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Espacio.

El movimiento moderno consistió en definir una nueva concepción de espacio utilizando


el soporte productivo de los nuevos avances tecnológicos y los nuevos avances
tecnológicos y los nuevos instrumentos formales de la abstracción.

Espacio interior.

Riegl presenta como paradigma del espacio arquitectónico el interior delimitado y


perfecto del Panteón Roma, es el resultado de un laborioso proceso de búsqueda de
un espacio interior libre, vaciando la masa construida de los edificios de valor simbólico.

La conquista del espacio pudo conseguirse a partir de las nuevas técnicas


constructivas romana: la cohesión máxima de las masas de los muros; el desarrollo de
la arquitectura de arcos, superando así los límites de la arquitectura arquitravada griega
y el recurso de cementos ligeros y la disminución del peso y tamaño de los elementos
constructivos.

Espacio y antiespacio.

La concepción que desarrollan las vanguardias se basa en un espacio libre, fluido,


ligero, continuo, abierto, infinito, secularizado, transparente, abstracto, indiferenciado,
newtoniano, en total contraposición al espacio tradicional.

A esta nueva modalidad de espacio unos la denominaron “espacio-tiempo” y otros la


calificaron como “antiespacio” por la contraposición y disolución del tradicional espacio
cerrado, delimitado por muros.

Si el espacio tradicional encuentra un espacio en el que no hay separación analítica


entre los elementos del espacio y de la forma y en el que la perspectiva cónica expresa
la imagen del hombre como centro luego está en el origen del anti-espacio es cuando
el espacio empieza a emanciparse, cuando éste se convierte en independiente y
relativo a objetos en movimiento dentro de un sistema cósmico infinito.

Todo ello culminará en un paso trascendental en la evolución de la arquitectura: la


concepción internacional del espacio conformado sobre un plano horizontal libre, con
fachada transparente. El vacío fluido gira en torno a los elementos puntuales y
verticales de los pilares de hormigón armado o acero y queda dinamizado por planos
recortados que no cierran recintos octogonales y que muchas veces no llegan hasta el
techo.

Espacio y lugar.

Los conceptos de espacio y de lugar, por lo tanto, se pueden diferenciar claramente. El


primero tiene una condición ideal, teórica, genérica e indefinida, y el segundo posee un
carácter concreto, empírico, existencial, articulado, definido hasta los detalles. El
espacio moderno se basa en medidas, posiciones y relaciones. Es cuantitativo; se
despliega mediante geometrías tridimensionales, es abstracto, lógico, científico y
matemático; es una construcción mental.

Aunque el espacio quede siempre delimitado tal como sucede de manera tan perfecta
en el espacio tradicional del Panteón de Roma por su misma esencia tiende a ser
infinito e ilimitado. En cambio, el lugar viene definido por sustantivos, por las cualidades
de las cosas y los elementos, por los valores simbólicos e históricos; es ambiental y
está relacionado fenomenológicamente con el cuerpo humano.

En los años diez y veinte de este siglo quedaron establecidos los prototipos de este
espacio moderno: las estructuras Domino y Citrohan de le Corbusier y los pabellones
de Mies van der Rohe. Las estructuras Domino y Citrohan se corresponden
respectivamente con las formas básicas de los espacios abstractos definidos por
planos horizontales -el espacio sándwich- y por planos verticales -el espacio megaron-.

El pabellón de Barcelona (1929) constituye el máximo manifiesto del espacio moderno:


abierto, fluido, sin barreras entre el interior y el exterior, abstracto. En el caso de este
proyecto, Mies define una secuencia emocionante de espacios que

Conduce al pequeño patio con la escultura femenina y el estanque. Según definición de


Mies van der Rohe “la arquitectura es la voluntad de una época traducida al espacio”.
En los años treinta, tras la eclosión de las vanguardias, en cambio, tanto algunos de los
maestros -el mismo Le Corbusier- como los miembros de la siguiente generación –
Lucio Costa, Arne Jacobsen, Josep Lluís Sert- recurrieron a las figuraciones populares
y a las arquitecturas vernaculares, intentando aprender de los detalles técnicos
tradicionales. Ante una incipiente conciencia de la insuficiencia del lenguaje y de la
tecnología moderna, estas referencias vernaculares tenían como objetivo otorgar
“carácter” expresivo y “sentido común” constructivo.

No podemos olvidar que dentro de la arquitectura moderna existen dos tradiciones


distintas y totalmente contrapuestas respecto a la relación entre arquitectura y paisaje:
la de la ciudad-jardín de Howard y las primeras Siedlungen alemanas integradas en el
paisaje, por una parte, y la que momentáneamente se impuso y triunfó, representada
por el racionalismo, la nueva objetividad y Le Corbusier en sus primeros planes
urbanísticos, por otra. Esta tradición dominante se basaba en la omnipresencia de la
arquitectura y en el poco respeto por las circunstancias ecológicas.

En las últimas décadas, la idea de lugar ha tenido un peso específico muy variable y se
ha interpretado de distintas maneras. En la pequeña escala se entiende como una
cualidad del espacio interior que se materializa en la forma, la textura, el color, la luz
natural, los objetos y los valores simbólicos. En la gran escala se interpreta como
genius loci, como capacidad para hacer aflorar las preexistencias ambientales, como
objetos reunidos en el lugar, como articulación de las diversas piezas urbanas -plaza,
calle, avenida. Es decir, como paisaje característico.

Norberg-Schulz ha intentado con el concepto de espacio existencial salvar la tradición


moderna del concepto de espacio moderno de su maestro Sigfried Giedion y conciliarla
con la nueva idea de lugar. Sin embargo, ello le lleva a negar las experiencias más
contemporáneas e innovadoras.
La contemporánea disolución del lugar: espacios mediáticos, no lugares y
ciberespacio

En primer lugar, lo que podemos denominar espacios mediáticos, en los cuales ya no


es predominante el espacio físico, sino que la arquitectura se ha transformado en un
contenedor neutro (e incluso transparente) con sistemas de objetos, máquinas,
imágenes y equipamientos que configuran unos interiores modificables y dinámicos.

Un ejemplo emblemático son los museos de la ciencia, la técnica e infantiles, en los


cuales la forma del espacio y la presencia de la luz natural ya no son definitorios. Si en
museos contemporáneos, como el Vitra Design Museum proyectado por Frank Gehry o
el Museo de Arte Moderno en Frankfurt proyectado por Hans Hollein, los interiores
están caracterizados por espacios fluidos definidos por la luz natural y por objetos
reales y originales, los museos mediáticos consisten en contenedores que concentran
la fascinación y atención en torno a los focos desmaterializados de luz artificial,
información, experimentación e interacción.

También el espacio doméstico y los lugares de trabajo pueden entrar dentro de estas
coordenadas del espacio mediático, a base de contenedores y sistemas de objetos.

En segundo lugar, podemos situar los llamados no lugares, el fenómeno que Marc
Augé ha calificado como de espacios de la sobre modernidad y el anonimato, definidos
por la sobreabundancia y el exceso. Son siempre espacios relacionados con el
transporte rápido, el consumo y el ocio que se contraponen al concepto de lugar de las
culturas basadas en una tradición etnológica localizada en el tiempo y en el espacio,
radicadas en la identidad entre cultura y lugar, en la noción de permanencia y unidad.

En grandes centros comerciales y hoteles, en autopistas, aeropuertos e


intercambiadores, en medios de transporte rápido como aviones, es obligado acceder
con una tarjeta de identificación y probar siempre la inocencia. Los documentos para
identificarse no son los de la identidad y el lenguaje humano sino la carta de embarque,
el carnet de identidad, el pasaporte, la tarjeta de crédito, el localizador, la acreditación.
Son no lugares en los cuales el usuario pretende pasar lo más rápido posible. Quedar
atrapado el menor tiempo posible en el no-lugar que lleva de un lugar a otro.
Y, en tercer lugar, tenemos el espacio virtual o ciberespacio. El que utilizan arquitectos,
ingenieros, diseñadores, músicos, etc., para proyectar y crear en el ordenador. El que
puede conectar distintos espacios de edificios mediante sistemas computarizados, sin
necesidad de recurrir a los espacios tradicionales en los que cada actividad tiene su
sala y cada compartimento está conectado por elementos peatonales y físicos. Ese
lugar impalpable que configuran los que hablan por teléfono o los internautas que
viajan metafóricamente a través de la infinita telaraña de Internet.

En el futuro, los contenedores, con interiores poblados por sistemas de objetos, no


configurarán ya un espacio sino un ambiente mediático; el protagonismo, entonces, ya
no será de la arquitectura sino de la ingeniería y del diseño industrial25. En cualquier
caso, al concepto central de lugar le ha surgido recientemente la contraposición del no
lugar. De todas formas, los conceptos y experiencias del espacio y el lugar están en
continua transformación e, incluso, disolución. El lugar y el no lugar -como el espacio y
el antiespacio son polaridades límite.

El espacio casi nunca es delimitadamente perfecto de la misma manera que el


antiespacio casi nunca es infinitamente puro. Tampoco el lugar podrá nunca ser
completamente borrado ni el no lugar se cumple nunca radicalmente. En nuestra
condición presente, espacios, antiespacio, lugares y no-lugares se entrelazan,
complementan, interpenetran y conviven.
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA

Estudiantes
Cindy Ortega Deulofeuth
Michelle Matorel Medina

Programa de arquitectura, Arte y Diseño


SEMESTRE II

Trabajo de teoría

Profesor:
Oscar Puello

Fecha:
Septiembre 2019

Cartagena de Indias

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