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Juego de Seduccion 4 PDF Free
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
ARGUMENTO:
2
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
ÍNDICE
CAPÍTULO 1..............................................................................................................................................4
CAPÍTULO 2............................................................................................................................................15
CAPÍTULO 3............................................................................................................................................20
CAPÍTULO 4............................................................................................................................................25
CAPÍTULO 5............................................................................................................................................31
CAPÍTULO 6............................................................................................................................................38
CAPÍTULO 7............................................................................................................................................43
CAPÍTULO 8............................................................................................................................................49
CAPÍTULO 9............................................................................................................................................57
CAPÍTULO 10..........................................................................................................................................63
CAPÍTULO 11..........................................................................................................................................69
CAPÍTULO 12..........................................................................................................................................76
CAPÍTULO 13..........................................................................................................................................82
CAPÍTULO 14..........................................................................................................................................87
CAPÍTULO 15..........................................................................................................................................94
CAPÍTULO 16........................................................................................................................................103
CAPÍTULO 17........................................................................................................................................107
CAPÍTULO 18........................................................................................................................................118
CAPÍTULO 19........................................................................................................................................123
CAPÍTULO 20........................................................................................................................................131
CAPÍTULO 21........................................................................................................................................142
CAPÍTULO 22........................................................................................................................................151
CAPÍTULO 23........................................................................................................................................161
CAPÍTULO 24........................................................................................................................................170
CAPÍTULO 25........................................................................................................................................180
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 1
1
En inglés se hace referencia a palabras típicas que usan los británicos como: pip-pip y tallyho.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
escalofriante.
—Entonces va a tener que esperar bastante.
—Siempre dijiste que querías ir a Inglaterra. Bien, he aquí tu oportunidad.
—E iré a Inglaterra. —Algún día—. Pero no vía Lunatic Express. No puedo siquiera
creer que sugieras algo así. ¿Olvidas que tengo un libro que terminar?
—Pues claro que no lo he olvidado.
—Oigo un claro “pero” tras esas palabras.
—Bueno —Karen alargó la palabra—, sería todo un éxito si consiguieras que este tío te
contase su historia cuando nadie ha sido capaz ni de sacarle la hora. Las biografías no
autorizadas son ahora mismo un terreno reñido. Y el tío es un aristócrata británico. Quizás
conozca rumores sobre la familia real. Podrías ser la próxima Kitty Kelly.2
Mallory se apartó ligeramente el auricular de la oreja y lo miró, esperando que su
incredulidad se trasportara a través del cable.
—Escribo novelas románticas. ¿Qué iba a importarme a mí la vida de ese tío?
Karen continuó como si no hubiese dicho nada.
—Dicen que está desarrollando una nueva pastilla tipo Viagra, pero ésta está dirigida a
las mujeres. Imagina la publicidad que conseguirías si tuvieses esa información antes que
nadie.
De lo sublime a lo ridículo a velocidad de vértigo.
—No me interesa.
Como siempre, Karen oía sólo lo que quería.
—Te daré algún tiempo para que te lo pienses antes de llamar al secretario del conde
con tu respuesta final.
—Esa es mi...
—Ups. Tengo una reunión. Tengo que irme. Llámame más tarde.
El siguiente sonido que oyó Mallory fue el tono de la línea.
—Ir a Inglaterra —musitó, colocando el teléfono en el soporte—. Ridículo.
—¿Quién es Dexter Harrington? —preguntó Genie, recordándole a Mallory su
presencia.
Mallory se encogió de hombros, más que dispuesta a despachar aquel tema en
particular.
—Sólo un rico científico británico que obviamente delira.
Genie la miró socarronamente.
—No importa. Bueno, ¿por dónde íbamos?
El recuerdo de la interrumpida conversación de ambas hizo que Genie se mordiese de
nuevo las uñas.
—Tengo un pequeño problema.
—Eso ha quedado claro.
—Bueno, quizás un poco más grande que pequeño.
Aquello no era nuevo.
—¿Cuánto más grande que pequeño?
Su hermana pareció incómoda.
—¿Más grande que una panera? —la presionó Mallory.
Genie asintió.
Allí estaba aquel presentimiento de nuevo.
—¿Exactamente cómo de grande, Genie?
2
Escritora estadounidense que ha publicado un libro llamado “The Royals” destapando escándalos de la
monarquía británica.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
3
Cannoli (rollo dulce de ricotta)
4
Famoso bollo esponjoso relleno de crema.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
barato de seda. No era exactamente lo que Mallory había esperado, pero sin embargo era
gracioso.
La fulminó con la mirada.
—Tus lo hiciste aposta.
Mallory lo miró de modo desapasionado.
—Se dice tú, no tus. El singular es el contrario del plural.
Bruno se sacudió el polvo y se levantó en sus fornidos 1.70 centímetros de altura. Era
un matón de pecho fuerte y ancho sin cuello, sus fuertes brazos estaban
permanentemente apretados hacia fuera. Parecía uno de los gángsteres que había
abatido a tiros a Sonny Corleone en un peaje en la autopista de Nueva Jersey.
—Cierra la boca —gruñó—. No estoy de humor.
Mallory se cruzó de brazos.
—¿Qué quieres, Bruno?
La biliosa mirada de él bajó hasta los pechos de Mallory, lo que desvió su cerebro del
tamaño de un guisante hasta recolocarlo tras la cremallera de sus pantalones.
—¿Por qué te haces la difícil, nena?
¿Necesitaba una razón? Además del hecho de que su aliento apestaba a ajo y su cara
parecía como si le hubiese pasado un tren por encima. Varias veces.
—Repito, ¿qué quieres, Bruno?
Él se acercó lentamente.
—Si tus eres buena conmigo, quizás me piense el reducirle la deuda a tu hermana.
—No estoy en venta.
Mallory hundió la mano en el bolsillo de su Levis azul desteñido favorito y sacó un
billete de diez y dos de veinte. Arrojó el dinero a las manos de Bruno.
—Eso debería aplazar la deuda unos días.
—¿Cincuenta piojosos pavos? ¿Estás bromeando? Tu flaca e idiota hermana me debe
veinte mil trescientos ochenta y un dólares…con veintiséis centavos. Los intereses se
agravan diariamente. Los dos sabemos que no tiene el dinero, lo que significa que tienes
que pagar.
Mallory se tambaleó. ¿Dos mil trescientos ochenta y un dólares…?
Se dijo a sí misma que debía respirar.
—Si sabías que no tenía el dinero, ¿por qué la dejaste apostar?
—Eh, ¿soy cuidador de hermanos? —arrugó la frente, lo que le hizo parecer una morsa
a mitad de faena—. ¿O sería cuidador de hermanas, incluso aunque no estemos
emparentados? —se encogió de hombros—. No cambia nada. Aún me debe dos mil
trescientos ochenta y un dólares…
—Y veintiséis centavos. Lo sé. —Mallory negó con la cabeza—. No tengo todo ese
dinero.
Él acercó su cara a la de ella.
—¿Sabes qué le pasó a la última persona que no me pagó?
Mallory no lo sabía, afortunadamente. Era una imagen mental sin la que podía vivir.
Desafortunadamente, tenía otras imágenes mentales en las que caer, todos aquellos
recuerdos nítidos de la obra de Bruno. Podría pensar con el pene, pero no necesitaba un
graduado en Harvard para saber cómo manejar un bate con infalible exactitud.
—Conseguiré el dinero —prometió—. Pero tienes que darme algo de tiempo.
—Tienes tres días. —Levantó dos dedos—. Y volveré para cobrar. —Luego se fue
pavoneándose.
Mallory decidió que no le diría lo del papel del baño que tenía pegado en el dorso del
zapato.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—Hmm. Viajar a Inglaterra para ser el juguete de un conde asquerosamente rico adicto
al sexo con una licenciatura en zonas erógenas que está escribiendo su tesis doctoral
sobre el punto G, o quedarme aquí en Nueva York y arriesgarme a ser atracada, tirada
enfrente de un tren en marcha, bombardeada, expuesta a mosquitos mortíferos y guerras
biológicas. No veo cómo puede ser difícil para ti esta decisión, cariño.
Mallory dejó de pasear y se giró para mirar a su mejor amiga desde su nacimiento,
Freida Feldman, una princesa judía-americana dura como el acero. Si alguien se parecía
menos a Frieda, era la chica rubia que estaba delante de Mallory, a quien ella llamaba
Freddie, para consternación de la señora Feldman.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Ella y Freddie eran un abanico de contrastes. Mallory medía apenas 1.61 frente a los
1.79 de Freddie. Mallory tenía la tez color aceituna. La piel de Freddie era de un cálido
marrón que duraba todo el año. Mallory había sido maldecida con un largo y liso pelo,
mientras Freddie había sido bendecida con unos rubios y ondulados rizos perfectos para
un anuncio de L’Oreal.
Los dones del cielo de Freddie también incluían unas largas piernas sin fin, un
abundante busto, una sonrisa Colgate, y una ronca voz que podía seducir tan fácilmente
como podía reducir a un hombre a una pila de ardientes escombros con sólo pronunciar
una palabra.
—No dije que estuviese considerando la idea —dijo Mallory, deseando que fuese
mentira. Pero lo cierto era que sus opciones habían caído hasta el punto más bajo.
Se había estado devanando los sesos toda la tarde, encontrado algunas pocas ideas.
Pensó en vender algo, pero no tenía nada propio que pudiese vender por tanto dinero. Y
su cuenta corriente no estaba en mejor forma.
¿Quién creería que la semi-triunfante novelista de romances, Zoë Wilde, tenía una
suma total de sólo cuatro mil dólares en el banco? Y la mayoría del dinero estaba
destinado a pagar las facturas y el alquiler.
Había tenido más dinero hasta que había pillado a Genie robando -por tercera vez- y
había tenido que pagar una fianza de quince mil dólares o dejar a su hermana en el
talego.
—No mires la oferta del conde como un trabajo —dijo Freddie alargando las palabras
mientras admiraba su manicura—. Míralo como sexo a cambio de arrendamiento.
—¿Quieres ponerte seria? Si no le doy ese dinero a Bruno, Genie se levantará del
suelo sólo hasta las rodillas en concreto.
—O por debajo con Jimmy Hoffa.5
—Gracias por hacer que una mala situación parezca aún peor.
—Soy judía. Llevo en la sangre lo de ser cínica. Viene de miles de años de esclavitud y
persecución.
—¿Podemos ceñirnos al tema? ¿Cómo voy a poder echarle mano a tanto dinero tan
rápido?
—¿Robando un mini-market? No. —Freddie negó con la cabeza—. Olvídalo. No habría
suficiente dinero en metálico. Necesitas birlar un banco. Tu madre sabe pasar
desapercibida, así que mi consejo sería que la dejases entrar y atracar al cajero mientras
esperas en el coche de huída.
—Oh, es una idea original. Mi madre y yo podemos compartir la celda.
Freddie hizo una mueca.
—Me dan escalofríos tan sólo pensar en compartir una celda con mi madre. Tendría
que escucharla regañarme durante los próximos diez o veinte años porque no me casé
con Marty Klein, el rey charcutero. Veintidós tiendas en el área de los tres estados 6. Uno
pensaría que con todo ese dinero el hombre se podría haber circuncidado.
—¿Podemos volver al tema? Bruno. Dinero. Nudilleras.
—¿No puedes simplemente pedirle a Bruno una prórroga?
—Estoy segura de que accederá. Entonces sólo me destrozará una rótula como
garantía.
Freddie pareció horrorizada.
—¿Y dejarme a mí el trabajo de empujarte por ahí? No creo. Simplemente
solucionemos el problema de forma fácil y rápida. Te dejaré el dinero.
5
Sindicalista estadounidense que murió en misteriosas circunstancias. Su cuerpo nunca fue encontrado.
6
Área alrededor de Nueva York donde se encuentran Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Mallory ya había contemplado pedirle a su amiga un préstamo. Freddie era una niña de
papá que nunca había tenido que trabajar ni un día de su vida mientras Mallory había
tenido que arrastrarse por cada moneda. Sabía que llegado el momento, podría
devolverle a Freddie el dinero, pero sería demasiado parecido a aceptar caridad.
Mallory suspiró.
—Te lo agradezco, pero no. No puedo esperar que arregles el problema.
—Entonces, ¿por qué no aceptar la oferta del profesor de sexo? Dios sabe que podrías
conseguir un buen polvo.
Había que dejarle a Freddie lo de ser directa.
—Esto es estrictamente negocios.
Freddie ladeó una perfectamente depilada ceja rubia.
—¿Oh? Bueno, si ese es el caso, ¿de qué te preocupas?
Claro, de qué, pensó Mallory.
Pero, siendo honesta consigo misma, tenía que confesar cierto grado de curiosidad por
el hombre que había hecho un pedido tan insólito. Imaginaba que tenía que ser el misterio
que significaba el hombre, como si fuese una concursante de “Let’s Make a Deal” 7
esperando a saber qué había tras la puerta número tres.
Era bastante triste el decir que la poco ortodoxa oferta del conde era la cosa más
interesante que le había pasado en mucho tiempo. Su vida personal se había deteriorado
hasta el punto que escuchar una charla sobre la historia del fertilizante se consideraba
apasionante.
Podría escribir sobre escalar el Everest, ¿pero lo había hecho alguna vez? ¿Había
explorado las pirámides? ¿Visto los blancos acantilados de Dover? ¿Tirado una moneda
en la Fontana Trevi? ¿Comido fondue en Suiza?
No, no y otra vez no.
—¿Entonces cómo es físicamente este tío del hunka-hunka amor ardiente8? —inquirió
Freddie—. Personalmente, me imagino a Johnny Wad9 con un abrigo de tweed.
Mallory imaginaba que con su suerte Dexter Harrington recordaría a los Son of Sam 10 y
que probablemente estaba maquinando llevar a cabo con ella experimentos sacados de
Hitchcock.
—No lo sé. Busqué una foto suya en internet, pero todo lo que pude encontrar fueron
unas pocas páginas con algunos de sus ensayos publicados.
¡Y menudos ensayos aquellos!
Fisiología y Patología de la Erección del Pene.
Sobre Ratas y Hombres: Aproximación Comparativa a la Sexualidad Masculina.
El Mecanismo de la Excitación Humana Femenina.
Y el favorito de Mallory y más espantoso: Esquizofrenia y Sexualidad. Qué tenían que
ver la una con la otra era algo que Mallory no quería investigar demasiado a fondo.
Después de aquellas pequeñas aclaraciones, debería haber telefoneado a Kate y
exigirle que le dijese al sin duda lacayo del conde que su patrón podía quedarse su billete
de primera clase, el substancial dinero que le había ofrecido por su valioso tiempo, y su
biblioteca con casi cien mil libros, y zambullirse de cabeza en su trabajo sobre
Contribuciones Cognitivas y Afectivas de la Función Sexual.
Por otra parte, la realidad de su situación actual era perder el tiempo en las calles
llamando a una adolescente que se había ido a paseo, quien, Mallory notó con una
7
Programa estadounidense “Let’s Make a Deal” en el que se ofrecían tratos a los concursantes.
8
Famosa canción de Elvis: “Hunka-Hunka Burning Love”
9
Famoso rey del porno
10
Supergrupo de Horror punk/Death Rock ideado por Todd Youth
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
sonrisa de satisfacción, le había hecho un corte de mangas a Bruno por encima del
hombro.
Chicas de Nueva York, dos. Bruno el gilipollas, cero.
Ahora, si tan sólo Mallory pudiese librarse de Bruno igual de fácil. Puesto que la
posibilidad parecía altamente improbable, tenía que considerar la única opción presente.
La oferta del conde.
Si aceptaba el trabajo del misterioso Dexter Harrington, podría pagar a Bruno con el
anticipo que le pediría al conde que le diese, condición número uno, y todavía mantener el
orgullo intacto, al igual que Genie sus miembros.
Mallory tomó la decisión. ¿Qué otra elección tenía? A menos que apareciera un mágico
corredor de apuestas e hiciera que Bruno desapareciese en un soplo de humo,
regresaría.
Como decía el Padrino, le habían hecho una oferta que no podía rechazar.
—Iré —Freddie simplemente la miró—. ¿Me oíste? Dije que iré.
—Te oí.
—¿Y? ¿No tienes nada que decir?
—Sí… pero estoy esperando a oír la voz de Dios saliendo de una zarza ardiente puesto
que éste es un día de milagros.
Mallory ignoró la nada atractiva ocurrencia de su amiga.
—Quiero que vengas conmigo.
Freddie era como un bulldog en lo referido a hombres. Si las cosas se le iban de las
manos con el conde, Freddie lo trataría con brusque… al estilo Feldman.
—¿Ir contigo? ¿A la tierra del té, los bollos y Sir Elton John?
Mallory asintió.
—Siempre hemos hablando de ir a Inglaterra juntas. Ahora podemos.
Lo quisiera el conde o no. Condición número dos.
Freddie se reclinó contra los cojines del sofá y la miró durante un rato.
—Sabes, cariño, no puedes usarme siempre como apoyo. Algún día tendrás que
levantarte tú solita sobre tu pequeña talla 36 de pie.
—No te estoy usando como apoyo. —Pero una pequeña voz le preguntó a Mallory si no
estaba haciendo justamente eso—. Y gasto un 37 de pie.
—Sólo señalo la posibilidad de tu sofocante dependencia hacia mí.
Mallory se permitió una fulminante mirada hacia su amiga.
Freddie se encogió de hombros.
—De acuerdo. Iré. No me vendría mal un cambio de escenario. Pero me niego a viajar
contigo con ese aspecto.
Mallory bajó la vista a sus desgastados vaqueros y a su camisa rosa ligera extra larga
con las sucias huellas de un perrito en ella, adquirida cuando Duque había decidido tomar
el sol en un charco de lodo en el parque amotinándose cuando ella había intentado
engatusarlo para salir. Aún así, dijo:
—¿Con qué aspecto?
—Contigo llevando ropa dos tallas más grande. Tu ardiente conde va a pensar que
tienes alguna enfermedad genética.
—¡No es mi ardiente conde!
Una maliciosa sonrisa encendió la cara de Freddie.
—Pero podría serlo.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 2
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Mallory no se dio cuenta de que alguien le hablaba mientras su cerebro calculaba las
repercusiones de golpear a Freddie con su propio zapato.
Freddie movió la cabeza hacia algún punto detrás de Mallory.
—Te están llamando, Bubee11
Los anudados músculos de Mallory provocaron que se diera la vuelta con un tirón. Su
bolso golpeó al hombre de detrás de ella.
—¡Oh, lo siento!
Él se frotó el brazo y sonrió.
—No se disculpe querida muchacha. La he asustado.
Hablaba con un preciso acento inglés y Mallory se dio cuenta con sobresalto que ese
hombre debía ser Dexter Harrington. El alivio corrió a través de ella.
Su imagen mental había estado del todo equivocada. No era ningún demonio con la
palabra "sexo" tatuada en la frente con grandes letras y baba goteándole de la mandíbula.
Sus ojos no eran saltones como los del asistente del Dr. Frankenstein, Igor. Y refutaba
completamente la predicción de Freddie de que tendría una joroba y destacaría como un
ministro Baptista en el Mardi Gras.
En lugar de eso, sus facciones eran bastante agradables. Pulcro pelo castaño, corto.
Amistosos ojos café con leche. Sus dientes eran el sueño de un ortodontista, derechos y
blancos. Una mandíbula cuadrada hablaba de una naturaleza sensible. Y tenía una
constitución delgada. Se detuvo a sólo una pulgada de Freddie, quién, según Mallory
notó, miró su región inferior más bien abiertamente. Mallory clavó el tacón de su zapato
en el pie de su amiga.
—¡Uy! ¿Por qué hiciste eso?
Habló por encima de la queja de Freddie:
—Encantada de conocerlo, Señor, er, digo, Lord Harrington. —Extendió la mano.
Una cálida mano la agarró.
—Mi nombre es Cummings.
¿Cummings? ¿Cómo el del secretario del conde? ¿El que la proveería de sus
servicios? El enojo hizo vibrar los nervios de Mallory. ¿Había viajado todo este camino y
sufrido las agonías del vuelo 666 para no ser recibida por Dexter Harrington sino por su
empleado?
—El conde tenía negocios que atender y les manda sus disculpas por no venir el
mismo —dijo Cummings, como si le leyera la mente.
—Lo entiendo.
—Aquí, permítame. —Tomó su maleta.
—Hola. —Freddie le tendió la mano, algo que no podía ignorar—. Soy la torpe
asistente de la Señora Ginelli y persona non grata, Freddie
Cummings le sacudió la mano y sorpresivamente no se demoró como la mayoría de los
hombres.
—Encantado de conocerla Freddie… Qué nombre tan insólito. —Antes de que Freddie
pudiera formular una réplica, dijo—. Por favor síganme —y comenzó a caminar
alejándose.
Freddie frunció el ceño.
—¿Qué quiso decir con insólito?
Mallory se encogió de hombros.
—No lo sé ¿Qué significa para la demás gente insólito?
—¿Es alguna mancha británica en mi reputación que se lee entre líneas en mi nombre?
11
Anglicismo de índole sexual mezcla de las palabras boobs (tetas) y pubes (pubis).
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Mallory escondió una sonrisa. Claramente su amiga estaba perturbada por algo más
que el comentario inocente de Cummings. Freddie había recibido la primera dosis de esa
fea medicina llamada indiferencia.
Cummings no lo sabía aún, pero había sido consignado a la condenación eterna,
porque no había babeado como el perro de Pavlov a ver a Freddie.
Mallory sospechaba que Cummings era de la clase de hombre que miraba bajo la
superficie y buscaba la belleza interna en lugar de la externa. Vaya, eso era insólito.
Con un sobresalto Mallory comprendió que estaban aún plantadas en la desgastada
alfombra azul del aeropuerto mientras Cummings se desvanecía en la distancia. Con paso
rápido, se lanzaron tras él.
—Buen culo —Freddie se sintió inclinada a apuntar antes de agregar—, para un
engreído inglés.
Mallory fulminó a su amiga con una mirada de enojo.
—¿No tienes vergüenza?
—Ninguna en absoluto —replicó ella, entonces suspiró—. Qué mal que sólo sea el
secretario. Probablemente es gay.
—Sólo porque sea el secretario no quiere decir que sea gay.
—Bueno, tampoco le da un alto puesto en la escala de la heterosexualidad.
—¿En qué siglo vives? Hay enfermeros hombres, bibliotecarios hombres, estilistas
hombres.
—Cierto. Y todos se lo hacen salvajemente con otros.
—¿En qué momento tu cerebro se redujo al tamaño de una nuez? ¿No sabes que una
mente cerrada es una mente vacía?
—Muy bien Señorita Todos Somos El Mundo. ¿Conoces alguna mujer que salga con
alguno?
—No, pero…
—He demostrado mi caso.
Eso debería haberlo terminado.
Pero eso no evitó que señalara a Cummings.
—Mira cómo camina el hombre.
Mallory se dijo a sí misma que fingiera tener una reacción retrasada a la presión de
cabina y que había perdido temporalmente el oído, pero su instinto de conservación la
había abandonado cuando el vuelo del infierno había tomado un desvío sobre el Triángulo
de las Bermudas.
—¿Qué pasa con su manera de caminar?
—Es demasiado erguida. —La mejor lógica de Feldman.
—¿A diferencia de otros Homo sapiens que se deslizan por el suelo sobre sus
vientres?
—Sus hombros están muy rectos, como si tuviera una barra de acero metida en el…
—Eso, se llama buena postura.
—Va demasiado tieso.
Mallory sacudió la cabeza.
—Sólo porque su lengua no salió fuera de su boca e hizo un charco en el suelo cuando
te vio no significa que el hombre sea gay.
Freddie la ignoró.
—En cualquier caso, ¿qué hombre de pelo en pecho lee novelas románticas? Si eso no
es un medidor de maricas, no sé qué lo es.
Mallory comprendió que no podía razonar con su amiga, Además estaba demasiado
cansada para argumentar. Finalmente, Freddie se calló.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Cuando alcanzaron el exterior del aeropuerto a Mallo le palpitaban los pies como si
hubiera andado sesenta kilómetros con tacones. Ahora entendía lo que el hombre al otro
lado del pasillo en el avión había querido decir cuando dijo que la Terminal 4 estaba sobre
la franja de los límites exteriores, y que era un universo en sí mismo. Totalmente cierto.
Cummings le hizo señas a un despampanante Rolls Royce gris pizarra estacionado
junto a la acera. Un hombre con una prístina chaqueta y pantalones negros se apoyaba
contra la puerta del conductor. Se quitó la gorra negra de chofer revelando una pálida
calva.
—Bienvenida a Inglaterra, Señorita Ginelli.
—¿Gracias…?
—Wheatley, señorita.
—Gracias Wheatley. —¿Es que nadie tenía nombre de pila?—. Por favor, llámeme
Mallory.
Wheatley asintió con la cabeza, entonces les pidió los resguardos del equipaje y
desapareció dentro.
Cummings abrió la puerta trasera del Rolls.
—Después de ustedes, señoritas.
Tan pronto como se sentaron en el lujoso interior del coche, Freddie, siempre a la
ofensiva, le preguntó a Cummings directamente:
—¿Eres gay?
Mallory gruñó.
Cummings elevó una ceja con la diversión merodeando en su mirada.
—No, ¿y usted?
—¿Yo? —Freddie pareció como si Cummings la hubiera acusado de comprar en la
tienda de todo a un dólar—. ¡Por supuesto que no!
—Presumo que eso da el tema por concluído, entonces…
Antes de que Freddie pudiera plantear una pregunta más provocativa que la última,
Mallory dijo:
—¿Cuánto tiempo ha estado con el conde, Cummings?
—Cerca de quince años. Fuimos juntos a Oxford.
Casi pudo escuchar al cerebro de Freddie zumbar cuando la pregunta escapó de labios
de su amiga.
—¿Fuiste a Oxford?
—Efectivamente —replicó Cummings claramente sin la intención de explicarse más.
—Como si eso lo explicase todo —aulló Freddie—. Un secretario hombre, lector de
romance con un título de Oxford. Ahora lo he escuchado todo.
—Sí… imagino que lo ha hecho.
La sonrisa de Freddie se vino abajo.
—Escucha…
Mallory rápidamente le colocó una mano sobre la boca de a amiga antes de que una
letanía de palabras de cuatro letras12 saliera de ahí.
—Discúlpela, bebió mucho en el avión.
La expresión de Cummings demostró claramente sus dudas sobre la validez de su
explicación y expresó la sospecha sobre que la locura recorría a la familia de Freddie
Le lanzó a Freddie un último vistazo antes de posar sus agudos ojos castaños en
Mallory.
—Estoy seguro de que tiene curiosidad acerca del por qué ha sido convocada.
12
Los tacos o palabrotas en Inglés se dice que suelen tener siempre cuatro letras.
19
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 3
20
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
nalgas fabulosas.
Protestó Silenciosamente. Estaba bien, si a una le gustaba el tipo de dios Griego. A ella
no. Prefería hombres que no tuvieran los hombros de un defensa.
—Intrigante —refunfuñó el hombre, dando vuelta para afrontarla con algo zumbando
detrás de aquellos extraños ojos azul grisáceos.
En vez de exigirle que sacara su persona de su cuarto, Mallory dijo concisamente:
—¿Qué te intriga?
—¿Hmm? —Su mirada se centró en ella, un ceño levemente fruncido arrugaba su
frente como si apenas hubiera sido consciente de su presencia.
—Te pregunté qué te intriga tanto.
—Su amiga.
Mallory no se sorprendió. Los hombres no podían resistirse a Freddie. Obviamente el
profesor del sexo había sucumbido en el mismísimo instante en que había estado en su
presencia. Mallory no podía entender por qué se sintió molesta por aquel descubrimiento.
Bien, al menos no tenía nada por lo que preocuparse. No sería sometida a ningún
inesperado avance sexual o a insinuaciones lujuriosas ni sería perseguida alrededor de
un escritorio. Y así era exactamente como lo quería. Sólo negocios. ¿No?
—¿Qué pasa con ella? —preguntó Mallory, esperando que comenzara a ensalzar la
belleza de los ojos de Freddie, la plenitud exuberante de sus labios.
En cambio, él contestó:
—Parece que su amiga está enamorada de Cummings.
Las cejas de Mallory se elevaron hasta el nacimiento de su pelo.
—¿Freddie? Enamorada de... ¿Mi Freddie... la única que precisamente... y Cummings?
—¿Tienen usted y la señorita Feldman alguna clase de dificultad en el habla? Podría
ayudarles con eso si les parece. Es simplemente una cuestión de...
—¡No tengo ninguna dificultad en el habla! —Mallory tiró con tanta fuerza de la colcha
que la sacó del final de la cama—. Estoy simplemente asombrada por su ridícula
observación. —Tú, gran payaso hermoso—. Esto es tan absolutamente descabellado que
no requiere comentario. —Pero lo comentó de todos modos—. Si alguien está
enamorado, ése es Cummings. Todo hombre cae enamorado de Freddie tan pronto como
ella parpadea con esos ojos azules.
Con el dedo índice, su anfitrión deslizó de un empujón sus gafas hacia arriba y luego
colocó bien la mona.
—Tonterías, madam. Como puede haber notado, yo no he sucumbido. Quizás si usted
comprendiera la forma psicológica detrás de esa emoción llamada “amor”, podría
reconocer las particularidades y matices del lenguaje corporal.
¿Esa emoción llamada amor? Eso sí que era desagradablemente frío e impersonal.
—Sospecho que su reacción guarda correlación con una, más fundamental, línea de
pensamiento de estilo lineal —continuó—. Y quizás no observa la escena como un todo
cohesivo.
¿Un todo cohesivo? ¡Ah, ella le daría un buen todo cohesivo, uno que no olvidaría
enseguida!.
—Si Freddie tuviera un hacha, Cummings tendría una cabeza menos ahora mismo.
El conde la contempló con expresión aburrida.
—Si insiste, pero déjeme concluir mi analogía.
—Cuán grosero por mi parte interrumpir. Como si no fuese grosero el que hubiera sido
repentinamente despertada, empapada con un vaso de agua fría, o tuviera a cualquiera
sugiriendo que soy estúpida o que no conozco a mi mejor amiga... y todo antes del
desayuno, nada menos.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 4
25
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—La muchacha no servirá —le dijo Dexter a Cummings, mientras buscaba sus notas
sobre frigidez e impotencia escondidas en algún sitio entre los ordenadamente
desorganizados montones que parecían reproducirse cada varios días. Cada vez que
entraba en su oficina, tenía que conducirse por un laberinto para encontrar el escritorio—.
No sé en qué podías estar pensando. Parece una niña. Como podría ayudarme con mi...
—limpió su garganta—... problema.
—No es una niña, Dex. Tiene veintiséis años. Y tú tienes sólo treinta y dos. No eres
Matusalén.
Dexter resopló.
—Tengo un par de mocasines que parecen más viejos que ella. ¡Al demonio con todo!
¿Dónde diablos están esos papeles?
Cummings se levantó de su asiento delante del macizo y desordenado escritorio de
Dexter y recuperó una carpeta de en medio de un montón desordenado de papeles y
recortes de artículos de periódico.
—Aquí. Ahora, sobre la Señorita Ginelli... —incitó Cummings, volviendo a su silla.
Dexter hojeó la carpeta.
—¿Qué pasa con ella? Como dije, no veo cómo podríamos funcionar bien como un
equipo, considerando el proyecto. Esperaba a una mujer madura. No a una niña que
parece como si debiera estar en una de mis clases de estudiantes de primer año.
—¿Por qué tiene importancia lo que parezca o su edad? Si puede ayudarte con tu, er,
problema, entonces no veo la cuestión.
Dexter frunció el ceño, pensando en la mujer tamaño duende que lo había desafiado
mientras yacía en medio de una cama que casi la engullía.
No había pensado invadir su intimidad, pero Rosie había saltado de sus brazos y
entrado como una flecha en la habitación antes de que pudiera detenerla. Sus paseos por
delante de la puerta del dormitorio de su invitada durante media hora no habían tenido
nada que ver con el comportamiento inquieto de Rosie, se aseguró a sí mismo.
Quizás había estado levemente curioso por verla a la luz de día, solamente para
asegurarse de que su mente había exagerado lo que sus manos habían sentido cuando
llevó su figura durmiente a uno de los dormitorios libres la noche anterior. Una masa
sedosa de mechones negros había velado su cara cuando se acomodó contra su pecho,
frotando su mejilla de acá para allá sobre su camisa y ronroneando como una gata
contenta.
Se dijo que fue simplemente la dinámica del macho de la especie y la necesidad
inherente de ser el protector lo que había hecho que su corazón diera un redoble cuando
la sostuvo. Tales sacudidas no eran nada más que una reacción biológica y un
componente de miles de años del comportamiento del macho adaptado.
A pesar de eso su conciencia lo aguijoneaba, diciéndole que era más que esto. Algo en
Mallory Ginelli le asustaba de muerte y de aquel miedo había nacido la ridícula idea de
hacerla participar en un examen sexual. Ésta era la única cosa que su mente aturdida
había podido componer con tan poca antelación.
Quizás pensó que su petición la ofendería y se marcharía. ¿Quizás estaba llamando al
aeropuerto en aquel mismo instante? Una parte de él se sintió aliviada por la perspectiva.
Pero una parte más grande estaba frustrada, advirtiéndole de que tomaba otra vez la
salida fácil y no afrontaba el problema.
—¿Leíste el libro que te dejé? —preguntó Cummings—. Marqué capítulos específicos.
La mirada de Dexter fue hasta el libro en rústica titulado Ahora y para Siempre, por Zoë
Wilde. Había alargado la mano para cogerlo algunas veces, pero no podía justificar la
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
lectura de algo que no tenía ninguna base en el hecho teórico, y que era, a pesar de sus
intenciones y objetivos, ficción.
¡Ficción! ¿Qué podía aprender de tal asunto? La idea de recabar alguna cosa incluso
remotamente útil de una publicación que sacaba las hipótesis del aire parecía
evidentemente ridícula.
Y él era profesor. Un hombre conocido por hablar eruditamente sobre aquellas cosas
impregnadas en rigor. Si no podía ser pesado o medido, simplemente no existía.
Sin embargo, para su gran consternación, las novelas románticas se deslizaban en el
estudio de la sexualidad de un modo indirecto, Mallory Ginelli y él tenían algo en común.
Ambos trataban con los misterios del comportamiento humano.
Un ejemplo de ello era el archivo que sostenía en su mano, un estudio a fondo de
Madame Bovary. Emma Bovary habría sido una ávida lectora de novela romántica. Vivió
de cita en cita, de amantes a escondidas, sedienta de la excitación de un toque secreto,
un abrazo prohibido.
A pesar de esto, su obsesión sería finalmente su perdición. Adoraba amar y fue por lo
tanto cegada por aquella necesidad oscura, permitiendo a la insinuación verbal y al
engaño deliberado romper su resistencia, haciéndola capitular al hambre primitivo en su
interior.
—“En mi alma, pareces una Virgen en un pedestal, reverenciada, pura, e inmaculada”.
Dexter no se dio cuenta de que había recitado las palabras en voz alta hasta que
Cummings murmuró con sequedad:
—Bueno, Dex, me siento halagado.
Dexter frunció el ceño.
—No seas tonto.
—Pero es para lo que vivo. ¿Por qué negármelo?
—¿No tienes nada que hacer?
—¿Sabes, Dex?, si te pusieras así de poético con una mujer, podrías descubrirte
siendo llamado el doctor del sexo por más de una razón.
El ceño de Dexter se hizo más profundo, pero no hizo ningún comentario. ¿Qué podía
decir? Cummings había acertado.
Hablar. Eso era parte del problema. No era que no hubiera tratado de decir sus
pensamientos a una persona para la seducción femenina, pero siempre que abría la boca
para decirle a una mujer que era bonita, lo qué salía era: “¿Por qué algunas mujeres
dotan a los hombres con el poder de dominarlas?”
Huelga decir que la conversación terminaba rápidamente después de eso.
Simplemente no sabía qué decir o hacer con las hembras. Difícil de creer considerando
su campo de estudio. Aunque la fría verdad era, que era inmensamente mediocre y
fascinantemente tedioso, que era por lo que siempre lo sorprendía cuando una mujer se
acercaba a él de un modo puramente hormonal. Y lo hacían. De hecho, en número
considerable.
Una buena cantidad comentaron que se parecía a algún individuo llamado Kevin Sorbo,
quienquiera que fuera. A pesar de eso, siempre que Dexter intentaba deslumbrar a una
fémina con su brillante replica ingeniosa y el encanto de Ernest Rutherford, todo que le
salía era una observación clínica.
Podra hablar durante horas del fenómeno del síndrome del macho “suave” causado por
el alejamiento de la figura del padre y el papel predominante de una madre demasiado
protectora. Pero las mujeres, había descubierto, no querían oír sobre ciencia, y la ciencia
era todo lo que él conocía.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
cabelludo arda como si estuviera siendo masajeado por Lucifer. ¿Sabes qué me dijo la
mujer cuándo imprudentemente -y nunca más, tenlo en cuenta- traté de elogiarla?
—Estoy del todo expectante con el asombro.
—Dijo que vomitaría, pero que eso sería un derroche de buen vómito. ¡Las malditas
cosas que hago en nombre de la ciencia!
Dexter se rió silenciosamente entre dientes, disfrutando de la consternación de su
amigo, sobre todo porque Cummings estaba un poco perturbado.
—Hmm. Me parece recordar un intrigante sobrenombre que te dio. Pero, ¿cuál era?
Cummings frunció el ceño.
—¿Jefe Nube Negra?
—No, ese no.
—¿El eslabón perdido?
—No.
—¿Sabelotodo?
—No.
—¿Calígula?
—No.
—¿Una gran bolsa de ¡no me digas!?
Dexter sacudió su cabeza y luego se rascó la barbilla pensando.
—¡Ah sí! Ahora lo recuerdo. Arándano Bobo. Bastante divertido, ¿no crees?
—No, juro que no—dijo Cummings con los dientes apretados—. Y no me reiría tan
rápidamente, amigo mío. Dijo que tú parecías una bolsa de gas sobrehinchada y que
probablemente eras tan divertido como nadar desnudo en un barril lleno de medusas
vivas.
—¡Al infierno con lo que dice!
—¡Ah! No es tan agradable, entonces, ser el receptor final, ¿verdad?
No, pensó Dexter, pero esto probablemente no le picaría tanto si no fuera la verdad.
—Claramente la muchacha no ha resultado ser un enigma encantador.
—Una obra maestra de subestimación si alguna vez escuché una. Pero basta de
intentar cambiar de tema. ¿Leíste el libro de la Señorita Ginelli o no?
—O no —contestó Dexter bruscamente, sintiéndose inclinado a no hablar de ese tema
—. No he tenido tiempo. Tenía una conferencia que preparar sobre Madame Bovary,
definiendo la dinámica del comportamiento sexual y social aberrante que se manifiesta en
una disfunción femenina.
Con un suspiro apenado, Cummings se levantó de la silla.
—Te quedaste sin tiempo, Dex. Tienes que dejar de evitar la cuestión. La muchacha
está aquí. Y tu futuro está en juego. —Dicho esto, su amigo se dio vuelta y dejó la
habitación.
Dexter bajó la carpeta en su mano y contempló la puerta, reflexionando sobre las
palabras de Cummings.
Se te acabó el tiempo.
Condenado hombre, ¿por qué tenía que tener razón?
Echó una mirada al libro de Mallory, su mano apretándose y aflojándose en su costado.
—Demonios —murmuró y lo agarró. Se sentó hundiéndose en la silla detrás de su
escritorio, abrió el libro de golpe por el capítulo que Cummings había marcado y comenzó
a leer.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Despacio, Dexter cerró el libro, llenó lentamente los pulmones de aire, e hizo su
primera observación. Estaba sudando.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 5
Mallory observó sin parpadear las dos hojas de papel situadas delante de ella que
componían tan importante encuesta, cuyo propósito todavía tenía que descubrir, pero que
sospechaba no tenía nada que ver con sus opiniones sobre el sexo -especialmente
cualquier noción preconcebida que pudiera tener sobre la longitud media del pene de un
hombre, la primera cuestión-, y más bien con poner a prueba su entereza. No debería
enfadarse por el infantil intento del conde de ponerla nerviosa.
Pero lo estaba, y mucho. Sin duda.
—En realidad no puedes querer que responda a estas preguntas, ¿verdad? —
preguntó, complacida de que su tono hubiera alcanzado el perfecto equilibrio de
indignación, resentimiento y censura.
Unos ojos que parecían azul plateado en la apagada luz, se elevaron con ociosidad
para encontrar los suyos.
—¿No puedo? —Su cara presentaba su habitual máscara de seriedad—. Oh, pero le
aseguro, Señorita Ginelli, que puedo… y lo hago. —Como si el asunto estuviera decidido,
bajó la mirada de nuevo a sus papeles.
—¿Para qué?
La miró por encima de la montura de sus gafas.
—¿Perdón?
—¿Para qué necesitas mis respuestas?
—Para nuestro proyecto.
—¿Qué es…?
—Lo explicaré a su debido momento.
A este paso, estaría curándose las heridas que le infligiría ella antes de que tuviera la
oportunidad.
Mallory suspiró interiormente. ¿De qué servía discutir? ¿No era un poco demasiado
tarde para protestas? El Adonis de metro noventa con gafas se había mostrado reservado
desde el principio mismo. Así que, ¿por qué debería esperar más ahora? Además, de
alguna manera, había vendido su alma al Doctor Dexter Harrington.
El precio de venta: unos meros veinte mil dólares.
Sin embargo, pensó Mallory con una lenta sonrisa, eso no significaba que tuviera que
hacer las cosas a su manera. Afortunadamente, el Buen Señor la había bendecido con
una mente creativa.
Usando esa imaginación, tomó bolígrafo y papel en la mano y realizó la encuesta en
tiempo récord.
—Acabada —gorjeó, poniéndola de golpe encima del material que el conde estaba
examinando concienzudamente.
Mallory arqueó esa ceja que decía “las payasadas infantiles no son necesarias” y
entonces se volvió a sentar en la silla. Esperó su primera reacción. No tardó mucho.
Lentamente, Dexter dirigió la mirada hacia la parte de arriba de los papeles, con aspecto
nada satisfecho.
—¿Pasa algo? —inquirió ella con fingida inocencia.
—Por supuesto que no. ¿Por qué tendría que pasar algo?
No lo sé. ¿Tal vez porque puse que la longitud media de un pene erecto son 55
centímetros? Nunca había dicho que ella no pudiera escribir sus propias respuestas.
—Sus respuestas son de lo más originales.
Lo obsequió con una brillante sonrisa.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
14
John Locke (1632-1704), fue un pensador inglés considerado el padre del empirismo y del liberalismo.
15
Bertrand Russell (1872-1970), tercer conde de Russell, fue uno de los más distinguidos filósofos y
matemáticos del siglo XX. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1950.
16
Platón (427a.C. - 347 a.C.), fue un filósofo griego, uno de los pensadores más originales e influyentes en
toda la historia de la filosofía occidental.
17
El sánscrito es un idioma de la familia indoeuropea. Es utilizado principalmente como lenguaje ceremonial
en los rituales hindúes, en la forma de himnos y mantras.
18
Romance Writers of America (RWA), es la asociación nacional norteamericana para autores de novela
romántica, tanto publicados como los que aspiran a ello, que cuenta con más de 9.500 miembros.
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mostrarles las delicias de la carne. —Su señoría lanzó una mirada avergonzada en su
dirección—. Eh, o al menos eso es lo que creo.
—Ya veo. ¿Y fue alguna extraña fantasía que tuviste la que me trajo aquí? Si es así, ya
puedes olvidarla. No soy el juguete sexual de ningún hombre.
Él enarcó una ceja.
—¿Juguete sexual?
Por primera vez, Mallory vio algo más que una insulsa mirada científica.
¡Había sido reemplazada por diversión! ¡Se estaba riendo de ella!
—Madam, no tengo intención de atacarle. Le doy mi palabra de erudito y caballero que
hacer el amor con usted es la última cosa que tengo en mente… la última.
La última, imitó interiormente. Había dejado claras sus intenciones. ¿Era necesario que
se las lanzase con un golpe frontal?
—¡Bien! Porque de todos modos, estoy pillada. —La mentira salió de la nada. Pero
tenía que salvar su orgullo. Además, se alegraba de haber aclarado ese asunto. Que este
tipo supiera que no iba a haber sexo… aunque se preguntara si su torso era tan sólido
como parecía bajo la camisa de sarga de color azul claro que llevaba.
—¿Está pillada?
¿Por qué tenía que sonar tan incrédulo? ¿Era tan difícil imaginarla con un novio? ¿Tal
vez incluso con un prometido?
Era guapa. Era alegre. Tenía mucho que ofrecer.
Entonces, ¿por qué estás sola?
—¡Es cierto, estoy pillada! Así que guárdate las manos para ti mismo.
Se reclinó en la silla y la observó.
—No sabía nada de eso.
—¿Y por qué deberías saber algo de esto? No es como si mi vida fuera asunto tuyo. Tú
tienes sus secretos. Bien, ¡yo tengo los míos!
El buen humor de él se fue ante su comentario.
—Esto será todo por ahora —masculló él, inclinando la cabeza de nuevo sobre sus
papeles.
¿De verdad le estaba mandando irse? ¿Cómo a una sirvienta?
—Puede que tú hayas acabado conmigo, pero yo no acabé contigo. Quiero algunas
respuestas. Ya he tenido suficiente de intrigas y misterios. Quiero saber cuál es este
“trabajo”
—Lo sabrá. Todo a su…
—Debido tiempo. Me estoy cansando de oír eso. Sólo porque pagaras por mis servicios
no significa que tenga que aguantar ser tratada como ayuda contratada.
—Ciertamente ésa no es mi intención.
—¿Cuál es tu intención?
—Todo…
—No lo digas —le advirtió ella con los dientes apretados—. Cada vez que escucho
esas cinco palabras, me siento como la gente en ese sketch de Abbott y Costello19, que se
vuelve loca cuando Costello menciona la Compañía de Sombreros Susquehanna.
—¿Abbott y Costello?
—No me digas que tú… no importa. Mire, quiero saber por qué estoy aquí. Mi tiempo
es muy valioso.
19
Abbott y Costello fueron los componentes de un dúo cómico estadounidense que trabajaron en la radio,
televisión y cine, representando papeles muy variados. Es una de las parejas más populares en la historia de
la comedia.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
La vulnerabilidad destelló en los ojos de ella durante un breve momento, antes de que
levantara la barbilla, mostrando una buena cantidad de orgullo junto con su temperamento
ardiente.
—He llegado hasta aquí. Bien podría quedarme unos cuantos días más.
Dexter asintió, preguntándose el porqué del alivio que sentía.
—Nos dirigiremos a Braden Manor, mi casa de campo en Gales, por la mañana. Por
favor, esté lista para salir a las nueve.
—¿Salir?
—Sí. ¿Es eso un problema? —Esperaba que no armara otro alboroto. Como
Cummings le había indicado de forma muy elocuente, se estaba quedando sin tiempo. Y
Braden Manor estaba de lo más recluida, sin nada alrededor durante kilómetros. Sin
rumores. Podía llevar a cabo su proyecto en completo secreto. Y si la joven decidiera de
nuevo que quería marcharse, no le sería tan fácil.
Se preguntó por el razonamiento de no querer que ella huyera, y se dijo que sus
acciones no tenían nada que ver con la atracción, y todo con la simple lógica.
Un hombre con los días contados no tenía tiempo que perder.
—Bien —dijo ella en tono cortante—. Hasta la mañana, entonces.
Dexter inclinó la cabeza.
—Hasta la mañana. —La vio marcharse, perplejo ante la necesidad de llamarla—.
Mujeres —farfulló, recogiendo sus papeles, preparado para apartar a la Señorita Ginelli de
su mente… lo que consiguió durante cinco segundos.
Lentamente, levantó la mirada y la deslizó hacia la puerta cerrada de la oficina,
mientras regresaban las palabras que había dicho antes.
Hacer el amor con usted es la última cosa que tengo en mente.
Esa debería ser la verdad.
Pero no lo era.
Las palabras que había dicho ella lo persiguieron al momento siguiente.
Tienes tus secretos.
Los tenía.
La cuestión era, ¿cómo se habían multiplicado tan repentinamente?
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CAPÍTULO 6
—Los hombres son como los perros. Puedes castrarlos o dejar que jodan tu pierna.
Prefiero castrarlos; les enseña quién es el jefe.
Mallory suspiró mientras Freddie le tiraba otra pulla gratis a Cummings, lo mismo que
había estado haciendo durante una hora.
Estaban de camino a la propiedad de Dexter en Gales, y durante todo el viaje Freddie
había sido implacable en sus intentos de obtener una respuesta de Cummings... pero
todos en vano. El hombre simplemente le había sonreído como un padre benevolente a
una hija rebelde o la había ignorado del todo... incluso después de que Freddie le
preguntara si había comprado su perfume en el matadero. Mallory tenía que admirar a
Cummings. Poseía una gran energía y fuerza de voluntad para desviar lo peor de Freddie
Feldman.
Despues de pasar tiempo con Cummings el dia anterior, Mallory había descubierto que
el secretario de Dexter tenía tambien otras buenas cualidades, entre ellas encanto,
ingenio y sobre todo la lealtad hacia su amigo.
Desde que Dexter se había metido en su oficina el dia anterior en lo que Mallory
sospechaba era un intento de ignorarla para evitar que lo acribillara a preguntas, lo cual
había hecho en varias ocasiones, Cummings había actuado de amable anfitrión.
De hecho, de no haber sido por Cummings, probablemente Mallory habría cedido ante
su hiperactiva imaginación y su creciente cólera para disuadir al profesor y meterse su
"proyecto" debajo de los calzoncillos.
—Dex no es mal tipo cuando lo conoces —le había dicho Cummings el día anterior
cuando estudiaba el tablero de ajedrez situado enfrente de ellos, mientras estaban
sentados en una gran mesa de hierro forjado debajo de un viejo roble con grandes ramas.
Había derrotado a Cummings dos veces, y o bien era un jugador realmente malo, o era
su forma de ser un caballero o, lo que era más probable, estaba intentando calmar el
enfado hacia su jefe dejándola ganar.
Capturó el caballo de él con su peón.
—No sé si estaré aqui el tiempo suficiente para conocerlo bien.
Él respondió comiéndose su torre.
—Tiene muchas cosas en la cabeza en este momento.
—¡Oh! ¿Cómo qué?
—No estoy autorizado para contárselo.
¿Qué pasaba con aquellos hombres? ¿Estarían jugando una versión complicada del
juego de las cincuenta preguntas?
—Bien, desearía que alguien me dijera algo.
Él debió sentir la frustración en su voz porque se reclinó en la silla, reflexionando por un
momento como si sopesase lo que iba a decir.
—Dex es un hombre complejo. No deja que mucha gente se acerque a él.
Mallory no tenía que ser miembro de un grupo de expertos para darse cuenta de que
Dexter raramente se abría para que la gente lo conociera. Mantenía su actitud distante
como una muestra de orgullo. Se preguntaba qué es lo que tendría que hacer una
persona para conseguir entrar en su santuario interior.
—Si me quedo, me acordaré que debo guardar las distancias.
Cummings sacudió la cabeza casi imperceptiblemente.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—Eso es lo que todo el mundo hace —dijo, con una nota sombría en su voz—. Si la
gente llegara a conocerlo, descubrirían un hombre capaz de andar sobre el fuego por
ayudarles, que sería capaz de darles hasta su camisa si fuera necesario, y que se
arriesgaría a la burla de sus colegas para salvarle la vida a una pequeña mona.
—¿Rosie?
Asintio.
Mallory recordó la manera en que la monita habia trepado por Dexter aquella mañana
en su dormitorio. Había estado demasiado enfadada para darse cuenta de que Rosie era
más que un proyecto de investigacion para Dexter.
—¿Por qué me estás contando esto? —pregunto ella.
—No lo sé. Tal vez sea porque presiento que usted y él son almas gemelas.
—¿Almas gemelas? —se burló Mallory—. Somos como la noche y el día. No podrías
encontrar dos personas más diferentes.
—Quizás. —Se encogió de hombros—. Por otra parte, quizás le sorprenda lo que
descubre si se acerca más.
En ese momento el Rolls pasó por un bache, haciendo que Mallory volviera
abruptamente al presente. Su mirada se deslizó hasta el hombre que ocupaba su cabeza
en aquellos momentos.
Mirándolo bien. ¿Podría haber más en Dexter de lo que había visto?
Lo estudió disimuladamente. Estaba sentado al otro lado, llevaba unos mocasines
marrones adornados con borlas, calcetines, pantalones caquis con la raya perfectamente
planchada, camisa blanca abotonada hasta el cuello, y se adivinaban unos tirantes azul
marino debajo de su chaqueta de tweed moteada verde y azul.
Un poco pasado de moda, pero el conjunto le parecía apropiado para él. El color
acentuaba el color oliváceo de su tez y la fuerte mandíbula que parecía como si nunca
hubiera visto barba de un día.
En vez de disfrutar del hermoso paisaje, sostenía entre las manos un viejo tomo
mohoso, obviamente no podía perder la oportunidad de estudiar.
La mirada de Mallory fue atraída por la vista que se veía por la ventana, viendo pasar el
siempre cambiante paisaje, pequeñas aldeas, ondulantes colinas verdes, caballos y
pastos para ovejas.
La vida parecía moverse hacia atrás, como si estuvieran en el pasado, un tiempo
diferente, un tiempo de reyes, damas a la espera y leyendas.
La tierra era hermosa de un modo tosco, sencillo, pero eso era lo que le daba encanto.
Tierras altas interrumpidas por repentinos riscos irregulares y picos. Colinas
imterrumpiendo el horizonte. Rocas de toda dimension y variedad: en grupo, nudosas,
grises, verdes, salpicadas de púrpura. Un lugar que parecía al mismo tiempo trágico, y a
la vez heroíco y decisivo.
Aquélla era la tierra del rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda. Excálibur. El
hogar de los Celtas, de los Normandos, de la Nueva Cristiandad, la Roma pagana y la
tradición Druida. Mallory sintió que la magia de ese lugar la conmovía. Algo en él le
llegaba hasta los huesos.
—¡Oh, Dios...! —gritó ella.
—¿Qué es? —preguntó Freddie sonando brusca ahora que había perdido el juego, el
set y el partido con Cummings.
—Ese castillo. Es....precioso.
Freddie se colgó sobre su hombro y juntas miraron boquiabiertas al castillo en lo alto de
la colina. La estructura parecía elevarse desde la mismísima tierra, fundiéndose con su
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
entorno, siendo uno con la tierra. No había ninguna ciudad ni pueblo agazapado delante
de él. Permanecía erguido como una solitaria figura.
—El precipicio debe tener al menos quinientos pies de altura —reflexionó Freddie, un
toque de temor en su perfecta voz neoyorkina.
—Novecientos pies para ser exactos —corrigió el conde.
Mallory echó un vistazo a Dexter para descubrir que no tenía la mirada puesta en el
paisaje sino en ella. Parecía enfadado, si bien no podía comprender el porqué. Ésta era la
primera vez que lo había visto desde que le había echado un vistazo fugaz a su
imponente figura en una ventana de la primera planta mientras Cummings y ella jugaban
al ajedrez el día anterior.
Freddie se arrojó hacia atrás contra el asiento.
—Probablemente pertenece a algún pobre viejo, que ansía un poco de emoción en sus
últimos años...
Cummings parecía listo para darle la replica, pero Mallory se dio cuenta del codazo que
le dio Dexter. La mezcla de aquel gesto, lo que había dicho Freddie, y el hecho de que
algo de lo que había dicho Freddie había sacado a Cummings de la reserva de los días
anteriores, le dijo a Mallory todo lo que necesitaba saber.
—Ésa es tu casa, ¿verdad? —le preguntó a Dexter.
Dexter había vuelto a poner su atención en el libro y sólo levantó la cabeza para
encontrarse con la incrédula mirada de ella.
—Qué astuta, Señorita Ginelli.
Sus bruscas maneras acallaron cualquier pregunta que hubiera pensado hacer. Si era
posible, parecería como si él se hubiera vuelto aún más distante. ¿Por qué?
Diez minutos después, en silencio, pasaron por delante de la enorme puerta de entrada
a Braden Manor. Para sorpresa de Mallory, Dexter le ofreció la mano para ayudarla a
bajar del coche. Momentaneamente perdió el equilibrio y cayó contra él. Las largas manos
la aferraron por los brazos, sosteniéndola firmemente. Oscuros, impenetrables ojos azules
escudriñaban su rostro.
Entonces, como si de pronto se hubiese convertido en Medusa, la soltó bruscamente.
Recogió la jaula de Rosie colocada en el asiento delantero del Rolls, y desapareció dentro
de la casa. Mallory lo siguió con la mirada, los brazos aún hormigueándole allí donde la
había tocado.
—No se lo tenga en cuenta.
Mallory levantó la vista para encontrar a Cummings a la altura de su hombro, con la
mirada fija en la puerta por la que acababa de desaparecer Dexter. Entonces se volvió y
le dedicó una tranquilizadora sonrisa.
Freddie se colocó de pie al lado de ella.
—¿Podríamos estar más aislados? —se quejó.
—Siempre está Siberia —refunfuñó Cummings entre dientes, incapaz de mantener su
lengua quieta más tiempo.
Antes de que Freddie pudiera dar una réplica mordaz, Cummings señaló el gran
maletín de maquillaje Gucci que ella raramente dejaba fuera de su vista.
—¿Qué guarda ahí? ¿El Peñón de Gibraltar?
—Peñón de... Oh, estás pidiendo ser arrojado al foso, Kato.
Con una mirada que decía que ya había oído eso antes, Cummings le arrancó la
maleta de la mano de Freddie y se dirigió hacia la puerta de entrada con un conciso:
—Síganme.
La mirada feroz de Freddie dio la impresion de que iba a taladrar la espalda de
Cummings.
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CAPÍTULO 7
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—Las cosas son un poco diferentes aquí en Inglaterra, Señorita Ginelli. Creemos en
mantener un cierto decoro, refrenando nuestro comportamiento.
—Chorradas.
Una sola ceja oscura se elevó ante su comentario.
—¿Perdone?
—He dicho chorradas. No creo eso ni un poco. He visto niños jugando en un arroyo
cuando pasamos en nuestro camino hacia aquí. No les vi demasiado preocupados por el
decoro.
—Son diferentes.
—¿Diferentes? ¿Cómo?
—Son plebeyos.
La espalda de Mallory se puso derecha ante su actitud esnob.
—¡Si esa no es la cosa más elitista que he oído nunca! Aquellos niños y sus familias no
son diferentes de ti o de mí.
—Me ha malinterpretado. Lo que debería haber dicho es que esos niños pueden actuar
diferente. Sus familias no tienen títulos de nobleza. No tienen las mismas restricciones
sobre ellos. —Una mueca tocó los bordes de su boca—. No tienen cientos de años de
tradición que les dicten cada movimiento. Pueden crear su propio camino.
Si no le conociera mejor, podía pensar que sonaba resentido con la vida para la cual
había nacido.
—¿Y tú no puedes?
—No —murmuró—. No puedo.
Mallory no podía entender esa clase de lógica, no podía llegar a entender estar
atrapado en una vida que no habría elegido para sí misma, obligada a andar un camino
que no era propio.
—¿Cómo eran tus padres? —le preguntó, sorprendida al descubrir un deseo bastante
fuerte de entender las fuerzas que habían moldeado a Dexter.
Un ceño arrugó su frente, la pregunta le ponía claramente incómodo.
—¿Por qué quiere saber sobre mis padres?
Mallory se encogió de hombros, sin querer que su curiosidad la acercara a él.
—Soy una escritora después de todo, y nos gusta investigar.
Él hundió las manos en los bolsillos.
—¿Qué quiere saber?
Lo pensó durante un momento, una multitud de preguntas se agolpaban en su mente.
Eligió un tema inocuo, esperando hacer que saliera de sí mismo.
—¿Tus padres trabajaban?
Asintió.
—Mi madre era una antropóloga especializada en el estudio de momias egipcias, y mi
padre era un físico nuclear y destinatario de un premio Nobel. —Todo esto fue dicho sin
inflexiones.
Una antropóloga y un físico ganador del premio Nobel. Eso explicaba el misterio tras el
hombre. Dexter no era una anomalía, sino el producto de su educación.
—¿Dónde están tus padres ahora?
—Murieron hace un año y medio en un accidente de avión.
—Lo siento.
Dexter se encogió de hombros y apartó la vista, mirando por las enormes ventanas de
múltiples cristales que daban al magnífico jardín. Mallory lo había visto esa tarde, un
brillante y bello lugar que parecía incongruente en la sombría atmósfera que impregnaba
el interior de Braden Manor.
45
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Pero el jardín no era ni la mitad de fascinante que Dexter mismo, el cual mostraba una
cosa en el exterior pero algo completamente diferente en el interior. Un hombre que salvó
a una mona de una muerte segura, que mandó al hijo de un granjero a Oxford, que
escondía su masculina belleza tras pajaritas y tweed en vez de alardear de ello.
Extraordinario.
Incluso más extraordinario era el hecho de que Dexter no parecía saber o importarle el
hecho de que las mujeres pagarían un buen dinero por verle desnudo.
Mallory podía imaginarle adornando la portada de una de sus novelas románticas,
blandiendo una brillante espada y llevando un corto kilt sin camisa.
O tal vez llevaría un par de ceñidos pantalones negros y una camisa blanca, abierta y
ondeando al viento, un brazo estirado sobre su cabeza agarrando un trozo de cuerda, el
otro enroscado alrededor de alguna esbelta rubia.
La cual se parecía horriblemente a Freddie.
Mallory frunció el ceño.
—¿Se siente bien, Señorita Ginelli?
—¿Qué? —Un embarazoso rubor calentó las mejillas de Mallory mientras se daba
cuenta que su mirada había estado fija en el torso de Dexter, sus pensamientos menos
que puros—. Sí, estoy bien. Sólo estaba… —Preguntándome como te verías bajo todos
esos botones—. Puedes llamarme Mallory, ya sabes. No es necesario ser tan formal.
—Gracias, pero por ahora prefiero Señorita Ginelli. No nos conocemos el uno al otro lo
suficiente para ser informales.
¿Prefería Señorita Ginelli? ¿No se conocían el uno al otro lo bastante bien? Increíble.
Con toda probabilidad no podía existir sobre la faz de la tierra otro hombre como Dexter,
lo cual le hacía totalmente único, y quizás más que un poco especial.
—Bien —dijo—. Llámame como quieras, pero me niego a seguir refiriéndome a tu
como su Señoría. —O Doctor Lovejoy como le llamaba Freddie—. Y Dexter, bueno… —
No parecía un Dexter. Parecía más Eros, el dios del amor—. Te llamaré simplemente
Profesor.
—Como desee. ¿Le gustaría tomar algo de beber ahora?
—Sí.
—Tengo una bodega de vino bien surtida —dijo—, pero imagino que no es una
entendida, así que déjeme que le ofrezca alguna sugerencia.
¿Cómo era que un hombre la hacía querer consolarlo un momento y abofetearlo al
siguiente? ¡No una entendida! ¿Cómo sabía que no era una entendida? No lo era
naturalmente. Raramente bebía. Pero él no lo sabía.
—Puedo ofrecerle un Cantermerle del 62 o un Gruaud Larose del 53 con mucho cuerpo
o un Bourgonge del 73, el cual es terriblemente difícil de conseguir pero bien merece el
esfuerzo de adquirirlo. Ah, y hay un Marquis de la Cases del 96, poderoso en su
complejidad con una insinuación de mora y…
—¿Y una cerveza? —Eso le cortó en el acto.
—¿Cerveza?
Ella asintió.
—Una Corona con un trozo de lima, si tienes. —Mallory nunca había bebido una
cerveza en su vida y no distinguiría una Corona de un coco.
—No creo que tenga ninguna… cerveza —dijo la palabra como si fuera una
enfermedad altamente contagiosa. Cerveza convertida en la peste bubónica o el virus
Ébola o un caso fatal de diarrea.
—Muy bien, entonces, tomaré un vaso de whisky. —Como si hubiera bebido alguna
vez whisky. Sólo sonaba bien y aplacaba su necesidad de pellizcar su arrogante y
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perfecta nariz. ¿Qué se creía? ¿Qué sólo porque era de Nueva York no tenía clase? ¿O
que porque era alguien que no poseía un doctorado en investigación?
—¿Whisky? ¿No es un poco fuerte?
—No —mintió ella.
—Muy bien. —Se encogió de hombros—. Whisky pues.
Le observó caminar hacia el aparador, intentando no admirar el modo en que se movía
o preguntarse por qué simplemente mirarle le hacía un nudo en el estómago. Su reacción
hacia el profesor era completamente ilógica.
Aún así… no podía negar que sus modales anticuados la intrigaban. Tal vez era porque
escribía sobre hombres como Dexter en sus novelas. Hombres que eran galantes,
refinados.
Algo en esa pajarita torcida, su pelo ligeramente despeinado y las gafas de delgada
montura, la hacían querer tocarle, revolver las manos por aquellos sedosos mechones
largos hasta los hombros y lanzar sus gafas a los cuatro vientos.
El hombre era un póster esperando ser desplegado.
—Aquí tiene.
Mallory sacudió la cabeza y se dio cuenta de que él estaba enfrente, y ella estaba
boquiabierta. Otra vez.
Le arrancó el vaso de la mano y se dirigió hacia la pared de libros más cercana,
sacando un volumen gordo de la estantería y abrazándolo como un salvavidas.
Desgraciadamente, cuando se giró, se encontró a Dexter cerrando filas. Trató de
moverse hacia atrás, pero descubrió que escapar era inútil cuando la estantería presionó
sus omóplatos.
Cuando se paró frente a ella, incluso su sombra la empequeñeció.
—¿Le gusta Molière? —preguntó.
—¿Molière? —repitió, sonando como una bisagra oxidada. El nombre le sonaba
familiar, pero su normalmente aguda memoria estaba fallando repentinamente.
Suavemente, él deslizó el libro de su agarre, los largos dedos rozaron ligeramente los
suyos, enviando un inesperado escalofrío de electricidad chisporroteando por su brazo.
Levantó el libro que ella había estado apretando.
—Molière.
Su mirada se precipitó hacia el título del libro. El Misántropo.
—Oh, ese Molière... —Gruñó para sus adentros. ¡Ese Molière! ¡Sonaba como una
imbécil!—. Sí, me gusta.
Sonrió, y ella se dio cuenta de que con un poco de práctica, sus esfuerzos por tener
una sonrisa que desarmara completamente habían mejorado mucho. Su corazón era
testigo de ello.
Buscó su voz y la encontró a medio camino de su garganta.
—Creo que es hora de que me digas por qué estoy aquí.
Su mirada se movió rápidamente hacia sus labios, estudiándolos atentamente, con
curiosidad, antes de que sus ojos se elevaran lentamente hacia los de ella. En vez de
contestarle, dijo:
—Sabe que estamos muy aislados aquí, ¿verdad?
¿Aislados? ¿Qué quería decir con eso?
Un borbotón de pánico se disparó a través de ella. ¿Había estado acertada en sus
suposiciones? ¿Tenía intención de utilizarla en algún raro experimento? ¿Se convertiría
en el sujeto de su próximo trabajo de investigación?
Los Efectos del Aislamiento en una Escritora Romántica Virgen Retirada con un Modelo
Masculino Disfrazado.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 8
Mallory parpadeó tres veces antes de que retornara algún pensamiento coherente, y
cuando lo hizo, se alegró de que las estanterías la sostuvieran derecha.
—¿Acabas de decir que quieres que te enseñe qué es lo que desean las mujeres?
Él cambió ligeramente de posición y se pasó un dedo por el cuello de la camisa.
—Entre otras cosas.
¿Entre otras cosas? ¡Entre otras cosas! Había logrado atontarla otra vez con otro
comentario del tipo “Qué piensas acerca de la copulación”.
La evaluaba con una expresión que no había cambiado ni un poco desde el
momento en que hizo la petición. ¡El hombre realmente consideraba esta... esta noción
absurda como investigación! ¿Por qué no escuchó a su sentido común y se quedó en
casa donde pertenecía?
Te daré veinte mil pequeñas razones.
—¿A q-qué… “otras cosas” te refieres? —tartamudeó. Como si él pudiera decir algo
más que sobrepasara su primera e impactante declaración.
¿Y por qué se quedaba simplemente allí parada en vez de salir como un huracán del
cuarto, en la mejor escena de salida de su vida entera?
Curiosidad.
Y demasiada imaginación desbocada.
Él devolvió el libro que había tomado de sus manos a su lugar en la estantería.
Después removió el brandy en su copa de coñac, mirándola sobre el borde mientras
contestaba:
—Una de ellas es el cortejo. Ése parece el lugar lógico para empezar.
—¿El cortejo? —De todas aquella era la petición más excesiva, intrigante,
demente... Como si pudiera hablar de cómo cortejar con él o siquiera hacer otra cosa
con él en realidad.
Y de todas maneras, ¿quién en todo el mundo decía cortejar?
—¡Si piensas durante un minuto que seré tu… tu juguete o juego sexual… o tu gatita
de amor o como quiera que la gente lo llame, estás m-a-l-d-i-t-a-m-e-n-t-e equivocado!
—¿Gatita de amor?
—¡Sabes lo que quiero decir!
—No hay necesidad de ponerse histérica, Señorita Ginelli.
—¡No estoy histérica!
Una sola ceja caprichosa articuló su duda. Entonces tomó la copa de ella, y como si
fuera un niño, la sostuvo sobre los labios de Mallory. Con la mente en otro lado,
ocupada con los vestigios de su resentimiento, ella tomó un saludable trago…
Y se sintió amordazada como si el whisky escocés hubiera cauterizado el esófago.
Una larga e impersonal mano la aporreó en la espalda y casi la manda volando.
—Ahora bien —dijo secamente—. Entiendo que esté un poco nerviosa, y eso ha
podido contribuir a esos ataques de drama inútil a los que parece propensa; pero no
tengo ninguna pista sobre lo que habla. Ilumíneme, si quieres.
Ah, ella lo iluminaría bien. ¡Directamente a Urano!
—No haré el amor contigo o el cortejo20 como lo llames. Así que puedes quitártelo de
la cabeza ahora mismo.
Un extraño sonido, como de ahogamiento o balbuceo provino de él.
20
En inglés Pitching Woo, que significa cortejar pero también hacer el amor.
49
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—¿Hacer el amor… usted y yo? ¿Nosotros? —Agitó un dedo entre los dos—.
¿Nosotros dos? —Inclinó la cabeza hacia atrás y se rió a carcajadas, con alegría
desenfrenada. Cuando su humor, aparentemente interminable, disminuyó finalmente, le
dijo—. No sea absurda, madam. No tengo intención de hacerle el amor. Estaba
hablando metafóricamente y en el sentido más amplio del término, podría añadir.
Pensé que había dejado mi posición clara en este asunto previamente.
Sacudió la cabeza, la diversión todavía merodeando por sus ojos.
—Realmente, ¿qué hay entre usted y esa preocupación que tiene con meterse en la
cama? Si uno no lo supiera mejor, podría pensar que nunca ha tenido sexo antes.
¡Y tendría razón! replicó Mallory silenciosamente, su cara cubierta de color.
—¡Mi vida sexual no es de tu incumbencia!
—Ni quiero que lo sea, gracias. Dudo que pudiera mantenerme al corriente de las
historias de sus escapadas de dormitorio. —Antes de que Mallory pudiera sacar a
relucir su indignación, Dexter continuó enérgicamente—. Ahora, para clarificar mi
posición, yo seré el pupilo y usted la maestra.
—¿Y precisamente qué se supone que te tengo que enseñar?
—Creí que ya había respondido a eso.
Mallory rechinó los dientes.
—Estaba farfullando incoherentemente en ese momento. Si fueras tan amable de
exponer tus… er…
—¿Deseos?
¿Tenía que ponerlo de esa manera?
—Plan —corrigió enfáticamente.
Él cuadro sus hombros, su expresión seria.
—Bueno, quiero aprender cómo complacer a una mujer, quiero averiguar qué es lo
que una mujer realmente ansía de un hombre. Como se habrá dado cuenta, no poseo
el encanto urbano de Francis Crick.
¿Francis Crick? ¿Quién demonios era Francis Crick?
Mallory buscó en su mente, regresó a los días de las clases de ciencias del Señor
Prescott en la PS 92. Había sido su mejor estudiante. Él no sabía que ella había
perdido la chaveta por él. Ésa fue la única razón por la que aprendió algo sobre la
ciencia de la vida, que podía ser la razón por la que podía recordar a alguien con el
dudoso nombre de Francis Crick.
—¿Te refieres al tipo que descubrió el ADN?
Su anfitrión levantó una ceja. Sólo este Mensa lummox haría una analogía usando a
Francis Crick en vez de a Brad Pitt, incluso aunque el Señor Pitt no se pudiera medir
con la ruda belleza masculina delante de ella.
—Disculpa por ser tan densa, pero todavía no entiendo cómo puedo ayudarte.
¿Por qué lo seguía escuchando?
La miró impaciente.
—Quiero que me enseñe cómo hablarle a una mujer, er, y otras cosas relacionadas
con las mujeres.
¿Enseñar al maestro?
—Ya veo. —Pero no lo hacía. Y ahí estaban esas misteriosas “otras cosas” otra vez
—. ¿Puedo preguntar por qué?
Él vaciló al contestar.
—Investigación. —Parecía como si tuviera la intención de decir algo más, pero en
cambio selló sus labios.
—Déjame ver si lo he entendido. Quieres que te enseñe.
50
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—Sí.
—Sobre mujeres.
—Sí.
—Y “otras cosas” relacionadas con las mujeres.
—Por fin estamos llegando a alguna parte.
—Sólo una pregunta
—¿Sí?
—¿Estás loco? ¿Completamente disparatado? ¿Loco de remate? ¿Tocado de la
cabeza? ¿Escuchas campanas? ¿Estás DEMENTE? ¿Qué te hace pensar por una
milésima de segundo que consideraría una petición tan escandalosa? ¡Soy una
escritora! Tengo cosas que hacer con mi vida. Cosas serias. Cosas de escritora.
—¿Cosas de escritora? ¡Ah, eso suena inteligente!
No pareció afectado ni un ápice por su vehemente denuncia.
—Bueno, en realidad fue idea de Cummings. Parece creer que un hombre puede
aprender sobre el gran asunto de qué quieren las mujeres leyendo novelas románticas.
—Las últimas tres palabras hicieron que sus labios se fruncieran en un gesto de
desdén.
¡Finalmente, algo lógico! ¡Ciertamente a los hombres les había llevado un largo
tiempo deducir lo obvio! Desde los días de los antiguos dibujos en las cuevas, las
mujeres habían tratado de trazar qué deseaban de su contraparte masculina. Y durante
todo ese tiempo, los hombres se habían rascado las cabezas y se habían mirado unos
a otros estupefactos.
Mallory dejó escapar un suspiro para calmarse.
—¿Entonces por qué no lees una novela romántica? Yo sólo las escribo. No las vivo.
—Cosa que no podía decir que no lamentara la mayoría de las veces.
—Creo que ya aclaré mi punto sobre esa cuestión.
—Oh, sí. Eres fan de Bertrand Russell y el Sánscrito, no de las novelas románticas.
—Asintió—. ¿Y qué opinas de la Biblia?
La miró socarronamente.
—¿Qué tiene que ver la Biblia con esto?
—Es un libro, ¿correcto?
—Por supuesto, pero...
—Bueno, hay romance en la Biblia. O cortejo, como alguna gente se refiere a ello. —
Su mirada le dijo claramente a qué “gente” se refería.
—¿Se está burlando de mí, Señorita Ginelli?
¡Sí!
—Sólo establezco un hecho.
Él cruzó esos brazos de leñador sobre su macizo pecho y la miró con incredulidad.
—Hay partes de la Biblia que podrían ser consideradas como romance.
—¿Y esas partes serían?
—Salomón.
—Eso no es lo mismo
—¿Has leído alguna de las Canciones de Salomón?
—Lo he hecho.
—Bien, déjame plantearte esta pregunta… ¿Por qué crees que el hombre cantaba
todo el tiempo? ¿Hmm? No era sólo porque el vino y la fruta fueran abundantes.
Los labios de él se apretaron.
—Ha demostrado su razonamiento.
51
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—Bien. Ahora déjame exponer otro. No soy tu chica para todo o tu chica nada. Soy
una escritora romántica respetada y...
—Yo la respeto.
Eso cortó por la mitad la diatriba de Mallory, incluso cuando su mente clamaba que
muchas mujeres se habían enamorado de esas pequeñas tres palabras viniendo de los
labios de un hombre.
Virgen, tal vez. Pero era una virgen neoyorquina, que automáticamente la ponía tres
pasos por delante de sus contrapartes, y cinco pasos por delante de aquellas del medio
oeste y los países subdesarrollados.
—Me alegra oírlo —dijo—, pero eso no cambia mi posición en esta cuestión.
En el fondo de su mente, comprendió otra razón, no podía obligarlo, si estaba lo
bastante loca para considerar su propuesta.
Excéntrico como era, incluso con toda su arrogancia y sus pajaritas, la conmovía de
un modo indefinible. Sus campanas de advertencia resonaban siempre que él se
acercaba, y el robot loco de “Perdidos en el espacio” vociferaba: ¡Peligro, Mallory
Ginelli! ¡Peligro! No era una revelación en particular reconfortante o una que quisiera
explorar.
Despreocupadamente, él bebió su bebida.
—¿Está diciendo que su respuesta es no?
Mallory vaciló, preguntándose cuál sería la reacción a su respuesta, al decirle que
estaba en lo correcto, y que no tenía intención de complacer su absurda propuesta.
Enseñarle a él que quiere una mujer. ¡Ridículo!
Pero, ¿esperaría que le devolviera su dinero por no estar conforme, cuando ella se
había plantado proverbialmente en cuanto a su altamente inexacta encuesta sexual?
Así que en vez de contestar, dijo:
—¿No entiendes lo descerebrado que parece que necesites mi ayuda considerando
tu línea de trabajo?
Él se rascó la barbilla y ella esperó que hiciera una observación sustancial o algún
comentario prolijo contra sus antecedentes y credenciales.
No obtuvo nada de eso. En cambio contestó:
—Sí.
—¿Sí? ¿Eso es todo?
—¿Qué más quiere que diga?
—Bueno, tal vez que me expliques por qué necesitas que te enseñe algo sobre las
mujeres, sería un comienzo. Creo que alguien como tú debe conocer todo lo que debe
saberse sobre el asunto.
—Y, desde el punto de vista clínico, es correcto, entiendo las necesidades físicas de
una mujer. Conozco las zonas erógenas, dónde tocar y cuánto tiempo, cómo construir
el deseo, qué cosas hacer para traer el máximo placer —se encogió de hombros—,
que culminaría, por supuesto, en múltiples orgasmos.
—¿Múltiples —tragó— orgasmos?
Las palmas de Mallory se pusieron incómodamente húmedas y pegajosas, y sentía
las rodillas como si estuviesen hechas de gelatina. Si sobrevivía a esta conversación,
escribiría una oda a la estantería de libros. Si no hubiera estado a su espalda, estaría
ya en el piso.
Dexter se aclaró la garganta y se alejó. ¡Al fin! Su cercanía combinada con palabras
como erógeno y orgasmo hacían que Mallory se pusiese a temblar.
Ella estudió su perfil y su mirada moviéndose sin rumbo sobre los libros, que le
negaba ver la mayor parte de su expresión.
52
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—De cualquier manera —continuó—, me han dicho que… bueno, que carezco de
pasión y que no siento cosas aquí. —Apuntó a su corazón—. También, no sé… —y
murmuró el resto de las palabras.
—¿Puedes repetir la última parte?
—Dije que no sé…
—Tienes que hablar alto. No puedo oírte.
—¡Dije que no sé cómo decir palabras de amor a una mujer! —prácticamente gritó,
claramente descontento—. Ahí está. ¿Es feliz ahora que la casa entera conoce mis
asuntos privados?
Mallory trató de reprimir una sonrisa. Con cuarenta y dos cuartos, sospechó que las
únicas que habían oído su confesión además de ella eran las armaduras del pasillo de
abajo.
—¿Palabras de amor? ¿Quieres decir palabras sensibles que dicen a una mujer
cuán hermosa es y lo que ella te hace sentir a ti? ¿Esa clase de palabras?
—Sí, sí —contestó él bruscamente, pareciendo completamente miserable y
encantadoramente vulnerable.
Su corazón voló hasta él. Se dio cuenta que su admisión tenía que ser difícil para un
hombre así. Pero por extraño que pareciera, ahora que la sorpresa inicial de oír al
doctor sexual admitir que no sabía actuar con una mujer se había terminado, no podía
decir que estuviera sorprendida.
En los temas que entendía, se imaginó que podía expandirse durante horas.
También, si se asociaba la arrogancia con un hombre de alta inteligencia que también
resultaba ser un científico, era una combinación que podría repeler a mujeres que
quisieran cenas a la luz de las velas y que no consistieran en tener que escuchar
fechas detallas de la revolución sexual y la contrarrevolución.
Ejemplificadas con casos clínicos.
—¿Por qué yo? —preguntó ella.
Se encogió de hombros, todavía sin mirarla.
—Como dije, fue una idea de Cummings. Consideró que usted es la opción perfecta
para ayudarme con mi... —se aclaró la garganta y murmuró—... problema —Se agarró
las manos por detrás de la espalda, después, nervioso, las empujó dentro de los
bolsillos del pantalón—. Dijo que con la forma en que escribe, tienes que ser un
hervidero...
—¿De pasión?
Él asintió.
Increíble. Si las personas creyeran todo lo que escribía. Tendría que ser cinco
pulgadas más alta, con cintura pequeña, pelo rubio y grandes… ojos azules. Como
Freddie.
—¿Y tú le creíste?
Se giró a mirarla con una mirada perpleja en el rostro.
—Por supuesto. Es mi mejor amigo, después de todo. ¿En quién puede confiar uno
si no es en su amigo más cercano?
En quién, en efecto, pensó Mallory.
Las palabras de Cummings regresaron muy claramente.
Durante años, Dexter pensó que la única forma en que podía tener amigos era
comprándolos.
Yo fui uno de los amigos comprados de Dex.
¿Sabría Dexter cómo se sentía Cummings? Pensó ella. ¿O lo que había hecho? ¿Y
permanecía Cummings en el puesto de Dexter por un sentido de culpa por sus
53
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—¿Sí?
—Independientemente de cuál sea su decisión de mañana, la acataré.
—Gracias.
—Y no se preocupe del reembolso de los veinte mil dólares.
Mallory suspiró aliviada. Había estado preguntándose qué sería de su soporte sin el
dinero, y ahora sin esa preocupación añadida, la decisión sería mucho más fácil de
toma.
Su alivio, sin embargo, fue breve cuando él dijo:
—Quince mil dólares serán suficientes. Considere los otros cinco mil como mi forma
de agradecerle por su tiempo
Imperturbable, Mallory lo miró fijamente.
—¿Quieres que te devuelva quince mil dólares?
—Claro que sí. Ciertamente no tenía la intención de quedárselos, ¿verdad? Ése era
el pago por servicios aún no dados. Le habría pagado per diem21, pero pidió un
adelanto. Si se va… Bueno, estoy seguro que entiende lo que quiero decir.
Lo entendía. Demasiado bien.
Demasiado aturdida para hacer algo menos que asentir, Mallory se dirigió a la
puerta, pero no antes de escuchar a Dexter añadir:
—Duerma bien, Señorita Ginelli.
Destex miró la puerta cerrarse detrás de Mallory e hizo una mueca de auto-disgusto
mientras pensaba en su táctica menos que caballerosa y que por su causa,
probablemente ella no dormiría bien en absoluto, en conflicto entre el deseo de
marcharse y la necesidad de quedarse. Esta noche había hecho algo que no podía
recordar haber hecho antes.
Manipular a alguien.
Tenía más dinero del que pudiera llegar a saber qué hacer con él. Ciertamente no
necesitaba esos quince mil dólares. Pero sabía que ella los necesitaba.
Cabía siempre la posibilidad de que le mandara a hacer puñetas o que le confesara
que no podía devolverlo enseguida y esperara que él actuara honorablemente. Aunque
tenía mucho orgullo, y algo le decía que no era del tipo que esquiva una
responsabilidad, un hecho con el que él había contado para conseguir lo que quería.
Dexter se acercó al aparador y volvió a llenar la copa, tratando de encontrar la causa
de su inquietud, para acabar con pensamientos sobre que sus motivos de no dejarla ir
no eran completamente puros.
A pesar de que era verdad que necesitaba su ayuda, también era cierto que ella lo
intrigaba, de una forma puramente científica, por supuesto. Definitivamente no era un
hombre al que le atraía aquella clase de mujer vivaz, testaruda, tenaz y excitante. Por
ese camino le esperaba la locura. Pero él había ido por él y tenía que ver qué pasaba.
Su futuro muy bien podría depender del resultado.
Su futuro. Ahí estaba el problema
Tenía todo para conseguirlo. Una carrera exitosa, riqueza, una biblioteca bien
abastecida, una impresionante colección de vinos, la versión original de los conciertos
de Brandenburgo de Bach. Sólo faltaba un obstáculo por saltar.
Entonces, ¿por qué la perspectiva de ese obstáculo le hacía sentirse pesado como
una piedra de molino excepcionalmente pesada?
21
Frase latina que significa por día.
55
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
¿Y por qué no le había dicho la verdad completa a Mallory sobre por qué necesitaba
su ayuda? Había tenido toda la intención de hacerlo, pero cuando el momento llegó,
había permanecido extrañamente mudo.
Trató de consolarse en el hecho de que realmente no había mentido. Todo de lo que
era realmente culpable era de no ser completamente comunicativo. Además, no era
como si debiera darle ninguna explicación. Era sólo su empleada.
¿Qué le importaba a ella si él se casaba?
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 9
—Te digo ahora que ese hombre va a llevarse un rápido golpe en su pomposo trasero
británico si no deja de provocarme —dijo Freddie echando humo, deslizándose en un par
de vaqueros muy ajustados—. Es tan jodidamente superior. Cree que lo sabe todo. —
Metió a la fuerza el botón superior de los vaqueros en el ojal y los abrochó con un furioso
tirón—. Es tan hombre que no puede aceptar el hecho de que tal vez sé más que él... lo
que es patentemente obvio. Y también tengo mucho más mundo. Después de todo, vivo
en Nueva York. Sé cosas. ¿Pero ve él eso? No. Piensa que todo lo que hago es ir de
compras y que me arreglen el pelo y las uñas. —Se dio la vuelta—. ¿Puedes creerte eso,
Mal? ¡Como si yo fuera tan poco profunda y superficial! —Señaló a la mesilla de noche—.
¿Puedes pasarme la laca de uñas? No, ésa no. La Rojo Extremo que está al lado.
Mallory le pasó la laca a Freddie, que rápidamente se colocó en un asiento acolchado
enfrente del tocador y empezó a aplicarse la laca rojo brillante a las uñas de los pies,
todavía farfullando sobre ese hombre, que no podía ser otro que Cummings. Mallory
escuchaba a medias, su mente estaba ocupada con pensamientos sobre Dexter.
Se le había concedido un aplazamiento para darle una respuesta respecto a si se
quedaría o se iría. A él lo habían llamado para todo el día y no volvería hasta más tarde.
Eso le daba tiempo para considerar una excusa convincente.
Había pensado presentar una fuerte apariencia y decirle que no iba a intimidar a una
Ginelli, que si quería su dinero, la tendría que llevar a los tribunales.
Todo muy bien, por supuesto, excepto que no sentía un particular deleite en estar
sujeta a los caprichos del sistema judicial. Había tenido suficiente de eso con Genie para
que le durase una vida.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó Freddie, observándola—. Estás terriblemente
silenciosa. ¿Qué pasó? ¿El doctor Amor Alegre intentó ligar contigo?
—¿Intentar ligar? —¿El hombre que le había dicho que no la conocía lo suficiente
como para llamarla por su nombre?
Mallory casi se rió.
—No, no intentó ligar conmigo.
—Qué pena. Si no tuviera aversión al tweed, me enroscaría a su alrededor como una
gran Venus atrapamoscas22.
Mallory dudaba que a Dexter le importase ser enroscado en la trampa de Freddie.
—¿Realmente piensas que es guapo?
—Que si pienso... ¿Has visto ese físico? ¿Quién diría que levantar libros produce
músculos como ésos? —Freddie se inclinó hacia delante, considerando a Mallory con su
mirada de rayos X—. ¿No crees que es atractivo?
Mallory se encogió de hombros.
—Está bien, supongo.
—¿Bien? —Freddie la miró fijamente como si hubiera perdido la cabeza—. Mirarlo es
como beber un vaso de Tequila. Ambos tienen un efecto boomerang.
—Es sólo que no creo que el físico sea todo lo que importe en un hombre.
—Te comportas como si eso te sacara los ojos o algo así. Entonces, ¿qué más es
importante? ¿Cerebro?
—Hasta un cierto...
22
La Dionaea muscipula (dionea o Venus atrapamoscas) es una de las plantas carnívoras más conocidas.
Consta de un rizoma, del cual salen las hojas en forma de roseta, que crecen al nivel del suelo. El final de las
hojas se encuentra formado por dos lóbulos, que forman la trampa o boca.
57
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—E imagino que es importante que tenga trabajo... o que por lo menos sea
económicamente independiente.
—Bueno, creo...
—Y tendrá que querer a los animales, ¿no?
—Ciertamente, pero...
—Uh-huh. ¿Y alguien que aprecie el interior de una casa tanto como tú?
—Eso es...
—Tal y como lo veo, tú y el profesor encajáis perfectamente.
Mallory miró a su amiga con el ceño fruncido.
—Gracias por tu consejo, Querida Abby23, pero creo que puedo escoger un hombre por
mí misma.
Freddie se encogió de hombros.
—Soy judía. Llevo lo de ser casamentera en la sangre.
—Entonces usa esas habilidades en ti misma.
—No, gracias. No estoy preparada para someterme a esa santificada institución
erróneamente denominada “felicidad doméstica”.
—Pero, ¿no quieres tener un hombre que venga a casa todas las noches? ¿Alguien
con quien planificar tu futuro? ¿Con el que soñar? ¿Que sepas que sólo te ama a ti?
Eso era por lo que Mallory se había contenido. Ella quería su alma gemela. Su otra
mitad. Simplemente cualquiera no serviría.
Freddie se encogió de hombros y bajó la vista a sus uñas pintadas.
—No lo sé. Tal vez quiero esas cosas. Pero el matrimonio no es tan estupendo como
se cree.
Mallory entendía el dolor persistente de Freddie. Su amiga se había casado con su
novio de la universidad y había quedado destrozada cuando el matrimonio se vino abajo
apenas un año después. Freddie nunca había conocido el fracaso.
Desde esa vez, Freddie había levantado barreras, usando su ingenio cortante y su
comportamiento altivo para mantener una distancia emocional, nunca permitiendo que un
hombre se acercara demasiado.
—El amor te encontrará otra vez, Freddie... si se lo permites.
Freddie volvió a su forma normal, algo no sorprendente.
—Anda, Mal, no te me pongas sentimental. —Sacudió la cabeza—. Debe ser todo este
aislamiento que nos está volviendo loco24... y el hecho de que los hombres o son frígidos
o son secretarios arrogantes y fanfarrones que están pidiendo ser aplastados.
—Cummings no es tan malo. —Y Mallory dudaba mucho que Dexter fuera frígido.
—¡Ja! Al hombre no se le debería permitir poder hablar en cualquier día que tenga una
a25. —Entonces, en un estilo totalmente Freddie, cambió a su tema favorito: los asuntos
de otras personas—. Sabes, estoy empezando a creer que si no echas un polvo a cierta
edad, te vuelves de género neutro. Mejor que tengas cuidado, Mal. Lo último que oí es
que no había una píldora para curar el entumecimiento bajo la cintura.
—¿Tienes que ser tan grosera?
—¿Tienes que ser tan medieval? La virginidad puede que fuera la moda en los días de
Rapunzel26, pero éstos son tiempos modernos; las mujeres están liberadas y disfrutan de
23
Dear Abby, traducido como Querida Abby, es un consultorio en la prensa americana, empezado en 1965 por
Pauline Phillips y continuado por su hija Jeanne. Es uno de los más leídos del mundo.
24
En español en el original.
25
Hace referencia a que en inglés, todos los días de la semana tienen como última sílaba day, con lo que el
comentario de Freddie los incluiría a todos.
58
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
diferente al que tenían ahora, donde el mayor ruido eran los balidos ocasionales de las
ovejas que vagaban por la ladera y el viento de la tarde que rozaba el castillo.
—Ojalá pudiera, pero tengo mucho trabajo pendiente. Me estoy quedando retrasada en
lo que estoy escribiendo. —Lo que era verdad, pero no la razón por la que Mallory no
quería ir. Necesitaba algo de tiempo sola para pensar—. Que lo pases bien.
—Lo intentaré. Pero dudo que esta gente conozca el significado de divertido.
Probablemente la mayor excitación que tienen es sacarse pelusas del ombligo.
Mallory sacudió la cabeza, sabiendo que el Señor había roto el molde cuando hizo a
Freddie.
Gracias al cielo.
31
La madera burl, o burl wood, ya que no existe un término específico en español, es un tipo de madera
empleada por artistas y artesanos para esculturas y otros artículos como relojes o incluso piezas de mobiliario.
Es un tipo de madera de crecimiento rápido y anormal en algunos árboles, que se caracteriza por las extrañas
vetas que forma. Normalmente se produce porque el árbol ha sufrido alguna alteración, tanto ambiental como
por hongos o insectos.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Un libro atrajo su mirada y lo deslizó del estante. Sexo: Una historia oral. El calor
sonrojó sus mejillas y Mallory pudo escuchar a Freddy diciendo, “Estás tan reprimida”.
Ella no estaba reprimida.
¿Verdad?
Mirando fijamente el libro, una idea se empezó a formar en el cerebro de Mallory... una
idea que podía ser la respuesta a cómo manejar a Dexter y su petición.
Quería considerar su tiempo juntos como una investigación. Bien, pues ella también.
Todo el tiempo hacía investigaciones para sus libros, aunque raramente tenía la
oportunidad de investigar en tiempo real... o usando personas reales. Ahora podía.
Podía tener una experiencia verdadera, genuina, de “ensúciate las manos”, y usar esta
oportunidad única para ventaja suya, coger lo que aprendiera y poner esa chispa extra en
sus libros.
Ahora la única cuestión era, ¿por dónde empezar?
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 10
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
¿Por qué le parecía que estaba más cerca que antes? ¿Y por qué aquellos ojos,
centrados tan intensamente en su cara, le hacían sentir cosas extrañas?
Tenía que ser un virus estomacal. Quizás algo que había comido no le había sentado
bien. Probablemente el pato a l’orange que le habían servido para cenar, o quizás los
huevos benedict que habían comido para desayunar, o quizás el salmón hervido en salsa
de eneldo que habían tomado en la comida.
Fuese lo que fuese, ¿le habría pasado con un bollo con crema de queso? ¿O con un
tazón de Cheerios? ¿O quizás con un buen sándwich de pavo a la vieja manera de Nueva
York, con un poco de mayonesa, extra de tomate, lechuga, sin cebolla y con pepinillos?
No era que no le gustase la cocina de lujo, teniendo en cuenta que normalmente lo más
cerca que estaba de aquella comida era cuando olía el aroma al pasar por el restaurante
francés a la vuelta de la esquina de donde vivía pero, ¿todo tenía que estar hervido,
salteado o a l’orange?
—¿Por qué me mira así? —preguntó él, con expresión recelosa.
Porque te estaba imaginando como una Whopper con queso, casi contestó Mallory. Por
supuesto, no lo dijo, y quién sabía qué tipo de mensaje Freudiano podría enviarle con
aquella respuesta.
—Quizás porque me deja muda de asombro que hayas oído hablar de Bambi pero no
de Casablanca.
—Contrariamente a la creencia popular, una vez también fui niño.
—Simplemente lo encuentro poco común. Eso es todo.
—¿Qué haya visto Bambi o que fuese un niño?
Ambos, quiso decir ella.
¿Cómo había pasado él de ser un amante de Bambi a... qué? ¿Un amante de los
monos? ¿Un amante del tweed y las pajaritas? ¿Un fan de John Lock y Platón? La
conexión parecía haberse perdido en alguna parte de camino, lo que sólo consiguió que
Mallory sintiese más curiosidad por saber exactamente cuándo habían cambiado las
cosas.
—No puedes culparme por estar sorprendida de que alguien como tú haya visto Bambi
—dijo—. No parece exactamente de esa clase.
Él arqueó una ceja.
—¿Y qué clase es ésa, Señorita Ginelli?
Oh, genial. Ahora tenía esa expresión ofendida. O bien el hombre tenía el rostro frío
como la piedra, o se enfadaba.
—Simplemente digamos que puedo imaginarte con más facilidad estudiando “La Teoría
de la Relatividad” de Einstein que dejándote caer frente a la TV y disfrutar las payasadas
del conejo Thumper y la mofeta Flower.
—Bueno, entonces se equivoca. Encontraba a Bambi bastante instructivo, si quiere
saberlo.
¿Instructivo? Mallory nunca había oído aquella expresión referida a Bambi, pero claro,
así era el profesor con el que tenía que tratar. Raro era su segundo nombre.
Aún así, se le hacía difícil creer que a Dexter le había gustado Bambi y que lo había
visto cuando era pequeño. Era una historia fantástica. Y él con sus esculpidos pómulos,
su firme mandíbula, su ancha frente y sus penetrantes ojos, junto con libros con títulos
como “La vida de las Células”, “La doble hélice” y “La teoría del Caos”, no parecía del tipo
fantástico.
—¿Podemos continuar? —preguntó él impaciente.
Mallory refrenó el impulso de enseñarle la lengua. A cambio, pulsó el play. Bogie y
Bergman iluminaron la pantalla.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Para el momento en que Rick e Ilsa se separaban en el aeropuerto, Mallory tenía una
caja de Kleenex en el regazo. No sabía cómo habían llegado hasta allí.
Siempre nos quedará París, dijo mudamente moviendo los labios, sorbiendo
patéticamente mientras alargaba la mano en busca de otro pañuelo para descubrir que no
le quedaban.
Un pañuelo apareció en su línea de visión borrosa por las lágrimas. Lo cogió de manos
de Dexter con un débil:
—Gracias. —Luego se sonó.
Una vez controladas sus emociones, se giró para mirarlo, ansiosa por descubrir si
Dexter había aprendido algo de su primera clase de Romance 101. Su mirada de insulsa
interrogación no prometía nada bueno.
—Bueno, dime, ¿qué piensas de Rick? Quiero saber la primera cosa que te venga a la
mente.
Él le dirigió una mirada ladeada y se encogió de hombros.
—Me parece bastante insípido y temerario.
Mallory parpadeó. ¿Bogie? ¿Insípido y temerario?
—Bromeas, ¿verdad?
—No estoy seguro de qué le lleva a preguntarme eso una y otra vez. Pero no, no
bromeo. Hablo completamente en serio.
—¿Por qué crees que es insípido y temerario?
No podía esperar a oír la respuesta de él.
—Bueno, mírelo. Claramente, está torturado, es completamente miserable, y todo
parece ser por una mujer. Si quiere mi opinión, eso es irracional.
Mallory estaba conmocionada.
—¡Están enamorados!
—Ya veo. ¿Y eso es igual a estar en el infierno? Toman decisiones ilógicas. Por
ejemplo, ¿por qué Rick hurga en la herida pidiéndole a Sam, el pianista, que toque esa
canción? Es obvio que le causa dolor.
—Quiere recordar a la mujer que ama.
—Lo que me lleva a otra cuestión. Si él hubiese sido inteligente, nunca la habría
perseguido cuando sabía que nunca sería suya.
—Así que lo que quieres decir es, ¿qué no harías lo que fuese para estar con la mujer
que amas? ¿Para no perder a la persona que en el fondo de tu alma sabes que es la
adecuada para ti? ¿No estarías dispuesto a arriesgar nada y todo por conservar la dicha,
no importa lo fugaz que sea, porque sabes que eres uno de los afortunados, uno de los
bendecidos que encuentran un raro tipo de amor que se da una vez en la vida?
Mallory respiró hondo, sorprendida ante su apasionada declaración. Aún así, sentía
cada palabra.
Esperó a que Dexter le diese un terminante “no” en respuesta a todas las preguntas o
que le dijera que estaba hablando de tonterías femeninas o que sus comentarios era el
resultado de la escritora de romances que habitaba dentro de ella.
En lugar de eso, él la miraba como si la viese por primera vez, con un poco de tristeza
en los ojos. Pero su respuesta no reflejó nada de lo que ella había sentido que yacía tras
la máscara de indiferencia que llevaba tan bien puesta.
—A veces —murmuró—, hay que jugar con las cartas que te da la vida.
¿Podía ser más críptico? Se preguntaba Mallory, frustrada. El hombre se aferraba a
cualquier cosa más que Scrooge. ¿Qué cartas le habían dado a él? Tenía dinero, fama,
era increíblemente guapo, tenía una casa del tamaño del sur de Manhattan. ¿Qué le
faltaba?
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—No puedo creer que le sometieras al tratamiento Casablanca / Bambi —dijo Freddie,
sacando a Mallory de sus meditaciones—. No podía ser menos romántico.
—No intento ser romántica —le contestó Mallory a la defensiva—. Intento ser práctica.
Es la mejor forma que conozco de enseñarle.
—Siempre he preferido el método personal. —Le guiñó el ojo Freddie.
—Esto es un acuerdo de trabajo. No habrá nada “personal”.
Mallory sólo deseó que la idea que Freddie le había presentado no se le hubiese
pasado ya por la cabeza. Cuanto más tiempo pasaba con Dexter, más llegaba a entender
sus matices, su sutil encanto juvenil.
Lo bien formados que estaban los músculos de sus muslos.
Dexter podía ser verdaderamente distrayente. Cada vez que se había inclinado hacia
delante para cambiar la película en el video, Mallory había tenido libre visión a sus nalgas,
y menudas nalgas.
No podía creer lo fuerte que era su reacción hacia él. Si no se conociese bien, habría
podido pensar que se sentía atraída por el profesor.
Absurdo.
No se sentía más atraída de lo que él se sentía por ella y él no se sentía para nada
atraído por ella, eso estaba clarísimo.
Frunció el seño. ¿Por qué no se sentía atraído por ella? No era fea ni gorda. De hecho,
algunos hombres le habían dicho que era bonita. Una vez, uno hasta le había dicho que
tenía unos ojos preciosos, algo que Dexter nunca había notado.
La mirada de él nunca se movía sobre ella de la forma en que la mirada de un hombre
acariciaba a una mujer que encontraba deseable, con mirada acariciante y persistente.
Ardiente. Simplemente, Mallory no evocaba pasión, al contrario que Freddie y los
personajes femeninos de sus libros.
—Si estás empeñada en hacerle ver películas —dijo Freddie, acicalándose delante del
espejo—, entonces por qué no le enseñas algo que valga la pena como “Querido
Detective”, “9 semanas y media” o “Nola Darling”.
¿Nola Darling? Mallory no podía imaginar qué implicaría esa película.
—Eso le pondrá a punto el motor.
—No quiero ponerle el motor a punto —replicó Mallory un poco con demasiada
vehemencia.
Captó la mirada de Freddie en el espejo, decía: Pobre, pobre chica. Necesitas ayuda,
¿no es así?
Mallory quiso cambiar de tema.
—¿Puedo preguntarte qué haces en mi habitación en ropa interior?
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—Es mi ropa para dormir —le contestó Freddie, luciendo un ceñido chaleco cerrado de
color gris y un bikini debajo a juego.
—Perdóname. ¿Qué haces en mi habitación en ropa de dormir?
Freddie echó un vistazo al reloj que estaba sobre la repisa.
—Lo descubrirás en unos momentos.
Un momento después, llamaron a la puerta.
Freddie sonrió.
—Justo a tiempo.
Se acercó sin prisas a la puerta y la abrió, colocándose en el umbral como una modelo
de portada de Victoria’s Secret. Al otro lado estaba Cummings.
Se hizo el silencio.
Durante casi un segundo.
Entonces Cummings inclinó la cabeza hacia Freddie y pasó a toda velocidad junto a
ella con apenas una segunda mirada.
—Buenos días, Mallory.
—Buenos días, Cummings.
Al menos una persona en la casa de Dexter que la llamaba por su nombre. Desde que
había llegado había sido la Señorita Ginelli.
—Te traje el periódico de hoy.
Mallory sonrió.
—Gracias.
—De nada. ¿Y puedo decirte que estás realmente atractiva esta mañana?
¿Atractiva? A diferencia de Freddie, quien, Mallory notó, fulminaba la espalda de
Cummings como si se preguntase cómo luciría con un afilado objeto saliendo de ella,
estaba todavía con su bata de levantar adornada con pequeñas capullos de rosa rojos, el
pelo desaliñado, y las bolsas bajo los ojos gritando que las disimulara.
—Creo que necesitas que te revisen la vista, Cummings —le dijo Mallory con una risita.
—No subestimes tu inconmensurable encanto, muchacha. Eres tan refrescante como
un día de primavera.
—Oh, por favor —musitó Freddie, poniendo los ojos en blanco—. No había visto tantas
gilipolleces desde que el circo abandonó la ciudad.
Si Mallory no lo hubiese conocido bien, habría pensado que Cummings estaba
provocando adrede a Freddie y que lo había conseguido.
De camino a la puerta, Cummings se paró cerca de Freddie, que lo miró como si
estuviese contemplando cómo luciría su cabeza en lo alto de una pica.
—Quizás quiera cubrirse —comentó secamente—. Podría pillar un resfriado.
Salió de la habitación, las manos sujetas detrás de la espalda.
Con las manos apretadas en puños a ambos lados, Freddie se dio la vuelta, los ojos
lanzando llamas, y se fue hacia la puerta que unía ambas habitaciones, murmurando algo
sobre echarle cicuta a Cummings en el té, antes de cerrar la puerta tras ella con un
estruendoso portazo.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 11
Una semana después, Mallory miraba por una ventana de una de las habitaciones de la
torre, dando vueltas de forma ausente a la rosa roja que había cogido del jardín aquella
mañana.
No veía el paisaje que tenía delante; el exuberante valle verde que se extendía en
todas direcciones o las aguas contorneadas de plata del ilimitado arroyo, o el grupo de
patitos que andaban tras su madre. Tenía la mente demasiado ocupada con otras cosas.
Se sentía frustrada con el buen doctor. El mismo tipo de frustración que sentía cuando
se quedaba atascada en mitad de un manuscrito y quería tirarlo desde lo alto del
apartamento, gritando con regocijo psicótico cuando los papeles llovieran sobre Times
Square como si fuesen confeti.
Su plan de usar el acercamiento visual con Dexter no estaba funcionando como había
esperado. De hecho, la idea estaba comenzando a parecer tan insípida y temeraria como
la visión de Bogie que tenía Dexter, y había puesto al profesor en ambos frentes.
Habían visto Cumbres Borrascosas, Tú y yo, Love Story, Una Ventana al Cielo, y Lo
que el Viento se Llevó. La última película lo desconcertó por completo. Le dijo que parecía
que Escarlata quería más a Tara que a su marido y, ¿dónde estaba el romance ahí?
Ningún hombre quería a una mujer que quisiera más a una casa que a él.
Mallory había intentado explicarle que tanto Escarlata como Rhett eran unos
testarudos, orgullosos, y que aunque parecieran tan diferentes en realidad eran muy
parecidos. Pero la discusión se había convertido en un estudio de puntos y contrapuntos.
Aún así, si lo volvía a pensar, Mallory no podía decir que no hubiese hecho ningún
progreso. Lo había hecho. Dexter había sonreído, una genuina sonrisa, un par de veces,
aunque inseguro, y le había oído por casualidad silbando “As Time Goes By”32. Incluso
habían cenado pizza una noche, aunque había insistido en que tuviese anchoas. Mallory
hizo una mueca al recordarlo.
Pero el mayor avance había sido cuando él había llegado a la mesa sin atarse la
corbata. Si aquéllo no era un milagro, entonces tampoco lo eran las ventas
multimillonarias a dos céntimos la pieza de espuma gris moteada que los constructores de
juguetes etiquetaron como Pet Rock33. Mallory había comenzado a pensar que Dexter
dormía con aquellas corbatas.
Se preguntó con qué más dormiría, entonces frunció el ceño ante el pensamiento, algo
que se descubría haciendo a menudo recientemente. No había buscado un lugar donde
estar sola para poder vivir su creciente fascinación por Dexter. No, tenía otros asuntos
más importantes en los que pensar.
Como Genie.
Su hermana había empezado a llamar más a menudo a cada día que pasaba, sin tener
nunca realmente mucho que decir, y sin admitir nunca que simplemente quería hablar. Su
razón era siempre algo tan tonto como: “Por cierto, tu microondas ha explotado”.
Por supuesto, el microondas no se había estropeado solo. Genie había metido una
lasaña entera forrada en aluminio en el aparato. Mallory se imaginaba la destrucción
resultante que había dejado su cocina como el Día de la Masacre de Halloween. De
alguna forma, dudaba que el resto del apartamento estuviera en mejor situación.
32
Canción de Casablanca.
33
http://www.petrockbiblebuddies.com/pet2.jpg (ver imagen)
69
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Mallory se daba cuenta de que estar lejos de su hermana era duro para Genie. Podía
actuar y sonar como si fuese fuerte y resistente, pero no lo era. Quizás era por eso por lo
que Mallory continuaba haciendo cualquier cosa que pudiese para ayudar a su hermana,
porque sentía que Genie estaba gritando en silencio en busca de ayuda. Aún así, cuanto
más lo intentaba Mallory, más la alejaba su hermana.
Mallory pensó en la llamada de teléfono que había recibido de su madre hacía una hora
para contarle que Genie había sido vista con Bruno. Las noticias no habían sido
únicamente inesperadas, sino increíbles.
Su hermana no se atrevería a volver a meterse en problemas con Bruno después de
que Mallory acababa de sacarla de uno, ¿verdad? Le asustaba demasiado la pregunta
como para buscar con interés la respuesta.
—Ah, aquí está, Señorita Ginelli.
Mallory se sobresaltó ante el sonido de la voz de Dexter. Lanzó un vistazo sobre el
hombro para verlo andando a zancadas hacia ella, devastadoramente atractivo como
siempre. El estómago le dio un pequeño y extraño vuelco.
—La he buscado por todas partes —le dijo.
Estiró la cabeza hacia detrás mientras él se paraba cerca de ella, sintiéndose
ligeramente abrumada por la altura y la anchura de él.
—Oh, ¿de verdad? ¿Y por qué?
—Bueno, faltó a nuestra reunión diaria.
La reunión. Así era como Dexter llamaba al tiempo que pasaban juntos profundizando
en los misterios del galanteo. Con un suspiro, Mallory devolvió su mirada al paisaje fuera.
—Lo siento. Lo olvidé.
—Estábamos a punto de discutir los méritos y dificultades de Romeo y Julieta —
continuó como si ella no hubiese hablado—. Leí la obra la noche pasada, y aunque hay
varios elementos atrayentes, encuentro molesta la escena de la muerte. Las acciones de
Romeo parecen precipitadas y altamente irregulares para un hombre que posee una
razonable cantidad de sentido común.
—Creyó que la mujer que amaba estaba muerta, así que quiso morir. Estaba
incompleto sin Julieta.
—Todos tenemos decepciones en la vida, cosas que deseamos haber hecho de forma
diferente, cosas que deseamos poder cambiar. —Lo grave de su tono de voz la hizo
girarse y mirarlo. Él miraba por la ventana, aparentemente como si estuviese en algún
lugar interior, ¿quizás recordando una de sus propias decepciones? ¿Algo que quería
cambiar? Debió haber sentido que ella lo miraba porque entonces añadió de forma algo
brusca—. Sin embargo, no vamos por ahí suicidándonos.
—Romeo era el alma gemela de Julieta —intentó explicar Mallory—, su otra mitad y
viceversa. Uno sin el otro eran como… una galleta con trozos de chocolate sin trozos de
chocolate. Algo falta.
—¿Una galleta con trozos de chocolate? —le regaló una burlona sonrisa.
—¿Qué puedo decir? Me gustan las galletas con trozos de chocolate.
Él soltó una suave risa, pero se detuvo abruptamente como si recordara que había
estado en mitad de una conversación seria, incluso aunque él fuese el único serio.
—Lo que quiero decir es que Romeo y Julieta vienen de familias que tienen un alto
sistema de honor, respeto y deber, un sistema que muchas familias de hoy en día todavía
mantienen. Sabían que sus acciones podrían afectar a un gran número de personas y
causar un gran dolor.
—No creo que les importase. Querían estar juntos, y nada más importaba.
Frunció el ceño hacia ella, como si estuviese hablando en una lengua extraña.
70
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—¿Qué bien les hicieron todas esas maquinaciones al final? Los dos murieron.
—Es amor, Dexter, y el amor a menudo no tiene mucho sentido, como a quién
elegimos para ofrecerle nuestro amor y por qué. Es… así.
Parecía encantadoramente perplejo, pensándolo todo demasiado, como siempre.
Entonces se encogió de hombros, bien rechazando las explicaciones de ella como
romanticismo femenino o recordándose que Romeo y Julieta eran ficticios y, por lo tanto,
no se merecían más comentario.
—Bueno, al menos “El sueño de una noche de verano” era divertido —dijo—. Toda esa
idea de la poción de amor era bastante cómica y una idea muy moderna. —Su expresión
se volvió contemplativa—. Si hacer que alguien te amase fuese así de fácil…
Ojalá, pensó Mallory.
—El amor puede ser una experiencia de lo más maravillosa, o de lo más desgarradora.
—Había pasado mucho tiempo desde que ella había sentido la parte maravillosa del
amor, en cualquier aspecto de su vida. Había querido a su padre, y de aquel amor habían
resultado heridas irreconciliables. Quería a Genie, pero su hermana se escapaba de su
control un poco más cada día.
—¿Ocurre algo, Señorita Ginelli? No parece demasiado usted misma hoy.
—Tengo un montón de cosas en la cabeza.
—¿Quiere contármelas?
Por raro que fuese, quería hacerlo, pero había guardado silencio sobre su familia
durante demasiado tiempo y su reticencia ahora parecía una parte natural de sí misma.
—Gracias… pero no.
Pensó que la cosa se quedaría ahí, pero él se acercó más, descansando un hombro
contra la pared. Mallory podía sentir su mirada sobre el rostro, pero no quiso mirarlo.
—¿Su tristeza tiene algo que ver con su hermana?
Mallory no estuvo segura de por qué se sorprendía ante su astucia. Habían estado
juntos durante algunas de las llamadas de Genie. Y aunque Mallory nunca había
divulgado nada sobre su hermana, claramente Dexter había oído suficiente.
Vaciló y luego dijo:
—Quiero a mi hermana, pero en ocasiones puede ser… —Mallory buscó la palabra
adecuada.
—¿Traviesa? —sugirió Dexter.
Eso era decirlo con suavidad.
—Para alguien que no tiene hermanos, pareces entender muy bien cómo pueden llegar
a actuar.
—No es la única que tiene una vívida imaginación, Señorita Ginelli. Cuando se es hijo
único en una casa con cuarenta y dos habitaciones, terminas creándote hermanos.
La admisión de él fue tan franca, tan honesta, que fue casi dolorosa oírla. De todas
formas, Mallory no quería entrar en una discusión respecto a su hermana.
—Creo que te debo una lección en romance, profesor. —Pensó durante un momento
que él le permitiría cambiar de tema. No lo hizo.
—No es necesario.
—El día es demasiado agradable para malgastarlo. Así que sugiero que vayamos al
jardín donde podré enseñarte la forma adecuada de presentarse a una mujer con flores.
Requiere una ejecución delicada que muchos hombres no dominan.
—¿Flores? —El sereno hombre de momentos antes de pronto parecía listo para echar
a correr—. ¿No es demasiado pronto para eso?
Mallory ocultó su sonrisa y le dio una palmadita en la mano.
—No te preocupes. Iremos pasito a pasito.
71
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—Tiene unos ojos encantadores. Me recuerdan a pedacitos de… er… vidrio de mar. Sí,
Verdes vidrios de mar, para ser más exactos. —Dexter la miró, pareciendo complacido del
cumplido que acababa de lograr.
Mallory le dirigió una sonrisa alentadora, bastante segura de que nadie había descrito
sus ojos como pedacitos de vidrio de mar. Claro que sólo había un Dexter Harrington, e
intentar enseñarle cómo ser un hábil ladrón de corazones era una tarea que comenzaba a
parecer tan enorme como la de Moisés de sacar a los Hebreos de Egipto.
Habían pasado tres días desde su conversación en la habitación de la torre, y las cosas
había cambiado sutilmente entre ellos. Aunque Dexter aún se quejaba y disfrutaba la
ocasión de oponer resistencia y algunas veces soltaba un comentario que hacía que
Mallory quisiese ponerle una X en la frente y usarlo como diana para practicar con el arco,
de alguna forma, Dexter se había relajado. De hecho, estaba llegando a disfrutar pasando
tiempo con él.
Cummings le había dicho que se acercase más, que quizás vería algo que no había
esperado. Aquello se estaba volviendo verdad.
—Eso está muy bien, profesor. ¿En qué más puedes pensar?
El placer de él se marchitó, como sabía ella que pasaría si insistía, y musitó:
—Aprender cómo ser un maldito romántico es más difícil que cuantificar la mitad de la
vida de un núcleo radioactivo.
Mallory se mordió el interior de la boca para evitar reír.
—Estoy segura de que tienes razón, Profesor. Quizás deberías parar por esta noche.
—Ella tampoco podía aguantar más. El hombre tenía como tres licenciaturas, y aún así se
desconcertaba por completo cuando tenía que pensar en palabras dulces que decir a una
mujer—. Ya son pasadas las diez.
Dexter echó un vistazo a su reloj.
—Es cierto. —Dirigió a Mallory una mirada indecisa—. No creo que lo esté
consiguiendo, Señorita Ginelli. ¿Cree que podríamos practicar un poco más?
El hombre era un perfeccionista. No había duda sobre ello. Disfrutaba claramente
también de la tortura.
—De acuerdo. Un poco más.
Eso le hizo ganar una sonrisa.
—Veamos. ¿Por dónde iba? Ya hicimos los ojos.
—Sí, eran vidrios de mar.
—Y también las pestañas.
—Eran como dos cañas arqueadas de color marrón.
—No, no. Cañas no, Señorita Ginelli. Dos esbeltos tallos marrones, de la variedad
botánica. Hay una diferencia, ¿sabe?
—Gracias por aclarármelo. —Mallory se contuvo de poner los ojos en blanco—. ¿Qué
más?
—Bueno, el color de su pelo me recuerda al mismo negro profundo que se encuentra
en los asfaltos de primer calidad. Aunque, debo añadir, que el asfalto no brilla con reflejos
rojos cuando le da el sol.
Mallory intentó alejar la afligida expresión de su cara.
—Eso es muy dulce. ¿Algo más?
Esperaba que no.
—Hmmmm. —La escrudiñó como si fuese un fósil particularmente interesante cuyos
orígenes eran desconocidos—. Su piel es como... la masa de un pastel, perfecta, una
72
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
masa no demasiado terrosa; ni demasiado pastosa ni demasiado seca. Una masa que ha
sido extendida con el rodillo hasta quedar en finas y manejables tiras y modelada sobre su
cráneo por el mejor... el mejor... —Colocó la barbilla sobre la palma de su mano, un ceño
aunaba sus cejas mientras buscaba la palabra correcta.
—¿Chef, quizás?
Sacudió un dedo hacia ella.
—Eso funcionaría. Aunque un criminólogo forense también me vino a la mente. Ya que
ven tantas calaveras, imagino que son adeptos a la reconstrucción facial.
—Qué... interesante. —Algún día cuando tuviese noventa, echaría la vista atrás y
recordaría al hombre que había descrito su piel como masa para bizcochos—. Dame un
poco de relleno de tarta de cerezas y algo de crema batida y te haré un fabuloso postre.
—Ups. ¿Lo había dicho en alto?
Por la enfurruñada expresión de la cara de Dexter, obviamente sí.
—Si va a burlarse de mis intentos, Señorita Ginelli, no creo que quiera seguir.
—Sólo bromeaba. Lo estás haciendo muy bien. —Si simplemente pudiese relajarse,
llegarían a algún sitio. Se le ocurrió una repentina idea—. Cierra los ojos.
—¿Por qué?
—Consiénteme.
Vaciló, luego se encogió de hombros y cerró los ojos.
—Ahora, imagina una mujer que hayas visto y pensado que era hermosa, alguien a
quien hayas deseado decir algo pero las palabras se te hayan embrollado en la garganta.
Te acercas a ella. Ella te sonríe. ¿Qué le dirías?
—Hace buen tiempo, ¿no?
Los hombros de Mallory se hundieron.
—Quiero decir, hazle un cumplido. ¿Cuál de sus rasgos atrae más tu atención?
Pasó un momento hasta que murmuró.
—Sus labios.
—¿Y qué pasa con sus labios? —La mirada de Mallory fue atraída a los labios de
Dexter ahora que podía escudriñarlo sin ser observada. Observó su boca mientras
hablaba, la forma en que formaba las palabras, encontrando que su acento era algo más
que añadir a su atractivo.
—Tiene una boca preciosa —dijo.
—Bien. ¿Y?
—Sus labios son llenos, ricos.
Los dedos de Dexter acariciaban su propio pulgar como si ardiera por tocar los labios
que imaginaba. Quizás ella estaba consiguiendo algo.
—¿Algo más?
—Son labios para ser besados.
Mallory parpadeó, sin esperar aquella clase de admisión.
—¿Besados?
Dexter asintió, un sedoso mechón de pelo le cayó sobre la frente.
—A menudo y concienzudamente... muy concienzudamente.
Mallory tragó con dureza.
—Bien, creo que esto es suf...
—Parecen tan dulces como las fresas mojadas por la lluvia —siguió con voz ronca—.
Del tipo de las que quieres hundir los dientes porque son tan rellenas, tan maduras que
sabes que van a ser lo mejor que nunca has probado. Quieres saborear esa dulzura,
explorarlas con tu lengua y lamer cada gota.
73
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Mallory se presionó un dedo contra los labios, preguntándose por qué le hormigueaban
de pronto.
Dexter abrió lentamente los ojos, y Mallory se sintió capturada por la soñolienta mirada
en su cara. La mirada de él cayó sobre su boca. Sin duda alguna no se había referido a
sus labios. ¿Verdad?
Dándose cuenta de que todavía tenía los dedos contra los labios, fingió un bostezo.
—Creo que estoy más cansada de lo que creía. Si me perdonas. —Se levantó de la
mesa.
Él también se levantó.
—¿Qué opina de mi descripción?
¿La que le había hecho sudar las manos?
—Fue muy... eh... descriptiva. —Otra fabulosamente ingeniosa respuesta—.
Reanudaremos esto mañana. —Si es que no pensaba en un nuevo plan para ese
entonces, añadió en silencio, algo que no pareciese tan... íntimo. ¿Pero qué?
Considerando la naturaleza de las investigaciones, no sería tarea fácil—. Buenas noches,
profesor. —Se apresuró hacia la puerta y salió al vestíbulo.
—Quizás querría esperar unos minutos antes de irse, Señorita Ginelli.
Mallory hizo un alto en el último escalón, vaciló, se dijo que no mirara, y luego tiró la
lógica a los cuatro vientos y lanzó un vistazo sobre su hombro hacia Dexter. Estaba fuera
de la puerta de su oficina, la cara parcialmente en las sombras, haciendo ilegible su
expresión.
—¿Y por qué? —preguntó ella, intentando sonar despreocupada y fallando
miserablemente.
En ese momento, las luces de un coche brillaron a través de una de las rectangulares
ventanas del vestíbulo.
—Por eso —contestó, caminando hacia la ventana para mirar fuera.
La curiosidad sacaba lo mejor de Mallory, y se movió hacia la ventana que flanqueba el
otro lado de la puerta, en el lado opuesto de Dexter.
Vio a Wheatly salir de un salto del Rolls y abrir con rapidez la puerta de atrás del coche.
Un segundo después, emergió una cabeza, aunque Mallory no vio su cara. Pero no
necesitaba hacerlo para saber inmediatamente quién era. Reconoció el peinado.
Su madre había llevado aquel peinado desde que Mallory era una niña.
Antes de que Mallory pudiese decir nada, otra persona salió del coche, meneándose
con una energía frenética que conocía bien. Su hermana
Aturdida, giró la cabeza y miró a Dexter.
—¿Qué está haciendo mi familia aquí?
Él no la miró.
—Creí que podría gustarles ver Inglaterra.
—Creiste... ¿qué te hizo creer que querrían ver Inglaterra?
La respuesta de él fue un encogimiento de hombros.
Pero Mallory no necesitaba oír su respuesta. Ya sabía cuál sería.
—Los invitaste por lo que le dije hace unos días, ¿no es así?
—No. —Entonces se encogió de hombros, admitiendo de mala gana—. Bueno, quizás.
Mallory no podía creer que Dexter hubiese traído a su familia a Inglaterra sólo porque
había sentido que ella estaba preocupada por su hermana.
Las palabras de Cummings volvieron a ella.
Si la gente consiguiera conocerlo, descubrirían a un hombre que les daría su propia
camisa si la necesitasen.
74
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Dexter ni siquiera había sabido la razón por la que había estado preocupada por su
hermana, ni conocía los problemas de Genie; aún así la había invitado a su casa.
Mallory se mordió el labio, preguntándose qué pasaría ahora que su hermana estaba
allí. Contempló la idea de contarle a Dexter la historia de Genie, o quizás “advertirle” fuera
más oportuno.
Mallory se decidió en contra, con algunas reservas. Podría tener un ojo en Genie y
asegurarse de que no se metía en problemas.
—Fue muy dulce de tu parte invitarlos. Gracias.
Claramente, su elogio lo incomodaba. Se metió las manos en los bolsillos.
—No hay necesidad de dar las gracias. Mis acciones fueron provocadas por nada más
que la lógica común.
Ella frunció el ceño.
—¿Lógica?
—Sí. —La cara de él era una pizarra limpia, sin dejarse nada fuera—. Si su mente
estaba preocupada por su hermana, entonces no habría conseguido su total atención
para nuestras investigaciones.
Mallory no supo por qué le hirió su respuesta.
—Ya veo. Ciertamente no podemos dejar que nada interrumpa nuestra investigación,
¿verdad? —Creyó verlo estremecerse, pero se figuró que había sido sólo un truco de
luces.
—Después de todo, ésa es la razón por la que está aquí.
—Prometo no volver a olvidarlo —dijo firmemente—. ¿Debo suponer que pagaste sus
billetes de avión?
—Las invité —contestó, que era su forma de decir que sí.
¿Por qué había pensado ella ni por un minuto que sus acciones habían sido
provocadas por otra cosa que no fuese la fría y dura lógica?
—Te lo devolveré.
—No espero reembolso. Son mis invitadas y se las tratará como tal.
—Bueno, recibirás tu dinero te guste o no.
—Creo que está agotada —dijo en aquel tono de superioridad que chirriaba sobre los
nervios de Mallory—. ¿Por qué no discutimos esto mañana cuando esté un poco más
calmada? Creo que las cosas se verán más claras entonces.
—¡No te atrevas a tratarme como a una niña!
—No actúe como una.
—No soy una de tus sirvientas para que me despidas con un gesto de tu mano.
—Tan sólo he dicho que deberíamos tener esta discusión mañana.
—¡No hay nada que discutir! —Su frío e imperturbable comportamiento enfadaba a
Mallory—. ¡No puedes seguir usando el dinero para comprar a la gente! ¡Si quieres algo,
abre la boca y pídalo, y deja de tomar el camino más fácil! —Lamentó sus palabras tan
pronto como dejaron su boca.
Los labios de él se comprimieron en una fina línea.
—Pido perdón si mi decisión la ofende.
Mallory se sentía horrible. Había arremetido contra un hombre cuya verdadera
naturaleza era ser lógico, de quien había esperado que actuase de forma diferente tan
sólo porque eso era lo que ella quería. Lo había culpado por ser él mismo, y lo había
hecho de la peor forma posible.
—Dexter... —comenzó, sólo para ser cortada por la puerta principal al abrirse de un
golpe, dejando entrar a su madre y a su hermana, abandonando la disculpa en los labios
de Mallory,... y dejándole un dolor sordo en el corazón.
75
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 12
Al fin privacidad.
Mallory se permitió un momento para regodearse en la paz, ahora que su madre y
hermana habían ido al cine, dejándole la tarde para ella.
Durante dos días había hecho de guía, como si fuera la señora de la casa en vez de
una invitada, visitando el mismo vestíbulo tres veces en un momento porque se había
perdido. Todavía había lógica en su locura. Siendo el objetivo crucial continuar
manteniendo a Genie ocupada.
Mallory quería asegurarse de que su hermana se mantenía fuera de problemas.
Aunque se preguntaba si la preocupación era innecesaria, considerando que la mente
de Genie estaba perfectamente ocupada con otros pasatiempos.
Concretamente, Dexter. Genie estaba completamente encaprichada con su anfitrión.
Cuando Mallory había presentado a Dexter a su hermana, Genie lo había mirado
boquiabierta de la manera más inapropiada, hasta el punto de que Mallory tuvo que
darle un codazo.
Incómodo aunque divertido, Dexter había aceptado la adoración juvenil de Genie
con aplomo, lo cual sólo consiguió hacer que Mallory se sintiera todavía peor ante su
horroroso comportamiento.
Cuando finalmente se marchó para hablar con su madre, que caminaba a través del
vestíbulo admirando una enorme pintura al óleo, el zombi en el que el trance de Genie
había desembocado acabó... y el homenaje a toda la persona de Dexter comenzó.
—Oh... Dios... Mío. !Es un pedazo de hombre! ¿Has visto esos ojos? —preguntó,
como si Mallory hubiera estado todo ese tiempo viendo la cabeza sin ojos de Dexter—.
Juro que puede ver a través de mis ropas. —Evidentemente a Genie no le importaba la
perspectiva—. ¡Vaya cuerpo! Los músculos de ese hombre tienen músculos.
Se fue dando la tabarra. Ni siquiera en el dormitorio, Mallory tuvo alivio temporal del
vivo recuerdo de Dexter por parte de Genie, ya que su hermana (con una abundancia
de habitaciones entre las que escoger) decidió instalarse con Mallory, creyendo que un
castillo tan viejo como Branden Manor tenía que estar embrujado por los fantasmas de
los no muertos.
—Debe haber conocido a Cummings —había sido la mordaz adición de Freddie a la
conversación.
Al menos, el tiempo pasado con su hermana le había dado a Mallory algún espacio
con Dexter. No habían tenido ningún “encuentro” desde que la familia había llegado,
pero sospechaba que él la evitaba. ¿Le podía culpar?
Sin embargo, tenían una investigación que realizar. Le había prometido que no era
lo bastante tonta como para olvidarlo de nuevo. Además, le debía una disculpa.
¿Entonces cuál era el siguiente movimiento?
Estaba considerando cuidadosamente la respuesta a esa pregunta cuando oyó un
ruido sordo que provenía de algún lugar de la casa. No podía suponer exactamente
qué era. El castillo tenía tendencia a captar el sonido y distorsionarlo, Mallory abrió la
puerta de la habitación y trató de ver.
El pasillo estaba desierto, pero no era nada nuevo. Podía recorrer los pasillos
durante media hora sin toparse con otra alma.
La casa estaba más vacía de lo normal, ya que los pocos sirvientes que había se
habían tomado el día libre y Freddie se había marchado horas antes al pueblo, para
conocerse mejor con un “exquisito pedazo de hombre” que había visto el día anterior.
76
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—Juro que debe haber algo en el agua de los alrededores —había remarcado
Freddie, los ojos azules le destellaban con malvado placer—. Deberías haber visto los
brazos de ese chico. Como dos cañones. Sin embargo, apuesto a que tiene el intelecto
de un vegetal. —Sonrió—. Mudo y cuadrado. Justo como me gustan.
—¿Oh, de verdad? —entonó Mallory—. Creía que preferías a los hombres
educados... como Cummings, por ejemplo.
Eso borró la sonrisa de la cara de Freddie.
—El hombre tiene la personalidad de un orinal —murmuró y rápidamente se fue.
Poco tiempo después, Dexter también salió de la casa. Adonde había ido, Mallory no
tenía ni idea. Lo más probable es que se estuviera abasteciendo de pulverizadores de
pimienta, para protegerse de otro de sus arrebatos.
Mallory se dio cuenta que había caminado sin rumbo por los pasillos y que el sonido
que la había arrastrado fuera de su habitación se estaba debilitando.
Giró y se dirigió hacia las escaleras que conducían al nivel inferior.
Bajó hasta el descansillo de la segunda planta, que daba a un gran recibidor con un
oscuro suelo de madera brillantemente pulido, una actualización obviamente moderna,
cuando una puerta se abrió repentinamente y derramó el sonido que había estado
siguiendo.
Música.
Un cuerpo extrañamente vestido se deslizó fuera del estudio, unos pies descalzos lo
llevaron hasta la mitad del piso donde procedió a sostener un destornillador inalámbrico
convertido en micrófono y canturreó.
—Sólo toma esos viejos discos del estante...34 —Cummings se detuvo abruptamente
cuando la divisó.
Mallory disimuló una sonrisa tras la mano cuando Cummings se arregló rápidamente
el cuello de su prístina, blanca y abotonada camisa y trató de fingir que no había estado
actuando como Tom Cruise en el papel de “Negocios de Riesgo”.
—Buenas noches —dijo cuando se la encontró al pie de las escaleras.
—Buenas noches —respondió ella, rezando por mantener a raya la risa. El pobre
hombre parecía tan incómodo que no quería hacerle pasar más vergüenza.
Mallory no podía entender por qué a Freddie le disgustaba tanto Cummings. Era
inteligente, guapo, divertido y claramente desinhibido, si su actuación musical era un
indicador. El tipo de hombre que a cualquier mujer le enorgullecería nombrar como
suyo. De todas formas a Mallory le gustaba sólo como amigo.
Recorrió el estudio con la mirada y divisó la fuente de la música; un estéreo portátil,
el cual descansaba sobre una cara mesa junto al sofá.
—Voy a apagarlo —dijo Cummings yendo hacia la habitación.
Mallory le detuvo.
—No. Me gusta.
Solía escuchar música todo el tiempo, disfrutando los ritmos, sintiendo las
pulsaciones penetrándole en la sangre.
Durante años, había tomado clases de baile, pero las había dejado cuando el dinero
escaseó, teniendo que decidirse entre mantener las clases o ayudar a la familia con el
aumento constante de facturas que su padre les había dejado. En realidad sólo había
tenido una opción.
—Hay algo en escuchar buena música que me alivia la tensión —dijo Cummings.
—A mí también.
34
Famosa canción de Bob Segel :“Old Time Rock&Roll”
77
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—Señorita Ginelli, mientras sea mi empleada, espero que refrene sus flirteos con
mis asociados.
Mallory miró a Dexter con furia y se restregó el brazo por dónde la había agarrado
cuando despóticamente la había arrastrado a su oficina, dando un portazo tan fuerte
que esperaba que una de las cuatro torrecillas que adornaban las esquinas del castillo
se desplomaran como un cohete entrando en la atmósfera terrestre.
Pero no le importaba en ese momento. Las piedras podrían desplomarse a su
alrededor como los muros de Jericó y eso no cambiaría un simple hecho.
Ella, también, estaba enfadada.
Cuando Dexter había ido furioso hacia ella, Mallory había tenido un asomo de la
persona que había estado escondida tras su forma maciza.
Freddie. Bella, despeinada por el viento, Freddie, la chica Coppertone.35
35
Coppertone es una marca de bronceador que hizo famoso su anuncio introduciendo a la chica Coppertone,
una joven rubia con coletas a la que un Terrier Escocés le bajaba el bañador azul dejando expuesto su trasero
blanco en contraste con su bronceada piel.
78
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
¿Se habían encontrado en algún lugar? ¿Quizás habían pasado algún tiempo
juntos? ¿Conociéndose mejor? ¿Compartiendo unas risas? ¿O había sido simple
coincidencia que llegaran a casa al mismo tiempo?
Mallory frunció el ceño. ¿Por qué tenía importancia si había sido coincidencia o
habían estado juntos? Lo que hiciera Dexter no era de su incumbencia. No tenía ningún
derecho sobre él, ni él sobre ella. Y eso, se dijo a sí misma, era la verdadera razón por
la que estaba furiosa. ¡No tenía ningún derecho a actuar como si ella fuera de su
propiedad!
—¿Me está usted escuchando, Señorita Ginelli? —preguntó bruscamente—. No
toleraré su falta de atención... o que hechice a Cummings con sus artimañas
femeninas. ¿Está claro?
Mallory podría haber sentido algún placer en la suposición de que ella tuviera
artimañas femeninas si no hubiera dicho las palabras como si fueran una maldición.
¡Hechizar a Cummings! Los hechizos eran el territorio de Freddie, no el suyo. ¿Y
además, quién se creía el hombre que era? Evidentemente ella no se doblegaría ante
ese tono de voz autocrático de “yo estoy al mando”. ¡Se estaba buscando un labio
hinchado!
—Hago lo que quiero cuando quiero —replicó tirante, plegando los brazos sobre el
pecho.
Estaban frente a frente en su escritorio. Mallory rehusó el echarse atrás, incluso
aunque la mirada que le echó él era suficiente como para helar el agua. Sabía que el
escritorio no sería un elemento disuasorio si el tumulto estallara... y con cada momento
que pasaba, las probabilidades de un estallido aumentaban considerablemente.
—Mientras esté en mi casa, se comportará. Guarde las citas para sus amigos en
Nueva York.
—¿Mis citas? —espetó Mallory, una cornucopia de palabras se le atascaron en la
garganta; ahogada como estaba con ardiente indignación.
¡Cómo se atrevía ese hombre a acusarla de algo tan... vil! ¡Pensar que ella tontearía
con Cummings (el dulce, encantador y caballeroso Cummings) era absolutamente
absurdo! Nunca en su vida había tenido una cita.
Necesitaba dar rienda suelta a su temperamente, la mirada de Mallory recorrió el
escritorio de Dexter, buscando un objeto para arrojárselo a la cabeza con la esperanza
de darle algún sentido. Divisó el pisapapeles. Un bonito y fornido pisapapeles de
mármol. Lo birló del escritorio y lo levantó en la mano.
—¿Qué está usted haciendo con ese pisapapeles, Señorita Ginelli? Bájelo antes que
alguien se lastime.
Oh, estaba claro que alguien iba a lastimarse.
—¿Estás preocupado?
—No, por supuesto que no. —Sin embargo parecía preocupado—. No haría algo tan
infantil como tirarme eso. Ahora, si fuera tan amable...
—¿Eso crees? —Mallory empezó a rodear el escritorio. Él a su vez empezó a
retroceder.
—Si sólo pudiéramos hablar de esto como adultos racionales.
—Soy racional. Ahora estoy disfrutando de un ataque de irracionalidad.
Dexter continuó retrocediendo. Si ella se tomara una pausa para pensar en ello, se
podría dar cuenta de lo completamente ridículos que parecían. Un metro noventa y
cinco de hombre, de unos noventa kilos de sólidos y compactos músculos siendo
perseguido por una mujer de la mitad de su tamaño.
79
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 13
82
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Ese beso.
Dexter no podía dejar de pensar en él. El recuerdo había invadido sus sueños y
todavía lo importunaba, pareciendo aún más obsesionante en las tempranas horas de
la mañana, con la luz entrando por la ventana de la oficina, mientras miraba el lugar
sobre el escritorio donde el cuerpo de Mallory había estado presionado contra el suyo...
hasta que habían sido descubiertos con las manos en la masa, como dos adolescentes
besándose detrás del granero.
Cummings. El maldito sinvergüenza. Él y su infortunado sentido de la oportunidad.
Generalmente, Dexter no estaba inclinado a la violencia, pero se había sentido muy
tentado de estrellarle el puño en la cara a su amigo, cuando Cummings había
aparecido en la puerta luciendo demasiado satisfecho, por decir poco.
Pero, ¿qué habría pasado si Cummings no los hubiera interrumpido cuando lo hizo?
Dexter quería creer que nada habría sucedido entre él y Mallory, que la habría apartado
y hecho lo correcto. Sin embargo, a decir verdad, no podía asegurar que hubiera sido
capaz de dejarla ir.
Santo Cristo, había perdido el control y era un hombre conocido por su dominio de sí
mismo, por su determinación de hierro y su pensamiento lúcido. Y no obstante, con
Mallory en sus brazos, había sido cualquier cosa menos lúcido.
—Debo recordar interrumpirte más a menudo, Dex —señaló Cummings, con una
actitud creída, mientras se sentaba en una silla enfrente del escritorio de Dexter, con
una sonrisa sarcástica de oreja a oreja… y su barbilla suplicando por un puñetazo.
Claramente era un hombre con una misión.
—Sólo Dios sabe qué podría ver la próxima vez.
—¿Estás aquí por algún motivo en particular? —preguntó Dexter tan serenamente
como le fue humanamente posible, sabiendo que no debía alimentar la necesidad de
aguijonearlo de Cummings.
—Sólo pensé que debía dejar las cosas claras y decirte que fue culpa tuya que
anoche me entrometiera entre tú y Mallory.
—¿Fue culpa mía? Bueno, esto seguramente va a ser algo interesante de oír.
—Debes admitir que no estabas actuando como tú mismo. Por Dios, hombre,
parecías un nubarrón, las venas se te sobresalían del cuello. Pensé que ibas a
reorganizar mis órganos internos.
—Trata de no comportarte como un asno. No estaba enfadado contigo.
—Podrías haberme engañado. Pero no estaba preocupado por mí. Cuando todo se
quedó en silencio poco después de que arrastraras a Mallory… y ten en cuenta que
golpeaste la puerta de tu oficina tan fuerte que las reverberaciones todavía se
sienten… me imaginé que algo horrible había pasado.
—Sabes que nunca hubiera lastimado a una mujer.
Lastimar a Mallory era lo último que se le hubiera ocurrido, pero a Dexter le
molestaba que su amigo pudiera pensar que podría haberlo hecho.
Cummings ondeó una mano, desestimando el hecho.
—No tenía ninguna duda de que ella iba a estar bien. Era por ti por quien estaba
preocupado. Me imaginé que cuando entrara te iba a encontrar doblado sobre ti mismo
a causa de una rodilla descargada contra tu ingle. Estaba seguro de que ella te la
daría… lo cual dicho sea de paso, te merecías enteramente.
Dexter no necesitaba que le recordaran su altamente irregular y extremo
comportamiento furioso de la noche pasada. Todavía no había podido dejar de pensar
en ello.
83
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Su matrimonio con Lady Sarah Benton había sido planeado desde que tenía quince
años y Sarah cinco, siguiendo una tradición Harrington de doscientos años de
matrimonios arreglados.
Para algunas personas, era una tradición anticuada. Y había habido un tiempo en el
que Dexter había pensado de la misma forma, cuando se había sublevado contra las
cadenas invisibles que lo ataban a una mujer que no había escogido por sí mismo.
Pero con sus padres muertos y siendo el único hijo, se sentía obligado a cumplir sus
deseos. Le había llevado casi dos años llegar a esa conclusión, y pensaba que
finamente se había resignado a la idea.
—Así que no has cambiado de opinión, entonces, ¿no has decidido no seguir con
esta farsa, quiero decir, este fiasco, er, quiero decir matrimonio? —preguntó
Cummings, aunque no por primera vez desde que había sabido la decisión de Dexter.
—No, no he cambiado de opinión.
Pero quería cambiar de tema. No quería pensar en Sarah. Y estaba
endemoniadamente seguro de que no quería pensar en el matrimonio.
Se volvió y miró a través de la ventana, divisando a Mallory que vagaba por el jardín.
La siguió con la mirada. Se sentía atraído hacia ella, no podía negarlo. Tenía una
especie de brillo que iluminaba cualquier habitación en la que entrara, aliviando la nube
gris que había perseguido a Dexter durante demasiados años.
Su espíritu era indomable; su fuerza de voluntad, una fuerza invisible pero
igualmente palpable. Francamente la admiraba. Sin embargo, no podía dejar que su
admiración lo llevara a descarrilarse como había sucedido ese día.
—Sabes, Dex, nadie te culparía por no proseguir con los planes de matrimonio.
—Lo sé —murmuró, apartando a desgana la mirada de Mallory y dejándose caer
sobre la silla detrás del escritorio.
La mayor parte de su vida no había logrado llegar a los estándares requeridos para
un heredero y un Harrington. Se preocupaba demasiado por cosas que para sus
padres no eran tan importantes, y le daba poca importancia a cosas por las cuales sus
padres se inquietaban mucho.
Había estado buscando su lugar desde que tuvo la suficiente edad para entender
por qué no encajaba completamente. Había empezado a creer que al menos si se
casaba con Lady Sarah, encontraría la paz.
—Si sabes que no estás obligado a declararte a Sarah… —dijo Cummings—,
entonces… ¿por qué demonios lo estás haciendo? Te ves malditamente miserable.
—No quiero volver a discutir acerca de esto contigo. Sólo acepta el hecho y tratemos
de seguir adelante.
—¿En algún momento has pensado en cómo se siente Sarah?
—¿Cómo se siente acerca de qué?
Cummings sacudió la cabeza.
—¿Acerca de tener un esposo que no la aprecia?
—La aprecio.
—Como un amigo.
Dexter no podía negar esa verdad. Había conocido a Sarah desde que era una niña
y aún la veía con sus largas coletas castaño rojizas. Ella lo había visto como su
protector, y él la había tratado como la hermana que nunca tuvo.
Había pensado que tal vez sus sentimientos por ella madurarían cuando creciera,
pero eso no había sucedido. No obstante, no podía lastimarla. Ella nunca se había
quejado de su compromiso desde la infancia, y ésa era otra razón por la que debía
85
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
seguir con ello. Tal vez con el tiempo llegaran a quererse de la forma en que un
hombre y una mujer deberían.
—Pareces olvidar por qué traje a Mallory aquí —dijo Dexter—. Todo esto lo estoy
haciendo por Sarah, para tratar de ser un mejor esposo para ella.
—¿Crees que Sarah te ama, Dex? —preguntó Cummings, planteando la única
pregunta que Dexter jamás se había hecho a sí mismo, ya que sospechaba que el
único sentimiento de Sarah hacia él era de admiración malentendida.
—Como yo, Sarah, entiende el deber y la tradición.
—¡Tradición un cuerno, hombre! —exclamó Cummings con una vehemencia que
sorprendió a Dexter.
—Hubo un tiempo en que solías escuchar a tu corazón, y no al maldito deber. ¿Qué
pasó con ese hombre?
Dexter sintió la antigua frustración y dolor hervir dentro de él… y sí, la furia. Qué no
daría por ser tan libre como Cummings. Por poder vivir su propia vida y no verse
enredado por la carga de su nacimiento.
—No lo entiendes —dijo enfadado—. Nunca has sido…
Dexter se interrumpió, dándose cuenta de lo que había estado a punto de decir, de
cómo iba a sonar.
—¿Yo nunca qué, Dex? Escúpelo. ¿Fui privilegiado como tú? Tienes toda la maldita
razón, no lo he sido. Tengo mucho menos.
Dexter siempre había sabido que muy en el fondo Cummings se resentía por su
pobreza y la riqueza de Dexter, aunque dudaba que Cummings albergara esos
sentimientos a un nivel consciente.
Dexter no sentía ese tipo de resentimiento hacia su amigo, porque sabía que
Cummings no podía cambiar los orígenes de su nacimiento tanto como Dexter no podía
cambiar los suyos.
—Sólo quise decir que a veces desearía que mi vida hubiera sido muchísimo más
simple —contestó.
—¿Cómo la mía, por ejemplo? —La voz de Cummings tenía un deje de amargura—.
No desees algo que no te gustaría tener. Una vez viví de cierta forma que no podrías
comprender, que los de tu clase aborrecerían.
—¿Mi clase? —Dexter se lanzó hacia delante en la silla—. ¿Qué demonios significa
eso? ¿Mi clase? ¿Dime cuándo he trazado una línea entre nosotros dos?
Cummings apartó la mirada de la suya.
—Nunca. Pero tal vez deberías haberlo hecho.
—¡Maldición, hombre! ¿De qué estás hablando? Eres mi mejor amigo. Siempre lo
has sido.
—Lo sé —murmuró Cummings. Lentamente, se volvió a mirar a Dexter, la mirada
velada, su expresión impenetrable—. Puedo no saber acerca de lo que es tener una
vida privilegiada, pero sé mucho acerca de errores y aún más acerca de culpas. Y te
pido que pienses en lo que estás haciendo, a lo que puedes estar renunciando… y en
definitiva, a lo que quizás estés perdiendo por tratar de ser el hijo perfecto.
Dexter apretó la mandíbula al escuchar esas dos últimas palabras.
—Sugiero que terminemos esta conversación ahora, antes de que ambos digamos
algo que luego podamos lamentar.
Pareciendo harto del mundo, Cummings se puso de pie y permaneció allí mirando
fijamente a Dexter.
—No tienes idea de cuantas cosas lamento, cosas que desearía poder cambiar. Lo
que daría por volver y arreglar esas cosas. —Un músculo le saltó en la mandíbula—.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Deja de comportarte como un maldito mártir, Dex. Dile a Mallory la verdad o déjala ir…
antes de que se te escape la oportunidad de hacer las cosas bien.
Y con esa proclama, Cummings giró sobre la cadera y salió de la habitación,
dejando las palabras resonando detrás de él.
Dile a Mallory la verdad o déjala ir.
Dexter se levantó de la silla, esperando acallar esas palabras. No tendría
remordimientos con Mallory porque no permitiría que sus emociones se vieran
involucradas. Permanecería neutral. Era excelente siendo neutral, dejando que nada lo
afectara nunca, que nada lo tocara. O que lo lastimara.
Las inquietudes de Cummings eran innecesarias. Dexter sabía lo que estaba
haciendo. Estaba decidido a continuar con todo ello y cumplir con la tradición.
Sólo una cosa se interponía en su camino.
¿Cómo podría olvidar ese beso alguna vez?
Mallory vagaba por el jardín, buscando esa paz mental que no había encontrado en
el sueño.
Toda la noche había tratado de bloquear el recuerdo del beso de Dexter,
sacudiéndose y dando vueltas en la cama hasta que un nuevo día había trepado por el
horizonte, el sol bañando su habitación, aguijoneándola con sus rayos, preguntándole
si tenía la intención de esconderse como una gallina o enderezar los hombros y
enfrentar al mundo como una mujer.
Se estaba comportando ridículamente, lo sabía. Su reacción hacia Dexter era
completamente normal. Después de todo era una mujer… una que actualmente estaba
encerrada en un aislado castillo con un hombre que podía pasar por un chico de
calendario del Playgirl.
Se deslizó detrás de un amplio roble y miró hacia el cielo.
—Querido Dios, ¿por qué me castigas de esta forma?
Se lamentó, permitiéndose un rato de animosa autocompasión. ¡Se suponía que el
hombre debía ser como Horshack de “Bienvenido a casa Kotter 36”, y no como un
moderno Adonis de un Catálogo de J. Crew37! Presuntamente Ph.D38 no quería decir
Perfectamente Hermosos Deltoides39.
Mallory se sacudió sus patéticos pensamientos, recordándose a sí misma que era
una segura y exitosa mujer que podía controlar sus instintos básicos. Y era por eso que
tenía todas las intenciones de continuar con el plan que había madurado la noche
anterior.
Sin importar cuán intimidante pudiera ser la tarea.
CAPÍTULO 14
Mallory observó las cejas de Dexter escalar un poco más alto con cada palabra que
pronunciaba, elevándose junto con el volumen de su voz, por lo que la última palabra
rebotó a través de la habitación como un cañonazo, mandando a los mirlos que
descansaban en un árbol, fuera de la ventana de su oficina a un confuso éxodo masivo
que aterradoramente evocó una escena de la película de Hitchcock, Los Pájaros.
Evidentemente al profesor no le gustaba la idea. Pero ser la maestra le daba algunas
ventajas. O lo hacía a su manera o no lo hacía. Y si no cooperaba, bueno, entonces no
podía esperar que ella se quedara, ¿verdad?
Subrepticiamente, Mallory observó su semblante reflexivo. ¿La dejaría ir esta vez si
fallaba en su misión? ¿O insistiría para que continuara intentándolo, prolongando, de esa
forma su tiempo con él, condenándola a permanecer bajo la sombra de su corpulenta
presencia, forzándola a mirarlo a los ojos… día tras día?
¿Aún quería irse?
Mallory frunció el ceño. ¿De dónde había venido ese pensamiento? Por supuesto que
quería irse, terminar con esta extraña y exasperante investigación y este extraño y
exasperante científico. Tenía un libro que terminar.
Entonces, ¿qué había de nuevo en eso?
Y un plazo que cumplir.
¿Acaso el mundo dejaría de girar si te atrasas una vez?
Y una vida que vivir.
Tendrías que tener una vida para poder vivirla.
Mallory alejó esos pensamientos a la fuerza, aún así una pregunta subsistió.
¿Estaría Dexter pensando aún en el beso compartido?
Probablemente no. Entonces, ¿por qué ella sí? No era como si no hubiera sido besada
antes. Cierto que había sido un acontecimiento infrecuente. Y era cierto que esos besos
no habían sido tan sensuales ni la habían afectado tan profundamente. Pero realmente,
sólo había sido un beso… un simple, dulce e intrascendental beso.
¡Dios, tenía que detener aquello!
Mallory se sacudió a sí misma y deslizó una cinta en el estéreo portátil. Luego, se
volvió para enfrentar a Dexter, que permanecía allí como una esfinge de cera, mirándola
con rebeldía. Esto no iba a ser fácil.
—No actúes como si te acabara de sentenciar a ser ejecutado.
—Preferiría la ejecución —murmuró—. Y de todas formas, ¿qué demonios es un bon-
bon?
Está bien, decirle que le iba a enseñar a sacudir su bon-bon como Ricky Martin no
había sido la mejor aproximación, considerando que el profesor sólo parecía entender
aquellas cosas que estaban encuadradas dentro de la más clínica de las maneras, pero
se había estado sintiendo bastante caprichosa en ese momento. Su error.
Pero no tenía intenciones de explicarle a este gran y bello Doctor Tonto lo que era un
bon-bon, aunque tuviera el más espectacular que ella hubiera tenido el privilegio de ver
alguna vez.
—No importa —se evadió—. Ahora, ¿puedes sentir el ritmo de la música?
Bufó.
—¿Llamas a esto música? Si quieres música, podemos escuchar a Mozart o a
Beethoven o a Haydn. O a mi favorito. Bach. Soy particularmente fanático de sus
conciertos. Su Tocata y Fuga en D Menor es de lo más atrayente.
—Necesitas un poco menos de Fuga y más de Funk. Ahora, déjame ver cómo meneas
las caderas.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—¡Aha! ¡Sabía que todavía estabas enfadado a causa de eso! ¿Por qué no lo admites
de una vez?
—Ya te lo dije, no estoy enfadado. —Su fiero ceño le advirtió que no le presionara—. A
mí… a mí sólo me gustaría… quiero decir, creo que tú… —Su ceño se hizo más
pronunciado mientras trataba de encontrar las palabras—. Bailas bien —dijo finalmente
con tanta emoción como un insulso trapo de cocina.
Mallory no pudo evitar esbozar una leve sonrisa.
—¿Eso crees?
Él parecía confundido.
—Acabo de decirlo, ¿no?
Decidió no presionarlo más. Al profesor no le salían los cumplidos fácilmente. Tal vez
era por eso que se sentía tan halagada.
—Está bien. Bailaré. Pero quiero que le prestes mucha atención a mis caderas.
—Lo haré —prometió con un tono algo ronco.
Mallory levantó la vista y notó que tenía la mirada fija en sus caderas. Fue en ese
momento, que repentinamente, fue agudamente consciente que toda la atención de ese
hombre iba a estar enfocada en ella.
Apartó la maraña de nervios que amenazaban su resolución, recordando algo que la
Señora Feldman siempre decía cuando Freddie la irritaba, un sentimiento que era a la vez
simple pero apropiado para la actual situación de Mallory.
¡Oye, tía!
Con un ligero temblor en las manos, Mallory deslizó el CD de Santana, y por segunda
vez en pocos días, sintió el bajo retumbar de tambores y el dulce rasgueo de una guitarra
llenar el aire.
Tomó un profundo aliento y cerró los ojos, permitiendo que la música se sobrepusiera a
los nervios mientras fluía por sus pantorrillas y su espina dorsal.
Lentamente, comenzó a moverse, perdiendo las inhibiciones ante el ritmo sensual y,
por el momento, tomándose la libertad de olvidar que estaba siendo observada tan
intensamente.
Aunque se hubiera estado incendiando, Dexter no podría haber apartado la vista de
Mallory cuando empezó a oscilar con la música, sus movimientos guardando una perfecta
consonancia con el seductor ritmo de la canción. Él sólo había vislumbrado esta parte de
ella la noche anterior…
La noche anterior, cuando había estado en los brazos de su mejor amigo, un hombre
que parecía como si disfrutara al tenerla allí. En los pocos minutos que Dexter había
permanecido en silencio y enfadado en el umbral observándolos, había deseado que su
amigo se fuera al infierno.
¡Maldición! ¿Por qué no podía poseer el suave encanto que tenía Cummings? Durante
todo el período en el colegio, Cummings había tenido a todas las mujeres mientras que
Dexter había tenido sus libros de texto y el laboratorio científico para ocupar las noches,
viendo sus propios fallos a través de los ojos de aquellos que lo rodeaban.
¡Bien, por Cristo, que esta vez ganaría él! Había aprendido todo lo demás en su vida
sin ningún problema, había llegado a dominar cada cosa que se había propuesto hacer.
¡Dominaría esto o moriría en el intento! ¡Deseaba a Mallory, y Cummings bien podía irse
al demonio!
Ese pensamiento hizo que Dexter se parara en seco. ¿Deseaba a Mallory? No, eso
debía haber sido un desliz mental. Era a Lady Sarah a la que deseaba. Después de todo
sería su esposa. Mallory sólo era el instrumento para convertirlo en el hombre que
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necesitaba ser para que Lady Sarah fuera feliz. Eso era de lo que se trataba todo esto, la
razón por la que necesitaba la ayuda de Mallory.
Trató de mantener ese pensamiento en su mente aunque su mirada vagaba lentamente
sobre el cuerpo de Mallory. Los brillantes rayos de sol que se colaban por las muchas
ventanas se posaban en su cabello, tiñendo los oscuros rizos de rojo y dorado y
enfatizando su perfecta complexión y el rastro de pecas que tenía en el puente de la nariz.
Sus labios estaban levemente abiertos, tenía una expresión extasiada en el rostro, y
sintió el fuerte deseo de tomarla entre sus brazos, de saborear sus labios nuevamente, de
descubrir si se había imaginado esa sensación de excitación que lo había invadido
cuando esa dulce boca se había posado sobre la de él.
Se le apretó el estómago, la excitación lo recorrió en oleadas. No se había sentido tan
vivo en mucho tiempo ni disfrutado el poder de ser un hombre… o sentido el ansia de
poseer algo efímero y profundamente hermoso tanto como lo hacía en ese momento.
La luz se movía con ella, acentuando su pequeña cintura, una que podía rodear con
ambas manos. Dorados rayos rozaban los contornos de sus esbeltas piernas y la parte de
abajo de la curva de su perfectamente formado y firme trasero.
Su cuerpo ondeaba en círculos completos, la turgencia de sus senos le atormentaba,
dulces esferas que podrían llenar sus palmas, que imaginaba que eran respingones y que
estaban coronados por lujuriosos y rosados pezones… pezones que ansiaba saborear.
La imagen hizo que gruñera en voz alta.
Abruptamente, Mallory dejó de moverse. Sus ojos se abrieron repentinamente trabando
la mirada con la de él. Demasiado tarde. No podía ocultar el deseo que sabía que ardía
en sus ojos.
¿Cómo lo vería ella en ese momento? ¿Cómo un escolar enamorado? La furia creció
dentro de él. Furia… y esa antigua desesperación que nunca había podido sujetar
completamente, una desesperación tan ilógica como una parte de él, un dolor que lo
había perseguido desde el momento en que se dio cuenta que no era digno de ser
amado, que era diferente, que estaba marcado, y emocionalmente desolado.
¿Qué veía ella…?
Tal vez si hubiera sabido la respuesta a esa pregunta no se hubiera sentido tan
indigno, ya que Mallory vislumbró la vulnerabilidad y el deseo y al hombre escondido
detrás del aburrido científico. Lo que vio hizo que contuviera el aliento y que se le apretara
el estómago. Dolorosamente, alegremente. Lujuriosamente.
El ardor en su mirada se derramó sobre ella, exaltando la sensualidad que sentía
dentro en ese momento, exaltando el deseo que había florecido el día anterior cuando se
habían besado.
Aún así, detrás del ardor y el deseo acechaba el dolor que había avistado en otras
ocasiones. Dolor que él no quería que nadie viera. Ella entendía ese dolor. A cierto nivel
reconocía una inexplicable conexión entre ellos.
Sin ser consciente de ello, avanzó hacia él. No sabía que pretendía, ni quería saberlo.
Todo lo que sabía era que necesitaba estar cerca de él, tocarlo.
Se detuvo a una pulgada de distancia, con la mirada recorriendo lentamente la oscura y
firme piel de su cuello, junto con el perfil de la esculpida mandíbula, notando el músculo
que saltaba en su mejilla, una palpable tensión en el aire.
Quería frotar el pulgar sobre ese músculo y apartar sus preocupaciones, posar los
labios sobre su mejilla y abrirse camino lentamente hacia su boca.
Levantó la mirada despacio, sabiendo que mirar los ojos azul oscuro de Dexter sería su
perdición, y cuando encontró su mirada… el mundo se inclinó. Trató de hablar, pero no le
salían las palabras.
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—Creo que te ves bien. —Y realmente lo sentía. Le gustaba la forma en que se vestía
Dexter… con corbatas de lazo, trajes de tweed, y todo eso. Realmente no se lo imaginaba
vestido de otra forma—. No obstante, esto no se trata acerca de lo que me guste a mi. —
Y eso era lo que tenía que recordar. Olvidarlo podía ser desastroso—. Te dije cuando
empezamos esta… investigación que tenía que permanecer imparcial. —Algo que parecía
ser cada día más difícil—. Siendo así, tengo que pensar acerca de lo que la mayoría de
las mujeres desean de un hombre. —Mujeres como Freddie, por ejemplo.
—Ya veo. —Se ajustó la corbata de lazo… verde cazador con pequeños puntos negros
—. De todas formas no voy a cambiar de forma de vestir. Puede hacer que coma pizza
con anchoas, hacerme menear las caderas, y hasta beber una botella de… Bud. Pero me
niego a capitular a cada loca sugerencia que se sientas tentada a arrojar sobre mí.
¡Pongo a Dios como testigo, no cambiaré mi forma de vestir!
CAPÍTULO 15
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Una voz interna, oxidada por el desuso, le decía que la atrajera nuevamente para que
terminara ese beso que merecía tener un principio y un fin. Pero la voz no fue lo
suficientemente fuerte para erradicar al científico… o al hombre que tenía obligaciones.
Ahora necesitaba distanciarse, decir algo que no sentía para poner este momento en el
lugar que le correspondía. En el pasado. Estaba mejor olvidado.
—Sus aptitudes son loables en esta área en particular de enseñanza, Señorita Ginelli, y
definitivamente debo recomendar sus servicios a aquellos que puedan necesitarlos.
Mallory no pudo hacer otra cosa que mirar fijamente a Dexter, dolida por sus palabras
casuales, y aún así preguntándose por qué debía esperar algo más de él. No era como si
tuviera un corazón. Eso era pedir demasiado.
Si, él estaba aprendiendo. Demasiado rápido. Y demasiado bien. Había querido
quedarse en sus brazos y gozar con ese beso… y era por eso que no podía hacerlo. Era
su empleador. Había pagado por su tiempo, por sus “servicios”, como tan adecuadamente
lo había dicho. ¿En qué se hubiera convertido si hubiera dejado que ese beso la llevara a
algo más?
Peor, ¿por qué había querido que llevara a algo más? Nunca se había sentido tan
decidida a pasar al próximo paso con un hombre, a viajar a un lugar en donde nunca
había estado antes.
Pero la virginidad era la única cosa preciada que tenía, y no la vendería, ni permutaría,
ni rebajaría. Le daría ese regalo al hombre que amara, un hombre que apreciara lo que
tenía para ofrecer.
Ese hombre no era Dexter Harrington. Sin importar cómo la hiciera sentir. Era una
investigación para él, otro fragmento de datos que añadir a su ecuación.
Distancia. Necesitaba distancia.
Una distancia de unos cinco mil kilómetros, para ser exacta.
Por el momento, lo mejor que podía esperar era la otra punta de la habitación.
Abandonarla se parecería mucho a una huida. Por lo que se apartó, tratando de dar la
impresión de que simplemente estaba explorando los alrededores mientras buscaba algo
trivial de lo que hablar.
—Me acabo de dar cuenta de que nunca me has contado nada acerca de tu
investigación.
Sabiendo que tan íntimo mantenía todo, esperaba una respuesta evasiva. En vez de
ello, la sorprendió, diciendo:
—¿Qué es lo que quieres saber?
Todo, pensó, dándose cuenta de que estaba genuinamente interesada. Quería saber
más acerca del tema que consumía la vida de Dexter, lo que sospechaba que siempre
sería más importante para él que cualquier otra cosa. O persona.
Si no hubiera sido por su trabajo, no estaría con él en ese mismo momento. Se
preguntaba cuándo había dejado de sentirse agraviada por la intrusión en su vida, sin
importar que tan oportuna había sido esa intrusión, y había empezado a disfrutar de la
situación. Y de él.
—Bueno, para empezar, ¿en qué estás trabajando?
—¿Qué te hace pensar que estoy trabajando en algo?
Mallory detuvo su vagar sin sentido por la habitación y miró por sobre el hombro.
Dexter permanecía en el mismo lugar, con la mirada intensa, las manos metidas en los
bolsillos de sus nuevos y perfectamente ajustados pantalones negros.
La camisa de seda blanca moldeaba su torso, delineando los músculos del pecho y
estómago. Era tan apuesto que hacía que apretara los dientes. Casi deseaba no haber
sugerido el cambio. Quería que la chaqueta de tweed y la corbata de lazo regresaran.
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Durante décadas, el campo de la investigación sexual había sido un remanso para los
científicos. El gobierno había cerrado los ojos a este vital elemento humano, y muchos
profesionales consideraban como un suicido en su profesión dedicarse a una
especialidad que tenía tal carencia de financiación y provocaba risas burlonas por parte
de los otros investigadores. Pero el anticipado renacimiento de ese campo lleva largo
tiempo retrasado.
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Mallory leyó durante otros diez minutos, subyugada por el tema tanto como por la
convicción que impregnaba las palabras de Dexter.
Finalmente, levantó la vista hacia él, sorprendida por este hombre que estaba más
preocupado por cómo sufrían las mujeres debido a la impotencia, por encima de los
hombres que sufrían el mismo mal, un científico que había elegido no hacer la vista gorda
ni ignorar a la otra mitad de la ecuación. El dolor de la mujer.
—Esto es maravilloso.
—¿En serio? —En ese momento parecía tan inseguro de sí mismo, haciéndole
recordar un comentario que había hecho Cummings una vez.
De cierta forma, Dex es un ingenuo, ansioso por agradar.
Mallory se había mofado de esa opinión cuando la había oído por primera vez. Sin
embargo, en este momento, no parecía tan increíble.
—Sí, lo creo. Estás inmerso en una admirable y valiosa misión.
—Creo que los problemas de las mujeres en esta área han sido largamente ignorados,
y quiero equilibrar el campo de juego. Los investigadores parecen satisfechos con haber
aliviado el problema masculino de la impotencia, pero no se han aplicado a un estudio en
profundidad del problema femenino.
El rostro de Dexter se animaba mientras hablaba, y Mallory no podía sacarle los ojos
de encima.
—El sexo es muy importante en las relaciones. Las personas necesitan esa
proximidad, ese contacto físico, y aún así en términos de investigación se ha diluido en la
vaguedad, pareciendo casi un tabú.
Mallory se preguntaba si habría una mujer con la que Dexter hubiera compartido ese
tipo de intimidad. ¿Había amado a alguien alguna vez? ¿Importaba?
¿Podría ella dejar que le importara?
—La Viagra —continuó—, fue un error, fue descubierta por accidente. Los científicos
estaban buscando una droga que aliviara el dolor en el pecho relacionado con las
enfermedades del corazón.
Mallory sabía todo esto, pero escuchar a Dexter hablar acerca de ello tan
apasionadamente, hacía que el tema le resultara completamente nuevo.
—Se sabe endemoniadamente poco acerca de la función y disfunción sexual de las
mujeres, y quiero cambiar eso. Aún cuando francamente pienso que tenemos que enfocar
nuestra atención en los sentimientos y componentes de las relaciones hombre/mujer, creo
que asimismo debemos observar los mecanismos y la fisiología. Por lo tanto, usando una
serie de donaciones y mis propios fondos, he estado trabajando en una forma femenina
de Viagra, ya que creo que una combinación de tratamientos es la llave para dar con el
equilibrio justo. Todo está detallado en esa carpeta.
Un huidizo recuerdo que había estado cosquilleando en el fondo de la mente de Mallory
la golpeó en ese momento al darse cuenta de la importancia de la información que Dexter
le estaba impartiendo, la investigación que ahora sostenía entre sus manos.
Recordó las palabras de Karen.
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Le había dicho que se estaba desarrollando una píldora de tipo Viagra, pero que esta
vez apuntaba hacia las mujeres. Imagina la publicidad que conseguirías si tuvieses esa
información antes que nadie.
Mallory no podía creer que Dexter le acabara de confiar algo que nunca le había dicho
a ninguna otra persona, que sencillamente le había dado el material por el que Karen y
muchas otras personas pagarían considerablemente por tener en sus manos.
Todo estaba detallado en esa carpeta.
Como si la carpeta hubiera estallado formando una gran bola de fuego, Mallory la dejó
caer en el escritorio y la miró como si le hubieran brotado alas.
—Te estoy aburriendo, ¿verdad?
Mallory levantó la vista hacia Dexter, sintiéndose culpable cuando no había hecho nada
por lo que sentirse culpable. No tenía ninguna intención de usar la información contenida
en esa carpeta.
—No. —Se las arregló para sacudir la cabeza—. No me estás aburriendo.
—Sé que no soy el conversador más entretenido.
—Yo te encuentro muy entretenido —dijo antes de tener tiempo de pensar cómo
podían ser interpretadas sus palabras—. Quiero decir, que encuentro que tu investigación
es entretenida.
—Es muy amable de su parte decir eso, pero escuchándome a mí mismo, me doy
cuenta de cuánto necesito tu ayuda.
—No necesitas mi ayuda. Lo estás haciendo muy bien tú solo.
Un asomo de sonrisa elevó el borde de sus labios.
—¿Tal vez tus enseñanzas estén dando resultado?
Lo que Mallory veía en Dexter no tenía nada que ver con sus enseñanzas. Cuando se
permitía relajarse, podía ser encantador y dulce… y muy, muy perturbador para la paz de
su mente.
Tal vez era por eso que súbitamente dijo:
—Creo que es hora de que me vaya.
Su sonrisa se evaporó lentamente.
—¿Irte? Pero… ¿Por qué quieres irte?
Santo cielo, ¿por qué tenía que hacerlo sonar tan personal? ¿Cómo si ella lo estuviera
abandonando?
—Sólo creo que ya no me necesitas más. —Pero más que eso, lo que pasaba era que
no sabía cómo gobernar los sentimientos que se inflamaban dentro de ella.
Su mirada azul oscura la mantuvo cautiva.
—Estás equivocada. Yo sí te necesito. De hecho, te necesito bastante más de lo que
pensaba.
Un diminuto escalofrío recorrió a Mallory tras oír esas palabras, pero no podía
permitirse a si misma titubear.
—Tengo responsabilidades. Mi libro…
—Puedes escribir aquí. Mandaré a Wheatley a Londres para que te traiga lo que sea
que necesites.
—Mi familia…
—No será ningún problema. He descubierto que me gusta bastante tener gente a mí
alrededor. Esta casa ha estado en calma durante demasiado tiempo.
Mallory sabía que estaba inventándose excusas. Apenas había pensado en su libro. La
vida real le consumía la mente. Y Dexter tenía razón acerca de su familia. No habían sido
un problema, salvo por Genie actuando algo distante con ella. Pero su hermana podía ser
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muy caprichosa a veces. Después de todo todavía era una adolescente, una cuyas
hormonas habían estado haciendo estragos desde que había pisado la casa de Dexter.
Debido a la adoración que Genie sentía por él, Dexter se había visto obligado a
esconderse detrás de las puertas y detrás de varias grandes plantas de interior, espiando
a través del follaje como un animal que está siendo cazado.
Mallory sabía que Dexter se había visto liberado cuando su hermana había encontrado
a otro hombre al que perseguir… aunque cómo se sentiría el mayordomo de Dexter,
Quick, acerca de ser el actual objeto de la atención de Genie era enteramente otro
asunto.
En lo que concernía a su madre, había hecho amistad con Adele, la cocinera. Eran casi
de la misma edad y parecían tener un gran número de cosas en común, como el amor al
gin rummy… y al gin sin el rummy en alguna ocasión.
Mallory estaba contenta de que las cosas estuvieran saliendo tan bien… pero, ¿y ella?
¿Podría mantener las cosas a un nivel estrictamente profesional con Dexter?
—De todas formas, no puedes dejarme ahora —le dijo él, llamando su atención al
hecho de que ahora estaba de pie junto a su silla, mirándola, y lo que vio en sus ojos casi
le quita la respiración.
—¿Por qué no? —preguntó, más que un poquito agitada por esa mirada.
—Porque he hecho un avance importante.
—¿Un avance importante?
Él asintió, y con una sonrisa cariñosa ensanchándose en el rostro dijo:
—Sí. Después de todo he decidido que quiero aprender como sacudir mi bon-bon.
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CAPÍTULO 16
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En inglés Fine: que significa, tanto bien, bueno, como multa.
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—¡Qué amable! —dijo Mallory con una falsa sonrisa, reprochándose rápidamente a sí
misma por sus pensamientos que eran del todo menos solícitos sobre su mejor amiga.
Sólo porque Freddie era coqueta, tenía una cara y un cuerpo estupendos, y había
confiado a Mallory que pensaba que Dexter era atractivo, no significaba que Freddie
hubiese puesto los ojos en él.
¿Verdad?
—Dex y yo sólo nos estábamos riendo de algunos de los chistes que encontré en
Internet la pasada noche —dijo Freddie, dirigiendo una sonrisa a Dexter que sólo podría
llamarse de complicidad—. Él, desde luego, no necesita semejantes cosas. Es encantador
por sí mismo.
Sí, era encantador, a veces. Así que, ¿por qué lo notaba ahora Freddie cuando no lo
hacía antes? Cuando no había visto la vulnerabilidad y la tristeza como Mallory lo había
hecho.
Esas benditas ropas, pensó malhumorada. Vestía uno de los nuevos atuendos. Un par
de pantalones color gris pizarra, una chaqueta a juego y un cómodo jersey tejido color gris
paloma que le envolvía la parte superior del torso como las manos de una amante.
Rezumaba bastante testosterona.
¿Y cuándo había comenzado Freddie a referirse a él como “Dex”, como si fueran viejos
e íntimos amigos?
Freddie se levantó del sofá con su gracia habitual.
—Bien, tengo que irme. —Se situó cerca de Mallory, en el umbral de la puerta, y dijo
con una voz que sólo Mallory pudo oír—. Estaba esperando por ti como un sabueso
enfermo de amor.
¿Un sabueso enfermo de amor? No había ni un asomo de enfermedad de amor en la
cara de Dexter.
—Tengo que encontrarme con Simon en la ciudad —continuó Freddie en un tono plano
de voz—. Quiere que le ayude a elegir algunas prendas de ropa.
Mallory frunció el ceño.
—¿Quién es Simon?
—Te hable de él el otro día.
Mallory recordó que Freddie había mencionado algo. No el nombre, solamente una
breve descripción de sus atributos.
—¿Quieres decir el hombre con los cañones?
—El mismo —Freddie guiñó el ojo.
—¿Cañones? —Dexter las miró con perplejidad—. Nadie por aquí tiene cañones.
La risa de Freddie habría vencido la de un sátiro.
—Éste sí. —Con un ondeo de su mano sobre el hombro, salió de la habitación, dejando
a Mallory sola con el profesor, un hecho que la dejó tan desconcertada que casi olvidó la
razón por la que estaba ahí. Entonces la recordó.
Tenía que enseñar al profesor a bailar.
La mirada insegura de Mallory se encontró con la mirada llena de confianza de Dexter.
—¿Estás listo para comenzar?
—Sí, profesora. —Estaba evidentemente de humor alegre. ¿Era debido a Freddie?
Mallory lo llamó con el dedo.
—Ven aquí.
Él levantó una ceja, obviamente tan sorprendido como ella por el tono autoritario de su
voz, pero aún así obedeció, levantándose de su mesa con una fluidez de movimiento que
era difícil no admirar, y yendo hacia ella. Mallory no habría podido mirar hacia otro sitio
incluso si la parca le hubiera ofrecido ventaja para salvarse de una muerte segura.
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Se paró delante de ella y la mirada de sus ojos calentó a Mallory hasta los dedos de los
pies. Ella tragó y se volvió bruscamente, buscando las cintas que había dejado cerca del
estéreo portátil la noche anterior.
—Freddie ya puso una cinta —le dijo—. Dijo que te gustaría.
Mallory no podía pensar teniéndolo tan cerca.
Música. Encender la música.
Presionó play, y el ritmo caliente de Donna Summer inundó la habitación.
Quiero algo caliente, baby, esta noche...
Mallory dejó caer la mano de golpe sobre los botones del estéreo. ¡Condenada Freddie
y su retorcido sentido del humor!
—¿Qué pasa? —preguntó Dexter.
—Esta canción es... demasiado rápida. —Y demasiado llena de descarados mensajes
sexuales que Mallory no quería oír en ese momento.
Sin embargo, parecía que era la única cinta disponible. Todas las otras habían
desaparecido y estaba bastante segura de quién las había cogido, cierta chica judía que
se la iba a ganar cuando Mallory la arrinconara. Aquello debería enseñar a Mallory a
guardar ella misma las cosas.
Con un resignado suspiro, Mallory sacó la cinta y miró el índice de canciones escrito
con la letra florida de Freddie. Cada canción era tan mala como la primera.
“Dámelo, baby”, “Siente cómo hacemos el amor”, “Sacúdete como un huracán”,
“Tócalo”, “Curación sexual”, “Toca mi campana”, “Agárrate, estoy llegando”, “La forma
que yo siento es sexual”, “Jungla de amor”.
Obviamente Freddie había hecho más que buscar chistes en internet la pasada noche.
Había descargado canciones desde Napster, su pasatiempo favorito. Eso podría explicar
el ruido que Mallory había oído saliendo desde la habitación de Freddie.
Mallory decidió que la radio era su mejor apuesta. Interferencias estáticas en la
mayoría de los canales cuando la encendió le recordaron que estaban en mitad de
ninguna parte. Sólo una estación entró claramente. Una lenta y apasionada canción de
amor llenó la habitación.
Fue a apagarla, pero Dexter extendió la mano y la detuvo; grandes y calientes dedos
se cerraron alrededor de su muñeca.
—Déjala —dijo, con una nota ronca en la voz.
Mallory miró fijamente la mano. Tan grande, y aún así delicada. Tan capaz de inflingir
heridas, aunque más probablemente de administrar ayuda. Esas manos la habían
fascinado desde el principio. La fascinaban ahora.
Suspirando, echó un vistazo por encima de su hombro. Dexter estaba justo detrás de
ella, tan cerca que podía sentir su caliente aliento contra el pelo, cosquilleando los rizos
que escapaban de su clip.
—Quiero bailar esta canción —murmuró, su profunda voz vibraba por su cuerpo—.
Contigo, por favor —añadió cuando ella vaciló.
Mallory consintió, sin fuerza para hacer nada más con sus brazos alrededor de su
cintura y apretándola. Puso una mano sobre su hombro, la otra en su pecho. Su corazón
latía regularmente bajo su palma; haciendo que el momento pareciera mucho más real.
Sus movimientos eran pequeños, apenas perceptibles, pero era el contacto físico que
la música requería, colándose en su sangre, haciéndola sentir su seductor calor, los
brazos de Dexter alrededor de ella hacían sentir a Mallory segura, protegida. Nunca antes
había estado tan contenta de ser una mujer como lo estaba en ese momento.
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CAPÍTULO 17
El profesor la invitaba a cenar. No podía creerlo. Era un gesto poco habitual en él, y sin
embargo, después del baile, y de las palabras que había dicho, no era tan difícil de
imaginar.
Algo intangible e inherente a la dulzura de Dexter se abría camino en ella, decidió
averiguar qué había más allá de la superficie, qué había cambiado.
¿Podría haber sido aquella mujer a la había amado, a quién puede que todavía
quisiera, la que le había hecho daño? ¿No lo había amado ella a cambio? ¿Era el tipo de
hombre que daba su corazón sólo una vez? ¿Era esto por lo que él se escapaba de ella
siempre que se acercaba o sondeaba con detenimiento?
Apartó la vista de la nota, diciéndose que lo mejor sería rehusar la invitación aún
sabiendo que no lo haría. Quería cenar con Dexter. Ellos dos solos.
Esta noche sabría qué demonios atormentaban al profesor…
Dexter paseaba a lo largo del cuarto, oyendo cada tictac del reloj de la chimenea,
moviéndose nervioso como cuando era joven y había recibido su primer premio de
Sexualidad Humana en el campo científico. Lo habían etiquetado como un experto, pero
nunca lo había sido. Sólo Dios sabía que no lo era en aquel momento.
Aún se sentía sorprendido por lo nervioso que se había puesto al invitar a Mallory a
cenar. Nunca había invitado a cenar a ninguna mujer. Ni siquiera a Lady Sarah.
Dexter frunció el ceño. Sarah. La había relegado a un rincón de su mente ya que al
entrar Mallory en su vida, se permitió el lujo de olvidarla temporalmente, dejando de lado
el deber que se había impuesto. La revelación de esa mañana lo hizo comprender que los
sentimientos hacia Mallory podrían acarrear consecuencias desastrosas para ambos.
Había permanecido en la ventana de su oficina durante mucho tiempo después de que
Mallory se hubiera marchado, pensando en Sarah, sabiendo que estaría trabajando en
alguna obra benéfica o asistiendo a algún evento social. Dexter se sentía culpable por
haberle dado tan poco de su tiempo. Aún cuando sabía que Sarah siempre lo había
entendido.
La jovencita se había convertido en una mujer hermosa. Pero lo que era más
importante, era hermosa por dentro, una mujer de la que cualquier hombre se sentiría
orgulloso. Se merecía un marido cariñoso. ¿Podría él ser aquel marido? ¿Alguna vez
sentiría algo más que afecto fraternal hacia ella?
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Había observado el modo en que los hombres la miraban y coqueteaban con ella, notó
cómo ella había florecido bajo su cuidado. La había protegido siempre, y nunca se había
enfadado por las atenciones que le brindaban, no como la cólera que había sentido al ver
bailando juntos a Mallory y Cummings.
Dexter se consideraba a sí mismo un hombre no violento, pero había querido poner el
puño en la cara de su amigo Cummings hasta que se le separara la cabeza de la espalda
y luego lanzar a Mallory sobre su hombro como un... troglodita neolítico.
Hasta ese exacto momento si él hubiera imaginado esa escena, se habría reído de ello,
pero ahora todo estaba fuera de su comprensión. Agradecía el haber recobrado sus
sentidos y reconquistado un mínimo de salud mental.
No podía permitir que sus emociones gobernaran su cerebro, borraran años de
tradición y de deber impuesto. Había jurado esforzarse por hacer feliz a Sarah. Y aquella
promesa era la que había introducido a la incontenible Mallory en su vida.
Cada día se repetía que tenía que hablar con Mallory acerca de Sarah, y esto hacía
que cada vez fuera más difícil hacerlo. Al principio, se había convencido que no era
pertinente que Mallory supiera de Sarah, que ella era parte de su vida íntima y por lo tanto
de su privacidad. Y lo seguía diciendo para poder creer sus propias excusas.
Esta noche le diría la verdad a Mallory.
Esta noche terminaría con esa fascinación extraña que sentía por ella.
El reloj de la chimenea dio las siete campanadas, alertando a Dexter de que la hora
había llegado
Suspirando, comprobó su aspecto en el espejo por centésima vez. Tenía puesto su
nuevo traje azul marino. Mallory había dicho que el color combinaba con sus ojos. Pero
esto no significaba que lo hubiera hecho a propósito para que jugara a su favor o que
esperara que su mirada lo acariciara del modo en que lo había hecho esa mañana, hasta
que ella le había preguntado si él alguna vez había estado enamorado.
Había pensado en mentir y decirle que no, pero dudó tener la capacidad para hacerlo
mirándole a la cara. Cuando vio sus ojos, quiso que ella conociera la verdad.
Un ruido hizo que enfocara su mirada sobre el reloj. Casi eran las siete y cinco minutos.
¡Maldición, llegaba tarde!
Rápidamente, cruzó el recinto y el largo pasillo que llevaba al cuarto de Mallory.
Nervioso otra vez, se ajustó la chaqueta, se pasó los dedos por el cabello, y luego levantó
la mano para llamar a la puerta. Ésta se abrió antes que sus nudillos hubieran tocado la
madera.
Y allí, enmarcada en la entrada, estaba Mallory. Pero no la Mallory que él conocía,
llevando sus vaqueros descoloridos y camisetas, con su sedoso cabello negro recogido
en una cola de caballo.
No, a esta Mallory nunca la había visto antes, enfundada en un pequeño vestido negro
de tirantes casi invisibles, luciendo hombros hermosos, brazos bien torneados, y la piel
cremosa, impecable. Cubriendo sus delgadas piernas con medias negras, y zapatos de
ante negro embelleciendo sus pequeños pies.
Su cabello lucía suelto sobre sus hombros, delineando su esbelto y flexible cuello, la
suave mandíbula, y los altos pómulos.
La luz de la lámpara teñía su cabello con vetas doradas. Dexter deseaba tomar las
guedejas de seda y sentir la frescura en sus dedos.
Parecía plenamente deliciosa y completamente fuera de su alcance.
—Hola —murmuró, su voz ronca despertó algo primitivo dentro de él, algo que lo hizo
susceptible a las demandas de una cierta parte de su anatomía. Dexter finalmente
entendía la teoría tras la proverbial “otra cabeza”, y de cómo el deseo podía usurpar el
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Ella se acercó a el alto muro que protegía la almena y puso sus manos sobre la cima.
El sol caía detrás del horizonte, iluminando el cielo en una franja de vivo carmesí y oro.
Debajo de ellos, el Río Crennen serpenteaba por el camino, pareciéndo fuego fundido
cuando los rayos de la tarde se reflejaban en su vidriosa superficie. El aire estaba todavía
sorprendentemente templado, y con un insinuante perfume a jazmines que florecen con la
noche...
Mallory cerró los ojos y respiró profundamente.
—Si este fuera mi hogar, trabajaría directamente aquí, entonces podría ver estas
hermosas puestas de sol día tras día.
Dexter tuvo que sofocar el impulso de decirle que le construiría una oficina justo aquí
entonces podría mirar aquellas puestas de sol y él podría mirarla a ella. Día tras día.
Metió sus manos en los bolsillos, maldiciéndose por su falta de control. No estaba
seguro qué le ocurría cuando estaba con Mallory, por qué olvidaba lo que tenía que hacer,
lo que debía hacer. El sentimiento se hacía más fuerte cada día.
—¿Tienes hambre? —preguntó.
Despacio, ella abrió sus ojos y sonrió.
—Estoy famélica.
—Bueno. Espero que disfrutes lo que el cocinero ha preparado. —Señaló con la
cabeza un punto detrás de ella.
Sorprendida, Mallory giró, insegura ante la expectativa. Al costado había una mesa
redonda y dos sillas. Había estado tan concentrada que lo había omitido completamente.
La mesa estaba arreglada maravillosamente con un mantel de lino adamascado. Las
servilletas a juego, arregladas como cisnes, posadas sobre el centro de la fina porcelana.
Colocados al lado de los platos, habían tenedores y cucharas bañados en oro.
Las copas de vino de cristal embellecían el frente de los platos, y una serie de carros
rodantes traían abundantes bandejas de plata con altas y abovedadas tapas.
En medio de la mesa había dos altas velas blancas en recipientes de plata rodeados
por globos de cristal que reflejaban los rayos dorados del sol que caía.
Se giró para alzar la vista hacia él.
—Es encantador. Gracias.
Dexter asintió, no fue capaz de mirarla. No quiso ver la suave expresión de sus ojos.
Esto casi había sido varias veces su perdición. En lugar de ello, abrió el encendedor y
encendió las dos velas. Entonces le retiró la silla a Mallory.
Ella se sentó, y él se mantuvo de pie, paralizado, mirando fijamente la cremosa
suavidad de su cuello y hombros, sintiendo el impulso de presionar sus labios contra el
pulso que revoloteaba en la base de su garganta. Bruscamente, se alejaó y se encaminó
hacia su propia silla.
—¿Qué tenemos? —preguntó ella.
Dexter le sonrió. En poco tiempo había descubierto los alimentos que le gustaban a
Mallory y los que le producían aversión, sardinas y aceitunas encabezaban su lista de
aversión. También había descubierto algo sobre sí mismo.
Que disfrutaba de las sorpresas.
Levantando la tapa de la primera bandeja observó su cara. Parpadeó y luego sonrió, el
placer bailaba en sus ojos al mirarlo.
—¿Hamburguesas?
—No cualquier hamburguesa. Whoppers41.
—¿Dónde consiguió estas Whoppers?
41
Whopper es una hamburguesa comercializada por la cadena de restaurantes de comida rápìda Buger King.
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caja. —Se encogió e inclinó para juguetear con algo que estaba sobre el anaquel inferior
del carrito.
Mallory se enderezó en la silla, tratando de observar lo que hacía. Cuando él alzó la
mirada y la descubrió, arqueó una ceja. Sonrió avergonzada, y él sonrió, un cálido
estremecimiento la recorrió de los pies a la cabeza.
Finalmente dignándose a terminar con la curiosidad de ella, levantó lo que había
estado ocultando. El estéreo portátil de Cummings.
—No habrás pensado que olvidaría la música, ¿verdad?
—¿Yo? Desde luego que no.
—De algún modo esta canción parecía la adecuada.
Presionó el botón de inicio, y Mallory esperó oír los conciertos de Bach favoritos de
Dexter.
En cambio, escuchó la voz rockera de Steve Tyler de Aerosmith cantando. “Ella me dijo
ve por aquí, habla así...”
Mallory lo miró fijamente durante un segundo, parpadeó, y luego se derrumbó en un
ataque de risa cuando comprendió la razón de escoger esta particular melodía.
Después de que cualquier tensión que pudiera haber existido entre ellos se esfumara,
el tiempo voló. Dexter más abierto de lo que alguna vez había estado, y yendo más lejos
de lo que era su trabajo, le habló de las payasadas que él y Cummings habían hecho en
la universidad.
Nunca se hubiera imaginado que Dexter tuviera una pequeña veta salvaje o que
hubiera participado en el robo de los pantalones favoritos del rector y de colgarlo del
aparejo durante la regata anual entre Oxford y Cambridge.
Aún con todo su candor, había dos asuntos de los que él se mantuvo alejado. Sus
padres y su niñez. Su reticencia sólo la volvió más interesada en averiguar sobre ambos.
Con el gemido de alguien que se había excedido, Mallory se inclinó hacia atrás en la
silla, doblando los brazos sobre la mitad de su cuerpo cuando la Whopper, las patatas
fritas extra grandes, y el pastel de manzanas colisionaron en su estómago.
—Parezco la carroza del pavo en el desfile del Día de Acción de Gracias de Macy’s.
—Ciertamente no lo pareces—murmuró Dexter, su mirada acariciándola.
Sus palabras la calentaron y confirmaron lo que Mallory siempre había pensado, que
Dexter poseía un encanto oculto. Casi lamentaba que lo tuviera. Eso le hacía mucho más
difícil pensar correctamente. Y tenía que hacerlo. No podía permitir perderse en sus ojos,
en la curva de su hoyuelo, o en el camino que la suave brisa reflejaba en su pelo.
—Me gustaría saber más sobre tus padres —dijo, consciente de que su petición se
salía de su ámbito. Habría querido ser más sutil, y ante su lánguida mirada, prefirió no
haber tocado un tema tan delicado.
—¿Qué quieres saber? —Sus palabras lo habían alejado, y su manera antes
despreocupada había cambiado a una expresión cautelosa.
Mallory se encogió.
—No sé. Quizás averiguar qué sientes por ellos. ¿Los echas de menos?
—Eran mis padres —contestó enigmáticamente, lo que le demostró que no tenía la
intención de ponérselo fácil. El tema claramente lo había incomodado. ¿Por qué?—. Ellos
tenían sus vidas. Yo tenía la mía.
—Parece bastante triste.
—Quizás para alguien que no entiende el modo de vida británico.
—¿Cuál es exactamente el modo de vida británico?
Su mirada se fijó en el cielo nocturno tachonado de estrellas.
—Toma un cierto camino y nunca te desvíes del rumbo.
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Mallory se dijo que debía dejarlo solo, pero no pudo. Se puso de pie al lado de él,
buscando las palabras exactas para aliviar su angustia. Pero a veces no había palabras.
A veces no había nada más que un silencio enorme.
—No quiero ni necesito tu compasión —le dijo él, como si estuviera obligada a ello.
—No te compadezco.
—Antes de que comiences a atribuirme admirables cualidades, creo que deberías
saber que no soy un hombre admirable.
—Te subestimas.
—Soy un científico, Señorita Ginelli. Trato de nunca subestimar nada, menos aún a mí
mismo. Habiendo dicho esto, creo que es momento de ir al punto de por qué le pedí cenar
conmigo esta noche.
Su observación hizo comprender a Mallory lo tonta que había sido en pensar que
aquella cena significaría algo decisivo entre ella y Dexter, que él había reconocido que
había algo entre ellos. Estaba escrito, buscaba el significado donde no había ninguno.
—Dime —dijo en voz baja.
—Creo que nuestro mayor interés es el de concluir rápido nuestra investigación... de
modo que puedas irte a casa.
Mallory sabía que su partida era inevitable, pero ¿por qué no estaba preparada para
ello? Quizás porque se había permitido relegar el por qué estaba allí, olvidando que entre
ella y Dexter habían negocios y nada más.
—Quieres irte a casa, ¿no? —preguntó él, un parpadeo de incertidumbre y quizás de
aflicción cruzó su cara. La expresión pasó tan rápido que Mallory se preguntó si no lo
habría imaginado.
—Desde luego que quiero irme a casa. —Pero sus palabras carecieron de convicción
—. No hay nada que me retenga aquí... ¿cierto?
La fragancia del jazmín que florecía con la noche sopló como suave brisa, cubriéndolos
en su oscura belleza, grabando el momento en el tiempo, agridulce y tirano, cuando él
murmuró:
—No... nada en absoluto.
—¿Quién ha muerto?
La cabeza de Mallory se giró bruscamente, mirando a través de la oscuridad para ver a
Freddie, enfundada en su pijama de seda, enmarcada en el umbral de la entrada que
separaba sus dormitorios.
Mallory estudió sus rasgos, no queriendo que Freddie supiera que había estado
llorando.
—¿Qué estás haciendo? —Habló en un susurro para impedir que se despertara su
hermana que dormía sobre un catre en la esquina del cuarto.
—No estoy cansada —contestó Freddie con un encogimiento, entrando para sentarse
al lado de Mallory sobre la cama—. ¿Qué pasó con Dexter esta noche?
—No pasó nada —mintió, sin humor para hablar de los acontecimientos de la tarde, no
cuando estaban tan frescos, las palabras todavía sonaban en sus oídos—. Cenamos. Eso
es todo.
Freddie receló.
—Un hombre que se toma tantas molestias como Dexter esta noche lo hace por una
razón.
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CAPÍTULO 18
Dexter se sentía como si estuviera en el fondo de una pila de cincuenta coches. Miraba
fijamente por la ventana de su oficina, siguiendo los pasos de Mallory a cada momento, mi
entras daba su paseo por el jardín, como hacía todas las mañanas.
Y cada mañana se situaba en la ventana, para mirarla, sin permitir que lo viera,
ocultándose detrás de una pared autoimpuesta, condenado a pasar su vida mirando hacia
afuera, limitado a las restricciones de su nacimiento.
Se atormentaba. Lo sabía, pero no podía parar. Se había convertido en una especie de
hombre poseído, aprendiéndose de memoria detalles insignificantes; Mallory inclinándose
para oler una rosa y rozar con la yema del dedo la suavidad de sus pétalos; en ese
instante, haciéndolo morir un poco más por dentro, deseando que le tocara de la misma
forma, anhelando poder sentir sus dulces caricias otra vez.
Durante tres largos días, había intentado sacudirse el dolor extenuante que le invadía
el cuerpo por entero.
Tres días desde la noche que estuvo con Mallory en las almenas y le había mentido
haciéndola creer que deseaba que se marchara.
Tres días en que había tenido que vivir con su cercanía, la insinuación de su suave
perfume perturbando su olfato, la manera que seductoramente movía los labios al hablar
o la forma en que oscilaban sus caderas al caminar.
Tres días de soportar el aire formal cuando le enseñaba nuevos movimientos de baile,
o le hacía leer unas líneas de poesía, o mirarlo sin decir nada cuando se probó el primer
par de lentes de contacto.
Tres días de comprender lo que significaba vivir en el infierno.
¿Desde cuándo iban las cosas tan mal? ¿Y por qué quería tan desesperadamente
llenar aquel vacío?
—¿Qué pasa, muchacho? Pareces preocupado.
Dexter se estremeció de forma imperceptible al recordar que no se encontraba solo con
sus pensamientos.
Se giró para enfrentar a la persona que le hablaba, reprendiéndose por olvidarse de su
invitado, un hombre que, en muchos sentidos, había sido más padre para él que el
verdadero.
Gustav Renker había sido su profesor de ciencias en sus días de estudiante solitario en
Eton. Con frecuencia, Gustav había sido su única compañía, su único amigo.
Aunque estuviera llegando a su septuagésimo año, con canas que le sobresalían en lo
alto formando un copete de algodón -lo que le hacía parecer a Albert Einstein- y un ojo
que comenzaba a nublarse con principios de cataratas, el hombre seguía siendo todavía
listo como un coyote y tan activo como siempre Le había dicho más de una vez durante
todos estos años que los austriacos estaban hechos de material de calidad. Eso, en
efecto, resultaba ser cierto en su caso.
—Lo siento, Gustav —dijo Dexter—. Tengo muchas cosas en mente en este momento.
Gustav asintió. Sus ojos grises, aunque más viejos y fatigados, habían visto mucho y
pasado por alto poco.
—¿Estás seguro que no te molesta que me quede unos días? Pasé por una posada
encantadora por el camino de venida. Me imagino que tendrán una habitación para un
pobre anciano.
—Tengo tantos habitaciones que no sé que hacer con ellas. —Y con el distanciamiento
de Mallory, la casa parecía dos veces más grande—. Doy la bienvenida a tu compañía, y
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la oportunidad de ganarte al ajedrez. Tengo que salvar mi orgullo de la última derrota que
me diste.
—Acepto tu oferta y tu desafío —respondió Gustav.
Entonces dirigió a Dexter una mirada que éste conocía muy bien, una mirada que había
hecho que muchos muchachos traviesos confesaran sus más oscuras fechorías.
—Así que dime, muchacho. ¿Qué te preocupa?
La pregunta sólo sorprendió a Dexter a medias. Nunca se habría esperado menos de
Gustav.
—¿Por qué piensas que algo me preocupa?
—Pude deducirlo por el tono de tu voz durante nuestra última conversación telefónica,
y puedo verlo en tu semblante ahora mismo.
—¿La razón de tu visita imprevista es ésa? ¿Para ver si me he derrumbado?
—¿Acaso un maestro no puede visitar a su alumno favorito?
—Ex-alumno. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve en la escuela.
—Ah, pero eso no significa que no haya más por aprender. Ahora, dile a tu viejo
profesor en qué piensas. ¿Acaso es la investigación?
Dexter pensó en mentirle, pero Gustav tenía una facilidad única para percibir los
engaños, como en los días en que había pertenecido a sus clases, un chico que nació
demasiado listo para su propio bien, viéndose con los ojos de los demás, sabiendo que
nunca encajaría.
—No. No es la investigación.
Dexter casi deseó que fuese eso.
No podía sacar de su mente a Mallory. La forma en que le había mirado cuando le
informó que quería terminar el proyecto, para que ella pudiera irse a casa, lo había
lastimado de forma directa, hiriéndolo como nunca antes.
Se maldijo por bajar la guardia siquiera un segundo y permitir que ella se introdujera en
su corazón, haciéndolo querer lo que nunca podría tener. Haciéndolo desear que
doscientos años de tradición Harrington nunca hubieran existido.
Una semana. Solamente una semana para que lo dejara y él pudiera arrodillarse ante
Sarah, y le prometiera su corazón para siempre. Siete malditos días para que Mallory
saliera de su vida, odiándolo por lo que descubriría… Mientras tanto él se aborrecería con
desesperación por ser un maldito cobarde y no poder decirle la verdad.
Una mano, marcada por la edad, reposó en el hombro de Dexter, consolándolo con un
apretón sorprendentemente fuerte,
—¿Qué tienes muchacho? ¿Acaso es la joven encantadora que miras tan atentamente
por la ventana?
Dexter se encogió y se alejó de Gustav aliviado, temiendo dejarle ver a su mentor la
perdición del hombre que alguna vez había llamado su estudiante más talentoso, quien
creía tenía mucho que ofrecer, no sólo al mundo de la ciencia, sino a la vida. A Dexter le
parecía que había ofrecido poco a ambos mundos.
—He cometido un terrible error —murmuró Dexter, su mirada vagó por los estantes
interminables de libros; libros que cubrían cada asunto razonable en el campo de la
sexualidad humana. Aunque todos ellos carecían de un elemento muy importante, un
controversial elemento humano. El amor. El elemento que Mallory había usado para llenar
aquel vacío en su educación.
—¿Qué error has cometido? No me puedo imaginar nada tan grave.
Dexter deslizó una mano a través de su cabello, formando una mueca cuando encaró a
su amigo.
—Creo que estoy enamorado.
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CAPÍTULO 19
Mallory sólo pudo quedarse boquiabierta ante el extraño que tenía frente a ella,
ciertamente su barbilla podía haber llegado a tocar la parte de atrás de su cabeza si su
pecho no se hubiera interpuesto en el camino.
No todos lo días el Conde de Braden lucía un adorno de diamante en el lóbulo.
Un verdadero y genuino, sólo-dolerá-por-un-minuto, pendiente de diamante. El
profesor. Su profesor. El juicioso, nada-de-tonterías, no-te-conozco-lo-suficiente-para-ser-
tan-informal profesor… ¡estaba usando un pendiente! ¡Un pendiente! ¡Desafiaba la lógica!
—¿Qué te has hecho? —preguntó, la brillante gema le hacía guiños mientras
permanecían en el vestíbulo, un rayo de sol del atardecer derramándose por la abierta
puerta principal.
—Es un pendiente —respondió.
Mallory sacudió la cabeza. A veces el hombre podía ser tan denso como la jungla del
Amazonas.
—Sí, puedo ver que es un pendiente. La pregunta es, ¿por qué tienes uno?
¿Se había despertado en una dimensión paralela? ¿Si miraba por la ventana, estarían
las vacas flotando en el aire? ¿Sería el cielo verde y el césped azul? ¿Habría una nave
espacial flotando sobre el camino de entrada?
Se encogió de hombros.
—Deseaba uno.
Como si el pendiente no fuera suficiente, todo su aspecto exterior había cambiado,
como si una Campanita42 de la moda hubiera espolvoreado polvo de hadas sobre él
convirtiéndolo en Ceniprofe43.
Usaba una ajustada camiseta blanca que exhibía su musculoso pecho y sus bien
formados abdominales, y un par de cómodos jeans indecentes acariciaban su mitad
inferior. Mallory esperaba que no se volviera. El trasero del hombre empaquetado en unos
Levis azules desgastados seguramente sería su ruina.
Dexter también tenía el honor de ser el primer conde que hubiera conocido que usara
un par de botas de vaquero… negras, para hacer juego con la chaqueta de cuero de
motociclista que completaba el atuendo. Su sedoso cabello oscuro rozaba el cuello de la
chaqueta, y un embriagador rizo le cruzaba la frente.
—No entiendo esto, profesor. ¿Qué está sucediendo?
—¿Qué es lo que hay que entender? Hice un cambio. ¿No te gusta?
¿Por qué tenía que mirarla de esa expectante y vulnerable manera a lo James Dean?
La clase de expresión que decía, estoy al límite y soy frágil. Sé dulce.
—Sí, me gusta mucho —contestó Mallory, su voz falta de convicción, lo que él notó.
—¿Pero?
—Bueno, es que no eres… tú con esa ropa. Realmente no sé quien eres.
—En el fondo sigo siendo el mismo.
Qué pensamiento. Ahora no sólo era rico, inteligente, dulce, encantador, infantil,
generoso, compasivo y mejor formado que los dioses del Olimpo, sino que también era
sexy, apuesto, desinhibido, y se vestía mejor que ella.
¡Dónde… oh… dónde estaba la justicia en eso!
43 Usa la palabra Cinderfella. Es un juego de palabras intraducible mezclando las palabras Cinderella (Cenicienta) y Fella (que es una forma de decir
profesor)
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—¿Cuándo lo… ?
—¿Hice todo esto? —terminó la frase por ella.
Asintió.
—Ayer.
Así que era por eso que no lo había visto en todo el día. Había estado fuera
convirtiéndose en un nuevo hombre. Se había sorprendido cuando Cummings había ido a
decirle que Dexter tenía que cancelar la reunión. Dexter nunca había faltado a una de sus
reuniones y le fruncía el ceño cuando ella llegaba dos minutos tarde a una.
—La muchacha que me perforó la oreja me sugirió otras partes que podía perforarme
—dijo entablando conversación.
Mallory bien podía imaginárselo. En Nueva York, la gente era muy inventiva, y un poco
minuciosa, acerca de perforarse partes del cuerpo.
—Por favor, dime que no te perforaste nada más.
—No. Muchos piercings se verían gratuitos, además de ser bastante dolorosos.
Mallory se aflojó aliviada. Podría haberse desmayado si descubría que tenía aretes en
las tetillas.
—Sin embargo —continuó—. Me detuve en el salón de tatuajes después de hacerme el
piercing, que está convenientemente ubicado en la parte de atrás del establecimiento de
piercings. Hice que el tatuador… que a propósito, se llamaba Malice… me tatuara Malo
hasta los Huesos sobre mi brazo derecho.
—¡No lo hiciste!
La esquina de su boca se curvó hacia arriba en una media sonrisa burlona.
—Sólo estoy bromeando.
¡Bromeando! El hombre que una vez había dicho, “no entiendo esa propensión que
tienes a decir tonterías sin sentido”. ¿Estaba la luna en la séptima casa? ¿Se había
alineado Júpiter con Marte? ¿Y por qué repentinamente tenía esa canción extendiéndose
por la cabeza?
—Todavía no entiendo qué te hizo llegar a estos… extremos.
Miró hacia abajo, a sí mismo.
—No creo que sea extremo.
—Para un hombre cuya familia no ha cambiado su estilo de vestir desde antes de que
se hundiera el Titanic, yo diría que es extremo.
Dexter le frunció el ceño.
—Freddie dice que luzco genial.
—¿Freddie? —¿Cuándo había empezado a llamarla Freddie en vez de Señorita
Feldman?—. ¿Freddie fue contigo?
—Sí. Parece que tiene una fijación con la ropa. También recuerdo que dijo algo acerca
de ir de compras con ese tipo Simon. Tú sabes, el de los cañones.
¿Cómo podría olvidarlo?
—Bueno, parecía lo correcto preguntarle a una experta, tal como la gente me consulta
a mí como un experto en el campo de…
Mallory levantó la mano.
—Lo sé. —¿Por qué tenía que continuar mencionando su maestría? Sólo tenía que
mirarlo a la cara para pensar en ello… y volver a pensar en ello.
Mallory sintió resurgir una punzada de dolor. Cada día desde la noche en el muro
almenado, encontraba más y más difícil estar con Dexter. Y cada día desde ese entonces,
él había sido dulce con ella, y odiaba eso. Pero no lo odiaba a él. Tal vez sería más fácil si
lo hiciera.
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Mallory se sobresaltó cuando Dexter le puso las manos en la cintura. Miró sobre el
hombro. Le dedicó una inclinación de cabeza, para tranquilizarla… y luego la empujó
dentro del coche.
Mallory rió cuando las voces masculinas lanzaron risotadas y las voces femeninas se
rieron tontamente, y varios gruñidos y quejidos se alzaron cuando se encontró apiñada
entre un montón de gente mucho más de lo que hubiera experimentado en un
subterráneo en Nueva York.
Cuando giró el cuerpo, vio que Dexter continuaba fuera, aún sonriendo pero viéndose
algo inseguro de sí mismo. Se estiró por encima de tres personas y le agarró la mano.
—Si yo lo hago, tú lo haces.
Su sonrisa se ensanchó.
—Si insiste, señorita Ginelli. —Luego, ese gran y hermoso físico se acercó a ella, los
cuerpos culebrearon, hubo más risas y gruñidos y sana diversión.
Mallory se sintió apenada por quien quiera que hubiera subido primero al coche.
Suponía que encontrarían al menos una persona que iba a necesitar atención médica. Ya
podía ver a alguien tratando de explicarle a los paramédicos cómo habían ocurrido las
heridas.
—Bueno, um… veintiocho personas estaban sobre él.
Mallory se rió ante el pensamiento, pero su entretenimiento fue descentrado cuando el
cuerpo de Dexter se apretó en toda su longitud contra el de ella. Sus brazos le rodearon la
cintura, haciendo que sus cuerpos quedaran muy juntos. No sabía si lo había hecho por la
falta de espacio o porque quería hacerlo. Lo que sí sabía era que se sentía bien.
Él le miraba la boca, y se preguntaba si querría besarla tanto como ella quería ser
besada. Él acercó la cabeza. Y ella cerró los párpados…
Y luego un tenue gemido de alguien que decía que se estaba sofocando puso fin al
momento y a la jarana. Mallory trató de ocultar la desilusión que sintió.
Les llevó al menos diez minutos desenlazar la masa de humanidad metida en el Rolls
de Dexter, todo el mundo riendo y aplaudiéndose unos a otros hasta que fueron contadas
veinticuatro personas. Ahora Mallory sabía la respuesta a la pregunta… ¿Cuánta gente
puede caber en un Rolls Royce?
Pensó que tenía la cuenta final hasta que dos desgreñados y algo achatados cuerpos
fueron sacados del piso del coche. Dos cuerpos que habían estado yaciendo cara a cara,
muslo a muslo. Dos personas que ahora se tambaleaban lado a lado.
Freddie y Cummings.
Cuando recobraron el sentido, los dos enemigos se enfrentaron, sus movimientos
coordinados como si se estuvieran midiendo antes de un duelo. Ojos azules
estrechándose al mirar los marrones. Los marrones igualando el gesto.
—Pagano —provocó Freddie
—Arpía —devolvió Cummings
—Pomposo tragón de bollos.
—Pequeña bruja insegura.
—Muérdeme el trasero, Británico
—Prefiero morir de hambre, Yankee.
Pasó otro momento de miradas enfurecidas que prometían justo castigo. Luego ambos
se dieron la vuelta y se encaminaron en direcciones opuestas.
Mallory sacudió la cabeza y se echó a reír.
—Eso fue agradable.
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Miró sobre el hombro, para encontrar a Dexter parado detrás de ella, tan cerca que
podía oler el sutil aroma de su colonia, y sentir su cuerpo rozando el suyo, recordándole el
momento en el coche, el deseo que la había inundado… que todavía la inundaba.
Cómo deseaba reclinarse hacia atrás contra su pecho y sentir esos brazos envueltos
alrededor de su cintura, saber lo que se sentía al ser apreciada y protegida, aunque fuera
en su mente. Aunque fuera por un momento.
—¿Qué fue agradable? —le preguntó, al darse cuenta que estaba allí de pie mirándolo
fijamente.
—Tu risa —contestó en un tono ronco—. Es bella.
—Gracias —murmuró Mallory, temerosa de decir algo más, de observar demasiado
estrechamente como se sentía en ese momento. Sus emociones estaban todas
alborotadas, como un barco inclinándose salvajemente lanzado de un mar embravecido a
otro.
—Vayamos a algún lugar —dijo súbitamente—. Sólo nosotros dos.
¿Ellos dos? ¿Solos? No podía hacerlo.
—Quiero hacer algo contigo —continuó, como sintiendo su renuencia—. Algo que no
sea investigación.
Algo que no fuera investigación. Mallory nunca había oído nada tan encantador.
—¿Cómo qué?
Frunció el ceño, como si la respuesta a esa pregunta fuera el problema más difícil que
alguna vez le hubieran pedido que resolviera. Luego, súbitamente, sonrió... y fue
devastador.
—¿Que te parece un picnic? Haré que el cocinero nos prepare algo de ese pollo que
comimos anoche junto con un poco de pan francés y queso de Brie. Tomaré una botella
de vino del sótano, y partiremos. ¿Qué te parece?
Una tarde a solas con Dexter. Había pasado tantas tardes a solas con él, pero nunca
sin la investigación. Siempre estaba instalada entre ellos como una pared.
Mallory pensó en preguntarle por qué quería ir de picnic cuando solo hacía unos días
parecía como si estuviera desesperado por verla partir. Pero, ¿deseaba dejar pasar la
oportunidad de estar con él, sin barreras, sólo un hombre y una mujer en una cálida tarde
de verano? Tal vez el nuevo Dexter sentía de forma diferente acerca de ella. Tal vez...
—¿Mallory? —preguntó, doblando las rodillas para mirarla a los ojos, con esa sonrisa
seductora en el rostro—. ¿Vendrás conmigo?
La forma en que la miraba, tan expectante… ¿Cómo podía decir que no?
—Sí —contestó—. Iré contigo.
Se frotó las manos.
—Quédate aquí. Iré a buscar todo lo que necesitamos y volveré al instante. —Luego
salió trotando hacia la puerta principal, el sedoso cabello oscuro flotando con la brisa, con
los rayos del sol sacándole destellos dorados. Mallory lo miró fijamente, perdida en sus
pensamientos.
—¡Buu!
Sobresaltada, Mallory se llevó una mano al pecho y se volvió rápidamente para
enfrentar al responsable. Su hermana… que claramente todavía poseía el hábito de
acercarse inesperadamente.
—¡Genie! ¡Me diste un susto de muerte!
—Si no hubieras estado mirándole el trasero a Dexter, podrías haberme escuchado
acercarme a ti —respondió Genie bruscamente.
Mallory frunció el ceño.
—No estaba mirando… No importa. ¿Qué estás haciendo?
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—Y hace una semana hubiera estado dispuesto a apostar que nunca lo había hecho.
Pero hoy me acordé de ello. Cuando pensé en el picnic, el recuerdo regresó. Extraño,
¿eh?
No tan extraño, pensó Mallory. Algunos recuerdos eran así, volvían cuando menos los
esperabas… y a veces cuando menos lo deseabas.
Desterrando el pensamiento, le sacó la manta de debajo del brazo.
—¿Listo para irnos?
—Más que listo. Sólo tenemos un pequeño problema.
¿Sólo uno? Quiso preguntar.
—¿Qué es?
Le dirigió una tímida sonrisa.
—No sé conducir.
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CAPÍTULO 20
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—Me he dado cuenta. —Mallory había notado el cambio en su madre, una disminución
de la tristeza, una reducción de la guardia. Pero Mallory no pensaba que el cambio fuese
solamente debido a la recién nueva amistad con Gustav de su madre.
Había veces en que Mallory pensaba que quizás su madre quería hablar, intercambiar
más que la cuota normal de palabras sin sentido. Pero habían estado encubriendo
asuntos tan importantes durante tanto tiempo que Mallory no sabía si quería abrirse, tener
la oportunidad de escarbar en viejas heridas, exponer a su corazón casi recuperado.
—¿Te molesta la idea de Gustav y tu madre? —preguntó Dexter.
—No —respondió honestamente. No importaba lo sucedido a través de los años, su
madre merecía algo de felicidad. Mallory no podía negarle eso.
Un considerable silencio cayó sobre ellos. Luego Dexter se sentó abruptamente.
—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Qué ocurre?
—Vamos a nadar.
Mallory no podía estar más sorprendida si le hubiera sugerido que se comieran un
ratón.
—¡Un baño!
—Exactamente.
—¡Pero no podemos!
—¿Por qué no?
—Para empezar, no llevamos bañadores. —Y ver a Dexter con el agua brillando sobre
su cuerpo era una imagen de la que podía prescindir.
—Todo lo que tenían Adán y Eva eran hojas de higuera —dijo, levantándose,
sacándose primero una bota y luego la otra. Después, se sacó la negra chaqueta de piel,
dándole vueltas sobre su cabeza, y arrojándola como un bailarín de Chippendale* 44
haciendo un striptease. La chaqueta aterrizó en una pila innoble al lado de un tocón.
Cuando fue a sacarse la camisa, tartamudeó.
—¿Qué… qué estás haciendo? —como si fuera algún tipo de misterio.
—Voy a nadar. —Tiró de la camisa sobre la cabeza y la envió volando hacia el mismo
lugar que la chaqueta de piel, quedándose desnudo de cintura para arriba... y dejando a
Mallory tratando de respirar.
Una larga banda de músculos le atravesaban el pecho, enrollados y flexibles bajo la
suave piel estrechándose bajo un tenso estómago donde los vaqueros abrazaban las
caderas.
Apoyó los puños en esas caderas, y sus brazos le recordaron una cadena de
montañas, altos picos y bajos valles, las venas rozando la superficie como corrientes
escondidas.
—Te propongo un trato —dijo.
La fascinada mirada de Mallory recorrió desde las sedosas tetillas marrones hasta la
cara, rogando que creyera que el color de sus mejillas se debía al calor del día.
—¿Un trato? —chilló, y luego se aclaró la garganta.
—Si me lanzas primero, soy tuyo para lo que ordenes luego. Pero si te tiro yo primero,
luego tienes que contarme todo lo que quiera saber. ¿Qué me dices?
Mallory parpadeó. ¿Quién era ese hombre?
—¿Qué te ha pasado?
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, ¿quién eres tú y qué has hecho con el verdadero Dexter Harrington?
Se rió.
44
Chippendale es una cadena de night clubes de Estados Unidos para mujeres.
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De nuevo, parecía ver las cosas como científico y no como hombre, reconociendo los
componentes, pero quizás sin entender cómo encajaban juntas las piezas.
—Un poquito de misterio también es bueno —le dijo.
Un leve ceño le frunció la frente.
—Allí no hablaba de misterio. Tendré que ponerlo por escrito.
Mallory se rió interiormente.
—No escribas nada. Sólo sé tu mismo.
—Ser yo mismo es lo que me ha llevado... —Se detuvo, con el ceño más acentuado—.
Es lo que pretendía esta transformación —dijo, con un tono áspero en la voz—. Así que
considéralo como un éxito.
¿Un éxito? No lo consideraba como un éxito.
—No te lo hice yo.
—Quizás no completamente. —La voz baja, los ojos buscándole la cara—. Pero sin ti,
nunca habría ocurrido.
¿Por qué deseaba que no hubiera ocurrido, y que las cosas volvieran de la forma en
que estaban?
La alcanzó con la mano, transportándola sobre sus pies.
—Ahora, nademos.
¿Volvía con eso otra vez?
—Creo que te has vuelto loco.
—No. —Sonrió—. No estoy loco. Sólo tengo calor. Vamos. —La arrastró hacia el agua.
—No voy a entrar.
—Prepárate para perder la apuesta.
— ¡Dexter! ¡Para!
Se detuvieron al borde del agua, y se puso frente a ella.
—Me gusta cómo suena.
— ¿Qué? —preguntó, diciéndose a sí misma que sólo era el esfuerzo lo que la dejó sin
aliento.
—Mi nombre en tus labios. Creo que es la primera vez que te oigo decirlo.
Quizás ya no pensaba en él como el profesor o el conde, y empezaba a pensar en él
como hombre.
Sin aviso, la levantó en sus brazos y caminó con dificultad dentro del agua.
— ¡Bájame! —gritó.
—Cómo desees, mi señora. —La soltó de golpe, zambulléndose en el agua fría, la
goma se soltó, enviándole las negras trenzas sobre la cara así que emergió a la superficie
como si un enorme montón de algas la hubiera succionado hacia arriba.
Barboteó sacándose el pelo de los ojos, mirando furiosamente a su torturador.
—¡Tú... tú... oooh!
Las esquinas de los labios de Dexter se movían nerviosamente; luego perdieron la
batalla para contener su diversión y echó atrás la cabeza, su estallido de risa hizo eco a
través del bosque.
Mallory trató de permanecer enfadada, pero realmente era demasiado gracioso. Una
pequeña risa ahogada burbujeó. Se tapó la boca con la mano, pero la risa no podía ser
contenida.
Dexter se puso serio primero, encantado con la sonrisa de Mallory y la forma en que
sus ojos se encendían cuando estaba feliz. En todos estos años siendo un científico y en
todas sus investigaciones y con todos los elogios que había recibido, nada era
comparable a la alegría que sentía haciendo reír a Mallory. Ese dulce sonido le llenó un
vacío como nada lo había hecho nunca.
137
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
La deseaba, el corazón, el cuerpo y el alma. Estaba tan cerca, las ropas empapadas y
pegadas a cada curva, la camiseta de NYU45 moldeándole los senos, duros picos
tensando el material, le apretaba el estómago de deseo.
Una gota de agua le resbalaba por el cuello torturándolo. Vio como se deslizaba por la
curva de su garganta, sumergiéndose en el hueco de la base, demorándose por un
momento, y luego lentamente se movió sobre la clavícula y avanzó camino abajo hacia el
pecho, desapareciendo en el valle entre sus senos. Cómo anheló seguir esa gota de agua
con la lengua.
Quizás Mallory sintió su desenfrenada necesidad porque retrocedió en el agua,
eludiendo las manos que querían alcanzarla para acercarla más.
Se movió hacia la orilla contraria y se sentó en una roca cerca del borde del agua, sin
apartar los ojos de él. Luego dijo algo que sabía no iba a olvidar jamás.
—Eres tan hermoso.
Sus palabras lo golpearon, haciendo estallar la última capa que encerraba en su
corazón. Se levantó delante de ella, humilde, intimidado... y tan malditamente asustado
que lo arruinaría todo.
—Mallory... —su nombre fue un sonido ronco y áspero.
Le recorrió el cuerpo con la mirada, provocándole que la sangre corriera hirviendo por
sus venas. El deseo que correspondía al suyo se reflejó en sus ojos cuando se
encontraron.
—Tus padres deben haber sido magníficos para haberte hecho.
Dexter se tensó con sus palabras. ¿Por qué siempre volvía a sus padres? No
importaba lo reservado que fuera con el tema o lo obvio que fuera que no quería hablar de
ellos, no lo dejaría en paz. Lo intentaría hasta que se enfureciera con ella para detenerla,
o la besara para que lo olvidara. Nunca nadie había tenido ese interés... en él, su vida, su
trabajo. Y nunca había querido compartir nada de eso. Hasta ahora.
Y sabía que, para bien o para mal, tenía que compartir su secreto y exorcizar esa
influencia de su vida, un secreto que nunca había contado a nadie, ni a Cummings.
—No sé cómo eran mis padres —dijo, dando el primer paso.
Un perplejo fruncimiento se tejió en su frente.
— ¿Qué quieres decir con que no sabes?
—No lo sé porque nunca los conocí. —Dexter se quedó mirando su reflejo ondulante
en el agua cerca de su cintura, preguntándose si alguien en el mundo tenía una cara
similar a la suya.
—¿Estás diciendo que eres adoptado?
—No... sólo deseo haberlo sido. Quizás entonces me sentiría normal, como si encajara
en algún lugar en el esquema de la vida, tener raíces, incluso si eso significara que mis
padres biológicos no me querían o no podían criarme por alguna razón.
—¿Qué estás diciendo?
—Estoy diciendo que lo que tienes ante ti es un experimento.
—¿Un experimento?
Dexter pasó los dedos sobre el agua, borrando su imagen.
—Fui creado en un laboratorio, muy similar al monstruo de Frankenstein. Mis padres no
podían tener hijos. Pero no adoptaon ningún niño necesitado. No, ellos tenían que fabricar
uno. Querían construir al hijo perfecto. Alguien que tuviera el cuerpo de un atleta y la
materia gris de Einstein. Después de todo eran científicos. No estaba en su naturaleza
hacer algo a medias... o esperar algo menos que la perfección.
45
New York University: Universidad de Nueva York.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Preparándose, Dexter miró hacia Mallory. Lo que vio lo abofeteó. No había horror en
sus ojos, ni piedad. Simplemente curiosidad.
— ¿Así que eres un niño probeta? No es tan raro.
—No, soy lo que llamarías un batido biológico. Mezclaron un poco de esto, un poco de
aquello, lo agitaron todo junto y esperaron a ver si su creación tendría éxito. Mis padres
estuvieron felices con el resultado general... aunque decepcionados en algunos aspectos.
Decepcionados por tener un hijo que no quería andar por el camino que ellos habían
elegido, que no quería cargar con la responsabilidad de ser hijo único, el único que
tendría que acarrear con la tradición de los Harrington. Después de todo no era realmente
un Harrington.
No sabía qué era.
—¿Creías que me horrorizaría con tu revelación? —preguntó.
La suavidad en su voz y la comprensión en sus ojos sólo intensificaron el dolor. No
quería su bondad. Quería que se fuera, dejándole, deteniendo los anhelos por cosas que
no podría tener.
—Pertenezco a la atracción científica —dijo con voz amarga—. Pueden ponerme entre
la oveja clonada y los siameses. Conozcan al vástago de la manipulación genética.
—La verdad, es que actúas como si fueras medio hombre, medio caballo, tuvieras un
tercer ojo u otra cabeza creciendo en el hombro. Mírate, estás hecho de carne y sangre
como el resto de nosotros.
—No lo entiendes.
—Entonces explícamelo, porque lo único que veo ante mí es un hombre... un
excepcional, dotado y compasivo hombre.
Las palabras de Mallory alcanzaron ese frío lugar en su interior, un lugar que él había
deseado que alguien tocara. Aunque llegaba demasiado tarde para cambiar lo que sentía
sobre sí mismo.
—No sabes lo que es preguntarte por todo lo que haces, preguntarte si tus
pensamientos son tuyos o si fueron creados como todo lo demás. Tuve múltiples
donantes femeninos y masculinos. Gente sin nombre, sin caras. Especímenes escogidos
cuidadosamente a los que no conozco, a quienes les importa menos el conocerme. —Se
pasó la mano por el pelo—. ¿Quién soy? Esta pregunta me ha acosado toda mi vida.
—Yo sé quien eres —fue la simple y tranquila respuesta de Mallory—. Eres un
científico brillante, un hombre que se preocupa por sus amigos, que ama a los animales,
que no aprendería la rumba aunque su vida dependiera de ello, pero que sería el favorito
en la Indy 500. En resumen, un hombre que tiene un gusto terrible con las pajaritas... y
quiero decir terrible.
Dexter no quería sonreír. No quería que sus palabras aliviaran una parte de su dolor.
Aunque siempre se las arreglaba para hacer justo eso.
— ¿Terrible, eh?
Se encogió de hombros, con los ojos traviesamente iluminados.
—Bueno, quizás la roja no está tan mal.
—Entonces, tendré que acordarme de llevarla más a menudo.
Dios, cómo la deseaba, la necesitaba. Fue atraído hacia ella, como una polilla hacia
una muy bonita aunque muy escurridiza llama. No quería negarlo más. Era como una
droga sin la que no podía vivir.
Caminó a través del agua hacia ella, su racional y científica mente nublada por la
pasión, un dolor que sólo esta mujer podría aliviar. Con los ojos abiertos, y levantó la vista
hacia él a través de una cortina de gruesas y húmedas pestañas cuando se detuvo frente
a ella.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
El corazón le latía con lentos y dolorosos golpes mientras le tomaba la mano, los dedos
entrelazados. Deslizó su otro brazo alrededor de la cintura, acercándola, la mano libre de
ella se deslizó arriba hacia el pecho, marcando la carne con calor.
—Estoy eligiendo un camino —le contó.
—¿Y entre qué estás eligiendo? —preguntó, su voz entrecortada lo encendió.
—Entre preguntarte si puedo tocarte, acariciar tu piel con mis labios, presionar tu
cuerpo contra el mío... o alejarme y hacer lo correcto.
Mallory se alzó de puntillas y enroscó la mano tras el cuello, deslizando los dedos hacia
arriba en el pelo mojado mientras susurraba contra sus labios.
—Déjame ver si puedo ayudarte a decidir.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 21
Mallory nunca se había sentido tan intrépida, tan desinhibida como en ese momento en
los brazos de Dexter. Deseaba aferrarse a él y nunca soltarlo. Dios, cómo amaba la
sensación de él, la dura y exquisita extensión de él, el dulce y cálido sabor de sus labios,
sus manos tocándola.
Envolvió los brazos más firmemente alrededor de su cuello, presionando su cuerpo
para acercarlo, gozando con la calidez de su boca, la fricción de su lengua, la intensidad
de su deseo. Tiraba de ella, la llevaba a un remolino de intoxicantes sensaciones.
El correr del agua sobre sus cuerpos era un placer en sí mismo, haciendo remolinos en
sus caderas mientras él le ahuecaba el trasero y la apretaba contra la erección entre sus
piernas.
Él saqueó su boca, dejándola magullada e hinchada mientras se abría camino hacia
abajo por el cuello, sin dejar ni un lugar sin explorar. Ella inclinó la cabeza hacia atrás
para darle un mejor acceso incluso mientras una pequeña voz le preguntaba qué traería el
mañana. ¿Arrepentimiento? ¿Auto recriminación? ¿O alegría de haberse extendido para
tomar lo que deseaba sin importar lo que trajera el futuro? No lo sabía, ni quería saberlo.
La levantó. Ella envolvió las piernas alrededor de su cintura y se frotó contra él,
deleitándose con el gemido que retumbó en lo más profundo de su pecho.
—Cuanto tiempo he esperado por esto… por ti. —Su aliento se sentía cálido contra su
ya enfebrecida carne—. Sácate esto —gruñó él cuando encontró la camisa
interponiéndose en el camino de sus labios exploradores.
Mallory ya no podía negársele tanto como no podía negárselo a ella misma. Deseaba
su boca sobre ella, deseaba ver su expresión cuando no hubiera barreras entre ellos.
Con exquisita lentitud, se retorció para sacarse la mojada y adherida camisa, los
pezones se veían oscuros contra el sencillo sostén de algodón. Un momento de
inseguridad la hizo dudar.
—Eres perfecta —dijo en un ronco susurro, desechando sus dudas… como sus dientes
desecharon el sostén, hábilmente cerrándose sobre el broche delantero, liberándola,
exponiéndola a su hambrienta mirada—. Mejor que en mis sueños más salvajes.
—Pensé que eras un novato en esto —le dijo debido al nerviosismo.
—No un novato. Sólo torpe. —Dijo, alzando sus oscuros y satinados ojos azules hacia
los de ella.
Estaba lejos de ser torpe. Todo acerca de él la seducía, la forma en que la acariciaba
con los ojos, las manos, la boca… el cuerpo, la fricción era una exquisita tortura.
—Las mujeres siempre me pusieron nervioso.
—No estás nervioso ahora.
—Lo sé, pero me siento diferente contigo, capaz de ser yo mismo. No esperas al mejor
amante del mundo ni a un torpe científico. Me aceptas por lo que soy… pienso que
siempre lo hiciste.
—Siempre. —Mallory le pasó los dedos por el cabello.
—Bien. Ahora tal vez pueda practicar alguna de las técnicas que aprendí a lo largo de
los años. El ser un doctor del sexo tiene algunas ventajas. ¿Te gustaría averiguarlo? —
Sonrió traviesamente.
¿Si le gustaría averiguarlo? Parecía como si hubiera esperado toda la vida para
averiguarlo. Las palabras que una vez le había dicho volvieron en tropel.
Conozco las zonas erógenas, dónde tocar y durante cuanto tiempo, cómo aumentar al
deseo. Qué cosas hacer para dar el mayor placer.
142
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Cada pulgada del cuerpo de Mallory se incendió. Y mientras la devoraba con la mirada,
encontró la fuerza para decir:
—Profesor, ¿cree que esto es prudente?
—Oh, sí, señorita Ginelli… muy prudente. —Luego bajó la cabeza y tomó un pezón en
la boca.
A Mallory le pareció que los huesos del cuerpo se le derretían cuando los labios de él
se cerraron alrededor de la anhelante punta, se sintió agradecida de que sus fuertes
brazos la sostuvieran firmemente. Cada tirón de su boca enviaba el placer en espiral
bajando por ella, calor líquido creciendo en su mismo núcleo. Importunó cada pezón hasta
que estuvieron rígidos y suplicando que los tocara.
Mallory deseaba tocarlo, pasar la lengua por esas suaves tetillas marrones y hacerle lo
que él le estaba haciendo a ella, pero no la dejaba. Todo lo que podía hacer era aferrarse
a sus hombros mientras se amamantaba y la acunaba contra su erección.
Luego deslizó la mano hacia abajo, hasta la parte delantera de sus vaqueros,
desabrochándolos y bajando el cierre sin que ella siquiera lo notara. Deslizó los dedos
debajo de las bragas de algodón.
Mallory se arqueó hacia atrás mientras la tocaba donde ningún hombre la había tocado
antes, abriéndose camino entre sus húmedos pliegues y masajeando el hinchado y
sensitivo nudo, volviéndola salvaje al revolotear con la punta de la uña, para luego
incrementar el ritmo y frotar en círculos, provocando aún un mayor y exquisito placer.
Jadeaba como una salvaje, gimiendo su nombre, suplicando, exigiendo, sintiendo un
húmedo rastro de lágrimas corriéndole por las mejillas mientras el placer crecía hasta
hacerla gritar, y hundirle las uñas en los hombros mientras una oleada de placer tras otra
de intenso alivio la hacían convulsionar.
—Dexter —gruñó.
—Ssh.
Él cubrió sus mejillas con suaves besos, su boca borrando el salado camino de las
lágrimas, lágrimas que no podía creer que hubiera derramado. Pero se había perdido en
el momento.
Sin sacar las piernas de alrededor de su cintura, él caminó hacia la orilla y hacia la gran
roca chata en la que decía que había tomado el sol cuando era niño. Ahora la tendió
encima y la miró. Sus pezones formaron rígidos botones ante su escrutinio.
Nunca había deseado a un hombre como deseaba a Dexter. Y Mallory sabía que
finalmente había llegado a ese lugar en su vida, a una encrucijada. Debía tomar una
decisión: darle a Dexter su más preciado tesoro -su virginidad- o no.
Siempre se había dicho a sí misma que no debía venderse barato, que le daría su
cuerpo sólo al hombre que amara. En ese momento, la respuesta parecía tan clara.
Quizás más clara que nada en su vida.
Amaba a Dexter. Tal vez él no le correspondía. Tal vez él no sabía como hacerlo. A él
nunca le habían demostrado cariño; ¿cómo podía esperarse que supiera como darlo?
Extendió la mano hacia él. Un leve ceño cruzó su frente mientras la miraba fijamente,
pareciendo indeciso. Rezó para que no rechazara su ofrecimiento.
Dudó pero luego tomó su mano, rodeándole los dedos con la mano. Se inclinó y le
besó el dorso como si pertenecieran a otra época, una época donde la galantería regía.
Su corazón se hinchó con amor por él.
Tiró de él queriendo sentir su cuerpo contra el de ella. Él se resistió.
—Qué…
—Ssh. Déjame hacerte feliz —dijo, presionándole un dedo contra los labios.
—Pero tú…
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Se estiró junto a ella sobre la roca calentada por el sol. Mallory se volvió hacia él y
apoyó la cabeza en su hombro, oliendo una insinuación de colonia en su cuello. No había
olvidado nada en su transición del antiguo Dexter al nuevo. Aún así, Mallory sabía que lo
amaría con sus trajes de tweed y oliendo a mohosos libros antiguos.
Los ojos de él estaban cerrados, un antebrazo le cubría la frente, permitiendo que ella
tuviera la oportunidad de admirar los músculos de su pecho y estómago. Se encogió
cuando le puso una mano sobre el pecho, abriendo un ojo y mirándola.
—Hola —murmuró ella, levantándose apenas para darle un beso sobre los labios.
—Hola —contestó Dexter, con la voz ronca por el control que ejercía para evitar
hacerle el amor a Mallory, algo que deseaba hacer más que nada. Ansiaba hundirse en su
calor, descubrir qué era lo que había estado faltando en su vida todos esos años. Sabía
que la respuesta estaba allí esperando por él. Sólo necesitaba tomarla. Pero no podía.
No podía hacerle el amor a Mallory, sin que ella supiera el secreto que se cernía entre
ellos. Para ser sinceros, no podía tocarla como tan desesperadamente ansiaba hacer.
Pero si tenía que sentir su cuerpo presionado contra el de él por mucho más tiempo, no
estaba seguro de lo que haría.
Su deshonestidad había causado esto, y había dejado pasar todas las oportunidades
que había tenido para decirle la verdad acerca de Sarah. Sus razones habían sido
absolutamente egoístas. No podía dejarla ir.
Cada vez que había pensado en decírselo, se había convencido a sí mismo de que otro
día no haría daño, otra hora, y ahora era otro minuto… sólo otro minuto. ¿Por qué no
había escuchado a Cummings y había sido honesto con ella desde el principio?
Probablemente porque había capturado su corazón desde el momento en que se había
acomodado contra su pecho esa primera noche, suspirando satisfecha igual que ahora, la
mejilla presionada contra su pecho, de la misma forma, haciendo que sus entrañas se
contrajeran por el deseo.
Quería ser el hombre del que escribía en sus libros, el hombre que existía en su mente.
Quería ser su héroe. Pero no podía ser ese hombre mientras tuviera que pensara en
Sarah. Sarah, que estaba esperando que él cumpliera una promesa no formulada.
Dexter trató de cerrarse al ardiente deseo que Mallory provocaba en él mientras le
recorría el pecho con las manos, haciendo girar un dedo contra su tetilla y luego
suavemente resbalándolo por encima. Apretó los puños para evitar reaccionar, para evitar
ponerla encima de él, desabrocharse los vaqueros y tomarla allí, encima de la roca
salpicada por el sol, reclamándola de una forma tan antigua como el tiempo mismo.
Ella se reclinó sobre un codo, sus sedosos rizos negros acariciándole el brazo, el
hombro, susurrándole sobre el pecho, haciendo que cada fibra de su ser cobrara vida.
Observó como su cabeza descendía, la punta de su rosada lengua deslizándose fuera de
la boca para importunar su tetilla. Su cuerpo reaccionó como si hubiera sido marcado por
un pincho para ganado.
Afianzó la boca sobre aquel punto de placer, y él cerró los ojos apretándolos, jurándose
que en un momento más terminaría ese tormento… sólo un momento más.
Nunca había sido tocado de esa forma, nunca lo habían saboreado y disfrutado. Para
las mujeres, había sido una especie de extraña fascinación, como una especie recién
descubierta en el zoológico. Pero con Mallory, se sentía… amado.
—Dexter —murmuró, mientras sus labios le recorrían el pecho ascendiendo,
depositando dulces besos en la clavícula, su lengua rozando el pulso en la base del
cuello, que ya latía erráticamente antes de que ella siquiera lo tocara.
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hacia abajo, hacia una foto que había en la esquina del artículo, hacia un rostro que veía
todos los días.
El suyo.
Debajo de la foto decía: El mundialmente renombrado científico sexual revela la
fórmula secreta a una escritora romántica de Nueva York.
—También está en la televisión —dijo Cummings.
Cuando Mallory levantó la mirada, encontró a Dexter mirándola fijamente, con los ojos
llenos de dolor y acusación. No le dijo nada. En vez de ello, tiró el periódico al suelo y se
fue rabiando hacia la casa, dirigiéndose directamente a su estudio.
Mallory lo persiguió. Su gruñido de angustia reverberó debajo del alto techo del
vestíbulo, aún así entró en la guarida del león, Cummings le pisaba los talones.
Dexter se dio la vuelta cuando la escuchó entrar, libros y documentos desparramados a
su alrededor; la carpeta no estaba a la vista.
—¿Por qué? —demandó.
—Dexter, yo no…
Barrió el aire con la mano, la salvaje mirada en sus ojos la interrumpió más
efectivamente que cualquiera palabra.
—Confié en ti como nunca había confiado en nadie más. Te dejé leer mi investigación
porque tontamente creí que estabas interesada.
—¡Lo estaba!
—¡No me mientas!
—Dex, mira, no debes… —dijo Cummings, dando un paso al frente.
Apuntó con el dedo a Cummings.
—¡Demonios, quédate fuera de esto! Fue por tu maldito consejo que la traje aquí.
La mandíbula de Cummings temblaba furiosamente, y Mallory temió que los hombres
llegaran a las manos. Sin pensar en su seguridad, se puso enfrente de Cummings. Los
ojos de Dexter se estrecharon en ella, y supo que su acción sólo había empeorado las
cosas.
—Dexter, por favor, escúchame —suplicó—. No sé cómo han obtenido los periódicos la
información acerca de tu investigación. Lo juro.
—¿No lo sabes? —Tenía los labios curvados con desdén—. ¿Deberé aclarártelo
entonces? ¿Recordarte la carpeta que dejé en tus manos? ¿Tal vez deba volver a revivir
la escena? ¿Qué crees que hará falta? Porque yo lo recuerdo todo vívidamente. No creo
que pueda olvidarlo nunca.
—Sabes que nunca te lastimaría de esa forma. —Dio un paso tentativo hacia él. Él
retrocedió. Ella se tambaleó como si le hubiera dado un golpe físico—. Sé cuanto significa
tu trabajo para ti.
—¡Nunca te importó un comino mi trabajo! Y nunca te importé un comino yo mismo,
¿no es así? Todo fue un ardid para poder poner las manos sobre ese material.
—¡No! —Sacudió la cabeza—. Ni siquiera quería verlo.
—Eso no es lo que yo recuerdo. A mí me pareciste muy interesada. Obviamente eres
una actriz consumada. ¿Todo lo demás también fue una actuación?
Mallory sabía lo que le estaba preguntando, y le dolió infinitamente.
—No, no fue una actuación. Yo te…
—¡No lo hagas! —le advirtió—. No lo digas. —Se pasó una mano por el cabello—. Sólo
dime, ¿es esto lo que planeabas desde el principio? ¿Me has estado engañando todo
este tiempo?
—¡Nunca te engañé acerca de nada! —Mallory creyó ver una momentánea vacilación
en sus ojos. Remordimiento, ¿quizás? ¿O algo más profundo?—. No mentiré diciéndote
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
que no sabía nada acerca del trabajo que te ocupaba. Mi editora me dijo algo acerca de tu
investigación antes de que viniera aquí.
—¿Así que urdiste este plan con tu editora?
—¡No! ¡Por supuesto que no!
—Entonces, ¿qué fue lo que pasó? ¿Llegaste aquí y decidiste que la información era
demasiado conveniente para prescindir de ella? ¿Máxime cuando puse la carpeta en tus
manos y prácticamente te forcé a leerla? ¿Pensaste que era una invitación abierta a
poner en conocimiento del mundo el resultado de mi trabajo?
—Si sólo me escucharas. —Pero sabía que estaba más allá de la razón desde el
instante en que había abierto el periódico. Aún así, tenía que intentarlo—. Admitiré que mi
editora me sugirió que te entrevistara, que descubriera algo acerca de tus investigaciones,
pero le dije que no lo haría.
—Oh, ¿así que ahora eres noble? ¿Es eso lo que me estás diciendo? —dijo, riéndose
burlonamente de ella.
—Te estoy diciendo la verdad.
—La verdad. —Su expresión se endureció hasta volverse un agudo filo, convirtiéndolo
en un hombre que no había visto antes—. ¿Quieres decir que no te vendiste a ti misma a
mí para pagarle al corredor de apuestas de tu hermana?
A Mallory se le fue todo el color del rostro.
—¿Cómo… cómo te enteraste de lo de Bruno?
—Te lo dije una vez, soy porfiado con mis investigaciones. ¿Cómo crees que logré que
vinieras aquí? Sabía que tu hermana le debía una considerable cantidad de dinero a este
personaje, Bruno. No hago nada sin saber en lo que me estoy metiendo.
Mallory reprimió las lágrimas que afluían a sus ojos. No lloraría. No enfrente de este
hombre frío y sin corazón.
—¡Cómo te atreves a acusarme de usarte! Nunca fui nada más para ti que un conejillo
de indias que usar en tu preciada investigación. ¡Así que no te atrevas a señalarme con el
dedo!
—Nunca te mentí acerca de tu papel. Sabías lo que quería desde el principio.
Las emociones amenazaban con ahogar a Mallory.
—Sí… lo sabía. Y fui más tonta de lo que tú podrías ser alguna vez.
El enfado en sus ojos la caló hasta los huesos. Él recogió uno de los libros
desparramados en el suelo y lo tiró sobre la repisa, destrozando un reloj de teca. Mallory
retrocedió cuando el reloj se rompió, y las piezas formaron un arco en el aire.
Cummings se abalanzó contra Dexter y le agarró la muñeca.
—¡Maldita sea, Dex! ¡No sabes si Mallory tuvo algo que ver con esto! La estás
acusando sin ninguna prueba.
—Entonces, ¿me estás diciendo que vendiste información acerca de mí a los
periódicos, Cummings? ¿Es eso lo que estás tratando de decir?
—Me conoces demasiado bien como para hacerme esa pregunta.
Dexter tiró de su brazo librándose del agarre de Cummings.
—Lo sé. Por lo que eso nos deja a la única otra persona a la que le mostré mis
investigaciones. —Giró la mirada hacia Mallory, los ojos más fríos que el Mar del Norte y
dijo—. Es decir, usted, señorita Ginelli.
Un amargo viento sopló sobre el corazón de Mallory.
—Detén esto antes de que sea demasiado tarde —urgió Cummings.
Dexter caminó a zancadas hacia la ventana, observando el fundido globo que era el sol
descender detrás del horizonte.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 22
Mallory miraba por la ventana de la habitación hacia el cielo nocturno sin estrellas, no
había ni rastro de la luna. Se aproximaba una tormenta, el viento comenzaba a azotar los
árboles, el frío se colaba por las piedras, las primeras gotas de lluvia gruesas salpicaban
el alfeizar.
Aún así, la tormenta en el exterior no podría igualar la tormenta interior de Mallory ante
la acusación que Dexter le había lanzado, las palabras de él se repetían una y otra vez en
su mente.
¿Quieres decir que no te vendiste a ti misma a mí para pagarle al corredor de apuestas
de tu hermana?
Había averiguado todo sobre Genie, y había usado aquel punto débil contra ella. Él no
era una víctima inocente, y no le rogaría que creyese que le había dicho la verdad. De
todas formas, era una batalla perdida. Todo apuntaba en dirección a ella. Además, si su
palabra no era suficiente, entonces, ¿qué lo era?
Apartó de un golpe las lágrimas que le caían sobre las mejillas, enfadada. No lloraría,
no por un hombre que confiaba tan poco en ella como para creer que era capaz de tal
traición.
Ya no habría más retrasos, no más preguntarse cuándo llegaría el final. Había llegado.
Era el momento de volver a casa.
Hizo reservas de avión para todas, preguntando por el vuelo de ida más temprano,
deseando que hubiese algo para el día siguiente, y sintiéndose decepcionada cuando
descubrió que no lo había.
Sin embargo, la suerte estaba de su lado. Había un vuelo disponible por la mañana
temprano para pasado mañana, el avión sólo estaba lleno a medias de acuerdo a la
recepcionista, porque una convención de Star Trek había sido cancelada en el último
minuto. Mallory podía imaginarse pasando seis horas con un grupo de Trekkies
sometiéndose los unos a los otros al Pellizco Vulcano.
Se movió hasta el espejo, pasándose ausente el cepillo por el pelo, con intenciones de
levantarlo como hacía siempre para mantener la inmanejable masa de pelo lejos de su
cara.
Su mano se detuvo cuando recordó que le había pasado a su última cinta para el pelo,
cómo había sido llevada cuando se sumergió en el arroyo, yendo a parar de cara al pecho
de Dexter cuando salió a la superficie. Él había deslizado una gentil mano por el pelo de
ella, diciéndole lo hermosa que era, devorándola con la mirada.
Mallory cerró los ojos y dejó fuera el pensamiento incluso mientras comprendía que
nunca borraría el recuerdo de la caricia de Dexter o la forma en que la había hecho sentir.
Bajó el cepillo y se encaminó a la puerta, dispuesta a encontrar a su familia y decirles
que había llegado la hora de volver a Nueva York.
Hizo una pausa, la mano en el pomo, cuando oyó un crujido desde debajo de su cama.
Un segundo después, un pequeño y peludo cuerpo salió volando y se tiró hacia su pierna.
El grito murió en los labios de Mallory cuando se dio cuenta de que sólo era Rosie, la
mona de Dexter. Aparentemente, Rosie había decidido en renovar su relación de forma
muy parecida a la que se había presentado originalmente, sólo que esta vez Mallory no
estaba dormida y Dexter no estaba de pie delante de ella.
Mallory arrancó a Rosie de su pierna cuando la traviesa mona comenzaba a jugar con
los lazos de su zapato, probablemente con intenciones de atarlos.
Alzando a Rosie en brazos, Mallory miró a su huésped no invitada a los ojos.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—¿Puedo saber qué estás haciendo aquí? Ésta no es tu habitación. —Claro que
tampoco era la de Mallory. Apartó a un lado el melancólico sentimiento que la sobrecogió
—. Me iré pronto, y podrás recuperar tu habitación de juegos. ¿De acuerdo?
Rosie parloteó sin parar, su pequeña cara en forma de león animada mientras
enredaba los dedos en el collar de Mallory, tocándolo con un dedo y luego decidiendo
comprobar qué gusto tenía.
Mallory tiró del collar para alejarlo.
—Me gustaría conservar esto, si no te importa.
Rosie siguió imperturbable pese a haber perdido su juguete y rápidamente encontró
otro. El pelo de Mallory. Envolvió un buen trozó alrededor de un negro aunque muy
humano dedo. Entonces el pelo de Mallory siguió el mismo camino que su collar, al
interior de la boca de Rosie.
Mallory no pudo resistirse a sonreír.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —preguntó, recuperando su pelo. Rosie
rebotó contra su brazo haciendo agitar el adorable vestido que llevaba, incluyendo la ropa
interior a juego con un diseño de capullos de rosa de color rojo—. ¿Éste es tu vestido
para tu nuevo novio?
Mallory recordó a Dexter contándole que acababa de integrar a Rosie con algunos de
sus compatriotas tamarindos. Había dicho que era tiempo de que volviese con los de su
clase. Rosie también tenía que elegir un compañero. Dexter esperaba devolver a Rosie
algún día a su territorio natal y liberarla a ella y a otros monos.
Dexter podía ser un hombre de lo más amable y compasivo cuando se trataba de sus
animales. Con los humanos, sin embargo, la historia era diferente. El triste pensamiento
que Mallory había desterrado, descendió sobre ella una vez más.
Acolchó la cama y dejó a Rosie en el medio.
—Tengo que irme, pero puedes quedarte aquí y jugar si quieres. Simplemente
mantente alejada de mi ropa interior, ¿vale?
Mallory se giró para irse, pero Rosie le envolvió los largos y delgaduchos brazos
alrededor de la cintura.
—Me alegro de que ahora te guste, pero tengo que encontrar a mi familia. Quizás
podamos jugar más tarde.
Claramente, a Rosie no le gustaba el plan. Comenzó a dar manotazos en la cama y a
parlotear de modo estridente. Luego, como un resorte, saltó de la cama de Mallory a la
plegable de Genie y tiró de la manta hasta colocarla sobre su cabeza.
Mallory rió mientras el pequeño cuerpo de Rosie se meneaba debajo de la manta.
Mallory podía imaginarse la expresión de su hermana si entrase en la habitación en aquel
momento y viese levitar la manta. Ciertamente, Genie creería que el hombre del saco
había embrujado Braden Manor.
—De acuerdo, señorita, es suficiente. —Mallory se acercó a zancadas hacia la cama
plegable para salvar las posesiones personales de Genie de la cólera de la traviesa mona.
Rosie pensó que era de lo más divertido y comenzó a agitarse como una niña hiperactiva
de dos años, lo que en realidad era.
Mallory iba a levantar la manta de la cabeza de Rosie cuando algo salió volando hasta
el suelo, un pedazo de papel que había sido metido bajo el colchón. Mallory lo recogió, y
descubrió que era una copia de una hoja de embalaje para el correo express. Reconoció
la letra de su hermana inmediatamente, y casi igual de rápido notó la dirección del
receptor.
The London Times.
Contenido: una carpeta.
152
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
La sangre abandonó el rostro de Mallory. Genie había cogido la carpeta. Genie la había
enviado al periódico. Genie había sido la brecha ponzoñosa entre Mallory y Dexter.
¿Cómo había sabido su hermana la importante información que contenía la carpeta?
No tenía sentido. Tenía que haber un error. Mallory no había hablado del estudio de
Dexter con nadie a excepción de Freddie, y Freddie no diría nada.
Entonces un recuerdo le cosquilleó en la mente sobre el sitio donde Freddie y ella
habían hablado de la carpeta. Allí mismo, en su habitación; Genie en la cama plegable no
demasiado lejos. Pero su hermana había estado dormida. ¿O no?
Mallory negó con la cabeza. Genie no haría algo tan despreciable. No caería tan bajo.
Pero, ¿no había sido arrestada por robo más de una vez?
Mallory quería eliminar aquel pensamiento, encontrar una excusa para las acciones de
Genie como hacía siempre, pero no pudo. No esta vez. Ya no podía seguir salvando a
Genie de sí misma o seguir siendo la cabeza de turco de su hermana.
Los problemas de Genie se habían intensificado sin parar. Mallory nunca habría
imaginado, ¿o quizás nunca había querido creer que su hermana le daría tal revés? No
importaba que Genie le hubiese robado a Dexter y no a ella. Genie tenía que haber
sabido que sus acciones le harían daño también a Mallory.
El dolor y la rabia bullían dentro de Mallory a fuego lento. ¿Cómo podía hacerle Genie
algo así después de todo lo que había hecho por ayudarla? ¿Podía su hermana haber
dejado una pequeña esquina en la vida de Mallory sin manchar con falsedades y
mentiras?
Giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta. La añadida desesperación por la traición
de Genie amontonada encima de la deserción de Dexter no dejaba que Mallory sintiera
nada excepto la necesidad de dar golpes a diestro y siniestro.
Abrió la puerta y estuvo a punto de chocar con su hermana. Genie saltó hacia detrás,
diciendo:
—Colega, Mal, ¿dónde está el fuego?
El simple hecho de ver a su hermana hizo que la compuerta que llevaba tanto tiempo
aislando el daño y la rabia en Mallory se abriese de golpe.
—¿Es que no hay nivel al que no te rebajarías? —le dijo mordaz, cansada de ser el
felpudo en el que su hermana se limpiaba los pies, cansada de esperar a que cayese el
próximo zapato. Simplemente estaba cansada de todo eso—. ¿Es que ya nada te
desconcierta? ¿O es que te has vuelto tan poco compasiva que todo te da igual? ¿Como
joder a tu propia familia?
—¿De qué estás hablando?
Mallory agitó el papel ante la cara de Genie.
—¿Te suena esto?
Su hermana le arrancó de golpe el papel de la mano.
—¿Qué haces fisgoneando en mi cama?
—¡Tienes tanta cara como para castigar a otras personas por fisgonear cuando no eres
más que una sucia ladrona! ¿Cómo pudiste, Genie? ¿Cómo pudiste quitarle la
investigación a Dexter y dársela al periódico?
Genie intentó apartar a Mallory de un empujón y entrar en la habitación, pero Mallory
no se movió.
—¡Sal de mi camino!
—¡Vete a la mierda!
—¡No te debo ninguna explicación!
—No, me debes mucho más que eso.
—Bien, pues únete al jodido club.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Las lágrimas que Mallory se había negado a derramar aquellos años empezaron a
recorrer sus mejillas.
—Abusó de ti, Genie. Hizo cosas que un padre nunca debería hacerle a su hija.
Un escandalizado grito ahogado llenó el aire. La mirada de Mallory se movió con
rapidez hacia el sonido para ver a una figura emergiendo del abrazo de la oscuridad en el
débilmente iluminado corredor.
Su madre.
Su madre, quién nunca había sabido nada sobre aquel horrible secreto.
—¿Has notado alguna vez lo bueno que es el alcohol como antiséptico? —Preguntó
Dexter pronunciando mal, mirando de forma sesgada al hombre que había aparecido
detrás de él—. Especialmente si lo aplicas internamente y en abundancia. —Quizás se
atara una liga alrededor del cuello y se dejase hundir hasta el fondo de una botella de
corona, la bebida que le gustaba a Mallory. Parecía adecuado.
—Depende de lo que estés intentando olvidar —contestó Gustav, la preocupación era
evidente en sus ojos, una compasión que Dexter no quería ver—. O funciona en
conciencias culpables… o un corazón herido.
Un corazón herido. ¿Era por eso por lo que le dolía tanto?, se preguntó Dexter,
mirando hasta el final de la cuesta que él y Gustav habían subido, su mirada fue atraída
hacia el oeste, donde Mallory y él habían pasado una relajada tarde junto al arroyo, donde
se había permitido acercarse a ella, no sólo físicamente, sino mental y emocionalmente.
Algo que había jurado que no dejaría que pasase.
No podía distinguir nada bajo el manto de oscuridad, pero podía ver el valle en su
mente como si fuese de día. Podía imaginar la hermosa cara de Mallory resplandeciente
por el deseo, sus pechos alzarse y caer mientras él la acariciaba, su calor líquido
cubriendo sus dedos mientras la hacía tener calor… una calor que todavía bramaba en él
ahora, sin amainar y haciéndolo martillear con la necesidad de alcanzar una satisfacción.
El tiempo igualó su humor. El viento comenzó a silbar entre los árboles, levantándose
poco a poco, el aire olía a lluvia, el trueno se avecinaba en las distantes nubes, al ritmo de
las emociones que se agitaban dentro de él.
Descansó una mano en el nudoso tronco de una vieja haya. En la base había dos
placas conmemorativas. No estaba seguro de qué lo había atraído hasta aquel lugar,
hasta las tumbas de sus padres. Quizás simplemente había sido la necesidad de salir de
casa.
O quizás había ido a exorcizar sus demonios.
—Mi corazón no está herido —dijo por fin—. Sólo mi orgullo. —Sólo su alma.
Dexter levantó la botella escocesa y la sacudió; decepcionado al ver que estaba casi
vacía. No importaba. Tenía una bodega llena de alcohol. Podría permanecer borracho
hasta que cumpliese los noventa y nueve o hasta que olvidase la traición de Mallory, lo
que llegase primero. El pensar en ella le dolió, así que se llevó la botella a los labios para
darle otro trago.
—Mientes bastante bien, chico.
Dexter entrecerró sus empañados ojos hacia Gustav.
—No me analices, Gustav. No eres Freud. Déjame solo para emborracharme en paz.
Gustav miró hacia el cielo nocturno que se extendía ante ellos como una enorme
pantalla de cine.
—Siempre fuiste un maestro complicando las cosas.
La risa de Dexter fue una burla de sí mismo.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—Dios no quiera que hiciera las cosas de la forma más fácil. ¿Verdad?
O de pensar que alguien especial y raro había llegado a su vida, que quizás la felicidad
estaba finalmente al alcance de la mano.
Se quedaron en silencio largo rato, ambos mirando el cielo. Dexter localizó a Orión, el
cazador gigante, perseguidor de las Pléyades, las cinco hijas de Atlas metamorfoseadas
en estrellas. Amante de Eos, la diosa del alba, y finalmente asesinado por Artemisa, la
diosa virgen de la caza y la luna. El pobre bastardo había sido eliminado por una mujer.
Dexter entendía cómo se sentía.
Dexter deseó que Gustav se fuese tan silenciosamente como había llegado, dejándole
disfrutar su ataque de autocompasión, pero conocía demasiado a su mentor para pensar
que eso pasaría.
Gustav se giró hacia él. Dexter pudo sentir aquellos penetrantes ojos grises
analizándole la cara, mirando bajo la superficie.
—Entonces, ¿qué pasa ahora?
—Nada.
—¿Y con la señorita Ginelli?
Dexter torció la mandíbula.
—¿Qué pasa con ella?
—Ya sabes que se irá.
—Lo sé.
Dexter apartó la mirada, no quería que Gustav viese la verdad, que supiese que una
enorme pieza de su corazón se iría con Mallory cuando se fuese. Se odiaba a sí mismo
por querer que se quedase, por querer decirle que él era el que se había quedado corto.
—Entonces, ¿qué harás?
Sí, Harrington, ¿qué harás?
—Mañana voy a Londres a ver a Sarah.
—¿Así que tienes intenciones de seguir con la proposición de matrimonio?
—Por supuesto. —¿Pero de verdad tenía intenciones de seguir? ¿Era por eso por lo
que iba a Londres? ¿O iba a decirle a Sarah que nunca sería un buen marido para ella, no
cuando amaba a otra mujer?
No sabía lo que le diría hasta que estuviese allí, hasta que viese a Sarah. Cualquiera
que fuese su decisión, tenía que hablar con ella. Se lo merecía. Había estado huyendo
cuando había ido a Gales, sabiendo que Sarah estaba en medio del remolino social
londinense, demasiado ocupada para presionarle para que se comprometiese.
Gustav sacudió la cabeza.
—Creí que habías olvidado esa estupidez. Después del cambio que vi en todo…
Dexter echó un vistazo a su ropa. No se había quitado las ropas que había llevado
puestas en el arroyo. Todavía estaba en vaqueros, camiseta, y la chaqueta negra de
cuero. ¿Qué había querido alcanzar en realidad con todo aquello? No parecía valer lo que
había ganado… y luego perdido.
—Las ropas no cambian al hombre, Gustav.
Dexter lo había aprendido de la forma más difícil.
—No hablaba de tu ropa. Hablaba de ti. Eres diferente.
—No soy diferente a como era antes. Un aburrido científico.
¿Por qué habría creído que podría llegar a ser lo que no era? Quizás porque había
deseado tanto cambiar… pero no por ninguna de las razones que había llegado a
imaginar en un principio.
—Quizás quieras creerte esa tontería; pero no eres el mismo hombre, y creo que tiene
que ver con la vivaz señorita Ginelli. Crees que te traicionó, amigo mío, pero algo me dice
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
que no lo crees por completo. Así que la cuestión es, ¿por qué has usado este incidente
como excusa para sabotear lo que tenéis los dos?
Dexter se alejó de un empujón del árbol.
—No hago eso. No tenemos nada empezado, así que no hay nada que sabotear.
—Oh, sin duda tenéis algo, algo muy especial. Mis ojos no me engañan. Tú la quieres.
Lo dijiste. ¿Qué te obliga a negarlo ahora?
Dexter abrió la boca para rebatir la afirmación de Gustav, pero nunca sería capaz de
convencer a su amigo de que no quería a Mallory, no si ni siquiera podía convencerse a sí
mismo.
En el fondo, estaba tan endemoniadamente asustado que temblaba de miedo, miedo a
no estar a la altura de las expectativas de Mallory, de no ser el hombre que ella quería,
que necesitaba, miedo de decepcionarla.
No quería ser el hombre que toda mujer deseaba.
Sólo el que deseaba aquella mujer.
Gustav puso una reconfortante mano sobre el hombro de Dexter.
—Ella no te traicionó. Si hubieses visto la desconsolada mirada en sus ojos cuando
pasó corriendo a mi lado en la entrada, sabrías que nunca te habría hecho algo así.
Dexter vio como su mundo se derrumbaba a su alrededor cuanto más intentaba
aferrarse a lo que quedaba.
—Déjalo estar, Gustav. Es mi vida.
Gustav asintió sabiamente.
—Es verdad, y aún así no puedo ayudarte sino preguntarme cuándo lo comprenderás
por fin.
Dexter lo entendía. Mallory le había enseñado lo que se estaba perdiendo, lo que
podría tener y a lo que estaba renunciado debido a su detestable testarudez y su
inoportuno honor. Él le había devuelto el favor con acusaciones.
Gustav se giró para marcharse, aunque hizo una pausa y dijo sobre su hombro.
—El amor que refrenamos es el que nos sigue todos los días de nuestra vida.
Recuérdalo, chico.
Dexter vio cómo la noche se tragaba a Gustav, sabiendo que no habría palabras más
verdaderas que las últimas que había pronunciado su amigo. Si dejaba ir a Mallory sin
decirle cómo se sentía, lo lamentaría el resto de sus días.
Se arrodilló al lado de las placas conmemorativas, la única cosa que tenía para
recordar a sus padres, puesto que sus cuerpos nunca habían sido recobrados del mar
después de que su avión se estrellara.
Apartó un poco de hierba que trepaba sobre el borde de las lápidas y luego sacudió las
hojas y los escombros que cubrían parcialmente las palabras, la promesa para la cual
había vivido cada uno de los Harrington.
Deber, honor y sobre todo, respeto.
Había intentando vivir según ese credo durante tres décadas, encajar en él, deseando
desesperadamente sentir que era un verdadero Harrington y no el experimento erróneo
de algún laboratorio.
Pero se daba cuenta ahora que no era sólo que deseara ser un verdadero Harrington lo
que lo había guiado, sino el anhelo de saber a qué sitio de aquel mundo pertenecía.
Después de tanto tiempo, por fin había encontrado su lugar, su razón para existir,
Mallory. Había sido creado para amarla, y si ella le daba otra oportunidad, haría que cada
día fuese tan maravilloso como cuando se ponía el sol sobre Braden Manor.
—¿Dex? —lo llamó una voz—. ¿Estás ahí arriba?
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Dexter se levantó y miró la oscuridad que se había tragado a Gustav hacía poco.
Cummings apareció de pronto, apresurándose bajo la cubierta protectora de los árboles
cuando los cielos se abrieron, y la lluvia comenzó a caer.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Dexter.
Cummings se pasó la mano por el húmedo pelo.
—Estaba planeando interpretar una vieja danza de la lluvia india, pero como ves no
hace falta. ¿Qué crees que hago? Te buscaba.
—Bien, me has encontrado.
—Ya veo. Escondiéndote, ¿eh?
Dexter suspiró para sus adentros. Al parecer su destino era no tener paz.
—¿Qué quieres?
—¿Tú qué crees?
Dexter tenía una idea. Pero la última cosa que necesitaba en ese momento era otra
persona regañándole por su comportamiento con Mallory. Había sido la estrella de su
propio concurso de idiotas desde que había huido de la oficina.
—Mira, sé que sólo intentas ayudarme, pero quiero estar solo. ¿De acuerdo?
Necesitaba tiempo para pensar qué iba a decirle a Mallory.
Cummings se frotó el pulgar y el índice juntos y los mantuvo enfrente de la cara de
Dexter.
—¿Sabes qué es esto? Es el violín más pequeño del mundo, y toca sólo para ti.
—Capto la idea, ahora vete.
—No subí esta colina sólo por mi salud, viejo. Tengo cosas que decir, cosas que
debería haber dicho antes.
Dexter sintió que empezaba a perder la paciencia.
—No estoy de humor para lo que quiera que sea.
—¡Bua!, bien. Porque no voy a irme hasta que haya dicho lo mío.
Dexter cruzó los brazos sobre el pecho.
—Bien, dilo.
Cummings no vaciló.
—Estoy cansado de tu estúpido sentido del deber.
—Eso me has dicho.
—Y estoy condenadamente enfadado de que hayas herido a Mallory.
—Mallory no te incumbe.
—Puede que ella tenga escrúpulos en defenderse pero yo no. Es una mujer
maravillosa, y empiezo a pensar que no te la mereces.
Dexter cerró las manos a sus costados.
—Y tú sí, supongo.
—Quizás sí —le devolvió Cummings, un reto en sus ojos.
El simple hecho de pensar en otro hombre tocando a Mallory hacía que Dexter se
sintiese inestable, como un trozo de dinamita esperando una chispa.
—Si sabes lo que es mejor para ti, te mantendrás alejado de ella.
—¿O qué? No puedes tenerlo todo, Dex. Quieres a Mallory o a Sarah. Elige.
—Estás sobrepasando los límites dándome órdenes.
Cummings apretó la mandíbula.
—Oh, sí, no me permitas olvidar que soy tu empleado. Por supuesto, un empleado no
debería hablarle de una forma tan directa a su jefe, ¿no es así? Por otro lado, un amigo
puede decir lo que le plazca si ve que otro amigo está arruinando su vida.
Dexter lo fulminó con la mirada y luego se alejó, pasándose una mano rudamente por
el pelo.
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CAPÍTULO 23
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—¿Por qué nunca lo supe? —preguntó su madre con voz cortante—. ¿Por qué nadie
me contó que Frank... que él…? —Aspiró rápidamente, las manos le temblaban mientras
hablaba—. Todos los años que he pasado preguntándome qué había ocurrido,
preguntándome qué había hecho para alejarlo, y esperando como una tonta que
regresara algún día. —Su voz se perdió en un sollozo—. Todo el tiempo que he
malgastado queriendo a un hombre que no me quería sólo para descubrir que no se
merecía mi amor y que tampoco se merecía a las dos hermosas hijas que le di.
—Él ya se ha ido —dijo Mallory, tragándose sus emociones—. No podemos seguir
dejando que nos afecte, que influya en nuestras vidas hasta el punto de que no podamos
seguir adelante. Si lo hacemos, habrá ganado, y maldita sea si voy a dejar que eso pase.
Sólo quiero que nos reconciliemos otra vez. Que estemos unidas.
—Y yo —añadió su madre suavemente. Cerró brevemente los ojos, y cuando los abrió
estaban encendidos por un fuego que había ardido una vez brillantemente en su interior,
fortaleciéndola mientras se acercaba a Genie—. Lo siento, Genie. Lo siento muchísimo.
Debería haber sido mejor madre para ti.
Miró a Mallory.
—Debería haber sido mejor madre para las dos. Si tan sólo hubiese abierto los ojos,
quizás habría visto vuestro dolor y no habría sido tan egoísta. ¿Podréis encontrar en
vuestros corazones perdón para mí?
—¡No pasó nada! —gritó Genie, todavía intentando aferrarse a una mentira, la agonía
grabada en su rostro, rasgando otra vez el corazón de Mallory, revelando la herida niña
que había en el interior de la mujer.
Las piernas de Mallory temblaban, y sentía que no podrían mantenerla erguida. Rezó
por conseguir fuerza. Como si Dios hubiese escuchado su plegaria, sintió unas manos en
su cintura que la estabilizaban.
—Está bien —murmuró Dexter en su oreja—. No me iré.
Mallory giró la cabeza y levantó la vista hacia su hermosa cara, la mirada en los ojos de
él prometían sujetarla, pidiéndole que confiar en él. Él dijo moviendo sus labios: –
Perdóname.
Perdóname. Dos palabras que aplacaron el dolor de sus acusaciones. Dos palabras
que le dieron la fuerza que necesitaba. Ahora Mallory rezó porque pudiera darle aquella
fuerza a su hermana y ayudarla a sobreponerse a aquella terrible experiencia.
—Se ha ido, Genie. Ya no puede volver a hacerte daño.
—No es verdad. —Genie negó con la cabeza—. No es verdad. Papá no me haría eso...
no lo haría.
—Por favor, Genie, deja salir el dolor —le rogó suavemente Mallory—. Te ayudará.
—¡Ayudarme! —la risa de Genie contenía una nota histérica—. ¡No quiero tu ayuda!
¿Me oyes? ¡Estoy cansada de ser tu débil hermana pequeña!
—Nunca has sido débil. Eras una niña indefensa. ¿Cómo podías eludir a tu propio
padre? Nunca debiste ser puesta en esa posición. Eras una víctima, Genie.
—¡Yo era débil! ¡Lo era! —su voz terminó siendo un sollozo—. Si hubiese sido más
fuerte... como tú... quizás podría haber...
Dejó caer la cabeza en sus manos y lentamente se hundió en el suelo, sus sollozos
profundamente salidos del corazón se clavaron en Mallory como un cuchillo. Su hermana
no había llorando tan terriblemente aquella noche ni había soltado una lágrima desde
entonces. Había dejado fuera y negado el recuerdo. Hasta ahora.
Mallory se acercó a su hermana y se arrodilló en el suelo, envolviendo los brazos
alrededor de Genie. Genie se puso tiesa y luego se relajó, colocando su cabeza contra el
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—No es eso lo que quería decir. Lo que intento decir es que no había sentido mucho
de nada. Existía, pero no vivía realmente. No lo sabes, pero no sólo has salvado esta
noche a Genie... también me has salvado a mí.
—Por favor, no digas nada más.
Mallory no quería oír sus palabras. No podría soportarlo si la volvía a hacer a un lado.
Él alisó un trozo de su pelo entre los dedos.
—Gustav tenía razón —dijo, su voz un ronco sonido que hizo que Mallory se sintiese
débil.
—¿Sobre qué?
—Me dijo que estaba intentando alejarte.
—Ya veo.
Mallory lo miró a los hombros, demasiado asustada para mirarle a los ojos, temiendo
que lo que espera ver no estaría allí.
—¿Quieres saber por qué estaba alejándote?
—¿Por qué? —susurró ella.
—Porque me di cuenta de que estaba enamorándome de ti.
Sus palabras le quitaron el aire de los pulmones, dejándole la voz ruda cuando dijo:
—No digas cosas que no son verdad.
—Lo son. Creo que empezó cuando me golpeaste con la almohada cuando nos vimos
por primera vez o quizás pasó cuando me amenazaste con dejarme sin sentido con aquel
pisapapeles o quizás fue cuando prácticamente me obligaste a comer un jalapeño. —Hizo
una mueca y ella rió—. O podría ser...
Mallory le puso una mano delante de la boca, amortiguando sus palabras.
—Capto la idea.
Los ojos que la miraron se volvieron pícaros mientras la lengua de él comenzaba a
dibujar círculos en la palma de la mano de ella. La boca de Mallory se le secó, y su
estómago se contrajo, el deseo susurrando por ella.
—Creo —dijo, intentando volver a respirar— que me mintió, profesor.
—¿Sobre qué? —murmuró, claramente distraído mientras su lengua se movía por un
dedo y pasaba al siguiente.
—Sobre querer aprender lo que deseaban las mujeres. Creo que ya lo sabías desde el
principio.
—No las mujeres —la corrigió—. Sólo una mujer. —Enroscó un brazo alrededor de la
cintura de ella y la atrajo contra su pecho, su boca bajando hacia la suya mientras
murmuraba—. Tú.
Mallory sonrió contra su boca... y luego se perdió en un beso embriagador, y ardiente
con sensuales promesas de que si el mundo nunca se arreglaba, ella sería muy feliz.
Y sin embargo, no podía borrar totalmente de su memoria la forma en que había
actuado cuando habían estado en el arroyo, su retraimiento tanto físico como emocional.
Él debió haber sentido su vacilación porque la apartó y la miró.
—¿Qué ocurre?
—Esta tarde tu no...no...
—¿Te hice el amor? —la voz de él era tierna—. Lo deseaba tanto que me moría por la
necesidad.
—Entonces, ¿por qué?
—Un intento de nobleza, supongo —suspiró y sacudió la cabeza—. Creo que nuestros
padres nos perjudicaron más de lo necesario.
Mallory asintió, aún así sentía que se había vuelto más sabia de lo que debía serlo a su
edad en las pocas horas pasadas.
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—Puede que sea cierto, pero nosotros también podemos equivocarnos. No seríamos
humanos si no cometiésemos errores. —Ella misma había cometido una buena parte de
ellos—. A veces esperamos demasiado de la personas que nos importan. A veces
esperamos demasiado poco. Y aquellos a los que admirábamos pueden haber admirado
a alguien que también les falló, y el círculo de dolor sigue moviéndose.
—Mi familia hacía las cosas siempre igual en cada generación. Cimentamos la tradición
como ladrillos, apilándolos unos encima de otros hasta que los ladrillos estaban tan lejos
del alcance que no había camino alrededor de la pared o sobre ella.
—Lo sé. —Mallory entendía cuán destructivo podía ser un muro—. Me doy cuenta de
que en realidad no conocía a mi padre, como había sido su vida. Se guardaba mucho
para sí mismo. Simplemente asumí que era del tipo de hombres callados y fuertes. Ahora
veo que confundí silencio por fuerza cuando no van unidos. Nunca consentiré lo que le
hizo a Genie, pero no puedo decir que nunca le hubiese perdonado. Sólo espero que
Genie pueda encontrar perdón en su corazón y seguir adelante. Por su propio bien.
—Yo también lo espero. —Luego, casi tímidamente, dijo—: ¿Alguna vez él...?
—¿Me hizo lo que le hizo a Genie?
Él asintió.
—No. Siempre había sido bueno conmigo. No sé qué le hizo cambiar. Dudo que yo
nunca lo sepa. Pero me niego a ser otra víctima.
—Genie es muy afortunada al tenerte.
—Quizás sea yo la que tenga suerte por tener a Genie. Me ha enseñado mucho sobre
ser valiente, y sobre sobrevivir. Pero lo que más he aprendido es que los secretos pueden
ser destructivos.
La cara de Dexter se emsombreció por un momento.
—Sí... los secretos pueden ser destructivos. —Hizo una pausa y entonces dijo—:
Tengo que confesarte algo.
Ella esperó, pero cuando él no continuó, le incitó:
—¿Qué?
—Bueno, yo...yo te seducí. En el arroyo.
Mallory intento parecer horrorizada.
—¿Me sedució, profesor?
Él asintió, una arrepentida aunque totalmente encantadora media sonrisa en la cara.
—Ummm-hmmm. Un completo plan estratégico para asaltar tus sentidos y derribar tu
resistencia.
Mallory empujó hacia abajo la cabeza de él para poder susurrar en su oído.
—Yo también tengo algo que confesar. No te habrías encontrado con ninguna clase de
resistencia, así que tu plan era en vano.
La sonrisa de él se ensanchó.
—¿Ninguna?
—Ninguna —murmuró ella.
Deslizó sus dedos ausentes por el pelo de ella.
—Quería estar a solas contigo. No podía dejar de pensar en tocarte, pero quería que
todo fuese perfecto. No quería decepcionarte.
—Nunca me habrías decepcionado.
—No quería tener la oportunidad. No he estado con muchas mujeres, ¿sabes? Así que
pensé que si investigaba más, lo haría bien.
El corazón de Mallory ardía por aquel hermoso y encantador hombre que declaraba
quererla. Había hecho tanto por ella, había admitido cosas que nunca ningún hombre
haría. Había sido bendecida.
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—El día que tropecé con Freddie en la ciudad —siguió— eligió un montón de películas
por mí, pelis de machos, las llamó. Y cada noche, veía una diferente.
Por primera vez, la mención de Freddie en conexión con Dexter no hizo sentir celos a
Mallory.
—¿Eso hizo?
—Sí. Vi unas cuantas con un tío de rudos modales llamado John Wayne que camina
bastante raro, casi como si el suelo estuviese ligeramente inclinado. Y vi dos películas con
un bruto que repetía: “Eh, Adrian”. No estoy seguro de a qué se refería con ese “eh”, pero
a Adrian parecía no importarle.
Mallory rió. Su profesor era un tipo raro.
—¿Te refieres a Rocky?
Asintió, claramente perplejo.
—Qué nombre tan raro para poner a un niño.
Sonriendo, Mallory sacudió la cabeza. Si alguien le hubiese dicho que algún día se
enamoraría de un serio cerebrito doctorado en Filosofía, que usaba tweed y sentía la
necesidad de analizar todo y a todos, le habría dicho que estaba loco.
—¿Aprendiste algo nuevo de esas pelis? —preguntó, presionándose contra él.
La mano de él se deslizó sobre sus nalgas mientras murmuraba.
—¿Te gustaría saberlo?
—Oh, sí. Totalmente.
Se movió contra ella y Mallory pudo sentir la prueba de su deseo por ella. Recordó las
manos de él sobre ella, su boca amamantándose de ella... luego deslizándose más abajo.
Una urgencia por sentirlo dentro la hizo vibrar. Aquello estaba bien. Lo supo.
—Dexter... —Colocó descaradamente una mano contra el bulto que presionaba la
cremallera de los vaqueros de él.
—Mallory —gimió—. Espera...tengo otra confesión que hacerte.
Mallory le puso un dedo en los labios.
—Shh.. No más confesiones.
—Pero de verdad que debo...
—Después. Ahora mismo quiero que me lleves a tu cama.
—¿En serio?
—Sí —susurró ella, rozando ligeramente con sus labios la mandíbula de él—. En serio.
—Pero...
Lo miró directamente a los ojos.
—¿Me deseas?
—Más de que lo que imaginas —le contestó él sin vacilar.
La miró unos segundos más a los ojos, algo luchando en su interior. ¿Su propia
necesidad quizás? ¿El mismo miedo a decepcionarla? Mallory no lo sabía. Todo lo que
sabía era que necesitaba algo que sólo Dexter podía darle.
Entonces, como si su control se hubiese quebrado por fin, la recogió en sus brazos y la
llevó por el pasillo hasta su habitación, empujando la puerta con el pie para abrirla y
pateándola para cerrarla con un estrepitoso golpe que le dejó claro a Mallory que no
habría vuelta atrás.
Con una inherente suavidad que parecía no estar de acuerdo con un hombre tan
grande, Dexter la colocó en medio de la cama.
El colchón se hundió cuando se colocó al lado.
Mallory rodó contra él, y él no perdió el tiempo, tomando ventaja de su proximidad. Sus
labios cayeron sobre los de ella con posesivo fervor, tomando y dando todo en un mismo
aliento.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
su ropa interior. Cuánto había ansiado ella que la tocase allí, tanto como quería tocarlo a
él... ahí.
Abrió el botón de los vaqueros de Dexter y bajó la cremallera. Estaba duro y crecido, lo
suficientemente grande para preocuparla momentáneamente. No era tan ingenua como
para no saber cómo funcionaban las cosas, pero el dolor...
El pensamiento se alejó flotando en el aire cuando las manos de él se deslizaron bajo
sus bragas, un simple dedo se movió entre su hendidura para acariciarle el clítoris.
Mallory sabía que nunca le haría daño, no intencionadamente, y lo deseaba tan
desesperadamente que su miedo fue pasajero.
Sonrió mientras deslizaba su mano sobre la erección de él, su bajo gemido causó uno
de respuesta en ella.
Deslizó la mano dentro de sus boxers y lo encontró, y era tal y como lo había
imaginado. Seda sobre acero, y muy, muy caliente.
—No —rogó él—. O no seré capaz de controlarme lo suficiente para darte placer.
—Todo en ti me da placer.
Dejó un reguero de besos por su mandíbula, siguió acariciándole mientras él la
acariciaba, deslizando el dedo sobre su punta, encontrando la evidencia de su deseo por
ella. Mallory quería saborearlo.
El descaro vibró por sus venas cuando le puso las manos en los hombros y lo empujó
hacia detrás. La preocupación cruzó la frente de él, pero ella susurró:
—Shhh. Haz lo que te diga y no saldrás herido.
Entonces tomó los mandos, exponiendo la larga y dura longitud de él, esposándole las
muñecas y manteniéndolas prisioneras a sus costados, incluso aunque sabía que nunca
podría igualar su fuerza.
Pero él se sometió.
Y ella lo saboreó, su boca envuelta alrededor de su mástil, dejando que el instinto la
guiara, recordando cómo había usado él la boca de una forma similar. Necesitaba saber si
a él le gustaba sentir su boca tanto como a ella le había gustado sentir la suya. El
profundo y gutural gruñido de él le dijo que sí. Su cuerpo coleó cuando ella lo cogió entre
sus manos.
Luego él se movió tan rápidamente que Mallory apenas tuvo tiempo de parpadear
antes de encontrarse acostada de espaldas, el enorme y musculoso cuerpo de él
envolviendo el suyo.
Y los sueños más salvajes de Mallory alzaron el vuelo.
Cada caricia era pecaminosamente deliciosa, más de lo que su imaginación podría
haberlas descrito cuando ponía sus fantasías escritas en sus libros.
La espalda de Mallory se arqueó cuando Dexter tomó su pezón en la boca,
absorbiendo el sensible pico más y más con cada tirón, su lengua dibujando círculos y
dando capirotazos sin liberarlo.
Sus dedos acariciaban su otro tenso brote. Se retorció contra él, alimentando las llamas
del deseo de Dexter, llevando su pasión hasta el límite y su control hasta el borde de su
resistencia.
Dexter se sentía enloquecer, le arrancó de un tirón los pantalones, tirando de sus
bragas y abriéndole las piernas para deslizar un dedo en el interior de sus húmedos
pliegues. Estaba apretada. Y caliente.
Comenzó a acariciarla, primero rápido y luego despacio, una y otra vez, llevándola
hasta el extremo, sintiendo cómo se tensaba su cuerpo y abriendo más sus muslos para
aumentar la sensación, igualando el ritmo de su lengua en su pezón con el de su dedo en
la hinchada protuberancia de su montículo.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 24
A quien corresponda:
Lego mi cuerpo, íntegramente, a Mallory Ginelli para hacer con él lo que quiera y sólo
puedo esperar que lo haga una y otra vez. Todo lo que humildemente pregunto a cambio
es si me ama tanto como yo la amo.
Mallory sonrió, sabiendo que eran dos peticiones con las que no tendría problema en
realizar.
Y si la señorita Ginelli lee esta nota, me gustaría que supiera que pensaré en ella,
queriendo tocarla, poner mi lengua sobre el lugar que le hace gritar mi nombre, para
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Mallory sostuvo la nota contra su corazón, pareciendo una muchacha con las primeras
agonías de su primer enamoramiento, sabiendo que plegaría la carta, sobre y todo, para
mantenerla a salvo.
Se preguntó brevemente adónde habría ido Dexter y por qué no le había dicho que se
iba. Pero lo más importante era ¿qué quería decir con “asuntos de extrema importancia”?
Podría estar refiriéndose al matrimonio… ¿podría?
Mallory se levantó de la cama y fue hacia la ventana, entusiasmada por lo que
comenzaba a fluir por ella mientras empujaba para abrir las cortinas. No había pensado
en esa posibilidad.
Pero ahora que la idea se le había presentado, su respuesta parecía clara. Si le
preguntaba, le diría que sí. Pero, ¿se lo preguntaría? No tenía ninguna pista de lo que
sentía él sobre el matrimonio. Quizá era uno de esos hombres que creía en la
convivencia. Tal vez era de eso de lo que planeaba hablar con ella.
¿Qué le diría si sólo quería que vivieran juntos? Muchas parejas lo hacían y desde
luego tenía sentido, dándole a ella y a Dexter más tiempo para conocerse el uno al otro.
Sin embargo, en cierto modo, habían vivido juntos durante casi dos meses y lo amaba
más cada día.
Otro pensamiento la golpeó. Si él realmente le proponía matrimonio o convivencia,
¿querría que ella viviera en Inglaterra? ¿O viviría él en Nueva York? Le gustaba Inglaterra
y sería feliz de quedarse con su príncipe, pero, ¿qué pasaría con su recién reestablecida
obligación con su familia?
Mallory quería construir esa tenue relación, pero ¿cómo podría hacerlo a esa gran
distancia? Genie todavía la necesitaba y Mallory sospechaba que su madre también.
Y una cosa más la atravesó. El miedo de Dexter a volar. ¿Sería capar de ir con ella
cuando fuera a Nueva York a visitar a su familia?
Mallory decidió que era mejor dejar de pensar y era tiempo de vestirse y averiguar
adónde había ido Dexter. Sonrió cuando vio que Dexter había recogido la ropa de donde
la habían lanzado en su loca carrera para estar sin ellas y las dobló muy bien sobre una
silla. Así era su profesor.
Mallory vislumbró unas piezas del material gráfico en mitad de su escritorio y la pared,
después notó el espacio vacío que sospechaba alguna vez había ocupado.
Bailó dentro de los vaqueros y se enganchó el sostén, curioseando hacia la diapositiva
de una imagen fuera de lugar. Era el aturdidor óleo de una joven cuyos ojos brillaban
como dos gemas de amatista. Ciertamente los ojos de nadie podían ser tan
espectaculares.
Un ceño fruncido arrugó la frente de Mallory y se preguntó por qué el retrato había sido
ocultado. ¿Había sido ocultado? ¿O llevaba algún tiempo allí? Había estado muy metida
en la corriente de su pasión la noche anterior para recordar si estaba colgado o no.
¿Podría Dexter no haber querido que lo viera? Si era así, ¿por qué?
El estómago se le tensó cuando un recuerdo emergió. Bailando lentamente una
canción romántica en la oficina de Dexter, él le había preguntado si alguna vez había
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
amado a alguien con todo su corazón y ella le había preguntado lo mismo. Sí, le había
contestado él.
¿Podía ser ésta la mujer a la que una vez había amado? Era hermosa, quizás incluso
más que Freddie. Mallory nunca podría competir con tal mujer.
¿Pero tenía que hacerlo? Ahora Dexter la amaba. Y tal vez esta mujer no existía o sólo
era alguna pariente, aunque no se pareciera a Dexter o a alguien de los numerosos
retratos que honraban las paredes de Branden Manor.
Mallory se deshizo de la inquietud y dejó el cuadro. Estaba permitiéndose especular,
uno de sus peores hábitos.
Se encogió en su camisa, determinada a enterrar sus preocupaciones. Incluso mientras
abandonaba la habitación de Dexter, supo que los pensamientos sobre la misteriosa
mujer le harían sombra.
―¿Dónde están todos? ―murmuró Mallory para sí misma, frunciendo el ceño mientras
miraba alrededor del vacío vestíbulo. Aún tenía que ver a Cummings o a Freddie o a su
madre o a Genie o Quick. ¿Habían salido todos con Dexter?
Echó un vistazo a su reloj. Era casi mediodía. Había dormido hasta mucho más tarde
de lo que tenía por costumbre. Probablemente todos estaban ocupados con sus asuntos
durante el día. Se encogió y se dio la vuelta, dirigiéndose hacia la cocina para conseguir
algo de comida.
Apenas había dado diez pasos cuando sonó el timbre.
―Ya voy ―gritó, ciertamente nadie más iba a ir.
Moviéndose hacia la puerta, Mallory la balanceó para abrirla y encontrar a una joven de
pie allí, vestida impecablemente con un caro traje que acentuaba una buena figura, el pelo
largo y castaño sobre los hombros. Pero fueron los ojos lo que capturaron la atención de
Mallory.
Eran, de verdad, tan espectaculares como estaban representados en el retrato del
dormitorio de Dexter.
―¡Hola! ―dijo la mujer con un encantador acento inglés.
―¡Hola! ―le respondió Mallory, sintiendo como si una poderosa mano le hubiera
rodeado el pecho y lo hubiera exprimido. ¿Por qué ver a la mujer le preocupaba tanto?
Con retraso, recordó sus modales―. Por favor, ¿no va a entrar? ―Sus movimientos eran
tensos cuando se apartó, sofocando el impulso de cerrar de golpe la puerta y echar el
cerrojo.
La joven sonrió.
―Gracias. ―Entonces flotó por el vestíbulo, moviéndose con un elegante paso que
Mallory asociaba con la rica alta sociedad. Se dio la vuelta para enfrentarse a Mallory y le
ofreció la mano―. Me llamo Lady Sarah Benton. ¿Cómo está usted?
Mallory vaciló y después le estrechó la mano.
―Encantada de conocerla, Lady Benton. Soy Mallory Ginelli.
―Por favor, llámeme Sarah. Lady Benton es mi madre.
La mujer era demasiado agradable para tenerle aversión. Tampoco poseía ninguno de
los aires que Mallory hubiera esperado de una aristócrata.
―Llámeme Mallory.
Ella asintió.
―Debo decir que la fotografía no le hace justicia. Es usted muy bonita.
¿Fotografía?
―En el periódico. ―Sarah escarbó en el monedero y sacó la primera página doblada.
Abriéndola, le indicó la foto de Mallory. El periódico había usado la fotografía que estaba
en todos sus libros―. Es usted, ¿verdad?
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
―Sí. Soy yo. ―Un dolor sordo se centró en el pecho de Mallory cuando recordó el
dolor que aquel artículo había causado. Sin embargo, al final el artículo había sido el
impulso para la obligada renovación entre su familia, ella y Dexter. Quizás era verdad que
cosas buenas podían venir de algo tan terrible.
Los ojos violetas estudiaron a Mallory.
―Debo confesar que me sorprende mucho encontrarla contestando a la puerta de
Dexter. Según el artículo, era usted quien dio la información al periódico sobre la
investigación.
El uso de la mujer del nombre de Dexter le dio indicios de una larga familiaridad. ¿Qué
era ella para él?
―Aquel artículo fue todo un gran error.
―Por raro que parezca, me inclino a creerla. Me alegro de no juzgar nada previamente
o podría haberme sentido en la necesidad de regañarla por hacerle algo tan despreciable
a Dexter. Sé como guarda su trabajo, permitiendo muy poco acceso, incluso a mí.
Hablando de él, ¿cómo está? Ésa es la verdadera razón por la que vine. Estaba
preocupada por él.
―Está bien. ―¿Quién era esta mujer?
Sarah echó un vistazo a su alrededor.
―¿Está aquí? Me gustaría verlo.
―No, no está aquí. No estoy segura de dónde está.
Ella hizo un pequeño mohín de descontento.
―Si lo conozco, está probablemente buscando al culpable que le robó la investigación.
―movió la cabeza y suspiró―. ¿Quizás podamos hablar más tiempo después de que
haya guardado en su sitio mis cosas?
¿Un bolso de noche? Un presentimiento hizo estela sobre Mallory. Esta mujer
obviamente conocía a Dexter muy bien. Tenía familiaridad no sólo con la investigación, si
no también con la casa. Claramente había sido invitada antes. La pregunta era, ¿se había
quedado en uno de los numerosos dormitorios de invitados… o en el dormitorio de
Dexter?
Mallory no estaba segura de qué hacer. Parte de ella estaba desesperada por pedirle a
la mujer que se marchara. Pero si Sarah era amiga de Dexter, ¿qué parecería él si
Mallory la echaba?
―Me gustaría hablar más tiempo ―dijo Mallory tentativamente―. pero ésta no es mi
casa. Por lo que espero que no le importe si le pregunto de qué conoce a Dexter.
―Oh, lo siento. Qué grosera soy. He pasado mucho tiempo aquí durante años, por lo
que sólo espero que todo el mundo sepa que soy la prometida de Dexter.
El mundo dejó de moverse en aquel momento y Mallory se tambaleó por el inesperado
y devastador golpe. ¿La prometida de Dexter? ¿Iba a casarse? ¿Ese era el asunto de
extrema importancia que “quería hablar con ella”? ¿Te amo, Mallory, pero me voy a casar
con otra mujer?
La muchacha puso su mano sobre el brazo de Mallory.
―¿Está usted bien? Se ve un poco pálida. ¿Quiere acostarse?
Mallory negó con la cabeza, rezando para que le llegaran las palabras, que pudiera
entender por completo después del entumecido dolor que la admisión de la mujer le había
causado.
―No. Estoy bien. Gracias. ―Vaciló y luego le preguntó―. Cómo… ¿Cuánto tiempo
hace que usted y Dexter están comprometidos?
―Bien, oficialmente no estamos comprometidos, pero hemos estado pensando en
casarnos desde que éramos niños.
173
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
―Dexter realmente ama su investigación. A veces pienso que lo ama más que a
ninguna cosa.
Mallory no había esperado sentir afinidad con la muchacha. Pero no podía evitarlo.
Ambas tenían un lugar posterior al trabajo de Dexter.
―Estoy segura de que la ama mucho.
―Sé que lo hace ―murmuró ella, una insinuación de tristeza grabada fuertemente en
su cara―. Yo también lo amo. Lo conozco desde hace mucho tiempo. Siempre ha sido
maravilloso conmigo.
Las palabras hirieron a Mallory en lo más hondo, pero nunca dejaría que el engaño de
Dexter le rompiera el corazón tan a fondo que dudara de que alguna vez se repusiera por
completo.
―Siempre ha estado ahí para mí ―continuó Sarah―. Atendiendo mis rodillas
raspadas cuando trepé tras él mientras subía a los riscos o defendiéndome cuando sus
padres enloquecían contra mí por ensuciar mi vestido. ―Se giró para mirar a Mallory―.
Sus padres eran bastante estrictos.
―Eso he oído.
La miró sorprendida.
―¿Le habló sobre sus padres?
―Sí.
Sarah la miró fijamente durante momento.
―Nunca le habla a nadie sobre sus padres. Hasta yo lo tuve difícil para conseguir que
se abriera y lo conozco de siempre. Es mi mejor amigo.
Mallory alejó las lágrimas que amenazaban con caer.
―Tiene mucha suerte de tener un amigo tan bueno ―murmuró, deseando que a
Dexter le hubiera gustado lo bastante para haber sido su amiga.
Sarah asintió con la cabeza.
―Sí, tengo suerte. Cualquier mujer estaría orgullosa de tener un marido como Dexter.
―Un indicio de algo que Mallory realmente no podía discernir persistió en el comentario
de Sarah―. No he encontrado a un hombre tan sensible hacia los demás, y a la vez tan
triste por dentro.
Mallory lo entendía, ya que había visto lo mismo. Y ella había querido ser un bálsamo
para ese dolor. Sin embargo, otra mujer ocuparía su lugar.
―A veces me pregunto si... ―Sarah vaciló.
―¿Sí?
Negó con la cabeza.
―No importa. No es importante.
Mallory no insistió. En cambio, miró la puerta del dormitorio de Freddie mientras Sarah
y ella pasaban por él, deseando saber dónde estaba Freddie, queriendo hablar con ella,
aún cuando Mallory se sentía demasiado sensible, demasiado herida, para contarle a su
amiga la mayoría de cosas.
De repente la puerta se abrió de golpe, la furiosa voz de Freddie hizo eco en el
vestíbulo.
―¡Cómo me desafías preguntándome tal cosa, tú… tú, hombre!
Cummings entró disparado en el vestíbulo. Zapatos en mano, los pantalones medio
cerrados y llevando la chaqueta sin la camisa debajo. Se paró en seco sobre sus pasos al
verlas a las dos.
―¿Sarah? ―La boca le caía abierta.
Freddie apareció en la entrada tras él, almohada en mano. Y Mallory descubrió adande
había ido la camisa de Cummings. La llevaba Freddie. ¿Qué estaba pasando?
175
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
Dexter atravesó la puerta de la calle a la mañana siguiente para encontrarse con tres
pares de ojos fijos en su cara: Cummings, Gustav e incluso Quick. Cada uno con idéntica
expresión de acusación.
―¿Qué es lo que pasa? ―preguntó.
―Buen Dios, hombre ―rompió Cummings, avanzando con grandes pasos inquietos―.
¿Dónde has estado? Te llamé al menos veinte veces. ¿No oíste ninguno de mis
mensajes?
―Primero, sabes dónde estaba. En Londres. ―Aunque su viaje había sido un fracaso.
No había encontrado a Sarah en ninguna parte cuando llegó a casa, con lo que prolongó
su permanencia. No había querido marcharse hasta haber hablado con ella; pero cuando
176
JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
volvió a su casa en Grosvenor Square, no estaba allí y todo lo que su mayordomo sabía
era que algo urgente había pasado y no sabía cuándo iba a volver.
¿Por qué no la había llamado para avisarla de que iba? Probablemente, porque había
esperado que estuviera en casa. Además, había estado impaciente por hablar del futuro,
decirle cómo se sentía y hablarle de Mallory.
Ahora que había fallado, no podía avanzar en sus proyectos de pedirle a Mallory que
se casara con él. Tenía que hacer las cosas correctamente con Sarah primero.
―¿Qué hay de mis mensajes? ―Le pinchó Cummings.
―No recibí ninguno de tus mensajes porque me quedé en un hotel a una manzana de
distancia de Sarah en vez de en mi casa. No quería vagar de un lado a otro por toda la
ciudad.
―¿No podías habernos llamado y decirnos lo que estabas haciendo?
La seria mirada en las caras de los hombres hizo que Dexter sintiera aprensión.
―¿Por qué me mirais todos así? ¿Ha pasado algo?
Los hombres se miraron los unos a los otros y Cummings dijo sin rodeos:
―Las mujeres se han marchado.
Le costó un momento que las palabras penetraran.
―¿Marchado? ¿Qué significa marchado?
―Que no están aquí. Se han ido. Recogieron sus cosas anoche, llamaron a un taxi y
están de camino a Heathrow mientras hablamos.
Dexter se pasó la mano por el pelo. ¿Qué había pasado? Se había marchado
perfectamente contento, Mallory durmiendo ayer por la mañana, habiéndole hecho el
amor con un fervor que nunca había experimentado, esperando imprimirlo en su memoria
hasta que volviera y pudieran continuar donde lo habían dejado, pero esta vez con un
anillo en el dedo.
Dexter cruzó entre los hombres, inquieto y confundido. Entonces se giró para
enfrentarlos.
―No lo entiendo. ¿Por qué Mallory se ha ido?
―¡Hola, Dexter! ―Una suave voz familiar lo llamó desde el descansillo detrás suyo.
Despacio, Dexter se giró para enfrentarse a la mujer a la que había ido a ver a Londres.
―¿Sarah?
Ella bajó la escalera, quedándose en el último escalón. Él se movió para saludarla. Le
recogió las manos con las suyas. Su dulce sonrisa era algo triste.
―Vine a ver cómo estabas. Leí el artículo. ¿Estás bien?
La última cosa que le preocupaba en aquel momento a Dexter era el maldito artículo
sobre su trabajo.
―Estoy bien. El asunto del periódico fue un malentendido.
―Eso es lo que dijo Mallory.
Mallory. Dios, ¿qué había hecho? En cuanto vio a Sarah, supo que de algún modo
Mallory había averiguado su engaño. Esto explicaría que hubiese huído.
Dile la verdad a Mallory o déjala marchar.
Cummings había intentado advertirle, pero Dexter no había prestado atención al
consejo de su amigo. Ahora era demasiado tarde. La había perdido.
―Fui a Londres a verte y tú viniste a Gales a verme a mí. Debemos habernos cruzado
en el camino. ―No sintió ninguna ironía, sólo una penetrante sensación de
desesperación.
¿También se había cruzado con Mallory? Había tenido prisa por llegar a casa una vez
que se había hecho de día y Sarah aún no había vuelto. Quería tener a Mallory entre sus
brazos.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
¿Pero que haría sin ella? No podía perderla, no cuando acababa de encontrarla, ahora
que era libre de amarla como se merecía que la amara.
Sarah presionó una mano sobre su pecho.
―Permítele saber lo que hay en tu corazón… y quizás llévale ese ramo grande de
rosas del florero que hay sobre la mesa de ahí.
Dexter se inclinó y le besó la mejilla.
―Gracias.
Ella sonrió amablemente y susurró.
―Buena suerte y…que todo salga bien.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
CAPÍTULO 25
—Buenos días damas y caballeros, y bienvenidos a bordo del vuelo 175 de British
Airways, directo a Nueva York. El tiempo del vuelo es de de siete horas y cuarenta
minutos, y estaremos volando a una altitud de treinta y cinco mil pies. El pronóstico para
el tiempo actualmente es brumoso. Ron Jacobs es su capitán, y yo soy Clarissa
Markinson, jefa de auxiliar de vuelo. Saldremos en un momento, por favor, tan sólo
pónganse sus cinturones de seguridad y disfruten del vuelo.
Mallory extendió la mano para coger otro Kleenex, odiándose por llorar como un bebé
mientras miraba hacia aquella despreciable pista. Si nunca volvía a volar... entonces
probablemente nunca vería a Dexter de nuevo.
Señor, ¿qué pasaba con ella? ¿Cómo podía preocuparse por el sinvergüenza sucio y
malvado? Sólo esperaba que tratara a Sarah mejor de lo que la había tratado a ella.
Sarah le había pedido quedarse, que esperara la vuelta de Dexter, diciendo que podría
haber algunas cosas que él necesitara decirle a ella, cosas muy importantes. Pero Mallory
no quería escuchar nada de lo que tenía que decirle y no podría aguantar ver a Dexter en
los brazos de Sarah.
Mallory se sorbió los mocos. ¿Qué había dicho el capitán sobre el tiempo? Pronóstico
brumoso. Bien, no era ninguna sorpresa. Aquel sentimiento parecía englobar su vida
entera. ¿No había sido lo que el genio en su bola mágica le había dicho antes de que se
embarcara en este maldito viaje?
Arrancó otro Kleenex del paquete y de repente encontró tres manos extendidas delante
de ella. Echó un vistazo hasta que encontró a Freddie, Genie y a su madre mirándola
fijamente, cada una con caras llorosas idénticas.
—¿Por qué estais llorando todas? —Les preguntó Mallory.
—No lloro —dijo Freddie defensivamente, aunque su voz sonaba sospechosamente
atascada por las lágrimas—. Es mi, er... alergia desatada.
—¿Y a qué, exactamente, eres alérgica?
La mirada de Freddie revoloteó alrededor de la cabina de primera clase.
—A la tapicería barata. ¿Ves el material de que están hechos estos asientos? Quién
sabe qué tipo de gérmenes flotan por aquí.
La mirada de Mallory se trasladó entonces a su madre.
—¿Y tú, mamá?
—Yo tampoco lloro. Solamente tengo algo en el ojo.
—Ya veo —murmuró Mallory, su mirada recayó sobre su hermana.
—¿Y en cuanto a ti, Genie? ¿Tienes alergia o algo en el ojo?
Genie sacudió la cabeza.
—No. Creo que huelo a cebolla.
¿Ccebolla? Bien, al menos era original.
—Dios mío, ¿no creeis que parecemos unas patéticas llorando por un par de hombres?
—Sí. —Asintió Genie—. ¿Quién los necesita?
—Yo no, seguro —dijo Freddie en su tono No-necesito-a-nadie—. Si me preguntas te
diré que son unos pesados… y unos mentirosos, también.
Mallory lo entendía. Tuvo que abstenerse de decir: “Amén, hermana”
Freddie, sin embargo, estaba en racha.
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JUEGO DE SEDUCCIÓN, Melanie George
—¡Te hacen pensar que es solamente un secretario inútil y resentido y luego ¡bam! Te
dice que se ganó una fortuna comprando muchas papeletas de acciones de AOL46 en su
infancia y es millonario. ¡Y luego tiene el valor de pensar que eso te vale hasta que te
enamores de él como ese inútil, pomposo, cabezón y molesto secretario! ¡Ah! y desde
luego, deberías casarte con ellos. ¡Bien, olvídalo! Si quisiera a un millonario, yo... —
frunció el ceño—. Supongo que me casaría con uno.
Mallory no había hecho nada más que parpadear por la diatriba de Freddie.
—¿Tratas de decir que Cummings es ... rico?
Freddie cabeceó y se sorbió los mocos otra vez.
—Asquerosamente rico. Repugnante, ¿verdad? Cuando me gustaba el hombre tal y
como era, tiene que ir y ser rico. Será rata.
Mallory no podía creer lo que oía.
—¿Y quería casarse contigo?
Freddie parecía miserable.
—¡Cómo se atreve él... o él. ¡Ah, da igual!
—¿Por qué trabaja para Dexter, entonces?
Ella se encogió de hombros.
—Son amigos. Un par de hombres estúpidos como nunca he conocido.
Era simplemente demasiado, pensó Mallory, repartiendo Kleenexs. Allí estaban. Cuatro
mujeres llorando como niñas. ¿Qué pensarían los otros pasajeros?, se preguntó
sonándose la nariz.
—¡Mallory!
Mallory saltó en su asiento al escuchar el rugido ensordecedor de su nombre. La voz
era familiar. No podía ser. No.
Despacio, se dio la vuelta, pero no fue capaz de ver por encima de su asiento. Se
movió y se arrodilló, mirando detenidamente con los ojos muy abiertos hacia la escalera
que bajaba en espiral hacia el nivel inferior del avión donde se producía el alboroto.
—¡Mallory! —bramó la voz una vez más.
Entonces una hermosa cara que Mallory creyó que nunca volvería a ver, apareció.
Dexter estaba en lo alto de la escalera, su mirada oscilando hacia adelante y atrás, una
auxiliar de vuelo pegada a sus talones.
—Por favor, señor. Debe tomar asiento. Nos marcharemos en cualquier momento.
Dexter la ignoró.
—¡Mallory! —gritó, sonando tan torturado como Brando en Un tranvía llamado deseo47.
Entonces la descubrió. No sonrió. No se movió hacia ella. No, solamente se quedó allí
de pie pareciendo completamente hermoso y portando la expresión más decidida que
alguna vez había visto.
Mallory presionó sus labios fuertemente. No sonreiría. Y no gritaría.
—¿Qué estás haciendo aquí, Dexter?
—Vine por ti. —Un murmullo se extendió por la muchedumbre de pasajeros,
recordando a Mallory que no estaban solos. Y cuando su mirada se arrastró poco a poco
por la cabina, vio que cada ojo estaba fijo en ella y Dexter.
—Y yo vine por Freddie —dijo otra voz.
46
AOL (America OnLine), empresa que forma parte del grupo TimeWarner
47
Película de 1951 protagonizada por Vivien Leigh y Marlon Brando y dirigida por Elia
Kazan. N. de la T.
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envolver sus piernas alrededor de la cintura de él, besándole con toda la pasión y el fervor
de los dieciocho años.
Y aquello dejaba sólo a Mallory y Dexter
La mirada de él no se había movido de ella desde que llegó a lo alto de la escalera. La
boca de Mallory se secó, el corazón le palpitaba con tanta fuerza que pensó que se le
saldría
Del pecho.
—Si no ocupan sus asientos ahora —advirtió la auxiliar de vuelo—, voy tener que
pedirles que salgan del avión inmediatamente.
—Bien —dijo Dexter, y el corazón de Mallory le dio un vuelco. Iba a marcharse.
Entonces añadió—. Vamos a tomar asiento, caballeros... y damas.
Mallory parpadeó. No podía ser. ¿No venían con ellas, verdad? No, no era posible.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó cuando Dexter se acercó para quedarse de pie en
el pasillo en medio de su asiento de ventanilla.
—Si no te quedas aquí conmigo, entonces me voy a Nueva York contigo. —Entonces,
de su espalda, sacó un ramo de rosas, dándoselo con toda la maestría que ella le había
enseñado.
Mallory lo cogió sin pensar.
—Pero no puedes venir.
—Oh, sí que puedo. Es un mundo libre.
Varias personas se movieron de sus asientos para que las cuatro parejas pudieran
sentarse juntas. Parecía que nadie quería entrometerse entre el amor verdadero, o entre
cuatro hombres muy protectores. Incluso la auxiliar de vuelo ayudó a reocupar a los
pasajeros sueltos.
Dexter se dejó caer de repente en el lugar que Freddie acababa de desocupar y se
abrochó el cinturón de seguridad. Echó un vistazo hacia a Mallory, ya que ella se
encontraba arrodillada en su asiento todavía.
—Bien, venga, señorita Ginelli. La gente está esperando para irse.
Todavía aturdida, Mallory se dio la vuelta y se sentó, mirándole.
—Pero... tienes miedo a volar.
—Es cierto. —El sudor apareció en su frente como para confirmar sus palabras—. Pero
un hombre tiene que hacer lo que un hombre tiene que hacer. Creo que fue John Wayne
quien lo dijo. Parece apropiado para esta situación.
El capitán regresó al altavoz, diciéndoles a todos que se preparasen para el despegue.
La cara de Dexter palideció, y sus manos agarraron los apoyabrazos.
—Dexter, es una locura. Tienes que bajarte.
Él suspiró y se dio la vuelta.
—La única locura para mí sería dejarte marchar sin decirte cuánto te amo. —Cogió su
mano—. Eres mi Ilsa, mi Adrian, mi Stella, mi Scarlett.
Mallory sacudió la cabeza, dispuesta a hacer retroceder las lágrimas.
—No escucharé más de tus mentiras. Lo sé todo sobre tú y Sarah.
—¿Entonces sabes que ella no quiere casarse conmigo?
—¿Tan sólo por eso estás aquí? ¿Porque te rechazó?
—No. Estoy aquí porque también sabe que no quiero casarme con ella.
—¿No quieres? —Una sola lágrima incontrolada cayó rodando por la mejilla de Mallory.
Dexter tiernamente se la enjuagó.
—No —murmuró—. No quiero. Te hablé sobre mi familia y sobre cómo creían
fuertemente en la tradición. Arreglaron el matrimonio entre Sarah y yo hace mucho
tiempo. Pero nunca me importó más que de manera fraternal. Ella se sentía de la misma
183
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manera. Me dijo que viniera aquí, que cometería el error más grande de mi vida si te
dejaba ir. No necesitaba que me lo dijese. Yo ya lo sabía.
—Pero, ¿por qué no me dijiste la verdad?
—Porque era un cobarde. No quería perderte, pero no sabía cómo cambiar el curso
que estaba tomando mi vida. Tú me lo mostraste.
—¿Lo hice?
Él cabeceó, su cara palideció drásticamente cuando el avión comenzó a rodar por la
pista.
—Me preguntaste una vez si no haría lo que fuera necesario para estar con la mujer
que amo. No querer perder a la única persona a quién sabía en mi alma que era la única
para mí. —Levantó la mano de ella hacia sus labios, sus ojos azules capturando los suyos
—. Bien, he encontrado el amor, y no tengo ninguna intención de dejarlo escapar. Cásate
conmigo, Mallory. Estaré perdido sin ti.
Las lágrimas se derramaban por la cara de Mallory. ¿Podría ser cierto? ¿Había
encontrado por fin su propio final feliz?
El intercomunicador crujió, y luego el capitán habló.
—Buenos días, gente. Nuestro pronóstico del tiempo para el día ha cambiado. Parece
que tendremos tiempo soleado y cielos azules para el resto de nuestro viaje.
Mallory cerró los ojos y se rió. Tenía la respuesta.
Y ya con el avión en el cielo, examinó la cara hermosa y entrañable del hombre que
amaba y dijo:
—Me casaré con usted, profesor..., pero sólo con una condición.
—¿Y cuál es?
—Que pueda enseñarle a nuestros niños a bailar.
Él se rió y se inclinó para besarla.
—Cualquier cosa que quiera, señorita Ginelli... Cualquier cosa.
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