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Módulo: Estado, Democracia y Derechos Humanos

Clase 5: Democracia y Derechos Humanos


¡Les damos la bienvenida a la clase N° 5 de este módulo!

Vimos en la clase anterior que el terrorismo de Estado perpetrado por el complejo cívico-militar
en la Argentina durante 1976-1983 se realizó con una intencionalidad manifiesta de reformular
la estructura social argentina. La estrategia fue la instauración del terror y la consiguiente
implementación de una serie de medidas económicas y sociales de orden neoliberal.

El objetivo de esta clase es desarrollar el período democrático, partiendo del proceso de


recuperación y consolidación democrática en la Argentina reciente, haciendo hincapié en las
relaciones que establecieron con los Derechos Humanos.

1. Retorno de la democracia, derechos y exclusión social


1.1 La promesa de la recuperación de derechos Como sabemos, en su campaña presidencial,
Raúl Alfonsín apelaba a la Constitución Nacional y en sus discursos repetía el preámbulo, al cual
entendía como “un rezo laico, una oración patriótica”. El día de su asunción, que coincidió con
el Día de los Derechos Humanos, eligió los balcones del Cabildo (que evocan la independencia
nacional) para hablarle a la multitud y allí destacó que los derechos no se agotan en la
preservación de la vida:

“Una feliz circunstancia ha querido que este día en que los argentinos comenzamos esta etapa
de 100 años de libertad, de paz y de democracia, sea el Día de los Derechos Humanos. Y
queremos, en consecuencia, comprometernos una vez más: vamos a trabajar categórica y
decisivamente por la dignidad del hombre, al que sabemos hay que darle libertad, pero también
justicia, porque la defensa de los derechos humanos no se agota en la preservación de la vida,
sino además también en el combate que estamos absolutamente decididos a librar contra la
miseria y la pobreza en nuestra Nación”.

Si bien con el proceso político-social que derivó en la recuperación y consolidación de la


democracia en la Argentina se logró alcanzar la vigencia de los denominados derechos civiles y
políticos, comenzaba una etapa en la que se fue produciendo un deterioro gradual y constante
de los indicadores sociales y crecimiento de la exclusión social.

“La restitución de la democracia a partir de 1983 habría de producirse en un contexto complejo


pues los cambios en el rumbo de la economía en los países centrales afectarían de manera
concreta al nuestro. En un mundo cada vez más globalizado y desde fines de los años 80 unipolar,
la presión ejercida por las políticas neoliberales, que pregonaban la reforma del Estado, la
reducción del déficit fiscal, las privatizaciones, la reconversión industrial y una excesiva libertad
de mercado, marcaría los límites dentro de los cuales se realizaría la transición democrática y
condicionaría la consolidación de las instituciones. En realidad, la transición política del
autoritarismo a la democracia se llevó a cabo de manera simultánea con el pasaje de una
economía dirigida a una de mercado”.

Juan Suriano, Nueva Historia Argentina, 2005.

Así, la democracia argentina consolidada parecía algo difícil de legitimar, puesto que la
ciudadanía demandaba al Estado soluciones urgentes, tras la promesa de recuperar derechos
integralmente, sintetizada en la célebre frase de campaña: “con la democracia se come, se cura
y se educa”.

No obstante, hay que destacar que el gobierno dio un impulso muy fuerte a la investigación de
los delitos de lesa humanidad cometidos durante el proceso dictatorial, por medio de la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). El informe producido por esta
comisión posibilitó, entre otras acciones, que el poder judicial argentino lograra juzgar a los
miembros de la junta militar durante ese período de gobierno.

En las recomendaciones finales del Informe de la CONADEP (que se editó


en formato libro y que llevó como título Nunca Más), la Comisión impulsó,
entre otras medidas, “establecer la enseñanza obligatoria de la defensa y
difusión de los Derechos Humanos en los organismos docentes del Estado,
sean ellos civiles, militares o de seguridad”

También la gestión estatal promovió un cambio en la política cultural y educativa tendiente a


desterrar vestigios de orden autoritario en las instituciones. En este período, además, se
aprobaron leyes vinculadas a fortalecer derechos políticos y civiles, tales como:

• la Ley 23.114/84 que convoca a la realización del Segundo Congreso Pedagógico Nacional;

• la Ley 23.234/85 que restablece la patria potestad compartida;

• la Ley 23.179/85 que aprueba la Convención de la ONU sobre la Eliminación de todas las formas
de Discriminación contra la Mujer;

• la Ley 23.515/87 que instituye el divorcio vincular;

• la Ley 23.551/88 que reconstituye los derechos sindicales.

A partir de 1985, luego del mencionado Juicio a las Juntas, el gobierno comenzó a soportar
fuertes planteos y presiones desde diversos sectores de las Fuerzas Armadas, que culminó por
invertir la construcción simbólica que se venía desarrollando en torno a "la cuestión de los
derechos humanos", que para el gobierno pasó a convertirse en una "cuestión militar".

Como sostiene la socióloga Elizabeth Jelin (2005) “(…) esto no es obviamente sólo un cambio de
palabras, sino que expresa una inversión de las prioridades iniciales del gobierno: de la
necesidad de resolver el problema ético a la necesidad de mantener una relación armónica con
el actor militar. En buena medida, esta inversión se produjo por la presión ejercida por los
mismos militares, aunque actores y analistas coinciden en señalar que en el momento de la
transición, entre fines de 1983 y durante 1984, había espacio político para proceder con mayor
audacia, dada la debilidad de los militares.”

La conclusión de la “cuestión militar” fue la sanción de dos "leyes de impunidad" que


desdibujaron en buena medida las políticas de Derechos Humanos: la Ley de Punto Final en 1986
y la de Obediencia Debida un año más tarde fueron acciones que desilusionaron no sólo a las
organizaciones de Derechos Humanos sino a gran parte de la sociedad que veía en el Estado a
un gobierno incapaz de doblegar a los militares. Las consecuencias del plan económico, sumadas
a la crisis financiera mundial y la hiperinflación (fogoneada por sectores del poder económico),
hicieron una fuerte eclosión en los sectores medios y populares, expresada, entre otras
conflictividades, en los trece paros generales realizados por la CGT. Mientras el gobierno se
desgastaba y anticipaba su fin de mandato, sectores cada vez más amplios de la población veían
dañados y vulnerados dramáticamente el ejercicio de los derechos de base económica.

2. Estado y neoliberalismo
2.1 Caracterización de este modelo político económico
Al promediar la década del 40, se implementó un particular Estado de Bienestar en Argentina,
cuyos pilares centrales giraban en torno al acceso al salario y la protección social que lo rodeaba,
permitiendo constituir un piso de ciudadanía social a lo largo de treinta años, habilitado por un
régimen económico sustentado en la dinámica del mercado interno, con alto nivel de consumo
de los sectores asalariados, que a la vez dinamizaban el régimen de acumulación.

En un mercado de trabajo que tendía al pleno empleo, esta lógica funcionaba de manera
integracionista, habilitando la reproducción social de la amplia mayoría de la población. En este
sentido eran pensadas las intervenciones del Estado, justamente, para garantizar esa
reproducción, regulando considerablemente las relaciones sociales.

Este modelo se fue implementado a lo largo de América latina por una serie de regímenes
nacional-populares que encontraron sus límites con la crisis mundial de los años 70.

La crisis del Estado de bienestar, capaz de garantizar los derechos sociales a todos los habitantes
de la Nación, fue dando lugar a la imposición de un orden neoliberal.

Cuando el fin de la Guerra Fría anunciaba el triunfo político del capitalismo y la implementación
de estas medidas, la adopción de la ideología neoliberal en América latina y especialmente en
el Cono Sur (Argentina, Chile y Brasil), consistieron en profundizar la concentración y
transnacionalización de la economía (apertura de mercados).

Este proceso de ruptura se inicia en Argentina con la dictadura cívico-militar, se mantiene en el


gobierno que asume el retorno democrático (1983-1989) y se profundiza y consolida en la
década del 90, durante los gobiernos de Carlos Menem (1989-1999) y Fernando De La Rúa (1999-
2001).

Veamos ahora una caracterización de este modelo político-económico de libre mercado, que el
Consenso de Washington definió para los países en desarrollo y que fuera luego promovido y
exigido por los organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial (BM):

• limitación en las funciones protectoras del Estado (descentralización de sus funciones,


privatización de servicios públicos, intervención a favor del sector privado);

• liberalización de los capitales (apertura de fronteras y aranceles para el movimiento libre de


capitales entre países para generar inversiones);

• liberalización de importaciones (libre comercio de mercancías, supresión de derechos de


aduana, eliminación de restricciones);

• mercantilización de las prestaciones sociales (convertir en mercancías toda la seguridad social:


pensiones, jubilaciones, salud, etcétera);

• flexibilización de las leyes laborales (mano de obra a bajo costo, escasa protección social,
precarización laboral, desempleo).
En estas transformaciones, el Estado cumplió el doble papel de artífice y objeto de las medidas
de corte neoliberal implementadas por Carlos Menem. En efecto, las políticas de desregulación
de relaciones económicas, apertura indiscriminada al mercado internacional, convertibilidad de
la moneda y reforma del Estado fueron todas drásticas medidas que surgieron de él, y que en él
impactaron de manera determinante y muy difícilmente reversibles (recordemos la idea del
Estado como producto, objeto y determinante del conflicto social).

La experiencia disciplinadora de la hiperinflación de 1989 legitimó las medidas de “cirugía


mayor” aplicadas por el gobierno de Carlos Menem, quien “procedió, paradójicamente, a
implementar un programa que se encontraba en las antípodas de su prédica electoral y de los
postulados históricos del peronismo”.

Sumado a estos procesos, los gobiernos fueron adquiriendo préstamos en el extranjero a tasas
en extremo elevadas, lo que fue generando una acumulación insostenible de deuda. Al no poder
cumplir con los compromisos, las entidades acreedoras les impuso a los Estados planes de
ajustes estructurales, con resultados devastadores para la ciudadanía.

Las consecuencias de estas políticas fueron ruinosas para la sociedad argentina. Veamos cómo
describe Javier Auyero (2001) el legado de la acción estatal, propia del período noventista:

"En la última década, la Argentina ha asistido a un proceso de constante degradación del


sistema público de educación, de salud y de las políticas de vivienda dedicadas a sectores de
bajos ingresos."

“El carácter caótico de las políticas destinadas a ‘combatir el desempleo’ y de las políticas
sociales destinadas a ‘combatir la pobreza’ hace que la situación sea aun peor: los pobres son
cada vez más débiles y están cada día más desprotegidos."

“El Estado ha exhibido una particular indiferencia respecto del destino de los desempleados: el
seguro de desempleo sólo cubre a una exigua proporción de quienes perdieron su trabajo y el
dinero otorgado en cada subsidio no alcanza para cubrir sus necesidades básicas."

“La privatización de las empresas estatales no es sólo otro aspecto de la retirada estatal de las
funciones básicas sino que tiene un importante impacto en los niveles de empleo. Entre 1989 y
1999, aproximadamente 150.000 trabajadores perdieron sus trabajos como consecuencia
directa del proceso de privatización.”

AUYERO, Javier, “Fuego y barricadas: retratos de la beligerancia popular en la Argentina


democrática”, revista Nueva Sociedad N° 179, pág. 150, 2005.

2.2 Tiempos de impunidad en materia de Derechos Humanos


En este contexto, la reforma constitucional de 1994 fue significativa para incorporar derechos
individuales y colectivos así como también garantías contenidas en los pactos, declaraciones y
tratados internacionales, tal como observamos en la segunda clase.

No obstante, en la práctica, por la deliberada política de Estado de retraerse ante servicios


públicos que implicaran promover derechos elementales como educación, salud, seguridad
social y trabajo, la ciudadanía estaba impedida de gozar plenamente de estos y otros derechos
consagrados.

La (fuertemente criticada) reforma educativa no estuvo acompañada de presupuesto; la salud


pública fue drásticamente descentralizada; la seguridad social dejada en manos privadas al igual
que las empresas estatales (un dato significativo y paradigmático de las políticas pro mercado
del menemismo es que a partir de la privatización del sistema previsional (AFJP) el Estado dejó
de percibir miles de millones de pesos, que luego debía pedir prestado al sector privado pagando
altas tasas de interés, dado el proceso de desfinanciación de las arcas públicas que supuso esa
privatización); en el ámbito del trabajo se dictaron leyes de flexibilización laboral, favorables a
las patronales, que tendieron a la precarización del empleo. A su vez, el régimen de las
asignaciones familiares también sufrió una importante reforma con claros efectos regresivos.

Asimismo, es importante subrayar en esta clase que, durante su mandato, Menem firmó diez
decretos que permitieron indultar a 277 represores condenados y/o procesados y también
civiles que participaron en acciones criminales durante la última dictadura militar.

Estos lamentables decretos de perdón dejaron en libertad, entre otros, a Videla, Viola, Massera,
Lambruschini y Martínez de Hoz (procesado por el secuestro de dos empresarios). Estas acciones
eran justificadas en aras de “la reconciliación y el olvido del pasado reciente” y constituyeron
una clara muestra de la impunidad estatal.

Los gobiernos de Menem cumplieron sus ciclos cuestionados por su impunidad y corrupción. En
tanto, el 24 de octubre de 1999 la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación se imponía en
las elecciones presidenciales con el 48,5 por ciento de los sufragios.

De esta manera, Fernando de la Rúa se convertía en el nuevo jefe de Estado; quien ganó con un
discurso que ponía énfasis en la “trasparencia” y en el fin de “la fiesta menemista”.

Sin embargo, ni su plataforma, ni su discurso cuestionaban el modelo neoliberal en un contexto


de recesión económica y de enorme deuda social. La desocupación, la confiscación de ahorros
de la clase media, sumado a la crisis de representatividad política, eclosionaron en un estallido
social que en diciembre de 2001 exigió el “que se vayan todos”, en medio de un Estado de sitio,
cacerolazos, piquetes, confiscación de ahorros personales y una feroz represión policial que dejó
el saldo de cuarenta personas fallecidas.

3. Movilizaciones sociales contra la impunidad e indolencia del Estado


3.1 Nuevas estrategias de lucha por más derechos
Durante el período 1990-2001, el espacio público fue protagonista de intensas movilizaciones
populares a lo largo de todo el país. Se destacan, como estrategia de lucha y expresión, la
pueblada, el corte de rutas, el acampe, las marchas, la toma de edificios públicos y los piquetes:

• las marchas de los jubilados en la Plaza Lavalle (desde inicios de la década) reclamando
aumentos en la seguridad social;

• la pueblada en Santiago del Estero (1993), iniciada por trabajadores estatales cesanteados;
las movilizaciones de empleados municipales en Jujuy y la marcha de protesta de maestros en
Salta con ataque a edificios públicos (1994);

• la primera Marcha Federal y huelga general convocada por organizaciones sindicales (CTA,
MTA y CCC) en Capital Federal (1994);

• las movilizaciones docentes y estudiantiles en oposición a la Reforma Educativa (1995);

• la pueblada de Cutral-Co (iniciada por docentes) y Plaza Huincul, donde los trabajadores
cortaron rutas contra la desocupación (1996);
• cortes de ruta en Jujuy y Cultral-Co que dan origen al movimiento piquetero, Carpa Docente
frente al Congreso y segunda Marcha Federal convocada por la CTA bajo el lema “Trabajo para
todos” (1997);

• acampe y corte del puente que une Corrientes y Chaco de trabajadores desocupados (1999)

Primeras víctimas fatales por la represión de las policías locales y los


refuerzos de Gendarmería Nacional que enviaba el gobierno central:
Teresa Rodríguez (24 años, empleada doméstica en Cutral-Co) y
Víctor Choque (37 años, obrero de la construcción en Tierra del
Fuego). Matías Gómez y Orlando Justiniano (19 y 21 años, albañiles),
Aníbal Verón (37 años, empleado de una empresa de transporte), en
las puebladas de General Mosconi y Tartagal (Salta, 2000-2001).
Oscar Barrios y Carlos Santillán (17 y 27 años, desocupados)
perdieron su vida en manos policiales durante un corte de ruta
(2001).

El proceso de manifestación ciudadana por más derechos tuvo como respuesta estatal la fuerte
represión y, en algunos casos, la intervención federal de las provincias. Este disciplinamiento
trajo graves consecuencias; sin embargo, la movilización social no cesó sino que, al contrario,
implementó nuevas estrategias de visibilidad y demanda: ollas populares en la vía pública,
asambleas, producción de revistas, entre otras.

4. Posconvertibilidad y recomposición estatal


4.1 Políticas de Derechos Humanos:
La crisis social y política que estalló en 2001 puso un límite al bloque de poder que se había
articulado detrás del Estado neoliberal, límite que fue resistido con represión y cobró el saldo
de más de 30 muertes durante los episodios del 19 y 20 de diciembre. La organización y
movilización social lograron rasgar las estructuras de poder, dando lugar a un proceso de
apertura política que modificó buena parte de las estructuras del Estado neoliberal.

El gobierno entrante decidió hacerse eco de algunas de las principales demandas populares.
Entre sus primeras medidas debemos mencionar la renovación de la desprestigiada Corte
Suprema de justicia, el descabezamiento de las cúpulas castrenses, el retiro de los cuadros de la
escuela militar de los jerarcas que condujeron el terrorismo de Estado y la recuperación y
resignificación de la ex Esma como espacio de memoria y promoción de los Derechos Humanos.

Este proceso se vio además apuntalado por el impulso a las políticas de Memoria, Verdad y
Justicia que, luego de la incansable lucha de los organismos de Derechos Humanos a los que nos
hemos referido en la tercera clase, fueron tomadas como políticas de Estado, por el gobierno de
Néstor Kirchner primero y de Cristina Fernández de Kirchner posteriormente.

En ese marco se inscriben la declaración de insalvablemente nulas las leyes de Punto Final y
Obediencia Debida dictada por el Congreso Nacional en agosto de 2003 y posteriormente la
ratificación de la inconstitucionalidad por parte de la Corte Suprema de Justicia luego de su
nueva composición. La declaración de nulidad constituyó una señal decisiva a la Justicia para
llevar adelante la reapertura de los juicios, que al día de hoy han confirmado más de 500
sentencias a los responsables del terrorismo de Estado. La recuperación de 119 nietos por las
Abuelas de Plaza de Mayo (hasta febrero de 2016) y las contundentes declaraciones de Ricardo
Lorenzetti Presidente de la Suprema Corte de Justicia ratificando los juicios como política de
Estado, constituye otro de los signos de la época.

Entre 2006 y diciembre de 2015, 720 personas fueron


sentenciadas en procesos por crímenes de lesa humanidad: 660
resultaron condenadas y 60 fueron absueltas. El estado de
situación muestra que hay un total de 551 causas activas en
todo el país. Entre éstos, hay 15 juicios en curso y 294
imputados. Las víctimas judicializadas en todo el país son más
de diez mil. Y existe un total de 519 procesados que aún no
fueron condenados. Fuente: http://www.fiscales.gob.ar

Como mencionamos más arriba, la movilización popular que pudo comenzar a ponerle límites
al Estado neoliberal tuvo el enorme costo de decenas de asesinados a manos de la represión
estatal, contándose más de 30 muertos en las jornadas de diciembre de 2001 y el asesinato de
Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en el año 2002.

4.2 Recuperación de ciudadanía


En las clases anteriores hemos planteado la tensión existente entre la formulación de los
derechos y su cumplimiento efectivo. El retorno de la Democracia constituyó la recuperación de
buena parte de la ciudadanía, fundamentalmente en lo que hace a los derechos civiles y
políticos, pero la profundización del Proyecto Neoliberal dinamitó el andamiaje en que
sustentaba una gran cantidad de derechos sociales que amortiguan las desigualdades propias
de las sociedades capitalistas.

Luego de la crisis de 2001 se produce también la recomposición paulatina de buena parte de


ese andamiaje, en términos de propensión a la inclusión, aunque en el marco de las nuevas
condiciones socio- económicas que hacen mucho más complejo el proceso.

Los procesos políticos transformadores que buena parte de América latina viene llevando
adelante, están caracterizados por la recuperación y ampliación de derechos de diversa índole.
El Estado, interviniendo en la sociedad de un modo progresivo, supone un proceso de
redistribución de poderes en la estructura socio económica que librada a su suerte, consagra y
multiplica desigualdades. La redistribución económica constituye la base de cualquier proceso
de justicia social pero no lo agota. Los procesos de redistribución y reconocimiento hacen a una
nueva configuración de fuerzas sociales y en ese sentido, a una mayor posibilidad de efectivizar
derechos. Si durante los años 90 asistimos a un proceso de fuerte retiro y desregulación por
parte del Estado, en los últimos años, en cambio, se revirtió este proceso reestatizando
empresas (AFJP, Ferrocarriles, YPF, etc) y re regulando varios ámbitos del mercado. Asimismo
se sancionaron leyes que asumen la educación como un derecho y no como un servicio; y otras
leyes que permiten la ampliación de la ciudadanía social, como la Asignación Nacional por Hijo,
y de la ciudadanía civil como la ley de Matrimonio Igualitario.

Si bien, como se observa, este período que describimos constituye un proceso de acumulación
social muy significativo, es importante señalar que estuvo atravesado por tensiones,
contradicciones y límites. En ese sentido es importante señalar la permanencia significativa del
conflictividad social, entre otros motivos persisten niveles de desigualdad que requieren de un
Estado cada vez más presente y activo en su intervención. En sociedades cada vez más complejas
el despliegue del Estado exige, en muchos casos, una mayor eficacia, como lo muestra la alta
insensibilidad a las políticas de intervención estatal del mercado de trabajo no registrado, el cual
para 2015 se estima en un 33% de los asalariados, (aunque a ello también contribuye una cultura
empresarial de tradición rentista y poco innovadora). La opacidad de algunos nichos del Estado
donde aún circulan derechos señoriales y donde la democratización no logra penetrar (como en
cierta parte de la justicia), constituye otra de las “cuestiones socialmente problematizadas” que
emergen como pendientes.

4.3 Estado, proyecto político y activación social


Como señalamos en la primera clase, el Estado cristaliza en su interior una determinada
situación de relaciones de fuerza sociales, siempre dinámica y siempre en disputa. Esa relación
posee un carácter dialéctico en la medida en que el Estado también interviene en esa situación
de relaciones de fuerza. Es un ida y vuelta que se retroalimenta. La asunción por parte de un
proyecto político/bloque en el poder, es producto de un emergente social. Los distintos
proyectos políticos en la Argentina requirieron de la organización y activación de sectores
sociales que lo respalden en sus disputas políticas.

La recomposición de la ciudadanía y la legislación de nuevos derechos en nuestro país, supuso


la constitución de sujetos políticos que instalaron y movilizaron por determinadas demandas
(civiles, políticas, sociales y económicas). A lo largo de la historia argentina hemos podido
observar un gran proceso de politización de múltiples ámbitos de la vida social, económica y
cultural, tanto de sindicatos, organizaciones sociales de diversa índole e incluso organizaciones
político-partidarias. Decir que se politizaron significa que discutieron socialmente sobre lo
público, sobre lo común, develando y disputando relaciones de poder.

Para seguir reflexionando…


Hemos comenzado con el recorrido de los planteos y las políticas económicas que, como legado
de la dictadura, adoptó la democracia desde su recuperación en 1983 hasta la crisis del 2001.
Durante este proceso Argentina (y también la región) vivió bajo un predominio neoliberal que
retrocedió en el impulso de los Derechos Humanos.

En base a esta realidad, cuando eclosiona la situación política, social y económica en diciembre
del año 2001 y se manifiesta con intensidad en el reclamo de “que se vayan todos”, emerge el
rechazo y la denuncia de la continuidad de las políticas y el modelo de acumulación instalado en
los 70 y que condicionaba la vida democrática argentina.

En los albores del siglo XXI, Argentina y varios gobiernos latinoamericanos, con sus diferencias
y matices, iniciaron procesos destinados a superar los efectos de exclusión y aumento de la
desigualdad, fruto de las políticas neoliberales ensayadas desde mediados de los años 70 y que
se profundizaron en las dos décadas siguientes.

Este ciclo de gobiernos posneoliberales en la región, llega al año 2016 enfrentando serios
límites. En nuestro país, en noviembre de 2015, un gobierno de signo político diferente ganó las
elecciones consagrando a Mauricio Macri como presidente. De este modo, comienza una nueva
etapa política en la Argentina.

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