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Cuento de reflexión

LA MASETA VACIA

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Hace muchos siglos atrás, el emperador de China hizo un gran anuncio: necesitaba encontrar a
alguien para reemplazarlo como emperador, pues estaba envejeciendo y no tenía hijos. Como
siempre le había encantado la jardinería, decidió repartir semillas de flores entre todos los
niños y niñas del reino.

—Quien dentro de un año me traiga las flores más bellas, será el sucesor al trono— proclamó
el emperador.

Todos los niños y niñas fueron al palacio a reclamar sus semillas. Entre los niños se encontraba
Ping, el mejor jardinero de todo el reino. Sus habichuelas y melones eran siempre las más
dulces y sus flores las más coloridas y perfumadas del mercado.

Con cuidado, él plantó la semilla que el emperador le había dado en una maceta con tierra
fértil. El pequeño regó y cuidó la semilla con mucho esmero, pero no pasó nada.

Sin embargo, las semillas de los otros niños brotaron rápidamente y crecieron hasta
convertirse en hermosas flores de todos los colores y tamaños. Todos se burlaron de Ping y
comenzaron a llamarlo “el niño de la maceta vacía”.

Ping plantó su semilla en una maceta más grande con tierra negra fertilizada. Aun así, nada
brotó.

Finalmente, llegó el día de llevar las plantas al emperador. Ping estaba triste, pero tomó su
maceta vacía y caminó hacia el palacio. El emperador observó con detenimiento las plantas
verdes de flores coloridas de los niños y niñas. Cuando llegó hasta Ping, dijo con el ceño
fruncido:

—¡Me trajiste una maceta vacía!

Todos comenzaron a reírse del niño de la maceta vacía.

Ping agachó la cabeza y dijo con mucha vergüenza:

—Lo siento su majestad. Intenté de todas las maneras cultivar la semilla, pero no brotó nada
de ella.

El emperador sonrió y señalando a Ping, dijo a todos los presentes:

—¡Les presento al nuevo emperador de China! Todas las semillas que les entregué fueron
cocinadas para que no pudieran crecer. No sé cómo el resto de ustedes cultivaron flores, pero
ellas no crecieron de mis semillas. Ping es el único que ha sido honesto y por esto merece ser
emperador.

Ping creció para convertirse en uno de los más memorables emperadores de China. Él fue
siempre honesto y dedicado; se preocupó por sus súbditos con el mismo esmero con el que
cuidó la semilla que lo hizo emperador.
Tío Tigre y Tío Conejo

Una calurosa mañana, se encontraba Tío Conejo recolectando zanahorias para


el almuerzo. De repente, escuchó un rugido aterrador: ¡era Tío Tigre!
—¡Ajá, Tío Conejo! —dijo el felino—. No tienes escapatoria, pronto te
convertirás en un delicioso bocadillo.
En ese instante, Tío Conejo notó unas piedras muy grandes en lo alto de la
colina e ideó un plan.
—Puede que yo sea un delicioso bocadillo, pero estoy muy flaquito —dijo Tío
Conejo—. Mira hacia la cima de la colina, ahí tengo mis vacas y te puedo traer
una. ¿Por qué conformarte con un pequeño bocadillo, cuando puedes darte un
gran banquete?
Como Tío Tigre se encontraba de cara al sol, no podía ver con claridad y
aceptó la propuesta. Entonces le permitió a Tío Conejo ir colina arriba mientras
él esperaba abajo.
Al llegar a la cima de la colina, Tío Conejo gritó:
—Abre bien los brazos Tío Tigre, estoy arreando la vaca más gordita.
Entonces, Tío Conejo se acercó a la piedra más grande y la empujó con todas
sus fuerzas. La piedra rodó rápidamente.
Tío Tigre estaba tan emocionado que no vio la enorme piedra que lo aplastó,
dejándolo adolorido por meses.
Tío Conejo huyó saltando de alegría.
Moraleja: Más vale ser astuto que fuerte.
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El lobo y la grulla
Un día como cualquier otro, un joven y fornido lobo sintió cómo su garganta se
atoraba con el pequeño hueso de una de sus presas. Viéndose en la más
precaria situación, comenzó a aullar con lo poco que le quedaba de aliento:
—¡Socorro, auxilio! Ayúdame y serás recompensado.
Los animales del bosque ignoraron las palabras del lobo ya que todos sabían
que él no era de fiar. Sin embargo, una grulla incauta que caminaba por ahí
escuchó sus lamentos y decidió ayudarlo. Con su largo y delgado pico, entró en
la garganta del lobo y luego de haber extraído el hueso, exigió el pago
prometido. Sin embargo, el lobo sonriendo y rechinando sus dientes, exclamó:
—¿Qué es lo que me pides? Te aseguro que ya tienes la recompensa que te
mereces al haber metido tu cabeza en la boca de un lobo y haber seguido con
vida.
Moraleja: Cuando sirves a los malos de corazón, no esperes recompensa.
Agradece si escapas las consecuencias de tus acciones.

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