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Levante la mano a quién le gusta el jamón crudo y a quién le sorprende despertarse a medianoche

prender la luz y que se haya cortado. Tan útil es la sal para dar sabor y conservar. Tan útil es la luz
para no tropezar y sentirnos seguros. Por eso, Jesús les dice uds. son la sal y la luz del mundo. 
Pero ¿a quién le habla Jesús? En el párrafo anterior al que leímos dice: felices uds. los pacientes, los
afligidos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los que tienen un corazón
puro, los que trabajan por la paz, los que son perseguidos por practicar la justicia. En fin, una serie
de personas que le dan sentido al mensaje de Jesús y que uds. conocen, pero que también son uds.
Las cartas que me escribieron pidiendo ser confirmados dicen esto más de una vez cuando lucharon
por conservar una fe que les parecía sin sentido, cuando fueron pacientes para seguir adelante
después del dolor, cuando a pesar de las dudas confiaron, cuando superaron la pereza y le dieron
una chance a la experiencia de Dios, cuando perdonaron una situación de vida, cuando desearon
ser mejores, cuando trabajaron por los más pobres, cuando fueron capaces darse cuenta de lo que
el Espíritu de Dios está haciendo en uds. en cada comunidad.  
Ahora bien, ¿cómo seremos sal y luz? ¿cómo podremos responder al deseo de Jesús en un contexto
muchas veces difícil para uds.? ¿Cómo darle sabor cristiano a tantas situaciones que uds. ven en su
día a día y que atentan contra su crecimiento, contra su salud espiritual, psíquica y física? ¿Cómo
ser luminosos en un mundo “adultocéntrico” que muchas veces no los escucha o menosprecia sus
inquietudes, o peor, las manipula para beneficio propio? ¿Cómo ser sal y luz del mundo cuando
hasta en la misma Iglesia les damos la espalda a los jóvenes tantas veces sin aceptarlos como son o
pidiéndoles que sean algo que no quieren o les parece poco atractivo?
Chicos, ¿cómo harán para responder al deseo de Jesús de ser sal y luz del mundo, de ser testigos
del amor de Dios en sus vidas si muchas veces sentimos vergüenza de ser cristianos, de ir a la
Iglesia, en nuestra sociedad que se dice plural, pero rechaza la dimensión espiritual del ser
humano? ¿Cómo superar el sinsabor y la opacidad de nuestro tiempo? Déjenme expresar que uds.,
al decirle que sí a Jesús nuevamente en este sacramento, al tomarse en serio su historia de fe, al
animarse a hacer silencio y dejar brotar la experiencia de Dios, están siendo sal y luz para esta
Iglesia que hoy quiere confirmarlos como hijos de Dios. Sus padres cuando los bautizaron desearon
para uds. lo mismo que Jesús: ser plenos hijos de Dios, ser sal y luz para un mundo tantas veces
insípido y oscuro. Ahora uds. serán confirmados en ese deseo. 
Entonces, con la fuerza del Espíritu que hoy confirmamos en uds., les pido:
Denle sabor las amarguras de sus familias con su buen humor y la esperanza de una vida que se
abre paso a pesar de todo. 
Iluminen con su atrevida sabiduría joven a la Iglesia, a la comunidad que los confirma hoy, cuando
se avejenta y no los tiene en cuenta. 
Denle sabor a astucia a las apatías y perezas que dejan inmóviles a tantas personas que prefieren la
crítica de sofá y la dictadura del comentario fácil. 
Iluminen con su luz, la luz de sus pantallas para que el mundo virtual no destroce la dignidad de las
personas con el bulliying, el sexting y el odio irracional de los haters. 
Denle sabor a tantas formas de servicio a los más frágiles de nuestra sociedad y descubran allí que
es Jesús mismo quien los está sirviendo a uds. 
Iluminen las zonas oscuras de su historia con la luz del amor de tantos que los acompañamos en el
camino de sus vidas y confíen en el poder sanador del Espíritu. 
Denle sabor a sus estudios, a sus búsquedas, incomodando siempre con la pregunta “¿y esto para
qué sirve?” y reclamando el sentido de las cosas con paciencia y perseverancia. 
Iluminen con inteligencia las noches oscuras de tantos jóvenes adormecidos por las sustancias de
quienes les chupan la vida para pisotearlos después. 
Denle sabor a las cosas que siempre nos harán más humanos como el respeto, la humildad, el
pensamiento y el amor. 
Iluminen con el discernimiento espiritual que van aprendiendo y la profundidad que encuentran en
su vida interior, la superficialidad de un consumo irreverente que destruye el planeta y pone el
dinero en el lugar del ser humano. 
Denle sabor con sus preguntas hondas e inteligentes a las imposiciones dogmáticas y autoritarias
de cualquier índole, religiosa, económica, política, deportiva. 
Iluminen con cariño y conciencia cada vínculo que establezcan con quienes no compartan su modo
de ver las cosas para no convertirse en “agrietadores seriales”.  
Y, por último, para que esto sea posible, déjense salar y dar luz a uds. mismos por el misterio de
este Espíritu divino que hoy nos tiene aquí para ir, como se decía de san Ignacio, sabiamente
ignorantes adonde muchas veces no sabemos, pero confiados en que, siguiendo a Cristo, no hay
qué temer. 
Que María nos ayude a acompañar a estos chicos en su camino de ser sal y luz.

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