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“Año del Buen Servicio al Ciudadano”

TEMA: La Agresividad

CURSO: Psicología Social

DOCENTE: Juan Carlos Baños Ramos

CICLO: IV

INTEGRANTES:

✓ Alca Cose, Dayana


✓ Pérez Ore, Luis

CAÑETE-2017
LA AGRESIVIDAD

Se entiende como atacar, destruir o hacer daño a alguien. También tiene una acepción constructiva:
podría ser entendido como sinónimo de espíritu emprendedor. Es un concepto tan relacionado con
lo cotidiano que tiene ese peligro parejo de parecer impreciso. Si se recurre al Handbook of Social
Psychology de 1998, encontramos que se entiende como agresión o violencia cualquier conducta
dirigida a hacer daño a la integridad física, los bienes o la estima de una persona. Es decir, implica la
aceptación de que existe intencionalidad. Puede observarse que, desde este planteamiento, se
consideran como términos sinónimos violencia y agresión. Conviene decir, sin embargo, que existen
matices. Por ese motivo ya comenzábamos subrayando que estamos ante conceptos resbaladizos.

FACTORES PSICOSOCIALES DE LA AGRESIVIDAD Y LA VIOLENCIA

Algunas teorías sitúan a la agresividad como «un instinto básico» del ser humano, como un patrón
innato que compartimos con otras especies, incluida la forma en que los humanos expresamos las
emociones (Hogg y Vaughan, 2010, 444). De hecho, Lorenz (1966) ya describió cómo los animales
responden agresivamente ante una situación de amenaza. En este apartado vamos a diferenciar
algunos de los factores personales, ambientales y sociales que se encuentran en la base de la
agresividad.

Factores personales

Existen rasgos individuales que son comunes entre personas que se muestran violentas: la baja
tolerancia a la frustración o el narcisismo son algunos de ellos. Igualmente se reconoce que las
personas con personalidad de tipo A pueden ser más agresivas hacia otros si perciben que compiten
contra ellos en una misma tarea importante (Hogg y Vaughan, 2010, citando a Carver y Glass, 1978).
Una personalidad de tipo A se caracteriza por la impaciencia, por el espíritu competitivo o por la
hostilidad manifiesta.

Factores ambientales

Arias (2007) plantea, al menos, cuatro causas ambientales que «justificarían» la agresividad
humana: a) el ruido; b ) el hacinamiento; c ) la temperatura y d ) el dolor. Al referirse al ruido, aclara
que no se trata tanto de que un nivel elevado de decibelios provoque una acción agresiva, sino que
lo que la produce es la incapacidad para predecirlo o la incapacidad para controlarlo. Respecto del
hacinamiento, tampoco se trata de una cuestión cuantitativa, sino cualitativa. Se habla, entonces,
de la experiencia subjetiva displacentera asociada a la densidad número de personas/espacio. Por
su parte, se entiende como Teoría de la ley térmica de la delincuencia aquella que determina que,
a medida que sube la temperatura ambiental, también aumenta la agresión. Ciertamente, la
relación temperatura-agresión no es lineal.
Factores culturales

Las conclusiones de un estudio planteado por Tolan y Gorman-Smith (2002) se resumen en que las
tasas de homicidios y violencia no letal fueron más altas en varones jóvenes de grupos minoritarios
de sectores urbanos marginales. Estos datos, junto a otras investigaciones relevantes, permiten
afirmar a Hogg y Vaughan (2010) que los grupos en desventaja social son más vulnerables a la
práctica de acciones violentas. Podemos referirnos a factores micro culturales y macro culturales.
En este contexto se plantea el concepto de privación relativa, que se define como la sensación de
tener menos de lo que sentimos que merecemos.

El comportamiento agresivo

Barraca, (2008, p. 135) El 24 de julio de 2005 Juan Martinez, un agricultor de Almeria, moría en la
Comandancia de la Guardia Civil de Roquetas de Martras un largo y duro forcejeo con varios agentes
de la benemérita. Este suceso, conocido como El caso Roquetas, que fue portada de los periódicos
nacionales de mayor tirada durante muchos días del siguiente mes de agosto, levanto una airada
polémica entre la ciudadanía y los políticos acerca de los límites del uso de la violencia por parte de
las fuerzas de orden público. Aunque existen distintas versiones de los hechos, que, en cualquier
caso, resultaron muy confusos, se va a reproducir ahora el testimonio de uno de los agentes en
prácticas que estuvo presente durante los acontecimientos. De acuerdos con su declaración ante la
jueza instructora los acontecimientos se sucedieron así.

Aunque resulte imposible determinar si estas lesiones fueron la causa directa de la muerte del
agricultor, y aun si él mismo tuvo la culpa de ellas por su resistencia a la autoridad, evidencian de
forma irrefutable la contundencia con que se emplearon los guardias. Y aquí reside uno de los
elementos interesantes de este caso: porque cuando se habla de violencia se suele pensar en
aquella ejercida por sujetos agresivos y no en la que llevan a cabo los agentes del estado. Es difícil
admitir que la policía pueda hacer un uso ilegitimo y extremo de la violencia, pues tal cosa supondría
un descalabro del sistema de valores admitido y arrojaría a los ciudadanos a un tenebroso mar de
dudas. Nada resulta más a los ciudadanos a un tenebroso mar de dudas. Nada resulta más
inquietante que darse cuenta de que aquellos en quienes se confía el uso de la fuerza para que
salvaguarden a los ciudadanos puedan convertirse en sus agresores. De hecho, un punto interesante
de este suceso trágico estriba en que la actuación de la Guardia Civil dirigida a controlar al detenido
fue observada desde fuera del cuartel por varios testigos que se mostraron incapaces de adoptar
ninguna medida, ni reaccionar de ningún modo para persuadirles de que cesasen en su actitud. Esta
parálisis se explica porque se supone, de entrada, que la acción de las fuerzas de orden publico es
justa, profesional y acorde con el nivel de resistencia del detenido, y que nunca hay en ella un
ensañamiento cruel.

El bueno el feo y el malo

Debido al impacto emocional que produce la conducta agresiva (sin duda la gran protagonista de
los telediarios) y la alarma que suscita en toda la sociedad, se ha convertido en el reclamo más
importante del cine de masas. Pero hay muchos tipos de cine violento o, mejor, muchos modelos
de personas agresivas en el celuloide. Se partirá de cuatro ejemplos cinematográficos para ilustrar,
a partir de ahora, los distintos modelos teóricos formalizados para explicar el origen de la conducta
agresiva en el hombre. Esos ejemplos representan cuatro prototipos de hombre violento; los
nombres de los personajes no son conocidos en todos los casos: HannibalLecter, Benjamin Martin,
William Munny y Alex Delarge, pero el lector los reconocerá mejor cuando sepa que son los
protagonistas de El silencio de los corderos, El patriota, Sin perdón y La naranja mecánica.

La bestia humana

Muchos autores han defendido que los seres humanos son instintivamente violentos. Para etólogos
como Konrad Lorenz 1966, (citado por Barraca, 2008, p.142) el comportamiento agresivo sería
consecuencia de la selección natural y, por tanto, producto de un instinto desarrollado con
funciones adaptativas. Los modelos etológicos no reducen toda la conducta agresiva humana a una
expresión de ese instinto, sino que afirman que su fuente primigenia se encuentra en los genes y
que se ha manifestado en la especie a lo largo de milenios. Los defensores de este modelo ven en
la pervivencia de las guerras, en la continua hostilidad de unos contra otros, en el desprecio hacia
la vida de millones de congéneres una evidencia de ese instinto.

Los golpes llegaban por todos los lados

Después de presentadas las principales teoría y los factores que pueden jugar un papel en la
conducta agresiva, parece quedar claro que se trata de un fenómeno complejo y multicausal. Como
casi todas las conductas del ser humano, es necesario recurrir a factores biológicos, sociales y
psicológicos. En realidad, esta es justamente la perspectiva cognitivo-social de la conducta agresiva
(Lopes Aguado, 2003); de forma más concreta, se puede afirmar que en todo comportamiento
agresivo intervienen aspectos genéticos, neuroanatómicos, psicológicos y socioculturales, y que su
manifestación tiene que ver con el contexto social especifico, la historia de aprendizaje de los
sujetos que la practican y determinadas configuraciones o elementos ambientales, que se han ido
enumerando en los apartados anteriores.

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