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Entre la cárcel y la villa, la poesía y el cine, en algún momento, sea por lo que dejó el
macrismo o lo que deviene la pandemia -fenómeno que ni siquiera se hace presente en
las páginas a escribir- César González opta por dar un parate y profundizar estos tiempos
habituados a las capturas de una pantalla. El fetichismo de la marginalidad, de editorial
Sudestada, conforma un compendio de artículos breves, concentrado gran parte en el
análisis y relegando a la ficción en algunos rincones.
Su disparador es un breve ensayo de Karl Marx titulado Elogio al crimen, que ya lo había
profundizado en su película Lluvia de jaulas. Tanto el título como el contenido de ese viejo
texto es tan polémico para su época como para la nuestra. Y es que César, como vecino
del barrio Carlos Gardel y como férreo amante del cine, le resulta imposible no aplicarlo
con ciertas obras audiovisuales donde se pretende representar al marginal y al okupa.
Fetichización y alienación se comulgan, como da a entender un reconocido prologuista. Y
quizás César escribe presionado por la dictadura del rating, aunque en el ahora se hable
más que nada de trendig topic.
El compartir un sánguche que lleva a una suerte de conciliación entre Marx y Perón
podría ser juzgada de edulcoración posmoderna, pero eso no le quita que esa escena
permita una elevación de goce superior a los debates que se reducen en un intercambio
de chicanas. De hecho, la dicotomía amor-odio es puesto en jaque y que resulta muy
necesario, en tiempos errados donde el progresismo ningunea el ascenso de sectores
reaccionarios, al proclamar el odio como un privilegio de clase.