mismo monte nos daba. Sólo hubo una
diferencia al principio, con el tabaco.
A poco tiempo de fundarse Palomino le habían llega-
do noticias a la junta del pueblo de que la cosecha
grande de tabaco se había perdido en Cuba por venda-
vales [en 1839 y 1840] y que el tabaco granadino tenía
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 84B

seguido y sigue acumulando riqueza de esta manera explota-


dora, transformando dinero en capital (acumulación originaria).
(Cf. A. V. Chayanov, The Theory o f P e a s a n t Economy, Chicago,
1966; Samir Amin y Kostas Vergopoulos, La cuestión campesina
y e l capitalismo, México, 1975, 34-42; Paulo Sandroni, Questáo
a g r á n a e campesinato, Sao Paulo, 1980, 46-56).
En la depresión momposina se registran en esa época de
explosión colonizadora campesina dos grandes movimientos de
población: uno hacia el norte y otro hacia el sur, iniciados por la
gente de Mompox y de los pueblos riberanos del brazo principal
del río, entre ellos los fundados por don J o s é Fernando de Mier
y Guerra en el siglo XVIII (tomo I).
La colonización norteña se dirigió por dos flancos que inva-
dieron el antiguo territorio chimila. Uno corría por Pijiño para
transformar el antiguo hato de Mier y Guerra en el pueblo
actual, y llegar a las regiones de la Mocha y Calderina. Otro iba
por San Felipe y Astrea (antes El Doce) hasta Arjona.
La colonización sureña siguió por el caño de Guataca hacia
las Tierras de Loba, promoviendo la formación de pueblos como
Santa Rosa y Guasimal en la isla de Mompox, para llegar a Palo-
mino (1841) en el río o caño de Chicagua / 1 / . De Palomino la co-
rriente campesina colonizadora tomó tres direcciones: una hacia
el occidente (Santa Cruz), de donde resultó Pinillos (1842); otra
hacia el oriente, donde se desarrollaron Armenia y Las Conchi-

1. La dificultad de determinar fundaciones y fundadores concretos de


estos pueblos de campesinos y colonos se evidencia en los casos de
Palomino y Pinillos. Por una parte, existe la tradición oral, aunque ésta
ya es bastante defectuosa en lo que concierne a hechos de mediados del
siglo pasado. Por otra, se encuentran indicios en documentos primarios
y publicaciones raras a las cuales no queda otro camino que apelar para
llegar a conclusiones prácticas.
Para el caso de Palomino, además de entrevistas realizadas local-
mente con informantes de autoridad (Eduardo Polo, Jesús María Ba-
randica, Napoleón Gutiérrez), los indicios se encuentran en el memo-
rial de María del Rosario de Gómez y Felicia de Gómez fechado en
Mompox en 1888, que se publica en Ministerio de Industrias, Algunos
documentos sobre las Tierras de Loba, citado, 66-67. Hay personas en
Palomino que recuerdan todavía la presencia de los Gómez y Benavides
como elementos importantes en la vida anterior del pueblo. La tradi-
ción oral sobre el español Palomino sigue viva, pero sin ningún detalle
útil para la historiografía.
Sobre el traslado de los Gómez a las islas Caribe y Tamacos y muerte
de Faustino Gómez: Ministerio de Industrias, 71.
85A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

buen comercio. El estanco del gobierno puso una agen-


cia en Mompox y el precio resultó bueno para los culti-
vadores, aunque mejor para los comerciantes compra-
dores que se llevaban la hoja planchada.
Nos decidimos, pues, a ensayar la siembra del taba-
co. Daba bien, pero resultó molestoso. Lo secábamos y
empacábamos mal y se partía mucho. No nos duró el
entusiasmo, aunque aprovechamos este adelanto para
hacernos a algún dinero en efectivo. Porque las necesi-
dades de las familias aumentaban, el pueblo crecía y
no podíamos quedarnos con los brazos cruzados
metidos en el monte.
Cuando se acabó lo del tabaco, nos fuimos otra vez a
escarbar la selva en busca de maderas (palo brasil, tolú,
cedro, caoba, palo mora), cacao, ipecacuana, tagua y
zarzaparrilla, que nos los compraban en Magangué
para mandar a Barranquilla, todo en balsas. Estos pro-
ductos fueron más duraderos y, aunque en poca canti-
dad, nos ayudaron a obtener los artículos que queríamos
en el comercio. Esto, si no volvía a haber guerra y los
políticos nos dejaran tranquilos. Ya algunos gamonales
de Mompox se habían acercado dizque a ayudar nuestra
fundación. Pero de ellos sólo queríamos que nos de-
clararan corregimiento o distrito. Ni una cosa ni otra
logramos por mucho tiempo.

El Congreso Nacional en Bogotá, siguiendo la tradición civi-


lista del país, discutió y aprobó en 1847 dos generosas leyes de
amnistía y reinscripción de militares en el escalafón que el
presidente Mosquera no pudo negarse a sancionar y firmar.
Una de ellas permitía el regreso de Juan José Nieto al país (ya
pronto sería coronel de artillería de la Guardia Nacional), junto
con Reyes Patria (de Santander) y Elias González (posiblemente
el de Salamina, Caldas). Debidamente promulgadas, con estas
leyes como amparo, fueron regresando de Jamaica los "suble-
vados de 1841".
Nieto volvió con su mujer a la casa alquilada de balcones de
la calle de Santa Teresa. Les alegró ver de nuevo los frondosos
cocoteros de la ciudadela y las torres gemelas de los Jesuitas;
pero se encontraron con una Cartagena fantasmal. Parte de la
muralla amenazaba derrumbarse, y de sus fortines se habían
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 85B

tas; y otra, más hacia el sur para llegar a El Sudán l l l . Esta


corriente sureña vino a encontrarse con la colonización anterior
por el bajo Cauca que adelantaban los negros cimarrones desde
Antioquia, afínales del sigloXVIII (O. Fals Borda, Capitalismo,
hacienda y poblamiento en la Costa Atlántica, Bogotá, 1976,
25, 28).
El latifundio del Hato de Loba quedó así perforado por mu-
chas partes, en poder de pequeños y medianos campesinos
aislados en bolsones geográficos, pero con cierta cohesión orga-
nizativa y dirigentes propios hasta cuando fueron reconocidos
administrativamente por los gobiernos seccionales. La posesión
de estos colonos no se les discutirá sino mucho más tarde, a
partir de la reacción latifundista de la década de 1870, como se
verá más adelante en esta serie.
Los colonos momposinos recrearon y extendieron, en los
nuevos frentes de trabajo, la cultura anfibia que les era propia.
Por eso establecieron no sólo las juntas comunales estilo cabildo
democrático y abierto que ya conocían, sino las mismas técnicas
milperas de explotación agrícola para producir alimentos (con el
ritmo de trabajo: desmonte-fuego-cosecha-pastos). La base
comunitaria era, como antes, aldeas nucleadas de tipo lineal,
especialmente en laderas siguiendo cursos de agua o bordeando
ciénagas.
Como queda dicho, los colonos vivían internamente del true-
q u e , pero al llevar sus productos a los centros principales de
Mompox, El Banco y M a g a n g u é q u e d a b a n articulados a las
formas dominantes de intercambio comercial. En las décadas de

2. Fundación de Pinillos y llegada del obispo Sotomayor y Picón en


1846: Entrevistas con el doctor Manuel Pérez y el señor Juan Obregón,
Pinillos, 1978; Ministerio de Industrias, 76.
La información documental principal proviene de un compromiso
notariado que firmaron en Mompox el 5 de noviembre de 1849 los prin-
cipales personaros de Pinillos para asegurarle la subsistencia al cura
que dejó el obispo Sotomayor. Los señores Porto, Rangel, Alfaro y Gil
fueron escogidos por la comunidad para representarla y comprome-
terla, de donde se deduce la activa participación directiva y orientadora
de estos señores en la formación del pueblo. El documento se encuen-
tra en NM, Volumen 1849 Piezas sueltas, fols. 151-153.
Pinillos fue erigido en distrito (incluyendo a Palomino) el 23 de octu-
bre de 1848 por ordenanza de la Asamblea provincial de Mompox, lo
cual demuestra su muy rápido crecimiento desde su fundación en 1842;
la ordenanza se encuentra en ANC, Miscelánea (República), Tomo I,
fol. 128.
86A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

sacado los cañones para venderlos a los gringos. Había casonas


en ruinas con tejados hundidos, y callejuelas medio vacías.
Porque muchas de las familias pudientes y activas se estaban
yendo o se habían ido a otros sitios de mayor movimiento (Santa
Marta, Panamá y Barranquilla) y a los pueblos de las s a b a n a s
de Bolívar, especialmente El Carmen y Corozal donde empeza-
ba a intensificarse la antigua siembra de tabaco para exporta-
ción. La crisis se palpaba en la pobreza y miseria de la gente del
pueblo, en los muchos "cojos, tuertos, leprosos y enfermos de
todas c l a s e s " que observaron algunos viajeros extranjeros. Esta
horrible situación se empeorará con nuevas pestes y desercio-
nes hasta mediados de siglo, cuando la población de Cartagena
bajó a 10.000 personas (contra 18.000 en 1809).
No obstante, Nieto y su familia determinaron seguir allí y
trabajar por Cartagena. Así fueron llenando política y social-
mente el vacío que dejaba la anterior clase dirigente, ahora
medio desertora. La residencia de los Nieto se convirtió en un
segundo hogar, no sólo para sus hijos naturales Lope y Concha,
que ya estaban g r a n d e s , sino también para muchos amigos y
parientes de Alcibia y Tierradentro —como es costumbre en la
Costa, de compartir techo y comida— que conocían el despren-
dimiento y generosidad de J u a n J o s é . A la casa también conver-
gían personas distinguidas, entre ellas Rafael Núñez, quien
acababa de recibir el título de abogado en la Universidad de
Magdalena e Istmo (Cartagena), y los López Tagle, parientes de
Teresa descendientes del conde de Pestagua, quienes también
resolvieron quedarse en Cartagena.
La hermosa Soledad Román alegraba con frecuencia las
veladas en la casa, cuando no salía a acompañar a los Nietos a
las desordenadas y bulliciosas representaciones que la Compa-
ñía Dramática Española hacía de las obras de Larra, bajo la
dirección del señor Pizarroso; o a las de Mr. Abdalá, ' 'rey de los
a t l e t a s " con su mujer "la primera elástica del m u n d o " . Las
representaciones de la Compañía Española entusiasmaron tanto
a J u a n J o s é que éste decidió escribir un drama sobre sus expe-
riencias en la vida, que tituló E l hijo d e s í propio. Resultó tan
bueno, en opinión del autor, que el mismo J u a n J o s é organizó
la producción. Colocó a Soledad en uno de los papeles principa-
les, y él mismo tomó el de galán. El escenario se construyó en
una esquina del patio de la casa. Hubo grandes recitaciones, cor-
diales aplausos y una b u e n a borrachera para festejar el suceso
literario; pero la obra no pasó de la primera representación.
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 86B

1830 y 1840 el comercio nacional se estaba incrementando a ojos


vista a todo nivel, con buenos rendimientos relativos, a u n q u e
parece que había más artículos de importación que de exporta-
ción (L. E. Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia d e
Colombia, Bogotá, 1962, 331; J o s é Antonio Ocampo, " L a s ex-
portaciones colombianas en el siglo XIX'', Desarrollo y sociedad,
No. 4 (julio 1980), 174-175). Se hacían esfuerzos para fomentar
el mercado interno entre las diversas regiones y experimentos
locales para lograr nuevos productos exportables: algodón,
cacao, tagua, zarzaparrilla, añil, vainilla, tabaco y diversas
maderas.
La fértil región de Mompox se veia como un verdadero em-
porio para cultivar y exportar todos esos artículos, según el
periódico local El Liberal (No. 12, septiembre 20, 1846), y en
ello desempeñaron papel importante los colonos. El algodón
venía ensayándose desde la época colonial (hubo siembras
experimentales en la hacienda de Portaca, frente a Mompox, en
1784) y su empaque y comercialización habían sido fuentes del
enriquecimiento de don Pedro Martínez de Pinillos, el principal
comerciante de la región (tomo I, 126A). Logró exportarse por
extranjeros desde Barranquilla a Nueva Orleáns, por unos años
(Safford, 39), y desde Cartagena al mismo puerto por J u a n
Trueco Lanfranco, de lo que cosechaba en su finca de Ballestas.
Se mantuvo así el algodón en menor escala durante todo el siglo
XIX, más como producto de hacienda, como era el caso también
con las pieles de vacunos.
Con un pequeño periodo entre 1841 y 1846 dedicado al taba-
co / 3 / , los colonos y pequeños campesinos de la depresión
momposina se dedicaron a suministrar maderas y productos
selváticos a la burguesía comercial regional. El palo brasil se
sacaba de la hacienda Calenturas ya desde la guerra de Inde-
pendencia (tomo I, 141A). Los colonos le añadieron el palo mora
y el dividivi, luego el cacao y la tagua y, a mediados de siglo, el
caucho. Hubo productos selváticos menores, como la ipecacua-

3. Safford (pág. 212) trae noticia sobre las pérdidas del tabaco cubano
en 1839 y 1840 y su repercusión local, así como el establecimiento de
una agencia compradora del tabaco en Mompox, poco después. El
tabaco no se arraigará en la depresión momposina sino en parcelas
propias y arrendadas en las sabanas de Bolívar (El Carmen) de donde,
como veremos, se exportará en grande a partir de 1850 por muchos
años. Cf. L. F. Sierra, El tabaco en la economía colombiana del siglo
XIX (Bogotá, 1971).
87A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Teresa y Soledad lograron también llevar a Juan José —con


bigote peinado y tersa barba— a los conciertos de la nueva
Sociedad Filarmónica de Cartagena (como el memorable del 10
de noviembre de 1848 con oberturas, solos y duetos de óperas
de Donizetti, Bellini, Mercadante y Marliani: ningún músico
granadino, ni un solo aire de la tierra...) no tanto por la música
como por apoyar y estimular a sus amigas, las sopranos carta-
generas Teresa de la Espriella y María de la O León que allí
cantaban.
Y con una que otra reunión con los cofrades de la Herman-
dad de la Buena Muerte (para festejar el Viernes Santo en el
barrio popular de Getsemaní), con los masones de la logia de la
calle de San Juan de Dios, en las galleras con los artesanos de la
Gobernación, y en los hundes y corridas de toros de los mozos y
esclavos de Ternera, Nieto buscó recuperarse socialmente y
preparar su retorno político. Los partidos estaban madurando.

Y los del pueblo seguíamos trabajando y producien-


do. La búsqueda de maderas y productos del monte fue
llevando a otras familias de Palomino río abajo por los
caños de Tiquizio, Hacha y Lata. Allí descubrieron los
bonitos Cerros del Rosario, la Caimanera y el Guayabal
que hoy están ocupados con muchas fincas de comida y
con ganados, donde se encuentra también una piedra
dura y lisa especial para afilar hojas de machete.
Fue tanta la dedicación de esta gente a la explotación
de esos productos, que se resolvieron a hacer casas por
allá y quedarse. En una ribera del Tiquizio, sobre una
aguada que después se convirtió en el brazo de Loba
con las crecientes del río Magdalena que le quitaron
agua al brazo de Mompox [hacia 1842], los agricultores
José María Porto, Baltasar Rangel, Francisco Alfaro y
Tomás Gil decidieron fundarse como en Palomino, e
hicieron un caserío que bautizaron como Pueblonuevo.
Les ayudó a trazar las calles un topógrafo barranqui-
llero de apellido Ruiz.
A ellos se les añadieron pronto muchas otras fami-
lias de pescadores y labriegos que venían de los pueblos
del brazo de Mompox, y el caserío creció rápidamente,
tanto que a los cuatro años lograron hacer parroquia
con la presencia del obispo de Cartagena, el doctor
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 87B

na y la zarzaparrilla. Ni el añil ni la vainilla ni la quina prospe-


raron en la depresión momposina (que se sepa) quizá por falta
de conocimientos técnicos suficientes sobre su procesamiento
para el transporte y la exportación. (Cf. Ocampo, 175, 176,
cuadro No. 7).
La ganadería en p e q u e ñ a escala también tomó impulso en
estas zonas de temprana colonización (vacunos, de cerda y
caballar), donde empezó a florecer el modo de producción
campesino a nivel regional.

Durante el exilio en Chagres y Jamaica —al que le llevó


[B] la derrota militar de 1841, y donde progresó en la masone-
ría—, Nieto escribió un Diccionario mercantil bilingüe y
tres novelas romántico-históricas. Una de ellas: Ingermtna o la
hija de Calamar, por haberse publicado " a expensas de unos
amigos del a u t o r " en Kingston en 1844, se considera como la
primera del país en el orden cronológico y señala las tendencias
formativas de nuestros primeros literatos (Antonio Curcio Alta-
mar, Evolución de la novela en Colombia, Bogotá, 1975, 71-74).
Las otras dos novelas son: Los Moriscos (Kingston, 1845, F P ,
No. 1075) sobre una familia mora andaluza, escrita en simpatía
con los que, como Nieto, eran "expulsados de la p a t r i a " ; y
Rosina o la prisión d e l castillo de Chagres, en forma de cartas
publicadas en el periódico semanal La Democracia (Cartagena),
del 11 de julio al 10 de octubre de 1850, que describen indirec-
tamente las experiencias de Nieto como prisionero. (Cf. Curcio
Altamar, Bibliografía colombiana, sf, 226).
El estilo de estas piezas —medio afrancesado— es suelto y
agradable, aunque exageradamente declamatorio a imitación de

Pinillos. Calles e iglesia.

¿*~\' r l¿.¿>.
88A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Sotomayor y Picón, quien llegó pot tierra y agua desde


Mompox, tres años antes de morir en los brazos de su
mujer, la negra Tilbe, de Turbana. El obispo Sotomayor
cantó allí misa el lo. de enero de 1846, y fue quien
aconsejó a los habitantes cambial el nombre del pueblo
y ponerle ' 'Pinillos" en honor del generoso comerciante
don Pedro Martínez de Pinillos a quien el obispo había
conocido poco antes de empezar la revolución de la
Independencia, el fundador del colegio de San Pedro
Apóstol en Mompox. [A]
La fundación de Pinillos, allí tan cerca de nosotros,
con todo y obispo, no gustó mucho en Palomino, aun-
que todos nos conocíamos y éramos amigos, parientes
o compadres. La envidia nos fue minando. Palomino no
crecía tan rápido como Pinillos porque estaba metido
río abajo por el caño de Chicagua, no sobre la corriente
principal del Magdalena, como era el caso del nuevo
pueblo, y por lo mismo su comercio era menor. Algunas
discusiones personales (no políticas) comenzaron a
sembrar la discordia entre los pobladores principales,
especialmente entre los Gómez y el viejo Candelario
Benavides, quien resultó ser bastante ambicioso de
tierras.
La d e s b a n d a d a de los fundadores de Palomino no
tardó. Buscando la tranquilidad [en 1844], los Gómez
decidieron irse y hacer casa p e r m a n e n t e en unas islas
que habían descubierto y empezado a trabajar, llama-
das Caribe (con el Quiquizal) y Tamacos, situadas a
unas cinco leguas del pueblo hacia el oriente, por los
lados de Armenia. Allí se convirtieron en grandes
ganaderos y se quedaron hasta la muerte de Faustino
en 1887, y de Manuel un poco más tarde; la m u e r t e de
éste fue muy triste porque quedó ensartado en un palo
al caer del caballo. Estos dos hermanos tuvieron que
pelear por la posesión de las islas, primero contra el
mismo Candelario y después contra la señora Dominga
Epalza Hoyos y su hijo el doctor Pantaleón Germán
Ribón. Porque aunque habían prescrito a favor de los
Gómez esas tierras por su posesión fija, no se habían
titulado legalmente, y de allí se prendían los abogados
para hacer pleitos que no tenían fin, aprovechando las
influencias y palancas con los jueces y el gobierno.
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 88B

Martínez de la Rosa. Abundan citas de Byron, Lamartine y


Chateaubriand. El autor no sólo emplea la imaginación sino
que incluye datos históricos e investigativos —su principal
mérito, según los críticos—, como ocurre especialmente en In-
germina. Esta novela en dos tomos —cuya acción Nieto localiza
entre 1533 y 1537 y trata de los amores de una princesa india
con el conquistador Alonso de Heredia— presenta una noticia
sobre "los usos, costumbres y religión del pueblo de C a l a m a r "
(la zona indígena del norte del departamento de Bolívar). Asi
equilibra la conocida tendencia de los románticos a emplear k>
d e s p a m p a n a n t e en sus relatos: cadáveres entre las flores, tinie-
blas en torno al candil del amor, las nostalgias de Werther y las
tentaciones de Fausto, etc. También se sabe que Nieto escribió
un drama, E l hijo d e s i propio, que se representó en Cartagena
(Curcio Altamar, Bibliografía, 218).
Recordemos que Nieto fue igualmente autor de la primera
geografía regional del país. Esta curiosa e intensa preparación
literaria, geográfica, histórica y mercantil de un futuro caudillo
militar tiende a desvirtuar muchos clisés corrientes sobre dicta-
dores tropicales. A d e m á s , la actitud general de Nieto sobre este
particular resulta increíblemente modesta y sencilla. Escribe en
el prólogo de Los Moriscos: "Si no hay perfección en lo produci-
do, hay pureza e ingenuidad en los sentimientos y compasión
hacia los que sufran la misma suerte que a mí me ha cabido; sin
haber sometido mis ideas a otra clase de influencia, que a la que
proviene del convencimiento íntimo del corazón".
Y así cierra el prólogo de su Geografía: ' 'No tengo la necia
presunción de creer que ésta sea una obra maestra; pero sí
pienso que será una base muy segura para que otra pluma
verdaderamente ilustrada se ocupe en formar la historia com-
pleta de la benemérita Cartagena [...] Entonces, sin ruborizar-
m e veré mi obra descender al abismo de la nada [...] pues [la
obra] no tendrá ciertamente otro objeto que el mayor engrande-
cimiento de la patria: y para mí, ¿qué más dulce r e c o m p e n s a ? " .
Desgraciadamente, nosotros los " d e j a o s " costeños todavía
no hemos respondido totalmente a las justificadas esperanzas
del autodidacto de Baranoa 141.

4. Otros datos sobre Nieto en esta época de su vida:


Destierro de Nieto: Aparece en la lista oficial de desterrados, como
por "tiempo indefinido", publicada en la Gaceta de la Nueva Granada,
No. 560 (junio 5, 1842).
89A FUNDACIÓN DE PALOMINO Y PINILLOS

Mamá Tina estaba contenta, y en Palomino nos que-


damos otro tiempo, hasta después de la epidemia del
tablón (el cólera asiático] en 1849. Ya yo tenia veinte
años y Agustín dieciocho y, como resultamos buenos
músicos, no había fiesta de la que nos perdiéramos. De
Pinillos nos llamaban a tocar, de Cañonegro, de la Cai-
m a n e r a , hasta a San Martin de Loba fuimos a parar
una vez.
Claro que el ron ñeque, o sea el tapetusa, corría en
todas partes, porque el músico sin trago no es nada.
Tiene que meterse sus petacazos para tocar bien. Pero
mi hermano y yo también queríamos aprender a leer y
escribir aceptablemente, no sólo lo poco que nos enseñó
el doctor Ponce en la escuela de Mompox y por último el
viejo Candelario. Deseábamos trabajar en otras cosas,
ver nuevos mundos, dejar de ser montunos. Asi, se nos
metió la piquiña de los viajes y el deseo de salir de los
caños por un tiempo.
EL MODO DE PRODUCCIÓN CAMPESINO 89B

Nieto y la masonería (cont.): En Jamaica, Carnicelli, 1, 510; ceremo-


nias en Cartagena y vinculaciones entre las logias de Cartagena y
Kingston. Carnicelli, I, 55-74, 113-117; Julio Hoenigsberg, Influencia
revolucionaria de la masonería en Europa y América (Bogotá, 1944),
25-33, 180-181.
"Diccionario mercantil": Gustavo Arboleda, Historia contemporá-
nea de Colombia (Bogotá, 1919), II, 289.
Vuelta de Nieto a Cartagena en 1847: Arboleda, II, 319; nombra-
miento como coronel de la Guardia Nacional en 1850, según declara-
ción del propio Nieto en su Bosquejo histórico de la revolución que
regeneró al Estado de Bolívar (Cartagena, 1862, 22; FP. No. 2). La
trágica situación de la ciudad en esta época fue dibujada por el geógra-
fo francés Eliseo Réclus, Mis exploraciones en América (Valencia, sf),
31-38.
Relaciones entre Núñez y Nieto y con Soledad Román: Indalecio Lié-
vano Aguirre. Rafael Núñez (Bogotá, 1945), 33. 35-38, 46, 49.
Sociedad Filarmónica de Cartagena: Manuel Ezequiel Corrales, ed.,
Efemérides y anales del E s t a d o de Bolívar (Bogotá, 1892), IV, 20-21.
4. ELIL.-.P.-. H.'. Y LA REVOLUCIÓN DEL MEDIO SIGLO

El prodigioso año de 1848 empezó con una fanfarria de cam-


bios que dejaron al recién venido J u a n J o s é Nieto y sus compa-
ñeros admiradores de Francia profundamente conmovidos: en
efecto, se derrumbaba la monarquía de Luis Felipe de Orléans y
se proclamaba la República. Pensarían los cartageneros republi-
canos: nada mejor para nosotros, que así veremos multiplicarse
nuestro apoyo político democrático y ampliarse nuestros merca-
dos en el Viejo Mundo. ¡Así se cumple la ley universal del
progreso!
La noticia, traída a Cartagena por la Mala Real británica a
comienzos de marzo, confirmó la m a r e a de comentarios de
prensa recibidos de Bogotá. ¡Se trataba de una revolución socia-
lista! El periódico capitalino El Día ofrecía ya un artículo en
serie (del 24 de junio al 29 de agosto) sobre el socialismo, firma-
do por un tal Egerius, que servía para orientar inicialmente a los
interesados en ayunas del problema. Conclusión: había que
conseguirse las obras de Alfonso de Lamartine, P . J . Proudhon,
Saínt-Simon y otros pensadores, leerlas a fondo y remozarse
intelectualmente. No eran ya suficientes las lecturas que se
habían hecho de novelistas románticos como Víctor Hugo,
Eugenio Sué y Alejandro Dumas que simpatizaban con las cla-
ses populares, ni las de otros autores críticos más antiguos como
Voltaire y Rousseau, Bentham y Say que habían agitado las
reuniones estudiantiles y de profesores en los pasillos de la
Universidad de Magdalena e Istmo. Había que ponerse al día, y
el santo y seña era el ' 'Socialismo''. [A]
Otros hechos de 1848 eran igualmente portentosos para los
4. HACIA LA FORMACIÓN SOCIAL NACIONAL:
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE

J u a n José Nieto y Adolfo Mier vivieron un perido de siete


años entre 1848 y 1854 que los más autorizados historiadores
colombianos y extranjeros coinciden en señalar como de cambio
revolucionario, el primero realmente radical en Colombia desde
la época colonial. Tienen razón: acababa de nacer la formación
social nacional e irrumpía con fuerza el modo de producción
campesino o mercantil simple que había venido dando pasos
desde décadas anteriores (capítulo 3B).
El momento culminante formal de este proceso fue el con-
greso de 1850-1851 donde tuvieron asiento los representantes
más decididos y críticos de las burguesías regionales reunidos
en el nuevo partido liberal, entre ellos J u a n J o s é Nieto como
representante de Cartagena, cuando se aprobaron varias leyes
de trascendencia para el país que lo alejaron vigorosamente de
la herencia colonial. Puede verse este momento como la formah-
zación de una revolución democrático-burguesa impulsada por
la masonería y una antiélite nacional, revolución que afianzaba
el poder de nuevas oligarquías y abría las fronteras patrias a la
dominación comercial y empresarial europea (Inglaterra, Fran-
cia y Alemania en esta primera etapa).
Por supuesto, las leyes radicales de 1850-1851 no fueron
origen de la revolución democrático-burguesa del medio siglo:
fueron más bien el registro reflejado —en la superestructura—
de aquel proceso histórico-natural que venía avanzando con su
propia dinámica desde mucho antes, cuya velocidad se había
acelerado a causa de la lucha ideológica atizada por la revolu-
91A ELIL.-.P.-.H.-. Y LA REVOLUCIÓN

costeños y para los granadinos en general. Al descubrirse oro en


California, empezó el torrente de "prospectores" a pasar por
Panamá y otros puertos en busca de las nuevas riquezas, y se
contrató la construcción del ferrocarril del Istmo. Los barcos de
todas las nacionalidades, incluidos los norteamericanos, empe-
zaron a hacer escala regular en Santa Marta y Cartagena. El
canal del Dique volvió a estar casi navegable gracias a los traba-
jos del contratista Jorge Totten. El gringo J. A. Bennett estable-
ció en la capital el primer gabinete fotográfico por el sistema de
Daguerre. El 23 de mayo el Congreso Nacional ordenó por fin
cesar el monopolio o estanco del tabaco, a partir del lo. de enero
de 1850: esto habría de activar el comercio y estimular nuevas
siembras. Además, el mismo Congreso había ordenado dismi-
nuir el pie de fuerza militar.
Para los nostálgicos de los peninsulares y los que seguían
pensando en monarquía para la Nueva Granada, llegó la triste
noticia de la muerte, el 10 de septiembre de 1848, de la última
marquesa momposina, la de Torre Hoyos, doña María Josefa
Isabel de Hoyos (tomo I). Los liberales habían tumbado al dicta-
dor José Antonio Páez en Venezuela e impuesto como mandata-
rio a! genera! José Tadeo Monagas. Con tantas cosas ocurriendo
simultáneamente, había que mirar hacia el futuro y trabajar con
las masas para ayudarlas a construir la nueva sociedad, la uto-
pía. Entre otras cosas, había que politizarlas, dejando atrás la
herencia colonial. Había que prepararlas para el libre comercio
y enseñarles a prosperar mediante el esfuerzo individual y el
ahorro.
¿Quiénes mejor para dirigir estas importantes tareas que los
enterados, es decir, los profesores e intelectuales críticos de la
ciudad y los miembros cultos de la burguesía dominante que
querían cambiar la sociedad?, pensaron ellos mismos. Por
supuesto: el doctor Rafael Núñez, los abogados doctor José
Manuel Royo y Antonio Benedetti, el ilustre abogado y médico
Vicente A. García, y el jovial boticario campechano don José
Araújo (apodado "la zamba jarocha", padre del educador
Simón Araújo) se reunieron con el escritor y coronel Juan José
Nieto para trazar una estrategia política adecuada a la explosiva
y tentadora situación existente. [B]
Ante todo, debían constituirse en núcleo cartagenero princi-
pal del partido liberal que ya se conformaba oficialmente en
muchas partes —con la bandera roja de los motines parisinos—,
por los antiguos federalistas y santanderistas, es decir, los vie-
Rafael Núñez joven, cuando era p r o t e g i d o político de Nieto. (Cuadro de
Caray).
92A EL IL.-. P.'. H.-. Y LA REVOLUCIÓN

jos antiministeriales. El eminente copartidario Ezequiel Rojas


así lo proclamaba en Bogotá en el periódico El Aviso, cuyas
copias se habían recibido y leído con interés en Cartagena.
Las ideas del nuevo partido liberal resultaban opuestas a las
del conservatismo absolutista, dictatorial y clerical —llamado
godo desde entonces—, puesto que debían inspirarse en la últi-
ma revolución francesa y en los principios republicanos y socia-
listas allí proclamados. Y con esas ideas como implacable
martinete habría de darse la lucha por la toma del poder en las
elecciones presidenciales venideras (las de 1849), con el "va-
liente, honradote y apreciable" general José Hilario López
como candidato, aunque éste hubiera preferido quedarse
cazando venados en los llanos de Gigante a luchar por la causa
liberal en 1841.
Naturalmente, había que buscar el respaldo popular. El
grupo de base más afín e inmediato del núcleo intelectual era el
de los artesanos, antigua cauda electoral de Nieto, cuyo afecto
por el dirigente baranoero se vio aumentado por el destierro de
éste en los últimos años. Tal como en los clubes parisinos de
entonces, podían organizarse los trabajadores cartageneros en
sociedades culturales, para impartir educación básica en reu-
niones nocturnas que se fueran radicalizando en beneficio del
partido liberal. Y para suministrar el material educativo y polí-
tico, era necesario fundar un periódico redactado por el núcleo
intelectual con uno que otro escrito de las bases.
Nacen así en Cartagena, casi simultáneamente, la Sociedad
Democrática de Artesanos y el periódico semanal La Democra-
cia, con oficinas en la calle Badillo No. 55 y cuyo primer número
salió el lo. de abril de 1849,¡vendido al público a un real la
copia, y con cualquier aviso gratis! A la inauguración, natural-
mente, no concurrió el gobernador conservador de la provincia,
general Joaquín Posada Gutiérrez, y este acto formal no se
cumplirá sino el 11 de noviembre siguiente al contar Cartagena
con nuevo gobernador liberal, el prestigioso caudillo José María
Obando. Núñez fue confirmado como director de la nueva
sociedad.
Nieto, con su reconocido talento de escritor, se encargó con
Benedetti de coordinar la obtención de textos socialistas france-
ses y su traducción al castellano si no se consiguieran ediciones
publicadas en España que pudiera haber en la librería e impren-
ta de Eusebio Hernández. Dos obras ya estaban a la disposición,
prestadas por el cónsul de Francia en Cartagena: iQué es la
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 92B

ción francesa de 1848 y la movilización comercial y campesina


nacional de la última década.
Este cambio revolucionario, con su registro superestructura!
en la formación social, era inevitable si se tomaba en cuenta el
desarrollo económico y social emprendido por la naciente repú-
blica. A pesar del faccionalismo y de los conflictos civiles recien-
tes, el pueblo granadino había luchado por la vida y logrado
aumentar la riqueza nacional por lo menos en dos frentes: el
de la producción de tierras vírgenes de latifundios recientemen-
te invadidos por gente como los Mier y sus compañeros de
Mompox, esto es, por la expansión del modo de producción
campesino basado en el trabajo libre en fincas pequeñas y
medianas; y el frente d e la exportación de oro, tabaco y otros
productos, con tendencias al aumento, lo cual reforzó al capital
comercial y afirmó los mecanismos locales de acumulación origi-
naria. Los señores-comerciantes prosperaban a raíz de estas
actividades y aseguraban su dominio en la sociedad; y otras cla-
ses sociales, como las de los señores-latifundistas y ganaderos,
manufactureros, burócratas, artesanos, libertos y campesinos
libres buscaban acomodarse y progresar en el contexto de la
nueva formación social.
Uno de estos sectores, el de los artesanos, pretendió asumir
la vanguardia revolucionaria para defender sus propios intereses
de clase que veían amenazados por el ascenso de la burguesía
comercial. Sus esfuerzos, junto con los del sector intelectual
antielitista que les nutrió ideológicamente, dieron al momento
histórico un tinte socialista que no pasó de ser un espejismo. La
realidad era otra, y la recolocación de los artesanos en un lugar
secundario dentro de la nueva formación social se constituirá en
motivo principal de la contrarrevolución subsiguiente.
Los cambios en el proceso histónco-natural constituían un
Hecho. Les faltaba la Idea para entenderlos y unlversalizarlos.
En búsqueda de la Idea, los granadinos no fuimos originales.
Como se ha dicho tantas veces —y aquí lo confirmamos una vez
más en lo que respecta a la región costeña— apelamos entonces
a las doctrinas en boga en Europa: las derivadas del libre cam-
bio y del socialismo utópico y romántico. Nuestra primera real
revolución nacional — la democrático-burguesa de estos años—
nació condicionada por el pensamiento del Viejo Mundo: fue
una revolución colonizada y dependiente que nos mantuvo suje-
tos al desarrollo económico, político e intelectual de Europa. O
como dirían hoy: fue condicionada por ideologías foráneas. Para
93A EL IL,-. P.-. H.-. Y LA REVOLUCIÓN

propiedad^, de Proudhon, y E l consejero del pueblo, de Lamar-


tine. Además, por sugerencia del mismo cónsul, se decidió
suscribirse a La Presse, periódico socialista dirigido en París
por Emilio de Girardin, considerado muy instructivo para estos
fines.
El equipo de traductores se dedicó entonces a trabajar en
firme. Había una "férvida actividad intelectual" que saturaba
la región y todo el país, con decenas de publicaciones, centena-
res de reuniones y millares de discursos sobre la revolución
francesa, el socialismo y la democracia.
Las discusiones y desacuerdos no tardaron en surgir. Por
ejemplo, las conclusiones de Proudhon sobre la propiedad
escandalizaron al grupo intelectual. ¿Cómo p u e d e ser la propie-
dad un robo, según este autor? ¿Acaso no se ha consagrado en
la Constitución nacional el sagrado e inviolable principio de la
propiedad? ¿El mismo Nieto no lo consideraba así desde su
folleto de 1834, como uno de los atributos físicos inherentes a la
organización del hombre, absoluto e ¡límite? (capítulo 1A).
Tales tesis resultaron ser inaceptables para los liberales carta-
generos: ellas debían ser el comunismo que tanto se atacaba
también en Francia. Porque si se desarrollaran las ideas de
Proudhon, quedarían todos metidos en el mismo molde, nivela-
dos por lo bajo y con la gleba, impedidos de aprovechar los
mecanismos democráticos de progreso individual que ofrecían
imparcialmente (en teoría) el capitalismo y la industria. Asi se
podía ver en Inglaterra, caso ejemplar, en su gran prosperidad y
poder. Descartemos, pues, a Proudhon, decían aquellos libera-
les. Aún más: ataquémoslo, porque no conviene a quienes
queremos avanzar por nuestro esfuerzo individual en la socie-
dad. A las masas hay que ¡lustrarlas antes de soltarles la presa
del comunismo. Deben proceder paso a paso en su ruta a la
prosperidad y felicidad generales. Todavía no están m a d u r a s . . .
Y así razonaba el grupo intelectual directivo, el núcleo inicial del
partido del pueblo en Cartagena (La Democracia, febrero 20 de
1851).
En cambio, en Lamartine el grupo directivo encontró una
emocionante mezcla d e realismo político y romanticismo que
halló útil para conmoverse a sí mismo e impeler a las masas a la
acción. De allí se derivó la confusión muy fuerte que hubo entre
democracia burguesa y socialismo de la que, como veremos, no
se podrá salir por un buen tiempo. Pero el ejemplo revoluciona-
rio francés, incluyendo el papel central de los obreros y artesanos
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 93B

bien o para mal, ello nos permitió moldear las instituciones poli-
ticas y gubernamentales básicas de la nueva formación social.
En resumen: la revolución del medio siglo fue un síntoma
principal del nacimiento de la formación social nacional que su-
plantaba por fin la colonial. En este proceso tuvo papel central
una antiélite mediada por la masonería que, a nivel de superes-
tructura, transmitió la ideología del momento —un socialismo
liberal burgués— y promovió la formación de una conciencia
de clase en estratos inferiores de la sociedad. De rebote, esta
misma conciencia también se aclaró y reforzó en las clases do-
minantes. El precio internacional pagado por este parto social
(que venía de muy atrás, en efecto, tomo I) fue la dependencia
económica del país al quedar éste colocado en la órbita capitalis-
ta mundial como productor de bienes agrícolas, pecuarios y
minerales; y el colonialismo intelectual local en relación con el
desarrollo cultural europeo. Pero las clases trabajadoras, par-
cialmente alejadas de aquellas influencias y peligros, procedían
a la renovación y fomento autónomo de sus propios valores,
como la técnica agrícola, la música popular y la herbología.
En este contexto, las provincias de la Costa Atlántica ejercie-
ron considerable influencia nacional, y con ellas, Nieto y sus
compañeros liberales de Cartagena.

¡ 1848! ¡El año cabalístico en el que confluye y se decanta


[A] toda una era de búsqueda de justicia a través de la igual-
dad y de reformas sociales y económicas en Europa! Esta-
llan entonces, en la revolución francesa de ese año, los ideales
de los filósofos naturalistas, las aspiraciones de los liberales, las
tesis de los librepensadores, las formas expresivas de los ro-
mánticos y las creencias de algunos clérigos.
No era para menos: se enfrentaban todos al espectro de la
gran miseria producida por el capitalismo naciente y la violencia
institucional que le acompañaba, con una horrible depresión en
el salario y nivel de vida de los trabajadores. De la conflagración
política resultante nacieron dialécticamente, como fuerzas vi-
vas, los movimientos socialistas que hoy, como ayer, quitan el
sueño a los explotadores de todas las pelambres. De ella igual-
mente surgió la eminencia de Francia en el mundo político y
cultural contemporáneo: lo que ocurre en ese país en estos cam-
pos ha tenido y sigue teniendo importantes consecuencias en
Colombia y otros países, donde ser francófilo (como lo fue J u a n
94A EL IL-. P.-. H.-. Y LA REVOLUCIÓN

en la lucha, se entendía mejor así, en los términos literarios e


históricos de Lamartine que en los preceptos de Proudhon. En
Cartagena se podrían duplicar eventualmente los famosos Gi-
rondinos , copiar los ' 'clubes políticos'' de Paris, preparar las ba-
rricadas. Por lo tanto, convenía publicar en s e n e la traducción
de E l consejero d e l pueblo — q u e llegaba al climax con la famosa
fiase: "La república fue la palabra de la providencia en 1848" —
tan pronto estuviera lista; y condenat las ideas comunistas de
Proudhon y otros falsos socialistas. Así se cumplió en La Demo-
cracia en sucesivos números de 1849 y 1850.
La Democracia tuvo gran éxito y resonancia local y nacional.
Las primeras agencias costeñas del periódico se establecieron
en Sabanalarga, Barranquilla, Chinú, Lorica, Corozal, Mompox,
Santa Marta, Ciénaga y Riohacha ( a p a ñ e de las panameñas). Es
muy posible que en estos pueblos y ciudades (y en oiroa añadi-
dos después) se hubieran organizado también Sociedades
Democráticas con los agentes y amigos del periódico y que, con
base en ellos, el partido liberal se hubiera fortalecido en provin-
cias. Ello era necesario porque los conservadores no habían
quedado contentos con la elección de J o s é Hilario López el 7 de
marzo de 1849, pues la desconocían como impuesta por la vio-
lencia de los artesanos, y se aprestaban a levantarse con las
armas en la mano (como ocurrió luego, por unos meses, en
1851).
El hablar de barricadas en Cartagena pronto dejó de ser un
buen chiste. Los artesanos y otros grupos de trabajadores,
libertos y esclavos empezaron a entender que sus intereses
podían defenderse si en realidad se organizaban para actuat de
manera revolucionaria, hasta bien armados y con mayor deci-
sión que bajo las confusas órdenes del Supremo Carmona.
Aunque se disimularan los términos en la redacción agridulce
de Lamartine y se confundiese democracia burguesa con socia-
lismo, era evidente la existencia en el país de una lucha de cla-
ses: la de los pobres contra los ricos, la de los explotados contra
los explotadores.
Hasta La Democracia dejó escapar ciertas frases claves,
probablemente redactadas por Núñez: " E l trabajo (no el privile-
gio) es el elemento creador que esparce por el mundo el movi-
miento y la vida; nos acostumbramos a hallar en él la verdadera
moral, la moral práctica" (No. 3, abril 20, 1849). "El principio
socialista que proteje y defiende por su propio progreso la pro-
piedad tal como existe, reconoce que la actual distribución de
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 94B

J o s é Nieto) puede dinamizar la vida intelectual critica y facilitar


el avance de los partidos de vanguardia social.
En un principio, a mediados del siglo XIX, los granadinos no
recibimos sino el eco confuso de aquella polémica sobre socialis-
mo y comunismo que dividía a los burgueses europeos de la
época, especialmente los franceses y austríacos. Atrás habían
quedado los primeros experimentos asociativos de Robert
Owen; el impulso desttuctot de los ludditas contra la máquina;
la sedición de Lyon (183!) reveladora de la lucha interna entre
los que todo tienen y los que no tienen nada, que inspiró una
sonata de Liszt y la aplicación definitiva de la famosa sentencia
de Saint-Simón: " H e allí la explotación del hombte por el hom-
bre' '. En cambio, en gran cacofonía, salían las voces casi simul-
táneas de Buchez sobre "socialismo cristiano", de Fourier
sobre "democracia pacifica", de Proudhon sobre la propiedad,
y de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. Con excepción
de las de los dos últimos, estas voces quedaron cobijadas por la
gran escuela del pensamiento y de la acción que se llamó socia-
lismo utópico.
El socialismo utópico nació bicéfalo. Además de la política,
su otra cabeza era el romanticismo. Venía éste de cristianos de
mala conciencia, de humanistas que se estremecían al pensar
que las naciones pudieran ser indiferentes a la triste suerte de
los trabajadores explotados, personas que apoyaban la organi-
zación defensiva de éstos en un "Cuarto E s t a d o " (además de
los de la nobleza, el clero y la burguesía). Aparece así la pléyade
de novelistas y poetas franceses inclinados a los problemas
sociales, que distinguen la época y tanto influjo ejercieron en la
Nueva Granada: Víctor Hugo, quien felicitaba a los trabajadores
y declaraba que "todos somos obreros, y Dios también, y en
vosotros el pensamiento trabaja aún más que la m a n o " ; Euge-
nio Sué, con su E l judio errante y los m í s t e n o s d e Paris; Alejan-
dro Dumas y su serie de novelas de alto y bajo fondo; Alfonso de
Lamartine, quien dedicaba a los trabajadores una de sus "Ar-
monías poéticas'', antes de proceder con E l consejero d e l pueblo
y La historia de los girondinos. Aparte de tantos otros autores
románticos de diversas nacionalidades que tenían iguales ten-
dencias sociales y políticas.
Según Engels, todos estos escritores " s e limitaban a invocar
la razón para echar los cimientos del nuevo edificio" de un so-
cialismo en el cual los efectos de la propiedad estuvieran balan-
ceados por la asociación y la solidaridad. Pero también invoca-
95A EL IL.-. P.-. H.-. Y LA REVOLUCIÓN

las riquezas y la inmensa desproporción de bienestar que ella


produce entre los pocos que tienen mucho y la multitud que tie-
ne poco, no se conforma de ningún modo con los verdaderos
intereses y derecho de la humanidad [...] El socialismo, remon-
tándose a la causa del malestar presente, se encuentra no con el
robo, sino con los privilegios, con esas instituciones injustifica-
bles que con el nombre de aristocracia, feudalismo, servidum-
bre, mayorazgos o monopolios pusieron en manos de unos
una suma de elementos de adquisición mucho más poderosa y
segura que la que dejaron a la merced del mayor n ú m e r o " .
(No. 64, febrero 20, 1851).
No importaba que en la misma edición se insistiera en lo
sacrosanto de la propiedad ("no para arrebatar al rico sus rique-
zas y dárselas al proletario"). Se hablaba públicamente de las
dos clases históricamente enfrentadas: los ricos y los pobres.
Aunque en Cartagena y en el país, en ese momento, no hubiera
muchas industrias ni manufacturas, ni tampoco muchos proleta-
rios, esto es, asalariados dependiendo para vivir de su sola fuer-
za de trabajo. En cambio había muchos esclavos, arrendatarios,
concertados y aparceros.
Las obvias diferencias entre las clases existentes no podían
disimularse sino ideológicamente, y para ello el núcleo directivo
liberal de Cartagena (como el de Bogotá y otras ciudades) hizo
grandes malabares con la palabra. Empezó insistiendo en que
democracia burguesa y socialismo eran en verdad la misma cosa
y q u e , por lo tanto, al luchar por la primera se ganaba al mismo
tiempo el segundo. Esta ambigüedad ideológica seguiría pla-
gando las discusiones en el seno de la Sociedad Democrática
sin que nunca se aclarara. Preguntaba un artesano: ¿Luego no
existe entre nosotros la lucha de clases? Contestaba Núñez,
como director de la Sociedad en una tribuna que empezaba a
olerle a cuero curtido, según decía un cachaco: " N o exactamen-
te, porque aquí se ha venido aplicando el socialismo. ¿Qué otra
cosa es el sistema republicano democrático que hemos abrazado
tanto tiempo hace, con más o menos extensión o comprensión?
El gobierno del general López cumple estos principios socialis-
t a s " . Le añadía Nieto a su vez: " ¿ Q u é otra cosa significa la abo-
lición de los mayorazgos y demás vinculaciones inenajena-
b l e s ? " . Y por su parte redondeaba el doctor Royo: " ¿ Q u é otra
cosa significa, recapitulándolo todo, el principio de la igualdad
consagrado en la Constitución y reconocido por todos? Todas
éstas son hermosas pinceladas del socialismo" . (La Democracia,
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 95B

ban el corazón: sus escritos p a s a b a n por Tomás Moro y Campa-


nella. Por eso, como utópicas, sus obras podían distinguirse del
socialismo científico propuesto en el Manifiesto Comunista que
inspiró a los partidos de trabajadores europeos cobijados por la
Primera Internacional, en décadas siguientes (Cf. K. Marx y
F. Engels, Obras escogidas- 1: Las luchas de clases en Francia
d e 1848a 1830, Moscú, 1971).
Estos partidos comunistas interpretaban los acontecimientos
parisinos de 1848 como una lucha de clases. En efecto, como en
ocasiones anteriores, las nuevas clases proletarias urbanas
habían hecho su irrupción uniéndose a los artesanos para luchar
contra los burgueses monárquicos y el sistema de poder. Su
fracaso subsiguiente y el establecimiento del Imperio en Francia
obscurecieron esta realidad clasista y no dejaron ver la pertinen-
cia de los análisis marxistas en Francia hasta finales del siglo
XIX. Por eso los francófilos de Nueva Granada tampoco dieron
importancia a Marx en ese momento ni a la interpretación cla-
sista de los hechos ocurridos: en efecto, no se menciona a Marx
en ninguna parte a este lado del océano. A d e m á s , aquí había un
impedimento histórico material para duplicar la revolución cla-
sista de Francia: no existía aún ningún proletariado industrial
comparable al que había actuado en las barricadas de junio de
1848 en París; fuera de los marginados trabajadores del campo,
apenas unos centenares de obreros en algunas manufacturas y
empleadas asalariadas en factorías de tabaco. Los artesanos
bogotanos no podían ser el equivalente del proletariado en la
sociedad granadina. Debían asumir su propio papel como acto-
res de la historia, en las circunstancias concretas de lucha de
clases como se expresaba en ese momento en Nueva Granada,
con todas sus obvias limitaciones tácticas.
Por falta de una lectura más completa de la literatura política
del momento, y más de una práctica pertinente, en Nueva Gra-
nada debía surgir, como en efecto surgió, una notable confusión
entre socialismo y democracia burguesa: esto es, entre el socia-
lismo utópico y la democracia que querían imponer los republi-
canos criollos desde la lucha contra la monarquía ibérica. El
socialismo no llegó a entenderse entre nosotros en toda su caba-
lidad revolucionaria y clasista en la práctica, sino que dio lugar a
una alucinación popular y a otro claro caso de colonialismo inte-
lectual. Hasta Mariano Ospina Rodríguez (alto jefe conserva-
dor) se alegró equivocadamente al saber de la revolución
francesa de 1848 y quiso que se echaran a vuelo las c a m p a n a s
96A EL 1L.-. P. . HV. Y LA REVOLUCIÓN

febrero 20 de 1851). (Naturalmente, el pincel no tocaba las


bases tenenciales de la tierra, fuente de podet monopolice al
cual no tenían sino reducido acceso los indios y campesinos
granadinos que constituían las grandes mayorías, les habría
observado Carlos Marx).
La cosecha de nuevas ideas críticas, de todos modos grande
y rica, se aceleró con la llegada a Cartagena de los primeros
números de la revista El Alacrán, editada en Bogotá en enero y
febrero de 1849 por un cartagenero y un momposino: Joaquín
Pablo Posada (hijo del exgobernador Posada Gutiérrez) y Ger-
mán Gutiérrez de Piñeres (descendiente de los proceres de la
Independencia, el prisionero de Tescua que Mosquera había
liberado personalmente). Esta mezcla de Mompox y Cartagena
—tal como en 1811— resultó explosiva, como si del propio patio
familiar salieran los peores fantasmas. ¿Cómo no reaccionar
ante lo escrito en el número 4 de esta revista? Allí se decía, al
lado de coplas chismosas más bien entretenidas: " M i e n t r a s
veamos a los Calvos, Montoyas, Uribes, Lombanas, Escobares,
Silvas y tantos otros que gastan en una noche de orgía en el traje
de una mujerzuela o en una mesa de juego tanto y más de lo que
bastaría para satisfacer las necesidades de cincuenta familias
al día siguiente, levantaremos siempre resuelta y enérgica
nuestra v o z " . Se mecían los artesanos de entusiasmo, pues
entendían que el gobierno estaba en manos de una oligarquía
enriquecida a costa del pueblo. Los Calvos, Amadores, Torices y
otros conservadores de Cartagena, naturalmente, lanzaban
alaridos de rabia. (Joaquín Pablo Posada va a darles un nuevo y
desagradable susto cuando resucite políticamente, y trate de
poner en práctica sus ¡deas radicales como editor del periódico
oficial de la revolución artesanal-militar de 1854).
Las tensiones sociales subían de esta manera mientras se
adelantaban las campañas en defensa de la democracia, esto es,
del socialismo entendido a la Lamartine y Saint-Simón. El presi-
dente López zigzagueaba: ponía presos a Posada y Piñeres para
a pocos meses perdonarles su mamagallismo y dictarles un
decreto de indulto. En las reuniones de la Sociedad Democrá-
tica, como entre los masones, se pasó a atacar una parte del
clero —el que se ponía d e s c a r a d a m e n t e a favor de los godos— y
a promover una nueva expulsión de los padres jesuítas. Se esta-
ba formando entre los artesanos y sus directivos un espíritu de
lucha y sacrificio heroico en anticipación de lo que los camara-
das franceses habían hecho en las barricadas de junio de 1848
i n s j ' i w í la -m g^, C£

Joaquín Pablo Posada, uno de ¡os editores de E l Alacrán (1849).


97A EL IL.-.P.-.H/. Y LA REVOLUCIÓN

en París. Por eso Nieto se aprendió la famosa cuarteta de Louis


Ménard (Homenaje a los sublevados) para recitarla en algunos
de sus discursos:

Vosotros dejáis a n t e s que nosotros una tierra maldita


donde Dios mismo está de p a r t e d e l m á s fuerte,
donde e l p o b r e es esclavo, donde su raza e s proscrita,
donde e l hambre sólo tuvo un remedio: la m u e r t e ' ' .

Mientras tanto, los conservadores de Cartagena respondían


fundando su propio periódico, El Porvenir (distinto del poste-
rior), publicando fuertes invectivas contra los liberales. En
particular les irritaba la postura anticlerical de éstos, que
llevaba a compararlos con Caín y Abimelech. Un artículo típico
de este periódico terminaba así: "¿Cuál de los dos posee más
elementos para alcanzar el triunfo: el partido rojo-impío sin
estabilidad, que oscila entre la vida y la m u e r t e , o el catolicis-
mo, sólido en sus bases, valeroso y triunfante en sus luchas?
¿Quiénes estarán más próximos a su caída: los partidarios de la
democracia roja del gabinete, o los ministros de Jesucristo del
altar? Si es en este concepto que se combate con la Iglesia, que
siga la lucha, que el combate es condición de la victoria". (No.
18, diciembre 25, 1849).
El grave conflicto inminente con el partido conservador,
agudizado por la campaña socialista liberal, desbordaba ya los
alcances de La Democracia y su grupo. Se sentía el vacío político
y social dejado por la clase dirigente desertora, y se necesitaban
aliados y apoyos nacionales e internacionales para hacer frente
a la reacción goda que se venía como un retorno al despotismo
militar y clerical. Por fortuna, el núcleo cartagenero se vio refor-
zado desde fuera cuando el presidente López, nombró como
gobernador de la provincia de Cartagena al caudillo general
J o s é María Obando, recién llegado de su exilio en el Perú. Era
un ídolo popular, el eterno candidato a la presidencia que, por
lo mismo, podía aspirar seriamente a ser el sucesor de López y
asegurar la continuidad de la política considerada socialista del
gobierno liberal. Además, era II . . P . ' . H . ' . , un Ilustre Poderoso
Hermano masón.
El viaje de Obando a la Costa atlántica con su esposa doña
Timotea Carvajal en el vapor Nueva Granada (de la Compañía
Naviera de Santa Marta), con el capitán W. A. Chapman a
cargo, se convirtió en una apoteosis. No hubo puerto del río
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 97B

(Camacho Roldan, 2). Y J o s é Eusebio Caro (otra gran figura del


mismo santoral) se contagió tanto con las nuevas ideas que re-
sultó saintsimoniano y propuso un vuelco casi total en las reglas
de la ortografía castellana, idea extraordinaria que tuvo el cora-
je de llevar a la práctica (por dos números completos) en su pro-
pio periódico / ! / .
A la confusión entre democracia burguesa y socialismo
(además de la surgida entre cristianismo y socialismo) se añadió
la de socialismo y comunismo. No era el comunismo de Marx y
Engels al que se referían entonces, sino a la posición crítica de
P. J . Proudhon sobre la propiedad como un robo ("c'est le vol")
que aparece en su folleto, ¿Qué es la propiedad? (París, 1840).
También se atacaba como comunista a Etienne Cabot (el oweni-
ta de las colonias utópicas de Icaria) y a otros socialistas.

Pero a pesar de estas confusiones, los autodenominados


[B] socialistas granadinos hablaron de su movimiento y actua-
ron muchas veces con un entusiasmo tal, que asustaron a

1. Sobre el problema teórico general del colonialismo intelectual en


nuestras sociedades: O. Fals Borda, Ciencia propia y colonialismo
intelectual (Bogotá, 1981), y fuentes allí citadas.
El debate sobre el socialismo, su pro y contra, se adelantó a nivel
nacional entre 1848 y 1854 en muchos periódicos (El Neogranadino, El
Día, El Socialismo a las Claras, Gaceta Comercial. El Suramericano, El
Nacional), en términos muy semejantes a los de La Democracia, de
Cartagena. Participaron en esta polémica los más distinguidos ideólo-
gos de los partidos (José María Samper, Manuel Murillo Toro, José
Eusebio Caro, Mariano Ospina Rodríguez, Florentino González, Eze-
quiel Rojas, Manuel Ancízar). Véase el buen resumen de Robert L.
Gilmore, "Nueva Granada's Socialist Mirage", en Hispanic American
Historical Review, XXXVI (mayo de 1956), 190-210. Otras fuentes y
sobre el origen de los partidos en Colombia: Gerardo Molina, Las ideas
liberales en Colombia: 1849-1914 (Bogotá, 1970), 17-85; Germán Col-
menares, Partidos políticos y clases sociales (Bogotá, 1968), 21-50,
141-154; Alvaro Tirado Mejía, Introducción a la historia económica de
Colombia (Bogotá, 1971), 119-128; Jaime Jaramillo Uribe. El pensa-
miento colombiano en el siglo XIX (Bogotá. 1974); Guillen Martínez,
259-400.
Algunos testimonios son interesantes: "Socialistas sin comprender-
lo" (Samper. 268); "el Gólgota, primera tribuna del socialismo" (Sam-
per, según El Neogranadino, No. 122, 30 de septiembre, 1850);
con un "hacha demoledora del tronco colonial" (Miguel Samper,
1867); "revulsión de humores, señales de mal fuego" (Miguel Antonio
Caro, biografía de su padre José Eusebio Caro, 1873, en donde se
destaca el saintsimonismo de éste y la ortografía); "esperanza de los
pobres" (Joaquín Pablo Posada y Germán Piñeres, El Alacrán, 1849).
98A EL 1L.-. P, . H. . Y LA REVOLUCIÓN

Magdalena donde no se construyeran arcos triunfales al "ilus-


tre proscrito" y se le recibiera como " p a d r e del p u e b l o " con
salvas y cohetes, lluvias de flores y m o n e d a s , bailes y fiestas de
toros, recitaciones de bellas jóvenes y discursos prosopopéyicos
de las notabilidades locales en los cuales se le comparaba con
Aristides, el famoso perseguido griego de la antigüedad. Oban-
do respondía con humildad " p e r d o n a n d o a sus enemigos y
brindando por el orden constitucional" y por Santander, "el
Hombre de las L e y e s " , colocando el encarnado gorro frigio de la
libertad a los esclavos en las ceremonias de manumisión que en
su honor se celebraron, y dando besos a las señoritas que se le
aderezaban como ninfas para representar a la Fama y la Justicia
—especialmente las que tartamudeaban de emoción—, diri-
giéndose en especial a los artesanos de cada sitio para decirles
que sus obsequios "nacían del corazón y no se p a g a b a n sino con
el corazón". Era una magia contagiosa. Al llegar a Barranca el
17 d e junio de 1849, Obando y su esposa desembarcaron para
seguir en bestias a Cartagena por Alcibia, donde se les prepa-
raba otra gran recepción.
En la casa de campo de su pequeña hacienda en tierras de
Alcibia y Preceptor a media legua de la ciudad, les esperaban
J u a n J o s é Nieto y Teresa Cavero con un suculento sancocho,
digno del hermano que se acercaba. Nieto ya era de las figuras
más destacadas de la masonería: había accedido hacía poco al
grado 33° y d e s e m p e ñ a b a no sólo el cargo de Soberano Gran
Inspector General de la Orden, sino el de Soberano Gran
Comendador del Supremo Consejo Neogranadino con sede en
Cartagena, el más alto rango masónico del país. Algunos de
estos eventos merecen recordarse ahora, porque llevaban a
reforzar la línea socialista-liberal d e la Costa y los trabajos de
las Sociedades Democráticas. Véamoslo, mientras Obando se
aproxima a Alcibia para encontrarse con Nieto. [C]

La logia y el Gran Protector

La respetable logia Hospitalidad Granadina No. 1, la más


antigua del país como hemos dicho —a la cual pertenecía Nieto
desde 1839—, venía reuniéndose con relativa frecuencia en su
templo de la calle de San J u a n de Dios. Hacía poco había recibido
a Evaristo Soublette, hijo del general venezolano y procer
Carlos Soublette (desterrado de su patria) como lubetón o
El gobernador J o s é María Obando y
su esposa. Timoteo Carvajal, en ¡848
en Cartagena. (Tomado de Rodrí-
guez Plata).
99A EL IL.-. P.-. H. . Y LA REVOLUCIÓN

aprendiz. Era una logia grande de 67 hermanos del grado 1 °. al


33 °. Reunía algunos de los elementos m á s destacados de Carta-
gena, especialmente los que ascendían en la escala social y
económica y llenaban el vacío producido por la decadencia o
emigración de la aristocracia antigua.
En la logia se encontraban, entre otros: Narciso de Francisco
Martín —hijo de J u a n , el acaudalado comerciante que acababa
de ganarse el monopolio del tabaco en Girón (Santander)—
junto con otros 12 comerciantes; el cabildante Lázaro María
Pérez y otros 10 abogados; Manuel Ambrosio de Bustos y otros
dos funcionarios gubernamentales; el coronel Manuel María
Guerrero, procer de la Independencia, y otros 9 militares de alta
graduación; Manuel Román y Picón, padre de doña Soledad, y
otros dos farmacéuticos; dos médicos (Antonio A. Tatis y J o s é
Ángel Gómez); el padre momposino Manuel Eusebio Flores
(cura del Pie de la Popa) y otros tres presbíteros católicos acti-
vos en sus parroquias. Allí también estaban otros dos miembros
del núcleo liberal de La Democracia: J o s é Araújo y Antonio
Benedetti.
A mediados de 1849 se supo en el Supremo Consejo Neogra-
nadino que el expresidente de la República, el II. • .P.- .H. •.
Tomás Cipriano de Mosquera —de paso en Barranquilla, a
donde se había dirigido una vez que entregó su alto cargo en la
capital al II .-.H.-. J o s é Hilario López (grado 18 °)— había dado a
entender que merecía una promoción (' 'aumento de salario'') al
grado 33°. He aquí la oportunidad de saldar cuentas con Mos-
quera, el caucano matón que lo habría fusilado en 1842 si no
hubieran intercedido la mulata Susana y los h e r m a n o s masones;
ahora podía darle una lección de humanidad y generosidad
costeña, determinó Nieto como Supremo Gran Comendador del
Consejo. Propuso entonces no sólo la promoción pedida, sino
q u e se proclamase Gran Protector del Gran Oriente Granadino
Americano a su antiguo enemigo, y que se exhortase al exman-
datario a viajar a Cartagena para recibir el nuevo título.
La tenida solemne con este objeto, presidida por Nieto y el
venerable Maestro, II.-.H.-. Antonio de Zubiría y Herrera (grado
32°), tuvo lugar en el templo masónico el 18 de junio, cuando
Obando salía de Barranca para Alcibia. Mosquera llegó, como
de costumbre, elegantemente vestido y luciendo algunas de sus
medallas y b a n d a s . Los hermanos masones fueron arribando a
su vez, con sus respectivos atavíos y símbolos, dándose el toque
secreto y recordando los signos. En el entusiasmo del acto, no
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 99B

la clase dominante conservadora y alarmaron tanto a la burgue-


sía comercial como al clero y al incipiente grupo manufacture-
ro. Estos pensaron que tales ideas podían llevar a la socialización
total de la propiedad en el país. Fue el primer temor que les
asaltó cuando los artesanos y Meló tomaron el poder en 1854,
Estos socialistas rebeldes y críticos de la Nueva Granada
— por lo menos los que se consideraban como tales a contrapelo
del sistema tradicional, asi ignoraran las bases científicas de su
posición— constituían una antiélite ideológica (política). Este
es el sectot de las clases dominantes (en sociedades diferencia-
das) que reta a los pares privilegiados de su clase con sus propias
armas y procedimientos, con conocimiento desde dentro, al
reflejar la intensidad del conflicto que ocurre a todo nivel en la
formación social. Las actuaciones de la antiélite tienen influen-
cia sobre la sociedad como un todo. La aparición de este ilustra-
do sector rebelde en una región (como la Costa), o en un país
es, por lo tanto, síntoma de escisiones económicas, políticas y
morales en las clases altas que se sobreponen a las diferencias
simplemente generacionales, fenómeno superestructura! im-
portante que debe observarse cuidadosamente (por razones
tácticas y estratégicas) por aquellos interesados en promover
cambios revolucionarios.
No hay razón para que los conceptos de antiélite y el de su
c o n t r a p a n e , élite, se dejen monopolizar por los fascistas y sus
filósofos de cabecera (Mosca, Michels y Pareto entre ellos),
olvidando que se derivan de la literatura socialista clásica,
especialmente de los análisis bienintencionados del conde de
Saint-Simón. En manos de marxistas competentes, como Tom
Bottomorc, los conceptos de élite y antiélite, al conectarlos con
la dimensión de sector y clase social y el proceso histónco-natu-
ral, han ganado valor para describir aquellos conflictos internos
en grupos o facciones oligárquicas que, por regla general, pasan
desapercibidos por no querer ver sino la gran confrontación
clásica de burguesía y proletariado. (Cf. T. B. Bottomore, Élites
andSociety, New York, 1964). En esta forma se ha ido más allá
de las simplicidades de este enfrentamiento para ver "las entra-
ñas del m o n s t r u o " y demoler la falsa imagen de monolito que
tienen los grupos o sectores explotadores.
Las antiélites ideológicas ocurren cuando sus miembros
(intelectuales relativamente jóvenes de buena fama y posición
social, esto es, pertenecientes a familias dominantes o distin-
guidas) son capaces de anicular una posición política critica o
100A EL 1L. . P.-. HV. Y LA REVOLUCIÓN

observaron algo extraño: por la puerta del templo, guiadas


hacia la luz de la antorcha ritual que un maestro había colocado
al lado del estandarte de la logia, entraron como en formación
de escuadra varias mantis mariapalitos. Revolotearon por un
momento, se posaron luego en una mesa lateral al pie de la ces-
ta del braserillo y del perfume, y levantaron marcialmente las
páticas delanteras.
Abiertos los trabajos, fue pulsado el pórtico del templo y se
organizó el ritual. Una pequeña orquesta de hermanos masones
tocó un himno. El Venerable Maestro de Zubiría pronunció unas
palabras de bienvenida y rogó al maestro de ceremonias condu-
cir al Oriente al I l . ' . H . ' . Mosquera, donde éste tomó asiento.
Nueva pieza musical. A continuación, el Venerable Maestro
levantó de su silla a Mosquera y le pidió renovar el juramento
masónico. Subía la diestra el general, cuando de improviso
tomaron vuelo las mariapalitos desde la cesta del braserillo y
se dirigieron al estandarte. Nieto, que estaba próximo, se acer-
có a espantarlas con su mallete. Cuatro de ellas lograron escapar
de las maliciadas del Gran Comendador. Pero otra, seguramente
impulsada por tendencias atávicas sólo comprensibles desde el
nacimiento de su especie en la violencia ancestral, decidió
hacerle un homenaje al general Mosquera y se le posó en el
cachete, arriba del poblado bigote. Mosquera se espanta y
mueve la cabeza, agita la diestra. La mantis no se le separa. Lo
muerde con sus dientecitos filudos, con a p a r e n t e deleite, mien-
tras los h e r m a n o s , Nieto y de Zubiría se levantan asustados d e
sus respectivos sillones.
Desconcertado, Mosquera sólo alcanza a lanzar un impro-
perio y a exclamar: "¡Nunca me había pasado nada parecido, ni
siquiera en el m o n t e ! " . Nieto se aproxima con el perfume ritual
y trata de aplicárselo en la mordedura. " E s o no s i r v e " , grita
alguien. "Traigan un poco de barro de puerco y llamen a un
curandero".
El ágape fraternal se interrumpe para dar lugar a la cura-
ción. "¡Increíble este a c c i d e n t e ! " , musita el Venerable Maes-
tro. " ¿ T e n d r á algún s e n t i d o ? " . Y supersticioso toca m a d e r a .
Recompuesta la tenida solemne, la p e q u e ñ a orquesta toca
entonces otra pieza musical. Viene ahora el discurso del II. - ,
P . ' . H . ' . general Mosquera, ya como Gran Protector del Gran
Oriente Granadino Americano, los aplausos con Triple Batería
de Júbilo, los abrazos fraternales y los gritos rituales: "¡Odio
eterno a la tiranía y a los tiranos! ¡Guerra a la Compañía de
E l M a e s t r o masón Tomás Cipriano de Mosquera. Gran Prolector del
Oriente Granadino (1849).
101A EL1L.-. P.-. H.. Y LA REVOLUCIÓN

J e s ú s ! " . Y, por último, el ágape con una buena cena, a u n q u e


medio fría por la complicación inesperada de las mariapalitos.

P e s t e s , leyes y porros

Al llegar a Alcibia al día siguiente, el 19 de junio de 1849 por


la tarde, Obando desciende del caballo, abraza a Nieto, echa
una ojeada cariñosa a las nacientes canas de la barba y de las
sienes de éste, y le estrecha la mano con los consabidos toques
secretos. El encuentro es muy cordial: se trata de un anfitrión
que no sólo combatió por la causa liberal en 1841 sino que pade-
ció destierro y encaneció en la misma. El II. • .H. •. presidente
López se lo había recomendado a Obando antes de salir de la
capital. Nada, pues, más justo que ofrecer a Nieto un nombra-
miento como J e f e Político del cantón de Cartagena. Nieto acepta
agradecido y continúa con Obando y su esposa Timotea en la
cabalgata a la ciudad. Doña Timotea se hará íntima amiga de
Teresa y del mismo Nieto.
Para entonces se habían reunido no menos de mil personas
en Alcibia. La cabalgata y el cortejo avanzan ahora por el cami-
no del Pie de la Popa. En San Felipe había un arco triunfal y una
banda y echaron cohetes a volar. La calle de la Media Luna se
cubrió con adornos florales y banderas de varios colores. En la
plaza del Matadero (hoy de la Independencia) se había construi-
do un templete donde el doctor Royo pronunció un discurso de
bienvenida. Finalmente, detrás de una multitud de jóvenes y
muchachas que iban bailando, silbando y chiflando al compás
de la banda, Nieto acompañó al general Obando y doña Timotea
a su alojamiento en la casa de Manuel Marcelino Núñez, donde
el II.'.H.-. Benedetti pronunció otro discurso y presentó a Oban-
do un bastón de mando, en nombre de los ciudadanos. Algunas
cantoras de fandango improvisaron entonces esta famosa copla:

E l año q u e viene
si Dios nos da vida,
veremos a Obando
sentado en la Silla.

En su posesión de la gobernación al día siguiente, que reci-


bió de manos del coronel Antonio del Rio (Posada Gutiérrez, el
titular, ya se había ido), Obando dijo: "Sobre este libro santo he
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 101B

rebelde, basada en incongruencias e injusticias observadas en


la sociedad, o inspirada en la necesidad de redistribuir de
manera equitativa entre clases explotadas las ventajas materia-
les y estímulos culturales que emanan del poder, la riqueza y el
prestigio. Cuando se organizan como sector y articulan su rebel-
día con la de otras clases sociales —como la de los artesanos en
Cartagena para quienes la antiélite liberal local actuó como
grupo de referencia— las antiélites ideológicas tienen un gran
efecto transformador en toda la sociedad, y pueden constituirse
en factor positivo para el nacimiento de una formación social,
como es el caso que nos ocupa.
Estos sectores críticos son importantes para la iniciación o
intensificación de periodos subversivos (en el sentido histórico
que he propuesto antes, tomo I), a u n q u e , como lo veremos, no
se caractericen por la constancia y queden sujetos a otro princi-
pio sociológico: el de la cooptación (captación) que frena el
impulso revolucionario que llevan. Por esta razón puede argu-
mentarse que las antiélites, en genetal, guardan tendencias
conservadoras que deben superarse si se quiere llegar a las
meras (utopías) postuladas del cambio social. (O. Fals Borda,
Subversión y cambio social, Bogotá, 1968, 186-189).
La antiélite fue la que se encargó de transmitir en Cartagena
y en el país las confusiones ya descritas. Fue ella también la que
llevó a la Nueva Granada otra simplificación de la revolución
francesa de 1848: dijeron sus miembros que la rivalidad allí
experimentada era entre socialistas o comunistas (llamados
" r o j o s " por haber enarbolado banderas de este color en los
ayuntamientos) y monarquistas o absolutistas (llamados
" g o d o s " para referirse a los reyes visigodos antiguos y atra-
sados).
Por esta tronera abierta por la antiélite se vino al fin como un
turbión la definición bipartidista nacional planteada desde la
guerra de 1840-1842 que había enfrentado a ministeriales con
federalistas. Ahora se aceleran las delimitaciones, cristalizan
las tesis y se determinan las facciones ideológicas con una rapi-
dez apabullante: al fin surge la Idea. En el corto periodo de unos
meses, en 1849, los ministeriales bolivianos encabezados por
Mariano Ospina Rodríguez y J o s é Eusebio Caro producen un
manifiesto constitutivo del partido conservador; y los federalis-
tas antibolivianos hacen lo propio, encabezados por el abogado
boyacense Ezequiel Rojas (masón), para lanzar al partido libe-
ral. Fstos manifiestos son retomados a nivel regional por sus
102A EL 1L.-. P.-. H.-. Y LA REVOLUCIÓN

jurado hoy la constitución de 1843; y aunque ella no es la de mi


corazón porque no contiene mis principios políticos, me basta
que sea el único lazo que une a los granadinos [... ] tampoco me
toca averiguar su origen ni inculcar sus defectos: poder y trámi-
tes tiene la Nación para llegar a su tiempo a este elevado fin".
Notable declaración de intenciones que ayuda a explicar la
conducta indecisa de Obando más tarde como presidente de la
república, ante el golpe militar de su amigo J o s é María Meló
(1854).
Nombra a Nieto como jefe político del cantón. Este nombra-
miento, por supuesto, no es totalmente gratuito. A) hacerlo,
Obando incorpora a su gobierno una figura principal de la
masonería y del liberalismo regional. La adhesión del Supremo
Consejo Neogranadino y de la logia cartagenera a la figura de
Obando —y con ellos, la de las demás logias del país— será
factor fundamental en la marcha de éste hacia el poder en Bogo-
tá, en las elecciones de 1853-
Desgraciadamente, la posesión de Obando y las primeras
semanas de su gobierno con Nieto se empañaron por una de las
peores catástrofes que hayan ocurrido en la Costa: la aparición
del cólera morbo asiático, llamado allí la " p e s t e del t a b l ó n " ,
que producirá alrededor de 20.000 muertes entre junio y agosto
de 1849. Indirectamente, era una consecuencia del desarrollo
capitalista desbocado, de la locura del oro californiano, ya que
fue un " p r o s p e c t o r " gringo enfermo quien había traído el
morbo de Nueva York a Colón. De Colón habían llegado el 20 de
junio al puerto del mercado algunas goletas con gente moribun-
da. Varios pescadores murieron allí mismo. Ahora se infectaba
Cartagena y de allí la enfermedad saltaría en las zonas calientes
del país de pueblo en pueblo, hasta llegar a Honda en el Alto
Magdalena.
La labor de Nieto como jefe político del cantón para combatir
los estragos del cólera fue heroica y dedicada. Así lo reconocie-
ron hasta los conservadores de El Porvenir. Organizó juntas de
padres de familia y parroquiales de socorro en coordinación
con los alcaldes; puso a trabajar a la guarnición y a todos los
médicos y boticarios, entre quienes se distinguió el doctor Vi-
cente A. García; prohibió la yuca brava por su veneno, el cazabe
y el bollo de yuca, el pescado salado y el cangrejo por sospechar
del barbasco con que los pescaban; y ordenó tiros de cañón
desde los castillos para ver si así se purificaba el aire.
La peste reveló claramente la estructura de las clases socia-
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 102B

respectivos amigos y agentes: por Nieto, Núñez y sus compañe-


ros del periódico La Democracia, en Cartagena y su provincia.
Así, salen ambos partidos formalmente a la palestra política
bajo la refulgente luz de los acontecimientos franceses e impeli-
dos por la revolución republicana del momento. De los franceses
se toman los remoquetes " r o j o " y " g o d o " para los partidos.
Con esta burda imitación se procederá a la lucha por la demo-
cracia en Nueva Granada, en la modalidad preferida.
El objetivo de los liberales renovadores, especialmente los
de la antiélite regional y nacional, resultó obvio y claro: demos-
trar que socialismo era igual a una versión burguesa adelantada
(liberal) de democracia, y que así se fomentaría el bien común,
entendido éste como la suma del interés individual y la libre
competencia con seguridad en los bienes adquiridos. Por lo
tanto, se decía, si se impulsara correctamente la democracia
burguesa en Nueva Granada hacia las metas proclamadas de
igualdad, asociación y libertad, y si se rompieran las barreras
raciales, educativas y religiosas, se construiría el socialismo.
(Tal es el origen remoto de nuestro "socialismo a la colom-
biana' ', el que reaparece en el siglo XX con diversos movimien-
tos —UNIR, MRL, ANAPO— ampliamente conocidos. Todo lo
cual demuestra que quienes confunden socialismo con subver-
sión apatrida, ignoran que el socialismo viene imbuido en nues-
tra historia casi desde el nacimiento de la nacionalidad; que si
asustó a una parte de la población en el siglo XIX fue más por
ignorancia que por inconveniencia. Indudablemente este asunto
se entiende mejor por las masas ahora, puesto que ha sido bús-
queda latente o manifiesta del pueblo colombiano desde hace
muchos decenios).
De allí la racha de leyes de reforma radical identificadas con
el socialismo liberal que aprobó o impulsó el Congreso de 1850,
ya con el partido liberal (y parte de la antiélite) en el poder y con
el general J o s é Hilario López como presidente de la república,
leyes que le dieron un vuelco a la tradición y permitieron sentir
ese momento histórico como revolucionario.
En realidad, éstas no eran leyes socialistas. Pero la reinante
falacia sobre el socialismo radicalizó la lucha política e ideoló-
gica sobre las leyes aprobadas, e intensificó los conflictos. El
político-religioso fue muy agudo, hasta el punto de llegar a pro-
ducir el primer cisma serio que haya experimentado la Iglesia
católica nacional. La situación siguió tensa y conflictiva hasta
cuando llegaron las amenazas y tentaciones de cooptación de la
103A EL IL.-. P. . H.-. Y LA REVOLUCIÓN

les. En efecto, se observó que durante los primeros 18 días la


enfermedad "no subía escalera": ninguna persona que viviera
en casa alta cayó enferma. Los pobres e indigentes sufrieron
más, pues los ricos que iban con calzado y medias se salvaron
casi siempre de la peste. Aún así, hubo alrededor de 30 muertos
diarios. Agonizaban en veinticuatro horas con terribles calam-
bres, afecciones intestinales y vómitos, con frío en los pies y
manos; caían lívidos y azulados, revueltos en sus heces. De
nada les valieron los kilos de manzanilla y sagú y los frascos de
láudano recolectados en la ciudad y en los campos vecinos.
Mejor resultado dio después el tártaro emético.
El lo. de julio pudo Nieto comunicar en El Impulso a la ciu-
dadanía que la epidemia había cedido, hasta en las parroquias
de Santo Toribio y la Trinidad que habían sido las más afecta-
das. El gobernador Obando programó así un viaje a Barranqui-
lla, para el 12 de julio; y la gente volvió a hablar de juegos, de
los toros, de los gallos, del teatro y hasta de un posible baile de
máscaras en la Casa consistorial. Pero la cuenta de muertos
subía a 600 en total y la cifra llegaría a 2.400 en unas semanas
más. ¡La cuarta parte de la población de Cartagena sucumbió en
esta hecatombe! (Y 1.300 en Barranquilla, 790 en Mompox, 550
en San Estanislao, 505 en el Cerro de San Antonio, 470 en Sitio-
nuevo, 404 en Ciénaga, 320 en Santa Marta, 200 en Remolino,
etc. según El Neogranadino de Bogotá del 28 de septiembre de
1849).
Por fortuna los masones levantaron dineros para ayudar a
las víctimas; el fondo más grande se recibió de la logia Estrella
del Tequendama No. 11 de Bogotá. Los fondos se manejaron
con gran pulcritud, con informes públicos de entradas y salidas,
aunque no había auditores ni contralores como hoy.

¡Ocho años de paz y prosperidad a punto de perderse


por la peste del tablón! Estuvimos de buenas en Palo-
mino: algunos enfermos, pero ningún muerto. Quizás
fue por el humo de las calillas de mi hermano Agustín
quien, de pronto, empezó a fumar como loco. Prendía
las calillas en cadena, se las paraba en la quijada entre
los dientes, las sostenía para abajo desde el paladar, se
volteaba la punta de la candela para dentro de la boca,
tal cual como lo hacía mamá Tina, y cuando no tenía
más nada, mascaba hasta los cabitos. La casa ya no se
veía por el humo que botaba.
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 103B

antiélite, las reconvenciones antisocialistas del ya presidente


José María Obando y la caída de los liberales, junto con los
artesanos, en la contrarrevolución de 1854. Entonces se sepul-
tará la quimera socialista de 1848 y se desterrará o golpeará a
sus sostenedores, entre ellos a Nieto.

La organización política de los artesanos en el país y en la


fCl provincia de Cartagena durante la revolución del medio
siglo recuerda y anticipa el conocido principio leninista
—vigorizado intelectualmente por Lukács y otros marxistas—
de la exogénesis de la conciencia de clase en los sectores popu-
lares. Según este principio, es función de los intelectuales del
partido revolucionario llevar el mensaje adecuado a las masas
para que, con la conciencia política generada, éstas pasen a
conformar, de una clase en sí, otra clase para sí. La verdad
revolucionaria por regla general es exógena y aparece como una
fuerza ideológica que impulsa a las masas a la acción, con la
guía del partido revolucionario que los intelectuales inician y
comandan.
Hay, no obstante, una diferencia radical entre la experiencia
leninista y lo ocurrido en la Nueva Granada a mediados del siglo
pasado: no surgió ni se impuso entonces una estructura parti-
dista vertical, autoritaria, cerrada, sujeta al principio del centra-
lismo democrático, sino una organización flexible y abierta de
facciones que respondían más al control de abajo hacia arriba
que al contrario: una estructura basada en el poder de los diri-
gentes de provincia y de ciudad. Si surgieron también caudillos
(como Obando y Mosquera) que hicieron converger la acción
local de dirigentes y facciones a determinadas metas y a inte-
grarlos racionalmente, la adhesión de éstos a los caudillos no se
debió a ninguna férrea disciplina de partido, ni a ninguna clara
conciencia de clase, sino a sentimientos comunes de lealtad,
compañerismo, familia e intereses económicos y sociales inme-
diatos o regionales.
En esta organización de abajo hacia arriba desempeñaron
papel importante los intelectuales críticos de las provincias, es
decir, los de la antiélite. Estos intelectuales críticos organizaron
localmente a los artesanos de acuerdo con lo que habían oído
sobre "clubes" populares en Francia durante la revolución de
1848. Para el efecto, las Sociedades Democráticas de artesanos
—que funcionaban en algunas ciudades desde años antes con
fines de alfabetización y cultura en clases nocturnas— fueron
104A EL IL.-. P. . H. . Y LA REVOLUCIÓN

El vicio le comenzó cuando el viejo Martínez Tronco-


so —el famoso masón que seguía con la goma de su
banda de viento en Mompox— le mandó a Agustín un
clarinete viejo dentro de un catabre con restos de hojas
secas de tabaco. El clarinete quedó con tanto sabor de
ellas, desde la bocina hasta la boquilla, que no podía
Agustín comenzar a soplar sin marearse del olor ni sin
que salieran volando pedacitos de hojas de alguna par-
te. Hasta que resolvió convertirlas en calillas y fu-
marlas. En esos días apenas le estaba pintando el bozo.
Pero esto no era nada raro. Casi todos los niños
campesinos fumábamos: yo le jalé al cigarro desde que
tenía diez años, porque es una buena contra y cura los
dientes.

Unidos por la enfermedad, separados por la ideología. A


fines del año de 1849 se experimentaron tensiones en la Socie-
dad Democrática por la petición de un grupo de artesanos
cartageneros a la Cámara de Representantes para un aumento
de los derechos de importación de artefactos extranjeros que
competirían con los nacionales. El grupo nuñista de intelec-
tuales les había argumentado en contra haciéndoles ver que,
como consumidores, se beneficiarían porque los productos
extranjeros llegarían más baratos. Y que debían vencer la pere-
za que escudaban con su monopolio, como traba del progreso y
de la industria.
La crisis estalló en febrero de 1850. La Sociedad Democrá-
tica dejó de reunirse hasta abril cuando la revivió el doctor José
Manuel Royo con clases gratuitas para adultos en un salón de la
Escuela Normal, los martes y viernes de cada semana (sobre
religión, lectura, escritura, cálculo y dibujo industrial, usando el
folleto Instrucción moral y religiosa, del mismo Royo). Pero, en
compensación, apareció desde el lo. de febrero una publicación
gremial independiente, El Artesano, escrita (en apariencia,
según los conservadores) por los mismos artesanos, que se
publicó en las recién importadas imprentas propias de La
Democracia.
Por enfermedad de Obando —no era el cólera, por fortuna—
Nieto había tenido que encargarse de la gobernación de la pro-
vincia del 29 de agosto al 16 de septiembre de 1849. Su estrella
política iba en ascenso, su prestigio acrecentado por la conducta
observada durante la crisis de la peste. Decidido a lanzar de
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 104B

convertidas en foros políticos para radicalizar la opinión y hacer


militancia partidista a favor del socialismo entendido como se ha
explicado. Esta politización o "democratización" quedó a cargo
de los ilustrados, esto es, los intelectuales de la antiélite y del
partido (románticos colonizados y católicos al estilo de Samper,
Azuero y Camacho) que habían formado sus propios organismos
superiores de estudio, discusión y acción, como la "Escuela
Republicana" de Bogotá. Tal división de tareas ideológicas
entre "educados" y "educandos" (jefes y cuadros) tuvo efectos
positivos en la radicalización de los artesanos, sus líderes y
familias en la primera etapa de la lucha. Así les prepararon para
los motines y las confrontaciones armadas como vanguardia
revolucionaria que siguieron después, en las que desgraciada-
mente fueron dejados casi solos.
Los liberales fundaron Sociedades Democráticas en la
Costa poco antes y después de la elección para presidente de la
república de su copartidario el general masón José Hilario
López (7 de marzo de 1849) y del nombramiento de otro general
masón, José María Obando, como gobernador de la provincia de
Cartagena (20 de junio de 1849). En Cartagena, el capítulo local
se organizó simultáneamente con el lanzamiento del periódico
La Democracia, el lo. de abril del mismo año. Juzgando según
las agencias de distribución del periódico (publicadas en la
manchette del mismo) es posible que sociedades similares se
establecieran en por lo menos otros nueve pueblos o ciudades
de la Costa. Había buenos grupos de artesanos (y de masones)
en esas poblaciones. Estos grupos y sociedades sirvieron para
consolidar al partido liberal en el poder y cimentar la victoriosa
candidatura de Obando a la presidencia en 1853. También
sirvieron para apoyar a Nieto en su ascenso político y en sus
iniciativas cívicas, primero como jefe político del cantón (1849),
después como representante a la Cámara (1850-1851) y gober-
nador de la provincia de Cartagena (1851-1853). Como goberna-
dor, Nieto presidió la promulgación local de la libertad de los
esclavos el lo. de enero de 1852; desterró al obispo de Cartage-
na, Pedro Antonio Torres, por desobedecer la ley sobre elección
popular de párrocos; cerró algunos conventos; inauguró en la
ciudad la primera escuela primaria oficial (de niñas); y promovió
la reconstrucción del canal del Dique / 2 /.

2. Carnicelli. 1. 129-130; Bossa Herazo, 129; Camacho Roldan, 75-80;


105A EL IL.-. P. . H-. Y LA REVOLUCIÓN

nuevo su candidatura a la Cámara de Representantes por las


parroquias de la Catedral y Bocagrande, esta vez obtuvo el
apoyo de la Sociedad Democrática y d e su grupo intelectual, los
votos de los vecinos y artesanos de las parroquias, la adhesión
de los masones, y la solidaridad de los campesinos de Alcibia y
Ternera.
Distinto de lo ocurrido en 1838, ganó la mayoría de los
electores y su credencial para viajar a la capital de la república.
Le va a tocar en suerte asistir a uno de los Congresos Naciona-
les más trascendentales de la historia del país, el de los años de
1850y 1851.
Así, Nieto cabalga a Barranca en febrero junto con su hijo
Lope —quien se decidió a acompañarlo por el fangoso camino
de Mahates— para esperar al barco Nueva Granada, que venía
río arriba desde Barranquilla y seguir a Honda y Bogotá.

El clarinete, la trompeta y el tabaco seguirían mez-


clándose en nuestras vidas por muchos años. Cuando
Agustín y yo tuvimos noticia que en las sabanas de Co-
rozal el tiempo mejoraba por la exportación del tabaco y
que, a d e m á s , se estaban formando bandas y orquestas
para animar las fiestas y berroches que hacían los nue-
vos ricos y los comerciantes extranjeros, resolvimos
salir de Palomino e irnos para El Carmen.
Con dos mochilas llenas de ropa y bastimentos, y
con los instrumentos de música, nos embarcamos en un
champán en Pinillos, dejando a mamá Tina con unos
compadres. Esa noche en el río, de pronto vimos como
un resplandor blanco cerca de Santa Cruz. " ¡ M i e r d a ! ' ' ,
gritó alguno, " e s el vapor Nueva Granada, se varó el
hijueputa". Así fue, por allí pasamos a un costado del
buque que se había varado en la playa en un recodo del
canal, y se armó una nueva escaramuza de la lucha
entre los bogas y el vapor como la que habíamos tenido
en Mompox a la llegada del barco Unión. "¡Práctico
b r u t o ! " , le gritó un boga al técnico del vapor. " E l río
está medio seco por el verano, pero no es para que te
vares por e s o " . " P o r favor, digan en M a g a n g u é que
estamos varados, que nos manden c o m i d a " , pidió el
capitán [Chapman] en su español atravesado, mano-
teando desde la cubierta entre una nube de mosquitos,
[Allí debía de estar también el coronel y diputado Nieto
E l vapor Nueva Granada, hacia 1850. (Acuarela de Mark).
1Ü6A EL 1L. . P.-. H. , Y LA REVOLUCIÓN

atizándose los bigotes, hamaqueándose y rezongando],


" ¡ J u á ! No sean maricas, ustedes nos están quitando la
comida, mamen a h o r a " . Y los bogas, burlándose a
carcajadas, dejaron deslizar el champán río abajo,
dejando al inútil monstruo de hierro entre los chillidos
de los monos, pitando de rabia.
Tres días más tarde desembarcamos en Zambrano, la
puerta de El Carmen, por donde salía el tabaco en peta-
cas de cuero a lomo de muía, en grandes recuas. A pie
anduvimos el trecho entre los dos pueblos, pasando por
las lomas de Miranda y los cerros de María la Alta, con
cultivos de yuca y ñame que nos llamaron mucho la
atención, Y d e patilla y melón, guayaba y coco, y café
y cacao. Hasta cuando en la vereda de Hatonuevo vimos
comenzar los parches del tabaco, alrededor de altos
caneyes [secaderos] con hombres y mujeres trabajando
que eran de todas las e d a d e s .
En Hatonuevo nos quedamos algunos meses traba-
jando en el tabaco, más que todo ayudando a las fami-
lias cosecheras a desyerbar, cortar la hoja, secarla y
alisarla. Ellos no eran dueños de la tierra que trabaja-
ban y pagaban al propietario alrededor de una arroba
de tabaco en rama por hectárea sembrada. Siempre los
vimos endeudados con los patrones porque recibían
avances en condiciones imposibles. [D]
Quienes compraban el tabaco para llevarlo a Alema-
nia eran casi todos extranjeros: entre ellos unos judíos
sefarditas y otros de verdad que llegaron de Curazao, a
quienes fuimos conociendo en el pueblo. A Agustín,
quien tenía mejor letra que yo, lo emplearon rápida-
mente en uno de esos almacenes. Le cayó en gracia a
don Antonio Jasir, uno medio mayupa que se enamoró
de él, y con la ayuda y amistad de este buen curazaleño
pudimos vivir en El Carmen. Poco después abrí una
botica de hierbas al tiempo que Agustín y yo entrába-
mos a una banda de músicos, la Arribana, porque era la
del barrio arriba (la Bajera era la del barrio abajo).

La subida a la capital por el camino de Honda resultó más


fácil que por el seco Magdalena, y el ciudadano coronel de la
Guardia Nacional J u a n J o s é Nieto llegó por fin para ocupar su
curul en la Cámara de Representantes.
Caney de tabaco cerca de E l Carmen.
I07A EL IL. . P. . H. . Y LA REVOLUCIÓN

Uno de sus primeros pasos en Bogotá fue entrar en contacto


con los masones de la Logia Estrella del T e q u e n d a m a No. 11.
Era entonces su Venerable Maestro el I 1 . . P . . H . ' . general Vale-
rio Francisco Barriga. Una tenida solemne con ágape fraternal
se realizó el 7 de marzo de 1850 en honor de Nieto como Sobera-
no Gran Comendador. Fueron a su residencia, para acompañarlo
al ágape por comisión del Maestro, el II.• H.". Antonio María
Pradilla, el II. H. •. Salvador Camacho Roldan, el H.-. J o s é Ma-
ría Samper y el H.-. Carlos Martin. En la logia, Nieto volvió a
encontrarse con el general Obando (de vuelta de Cartagena,
donde dejó al general Tomás Herrera encargado de la goberna-
ción) y con Manuel Murillo Toro, el antiguo secretario de Car-
mona ahora en vísperas de convertirse en ministro. Conoció a
otras luminarias políticas y militares del momento, como el abo-
gado Ezequiel Rojas, el general J o s é María Meló, el presbítero
J u a n Nepomuceno Azuero y el escritor J o s é Caicedo Rojas,
todos masones. Había una gran actividad intelectual, con diver-
sas iniciativas en el Congreso que respondían a la situación
nacional —la presión socialista y de los artesanos— e interna-
cional por los eventos revolucionarios y contrarrevolucionarios
de Europa.
Los masones, en especial, estaban empeñados en hacer
expulsar a los jesuítas por considerar que sus actividades se
dirigían a reforzar al partido conservador, con sus colegios y con
la organización de Sociedades Populares que hacían competen-
cia a las Democráticas. El 26 de abril los masones firmaron una
carta encabezada por el general Barriga y Camacho Roldan,
pidiendo al presidente López la expulsión. Nieto adhirió a ese
documento. El decreto de expulsión se preparó en secreto, se
expidió el 24 de mayo y se notificó y puso en ejecución inmedia-
tamente.
Las leyes radicales de tefotma se prepararon, discutieron y
aprobaron con gran rapidez:
20 de abril de 1850: se ordena descentralizar algunas rentas
públicas para reforzar provincias y regiones económicamente.
15 de mayo: se suprime el grado científico para ejercer pro-
fesiones. Nieto contribuye a este debate con una denuncia: " E n
Cartagena, dice, se hace un monstruoso monopolio con la ins-
trucción [...] los únicos que disfrutan de las ventajas de la edu-
cación son los que viven en la ciudad y los hijos de familias
r i c a s " . Lo que provoca una encendida protesta en el periódico
conservador cartagenero La República (mayo 22, 1850): llama a
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 107B

Distinto de acá, en Francia los organismos y asociaciones


populares promovidas en aquella época por el " C u a r t o E s t a d o "
partían de la venerable tradición de h e r m a n d a d e s , gremios,
maestrías y compagnonnages que venían albergando, guiando y
socorriendo a los artesanos europeos. Algunas de esas herman-
dades hacían remontar míticamente sus orígenes hasta la época
de construcción del templo hebreo de J e r u s a l é n . Su agitación
reivindicativa resultó espontánea ante el nuevo enemigo capita-
lista, hasta cuando se establecieron los sindicatos modernos.
Esta transición socioeconómica estuvo apoyada, entre otros,
por una sociedad secreta que asumió funciones antielitistas de
formación ideológica y política, que también reclamaba para sí
la construcción del templo israelita: la masonería. Iniciada en su
versión moderna durante el siglo XVIII en Inglaterra y Prusia, la
masonería (o francmasonería) se tornó en fermento revoluciona-
rio especialmente en los países del sur de Europa (Francia,
E s p a ñ a e Italia), donde asumió actitudes libertarias valientes
y luchó contra los gobiernos existentes, que eran regímenes
monárquicos clericales y absolutos.
Esencialmente, la masonería era como una Iglesia laica
dedicada a apoyar causas nobles, auxiliar los necesitados y brin-
dar hermandad, amor e ilustración, donde se sancionaba o
llamaba la atención a los hermanos que no respetaran los idea-
les y consignas masónicas en su vida pública y privada, y se
castigaba a quienes revelasen los misterios de la orden.

Samper, 228-231; Aníbal Galindo, Recuerdos históricos (Bogotá. 1900),


43. 53, 55.
Sobre la crisis de la Sociedad Democrática de Cartagena en 1849-
1850: La Democracia (Cartagena), No. 3, 20 de abril, 1849 y No. 5,
10 de mayo. 1849; El Porvenir (Cartagena). No. 25, 5 de marzo, 1850 y
No. 29, 15 de abril, 1850. (Colección de la Biblioteca Nacional).
Viaje de Obando a la Costa, almuerzo en Alcibia y discurso de pose-
sión: Corrales. IV, 41-47.
Discurso de Nieto el día de la abolición de la esclavitud: Corrales, IV,
87-90; Bossa Herazo, 133.
Nieto y la persecución al clero en Cartagena: Corrales IV, 91-94.
El problema del canal del Dique (1852): AGB, Gaceta oficial, 16 de
diciembre. 1852, 867-868 (informe de Juan May).
La escuela de niñas "La Igualdad" (1853); Bossa Herazo, 132.
Posible fraude en elecciones de 1853: Certificación de T. C. de
Mosquera ante la Suprema Corte en juicio contra Nieto, Bogotá, 28
de marzo. 1855, en Autodefensa. 61 (FP, No. 8).
108A EL IL.-. P.-. H.-. Y LA REVOLUCIÓN

Nieto " h o m b r e v u l g a r " , pero acepta que en la Universidad sí


hay un "predominio del partido del orden [...] para evitar la
incivilidad, el vicio y la vulgaridad''.
8 de junio: se establecen escuelas gratuitas de artes y oficios
en los colegios nacionales. Tres años más tarde, el 25 de mayo
de 1853, Nieto abrirá en Cartagena la primera escuela pública
oficial: una escuela primaria para niñas, con el nombre de La
Igualdad, anexa a la universidad. Desgraciadamente no sobre-
vivirá por falta de alumnas decididas a educarse en las nuevas
ideas.
22 de junio: se permite la libre enajenación y venta de las
tierras de resguardos indígenas y se elimina el tributo.
14 de mayo de 1851: se aprueba el desafuero eclesiástico.
21 de mayo: se ordena la libertad definitiva de los esclavos
en todo el país.
27 de mayo: se atribuye a los cabildos y vecinos parroquiales
el nombramiento de los curas, ley que abrió el cauce para el más
grave cisma que haya experimentado la Iglesia nacional (en
Antioquia y por el presbítero J u a n Nepomuceno Azuero), ley
cuyo desconocimiento llevó a grandes conflictos con la jerarquía
católica.
Aprovechó Nieto para presentar al Congreso un proyecto de
ley que recompensara los gastos a favor de la guerra de Inde-
pendencia que había hecho su suegro el doctor Ignacio Cave-
ro, en 1819- No tuvo éxito por haber sido esta petición demasiado
tardía y estado envuelta en la deuda nacional compartida con
Venezuela y Ecuador. También, con su generosidad caracterís-
tica, apoyó una petición del comerciante ítalo-cartagenero el
II.'.H.". Santiago Capurro para que se le devolviera el emprés-
tito forzoso (200 pesos) de la guerra de 1840 que le exigió el
señor Rafael Brango (aunque éste hubiera estado mezclado en
la muerte de un inglés y otros en la playa del Zapote, durante
ese conflicto); y de que se reinscribiera en el escalafón militar al
coronel Alfonso Acevedo, también notorio combatiente de aque-
lla guerra.

En la banda " A r r i b a n a " de El Carmen de Bolívar,


antes de llegar nosotros, no tocaban sino valses, mazur-
cas, pasillos, danzas y contradanzas, aparte de las
marchas de procesión que pedía el cura. El repertorio
estaba escrito a notas y a mano en un libro que guarda-
ba el director, pero todos tocaban al oído y de memoria.
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE I08B

Internamente, los hermanos masones avanzaban por gra-


dos, desde aprendiz o luvetón hasta el 33° (por la edad de Cristo)
cuando adquirían el título de Soberano Gran Inspector General
de la Orden. Para los otros grados también se imponían sonoros
nombres de príncipes, caballeros, pontífices, maestros y comen-
dadores, en vistosas ceremonias llenas de símbolos y ritos (al-
gunos de éstos muy antiguos) y prendas de vestir especiales.
Las persecuciones que sufrieron, llevaron a los masones a
defender fieramente sus secretos y a convertirse en sociedades
conspirativas —y, por definición, románticas— en las cuales se
impartían políticas para defender e imponer el modelo republi-
cano y democrático. Terminaban cada reunión o " t e n i d a " con
la consigna a viva voz: "Odio eterno a la tiranía y los t i r a n o s " .
Así se extendieron a este lado del océano Atlántico tan pronto
estallaron las guerras contra España, para lo cual emplearon a
Jamaica como base hemisférica. De las logias de Kingston se
dio estímulo y apoyo material a los ejércitos libertadores, en
una primera ola masónica que en Colombia incluyó a muchos
proceres de la Independencia y que terminó en 1828, por decre-
to del desilusionado dictador Bolívar.
A pesar de varias condenas papales, las logias resucitaron al
desaparecer Bolívar y la Gran Colombia, primero en Cartagena,
en la Hospitalidad Granadina No. 1 —la de Nieto, fundada el
23 de junio de 1833—, la primera de otras once que se estable-
cieron en el país hasta finales del siglo XIX. Los masones apoya-
rán a Nieto en su gestión política y avance social, llevándolo a la
más alta posición nacional de la Orden: Soberano Gran Comen-
dador del Consejo Neogranadino del Grado 33 l i l .
La participación de los masones en la revolución francesa de
1848 es asunto polémico. Evidentemente, eran masones muchos
de los actores de aquel movimiento. Su participación en el perio-
do formativo de la Nueva Granada —cuando nace la formación
social nacional— en cambio no puede esconderse, y ello consti-
tuye otro interesante caso de colonialismo intelectual de claras
consecuencias ideológicas y políticas. Fueron los masones gra-

3. Hoenigsberg, 25-33; Carnicelli, 1, 399-400 (logia de El Carmen).


Sobre el nombramiento de Mosquera como Gran Protector y su cere-
monia, véase Carnicelli, I. 129. Los datos sobre otros masones se basan
en el exhaustivo estudio de Carnicelli.
Nieto en Bogotá: Carnicelli. I. 187; FP, No. 3 (1850); La República
(Cartagena). No. 9, 22 de marzo, 1850.
109A EL IL,-. P. . H.-. Y LA REVOLUCIÓN

Después aprendieron a ejecutar con nota y tuvieron que


pasar " p r u e b a de a t r i l " , con ensayos todas las noches.
Era una banda pequeña; un bombardino (barítono), dos
t r o m p e t a s , un contrabajo, un bugle, u n redoblante, un
bombo y un platillo.
Con la llegada del clarinete de Agustín, la "Arriba-
n a " sufrió un sacudón, no sólo porque mi hermano
sabía tocar bien las piezas, sino porque empezó a ensa-
yar con los sonidos y a cambiar el tono del conjunto.
Compuso pronto una danza de tres partes, con canto de
bajo muy bonito, llamada Ramillete d e flores. Agustín
resultó ser un verdadero genio de la música.
Los cambios en la banda empezaron a notarse cuando
un día, para la procesión del Divino Niño, Agustín
resolvió ponerse de acuerdo con el del bombo y conmigo
para cambiar el ritmo de los pasos. Estos eran medio
tristes y respetuosos como convenían a la procesión.
Agustín y el bombero decidieron divertirse y le pusieron
sabor y picante a la música hasta cuando los cargueros
que llevaban la p e q u e ñ a imagen del niño, casi sin darse
cuenta, empezaron a mover las caderas, abrir y fle-
q u e a r las rodillas y caminar meciendo, ladeando y
retrocediendo con la imagen: ¡la bailaban! Hasta las
beatas, contagiadas por el ritmo, levantaban las páticas
y disimulaban la risa con la chalina. El cura, por fortu-
na, era un viejo medio sordo y, como casi siempre
marchaba delante, no se dio cuenta de lo que estaba
pasando atrás, sino hasta mucho d e s p u é s , cuando la
gente ya no pedía otra cosa sino que sacaran al Divino
Niño para bailarlo con el clarinete de Agustín. Y se
convirtió así en una procesión v e r d a d e r a m e n t e alegre
que cogió fuerza y se regó, así bailada, por toda la
Costa.
Fue más importante lo que Agustín y un grupo de
músicos amigos de divertirse con las cosas hicimos
d e s p u é s , cuando nos dimos cuenta de lo que pasaba con
los ritmos cambiados. A Agustín se le metió la fartedad
de tocar aires indígenas de pito o gaita —los de los hun-
d e s — pero con el clarinete. Como éste es instrumento
de banda, los músicos de la Arribana nos metimos
también a ensayar y acompañarlo a ver si podíamos
copiar la fuerza del bunde en esa forma, con lo que ha-
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 109B

nadinos, como Nieto, quienes primero recibieron el mensaje


socialista utópico de 1848 y lo comunicaron y multiplicaron en
nuestro medio; y quienes soportaron con mayor dedicación y
sacrificio el esfuerzo histórico de construcción de una democra-
cia viable en Colombia, durante el siglo XIX 141. Esto se impar-
tió y promovió a través de consignas discutidas y adoptadas en
logias, reuniones artísticas y facciones liberales, sociedades de
artesanos y agrupaciones de intelectuales (como la Escuela
Republicana de Bogotá, ya mencionada), esto es, por la antiélite
ideológica.
Aparte de la oposición del papado y otros grupos e institu-
ciones conservadoras, no han faltado críticos q u e , como el repu-
blicano demócrata J o s é María Samper, creían risible " t e n e r
títulos de caballero y príncipe soberano, así como unos cuantos
alcornoques tenían los de príncipes del real secreto, e t c . " , con
suntuosas bandas, cruces y collares; y como joven inexperto, le
resultaba grotesco que le llamaran " m a e s t r o venerable y muy
sabio sólo porque ocupaba ciertos p u e s t o s ' ' .
Sin embargo, no ha sido pequeña la contribución de las 40
logias colombianas que hoy existen al desarrollo político demo-
crático nacional y en el frente ideológico, así hubieran estado
confundidas respecto a la naturaleza del socialismo, y producido
alguna desorientación a mediados del siglo pasado. Sus huestes
han incluido a muchas luminarias del país, 23 presidentes de la
república e innumerables funcionarios del Estado. A los maso-
nes se debe el haber llegado a alguna suavidad en las costum-
bres políticas y en el trato humanitario entre contrincantes en
las guerras civiles y, ante todo, se les debe el reforzamiento de
la línea civilista, honesta y patriótica que ha distinguido a mu-
chos gobernantes colombianos del pasado. Es probable que
Mosquera, por ejemplo, se hubiera desbocado como u n Belzú o
un Rosas si sus tendencias autocráticas y violentas no las hubie-
ran endulzado sus hermanos masones.
A partir de 1930 se observa un decaer de la masonería nacio-
nal, causado en parte por haber perdido el acicate de la lucha

4. También fue importante la contribución personal y financiera de los


masones de todo el país para combatir la peste del cólera que azotó a
la Costa entre junio y agosto de 1849. Véanse sobre el particular: El
Impulso (Cartagena), agosto, 1849; El Porvenir (Cartagena), 5 de octu-
bre. 1849; El Neogranadino (Bogotá), 28 de septiembre. 1849; Cama-
cho Roldan, 85-90; Corrales, IV. 24-40; Posada Gutiérrez. VI. 246-249.
110A EL IL. . P. . H. . Y LA REVOLUCIÓN

ciamos en los fandangos. Otros músicos nos hicieron


caso.
En compañía de un timbero negro que tocaba un
tambor mediano llamado porro o porrito, el bombero de
nuestra banda empezó a poner la mano en el parche
izquierdo del bombo y a ladear la maza o voltearla para
golpear la madera, repiquetear y producir golpes nue-
vos, contrapunteados y fuertes en el parche derecho,
con el fin de reforzar el canto que llevaba Agustín en el
clarinete. Yo hacía piques de apoyo y conttacanto para
contestar con el barítono o la trompeta. Así, entre
todos, inventamos un nuevo toque endiablado al que
bautizamos con el nombre del tambor: el porro paliteao
(por lo de los golpes de madera y la mano en el parche),
que acabó entre nosotros con la contradanza y el vals, y
revolucionó el bunde y la música sabanera.
Lo bueno era que en el porro uno no estaba sometido
a las notas sino que iba tocando como se le ocurría
—claro que dentro del tono y del compás— creando
p e r m a n e n t e m e n t e la música, improvisando sabroso,
sin morisquetas del director ni todo ese orden del con-
cierto de los blancos ricos, donde todos principian y
acaban juntos. Ya las bandas iban a sonar distinto:
dejarían de ser pesadas como las de retreta y combate,
y serían en cambio brinconas para el baile, alegres,
calientes: como un buey saltando a través d e aros d e
fuego.
Aquí les ganamos otra vez los tristes indios que creía-
mos en la vida, a los blancos que nos dominaron por la
fuerza. "¡Cómo m a m a n gallo ustedes de sabroso a los
bendejos alemanes con estas benditas bandas de bo-
r r o . , . ! " . Suspiraba delirante de gusto J a s i r , el admira-
dor de Agustín. Y, como consecuencia, se acabaron las
pesadas bandas de velorio y procesión. ¡Ni más fanfa-
rrias de guerra! Empezaron a salir movidas composi-
ciones de banda papayera dedicadas a la naturaleza, el
amor y la alegría, como E l gavilán, La polla loca, E l
mico pelón, Atanasia. La fama de Agustín subió de
punto y se regó como pimienta en mesa por todo el
Estado: lo llamaban "el clarinete de Bolivar". Era el
mejor. [E]
A mí me gustaba tocar el porro Atanasia porque era
El legado musical de Agustín Mier: del pito al clarinete para crear el
porro sabanero.
111A EL IL.-. P.-. H. . Y LA REVOLUCIÓN

mío. Yo lo compuse (con Agustín) en honor de una cum-


biambera que trabajaba en la factoría del tabaco por
diez pesos mensuales, y que me tenía loco: Atanasia
Martínez. Al fin me la saqué y me parió mi primer hijo:
tu padre Pablo Emilio en 1854.
Realmente a Agustín y a mí nos fue bien en El Car-
men. Allí pasamos años tranquilos porque no había
guerras sino libertad y trabajo y grandes proyectos
públicos de vías, ferrocarriles y canales. Mi botica
marchaba bien, pues vendía bastante y tenia buenos
aciertos; la gente confiaba en mí y en mis hierbas. Aun-
que el pueblo se fue corrompiendo poco a poco con la
plata y las ventas de licores, garitos y casas de putas
donde los trabajadores ignorantes dejaban sus jornales.
Todo mundo se olvidó de construir escuelas y hospita-
les. Más tarde vendrán las lamentaciones por esta falla.
No nos habíamos decidido por ningún partido, pues
no veíamos la razón para esa pendejada. Más bien nos
inclinábamos por el liberalismo. Así, Agustín y yo nos
hicimos masones algunos años después —cuando éra-
mos hombres hechos y derechos, de buena reputación—
porque la masonería se veía como una causa justa, una
fuerza favorable para el pueblo. íbamos al taller de la
logia Luz del Carmen No. 2 1 (la que ' 'construyó colum-
n a s " en 1862), donde encontramos compañerismo y
estímulo en muchas formas.

El gobierno y el H.-. López vuelven a reconocer en Nieto a la


nueva figura política regional que llena el vacio dejado por la
clase dirigente anterior o emigrante de la ciudad, y el 30 de
mayo de 1851 lo nombran gobernador de la provincia de Carta-
gena. Esta comprendía entonces los actuales municipios de Bo-
lívar menos los del Atlántico, Mompox, Majagual y Simití. Nieto
tomó posesión de su cargo el 22 de julio ante el gobernador inte-
rino, su pariente político Antonio López Tagle. Sus principales
tareas inmediatas serán la de organizar la renta del diezmo
suprimida por la ley del 20 de abril de 1850, para establecer una
contribución directa alternativa que beneficiara a los cantones;
y sentar las bases para la libertad definitiva de los esclavos el
1 °. de enero del siguiente año.
Muchos propietarios habían estado aprovechando de los últi-
mos bonos y dineros de los fondos de manumisión para salir de
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 11 IB

por el poder para el partido liberal (que ya éste había ganado)


y, en parte, por haber entrado a jugar el principio de la coopta-
ción en las antiélites para compartir las gabelas de las ventajas
económicas y políticas subsiguientes al triunfo. Muchos maso-
nes contemporáneos han caído así víctimas de la corrupción del
poder. Esto ha llevado a algunos de sus miembros más promi-
nentes (entre otros, Germán Zea Hernández, J o s é Gómez
Pinzón, César Ordóñez Quintero, Lorenzo Solano, Guillermo
González Charry) a permitir la participación de masones (o la
de ellos mismos) en gobiernos tiránicos recientes; apoyar diri-
gentes y funcionarios que deniegan el respeto integral de los
derechos humanos; desvirtuar la antigua práctica nacional de la
amnistía y el indulto político (de larga y respetable trayectoria
histórica, como hemos visto); excusar prevaricatos y el abuso de
la justicia; y, en general, cohonestar o reforzar regímenes que,
por definición, van en contra de los más puros ideales masó-
nicos y de las mejores tradiciones democráticas del país.

Por otro lado, la dependencia económica nacional —nues-


[D] tra colocación dentro de la división internacional del trabajo
que impone el capitalismo— se expresa desde temprano
en el empeño de encontrar por lo menos un producto de exporta-
ción que fuera aceptable en Europa. En el capítulo anterior se
mencionaron las posibilidades costeñas o de tierra caliente. El
oro empezaba a atraer extranjeros al Alto Sinú (Víctor Dujardin
y Luis Striffler en 1844); más tarde la madera y el caucho caían
en manos de franceses, ingleses y norteamericanos que estable-
cieron enclaves capitalistas en la región (Fals Borda, Capitalis-
mo, hacienda y poblamiento, 48).
Pero desde 1850, el tabaco fue el producto principal expor-
table, una vez que el monopolio (estanco) que ejercía sobre él
el estado desde la colonia quedó legalmente terminado a partir
del lo. de enero de ese año (a raíz de lo ordenado por la ley del
23 de mayo de 1848). Claro que ya se venía explotando por parti-
culares (Montoya, Sáenz y Cía. conectada con una compañía
inglesa) y su fomento había crecido en la región de Ambalema y
Alto Magdalena (Luis F. Sierra, E l tabaco en la economía
colombiana d e l siglo XIX, Bogotá, 1971, 42). El tabaco bajaba
en barcos por el Magdalena y salía por los puertos del Atlántico
rumbo a Europa, primero a Londres (Inglaterra), luego a Bre-
men (Alemania), de donde se redistribuía a los consumidores.
Este fue, pues, el principal recurso de divisas del país por un
112A ELIL. . P. . H . Y LA REVOLUCIÓN

esclavos viejos o habían procedido a sacarlos del país para ven-


derlos en Jamaica y en el Perú. El gobierno provincial ejerció
mayor vigilancia hasta cuando Nieto logró presidir, en emocio-
nante acto colectivo en la plaza del Matadero, la emancipación
formal de la gran población negra esclava de Cartagena congre-
gada allí, para el efecto, el primer día de 1852,
" H a desaparecido para siempre entre nosotros el odioso
título de señor y de esclavo", dijo el gobernador en el discurso
de ese día, que había preparado con la ayuda de Rafael Núñez,
su amigo de la Sociedad Democrática. "Celebramos el triunfo
de la humanidad sobre la violencia. Bien p u e d e pesarle a los
rancios privilegios, nada i m p o r t a " . Y dio consejos a los antiguos
siervos negros en el sentido de respetar las leyes y las autorida-
des, defender la república y no confundir la igualdad con la
completa desaparición de las diferencias sociales: "Las jerar-
quías existirán siempre como creadas por la naturaleza y por la
sociedad [...] de la nada hemos visto salir muchos grandes
hombres [...] todos pueden elevarse sobre ella poniendo los
m e d i o s ' ' (en lo que proyectó su propia experiencia)...
A mediados del mismo año de 1852 nombró a Núñez secreta-
rio de la gobernación, cargo que éste d e s e m p e ñ ó hasta diciem-
bre. Aunque Núñez ya lo había sido antes por unos pocos m e s e s
en el periodo del general H e r r e r a (1850), este nombramiento
por Nieto señala el comienzo real de la agitada carrera pública
de aquel impresionante costeño, una de las más significativas e
influyentes personalidades políticas que ha tenido Colombia.
Nieto y Núñez formaron un equipo gubernamental cuya ta-
rea fue anticipo de algunos de los problemas nacionales que
Núñez tendría como secretario de estado (ministro) primero, y
como presidente de la República, d e s p u é s . El más complejo y
delicado era el de las relaciones con el clero católico y la obser-
vación de la ley del 27 de mayo de 1851 que permitía la elección
de curas por cabildos y parroquianos.
Esta ley produjo algo así como un terremoto en la estructura
eclesiástica nacional como nunca después se ha experimentado.
Los liberales habían perseguido por lo menos dos objetivos al
aprobarla: fomentar actitudes democráticas en la base popular
que a la larga beneficiaran al partido liberal; y disminuir el po-
der y control que tradicionalmente ejercían los curas párrocos
en los pueblos, poder que por regla general se dirigía a apoyar
la causa del partido conservador y sus gamonales. El sistema
democrático de elección de curas desconocía abiertamente los
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 112B

buen tiempo, hasta cuando la calidad del producto de Ambale-


ma se perdió y creció la producción del tabaco de J a v a (en la
década de 1870).
El problema de calidad empezaba a afectar el mercado del
tabaco de Ambalema cuando lo suplió la producción nueva de la
región de Ovejas y El Carmen de Bolívar, Esta zona de sabanas
se convirtió en uno de los polos de desarrollo regional de ese
periodo en la Costa atlántica (el otro era Barranquilla, que lo
seguiría siendo hasta hoy). Una factoría nacional —con trabaja-
doras por ser más hábiles y cuidadosas que los hombres, a sala-
rio de unos diez pesos mensuales— se estableció en El Carmen
en 1848. El fomento del cultivo recibió gran impulso, como no se
había visto desde los días de los españoles, cuando el tabaco de
allí se exportaba mayormente de contrabando (Sierra, 38, 97,
106; Safford, 235; Camacho Roldan, 175).
Ya hacia 1863, la producción de tabaco de El Carmen sobre-
pasó la de Ambalema y así se ha sostenido hasta hoy: es cultivo
importante para millares de campesinos y trabajadoras en di-
versos centros de acopio y procesamiento (como en Ovejas),
gentes que se han organizado en aguerridos gremios amparados
por Usuarios Campesinos (con varios paros regionales a su
haber en lucha por mejores condiciones de trabajo y precios). La
región también es ganadera.
Adolfo y Agustín Mier llegaron a El Carmen en el momento
de expansión inicial tabacalera, poco después de la peste del
cólera. Parece que al principio, como en Palomino en 1840, la
producción del tabaco se realizaba primordialmente en fincas
pequeñas y medianas, esto es, era desarrollo del modo de pro-
ducción campesino (mercantil simple o parcelario) que así se
seguía extendiendo por la Costa. Más adelante, al quedar la
tierra sujeta a tendencias monopólicas, el tabaco quedó depen-
diente de un sistema de arriendo (mal llamado aparcería)
mediante el cual el trabajador " c o s e c h e r o " recibía un lote
pequeño donde sembraba los colinos y construía un pequeño
caney para colgar y curar la hoja, todo por su cuenta (o por
avances que podían mantenerlo endeudado), a cambio de lo
cual reconocía al dueño de la tierra una parte de la cosecha del
"tercio mejor", según el precio vigente (alrededor de una arro-
ba por hectárea). La hoja enrollada y seca se vendía a comer-
ciantes en El Carmen, Ovejas y Corozal, los más importantes de
los cuales eran curazaleños y arubenses recién llegados (Gómez
Casseres, Sebá, Pardey), quienes procedían a organizar la
113A EL IL.-. P.-. H. . Y LA REVOLUCIÓN

cánones que imponen el nombramiento de obispos por el Papa


y el de párrocos por los obispos y sus vicarios. En el fondo era
una manera de introducir una reforma protestante, especial-
mente en la modalidad congregacional.
Por lo mismo, no sorprende la cerrada oposición de la jerar-
quía católica a la ley del 27 de mayo, la cual llevó a que el
gobierno desterrara a varios obispos: los de Bogotá, Pamplona y
Cartagena. El arzobispo de Bogotá era monseñor J o s é Manuel
Mosquera, hermano del general Tomás Cipriano. En este caso,
al producirse su extrañamiento del territorio nacional, el libe-
ralismo asestó también un fuerte golpe al temible dominio polí-
tico de esa familia payanesa y alejó los fantasmas monárquicos
y hereditarios a ella conectados.
De la misma manera, el 11 de mayo de 1852 el gobernador
Nieto exigió al obispo de Cartagena, doctor Pedro Antonio To-
rres, que fijara un edicto para proveer los curatos vacantes. A
la semana siguiente, el obispo Torres contestó que no obedece-
ría por considerar que la ley del 27 de mayo era "contraria a la
actual disciplina de la Iglesia según la cual no se reconoce en el
pueblo derecho alguno para elegir a sus c u r a s " ; que, a d e m á s ,
contaba con el apoyo directo del Papa, y que estaba " p r o n t o a
sufrir todo con resignación silenciosa". El fiscal presentó acusa-
ción ante la Corte Suprema y ésta dispuso la suspensión del
obispo Torres y sus comparecencias en juicio criminal. Se negó
también el prelado a este juicio " p o r no tener ya los Obispos en
la república otras facultades que las espirituales y no aceptar la
secularización de la potestad espiritual''.
Así, el gobernador Nieto y el secretario Núñez ordenaron el
31 de julio obedecer la ley, y comunicaron a todos los funciona-
rios y empleados de la provincia que el obispo estaba ' 'suspenso
de sus atribuciones jurisdiccionales y que se le ha retirado el
permiso de ejercer las anexas a su ministerio eclesiástico". Esta
situación produjo el extrañamiento del obispo y el cierre de
algunos conventos (como el de Santa Teresa) hasta cuando se
derogó la ley del 27 de mayo por el Congreso de 1855, una vez
abatida la revolución liberal, masona, anticlerical y artesanal de
Meló y sus tropas.
Otro asunto pendiente era el de la canalización del Dique. La
esclusa grande construida por el ingeniero J o r g e Totten en la
boca del canal sobre el río Magdalena se había dañado por
inundaciones, y la obra volvía a p e r d e r s e . Un informe al gober-
nador Nieto presentado por el ingeniero J u a n May el 8 de sep-
i

\ \ \ \

¿>Z?'
j
r-<-<'
k 7
: •f

Frailes de San J u a n de Dios, en oposición a las leyes radicales de 1852.


(Dibujo de Torres Méndez).
114A EL IL.'. P.-. H.-. Y LA REVOLUCIÓN

tiembre de 1852 recomendaba que la provincia refinanciara las


obras o las abandonara del todo, ante la competencia del canal
de la Pina (de Barranquilla a Sabanilla) que funcionaba bien.
No se veía otra solución sino hacer (desde donde el canal era más
navegable hasta el mar) un camino de tablones puestos sobre
estacones cortos entre Barranca y M a h a t e s .
La compañía de navegación fluvial que ya se había constitui-
do en Cartagena se declaró en quiebra. Este problema casi per-
manente seguirá minando la fortaleza de los gobiernos provin-
ciales y llevará, junto con otros factores, a la caída de Nieto
como presidente del Estado Soberano de Bolívar en 1864.
El 21 de mayo de 1853, a las pocas semanas de haber asumi-
do la presidencia de la república el general Obando, se expidió
una nueva Constitución nacional. Según Nieto, era "la más libe-
ral conocida en la América del S u r " porque abría las puertas al
sufragio universal: "¡El gobierno del pueblo, por el pueblo y
para el pueblo ha llegado! Será la república de T O D O S " , expli-
có Nieto. En realidad el sufragio universal así concebido era una
quimera, porque los votos (sólo de los hombres) podían manipu-
larse por gamonales y curas. Y como los curas en muchas partes
dominaban en los pueblos, favorecían al partido conservador y
combatían al rojo-impío, en realidad las masas se fueron engo-
deciendo casi sin que los liberales se dieran cuenta. Claro que la
vía armada contra Obando y su régimen tampoco podía des-
cartarse.
Con las riendas del poder regional en sus manos, Nieto em-
pieza a sentir las tensiones políticas de base y a tomar medidas
para defender su régimen y el gobierno de Obando. Desde Tur-
baco —donde ayudó a reconstruir por su cuenta el camino a
Cartagena para viajar con comodidad en su coche, por ser co-
jo—, el experimentado caudillo mexicano en el destierro Antonio
López de Santa-Anna empezó a ejercer influencia indirecta
sobre los políticos locales. En el fondo, era una invitación a
cerrar el Catecismo idealista de Sotomayor y Picón que había
inspirado los actos de juventud de Nieto y muchos otros, y
emplearan en cambio procedimientos maquiavélicos para exten-
der la base política. Nieto debía extender sus bases de la ciu-
dad, donde siempre había sido firme con los artesanos, al
campo, donde apenas podía contar con algunos caseríos por
lealtades familiares. Se puede apelar siempre al principio del
bien supremo, susurraba desde lejos el héroe de Tampico y
Veracruz; de lejos, porque Santa-Anna no fue bien recibido per-
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 114B

reventa a los exportadores en Barranquilla, Cartagena y Santa


Marta. Entre éstos se encontraban el general Joaquín Posada
Gutiérrez, J u a n de Francisco Martín, Henry Grice y Tomás
Abello. En Mompox también trabajaba, en la misma línea, la
firma Ribón y Cía. (Safford, 230). Estos comerciantes reexpor-
taban a Europa a casas conocidas, de las cuales dependía la
fijación final del precio del producto.
Como en otras partes del país (Santander, Boyacá), el cultivo
del tabaco en la región de El Carmen y Corozal ha seguido siendo
eminentemente familiar y parcelario. Depende de hijos y espo-
sas el cuidado de la siembra y el alisamiento de la hoja, lo cual
da lugar a una flagrante sobreexplotación (Cf. María Cristina
Salazar, Los condenados d e l tabaco, Bogotá, 1981).
Los Mier lograron librarse de esta nueva esclavitud disi-
mulada gracias a sus más amplios conocimientos y artes, entre
ellos la herbología y la música de banda. En esta forma pudie-
ron organizarse y progresar en la sociedad sabanera por muchos
años hasta llegar a ser también masones, mientras Nieto se
consolidaba como el hombre fuerte de Bolívar.

La participación de los Mier en la creación colectiva del


[El porro paliteao —el baile raizal de las sabanas de Bolívar—
destaca la dinámica de la cultura popular con sus reglas
especiales, su sintaxis y su propia estructura racional que sirven
a los fines concretos de los grupos y clases sociales de base en
las cuales se forma y perpetúa (capítulo 1 B). Mientras a nivel
de las élites se experimentaba el colonialismo intelectual y se
gozaba jugando con las ideas de Lamartine, soñando con perso-
najes de Dumas y cantando arias de Donizetti (nada condenable
en esencia, pero insuficiente y parcial), en la corriente de base
campesinos y trabajadores inteligentes y cultos, en sus propios
términos, dominaban con destreza los instrumentos musicales
importados y les daban uso y vida diferentes.
De estas personas talentosas del pueblo sabanero surgió la
experiencia creadora y muy costeña de transformar una banda
de guerra en otra de baile. No fue cosa fácil traducir al penta-
grama la personalidad artística —ágil, ruidosa y contrapuntea-
da— del costeño cósmico. Pero esos músicos mulatos, zambos y
tercerones de la región lograron hacerlo para rendir así culto a
la vida, el amor y el trabajo antes que a la violencia militar. A
esta corriente artística pertenecen porros clásicos como María
1 ISA EL IL. . P. . H. . Y LA REVOLUCIÓN

sonalmente por Nieto y los liberales de Cartagena que le acusa-


ban —con cierta razón— de usurero y vendepatria, y el caudillo
mexicano se relacionó más con los conservadores.
Sea como fuere, Nieto montó un aparato a r m a d o de defensa
de su gobierno en los cantones de Sotavento, centrado en Sam-
pués. Usó para el efecto personas de su confianza, a quienes
envió oficialmente armas de la guarnición de Cartagena. Sería
una maniobra inútil; el gobernador no sólo no alcanzaría a ga-
narse a la gente de los cantones, por las razones explicadas,
sino que Obando mismo (a quien ansiaba defender) daba mues-
tras de querer recoger las banderas del socialismo liberal que
todos habían agitado desde 1848. Hasta otros líderes liberales y
masones que Nieto había conocido en Bogotá traicionaban la
causa popular y la de los artesanos. Se escindía el partido del
pueblo entre " g ó l g o t a s " y " d r a c o n i a n o s " . Los primeros (inspi-
rados en el místico discurso de un masón andino que considera-
ba a Cristo como el primer socialista) hablaban mucho, pero no
apoyaban al pueblo sino a los comerciantes; los segundos (que
querían imponer la draconiana pena de muerte como uno de los
castigos contra la reacción) se comprometían con los artesanos,
pero no ofrecían muchas ideas.
En todo caso, los peones y alfiles del ajedrez político empe-
zaban a moverse. La Cámara provincial de Cartagena, con la
sanción de Nieto, expidió su propia Constitución (en desarrollo
de la nacional) el 11 de noviembre de 1853 y convocó a eleccio-
nes populares para gobernador, senador y representante de la
provincia. Los draconianos postularon a Nieto como candidato
a gobernador; los liberales gólgotas, al general Tomás Herrera;
y los conservadores, a aquel impresor que se había burlado de
J u a n J o s é cuando éste comenzaba a escribir: el doctor Barto-
lomé Calvo.
Parece que estas elecciones no fueron pulcras. Se volteaba
ahora la acusación de 1838: ante el Congreso, los enemigos con-
servadores de Nieto se quejaron de que éste había sido " m o t o t
de actos ilegales para hacerse elegir g o b e r n a d o r " y que había
contribuido a falsificar los registros de las elecciones. ¿Santa-
Anna desplazaba por fin al doctor Sotomayor y Picón? Pero la
Cámara provincial confirmó los resultados en el escrutinio, y
Nieto, como triunfador, tomó nueva posesión de su cargo el lo.
de enero de 1854.
La ceremonia de posesión en el palacio de la gobernación
Posesión del gobernador Nieto (1854). Interior del palacio de la gober-
nación de Cartagena.
16A EL IL.-. P. . H.-. Y LA REVOLUCIÓN

estuvo muy concurrida, con la presencia de muchos familiares,


compadres, amigos y compañeros políticos de Nieto. Lope, el
hijo mayor, consiguió en los montes cercanos una rama de roble
delgada y derecha, que pulió él mismo para convertirla en bas-
tón de mando para su padre. Y Teresa, orgullosa del triunfo de
su "negro" querido, mandó forrar el bastón en carey y ponerle
un puño y regatón de oro tallados con motivos cartageneros.
Ella misma le entregó el bastón a Nieto cuando éste prestó el
juramento de rigor ante el obispo y el juez del circuito, vestido
de elegante casaca de lino, pues la prefirió al uniforme de
coronel.
Pero 1854 será otro año cabalístico, de tensión, guerra y
frustración, en el cual hasta los hermanos masones irán a quedar
divididos y enfrentados, los artesanos desterrados, vetadas por
un tiempo las Sociedades Democráticas, y las posibilidades de
revolución popular postergadas casi un siglo. Será el año cruel
de la tromba contrarrevolucionaria.
LA SUPERESTRUCTURA DEPENDIENTE 116B

Varilla (en honor de una gran fandanguera), Pajaro del monte.


La vaca vieja, La butaca, La mona Carolina y Se salió e l toro.
Desgraciadamente el porro paliteao no ha tenido estudio
cuidadoso por los especialistas. Apenas se conocen algunas de
sus características técnicas y un esbozo de su origen. Un paso
en la dirección adecuada es el artículo de Ciro A. Quiroz, "El
porro pelayero", Coralibe (Bogotá), No. 29 (junio, 1981), en
el que se consignan algunos derroteros para seguir profundi-
zando sobre el tema. Entre otros datos concretos, el poeta
momposino Candelario Obeso lo menciona como bailado en
rueda, estilo cumbia, en la época cuando escribió E r boga char-
latán (hacia 1869). Parece que de la región de sabanas siguió
hacia los pueblos del rio Magdalena (la tierra de la cumbia) y al
sur con los nuevos colonos del Sinú, para encontrar su gran
capital en San Pelayo, cerca de Cereté, donde continúa en plena
vitalidad. (A. Álzate, E l músico de banda, Montería, 1980).
La historia de la música costeña (a pesar de esfuerzos
meritorios como los de los hermanos Zapata Olivella, Abadía
Morales, Ocampo López, Valencia Salgado, Araújo Noguera y
otros) está por escribirse. Las impresiones aquí consignadas se
basan en entrevistas que hice con músicos sabaneros y del Sinú,
además de la fuente primigenia de don Adolfo Mier Serpa en
San Martín de Loba, él mismo antiguo músico de banda dentro
de la tradición de la familia.
5. CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN
Eran ya muchas las señales de peligro para la revolución
del medio siglo y las iniciativas aprobadas en el Congreso
de 1850-1851, cuando el coronel J u a n J o s é Nieto asumió la
gobernación de la provincia de Cartagena el lo. de enero de
1854. El régimen del presidente Obando se tambaleaba.
Para defender las conquistas revolucionarias se hacía necesario
emplear todas las artes de gobernar en que López de Santa-
Anna le había adiestrado por osmosis lejana en Turbaco, antes
que este controvertido personaje regresara a México como
dictador proclamado.
En efecto, a nivel nacional, los artesanos se seguían que-
jando en vano de la libertad de comercio que tanto afectaba su
producción la cual iba, a d e m á s , cayendo en manos de mercade-
res o compañías pudientes, los " m o n o p o l i s t a s " . Los obispos
católicos, con síntomas de cisma, se habían declarado en
rebeldía contra las autoridades civiles. La burguesía comercial
antioqueña amenazaba con independizarse y anexar su pro-
vincia a los Estados Unidos de América. En Bogotá y la sabana
había aparecido una guerrilla popular encabezada por un
abogado, J o s é Raimundo Russi, que buscaba hacer justicia
a los ricos para ayudar a los pobres. El ejército estaba des-
contento por habérsele disminuido el pie de fuerza y, con ello,
su importancia relativa en el país. La nueva Constitución de
1853 se había recibido con displicencia, y el partido conser-
vador, desconociéndola aunque en el fondo se beneficiara de
ella, volvía a amenazar con la guerra civil.
Una gran desilusión para Nieto y sus más fieles amigos
5. ELEMENTOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN
El climax de la revolución del medio siglo fue la toma del
poder en Bogotá el 17 de abril de 1854 por los militares y artesa-
nos unidos, encabezados por el general J o s é María Meló y el
doctor Francisco Antonio Obregón, de la J u n t a Central Demo-
crática. El gobernador Nieto maniobró para apoyarlos en Carta-
gena, pero se vio frustrado por falta de coordinación y contacto
con la junta / ! / . En cambio, se le vino encima el general Mos-

1. Junta Central Democrática; Certificación del general Mosquera ante


la Corte Suprema, 28 de marzo, 1855, en Autodefensa, 55; Agustín
Codazzi. Resumen histórico de los acontecimientos que han tenido
lugar en la República (Bogotá, 1855), 3 (FP, No. 8); Gustavo Vargas
Martínez, Colombia ¡854: Me/o. los artesanos y el socialismo (Bogotá,
1972). 67-74. El doctor Francisco Antonio Obregón en Manzanares:
Alarcón, 135.
Sobre la figura de Meló y su significación, véase la interesante
defensa del general Gabriel Puyana García, Meló: ¿soldado de fortuna
o infortunado militar? (Bucaramanga, 1967); Alirio Gómez Picón, El
golpe militar del 17 de abril de ¡854 (Bogotá, 1972), entre muchas
obras escritas sobre este importante periodo. Meló como mal marido
(opinión de Codazzi): Autodefensa, 29.
Calzados y descalzos en Cartagena: Autodefensa. 34 (Unión Consti-
tucional).
Puesto militar de Sampués: Autodefensa, 48, 56.
Germán Piñeres en Barranquilla: Certificación de Mosquera, Auto-
defensa, 56.
Pronunciamiento de la guarnición cartagenera y otros. 5-6 de mayo,
1854: Informe de Juan José Nieto al secretario de guerra, Cartagena,
27 de mayo. 1854, Autodefensa, 45-47; Certificación de Mosquera,
Autodefensa, 58.
118A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

era ver cómo aquéllos distinguidos compañeros liberales


que en 1848 se habían proclamado socialistas, ya en 1853
estaban timoratos y en trance de regresar a sus familias pu-
dientes y compañeros de la burguesía dominante. [A] Los
gólgotas, con Murillo, los hermanos Samper y Camacho Roldan
a la cabeza en Bogotá, retrocedían de los " e x t r e m i s m o s " de
la Escuela Republicana, abandonaban a "los de r u a n a " en las
Sociedades Democráticas, ayudaban con armas a "los de
c a s a c a " en violentos encuentros callejeros y en la plaza de
toros, y tendían puentes hacia la oposición conservadora, aún
con mayor tesón luego que el presidente Obando declarara que
las ideas de aquellos gólgotas eran "doctrinas dañosas que
han dejado confusión". " H a y que sacar la república de los
antros oscuros de la u t o p í a " , añadía el presidente, dando así
otra muestra de la ambigüedad e indecisión que harían de su
corto mandato un verdadero desastre personal y nacional.
La deserción de los gólgotas cartageneros, cuya figura
principal resultó ser Núñez, se había producido antes que en la
capital. El preludio de la crisis había sido la polémica de 1849
con los artesanos de la Sociedad Democrática para convencer
a éstos de que se hicieran un haraquiri económico y, por razones
de ahorro individual, aceptaran la competencia de los artículos
m á s baratos importados. Un resultado de esta discrepancia
fue la publicación separada de El Artesano. Pero las reuniones
de la Sociedad se suspendieron hasta cuando el doctor J o s é Ma-
nuel Royo logró reavivarlas con clases nocturnas, como al
principio.
Con la radicalización progresiva de las posiciones, se trasla-
dó a la política la tradicional distinción cartagenera de los
bailes y fiestas entre "calzados y de casaca de l i n o " , por una
p a r t e , y " d e s c a l z o s " por otra. Los " d e s c a l z o s " , eran los
artesanos, campesinos, negros e indios. Los " c a l z a d o s " , esto
es, los blancos con derecho a bailar con las mujeres de todas las
razas y en todos los sitios, se reunieron en una contrasociedad
que bautizaron Unión Constitucional, en la cual ingresaron
muchos conservadores y antiguos liberales como el doctor
Antonio González Carazo (iniciado con Carmona en la guerra
de 1840), personaje variable como una veleta que se moverá
a la sombra de Nieto hasta lograr desplazarlo del gobierno
once años más tarde. También desertó el compañero botica-
rio J o s é Araújo, aunque ya era diputado a la Cámara provin-
cial con votos de artesanos y del pueblo. Núñez renunció a
ELEMENTOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN 118B

quera, quien le quitó las tropas de la guarnición local para hacer


su propio ejército contra Meló e iniciar la campaña del norte por
el río Magdalena 111. Nieto fue acusado ante la Corte Suprema
por su complicidad con los revolucionarios, cuando se reestable-
ció el gobierno constitucional en diciembre del mismo año.
Logró una absolución parcial / 3 / .
En 1855 comenzó la represalia sangrienta de los conservado-
res. En la región de Mompox, especialmente, ésta tuvo expre-
siones extremas y polarizó más la población 141. Había que
castigar a los revoltosos socialistas y comunistas de los seis años
anteriores que tantos sustos habían dado a los tradicionalistas.
De la reacción violenta, que fue ya más aguda y vociferante que
la de las guerras civiles anteriores, Nieto no saldrá a flote sino
cuatro años más tarde, como caudillo de una revolución regio-
nal.

La reacción de 1854-1855 nos da la oportunidad de exami-


[ A ] nar con detenimiento y fines pedagógicos, algunos de los
elementos principales que caracterizan una contrarre-
volución.

Proclama de Nieto, 6 de mayo, 1854: ANC, Hojas de servicio, tomo


32, fol. 1.055.

2. Mosquera en Calamar y Barranquilla: Codazzi, 4; Certificación de


Mosquera, Autodefensa, 56.
Plan de "levantarse" con la Costa: Autodefensa, 22-23, 65.
Enfrcntamiento entre Nieto y Mosquera e incidente del bastón, 26 de
mayo, 1854: Autodefensa, 13, 25, 30; Codazzi, 5-6; Certificación de
Mosquera, Autodefensa, 57-58. Los pedazos del bastón se conservaban
en el Museo Histórico de Cartagena (en parte hoy en el Palacio de la
Inquisición). Revolución en Ciénaga: Codazzi, 7, 17; Autodefensa, 59.

3. Juicio contra Nieto en la Corte Suprema: ANC, Hojas de servicio,


tomo 32, fols. 1.055-1.069; Autodefensa, 2, 42, 43, 53, 63-65.

4. Violencia en Mompox y en Loba: Carta de un liberal, impresa como


Los rebeldes de 1851 conspirando en Mompox en 1855, Santa Marta,
lo. de septiembre. 1855, FP, No. 4.
El caso del padre Manuel E. Díaz, de Loba: Los rebeldes de 1851,
1: AGB, Gaceta oficial del Estado de Bolívar (Cartagena), No. 43 (mayo
30. 1858).
Chambacú godo contra Ternera liberal: Autodefensa, 60-61.
Desconocimiento de José Hilario López por ser liberal: Autodefensa,
27.
119A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

la secretaria de gobierno que le había ofrecido el gobernador


Nieto en 1852, resultó electo representante a la Cámara Na-
cional por la provincia de Chiriquí (Panamá), y viajó a Bogotá
en enero de 1853. Allí logrará sobrevivir, medio escondido, la
revolución de los artesanos del año siguiente.
Nieto recibió informes confidenciales que los conservadores
de Antioquia pensaban invadir la provincia de Cartagena
como en 1841, aprovechando el "camino p a d r e r o " de Ayapel
por donde se movían las recuas y el ganado entre ambas re-
giones. Inmediatamente reforzó el puesto de Sampués con
25 soldados veteranos, dos oficiales y 200 fusiles a discreción;
entró en contacto por carta con los gobernadores liberales de
Mompox y Santa Marta para coordinar la acción defensiva; y
envió a Barranquilla a su amigo momposino, el antiguo "Ala-
c r á n " Germán Piñeres, para que, en chaqués de negociar
ganado, averiguara la real situación de la plaza.
También escribió Nieto al presidente Obando y a su esposa
doña Timotea Carvajal cartas íntimas para informarles de los
peligros existentes y pedirles indicaciones sobre cómo actuar
en defensa del régimen liberal. ¡Podían contar siempre con el
apoyo del gobernador de Cartagena! Pero las respuestas de
Bogotá nunca fueron claras ni entusiastas. Al contrario, in-
dicaban una situación enfermiza en Obando, como descora-
zonado e irresoluto, perdido en la presidencia, lo opuesto
a la imagen mítica de gran caudillo popular que le había llevado
al poder.
En compensación, a la directiva de la Sociedad Democrática
de Cartagena y a militares vinculados directa o indirectamente
con el sector artesanal (Nieto como coronel de la Guardia
Nacional, y los capitanes Pío Ricaurte y Félix Cifuentes, de
la misma Guardia) llegaron circulares secretas preparadas
en Bogotá por una nueva J u n t a Central Democrática que quería
asumir la coordinación de todas las Sociedades Democráticas
del país. (Esta importante J u n t a , de gran trascendencia en ese
crucial momento, estaba presidida por un paisa antioqueño que
había sido por un corto tiempo gobernador del Estado Soberano
de Manzanares en Santa Marta, con el Supremo Carmona: el
abogado doctor Francisco Antonio Obregón; a ella también
pertenecían el doctor Lorenzo María Lleras, el joven Lisandro
Cuenca, el general J o s é María Meló y varios artesanos bogo-
tanos, luego mártires: Camilo Rodríguez, el zapatero J o s é
Vega y el herrero Miguel León).
J P ' ñ e r o s Si A
Germán Piñeres. editor de E l Alacrán y agente de Nieto en
Barranquilla.
120A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

El propósito era, por supuesto, preparar a los artesanos


para defender el gobierno liberal, promover la derogación
de las leyes sobre libre cambio, conseguir la implantación
de tarifas proteccionistas y, en fin, "salvar de la anarquía
el país, a donde lo llevan los conservadores y los gólgotas". Las
circulares daban a entender que el presidente Obando estaba
enterado y de acuerdo con todos esos procedimientos.
Estas comunicaciones de la Junta Central, que se sepa,
también llegaron a dos militares de Riohacha y a dos de Barran-
quilla (uno de ellos el ya mayor Ramón Antigüedad, aquel
famoso cojo santanderista que comandó por unos días el Estado
Soberano de Cibeles), y seguramente fueron despachadas a
militares y directivos de muchas otras Sociedades Democráticas
en la Costa y el país. Los artesanos, pues, se movían hacia la
vanguardia para hacer fraguar definitivamente la revolución
del medio siglo en su propio provecho como clase social, antes
de que se desplomara el gobierno amigo de Obando y para
impulsarlo más aún. [B]
La incógnita sobre la conducta del ejército en caso de
revuelta se tendía a resolver con la presencia del general Meló
en la Junta Central: había entendimiento militar-artesanal.
Ambos sectores podían beneficiarse de una acción conjunta.
Por su parte, Meló —quien no pertenecía a la aristocracia
territorial ni a la burguesía comercial— era un distinguido
y eficiente militar de carrera deseoso de defender su institución
amenazada por proyectos presentados al Congreso por Murillo
Toro, Ancízar y otros gólgotas, proyectos que ordenaban la
eliminación final del ejército así como la del grado de general. Y
los artesanos, por su parte, ocuparían el gobierno, ganarían sus
metas y, por primera vez en la historia, Colombia vería a una
clase popular desplazar del poder a los grupos dominantes
tradicionales.
Presionado por los proyectos parlamentarios y por acu-
saciones personales de homicidio involuntario, Meló consultó
la estrategia que debía seguirse con el doctor Obregón, el
presidente de la Junta Central. Ambos creían que muchos
gobernadores de provincias, como Nieto en Cartagena, res-
paldarían una solución de fuerza que, como la caída de una
piedra de centella, aclarara el ambiente nacional. Lo ideal
era desconocer la Constitución de 1853 que ni el presidente
quería, convertir a Obando en dictador, e imponer los cambios
desde arriba.
General J o s é María Meló, cabeza de la revuelta militar-artesanal
de 1854 en Bogotá.
121A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

La historia del golpe militar-artesanal del 17 de abril de


1854 ampliamente se conoce. De seguro los primeros sorpren-
didos fueron los comisionados de la J u n t a Central que acudieron
a palacio a poner la revolución a órdenes del presidente. Oban-
do paladinamente negó que estuviera enterado, y le entraron
los reatos constitucionales y legales de que había hablado
ya en su discurso de posesión de la gobernación de Cartagena
en 1849. Inesperadamente, no quiso ser dictador. Invitó, en
cambio, a dar el golpe y, de una vez, dejó a Nieto y a millares
de seguidores draconianos en todo el país con los crespos
hechos.
La noticia del golpe llegó a Calamar, por el río Magdalena
abajo, a las diez de la noche del lo. de mayo siguiente, llevada
por un posta que seguía a Cartagena para informar al gober-
nador. Pero antes que Nieto, allí en aquel puerto y en aquella
hora, supo también la noticia el exprcsidente general Mosquera
quien acababa de regresar de un viaje de negocios en Nueva
York e iba en camino para la capital. Como lo haría una hada
madrina maligna, aparece de nuevo Mosquera atravesado
en el camino de Nieto para sembrarlo de obstáculos. Ya no son
trupillos espinosos como los de la vera de la trocha de Cibarco
en los años infantiles de J u a n J o s é , sino verdaderos cactus
venenosos que disparan espolones a uno y otro lado. De muy
poco habrá servido el generoso gesto de amistad en la tenida
de la logia cartagenera que sólo algunas mariapalitos de la
violencia habían tratado de empañar.
Mosquera, en fin, detiene su viaje y vuelve río abajo a
Barranquilla para esperar el desarrollo de la situación. Peto
quizás llevaba también otros designios: según Nieto y J u a n
Manuel Pérez, gobernador de Santa Marta, "corría el rumor
confirmado [...] que había un plan encabezado por Mosquera
para separar en aquella ocasión las provincias de la Costa
Atlántica, desentendiéndose de la suerte que pudiese caber al
gobierno en las del interior". El zarpazo, igual al que había
concebido Carmona en 1840, lo daría con las tropas veteranas
de Cartagena para lo cual el héroe de Tescua necesitaría de la
cooperación de Nieto.
Pero Nieto no podía dársela. Su compromiso era con los
artesanos y con Obando, a u n q u e se encontrase desconcertado
por la forma concreta que tomó el golpe en Bogotá. Ahora se
sentía desarmado y sin saber qué hacer: si se pronunciaba
abiertamente estaría impulsando la línea militar autoritaria, lo
ELEMENTOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN 121B

Los elementos conttarrevolucionarios pueden estudiarse


estructural o coyunturalmente. Los elementos estrucrurales se
arraigan en el proceso histórico-natural y encuentran su razón
de ser en la formación social y la estructura de clases; por lo
mismo, son elementos cuyo juego se relaciona ante todo con
cambios significativos o profundos en la sociedad y la cultura.
Los coyunturales dependen de circunstancias tácticas y aleato-
rias cuyo juego se relaciona mayormente con cambios margina-
les en la sociedad (O. Fals Borda, Revoluciones inconclusas en
América Latina, México, 1978, 10 a . edición). Vamos a examinar
estos elementos como se manifestaron para detener la marcha
de la revolución del medio siglo en la Nueva Granada.
1. Elementos estructurales. El elemento contrarrevolucio-
nario que primero aparece en las circunstancias estudiadas es el
surgimiento eficaz de una conciencia de clase defensiva en los
sectores dominantes de la sociedad granadina. No fueron los
artesanos solos los que desarrollaron una conciencia clasista,
para convertir su conglomerado de una clase en sí en otra para
sí, sino que, por reacción dialéctica, también indujeron la con-
formación de una conciencia similar en sus oponentes, cuyos
diversos sectores (antes a veces enfrentados) se unieron ahora
tácticamente
Esto no quiere decir que las oligarquías no tengan concien-
cia de sí mismas en tiempos normales. La tienen, pero de ma-
nera latente, porque su exteriorización muchas veces no sale del
plano subconsciente. En Cartagena, por ejemplo, las diferencias
sociales y raciales eran evidentes en 1850 y no había necesidad
de enfatizarlas. Pero al ponerse en entredicho la estructura
social total, la conducta subconsciente (asimilada, no reflexiva)
se abrió a la realidad. Esta conciencia resurgente convirtió
a los sectores dominantes unidos en un martinete bélico cuya
fuerza fue subestimada por los artesanos y militares revolucio-
narios de 1854.
Central en este proceso autoconcientizador de las clases
altas es la aparición de la antiélite ideológica: ella es un toque
de alerta para los grupos dominantes. La existencia de un sector
de jóvenes rebeldes distinguidos conmueve a fondo, y si el pro-
ceso no se corrige a tiempo, la antiélite puede llegar a las metas
del cambio. Pero, como vemos en el caso cartagenero y grana-
dino, la antiélite no es constante sino que sufre un proceso de
cooptación mediante la cual sus miembros se van sometiendo a
las presiones de los grupos madres originales, sea por tenta-
122A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

cual iba contra sus más arraigadas convicciones, y quedaría


incumpliendo sus deberes legales; si no se pronunciaba,
estaría, por omisión, cooperando con sus enemigos conser-
vadores.
El nudo gordiano había que cortarse. Pero quien lo hizo no
fue el gobernador, sino el capitán Pío Ricaurte, de la Guardia
Nacional. Al frente de las tropas de Cartagena, a las dos de la
tarde del 5 de mayo de 1854, Ricaurte se rebeló y desconoció
la autoridad de su jefe, el coronel Camilo Mendoza, quien huyó
a esconderse en una casa de putas. Ricaurte se había colocado
ya en la gorra la escarapela roja de la revolución artesanal:
"¡Vivan el ejército y los attesanos, abajo los monopolistas!".
Y empezó a marchar con la columna hacia el palacio de la
gobernación.
Mientras tanto, una comisión de la Sociedad Democrática
llegó al despacho del gobernador Nieto para comunicarle que
" e s t a b a n dispuestos a declararse en favor del gobierno pro-
visorio" del general Meló. Los artesanos y mucha gente del
pueblo habían empezado a arremolinarse frente al palacio y
en la cercana plaza de la catedral. Nieto, colocado entre la
espada y la pared, aprobó más que resistió el pronunciamiento
porque, como lo publicó al día siguiente en una proclama al
pueblo, dijo: "Empiezo por manifestar que simpatizo con los
acontecimientos que han tenido lugar en la capital de la re-
pública, en cuanto los creo necesarios para de algún modo salir
del estado de anarquía en que nos encontramos, dando otra
forma a la administración de la república''.
No obstante, el gobernador se opuso a la acción militar,
dando origen a lo que sus enemigos después consideraron como
una farsa. Estos hechos le llevarían a los estrados de la Corte
Suprema de Justicia, como reo. Aduciendo que "soy un em-
pleado público con deberes que c u m p l i r " , Nieto maniobró para
que su propia autoridad legal no fuera desconocida por la tropa,
la cual, constitucionalmente, no era deliberante y quedaba a
órdenes superiores del gobernador. Así, ya en la plaza,
mientras los soldados y la gente del pueblo daban vivas al
gobierno revolucionario y procedían a firmar un acta de apoyo,
Nieto, acompañado de su hijo Lope y de su pariente político
Antonio López Tagle, se les colocó de frente e intimó al capitán
Ricaurte a volver a la obediencia del gobierno.
"¡Usted no tiene nada qué hacer aquí! " , replica el capitán,
Un posta. (Dibujo de Torres Méndez)
I23A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

y le vuelve la espalda a Nieto. Ordena altivo a los soldados


preparar los fusiles para disparar al gobernador.
"¡Aquí me haré obedecer o moriré, no me r e t i r a r é ! " ,
contesta Nieto mientras Lope amartilla una pistola para de-
fender a su padre y la dirige al pecho de Ricaurte,
"¡Atrévete y verás, canalla!" le grita Lope al capitán.
Este vacila y baja el brazo. No es capaz de matar a sangre fría
a quien es su amigo y compañero, más que jefe. " ¡ A r m a s
a discreción!" recapacita el capitán, y prosigue a dialogar
con Nieto en compañía con otros oficiales sublevados.
Al ver la debilidad del ejército, un gran número de gente
joven —los "ultra-liberales", como dijo Nieto— empezaron a
gritar y amenazar. Anticipando lo peor, un oficial dirigió un
cañón al lado del tumulto, y al verlo los jóvenes corrieron a
esconderse dando gritos y llamando a las armas.
Para evitar mayores males, Nieto exigió entonces tomar el
mando de la tropa y la condujo de vuelta al cuartel. Había
evitado una matanza y la asonada no había dado sus frutos: en
efecto, quedaban las autoridades legítimas locales en su lugar
Según lo informó el gobernador poco d e s p u é s en un informe al
secretario (ministro) de guerra, " s u plan era dar tiempo a la
reflexión de los que habían tomado parte en el suceso, o lo que
era lo mismo, halagar el monstruo para domesticarlo''. Pero sus
enemigos no habrían de creer nada de esto sino que, por el
contrario, acusarían a Nieto como el verdadero jefe de la
revolución en Cartagena.
En la noche del 5, el gobernador organizó rondas de ciuda-
danos para inspirar confianza a su actitud. Para ello hizo venir
a los negros de su hacienda de Alcibia y del caserío de Ternera,
que le eran fieles, y comisionó a Lope para que patrullara las
calles con otros parientes y amigos. Claro, no faltaron gritos de
apoyo a Meló, Nieto, Obando y la revolución. Además, por
prudencia, Nieto dio orden de alistar caballos en la parroquia
del Pie de la Popa para salir a las provincias de sabanas, hacia
Sampués, para preparar la defensa con el personal y las armas
que había colocado allí. No fue necesario viajar: a los tres días,
la tropa y los oficiales se habían calmado del todo y Nieto volvió
a instalar en su puesto al comandante general, coronel Men-
doza.
El gobernador de Cartagena no estuvo solo en su actitud
a favor de la revolución militar-artesanal de Meló. Según
cuenta hecha después por el coronel Agustín Codazzi, jefe
••• > , , * • • " ••

>

,.¿í|

1.
ih k i 'JP
\)f € "s

«fc

-:* \ %*, '•':£F

% 4
* '1:%,. '•'

->r>* - \5-
, f
r
^ \ S'^~\
C i / •».'•

Soldados de la Guardia Nacional(¡854).(Dibujo de Torres Méndez).


124A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

de estado mayor del ejército contrarrevolucionario que Mos-


quera organizó en la Costa, de las 21 provincias de la región,
10 estaban en manos de melistas, 4 prontas a moverse al me-
nor descuido, 4 muy lejanas y 3 indiferentes, Especialmente
sangrienta fue la resistencia de Ciénaga (¡apenas con 30
fusiles malos y escopetas!), sometida por el general conser-
vador Joaquín Posada Gutiérrez sólo a finales de )ulio.
Fl gobernador de Santa Marta, J u a n Manuel Pérez, procedió
como Nieto y fue, por eso mismo, igualmente castigado. El
de Sabanilla, Luis J . López, estaba listo a pronunciarse junto
con los señores Nicolás Paz, Miguel de Vengocchea y Diego
Castro, cuando les cayó Mosquera desde Calamar. En el resto
del país, como se sabe, tampoco fue fácil refrenar la insurgencia
popular, con graves hechos en Cartago (por el gobernador
( a r l o s Gómez a favor del golpe), Bucaramanga (el general
Collazos), Tunja (el gobernador Segundo de Castelblanco),
Antioquia (el gobernador Pabón) y Cauca (el gobernador
Antonio Mateus). Sólo faltaba mayor coordinación central,
noticias >• órdenes desde la capital y de la J u n t a Central Demo-
crática. Pero ni Meló ni Obregón —el autor intelectual del
golpe— pudieron desbordar la sabana de Bogotá y perdieron
la oportunidad de llegar a Honda y controlar así la vital co-
municación por el río Magdalena. [D]
En cambio, a Nieto le llegó, el 19 de mayo, la maldita visita
de Mosquera desde Barranquilla. Venía por las tropas, sin
autoridad ninguna para llevárselas, y pasando por alto las
disposiciones legales sobre las funciones y derechos de los
gobernadores al mando de tropas nacionales, como era el caso
de Nieto. Pero Mosquera ya anticipaba su nombramiento de
comandante general del Atlántico, Istmo y Mompox (le llegaría
el 6 de junio siguiente), por los mensajes informales recibidos
desde Ibagué, donde funcionaba exiliado el gobierno constitu-
cional. Este estaba presidido tempotalmente por el primer
designado, general Tomás Herrera, el mismo que se había
candidatizado para gobernador de Cartagena, en competencia
con Nieto, en 1853.
Recordando los rumores sobre las secretas intenciones sepa-
ratistas de Mosquera, y esperando aún cualquier directriz del
gobierno provisorio de Bogotá, Nieto se negó a entregar las
tropas. Así colaboraba indirectamente en el afianzamiento
inicial del movimiento revolucionario. A d e m á s , hizo ver que el
expresidente no podía imponerle nada legalmente. Durante seis
Cartagena. F r e n t e a estas casas del p a r q u e de Bolívar ocurrió el inci-
dente entre Ricaurte y Nieto, a raíz del golpe de Meló. (Mural en el
hotel Plaza. Cartagena).
1 25A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

días intrigó Mosquera para burlar a Nieto: convenció —o más


bien asustó— al coronel Mendoza y otros oficiales, entre ellos al
mismo capitán Pío Ricaurte que había encabezado la asonada
del 5 de mayo (Ricaurte morirá en Bogotá en diciembre en
condiciones misteriosas, después de acompañar a Mosquera en
su campaña). Así logró llevar buena parte de la tropa con sus
equipajes al muelle del Arsenal —situado detrás de la calle
Larga de Getsemaní, al lado sur de la bahía— para embarcarla
en la goleta Nicolasa, al mando del capitán Federico Suárez,
Quería llevarlos a Barranquilla, donde Mosquera tenía su
cuartel general y desde donde procedería, al mes siguiente, a la
campaña por el río contra Meló, en coordinación con los ejér-
citos de H e r r á n y López, que también se movilizaban hacia
Bogotá desde el sur del país.
Crécese entonces Nieto y demuestra el apoyo popular que
tenía. En la m a ñ a n a del 26 de mayo se presenta en el cuartel y
pronuncia una arenga recordando el respeto debido a su auto-
ridad. Cincuenta veteranos le obedecen y salen del cuartel
con el gobernador. Gran cantidad de gente se les suma. Algu-
nos piden a gritos que se arreste y ejecute a Mosquera. El
Arsenal se cierra en firme, los bongos del muelle se e m b a r g a n ,
los bogas y carreteros del equipaje se dispersan para apoyar a
Nieto y sabotear la salida de la tropa. Los marineros y el se-
gundo de la Nicolasa se niegan a viajar y desembarcan de la
goleta.
Impaciente y receloso, Mosquera dispone replegarse a
Pastelillo y hace formar a su tropa en batalla, con fusil armado,
de espaldas a la playa y de frente al pueblo con Nieto. Todos
avanzaban en tropel desde la calle Larga hacia el Muelle,
reforzados con el contingente de carboneros de palo de Ternera
que allí tenían (como hoy) sus depósitos. El gobernador iba
marchando con su bastón de mando y gran sombrero alón de
paja, acompañado del inseparable Lope y por amigos y pa-
rientes.
Unos " g u a p e t o n e s de mercado concurrieron armados para
echar tajos y reveses en la c a l l e " ; y el sargento mayor J o s é
María Beltrán apuntó su arma contra el gobernador (Auto-
defensa, 25). " P e r o yo no estaba dispuesto a otra resistencia
que a la pacífica apoyado en la l e y , " explicará Nieto más
tarde en su Autodefensa (página 13). Ordena, pues, al pueblo
d e t e n e r s e . Y en un momento de ira y frustración, al ver que
su autoridad era violentamente desconocida, lanza un grito
M o s q u e r a en la época de su enfrentamiento con Nieto (1854). (Tomado
de Castrillón).
126A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

que espanta a los pelícanos que venían en V sobre las olas, y


hace sembrar en su sitio a los p r e s e n t e s . Exclama:
"Conste ante todos que he cumplido con mi deber dentro de
la ley y la Constitución. Los sediciosos son Mosquera y Men-
doza. ¡Aquí termina la autoridad del gobernador de Carta-
gena! ".
Entonces, haciéndole fuerza con la rodilla, rompe el bastón
de mando que le habían regalado Teresa y Lope, y lanza los
pedazos a la cara y pecho de los dos militares desobedientes.
Mosquera y Mendoza retroceden ante el dramático gesto
del gobernador y corren a embarcarse en los botes que les
llevarían a Pastelillo, mientras Lope Nieto, con lágrimas de
rabia, levanta del suelo los pedazos del bastón. F u e t e a éste
entonces a los sediciosos con las palabras que la gente sentía
pero que Nieto no podía pronunciar:
"¡Vayanse a la mierda, vergajos! ¡No vuelvan a joder más
por acá! ¡Quédense con sus hijueputas cachacos m a t o n e s ! " .
" ¡ F u e r a ! ¡Fuera! ¡Abajo Mosquera! ¡Viva la revolución!",
ruge el pueblo en la playa, mientras los negritos más atrevidos
recogen chinas y conchas de erizo y tentáculos secos de estrellas
de m a r para tirárselos como proyectiles a los soldados mosque-
ristas. No había mayor peligro: los más bravos de los veteranos
que apoyaban a Nieto sólo hicieron ruidosas salvas al aire
o al agua con sus oxidadas a r m a s .
Al alejarse los botes, pasa el nubarrón y los pelícanos
vuelven a formarse en V. Nieto ha evitado por segunda vez
que se masacre al pueblo cartagenero y los artesanos. Pero el
gobierno constitucional no lo apreciará así y se negará a hacerle
justicia, a u n q u e el coronel lo solicite repetidas veces, más
adelante. Sólo en 1865 le llegará, por fin, un homenaje ade-
cuado: la espada de honor decretada por el Congreso Nacional.
M a s esto ocurrirá cuando Nieto ya está al borde de la tumba.

Ni en El Carmen ni en Sampués ni en el resto de


sabanas pasó nada importante en esos meses de
contrarrevolución. Los tabacaleros estaban contentos
y encantados de la vida porque subía la producción
de la hoja y aumentaba la exportación y la plata. Los
curas, claro, no perdían ocasión de predicar contra los
rojos impíos, los ateos, los masones, los enemigos
de Nuestro Señor Cristo, y la gente ignorante quedaba
blandengue.
X-

Nieto contra M o s q u e r a : el g o b e r n a d o r con su bastón de mando. (Dibu-


j o de la época, colección del autor).
127A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

La guerra era otra cosa: era de los artesanos y los


militares de la ciudad contra todos los d e m á s . No
interesaba al campesinado y a los gamonales de por
allí. [C]
Pero en la isla de Mompox, como supimos por cartas
que nos llegaron de nuestros primos y tíos (no los de
Mier nobles, los de la albarrada, a quienes poco
tratamos, sino los Mier simples de cobre y hojalata), la
situación se puso después muy seria y violenta. La
ciudad empezó a dividirse en dos mitades enfrentadas
y peleoneras: la del barrio arriba, de los liberales
y artesanos del oro y la madera, donde vivían los
Troncoso, los Piñeres y otros copartidarios; y la del
barrio abajo, de los conservadores y artesanos de la
greda y el ladrillo, separada de los demás por la calle
del Colegio, donde vivían los Germán Ribón, Ro-
dríguez, Prados y otros del mismo bando. Ahora, ¡ay
del que se pasara de un barrio al otro! Piedra, garrote y
trompada recibiría. Hasta desconocieron al expre-
sidente López su aporte a la caída de Meló, pues
en las fiestas conservadoras se celebraba sólo la entra-
da de Mosquera y Herrán a Bogotá, no la de J o s é Hila-
rio.
Ya ven que los liberales habían hecho la guerra
contra Meló para que los conservadores ganaran
el gobierno. Supieron pronto que el que tiene el palo
da con él. Algunos hipócritas decían que esa revuelta
de Meló no podía haber salido bien porque "el jete
que la encabezaba es un mal marido y un hombre
que trata mal a su m u j e r " . ¡Vean ustedes! Según
eso, el Ejército constitucional de la Costa estaba
también perdido como jabón en agua honda a causa de
sus cuatro generales, empezando por Mosquera
y su querida Susana.
La misma pelotera política empezó a ocurrir en los
Pueblitos cercanos a Mompox, como San Sebastián
y San Fernando, el primero totalmente liberal por sus
gamonales, el segundo ya todo conservador. Mucha
gente se salió del partido rojo-impío, como el cura Ma-
nuel Díaz, de San Martín de Loba, quien aconsejó a las
niñas conservadoras distinguirse de las liberales colo-
cándose la flor en el cabello del lado derecho y no en el
ELEMENTOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN 127B

cíones ventajosas, nombramientos y oferta de nuevos elementos


de prestigio, sea por la amenaza de la lepresión frontal, la
persecución, la cárcel y la muerte.
Esta posibilidad real de cooptación convierte a la antiélite
ideológica en un caballo de Troya dentro de las organizaciones
revolucionarias: resulta también peligrosa para éstas, desde
otro punto de vista. Lo que parece positivo con las antiélites
p a r a efectuar un cambio a fondo, puede convertirse en negativo.
Porque las antiélites albergan gérmenes contrarrevolucionarios
a causa de la implícita incapacidad que tienen de negarse a sí
mismas y pasar por alto totalmente su origen de clase. No obs-
tante, pueden superar su condición contrarrevolucionaria
potencial, como lo hemos visto en nuestros días en el caso de
Camilo Torres Restrepo, la guerrilla del Ejército de Liberación
Nacional a la cual perteneció, y los contingentes directivos de su
movimiento —el Frente Unido— que en 1965 sacudieron pro-
fundamente los estamentos del poder tradicional en Colombia.
Pero esta superación no es fácilmente anticipable, y por ello no
parece conveniente bajar las defensas de los movimientos revo-
lucionarios sobre este particular.

Los artesanos, en cambio, hubieran desarrollado una anti-


[B] élite propia de clase, si hubieran tenido más tiempo. Gra-
cias al impulso educativo inicial recibido de la antiélite
ideológica y al trabajo de la J u n t a Central Democrática —la
exogénesis de la conciencia de clase—, los artesanos lograron
articular su propio liderazgo, el cual se hizo p r e s e n t e , práctica-
mente solo, en las etapas culminantes del proceso revoluciona-
rio. Hicieron un trabajo impresionante como grupo de vanguar-
dia: fueron capaces de llegar al poder y desplazar a las clases
dominantes tradicionales, algo que no ha vuelto a ocurrir en
nuestra historia.
Sin embargo, también el papel de vanguardia que tomaron
los artesanos en ese momento puede verse como un acto estruc-
tural espurio. La formación social nacional se estaba dirigiendo
hacia un sistema capitalista dependiente en el que la artesanía
ocupaba lugar secundario. Teóricamente, sólo un proletariado
(industrial) debía haber ocupado aquella posición de vanguar-
dia. No existiendo en la Nueva Granada, la revolución socialista
propuesta quedaba sin su actor histórico principal y éste no
podía suplirse por aquellos cuyas formas de producción se justi-
ficaban sólo en una formación social distinta.
128A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

del izquierdo. Y a los hombres conservadores les dio


la orden de dividirse el pelo y trazarse el camino del
peinado por la derecha, y no por el centro ni por la
izquierda como hacían comúnmente los liberales y
el resto de personas.
Este cura Díaz resultó más papista que el papa, que
hasta el gobernador conservador J u a n Antonio Calvo
le pareció desteñido. Un día, con la ayuda del gamonal
Pedro J i m é n e z , encabezó un movimiento [el 20 de
marzo de 1858] en el Hatillo de Loba. El gobierno
mandó un destacamento desde Mompox para do-
minarlo, al mando de J o s é de la O Cerezo y del propio
juez del hatillo, Domingo Martínez, que había salido
huyendo. El padre Díaz, con sus parroquianos ar-
mados, le gritaban desde un cerro al juez cuando lo
vio venir con la tropa por el río: "Ño Domingo, aquí
tiene usted al padre Díaz para que lo coja. Aquí estoy
dispuesto, so maldecido, venga a cogerme...Todo
lo que ha hecho el prefecto en Loba y la fuerza que ha
dejado me la meto entre el c u l o " . A los dos meses de
aguantar, al fin tuvo que entregarse y lo encontraron
escondido en el chiquero de su casa.
¡Pobres Palomino y Pinillos! Ya dejaron de hablarse
sus vecinos porque en los de Palomino pesan más los
conservadores de Mompox mientras que los de Pinillos
han mantenido vínculos con los liberales momposinos
para defender los intereses del pueblo. Una gente
que era tan unida antes, que habían salido juntos de la
Valerosa huyéndole a Carmona, ¡ahora quedan de
enemigos por lo que hacen o dicen los doctorcitos
de la ciudad! Por las promesas de tierras y dineros de
las ventas de productos, por puestos en las alcaldías,
por evitar pagos de empréstitos forzosos, por no dejarse
embargar los bienes. En fin, por salvarse de la violencia
política desatada pot los gamonales enfrentados a
causa de Meló y los artesanos.
Agustín y yo empezamos a pensar seriamente en
traernos a m a m á Tina desde Palomino, pues ya no
estaba de buena salud y los peligros podían ser ma-
yores. Muchos nos decían que teníamos que hacer algo
para defender nuestros intereses y propiedades de
los comunistas y socialistas que amenazaban con
ELEMENTOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN 128B

Este desplazamiento de vanguardias también resultó ser, a


corto plazo, otro elemento contrarrevolucionario, uno no antici-
pado en la práctica, aunque podía preverse teóricamente. Claro
que, en las circunstancias de la realidad, a los artesanos no les
quedaba otro camino que hacer la revolución y ocupar una posi-
ción de liderazgo vacía. Y en esto fueron heroicos y audaces. De
haberse sostenido en el poder, de sus manos e intenciones
hubiera surgido un país distinto del que tenemos hoy, quizás
menos señorial y más democrático, con un desarrollo manufac-
turero temprano y autóctono, menos monopolizado y más justo
y, por lo mismo, más rico y próspero. Así puede deducirse de
algunos decretos dictados por Meló en su corto periodo de
gobierno. Pero no se habría realizado la revolución socialista
que se anticipaba entonces, a u n q u e quizás se habría preparado
mejor su futuro advenimiento.

La acción rebelde de los artesanos no podía sostenerse sin


[C] naufragar en el mar de la reacción representada por el
campesinado tradicional (no colono) controlado por curas
y gamonales conservadores, exacerbados por la campaña anti-
clerical de 1852. La estructura señorial de la tenencia de la tierra,
de donde todavía se derivaba en buena parte el poder político,
se había estremecido con las olas de colonización que creaban
millares de nuevos pequeños propietarios libres en varios bolso-
nes de latifundio; pero no se había puesto en peligro en los
lugares de antigua ocupación, con la revolución del medio siglo.
Apenas los indígenas andinos habían visto un cambio impor-
tante en la organización de los resguardos, pero ese cambio no
les fue favorable. Las tendencias al latifundio y al monopolio
explotador de la tierra siguieron allí imperturbables. La burgue-
sía comercial, aliada de los terratenientes (o ella misma conver-
tida en terrateniente), no podía set derrotada sin destruir sus
fundamentos rurales antiguos y sus raíces agropecuarias. Esto
lo sabían los artesanos. Por eso una de las primeras tareas
realizadas por Joaquín Pablo Posada como editor del periódico
oficial de la revolución, fue preparar y publicar un Catecismo
político de los artesanos y campesinos.
Pero en el campo, la población no colonizadora seguía afe-
rrada al señorío y al clero. De esta ancestral reserva contrarre-
volucionaria surgieron los once mil soldados con armas y
bastimentos adecuados que apabullaron a Meló y los artesanos
el 4 de diciembre de 1854 en Bogotá. Era casi todo el país tradi-
129A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

tomárselos desde el nuevo gobierno de Meló. Pero


decidimos proceder con calma y esperar un poco
para ver qué más pasaba.

Herido en su amor propio como gobernante y como persona,


Nieto considera por un momento rebelarse abiertamente con las
a r m a s ; pero desiste. El absurdo aislamiento de Meló en Bogotá,
el control del río Magdalena por la flotilla mosquerista, la pusi-
lanimidad de Obando, el silencio del doctor Obregón, todo esto
le sobrecoge. ¿Para qué levantarse en armas si ya la revolución
parece perdida, si no se la está llevando por donde d e b e ser? [D]
Escribe, en cambio, un informe defensivo al gobierno de
Ibagué sobre sus más recientes actos, y el 16 de junio redacta
una carta protestando por la ilegalidad del nombramiento
de Mosquera como comandante general ("dictador") de la
Costa y los abusos que venía cometiendo.
Ya era demasiado tarde para seguir disimulando sus ver-
daderos sentimientos revolucionarios. Mosquera había enviado
negras noticias al designado Tomás H e r r e r a sobre lo ocurrido
en Cartagena, así como copia de la comprometedora proclama
de Nieto del 6 de mayo. Herrera, por decreto presidencial del
12 de junio de 1854, suspende a Nieto en el ejercicio del destino
de gobernador de la provincia de Cartagena y emplaza a la
Corte Suprema de Justicia para que estudie el caso y fije el
tiempo de la suspensión y otros castigos de acuerdo con el
Código Penal.
Al recibir en Cartagena este decreto el 25 de junio, Nieto
no ofrece resistencia alguna. Entrega el cargo al anciano
designado, don Manuel Marcelino Núñez, (quien más adelante
lo transmitirá a su hijo Rafael, de vuelta de Bogotá una vez
consolidado el gobierno constitucional, a pesar de las protestas
de la Cámara provincial aún dominada por draconianos), y pide
asilo en la casa del cónsul británico.
Este dramático paso al asilo político lo explicó asi Nieto
en su Autodefensa (páginas 8 y 9): "Lo hice, no por temor, sino
para evitar el compromiso a que pudieran arrastrarme en aquel
momento de peligro, las primeras impresiones del pueblo
liberal, causadas por mi suspensión en el ánimo de mis copar-
tidarios [...] El 25 de junio contaba con la Guardia Nacional en
servicio y con una pujante mayoría del pueblo liberal que estaba
ya desengañada del carácter de la cuestión y que se había
pronunciado a haber yo querido acaudillarla''.
ELEMENTOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN I29B

cional contra una minoría en el poder, una situación en verdad


insostenible. Y de aquella caverna reaccionaria vino también
el castigo implacable, la violencia contrarrevolucionaria que se
desató como un huracán por todo el país, en 1855.
¿Sería la de 1854 una revolución prematura? No. Las revolu-
ciones ocurren dentro del proceso histórico-natural a causa de
mecanismos propios muchas veces inevitables. Si vienen,
vienen, y en el capitulo anterior estudiamos algunos de estos
mecanismos. Pero si la de 1854 se juzga por los elementos
estructurales descritos, y por los resultados concretos de ella, se
verá que no podía llegar a las metas originalmente concebidas
o propuestas. Los hechos ocurren de acuerdo con una dinámica
amplia que sólo el proceso histórico-natural, que es laxo y rico
en avenidas, va determinando. Además, lo coyuntura! y aleato-
rio interviene en los hechos; esto no puede pasarse por alto. Y
lo coyuntura! ayuda no sólo a explicar las razones del fracaso de
la revolución del medio siglo, sino también a comprender la
tremenda potencialidad de la aparición de ésta en la historia
colombiana.

2. Elementos coyunturales. En el caso de 1854 hubo fallas


[D] de liderazgo. Sobresalen dos personalidades a las cuales
se le echa, con frecuencia, la culpa del desastre: Obando y
Meló. A Obando se le acusa de ambiguo y tortuoso; a Meló, de
indeciso y falto del talento de estratego. Es posible que estos
cargos sean ciertos. Lo cual destaca una vez más (como lo
veremos en el próximo capítulo) la importancia de contar con
líderes verdaderamente eficaces que logren hacer culminar los
esfuerzos revolucionarios.
De mayor trascendencia fue la falla organizativa represen-
tada en el aislamiento de la J u n t a Central Democrática en los
momentos cruciales de la revolución. La ¡dea de la coordinación
nacional de las Sociedades Democráticas era brillante y, llevada
a la práctica bien, hubiera dado mejores resultados que el pobre
destello de luciérnaga de la etapa final. Fot ejemplo, existía
la rica veta estructural de rebeldes en potencia representada en
los pequeños campesinos libres. ¿Qué hacer con ellos y cómo
atraerse a los colonos que se habían escapado o querían esca-
parse por los resquicios del sistema? Evidentemente, existían
las dificultades reales de los malos caminos de muía y trochas
impasables, las sequías de los ríos, los accidentes de las selvas,
para poderse comunicar con comunidades lejanas como San
130A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

Al segundo día, no obstante, abandona el consulado bri-


tánico, escribe una airada protesta por su suspensión, y ayuda
a sus compañeros y familiares a hacerle frente a la represión
que ya se anunciaba. En efecto, llega de Colón el general
Posada Gutiérrez "como salvador de la p a t r i a " , con 36 traba-
jadores disfrazados de soldados que empiezan a puyar a la
gente conservadora de Cartagena para que castigue a los rojos-
impíos y a los artesanos. Arman entonces a los negros godos de
Chambacú para que vayan a golpear a los negros liberales de
Ternera y Alcibia. Y aquí entran a allanar la hacienda de Nieto
y a robarle no pocas pertenencias.
Pero, por lo menos, a ningún artesano de Cartagena lo
enviaron a trabajos forzados en Panamá como ocurrió con los
de Bogotá una vez abatido Meló el 4 de diciembre de 1854 por
los ejércitos coligados del norte y del sur. Evidentemente, Nieto
salvó a los trabajadores de su tierra por la forma como manejó
los incidentes del 5 y 26 de mayo, como un caudillo-anticaudillo
opuesto a la violencia oficial, para quedar en cambio él mismo
responsable de los actos de insubordinación. Fue algo que los
artesanos no olvidarían, asi su fe política hubiera quedado
destrozada por la traición de los " c a l z a d o s " y la tromba contra-
rrevolucionaria de ese año.
La acusación contra Nieto por prevaricato (y luego contra
otros gobernadores melistas) se hizo en Ibagué el lo. de sep-
tiembre por el entonces Procurador general de la nación, don
Lino de Pombo, quien apeló a todos los adjetivos posibles:
"Sordo a la voz del honor y del patriotismo, contemplando
impasible el inminente naufragio de las libertades públicas,
apura la chicana [...] el gobernador Nieto hay que considerarlo
comprometido, de tiempo atrás y de todo corazón, en el nefando
plan de trastorno revelado en parte al país el 17 de abril y
condenarlo como fautor y cómplice de sus caudillos". "Alentó
el espíritu revolucionario haciendo creer que el movimiento de
la capital había sido obra del pueblo, y sopló la misma llama
en el pecho de los militares al recordarles verdaderos o su-
puestos ultrajes".
Los congresistas conservadores repetían contentos, como
loros picando guineo: "El gobernador Nieto, haciendo causa
común con los traidores y conculcando sus más sagrados
deberes, se pronunció por la D i c t a d u t a " . Y así por el estilo.
Al volverse el gobierno de Ibagué a Bogotá a finales de 1854,
asumió la procuraduría el doctor Florentino González, el terror
E l exministro Florentino González, acusador de Nieto y otros melistas
en 1855.
131A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

de los artesanos por sus triunfantes tesis sobre el libre cambio.


Ya se iniciaban los procesos públicos contra Obando, Meló, los
colaboradores de su gobierno y los artesanos envueltos en la
revolución, en los cuales acruarían como acusadores antiguos
liberales socialistas y masones: Salvador Camacho Roldan,
J o s é de Obaldía y José María Samper, entre otros.
Nieto viajó entonces en abril de 1855 a la capital para
defenderse ante la Corte Suprema, la cual iba a estar presidida
por nadie menos que el expresidente J o s é Ignacio de Márquez,
contra quien había peleado en la guerra de 1841. Gracias al
bien redactado informe que Nieto había enviado el 27 de mayo
de 1854 y a las declaraciones de muchos militares y hermanos
masones —y a pesar de la valiente defensa que allí hizo de Meló
y Obando y del informe negativo de Mosquera—, Nieto fue
absuelto de prevaricato según sentencia del 6 de jumo de 1855;
pero fue condenado por el delito de obstrucción (por haber
dificultado la salida de la tropa con Mosquera) y debía pagar
las costas del juicio y una multa. Apeló infructuosamente
(sentencia del 6 de agosto siguiente), haciendo ver que por esta
sentencia "la autoridad civil cae ante las b a y o n e t a s " , como
ocurrió en los muelles de Cartagena. Escribió entonces estas
proféticas palabras, que dicen mucho del carácter del hombre:
"El partido liberal triunfará más tarde o más temprano a
despecho de los apóstatas que lo han traicionado por cobardía
o conveniencia. Entonces sabrá hacer distinción entre los que
le hayan quedado fieles y los que cobardemente le hayan
vuelto la espalda. Aguardemos y esperemos, ha dicho el
célebre Alejandro D u m a s " . (Autodefensa, 43).

En 1855 fue el mierdero. Fue el año de la venganza


conservadora y de los que pensaron que iban a perder
sus propiedades, por el susto que les pegaron los
socialistas y draconianos en el gobierno. Los conflictos
de ese año dejaron chiquita la guerra de 1830 en que
mi papá, el cura A n a s , había peleado, y también
la de 1841 cuando huimos de Mompox con mamá Tina.
En esos días, por lo menos, se respetaban las cosas
y las vidas de los habitantes de los pueblos y no había
ganas verdaderas de hacer correr sangre, ni ansias de
odio como las que se sintieron en 1855, al caer los
liberales y artesanos. En el aire se sentía un revan-
chismo tremendo, un afán de martillar, como si se
ELEMENTOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN 13IB

Martín de Loba y Pinillos, cuya historia de rebeldía contra los


poderosos venía de muy atrás. Pero estas condiciones no fueron
vencidas por la J u n t a Democrática y quizás ni siquiera conside-
radas por ella. Fin cambio, los enemigos de la revolución logra-
ron superarlas. Se confirma así, de todos modos, la crucial
importancia que tiene la organización popular —y su coordina-
ción nacional— para los fines revolucionarios.
Hubo, además, un elemento de suerte que se convirtió en
vital: la vuelta de Mosquera desde Nueva York con cartas de
crédito listas a usarlas para la obtención rápida de recursos y
armas. No parece justa la acusación que se le hizo de que estaba
enterado de los planes de Meló, y quizás tampoco la de que
quería " l e v a n t a r s e " con los estados de la Costa. Eran muchos
los planes personales y familiares de desarrollo económico y
empresas particulares que tenía Mosquera en su cartapacio,
para arriesgarlo todo en un nuevo conflicto. Pero su llegada, con
aquellos recursos, dieron a la contrarrevolución un impulso
inesperado después de las primeras derrotas en Zipaquirá y
Tíquiza,
Por último, se registran las tendencias antimilitaristas de la
época. En otras circunstancias y en otros países, los militares
habrían sido vistos como elementos positivos del orden social,
como una última defensa del sistema político existente. No en la
Nueva Granada de mediados del siglo pasado, donde había toda
una campaña montada para acabar con el ejército nacional,
encabezada por los liberales gólgotas. A los militares de carre-
ra, como Meló, se les veía como parásitos que había que exter-
minar. El prestigio de los militares de la Independencia se había
desvanecido.
Y he aquí que, por las circunstancias de la revuelta de los
artesanos, estos militares desacreditados se constituyeron en
aliados de la revolución. Para los grupos dominantes desafiados
se completó así el cuadro justificativo de su reacción: había que
acabar con la revolución de Meló para abatir al ejército indesea-
ble, de una vez por todas. Y esta acerbidad antimilitarista
explica la violencia de los jefes civiles convocados, de los expre-
sidentes, letrados y juristas coligados para acabar con el dic-
tador militar y, de paso, destruir también a los artesanos.
Podía verse, pues, como una decisión contrarrevolucionaria
de los artesanos el haberse aliado a un ejército desprestigiado
y en trance de desaparecer para bien y progreso del país, con un
sector cuya ideología autoritaria y violenta no era en realidad
132A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

quisiera destripar a talonazos un escorpión venenoso.


Entonces vimos claramente que los dos partidos
políticos que conocemos, en vez de sólo producir
paz, trabajo y prosperidad para el pueblo, son madre
de violencia; que los gamonales son ejecutores de esa
violencia, y los militares los que la respaldan y agu-
dizan. Son como cucarachas de un mismo calabazo.
Mompox, por ser tan importante y central, fue
de los lugares que más sufrió de la revancha, y por eso
al fin nos trajimos a mamá Tina de Palomino. Murió poco
después en El Carmen a pesar de los emplastos que le
puse en los muslos, las ventosas en la espalda, las
sangrías y las tomas de yerbas que le di. Murió de
vieja. Ella fue quien nos relató los sucesos de las
elecciones de 1855, y quien nos abrió los ojos a lo
que estaba ocurriendo en el campo, con copia impresa
que trajo de una c a n a escrita por un liberal momposino.
Enseguida la sacaré del baúl para mostrárselas. Oigan
esto:
"Mompox gime hoy 10 de agosto [de 1855] bajo la
más humillante opresión. El fusil y el garrote han
sustituido al bastón del magistrado y la ley de las
balas y el puñal es la que se observa por los que se
titulan conservadores del orden, constitucionales de
hoy [...] El gobernador Flores no ha podido gobernar, y
tampoco ha hecho nada el general Mosquera quien se
encuentra de paso por aquí.
" E n Mompox el partido liberal anduvo tan des-
cuidado, que sirvieron en estas elecciones las listas que
el jurado apostólico-conservador de 1854 (que había
anulado 12 registros con cuidado cristiano de excluir
m á s de 150 electores liberales) formó a su antojo.
" E r a público el anuncio de que las elecciones na-
cionales [de 1855] se harían a fuego y sangre, según
la expresión de los conservadores. Llegado el 30 de
julio, los conservadores aparecieron desde temprano
en actitud amenazante. Empezó la votación y cuando se
convencieron de que los liberales tenían mayoría, se
dirigieron en grupo al primer jurado y atacándolo a
mano armada con piedras, garrotes y puñales, lo
disolvieron, persiguieron a los jurados hasta adentro de
las casas en que habían salvado la urna, entraron
Vista del puerto de Mompox.

hmrf
133A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

a la casa del alcalde, registraron escaparates y baúles


y cogieron últimamente la urna.
"A la cabeza de este movimiento estaban Gregorio
Rodríguez, J . M. Gutiérrez de Piñeres, Gregorio E.
Mulet, el presbítero Pedro Aguilar y otros molineros
que llevaron como en triunfo la urna y gritando, ¡viva,
el pueblo es soberano!, la rompieron y la arrojaron
al río.
"Los amotinados se apoderaron entonces de la barra
del 2o. jurado. Ningún liberal podía entrar a votar
porque no había por dónde, y si pretendía abtirse paso,
el garrote se presentaba a detenerlo [...] Por supuesto,
cada conservador votaba dos o tres veces, desde que
el general Mosquera hizo entender que los transeúntes
podían votar aunque su nombre no estuviera en la lista.
Era cosa de reír y de irritar a la vez, observar que
vecinos conocidos de Mompox votaban en calidad de
transeúntes. Hubo también electores niños, electores
locos, electores ebrios.
"Al siguiente día los miembros del jurado protes-
taron ante un juez. Los conservadores del orden
celebraron su 'triunfo' con vivas, mueras y ramas
de jobo, apurando hasta la exageración su regocijo en
el barrio de abajo,
"El aspecto de la ciudad era totalmente bélico. La
botica de Rodríguez, centro de acción, tenía siempre
allí los individuos más dispuestos a anarquizar. Se hizo
al fin una reunión con los liberales (encabezados
por Pedro Blanco García) en la cual la pretensión
singular de los conservadores fue que todos los poderes
provinciales se dividieran en dos partes: una con-
servadora y otra liberal; de manera que al pobre
gobernador había que dividirlo para inocularle en una
mitad la 'conserva'. La reunión no duró ni diez minutos.
A la salida, se anunció por un grupo conservador que
estaba en la puerta, 'que la sangre llegaría a los
pechos'. Fueron a sembrar la exaltación al barrio de
abajo.
"Habiendo perdido los conservadores, querían como
último recurso impedir el escrutinio. Con tal objeto
desde muy temprano, el 8 [de agosto) se reunieron
muchos en la plazuela de la Compañía [hoy de la
Mompox. Plaza de la Compañía, hoy de la Libertad, sitio de los inci-
d e n t e s p o r las elecciones de 1855.

™ 1 M?

-,;-;.;, ¡ •, ' f e S .

-
I34A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

Libertad], lugar en que iba a verificarse el escrutinio,


armados de chopos, escopetas, puñales, garrotes, etc.,
mientras que otros recorrían las calles atacando a los
liberales que indefensos llegaban a presentarse a su
vista. A las doce de la noche, cuando la mayor parte de
la población dormía, los traicioneros y villanos con-
servadores atacaron la botica del Sr. Francisco de
P. Ribón dando balazos a sus puertas, asi como a las
ventanas del Sr. Blanco García. Resultaron seis he-
ridos, dos muertos,
"El día 9 a las once del día aún paseaban las calles
buscando liberales como cazadores que acechan
venados. Al grito de 'muera el tirano' [el gobernador
Flores], los amotinados tomaron el parque, se armaron
todos, pusieron centinelas en las calles, dieron grados
militares y organizaron un gobierno de bayonetas que
tiene aún hoy la ciudad en anarquía. El gobernador
Flores tuvo que saltar paredes para salvarse ese día.
Los liberales han tenido que, o refugiarse en casas
extranjeras, o huir para fuera de la ciudad.
"Soy ya demasiado extenso; y lo sería aún más si no
temiera cansarlos; pues hay tanto que decir, que no
dan ganas de soltar la p l u m a " .
Lo mismo ocurría en otras partes del campo, según
nos decían, a impulso de los gamonales vengativos.
Todo esto nos llevó a desilusionarnos de los dos parti-
dos y a apartarnos todavía más de la refriega política.
Más importantes y satisfactorias eran nuestras ocupa-
ciones: la botica, la banda, la agricultura. Con las guacas
o entierros de los indios zenúes que descubríamos de
vez en cuando en las sabanas, me había interesado
también en el oro y la minería. Por allí cogería en el
momento menos pensado.,,

De vuelta en Cartagena, molido por la revolución del medio


siglo y golpeado por la contrarrevolución, J u a n J o s é Nieto
renuncia a ser postulado de nuevo como candidato a gobernador
—sigue en turno el conservador don J u a n Antonio Calvo— y,
con su innata generosidad, le abre el camino a Rafael Núñez pa-
ra que vuelva a ser representante a la Cámara y, eventualmen-
te, ministro de Estado.
Nieto pasa asi al invernadero político por cuatro años para
recuperarse de los reveses hasta cuando la historia vuelve
ELEMENTOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN 134B

compartida pot los trabajadores y los civiles comprometidos.


Pero, de nuevo, éstos no tenían otra salida sino usar al ejército
tácticamente para alcanzar las metas revolucionarias. Y lo usa-
ron como apoyo a las milicias armadas propias que organizaron
los artesanos bogotanos para la toma del poder. La indefinida
coexistencia de un ejército profesional con otro del pueblo no
habría podido sostenerse, y las tendencias del momento lleva-
ban a convertir al ejército, de todos modos, en una Guardia
Nacional. Así, se habrían defendido adecuadamente las con-
quistas alcanzadas. Pero hemos pasado ya el campo de las
conjeturas.
Si la historia es maestra de los hombres, esta experiencia
contrarrevolucionaria de 1854 puede ser útil a los grupos activis-
tas que hoy trabajan con denuedo y valentía pot un país nuevo.
Saber cómo se está colocado en el proceso histórico-natural es
condición indispensable para tomar decisiones adecuadas con
el fin de tener una visión aproximada del futuro posible. Es
importante entender que la toma del poder no es (y menos el
acto de violencia que la hace posible) en si misma la revolución.
La revolución es un proceso que se prepara y desarrolla, no sólo
un acto. Y el llegar al poder —¡cuántos no lo saben ya!— es
apenas el comienzo de otro largo calvario que, bien llevado,
puede conducir a las metas postuladas.
Por todo esto, para evitar la hora negra de la contrarrevolu-
ción, conviene estar alerta igualmente a lo coyuntural, lo cual
significa en gran medida trabajar con los m á r g e n e s de acción
que ofrece el sistema dominante. Son los factores que, por azar
o impensado diseño, puedan afectar el curso revolucionario.
Esto requiere agilidad y vigilancia sobre muchos frentes a la
vez —arduo trabajo que los impacientes evitan— para producir
la convergencia de los diversos esfuerzos. Se necesita tomar en
cuenta hasta elementos convencionales que, con una buena
dosis de subversión bien hecha, se vuelvan positivos para el
necesario y justo cambio estructural. El enfrentamiento con el
sistema dominante injusto y represivo no es simple ni sólo
frontal. Tiene muchos vericuetos, salidas y troneras, sectores y
facciones, élites y antiélites que obviamente deben tomarse en
cuenta.
Si esta convergencia táctica, pluralista y de muchos frentes
no es posible por el dogmatismo o sectarismo de algunos, se
abren paso de nuevo aquellas frustraciones contrarrevoluciona-
135A CON EL GENERAL MELÓ: LA CONTRARREVOLUCIÓN

a tocarlo y es despertado en su hamaca, en la casa de Alcibia, a


medianoche por un grupo de conspiradores sabaneros, de El
Carmen, Momil y San Antero, que quieren que les mande.
Llegan encabezados por un joven arráyente, de grandes am-
biciones: un pichón de caudillo llamado Ramón Santodomingo
Vila, uno de los fundadores del poderoso linaje de los Santo-
domingos de hoy.
ELEMENTOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN 135B

rias que, por más de una vez, han impedido transformaciones


fundamentales en nuestro país, como lo señaló, en sus días, el
sociólogo y excanciller de la república Luis López de Mesa
(Escrutinio sociológico de la historia colombiana, Bogotá, 1955,
70-71; cf. también las diez grietas del sistema planteadas por
Eduardo Santa, Sociología política de Colombia, Bogotá,
1964, 95-118).
6. EL CAUDILLO

La conspiración de 1859 no nació en la sola hamaca de Nieto


en Alcibia. El malestar de los liberales venía casi desde el
momento del fracaso de Meló y la práctica usurpación del poder
por los conservadores. Una vez mandando, éstos no querían
dejárselo quitar por ningún motivo . Por eso, al crearse el Esta-
do Soberano de Bolívar en 1857 (ley nacional de 15 de junio y
Constitución provincial de 5 de octubre del mismo año), con
Juan Antonio Calvo —hermano del doctor Bartolomé— como
primer gobernador del Estado, los conservadores procedieron
a controlar el sufragio popular para impedir cualquier mayoría
de la oposición. Algo semejante ocurrió a nivel nacional al susti-
tuir la Confederación Granadina a la República de Nueva
Granada en 1858 (Constitución de 22 de mayo), y aprobarse
leyes que aseguraban el predominio conservador en la maqui-
naria eleccionaria.
Subyacente a esta guerra por los votos, corría en Bolívar un
conflicto de intereses económicos. Como vimos antes, el poder
en la capital del Estado se había acaparado por comerciantes
cartageneros e italianos a quienes poco importaba la suerte de
la provincia: una actitud que persistirá por mucho tiempo, hasta
cuando induzca la partición del antiguo Estado en tres diferen-
tes departamentos, en el presente siglo. Siendo que en El
Carmen había crecido desde 1850 otra burguesía vinculada al
cultivo del tabaco —curazaleños, sefarditas, comerciantes
desplazados de Cartagena, inmigrantes de Mompox y Magan-
gué—, ésta no se sentía con ninguna influencia para determinar
el rumbo del gobierno. El descontento general con las mamo-
6. TEORÍA DEL CAUDILLISMO

Insatisfecha, porque sus intereses no eran adecuadamente


defendidos en Cartagena, la nueva burguesía tabacalera y mer-
cantil de El Carmen y las sabanas de Bolívar empujó a Nieto y a
un grupo de liberales a tomarse el gobierno. El golpe ocurrió el
26 de julio de 1859 y Nieto fue nombrado caudillo del movimien-
to y elegido presidente del Estado / 1 /.

I. Un relato completo sobre el origen y desarrollo del golpe del 26 de


julio de 1859 y de la guerra civil subsiguiente, vista desde el ángulo
regional, se encuentra en el folleto del propio Juan José Nieto, Bosque-
jo histórico de la revolución que regeneró al Estado de Bolívar (Carta-
gena, 1862, FP, No. 2). Lo complementó con unas Observaciones al
discurso-mensaje que el ciudadano general Tomás C. de Mosquera
leyó ante la Convención Constituyente de Rionegro (Cartagena, 1863,
FP, No. 19), glosas que Nieto le hizo al Gran General por ciertas inco-
rrecciones suyas en la presentación de los hechos relacionados con
aquella guerra.
Acta de los vecinos de Cartagena, julio 26, 1859: Manuel Ezequiel
Corrales, ed., Efemérides y anales del Estado de Bolívar, IV, Bogotá,
1892, 217-219. Alocución de Nieto el mismo día: Corrales, IV, 236-237.
Restablecimiento de los concejos municipales: Corrales, IV, 240-241.
Pronunciamientos de apoyo al golpe de Cartagena: Momil y Lorica
(30 de julio, cuando Manuel Martínez, con sus sananteranos liberales,
se tomó el cuartel). Santa Rosa y Calamar (2 de agosto), San Pelayo y
Ciénaga de Oro (3 de agosto), Usiacurí (7 de agosto), Baranoa y Chima
(8 de agosto), Sabanalarga y Mahates (10 de agosto), Sincelejo (12 de
agosto), El Carmen, Malambo y Campo de la Cruz (13 de agosto) y
Soledad (14 de agosto). Corrales, IV. 219-236, 263.
Negros nietistas de Alcibia y Ternera: Autodefensa, 60. Los de San
Basilio y su tradición guerrera-boxística: Nina S. de Friedemann, Ma
137A ELCAUD1LL0

bras políticas del gobernador Calvo, al estallar en 1859, ofreció


a esta burguesía sabanera la oportunidad de hacerse presente
por primera vez en Cartagena como fuerza definitoria. Para ello
apeló y utilizó a Nieto como dirigente de prestigio en la oposi-
ción, y le ofreció el apoyo de grupos armados en las sabanas,
principalmente de Chinú, San Antero, Momil y El Carmen,
Una vez desatada la reacción liberal en Bolívar, el conflicto
adquirió resonancia nacional y llevó a una cadena de efectos de
carácter primordialmente político. Se trataba, en efecto, de
defender la supremacía formal del gobierno general, entonces
presidido por el patriarca conservador don Mariano Ospina
Rodríguez, cuya política se dirigía a reforzar mecanismos de
control centralizantes. En esto, por supuesto, se enfrentaba a
los intereses regionales federalistas que habían ganado un
" r o u n d " con la aprobación de la Constitución de 1858.
¿Cuáles eran esos mecanismos de control centralizantes?
Aparte de los eleccionarios, eran los del fisco, especialmente el
dominio de las aduanas que seguían siendo fundamentales
como fuente de recursos del presupuesto nacional. Así como
ocurrió en la guerra civil de 1840, ahora vuelve a aparecer la
rapiña por las aduanas costeñas de Cartagena, Barranquilla y
Santa Marta. El gobierno de Ospina crea e impone el cargo de
intendente nacional en los puertos con ese objeto y, más adelan-
te, los de comisarios nacionales que p u e d a n establecerse en
todos los distritos. Naturalmente, estos funcionarios no eran
sino agentes del gobierno general con miras a fiscalizar y
controlar las autoridades locales y asegurarle entradas al fisco
central, en perjuicio de las rentas estatales y provinciales. Nada
podía irritar más a los grupos regionales que este tipo de medi-
da que, a d e m á s , era esencialmente inconstitucional.
De allí a la rebelión armada no había sino un paso en vista
de la obstinación de los poderes centrales, y los gobiernos de
Bolívar y Cauca fueron los primeros en darlo. Envueltos luego
en la usual escalada de recriminaciones y actitudes personalis-
tas, retos, complots e invasiones m u t u a s de fueros y territorios,
el conflicto estalló en mayo de 1860 con la declaratoria de guerra
al gobierno general. Nieto aquí dará su aporte como caudillo, y
su estatura de dirigente crecerá a nivel nacional hasta el punto
de constituirse en amenaza a las aspiraciones presidenciales
de su émulo y enemigo tradicional, el general Tomás Cipriano
de Mosquera, gobernador del Cauca.
Veamos cómo el mismo Nieto relata, de manera sencilla y
Hi
\ f ORDI Ne y
, 9 r u , B f
' rí %

w^^**,

E s c u d o del E s t a d o Soberano de Bolívar (1857).


138A EL CAUDILLO

directa, su extraordinaria experiencia como caudillo, con el eco


de los conflictos locales a que su acción dio lugar: los combates
por el rio Magdalena, la ocupación de Barranquilla, la defensa
de El Banco, la guerrilla goda de Lorenzo Betancourt, y otras
acciones interesantes que tuvieron lugar en la región durante la
guerra de 1859 a 1861.

El golpe del 26 de julio de 1859

Escribe Nieto en su Bosquejo histórico de la revolución que


regeneró a l Estado de Bolívar, folleto que publicó en Cartagena
en 1862:
Varios ciudadanos bolivianos [hoy: bolivarenses] represen-
tamos a la Asamblea legislativa de Bolívar pidiendo la derogato-
ria de las leyes opresivas. El más cínico desdén fue la contesta-
ción. Un diputado llamó la atención de la Asamblea sobre que
aquel desprecio podría excitar a la rebelión; pero otro diputado,
rechinando los dientes y apretando los puños, contestó: "Ojalá
se revuelvan los liberales, eso es lo que q u e r e m o s para aplastar-
l o s " . No había, pues, más remedio que entrar de lleno en la
labor.
Un poco antes había salido para las s a b a n a s de Corozal el
señor J u a n Antonio de la Espriella [compañero masón de Nieto
q u e le será fiel hasta el fin], a quien recomendé se avistase con
el coronel Manuel Pereira Plata en Chinú, dándole yo una carta
de recomendación, para que conferenciase con él sobre el pro-
yecto de revolución, pues hacía algún tiempo que sobre esto me
entendía con aquel jefe. La conferencia dio resultados favo-
rables.
Al regreso del señor de la Espriella, empezamos él y yo a
poner las bases de una empresa tan delicada con.o peligrosa. Se
hizo un pequeño programa y se comunicó a unos pocos patriotas
con el objeto de formar una junta directiva: Eloy Porto, Sebas-
tián Elguedo, Ramón Guerra, Manuel González Carazo y otros
diez más. Variábamos frecuentemente de lugares para las
sesiones.
Fondos: éste era un obstáculo insuperable, pero la voluntad
lo hace todo. Formóse una pequeña bolsa que casi desapareció
en las primeras comisiones. La junta acordó saliese yo en comi-
sión a los pueblos de Barlovento para tantear la opinión y
proporcionarnos recursos. El único patriota decidido y resuelto
E l p r e s i d e n t e Mariano Ospina Rodríguez [1857-1861).
139A EL CAUDILLO

que encontré en Sabanalarga fue el joven J . Antonio Torrene-


gra. En Barranquilla: Rodrigo Pantoja, Celedón Pérez, Tomás
Freile y Silverio Henríquez. En Santa Marta no me dieron sino
consejos. En la Ciénaga, el señor Francisco de Labarcés me
ofreció unos fusiles y algunos hombres —ni unos ni otros vinie-
ron cuando llegó el caso. A través de Elguedo hice conocimiento
del señor Manuel Martínez [el futuro general " B a l i t a " ] , vecino
de San Antero, quien me ofreció sostener la revolución.
Como el primer paso debía ser el de apoderarnos del cuartel
para proveernos de fusiles y otros elementos, descubrí nuestro
plan al entonces cabo primero y músico de la banda, J o s é de las
Nieves de León. Este joven patriota, a quien yo trataba desde
chico casi como hijo, aceptó y ofreció proporcionarnos la entrada
al cuartel.
Al fin se decidió dar el golpe fijándose el día. Para esto se
comisionó a Elguedo a San Antero a traer los auxilios. Pero era
tal el deseo de que estallara la revolución, que aquellos patrio-
tas se dirigieron a Cartagena sin esperar a Elguedo, con quien
no se encontraron en la navegación. Llegaron, p u e s , a destiem-
po y la presencia de aquella gente en canoas en el mercado, sin
misión conocida del público, llamó la atención de la policía, y
fue preciso ocultarlos.
Sin embargo, se trató de aventurar el golpe. El joven Eloy
Porto, que fue a buscarme a mi hacienda, me manifestó que sólo
se exigía de mí el que lo autorizase para tomar mi nombre, con
lo cual se animaría la gente. Pero una cena que habían hecho
esa noche los conjurados, acabó casi de revelar el plan a los
enemigos. Se desistió, por tanto.
Cuando se habían borrado las impresiones de la primera
tentativa, volvimos a ocuparnos del proyecto sólo dos personas:
de la Espriella y yo. Había otros dos conspiradores por aparte:
Antonio González Carazo y J o s é Araújo ["la zamba j a r o c h a " ] ,
que se incorporaron a nuestra junta. En este intermedio, la
junta directiva me nombró caudillo del movimiento. [A]
En Chinú se constituyó una junta revolucionaria con los
jóvenes Manuel Mendoza, Antonio Castillo, y otros. Encontrá-
base a la sazón en Cartagena el joven Ramón Santodomingo
Vila, e impuesto de los planes se adhirió a la revolución con todo
el ardor de su fe y de su edad, tomando parte en las delibera-
ciones de la junta directiva. En los días próximos siguieron
Santodomingo y Mendoza para Chinú, a esperar allí su turno.
Patio de la ca-
sa de Nieto en
Cartagena.
MOA EL CAUDILLO

Los primos Santodommgos [Ramón y Andrés] suministraron


fondos.
Propuse la convocatoria de una reunión popular para protes-
tar por las leyes [las electorales y la de comisarios nacionales de
hacienda a nivel municipal, considerados " c e r c e n a d o r e s " de
la autoridad de los Estados] sancionadas por el Congreso de
1859. Ella se celebró en las galerías bajas de la Casa consisto-
rial, y el pueblo ocurrió al llamamiento. Los conservadores, que
creyeron que aquél era el día de la redención, se armaron hasta
los dientes, arrastrando sables pot las calles. Disuelta la reu-
nión, se dispersaron también los adalides del gobierno, y ufanos
hasta la insolencia decían: ¡Oh! Hemos salvado hoy la patria,
¡ ¡oh!! ¡ ¡ ¡oh!!! y tomaron cerveza y brandy para celebrar.
Fijóse el 26 de julio para el movimiento. No había fondos
para una empresa de tanta magnitud. Sólo se contaba con
¡ciento cincuenta pesos! que había facilitado Andrés Santodo-
mingo. Y teníamos algunas armas de fuego que se depositaban
en la tienda del doctor J o s é Araújo. En vísperas de dar el golpe,
me enfermé de alguna gravedad, pero eso no impidió para
seguir.
El 25 por la noche empezaron los patriotas a reunirse afuera
de la muralla de Santo Domingo. La ocasión debía ser, cuando
regresase al cuartel la banda de música que a n d a b a por la calle
dando serenatas a las Anas [por el día de su santo: Santa Ana].
En efecto, la banda entró al cuartel. El joven Nieves de León con
un pretexto se quedó afuera, avisóles a los patriotas y entró con
ellos. Cuando el centinela cayó en la cuenta, ya se habían
apoderado de las armas y del oficial de guardia que sufrió una
leve herida en el hombro. Cuando me llamaron al cuartel, me
encontraba ardiendo de calentura. La tropa toda tomó servicio,
A las seis de la mañana del 26 ya faltaba a r m a m e n t o para la
gente que se presentaba.
El acto estaba consumado y entrábamos en las grandes difi-
cultades de sostenerlo. El partido conservador despertó ese día
espantado de aquello que jamás había ni soñado fuese posible.
El mismo día 26 se reunió e hizo su pronunciamiento el pueblo,
el cual me confirió el gobierno provisorio del Estado, que confir-
maron los demás, obedeciendo mi autoridad. Entonces empezó
mi faena especial, en cuyos primeros días trabajaba enfermo.
Nombré de secretario al inteligente e infatigable patriota señor
J u a n Antonio de la Espriella.
[El "Acta de los vecinos de C a r t a g e n a " r e s u m e la delibera-
TEORÍA DEL CAUDILLISMO 140B

Como el gobernador depuesto, J u a n Antonio Calvo (conser-


vador) había buscado refugio en Mompox —donde recibió el
apoyo del presidente Mariano Ospina Rodríguez a través de
tropas comandadas por el general Joaquín Posada Gutiérrez—
Nieto organizó el ejército estatal, viajó por el río con las tropas y
atacó y se tomó a Mompox el lo. de noviembre 1 1 / . Pero Posada
logró escabullirse a Barranquilla, donde reorganizó la resisten-
cia hasta el 8 de diciembre, cuando fue derrotado definitiva-
m e n t e . En estos combates se distinguieron dos nuevos impor-
tantes personajes en la vida de Nieto: Manuel Martínez (de San
Antero) y Ramón Santodomingo Vila (de Chinú) / 3 /.

Ngombc. Bogotá, 1979. Adhesión personal a Nieto: Bosquejo histórico,


34; Aclaratoria, Cartagena, lo. de septiembre, 1864, FP. No. 32.
Asamblea constituyente de Bolívar; Decretos de Nieto de 27 de
septiembre y 4 de octubre, 1859, Corrales IV, 251-263.

2. Ocupación de Mompox (lo. de noviembre, 1859): Los verdaderos


hijos de Bolívar, 20 de noviembre, 1859, FP. No. 13 (quejas de los
conservadores); Proclama de Nieto, FP, No. 12.
Bandera de Cartagena: Porras Troconis, Entre bastiones (Cartage-
na, 1930), 171.
Cantos y coplas del ejército de Nieto: José Dolores Zarante, Reminis-
cencias históricas (Lorica-Cartagena, 1933), 286-287.

3. Ocupación de Barranquilla (8 de diciembre, 1859); Corrales, IV, 401-


404. Barranquilla en esta época: descripción de Réclus. Mis exploracio-
nes en América, 46-48.
Sobre el general Manuel Martínez: Zarante, 278-288. Martínez era
analfabeto. Aunque le decían "negro", tenía la piel blanca y el pelo
lacio castaño. Resultará el más violento de todos los oficiales que
siguieron a Nieto. Decía: "Delante de mí, las orejas de mi caballo".
Llegó a general y fue subiendo hasta llegar al senado, donde le hicieron
el insulto de poner un mazo de yerba en su escritorio. Traicionó a Nieto
y colaboró en su caída a finales de 1864, como veremos en el próximo
capítulo.
Sobre el general Manuel Cabeza: Cartagenero, también ayudó a
tumbar a Nieto. Famoso por su valentía, se le llegó a llamar "el Ney
colombiano". Murió, ya general, en el sitio de Cartagena durante la
guerra civil de 1885. (Bossa Herazo, 1981).
Sobre el general Ramón Santodomingo Vila: De familia sefardita de
Curazao que llegó a Mompox, después pasó a Barranquilla y Carta-
gena, donde el padre de Ramón se casó con una señora de Manzanillo
(Cuba). Ramón nació en Cuba, durante el viaje de la madre para visitar
a su familia. Al regresar a la Nueva Granada, Ramón pasó a Chinú y las
sabanas, donde desarrolló amistad política con Manuel Martínez.
Como éste,llegó a ser general y ayudó a tumbar a Nieto. Más tarde,
141A EL CAUDILLO

ción del 26 de julio de 1859 en la sala del palacio municipal, bajo


la presidencia de Antonio González Carazo. En los conside-
randos se quejan de la organización dada al sufragio popular
como " u n a ironía" y del rechazo de las peticiones de reforma, y
que " n o queda otro recurso al pueblo que recuperar sus dere-
chos arrebatados por la astucia, la mala fe y la traición". Nieto
pronunció entonces una alocución: "El malestar se sentía en
todas las clases de la sociedad. Quejábase el comerciante, el
artesano, el agricultor, el pobre vivandero, todo el que ejerciera
una industria porque hasta allí llegaba la mano descarnada del
fisco (...) Ahora, en mi capacidad de jefe del Estado, pongo de
manifiesto mi programa administrativo: garantías y protección
para todos los habitantes; convocar una Asamblea constitu-
yente; dar tranquilidad, unión, prosperidad y confianza a todas
las clases de asociados ] " .
[Uno de sus primeros decretos se dirigió, efectivamente, a
ensanchar el poder municipal. El del 10 de agosto de 1859
estableció de nuevo en cada distrito un concejo municipal para
reemplazar a las inoperantes municipalidades ordenadas por
leyes del Estado anteriores).
El joven Ramón Guerra partió a las cinco de la mañana en
posta para Chinú a llevar la noticia del acontecimiento para que
lo segundaran, como en efecto sucedió, nombrándose en el
acto de pronunciamiento, de prefecto al joven Ramón Santodo-
mingo Vila, y comandante de la fuerza al coronel Pereira Plata.
[En efecto, a las 5 de la mañana del 4 de agosto, Chinú
siguió el ejemplo de Cartagena y el pueblo eligió junta directiva,
prefecto, comandante y alcalde. Santodomingo también leyó
una proclama: " H a b é i s echado sobre mis débiles hombros una
inmensa carga, pero no me acobardo... Muchas son las amena-
zas que se nos hacen por esa porción de vampiros que tiemblan
ante la idea de verse escapar de sus garras las pesetas del teso-
ro del Estado, pero no temáis
Pronunciamientos semejantes se hicieron en todas las pobla-
ciones principales de Bolívar. No se pronunciaron y se resistie-
ron militarmente: Corozal y Mompox. A Mompox huyó Calvo, el
gobernador depuesto, con algunos de sus funcionarios. Allí le
esperaba, para defenderlo en nombre del presidente Mariano
Ospina —que así intervenía en el conflicto— una división nacio-
nal al mando del general Joaquín Posada Gutiérrez. El presi-
dente Ospina decretó la guerra al Estado de Bolívar el 12 de
TEORÍA DEL CAUDILLISMO 14IB

Las tensiones con el gobierno central continuaron por motivos


eleccionarios, políticos y de control fiscal durante el año de
1860. Cuatro estados manifestaron su inconformidad: Cauca,
Bolívar, Santander y Magdalena. Mosquera, gobernador del
Cauca, formalizó alianza con Nieto el 10 de septiembre, para
tumbar a Ospina. Nieto decretó la separación del estado de Bolí-
var, el 3 de julio de 1860 y se preparó para la guerra. La comenzó
en diciembre , batiendo a Julio Arboleda, agente de Ospina, en
Santa Marta 141.
Ospina contestó con una división del ejército nacional al
mando del general Emigdio Briceño, para atacar a Bolívar por
Chiriguaná, Ocaña y el río Magdalena, y el encuentro se realizó
en el puerto de El Banco, el 11 de diciembre. Briceño fue batido
y puesto prisionero, y sus fuerzas sutiles —las del río Magda-
lena— fueron derrotadas por el coronel J o s é María Mendoza
Llanos / 5 / .
Pero al mismo tiempo prosperó una guerrilla en los pueblos
de Palomino y Cañonegro, en la isla de Mompox, impulsada por
conservadores momposinos amenazados por expropiaciones del
ejército de Nieto. Esta guerrilla, comandada por el campesino

pasó a servirle a Rafael Núñez y los nacionalistas. Participó en las


revoluciones siguientes y llegó a ser gobernador de Panamá. Cerró por
seis meses el periódico Star and Herald de Panamá, decisión desapro-
bada en Bogotá que le llevó a retirarse de la política. Murió en Panamá
en 1908 después de un corto periodo en la diplomacia, en el Ecuador.
(Bossa Herazo, 1981).
Proclama de Santodomingo en Chinú. 4 de agosto. 1859; Corrales.
IV. 240.

4. Enfrentamientos con Ospina: Corrales, IV, 293-295 (bongos de


guerra), 372-375 (carta de Mosquera, 18 de abril. 1860). 377-379
(declaración de guerra del Cauca, 8 de mayo, 1860), 384-385 (separa-
ción del Estado de Bolívar de la Confederación Granadina. 3 de julio,
1860).
Resistencia del general Piñeres a Nieto: El presidente del Estado al
general Inspector de la Fuerza Pública, Cartagena, 13 de junio, 1860.
FP, No. 20.
Tratado de unión y confederación de los Estados del Cauca y Bolívar,
10 de septiembre, 1860: Corrales, 111, 191.

5. Combate de El Banco (diciembre 11, 1860): Corrales, IV, 401-404; cf.


Ángel Cuervo, Cómo se evapora un ejército (Bogotá, 1901), 55-56.
Combate fluvial del Peñón de Morillo (8 de febrero. 1861): Corrales,
IV. 415-419.
142A EL CAUDILLO

septiembre y ordenó el cierre de los puertos de Cartagena y


Sabanilla],
Algunos funcionarios nacionales se opusieron a la resolución
y yo di orden de ocupar las oficinas nacionales el 15 de agosto.
En especial conspiraba contra nosotros el intendente del distrito
nacional, señor Pedro Navas Azuero. No podía yo permitir el
que me hiciesen una contrarrevolución, y resolví prenderlo. Asi
nos hicimos a algún armamento y otros artículos de guerra.
Navas Azuero siguió para el Istmo a unirse a los que allí se
confabulaban ya contra el gobierno provisorio de Bolívar.

La guerra civil bolivarense de 1859

Inmediatamente emprendí armar bongos de guerra para el


río Magdalena, poniéndolos en vía para Calamar. Se completó
una flotilla de cinco bongos y dos escuchas de guerra. De ante-
mano había yo enviado a Calamar un destacamento, y cuando
los patriotas de Chinú y Sabanas (bajo el mando de Pereira y
Santodomingo) ocurrían a atacar con éxito a los enemigos en
Corozal, llamé al servicio al teniente Manuel Cabeza y puse a
sus órdenes la pequeña columna compuesta de los dos destaca-
mentos. Esta fue la base del célebre Batallón Glorioso de Bolí-
var, que con tanta honra ha sostenido su nombre.
Como el general Joaquín Posada estaba en Mompox con el
exgobernador Calvo, se creyó que en semejante campaña era
necesaria mi presencia, y me puse en camino dejando encar-
gado del gobierno a José Araújo. Organicé en Calamar la pe-
queña expedición que saqué de Cartagena —unos 200 hombres,
incluyendo 30 trabajadores negros de Alcibia y Ternera fieles
a mi persona— y emprendí la marcha para Mompox, lleván-
dome las fuerzas sutiles [las que actuaban móvilmente en los
ríos y ciénagas en canoas y barcos de guerra]. Pero a una jorna-
da de Calamar y a la una de la madrugada del día 29 de
septiembre [1859] rne alcanzó un posta del prefecto de Barran-
quilla (recién nombrado por mí), el doctor Antonio González
Carazo, participándome del alzamiento del exprefecto Manuel
Comas en Soledad que se dirigía a Barranquilla para atacarlo. A
esa hora regresamos. A las siete y media de la noche nos encon-
trábamos en Barranquilla cuando menos lo esperaba el ene-
migo. A la madrugada del 30 la facción había desaparecido.
MAR CARIBE

CARTAGENA
14 d e d i c i e m b r .

PRIMERA CAMPAÑA
DEL GENERAL NIETO
1859
143A EL CAUDILLO

Concluida esta operación, tomo camino otra vez para Cala-


mar, con la fuerza a u m e n t a d a con algunas partidas de Barran-
quilla. Esta fue la base del célebre batallón Bajo Magdalena,
segundo organizado en el Estado de Bolívar, al cual se incorpo-
raron después los valerosos momposinos liberales. Antes de
salir a Mompox convoqué a la Asamblea constituyente y a elec-
ciones en el Estado.
Salimos, pues, otra vez de Calamar para Mompox, el día 15
de octubre de 1859, con un cuerpo dividido en cuatro compa-
ñías, en lo que llamamos el "Ejército R e g e n e r a d o r " , con boti-
quín, médico, comisario ordenador, comisario pagador, provee-
dor y guardaparque. Era un ejército joven, como lo son casi
todos los que me han acompañado siempre. Pienso que es la
juventud la llamada a dar impulso al progreso de su época, y
porque es preciso educarla para que nos reemplace. No parti-
cipo del necio cuanto peligroso egoísmo de la mayor parte de
los viejos, que pretenden ser p e r p e t u a m e n t e necesarios. Con
mi sistema he sacado muchos servidores útiles.
Por una de aquellas bizarras ocurrencias inspiradas para
despertar el entusiasmo, puse a cada compañía por su orden
respectivo el nombre de Suavos, Cazadores de Vincennes,
Granaderos de la guardia y Cazadores de África. Les expliqué
la significación de quellos nombres del ejército francés, tan
célebres en la guerra de Oriente, y he aquí la emulación por
corresponder a ellos como lo hicieron.
A la señorita Santos S. de Arcos se le ocurrió pronunciarme
un discurso de despedida al momento de partir. La supliqué lo
omitiese, pero insistiendo, convine oírlo dentro de su casa en
unión de mis ayudantes. Aquella joven entusiasta me pronosticó
un feliz suceso. Fue la Sibila del triunfo de Mompox.
[Los soldados y oficiales del Ejército Regenerador marcha-
ban con el entusiasmo que les inspiraban Nieto y los despampa-
nantes nombres franceses. Unos iban soplando melodías con
hojas de palma aplicadas al labio, con acompañamiento de
maracas y tambor. Otros tocaban timbas y pitos, fuera de la
banda de guerra. Algunos improvisaban cantos:

Cartagena, brotáis u n o s hijos


que no temen montaña ni mar:
abandonan su patria y familia
p o r salir a l tirano a buscar.
Casa campesina en Chinú.
144A EL CAUDILLO

¡Sigo p a r a la campaña, sigo p a r a la campaña


con e lfusil en la mano!...
Ruégale a Dios, alma mía,
que no muera atrincherado.

El mejor de los cantos era éste, que se convirtió en copla


popular costeña:

De las barbas d e Posada, d e las b a r b a s de Posada


quisiera h a c e r un pellón
p a r a que s e acueste Nieto
con todo su batallón.

Los soldados también organizaban ejercicios como el "juego


de la h o j a " (esgrima de machete) en cuadro cerrado, la lucha
libre, y la pelea a puños o " j u e g o ' e m a n o " , en el cual Nieto
enfrentaba a sus negros alcibianos con los de San Basilio, el
antiguo palenque cuya tradición guerrera se fue sublimando
hacia este deporte, para producir hoy campeones mundiales. La
adhesión de los negros a la figura de Nieto se constata a todo lo
largo de su carrera. Llegaron a llamarlo " p a e (padre) N i e t o "
durante la guerra de 1860, y cuando éste salía, "todos se
querían ir con é l " ] .
A Talaigua, sobre el brazo de Mompox, llegamos el 25 de
octubre y el 29 a las cinco de la mañana estábamos frente a la
ciudad. Intimé rendición a la plaza. No recibiendo contestación
del general Posada, se incorporaron a la fuerza los patriotas
momposinos que se encontraban en el cercano caserío de Tron-
coso y en la mañana del 30 bajamos para la ciudad. Encargué al
coronel Rafael González del mando de la fuerza que iba a atacar
y nombré de segundo al coronel momposino J u a n Rives. Se
acometió con 210 hombres ante el enemigo con 400 bien atrin-
cherados y con una pieza de artillería bien servida, del arma-
mento de la Confederación.
Después de una resistencia y combate de 31 horas (sin
muchos muertos), Mompox cayó en nuestro poder. Todos cum-
plieron con su deber. Al día siguiente puse en libertad todos los
prisioneros y tres días después expedí un indulto sin ninguna
restricción.
[El exgobernador Calvo volvió a Cartagena, a su casa de la
calle de San Agustín Chiquita, en cuyo aljibe escondió una
imprenta para publicar una hoja de oposición contra Nieto,
• • •• í- s,

V., :

JTJ* -^

/V ' \ '

fe. v
V 'V. I V

Soldados practicando lucha libre. (Dibujo de Torres Méndez)


145A EL CAUDILLO

titulada El Duende, que nunca se descubrió. Los conservadores


momposinos se quejaron de que había habido " s a q u e o gene-
r a l " de la ciudad, pero su queja se dirigió más a defender al
presidente Ospina, con argumentos contra el federalismo,
que por lo que hubieran hecho las tropas de Nieto. El saqueo no
parece probable por haber habido muchos momposinos en el
Ejército Regenerador. En cambio, Nieto manifestó a su ejército
lo siguiente: "Compañeros y amigos: (...) Los vencidos son
nuestros hermanos. Os habéis armado, no para conquistar, sino
para sacar triunfante la enseña de la Regeneración. Es verdad
que los vencidos, en su desesperación, han cometido actos
atroces de barbarie que pudieran excitat nuestra venganza.
Pero no, compatriotas: ¿querríais perder toda la glona adquiri-
da con imitar a los que así han procedido ?" .
Y a los momposinos dijo: "Aquí deben terminar las animo-
sidades. Ninguna represalia, para haceros dignos de ese triun-
fo. Yo os exhorto en nombre de la concordia, a nombre de la
fraternidad, a deponer ante las aras de la patria esos rencores
personales que os han causado tantas desgracias (...) Si por una
desgracia los vencidos rehusasen aceptar la paz y reconcilia-
ción con que los convidáis, entonces ya no seréis responsables
de las consecuencias. Pero no seáis los agresores. Esperadlos
y defendeos"].
El general Posada, al escaparse de Mompox con su gente,
se dirigió río abajo a buscar un nuevo encierro en Barranquilla,
que ocupó el 13 de noviembre [1859] sin resistencia. El prefecto
González Carazo se asiló en un consulado extranjero. El de
Sabanalarga y sus compañeros se pasaron a la otra ribera del
Magdalena y otros se pusieron en camino en busca mía para
darme parte. Me encontraron río arriba en el Yucal con dos
bongos de guerra y un piquete de 25 hombres. Allí puse un
expreso al coronel Manuel Cabeza para que a marchas forzadas
viniese a incorporárseme con la fuerza del Glorioso que tenía
disponible en El Carmen, para atacar a Barranquilla. Cuando
llegaron de Mompox los otros bongos de guerra y el piquete,
bajé entonces, entré por Ponedera y me dirigí a Sabanalarga
donde establecí mi cuartel general con el mayor J o s é María
Mendoza Llanos como jefe de estado mayor. Allí empezaban ya
a incorporarse los emigrados liberales de Barranquilla. A poco
llegó una columna de Cartagena con pertrechos que personal-
mente trajo el joven Ramón Santodomingo Vila [ya había sido
promovido de soldado-prefecto a mayor].
Barranquilla hacia ¡86Ü. (Dibujo de Riou).
146A EL CAUDILLO

Entretanto, los enemigos se fortificaban en la Tenería,


edificio de Barranquilla [puerto con diez vapores navegando o
en construcción, que había crecido descomunalmente al paso
q u e Cartagena decaía: no se veían allí sino ' ' a n d a m i e s , ladrillo y
m o r t e r o " por todas p a r t e s , según los viajeros que llegaban al
gran hotel de M a d a m e H u g h e s , donde los niños desnudos de la
calle se la pasaban [' 'apostrofando a los extranjeros con palabras
pronunciadas en inglés con extraña perfección"]. Una conferen-
cia entre Posada y González Carazo en el asilo consular de éste,
para evitar el combate, nada adelantó. Por supuesto, fue nece-
sario pelear.
Al ponerme en marcha con la división, recibo denuncio de
Barranquilla y vanos de Cartagena de que el general Posada
tenía el plan de dar otro salto, yendo a sorprender a Cartagena.
Luego de dar las órdenes y organizar el ejército, que dejé bajo el
mando del coronel Cabeza, me devolví y llegué a Cartagena el
4 de diciembre [1859]. El 8 recibí noticia de haber sido bando
y vencido el enemigo, y Barranquilla fue ocupada por nuestras
tropas el 9.
(Decía en su parte de victoria el coronel Manuel Cabeza,
sobre la ocupación de Barranquilla: "A las cinco de la mañana
del 8 de diciembre me encontraba sobre el campo enemigo por
la via de Galapa, tomando la vereda del Limón. Dispuse que dos
columnas pasasen la parte del sur de la calle de San Blas y
apoyasen los fuegos de las dos piezas de artillería que establecí
frente a la Tenería. Previne que el costado izquierdo avanzase
hasta la calle de las Vacas, hasta el punto que el combate tomó
más fuerza y se hizo uso de machetes. Nuestros valientes solda-
dos supieron rechazar las cargas repetidas, hasta el extremo de
que pereciesen las guerrillas contrarias bajo el plomo y el ma-
chete, siendo tan mortífero el aire que se respiraba entre los
antagonistas de la Regeneración, que los obligaron a cambiar el
toque de 'a la carga' por el de 'cazador, no mates m á s ' , y su
lúgubre acento impresionó a los valientes liberales reformistas
haciendo cesar el fuego, para atender fraternalmente a la voz
de los vencidos. Estos dirigieron un parlamento rindiéndose a
discreción.
" P e r o cuando nuestros oficiales se dirigieron al cuartel
enemigo para recibir los elementos de guerra, los enemigos
hicieron fuego por la puerta y ventana dando toque de generala,
por cuyo hecho volvieron nuestras tropas a romper sus fuegos y
cargando a la bayoneta. El general Posada fue gravemente
TEORÍA DEL CAUDILLISMO I46B

santandereano Lorenzo Betancourt, actuó entre Majagual y


San Zenón. Perseguida allí por el coronel Manuel Martínez, se
refugió en las montañas de Chinguaná donde, huérfana de ideo-
logía y de un claro propósito político, se destruyó a s í misma 161.
Mientras tanto, afirmado su poder por elecciones populares
en las cuales resultó reelegido presidente del Estado, Nieto se
declaró presidente de la República de Nueva Granada en Ba-
rranquilla, el 25 de enero de 1861, con base en el pacto que
había firmado con Mosquera el año anterior. Este importante
paso, que no fue producto de megalomanía, se debió a la urgen-
cia de resolver problemas de recursos para los ejércitos revolu-
cionarios del centro del país, coordinar la acción militar y políti-
ca de los estados de Magdalena y Bolívar, y hacer frente a los
fatigantes conflictos comerciales con los cónsules extranjeros
de los puertos del C a n b e . Poco después, el presidente Nieto
declaró la guerra al gobierno conservador de Antioquia. Nieto
continuó en la presidencia nacional hasta el 31 de marzo si-
guiente, cuando Mosquera a su vez la asumió como presidente
provisorio de los Estados Unidos de Nueva Granada (luego
bautizada como Colombia) y al entrar triunfante en Bogotá, en
julio de 1861 l l l .

6. Guerrilla de Lorenzo Betancourt: Ejecución de los bandidos Cayetano


y Juan Martínez. (Mompós. 1862), reimpreso en 1877 (papeles perso-
nales de don Matías Ribón, Mompox); Corrales, IV, 405 (sobre fusila-
mientos, el alcalde Covilla sostuvo que la guerrilla había quemado a los
prisioneros en una hoguera, por orden del gobierno de Ospina de no
dejar vivo a ningún prisionero), 406 (toma de Mompox por la guerrilla
y combate con la tropa asistida de gente armada de machetes del
Barranco. Menchiquejo, San Fernando, Margarita y Troncoso, y llega-
da de dos bongos de guerra de El Banco).

7. Elección popular y posesión de Nieto (1861): Corrales, IV, 387;


Bosquejo histórico. 51.
Nieto, presidente de la Unión (25 de enero-31 de marzo, 1861):
Corrales, IV. 436-439.
Licénciamiento a los baranoeros: entrevista con don Juan José Nieto
(sobrino-nieto del general), Baranoa, 1980; Hernández. "Contribución
social de Baranoa", citado.
Carta de Nieto a Mosquera excitándolo a asumir la presidencia (12
de marzo, 1861), Corrales. IV, 439-440; Contestación de Mosquera a
Nieto (15 de mayo, 1861), Observaciones al discurso-mensaje. 24-25.
Retrato de Nieto: Bossa Herazo, 133. La reproducción que hacemos
en este capítulo es del óleo retocado y terminado en París, al cual se le
añadió la banda presidencial cuando volvió a recibirse —sin ella— en
147A EL CAUDILLO

herido y conducido a la casa del señor Joaquín A. Mier, donde


se encuentra e s m e r a d a m e n t e asistido. A los demás enemigos
se les hizo dispersar tranquilamente. Hubo 53 muertos del
enemigo, 4 nuestros y 16 heridos de cada p a n e . Se recobraron
76 fusiles, 2 cañones, 2 pedreros, 100 fornituras, 6.000 tiros de
fusil, 8 cartuchos de cañón, 72 tarros de metralla, 3 cajas de
guerra, 5 barretas, 1 corneta, 25 caballos y 16 lanzas y otras
cosas de que el pueblo se a d u e ñ ó ' ' ] .
En aquella jornada memorable recibió una herida de peligro,
quedando manco de ella, el denodado joven Ramón Santodo-
mingo Vila, herida que tiene dos caracteres a cual más sublime:
el que le imprime el valor y el de la filantropía, pues la recibió
por salvar a los vencidos de la matanza. [Santodomingo se inter-
puso para que los soldados no remataran con bayoneta a unos
heridos, recibiendo él una cortada fuerte en una pierna].
El 9 de diciembre de 1859 terminó gloriosamente en Barran-
quilla la lucha emprendida con tanto entusiasmo como decisión
el memorable 26 de julio. Cuatro meses catorce días bastaron
para derrocar un gobierno estatal establecido, asegurado y pro-
tegido por el de la Confederación.

Nieto contra Ospina

[Al presidente Ospina no le quedó otra salida que reconocer


el gobierno de Nieto, no sólo por los triunfos militares de éste,
sino porque se había legalizado. La Asamblea estatal constitu-
yente, instalada en Cartagena el 16 de diciembre de 1859,
expidió una nueva Constitución de Bolívar el 12 de enero de
1860, la segunda en poco más de dos años; promovió a Nieto a
general; y lo nombró el mismo día primer presidente del Estado
Soberano, hasta el lo. de enero de 1861, cuando debía entregar el
cargo a quien fuese escogido popularmente en las siguientes elec-
ciones de noviembre, por cuatro años más (será el mismo Nieto).
Por todo ello, el comisionado enviado por Ospina en esos dias, el
expresidente y general Pedro Alcántara Herrán, tuvo que con-
venir en el reconocimiento de los hechos, reabrir los puertos
sobre el Atlántico, y viajar a Bogotá sin mayor dilación. Pero
Ospina seguía molestando y completando contra Nieto. Para
comenzar, le ordenó al presidente de Bolívar que desarmara
los bongos de guerra que tenía en el río Magdalena; Nieto se
negó a hacerlo. Luego Ospina se manruvo en contacto con Calvo
TEORÍA DEL CAUDILLISMO 147B

Estos dos importantes años de la vida de Nieto son los pri-


meros de su recorrido de caudillo. Él mismo lo declaró en su
Bosquejo, que así había sido nombrado por sus compañeros de
golpe y después confirmado por el voto popular. ¿Qué sentido
tenía este paso? ¿Se llenaba en esta forma un vacío político?
¿Cuál era la función del caudillismo en aquella época naciente
de nuestra formación social nacional?

Indiqué de paso, en capítulo anterior (2B), que el caudi-


[A] "o cumplía la importante función integradora regional
o nacional de trascender los inteteses económicos y políti-
cos de facciones y gamonales (caciques) locales. La situación fue
fácil d e ver en 1840, al momento de irrumpir en la atención
nacional el general Francisco Javier Carmona, el Supremo del
Ejército Unido de los Estados Federales de la Costa. Carmona
era el caudillo costeño de los federalistas (liberales), y con él o
bajo su dirección actuaron concertadamente gamonales o jefes
provinciales como J u a n J o s é Nieto (Cartagena), Francisco
Martínez Troncoso (Mompox), Ramón Antigüedad (Barran-
quilla), Agapito Tabarees (Ciénaga), Joaquín Ríaseos (Santa
Marta) y muchos otros en diversos pueblos. Si Carmona hubiera
tenido éxito en sus intentos de independizar la Costa, de esta
estructura gamonaiesca habrían salido las bases para integrar el
nuevo país costeño. De todos modos, a la derrota de éstos,
resultaron puestas las bases nacionales del partido liberal,
federalista, anticlerical y libertario de la Costa, que siguió
presente en las luchas por el poder político, dentro del contexto
formal de las Constituciones y las leyes, esto es, con tendencias
civilistas y antimilitares.
Carmona reunió tras si grupos disímiles desde el punto de
vista económico y político: terratenientes y comerciantes;
aparceros y artesanos; vecinos e indios, a u n q u e el sentido de su
acción guerrera fue favorecer el desarrollo de la burguesía
comercial que entonces dominaba en los puertos costeños.
Carmona era un terrateniente, pero su acción no parecía

Cartagena, para colgarlo en el Museo Histórico. El cuadro usado para


nuestra portada es el restaurado en 1974. que muestra al general Nieto
con sus facciones mestizas o cetrino-trigueñas. Relegado entonces al
depósito del Palacio de la Inquisición, este cuadro se encuentra hoy de
nuevo colocado en los salones públicos del mismo palacio, sujeto a una
discusión académica y artística sobre las verdaderas facciones del
caudillo.
148A EL CAUDILLO

y otros jefes rebeldes para atacar al nuevo gobierno del Estado


y, por último, indujo a dos cabecillas nohacheros (Antonio
Miramón y J o s é de J e s ú s Vieco) para que se rebelaran contra el
gobierno del Estado del Magdalena, aliado de Nieto, y atacaran
y ocuparan a Santa Marta.
La llegada casi simultánea desde Paris del afamado dirigen-
te conservador caucano Julio Arboleda a esta ciudad, para
apoyar a Ospina, creó una nueva situación de guerra en la Costa
en la cual tuvieron que intervenir las milicias bolivianas. Según
el artículo 23 de la nueva Constitución de Bolívar, el presidente
estatal podía dirigir las operaciones militares en el Estado, pero
no mandar la fuerza en persona. Así, Nieto se preparó para
proceder en dos sentidos: separar a Bolívar de la Confederación
Granadina, con el consecuente enfrentamiento bélico con el
presidente Ospina y el gobierno central; y entregar el mando del
ejército estatal al coronel Fernando Sánchez para ir a rescatar
a Santa Marta de las manos de Arboleda.
Nieto recibió una nota, fechada el 18 de abril, del gober-
nador del Estado Soberano del Cauca —uno de los cuatro
mandatarios estatales que habían protestado contra Ospina y
el Congreso centralista (los otros eran de Bolívar, Magdalena y
Santander)— en la cual le informaba sobre sus intenciones
separatistas. Ocurre así otra ironía histórica en la vida de Nieto:
el gobernador del Cauca en ese entonces era nadie menos que
su antiguo enemigo de 1841 y 1854, el general Tomás Cipriano
de Mosquera. El conflicto con el presidente Ospina, suscitado
en buena parte por él mismo, ¡iría a aliar a Nieto con Mosquera,
y a convertir a éste en liberal! Nieto se aprestaba a defenderse.
Mosquera, con su habitual arrogancia, ya amenazaba al gobier-
no central con asumir la "soberanía p o p u l a r " y que el Cauca,
"sabiendo lo que es y con la conciencia de lo que puede, no
continuará haciendo parte de la Confederación''. Medio arrinco-
nado por el conflicto inminente, Nieto había contestado a
Mosquera ofreciéndole respaldo contra Ospina: era otro trente
que se abría, que quitaba presión sobre los estados de la Costa,
Impulsado en esta forma, el gobernador del Cauca dictó enton-
ces su decreto del 8 de mayo de 1860 desconociendo formalmen-
te al gobierno central. Comenzaba la guerra civil de 1860-1862].
La Asamblea constituyente de Bolívar, bajo la presidencia
de Antonio Benedetti, Miguel A. Vives y J o s é Araújo, dictó la
ley de 11 de junio de 1860 por la cual declaraba que el gobierno
general de la Confederación había conculcado la Constitución
TEORÍA DEL CAUDILLISMO 148B

dirigida a reivindicar pisoteados intereses latifundistas —como


ocurrió con caudillos de otros países— porque los propietarios
d e tierras de la región no se sentían desprotegidos. Al contrario,
muchos de ellos estaban vinculados por familia a los comercian-
tes de las ciudades que dominaban entonces la formación social.
De manera convergente, el triunfo de los enemigos de Carmona
(Herrán y Mosquera) en aquella guerra de 1840, no impuso
tampoco ninguna política latifundista caucana, sino la apertura
nacional a la política del libre cambio. La familia Mosquera
empezaba ella misma a desarrollar empresas comerciales y de
fomento regional (caminos, ferrocanles, minas, etc.) que no
resultaban incompatibles con sus tradicionales haciendas.
En el caso de Nieto, se observa una función integradora
semejante a nivel regional, aunque en este caso quedaran más
transparentes que con Carmona los intereses de clase que lo
movieron a actuar. No eran los de la tradicional burguesía
cartagenera, ni tampoco los de los derrotados artesanos de la
ciudad: como lo he dicho, eran los de una nueva burguesía que
se había formado en provincias con el negocio de la producción
y venta del tabaco. Esta nueva clase social no se consideraba
suficientemente representada ni defendida en los círculos de la
capital del Estado. En búsqueda del poder, aquella burguesía
provinciana empujó literalmente a los líderes regionales de la
oposición política (liberales en este caso) y los comprometió. Vio
en Nieto a la persona capaz de dirigir la revolución, no sólo por
su experiencia administrativa anterior sino por su rango intelec-
tual y experiencia castrense. De allí que se llenaran en Nieto
varios requisitos del caudillo: carisma, cultura, autoridad polí-
tica y definición militar, y por eso fue nombrado así —con ese
preciso término— por la junta revolucionaria de 1859.
Se puede decir que, en este sentido, el general Nieto fue
manipulado por la burguesía tabacalera de las sabanas de Bolí-
var. Y esta manipulación resultó evidente cuando, al cabo de
cuatro años, Nieto no se prestó más a aquella maniobra, preten-
dió favorecer desde el poder otra vez a los grupos cartageneros
de quienes había recibido anteriormente su mandato, y quiso
imponer un sucesor de su confianza, de la misma tendencia, a
través de las urnas electorales. Entonces los tabacaleros de las
sabanas (y otros grupos) organizaron la revuelta militar que lo
tumbó en 1864, encabezada por gamonales-militares autofor-
mados que eran de la propia subregion, como lo veremos en el
próximo capítulo.
149A EL CAUDILLO

federal de 22 de mayo de 1858, y me autorizaba a declarar la


separación de Bolívar una vez puesto de acuerdo con dos o más
Estados.
Para el que veía venir la tormenta sin que pudiera conjurar-
la, podrá juzgar en qué dificultad se ponía al gobierno de
Bolívar para llevar a cabo la separación. Legalmente hablando,
sólo el Estado del Cauca era con el que se podía contar, pues el
Magdalena continuaba dudoso y Santander no se explicaba.
Sin embargo, me preparaba a dar el golpe. Yo había ofrecido
al ciudadano general Mosquera no abandonarlo en la empresa,
y ya él había dictado el decreto del 8 de mayo. No había, pues,
más remedio que cumplir mi palabra como hombre y como
patriota.
Redactóse entonces el decreto del 3 de julio que ordena la
separación de Bolívar de la Confederación Granadina, apoyán-
dose para suplir el déficit del otro Estado para completar dos
fuera del de Bolívar, con las buenas disposiciones de los de
Magdalena y Santander. No quise participar a ninguno mi
proyecto porque estaba seguro no lo habrían aprobado por
temor de un compromiso.
Por eso reservé mi decreto hasta la hora de la publicación,
para que fuese con la mayor solemnidad. Tuvo lugar a las cuatro
de la tarde del mismo día 3 de julio. Yo me encontraba en la
tribuna del gabinete de mi despacho cuando se dio la primera
lectura al decreto. Quería ver por mí mismo la impresión que
causaba. Apenas se concluyó la lectura, que una explosión de
aplauso popular lo saludó como un acto de redención.
Yo dije entonces para mí: Bueno, estoy contento. Lo único
que me interesa es la aprobación de ese pueblo, que es el que
se sacrifica, el que sufre, el que pelea, el que m u e r e . ¡Adelante!
Pero si el entusiasmo del pueblo fue grande con la publica-
ción del decreto del 3 de julio, por el contrario, fue muy diferente
la impresión que causara a la gente conservera y a algunos
federales meticulosos.
[El más importante de estos federales era el general J u a n
Antonio Gutiérrez de Piñeres —de la familia de los proceres
momposinos, a quien vimos actuando ambiguamente durante
la guerra de 1841—, quien ocupaba el cargo de inspector de la
fuerza pública municipal de Bolívar, por nombramiento de
Ospina. Nieto lo conminó en esos días a acatar la ley estatal del
11 de junio, y el decreto del 3 de julio. Pifleres contestó desa-
fiante que llenaría sus deberes como agente del gobierno
Cartagena. Desde este halcón del palacio. Nieto decretó la guerra con-
tra el gobierno de Ospina R o d r i g u e : (1860).
150A EL CAUDILLO

general. Ante la insistencia de Nieto, quien consideraba su


cargo como " i n t r u s e e innecesario", Piñeres replicó tunoso que
"preferir la guerra a la paz, es preferir el desorden al o r d e n " y
que la situación de Nueva Gtanada le recordaba el trastornado
imperio romano cuando "cada parcialidad quiso formar sección
aparte por amparar la mezquina ambición de algunos mandari-
nes, de los que sólo aspiran a su personal e n g r a n d e c i m i e n t o " . Y
añadió en mayúsculas una cita del Libertador Bolívar sobre la
América ingobernable que, en las circunstancias personales de
Nieto como trigueño-cetrino resultaba hiriente: " Q u e estos
países caerían en manos de la multitud desenfrenada, para
después pasar a TIRANUELOS CASI IMPERCEPTIBLES DE
TODOS COLORES Y R A Z A S " ] .
No dejaba esto de causar alguna dificultad a la marcha del
gobierno, aunque fuese por la influencia moral que se trataba
de ejercer en la opinión. Poco después llegaron a la Costa dos
noticias alarmantes: la derrota de las fuerzas revolucionarias
de Santander en El Oratorio, derrota que el presidente Ospina
creyó decisiva en su delirante vanidad; y la esponsión de
Manizales celebrada por el ciudadano general Mosquera con el
jefe de los centralistas de Antioquia. Muy pocos patriotas
quedamos en pie con la fe en el corazón. Pero pasó la primera
impresión y se despejó el horizonte, por el avance de nuestras
tropas contra Santa Marta y Julio Arboleda.
Por eso, el 10 de septiembre de 1860 firmé el "Tratado de
Unión y confederación de los Estados del Cauca y Bolívar" con
enviados plenipotenciarios del general Mosquera, mediante el
cual quedaba organizado el gobierno provisional de una nueva
república llamada Estados Unidos de la Nueva Granada, con
Mosquera como primer designado, yo como segundo designado
y J o s é María Obando como tercer designado; y acordamos que,
una vez ganada la guerra, se celebraría una Convención en
Cartagena para escribir la nueva Constitución Nacional.
El 26 del mismo mes salí de Cartagena para la Ciénaga
[Magdalena], donde llegué el 29 por la tatde. Un escritor ha
dicho con tal motivo " q u e si no me recibieron como a un dios,
me recibieron más que a un h o m b r e " . Al día siguiente tuvimos
junta de guerra. A las doce del mismo día ya se notaba que ha-
bía orden en el ejército: los cuerpos empezaron a ocurrir a los
cuarteles y a asistir a la instrucción. Pocas horas bastaron para
revivir la confianza. "Yo había resucitado un m u e r t o ' ' , me dije-
ron algunos.
TEORÍA DEL CAUDILLISMO 150B

Que Nieto llegó a set un auténtico caudillo y no un caudillejo


provincial ni un simple gamonal o cacique, a pesar de su someti-
miento a los procedimientos legales y al ' 'veredicto popular'', lo
demuestran sus campañas militares, y el control que tuvo de
toda la Costa caribe colombiana. La guerra civil de 1860-1862 lo
llevó a actuar desde el Magdalena hasta Antioquia. Se enfrentó
a otros caudillos auténticos como Julio Arboleda, Joaquín Posa-
da Gutiérrez y Emigdio Briceño, y los batió sucesivamente. Se
declaró presidente de la república. Túvolos devaneos usuales
con la notoriedad y el boato, y se enamoró del poder. Pero ocu-
rrieron en su personalidad ciertas características, como la civili-
dad, la tolerancia y el republicanismo, que lo separaron y distin-
guieron de otros jefes de la época, hasta el punto de poder
decirse de él que fue un caudillo-anticaudillo. En el próximo
capitulo veremos el porqué de esta situación y sus consecuen-
cias teóricas y prácticas. Conviene ahora aclarar suficientemente
lo que concierne al concepto general de caudillismo, que es el
asunto central del capítulo 6A.

1. En primer lugar, el caudillismo era un tipo particular de


[B] autoritarismo, inspirado en las teorías de la racionalidad
dominantes en la época, que llenó el vacio político dejado
por el desplazamiento de los mandatarios virreinales. Obedecía
a la necesidad de gobernar en condiciones en las cuales las re-
glas del juego político no estaban claras, ni una vez dadas,
respetadas. Respondía a una situación de autoridad más que de
convicción, a la creencia de aquella época de que los mecanis-
mos democráticos adoptados en teoría no podían funcionar a
cabalidad en la práctica. Si se deseaba alcanzar las metas de la
felicidad y progreso públicos, decían, esto no podía hacerse sino
por imposición desde arriba, con mano fuerte a veces, sobre un
pueblo ignaro que permanecía, en su mayoría, marginado de los
conflictos ideológicos y de las guerras reales —sólo consciente
de su "patria chica" y las necesidades vitales— y que, por lo
mismo, no podía aspirar a llenar él mismo el vacío político exis-
tente. Esto último, evidentemente, habría llevado a una verda-
dera revolución social en el país, si se hubiera realizado.
Por el contrario, los caudillos pensaban que mientras más
tiempo se mantuvieran en el poder, con maniobras eleccionarias
o demagógicas o a la fuerza, mejor resultaría para el desarrollo
material (por lo menos) de la colectividad. Por esta razón, el
caudillo era, por regla general, un militar de prestigio (de pre-
151A EL CAUDILLO

Iba a salir entonces para Mompox y El Banco cuando me


llegaron unas proposiciones de Julio Arboleda, escritas en in-
glés >• entregadas por el comandante de la fragata de guerra
británica Cadmus, que había estado en Santa M a n a con él.
Decían así:
la. Que se entreguen las armas.
Contestación: Que vengan a tomarlas (recordé lo que dijo
Leónidas a Jerjes).
2a. Que se sometan a juicio los cabecillas.
Contestación: Consecuencia del resultado de la primera.
3a. Indulto genetal.
Contestación: ídem, ídem.
4a. Que se permita seguir y permanecer en Cartagena una
guarnición del gobierno legitimo de la Confederación.
Contestación: Que nadie se lo impide.
[Arboleda no pudo resistir la ofensiva de las tropas del coro-
nel Sánchez y huyó de Santa Marta por mar, enfermo del estó-
mago, el 14 de diciembre de 1860. El caudillo caucano pasará
por Panamá y reaparecerá cinco meses más tarde en el sur del
país, frente a Mosquera, a quien batirá varias veces, hasta
cuando Arboleda cae asesinado en Berruecos (Nanño), el 13 de
noviembre de 1862. Mientras tanto, Nieto se aprestaba a orga-
nizar otra división del ejército de Bolívar para enfrentarla a otro
general ospinista de origen venezolano, Emigdio Briceño, quien
descendía hacia El Banco desde Ocaña por el rio, y por tierra
con tropas desplazadas desde Chinguaná),
El 30 de septiembre salí de la Ciénaga para Barranquilla, y
de allí partí inmediatamente a El Banco. La misma noche que
llegué a Mompox vino la noticia de la aparición de enemigos
(guerrilleros) en Guamal. Como había llegado yo con ochenta
hombres de mi guardia, el gobernador de Mompox envió allí
una pequeña expedición

A Agustín y a mí nos había llegado noticia de nues-


tros amigos los Benavides de Palomino, de que se
estaba organizando allí una guerrilla conservadora para
pelear por la Confederación y contta el general Nieto y
su gente liberal; pero a la hora de la verdad era para
defender las propiedades de unos godos ricos de Mom-
pox que se sentían amenazados. La mandaba Lorenzo
Betancourt, un agricultor como los otros, apoyado por
el zapatero Cayetano Martínez y su hi|o el tinterillo
E l caudillo Julio Arboleda, derrotado ñor Nieto en Santa M a r t a (1860).
152A EL CAUDILLO

J u a n , quien actuaba de secretario, pues ni Lorenzo ni


Cayetano sabían leer ni escribir. Yo muy bien los recor-
daba: eran tres cachacos casi ignorantes nacidos en
Simafla [distrito de Ocaña], pero vivían en Palomino y
Cañonegro desde hacía años.
Esta era una guerrilla que se fue conviniendo en
bandoleros por falta de ideas políticas claras. Hizo
bastante daño hasta cuando se le enfrentó el general
" B a l i t a " [Manuel Martínez, de San Antero] e incendió
a Cañonegro. Al agarrar a los Martínez en Aguachica,
éstos hicieron una declaración en el juzgado, que se
publicó en Mompox poco después de que los fusilaran
con licencia del general Nieto, eran tantas las barbari-
dades y crueldades que habían llegado a hacer sin
sentido. Aquí está una copia de esa declaración, que se
salvó del comején y la polilla con la naftalina de mi boti-
ca, junto con otros papeles. Oigan lo que decía el
tinterillo J u a n sobre el comienzo y desarrollo de la
guerrilla goda de Palomino:
" E s t a n d o quieto y pacífico en Cañonegro, se apare-
ció Severo Mesa [propietario de tierras y casas en
Mompox, amenazado de expropiación por ser conserva-
dor] manifestándome que ya las fuerzas del gobierno
de la Confederación obraban sobre Ocaña al mando del
general Briceño y que por agua se aguardaba una floti-
lla. Que Mesa tenía dispuestos 200 pesos para ayudar
al que se pusiera al frente, en los gastos, para un pro-
nunciamiento. Que dos casas que tenía de valor de seis
mil pesos las tenía al perderlas.
" P a r a hacer el pronunciamiento que tuvo lugar en
Palomino [en noviembre de 1860], dio Lino González
400 tiros de fusil y 100 piedras de chispa, y Venancio
Castaño dos chopos, un barril de pólvora y 50 barras de
plomo. Se declaró, pues, el pronunciamiento a cuya
cabeza se puso Lorenzo Betancourt.
"Habiendo tenido noticia por unas mujeres que el
señor Abelardo Covilla [gamonal liberal] estaba en
Pinillos con un piquete de 20 ó 30 hombres con el objeto
de cobrar donativos entre Pinillos y Palomino, inmedia-
tamente nombró Betancourt 30 hombres, 21 machete-
ros y 9 fusileros que servían de bogas, y siguió a Pim-
Diploma de nombramiento de alférez hecho p o r el g e n e r a l Nieto a
Leopoldo Ribón Mier. de Mompox (1862). (Colección del autor).

V %\ -K V t 'X- S%

^>NN V V
V
:V

ESTADOS UNIDOS DE COLOMBIA.


E S T A D O S O S K B 4 H O B B HOMVAJl.

<Sl Prtsibtnk ílel ístaío.

.•hendiendo u he méritos i serciciosdsl dCUZtw - ¿ ¿ ¿ ^ * . - S X ¿Otk¿L *¿ífí* i eirítid de mis fucilad,:*


constitucionales, ít fatuto a Uest conferirle * / £ . ^ m ( Í ¿ C * s t í - é g t f á Z n * . j : ¿ ¿ - ¿ C s * & £ - e ¿ ~ > A ¿ ^ j B ¿ í £ L , e * ~ —
J ^¿*c ^**¿.~¿¿-*jnj ^j£,y , * £ ¿ j ^ ¿ ¿ J *¿¡£&4**t~ x¿v^*.*^S- *~oA*.-<^.:***£*&z^j*~.f**c.' ¿e**í%.s,—__>*.—,—~———.—-.—.

P o r tanto ordena i mando al Je/e a quien corresponda to ponga en posesión del referido'empleo, i que se tome razón de
este, despacito para el abono del sueldo que está señalado por ia tei. ' , .„ * \ . ' » ¡
Dado, firmado de mi mano, sellado con el sello del PadepEjétufhd, tr-é>fiiE}iH'aíhSpor el Secretario jeneral de Estado en
Vartajena. capital del Estado a f de s ^ & s * ? * de 1 8 6 ^ v

<yt¡»~*w/ (••^fM^Stis\f-&^s>^ta%^'

X^-
153A EL CAUDILLO

líos con mi padre Cayetano y el segundo jefe (Braulio


Beleño).
"Atacada la fuerza de Covilla en Pinillos, obtuvo el
primer triunfo, quedando un herido de parte y parte.
Dispuso Betancourt recoger las armas que hubiese en
el playón, y para el efecto nombró tres comisiones: a
Beleño para el territorio de Palomino; a mi padre y a mí
para Cañonegro y Palito; y él (Betancourt) para el río
de Caldera hasta el caño de Sampuma. A los tres días
llegamos otra vez a Palomino y se reunieron 62 armas
de fuego. Con el producto de una suscripción en Palo-
mino se compró una regular cantidad de pólvora en las
Boquillas, en casa del señor Carmen Rivera.
" E s t a n d o Betancourt en Cañonegro, llegó un posta y
le entregó una carta que le mandaban de Mompox, que
yo leí, donde le decían que se pusiese en camino para
Majagual, pues había salido una comisión liberal con el
señor Manuel Berrío Trueco, en busca de dinero y
a r m a s . Betancourt partió para Palomino e inmediata-
mente se movió con su fuerza y emprendió la marcha de
noche para no perder tiempo. A los dos días llegaron a
Majagual (domingo 25 de noviembre de 1860, por la
mañana) y Betancourt dispuso atacar. Berrío se atrin-
cheró en las paredes de la iglesia y allí hicieron resis-
tencia hasta las cuatro de la tarde cuando Betancourt
le mandó una comunicación para que se rindiera.
Berrío aceptó las condiciones, que eran: que él entre-
gaba armas, municiones y pertrechos y le sería salvada
la vida a él y a toda su tropa. Así se hizo. Después nos
volvimos a Palomino".

Ya en Mompox, destiné al mayor J o s é María Mendoza Lla-


nos como jefe de la expedición a El Banco, con 50 hombres del
batallón Bajo Magdalena. Le ordené a Mendoza Llanos no salir
a buscar y batir al enemigo fuera del recinto de El Banco,
cualquiera fuese la probabilidad que tuviese de un triunfo. Esta
orden se cumplió estrictamente, y eso fue razón de la victona.
Poco después, ya de vuelta en Barranquilla, recibí la noticia de
la derrota del general Briceño por el coronel Mendoza Llanos
—fue cuestión de horas— que ruvo lugar el 11 de diciembre.
Fue entonces que quedó fijada la suerte de los Estados de la
costa y acaso de la Confederación.
Vista g e n e r a l de Pinillos. desde el brazo de Loba.
154A EL CAUDILLO

[En este combate de El Banco, las mujeres banqueñas cola-


boraron "llevando a los soldados las municiones, el alimento y
el agua que faltaban". Se hicieron trincheras resguardadas con
barricadas de pacas de algodón, otras de vastago de plátano y
tierra, y aparecieron armas inventadas allí mismo, como unas
granadas de barro que se hicieron llenando de munición y
tapando vasijas de la cerámica de San Martín de Loba y J u a n a
Sánchez. Un soldado alocado se paraba sobre las pacas en pleno
tiroteo y empezaba a hacer unas morisquetas tan graciosas que
hasta los enemigos dejaban de disparar y se echaban a reír; lo
hizo varias veces hasta cuando le pasó una bala pot la oreja que
lo dejó zurumbático, pero ya los enemigos se estaban retirando].
Pero al mismo tiempo recibo parte de estar interceptada por
la guerrilla la vía del río Magdalena para poder pasar de Mom-
pox, pues el bandido Betancourt, después de haber asesinado
cobardemente a algunos soldados del Glorioso, había sorpren-
dido aquella ciudad, cuya poca guarnición se vio precisada a
encerrarse en el cuartel a esperar auxilio de El Banco. Los pa-
triotas Julián Ponce y Abelardo Covilla (ya nombrado alcalde de
Mompox) volaron a aquel punto.

Sigue diciendo el tinterillo y guerrillero J u a n Martí-


nez en su declaración:
"Al llegar Betancourt a Tierra Firme [al noroeste de
Mompox] supo por familias amigas que iba fuerza para
la Rinconada, por el río. Hubo combate allí y se tomaron
14 prisioneros que fueron mandados fusilar, y así lo
hizo mi padre Cayetano con otros compañeros; los que
quedaron con vida fueron concluidos a machete, con
excepción de uno que era hermano de un amigo nuestro.
"Otros que bajaban trataron de salvarse en una isla
de la parte de arriba de San Zenón. Al buscarlos se
encontraron tres individuos que mandamos presos a
San Fernando a disposición del alcalde de allí, quien
estaba en relación con Betancourt. Allí éste supo que a
uno de ellos nombraban el Principe del Batallón Glorio-
so y de quien se tuvieron informes muy malos. Betan-
court dispuso fuese fusilado y asi se hizo. Los otros dos
se dejaron allí presos y más tarde se supo habían sido
puestos en libertad por el alcalde.
" E n San Fernando tuvimos noticia por posta que
ahora si era tiempo de atacar a Mompox que se hallaba
El Banco. Plaza defendida por M e n d o z a Llanos en 1860. (En el centro,
m o n u m e n t o a La H u m a r e d a ) .
155A EL CAUDILLO

sin fuerzas, pues las que había se componían de los


blanquitos que dormían en el cuartel y a las seis de la
mañana se iban para sus casas.
"Con 150 de fusil y como 100 de machete, persuadido
de que tenía mayor número que el enemigo, Betancourt
resolvió la marcha a Mompox, el sábado 15 de diciem-
bre de 1860. Al llegar al pajar de los Amadores nos la
pasamos haciendo cartuchos toda la noche con una
arroba de pólvora que nos vendió Saturnino Vides, el
teniente del Parque. Ya todo el barrio de abajo sabía
nuestra permanencia, pero no nos divulgaron.
"A las cinco de la mañana del domingo 16 se ordenó
atacar por la calle del Medio, la de Atrás y la albarrada.
La fuerza enemiga se concentró en el cuartel [El Cole-
gio], y pensamos que se rendirían acosados por el
hambre. Los rodeamos hasta el lunes 17 cuando se
resolvió enviar, con los presbíteros de la ciudad, un
parlamento para que se rindieran. Se rechazó y ataca-
mos por la noche. Pero entonces aparecieron las fuerzas
liberales de El Banco y nos retiramos a Tierra Firme y
después a Cañonegro. Severo Mesa, el que nos inició
en todo, huyó para Ocaña a protegerse con el ejército
del general Briceño'',

Digna de toda alabanza fue la conducta de los coroneles


J u a n Rives, Elias González y otros como el ya mayor J o s é de las
Nieves de León [el cabo músico del 26 de julio de 1859], que se
fortificaron en el cuartel de Mompox. Los bandidos, ya merma-
dos en 19 que murieron allí, habían hecho fuego en el paso de
San Zenón a un vapor creyendo que yo iba en él.
Despejado ya el río, subí a El Banco a felicitar a aquellos
valientes patriotas. Hice nuevos arreglos en la administración
y volví a bajar después de dejar instrucciones a Antonio Gonzá-
lez Carazo, ahora gobernador de Mompox, para perseguir al
general Briceño con 200 hombres. Este fue al fin preso en Ocaña
el 23 de febrero de 1861 con toda su gente, inclusos jefes y
oficiales. [Y su comandante de la flotilla con las fuerzas sutiles,
Ciriaco Galluzo, fue encontrado sepultado hasta las tetillas en el
barro de un playón cerca del Peñón de Morillo, por los 300
cienagueros de la flotilla de Bolívar que iban comandados por el
coronel J o s é Sebastián Samudio].
Mompox. Calle Real del Medio, p o r donde entró la guerrilla de Betan-
court en 1860.

V
i ;;
:--:
tt
r

« Tfc l •
^pr • J |
156A EL CAUDILLO

Nieto, presidente de la Unión

[El general Nieto había sido elegido presidente constitucio-


nal del Estado de Bolívar por el voto popular en las elecciones
de noviembre de 1860. ¡Hubo 11.001 votos a su favor sobre
11.074 electores! El escrutinio lo practicó la Asamblea legisla-
tiva el 13 de diciembre, proclamándolo para el periodo de cuatro
años que principiaba el lo. de enero de 1861. Afirmado en su
poder regional, Nieto podía hacer entonces un rápido balance de
la situación nacional y tomar nuevas decisiones. Fin efecto: los
generales gobiernistas Julio Arboleda y Emigdio Briceño ha-
bían sido totalmente batidos por las tuerzas de Bolívar; y Ospi-
na, tambaleante, se asomaba ya a la terminación de su periodo
presidencial sin haber conseguido reunir el Congreso para que
confirmara la elección de Arboleda como su sucesor en el cargo.
El Estado Soberano del Magdalena quedó prácticamente ane-
xado al de Bolívar, y en las manos de Nieto estaba el inmenso
territorio comprendido desde la península de la Guajira hasta el
golfo de Urabá y p a n e s de Antioquia y Santander. El general
Mosquera avanzaba lentamente con su ejército por Guaduas
hacia la sabana de Bogotá y dependía de los recursos que le
enviaran de la Costa. Los cónsules extranjeros que vivían en los
tres puertos principales del Caribe planteaban incesantes pro-
blemas y exigencias; y el manejo de aduanas e intendencias
nacionales, tan básico para obtener dineros para el fisco, había
quedado al garete. Alguien debía responsabilizarse del conjunto
y poner orden en las cosas].
Bajea Barranquilla. Y tocándose algunas dificultades en las
relaciones internacionales de los dos Estados de Bolívar y Mag-
dalena, no teniendo paradero fijo el designado para ejercer el
poder ejecutivo, general Mosquera, y oyendo la opinión de los
buenos patriotas el 25 de enero de 1861 me encargué del gobier-
no de la Confederación como designado de conformidad con el
Tratado de Unión celebrado en Cartagena el 10 de septiembre
de 1860 entre el Estado de Bolívar y el del Cauca,
El decreto, fuera de los considerandos, decía asi:

J u a n J o s é Nieto. General de las Milicias d e l Estado


Soberano de Bolívar,
de acuerdo con la unánime opinión de los ciudadanos más ilus-
trados y patriotas de ambos Estados de Bolívar y Magdalena,
resuelvo y
t i p r e s i d e n t e Nielo posa en Barranquilla con la banda tricolor, d e s p u é s
de su proclamación el 25 de enero de 1861. (Cuadro de la Academia de
Historia de Cartagena de Indias).
157A EL CAUDILLO

Decreto:

Art. lo. Me declaro desde hoy en ejercicio del Poder Ejecu-


tivo de los Estados Unidos de la Nueva Granada con el título de
"Presidente de la Unión", en cuyo desempeño estaré hasta que
haya constancia oficial de haberse encargado del mismo Poder
el ciudadano Tomás Cipriano de Mosquera, y esté franca la
comunicación de los Estados de la Costa con él,
Art. 2o. Será capital provisional de los Estados Unidos de la
Nueva Granada la ciudad de Cartagena; pero a cualquier otro
punto se podrá trasladar el despacho, según lo demanden las
actuales atenciones del servicio público.
Art. 3o. Para el despacho de los negocios de la competencia
del Poder Ejecutivo de la Unión, habrá, por ahora, solamente
dos Secretarios de Estado, estando a cargo del uno los negocios
de Gobierno y Guerra, y del otro los de Hacienda y Relaciones
Exteriores.
Luego que se haya afianzado la paz interior, se convocará la
Convención de que trata el artículo 7o. del Tratado de Unión.
Comuniqúese y circúlese a quienes corresponda.
Dado en el Cuartel general de Barranquilla, a 25 de enero de
1861. (Fdo.) J u a n J o s é Nieto. El Secretario, M a n u e l Laza Grau.

Ayudado primero por el doctor Eduardo Salazar [magdale-


nense], quien d e s e m p e ñ a b a ambas secretarías y contribuyó a
poner en orden las rentas y otros negocios anexos al Poder Eje-
cutivo nacional; y d e s p u é s , por los doctores Ramón Mercado
[abogado caucano] y Pedro A. Lara [militar del Magdalena] a
quienes nombré Secretarios de Estado, arreglé la Hacienda, el
Gobierno, Relaciones Exteriores y Guerra.
[La ceremonia de posesión del presidente Nieto se realizó
en el salón principal del palacio de la gobernación de Barranqui-
lla, entonces ocupada por su concuñado y compadre J o s é Vicen-
te Mogollón. La esposa de éste, J u a n a Cavero, hermana de
Teresa, y su hija, Anita, confeccionaron la banda tricolor con
cintas de seda obtenidas en el comercio de la ciudad, que rema-
taron elegantemente con una borla de cortina. Al palacio concu-
rrieron todos los cónsules extranjeros con sus esposas y los altos
oficiales y funcionarios del Estado, mientras afuera la guarni-
ción disparaba 21 salvas de artillería. Nieto había dispuesto
posesionarse de civil, con una casaca de paño negro y camisa de
seda blanca con bordados de hilo de oro, encajes en la pechera,
TEORÍA DEL CAUDILLISMO I57B

terencia culto) que podía comandat tropas y manejar las armas


para asegurar la permanencia de su política y de su grupo en el
poder. P a n e de esta capacidad connnuista provenia del conoci-
miento personal que el caudillo tenía de su gente y de su pue-
blo, incluso de manera intima o estableciendo lazos rituales
como los del compadrazgo, la compra de doncellas y la siembra
de hijos en diferentes lugares. El caudillo recibía muchas veces
la adhesión fanática o filial de sus seguidores, como ocurrió con
Nieto, especialmente los de su propia comunidad, porque llega-
ba a encarnar un símbolo o representaba una idea o meta com-
partida que se convertía en sentimiento vivo.
Peculiar era, asimismo, que el caudillo no pudiera transmi-
tir, por él mismo, ni su poder ni su cansina a ningún heredero
escogido, como ocurrió con Nieto. A la violencia de su ascenso
no podía contestarse sino con una violencia mayor para despla-
zarlo del poder, como sucedió también en Cartagena en 1864,
(Cf. Fernando Díaz Díaz, Caudillos y caciques, México, 1973:
Gregorio Sánchez Gómez, Sociología política colombiana. Cali,
1940, 39-45).
2. En segundo lugar, el caudillismo articulaba la acción
político-militar local e integraba los conjuntos regionales y na-
cionales. El verdadero caudillo no se contentaba con el poder
provincial sino que buscaba expandirlo a la nación entera.
Avanzaba lo más que podía con sus eiércitos hacia la capital de
la república. For lo menos en Colombia, el caudillo hacia venia a
principios generales o constitucionales, y quería legitimar su
acción lo antes posible ante el conjunto nacional. Por eso, de
manera aparentemente contradictoria, sus batallas tenían
siempre, como telón de íondo, el escudo y el pabellón del pais.
Cuando proclamaba la independencia, como Mosquera en el
Cauca en 1861, ello no pasaba de ser una treta o una táctica.
3. En tercer lugar, el caudillismo apareció en una época
determinada de nuestra historia y sólo en ella encontró su justi-
ficación: la era del vacío político institucional aludido, cuando
los gobiernos cenitales eran débiles y pobres. Su vigencia corre
desde 1820 hasta 1900 aproximadamente, con cambios consti-
tucionales meramente formales, dictaduras personalistas y
predominio de la violencia para resolver problemas colectivos
("plomo contra papelitos" —bala vs. voto).
El caudillismo clásico se expresó en Colombia, con carac-
teres peculiares nuestros, en generales como Nieto y Mosquera;
Obando y González; Camargo y Vargas Santos; Herrera, Uribe
158A EL CAUDILLO

cuello duro con corbatín negro, reloj de oro con leontina en el


bolsillo del chaleco, y pantalones largos. Así, en los ratos en que
dejaba de jugar con su ahijada Anita, posó con la banda tricolor
presidencial terciada sobre el pecho, para que le hicieran un
retrato al óleo, recordatotio del importante acontecimiento.
(Este debió de set el lienzo enviado a Paris para que fuera
retocado a la manera de un mandatario francés, el mismo que
de retorno, se colocó en los salones del Museo Histórico de
Cartagena, hasta cuando fue retirado en 1974, luego de una
restauración que no fue aprobada por los académicos de la ciu-
dad). Y empezó a dictar decretos para consolidar el mando y
darle fisonomía a su gobierno, y a actuar para levantar nuevos
dineros y materiales para la guerra).
De los productos de los derechos de la aduana de Santa
Marta, o por medio de expropiaciones (hasta de pescado que
hice), envié al valiente y sufrido ejército que m a n d a b a el general
Mosquera, bayetas y otros elementos de que carecía. Saqué
vestuarios y cobijas tanto para la heroica guarnición de El Banco
como para los otros cuerpos que se encontraban en las riberas
del Magdalena. Pero en Santa Marta no había mucho y tuve que
seguir recurriendo a los generosos bolivianos. En un solo tri-
mestre de 1861, el Estado de Bolívar gastó en la guerra la enor-
me suma de 77.000 pesos, cuando la aduana apenas produjo
5.000.
Para calmar a los cónsules expedí como Presidente de la
Unión un decreto el 15 de febrero, disponiendo que los Estados
Unidos de la Nueva Granada continuarían observando estric-
tamente los tratados públicos vigentes. Y por otro que dicté al
día siguiente, ordené combinar todas las fuerzas públicas de los
Estados en un solo conjunto a órdenes del Poder Ejecutivo y
que prestaran el juramento de obediencia y fidelidad al nuevo
gobierno de la Unión.
[Una vez, al salir del palacio en Barranquilla, saludó a Nieto
un pequeño contingente de soldados con el grito '' ¡Viva nuestro
pae el general J u a n J o s é ! " . Al acercarse curioso, el general vio
que eran jóvenes de Baranoa, su pueblo natal, que se alistaban
para seguir a Mompox en los bongos de guerra. Nieto se conmo-
vió ante la situación y les dijo: "Mijos, no busquen la muerte
por aquí. Los servicios que yo presto son suficiente contingente
para mi pueblo. Ustedes quedan licenciados del ejército. Vuél-
vanse a sus casas y salúdenme a los compadres y parientes de
TEORÍA DEL CAUDILLISMO 158B

\ Reyes (en su primera época). En el resto de América fueron


caudillos legendarios Santa-Anna en México, Rosas en Argen-
tina, López en el Paraguay, Carrera en Guatemala, Castilla en el
Perú, Flores en Ecuador, Boyer en Haití, con el caso excepcio-
nal del dictador civil de Chile, Diego Portales. También inclui-
bles: Porfirio Díaz en México y J u a n Vicente Gómez en
Venezuela, como rezagos del siglo pasado en el actual. (Cf.
R. A. Humphreys, "Latín America: The Caudillo Tradition", en
M. Howard, ed., S o l d i e r s a n d G o v e r n m e n t s , Londres, 1957).
Este caudillismo violento y romántico al mismo tiempo,
primario y manejable, se perdió a medida que los partidos polí-
ticos crecieron, se modernizó el Estado, se establecieron ejérci-
tos profesionales y se expandió el capitalismo. Por eso no es
técnicamente correcta la identificación como caudillos que se ha
hecho de personajes importantes del siglo XX como J o r g e Elié-
cer Gaitán, J u a n Perón, Gerulio Vargas, Lázaro Cárdenas y
Francisco Franco, excepto en sentido puramente literario o
figurativo. Estos líderes fueron dirigentes carismáticos, presi-
dentes o dictadores ejecutivos, jefes insignes de colectividad
o de nación, pero no caudillos en el sentido histórico real de esta
palabra. De allí la desorientación que produce el uso actual del
concepto, así sea para reenfocar la realidad política contempo-
ránea o criticarla justificadamente (cf. Mario Laserna, Estado
fuerte o caudillo, Bogotá, 1961).
En resumen: los caudillos tuvieron sus raíces en comunidades
y veredas de provincia y en sociedades agrarias tradicionales.
Pertenecieron al pasado americano. Surgieron de los restos del
orden señorial o se acomodaron en sus intersticios. Colaboraron
en el nacimiento de la formación social nacional en la etapa de
lanzamiento del modo de producción campesino, en el siglo
XIX. Su vigencia histórica, en fin, resulta circunscrita a un pe-
riodo específico en la conformación de nuestras nacionalidades.
El que sobrevivan mecanismos caudillescos en nuestra
estructura social actual, o que recuerden a los caudillos de
antaño, es un problema distinto. Debemos admitir que el con-
texto económico y político se ha modificado profundamente
desde comienzos del presente siglo en casi todos los países de
América Latina y que en este contexto los dirigentes políticos y
militares también han cambiado de funciones. Sólo se observa
una constante en las bases de la formación social: la supervi-
vencia de los gamonales o caciques como elementos de control
159A EL CAUDILLO

Baranoa. No se olviden de llevar raciones suficientes para el


viaje. Hablen con el intendente del ejétcito''],
En el curso de las operaciones que siguieron, fueron para mí
muy frecuentes aquellos viajes hechos por caños y ciénagas en
el rigor del invierno, a la intemperie y con todas las molestias
consiguientes a aquella clase de navegación en canoas [como los
mosquitos y jejenes de todas clases que se venían en enjambre,
y las mariapalitos a las que, de manera singular, ahuyentaban
las luciérnagas cuando se acercaban a la canoa del general, para
retirarse luego a la ribera y recubrir los matorrales con su incan-
descente capa]. De esta manera regresé a Mompox poco des-
pués, para revisar la marcha de las tropas y la lucha contra la
guerrilla.

Pero la guerrilla de Betancourt no se había dado pot


vencida, y evadió la persecución que le hicieron las tro-
pas de Nieto, desde Mompox. Así siguió contando el
tinterillo, J u a n Martínez, quien servia de secretario al
comandante, cuando dio su declaración ante el juez de
la villa:
" E n t r e los guerrilleros, que recuerde, estaba un
Rodríguez, hijo del cura Rudecindo Rodríguez, Carlos
A n a s (alias Guazo), el cabo ñato de Tubará, Nicomedcs
Velásquez (alias Soba-la-cocá). Había como 25 de ellos
fuera de cuatro oficiales que partieron para Tamalame-
que por la vía de San Zenón. Por el camino íbamos
haciendo requisas: cueros curtidos, mudas de ropa,
bestias, novillas. Al pasar por Guamal atacamos, pero
nos rechazaron. Esa noche fuimos a dar a Corrahto y
de ahí llegamos a marchas forzadas a C h i n g u a n á , el
22 de febrero de 1861.
"Betancourt me ordenó entonces poner un decreto
exigiendo 300 fuertes, 30 mudas de ropa y 10 arrobas
de sal a los señores Troncoso y al señor Pantaleón
Germán Ribón [dueños de las principales haciendas
cercanas de El Paso, como Calenruras y Las Cabezas].
Fueron a exigir el empréstito mi padre Cayetano con
26 hombres. A los cuatro días regresaron trayendo
todo lo prestado menos 25 pesos que dejó de pagar el
señor Ribón, que era conservador. Los chiriguaneros,
sin orden de Betancourt, fueron a incendiar El Paso. Se
presentó entonces el coronel Salazar [del ejército de
TEORÍA DEL CAUDILLISMO 159B

político local. Allí sí se ha verificado una transmisión casi here-


ditaria, basada en lealtades fraguadas al calor de conflictos
personales específicos anteriores.
Pero la articulación nacional de esos gamonales no se reali-
za más por caudillos ni en el contexto anterior de la señoriali-
dad, sino en el marco de la expansión capitalista y de la institu-
cionahzación de los partidos políticos y de la milicia formal.
Ahora se trata de trabajar con personas, funcionarios estatales
o burócratas actuales o en potencia que se enmarcan en organi-
zaciones partidistas o en cuarteles. Puede haber "votos cauti-
v o s " o soldados en este sentido sin que por ello se pruebe la
existencia de caudillos.
Por una parte, ha crecido la maquinaria del partido, la que
lleva las caudas a votar o abstenerse de votar, la que organiza la
acción intrépida o la acción rebelde o crítica sin que los grandes
jefes se comprometan más en la lucha real en el campo, como lo
hacían antes los viejos caudillos. Esta es la maquinaria política
que actualmente experimenta la grave crisis de la abstención en
Colombia, que ha reducido la vida política real del pais a una
minoría de no más de la tercera parte de la población, esto es, a
un gobierno oligárquico no representativo de las mayorías y, por
lo mismo, sin títulos realmente democráticos.
Pot otra parte, gracias a la profesionalización de la carrera
de las armas, tampoco puede haber ya caudillos militares.
Diciente entre nosotros fue el caso del general Gustavo Rojas
Pinilla: en efecto, como presidente militar autocrático, perdió
apoyo; como político civil, se ganó la más caudalosa adhesión
popular desde los dias de Gaitán. De allí que las intervenciones
militares o golpes de cuartel contemporáneos no se deban a
ninguna aureola caudillista de nadie, sino al peso específico de
los intereses (capitalistas) en juego, con el general, coronel o
sargento a la cabeza que resulte estar de turno con mando de
tropas y disponible para el golpe (cf., Edwm Lieuwen, A r m s a n d
Politics in Latín A m e n c a , New York, 1961).
El pretender ser caudillo hoy, asi en lo político como en lo
militar, resulta por eso en una incongruencia histórica o en el
ridículo. Existen otras avenidas de acceso al poder que son más
eficaces o expeditas que aquella nostálgica apelación al pasado:
son las determinadas por la comunicación de m a s a s , el control
d e recursos económicos y financieros, la efectividad de la mani-
pulación partidista, la decisión personal del aspirante a gobernar
160A EL CAUDILLO

Nieto] y detrotó a Betancourt el 22 de abtil. Este huyó


al monte de Chinguaná con parte de la gente, y yo
también a la tinca de Jerónimo Gómez. Alli supimos
que el coronel Martínez había destruido a Cañonegro.
" E s t e fue el principio del fin de la cuadrilla. Betan-
court se volvió medio loco de tanto estar escondido en
el monte y empezó a dat órdenes de que mataran a unos
y a otros por ser traidores. Teniendo noticia que los
Villafañes estaban pagados para aprehenderlo, y que
so pretexto de venderle unos caballos habían tratado de
engañarlo, ordenó y se llevó a efecto el fusilamiento de
estos dos individuos. Después, supe que Federico
Piñeres había dado muerte a Adolfo Castillo. E) mismo
Betancourt dio la muerte a Padilla y a Francisco Mén-
dez con un machete, mandándolo echar al agua, por
sospechar fuese espía, porque habían ido a buscar
maíz, y tuvo un encuentro con mi padre por causa de un
caballo del que salió herido Betancourt en el brazo
derecho. Y estando mi padre durmiendo, llegó una
comisión de Betancourt para asesinarlo, del que se
escapó milagrosamente. Mi padre y yo decidimos en-
tonces salir a Aguachica, donde nos cogió el teniente
Facundo Rodríguez, también de S i m a ñ a " .
En esta forma se acabó la guerrilla de Lorenzo Betan-
court. Eran ignorantes. No sabían por qué ni para quién
peleaban de verdad verdad. Sólo se decían godos y
bastó una propina de un rico para ponerlos a pelear.
Después, ya en derrota, empezaron a matarse entre
ellos mismos.
Desgraciadamente, esto fue excusa para que Palomi-
no y Pinillos continuaran en pique. La paz se siguió
dañando. Ya nuestros niños empezaban a nacer godos
o mochorocos, según que sus padres hubieran sufrido o
no a mano de los enemigos. No había casi escapatoria.
Quizás el único escape era coger para el monte a traba-
jar, donde no hubiera tanta politiquería ni tanta guerra,
como habíamos hecho por Guataca hacia veinte años
Pero la politiquería se iba extendiendo con nosotros.
como el petróleo sobre el agua.

Al llegar a Mompox, recibí el informe del joven coronel J u a n


Salazar sobre su acción contra la guerrilla en C h m g u a n á , y
MAR CARIBE
SANTA M A R T A
l U d e d i c . 181

Barrarjpffl
i25dtT\,v,M , - . - . • - . . • - .
> •
• . • • ; , • . • , • . , • • , : . . - . . .• . - • . - • • . - .

CARTAGENAJ
(12 de enero. 1862)

lüüi

PANAMÁ
VENEZUELA
ANTIOQUIA
SANTANDER

Carolina
H 6 d e junio, 1861

OCÉANO
PACÍFICO
' CUNDINAMARCA

SEGUNDA C A M P A Ñ A DEL
GENERAL NIETO

Guerra civil de
1860-1862

• Territorio controlado
por Nieto
161 A EL CAUDILLO

una solicitud del directorio liberal revolucionario de Antioquia


por más pertrechos y un jefe. Les mandé los que pude y nombré
al valeroso joven general Ramón Santodomingo Vila para
acompañar con una pequeña fuerza al coronel Libono Mejia y
entrar a ayudar a los liberales de ese Estado, Desgraciadamente
estos jefes fueron derrotados por los godos en la Carolina el 16
de junio de 1861 y ttatados tan mal, que se me fijó la idea de
atacar a Antioquia en firme. Dicté, pues, un decreto declarán-
dole la guerra, el 21 de agosto, y entré por el rio Nechi, por
primera vez en buque de vapor.
Para entonces me había separado ya del ejercicio del Poder
Ejecutivo de la Unión [el 31 de marzo] por tener ya lugar fijo el
ciudadano general Mosquera. Yo le había escrito una c a n a el
12 de marzo para excitarlo a que se declarara Presidente de la
Unión. Así ocurrió, en efecto, y a continuación recibí nombra-
miento de general en jefe del 4o. Ejército de los Estados Unidos
de la Nueva Granada [que después se convirtió en Colombia] y
delegado especial del Poder Ejecutivo Nacional sobre aduanas.
Acepté aquel empleo por puro patriotismo, pues cumplida la
misión de salvar la costa, nada me quedaba por hacer. Pero fal-
taba que resolver el gran problema pendiente alrededor de la
capital de la antigua Confederación, y me resolví.
¡ Honor al gobierno del Cauca! ¡ Honor al gobierno de Bolívar!
Que con ser los primeros en separarse de la Confederación,
afianzaron la soberanía de los Estados. El uno, salvando la
costa, el otro, redimiendo a Cundinamarca y enarbolando triun-
fante en el Capitolio el estandarte de la Regeneración. ¡Honor a
los dos patriarcas de la Federación!
De ese pueblo altivo e inteligente de Bolívar, que jamás
soporta la tiranía sin murmurar, fue que me cupo la honra de ser
caudillo, y a ninguna remuneración he aspirado, sino a dejarlo
contento y satisfecho. ¡Feliz si lo he conseguido!

Así, de esta manera sencilla, ingenua y romántica, concluía


el caudillo costeño su Bosquejo histórico de la revolución. [B]
TEORÍA DEL CAUDILLISMO 16IB

ayudada por el c a n s m a y el talento, la articulación de un progra-


ma convincente de acción, y el impacto de las armas y de la
violencia. Estos factores no son exclusividad de los partidos que
defienden el sistema. Pueden también disponer de ellos los
grupos que lo retan y los de la izquierda política en general.
Las masas colombianas están en busca de líderes meritonos
que representen bien sus aspiraciones, sin caer en brindarles el
culto personal. Estos dirigentes nuevos ya no podrán ser ni
gamonales ni caudillos —apenas p n m u s ínter p a r e s de recono-
cido relieve— sino que responderán a características y necesi-
dades colectivas concretas. Se exigirá de ellos determinadas
pruebas de colaboración en el trabajo con sus compañeros de
dirección, amplitud, desprendimiento, persistencia, altruismo,
seriedad, honestidad, rectitud moral y hasta heroísmo, con una
ideología de cambio radical en búsqueda de la utopía de siem-
pre: la de la justicia social y económica para las grandes masas
trabajadoras.
Es probable que tales líderes de nueva estampa —miembros
distinguidos de equipos y, por lo mismo, relevables— surjan de
las propias bases de la sociedad, en vista de la crisis de dirigen-
cia que sufren los partidos tradicionales. Por lo que se ha podido
observar en los últimos años en Colombia, no hay duda de que
las clases populares sean capaces de producir estos líderes. Los
únicos riesgos principales que pueden correr son los derivados
de la cooptación. Pero ya se sabe mejor cómo desarrollar en
términos propios de clase el principio de la exogénesis de la
conciencia polírica (capítulo 4B),
La práctica es la que da la respuesta. Ella podrá ir indicando
lo más válido y conveniente para resolver los problemas espe-
cíficos de este procedimiento en la dirección de partidos popula-
res, puesto que no se trata de un asunto meramente teórico o
puramente intelectual. (Cf. Adolfo Sánchez Vásquez, Filosofía
de la praxis, México, 1976),
7. APOGEO Y MUERTE DE NIETO

La carta de Nieto a Mosquera del 12 de marzo de 1861, en la


cual aquel excitaba a éste a asumir la presidencia de la nación,
fue recibida por el Supremo Director de la guerra en el Hato de
Córdoba, cerca de Facatativá, ya entrando en firme a la sabana
de Bogotá con su Ejército del Sur.
Mosquera la contestó el 15 de mayo. En su respuesta, decía
que consideraba el acto de Nieto de encargarse del Poder Ejecu-
tivo de la Unión como ' 'patriótico y con el objeto de dominar los
conflictos que comenzaban a aparecer en el Estado del Magda-
l e n a " , y que Nieto se había d e s e m p e ñ a d o tan dignamente que
se sentía satisfecho. Pero en realidad ésta era una carta hipócri-
ta: Mosquera la había dictado rechinando los dientes de rabia.
Porque advertía un nuevo peligro para sus ambiciones presi-
denciales y autocráticas, temiendo que su émulo costeño se
" v o l a r a " con la presidencia de la República. No quedaba ya
sino Nieto como designado a la presidencia según el Tratado de
Unión del 10 de septiembre de 1860, porque el general J o s é
María Obando —el otro designado— acababa de ser muerto el
29 de abril en un absurdo enfrentamiento en Cruzverde, en la
sabana de Bogotá. A partir de este momento, Mosquera, como
Ospina antes, empezó a "buscarle el p i e r d e ' ' al caudillo costeño.
Pero había primero que acabar la guerra. Ello ocurrió en una
primera etapa el 18 de julio de 1861 cuando Mosquera entró
triunfante en Bogotá; se declaró presidente provisorio de los
nuevos Estados Unidos de Colombia; y apresó al expresidente
Ospina y su reemplazo de tres meses, el procurador Bartolomé
Calvo, y se los envió a Nieto para que los encerrara en el castillo
de Bocachica.
7. S E M B L A N Z A D E L A N T I C A U D I L L O

Al fin e n C a r t a g e n a d e v u e l t a d e c a m p a ñ a e n 1862, N i e t o s e
d e d i c ó a a d m i n i s t r a r el E s t a d o d e B o l í v a r y a g o z a r d e l p o d e r
/ ! / . E n t r e o t r a s c o s a s , r e a v i v ó la m a s o n e r í a c o n la c r e a c i ó n d e
v a r i a s l o g i a s , e n t r e e l l a s la d e El C a r m e n d e B o l í v a r (con los
M i e r ) , y s e o p u s o a la iniciativa d e l g e n e r a l M o s q u e r a d e c r e a r
o t r o O r i e n t e c o l o m b i a n o y el g r a d o 34 ° 1 2 1 .

1. Terminación de la guerra con Antioquia (27 de noviembre, 1861):


Bosquejo histórico. 42-46.
Dejando escapar a Ospina y Calvo: de la Vega, 78 ("negligencia
cristiana"). Cf. versión contraria de la señora de Ospina en J.A. Pardo
O.. Tres presidentes de Colombia (Bogotá. 1946), 58-63.
Discurso de posesión de la presidencia del Estado ( l o . de diciembre,
1862): Corrales. IV, 478.
Fuerzas a r m a d a s : Circular de Manuel Z. de la Espriella. Cartagena,
10 de mayo. 1864, FP. No. 156; AGB, Gaceta oficial del Estado Sobera-
no de Bolívar. No. 322 (11 de s e p t i e m b r e . 1864),
Colegio de Barranquilla y Academia del Bello Sexo; AGB, Gaceta
oficial del Estado Soberano de Bolívar, No. 321 (21 de agosto, 1864).
Uso del nombre de Nieto: Corrales. IV, 423 (goleta); AGB, Gaceta
oficial del Estado Soberano de Bolívar, No. 323 (18 de s e p t i e m b r e ,
1864) (provincia). La popularidad del caudillo también puede verse en
la difusión del nombre, inventado por él, de la heroína de su novela
Ingermina. que fue adoptado para bautizar muchas hijas del pueblo en
el Estado de Bolívar.
Medallas: Bosquejo histórico. 47-48; Bossa Herazo, 132.
Espada de honor: Carnicelli, 1,511: Corrales, IV, 544.
Carroza: Corrales, IV, 588; Bossa Herazo, 133. Al recibir al presiden-
te electo Manuel Murillo Toro. Nieto pronunció un discurso en inglés
ante el capitán estadounidense de la fragata de guerra que traía al
mandatario,

2. Logia de El Carmen: Carnicelli, I, 399-400 (presencia de Agustín y


Adolfo Mier. grado 3o.).
163A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

Tras una verdadera odisea (en Mompox a Ospina lo sometie-


ron a la humillación de ponerlo a andar en burro mirando la
grupa), Nieto recibió a los distinguidos prisioneros y, con su
proverbial humanitarismo, hizo la vista gorda con "negligencia
cristiana" cuando escaparon de la prisión poco después. El
presidente del Estado Soberano de Bolívar, también con su
guerra atrás, había regresado a Cartagena y reasumido las
funciones normales como jefe del gobierno el 12 de enero de
1862. No dejará de salir nuevamente —a Santa Marta, Barran-
quilla, Mompox y El Banco— por algunos meses para vigilar las
líneas de comunicación con el interior de la república y colabo-
rar en la terminación de la guerra en el resto del país (especial-
mente en el sur agitado por Julio Arboleda). Pero sus días como
caudillo militar ya estaban contados, y podía en adelante cuidar
de su hogar y también de su salud medio deteriorada por las
privaciones de la guerra y la intemperie en que había vivido por
tanto tiempo. Y también dar preferencia a los quehaceres
administrativos de su alto cargo y a los aspectos más bondado-
sos de la vida en Cartagena. No sobra decirlo: Nieto empezó a
gozar del poder y a darse ciertos aires que antes menosprecia-
ba, los aires de la notoriedad, en lo cual se acercó a la imagen
popular del caudillo tradicional.
Para empezar, autorizó a que se diera su nombre a una de
las goletas de la escuadra naval de Bolívar y a una de las nuevas
provincias del Estado (con capital en Ciénaga de Oro, incluyen-
do los distritos de Montería, Cereté, San Pelayo, San Carlos y
Chima).
Creó dos condecoraciones: la del Mérito militar y la del
Mérito civil del Estado de Bolívar, " p a r a premiar a los buenos
servidores que no se podían premiar con a s c e n s o s " , medallas
que a la larga fueron a lucir también en sus solapas. Más tarde
(5 de mayo, 1864) aceptará otra medalla, una conmemorativa
concedida especialmente para él por la Asamblea legislativa de
Bolívar, hecha de oro y piedras preciosas, y se le asignará una
pensión vitalicia anual de dos mil pesos, aparte de su sueldo de
presidente, que era de otros dos mil pesos anuales.
Los hermanos masones del Congreso Nacional a su vez aus-
piciaron una ley para que se concediera a Nieto una espada de
honor, la cual fue aprobada sin discusión ninguna el 19 de febre-
ro (1864). El presidente Mosquera, casualmente, no pudo
sancionar esta ley por estar en campaña contra el Ecuador; lo
Medallas v leontina de Nieto.

El p r e s i d e n t e M a n u e l Murólo Toro, recibido en su carroza por-


Nieto al p a s a r p o r Cartagena en 1864.
164A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

hizo el procurador encargado de la presidencia, J u a n Agustín


Uricoechea.
Era el apogeo de la carrera de Nieto. No podía subir más. La
adulación empezó a endulzarle los oídos. Alguien le susurró
que debía tener carroza, y en mala hora siguió el consejo.
Compró la del acaudalado doctor Joaquín Araújo Tejada, llama-
da "la r a t o n e r a " porque en ella embutía a su numerosa prole
para ir a pasear. En este gran coche, Nieto empezó a andar por
las calles de Cartagena con huéspedes ilustres (como el presi-
dente electo Manuel Murillo Toro, quien pasaba por la ciudad
en camino para Bogotá en abnl de 1864), precedidos por húsa-
res a caballo que llevaban enarbolada la bandera amarilla,
verde y roja del Estado. El pueblo raso no gustó de ello y empe-
zó a rechiflarle "fío, fío" cuando así salía. Nieto no resistió el
rechazo popular y decidió por fin devolver la carroza a su anti-
guo dueño. Otro adulador le sugirió fundar un club social para
los ricos y pudientes. Nieto aceptó, y presidió la junta fundadora
por unos meses, a partir del 8 de mayo (1864); así nació el
primer Club Cartagena.
Eñ su casa de la calle de la Inquisición, Teresa lo esperaba
con su sobnnita Ana Mogollón Cavero, la ahijada del general
que se había venido de Barranquilla, quien alegraría el hogar de
manera extraordinaria. Lope Nieto también le aguardaba (Con-
cha se había casado e ido a vivir en Tolú) con un perro gozque
grande que resultó el más leal compañero del general en sus
últimos años. Nieto lo bautizó " M a r e n g o " para recordar la
vicroria de Napoleón en Italia, y el perro caminaba todos los días
con su dueño las tres cuadras entre la casa y el palacio y se
acostaba a un lado de la puerta del despacho, en el amplio corre-
dor de columnas. La atractiva Soledad Román —quien se unirá
más tarde a Rafael Núñez— también iba a verlos y, a veces, se
acercaba al palacio de la gobernación. Un buen día pasó por allí
tan radiante que el mujeriego J u a n J o s é , impresionado, hizo
formar la guardia y tocar la banda en honot de Soledad, mien-
tras la beldad pasaba.
El caudillo volvió a interesarse en la música y el teatro.
Algún adulador le dijo que por qué no volvían a representar el
drama E l hijo de si propio que J u a n J o s é había escrito hacia
unos veinte años cuando regresó del destierro jamaicano, para
cuya primera y única producción había tenido la colaboración
de la bella Soledad. Era imposible: el comején se había comido
Soledad Román, amiga de Nieto y futura esposa de Núñez.
(Cortesía de Bossa Herazo).
165A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

el único manuscrito que Teresa había guardado en un baúl junto


con varios libros franceses e ingleses.
Pero en la Sociedad Dramática de J ó v e n e s Aficionados se
habían interesado en producir la tragedia Al toque de la oración,
en el patio del palacio de la Inquisición. Por deferencia con el
presidente del Estado —en quien todos reconocían méritos
literarios y de antiguo dramaturgo frustrado— los J ó v e n e s
Aficionados concedieron a Nieto el ponderoso papel de Orso en
aquella tragedia típicamente romántica, llena de estiradas
situaciones y espeluznantes desarrollos que hacían verter lágri-
mas a las señoras acomodadas en las duras butacas. Clamaba
Orso hacia el epílogo de la obra:

Voy a monr. De mis ardientes ojos


ni una lágrima mancha la pupila,
y estruja e l hierro mi insegura mano
que en mi pecho ha de a b n r profunda h e n d a .

Tenía algo de patético oír a J u a n J o s é Nieto declamar estas


líneas, como si fueran a cumplirse en él próximamente. Termi-
naba con la voz enronquecida y atajando un poco la tos que
d e s p u é s iría a consumirle.
Volvió igualmente a la actividad masónica. De nuevo nom-
brado II.-. P.'. H.'. Gran Comendador del Gran Oriente Neogra-
nadino —con jurisdicción sobre gran parte de la América
española— Nieto firmó las patentes que autorizaban constituir
una logia en la ciudad de México (6 de febrero, 1862). El 18 de
abril (1862) le llegó una comisión de El Carmen de Bolívar
presidida por el procer II. - . H . \ Gregorio Cerra, los abogados
Valentín Pareja y Manuel Bello y otros hermanos más, entre los
cuales estaban el músico Agustín Mier (secretario de la logia) y
el boticario y curandero Adolfo Mier, ambos grado 3°. Fue la
ocasión para celebrar mucho y recordar épocas pasadas en que
se habían encontrado algunos de ellos, como los Mier en Mom-
pox, siendo jóvenes, con el entonces capitán Nieto al iniciarse la
campaña del Supremo Carmona por el río hacia Ocaña y el
desastre de Tescua. En una tenida solemne, se bautizó la nueva
logia sabanera como "Luz del Carmen No. 2 1 " . Los Mier y los
otros comisionados regresaron a su pueblo satisfechos y reco-
nocidos.
El reavivamiento de la masonería en este momento llevó a
Nieto a su último desacuerdo importante con el general Mos-
SEMBLANZA DEL ANTICAUDILLO 165B

Pero la traición le iba rondando los pasos. Algunos de sus


antiguos amigos y compañeros políticos, de campaña o de las
logias: Antonio González Carazo, Ramón Santodomingo Vila y
J u a n Rives, se dejaron influir por Mosquera y empezaron a
montar no sólo una fuerte oposición contra Nieto en la Asamblea
legislativa sino una conspiración cuyas principales columnas se
establecieron en El Carmen, San Antero, Mompox y Barran-
quilla 111.
La aprobación de una ley de empréstito forzoso para recons-
truir el canal del Dique dio la largada a los conspiradores,
quienes se opusieron aduciendo fallas constitucionales 141.
Resistieron esta ley especialmente los grupos tabacaleros de las
sabanas, que tenían organizada la producción y exportación de
su producto por el río Magdalena y Sabanilla. Cuando Nieto
convocó a elecciones para elegir su sucesor en la presidencia e
intentó imponerlo en la persona de su secretario, J u a n Antonio
de la Espriella, el partido de oposición lanzó la candidatura de
Antonio González Carazo. Desconfiando de las maniobras elec-
toreras del gobierno, los caracistas desataron entonces la

Creación de la Masonería Colombiana por Mosquera y grado 34°:


Carnicelli. 1, 345-357; Hoenigsberg. 201-218: Anales masónicos (Bogo-
tá), No. 9 (20 de septiembre, 1866), 82-84.

3. Conspiración de Mosquera. González Carazo y Santodomingo:


Observaciones. 10, 15; Quejas de Mosquera: Observaciones. 14. 23.
Juan Rives, de Mompox: Observaciones. 21 (y reacción de Nieto);
Vindicación. Cartagena, abril 23, 1864, FP. No. 24 (acusación a Nieto).
Conatos de sedición: Orden público. Barranquilla, febrero 14. 1864,
FP, No. 23.

4, Ley de empréstito para el Dique: AGB. Gaceta oficial del Estado


Soberano de Bolívar. No. 323 (18 de septiembre. 1864) (aporte de Bur-
gos y Vellojín en Ciénaga de Oro); Ataque y defensa de garantías
individuales, Cartagena. 16 de mayo. 1864, FP, No. 26; G. Porras
Troconis. Entre bastiones (Cartagena, 1930). 20-24.
El grupo de comerciantes de Cartagena en este periodo se había
renovado desde el de la Independencia cuando tendieron a dominar los
ingleses. Ahora había 25 (desde 1859), seis de ellos extranjeros. De
éstos ocho controlaban casi todas las importaciones y exportaciones;
cinco eran cartageneros, dos italianos y un ingles. Las fortunas de Mai-
nero Trueco y Capurro. prominentes después, se derivan de esta
época. (María Cristina Jimeno. "El grupo comerciante de Cartagena,
1800-1850", MS). En general, estos comerciantes no pudieron compe-
tir con los de Barranquilla y Santa Marta, que prosperaron mucho más.
166A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

quera. Este, al ganar la guerra de 1860-1862, había quedado con


grandes ínfulas nacionalistas, empeñado en reconstruir la Gran
Colombia del Libertador Simón Bolívar —de allí la resurrección
de " C o l o m b i a " para designar a la antigua Nueva Granada—,
concediendo a los hermanos venezolanos y ecuatorianos todos
los derechos de los granadinos como ciudadanos. Uno de los
mecanismos ideológicos concebidos por Mosquera para llegar
a esa formidable y conveniente meta geopolítica era la constitu-
ción de nuevas logias masónicas inspiradas en lo propio, que
ayudaran a crear ambiente a la idea de la federación colombiana.
Naturalmente, esto no podía hacerse sino rompiendo el
molde logísrico tradicional y formando un Consejo nacional
diferente del de Cartagena. En Ambalema, con base en su anti-
guo nombramiento como Gran Protector y Gran Inspector Gene-
ral de la Orden, el 28 de mayo de 1862 Mosquera propuso crear
la Orden Redentora y Gloriosa de Colombia ("Masonería Co-
lombiana") que concediera los grados 4° , 21° y 34°. El grado
4° sería de los "Varones eminentes apóstoles colombianos";
el 21°,el de los "Sabios amigos de la República"; y el 34°, el
de los "Acrisolados amigos de Colombia", cada cual con sus
insignias especiales (la del Gran Protector Mosquera era un
triángulo pendiente del cuello y en medio un sol en cuyo centro
estaba la palabra Colombia, y en el vértice una estrella y un
círculo de estrellas en señal de federación).
Los hermanos del grado 34° se comprometían a impulsar la
instrucción popular en favor de las ideas federativas, estimular
el profesorado, establecer escuelas primarias y apoyar la legis-
lación pertinente, todo en "inteligencia s e c r e t a " , como en los
años de la lucha por la independencia americana.
Reunidos en varias tenidas solemnes bajo la tutoría de Mos-
quera, el nuevo y herético Oriente nombró para el grado 34°,
entre otros seis, al general J u a n J o s é Nieto. Este reconvino con
suaves palabras al general Mosquera y le hizo ver la gravedad
del cisma que había cometido, le recordó el sentido simbólico
del máximo grado 33° como el de la edad de Cristo, y que los
antiguos preceptos no permitían hacer innovaciones en el siste-
ma masónico. Como Soberano Gran Comendador del Consejo
de Cartagena, Nieto rechazó el nombramiento para el grado
34° y dispuso que ningún otro hermano ingresara al nuevo
Oriente. Este conflicto entre masones no se resolverá por
muchos años, y la iniciativa cismática quedará sepultada, junto
con su autor, al c a é r o s t e de la presidencia mediante el golpe de
LUX ix 'ri.fíiim
l
J » vj^»».i„ \fL»b. X^.„w^ H,..,.i„ f :¿ i . C ™ . C . . ^ , . ., ,V V.„. „ ,<„, A», .j t, t , id^ , .c.,„.„, . \., ,-..,c, ,j

É U k^.^ w «. u ». U **«,. t.U-Au«», I. L-.^, ,.«-.-,« .Í ..—..,. v «'., ..t* \ % .. ,„. .w.v...,.,v ,..,v.—s ... Y-.« ~,-.c .. „,..i.
J < W . ,\^:«>^>>,.~s l - <fl.: t , y ^ t k , V -i-, • • •.«•• , . ' . , - . « .~ « -...„,.. y . . . <.*MMUf> U. Ser**SMW »,,J(K„, .•¿fartt.
<*>4< O — A ^ * , . ., .,_.; AU^.. . „„.v,«.j ... .i T — u t <.,U„A— T »>-.. - ... f «->~ . « - . , , . .. «v... ^ y— v"-

Diploma de la Masonería Colombiana creada por M o s q u e r a en ¡863.

'**%% • * * > « ?

M a n u e l Ancízar, masón y ministro


que se opuso a Nielo en la Conven-
ción ilc Ríonegro.
167A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

estado de 1867 que lo eliminó del juego político colombiano


definitivamente.
La administración del Estado Soberano de Bolívar resultó
más compleja de lo esperado una vez terminada la guerra civil,
así se hubieran hecho nuevos ajustes constitucionales el 9 de
julio de 1863 (Tercera Constitución del Estado de Bolívar).
Había relativa prosperidad, si nos atenemos a lo sostenido por
Nieto en su discurso del lo. de diciembre de 1862, cuando se
encargó por última vez del poder ejecutivo, al volver de sus via-
jes y tareas bélicas. Decía el presidente: " E n medio de los afa-
nes de la guerra, el Estado de Bolívar ha marchado en un pro-
greso sorprendente, así material como intelectual, ha adelantado
de un modo asombroso. Si para ello puede haberse contado con
la excelencia del gobierno, la mayor parte de esta labot perte-
nece exclusivamente a la bella índole del pueblo, que ha tenido
fe, haciendo renacer la industria por todas p a n e s . Parece que
no ha habido guerra. ¿Qué se puede, p u e s , esperar con el
afianzamiento de la paz ? Esta la tenemos ya, compatriotas''.
Una consecuencia de la paz podía haber sido la disminución
del pie de fuerza en las milicias del Estado. Desgraciadamente,
el propósito anunciado por Nieto de desarmar el ejército y hacer
volver a los soldados a la vida civil para ayudar a producir rique-
za, no lo pudo cumplir. Aunque decretó la libertad inmediata de
todos los presos políticos (10 de mayo, 1864), hubo de mante-
nerse la milicia, en parte, por las imprevistas amenazas internas
de sedición, y en parte para mantener cierto relieve ante el
enemistado gobierno mosquerista central.
Así, año tras año, los gastos de la fuerza armada de Bolívar
(396 soldados más 40 suboficiales y 34 oficiales) siguieron
copando el 40 por ciento del presupuesto estatal. En 1864, se
gastaban 44.135 pesos en un semestre para la milicia del Esta-
do, sobre un total de 107.244; para educación apenas quedaban
2.160 pesos (auxilio para la recién fundada Academia del Bello
Sexo y tres becas en el extranjero para jóvenes mecánicos);
para fomento, 11.400 pesos dirigidos a sostener la producción
de las canteras de cal del Estado; etc.
No obstante, con los pocos recursos restantes se intentaron
laudables iniciativas culturales, como la academia femenina
mencionada, el restablecimiento de los grados de bachiller,
licenciado y doctor en el Colegio de Bolívar o Universidad de
Cartagena (decreto de 30 de junio, 1863), y la organización del
Colegio (Provincial) de Barranquilla (decreto de 8 de agosto,
SEMBLANZA DEL ANT1CAUD1LL0 167B

revuelta armada, primero en Cartagena el 11 de noviembre de


1864, donde los encuentros fueron fuertes, después en Momil,
Barranquilla y Usiacurí / 5 /.
En vez de lanzar sus batallones contra los rebeldes, Nieto
convocó a sesiones extraordinarias a la Asamblea legislativa e
intentó negociar una paz. Fracasó en este esfuerzo, y renunció a
la presidencia del Estado el 11 de diciembre de 1864, dejándola
en manos de su opositor González Carazo 161.
Enfermo desde hacía muchos meses, Jas condiciones de
salud del general Nieto se empeoraron con los hechos de su caí-
da del poder y la muerte de su hijo Lope. Luego de nuevos
homenajes regionales y nacionales, Nieto murió el 16 de julio
de 1 8 6 6 / 7 / .
Pocos meses antes, el 2 de marzo de 1865, la villa de El
Carmen se había incendiado casi completamente, lo cual obligó

5. Revuelta del 11 de noviembre de 1864 en Cartagena; Corrales. IV,


497-501; Doctor Arcos (Camilo S. Delgado). Historia, leyendas y tradi-
ciones de Cartagena (Cartagena, 1912). 11, 119-125; Aclaratoria, Carta-
gena, lo. de septiembre, 1864, FP. No. 32 (incitación a Nieto para
actuar); Alocución del presidente Nieto, 3 de noviembre. 1864, Corra-
les IV. 495-497 (denuncia a González Carazo en Sabanalarga y a Santo-
domingo en El Carmen).
Proclama de Santodomingo en Momil (20 de noviembre, 1864): A
los bolivianos. FP, No. 30.

6. Caída de Nieto (11 de diciembre. 1864): Corrales, IV, 503 (Asamblea


extraordinaria); AGB, Gaceta oficial del Estado Soberano de Bolívar,
No. 325 (25 de diciembre. 1864) (proclama del presidente encargado,
Benjamín Noguera); Corrales. IV, 543 (llanto de Nieto); Doctor Arcos,
125 (con el perro fiel).
Leyes sucesivas de la Asamblea legislativa de 1865: AGB, manuscri-
tos diversos.

7. Muerte de Lope Nieto: Corrales, IV, 544. No hay información sobre


las circunstancias de la muerte de Lope. Es probable que hubiera caído
en el combate de Usiacurí (10 de diciembre, 1864). En todo caso murió
meses antes que su padre.
Enfermedad y muerte de Nieto: Carnicelli, 1, 510; Corrales. IV, 542-
544 (discurso de Manuel Z. de la Espriella). No hay datos concretos
sobre la última enfermedad del caudillo, excepto que duró más de un
año. Sobre el particular he procedido a interpretar con base en tenden-
cias de mortalidad prevalecientes en Cartagena a mediados del siglo
XIX, en consulta con los médicos costeños Juan Pablo Llinás y José
Yunis(1981).
168A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

1864), de muy importante recorrido hasta hoy. Por fortuna, la


burocracia del Estado no era muy frondosa todavía, no había
peculados y poca malversación de fondos. Los funcionarios eran
meticulosos.
Mientras tanto, Mosquera tomaba sus medidas para retener
la presidencia de la República en Bogotá, y desinflar cualquier
intención que sobre la misma pudiera todavía abrigar J u a n J o s é
Nieto, después del susto que le dio al declararse en ejercicio del
poder ejecutivo nacional en Barranquilla el 25 de enero de 1861.
Para comenzar, el Gran General dispuso secretamente
desconocer el Tratado de Unión entre el Cauca y Bolívar, espe-
cialmente en lo que se refería al lugar de la próxima Convención
que reorganizaría al Estado y redactaría la nueva Constitución
Nacional. Esta había que realizarla no en Cartagena, donde Nie-
to dominaba con su presencia y con su tropa y podía resultar
elegido presidente por los convencionistas, sino en otro sitio
liberal más seguro para Mosquera, como Rionegro, en Antio-
quia, donde al fin se realizó entre el 3 de febrero y el 29 de mayo
de 1863.
Con estos fines, Mosquera procedió a s e m b r a r cizaña contra
Nieto entre los amigos de éste, comenzando con Antonio Gonzá-
lez Carazo —quien asistirá a la Convención como plenipoten-
ciario de Bolívar— y Ramón Santodomingo Vila. A ambos hizo
ofertas y nombramientos dirigidos a socavar la autoridad de
Nieto o a desconocerla. A González Carazo lo nombró goberna-
dor civil de Antioquia, a despecho del que Nieto había escogido
antes a raíz de su declaratoria de guerra a este Estado, y
d e s p u é s , promovido a general, lo designó segundo jefe del 4o.
ejército nacional con miras a desplazar a Nieto —quien era su
comandante en jefe— " e n el caso de que el general Nieto no
cumpliese las órdenes que se le habían comunicado por la Su-
prema Dirección de la g u e r r a " . Y creó una legión especial para
ponerla al mando de Santodomingo Vila "con la misión de
revolucionar el Estado de Bolívar de acuerdo con el Intendente
y protegido por el general Mosquera, como el mismo Santodo-
mingo lo ha dicho sin que se le haya d e s m e n t i d o " . Hasta el
antiguo protegido de Nieto, Rafael Núñez, cayó en la celada
antinietista, cuando aceptó ser ministro de estado de Mosquera,
a u n q u e para ello fuera animado de valientes intenciones (la
desamortización de los bienes de la Iglesia). (Un año d e s p u é s ,
Núñez renunciará al ministerio y saldrá del país hacia Europa
SEMBLANZA DEL ANTICAUDILLO 168B

a Adolfo Mier a emigrar otra vez, a Calamar, donde formó una


nueva familia de músicos 18/.

La corta permanencia de Nieto en el gobierno como caudi-


[A] Ho, la forma abierta y accesible como actuó, la manera
inusitada como abandonó el poder, son indicaciones de
que aquí tenemos entre manos a un dirigente político que no era
como los demás. A pesar de ser militar, daba la sensación de
querer evitar hechos de sangre; en el fondo no era violento.
Como mandatario actuó pulcramente, con desprendimiento y
generosidad, apelando a una cultura relativamente grande que
había cultivado él solo desde la juventud. Se asimiló a la bur-
guesía, pero dejó vivos sus contactos con los parientes pobres y
la gente trabajadora; luchó por los intereses de éstos. Cierta-
mente, la figura de J u a n J o s é Nieto corrige algunas nociones
corrientes sobre los caudillos y destruye ciertas imágenes o
clichés sobre el caudillismo, especialmente las impresiones
transmitidas por novelistas contemporáneos que se dedicaron
a describir los estragos de dictaduras recientes en América
Latina.
Debo confesarlo: mis compañeros del grupo de trabajo de
San Martín de Loba y yo comenzamos a estudiar a Nieto como si
hubiera sido uno de esos generales bravos, ignorantes, mato-
nes, crueles, maquiavélicos e insensibles que han buscado
perpetuarse en el poder hasta quedar putrefactos en vida. La
lectura de las mejores novelas de este género, comenzando con
el Facundo Qutroga de Sarmiento (1845), así nos inducía a
pensar y con justa razón: porque en muchos casos en tales nove-
las se presenta la realidad vivida en vanos países nuestros,
donde los dictadores se han montado en busca de riquezas o por
el ansia de mando (libido imperandi, diría López de Mesa), sin
pensar mucho en el bienestar colectivo ni importarles los aspec-
tos éticos de su mandato. Las descripciones son jugosas:
"El presidente vestía, como siempre, de luto riguroso:
negros los zapatos, negro el traje, negra la corbata, negro el
sombrero que nunca se quitaba; en los bigotes canos [...]
disimulaba las encías sin d i e n t e s " (Miguel Ángel Asturias: E l
señor presidente).

8. Incendio de El Carmen (2 de marzo. 1865): Corrales, IV, 536-542.


Entrevistas con Adolfo Mier Serpa, San Martín de Loba. 1980 y 1981.
169A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

por mucho tiempo, el suficiente para convenirse en el " h o m b r e


providencial" de Colombia),
Algunos de aquellos roces se debieron a los intentos del
general Nieto de atacar y ocupar a Antioquia por el norte, actos
que también suscitaron la ira de Mosquera. Con altibajos, esta
guerra se extendió hasta el 27 de noviembre de 1861 cuando
Nieto formalmente traspasó el mando de sus tropas a los jefes
designados por el presidente provisorio. Pero al informar a la
Convención de Rionegro sobre estos hechos, Mosquera sostuvo
irritado: "Sensible me es, señores, que cada vez que hable
sobre los negocios que se rozan con las funciones del expresado
general en jefe (Nieto), tenga que informar que este general se
ha sobrepuesto constantemente a la autoridad del gobierno
nacional". A lo cual replicó Nieto: "Ni el general Mosquera ha
nacido para m a n d a r m e a su manera, ni yo he nacido para obede-
cerle según la mía... La c a n d a d cristiana condena el orgullo y
la soberbia, pero no el sentimiento de la propia dignidad'',
La antigua enemistad de los dos "patriarcas de la Federa-
c i ó n " quedó, p u e s , otra vez a flor de tierra al momento de nacer
los Estados Unidos de Colombia, a u n q u e los masones lograran
disimularla un poco y trabajaran para limar las asperezas.
En la propia Convención de Rionegro no se había desperdi-
ciado ocasión alguna para molestar y desacreditar al ptesidente
d e Bolívar, en lo cual colaboró descaradamente la delegación
de plenipotenciarios bolivianos presidida por González Carazo.
Elocuente fue la actitud de este personaje cuando, al leerse la
renuncia formal que Nieto enviara de su designatura presiden-
cial, el delegado bogotano Manuel Ancízar propusiera despre-
ciativamente: " A r c h í v e s e " . González Carazo no movió un dedo
para defender el decoro de su antiguo jefe y amigo. Y las refe-
rencias denigrantes a Nieto que hizo Mosquera en su informe a
la Convención le dejaron impávido. Había razones de fondo:
González Carazo, como Núñez, ya se había pasado a Mosquera
y empezaba a conspirar contra Nieto, en unión con Ramón
Santodomingo Vila y otras personas. Aún así, cuando llegó el
momento en la Convención de elegir a Mosquera como presi-
dente constitucional de la república el 12 de mayo, se registró
un voto por Nieto; y éste quedó nombrado como tetcer designa-
do a la misma presidencia dos días d e s p u é s , por la Convención
en pleno.
Al regresar su jefe a Cartagena después de la Convención de
Rionegro con el apoyo abierto o disimulado del presidente Mos-
SEMBLANZA DEL ANTICAUD1LL0 I69B

"Del trato con los demás viene la sarna. La mejor forma de


que lo respeten a uno es cercar la confianza que da la vecindad
[...] El jefe tiene que mamarse solo sus penas y sus cavilaciones.
Ya hasta darle la mano a la gente me produce g r i m a " (Francisco
Herrera Luque: La casa del pez).
"Entretanto, comenzó a sentir un asco incoercible de los
hombres. El solo anuncio de su presencia le producía violentos
choques orgánicos [...] Tomó la costumbre de taponarse las
narices con algodoncillos perfumados; pero el solo olor disolvía
las más fuertes esencias y se aferraba como un unto a las fosas
nasales de Su Excelencia, que aromaba entonces entre sus mi-
nistros como una Circe rodeada por la gruñente p i a r a " (Jorge
Zalamea: La metamorfosis d e Su Excelencia).
" E n cuanto a mí, en beneficio de todos no tengo parientes,
ni entenados ni amigos. Los libelistas me echan en cara que uso
de más rigor con mis parientes [...] El Supremo Dictador no
tiene viejos amigos. Sólo tiene nuevos enemigos... ¿Cuáles son
mis pecados? Mis difamadores clandestinos de adentro y de
afuera me acusan de haber convertido a la Nación en una perre-
ra atacada de hidrofobia" (Augusto Roa Bastos: Yo el Supremo).
"Por fulminante disposición presidencial quedaron suspen-
didos los carnavales y la Prisión Modelo se llenó de máscaras. Y
hubo aullidos y estertores, y garrotes apretados, y fiesas de
dentista girando en muelas sanas, y palos y latigazos, y sexos
taconeados, y hombres colgados por tobillos y muñecas [...] y
mujeres violadas, de pechos quemados, de carnes penetradas
con hierros al rojo [...] Por lo mismo, volvería. Para demostrar
que, aun situado en los umbrales de la vejez [...] seguía duro,
fuerte y bragado, lleno de macheza, macho y r e m a c h o " (Alejo
Carpentier: E l recurso del método).
" S e encerraba en la oficina para decidir el destino de la pa-
tria y firmaba toda clase de leyes y mandatos con la huella del
pulgar [...] arrastrando por toda la casa sus grandes patas de
elefante en la nieve [...] salvo a la hora mortal de la siesta en
que se refugiaba en la penumbra de las concubinas, elegía una
por asalto, sin desvestirla ni desvestirse, sin cerrar la puerta
[... ] se quedó sin saberlo para siempre con el dulce silbido de su
potra de muerto viejo tronchado de raíz por el trancazo de la
m u e r t e " (Gabriel García Márquez: E l otoño d e l patriarca).
Aún admitiendo el libre papel de la imaginación en estas
descripciones, ¿no se crea a través de ellas una imagen del dic-
tador o caudillo que es muy diferente de la que el observador de
170A APOGEO Y MUERTE DH NIETO

quera, los " c a r a c i s t a s " (seguidores de González Carazo)


empezaron a adquirir fisonomía propia en la política del Estado,
Se constituyeron en el grupo principal de oposición —asi se
consideraran también liberales— y actuaron sin tapujos. En
Mompox ganaron el apoyo de J u a n Rives —distinguido militar
en los últimos combates de El Banco, Barranquilla y otros como
ayudante de Nieto— gracias a un nombramiento de coronel
que para él obtuvieron de Mosquera. Rives logró ser diputado a
la asamblea legislativa, y allí colaboró con González Carazo para
los fines de la conspiración. Santodomingo Vila empezó a mo-
verse sigilosamente dentro y fuera del Estado (en el Magdale-
na) para poner las bases de la sedición en las provincias. For
eso, Nieto le anuló poco después el grado de general del Estado
y dejó de llamarlo valeroso: ahora era " u n renegado e x g c n t r a l ' ' ,
Y estos tres personajes se convinieron justamente, para el
caudillo baranoero, en " u n o s desgraciados que no han sacado
por recompensa sino el baldón que merecen todos los traidores
que sirven de instrumentos a la m a l d a d " . A Nieto no le queda-
ría sino una satisfacción final: primero saldría Mosquera de la
presidencia de la nación (lo. de abril, 1864), para entregársela
a Manuel Murillo Toro, que él de la suya en Bolívar.
¿Qué fuerzas se movían en el interior de la conspiración
caracista? Parece que en buena parte éstas eran impulsadas
otra vez por la burguesía sabanera —como en 1859—, porque el
núcleo armado de oposición provino de la zona tabacalera, y
sus jefes militares fueron los generales Santodomingo (Chinú),
Martínez (Momil-San Antero) y Cabeza (El Carmen). A esta
lista había que añadir al coronel Rives de Mompox, por causas
aún no suficientemente explicadas. La figura escogida ahora por
estos grupos burgueses, tabacaleros y militares para desplazar
a Nieto del gobierno era González Carazo, un civil más que
militar, quien evidentemente también contaba con el favor
presidencial.
La ocasión de actuar en este sentido se dio por diferencias
sobre fomento económico que surgieron entre Nieto y la burgue-
sía provincial sabanera. El presidente Nieto, apegado a la
tradición histórica y a los grupos originales a quienes debía su
iniciación en la política, quería ante todo promover el enrique-
cimiento de Cartagena, tan deteriorada como la había recibido
como gobernante. De las posibilidades existentes, la más ade-
cuada le parecía el fomento del tráfico por el canal del Dique
reconstruido, y para ello comprometerá buena p a n e de los
SEMBLANZA DEL ANT1CAUDILL0 170B

la historia deriva de los hechos encontrados sobre el general


Nieto? Algo no funciona al comparar la versión literaria con la
realidad concreta del caudillismo de este costeño. Quizás parte
de la explicación resida en dos hechos importantes:
lo. Que Nieto, como personaje real producto de la cultura
anfibia de la Costa caribe colombiana y de la mezcla de sus ra-
zas, había heredado en su sangre y temperamento, como la
mayoría de los costeños, aquella alergia a lo castrense y el ethos
no violento que caracterizan nuestra cultura regional. Y,
2o. Que Nieto había vivido en una época de afirmación repu-
blicana inspirada en un romanticismo humanitario que él había
recogido desde su juventud en la literatura utópica del momen-
to, es decir, se había recubierto de una a r m a d u r a ideológica
liberal a ultranza, alimentada de una fuerte tradición libertaria,
en el fondo legalista y apegado a las formas. Por ello resultó set
esencialmente civilista, como todo colombiano que se precia de
tal, en lo cual se diferenció de caudillos militares y gobernantes
de otros países latinoamericanos.
Significativo es observar que Nieto nunca se proclamó caudi-
llo, sino que fue nombrado como tal en una elección en junta.
Ocurrió algo semejante, con iguales efectos en la personalidad
traducidos en hidalguía, humanitarismo, comprensión y
tolerancia, en otros generales costeños del siglo XIX como J u a n
V. Aycardi, J o s é María Campo Serrano, Florentino Manjarrés,
Lácides Segovia, Andrés Santodomingo Navas, Miguel M.
Torralbo, J o s é María Lugo y J o s é Dolores Zarante (los tres
últimos de Lorica). Por algo se les recuerda más como ingenie-
ros, abogados, poetas o músicos que como hombres de guerra.
Sergio Zarante, hijo del general, definía a su ilustre padre —un
sencillo negro sabanero— ¡como una mezcla de Napoleón,
Beerhoven y Goethe!
Según el sociólogo caleño Gregorio Sánchez Gómez, " n o ha
existido en Colombia ese tipo clásico de caudillo tan común en
América, que es expresión efectiva y auténtica de la violencia.
Si acaso existió, fue en forma excepcional y esporádica [...] La
organización política colombiana tiene esencia democrática
inconfundible que ha sido tradicionalmente refractaria a esa
clase de caudillaje. Por tal razón fracasaron siempre las intento-
nas autocráticas, los conatos de cesarismo [...] De allí la famosa
cuarteta popular que dice:

En Colombia, que es la tierra


de las cosas singulares,
171A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

recursos del Estado. Además, tratará de imponer un empréstito


forzoso a todos los particulares con el mismo objeto, en lo cual
cometerá un grave error político. A Nieto le faltará la astucia
necesaria para anticipar la reacción negativa a esta iniciativa de
otros sectores productivos del Estado. [A]
Los tabacaleros y comerciantes de las sabanas, por ejemplo,
no iban a pagar el empréstito del Dique con gusto, porque no los
beneficiaba. No estaban interesados en ese desarrollo concreto,
puesto que enviaban el tabaco directamente a Sabanilla por el
río Magdalena y el canal de la Pina, lo cual resultaba más renta-
ble que devolviéndolo por el más largo y penoso viaje del Dique
hasta Cartagena. Además, tenían toda su maquinaria de expor-
tación montada con oficinas y agentes en los puertos del Magda-
lena y en Barranquilla, cuyos vecinos no dejarían tampoco de
movilizarse contra Nieto para defender sus intereses amenaza-
dos, más aún cuando se iba a iniciar en esos días una de las
mayores cosechas de tabaco de El Carmen en su historia (1863)
cuando sobrepasó la de Ambalema, para llegar a su máxima
producción en 1865.
La ofensiva contra Nieto se expresó primero en diversos
"conatos de sedición" que llevaron a su gobierno a dictar un
decreto de prevención del orden público (21 de diciembre,
1863). En respuesta, el caracista J u a n Rives planteó en la
Asamblea legislativa el 4 de abril siguiente una acusación
contra Nieto " p o r infracción de disposiciones constitucionales"
referidas a garantías individuales. La Asamblea se constituyó
para el efecto en gran jurado, estudió las acusaciones y absolvió
al presidente, el 22 de abril de 1864. En esa ocasión sólo votaron
en contra de la absolución: Rives, González Carazo y Andrés
Ribón, otro diputado de Mompox.
Diez días más tarde (2 de mayo), Nieto obtuvo de la Asam-
blea una autorización para contratar el discutido empréstito de
20.000 pesos para la navegación por vapor en el Dique, y proce-
dió a darle el privilegio exclusivo del caso hasta 1870 a la empre-
sa cartagenera de Lavalle Hermanos y Cía. Era un empréstito
voluntario, pero si la cantidad requerida no se obtenía con
aportes espontáneos el gobierno podía imponerlos a la fuerza
y sin pagar interés (6 por ciento anual). Esta condición forzosa
se debió a que el intento anterior del gobierno de Nieto de orga-
nizar y financiar la compañía del Dique, el lo. de enero de
1863, a la junta convocada no concurrieron sino muy pocos
SEMBLANZA DEL ANTICAUDILLO 171B

dan la p a z los militares


y los civiles la guerra.

El civilismo naciente se rebeló contra la imposición militar


[...] [esto es] expresión de la propia naturaleza del espíritu
nacional" (Sociología política colombiana, Cali, 1940, 39-44).
Palabras y versos escritos antes de la débácle de 1948 y la Vio-
lencia que diezmó al país poco después, y antes de la imposición
del estado de sitio como normalidad institucional con el empleo
del terrorismo y la violencia estatales a que han dado lugar; pero
que encierran mucho de la verdad permanente de nuestra nacio-
nalidad, aquella que obliga al giroscopio inclinado de nuestra
tradición democrática a volver a su posición vertical.
Inesperadamente, hasta Nieto, como caudillo militar y gue-
rrero (como los otros generales mencionados) ilustra este carác-
ter civilista propio de Colombia que ha encontrado en la Costa
caribe una fuente constante de apoyo y renovación, como si allí
se hubiera venido gestando una civilización diferente, producto
del ambiente tropical, de la mezcla racial cósmica y de la inte-
ligencia creadora de las gentes costeñas, civilización que parece
m á s humana, manejable, afectuosa y franca que en otras partes
del país y del hemisferio. En el tomo I (parte tercera) de esta
serie se exponen algunas bases generales de esta personalidad
y cultura de la Costa, como se discutieron en nuestra mesa
tedonda en San Martín de Loba.
Las perspectivas y consecuencias de ese emocionante descu-
brimiento crecen todos los días: son tema de foros regionales,
seminarios y discusiones científicas en las ciudades de la Costa
y fuera de ella. Mompox ha resucitado a la vida y atención del
país, y al brazo de su río llegó al fin una draga, tras decenios de
desprecio c incuria. El río Magdalena ha vuelto a recibir, por lo
menos, el interés constructivo de la prensa nacional. Entre polí-
ticos liberales se habla de la descentralización y apoyo a las
regiones como punto importante en próximas plataformas de
partidos. Periodistas de otras secciones observan nuestra región
costeña con cierta expectación, como es el caso de Gonzalo
Mallarino Botero, quien escribe en El Espectador de Bogotá
(marzo 26, 1981): " E s a s formas de vida social popular en el
Caribe me dan la impresión de contener la carga afectiva, la
dolorosa experiencia acumulada y el respeto por el prójimo que
hacen falta para que se geste un nuevo y duradero acuerdo
social".
I72A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

comerciantes que suscribieron sólo la ridicula suma de 2.000


pesos.
González Carazo saltó allí mismo a la oportunidad de ataque
que se le presentaba. Publicó una protesta en la cual pedía la
derogatoria o reforma de la ley del empréstito forzoso para el
Dique, y aducía que ésta era contraria a las garantías individua-
les consignadas en el artículo 15 de la Constitución Nacional de
Rionegro: las de la propiedad, libertad de industria e igualdad;
que obligar a un ciudadano a que fuera accionista por la fuerza
era "privarlo de los beneficios a que tiene derecho por el uso de
su capital"; y que se dejara que el interés privado hiciera "lo
que su atinado instinto le aconsejara respecto de nuestro
Dique".
Se recogió algún dinero del empréstito en Cartagena, pero
casi nada en las sabanas, cuyos gamonales y grupos dominantes
se acogieron al criterio caracista y no pagaron nada, con excep-
ción de la casa agropecuaria de Burgos y Vellojín, de Ciénaga
de Oro (provincia de Nieto), que compró cinco acciones. De
nada valió que el gobierno publicara un folleto —La navegación
del Dique y La oposición— en respuesta a González Carazo: los
tabacaleros, por las razones antedichas, no iban a desembolsar
nada para un proyecto que no los beneficiara, y menos a la
fuerza.
Irritados sus enemigos por el inconsulto desafío de Nieto, a
esta irritación se añadió luego el intento del presidente de pro-
poner e imponer como su sucesor en el cargo a su antiguo fiel
amigo y constante colaborador en el gobierno como secretario
general de estado, J u a n Antonio de la Espriella. El periodo
constitucional de Nieto terminaba el lo. de enero de 1865 y las
elecciones populares se preparaban para el 13 de noviembre.
Por supuesto, los caracistas postularon a su jefe Antonio como
"candidato del p u e b l o " a la presidencia del Estado y empeza-
ron a trabajar por él, no sin la desconfianza que tuvieran por las
maniobras electoreras de Nieto y de la ' 'camarilla en el p o d e r " ,
De la Espriella contra González Carazo por la presidencia
del Esrado. A esto se reducía el conflicto que iría a dar al traste
con la administración Nieto antes de que terminara por pocos
días su periodo constitucional. Ya en septiembre subían las
tensiones políticas: los nietistas esperaban mayor apoyo y
acción de su jefe y le reprochaban que tolerara como coman-
dante del Batallón Glorioso al coronel Manuel González Carazo,
SEMBLANZA DEL ANTICAUDILLO 172B

Esto no quiere decir que en la Costa no ocurran actos de


violencia política, ni que todos los caudillos del Caribe sean
civilistas como Nieto y los otros. Claro que no, y lo hemos visto
en el caso de militares costeños ' m a n a p a l i t e r o s " como el
sananterano Manuel Martínez. Hubo otros costeños violentos,
vengativos y atrabiliarios, como Joaquín Posada Gutiérrez,
Joaquín F. Vélez y Eparquio González, predecesores de algunos
" c o r a l i b e s " contemporáneos. No obstante, pot forruna y a pe-
sar de los estatutos de s e g u n d a d dictados periódicamente, las
tendencias generales "hacia un duradero acuerdo social"
pueden apreciarse en la Costa caribe todavía, en la forma como
lo ha descrito Sánchez Gómez y lo espera Mallarino.
En resumen: Nieto se presenta en la historia nacional y
continental como miembro de esa privilegiada especie de caudi-
llos anticaudillos que aparece en ciertas regiones del globo y en
determinados periodos históricos. Esto tiene una gran significa-
ción regional para la comprensión de la historia, la cultura y la
personalidad de la Costa caribe, y de sus posibilidades como
pueblo.

Son muchos los incidentes y demostraciones en la vida de


[B] Nieto que ilustran la tendencia humanitaria y civilista,
culta y generosa, que es lo contrario a lo que se esperaría
de un caudillo sanguinario, ignorante y autocrático. Veámoslos:
Sus decretos de indulto sin restricción y libertad a presos
políticos; la proclama a los momposinos en 1859; la ingenua
expectativa que sintió sobre la reacción popular a la declaratoria
de guerra al presidente Ospina; su preferencia de abrir camino
a la juventud y no perpetuarse en el mando; el licénciamiento
de los soldados de Baranoa; el dejar huir de la cárcel a sus ene-
migos Ospina y Calvo; la tolerancia a la oposición de J . A. Calvo
y a la de los hermanos González Carazo; el peculiar tratamiento
generoso a su archienemigo constante, el general Mosquera, a
quien sólo llegó a insultarlo (en 1855) como "atrabiliario des-
cendiente del rey O r d o ñ o ' ' ; el preferir asilarse en un consulado,
romper el bastón o imponerse a las tropas rebeldes antes que
petmitir la matanza del pueblo; su talento periodístico, literario,
geográfico e histórico; su auténtico gusto por las artes y los idio-
mas extranjeros; el homenaje con banda y guardia para Soledad
Román; su habilidad administrativa y táctica; su desprendi-
miento de las cosas materiales, pues murió pobre y en casa
alquilada.
173A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

a quien acusaban de estar trabajando por la candidatura de su


hermano Antonio. [B]
A comienzos de noviembre se supo que Antonio González
Carazo había escrito a uno de sus agentes eleccionarios de Saba-
nalarga que se preparara para apelar a las armas por estar
seguro de que el gobierno haria fracasar su elección. A su vez,
la gobernación de El Carmen informó de la llegada de Santodo-
mingo Vila y sus "reuniones en conciliábulos para adoptar
procedimientos de hecho y derrocar el gobierno del E s t a d o " . Y
así había otros síntomas de conjuración y descontento entre los
políticos de la ciudad y de provincias.
Pero Nieto se resistió a tomar medidas drásticas de repre-
sión contra ellos. "La confianza que tiene el gobierno en la
opinión y su poder para sofocar cualquier tentativa contra el
orden público —decía— son bastantes para defendernos. Acor-
daos que el gobierno actual es la obra de vuestros sacrificios, y
que si os extraviáis, será para él muy sensible pero necesario
tener que deciros: ya es t a r d e " .
En realidad ya era tarde. A los ocho días d e aquella declara-
ción, el 11 de noviembre de 1864 (aniversario de la independen-
cia), estalló en Cartagena la primera revuelta armada seria
contra el gobierno de Nieto. ¡La encabezaba el coronel Manuel
González Carazo, en apoyo de su hermano Antonio! Nieto había
llegado temprano aquel día a su despacho acompañado de "Ma-
r e n g o " y, cuando ordenó izar la bandera del Estado, notó gru-
pos de gentes con armas ocultas, frente al palacio. Poco después
éstos empezaron a vivar a Antonio González Carazo como
presidente e hicieron trifulca contra Eloy Porto, gobernador de
la provincia, desarmaron la guardia de la cárcel, y mataron a
bala y machete al mayor Sebastián Elguedo, leal compañero de
Nieto en la última guerra y desde la conjuración de 1859-
El presidente ordenó al Batallón Glorioso perseguir a los
revoltosos (hasta Getsemaní) y tomó preso al coronel Manuel.
El candidato opositot se salvó del arresto escondiéndose en un
consulado extranjero, de donde salió después disfrazado de
lavandera con un canasto de ropa sobre la cabeza.
La noticia de esta escaramuza, aumentada y corregida, se
regó como pólvora por las provincias, al tiempo con las órdenes
de de la Espriella a todos los gobernadores para que "repriman
a los malvados, vigilen y persigan a los prófugos". Lope Nieto
convenció a su padre de organizar milicias nietistas con amigos
Cartagena. El palacio de la gobernación, donde se inició el golpe contra
Nielo en 1864.

Que Nieto no era de los "tiranuelos de todos colores y


[C] r a z a s " listos a matar, como se lo recalcó furioso el general
Piñeres con cita del Libertador, nos lo recuerda de manera
cruel el insulto que le hizo Ramón Santodomingo Vila de no ser
Nieto, capaz de sacar la espada para defenderse. Más resuelto
a ello era Lope Nieto, quien corta una figura más intrépida y
fogosa que su padre. Lo cual, de ser cierto (hubo, en parte, una
limitación constitucional sobre el mando directo de tropas por el
presidente del Estado), borra el principal baldón en este campo
que pudiera tachársele a Nieto: su autorización para el fusila-
miento de tres bandidos: J o s é Ciólo (ya condenado a muerte por
los tribunales) y los Martínez de la guerrilla de Betancourt. Ello
puede ser excusable por la serie de atrocidades gratuitas que
éstos habían cometido en su violento recorrido. Y son excusa-
bles igualmente las humanas veleidades de Nieto con la ridicula
carroza y las medallas. No son admisibles: las manipulaciones
electorales que hizo cuando era gobernador, los comienzos de
nepotismo al emplear compadres y parientes políticos en el
"MA APOGEO Y MUERTE DE NIETO

y parientes de Baranoa y otros pueblos de Barlovento, y salió


para Sabanilla inmediatamente con ese objeto.
Mientras tanto, el gobernador de Lorica, señor Corrales,
procedió a apresar a Ramón Santodomingo Vila a las 4 de la
mañana del 17 de noviembre con un piquete de 30 hombres,
cuando éste se hallaba en el cercano pueblo de Momil, y lo em-
barcó vigilado en una canoa rumbo a Cartagena. Algún amigo
avisó al general " B a l i t a " , Manuel Martínez, en San Antero
sobre lo que estaba ocurriendo. Como la canoa del preso debía
salir al mar por una de las bocas del río Sinú, precisamente al
frente de San Antero, " B a l i t a " dispuso rescatar con su propia
gente al compañero conspirador. El arriesgado abordaje se
hizo con éxito en alta mar, y Santodomingo desembarcó hombre
libre pero lleno de rencor, listo ahora sí a desencadenar la
revuelta militar contra Nieto.
Reunidos con Martínez dos días después en Momil, los re-
presentantes de este pueblo, San Antero y Purísima nombraron
a Santodomingo general comandante en jefe del "Ejército Res-
taurador de Sotavento". Dijo entonces el nuevo caudillejo en su
proclama a los bolivianos: " A r m a o s y contad con que yo tengo a
mis órdenes las fuerzas suficientes para batir todas las que el
tirano tiene encerradas en sus murallas [...] un esfuerzo más y
los pueblos probarán que ningún tirano puede aclimatarse en la
América". Y añadió una frase insultante sobre Nieto que aludía
a la inclinación pacifista del presidente del Estado: "Dejad que
él. desenvainando por primera vez su espada, se ponga a la
cabeza de sus Suavos y lo defiendan, que así nuestra victoria
será más p r o n t a " . [C]
Tal como lo anticipó Lope Nieto , el 25 de noviembre estalló
también la revuelta en Barranquilla, en forma tan rápida que no
hubo tiempo ya de organizar bien las milicias nietistas. Lope
logró avanzar sobre Usiacurí, al sur de Baranoa, el 9 de diciem-
bre con los hombres de que disponía, pero fue abatido al día
siguiente.
Dos columnas armadas se acercaban ya a Cartagena: la de
Santodomingo Vila y otra organizada en El Carmen por el gene-
ral Manuel Cabeza. Nieto no movilizó a su Batallón Glorioso,
sino que convocó la Asamblea legislativa a sesiones extraordi-
narias el 10 de diciembre para pedirle que negociara una paz
Lim los revoltosos. Esta maniobra resultó infructuosa. Al presi-
dente no le quedó sino la disyuntiva entre pelear y producir la
matanza del pueblo cartagenero, o dejar el camino abierto para
SEMBLANZA DEL ANTICAUDILLO 174B

gobierno, los intentos de imponer su sucesor en la presidencia


del Estado de Bolívar, signos de corrupción incipiente que tien-
den a demostrar la sempiterna tendencia a la descomposición
del poder y de los poderosos.
Aun así, según el panegírico del entierro. Nieto fue "el ídolo
del p u e b l o " desde los días de la revolución socialista utópica
de 1848 y antes. Comandó el apoyo y lealtad de gentes sencillas,
como los artesanos y libertos, que combatieron por él y por sus
ideas y siguieron su ejemplo en apoyo de la revolución de Meló.
Era un dirigente de masas de todas las razas y clases sociales,
incluyendo a los burgueses e intelectuales de Cartagena, a quie-
nes se impuso. Logro aún más significativo si se recuerda que
Nieto era un campesino nacido al pie de un árbol de matarratón,
de padres muy humildes, y un autodidacto que no pertenecía a
la raza blanca pura. En fin, era un individuo destacado que fue
a la vez producto y agente del proceso histórico-natural en que
le tocó vivir, con tendencias al populismo, la democracia, la
civilidad y el republicanismo.
El hecho de que un caudillo trigueño-cetnno como él tuviera
estas cualidades, echa por tierra las teorías racistas y fatalistas
de escritores como Lucas Ayarragaray y Carlos Bunge, y de
políticos como Laureano Gómez, quienes sostenían que la revol-
tosa América Latina no podría arreglarse a las buenas mientras

San Amero. l a playa por donde el general Manuel Martínez rescató al


general Santodomingo Vila (1864).
175A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

que entrara al gobierno otro equipo político. En vista de las


actitudes anteriores de Nieto en crisis violentas similares, no es
sorprendente constatar la que entonces tomó: renunciar a la
presidencia en unión del secretario de la Espriella, hecho que
ocurrió el 11 de diciembre por la noche. [D]
Las renuncias de ambos fueron admitidas inmediatamente
por la Asamblea, manifestando a los exfuncionarios que ésta
' 'queda satisfecha de su patriotismo y lealtad e imparte un voto
de aprobación a la conducta que han observado en el desempe-
ño de la primera magistratura del Estado''. La Asamblea proce-
dió entonces a elegir al doctor Benjamín Noguera como desig-
nado encargado de la presidencia. Los acontecimientos ocurrie-
ron con gran rapidez y rara calma; "Ni una sola persecución, ni
un grito de ira, ni una palabra de venganza; y es lo más admira-
ble que todos los ciudadanos que se encontraban privados de su
libertad, lo único que piden ahora al quedar libres es la absoluta
protección para quienes ayer miraban como implacables
enemigos", decía Noguera en su proclama inicial.
Pero ni Nieto ni de la Espriella ni muchos otros nietistas
podían sentirse seguros en sus personas fuera del gobierno, al
ver el amenazante avance del "Ejército Restaurador de Sota-
vento" y la conducta doble y falaz de muchos camaradas. Más
que todo afectaba a Nieto la traición de sus antiguos amigos
políticos y hermanos masones, por razones que no podía enten-
der ni justificar plenamente. Al día siguiente de su renuncia, en
el momento de hacer entrega del despacho y recoger el estan-
darte de Cartagena, tiene una grave crisis emocional: toma el
brazo de Noguera para despedirse, no puede controlarse y pro-
rrumpe en llanto. Le quedaba "Marengo": al salir por la puerta
del palacio, Nieto levanta con un chasquido de los dedos al gran
gozque, le soba la cabeza y musita con acento de amargura:
"Mira: los animales son mejores que los hombres". "Marengo"
fue el único ser viviente que acompañó a Nieto las tres cuadras
de vuelta a su casa en esa triste mañana. Los nietistas más
conocidos, como José Manuel Bossa, diputado a la Asamblea,
salieron apresuradamente de la ciudad en canoa o en bestias, o
buscaron refugio en casas de amigos y parientes conservadores
y en consulados extranjeros,
A los pocos días, Juan José también se despidió de su espo-
sa y de Anita Mogollón, su sobrina ahijada, y con su hijo Lope
(de vuelta de la derrota de Usiacurí) y los de la Espriella tomó
una goleta que les llevó por mar hasta el puerto de Berrugas
Goleta Josejiía, en ¡a que. probablemente, se efectuó et último viaje de
Nielo (¡865). (Acuarela de Mark).

•W

¡La
176A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

(Sucre y San Onofre), donde la familia de éstos tenía extensas


propiedades. Lope siguió para el Sinú, donde muy poco después
encontró la muerte, blandiendo así un nuevo golpe al zarandea-
do general Fue una causa más del empeoramiento de ciertas
dolencias físicas que Nieto venía experimentando de tiempo
atrás, que le obligaban a tomar cama con calenturas y tos y que
le llevarían prontamente al sepulcro.
Mientras tanto, Santodomingo Vila (con Martínez y Cabeza)
llegó con su ejército a Cartagena el 25 de diciembre y asumió el
poder por dos días, para cederlo luego a Antonio González Cara-
zo como presidente provisorio del Estado. Este cargo le fue
confirmado a González Carazo por tres años, por una nueva
Asamblea constituyente reunida en febrero de 1865 que expidió
la cuarta y última Constitución del Estado Soberano de Bolívar
( l o . de abril, 1865).
La Asamblea procedió igualmente a hacer los ajustes legales
necesarios y tomar decisiones para responder a los intereses de
los grupos sabaneros y otros que habían impulsado la revolución
contra Nieto: concedió privilegio para la navegación en el río
Sinú en buques de vapor (15 de febrero); canceló la pensión
vitalicia de dos mil pesos anuales para el general Nieto (lo. de
marzo); autorizó fundar bancos (11 de marzo); auxilió la apertu-
ra de un nuevo canal por los terrenos de " C a m a c h o " entre Ba-
rranquilla y Sabanilla (21 de marzo); concedió privilegio a
William F. Kelly para construir él ferrocarril entre el río Magda-
lena y Cartagena (30 de marzo); limitó la fuerza pública del Es-
tado a doscientos hombres (4 de abril); eliminó la provincia de
Nieto y estableció la de Chinú en cambio (2 de mayo); autorizó
conceder privilegio para construir el ferrocaril entre Barranqui-
lla y Sabanilla (4 de mayo); derogó incisos de la ley sobre el
empréstito forzoso para la reconstrucción del Dique, que había
dado origen a la oposición caracista (13 de mayo); y autorizó
conceder privilegio para construir un ferrocarril entre Tolú y
Chinú pasando por Sincelejo y Sampués (30 de mayo).
La salud del general Nieto se empeoró rápidamente y, al
regresar a Cartagena, había perdido tanto peso que la gente
casi no pudo reconocerlo. Sobre su salud se habló ya con preo-
cupación en una reunión masónica, el 7 de febrero d e 1865. Su
casa volvió a llenarse de admiradores y visitantes que venían
a rendirle homenaje. Una comisión popular llegó un día para
regalarle un magnífico bastón de mando, como expresión de
SEMBLANZA DEL ANTICAUDILLO 176B

dominara en ella el elemento mestizo, porque éste es esencial-


mente anárquico. Otras son las causas de la anarquía y la pobre-
za mental. Aquellos son ecos colonizados del debate europeo
sobre el tema racial que empezaron a agitar desde 1860, en
Francia, Charles Mazade y Eliseo Réclus en la Revue des deux
m o n d e s , debate malintencionado que se dirigía a desacreditar-
nos ante el mundo.
Con razón sostenía nuestro filósofo antioqueño, Fernando
González: "A nuestra tierra y a nuestras razas se han hecho
críticas europeas, aceptadas y agrandadas por nosotros, y que
han sido formuladas por el profundo interés que tiene Europa
en conservarnos humillados, con almas de colono. La literatura
y la sociología europeas han hecho circular y repetido hasta
formarnos un complejo de inferioridad, las siguientes proposi-
ciones: I a . El trópico es impropio para el hombre. 2 a . El producto
de la mezcla de razas no sirve. Con estas dos proposiciones,
Europa nos ha tenido más colonos humildes que España con sus
virreyes y o r d e n a n z a s " . (Los negroides, Medellín, 1956, 41).

La esencia del anticaudillismo de Nieto (como de otros


[D] dirigentes costeños que han actuado como él, no sólo en el
campo militar) parece radicarse en los f u n d a m e n t o s éticos
de su personalidad, aquellos que asimiló desde su juventud con
las lecturas que hizo —un tanto desniveladas, a u n q u e conver-
gentes— del Catecismo del cura rebelde Sotomayor y Picón y la
literatura política francesa, inglesa y española liberal, para
culminar en los preceptos tolerantes de la masonería.
Estas lecturas y la educación que él mismo se dio, el conoci-
miento del francés y del inglés, su amor por las artes refinadas
y la literatura universal le separaron de la cultura de su pueblo
de base. Nieto ingresó a la élite intelectual de su época. Sin
embargo, tuvo el mérito de no cerrar completamente las puertas
a las clases inferiores de donde había provenido y a su cultura
propia; por el contrario, como queda dicho, en el periodo más
productivo de su carrera se identificó con los intereses y expre-
siones culturales de los trabajadores y artesanos. Tuvo, pues,
habilidad suficiente para no crear un cismo entre ambos niveles
sociales, sino que construyó algunos puentes entre el "país
nacional" y el "país político", puentes destruidos por políticos
posteriores, para desgracia de todos. Pero no fue capaz de tra-
ducir las utopías de su formación ideológica a la realidad concre-
177A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

afecto y en recuerdo de aquél que Nieto había roto a la cara de


Mosquera en 1854, para defender al pueblo cartagenero.
Ya Nieto casi no podía caminar y se quedaba recluido en su
cuarto. Tenía fiebres, sudaba copiosamente por la noche y tosía
secamente, a veces con esputos. Teresa y Anita le aliviaban con
creosota de Hetré diluida en limonadas y naranjadas frescas,
vino de Vial y grajeas del doctor Hecquet. No había mucho más
que hacer.
El final sobrevino el 16 de julio de 1866. Por dispensa espe-
cial del obispo Bernardino Medina (quien le perdonó haber sido
masón y autorizado la expulsión de monjas), le acompaño en los
últimos instantes y le dio la extremaunción el padre (masón)
Manuel Eusebio Flores, cura momposino de la parroquia de
Santo Toribio. Las exequias fueron en la catedral y el entierro,
muy concurrido, en el cementerio de Manga, en sitio donde el
Estado de Bolívar (ley de 22 de octubre, 1866) construyó poco
después un espléndido mausoleo a Nieto con su retrato en pie-
dra, y una loza de mármol dedicada "al incontrastable repu-
blicano".
Entre los discursos de ese día de luto regional, quedó pre-
servado por la imprenta del ferrocarril el de Manuel Zenón de
la Espriella ("el rubio"), hermano de Juan Antonio, que quizás
reflejaba el sentir de la mayor porción del pueblo cartagenero.
Decía así en algunos apartes:
"Hemos venido acompañando los restos de un ciudadano
querido, de uno de esos hombres de quienes es imposible
separarse para siempre sin tributarle un homenaje merecido.
Dispensadme si cedo a las emociones que tamaña desgracia
produce en mi espíritu. Vuelvo la vista a lo pasado y recuerdo
que él era el ídolo de este pueblo [...] Los sentimientos persona-
les y políticos, si aún existen, deben desaparecer ante la majes-
tad de su tumba [...] Soportó con tanta dignidad y resignación el
destierro y las persecuciones, como manejó con habilidad e
hidalguía el gobierno de estos pueblos. Y era porque las inspi-
raciones de su espíritu le hacían uno de esos cristianos que
sabían soportar las desgracias sin abatirse, como fue ajeno a la
vanidad en los días más felices de su grandeza. Era un completo
republicano.
"A sus virtudes políticas y a la afabilidad de su carácter
debió esa popularidad de que ninguno ha gozado entre noso-
tros, popularidad que pudo interrumpirse pero no acabarse;
Cartagena. Calle de la Inquisición, rula del entierro de Nieto.
178A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

porque era el amor de un pueblo noble y agradecido hacia el


caudillo más ilustre que había salido de sus filas.
" P e r o , ¿qué más? ¿qué prueba más elocuente de la sensi-
bilidad de su corazón que su conducta en los últimos aconteci-
mientos políticos? Ese episodio de su vida no deja de serle
honorífico, por más que le fuera desgraciado [...] Un hombre de
ese temple fue impotente, sin embargo, para luchar el día en
que una parte de sus antiguos amigos le volvieron la espalda a
su autoridad. Su corazón no tuvo fuerzas para resistir una prue-
ba tan terrible: lloró como un niño. Tenía un corazón de lo más
tierno bajo una cubierta de bronce. Amigos, lo que hemos per-
dido es una de las columnas que sostenían ese edificio de liber-
tad levantado por tantos hombres ilustres, de los cuales muy
pocos existen todavía.
"Amigo de las letras y de la juventud, ese soldado-ciudada-
no, ese hombre sincero, deja muchos recuerdos honorables. Los
templos de esta ciudad tienen testimonios de su piedad religio-
sa; mil páginas de nuestra propia historia se deben a su pluma;
la patria le merece muchos días de una gloria inmarcesible, y
la literarura no le fue indiferente jamás. Los que le conocieron
saben que éste es su retrato positivo.
"Recojamos la espada de honor con que lo ha distinguido la
nación, y el bastón de magistrado que el pueblo le obsequió
como testimonio de su afecto, para ponerlos en las manos de los
herederos de su nombre.
"¡General Nieto! ¡Amigo del pueblo, amigo mío! Descansad
en paz. La muerte no es la muerte sino el olvido, y nuestros
compatriotas no os olvidarán jamás.

La muerte del caudillo nos cogió a los Mier en la des-


bandada. ¡Tuve que irme obligado de El Carmen porque
el pueblo se quemó casi todo! Eso fue el 2 de marzo de
1865, y algunos malhablados decían que era "la ven-
ganza de Nieto" porque de ese pueblo había salido la
revolución que lo tumbó.
En El Carmen supimos que el general Nieto estaba
enfermo. Los masones mandábamos c a n a s preguntan-
do por él, escritas por mi hermano Agustín, quien era
secretario de la logia Luz del Carmen. Recuerdo la
visita en el despacho del general y la cordialidad con
que nos recibió para arreglar lo relacionado con nuestra
ii

7Í'~*k
Cartagena. Mausoleo de Nieto en el cementerio de M a n g a .
I79A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

organización, por ser él Soberano Gran Comendador


de la Orden. Nos sirvió una comilona en su casa, atendi-
dos por la señora Teresa y una cocinera negra llamada
Estebana, y allí echamos buenos cuentos sobre Mom-
pox y la campaña del Supremo Carmona, cuando nos
vimos de lejos mientras huíamos en canoas. No dejó de
reírse, mientras descansaba en la hamaca que había
colgado en el corredor del piso de arriba. El general
Nieto era muy sencillo y sentimos como si fuera de
nosotros y de la gente humilde. Porque él no había sido
oligarca ni ricachón, y aunque era el mandón, con su
cordial manera de ser no aumentaba la distancia entre
él y los demás, al contrario.
De las cosas que más recuerdo de nuestra visita con
él en su casa fue el patio central a donde se llegaba
desde la calle de la Inquisición por un zaguán ancho.
Había allí un palo de anón y un arbusto de icacos flan-
queados de begonias, jazmines y mafafas que dos
guacamayas picaban de vez en cuando. Al fondo,
amarrado de la cintura y fijado a una columna con una
cadena, estaba un mico saltando sobre su casita de
dormir. Y al otro lado, en una esquina resguardada por
una cerca baja, se hallaba una cría de morrocoyos de
todos los tamaños. "Lleven los que quieran, que son
buena comida", nos dijo el general mientras subíamos
las escaleras al salón de recibo decorado por vitrinas
llenas de libros en varios idiomas y ventanas con corti-
nas verdes recogidas a los lados, en cuya puerta, dur-
miendo, se encontraba de guardián "Marengo", el
perro del general.
Por esos detalles humanos y otros de la propia vida
nuestra del campo, mucha gente vio en el general Nieto
un caudillo popular, como un verdadero representante,
en el gobierno, del pueblo que trabaja. Así ocurrió
desde cuando libertó los esclavos y se puso al frente de
los artesanos, y durante el golpe de Meló. Tampoco en
las guerras que le tocó lidiar se comportó como un tira-
no, aunque en El Carmen sus enemigos lo consideraran
así. Su muerte fue una pérdida para el liberalismo y la
masonería, y hasta hubo quienes lloraron por él en la
villa.
El incendio de El Carmen, o la "venganza de Nieto",
....

1
, ' ;
">••'
I; •;. „ < W - - '

£7 g e n e r a l Nieto. Detalle del rostro en el mausoleo de M a n g a .


180A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

comenzó por un descuido en la cocina de la casa de


palma del señor Majin Moreno en momentos en que
soplaban las fuertes brisas de marzo. Las chispas
fueron saltando de techo en techo por más que se toca-
ron las caracolas, los cachos y las campanas, y los
vecinos vinieron en carrera con ollas, peroles, mucuras
y poncheras de agua. En las doce horas que duró el
incendio se quemaron alrededor de dos mil casas, las
tres cuartas partes del pueblo, y algunos calcularon las
pérdidas de riqueza en unos dos millones de pesos.
Porque El Carmen se había convertido en el centro
comercial y agrícola del Estado de Bolívar; tenía ocho
mil habitantes. Hasta los archivos de la gobernación,
de la iglesia y del concejo quedaron hechos cenizas.
Se hicieron colectas de dinero en Cartagena, Since-
lejo, Corozal y Barranquilla. Los diputados regalaron
un día de sus sueldos. Muchos compañeros empezaron
a reconstruir sus casas, tan de buenas como potrosos,
que en los escombros encontraron 800 machetes Collins
y como 500 hachas que se repartieron entre los agricul-
tores. Así se comenzaron de nuevo los tabacales y los
algodonales que estaban empezando. ¡El Carmen
volvía a nacer de sus escombros!
Agustín resolvió quedarse allí con la logia, su banda
papayera, su familia que crecía, y los curazaleños; pero
yo lo había perdido todo —la botica y mis pertenen-
cias— en el incendio. Decidí probar fortuna en Cala-
mar, porque nuestra tierra es donde nos vaya bien. Y
salí solo, porque no podía viajar con Atanasia, mi mu-
jer, ni seguirla sosteniendo, ni con Pablo Emilio. Del
polvo de los caminos me salieron hijos que tomaron el
rumbo de sus m a d r e s . Pero las familias que hice era lo
que más quería y de ellas nunca me olvidé.
En Calamar formé un nuevo hogar del que tuve
cuatro hijas, ¡y todas me resultaron pianistas! Se veía
que la música no nos iba a abandonar a pesar de los
incendios, de los trabajos y de la pobreza que siguió
durante esos duros años de lucha por la vida. Era que la
música era de pura cepa, la llevábamos en la sangre.
Me metí otra vez de lleno en la curandería y, des-
pués, como saben, en la minería. Seguía huyendo de los
ejércitos, de la violencia sin fundamento ni razón, de
SEMBLANZA DEL ANTICAUDILLO 180B

ta. Su liberalismo fracasó, dejando apenas restos de la "decan-


tación" consiguiente. Veamos cómo ocurrió esto.
Ante todo, los principios liberales expuestos por Nieto (como
por tantos otros políticos de la época) buscaban su justificación
moral en tesis escolásticas derivadas de Aristóteles y Heráclito,
sobre el bien común o supremo, los intereses superiores de la
sociedad y la dignidad del hombre.
Por supuesto, existían las limitaciones prácticas. Nieto
hablaba del bien común en su ensayo sobre los Derechos del
hombre (1835), pero no descubría aún las inconsistencias que
esta tesis implica. No sabía, por ejemplo, que ésta tiene un
escape adecuado en el principio de razón o secreto de Estado,
que sirve para excusar y esconder crímenes y errores oficiales.
No discernía que la tesis del bien común o supremo había lleva-
do ya, en Europa, a crisis políticas y morales profundas, espe-
cialmente en la Edad Media, cuando el clero obtuvo poderes
temporales que se sumaron a los espirituales: la era que se inicia
con San Ambrosio e Inocencio III, que culmina con Gregorio VII
castigando en Canossa al emperador Enrique IV. ¿Cómo expli-
carse al papa Julio II montado a caballo en plena armadura
conquistando la Romagna, sino con inconsistencias ideológico-
morales?
A dilemas como éstos no podía Nieto, como muchos otros,
responder sino con planteamientos maquiavélicos sobre la libi-
do imperandi, como lo habían hecho varios políticos y gobernan-
tes de Nueva Granada (el arzobispo Antonio Caballero y Góngora
con los comuneros en 1781, por ejemplo) y lo seguían haciendo
en la república. Tuvo que creer, con Maquiavelo y López de
Santa-Anna, en el principio de la relatividad de las virtudes, o
prudencia, en los gobernantes; y que el fin justifica los medios
cuando de conservar el poder se trata.
Pero Nieto no llegó a ser consistente en la aplicación de estos
principios y, por ello, fue barrido por los políticos más cínicos o
tealistas que él. En esa lucha de basiliscos y arpías, no podía
hacerle frente a las dentelladas de un M o s q u e r a , ni siquiera a
las de un González Carazo. Pero la historia demostró posterior-
mente que ni estos políticos realistas, calculadores y manipula-
dores, entregados al culto de la fuerza, pudieron salvarse del
castigo por sus excesos y sus dolos. En el balance histórico y en
el recuerdo de sus compatriotas, Nieto sale delante de ellos.
¿Qué más se podría pensar de alguien que, como él, redactara
estos pensamientos en su folleto de 1835 ?:
181A APOGEO Y MUERTE DE NIETO

los partidos políticos de gambote que no son un carajo


ni un cipote. Dejé de ser liberal. ¡Qué diablos! Había
que defender la vida, no causar la muerte. Había que
producir riqueza, no destruirla. Teníamos que velar
por el progreso y la felicidad de nuestras familias y de
nuestros prójimos. ¡A mucho honor que yo no era mili-
tarista! Pero habíamos crecido en el siglo de las gue-
rras, y de esta maldición ya no nos pudimos escapar:

Que nos gobiernen Los godos


o m a n d e e l liberalismo
p a r a tirarse a los p o b r e s
todos resultan lo mismo.

Por los políticos malos, por los caudillos egoístas y


creídos, por los gamonales vengativos, por los ricos
ambiciosos y usureros, por los curas infieles al Evange-
lio, por todos esos culpables, nos fuimos hundiendo
lentamente en la mar de las peleas y conflictos que fue-
ron cada vez más grandes y violentos que los anterio-
res, mientras otras naciones cogían impulso y nos
dejaban atrás como despreciables pordioseros. De
seguro el general Nieto no habría podido vivir así, en
esas condiciones. Se habría levantado de nuevo a
defender su gente del despotismo.
SEMBLANZA DEL ANTICAUDILLO 181B

"El ciudadano (o político) libre y virtuoso, es el objeto más


apreciable de toda la naturaleza: siempre sincero, jamás enga-
ña; él es el apoyo y la consolación del inocente y el terror de los
malvados; justo, encuentra la felicidad en sí mismo: oye los elo-
gios y la sátira, pero todo lo valúa por su precio" .
¿Cómo podía un verdadero caudillo militar o político macho
y remacho escribir estas palabras y ponerlas en práctica? La
vida pública de Nieto se distinguió por esa dualidad de compro-
miso entre lo ideal y lo práctico, por la tensión entre lo utópico y
lo real. En la medida en que fue fiel a sus ideas, puede decirse
que fracasó como político y como militar, lo cual dice menos de
él, como persona, que del sistema social en que vivió y que
sigue vigente hasta hoy entre nosotros. En las horas de prueba,
la moralidad de su vida privada, reforzada por la cultura costeña
y el rechazo de ésta a lo doble y lo violento, le dominó. Por eso
terminó su carrera con la frente en alto y la conciencia tranquila,
a u n q u e en palpable desgracia pública que, de todas maneras,
no duró mucho.
Evidentemente, Nieto no resultó buen discípulo de Maquia-
velo. Quizás, por lo mismo, fue un dirigente esencialmente
h u m a n o , un jefe popular a m a n t e de la tolerancia y la democra-
cia, que rechazó la violencia autocrática. AI tiempo que reconoció
el derecho a la rebelión justa, luchó contra las tiranías como lo
hizo en 1841 y de 1850 a 1854. Por eso llegó a ser un caudillo
anticaudillo. Por eso, también, tocó en la esencia misma de la
costeñidad, quizás en la de la propia estirpe de los verdaderos
colombianos patriotas.
DESPEDIDA
Cartagena.
Inquisición
" M i abuelo Adolfo —el tatarabuelo de Alvaro— se conmo-
vía mucho recordando todos estos hechos; a veces tenia que
resoplarse la nariz al aire y enjuagarla con los dedos, de pura
e m o c i ó n " , nos aseguró don Adolfo Mier Serpa, recostado en su
silla de cuero frente a la piedra Palacin de San Martin de Loba,
mientras la " n i ñ a " Benita Vidales dormitaba, con la oreja
p a r a d a , en la hamaca jacintera. Nosotros, absorbidos por el
infinito relato, nos habíamos quedado allí como petrificados.
Pero el trotar de la gente en la calle a caballo o en burro para
ir a trabajar en el campo, el bullicio de los jóvenes que marcha-
ban con totumas en la cabeza para catear el oro que seguía
saliendo del cerro de doña María a pesar de las maldiciones de
los esclavos, el entierro de un compadre con medio pueblo
acompañando, el paso ruidoso del primer tractor de San Martin
con su remolque repleto de niños felices, el chillido de las lechu-
zas de la calle de las Brujas, el tum-tum de la tambora de Meh-
tona Caballero, todo esto y mucho más nos hizo despertar a la
dura realidad de la depresión y su abandono en la violencia del
sistema.
El grupo de estudio y trabajo se estaba desvaneciendo. Era
la realidad de la vida, el resultado de la incuria de los gobernan-
tes más recientes, el resultado de la violencia estructural de la
sociedad cuyos orígenes veníamos de estudiar, la consecuencia
del creciente abismo entre el "país político'' y e l ' 'país nacional"
que Nieto, a su manera, había tratado de llenat.
Ramón Pupo ya no podía a g u a n t a r más viviendo sólo de la
herrería, y tuvo que emigtar a Venezuela, como tantos costeños
pobres, en busca de ttabajo.
DESPEDIDA 187

El juez Cifuentes aceptó por fin un cargo en la administra-


ción pública para combinarlo con otros empleos y así poder
completar su presupuesto y dar de comer a su numerosa familia.
Luis Murallas, mal de salud," y Alvaro Mier quedaron en
San Martín a la espera del pronto renacer del movimiento cam-
pesino, y de la acción concertada de defensa de los maestros de
escuela. Sus grupos políticos, por fortuna, no se habían rendido
ante la represión reinante, única circunstancia que les hacía
recordar que había gobierno en Colombia.
Y yo, el escritor-colaborador, me convertí en peregrino de
todos, visitándoles en sus casas con el manuscrito para que lo
leyeran, corrigieran y completaran, y concurriendo a los diver-
sos sitios a donde me guiaba el relato de don Adolfo, la crítica
de la niña Benita, o la lectura de los documentos de archivo.
Cuando pasé por Cartagena poco después de hojear los
papeles de Nieto en el Fondo Anselmo Pineda del Archivo Na-
cional, me arrimé al distrito de la Catedral en busca de la casa
del caudillo. Allí estaba, en efecto. Pero ya no tenía los clásicos
balcones de madera torneada, ni los portones grandes de goz-
nes antiguos, sino burdas réplicas de concreto perforado. La
casa se había dividido entre dos tiendas de granos en el primer
piso y dos apartamentos de gente pobre en el segundo, con un
inmenso bastidor separándolos por la mitad del patio. De éste
no quedaban visibles sino dos antiguas columnas de piedra
tallada al borde del amplio corredor.
¡Gran sorpresa! Al fondo del patio había vida: varios traba-
jadores del hierro y soldaduras tenían allí un taller pequeño con
sopletes y cables eléctricos. "No sabía que ésta hubiera sido la
casa del general N i e t o " , me dijo el jefe de ellos, Carlos Merla-
no, cuando les expliqué el motivo de mi intrusión. " N o tiene ni
siquiera una placa afuera para recordar el hecho, como ocurre
aquí con otras casas de n o t a b l e s " . Pero allí estaban trabajando
los artesanos, descendientes de aquellos socialistas liberales a
quienes Nieto sirvió toda la vida, de quienes había derivado su
poder político inicial. Era como si el espíritu del general siguiera
habitando esa firme casona semidestruida, golpeada por el
desarrollo de la ciudad, deformada por la tecnología moderna
y el mal gusto de los contemporáneos.

* Luis Murallas murió en San Martín de Loba el 15 de junio de 1981,


sensible pérdida para las organizaciones campesinas de la región. Le
sobreviven su esposa (la niña Delia) y Chabela, su hija de crianza.
188 DESPEDIDA

Trabajando en el taller de artesanía de soldadura o r n a m e n t a l que fun-


ciona actualmente en el patio de la antigua casa de Nielo.

Cerramos el taller y fuimos todos a ver el retrato del general


Nieto en el cercano Palacio de la Inquisición. No estaba colgado
en parte visible. Lo encontramos tirado en el suelo en el salón de
San Alejo de la honorable Academia de Historia de Cartagena
de Indias. Alguien había tratado de restaurarlo, y el resultado
no había sido satisfactorio para los académicos: quizás, por
algún otro misterioso impulso atávico, había salido de los pince-
les del restaurador un personaje cobrizo, de pelo parado a lo
"afro", que recordaba más bien al gran pelotero mulato
cartagenero, el ñato Ramírez.
¿Qué podíamos hacer? Sea como fuere, allí estaba el general
con sus ojos zarcos en mirada cordial e inteligente, con sus tres
medallas, el reloj de leontina y la banda tricolor presidencial
sobre el pecho. ¡Rescatemos el lienzo!, pensamos, no se puede
menos. Así fue: lo sacamos del depósito y lo colocamos otra vez
en el salón principal del palacio, al lado de la imagen serena, de
rasgos caucásicos, del procer José María del Castillo y Rada. Y
allí lo dejamos colgado, los artesanos cartageneros y yo, en
homenaje al olvidado caudillo popular costeño que presidió los
destinos de la república en 1861.
DESPEDIDA 189

Llevé estas noticias a don Adolfo Mier, la niña Benita Vida-


les, Murallas y Alvaro Mier en San Martín de Loba, al juez
Cifuentes en el Barranco, a Ramón Pupo y a los colegas de la
Academia de Historia de Santa Cruz de Mompox, a los descen-
dientes del general Nieto y sus amigos en la población de Bara-
noa. Comentamos mucho toda la información y llegamos a
algunas conclusiones generales que aquí me permito consignar,
bajo mi propia responsabilidad.
Ante todo, los encontré perplejos y angustiados por la
situación del país y por el avance de la violencia y el militarismo
en las ciudades y pueblos de la Costa caribe. El problema,
evidentemente, viene de muy atrás en la historia. Después de
haber estudiado juntos la vida del general Nieto y la de los her-
manos Mier, creemos entender mejor la forma como el caudillis-
mo pudo articular toda la Costa como región y como estado
autónomo, un tema recurrente desde entonces que aparece
todavía como meta para alcanzar mediante divisiones funciona-
les del territorio, como el propuesto departamento del Río.
Pero también vimos la gran talla de aquel ambicioso diseño
geopolitico; los Estados Soberanos del siglo pasado llevaban
adentro la semilla de su propia destrucción, cual era la violencia
política apoyada en los ejércitos de los partidos con gamonales y
caudillos a la cabeza. La acción partidista agresiva fue creando
la tendencia acumulativa de la contraviolencia por efectos recí-
procos. No se descubrió entonces ninguna otra fórmula de
acción, de avenimiento y comprensión, que nos hubiera permiti-
do construir los Estados, mucho menos una nación coherente
con destino propio ampliamente compartido. La espiral de la
violencia política y la contraviolencia se fue subiendo desde los
conflictos arreglables de 1830 hasta el sangriento, prolongado y
costoso de 1860-1862. El general Nieto hubo de dedicarle enton-
ces alrededor del 40 por ciento del presupuesto de Bolívar a las
milicias del Estado. En una generación, quienes habían sido
compañeros en las campañas de independencia, en la construc-
ción de una nación grande y poderosa en el hemisferio como fue
la Gran Colombia, y en la fundación de nuevos pueblos, se ha-
bían dividido y magullado entre sí, destruyéndose cada vez de
manera más cruel y sanguinaria.
Paradójico que, a pesar de todo, la región costeña hubiera
prosperado relativamente en esos años de guerras. Pero, al
nivel nacional, mientras más ricos se volvían aquellos fundado-
res y pioneros, al paso que descubrían nuevas maneras de ser
190 DESPEDIDA

capitalistas y de acumular dinero como comerciantes y banque-


ros, más violentos resultaron. Dieron así lugar a la violencia
estructural, por una parte, y a la violencia reaccionaria, por
otra.
La violencia pasó fácilmente de lo político a lo económico y
viceversa. Los intereses creados alrededor del armamentismo
y de la producción y venta de las armas fueron haciéndose más
fuertes. Los ejércitos de los partidos (y el nacional) empezaron
a consumir una porción cada vez mayor de la producción y
riqueza nacional, aparte de la destrucción de bienes que hacían
a su paso por el territorio. En consecuencia, la tradición civilista
de los primeros años, inspirada en ideales republicanos román-
ticos, se fue desmoronando para dar paso a un militarismo
extraño a la idiosincrasia natural en que aquella se inspiraba.
Este nuevo militarismo, divorciado de la esencia fundamental
de la patria, se personificó en el general Tomás Cipriano de
Mosquera y se extendió con otros caudillos del interior de la
república, no sin que se asustaran muchos políticos.
La llegada de Mosquera al poder después de la primera
revolución triunfante contra el orden constitucional en Colom-
bia, llevó al desprecio del talante pacífico y confiado de nuestros
aborígenes y campesinos, no sólo de su rudeza bienintenciona-
da. Se vio entonces con malos ojos la informalidad bullanguera
de los grupos mulatos y negros, junto con su falta de urbanidad
y tacto. Se criticó al dejao costeño, sin entender el sentido
profundo y sutil de la cultura anfibia que le daba vida y razón
de ser,
Pero mientras los gamonales y caudillos de las clases
dominantes seguían por la senda del conflicto cruento y agre-
sivo que consideraron ' 'civilizado" —a la usanza europea, llena
de charreteras, morriones y espuelas—, muchas gentes traba-
jadoras, campesinas y pobres, con toda su llamada "ignorancia
y malas m a n e r a s " (la plebe, la gleba, los " i n d i o s " ) cogían por
otra vía: la de la defensa y expansión de la cultura y el saber
populares. Carmona, Mosquera, Arboleda, Santodomingo y
Martínez aprendieron a blandir sus sables para empujar al
combate, a planazos o de punta, a los soldados del pueblo. En
cambio, los parientes libres de éstos, que habían sabido huir de
los reclutamientos, se refugiaron en regiones que ttansforma-
ron mediante su trabajo y tenacidad. De allí proviene buena par-
te del impulso para que el país adquiriera una nueva fisonomía,
DESPEDIDA 191

distinta de la colonial, y avanzara en la constitución de la forma-


ción social nacional.
Las preocupaciones de estos pobres y parias de la tierra se
arraigaban en la praxis original, en las formas directas de
producción de riqueza, en las técnicas de trabajo, en las comuni-
dades de reproducción, en el goce de la cultura y de las artes y
en la natural tendencia lúdica. Iban por otro camino: el de la
formación —no destrucción— del haber colectivo como base de
la prosperidad individual y de la felicidad nacional. Por eso el
pueblo común de la Costa vio con natural incomprensión aque-
llos conflictos y guerras civiles fomentadas por patronos y
hacendados, hasta cuando se tradujeron en violencia patológica,
esto es, en enfrentamientos personales, vacíos de ideología. Las
guerras se entendieron entonces sólo en términos de odios
heredados a nivel familiar e individual. Esta era una democracia
muy mal entendida y peor defendida: la del "país político".
Aquella otra —la del pueblo sano— era otra mentalidad, otro
mundo: era el "país nacional".
Con todo y los defectos que acompañaban la rusticidad, la
ignorancia y la pobreza, el escape colectivo del pueblo trabaja-
dor costeño dio un hálito de vida a toda la nación. Entre otras
cosas, fomentó la alergia a lo castrense y condicionó la discipli-
na a aquello que se comprende y se quiere gozar. Alimentó la
alegría y la tolerancia, dio apertura a la discusión de las ideas,
culturas y religiones diversas, y defendió la democracia como
forma de vida social. En este campo, halló un gran aliado y buen
apoyo en el trabajo ideológico, educativo y científico de los ma-
sones de la región.
Claro que en la Costa se desarrollaron lealtades a los dos
belicosos partidos tradicionales colombianos; pero se logró
también mediar y condicionar aquella belicosidad y abrir otros
cauces políticos para el manejo de la cosa pública y el control del
poder. Por eso, los integrantes del grupo de estudio de Loba nos
encontramos incapaces de aceptar totalmente la visión de
Colombia como una santurrona violenta, como si fuera una
mariapalito gigantesca. Esto depende del desarrollo concreto
de la violencia estructural y de la forma como ejercen la agre-
sión los detentadores del poder político, económico y militar.
Está claro para nosotros que la violencia va determinada por la
existencia abusiva y monopólica de la propiedad capitalista, por
la discriminación clasista y por la explotación del hombre por el
hombre. Y que las clases dominantes no se dejarán quitar el
192 DESPEDIDA

poder sino por la coerción eficaz y convergente de las clases


trabajadoras organizadas y sus partidos y organismos de lucha.
Sabemos que la violencia del sistema se expresa en el Estado
injusto, opresor y corrompido que ha pasado a ser gabela de
grupos egoístas, antinacionales y apatridas, contra los cuales
sólo cabe la violencia revolucionaria. Ellos la cortejan con sus
p e r m a n e n t e s afrentas, en tal forma que la subversión socialista
libertaria, aquella vislumbrada por Nieto y los demócratas libe-
rales de 1848, se destaca más y más como la principal alterna-
tiva del país. Se han configurado —si no objetiva, sí subjetiva-
m e n t e — los elementos de una guerra justa contra el sistema
dominante, tal como la definieron los Santos Padres de la
Iglesia,
No obstante, algunos miembros del grupo de estudio de la
Costa me decían que no todo podía estar perdido en el aquelarre
de la violencia descontrolada, que desde la Costa la situación
nacional se veía desde otro ángulo más humano y promisorio.
Sostenían que no todo debe llevar a la eterna entronización de
la violencia reaccionaria, el militarismo antipopular y el arma-
mentismo indiscriminado y asesino que ha llevado a la ruina y
destrucción de sociedades en otras latitudes. Decíamos: la espi-
ral de la violencia no puede ser infinita ni teórica ni práctica-
m e n t e , puesto que es un fenómeno social y cultural, no gené-
tico, es decir, controlable por el hombre, como bien nos lo
habían enseñado los indígenas americanos. En contra de lo que
esperaban Hobbes y Darwin, esa espiral se p u e d e romper por
arriba, con la explosión sedante de la voluntad y acción popular,
de una vez por todas.
El grupo de estudio consideró importante destacar, en este
mismo sentido, el papel corrector que d e s e m p e ñ a la creación de
conciencia sobre los tipos de violencia existentes, y el estudio
critico de la historia del pueblo y sus dirigentes. Pensamos en
el general Nieto y su significación como caudillo-anticaudillo
que habíamos rescatado de la historia local, como aporte de la
costeñidad. Recordamos la función positiva de los hermanos
Agustín y Adolfo Mier —aquellos músicos y curanderos sabios
de Mompox, Palomino y El Carmen— en la creación colectiva
del porro paliteao y en la preservación de la ciencia médica
indígena.
Por eso confirmamos también que la historia del Caribe se
puede todavía recuperar para las bases sociales y reconstruir
con las técnicas de investigación aqui ensayadas y propuestas, y
DESPEDIDA 193

con otras que los estudiosos comprometidos con el pueblo traba-


jador vayan determinando. En esta forma, y con el mismo espí-
ritu, podríamos entrar a preparar los próximos tomos de esta
serie de la Historia doble de la Costa, si las energías nos alcan-
zan. ¡Ya sabemos, por lo menos, que la historia real del pueblo
costeño se puede devolver de manera constructiva para la
educación política y estímulo cultural de la gente que la creó, de
la que fue protagonista! Se trata de una historia de luchas y
esfuerzos comunes de la cual podemos estar orgullosos, aunque
no totalmente satisfechos, como hemos visto.
Si fuimos capaces como costeños de transformar las bandas
de guerra en bandas papayeras; si condicionamos a todo un
caudillo militar como J u a n J o s é Nieto para que no cortara
a m a r r a s con la cultura raizal y siguiera siendo fiel al genio
cordial y extrovertido de su pueblo y de la raza cósmica a la cual
pertenecía; si, en fin, hemos podido soportar con cierta firmeza
la invasión de la canalla, la militarización desaforada, el estado
de sitio, las balaceras de las mafias y la descomposición capita-
lista, ¡qué más no podremos hacer por el país para que sobre-
viva el decoro nacional, perdure la tradición republicana y
civilista a la que Nieto rindió su vida, y se inflame el espíritu
para luchar, como él en sus mejores épocas, por la justicia para
el pueblo trabajador y contra las tiranías existentes!
ÍNDICE DE NOMBRES
DE PERSONAS Y LUGARES
T O M O 1: M O M P O X Y L O B A

Aguachica, 24. 26 4 2 , 5 0 . 5 9 . 6 3 , 72, 80, 119, 120. 130.


Alfinger, Ambrosio. 82, 84 137. 138
Alfonso Vil. 65 B a r r a n c a n u c v a . 33, 46, 53
Algarrobo. 58, 6 1 . 6 6 . 106. 119 B a r r a n c a s , véase Guamal
A l v a r e z . Aquilino. 146 Barranquilla. 20, 49, 53. 104, 104,
A m a r y Borbón. Antonio, 136 107. 110
Aníbal, Bartolomé d e . 85 Becerril del Campo. 85
Anguiano, Manuel d e . 87 Bernal. José. 97
Á ñ e z . Antonia. 76 Berrío, Francisco d e . 89-91
A p o n t e . Luis, 92 Bioho. Bcnkos. 53. 55, 56, 67
Aracataca, 113 Blanco d e Dueñas. José, 119
Araújo, Cristóbal d e , 104 Blanco. José Félix, 141
A r i g u a n í ( r í o ) . 103. 113, 114 Bogotá. 38. 45. 75. 90. 9 1 , 98. 102,
Arjona. 87 103, 105, 122-125. 128-130, 133,
A s t r e a . 87 136, 143. 164
Ayapel. 93 Bolívar (departamento). 17, 20, 23.
24. 2 6 . 3 8 , 113. 165
Bolívar. Simón, 26. 76. 140
B a d e l , Dimas, 32 Bonda. 111
Badillo. Gerónimo, 91 B o n p l a n d . Aimé. 131
Ballesteros, Isabel. 71 Borda, Isabel de la. 82
B a n c o , El. 20, 24. 26. 30, 3 1 , 37, 39, Botero. Joaquín y Ricardo. 21
46. 5 8 , 5 9 , 66, 71, 78, 85. 108. 112. B r u n . J u a n , 6 0 . 6 9 , 71
141,150 Buenavista (Galesio), 109, 117
B a ñ o s , Julián y Matías d e , 60. 63 71, Buenavista (hacienda), 93. 100, 123.
72 124
Barón, Estanislaa, 134, 151
Barú, 54, 86
B a r r a n c a b e r m e j a . 20, 26, 79 C a b a l l e r o y Góngora. Antonio, 121
B a r r a n c o de Loba. 16. 27, 28, 32, 34, C a c e r e s . 9 3 . 9 9 , 118
198 ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES

Caimito, 62,69, 123 Comemiel, 28, 29, 45, 49, 62, 63, 150
Calamar, véase Harrancanueva Contreras. Tomás, 71
Calvo, Pedro, 104 Cordero, Antonio, 103
Camarillo, Domingo. 1 10 Córdoba (río), 82, 111
Campo de la Cruz. Véase Heal de la Corral, Juan del, 20, 22
Cruz Corral, Marcelina del, 151
Canarias, 44, 120. 123, 124, 134 Coyongal, 18,20
Cañas. Juan Bentura de, 124 Criollo, Domingo, 119
Cañaveral, Joaquín, 130 Culebra, 58
Carate. 71
Cartagena, 22, 24, 26. 27, 34, 36, 38,
40, 42. 47, 51-58. 65-69, 84, 85, Chicagua, 38, 129
87-92.94,96,99. 105. 106. 110-120. Chimí, 31,39. 45
124, 128, 134-136, 139, 140. 142- Chimichagua. 94, 95, 109, 113
144, 161, 164 Chilloa, 69, 79, 109
Carlos 11, 68, 88 Chiriguaná. 24, 37, 86, 105, 109, 113,
Carlos III. 91, 120, 124, 126. 129 119,141,143
Carlos IV, 134. 155
Carlos V, 41
Carreto. 113 Dessalines, Jacobo, 131
Carriazo. Manuel Alonso, 123 Díaz Moreno, Juan, 122
Carrillo. 108, 117 Dique, 52.55, 111
Cascajal. 109, 113 Domínguez del Castillo. Francisco,
Castilla, 55, 62. 65. 94, 95, 96, 124, 133
135.162 Domínguez de Miranda, Agustina,
Casiani, Antonio María, 91 123
Cataluña. 88. 96
Cauca (río), 16-18, 24, 52-54, 56, 58,
61. 93, 139 Eslava, Sebastián de, 105-108, 111
Centeno. Alberto, 76 Epalza, Mateo de. 136
Cesar (río). 16, 17, 24. 26, 32. 33, 37, Epalza Hoyos. Dominga de. 76, 78,
81. 82,85.87,93. 103, 108 140
Céspedes, Juan de, 36 Epalza Hoyos, Manuel de, 133, 140.
Cerro del Barco, 32. 33 144,146.160
Cerro de San Antonio, 106, 107, 111, Estrada Julián, 71
112, 113, 117. 120, 134 España, 17, 38, 44, 46, 52, 55, 60, 62,
Ciénaga. 65, 84, 104. 107, 111 75, 83, 84. 86-88. 95-101, 105, 120,
Cifuentes. Juan David. 16, 21-24, 26, 124, 134-136. 140-143, 161
27.32.59,80. 150, 155, 165 Ezpeleta, José de, 129, 143
Cintura. 71
Cispataca, 118. 123. 134
Cobo. Leonardo, 130 Fals, Alfredo, 51.60, 63,80. 155, 165
ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES 199

Felipe V, 89. 95, 99 Gutiérrez de Piñeres, Juan Francisco,


Fernández de Lugo, Pedro. 82 121,122
Fernández, Miguel. 130 Gutiérrez de Piñeres, Vicente Celedo-
Fernando VII, 134, 135 nio. 130, 135, 137, 143
Flórez. Manuel Antonio. 101, 102, 121 Gutiérrez y Vargas de la Rozuela.
Flórez, Marcelino Antonio, 138 Ana, 82. 87
Francisco Faustino, 64
Fundación. 112
Hatillo de Loba, 16, 32. 42, 59, 61. 62.
Fuente, Baltasar de la, 54, 67. 68
72, 120, 137, 138
Heredia. Alonso de. 34, 38. 40, 113
Heredia. 111, 133
Galindo, Antonio, 111
Hernández, Daniel, 161
Gamarra, 24
Herrera. Lázaro María de, 143
García Olano. Manuel. 122, 166
Herrera y Paniza. Dolores. 144
García de Toledo, José María. 153
Honda. 45, 46, 128, 157
García. Vicente, 129, 130, 136
Hoyos. Antonio de. 71, 102
Garavito. Felipe, 119, 134. 136
Hoyos Gonzalo José de. véase Torre
Garavito. Juan Nicolás. 100. 118
Hoyos {marqués de]
Garrido. Esteban. 133
Hoyos. María Josefa Isabel de, véase
Germán Ribón, Atanasio, 76, 140. 143
Torre Hoyos (marquesa de)
Germán Ribón, Pantaleón. 76. 122.
Hoyos y Hoyos, José Antonio de, 100
135. 138-140. 142 Hoyos y Trespalacios. María Ignacia
Germán Ribón, Tomás. 146 de, 100
Girón, García, 53. 56 Humboldt. Alejandro de. 143
Gómez. Juan, 53
Gómez Reynel, Pedro, 53
González de Molleda. Pedro, 122 Imbrecht, Juan Antonio. 128, 135,
GuamaKMagd.), 24. 109. 113 136.139,140.144,146
Guamal (Bol.), 71
Guamocó, 64
Guáimaro, 112.113 Jamaica. 145, 146
Guazo. 18. 31. 39,41,59 Jegua. 31, 32.39,41, 105
Jiménez de Quesada. Gonzalo, 37,
Guerra. Eduardo de la. 112
103
Guerra. Gabriel. 158
Juncal. 120
Guerra. Isabel, 84
Junco, Juan del. 46. 47
Guerrero. José Fernando del Carmen,
IOS

Guevara Lasso de la Vega, Cristóbal


Kingston. 140, 142
de. 90
Guillen, Julián José, 119, 129
Guirior, Manuel de. 99 Labarcés, Francisco Xavier, 119
200 ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES

La Gloria, 24 Medina, Hernando de, 38, 40-42, 45,


La Tora, 37 6)
Menchiquejo (Bol.), 38, 41, 42, 69, 83
Larraspuru, Nicolás de, 58, 59
Menchiquejo(Magd.), 84, 109, 113
Las Cabezas, 85
Mendinueta, Pedro, 130, 138
Las Casas, Bartolomé de, 40, 43
Mendoza, Santiago, 110, 111
Latorre y Miranda, véase Torre y
Mena, Domingo de, 88
Miranda. Antonio de la
Meneses y Sarabia, Francisco de, 90,
Lebrón, Jerónimo, 39
91,92,96
Lerma, García de, 82
Mier, Alvaro, 17. 21, 26, 28, 29. 31,
berma, Pedro de, 82. 103
36, 75,77,78, 155, 161, 164
Loba, véase San Martin de Loba.
Mier Serpa, Adolfo, 29-31, 34, 36, 51,
López Bordel. Domingo, 128 63. 75,77,78, 166
Lorenzana,52 Mier, Agustina de. 76
Los Negritos, 24 Mier-Díaz Granados, Joaquín de, 137
Lova,38 Mier, Dionisio de, 84
Lugo, Alonso Luis de, 85, 183 Mier, Isidro Antonio de. 101, 123
Mier y Benítez, Joaquín de, 76, 87,
137, 142
Mier y Guerra, José Femando de. 60,
Madariaga, Andrés de, 107, 110, 112
69, 72, 76, 77, 85, 86, 94, 97, 99-127,
Maeche. Constantino de, 131
137, 138, 145, 150, 153, 160, 162
Magangué, 16, 17, 20-26, 39, 47, 49,
Mier y Guerra. Clara de, 84, 142
139,161
Mier y La Torre, Juana Bautista de,
Magdalena (río), 16. 17, 24, 26, 32-35,
81-99. 102, 123, 145, 150
45, 53, 55, 58, 69, 72, 78, 80, 83, Mier y la Torre, José de, 81, 82
86-88,93,94,99, 102, 114. 128 Mier y la Torre, Ignacia Andrea de, 84
Magdalena (depto.), 20, 24, 26, 107, Mier y la Torre, Juana Bartola de. 85
113 Mier, Polo, 119, 134
Mahates,53, 111, 117. 141 Mojana, 23, 26
Majagual, 24, 141 Mojarras, 96, 100
Malambo, 33, 37, 104,107 Molienda y Clerque, Gregorio de, 155
Maldonado. Celedón, 137 Mompox, José, 141
Maldonado. José Antonio. 129, 130 Mompox (cacique), 38, 39
Mamatoco, 84, 111 Mompox, 16-22, 26, 29. 32-34, 36-42,
Manjarrés, Luis, 35 45-47, 51, 54-62. 65, 68-72, 75-96,
Martín. Alonso. 39 98-105, 107-109, 112-115, 117-126,
Martínez Montoya. Pedro, 54 128-146, 150, 153, 155-158, 160-166
Martínez Troncoso. Manuel, 126, 162. Monjas. 93
163 Morales, 26, 71
Martínez Troncoso. José Antonio, 135 Moreno, Antonio, 88, 89, 119, 127
Martínez Z., Antonio, 102 Morillo, Pablo, 139, 140, 146
Masinga, 111 Munive y Mozo, José, 113
ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES 201

M u r a l l a s . Luis. 17. 21, 2 3 . 24, 28. 29, Pinillos. 2 1 , 61


34, 5 1 , 63. 75, 77, 78, 155, 166 Pinillos, Pedro Martínez de. 120-122,
M u s a n g a . 52. 71 125. 126-128. 130, 134, 136, 154.
M u t i s , José Celestino, 131, 162 157, 162-164
Pinto. 110, 113
P i ñ e r e s . véase Gutiérrez de Piñeres
Nájera, Pedro Manuel d e , 134 P i ñ e r e s . Matías, 143, 146
Nariño, Antonio, 143, 166 Pivijay. 107. 112, 114
Narváez y la Torre, Antonio de, 135 Pizarro, véase Sítionuevo
Neiva.9Ü, 121 Pizarro. José Alfonso. 98-100. 105.
Nieto, J u a n José. 129 107, 111
Nieto, Ignacio Santiago. 128 Plato, 26. 110, 113, 123, 136. 138. 143
Norosí, 50. 52. 53. 56-59, 66. 68-71. Polo. Manuel. 71
106,127 Polo, de Aguilar. Luis. 55
P o m b o . José Ignacio d e . 87. 88
P o r r a s . Gabito de, 111. 113
O b e s o . Candelario, 17. 47-49, 57, 79, Portaca. 108. 113. 11". 123, 126.
159-162. 166 141. 142. 146
O c a ñ a , 87
Olivares. Diego de, 103
Ortiz Chiquillo. Francisco. 38, 61, 64. Q u e s a d a . Gonzalo Jiménez d e . 3~
66 11)3
Ortiz Nieto. Diego, 38. 50 52, 55-63. Q u i m b a y . 76. 12 7
69. 77, 108, 118. 119, 122 Q u i n t a n a y Acevedo, José d e . 82
Ortiz Nieto, María, 30. 5 1 . 60, 63-66.
69, 70, 108, 118
Ramírez de Arellano, José Ignacio de
San Miguel, 121
Padilla. J u a n Esteban d e , 104 Ranchería (río), 85-8"
Palacio, J u a n de. 53 R a s p u g . Nicolás de la. véase Larras-
P a l e n q u e , v é a s e San Basilio de Palen- puru. Nicolás de
que Real de la Cruz. 104. 107. I 12
Palizada. 52. 71 Remolino. 112. 113
P a l o m a r , 127, 136 Ribón. véase Germán Rihén
Palomino, 21 Riohacha. 84. 86, 88, 1 12
P a l o m e q u e . 109 Rocha Ferrer, Domingo de la. 90
P a p a y a l . 52, 7 1 Rocha y Labarcés. Domingo e Ignacio,
Pérez Arteaga, Melchor. 46. 47 60, 64, 69
Peñoncito. 108 Rodero. Francisco. 96
P e ñ ó n . El, 39. 4 1 , 5 9 . 6 1 Rodríguez. Manuel David y Silvestre,
Piñón, 45. 104, lO". 112. 113. 120 138
Pijiño, 109, 111, 113. 117. 121 Rodríguez. Juan Manuel, 71
202 ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES

Roma (hacienda). 21 San Sebastián, 24, 87, 108, 112, 113,


Romo, Francisco de Paula, 113 115, 117,118,132
Rosario, 56, 61 San Sebastián de Rábago, 85
Rubín. Joseph, 68 Saloa, véase Cascajal
San Zenón de Navarro, 24, 109, 113,
132
Sabana de Torres, 26 Santa Ana, 24, 94, 109, 110, 113
Sabanilla. 86 Santa Coa (primer marqués), 65, 75,
Salas, Antonio de, 92 80, 95, 96, 99, 102, 109, 118, 126,
Sala, Felipe de la, 60, 69. 72, 106 130. 132, 133, 135, 137, 153, 160,
Sala, Matías de la, 66, 69, 71, 72 164
Saltona, 85 Santa Coa (segundo marqués), 128,
Sampoyo, Domingo, 141 133, 135,144,160
Sancho, Alejandro, 111 Santa Coa (tercer marqués), 125, 133,
Sánchez, Ramón Antonio, 126 135, 160
Sánchez, Antonio, 112 Santa Coa (cuarto marqués), 131, 133,
San Basilio de Palenque, 49, 51-53, 135, 136, 146,160
58,67 Santa Coa (pueblo), 16-24, 27, 31, 49,
San Benito Abad, 36. 39, 42. 93. 95. 59, 79
96, 100, 115, 118, 119, 126,133, 134 Santa Coa (hacienda), 42, 82, 87, 94,
San Cipriano, 93, 94 101, 132
San Fernando (occidente), 83 Santa Coa (mayorazgo), 93, 98, 99,
San Fernando de Carvajal (oriente), 102, 118, 123, 132.144
109, 113 Santa Coíta, 20. 21
San Jorge (río), 16, 17, 23, 24, 26, 39, Santa Cruz de la Torre (conde), 75
54,56.69,71,88,93,95, 132 Santa Cruz, Juan de, 34, 38-40, 83,
San Jorge (hacienda), 21 113
San Juan, 69, 70 Santa Marta, 19, 29, 36, 39, 69, 76,
San Judas Tadeo, véase Portaca 80-85, 88. 90, 91, 103-107, 111, 113,
San Lucas, 33,69,70, 113, 124 117, 136, 142, 143,146
San Luis, 61, 118, 123, 133 Santander, Francisco de Paula, 140,
San Marcos, 24. 93, 95, 98 153
San Martín, Juan de, 36, 37 Sapayán, 111,133
San Martín de Loba, 16, 24, 28-34, Serpa, Alejandro, 138
36-42, 45-51, 54, 59. 60. 63-66. 70, Serpa. Cristóbal, 33, 35
71, 76, 80, 104, 106, 119, 120, 125, Serpa, Francisco, 37, 77
129-131. 135-138. 143. 146, 150, Serpa. Raimundo, 138
155. 160, 165 Serra Sánchez de Lara, María Rosa,
San Pablo. 26 101,131
San Pedro Apóstol (Colegio-Univer- Sevilla. 82. 84, 111, 113
sidad), 125. 130, 136. 163 Sicarare, 103. 105
San Roque, 79 Sicuco.58, 129
ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES 203

Sierra. Agustín de la. 111, 112 Trespalacios, Agustín, 101, 102, 123
Sierra, Pedro de. 100 Trespalacios, Ángel Juan Bautista,
Sierra nevada de Santa Marta, 33, 70, 87, 102. 125.135,153
81-84,97, 103. 104, 115 Trespalacios, María Ignacia de, 144
Sierra de Perijá, 103 Trespalacios, Micaela, 87
Simití, 26, 31,56.61. 124 Trespalacios de Mier y Guerra, Julián
Sincahecha, 109 de, 81, 84. 87. 98, 99, 100, 128, 144
Sitionuevo, 104, 110-112, 113 Trespalacios Mier, Juan Toribio de.
Soledad, 104, 107, 110, 113 101, 102
Sompallón. 37 Trespalacios Mier, Toribio Mariana
Sorli, 114 de, 100, 102,126
Sotomayor y Picón, Juan Fernández Trespalacios Serra, María Josefa de,
de,136 101, 102, 121, 136, 152
Suazo Cassasola, Jerónimo de, 55, 56 Troncosito, 79
Sucre (pueblo), 24 Tucuy, 103. 105
Sucre (depto.), 17. 23 Turbaco, 67

Tacaloa, 39. 115 Unceta, Beltrán de, 35


Talaigua, 32, 38, 39, 41, 69, 109 Urabá, 103
Talledo, Vicente, 134 Uré, 71, 72
Tamalameque, 18. 24, 32-34. 37, 39,
42,57,79,82,94
Tamalamequito, 109, 113
Valdés, Manuel, 143
Tamaro, Miguel, 102, 137
Valdehoyos (marqués), 75
Tapias, Luis de, 85
Valencia de Jesús, 82, 85, 97, 112,
Tenerife, 34, 35, 54, 55, 90, 103, 106,
113, 117
107, 110, 111.115,117, 133, 161
Vallera, Julián, 112
Téllez Camacho, Miguel, 104, 110
Valledupar, 24, 82-85, 105-107
Tiquizio, 52, 56-59, 68. 71, 106
Vargas Machuca. 42, 82
Tolú, 36, 38. 42, 55, 85. 86, 89, 100,
Velón, Juan Guiral, 84
118
Tómala, 31,32,39.41 Ventura, María, 71
Torre, Juan Damián de la, 93, 95 Vera, Francisco. 54
Torre Hoyos (marqués), 65, 75, 80, Vera, Juan de, 105
87, 96. 100, 102, 112, 118-120, Verdugo Coello, Francisco, 82. 85
124-132 Viana, Francisco. 36
Torre Hoyos (marquesa), 133, 135, Vidal, Cosme, 138
136, 138, 139, 143-146, 152, 155, Vidales, Benita. 64, 65, 70, 76
160, 162. 164 Vidales, Prudencio. 46, 48. 49
Torre y Casso, Toribio de la, 54, 69, 83 Villabona y Zubiaurre, Juan de, 32,
Torre y Miranda. Antonio de la, 33, 38-42,58,61,66,69, 112
113, 114 Villanueva. Francisca, 136
204 ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES

Vijagual, 87 Zambrano, 32, 33, 46, 107


Violo, 129 Zamorano, Pedro. 81-85
Zaragoza, 64
Warletta, Francisco, 139 Zapatosa, 32, 33, 37, 82, 95, 109
Wbon y Vehic, 98. 99 Zeberiche y Mendoza, Martín de, 118
Zenúes, 33, 86
Yatí, 38 Zevallos y Lazerda, Martín de, 68, 69
Zúñiga, José Joaquín de, 111
Zabaleta, Juan de, 95 Zúñiga y Lazerda, José de, 88-90, 92

TOMO II: EL PRESIDENTE NIETO

Acevedo, José, 72 140-147, 156-159, 162-168, 171-176,


Acevedo, Ramón. 68 180
Aguachica, 152, 160 Barrot, Adolphe, 66
Alcibia. 40, 47-48, 51, 58, 86, 98, 101, Beleños, 55, 57
105, 123, 130, 135, 136,142 Benavides, Candelario, 55, 57, 65,
Ambalema, 111-112, 166, 171 79, 82-88, 151
Benedetti, Antonio, 53, 91-99, 101,
Ancízar, Manuel, 97, 120, 169 1 AQ
i -te
Antigüedad. Ramón, 40-41, 60-62,
Betancourt, Lorenzo, 22, 138, 146,
120,147
151-160, 173
Antioquia, 119. 146, 161,162, 169 Blanco, José Félix, 40, 44-46, 80
Araújo, José, 91, 99, 118, 139-140, Blanco García, Pedro, 133-134
142, 148 Bocachica, 75, 78, 162
Arboleda. Julio. 148, 150-151, 156, Bogotá, 24, 53, 58, 65, 74, 76, 85, 86,
163, 190 94, 99, 103, 112-125, 137, 140-147,
Arias, El cura, 39-41, 43-47, 49 156-159, 162-168, 171-180
Armenia (Bol.), 84, 88
Bolívar (estado), 114, 136, 138, 141-
Atlántico, 32-37, 59, 67, 69, 86, 111,
150, 156-162, 167-177
174
Bolívar, Simón, 37-43. 51, 71, 74, 108,
Ayapel, 75, 119
150,166
Azuero, Juan Nepomuceno. 104-108
Briceño, Emigdio, 150-153, 155, 156
Buitrago. Francisco de Paula, 68, 74

Baranoa. 32-42, 58, 136. 146, 158-159,


172 Cabeza, Manuel, 140-146, 174
Barlovento, véase Atlántico Calamar, 62. 80-88, 118, 121, 136,
Barranca, 98, 105. 114 142-143, 180
Barranquilla, 27, 34, 46-54, 59-60, Calvo. Bartolomé, 40, 51-58. 115, 136,
75-86. 94, 99, 103. 112-125, 137, 162, 172
ÍNDICE DE N O M B R E S DE PERSONAS Y LUGARES 205

Calvo. Juan Antonio, 128, 134-137. C h i r i g u a n á . 146. 151. 159-160


140, 144-147, 172 C h o p o . 70
C a m a c h o Roldan. Salvador. 104. 107,
118.131
C a ñ o n e g r o . 55. 65, 79. 82, 89, 152- D a r w i n , Carlos. 19, 192
153.160 Díaz. M a n u e l . 127-128
C a p u r r o , Santiago. 108. 165 Díaz G r a n a d o s . Pedro. 59, 80
C a r m o n a . Francisco. J., 2 1 . 29, 40-41, D i q u e (canal), 9 1 . 107, 113-114, 165,
52. 57-76, 94, 118, 121, 147. 165. 170-172. 176
179.190
C a r o . José Eusebio. 69. 97. 101
C a r t a g e n a . 33-42, 51-54, 60-65. 78. El Banco, 20, 52. 85, 141. 146, 151-155
86-91. 94-108, 111-116, 121. 137- El C a r m e n . 32. 59, 86, 105-114, 126,
141, 165, 180 135-137, 145. 162-168, 170, 173,
Garujo. Pedro. 41-46. 5 1 . 65, 70 178-180
Carvajal, Timotea. 97. 101, 119 El P a s o , 44, 159
Cauca (estado), 137, 141, 148-150, E l g u e d o , Sebastián. 138-139, 173
161,168 E n g e l s , Federico. 17, 24, 94, 97
C a v e r o , Ignacio. 36-37. 40-48. 108 Espriella, J u a n Antonio de la, 138-
C a v e r o . Teresa. 78, 98. 101, 116, 140, 165. 172. 175
164. 177, 179 Espriella, Manuel Z. d é l a , 162, 167,
Cibarco. 32-34, 40, 121 177
Cibeles (estado). 40. 60-62, 120 Espriella. Teresa de la, 87
C i é n a g a , 24. 59. 62, 94. 103. 118, 139,
150
C i é n a g a de Oro, 136. 163, 165, 172 F l o r e s . M a n u e l Eusebio, 99, 177
Ciólo, J o s é . 173 Francia. 36, 90-97, 107, 143, 146,
C i s p a t a , 6 6 . 75, 108 164,176
Codazzi, Agustín, 117, 123 F r a n c i s c o Martín. J u a n d e , 99, 114
Corozal, 68, 70, 86, 94. 105. 114, 138. Francisco Martín, Narciso d e , 99
141-142, 180
Covilla, Abelardo. 152. 154
C u r a z a o . 106, 136, 140 G a i t á n . J o r g e Eliécer. 27, 3 3 . 74, 158
Galluzo. Ciríaco, 155
García, Vicente A., 9 1 , 102
C h a g r e s , 78, 80, 87 García M á r q u e z . Gabriel, 58, 169
C h a m b a c ú . 24, 118, 130 G e r m á n Ribón, Atanasio, 46-52. 55-
C h a p m a n . W . A . , 9 7 , 105 57,64-71
C h i c a g u a , 55. 65, 77, 79. 84, 88 G e r m á n Ribón. Pantaleón. 26. 56, 88,
C h i m a . 136, 163 159
Chinácota. 70-71 G e r m á n Ribón, T o m á s , 63-64
C h i n ú . 94. 136-141. 170, 176 G e t s e m a n í . 7 5 , 8 7 , 125. 173
206 ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES

Glen, John, 47, 66, 67 Lamartine, Alfonso de, 90, 93-96, 114
Gómez. Faustino y Manuel, 51-57, Landínez, Judas Tadeo, 58, 65, 67
65, 78,79,84,88 León, José de las Nieves de, 139-140,
González, Elias, 85, 155 155
González, Florentino, 97, 130 León, María de la O., 87
González, Manuel, 69, 72 Loba, véase SanMartín dehoha
González, Rafael, 144 López, José Hilario, 92-97, 99, 101-
González Carazo, Antonio, 118, 139, 104,111,118,125
141-145, 155, 165, 167-176 López de Mesa, Luis, 35, 135
González Carazo, Manuel, 138, 172- López Tagle, Antonio, 36, 86, 111,
173 122
Guamal,24, 151, 159 Lorica, 94, 136, 174
Guataca. 55, 65, 84. 160 Los Obispos, 26
Guazo. 77 Lugo, José María, 29, 170
Guerra, Ramón, 138, 141 Luque, Ignacio, 46-51, 65, 66, 70
Gutiérrez de Piñeres, Germán, 68, Luz del Carmen (logia), 111, 162,
74.96,97, 117, 119 165,178
Gutiérrez de Piñeres, José María, 65, Lynch, John,66
70,133
Gutiérrez de Piñeres, Juan Antonio,
Llamas, Susana, 78, 99, 127
51,56.65,66,75, 141, 149-150,173
Lleras, Lorenzo María, 119

Hatillo de Loba, 128


Madariaga, Andrés de, 33, 36
Hernández, Lorenzo, 75-77
Magangué, 40, 55, 60, 62, 85, 136
Herrán, Pedro Alcántara, 63, 69-76,
Magdalena (estado), 146, 148-149,
81,125,147
156, 162
Herrera, Tomás, 107, 112. 115, 124,
Magdalena (río). 34, 51-55, 67, 87,
129
98, 105-106, 113-114, 129, 142, 147,
Hobbes, Thomas, 19, 192
165. 171, 176
Honda. 106
Mahates, 105. 114, 136
Hospitalidad Granadina, 53, 80, 98,
Mainero Trueco, Juan, 67, 165
108
Majagual, 20, 40, 111, 146, 153
Malambo, 34, 136
Jamaica, 76-78, 80, 85-89, 108, 112 Manzanares (estado), 40-41, 59, 62.
Jaraba, Socorro, 40 76, 119
Juana Sánchez, 154 Márquez. José Ignacio de, 54-64, 69,
Juan de Acosta, 32 70, 131
Martínez, Cayetano, 151, 159-160
Tabarees, Agapito, 68, 147 Martínez, Juan, 151, 159-160, 173
Labarcés, Francisco, 139 Martínez, Manuel, 136-140, 146, 152,
La Humareda, 20 160. 170-176, 190
ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES 20"

Martínez Troncóse, Francisco. 40. 50, Núñez. Manuel Marcelino. 60, 62.
51. 65-67. 70-75, 80, 104, 147. 159 101, 129
Marx. Carlos. 19,94-97 Núñez, Rafael. 37. 60-67, 75. 86,
Medina, Bemardino. 177 89-95. 112-113. 118-119. 129, 134.
Meló, José María, 37, 99, 102, 107. 141. 164,168
113, 117-121, 129. 131, 174, 179
Mendoza, Camilo. 122-123, 125
Mendoza Llanos, José M., 145, 153 Obaldía, José de. 131
Mesa, Severo, 152, 155 Obando, José María. 39, 40. 51-57,
Mier, Agustín, 49. 65, 83-84, 103-106. 64. 69-71. 80. 92. 97-98. 101-107.
109-111, 162, 165.178. 192 114-117, 119-121, 131, 150, 162
Mier. Agustina de. 39-41, 43-49. 65, Obregón, Francisco Antonio. 117,
79.82,89. 103, 105, 128, 132 119-129
Mier, Marcelino, 49, 52, 65 Obeso. Candelario. 25, 29, 116
Mier. Pablo Emilio. 111. 180 Ocaña. 40, 65, 68-75. 152, 155
Mogollón. José Vicente, 157 Ortiz, José Joaquín. 40, 51, 52, 58
Mogollón Cavero, Ana. 157-158. 164, Ospina Rodríguez, Mariano, 95. 97,
175,177 101, 137, 140-145, 147-151, 156,
Momil, 135-137, 167, 170. 174 162-163, 172
Mompox. 20-29. 32, 35-47, 49-57, Ovejas, 112
60-68, 75, 79, 85-96, 103. 111-118,
127, 131-136, 140-144. 151-155,
159, 165,171 Padilla. José, 37, 39
Montilla, Mariano, 37, 46-51. 66 Padrón, José, 64, 74
Morillo, Pablo. 34, 36, 56 Palacio Ponce de León, José, 37-41
Mosquera, Tomás C. de, 17, 51-57, Palenque, véase San Basilio
61-74, 78-85,99-101, 108. 113, 117, Palomino, 27, 65, 73. 77-89. 103-104,
121-126. 120-132, 136-137, 146, 128. 151-153, 160
148, 156, 161-166, 169, 170,190 Palomino, Juan Francisco. 55, 84
MurilloToro, Manuel, 59, 62, 75, 97, Pamplona, 64, 69. 70, 74, 113
107, 118, 120, 162. 164, 170 Pamplonita, 70
Mutis, Manuel, 72-73 Panamá. 85, 91, 94. 102. 119, 130,
141,142,151
Papayal, 24, 26, 74-76
Navas Azuero, Pedro, 142 Pareja, Valentín, 165
Nechí, 63 Peña. Pedro. 63. 65. 75
Neira, Juan José. 68 Peñón de Morillo, 141, 155
Nieto, Concepción, 37, 48, 78, 86, 104 Pereira Plata. Manuel. 138, 141
Nieto, Lope, 37. 48, 78. 86, 105, 116. Pérez, Lázaro María, 99
122-126, 164, 167, 173, 174 Pérez. Juan Manuel. 121, 124
Nieto, Tomás Nicolás, 32-41 Pestagua, 33, 36, 86
Noguera, Benjamín, 167, 175 Pijiño. 24, 84
208 ÍNDICE DE N O M B R E S DE PERSONAS Y LUGARES

Pinillos, 2 7 . 7.1. 77-89. 105. 128, 131, Sabanilla, 67, 114, 124, 142, 165,
152-153, 160 171-176
Pinillos, Pedro Martínez d e , 86, 88 Saint-Simón, conde d e , 90, 94-99
Pino, .lose María, 46. 50, 68 Salazar. Eduardo, 157
P i ñ e r e s . véase Gutiérrez d e Piñeres Salazar, J u a n , 159-160
Polonuevo, 36. 54-60 S a m p e r , José María, 97, 104, 107,
P o m b o , Lino de, 130 109. 118. 131
Porto, Eloy. 138-139. 173 S a m p u é s , 111. 116. 176
Porto, José María, 87 S a m u d i o , José Sebastián, 155
Portocarrero, Trinidad. 46, 5 1 , 70 S a n g a c o a , 57, 77
Posada, Joaquín Pablo, 96. 97. 128 San Antero. 135-139, 165, 170. 174
P o s a d a Gutiérrez, J o a q u í n , 92, 101,
San Basilio. 136. 144
114, 124, 130, 140-147. 150, 172
San J u a n del Cesar. 45, 51
Pradilla, Antonio María, 107
San Martín de Loba. 24, 26, 32, 79,
P r o u d h o n , P. J., 80, 93-94, 97
89. 116, 118, 127-128, 154
P u e r t o Caimán, 32-35
San Pelayo. 116. 136, 163
P u e r t o Nacional, 26, 68. 74
San Z e n ó n , 146. 154, 155
S a n t a - A n n a . Antonio López d e , 114-
Rafetti, J o s é . 75. 76 I I " , 158
Rangel, Baltasar. 87 Santa Coa, véase Sangacoa
Real, Antonio del, 59 Santa Marta, 24. 34, 40. 46, 59, 65,
Riascos, Joaquín. 147 74, 86. 9 1 , 94, 103. 119. 137, 139,
Ribón, véase Germán Ribón 148. 158. 165
Ribón, Francisco de P.. 134 Santa Rosa. 84, 136
Ribón y Cía., 114 S a n t a n d e r (estado), 148-150
Ricaurte, Pío. 119. 122-123, 125 Santander, Francisco de Paula, 39,
Rinconada. 44, 154 48.51.58,71.80,98
Río. Antonio del. 101 Santodomingo, A n d r é s , 140, 170
Riohacha, 4-46. 5 1 , 60, 62. 94, 120, S a n t o d o m i n g o Vila, Ramón, 135, 139,
148
140-147, 161, 165-176, 190
Rionegro, 168. 169, 172
S i m a ñ a , 152, 160
Rives, J u a n , 144. 155. 165. 170. 171
Simití. 4 0 , 4 9 , 111
Rojas, Ezequiel, 9 2 , 9 7 , 101. 107
Sincelejo, 136, 176, 180
Rojas Pinilla, Gustavo. 159
Sinú. 111. 116. 176
Román, Soledad, 86. 89. 164. 172
Sitionuevo, 62, 75. 103
Román y Picón. M a n u e l . 99
Soledad, 34, 46-59, 136, 142
R o u s s e a u , J e a n - J a c q u e s . 45, 90
S o t a v e n t o , 75. 115, 174
Royo, José Manuel, 9 1 , 95. 101, 104,
Sotomayor y Picón, J u a n F . , 35-46,
118
5 8 , 8 0 - 8 8 . 114-115, 176
Stuart, Robert. 66. 75
S a b a n a l a r g a . 34. 46, 54. 59, 94. 136, S u p r e m o Consejo Neogranadino, 53,
139, 145, 167,173 98
ÍNDICE DE NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES 209

Tamalameque. 20, 159 Urdaneta. Rafael. 40-51


Ternera, 47, 49, 58. 87, 105, 118, 123, Uribe Uribe. Rafael, 74
130, 142 Uricoechea, Juan Agustín, 164
Tescua. 62, 64, 70-79, 96, 165 Usiacurí, 136, 167, 174
Tierradentro, véase Atlántico
Tierras de Carmona. 52
Valledupar, 43-46
Tierras de Loba, 26, 51-55. 64, 65,
Vargas Vila, José M., 20
79, 84, 85
Villar, Rafael del, 74
Tierras de San Blas, 33
Vives, Miguel A., 148
Tolú, 48. 164, 176
Torre Hoyos, 40, 46, 55, 79, 91
Torres, Pedro Antonio, 104. 113 Williamson. James D., 50
Torres Restrepo, Camilo, 33. 74 Wilson, Santiago y Patricio. 66
Totten, Jorge, 91, 113-114
Troncoso, véase Martínez Troncoso
Trueco Lanfranco, Juan, 86 Zambrano. 20, 106
Tubará, 32-35.40, 159 Zarante. José Dolores, 29. 170
Turbaco, 114, 117 Zubiría. Antonio de, 99-100

También podría gustarte