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EN CONTRA DE LO NO
HUMANO
Pragmatismo de Richard Rorty. Nietzsche
contra Kant.
Juan Pedro Sánchez Cañamero
06/04/2020
En contra de lo No Humano
ÍNDICE
Prólogo.
Capítulo 2: El yo contingente.
2
Juan Pedro Sánchez Cañamero
3
En contra de lo No Humano
Prólogo
Por una parte, trataremos de exponer una pequeña parte de la experiencia filosófica de
Richard Rorty, correspondiente a nuestros dos primeros capítulos, apoyándonos en dos
de sus más famosos textos: Contingencia, ironía y solidaridad y Trotsky y las orquídeas
silvestres.
Por otra parte, se desglosarán las numerosas críticas que Nietzsche ejerció contra el
filósofo alemán de Konigsberg: Inmanuel Kant. Centrándonos principalmente en el
pensamiento nietzscheano, pero manteniendo siempre de fondo la referencia kantiana,
que nos permitirá comprender de manera más clara esta revolución contra los valores
4
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Recurriendo tanto a Nietzsche como a Rorty, expondremos sus ideas más relevantes
para nuestro propósito: la rebelión contra la supuesta naturaleza intrínseca del ser
humano, los seres divinos, el bien común y las verdades universales, que aún en
nuestros días, siguen estando vigentes.
5
En contra de lo No Humano
El texto comienza con una irónica exposición de por qué recibe tantas críticas por
parte de los dos extremos políticos de su tiempo, esto es, tanto de la izquierda como de
la derecha americana (republicanos y demócratas). Por parte de la derecha, Rorty recibe
críticas de intelectuales de renombre, como pueden ser Harvey Mansfield o el filósofo
John Searle. Ambos coinciden en apuntar al peligro que supone el pensamiento
filosófico del pragmatista americano, debido a que carece de responsabilidad social y
cada palabra que articula tiene como consecuencia el desprestigio de los Estados
Unidos. En otras palabras, la culpa que se le atribuye es semejante a la culpa que recibía
Sócrates por parte de la sociedad democrática ateniense: corromper a la juventud.
«Por el contrario, yo veo a los Estados Unidos como lo hicieron Whitman y Dewey, es
decir, como un proyecto abierto a innumerables perspectivas democráticas. Creo que
nuestro país, pese a sus vicios y atrocidades pasadas y presentes, y pese a su continua
ansiedad por elegir tontos y truhanes para altos cargos, es un buen ejemplo del mejor
tipo de sociedad inventada hasta al momento.»1
1
Richard Rorty, Pragmatismo y política, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1998, p. 29.
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Juan Pedro Sánchez Cañamero
Tanto la derecha como la izquierda, según Rorty, creen que el discurso debe mantener
una clara intención objetiva, un deseo de defender la Verdad como concepto absoluto.
Quizá sea eso por lo que ambos extremos políticos atentan contra el pensamiento
pragmatista. Piensan que mantenerse en el «centro» es síntoma de tener como fin el
simple hecho ser más original que los demás, el causar «asombro». Pero el pensamiento
rortiano es mucho más que eso. Por lo que ésta, también podría ser una de las
motivaciones principales por las que Rorty se lanzó a escribir este artículo, para tratar
de demostrar la seriedad de su escritura y de sus ideas.
Sus padres eran simpatizantes declarados de la causa trotskista, esto influyó de manera
notable en la infancia Rorty, ya que la atmósfera de la Revolución Rusa estaba
totalmente impregnada en el ambiente familiar; como religión oficial del hogar, por
decirlo de alguna manera. Tenía muy claro que para lograr la justicia social había que
recurrir a este tipo de movimientos político-sociales. El socialismo obrero era la única
solución para la lucha contra el capitalismo reinante durante el pleno auge del
capitalismo americano; Rorty estaba totalmente convencido de ello.
«Crecí pensando que toda la gente decente era, si no trotskista, al menos socialista.
También sabía que Stalin había ordenado no sólo el asesinato de Trotsky, sino también
los de Kiroy, Ehrlich, Alter y Carlo Tresca (este último, tiroteado en las calles de Nueva
York, había sido amigo de la familia). Igualmente, yo sabía que las buenas personas
siempre serían oprimidas hasta que el capitalismo fuera superado. (…) Así que a los
doce años yo ya sabía que el sentido de la vida era luchar contra la injusticia social.» 2
Sin embargo, Rorty tenía una obsesión privada, en el sentido más freudiano de la
palabra. Una obsesión basada en las orquídeas. Pasaba horas y horas recorriendo los
montes de Nueva Jersey en busca de tan peculiares plantas. Envuelto en un completo
conocimiento científico sobre casi todas ellas. Aquí es dónde comenzaba a aflorar la
problemática en la que estamos profundizando. Rorty creía que ese divertimento
privado por las orquídeas era «socialmente inútil», indigno viniendo de un muchacho
inteligente y responsable; una pérdida tiempo suponía ese entretenimiento sin sentido.
Pues, efectivamente, nos encontramos con el hilo argumental de todo el texto: la
frustración de ese niño estadounidense por ser incapaz de aunar sus gustos por las
2
Ibid, pp 30 y 31.
7
En contra de lo No Humano
« (…) fundir en una sola imagen realidad y justicia. Por realidad yo entendía, más o
menos aquellos momentos wordsworthianos en los cuales, en el bosque de
Flatbrookville (…) me había sentido tocado por una inspiración, por algo de
importancia inefable. Por justicia entendía aquello por lo que luchaba Norman Thomas
y Trotsky: la liberación de los débiles de la opresión de los fuertes.»3
En efecto, ¿cómo iba un niño de doce años a renunciar a sus queridas orquídeas por el
bien común?, pero ¿cómo iba a renunciar un chico decente como él a la causa social,
cómo iba a fallar a Trotsky y a la justicia imperante por limitarse a su propia realidad?,
¿sería un claro acto de inmoralidad y egoísmo? Rorty no quería renunciar a ninguna de
las dos cosas, por lo que no desistía en su búsqueda de la reconciliación del ángel y
demonio que portaba en sus hombros.
«Entre el profesorado de Chicago había bastantes sabios refugiados que huían de Hitler,
de los que Leo Strauss era el más reverenciado. Todos ellos parecían estar de acuerdo en
que se necesitaba algo más profundo y de más peso que Dewey si debíamos explicar
que era preferible estar muerto a ser nazi»4
Eran necesarios unos ideales fuertes a los que aferrarse. Rorty no tuvo otra que
expulsar a Dewey de su pensamiento. Había que buscar un anclaje; ya sea en la religión
o en la filosofía. Un anclaje que le permitiera perseguir la justicia social y dejar de lado,
de una vez por todas, sus caprichosas orquídeas. Para esta ardua tarea, recurrió en
primer lugar a la religión, debido a que toda la tradición cristiana se ha basado en
redimir los intereses privados en favor de una obra social mucho más importante: la
3
Ibid, p. 32.
4
Ibid, p. 33.
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Juan Pedro Sánchez Cañamero
caridad, humildad y solidaridad con tus semejantes. Pero Rorty era incapaz de aceptar o
de creer los dogmas religiosos. Así que se echó a los brazos de Platón. La virtud
socrática como conocimiento supremo resultaba muy interesante; ya que para una
persona tan intelectualmente dotada (que el simple hecho de serlo te proporcione
carácter moral) resultaba una respuesta idónea. Platón tenía la fórmula secreta para
fusionar su realidad propia con la justicia social (moralidad) que buscaba. Durante un
largo tiempo trató de convertirse en platónico. Pero a la larga, se le hizo prácticamente
imposible. Platón le parecía otro filósofo entre tantos, incapaz elevarse a partir de la
argumentación. De nuevo, los principios absolutos chocaban con otros igual de
absolutos, por lo que no le permitía situarse por encima de ninguno de sus oponentes; el
argumento circular seguía primando.
«Cuantos más filósofos leía más claro me parecía que cada uno de ellos podía retrotraer
sus puntos de vista a primeros principios que resultaban incompatibles con los primeros
principios de sus oponentes y que ninguno de ellos lograba llegar a ese lugar fabuloso
más allá de las hipótesis»5
Una vez que abandonó Chicago, con una lección más que aprendida, se decidió a
renunciar a esos absolutos filosóficos, en cuales creía para poder juntar sus intereses y la
justicia. Se propuso juzgar los sistemas filosóficos no por su argumentación, si no por
su coherencia. Pensó que la famosa razón podía ser la herramienta perfecta para
reformular el análisis filosófico que tanto le preocupaba. Para ello, llamaría a Hegel a la
palestra. Su famosa tesis sobre la historia como redescripción dentro del tiempo y el
espacio, era lo idóneo tanto para renunciar a los ideales platónicos como para aplicar el
uso de la razón y la coherencia en favor de redescribir la historia y la propia filosofía
que le precedía. Con esto ya tenía mucho terreno ganado; era la forma perfecta de
conseguir un mundo justo sin recurrir a los ideales universales.
«La Fenomenología del Espíritu de Hegel, un libro que leí diciéndome: puesto que la
filosofía es un asunto de volver a redescribir al último filósofo, la astucia de la razón
puede hacer uso de incluso este tipo de actitud. Puede usarla para trenzar la estructura
conceptual de una sociedad más libre, más justa y mejor.»6
5
Ibid, p.35.
6
Ibid, p.36.
9
En contra de lo No Humano
También, habría que destacar el importante papel que jugó el escritor francés, Marcel
Proust, en la vida y la experiencia filosófica de Rorty. Gracias a la obra maestra del
autor francés En busca del tiempo perdido, pudo comprender la importancia del papel
que jugaban los intereses propios de una persona en el transcurso de su vida. Esta obra
ocupó el lugar de lo que en su día fueron sus amadas orquídeas. Le dio la clave para
rechazar la idea de que realidad y justicia habrían de redimirse la una a la otra. Fue un
elemento fundamental para ser consciente de que no es posible renunciar a ninguna de
ellas, de hecho, no solo que no sea posible, sino que tampoco resultaba estrictamente
necesario.
Una vez llegado a ese punto, Rorty comenzó a leer autores como Derrida,
Wittgenstein o Heidegger. Este acercamiento al rechazo de la Verdad y la eternidad
como entidades sobrehumanas a las que hay que someterse produjo, evidentemente, un
acercamiento simultáneo a una figura que estuvo muy presente en su familia y en su
infancia: Dewey. Todo este recorrido y ese afán por redescribir la filosofía y la historia,
pasando por los autores previamente mencionados, le llevaron a la publicación de la
obra La filosofía y el espejo de la naturaleza la cual no tuvo una grata recepción por
parte del gremio filosófico. Esta obra no dejó del todo satisfecho a Rorty. Es cierto que
había redescrito toda la filosofía previa; elaborando una narración atravesada por la
comprensión del carácter temporal e histórico de la esencia humana, pasando por el
cartesianismo, la filosofía de la ciencia de Kuhn y la filosofía del lenguaje. Esto no le
bastaba. La problemática realidad-justicia que le impulsó a adentrarse profesionalmente
en la filosofía, seguía sin quedar resuelta.
7
Ibid, pp. 36 y 37.
10
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Esta última cuestión pudo servirle como la llave que permitió atravesar la puerta del
pragmatismo. Por fin cayó en la cuenta de que el error estaba justamente en tratar de
buscar esa figura que aunara sus intereses privados con la justicia social. Estas ya son
para él, dos cosas que han de distinguirse como tal. Creía que la única forma de
encontrar esa figura era recurriendo a la religión, era la única que proporcionaba ese
tipo de privilegio. Pero Rorty no tenía las capacidades de fe como para poder
contentarse con la explicación religiosa. De esta manera surgió la obra fundamental de
su filosofía, la denominada Contingencia, ironía y solidaridad. Con este libro fue capaz
de demostrar que es posible una vida filosófica sin recurrir a entidades no humanas; una
vida en la que: justicia y realidad pueden caminar por sendas separadas. Pero una
cuestión de vital importancia, que Rorty trató de clarificar, es que considera
injustificable el odio, recriminación u obligación por parte de un grupo humano o un
individuo hacia otro que no comparte la misma fe o los mismos ideales. Al ser
consciente de que la universalidad es otra ficción plenamente humana, considera que
ésta no tiene ningún privilegio ulterior respecto de los gustos privados de un individuo.
Así, fue capaz de comprender, que su devoción por las orquídeas durante su infancia, no
tenía por qué resultar inútil a Trotsky:
«Así, por ejemplo, Jean Paul Sartre me parece en lo cierto cuando denuncia el
autoengaño kantiano de la búsqueda de la certeza, pero equivocado cuando denuncia el
inútil capricho burgués de Proust, un hombre cuya vida y escritos eran igualmente
irrelevantes para la única cosa que realmente importaba: la lucha para derrocar al
capitalismo»8
Según Rorty, esta cuestión que denuncia Sartre no es más que otro acercamiento a la
sumisión del hombre frente a la eternidad; totalmente semejante a la devoción por un
Dios que no habita en el mundo. Para Rorty el mundo, ya no funciona de esa manera.
«No existe nada sagrado en la universalidad que haga que compartirla sea
automáticamente mejor que no hacerlo. No hay ningún privilegio automático en aquello
de lo que puedes convencer a todo el mundo (lo universal) frente a aquello en lo que no
puedes hacerlo (lo idiosincrásico).»9
Rorty afirma, sin tapujos, que no existe ninguna fuerza, ni omnipotente ni omnisciente
(ya sea la Naturaleza, la Moral o Dios), cuya finalidad sea ser núcleo del vínculo común
8
Ibid, p.38.
9
Ibid, p.39.
11
En contra de lo No Humano
a todos los seres humanos. Lo único que caracteriza comúnmente a la raza humana sería
la sensibilidad al dolor; el dolor es el bien mejor repartido en la humanidad. Teniendo
ya esto claro, Rorty renuncia, de una vez por todas, a esa búsqueda de la «imagen» que
gozara del privilegio de ser punto de fricción entre su realidad y la justicia de la
sociedad.
Este tipo de pensamiento que comparte con Dewey, es lo mismo que decir que el ser
humano es un ser temporal, plástico, cambiante conforme al contexto y el tiempo en el
que vive. Los esfuerzos por parte de la religión o la moral por aferrarse a un carácter
que se sitúe elevado por encima del hombre, no es si no otra condición humana
revestida de atemporalidad y universalidad. El constante afán por parte de los titiriteros
de estas entidades por deshacerse del deseo humano y suplirlo por aquella naturaleza
común que supuestamente todos compartimos. Por demostrar que esa naturaleza común,
ese bon sense cartesiano, tiene mucho más valor que la propia vida que día a día nos
construimos; mucho más valor que aquellos gustos y actividades que realizamos de
puertas para dentro, y que una vez que afloran en la sociedad son señalados por
ineficientes o inútiles conforme a la gran labor universal a la que está encomendada la
humanidad. En suma, somos cuerpos rellenos de cultura, y al negarlo y reprimir dichos
deseos, estamos expuestos a la silenciosa aparición del subconsciente freudiano:
12
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Cabe destacar, la gran réplica de nuestro filósofo pragmático hacia las críticas hacia el
pensamiento que acabamos de exponer. En varias ocasiones se tacha a Rorty de
relativista; de intelectual que no considera ni mejor ni peor cualquiera de las posturas
morales. Pero, en realidad, lo que está haciendo Rorty es creer en su perspectiva moral
más que en cualquier otra. El único matiz que le distingue con otras perspectivas, es que
él asume que no hay condiciones de posibilidad en las que pueda convencer a otra
persona con otras ideas de base diametralmente opuestas. La discusión entre ambas
perspectivas se vería envuelta en un constante discurso en el que primara la
argumentación retroalimenticia y circular; no se podría llegar a ningún acuerdo. Para
comprender mejor esta idea, observemos el ejemplo que proporciona el propio autor:
«Una cosa es decir, falsamente, que no hay nada que elegir entre los nazis y nosotros.
Otra es afirmar, correctamente, que no existe un terreno neutral y común al cual un
experimentado filósofo nazi y yo podamos recurrir para solventar nuestras diferencias.
Ese nazi y yo siempre nos atacaremos poniendo en cuestión cuestiones cruciales y
argumentando circularmente»11
10
Ibid, p.40.
11
Ibid, p.41.
13
En contra de lo No Humano
mucho más útiles que el anticuado. Por lo tanto, Rorty sustituye la dialéctica entre
opinión y verdad por otros dos conceptos que resultan mucho más coherentes: lo viejo y
lo nuevo.
Una vez analizado todo esto, Rorty se ve obligado a ir cerrando su artículo. No hay
mejor manera de cerrarlo que recurrir a los hechos políticos y sociales que se estaba
viviendo en la Norteamérica de los años 90.
Afirma que en los Estados Unidos, existen dos guerras culturales. Una de ellas, la
primera, resulta mucho mayor y general que la segunda, y es librada entre «ortodoxos»
y «progresistas». En esta guerra cultural, Rorty se posiciona del lado del progresismo,
cree fielmente en su país; una nación enfrascada en el desarrollo científico, tecnológico,
social y cultural; con el fin de observar un progreso social y un aumento en positivo de
la calidad de vida estadounidense. Para conseguir esta tarea, las propuestas progresistas
le resultan mucho más adecuadas que la anticuada estructura ortodoxa.
Por otra parte, la segunda guerra cultural, por así decirlo está más enfocada a ser
librada por la élite intelectual. Entre el posmoderno socialista y el liberal capitalista. En
esta guerra Rorty se sitúa del lado liberal capitalista. Afirma que este tipo de sistema
encaja mucho mejor con su pensamiento pragmático. Encaja mucho mejor con su
rechazo a reducir el pensamiento filosófico y vital al terreno de lo público y la justicia
social, dejando atrás toda la red de intereses y deseos privados. Los denominados
posmodernos creen inútil estos intereses para luchar contra la injusticia, los rechazan y
denuncian. Son el otro extremo del espectro político y social. Formalmente, los
extremos se tocan. Formalmente, las ideas de un ortodoxo no se diferencian tanto de la
de un posmoderno. Ambos recurren a la pureza y a la verdad objetiva, el bien común,
dejan por el camino el objetivo principal de Rorty, el crecimiento continuo económico,
científico, social y cultural de una sociedad democrática.
«Los posmodernos que se consideran posmarxistas todavía quieren preservar una pureza
de corazón como la que Lenin temía echar a perder si escuchaba demasiado Beethoven.
12
Ibid, p. 41.
14
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Por lo tanto, se puede observar claramente la posición que toma Rorty frente al
problema dialéctico filosofía-política. Un problema principalmente de herencia
platónica, dónde el gobernador o monarca ha de ser un filósofo. Rorty rechaza
absolutamente esta idea. Para él, el punto de vista filosófico de un autor se mantiene
completamente al margen de sus ideas políticas. Esta es la dificultad que presentan
ambos extremos, ambos bloques combatientes en las guerras culturales que hemos
mencionado previamente. Tanto ortodoxos como posmodernos creen exhaustivamente
que un individuo ha de defender fielmente unos determinados ideales, y si su punto de
vista filosófico y político disciernen en esta empresa, habrá que tachar a dicho individuo
de irresponsabilidad social o de inconsciencia. Entonces, nos encontramos de nuevo con
la tensión que estamos tratando de analizar en este capítulo, la tensión entre lo público y
lo privado. Rorty se decanta por mantener cada noción vital separada una de la otra, sin
que una interfiera en la otra, mientras que sus «enemigos» se decantan por la opción
opuesta: justicia social y realidad han de ir de la mano si se quiere ser un buen y
congruente ciudadano.
«Pero ortodoxos y posmodernos aún desean una conexión fuerte entre la política y los
puntos de vista teóricos (teológicos, metafísicos, epistemológicos, metafilosóficos).
Algunos posmodernos que creyeron inicialmente que mi entusiasmo por Derrida
significaba que debía estar de su lado político decidieron, al apercibirse de que mi
posición política se hallaba cerca de la de Hubert Humphrey, que yo me había
vendido.»14
13
Ibid, p. 44.
14
Ibid, p. 45.
15
En contra de lo No Humano
Una vez analizado todo esto, Rorty se dispone a preguntarse cuál es entonces la tarea
del filósofo en el ámbito práctico de la vida. Afirma que el filósofo solo tiene la
posibilidad de ser una suerte de consejero, alguien a quien se acuda con el fin de obtener
algunas ideas que ayuden a la metarreflexión autónoma. Ya existen muchos filósofos a
los que se acude con el fin de que se proporcione una vía correcta para encontrar ese
tesoro de la Verdad o de la Objetividad. Tan solo hay que mirar atrás, a la historia de la
humanidad, para caer en la cuenta de que, con los cambios de épocas y de tiempos, se
ha ido también cambiando de dioses. Desde el Mundo de las Ideas platónico, pasando
por el cristianismo y la Razón, y terminando en la fe ciega que se alberga en la Ciencia.
Somos hijos del tiempo, del presente, y como tal, nuestra misión estriba en conseguir un
progreso hacia el futuro. Teniendo en cuenta nuestro pasado. Para ello, Rorty propone
dos nociones que pueden ayudar en esta tarea: finitud y solidaridad. Ser conscientes
tanto de nuestra contingencia como de que somos seres finitos. A la par que nuestro
carácter solidario y fraternal (herencia judeocristiana) se haga latente en nuestras
relaciones humanas, para así lograr una sociedad cada vez más «democrática y
secular»15.
15
Ibid, p.47.
16
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Capítulo 2: El yo contingente.
Esta idea ayudará a comprender un poco más el objeto de esta investigación: ofrecer
un mundo sin «deidades». El ser consciente de que no existe un yo trascendental como
Kant pensaba, resulta de gran ayuda para avanzar en la perspectiva pragmática acerca
mundo. Rorty quiere aclarar su postura “creando” un ser humano sin forma aristotélica,
sin alma platónica; en fin, sin esencia. Rechazando también la idea de inmortalidad del
alma socrática. Rorty propone un yo histórico, temporal, que se constituye
principalmente por su propia génesis. No hay nada de divino y necesario en el hombre,
tan solo contingencias. Rechazando de igual manera la imperante razón kantiana
ilustrada. Para realizar esta tarea de secularización del yo, Rorty contará con el apoyo
freudiano y nietzscheano principalmente (también aparecerán figuras como Philip
Larkin16).
16
Philip Larkin fue un poeta lírico nacido en Reino Unido, y cuya obra se desarrolló a lo largo del siglo
XX. Caracterizado por su estilo sencillo, irónico y costumbrista, tocando temáticas muy heterogéneas,
desde el romanticismo hasta el fatalismo.
17
Véase: Anexo.
17
En contra de lo No Humano
Harold Bloom, denomina a este suceso «la angustia de influencia del poeta
vigoroso»18, pero tanto Larkin como Rorty no están del todo de acuerdo con esta
concepción, pese a que sea cierta. El poeta considerado como genio; como creador de la
obra que represente su yo, su carácter individual, no es más que recaer en la
divinización del yo. Una vez que se afirma el temor a que las características personales
de un individuo no se diferencien de las de otro, instantáneamente se corrobora una
búsqueda de la inmortalidad, el afán por inmortalizar el yo del poeta. Entonces, si el
poeta no llega a realizar esta tarea, tan solo habrá sido un simple «filósofo», cuya vida
ha sido dedicada a encontrar lo que nos vincula (lo que permanece, en el sentido más
eleático) y no lo que nos diferencia. Esto supone una llamada a la distinción
nietzscheana entre arte (poesía) y filosofía. En este sentido Nietzsche no se consideraba
filósofo, sino poeta.
«Sugiere que, a menos que hallemos algo común a todos los hombres de todos los
tiempos, y no sólo propio de un hombre en una ocasión, no podemos morir satisfechos.
Está pretendiendo que ser un poeta vigoroso no es bastante –que sólo habría alcanzado
la satisfacción de haber sido un filósofo, de haber hallado continuidades en lugar de
exhibir una discontinuidad.»19
Rorty centra la atención en esta nueva problemática, aunque no tan nueva, ya que fue
promulgada por primera vez en términos platónicos. Platón contra los poetas, quiere
decir, Platón contra la búsqueda de individualidades. En relación al proyecto de la
búsqueda de la esencia, de aquello que nos una a todos los seres humanos, la idea de
buscar aquello que nos diferencia, aquello que se da únicamente en el mundo terrenal,
resulta de menor importancia respecto al proyecto de la búsqueda de los absolutos.
Nietzsche podría ser el primero que desvirtúe este proyecto, uno de los primeros que
defendiese que: la Verdad no es sino un «ejército móvil de metáforas», es decir, que la
verdad y su fiel intermediario, el lenguaje, no son una representación leal de la pura
Realidad. La verdad está a merced del lenguaje, y no al revés, es el lenguaje atravesado
por el tiempo el que decide lo que es verdadero y lo que es falso; cada época utiliza sus
18
Richard Rorty, Contingencia, ironía y solidaridad, Editorial Paidós España, Barcelona, 2017, p.44.
19
Ibid, p.45.
18
Juan Pedro Sánchez Cañamero
En este sentido, según Rorty, Nietzsche iba por buen camino, el problema surgió
cuando trató de dar un giro de 180º al platonismo, e instaurar la idea de la divinización e
inmortalidad de lo individual de cada ser. Pero de este tema nos ocuparemos más en
profundidad en el último capítulo de la presente investigación20.
20
«Pero al abandonar la noción tradicional de verdad Nietzsche no abandonó la idea de que un individuo
podía hacer remontar a su origen las ciegas marcas que llevan nuestras acciones.» Ibid, p.47.
Esta cita será el núcleo central del Capítulo 5: Nietzsche y el platonismo invertido de nuestra
investigación.
21
Como se afirma, este es un concepto muy problemático, en términos filosóficos se podría ofrecer una
suerte de definición de causa como la siguiente: «producción de algo de acuerdo con una cierta norma, o
el acontecer algo según una cierta ley que rige para todos los acontecimientos de la misma especie, o
transmisión de propiedades de una cosa a otra según cierto principio, o todas estas cosas a un tiempo.»
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía de bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, 2018, p. 110.
19
En contra de lo No Humano
«Hay, claro, lo que los lacanianos llaman objetos de deseo indefinibles, imposibles y
sublimes. Pero el deseo de un objeto semejante no puede ser relevante para la política
democrática. En mi opinión, la verdad es justamente uno de esos tales objetos. Es, por
decirlo así, tan sublime que uno no puede reconocerla ni tenerla por objeto. La
justificación, en cambio, acaso que sea sólo bella, en oposición a lo sublime; pero uno
puede reconocerla y por consiguiente, trabajar sistemáticamente por conseguirla.»23
Para Nietzsche, el individuo que goce de mayor capacidad para crear metáforas nunca
vistas antes, pasando así del viejo al nuevo lenguaje, será el que más posibilidades tenga
para adquirir plena consciencia de sus contingencias, es decir, de sus individualidades; a
lo que todo poeta aspira. Sin embargo, como se afirmó en páginas anteriores, Nietzsche
poco a poco se va desmarcando de esta noción. Con la teoría del sobrehumano
(superhombre) se puede apreciar de mejor manera esta paradoja del pensamiento
nietzscheano. Nietzsche afirma que únicamente es el poeta (en el sentido de creador) el
22
Richard Rorty, Contingencia, ironía y solidaridad., Editorial Paidós España, Barcelona, 2017, p. 48.
23
Richard Rorty, El pragmatismo, una versión., Trad. Joan Vergés Gifra, Editorial Ariel, Barcelona,
2019, pp. 81 y 82.
20
Juan Pedro Sánchez Cañamero
que puede alcanzar este culmen vital, toda la humanidad restante que denomina como
los débiles de ánimo, fracasará en ese intento, ya que su instinto se encuentra altamente
debilitado a causa del dogma moral y cristiano. El arte (proceso de creación que lleva a
la producción autónoma de valores y metáforas nuevas) en su mayor esplendor,
únicamente tiene reservado sitio para pocos privilegiados. Ya lo afirmaba también el
artista vinculado al movimiento vanguardista de mayor renombre a principios del siglo
XX: Vasili Kandinsky. Con su teoría del triángulo espiritual del arte. Un triángulo
imaginario dividido en secciones; en la cúspide se encuentra la sección de mayor rigor
espiritual, la cual habitan los artistas más incomprendidos; y como dice Nietzsche,
alcanzar la creación de una obra de tal incomprensión, tan solo resulta accesible para un
grupo muy selecto y reducido: el suprahumano o el poeta vigoroso.
«En todas las secciones del triángulo hay artistas. Todo el que ve más allá de los límites
de su sección es un profeta para su entorno y ayuda al movimiento del obstinado carro.
Si por el contrario no posee esa aguda visión o la utiliza para fines más bajos o renuncia
a ella, sus compañeros de sección le comprenderán y le ensalzarán. Cuanto más grande
sea la sección y cuanto más bajo su nivel, tanto será la masa que comprenda el discurso
del artista.» 24
Esta cúspide del triángulo espiritual de Kandinsky, que busca la individualidad antes
que la universalidad, es una concepción nietzscheana tanto del arte como de la vida
misma. Tanto Kandinsky como Nietzsche, en su intento por acabar con los regímenes
autoritarios sobrehumanos del pasado, terminan por reducir tanto la individualidad que
la divinizan.
Nietzsche hace del superhombre una nueva especie humana, la especie de los poetas,
de los creadores. Por lo tanto, esta idea de individualización del ser, conlleva un
desplazamiento de la Moral, Dios o la Razón, para poner en su lugar algo muy
semejante: «el poeta vigoroso». Pero este vigor del poeta nace del miedo, nos lleva
directamente al poema de Larkin, en el que el poeta siente un temor aterrador a no ser
más que otro hombre cualquiera:
24
Vasili Kandinsky, De lo espiritual en el arte., Editorial Paidós, Barcelona, 2019, Trad. Genoveva
Dietrich, p. 37.
21
En contra de lo No Humano
«La admiración con la cual creía Aristóteles que se iniciaba en la filosofía, era la
admiración de hallarse en un mundo más amplio, más poderoso y más noble que uno. El
temor con el que empiezan los poemas de Bloom es el temor a terminar sus días en un
mundo así, en un mundo que uno no hizo, en un mundo heredado.»25
Ese, por tanto, es el principal temor del poeta, morir en un mundo donde todo está
escrito, donde no hay posibilidad para la redescripción metafórica del propio mundo.
En este punto del discurso, se considera preciso llamar a la palestra a Sigmund Freud.
Ya que éste, fue la figura que ayudó a asimilar el temor del poeta, afirmando que
nuestro yo no es más que un compendio de acciones del pasado cuya huella continua
continúa haciendo acto de presencia en nuestra conciencia. De esta manera, Freud se
pondrá manos a la obra; con el fin de desdivinizar las figuras de autoridad extrahumana
de la tradición.
Aunque Rorty asume que: si se empatiza lo más mínimo con Kant y nos ponemos en
contexto histórico, cultural y social, se observará que este, al desplazar a Dios del trono
de lo incondicional, tuvo que someterse a reconocer en el yo, en la consciencia
individual, aquello que es incondicionado y común a todo ser humano. Esto se traduce
en: la moral o la buena voluntad. Este suceso kantiano, según Rorty, fue lo que impulsó
a la actividad romántica, a la cual paradójicamente Kant se oponía drásticamente. Kant
partía del yo para retomar la universalidad y aquello que nos une a todos (eje común
moral) mientras que el movimiento romántico, pese a que también partía del yo, se
centraba en la creación poética y en la imaginación vinculada a aquello que se sitúa
fuera de los límites de la tierra que pisamos.
Con la problemática retomada tendrá que aparecer Freud fulminarla; para afirmar que
no es necesaria esa disputa. Por decirlo de alguna manera, el psicoanalista alemán se
propone desprestigiar el orgullo del ser humano. Volviendo a la concepción aristotélica
de la Naturaleza, aunque llevando a cabo un enroque de la admiración por la
incapacidad. Nos hace caer en la cuenta de que ni nosotros mismos tenemos la
capacidad de cambiarnos; todo está estrechamente vinculado al azar. Con el
descubrimiento26 del subconsciente Freud arremete contra lo divino pero también contra
el yo. La concepción freudiana acerca del ser humano ya no se considera a este tan
25
Richard Rorty, Contingencia, ironía y solidaridad., Editorial Paidós España, Barcelona, 2017, p. 49.
26
O invención.
22
Juan Pedro Sánchez Cañamero
« La tercera humillación nos la infligió Sigmund Freud, a finales del siglo pasado y
comienzos del nuestro, al convertir nuestra mismísima conciencia o alma en algo
complejo y nada transparente, traspasado por impulsos inconscientes de los que no
somos dueños. En los tres casos perdemos algún rasgo de excepcionalidad que nos
enorgullecía y para el que se habían buscado fundamentos teológicos: cada vez nos
parecemos más a lo que no queremos ser...»27
Las otras dos humillaciones serían las siguientes: la primera con las observaciones
acerca de la Tierra y el cosmos (física terrestre y celeste) por parte de Copérnico, Kepler
y Galileo. Mientras que la segunda vino de la mano de Darwin y su teoría de la
evolución y la selección natural.
Pero, según Rorty, esto no fue una innovación por parte de Freud. Figuras como la de
Hobbes o Trasímaco ya anunciaron que la consciencia no era más que una construcción
social, idealizada por tanto. La verdadera innovación que sugería Freud era la de
ofrecer, por medio del psicoanálisis, lo siguiente:
« (…) los detalles que nos da acerca del carácter de las cosas que intervienen en la
formación de la consciencia, su explicación de por qué ciertas situaciones y ciertas
personas concretas producen una culpa insoportable, intensa ansiedad o vehemente
enojo.»28
Por decirlo de alguna manera, Freud nos ofreció tanto explicaciones realistas como
soluciones prácticas. Al desbancar el terreno de la Moral, y no solo eso, sino también al
reconocer que ésta era la causante de muchas de las represiones mentales que sufren los
individuos, pudo establecer criterios a partir del reconocimiento de las contingencias
humanas; de toda esa amalgama de pensamientos del pasado que acuden disfrazados a
nuestros actos. Todo lo que antes resultaban actos o comportamientos inmorales,
parecen comprenderse mejor, y esto solo es posible mediante el reconocimiento de que
el ser humano no tiene ningún vínculo con los demás seres que le haga comportarse de
una u otra manera. Nos ayuda a entender que una persona puede compadecerse de la
muerte de otra que no conocía, a la par que no es capaz de soltar una lágrima por la
27
Fernando Savater, Las preguntas de la vida. Capítulo 4: El animal simbólico, Editorial Ariel,
Barcelona, 2010, p. 95.
28
Richard Rorty, Contingencia, ironía y solidaridad., Editorial Paidós España, Barcelona, 2017, p. 51
23
En contra de lo No Humano
muerte de un pariente cercano. Por ejemplo, «nos ayuda así a comprender por qué
podemos hacer infinitos esfuerzos por ayudar a un amigo y olvidarnos enteramente del
dolor, más grande, de otro, a quien creemos amar entrañablemente»29.
Entonces, como podemos observar, Freud echa por tierra todos los intentos de la
Moral o el Cristianismo por buscar la pureza en las profundidades de un alma
intangible. Sustituyéndolo por una red inmensa y entrecruzada de sentimientos,
recuerdos, traumas y pasiones que determinan, desde el subconsciente, el
comportamiento que ha llevado o lleva a cabo cada individuo en particular.
De esta manera, Freud también ofrece un lenguaje nuevo como alternativa al lenguaje
moral (virtud, prudencia, etc.) que ha sido impuesto a lo largo de miles de años por la
tradición occidental. Este nuevo lenguaje30 puede atender de manera más adecuada a
reconocer una moral propia y privada. Sin necesidad de obligaciones morales, podremos
afrontar nuestras manías a nuestra manera, ya que cada problema y cada
comportamiento es distinto en cada persona, proviene de distintas acciones pasadas, es
relativo a cada persona de la que se trata.
En este punto, Rorty sale en defensa de Freud, afirmando que esta forma de
descomponer o destruir la Razón o la Moral, no conlleva a una posición reduccionista al
establecimiento de lo terrenal, del cuerpo, como sustituto de éstas. Rorty cree que Freud
no cae en el error de Nietzsche, Heidegger o Derrida. Freud considera «la racionalidad
como un mecanismo que ajusta las contingencias entre sí»31, por lo que le permite
evadirse del juego dialéctico entre Razón e Instinto, entre Realidad y Justicia, ya que
asume que ambas yacen en el ser humano, sin superposición de una sobre la otra, sino
como herramientas para paliar de maneras diferentes los diferentes problemas psíquicos
a los que se enfrentan los individuos.
29
Ibid.
30
Rorty nos ofrece algunos términos freudianos que pertenecen a este nuevo lenguaje, términos como
«infantil», «obsesivo», «sádico» o «paranoide». Ibid, p.52.
31
Ibid.
24
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Vemos, pues, un claro desplazamiento del término principio general por la idea de
recurrir a los hechos particulares y al pasado. De esta manera se podrá ofrecer
soluciones más asequibles a la demanda individual y al discurso privado de cada ser
racional. Tampoco pretende aunar ambos discursos, rechaza la tentativa platónica de
asignar a cada parte del Estado una cualidad del alma humana. «Distingue tajantemente
entre una ética privada de creación de sí mismo y una ética pública de acomodamiento
mutuo».
Con estas palabras, Freud es capaz de rechazar el duelo perpetuo entre individual y
universal, evitando síntesis o reduccionismos. Por una parte, deshace la noción
nietzscheana del Superhombre, de la llegada de una figura o especie que se eleve por
encima del ser racional común. Pone los pies en tierra firme. También acaba con la
concepción kantiana cuyo epicentro se encuentra en la figura moral del ser humano
corriente y obediente, que atiende a sus supuestas obligaciones y responsabilidades. Ya
que, Kant, al desmarcarse en cierto grado del platonismo, es capaz de asumir que la
moral es una enseñanza que no solo atiende a las capacidades racionales de una élite
intelectual, sino que reconoce el valor moral como un principio general, a priori
(innato), que reside en los fueros internos de cualquier ser humano. De esta forma,
Rorty está entendiendo a Freud desde un «trasfondo» kantiano.
«Al romper tanto con el platonismo residual de Kant como con el platonismo invertido
de Nietzsche, nos permite ver tanto al Superhombre de Nietzsche como a la consciencia
común de Kant como ejemplo de dos formas de adaptación entre muchas otras, como
dos de las muchas estrategias para hacer frente a las contingencias de la educación que
se ha tenido, de llegar a una transacción con una marca ciega.»33
32
Ibid, p. 53.
33
Ibid. p. 54.
25
En contra de lo No Humano
Esta perspectiva, resulta muy interesante desde el punto de vista del arte. Lo que
Freud lleva a cabo mediante su teoría del subconsciente no es otra cosa que fundir en
uno la el sentido vital y el sentido artístico. Para Freud, los artistas no son más que otro
tipo de hacedores de metáforas. Pero Rorty, quiere advertir que esta visión acerca de la
vigente importancia de la facultad imaginativa humana de Freud, no es semejante al
valor que le proporcionaban a ésta los románticos del siglo XIX. Éstos vinculaban la
facultad imaginativa como algo en conexión directa con lo divino, con el más allá.
Entonces, vemos que el motivo principal que lleva al individuo a la creación de
metáforas, no es algo externo a él, ni divino, sino que es una reelaboración descriptiva y
fantasiosa de los hechos particulares que sufrió durante su educación.
«Considerado desde esta perspectiva, el intelectual (la persona que emplea palabras o
formas visuales o musicales con este propósito) no es sino un caso especial: sólo
alguien que hace con marcas y sonidos lo que otras personas hacen con sus cónyuges o
hijos, sus compañeros de trabajo, las herramientas de su oficio, las cuentas de sus
negocios, las posesiones que acumulan en sus casas, la música que escuchan, los
deportes que ejercitan o de los que son espectadores, o los árboles frente a los cuales
pasan cuando van a su trabajo»34
26
Juan Pedro Sánchez Cañamero
encuentra en todo individuo, esto es, todos estamos creando metáforas e ideas
fantasiosas continuamente, y éstas son únicas para cada individuo. Estos rasgos que nos
diferencian son en los que Freud fija la atención. De esta manera somos capaces de
comprender, como lo hizo William James, por qué han sido talados una inmensidad de
árboles que otorgaba belleza natural a un paisaje. James consideró este acto como uno
más entre las incontables cechorías del ser humano contra la Naturaleza. Pero al
observar que esa tala de árboles había llevado a que una familia pudiera construirse una
casa y una finca particular en la cual llevar su vida, cayó en la cuenta de que el éxito
dibujaba una sonrisa en el rostro de esas personas; mientras que James concebía dicha
tala de árboles como una animalidad. De este modo, comprendió que cada persona o
comunidad adquiere una visión sobre los hechos que depende por completo del contexto
y situación temporal (histórica) en la que se dan. Ninguna visión, por tanto, no ha de
someter a la otra, de la misma manera «que una estilográfica no es menos herramienta
que un cuchillo de carnicero»35.
Pero, por otra parte, Freud también nos permitió simpatizar y asumir sin dificultad
pensamientos tan excéntricos como el de Nietzsche, William James o Wittgenstein. Nos
adentra en la visión de un mundo sin verdades ni dioses por los que morir, a la par que
nos ofrece un mundo en el que la literatura y la metáfora se imponen como núcleo
central del desarrollo humano. Ya no existe una sola descripción correcta acerca del
mundo, existen infinitas descripciones, una por cada ser humano o comunidad humana,
y ninguna de ellas acierta más que otra. Freud, sin duda, llama indirectamente a la
empatía, consecuentemente dejó huella, como previamente hemos comentado, en la
mentalidad global de la humanidad. Especialmente, en los profesionales de las ciencias
de la psicología. Para comprender esto, habría que atender a la norma básica que todo
35
Ibid, p.57.
27
En contra de lo No Humano
psicólogo actual debe cumplir: no prejuzgar. Tener en cuenta el por qué, un individuo,
ha llevado a cabo un comportamiento que la mayoría de la población calificaría como
inmoral. El psicólogo, como muestra de la seriedad de su profesión, se enfrenta a cada
problema del paciente sin cuestionarse éticamente dicho problema. En este sentido,
Freud proporcionó las herramientas necesarias, para que el psicólogo actual sea capaz
de omitir, tanto en acto como en pensamiento, cualquier juicio de valor acerca de su
cliente. Podríamos afirmar que la psicología (en términos prácticos y profesionales)
resulta ser una ciencia que, paradójicamente, consigue concienciarse de las
contingencias que nos afligen a cada uno, motivadoras de nuestro desarrollo cognitivo y
social, y determinándonos como animales racionales muy distintos entre sí.
Por último, retomando la tentativa de Larkin con la que se inició el capítulo, habría
que asumir la vida humana como Nabokov la concebía, como «un poema inacabado».
La muerte llega antes de que podamos haber realizado esa tarea teleológica que nuestra
supuesta naturaleza demandaba. Ningún fin, ninguna meta que complete el ciclo vital.
La amplia red de contingencias a la que estamos expuestos toda la vida, termina por
imponerse como la única verdad y realidad que podamos justificar.
28
Juan Pedro Sánchez Cañamero
El hilo conductor del capítulo estará centrado en cómo Nietzsche rechaza la idea de un
conocer que permanece inmutable; la razón a la que Kant trata como un
descubrimiento. Esas ideas fijas del conocimiento son contra las que Nietzsche
arremete, sacando a la luz todas esas huellas platónicas que continúan insertas en el
pensamiento kantiano. Esta postura no resulta sorprendente si se conoce la filosofía
nietzscheana; tan solo es una muestra más de su giro copernicano en cuanto a la visión
que mantiene sobre el mundo que nos rodea. Negándose a aceptar la Verdad como eje
inescrutable de la vida humana; proponiendo un devenir constante en el cual la pulsión,
el cuerpo y el instinto recobran todo el valor moral, científico y veraz que se les había
arrebatado.
En primera instancia, Kant con su obra la Crítica de la razón pura trata de poner en
marcha una búsqueda fundamentada de lo que podríamos llamar la Verdad. Toda la
tradición previa había concluido en que la razón humana es la encargada de llevar a
cabo esta tarea; rechazando la sensibilidad y las pasiones como posibles conductores
hacia ese fundamento último del que nadie pudiera dudar. Pero Kant cree que para
llegar hasta ese punto una crítica se hace necesaria cuanto menos; una crítica de la
propia razón, en cuanto esta fue defendida por la tradición. Más bien, habría de ser una
autocrítica, ya que ésta ha de realizarse no a través de las pasiones o la sensibilidad, sino
a través de la propia razón. Este primer enclave ya resulta paradójico a los ojos de
Nietzsche. Si el objetivo es poner en duda la propia razón pura para, consecuentemente,
29
En contra de lo No Humano
no caer en las tentaciones que suponen navegar sin rumbo entre las mareas de aquella.
Kant ya está presuponiendo el carácter metafísico de esta razón antes de criticarla.
Debido a que acude a ella misma (presuponiéndola) para realizar la crítica. Afirmando
la existencia de unos esquemas trascendentales del conocimiento humano (las
categorías) como estructuras dadas a priori, determina este carácter metafísico que
denuncia Nietzsche.
Aunque Nietzsche reconoce la intención con la que Kant elabora la Crítica, es decir, la
tentativa kantiana de acabar con el dogmatismo, y centrar los poderes científicos y
morales dentro del individuo. Nietzsche afirma que Kant, aún denunciando tanto la
sensibilidad como la imaginación descontrolada (razón pura) como meras fantasías
(sucesos ilusorios); aun así sigue recayendo en la presuposición de una verdad y una
razón que se mantienen fijas, esperando a que el ser humano las descubra.
Kant pone la naturaleza a disposición del ser humano; es decir, el ser humano
establece principios y normas gracias a las cuales es capaz de controlar la Naturaleza.
Esta labor es llevada a cabo a partir de dos formas puras a priori (presentes en cada
individuo): las categorías del entendimiento y el espacio y el tiempo (consideradas
como intuiciones puras). Gracias a estas formas que residen en el individuo, éste es
capaz de captar los fenómenos ( a través de las intuiciones puras) y de darles un
concepto a cada a uno (por medio de las categorías del entendimiento). Este es el punto
en el que Nietzsche centra su crítica: si es el individuo el que ordena y controla la
36
Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza Editorial, trad. Andrés Sánchez Pascual,
Madrid, 1996, 24, p. 174.
30
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Pero, para Nietzsche, la búsqueda de algo (desde el alma cristiana hasta el átomo) que
se mantiene fijo en todo ese flujo de cambio que es la propia vida y el mundo, significa
otra fantasía. Negar esta realidad para afirmar otra que nos es imposible conocer
mediante los sentidos, con la fe en esa promesa, se desvirtúan los instintos y las
pasiones. Nietzsche denomina este suceso como la necesidad metafísica a la que el
37
Olivier Reboul, Nietzsche, crítico de Kant., Editorial Antrophos, trad. Julio Quesada y José Lasaga,
Barcelona, 1993, p. 17.
31
En contra de lo No Humano
Otro principio kantiano que Nietzsche ataca, sería el concepto de causalidad. Kant lo
considera como una categoría del entendimiento, caracterizado por su valor universal.
Esta categoría kantiana asegura el poder o capacidad del entendimiento humano para
formular juicios sintéticos a priori que constituyen las ciencias objetivas. La causalidad
es clave en este asunto. Pero Nietzsche también considera como una ilusión a la
causalidad. Afirma que ésta nace como creación del individuo que ve sucederse hechos
con matices semejantes entre sí; teniendo la necesidad de encajonar estos sucesos bajo
el mismo motivo por el que se produjeron. Entonces, la causalidad no proporciona la
facilidad de vislumbrar la naturaleza de los objetos o del propio mundo, sino que tiene
la misma función que antes hemos mencionado: manipular y tratar de anticiparse a la
naturaleza. Nietzsche cree que esta necesidad por atribuirle una causa a cada efecto, no
es más que una muestra del carácter del ser humano, que busca aunar las acciones y las
cosas en un Todo universal. Esa necesidad de la explicación que supone una
tranquilidad.
Frente a este buscar lo viejo en lo nuevo, Nietzsche propone crear para producir lo
nuevo. Siendo consciente de que la vida únicamente encuentra la realidad en el instante,
acabando con los conceptos tanto de pasado como de futuro. Al instaurar el eterno
retorno como sustitución de la concepción lineal del tiempo, Nietzsche se libra de un
solo golpe del principio de causalidad, librándonos de la culpa, afirmando que la causa
no tiene hueco en un presente eternizado, donde todo vuelve a suceder, solo el instante
está homologado como lo real.
Por otra parte, cabe destacar un punto importante en el que Nietzsche enfatiza su
crítica a Kant. Kant es consciente de los errores en los que puede caer si se entromete en
los entresijos del lenguaje para tratar de analizar la razón. Para ello, se aferra a lo que,
38
Ibid, p. 18
39
Ibid, p. 19.
32
Juan Pedro Sánchez Cañamero
según él, es puramente objetivo, el canal de expresión de la ciencia: el juicio. Cree que
estos juicios son los que le ofrecerán un terreno seguro para campar a sus anchas de la
mano de la objetividad. Sin embargo, Nietzsche asegura que toda forma de expresión,
en el mismo instante en que es expresado algo (ya sea una idea, pensamiento o el propio
juicio sintético del que habla Kant), este algo pierde toda objetividad. La necesidad de
comunicar lo que comunicamos, según Nietzsche, es una ínfima parte respecto a todo lo
que alberga en sí un individuo y no es capaz de comunicar. La razón por la que
utilizamos signos y palabras, no es por una toma de consciencia que nos ata a la esencia
de lo divino o la Naturaleza (o de la Objetividad). La razón estriba en que todos esos
pensamientos que no comunicamos, que son la mayoría, están llenos de
individualidades que no buscan una semejanza universal en otros individuos. Por lo
tanto, el lenguaje, la conciencia, en fin, la comunicación, son puramente humanas, no
nos conectan con nada que esté más allá. De la misma forma, el desarrollo evolutivo del
lenguaje y de la supuesta conciencia es proporcional; debido a que todo lo que no forma
parte de esa conciencia es incomunicable. Según Nietzsche, este afán por la
comunicación, no es más que otra trampa, una trampa con la que se pretende someter al
rebaño. A través de las palabras es posible la manifestación del deber, haciendo ver
como un principio objetivo que trasciende a cualquier inclinación40. Pero Nietzsche
considera este deber como una creación más; llevada a cabo por el ser humano y su
necesidad de universalizarse.
«El hecho de que nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y hasta
nuestros movimientos se nos hagan conscientes no es sino el resultado del imperio
espantosamente largo que un “debe” ha ejercido en el hombre; él, el animal más
amenazado, necesitaba ayuda, protección, necesitaba a sus semejantes, era preciso que
supiera ser inteligible para expresar su angustia.»41
33
En contra de lo No Humano
inútil según Nietzsche. La gramática y sus normas, a las que rinde culto Kant, resultan
igual de fantasiosas que lo que el propio Kant denuncia: la existencia del alma
platónica, el sujeto pensante cartesiano o el yo poético del Romanticismo. Nietzsche da
la vuelta a esta inmovilidad a la que se somete Kant. Nietzsche nos ofrece el tiempo
como la esencia móvil. Si Kant se rinde ante lo inmóvil, Nietzsche terminará por
rendirse ante otro absoluto: el cambio. En este sentido Nietzsche muestra su carácter
positivo, propone la creación frente a la descripción típica de la ciencia.
«Pero mientras Bergson se contenta con oponer dos puntos de vista sobre el mundo, el
de la fabricación y el de la creación, Nietzsche ve detrás de la fabricación al esclavo y
detrás de la creación al señor. Este conocimiento que falsifica para manipular, que
trivializa para comunicar, que responde a una necesidad de tranquilizarse, expresa de
hecho el punto de vista del esclavo.»42
En definitiva, lo que Nietzsche rechaza de Kant, no es más que el hecho de que este
último se eche a los brazos del lenguaje; de la ciencia de lo que ya está establecido; de
lo viejo. Kant presupone un lenguaje platónico, donde las palabras representan el
mundo de las Ideas Ejemplares. Nietzsche, frente a esto, propone la creación (arte)
como un puente: en uno de los extremos está la personalidad del esclavo, que hemos de
dejar atrás; en el otro extremo, se encuentra la personalidad del señor, a la cual se aspira
y en la que el individuo cobra valor por sí mismo.
42
Olivier Reboul, Nietzsche, crítico de Kant., Editorial Antrophos, trad. Julio Quesada y José Lasaga,
Barcelona, 1993, p. 22.
34
Juan Pedro Sánchez Cañamero
43
Ibid, p. 23.
44
«Pero, ¿es esto una respuesta, una explicación? ¿O no es más bien la simple repetición de la pregunta?
¿Por qué hace dormir el opio? “Por medio de una facultad”, por la virtus dormitiva [fuerza dormitiva],
dijo el médico Molière. Pero éstas son respuestas propias de comedia (…)» Friedrich Nietzsche, Así habló
Zaratustra/Más allá del Bien y del Mal, Editorial Gredos, trad. José Rafael Hernández Arias y Carlos
Vergara, Barcelona, 2019, 11- p. 386.
45
«Los procesos evolucionistas permiten identificar a la razón como un órgano hegemónico capaz de
adaptarse al medio y constituir mecanismos culturales que faciliten una respuesta adaptativa. Esos
mecanismos son herederos sofisticados de los reflejos instintivos y en los casos particulares es imposible
atender a los resortes que motivan nuestras acciones, porque no respondemos a un tipo de estimulo
natural y a una respuesta espontánea.» Mariano Rodríguez, Nietzsche y la transvaloración de la cultura.
El cuerpo como laboratorio de la moral (Capítulo escrito por Sergio Antoranz), Editorial Arena, Madrid,
2015, pp. 65-66.
35
En contra de lo No Humano
«No creo, pues, en la existencia de un instinto del conocimiento que sería el padre de la
filosofía; creo, más bien que otro instinto, aquí como allí, se ha servido del
conocimiento (o del desconocimiento) como de un instrumento»46
46
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra/Más allá del Bien y del Mal, Editorial Gredos, trad. José
Rafael Hernández Arias y Carlos Vergara, Barcelona, 2019, 6- p.381.
47
Etimología de la palabra Genius: «"Se llama mi Genius, porque me ha engendrado (Genius meus
nominatur ,quia me genuit)." Pero eso no basta. Genius no era solamente la personificación de la
energía sexual. Ciertamente cada ser humano varón tenía su propio Genius y cada mujer tenía su Jano,
ambos manifestaciones de la fecundidad que genera y perpetúa la vida. Pero, como es evidente el
término ingenium, que designa la suma de cualidades físicas y morales innatas en aquel que comienza a
ser.» Giorgio Agamben, Profanaciones, Editorial Adriana Hidalgo, trad. Flavia Costa y Edgardo
Castro, Buenos Aires, 2005, p. 8.
36
Juan Pedro Sánchez Cañamero
a la época del año en la que habías nacido. Por eso es que la tradición de celebrar los
cumpleaños, tiene su origen en festejar el día en que entraste en unión con tu Genius.
Éste forma parte de tu yo, es tan personal como impersonal, ya que se le obedece como
si no fuéramos nosotros mismos los que nos imponemos las órdenes.
«Pero este dios intimísimo y personal es también lo que en nosotros es más impersonal,
la personalización de lo que, en nosotros, nos supera y excede. “Genius es nuestra vida,
en tanto ésta no ha sido originada en nosotros, sino que nos ha dado origen”. Si él
parece identificarse con nosotros, es sólo para revelarse súbitamente después como más
que nosotros mismos.»48
Pero este hecho de impersonalidad del yo, en el individuo, también aparece disfrazado
de instinto en vez de yo trascendental. Nietzsche afirma que «un pensamiento viene
cuando él quiere y no cuando yo quiero»49, con esto sitúa el instinto del ser humano en
la órbita de lo ajeno al propio individuo. De este modo, no encontramos, en este
aspecto, tantas diferencias entre Kant y Nietzsche.
En cuanto a la segunda vía crítica que emana del yo trascendental kantiano, Nietzsche
si se desmarca claramente, posicionándose como un antimetafísico. Cuando Kant se
refiere al yo trascendental como una figura absoluta completamente fuera del tiempo y
ahistórica, Nietzsche le replica que, tanto las categorías del entendimiento como las
formas puras de la sensibilidad no son más que el resultado en presente de una cultura y
una evolución natural (biológica). No pertenecen a ningún estadio sobrenatural que
trasciende lo mortal. Por tanto, Nietzsche denuncia, en grado sumo, esta demarcación
kantiana del cuerpo y el instinto humano, a la manera más cristiana y platónica.
«Mas el despierto, el sabio, dice: soy enteramente cuerpo, y nada más; y el alma es
sólo una palabra para designar algo en el cuerpo.
48
Ibid, p. 9.
49
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra/Más allá del Bien y del Mal, Editorial Gredos, trad. José
Rafael Hernández Arias y Carlos Vergara, Barcelona, 2019, 17- p. 390.
37
En contra de lo No Humano
El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y
una paz, un rebaño y un pastor.»50
Entre estos despreciadores del cuerpo a los que denuncia Nietzsche, obviamente se
encuentra Kant. En este sentido, Nietzsche considera que, al haber tratado de evitar el
dogma religioso y las doctrinas materialistas, Kant se ve obligado a cerrar su sistema
filosófico con una Moral que emana del Yo Trascendental.
«Doy al mundo, en la medida que sea conforme a todas las leyes éticas (como puede
serlo gracias a la libertad y como debe serlo en virtud de las leyes necesarias para la
moralidad) el nombre de mundo moral. En tal sentido, éste es concebido como un
mundo meramente inteligible, ya que se prescinde de todas las condiciones (fines) e
incluso de todos los obstáculos que en él encuentra la moralidad (debilidad o corrupción
de la naturaleza humana)».51
38
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Pero Nietzsche considera esta visión como mera fe, sin ninguna objetividad, es decir,
una mera fantasía.
«Nosotros, que estamos advertidos, de tiempo en tiempo nos damos cuenta del
subterfugio y nos reímos al ver que la mejor ciencia sigue siendo aún la que más
pretende retenernos en este mundo simplificado, absolutamente artificial, aliñado y
falsificado para nuestro uso, porque esta ciencia también, un poco a su pesar, ama el
error, puesto que, por su ser viviente, ama la vida.»52
La dogmática moral kantiana no hace otra cosa que mantener la mirada del individuo
centrada en lo que no vemos; en lo que somos incapaces de percibir. Kant fija una
autoridad, heredera del Cristianismo. De esta manera, la cultura y la costumbre penetra
en lo más profundo del ser, negando la seriedad de todo aquello que proviene del propio
«sentido de la tierra»53.
52
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra/Más allá del Bien y del Mal, Editorial Gredos, trad. José
Rafael Hernández Arias y Carlos Vergara, Barcelona, 2019, 24- pp. 339-400.
53
«Con más sinceridad y pureza habla el cuerpo sano, el cuerpo perfecto y cuadrado: y habla el sentido de
la tierra» Ibid, De los trasmundanos, p. 34. Con sentido de la tierra, Nietzsche quiere referirse a ese
instinto que sabe escuchar y atender a la propia naturaleza que le rodea, aquello terrenal. Que a diferencia
con lo que él llama los trasmundanos (Hinterwelter: los metafísicos), los hombres que gozan de este
sentido de la tierra no centran su ser y su atención en una falso mundo verdadero, sino que toman como
verdadero el propio mundo que habitan.
39
En contra de lo No Humano
Kant tiene como objetivo devolver la pureza a la moral, extrayéndola los principios
externos, para unificarla de nuevo con la razón común del pueblo. En este sentido, Kant
establece que la razón pura suele ser más utilizada por la élite intelectual, de modo que
el hombre común obediente al deber, es el verdadero superhombre de Kant:
54
«En resumen, después de haber puesto a la verdad en contradicción consigo misma al mostrar que
traiciona el ideal de objetividad en beneficio de la moral, coloca igualmente a la moral en contradicción
consigo misma, mostrando que satisface los instintos de resentimiento, de venganza, lo que desmiente sus
propios principios». Olivier Reboul, Nietzsche, crítico de Kant., Editorial Antrophos, trad. Julio Quesada
y José Lasaga, Barcelona, 1993, p. 55.
40
Juan Pedro Sánchez Cañamero
«En realidad, encontramos que cuanto más se preocupa una razón cultivada del
propósito de gozar de la vida y alcanzar la felicidad, tanto más se aleja el hombre de la
verdadera satisfacción, (…) más que despreciar, envidian al hombre común, que es más
propicio a la dirección del mero instinto natural y no consiente a su razón que ejerza
gran influencia en su hacer y omitir»55
Kant propone el imperativo como figura controladora del deseo, pero hay que dar
cuenta que la prohibición de éste solo fomenta la tentación de no cumplir con la
prohibición. Esto sucede, debido a que, como afirma Nietzsche, se niega toda
55
Inmanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Editorial Austral, trad. Manuel
García Morente, Barcelona, 2016, pp. 56-57.
56
Sigmund Freud, Tótem y tabu. Ediciones Akal, trad. Joaquín Chamorro Mielke, Madrid, 2018, p.46.
41
En contra de lo No Humano
A primera vista, puede parecer que Nietzsche fundamenta su crítica en unas bases
totalmente externas al hombre, pero al ser estas bases la propia vida, de la cual emana la
voluntad de poder del individuo, su fundamento se aloja en el propio sentido interno. La
moral que pretende ser universal, siempre ha prohibido determinadas acciones
instintivas para enorgullecerse de otras, así se muestra cómo la moral camina de la
mano de la cultura58, que los valores defendidos en una comunidad pueden diferir de
base con los valores de otra comunidad. Kant y su imperativo, son un ejemplo perfecto
de este suceso, ya que intentan predicar la universalidad de los valores que ellos mismos
creen que son válidos, pero de esta forma se recae en una actitud egoísta. Nietzsche
advierte que en este punto la moral kantiana también entra en contradicción con ella
misma, afirmando que su moral se fundamenta en un deber desinteresado, también
asegura su propio interés. Según Nietzsche, Kant anima al hombre común a no
cuestionarse los valores con los que se le ha adoctrinado desde la infancia, de hecho, le
anima a que se enorgullezca por ello. De nuevo la moral kantiana vuelve a atentar
contra el instinto, contra el cuerpo, apoyándose en una supuesta buena voluntad de la
que emana un deber. Cada acción debe hacerse por deber, denunciando así cuando se
llevan a cabo acciones por inclinación. Pero es la propia moral, que busca
universalizarse, la primera que incumple esta norma. De esta manera Kant vuelve a
oponerse a lo sensible, rechazando las pasiones, pasiones que para Nietzsche, son el
centro de fabricación de la moral, y cada individuo tiene el suyo, fabricando así una
moral tan distinta como el propio individuo.
57
«La moral, en cuanto condena por condenar, no partiendo de miras, de consideraciones, de intenciones
relativas a la vida, es un error específico del que no se debe tener compasión, la idiosincrasia de los
degenerados que ha hecho un daño general profundo». Friedrich Nietzsche, El ocaso de los ídolos.
Ediciones Austral, trad. Roberto Echavarren, Barcelona, 2015, “La moral contra naturaleza”, 6- p.64.
58
«Precursor de sociólogos, muestra cómo las morales varían con las culturas, de modo que cada una de
ellas exalta los instintos que la favorecen y condena a los restantes. Así, en la sociedad homérica, los
poetas divinizaban la envidia, fuerte de emulación guerrera, y despreciaban la esperanza, pasión ciega,
pérfida, femenina.» Olivier Reboul, Nietzsche, crítico de Kant., Editorial Antrophos, trad. Julio Quesada y
José Lasaga, Barcelona, 1993, p. 59.
42
Juan Pedro Sánchez Cañamero
«En efecto, el amor por inclinación no puede ser mandado, pero hacer el bien por deber,
aun cuando ninguna inclinación empuje a ello y hasta se oponga una aversión natural e
invencible, es amor práctico y no patológico, amor que tiene su asiento en la voluntad y
no en una tendencia de la sensación, amor que se fundamenta en principios de la acción
y no en la tierna compasión, y que es el único que puede ser ordenado.»59
Ya hemos visto como Kant atenta contra las virtudes cristianas y la religión en
general, afirma que la religión demanda un deber al individuo que no nace del propio
59
Inmanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Editorial Austral, trad. Manuel
García Morente, Barcelona, 2016, pp. 62-63.
60
« (...) más de un moralista pretende ejercer a costa de la humanidad su poder y su imaginación
creadora; más de uno, y Kant tal vez sea uno de ellos, da a entender con su moral: Lo que es respetable en
mí es que sé obedecer, y no debe ser de otro modo en vosotros». Friedrich Nietzsche, Así habló
Zaratustra/Más allá del Bien y del Mal, Editorial Gredos, trad. José Rafael Hernández Arias y Carlos
Vergara, Barcelona, 2019, 187- p. 457.
61
Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, Editorial Ariel, trad. José Jara, Barcelona, 2019, 352.
43
En contra de lo No Humano
Nietzsche, contra esta última cita, niega por completo que una moral sea válida y
necesaria para cualquier ser racional, cree que la moral no puede ser despegada de la
vida del hombre, de su biología. Por lo tanto, frente a Kant, Nietzsche propone un
naturalismo moral en el que no se rechace el ideal como tal, sino que ese ideal no tenga
el afán de ser impuesto sobre los otros. De este modo cada individuo crea sus propios
valores, aferrándose a ellos como si de un ideal se tratara, pero en ningún momento ese
ideal individual quiere convertirse en universal. Coincide con Kant en que el imperativo
ha de ser de cada uno, pero difiere en que ese imperativo no puede ser categórico, no
puede universalizarse, ya que se estaría cayendo en el mismo error dogmático de la
religión, contra la que Kant enfoca su crítica. Así, puede parecer que Nietzsche se
acerca a la tesis de Darwin sobre la selección natural, pero en realidad no. Se puede
considerar ese desmarque a través la propuesta nietzscheana de la moral de siervos
frente a la moral de señores. Asegura que los partícipes de la moral de siervos predicada
por la Iglesia o el imperativo kantiano, es muy superior en número que la moral nacida
del instinto fortalecido y poderoso, digno de la moral del señor. La moral de siervo,
debido a que cuentan con una mayoría de espíritus débiles y frágiles, siempre se acaba
62
Inmanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Editorial Austral, trad. Manuel
García Morente, Barcelona, 2016, p. 76.
44
Juan Pedro Sánchez Cañamero
63
«La genealogía y el Anticristo no son en absoluto libros históricos aunque tengan algo de historia; lo
que hacen es proyectar sobre el pasado el pathos de su autor» Olivier Reboul, Nietzsche, crítico de Kant.,
Editorial Antrophos, trad. Julio Quesada y José Lasaga, Barcelona, 1993, p. 70
45
En contra de lo No Humano
«Sus etimologías son con frecuencia fantasiosas. Así, gut no se deriva, como Nietzsche
cree, de göttlich (divino; GM, I, 5) sino de la raíz Gatte, que significa: “lo que
conviene”, “lo que casa bien”. Wohl (el bien de los señores) no tiene ningún origen
aristocrático; viene de wollen y significa “deseable”. Igualmente, gerecht (justificado)
no tiene ningún parentesco con gerächt (vengado).»64
Vemos con claridad, como Nietzsche utiliza a conveniencia la etimología, con el fin
de invertir la moral establecida, de concebir el valor del bien desde la órbita aristócrata,
y dejar en evidencia la cobardía, pasividad y vileza (villano o pueblerino) de la clase
inferior. En primera instancia, Nietzsche reconoció a los judíos como los pertenecientes
a esta clase social, aunque más tarde su crítica se fundó sobre el dogma moral cristiano.
64
Ibid, p. 69.
65
Friedrich Nietzsche, Anticristo, Ed. Edimat, Madrid, 2007, 43.
66
«Tal me parece ser el imperativo moral de la naturaleza, que no es en verdad ni categórico, como exigía
el viejo Kant, ni destinado a los individuos (¡que le importan a la naturaleza los individuos!), sino a los
pueblos, a las razas, a las épocas, a las clases sociales y, ante todo, al animal «hombre» por entero, a la
especie humana.» (la cursiva es nuestra) Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra/Más allá del Bien y
46
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Retomando la problemática del bien y del mal, hemos de advertir que, Kant, es
consciente de la existencia de dos vías en las que se desarrolla esta problemática: la del
deseo y la de la ley moral. En el ámbito del deseo, si ponemos el castigo como ejemplo,
vemos que el mal sería el propio castigo, la privación del deseo mismo. En cuanto al
ámbito de la voluntad como fundamento de la ley moral, el castigo impuesto es un bien,
retornando así a la moralidad más estrictamente socrática. Queda claro, que aún
reconociendo estas dos vías de desarrollo de la problemática, Kant se decide por
rechazar el sentido positivo de la primera vía. Sin embargo, Nietzsche, tiene una
perspectiva antagónica del bien y el mal, aunque para él, deberíamos de hablar de lo
bueno y lo malo. Lo bueno y lo malo son dos fuerzas que se nutren recíprocamente, esto
es, Nietzsche acepta como sentimientos atribuidos a la vida misma la cólera o la ira,
asegura que no se puede reprimir estos instintos, tan importantes si cabe como los
sentimientos que emanan de lo bueno: «con aquella peligrosa consigna que he colocado
al frente de mi último libro: Más allá del bien y del mal... Esto no significa, cuando
menos, «Más allá de lo bueno y lo malo».»68. Así, Nietzsche se aleja de concepciones y
problemáticas que juzguen más allá de la vida misma, los valores de lo bueno y lo
malo, los incorpora como valores intrínsecos de la naturaleza vital, como fuerzas
antagónicas, que generan y destruyen vida, que se necesitan la una a la otra69.
El principio en el que basa Kant toda su obra moral emana directamente de la razón,
en concreto, de la razón práctica, la cual establece un estrecho vínculo con la razón
común del hombre obediente, paradigmático para Kant. Al levantar el edificio de la
moral sobre un principio racional, desecha todo tipo de principio que esté relacionado
con las pasiones. Ya que considera que las pasiones están ligadas a una suerte de
eudemonismo aristotélico en el que la búsqueda de la felicidad es fundamento y
del Mal, Editorial Gredos, trad. José Rafael Hernández Arias y Carlos Vergara, Barcelona, 2019, 188-
p.459.
67
«(…) algo por lo que vale la pena vivir: virtud, arte, música, danza, razón, espiritualidad, algo
resplandeciente, loco, divino» Ibid, p. 458.
68
Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza Editorial, trad. Andrés Sánchez Pascual,
Madrid, 1996, 17- p. 61.
69
«Las grandes épocas de nuestra vida son aquellas en que tenemos, en fin, el valor de declarar que lo
malo que hay en nosotros es lo mejor de nosotros mismos» Friedrich Nietzsche, Así habló
Zaratustra/Más allá del Bien y del Mal, Editorial Gredos, trad. José Rafael Hernández Arias y Carlos
Vergara, Barcelona, 2019, 116- p. 443.
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«El sentido y el espíritu son instrumentos y juguetes, tras ellos aún se encuentra el «sí
mismo». El sí mismo también busca con los ojos de los sentidos, también escucha con
los oídos del espíritu.
Por último, habría que mencionar brevemente otro aspecto del pensamiento
nietzscheano en cuanto a su disputa con Kant. Éste presupone como elemento clave de
su obra moral la divulgación de los principios de la misma, esto es, el pensamiento y el
deber moral tienen que llegar a todo ser racional, deben ser comunicados; sin tener en
cuenta este aspecto, la moral kantiana carecería de sentido. Sin embargo, Nietzsche se
decanta por situarse en el otro extremo, cree que el sentido moral de un individuo no
puede ser comunicado, ya que este comportamiento es típico de la moral del rebano, que
predica con su moralidad y la divulga. Este es otro común denominador de la obra de
Nietzsche, se ofende por ser comprendido71 (este aspecto entronca con la exposición en
nuestro capítulo acerca del conocimiento, en el que se expone el triángulo espiritual de
70
Ibid, De los despreciadores del cuerpo p. 35.
71
«Es inevitable, e incluso justo, que nuestras visiones más elevadas parezcan locuras, y a veces hasta
crímenes, cuando llegan fraudulentamente a oídos de quienes no están capacitados para comprenderlas»
Ibid, 30- p. 405.
48
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49
En contra de lo No Humano
72
«Al romper tanto con el platonismo residual de Kant como con el platonismo invertido de Nietzsche,
nos permite ver tanto al Superhombre de Nietzsche (…) como ejemplo de dos formas de adaptación…»
Richard Rorty, Contingencia, ironía y solidaridad., Editorial Paidós España, Barcelona, 2017, p. 54.
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Juan Pedro Sánchez Cañamero
«Sobre la vida, los más sabios han pronunciado siempre el mismo juicio: «No vale
nada». Siempre y sobre todas las cosas, se ha oído en sus labios ese mismo eco lleno de
duda, melancolía y cansancio, lleno de resistencia contra la vida (…) ¿Tenemos derecho
a decirlo? ¿El consensus sapientium demuestra la verdad? «Aquí en todo caso debe
haber algo enfermizo» Nosotros respondemos: a estos sapientísimos de todos los
tiempos habría que verlos, ante todo, de cerca.»73
La puesta en cuestión del valor mismo de la vida, es lo que denuncia Nietzsche contra
el sabio socrático y platónico. Ya en El nacimiento de la tragedia asegura que «Sócrates
y Platón son síntomas de decadencia, instrumentos de la descomposición griega,
antigriegos»74. En este punto es en el que se comienza a vislumbrar el giro copernicano
que propone Nietzsche, afirmando que la puesta en duda de la vida misma es un
contrasentido, ya que este valor es inapreciable por sí mismo una vez que se forma parte
de la propia vida. El filósofo no puede, pues, cuestionarse este tipo de valor, ya que es
tan superior a nosotros que nos envuelve con su propio manto, y todo lo que suponga
escapar de dicho manto, no será más que una falsificación, una fábula o fantasía.
Por otro lado, Nietzsche también denuncia la dialéctica socrática a favor del gusto
estético griego, cree como indecente la divulgación de lo que el espíritu sabe,
decantándose por el gusto griego cuyo valor reside en lo que se oculta, no en lo que se
comunica. Con esto, Nietzsche ofrece la razón por la Sócrates, en primer lugar, fue
tomado como una broma pesada, y por último, como un objeto de odio (odio
comprensible según Nietzsche) por poner en peligro, con sus razonamientos y
demostraciones, a la juventud ateniense. Estos razonamientos y demostraciones que
ofrecía el instrumento dialéctico, tenía como origen el resentimiento y el sentimiento
vengativo, mientras que su fin se fijaba en el ejercicio tiránico. Por lo tanto, Nietzsche,
observa en Sócrates el nacimiento del Cristianismo, de la moral rencorosa del esclavo,
que quiere oprimir el sentido vital de la nobleza. Así, cuando Sócrates fue condenado a
beber la cicuta, Nietzsche afirma que él mismo deseaba la muerte75, de tanto engañar a
73
Friedrich Nietzsche, El ocaso de los ídolos. Ediciones Austral, trad. Roberto Echavarren, Barcelona,
2015, “El problema de Sócrates” 1- p.37.
74
Ibid, 2- p.38.
75
«¿Se entendió a sí mismo, el más hábil de los engañadores de sí mismo? ¿Se dijo a sí mismo lo que
sigue, en la sabiduría de su valor frente a la muerte?... Sócrates quería morir, él mismo se administró el
veneno… «Sócrates no es ningún médico», se dijo en un susurro: sólo la muerte es médico aquí; Sócrates
mismo fue únicamente y durante largo tiempo un enfermo…» Ibid, 12- p. 45.
51
En contra de lo No Humano
los demás se terminó por engañar a sí mismo, él fue su propio verdugo: el suicidio
socrático.
«El mundo verdadero es accesible al sabio, al piadoso, al virtuoso; viven en él, son él.
76
Ibid, “Historia de un error” p. 55
52
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Una vez desecha, en sentido filosófico, la idea del Cristianismo aparece la figura
que ha sido objeto de reflexión en dos de nuestros capítulos: Inmanuel Kant. Se
reemplaza la idea de Dios por el deber. El imperativo categórico, que emana de la
profundidad del individuo y reside en todo ser racional, se muestra como la totalidad de
lo incognoscible. Ese mundo de la moral ya no contiene promesas ni posibilidades de
llegar a él. Tan solo se manifiesta en forma de deber; de ley universal a la cual el ser
humano ha de obedecer, dejando atrás el deseo, la pasión, el placer o cualquier tipo de
sentimiento que no contenga una legislación formal acerca de la moralidad voluptuosa y
buena, siempre en concordancia con la razón común.
77
Ibid.
78
Ibid.
53
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79
«El mundo verdadero ha sido destruido por nosotros: ¿qué mundo queda?, ¿el aparente tal vez?... ¡En
absoluto! Con el mundo verdadero hemos destruido también el aparente.» Ibid, p. 56.
54
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Una vez esbozados, de peor o mejor manera, los aspectos que se diluyen alrededor de
la reflexión acerca de las autoridades no humanas, querría adjudicarme la libertad para
concluir la investigación con una breve disertación; que ponga en relación la situación
sufrida, actualmente (mayo de 2020) por la mayoría de la población mundial.
55
En contra de lo No Humano
objetivo era ese: pedalear. Hacía mucho tiempo que no cogía la bici por una razón que
no fuese suficiente y necesaria (quizá esa razón estriba en que, a la par que vas
creciendo, van desapareciendo progresivamente las ganas por el deseo minimalista, y la
imaginación se suple por los hechos). Mientras descendía una de las cuestas más largas
y anchas de mi pueblo, el Sol se ponía sobre esa numerosa cantidad de personas que se
lanzaron a la calle con el mismo propósito que yo, ¿y cómo sabía yo que su propósito
era el mismo? Sus ojos me lo confesaban. Ese fotograma cerebral perdurará años en mi
cráneo, la calzada ocupada por viandantes, calor de primavera; y un ferviente deseo por
recuperar el tiempo perdido. Un tiempo gastado en la aceleración y un pavoroso miedo
a frenar. El mundo ha cambiado, y con él, la forma de vida; o al menos así es en mi caso
(y en mi casa).
56
Juan Pedro Sánchez Cañamero
Anexo
http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-
cat/342-192-philip-larkin?start=16
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En contra de lo No Humano
Referencias bibliográficas
4. Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra/Más allá del Bien y del Mal, Editorial
Gredos, trad. José Rafael Hernández Arias y Carlos Vergara, Barcelona, 2019.
5. Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, Editorial Ariel, trad. José Jara, Barcelona,
2019.
9. Inmanuel Kant, Crítica de la razón pura, Editorial Taurus, trad. Pedro Ribas,
Barcelona, 2013.
12. Olivier Reboul, Nietzsche, crítico de Kant., Editorial Antrophos, trad. Julio Quesada
y José Lasaga, Barcelona, 1993.
13. Richard Rorty, Pragmatismo y política, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1998.
Richard Rorty, Contingencia, ironía y solidaridad, Editorial Paidós España, Barcelona,
2017.
14. Richard Rorty, El pragmatismo, una versión., Trad. Joan Vergés Gifra, Editorial
Ariel, Barcelona, 2019.
15. Sigmund Freud, Tótem y tabu. Ediciones Akal, trad. Joaquín Chamorro Mielke,
Madrid, 2018.
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