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Un espontáneo ¡Viva Cádiz!

Desfile en enero de 1925 de la Corporación Municipal


gaditana en la plaza de Oriente   ante los Reyes de España l
Exigencia a su paso de honores de capitán general 

Los Reyes de España con Agustín Blázquez en un vehículo. Don Alfonso habla con Leal
/ CEDIDA SALUD LEAL

José María Otero

08 Mayo, 2021 - 19:27h

En  enero de 1925 el presidente del Gobierno, el gaditano


Miguel Primo de Rivera, acordó realizar un homenaje nacional
al Rey don Alfonso XIII. Propuso que representaciones de
todas las diputaciones y ayuntamientos acudieran a Madrid
para hacer entrega de las insignias de alcalde de cada uno de
los municipios de España al Monarca. Aceptada la propuesta
por las distintas corporaciones se fijó la fecha del 23 de enero
de ese año, santo del Rey, para  la solemne ceremonia de
entrega.

Presidía el Ayuntamiento de Cádiz Agustín Blázquez Paúl, que


marchó a Madrid acompañado de varios concejales,
secretario del municipio y mayordomo de la ciudad. También
formaban parte de la expedición numerosos vecinos que
quisieron sumarse al homenaje al Rey.

 El 22 de enero el Gobierno ofreció una recepción en el palacio


de Hielo, en el interior del parque del Retiro de Madrid, a todas
las representaciones de ayuntamientos y diputaciones.
Hablaron el Rey y Primo de Rivera y los discursos fueron
radiados a toda España, una novedad para la época. En Cádiz
se colocaron altavoces en algunos lugares estratégicos de la
ciudad para que los vecinos pudieron oir los discursos. 

Posteriormente, el Rey recibió en el Palacio Real a algunas de


las representaciones que habían acudido  a Madrid. Entre
ellas estaba  la de Cádiz, citada especialmente por don
Alfonso.  Acudieron a Palacio, junto al alcalde Blázquez, el
primer teniente de alcalde Luciano Bueno, los concejales
Wishental y Robles, el mayordomo de la ciudad y maestro de
ceremonias, Francisco Leal, y el secretario del alcalde Tomás
Alonso. 

La Reina doña Victoria Eugenia, que acompañaba al Rey en la


recepción a la representación gaditana, preguntó con detalle
por algunos enfermos que ella había visitado en el Hospital
de Mora durante su visita a Cádiz y en particular por Máximo
Caballero, un funcionario de la Diputación de Cádiz al que se
le había amputado una mano a consecuencia del manejo del
entonces novedoso aparato de Rayos X. El Rey estuvo
hablando largo rato con los representantes de Cádiz a los que
anunció que el Gobierno había aprobado por fin la
construcción del buque escuela de guardiamarinas Minerva
(el futuro Juan Sebastián de Elcano), en los astilleros
gaditanos de Echevarrieta.

Don Alfonso pidió información sobre el proyecto de ensanche


de la ciudad y derribo de las murallas próximas a las Puertas
de Tierra. Señaló que sería un error imperdonable derribar la
entrada a la ciudad, ya que las Puertas de Tierra eran un
atractivo de Cádiz y que bien conservadas aumentarían el
atractivo histórico de la ciudad.

Por último, don Alfonso comentó con Blázquez que unos


astilleros como los de Cádiz no pueden limitarse a la
construcción naval, sino que podrían aprovechar su
maquinaria para otras obras importantes.

Para el día 23 de enero, santo del Rey, estaba previsto un


desfile cívico por las calles de Madrid a cargo de los distintos
ayuntamientos con sus banderas respectivas hasta llegar a la
plaza de Oriente, donde el Rey estaría situado en el balcón
principal del Palacio Real. El Regimiento de Alabarderos,
situado a las puertas del Palacio Real saludaría al paso de las
distintas banderas.

Pero el alcalde no estaba conforme. Acompañado del


mayordomo de la ciudad, Francisco Leal, hizo saber a los
organizadores del acto, que eleñó toda la
documentacióAyuntamiento de Cádiz cuando marchaba bajo
mazas tenía honores de capitán general y exigía que le fueran
tributados. La organización del desfile alegaba problemas de
protocolo,  pero Leal enseñó la documentaciónn acreditativa y
el alcalde se mantuvo firme en su petición.  Además, la
opinión de Francisco Leal era muy respetada en el Palacio
Real ya que el mismo Alfonso XIII manifestaba públicamente
que se trataba del mejor maestro de ceremonias de España  e
incluso  había sido consultado sobre temas de protocolo en
alguna que otra ocasión. Finalmente los organizadores
accedieron a la petición gaditana. 

El desfile de los Ayuntamientos comenzó a las nueve de la


mañana desde distintos puntos de Madrid.  La representación
de Cádiz recorrió las calles Alcalá y Mayor para desembocar
finalmente en la plaza de Oriente. Frente al Casino de Madrid,
en la calle Alcalá,  estaba situada la numerosa colonia
gaditana residente en la capital de España. Los vítores y
aplausos  al paso de nuestros representantes fueron enormes
y la organización se vio obligada a pedir al alcalde que
cesaran los saludos al público y continuaran camino.

Por fin llegó la representación de Cádiz a la plaza de Oriente.


La banda de Alabarderos tocaba alegres pasodobles al paso
de los distintas comisiones. Cuando el Ayuntamiento de
Cádiz comenzó a pasar frente al Palacio Real, cesó la
música,  la tropa presentó armas y la banda de música atacó
la Marcha de Infantes, entre los aplausos del público. 

Relata la crónica de Diario de Cádiz que las instrucciones de


la organización del desfile pedía que no hubiera gritos ni
vítores al paso frente al balcón del Palacio, pero que el
alcalde no pudo resistirse ante la emoción del momento.
Sombrero en mano, saludó ceremonioso al Rey y dirigiéndose
al público gritó:

¡Viva Cádiz!

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