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VIOLENCIA
PSICOLOGIA SOCIAL
SUSTENTANTE:
MARIA GABRIELA MENDOZA
MATRICULA:
LR-20-30412
Introducción
Ahora bien, desde un punto de vista más fisiológico, las conductas agresivas no
parecen existir una correlación directa entre genética y conductas agresivas. Más bien
sería una interacción entre factores biológicos y ambientales la que nos haría más
propensos a la agresividad. Por otro lado, pensemos que la agresión entre seres
humanos está muy regulada socialmente.
Autodestructiva.
Consecuencia de un problema emocional no resuelto.
No realista.
No resuelve problemas.
Además, la agresividad tiene sus objetivos, los cuales son:
Por otra parte, existen varias teorías que nos explica el porqué de la conducta
agresiva, por ahora estaremos estudiando algunas, a continuación:
Las teorías que han explicado la agresión han atravesado por distintos elementos. Por
ejemplo, el carácter intencional de la agresión, las consecuencias aversivas o
negativas para los involucrados, la diversidad de expresión del fenómeno, los
procesos individuales que la genera, los procesos sociales implicados, entre muchos
otros.
Podemos ver que esto último se corresponde con teorías cercanas tanto a la
psicológica como la biología, así como a las teorías evolucionistas, no obstante, el
término de “instinto” ha sido comprendido también de distintas formas según la teoría
que lo utiliza.
Esta línea explica la agresividad como resultado del aprendizaje y varios factores
ambientales complejos. Se agrupan aquí una serie de trabajos que explican la
agresividad como consecuencia de un elemento externo que es el principal
desencadenante. Dicho de otra forma, antes de la agresión, hay otra experiencia,
relacionada con un evento ajeno a la persona: la frustración.
Quizá la más representativa de las teorías del aprendizaje social ha sido la de Albert
Bandura, quien desarrolló la “teoría del aprendizaje vicario”, donde propone que
aprendemos ciertos comportamientos con base a los refuerzos o castigos que vemos
que reciben las otras personas, después de llevar a cabo ciertos comportamientos.
Entre otras cosas, las teorías de Bandura han permitido separar dos procesos: por un
lado, el mecanismo por medio del cual aprendemos un comportamiento agresivo; y
por otro, el proceso por el que somos capaces, o no, de ejecutarlo. Y con esto último
se hace posible comprender por qué, o bajo qué condiciones, puede evitarse su
ejecución, más allá de que ya se ha aprendido la lógica y la función social de la
agresividad.
4. Teoría psicosocial
La teoría psicosocial ha permitido poner en relación dos dimensiones de lo humano,
que pueden resultar fundamentales para comprender la agresividad. Estas
dimensiones son, por un lado, los procesos psicológicos individuales, y por el otro,
los fenómenos sociales, que lejos de actuar de manera separada, interactúan
estrechamente, y tienen como consecuencia que ocurra un comportamiento, una
actitud, una identidad específica, etcétera.
Sanmartí (2006; 2012) nos habla de la necesidad de apuntar algunas diferencias entre
ambos fenómenos. Dicha necesidad nos lleva a distinguir entre la participación de
biología y la intencionalidad de cada proceso, así como de contextualizarlos en el
entramado de las instituciones sociales que participan en su producción y
reproducción; lo que implica reconocer el carácter tanto humano como social.
Carácter que la propia respuesta adaptativa o de defensa (la agresividad) por sí misma
no tiene.
Por otra parte, existen factores que precipitan o intervienen en las conductas agresivas
entre los factores que precipitan o intervienen en las conductas agresivas podemos
señalar, entre otros, los instigadores sociales, los no sociales y los factores internos
del individuo. Los instigadores sociales incluyen detonantes como la provocación, la
percepción de ser injustamente tratado o el rechazo social.
Uno de los instigadores no sociales son las claves agresivas (imágenes u objetos
presentes en la situación que activan pensamientos agresivos). Sería el caso de la
presencia de armas en la situación. Por otro lado, encontramos estresores ambientales
como el calor, el hacinamiento o los ruidos fuertes que con frecuencia actúan como
desencadenantes de las conductas agresivas.
Hay también factores cognitivos que intervienen en las conductas agresivas. Serían
las rumiaciones, la desconexión moral o la activación de scripts o guiones (esquemas
que representan situaciones que guían la conducta agresiva). Estos scripts son
almacenes de memoria de experiencias y situaciones que se recuperan con facilidad.
También almacenan creencias sobre cómo debe ser el comportamiento normal en
determinadas circunstancias.
Violencia
La violencia existe desde siempre; violencia para sobrevivir, violencia para controlar
el poder, violencia para sublevarse contra la dominación, violencia física y psíquica.
Asi pues, los etólogos, en sus investigaciones sobre el comportamiento innato de los
animales, llegaron a la conclusión de que el instinto agresivo tiene un carácter de
supervivencia. Por lo tanto, la agresión existente entre los animales no es negativa
para la especie, sino un instinto necesario para su existencia.
En este mismo sentido, Charles Darwin, en su obra sobre “El origen de las especies
por medio de la selección natural”, proclamó al mono como padre del hombre,
argumentando que sus instintos de lucha por la vida le permitieron seleccionar lo
mejor de la especie y sobreponerse a la naturaleza salvaje. El mayor aporte de Darwin
a la teoría evolucionista fue descubrir que la naturaleza, en su constante lucha por la
vida, no sólo refrenaba la expansión genética de las especies, sino que, a través de esa
lucha, sobrevivían los mejores y sucumbían los menos aptos. Solamente así puede
explicarse el enfrentamiento habido entre especies y grupos sociales, apenas el
hombre entra en la historia, salvaje, impotente ante la naturaleza y en medio de una
cierta desigualdad social que, con el transcurso del tiempo, deriva en la lucha de
clases.
El hombre, desde el instante en que levantó una piedra y la arrojó contra su
adversario, utilizó un arma de defensa y sobrevivencia muchísimo antes de que el
primer trozo de sílex hubiese sido convertido en punta de lanza. “Una ojeada a la
Historia de la Humanidad -dice Sigmund Freud-, nos muestra una serie
ininterrumpida de conflictos entre una comunidad y otra u otras, entre conglomerados
mayores o menores, entre ciudades, comarcas, tribus, pueblos, Estados; conflictos que
casi invariablemente fueron decididos por el cotejo bélico de las respectivas fuerzas
(...). Al principio, en la pequeña horda humana, la mayor fuerza muscular era la que
decidía a quién debía pertenecer alguna cosa o la voluntad de qué debía llevarse a
cabo. Al poco tiempo la fuerza muscular fue reforzada y sustituida por el empleo de
herramientas: triunfó aquél que poseía las mejores armas o que sabía emplearlas con
mayor habilidad. Con la adopción de las armas, la superioridad intelectual ya
comienza a ocupar la plaza de la fuerza muscular bruta, pero el objetivo final de la
lucha sigue siendo el mismo: por el daño que se le inflige o por la aniquilación de sus
fuerzas, una de las partes contendientes ha de ser obligada a abandonar sus
pretensiones o su oposición” (Freud).
Ahora bien, dentro de las teorías que se han formulado para explicar el origen o el
porqué de la violencia humana, pueden identificarse, al menos, tres escuelas de
pensamiento cuyos principales argumentos al respecto pueden resumirse de la
siguiente manera:
Teorías estructurales: “entienden esta [la violencia] como producto de los sistemas
políticos y económicos, de modo que la responsabilidad no la asumen los individuos,
sino la estructura social a la que pertenecen”
De toda esta discusión teórica y conceptual es fácil concluir que, cuando hablamos de
violencia, es imposible establecer una relación de causa y efecto. Pues lo que
podríamos entender como causa, puede, o no, tener el efecto esperado; y, por tanto, se
pierde la causalidad. En cambio, se habla de probabilidades y de factores que
favorecen el desarrollo de la violencia. De manera que “mientras más factores se
presentan simultáneamente, mayor es la probabilidad de que el fenómeno se
produzca” (Fedesarrollo, 1996).
Si es posible mirar la agresividad desde el punto de vista de los procesos por medio
de los cuales una persona se vuelve competente para la sociedad (la socialización),
también podemos poner atención a los distintos fenómenos y experiencias que son
distintas, por ejemplo, por las diferencias de clase, raza, género, condición
socioeconómica, discapacidad, etc.
Es así porque no todas las personas nos hemos socializado en relación con los
mismos recursos para vivir y manifestar tanto la frustración como la agresividad de la
misma manera. Y por la misma razón, el abordaje es también multidimensional y es
importante situarlo en el contexto relacional donde se genera.
Conclusión