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La novela La loca de la casa de Rosa Montero es una reflexión sobre la imaginación y el proceso de creación literaria. Montero utiliza ejemplos de su propia experiencia como escritora y citas de otros autores para explorar los misterios de la escritura como los momentos de inspiración creativa. También reflexiona sobre temas como la presencia de la mujer en la literatura y la madurez de un novelista. La obra está llena de referencias personales y discute la importancia de la distancia emocional al escribir sobre experiencias propias.
La novela La loca de la casa de Rosa Montero es una reflexión sobre la imaginación y el proceso de creación literaria. Montero utiliza ejemplos de su propia experiencia como escritora y citas de otros autores para explorar los misterios de la escritura como los momentos de inspiración creativa. También reflexiona sobre temas como la presencia de la mujer en la literatura y la madurez de un novelista. La obra está llena de referencias personales y discute la importancia de la distancia emocional al escribir sobre experiencias propias.
La novela La loca de la casa de Rosa Montero es una reflexión sobre la imaginación y el proceso de creación literaria. Montero utiliza ejemplos de su propia experiencia como escritora y citas de otros autores para explorar los misterios de la escritura como los momentos de inspiración creativa. También reflexiona sobre temas como la presencia de la mujer en la literatura y la madurez de un novelista. La obra está llena de referencias personales y discute la importancia de la distancia emocional al escribir sobre experiencias propias.
Mediante la oportunidad que nos dio la maestra de Plan Lector, El título de la
novela lo extrae Montero de Santa Teresa de Jesús quien llamaba “la loca de la casa” a la imaginación. Y de eso trata la novela, de la imaginación, de la literatura, del proceso de inspiración, de creación. Montero aprovecha todos estos temas para reflexionar en torno a ellos y nutrir esas disquisiciones de referencias y citas de otros autores, así como de momentos autobiográficos que no siempre tienen que ser verdad, porque como señala la propia autora en el post scriptum, toda autobiografía es ficcional y toda ficción autobiográfica.
Esta novela de La loca de la casa es una oda a la literatura, en la que Montero se
detiene en los misterios de la escritura, por ejemplo, ese momento de éxtasis creativo que te pilla trabajando como decía Picasso, “a veces sucede que estás escribiendo muy por encima de tu capacidad, estás escribiendo mejor de lo que sabes escribir. Y no quieres moverte del asiento, no quieres respirar ni parpadear ni muchos menos pensar para que no se rompa ese milagro. Escribir, en esos extraños raptos de ligereza, es como bailar con alguien un vals muy complicado y bailarlo perfecto”. Y defiende que escribir es aprender, porque “la literatura es un camino de conocimiento que uno debe emprender cargado de preguntas, no de respuestas” que me parece una reflexión muy oportuna para tener presente en prácticamente todas circunstancias. La autora dedica algunas páginas a las coincidencias en el tiempo de ficción y realidad o a sus fantasmas o los enanos como los llama ella. También tiene tiempo para detenerse a reflexionar sobre la presencia de la mujer en la literatura y estas referencias mantienen ciertas semejanzas con las que Woolf defendió casi cien años antes. Sostiene Montero, “no tengo interés, absolutamente ninguno, en escribir sobre las mujeres. Quiero escribir sobre el género humano, pero da la casualidad de que el cincuenta y uno por ciento de la Humanidad es de sexo femenino y ya va siendo hora de que los lectores hombres se identifiquen con las protagonistas mujeres, de la misma manera que nosotras nos hemos identificado durante siglos con los protagonistas masculinos, que eran nuestros únicos modelos literarios; porque esa permeabilidad, esa flexibilidad de la mirada, nos hará a todos más sabios y libres
La novela está trufada de referencias personales, muchas ficticias como el
romance con el famoso actor o la existencia de su hermana Martina. A mí me llamaron más la atención las referencias a su doble condición de periodista y escritora. Afirma Montero que. En estas horas bajas que sufre el periodismo, se agradece leer cosas sensatas. Si el lado periodista le mantuvo a flote unos años, parece que donde Montero se siente más cómoda es con la escritura, para mí la escritura es un camino espiritual. Las filosofías orientales preconizan algo semejante: la superación de los mezquinos límites del egocentrismo, la disolución del yo en el torrente común de los demás. En estas consideraciones, Montero discurre sobre la madurez del novelista y defiende que la madurez de un novelista pasa ineludiblemente por un aprendizaje fundamental, el de la distancia con lo narrado tienes que conseguir que lo que narras te represente, en tanto que ser humano, de un modo simbólico y profundo, del mismo modo en que los sueños lo hacen. No sé si ella misma se considera una escritora madura, a mí me parece una delicia y Carne me parece una novela maravillosa que denota mucha madurez. La loca de la casa es un buen libro. Es una obra, fácil, entretenido, plagado de referencias a otros autores, a veces a sus obras, a veces a sus situaciones personales o a sus declaraciones.