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El arte rupestre

En 1879 don Marcelino S. de Santuola, dio a conocer las pinturas de la cueva de


Altamira (Santillana de Mar, Santander).

El descubrimiento fue importantísimo.

Demostraba que el hombre prehistórico había realizado obras de arte, hasta entonces
desconocidas, en el interior de las cavernas. Pasado un tiempo, en 1907, Juan Cabré

publicó unas pinturas de ciervos (halladas en la Roca dels Moros de Calapatá, Teruel) de
un estilo diferente al de la cueva de Altamira: se había descubierto otro estilo de arte

rupestre: el levantino.
Posteriormente se han realizado numerosos hallazgos y los investigadores han podido

conocer mejor el arte rupestre y determinar, para la Península Ibérica, tres estilos
principales: el Arte Paleolítico, el Arte Levantino y el Arte Esquemático.

Pero las pinturas y grabados sobre las paredes de las cuevas y abrigos no fueron la
única expresión artística de la Prehistoria. También se realizó pintura sobre cantos

rodados, escultura, cerámicas decoradas, objetos ornamentales

Pintura rupestre

Pintura rupestre en Castellón (Comunidad Valenciana), España.


Una pintura rupestre es todo dibujo o boceto prehistórico existente en algunas rocas
y cavernas. El término «rupestre» deriva del latín rupestris, y éste de rupes (roca),
aunque también es sinónimo de primitivo. De modo que, en un sentido estricto, rupestre
haría referencia a cualquier actividad humana sobre las paredes de cavernas, covachas,
abrigos rocosos e, incluso farallones o barrancos, etc. Desde este aspecto, es
prácticamente imposible aislar las manifestaciones pictóricas de otras representaciones
del arte prehistórico como los grabados, las esculturas y los petroglifos, grabados
sobre piedra mediante percusión o erosión. Al estar protegidas de la erosión por la
naturaleza del soporte, las pinturas rupestres han resistido el pasar de los siglos.

Se trata de una de las manifestaciones artísticas más antiguas de las que se tiene
constancia, ya que, al menos, existen testimonios datados hasta los 40.000 años de
antigüedad, es decir, durante la última glaciación. Por otra parte, aunque la pintura
rupestre es esencialmente una expresión espiritual primitiva, ésta se puede ubicar en
casi todas las épocas de la historia del ser humano y en todos los continentes
exceptuando la Antártida. Las más antiguas manifestaciones y las de mayor relevancia
se encuentran en España y Francia. Se corresponden con el periodo de transición del
Paleolítico al Neolítico. Del primero de los periodos citados son las extraordinarias
pinturas de la Cueva de Altamira, situadas en Santillana del Mar, Cantabria
(España).

Estas pinturas — y las otras manifestaciones asociadas — revelan que el ser humano,
desde tiempos prehistóricos, organizó un sistema de representación artística, se cree, en
general, que está relacionado con prácticas de carácter mágico-religiosas para propiciar
la caza. Dado el alcance cronológico y geográfico de este fenómeno, es difícil, por no
decir, imposible, proponer generalizaciones. Por ejemplo, en ciertos casos las obras
rupestres se dan en zonas recónditas de la cueva o en lugares difícilmente accesibles;
hay otros, en cambio, en los que éstas están a la vista y en zonas expeditas y despejadas.
Cuando la decoración está apartada de los sitios ocupados por el asentamiento se
plantea el concepto de santuario cuyo carácter latente subraya su significado religioso o
fuera de lo cotidiano. En los casos en los que la pintura aparece en contextos domésticos
es necesario replantear esta noción y considerar la completa integración del arte, la
religión y la vida cotidiana del ser humano primitivo.
Que el arte es verdaderamente un derecho de nacimiento resulta obvio desde sus comienzos.
No empieza en la historia, sino en la prehistoria, hace miles de años.
Nuestros ancestros del Paleolítico, que vivieron entre los años 30000 y 8000 a. C., eran
pequeños, peludos y analfabetos, y poco más se puede decir de ellos con certeza desde el
punto de vista arqueológico. Pero una cosa está totalmente clara, y es que los habitantes de la
edad de piedra eran artistas, y no sólo artistas capaces de describir en términos visuales los
animales que veían a diario ( este tipo de arte puede ser una mera ilustración). La pintura
rupestre es mucho más que eso: es arte a lo grande, arte maravilloso que se manifiesta en
obras de una fuerza y sutileza que nunca han sido superadas.

Las pinturas de las cuevas de Altamira, cerca de Santander, son las primeras que se
descubrieron durante la época moderna, en 1879. El descubrimiento tuvo tales implicaciones,
fundamentales para la arqueología, que al principio se creyó que se trataba de una falsificación.
Este gran bisonte se halla en el techo de un pasillo largo y estrecho que lleva a una cueva
subterránea en Altamira. No está solo: toda una manada surge majestuosamente del techo, un
animal tras otro -caballos, jabalíes y mamuts, entre otros, todos ellos presas deseadas del
cazador de la edad de piedra. A pesar de la confusión, imponen una fuerte presencia animal.

Técnica de la pintura rupestre

Las cuevas son totalmente subterráneas y, por lo tanto, están en permanente oscuridad. Los
arqueólogos han descubierto que los artistas pintaban con la ayuda de pequeñas lámparas de
piedra llenas de grasa animal o tuétano. Los diseños iniciales se grababan en la roca blanda, o
bien se soplaban en la pared finas líneas de pintura con una caña hueca. Para conseguir
pinturas coloreadas, los artistas utilizaban el ocre, un mineral natural que machacaban hasta
convertirlo en polvo y con el que podían conseguir pigmentos rojos, marrones y amarillos; el
negro probablemente lo obtenían a partir de carbón machacado. Los pigmentos en polvo se
restregaban por la pared con las manos o se mezclaban con alguna sustancia aglutinante, como
por ejemplo la grasa animal; después se aplicaban con cañas o con pinceles de cerda. Los
medios eran simples; sin embargo, el efecto es abrumador, especialmente en el sobrecogedor
silencio de la cueva.

Significado de la pintura rupestre

Se cree que estas pinturas tenían úna profunda importancia para la sociedad prehistórica. El
bisonte casi parece vibrar con fuerza al mostrar su imponente pecho, su compacta rabada y sus
patas cortas y delgadas. Además, sacude un agresivo par de cuernos. Es más que probable que
nunca lleguemos a conocer el verdadero significado de la pintura rupestre, pero casi seguro que
tuvo una función ritual, incluso mágica. En qué medida este arte se creó porque sí, y esto no
podemos descartarlo totalmente, seguirá siendo un misterio.
Al parecer, el extraordinario naturalismo y la exactitud anatómica del retrato de animales en
estas pinturas tienen relación con el propósito que servían. Los artistas también eran
cazadores, y sus vidas dependían de los animales cuyas imágenes pintaban en las cuevas. ¿Es
posible que estos cazadores-artistas creyeran que al representar con exactitud la fuerza, el
poderío y la velocidad de los animales, adquirirían poderes mágicos? Así serían capaces de
controlar su espíritu y quitarles la fuerza antes de cazarlos. Muchas de estas pinturas muestran
a los animales heridos oatravesados con flechas, y algunos ejemplos incluso ofrecen pruebas de
ataques físicos en la imagen pintada.
El naturalismo con que están pintados y dibujados los animales no se aplica al retrato de la
figura humana, tal vez por esa misma razón. Raramente representan personas, y cuando lo
hacen, las formas humanas son las más simples; muchas veces se trata de formas simbólicas,
como se puede ver en la imagen del hombre postrado en esta sorprendente pintura que data de
entre el año 15000 y el 10000 a. C., y que se encuentra en úno de los lugares más celebrados
de la pintura rupestre: las cuevas de Lascaux (Dordoña, Francia). El hombre, que parece un
palo, yace en el suelo frente a un bisonte destripado y con el pelo erizado. Debajo del hombre
se encuentra una figura que podría ser un pájaro, o posiblemente un tótem o un estandarte con
la imagen de un pájaro. La pintura tiene una fuerza increíble, y debemos confesar que
ignoramos su significado; sin embargo, esta falta de conocimiento no afecta a nuestra reacción.
Sólo por esto, el arte prehistórico es representativo de toda la pintura que le seguiría.

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