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¿Es Socialista la Revolución Bolivariana?

Xabier Loiti para Kimetz

El proceso político venezolano es objeto de atención y debate internacionalmente. La Revolución Bolivariana ha


generado visibles expresiones de simpatía, apoyo y hasta de entusiasta adhesión principalmente en Latinoamérica pero
también en otras partes del globo, entre las que hay que incluir a buena parte de la “izquierda radical” de los países
desarrollados y, ha hecho surgir ilusiones para millones de oprimidos de que nos encontramos ante un proyecto
revolucionario socialista y, de que incluso la construcción de un estado y una sociedad socialista ha comenzado ya.

Hugo Chávez es un líder populista y nacionalista que ha sabido conectar bien con amplios sectores de las masas explotadas y oprimidas
venezolanas y latinoamericanas. Su liderazgo se ha convertido en un importante factor en la formación de opinión y educación política de éstas. El
armazón intelectual del proceso, pretenciosamente llamado “Socialismo del Siglo XXI”, es teorizado por Heinz Dieterich, el principal asesor ideológico
de Chávez, no es sino otra variante más del Revisionismo aunque presentado como algo novedoso, que niega la necesidad de la conquista
revolucionaria del poder por el proletariado y de establecer su nuevo poder para destruir a la burguesía en tanto clase como premisa necesaria para
la construcción socialista, sustituyéndola por un programa de reformas pacíficas al servicio de un proyecto de desarrollo de un capitalismo nacional,
en el que en realidad está principalmente interesada la burguesía nacional (burguesía no monopolista).

Las primeras referencias de Chávez al “Socialismo del Siglo XXI” como modelo inspirador son bastante recientes y se remontan al 2005, aunque
Chávez sea presidente del gobierno desde 1999. En los últimos meses y, sobre todo tras la rotunda victoria electoral de diciembre de 2006 en la que
el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, cosechó un apoyo cercano al 63% de los votos en unas elecciones con muy alta
participación, el proceso político ha experimentado un importante impulso y se insiste en proclamar el carácter socialista de la Revolución Bolivariana.
La vía Bolivariana aparece como un confuso pastiche donde se amalgaman algunos conceptos marxistas tomados de manera, desfigurada,
superficial e inconexa, con muchas teorías pequeño burguesas y burguesas y, en general tiene un marcado carácter de humanitarismo abstracto,
moralismo e idealismo filosófico de raíz religiosa en el que la concepción materialista y dialéctica de la realidad brilla por su ausencia. Una reforma
constitucional que entre otras tareas va encaminada a una mayor estatalización de la economía, la constitución de un nuevo partido “revolucionario”,
el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) con una composición heterogénea de clase y una ideología y concepción organizativa no proletaria
y, la propuesta de organizar una economía mixta son algunos de los instrumentos principales sobre los que se basa el “Socialismo del Siglo XXI”.
Este programa de transformaciones desde las instituciones burguesas según sus ideólogos se debe hacer de modo pacífico.

El pasado 22 de julio, Hugo Chávez en su programa radiotelevisivo Aló Presidente se pronunció sobre aspectos importantes relativos al supuesto
carácter socialista del proceso, que aun no siendo enteramente nuevos nos permiten analizar con más datos cuales son las orientaciones reales y los
límites del proceso Bolivariano:

“El PSUV no tomará las banderas del marxismo-leninismo porque es una tesis dogmática que ya pasó” afirmó Chávez.

Esto lo dice alguien que habla y dice luchar por el Socialismo omitiendo referencia alguna al comunismo, como si el primero fuera la meta final de
llegada. Suponiendo que a través de la vía Bolivariana se pudiera llegar a un proceso de construcción socialista en Venezuela o en cualquier país de
Latinoamérica, ésta sólo puede ser una etapa, más o menos larga, pero con un principio y un fin en el tiempo, al igual que cualquier sociedad y
sistema económico en el que existan las clases sociales. El Socialismo es una etapa histórica de transición que media entre el capitalismo y el
Comunismo. Esto es algo que también olvidan muchos de los partidos y organizaciones que se dicen comunistas. Entender el Socialismo como un
fin en si mismo es metafísico y dogmático, ya que por definición en el Socialismo siguen existiendo las clases y la lucha de clases y, en los procesos
sociales como en cualquier realidad del universo no hay nada estático o eterno. Si en el Socialismo se avanza en la lucha por acabar con la
burguesía y su modo de entender el mundo, se llegará a la sociedad comunista a través de un proceso seguramente prolongado, si por contra en la
lucha entre el proletariado y la burguesía, ya sea ésta la vieja burguesía o la nueva burguesía surgida de las nuevas contradicciones que nacen en
el Socialismo, el resultado es favorable al campo burgués, el Socialismo quedará arruinado y será el capitalismo el que se impondrá de nuevo sea
cual sea la forma específica que éste adopte. Por lo tanto quien defiende este tipo de tesis “socialistas” o no tiene realmente como objetivo la
Revolución Socialista, ni mucho menos la extinción de las clases sociales llegando al comunismo, o bien emplea unos “instrumentos” de análisis y

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acción claramente inservibles para alcanzar dicho propósito. Claro que esto no sorprende, pues el socialismo posmodernista del Presidente Chávez
afirma que “tesis como la de la clase obrera como el motor del socialismo y de la revolución están obsoletas” o que “el trabajo hoy es otra cosa, es
distinto, está la informática y la telemática, y Carlos Marx ni siquiera podía soñar con estas cosas”. Debería Chávez no quedarse a medias y explicar
al mundo sus “revolucionarios” descubrimientos que niegan el papel central del proletariado como sujeto revolucionario y única clase capaz de
enterrar el capitalismo, así como explicar en que consiste según él el Trabajo. Si “el trabajo hoy es otra cosa”, ¿habrán desaparecido el plusvalor y la
explotación?, ¿entonces cuales son las relaciones sociales de producción que vinculan antagónicamente al proletariado y a la burguesía?

La estatalización o nacionalización de la economía no supone en sí mismo un avance hacia el Socialismo, ejemplos de empresas controladas por el
estado en el marco de economías capitalistas, se pueden encontrar a centenares. Es más, aun cuando haya establecido un marco legal que
proclame la propiedad socialista estatal de los medios de producción, una de las formas de propiedad socialista, la mera existencia de éste no
asegura ni es indicador absoluto de la buena salud de un proceso revolucionario socialista si éste no acomete la revolución de las relaciones de
producción y en general de todas las relaciones sociales heredadas del capitalismo en lucha contra las ideas y concepciones de la vieja sociedad de
clases, lo cual necesita de la más amplia y consciente participación política del proletariado en la lucha de clases.

Dejando a un lado las venenosas y destructivas críticas de quienes defienden los intereses de la burguesía oligárquica y del imperialismo haciendo
loas a una democracia liberal cada día más criminal y desacreditada, desde el comunismo revolucionario no podemos dejar de ser críticos con el
proceso venezolano y el de otros gobiernos latinoamericanos que al parecer van a seguir la senda reformista bolivariana que está marcando éste.

No se puede negar qué el proceso Bolivariano de Venezuela tiene una orientación progresista y antiimperialista, aunque ésta tenga un carácter
incompleto y temporal. En el país las condiciones de vida para las masas populares así como su educación han mejorado y, las condiciones de
libertad para éstas y para el trabajo político de las organizaciones progresistas y revolucionarias son mejores que en el pasado. Una mayor justicia
social, una mejor distribución de la renta y de la riqueza nacional, un mayor control sobre los recursos nacionales, una posición de mayor
independencia y soberanía en el contexto internacional, en especial con respecto a los intereses del imperialismo yanqui, la conformación de un
bloque internacional en la que Venezuela comienza a tener un importante papel, es eso lo que vemos y podremos ver en la Revolución Bolivariana,
¿es eso la Revolución Socialista?

Lo que es un error grave, es confundir expresiones de resistencia al imperialismo dirigidas por la burguesía nacional y sectores de la pequeña
burguesía, clases intermedias constreñidas por la burguesía oligárquica y por tanto con intereses en conflicto con ésta , con lo que son Revoluciones
Socialistas que necesariamente tienen como objeto remover completamente los cimientos de la sociedad de clases, en todas y cada una de sus
esferas, para avanzar hacia la creación de sociedades comunistas donde las clases sociales se hayan extinguido. La construcción del Socialismo
únicamente es posible mediante la instauración de la Dictadura del Proletariado, y para alcanzar esta situación que supone una verdadera
democracia para las clases oprimidas, el proletariado debe constituir y desarrollar los instrumentos políticos necesarios, es decir el Partido
Comunista, el Ejército Revolucionario y el Frente con los que preparar y librar la Guerra Popular contra los estados capitalistas. La lucha de clases es
una cuestión de poder en la que la que una clase domina sobre otra, donde explotados y explotadores son clases antagónicas y por tanto no pueden
compartir ese poder y, donde si hablamos de democracia ésta no es un concepto abstracto al margen de esa lucha, sino que tiene necesariamente
un sello y un contenido de clase, de modo que lo que es democracia para el proletariado no puede ser más que dictadura sobre la burguesía y
viceversa. Como es lógico, si el modelo “socialista” Bolivariano carece de dirección proletaria y excluye la Dictadura del Proletariado, ya que según
Chávez considerar a la clase obrera como motor de la Revolución y del Socialismo es una tesis obsoleta, será una u otra fracción de la burguesía la
que dirija el estado y la sociedad.

Reconociendo lo que tiene de antiimperialismo el proyecto Bolivariano, principalmente ante el imperialismo de EE.UU., y en menor medida hacia la
Europa imperialista y aplicando el análisis dialéctico materialista, la burguesía nacional si consolida su proyecto reformista de levantar un capitalismo
nacional no podrá evitar el desarrollo de contradicciones de clase tanto en el interior del país, como hacia el exterior con respecto a los estados
imperialistas y a la política internacional a seguir. Esa misma burguesía nacional que hoy levanta banderas antiimperialistas no lo hará siempre y
mañana puede perfectamente tornarse en burguesía compradora aliada a tal o cual bloque imperialista.

Esta visión errónea, que confunde antiimperialismo con Revolución Socialista, es consecuencia de la fuerte influencia e incluso del predominio casi
absoluto (en términos generales) durante décadas, que las diversas expresiones revisionistas y otras corrientes pequeño burguesas han tenido y

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tienen sobre el movimiento obrero y, en general sobre eso que corrientemente se suele denominar como “la izquierda”, término difuso que lo mismo
parece valer tanto “para un roto” como para “un descosido”.

El señalar esta realidad llamando a las cosas por su nombre, no es impedimento para rechazar contundentemente cualquier intento de agresión
imperialista contra el pueblo y contra la soberanía nacional venezolana, como lo fue por ejemplo el de golpe de estado de abril de 2002 fracasado
gracias a la inmensa movilización del pueblo. El deslindar campos con un proyecto reformista no quiere decir que se esté en una posición dogmática
absurdamente equidistante entre el imperialismo y quien es agredido por éste.

El proletariado pertrechado de su ciencia, en alianza con el resto de clases oprimidas y explotadas es la única clase que puede dirigir un proceso
revolucionario consecuentemente antiimperialista e iniciar la construcción de la sociedad socialista. Experiencias saldadas en derrota como las de la
Unidad Popular chilena, el Socialismo Árabe, la Revolución de los Claveles en Portugal, el Sandinismo nicaragüense o el EZLN mexicano, sin ser
exhaustivo ni mucho menos y por sólo hacer referencia a las últimas décadas, todas ellas con elementos antiimperialistas y progresistas y, cada caso
con sus particularidades, representan algunos ejemplos reformistas condenados estratégicamente al fracaso en los que amplias masas populares
han puesto sus esperanzas e ilusiones. En todas ellas se dan muchos denominadores comunes con la ahora vitoreada Revolución Bolivariana y el
llamado Socialismo del Siglo XXI.

http://www.kimetz.org

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