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Juan Pedro Sánchez Cañamero 11/12/2020

50521377B Grupo A. Metafísica I

El ser: múltiple y problemático

Juan Pedro Sánchez Cañamero1

Resumen

El ser es, ha sido y seguirá siendo el problema por antonomasia del pensamiento humano. Aristóteles ya
se percató de ello aceptando la multiplicidad del ser, y los consecuentes intentos del ser humano por
atraparlo en la unidad a través del lenguaje. Heidegger, por su parte, trazó una posible solución al
problema: el poema y el lenguaje son esenciales al ser. Sin embargo, el ser se desvanece poco a poco,
mientras que se resiste y se limita cuando se habla de él. Quizá no exista una solución capital que deshaga
el entramado del ser.

Palabras clave: ser, multiple, poetas, límite.

The being: multiple and problematic

Abstract

Being is, has been and will continue to be the problem par excellence of human thought. Aristotle already
realized this by accepting the multiplicity of being, and the consequent attempts of the human being to
trap it in unity through language. Heidegger, for his part, outlined a possible solution to the problem: the
poem and language are essential to being. However, the being fades away little by little, while it resists
and limits itself when it is spoken about. Perhaps there is no capital solution to unravel the fabric of being.

Key words: being, multiple, poets, limit.

Sumario: 1. Introducción al ser; 2. La apertura de Aristóteles; 3. Una solución poética para el ser; 4.
Desvanecimiento y resistencia; 5. Conclusiones.

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juanpeds@ucm.es
El ser: múltiple y problemático Juan Pedro Sánchez Cañamero

1. Introducción al ser.

El ser, a través de los siglos, ha sido interpretado de manera muy distinta, tratando de
apuntar a una dirección que salve su multiplicidad; tratando de establecer una única
manera de decir el ser. Analizaremos en profundidad esta cuestión, sirviéndonos de un
acompañante fiel y fundamental: Umberto Eco. El filósofo italiano, gracias a un
apartado de su obra Kant y el ornitorrinco, nos ofrece una magnifica discusión acerca
del ser y sus derivadas cuestiones, tan problemáticas como históricas. También
llamaremos, ocasionalmente, a la palestra al intelectual francés Pierre Aubenque, con el
fin de aportar otro punto de vista acerca de la tensión del ser. Aubenque trató con
mesura esta cuestión, sobre todo en Aristóteles, convirtiéndose en uno de los más
aclamados comentaristas del filósofo de Estagira. Gracias a su texto titulado ¿Hay que
desconstruir la metafísica?, nos ilustra acerca de un olvido del ser enmarcado en la
historia de la metafísica. Nuestra atención apuntará, principalmente, al texto de Umberto
Eco, pese a que Aubenque también ocupará un lugar importante en nuestra
argumentación.

La dificultad para la comprensión del ser trasciende tanto el campo del análisis
lingüístico como el campo del análisis semántico. Este último, a lo largo de la historia,
ha ofrecido una comprensión clara y distinta del significado de cada grupo de palabras
que manejamos en nuestro día a día (verbos, sustantivos, adjetivos e incluso
preposiciones y adverbios). Sin embargo, existe algo cuyo significado, a la semántica y
al lenguaje, se les escapa de las manos: el significado del verbo ser. Esta partícula opera
en todos los ámbitos del lenguaje y la realidad, participa activamente en la composición
de oraciones, pensamientos y proposiciones; pero, no somos capaces de ofrecer una
definición plausible para una partícula tan oscura:

«De ello se había dado cuenta perfectamente Pascal (Fragmento 1655): «No podemos
disponernos a definir el ser sin caer en este absurdo: porque no se puede definir una
palabra sin empezar por el término es, ya sea expresado, ya sea sobreentendido. Así
pues, para definir el ser, hay que decir que es, y usar de ese modo el término definido en
la definición». Lo cual no es lo mismo que decir, con Gorgias, que del ser no se puede
hablar: se habla muchísimo del ser, incluso demasiado…»2

2
Eco. U, Kant y el ornitorrinco, Barcelona, Lumen, 1997, trad. Helena Lozano Miralles, p. 17.

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El ser: múltiple y problemático Juan Pedro Sánchez Cañamero

El ser, por consiguiente, comporta una complejidad mayor: no solamente es que no


pueda ser definido, sino que además, se puede hablar de él a la ligera. De hecho, en este
momento estamos hablando de él. De otro modo, también podríamos afirmar que el ser
no alberga en sí mismo ningún significado mientras que, simultáneamente, goza de la
capacidad de referirse a todo en cuanto existe.3

Desde este punto, no cabe duda, al igual que tampoco le cabía a Aristóteles, de que
aunque no sepamos la naturaleza del ser (si es que podemos llegar a una decisión
unánime en esta cuestión) sí que podemos afirmar que éste se comporta como condición
de posibilidad de lo existente en su totalidad. Entonces, el No-Ser no puede ser pensado
como tal, debido a que en el mismo instante en el que elaboramos la cuestión, nos
valemos del ser para elaborarla. En este sentido, hemos de afirmar que el ser, al ser
condición de posibilidad de lo existente, flota en nuestro alrededor sin que el sentido
común nos advierta de su presencia. Aquí estriba la gran dificultad de comprensión del
ser: el ser no hace acto de presencia, por el contrario es la condición fundamental de la
presencia misma. En efecto, al estar presentes ya estamos insertos en el ser 4, así
podríamos afirmar con Eco que el problema del ser se nos presenta como un «problema
innatural», no existe fórmula intuitiva o razonable para percibir el ser.

Llegados hasta aquí, es posible que nos aborde otra cuestión: si el ser no puede ser
definido pero sí se puede hablar de él, ¿de qué manera podemos hablar de él? Pues, en
primer lugar, ya que no tenemos aptitudes necesarias para aprehender el ser de manera
inmediata, habrá que sistematizarlo. Así, nuestro pensamiento encuentra al ente (lo
concreto), esto es, la primera manifestación del ser que podemos percibir: «Puesto que
el sentido común es incapaz de pensar el ser antes de haberlo organizado en el sistema,
o en la serie descoordinada de los entes, los entes son el modo en el que el ser nos sale
al encuentro, y por ahí es preciso empezar» (Eco. U, 1997, p. 29.) Esta es nuestra única
herramienta para comprender el ser: mediado por lo ente. El ser encarnizado en el ente,
el ser transmitido al ser humano por el ente como manifestación. Para comprender esta
primera apertura al conocimiento del ser, hemos de llamar a Aristóteles a la palestra.

3
«En este sentido, como decía Peirce, el ser (Being) es ese aspecto abstracto que pertenece a todos los
objetos expresados por términos concretos: el ser tiene una extensión ilimitada y una intensión (o
comprensión) nula.» Eco. U (1997), p. 18.
4
«El ser es el horizonte o el líquido amniótico, en el cual nuestro pensamiento se mueve naturalmente»
Eco. U (1997) p. 26.

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2. La apertura de Aristóteles.

Una dificultad primaria a la que se enfrenta Aristóteles en su análisis del ser apunta a
que éste se configura como producto del lenguaje. Ahora bien, dentro del lenguaje el ser
no puede significar, no añade contenido alguno al discurso. Esto se debe a la polisemia
que abarca el ser, es decir, el ser se dice de múltiples maneras. Sin embargo, Aristóteles
trata de apaciguar este efecto tan desbordante de la multiplicidad; atrapando la primera
manifestación del ser en la esencia (ousía) enmarcada en el discurso, cuyos ojos miran
fijamente a la substancia que aprehendemos de las cosas. Pero, por el contrario, la
esencia no es única, esto es, la esencia no es la única manera de decirse el ser.
Asimismo, el recogimiento del ser en la substancia no soluciona el hecho de que el ser
se pueda multiplicar en su manera de decirse, sino que este recogimiento nos lleva de
nuevo al lenguaje como hábitat exclusivo del ser en tanto que unívoco. No se puede
traspasar a la realidad esta concepción, ya que la realidad se compone de un entramado
infinito de substancias individuales y no gozamos de las herramientas necesarias para
poder atribuir definiciones estrictas a cada una de este tipo de substancias5.

¿Cómo se puede dar solución a que el ser no pueda definirse mediante el lenguaje, y al
mismo tiempo el ser sea un producto del lenguaje mismo? Esta es la aporía aristotélica
del ser, a la cual se han ofrecido posibles soluciones. Una de ellas estriba en la
superación del ser por medio de un ente innombrable, como el bueno de Plotino
establece: «El lenguaje está sintonizado con el ser: como el ser –que es su correlato --,
pertenece a la segunda hipóstasis. El Uno, que constituye la primera hipóstasis, está más
allá del ser, por ende más allá del lenguaje. En consecuencia, tal como Plotino lo sugiere
en distintas ocasiones, el silencio sería la actitud más acorde con la hipertrascendencia
del Uno»6. De esta manera, el Uno en tanto que superación del ser en su
correspondencia directa con el lenguaje, tan solo podrá ser referido mediante la
negación o la analogía7. En el caso de que se escoja una superación del ser por medio de
la negación de aquel (al igual que lo hicieron tanto los neoplatónicos como Spinoza), se
estará trazando un límite plausible entre la esencia y la existencia, así el ser quedaría
5
«Nosotros tenemos pocos nombres y pocas definiciones para una infinitud de cosas individuales. Por lo
tanto, el recurso al universal no es una fuerza del pensamiento, sino una enfermedad del discurso.» Eco.
U, 1997, p. 32. Con la expresión enfermedad del discurso, Eco quiere referirse a la limitación
antropológica, la incapacidad humana para que cada cosa sea designada por un nombre específico, la
muestra perfecta de nuestra imperfección.
6
Aubenque. P, ¿Hay que desconstruir la metafísica?, Encuentro, Madrid, 2012, p.47.
7
Aubenque nos porporciona una buena definición de analogía, concibiéndola como una similitud de
estructura con el dominio originario. Aubenque. P, 2012, p.50

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El ser: múltiple y problemático Juan Pedro Sánchez Cañamero

desplazado y su posición la ocuparía un ente supremo. De esta forma también quedaría


desplazada la ontología por una onto-teología. Aquel ser aristotélico tan problemático
como múltiple en sus manifestaciones sería olvidado por mor de un ente cuya
sublimidad soluciona la polisemia del ser en una aparente univocidad. Por otra parte,
nos quedaría una solución tan controvertida y curiosa como contemporánea: la solución
heideggeriana, donde se establece un ser cuyo fundamento es el no-ser, esto es, un ser
cuya estabilidad estriba en su esencial inestabilidad.

3. Una solución poética para la aporía del ser aristotélico

Según la lectura de Aubenque, la solución heideggeriana del ser implica una


superación de la metafísica. La metafísica culpable de olvidar el ser, de esencializarlo,
incluso de antropomorfizarlo. Por otro lado, bajo la óptica de Umberto Eco, Heidegger
no supera la metafísica, sino que tan solo efectúa una duplicación del ser; esto es, sitúa
al ser tanto en el ente como fuera del ente 8. Identificando dos figuras que encarnar el
ser: Sein y Seiende. Sein indicaría al ser-ahí, al puro acto aprehensible, mientras que el
Seiende apunta al ente en tanto que vehículo del ser-ahí, cabría entenderlo como
manifestación ofrecida al Dasein (existente, ser humano).

Recurriendo a la lectura de Aubenque, hemos de reparar en el aspecto fundamental


heideggeriano considerado por el propio Aubenque. La metafísica ha ocultado el ser,
más bien lo ha olvidado, centrando su atención en la supremacía de un ente entre los
demás entes; formulando la pregunta « ¿cuál es, entre los entes, el ente más ente, al que,
en virtud de su entidad o de su esencia eminente, es el fundamento de la totalidad de lo
ente?» (Aubenque. P, 2012, p. 55). Esta cuestión es utilizada como fórmula a lo largo de
la historia de la metafísica; de forma que Heidegger se la replantea, desplazando la
cuestión de la primacía de un ente, con el fin de encararse frente a frente con esa
partícula que hace que un ente sea verdaderamente ente, a la manera en que Aristóteles
se cuestionaba el ser en cuanto ser. En resumidas cuentas, según Aubenque, la
superación de la metafísica heideggeriana, más que una separación, es un
desplazamiento, un desplazamiento hacia el desvelamiento del ser tras tantos siglos
ocultado en la esencialización del ente. Sin embargo, Heidegger llega a la cuenta de que
este olvido del ser encarnado en la historia de la metafísica, no supone más que el
propio recorrido efectivo del ser. Por tanto, la tarea de Heidegger se basa en
8
«Es una especie de apercepción trascendental sin “yo” y sin “pienso”, en la que el ser-ahí se descubre
como pensamiento, emoción, deseo y corporalidad» Eco. E, 1997, p. 39.

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reinterpretar los textos previos (metafísicos si se quiere) en aras del desvelamiento del
ser:

«La filosofía de Heidegger es una meta-filosofía, en el sentido de que es una


hermenéutica no inmediatamente del ser, sino de los discursos sobre el ser, y además es
una hermenéutica inacabable, que jamás desemboca en una intuición que ponga fin al
conflicto de las interpretaciones dándoles razón a unas y quitándosela a otras»
(Aubenque. P, 2012, p. 56.)

Cierto es que la solución heideggeriana no pretende que el ser sea aprehendido


finalmente por una intuición única. Pero, también es cierto que la metodología del
filosofo alemán y su propuesta lingüística del ser, influyen a la filosofía posterior con
una fuerza acongojante (el giro lingüístico). En este punto, es donde Heidegger
encuentra una posible solución a la problemática del ser: topándose de frente con la
fuerza reveladora del lenguaje. Según Heidegger, la revelación del ser ha de venir
enclaustrada en un nuevo lenguaje, en un nuevo sentido. El lenguaje metafísico deja
tullido al ser, el nuevo lenguaje ha de ser concebido como metáfora, ha de estar en
manos de los poetas.9

La ambigüedad del ser no puede ser salvada por la razón y las leyes lógicas, ya que el
horizonte del ser no se rige por estas leyes. Lo inconcebible, lo inexplicable, solo puede
simularse, y tal simulación no entiende de sentidos únicos. La mejor expresión de la
multiplicidad del ser apuntaría a la poetización del lenguaje, a un lenguaje metafórico, y
quién sino los poetas como artífices de las leyes metafóricas que han de regir este nuevo
mundo. Asimismo, el poeta no nos añade conocimiento alguno del ser, tan solo nos lo
representa, más bien nos lo muestra. A través de la metáfora, el poeta nos desvela uno
de los sentidos del ser; salvando (incluso desplazando) nuestra limitación antropológica,
basada en nuestro deseo por sistematizar. Los poetas se encargan de donar nuevos
sentidos (nuevas interpretaciones de la realidad), y la noción de don como tal, se
presenta siempre de manera gratuita.10

9
«Por un lado estará el lenguaje de la metafísica ya en su ocaso, senescente en su obstinado olvido del
ser, atareada en su presentificar objetos; y por el otro, un lenguaje capaz –diríamos nosotros—de donner
un sens plus pur aux mots de la tribu. Tal que, en vez de ocultar el ser, lo revele.» Eco. U, 1997, p. 40.
10
«No es que los Poetas digan el ser, intentan sencillamente emularlo: ars imitatur naturam in sua
operatione. Los Poetas asumen como tarea propia la substancial ambigüedad del lenguaje, e intentan
explotarla para conseguir que salga, más que un suplemento del ser, un suplemento de interpretación. La
substancial polisemia del ser nos suele imponer un esfuerzo para dar forma a lo informe. El Poeta emula
el ser, volviendo a proponer su viscosidad, intenta reconstituir lo informe originario, para inducirnos a
vérnosla con el ser» Eco. U, 1997, p. 43.

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4. Desvanecimiento y resistencia.

Llegados a este punto, podríamos confirmar que el ser se dice de manera múltiple,
sólo puede ser mostrado (representado) y, por su carácter mutable, podemos concluir
que puede ser interpretado de tantas maneras como el propio ser permita. La
interpretación, la mutabilidad y la multiplicidad son esenciales al ser. Siendo esto así,
«cualquier enunciado sobre lo que es, y sobre lo que podría ser, implica una elección,
una perspectiva, un ángulo» (Eco. U, 1997, p. 52.) El ser se proclama como una fuente
de sentido, otorgándonos una superabundacia de verdades. La discapacidad humana
para hacer el lenguaje unívoco resulta ser un vestigio de nuestra mortalidad, nuestra
fugacidad vital11. Asimismo, como el ser tan sólo puede ser desvelado en el lenguaje y
por el lenguaje, nuestras ansias por alcanzar un Ser sustantivado, único e incorruptible
se ven truncadas por nosotros mismos. Una vaga ilusión nos invade cuando hablamos
de verdades irrefutables o conceptos universales. Todo cuanto existe, por el hecho de
ser, está sometido a cambio y asimismo a desaparición… Según Nietzsche, el ser mismo
acepta su condición de mutabilidad, siendo el arte su único traductor verdaderamente
fiel. En este sentido, puede hablarse del ser como crepúsculo, como paulatino
desvanecimiento.

Pero, pese a que sólo podamos contemplar el ser desde un ventanal de su edificio
(diferente en cada contexto espacio-temporal), aprehendemos en el ser una suerte de
resistencia, una partícula resistente a la libre interpretación. El ser nos obliga a la
pregunta perpetua, esta pregunta que persiste continuamente no es más que la condición
por excelencia de la delimitación de nuestro discurso: podemos decir múltiples cosas del
ser, ahora bien, no podemos decir todo del ser. Nuestra mortalidad ya es una
delimitación, la muerte impone límites al [dis]curso de la vida. Por tanto, existe una alta
probabilidad de toparnos con diversas delimitaciones.

«Como hablamos del ser sabiendo que por lo menos un límite existe, no podemos sino
seguir nuestra interrogación para ver si, por casualidad, existen otros. Así como no nos

11
«(…) nosotros tenemos la experiencia fundamental de un Límite que el lenguaje puede decir
anticipadamente (por tanto, predecir) de una sola manera, más allá de la cual se esfuma en el silencio: es
la experiencia de la Muerte» Ibíd, p. 61

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fiamos de quien nos ha mentido al menos una vez, tampoco creemos en la promesa de
lo ilimitado por parte de quien nos ha presentado oponiéndonos inmediatamente un
límite»12

La discontinuidad le es esencial a la continuidad, no podríamos hablar de constancia si


no percibiéramos un límite, un final. No cabe esperar que un maratoniano continúe su
carrera si no existiese la promesa de que a los cuarenta kilómetros parará de correr, ni su
conciencia ni su corporalidad se lo permitirían.

5. Conclusiones.

En definitiva, todas estas resistencias a las que nos enfrentamos no nos son traducidas
como límite nítido, sino que, por el contrario se encuentran en la dinámica interna de
nuestro deseo, de nuestra forma de desear. El ser no delimita lo que se puede o no se
puede hablar de él, es el humano el que se excede en deseo e imaginación; estableciendo
así una línea fronteriza a través del recuerdo de que somos finitos. En el acto de desear
está contenido aquello que no poseemos, y este no-poseer es el que trae al presente
nuestra condición de ser mortal; la condición efímera del mundo, de la cual somos
partícipes. Es el poeta y la metáfora quiénes nos proporcionan este grato recuerdo, los
que nos obligan a actualizar la norma a la cual nos rendimos en sacramento.

Realmente, como hemos visto a lo largo del presente artículo, no se puede pensar la
nada, no se puede pensar el no-ser (sino es por analogía). De la misma manera que la
tortuga no se plantea volar. Ella sabe cuál es su límite, pese a que no es consciente del
mismo: la tortuga vive y emprende su marcha 13. En suma, desear algo que resulta
imposible a nuestras capacidades (crear ficciones) demuestra que el ser siempre se nos
muestra en positivo: el saber de lo que somos incapaces, determina lo que somos
capaces de hacer. Esta es la experiencia del ser. El ser no se puede definir, solo puede
ser experimentado.

Bibliografía

12
Ibíd, p. 61.
«El ser nos opone noes del mismo modo en que nos los opone una tortuga a la que pidiéramos que
13

volara. No es que la tortuga advierta que no puede volar. Es el pájaro el que vuela, a su manera sabe que
vuela, y no concibe no poder volar» Eco. U, 1997, pp. 65-66.

8
El ser: múltiple y problemático Juan Pedro Sánchez Cañamero

Aubenque. P, ¿Hay que desconstruir la metafísica?, Encuentro, Madrid, 2012, trad. Jesús María
Ayuso.

Eco. U, Kant y el ornitorrinco, Barcelona, Lumen, 1997, trad. Helena Lozano Miralles.

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