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TRENTO06
TRENTO06
CONCILIO DE TRENTO
Esta es la fe del bienaventurado san Pedro, y de los Apóstoles;
esta es la fe de los Padres; esta es la fe de los Católicos
LOS SACRAMENTOS DE LA
PENITENCIA
Y DE LA EXTREMAUNCIÓN
SESION XIV
CÁNONES
No obstante que el
sacrosanto, ecuménico y general Concilio de
Trento, congregado legítimamente en el
Espíritu Santo, y presidido de
los mismos Legado y Nuncios de la santa Sede Apostólica,
ha hablado
latamente, en el decreto sobre la Justificación, del sacramento de la
Penitencia, con alguna necesidad por la conexión que tienen ambas
materias; sin embargo,
es tanta y tan varia la multitud de errores que
hay en nuestro tiempo acerca de la
Penitencia, que será muy
conducente a la utilidad pública, dar más completa y exacta
definición
de este Sacramento; en la que demostrados y exterminados con el
auxilio del
Espíritu Santo todos los errores, quede clara y evidente la
verdad católica; la misma
que este santo Concilio al presente propone
a todos los cristianos para que perpetuamente
la observen.
CAP. I. De la necesidad
e institución del sacramento de la Penitencia.
CAP. II. De la diferencia entre el sacramento de la Penitencia y el Bautismo.
CAP. III. De las partes y fruto de este Sacramento.
CAP. IV. De la Contrición.
CAP. V. De la Confesión.
CAP. VI. Del ministro de este Sacramento, y de la Absolución.
CAP. VII. De los casos reservados.
CAP. VIII. De la necesidad y fruto de la Satisfacción.
CAP. IX. De las obras satisfactorias.
CAP. I. De la necesidad
e institución del sacramento de la Penitencia.
CAP. II. De la
diferencia entre el sacramento de la Penitencia y el
Bautismo.
CAP. IV. De la
Contrición.
La Contrición, que
tiene el primer lugar entre los actos del penitente ya
mencionado, es un intenso dolor y
detestación del pecado cometido,
con propósito de no pecar en adelante. En todos tiempos
ha sido
necesario este movimiento de Contrición, para alcanzar el perdón de
los pecados;
y en el hombre que ha delinquido después del Bautismo,
lo va últimamente preparando
hasta lograr la remisión de sus culpas, si
se agrega a la Contrición la confianza en la
divina misericordia, y el
propósito de hacer cuantas cosas se requieren para recibir bien
este
Sacramento. Declara, pues, el santo Concilio, que esta Contrición
incluye no sólo
la separación del pecado, y el propósito y principio
efectivo de una vida nueva, sino
también el aborrecimiento de la
antigua, según aquellas palabras de la Escritura: Echad
de vosotros
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CAP. V. De la
Confesión.
De la institución que
queda explicada del sacramento de la Penitencia
ha entendido siempre la Iglesia universal,
que el Señor instituyó
también la Confesión entera de los pecados, y que es necesaria
de
derecho divino a todos los que han pecado después de haber recibido
el Bautismo;
porque estando nuestro Señor Jesucristo para subir de la
tierra al cielo, dejó los
sacerdotes sus vicarios como presidentes y
jueces, a quienes se denunciasen todos los
pecados mortales en que
cayesen los fieles cristianos, para que con esto diesen, en virtud
de la
potestad de las llaves, la sentencia del perdón, o retención de los
pecados.
Consta, pues, que no han podido los sacerdotes ejercer esta
autoridad de jueces sin
conocimiento de la causa, ni proceder tampoco
con equidad en la imposición de las penas,
si los penitentes solo les
hubiesen declarado en general, y no en especie, e
individualmente sus
pecados. De esto se colige, que es necesario que los penitentes
expongan en la Confesión todas las culpas mortales de que se
acuerdan, después de un
diligente examen, aunque sean
absolutamente ocultas, y solo cometidas contra los dos
últimos
preceptos del Decálogo; pues algunas veces dañan estas mas
gravemente al alma,
y son más peligrosas que las que se han cometido
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CAP. VIII. De la
necesidad y fruto de la Satisfacción.
Finalmente respecto de
la Satisfacción, que así como ha sido la que
entre todas las partes de la Penitencia han
recomendado en todos los
tiempos los santos Padres al pueblo cristiano, así también es
la que
principalmente impugnan en nuestros días los que mostrando
apariencia de piedad la
han renunciado interiormente; declara el santo
Concilio que es del todo falso y contrario
a la palabra divina, afirmar
que nunca perdona Dios la culpa sin que perdone al mismo
tiempo
toda la pena. Se hallan por cierto claros e ilustres ejemplos en la
sagrada
Escritura, con los que, además de la tradición divina, se refuta
con suma evidencia
aquel error. La conducta de la justicia divina
parece que pide, sin género de duda, que
Dios admita de diferente
modo en su gracia a los que por ignorancia pecaron antes del
Bautismo, que a los que ya libres de la servidumbre del pecado y del
demonio, y
enriquecidos con el don del Espíritu Santo, no tuvieron
horror de profanar con
conocimiento el templo de Dios, ni de contristar
al Espíritu Santo. Igualmente
corresponde a la clemencia divina, que no
se nos perdonen los pecados, sin que demos
alguna satisfacción; no
sea que tomando ocasión de esto, y persuadiéndonos que los
pecados
son más leves, procedamos como injuriosos, e insolentes contra el
Espíritu
Santo, y caigamos en otros muchos más graves,
atesorándonos de este modo la indignación
para el día de la ira.
Apartan sin duda eficacísimamente del pecado, y sirven como de
freno
que sujeta, estas penas satisfactorias, haciendo a los penitentes más
cautos y
vigilantes para lo futuro: sirven también de medicina para
curar los resabios de los
pecados, y borrar con actos de virtudes
contrarias los hábitos viciosos que se
contrajeron con la mala vida. Ni
jamás ha creído la Iglesia de Dios que había camino
más seguro para
apartar los castigos con que Dios amenazaba, que el que los hombres
frecuentasen estas obras de penitencia con verdadero dolor de su
corazón. Agrégase a
esto, que cuando padecemos, satisfaciendo por
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Enseña además el
sagrado Concilio, que es tan grande la liberalidad de
la divina beneficencia, que no sólo
podemos satisfacer a Dios Padre,
mediante la gracia de Jesucristo, con las penitencias que
voluntariamente emprendemos para satisfacer por el pecado, o con las
que nos impone a su
arbitrio el sacerdote con proporción al delito; sino
también, lo que es grandísima
prueba de su amor, con los castigos
temporales que Dios nos envía, y padecemos con
resignación.
DOCTRINA SOBRE EL
SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN
También ha parecido al
santo Concilio añadir a la precedente doctrina
de la Penitencia, la que se sigue sobre el
sacramento de la
Extremaunción, que los Padres han mirado siempre como el
complemento no
sólo de la Penitencia, sino de toda la vida cristiana,
que debe ser una penitencia
continuada. Respecto, pues, de su
institución declara y enseña ante todas cosas, que
así como nuestro
clementísimo Redentor, con el designio de que sus siervos estuviesen
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CAP. I. De la
institución del sacramento de la Extremaunción. CAP. II.
Del efecto de este Sacramento.
CAP. III. Del ministro de este
Sacramento, y en qué tiempo se debe administrar.
CAP. I. De la
institución del sacramento de la Extremaunción.
Se instituyó, pues,
esta sagrada Unción de los enfermos como
verdadera, y propiamente Sacramento de la nueva
ley, insinuado a la
verdad por Cristo nuestro Señor, según el Evangelista san Marcos, y
recomendado e intimado a los fieles por Santiago Apóstol, y hermano
del Señor. ¿Está
enfermo, dice Santiago, alguno de vosotros? Haga
venir los presbíteros de la Iglesia, y
oren sobre él, ungiéndole con
aceite en nombre del Señor; y la oración de fe salvará
al enfermo, y el
Señor le dará alivio; y si estuviere en pecado, le será perdonado. En
estas palabras, como de la tradición Apostólica propagada de unos en
otros ha aprendido
la Iglesia, enseña Santiago la materia, la forma, el
ministro propio, y el efecto de este
saludable Sacramento. La Iglesia,
pues, ha entendido que la materia es el aceite bendito
por el Obispo:
porque la Unción representa con mucha propiedad la gracia del
Espíritu
Santo, que invisiblemente unge al alma del enfermo: y que
además de esto, la forma
consiste en aquellas palabras: Por esta santa
Unción, etc.
El fruto, pues, y el
efecto de este Sacramento, se explica en aquellas
palabras: Y la oración de fe salvará
al enfermo, y el Señor le dará alivio;
y si estuviere en pecado, le será perdonado.
Este fruto, a la verdad, es
la gracia del Espíritu Santo, cuya unción purifica de los
pecados, si aun
todavía quedan algunos que expiar, así como de las reliquias del
pecado;
alivia y fortalece al alma del enfermo, excitando en él una
confianza grande en la divina
misericordia; y alentado con ella sufre
con más tolerancia las incomodidades y trabajos
de la enfermedad, y
resiste más fácilmente a las tentaciones del demonio, que le pone
asechanzas para hacerle caer; y en fin le consigue en algunas
ocasiones la salud del
cuerpo, cuando es conveniente a la del alma.
Y acercándonos a
determinar quiénes deban ser así las personas que
reciban, como las que administren este
Sacramento; consta igualmente
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CÁNONES
Del santísimo sacramento de la Penitencia.
Del sacramento de la Extremaunción.
Del santísimo
sacramento de la Penitencia.
CAN. I. Si alguno
dijere, que la Penitencia en la Iglesia católica no es
verdadera y propiamente
Sacramento, instituido por Cristo nuestro
Señor para que los fieles se reconcilien con
Dios cuantas veces caigan
en pecado después del Bautismo; sea excomulgado.
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CAN. V. Si alguno
dijere, que la Contrición que se logra con el examen,
enumeración y detestación de los
pecados, en la que recorre el
penitente toda su vida con amargo dolor de su corazón,
ponderando la
gravedad de sus pecados, la multitud y fealdad de ellos, la pérdida de
la
eterna bienaventuranza, y la pena de eterna condenación en que ha
incurrido, reuniendo el
propósito de mejorar de vida, no es dolor
verdadero, ni útil, ni dispone al hombre para
la gracia, sino que le hace
hipócrita, y más pecador; y últimamente que aquella
Contrición es un
dolor forzado, y no libre, ni voluntario; sea excomulgado.
CAN. X. Si alguno
dijere, que los sacerdotes que están en pecado
mortal no tienen potestad de atar y
desatar; o que no sólo los
sacerdotes son ministros de la absolución, sino que
indiferentemente
se dijo a todos y a cada uno de los fieles: Todo lo que atáreis en la
tierra, quedará también atado en el cielo; y todo lo que desatáreis en la
tierra,
también se desatará en el cielo; así como: Los pecados de
aquellos que hayáis
perdonado, les quedan perdonados; y quedan
ligados los de aquellos que no perdonáreis: en
virtud de las cuales
palabras cualquiera pueda absolver los pecados, los públicos, sólo
por
corrección, si el reprendido consintiere, y los secretos por la confesión
voluntaria; sea excomulgado.
Del sacramento de la
Extremaunción. CAN. I. Si alguno dijere, que la
Extremaunción no es verdadera y
propiamente Sacramento instituido
por Cristo nuestro Señor, y promulgado por el
bienaventurado Apóstol
Santiago; sino que sólo es una ceremonia tomada de los Padres, o
una
ficción de los hombres; sea excomulgado.
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