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Publicado en Marisa Muñoz y Patrice Vermeren (comps.) Repensando el siglo XIX desde América Latina y Francia.
Homenaje al filósofo Arturo A. Roig, Buenos Aires, Editorial Colihue, 2009, pp. 257-264, ISBN: 978-950-563-411-8.

Notas sobre el diarismo en la prensa porteña de la década de 1850


Fabio Wasserman
fwasserm@filo.uba.ar

Hoja de vida: Fabio Wasserman es Doctor en Historia (UBA). Se desempeña como


Investigador del Conicet (Instituto Ravignani) y como docente en la cátedra de Historia
Argentina I “A” (Filosofía y Letras – UBA). Su área de investigación es la historia política y
cultural argentina e iberoamericana del siglo XIX. En forma reciente publicó Entre Clío y la
Polis. Conocimiento histórico y representaciones del pasado en el Río de la Plata (1830-1860)
(Buenos Aires, Teseo, 2008) y participó en el volumen dirigido por Noemí Goldman, Lenguaje y
Revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850 (Buenos Aires,
Prometeo, 2008). Actualmente está desarrollando una investigación sobre prensa y vida
pública en Buenos Aires entre 1852 y 1862.

Resumen: El trabajo se propone ensayar algunas hipótesis sobre el papel que tuvo la prensa
en el desarrollo de la vida pública de Buenos Aires tras la caída de Rosas en 1852. Para ello
toma como objeto de análisis al diarismo, tópico en el que se cifraban las reflexiones y
discusiones sobre cuál era y cuál debía ser el rol y los límites de la prensa en una sociedad
republicana y civilizada.

The paper's aim is to propose some hypothesis on the role played by the press in the
development of Buenos Aires' public life after the fall of Rosas in 1852. For that, it takes
diarismo as an object of analysis. It was a topic that generated reflections and debates about
which was and which had to be the role and the limits of the press in a republican and civilized
society.

Palabras clave: diarismo, libertad de imprenta, vida pública, Buenos Aires, década de 1850.

Key words: diarismo, freedom of the press, public life, Buenos Aires, decade of 1850.

El desarrollo de la industria tipográfica y el movimiento del


diarismo, son dos síntomas que revelan el progreso que ha
hecho la inteligencia entre nosotros, después de la caída de
la tiranía. La inteligencia se ha emancipado y ha tomado
vuelo para caer como Ícaro algunas veces, para extraviarse
otras, pero siempre avanzando, siempre progresando. (Mitre,
B., Los Debates nº 60, 30/VII/1857).

La prensa periódica gemela con nuestras pobres


instituciones, tampoco ha dejado arraigarlas, sino que desde
su nacimiento las ha debilitado o destruido con sus
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incansables ataques. (Zuviría, F., 1857: 27) .

Introducción
La derrota de Rosas a comienzos de 1852 dio inicio en Buenos Aires a una
experiencia política signada por el enfrentamiento con el Estado federal en el
que se habían agrupado las provincias bajo el liderazgo de Justo José de
Urquiza, pero también por las disputas por el acceso al poder entre quienes

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En éstas y en todas las citas se modernizó la ortografía.
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querían mantener la autonomía provincial y quienes proponían utilizar sus


recursos políticos y económicos para encabezar la unificación nacional,
sumándose también a la lid quienes aspiraban a lograr ese desenlace mediante
un acuerdo con las autoridades nacionales. En ese marco conflictivo, y
acompañando un sostenido crecimiento demográfico y económico, la vida
pública provincial se enriqueció con la incorporación de nuevos actores,
prácticas, discursos e instituciones (González Bernaldo, P., 2001; Lettieri, A.,
2006; Sáenz Quesada, M., 1982; Wasserman, F., 2008).

Esta renovación se puede apreciar en el notable desarrollo que tuvo la prensa


periódica que se caracterizó por una progresiva diversificación temática, por un
importante incremento en la cantidad de publicaciones (si bien muchas fueron
efímeras) y por la existencia de una opinión pública en expansión que
procuraba ser interpelada, modelada y representada a través de la misma.
Ahora bien, esto no implicó en modo alguno que la prensa cobrara autonomía.
Muy por el contrario, mientras que gran parte de los medios mantuvo estrechos
vínculos con las facciones en pugna o con los gobiernos, quienes procuraban
apartarse de esas disputas no podían evitar que sus producciones se valorasen
en clave política o facciosa (Auzá, N., 1978 y 1999; De Marco, M., 2006;
Halperín Donghi, T., 1985).

Teniendo en cuenta lo antedicho comencé a desarrollar una investigación que


apunta a desentrañar el papel que tuvo la prensa en la configuración de la vida
pública de Buenos Aires durante la década de 1850. Aparte de los problemas
inherentes a una indagación de esta índole (dificultad para acceder a las
colecciones y para identificar a los redactores, directores y propietarios de los
medios) y de su complejidad dada la necesidad de tener presente aspectos
políticos, sociales y culturales, así como también económicos, jurídicos e
institucionales, la misma presenta también otros de índole teórico-metodológico
relativos a la posibilidad dilucidar el sentido que tuvo la prensa en esos años
como práctica político-cultural.

La presente ponencia, basada en algunos avances preliminares de la


investigación, busca hacer foco en esta última cuestión procurando dar cuenta
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de las concepciones sobre el rol de la prensa en una sociedad republicana y


los problemas que planteaba su accionar al advertirse que no sólo podía ser un
factor de progreso y sustento del orden sociopolítico sino que también podía
socavarlo. Para ello me detendré en el examen del diarismo, pues se trata de
una expresión en la que solían cifrarse las reflexiones y polémicas sobre los
vínculos entre prensa, política y sociedad y, a la vez, porque es una noción
que, tal como lo ha hecho Arturo A. Roig, permite conceptualizar las formas
discursivas prevalecientes en Hispanoamérica durante el siglo XIX.

Prensa, política y diarismo en Hispanoamérica del siglo XIX

Examinar el diarismo requiere por tanto considerar los estudios sobre la prensa
hispanoamericana del siglo XIX. Cabe destacar en ese sentido la existencia de
una vasta tradición de trabajos que se remonta por lo menos al último tercio de
ese siglo y en la que se hace evidente la importancia que tuvo la prensa como
principal soporte de la cultura letrada del período. El problema de esas historias
de la prensa es que suelen privilegiar un enfoque descriptivo que apunta a
organizar una cronología o una catalogación de las publicaciones tomando en
cuenta autores, editores, imprentas, formatos, contenidos, o la orientación
política e ideológica. En ocasiones también se hace referencia a otras
temáticas, como los problemas relativos a su producción y circulación ya sean
políticos, económicos o legales y, en menor medida, a su recepción.

Sin desconocer la importancia que tuvo y aún tiene este enfoque, sobre todo
por el hecho de constituir un material de referencia irreemplazable, en los
últimos años comenzó a plantearse la necesidad de recurrir a nuevos
abordajes promovidos desde la historia política y cultural con el fin de poder
dilucidar la especificidad de la prensa como una práctica productora de sentido.
Este propósito requiere superar su tratamiento como un mero soporte que
facilita la circulación de ideas, informaciones, saberes o representaciones. Por
esa razón comenzaron a desarrollarse investigaciones que buscan conjugar el
examen de sus contenidos discursivos con el de sus rasgos materiales y
formales y con el de prácticas como la escritura, la edición y la lectura.
Asimismo comenzó a prestarse mayor atención a su incidencia en el desarrollo
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de la vida pública decimonónica, permitiendo profundizar así el análisis de unas


sociedades que estaban asistiendo a agudas mutaciones no sólo en su vida
política e institucional y en su fisonomía social, sino también en sus formas de
expresión y de comunicación (Alonso, P., 2004; Guerra, F. y Lemperiere, A.,
1998; Ramos, J., 1989).

Reseñar estos aportes excede las posibilidades de la ponencia. Sin embargo


quisiera detenerme en algunas consideraciones realizadas por Arturo A. Roig
en un estudio dedicado a dilucidar los rasgos característicos de las formas
expresivas del siglo XIX que, a su juicio, ameritarían su consideración como un
“siglo cultural”. En dicho trabajo, que lamentablemente ha pasado inadvertido
para muchos historiadores, Roig sostiene que “tanto diarismo como ensayismo
fueron dos espíritus o tendencias que colorearon a todos los medios de
comunicación y a la totalidad de los géneros literarios, en un sentido u otro”
(Roig, A., 1986: 219). Pero no sólo propone un muy sugerente análisis de estas
formas expresivas, sino que también ofrece una explicación sobre su
predominio que atribuye al carácter inacabado, de ensayo y experimentación
de las sociedades hispanoamericanas posrevolucionarias: se trataba de una
realidad inorgánica sobre la que no cabían respuestas definitivas y que, por
tanto, también afectó las formas de interrogarse sobre si misma y, más
precisamente, sobre el sentido de la experiencia en curso.

Ahora bien, como señalé en la introducción, el diarismo no sólo es una


categoría de análisis histórico que permite indagar las formas discursivas del
siglo XIX y su interrelación con la vida sociopolítica, sino que también es un
concepto propio de la época al igual que otros como sociabilidad que también
comparten esa doble condición (González Bernaldo, P., 2007). En efecto,
diarismo no sólo era un término utilizado en esos años sino que también
constituyó una expresión recurrente en la que se cifraban las reflexiones y
discusiones sobre cuál era y cuál debía ser el rol de la prensa en una sociedad
republicana y civilizada.

¿Pero qué era el diarismo para los letrados hispanoamericanos del siglo XIX?
Como suele suceder, los diccionarios son de relativa ayuda para resolver este
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tipo de interrogantes ya que suelen recoger tardíamente los neologismos o los


nuevos usos de términos antiguos: recién avanzado el siglo XX la Real
Academia lo registra como sinónimo de periodismo, pero aporta un dato de
cierto valor al aclarar que se trata de un americanismo (DRAE, 1927: 742).
Podemos recurrir entonces a uno de los textos donde se despliegan con mayor
nitidez las concepciones predominantes sobre la cultura letrada de mediados
del siglo XIX y que en buena medida estuvo inspirado en autores franceses: el
Curso de Bellas Letras publicado por Vicente Fidel López durante su exilio en
Chile en 1845. En el apartado que dedica a los escritos políticos, López
sostiene que
El diarismo es la inteligencia de cada individuo capaz de escribir, convertida en potestad
política. Por esto es que su influencia y su propagación en todos los países civilizados no
sólo es un hecho establecido sino necesario, y que está en perfecta analogía con el
espíritu de nuestra política y nuestra civilización actual. Tal es hoy el poder de la prensa
cotidiana, que hasta los tiranos mismos tienen que valerse de ella como de un medio de
gobierno; sería tan absurdo negar la utilidad de esta acción como injusto desconocer el
talento que despliegan y consumen nuestros contemporáneos en los ingratos trabajos
que ella exige (López, 1845: 206)

En este párrafo López sintetiza un conjunto de temas asociados con el


diarismo: las íntimas relaciones entre escritura y política2; su importancia,
necesidad y, más aún, su carácter inevitable en una sociedad civilizada; su
utilización como medio de gobierno incluso en el caso de las tiranías, haciendo
así una obvia alusión a Rosas; la consideración de los diaristas como sujetos
que consumen su talento en trabajos ingratos (percepción que sin duda López
tenía entonces de su propia situación).

Como veremos a continuación, estos y otros tópicos referidos al diarismo y con


los que hacían sistema, aparecían una y otra vez en la prensa periódica. Claro
que su carácter y sentido no siempre eran el mismo. Por un lado, porque que si
bien solían presentarse como principios generales, no podían dejar de estar
afectados por la cambiante coyuntura en la que eran invocados. Por otro lado,
y mucho más importante aún, porque las reflexiones sobre el diarismo u otras
temáticas cercanas como la opinión pública no podían evitar las referencias a
sus aspectos negativos que iban desde los excesos que puntualmente podían
cometerse en el ejercicio de la libertad de expresión hasta los más agudos que

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Un análisis de estas relaciones en Wasserman, F., 2005.
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derivaban de su capacidad para corroer los fundamentos del orden social y


político.

El diarismo en la prensa porteña de la década de 1850

Las reflexiones sobre la prensa y su incidencia en la vida pública cobraron


particular relevancia en el Río de la Plata tras la derrota de Rosas, cuando
numerosos autores llamaron la atención sobre su rol como expresión de la
sociedad, pero también como medio para educarla y orientarla. Discutir sobre
la prensa era también, y sobre todo, una forma de debatir el rumbo que debía
tomar la vida pública. En ese sentido resulta harto conocida la polémica
epistolar sostenida en las Cartas Quillotanas y las Ciento y una escritas
respectivamente por Juan B. Alberdi y Domingo F. Sarmiento entre 1852 y
1853. Para Alberdi establecer cuál era la función de la prensa no se trataba de
un tema menor, pues “Hablar de la prensa es hablar de la política, del gobierno,
de la vida misma de la República Argentina, pues la prensa es su expresión, su
agente, su órgano” (Alberdi y Sarmiento, 2006: 41). Para Sarmiento tampoco lo
era, y probablemente esta identificación entre prensa y política haya sido uno
de los pocos motivos de acuerdo entre ambos, cuyas posiciones estuvieron
signadas por sus diferencias personales, pero sobre todo por la ruptura entre
Buenos Aires y el resto de las provincias organizadas como un Estado federal a
partir de la Constitución de 1853.

Si bien esta polémica se produjo en Chile, rápidamente se convirtió en una


referencia ineludible en las discusiones sobre prensa y política en el Río de la
Plata, donde gozó de una amplia difusión favorecida por la publicación
recurrente de algunas de sus piezas. Ahora bien, éstas no fueron las únicas
reflexiones sobre esta temática y ni siquiera las primeras que tomaron estado
público tras la caída de Rosas. De hecho buena parte de los medios publicados
en Buenos Aires ocupaban numerosas páginas con consideraciones sobre esta
cuestión, conjugando para ello la afirmación de principios generales con
referencias explícitas o implícitas a la coyuntura. Es el caso de dos artículos
publicados en abril de 1852 cuando aún no se había consumado la separación
de Buenos Aires y sobre los cuales quisiera detenerme.
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El primero, que constituyó una carta de presentación de Bartolomé Mitre ante el


público porteño, fue publicado bajo el título de “Profesión de Fe” en el primer
número de su diario Los Debates. En dicho escrito, una suerte de programa
político en el que Mitre toca los más diversos puntos, se destacan las
referencias sobre la misión de la prensa a la que le dedica numerosas líneas y
una ubicación privilegiada dentro de su estrategia argumentativa. Esto se
advierte desde el epígrafe, donde reproduce un párrafo de Lamartine
señalando que la gran pasión de la época es el porvenir y la perfectibilidad
cuyo instrumento es la prensa pues “ha cesado de ser un derecho político, y se
ha convertido en una facultad, en un nuevo sentido, en una nueva fuerza
orgánica del género humano, su única palanca para obrar sobre sí mismo (Los
Debates nº 1,1/IV/1852). El encomio al rol de la prensa como fuerza de
transformación social signa el escrito de Mitre que recorre buena parte de los
tópicos asociados al diarismo. De hecho sus primeras palabras las dedica al
escritor público (o sea a sí mismo), a quien califica en forma exagerada como
un “gladiador generoso del pensamiento, que escribe día por día, a la faz de
todo un pueblo y sobre la arena sangrienta del periodismo, las páginas
calorosas que hacen vibrar de entusiasmo el corazón de las masas”. A
continuación recuerda a ilustres antecesores como Moreno y Varela,
destacando el papel que tuvo la prensa en la lucha contra Rosas y la
importancia de haber recuperado la libertad de imprenta bajo el amparo de
Urquiza.

Más allá de la evidente influencia de otros medios europeos, la elección del


título del diario era toda una declaración de Mitre sobre cuál consideraba que
debía ser el rol de la prensa: incitar y dar lugar a los debates como medio de
informar, formar y orientar a la opinión pública y a los gobiernos. En ese sentido
advierte que será un periódico de discusión
[...] que llamará todas las opiniones a batirse en el terreno pacífico de la inteligencia y de
la ley, llevando la luz del debate razonado sobre todas las cuestiones vitales que hoy se
agiten, y tengan relación con los intereses generales del país.

Es que para Mitre el intercambio de opiniones era mucho más que un derecho;
también entendía que “la discusión es la primera garantía de orden de un
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pueblo” al actuar como una válvula reguladora de las pasiones que domestica
los instintos y enseña a buscar la armonía o al menos a respetar las mayorías.
La prensa como medio en el que se discuten los intereses generales debía
tener una función de pedagogía cívica y, por tanto, sus miras no estaban tan
sólo en la coyuntura en la que estaba actuando, sino más bien en el futuro que
miraba con un notable optimismo: “[...] así se preparará la discusión de la
tribuna de las asambleas provinciales y del Congreso Nacional, y la discusión
popular en los meetings y en los clubes que vendrán después”.

Estas consideraciones ameritan ser leídas en paralelo con las desarrolladas en


un artículo que con el explícito título de “Diarismo” publicó un mes y medio más
tarde El Nacional dirigido por Vélez Sarsfield. Su autor, probablemente
Palemón Huergo, comienza explicando que el diarismo en una necesidad de
primer orden en un pueblo civilizado que presupone la libertad de imprenta y,
por tanto, la libertad de pensamiento y la libertad en general, marcando así un
contraste con lo que había sido el periodismo en la época de Rosas cuyas
producciones califica como “hojas secas y marchitadas” (El Nacional nº 12,
14/V/1852). El carácter necesario de la existencia de una prensa libre la
atribuye no sólo a su rol como defensora de las libertades públicas o a su
capacidad para representar intereses e ideas, ya sean sectoriales o del
conjunto de la sociedad. También advierte que
Sin ellos sería imposible esa comunión de ideas, creencias, sentimientos y necesidades,
que hace que un pueblo entero tenga conciencia de sí mismo, de sus derechos y
deberes. Sin ellos, ¿cómo saber lo que este gran cuerpo social que se llama República
Argentina quiere y piensa? Ellos son esos genios misteriosos que reproducen en mil
ecos sonoros y penetrantes la más débil voz.

Claro que los diarios no se hacen solos, sino que requieren la intervención de
sujetos precisos que son los diaristas, sobre cuya labor resultaba casi
inevitable hacer referencia a la hora de examinar el rol de la prensa. En este
caso por ejemplo, se insiste en lo ardua e ingrata que es la tarea del periodista:
“[...] su penoso ministerio tiene dolores tan punzantes como el cilicio del
anacoreta; y muchas veces también, como éste, no aguarda la remuneración
de aquellos mismos por quienes se sacrifica.” Pero también se detiene en la
enorme responsabilidad que le cabe en circunstancias en las que está en juego
“[...] esta grande obra de reconstrucción nacional que es el pensamiento
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dominante de la actual generación”, propósito que requiere saber y prudencia


para reunir los materiales que permitan trazar “los cimientos de un orden
permanente de cosas, en medio de este suelo que el despotismo y la anarquía
han amasado sucesivamente con la sangre de sus habitantes”. En ese sentido
advierte que si bien desaparecieron las facciones que dividían al país al
cobijarse bajo la bandera de Urquiza, constituyendo para todos el sistema
federal el deseable para organizar la nación, seguramente se esbozarán
distintas propuestas para lograr ese fin compartido. Y aquí es cuando la prensa
debe asumir su doble rol mediando entre las diversas posiciones y orientando y
disciplinando a la opinión pública:
[...] la prensa periódica tiene forzosamente que tomar parte, y si es posible ponerse a la
vanguardia de la opinión pública, para ilustrarla y morigerarla antes que su pensamiento
se ponga discusión en las asambleas legislativas; o cuanto menos correr a la par de
estos cuerpos representativos, prestándoles el oportuno apoyo que ellos necesitan.

Estas observaciones sobre la prensa y su rol cívico, si bien fueron realizadas


en los meses inmediatamente posteriores a la caída de Rosas, representan
bien las ideas sostenidas por los más importantes políticos y publicistas
porteños de la década de 1850 quienes además insistían en erigir al diarismo
como una muestra del grado de civilización que había alcanzado la provincia
de Buenos Aires.

Cabría suponer entonces que la prensa gozó en esos años de una amplia
libertad; y de hecho eran muchos los escritores que se jactaban por la libertad
de imprenta reinante y así también fue recogido por buena parte de la
historiografía. Sin embargo, cuando se examina con mayor atención el
funcionamiento de la prensa lo que llama la atención es tanto su notable
expansión como las numerosas y diversas restricciones que sufrieron los
medios, particularmente en los momentos en los que se agudizaban los
conflictos ya sea al interior de Buenos Aires o entre esta provincia y el Estado
federal.

Esto ameritaría detenerse en el examen de las discusiones suscitadas sobre


los límites a la libertad de imprenta –que abarcaban posiciones que iban desde
la censura previa a la creación de una suerte de tribunal formado por
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periodistas-, así como también en la normativa vigente que tuvo un punto de


inflexión en 1857 al sancionarse una nueva ley impulsada por Sarmiento que
afectó notablemente a los opositores al gobierno, y en el de las constantes
restricciones a la prensa –que iban desde la aplicación de multas y el cierre de
medios a la amedrentación personal y el ataque a imprentas-. Se trata sin duda
de cuestiones cuyo examen resulta vital para entender la relación entre prensa
y vida pública. Es por eso que aunque no las pueda tratar en detalle ya que
exceden los propósitos y el espacio del presente trabajo, quisiera dedicar las
últimas líneas a analizar cómo afectaron a las reflexiones y debates sobre el
diarismo.

Consideraciones finales: el diarismo y sus paradojas

Como ya advertí, y como permiten apreciar las citas de Mitre y del salteño
Facundo Zuviría que utilizo a modo de epígrafe, a la vez que se alababa la
importancia del diarismo en una sociedad republicana y civilizada que
consideraba a la opinión pública como fuente de legitimidad, también se
advertía sobre la capacidad de la prensa para corroer el orden social y político.
De ahí que Sarmiento, con su habitual capacidad expresiva, advirtiera en un
artículo titulado “Libertad de imprenta” que ésta puede ser “reina o ramera”
según cual sea su inspiración (El Nacional 14/XI/1856).

Esta doble cara del diarismo afectó al propio concepto en el que se


condensaron las tensiones producidas por la presunción sobre la importancia
que debía tener la libertad de imprenta y, a su vez, sobre la necesidad de
limitarla. Dichas tensiones, que en muchas ocasiones asumían un carácter
paradojal (más que reina o ramera bien podría considerarse reina y ramera),
pueden apreciarse también en lo sucedido con otros conceptos cercanos como
liberal o que formaban parte de la misma familia conceptual como opinión
pública (Goldman, N., 2008; Palti, E., 2007).

En verdad lo que estas paradojas y tensiones expresaban era un aspecto


sustancial del drama que afectó a las sociedades hispanoamericanas tras la
ruptura provocada por las revoluciones de independencia: la necesidad de
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erigir un nuevo orden basado en la libertad y en la opinión que, por tanto,


debían ser encauzadas e institucionalizadas a fin de impedir que se
convirtieran en fuerzas disruptivas. Drama en el que, como advirtió Arturo A.
Roig, tuvo un papel central el diarismo.

Fuentes

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Quillotanas. Las Ciento y una, Bs.As., Leviatán.
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Espasa Calpe en http://buscon.rae.es/
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Los Debates. Diario de intereses generales. Política.-Comercio.-Literatura
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