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RELIGION
Religió n es una palabra que puede parecernos de una comprensió n casi intuitiva, se
podría dar a entender que su significado resulta obvio para cualquier persona. Sin
embargo, existen colectivos de humanos que desconocen este concepto, que no pueden
diferenciar entre lo que nosotros definiríamos como comportamientos o creencias
religiosas y otros comportamientos o creencias que no lo sean.
En algunas sociedades los comportamientos econó micos, políticos y religiosos está n tan
imbricados que resultan inseparables. Lo que podríamos identificar dentro de nuestra
sociedad como sagrado o profano no resulta oportuno en otras culturas y exige, aunque
sea, el cuestionarnos nuestro pensamiento sobre la separació n que creemos obvia
debería haber en la economía, la religió n o la política.
Definirla es en sí, difícil, lo que entendemos por religió n esta ligado a la posició n del
“nosotros” con la identidad, que se enseñ a y se construye socialmente en una cultura
predeterminada. Tendemos a definir la religió n segú n las pautas que nos marca nuestra
cultura, la que aprendimos y en la que vivimos, por muy globalizado y abierto que sea el
contexto en el que nos movamos.
Entonces podemos definir como dice Geertz Cliford que religió n es “1) Un sistema de
símbolos que obra para 2) establecer vigorosos, penetrantes y duraderos estados
anímicos y motivaciones en los hombres 3) formulando concepciones de un orden general
de existencia y 4) revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que 5)
los estados anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único. Geertz, Cliford.
(2008) Pá g.89
El otro
Pero al entender que la religió n es una manifestació n que se construye en una sociedad
determinada ¿Qué es lo que sucede cuando se produce un choque de religiones? ¿Qué
sucede cuando otro (otro en sentido de otredad) distinto a nosotros, otro distinto a
nuestra cultura, tiene otra concepció n de la vida, la muerte, otros dioses y otras
costumbres? Hay un grave error que por lo menos se comete en nuestra sociedad
occidental, cristiana, de tradició n europea y argentina. Y tiene que ver con los
prejuicios, al tener una visió n del mundo particular por su religiosidad y su cultura el
ser humano ha buscado siempre respuestas que se encuentren dentro de la filosofía
cultural, dentro de la religió n. Y se juzga al que no pertenece a este círculo cultural
desde los prejuicios que establece cada religió n particular.
Hay que resistir la tentació n de pensar las demá s religiones con la mirada o los
instrumentos para definir lo que ofrece la propia. Tener una mirada menos
religiocentrica. El religiocentrismo se convierte en un concepto clave y obstaculizador,
puesto que actú a de manera que acorta nuestra percepció n que se construye por medio
de nuestras creencias, de nuestras ideas religiosas, no solo de esto, sino también de
nuestras sospechas, nuestros miedos o nuestra increencia, y que termina
distorsionado segú n nuestras formas de ver la vida, nuestros deseos o expectativas
dando como resultado una simplificació n engañ osa de lo que es distinto a nosotros.
Definir la religió n resultaría por tanto muy fá cil si lo hiciésemos de un modo religió n
céntrico, centrando el foco desde nuestra propia herencia, el monoteísmo, con un Dios
creador por medio del cual todo se explica. Por eso la alteridad, y la actitud
comprensiva ante lo que es distinto para derrumbar los prejuicios es fundamental a la
hora de “chocarse” con el otro.