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Carta abierta a la clase política europea

La crisis griega es una crisis europea y requiere soluciones europeas

Istituto Sindacale Europeo


sbilanciamoci.info

Traducido por Carlos Valladares

Durante semanas la atención de los mercados financieros, los políticos y los medios de
comunicación ha estado centrada en la crisis griega. Y aun resuena su eco. Se esta
pidiendo al pueblo griego que afronte dolorosos recortes que sólo disminuirán más aun
los ingresos y el empleo, ahora que las tasas de interés están aumentando hasta
niveles paralizantes. Hace poco sus bonos han sido considerados basura por las
agencias de evaluación. Esto es un desastre para los griegos pero es también el
derrotero equivocado para una Europa que debe trazar un rumbo europeo para salir de
la crisis.

Estamos consternados por el hecho de que sistemáticamente la clase política europea


se haya quedado detrás de los acontecimientos permitiendo que los dirijan los volátiles
estados de ánimo de los mercados, los políticos populistas y unos medios de
comunicación que demasiado a menudo exhiben una ignorancia radical acerca de estos
asuntos. Esto supone que la resolución de la crisis va a acrecentar su coste y a elevar
sus riesgos

La catástrofe fiscal griega tiene cuatro causas:

Primera: El estado griego presenta una debilidad histórica, en particular en cuanto a su


incapacidad para recaudar fondos, en proporción a su PIB, de una manera
homologable con el resto de sus vecinos europeos, además de falsificar
injustificablemente sus estadísticas.

Segunda: La competitividad relativa de Grecia no ha dejado de empeorar,


especialmente dentro del marco de la zona euro, como se refleja en un sostenido
deficit comercial resultado del aumento por encima de la media de los costes laborales
y de los precios, y de una dinámica de mayor crecimiento económico.

Tercera: la crisis económica, que debido al obsoleto sistema bancario griego actuó
como la típica puntilla externa, ha hecho estragos en las finanzas públicas, al igual que
en otros países.

Cuarta y última, pero no menos importante: la carga del coste de los intereses ha
aumentado de manera trágica, en un proceso en el que las legítimas inquietudes sobre
la sostenibilidad del sistema fiscal se combinaron con la especulación y la
desinformación para aumentar dramáticamente la tasa de interés de los nuevos bonos
del estado griego.

Solamente la primera de estas razones reclamaría de los griegos la aceptación por su


parte sin ambages del calvario de un plan de austeridad. Todas las demás tienen una
fuerte dimensión europea y reclaman soluciones europeas. En particular la pérdida de
competitividad de Grecia (y de otros países como España e Irlanda) es la función
inversa de un incremento en la competitividad relativa de otros, notablemente
Alemania, Austria y Holanda. Estos últimos países no podrían haber aumentado sus
exportaciones sin una expansión mayor de la demanda en aquel otro grupo de países,
que, y a menudo se olvida, fueron responsables de mucho del crecimiento de la
producción y del empleo en los últimos años, mientras que el crecimiento de la
demanda y de la producción en los países con superávit era menor. El problema es
simétrico y lo solución lo tiene que ser también.

Porque Grecia no se ha quedado rezagada, como a menudo se dice o se sugiere, en


cuanto al aumento de la productividad. Por el contrario la productividad laboral en
Grecia creció más del doble que en Alemania durante los diez primeros años del euro
desde 1999. Ni los frecuentes retratos de la pereza griega pintados por los medios
aguantan un escrutinio serio. La media de horas trabajadas por año es la más alta de
Europa (y cientos de horas más al año que Alemania). El problema ha radicado en los
salarios y los precios.

Debido a fuertes diferencias en el establecimiento de los salarios, el coste laboral


griego aumentó mas del 30% desde el principio de la unión monetaria europea, siendo
el incremento en Italia, España, Portugal e Irlanda incluso mayor, mientras que en
Alemania soló subió un 8%. Las prácticas monopolistas de establecimiento de precios
son a este respecto críticas, al permitir a las grandes firmas trasladar tanto los
mayores salarios como los precios de los productos de importación a los precios
domésticos. Tales divergencias de salarios y precios no son sostenibles en el marco de
la unión monetaria donde no son posibles los ajustes de las tasas de cambio. Pero esto
requiere tomar medidas en los dos extremos. Los salarios y los precios en Grecia y
otros países afines deben disminuir en términos relativos, pero deben aumentar en
Alemania, cuyas agresivas políticas de moderación salarial son deflacionarias, exportan
desempleo y amenazan con hacer explotar la unión monetaria. Esta es la única manera
de reequilibrar la zona euro evitándose así el elevado riesgo de una espiral
deflacionaria.

No entender estas causas ha provocado que los políticos europeos pongan parches
mientras Grecia ha ardido. La política monetaria ha quedado fuera de las discusiones.
Las ofertas de apoyo fiscal han sido muy pocas, han llegado demasiado tarde y han
estado sujetas a condiciones leoninas. Como consecuencia de ello los especuladores
han provocado que el coste de la resolución de la crisis sea cada vez mayor. Prestar
dinero público a Grecia no es un acto de caridad. Es un reconocimiento de las
interconexiones de la unión monetaria y es vital para el interés de todos los europeos.
Nadie va a sacar provecho de que Grecia y otros países se embarquen masivamente en
políticas de austeridad fiscal, de deflación de la demanda y de los precios. Esto es
tanto así en cuanto que la política monetaria se enfrenta al crecimiento cero y la
economía europea en su conjunto depende de los estímulos políticos. No se debe
forzar a Grecia a una deflacion masiva de la demanda. Habiéndose evitado los errores
de la Gran Depresión a nivel Europeo, no tiene sentido repetirlos a nivel nacional.

Por el contrario es de vital interés para Europa resolver la crisis griega sobre la base de
aumentar los ingresos en todo el continente y de poner en funcionamiento la
maquinaria necesaria para afrontar los desequilibrios competitivos y fiscales en el
futuro. El futuro de la zona euro está en juego. Existe un riesgo real de que la caída
griega provoque un efecto dominó sobre otros países. Portugal y varios países más
están ahora en la misma situación que Grecia hace unos meses. Los costes
económicos, políticos y sociales serían enormes. ¿No ha aprendido Europa nada de los
años 20 del siglo pasado cuando Alemania estaba, en muchos sentidos, en una
situación similar a la de Grecia hoy? Impedida de aumentar sus exportaciones para
cumplir con su deuda externa (debida a las reparaciones de guerra) por políticas
mercantilistas, Alemania se embarcó en un desastroso viaje de deflación y depresión
que puso los cimientos de los horrores que siguieron después. Al respecto de los países
con déficit, tanto hoy como entonces, no es buena política limitarse tan solo a salvarlos
de la crisis sino que se debe dar la oportunidad de una perspectiva de crecimiento para
salir de ella. Y esta es también la única manera de paliar los daños en los países con
superávit que de otra manera están destinados a perder crecimiento, empleo y
estabilidad financiera.

Reclamamos una respuesta política y económica coordinada alrededor de estos cinco


elementos

 El Banco Central Europeo debe de dar toda la ayuda posible a la consolidación


fiscal y a los esfuerzos de reequilibrio. En el corto plazo esto significa el
compromiso de mantener sus tasas cerca de cero. Mantener las tasas de interés
bajas es vital para minimizar el coste de la refinanciación a la vez que para
empujar al alza la tasa de crecimiento del PIB. Se debe continuar aceptando los
bonos griegos como garantía.
 Los estados de la zona euro deben comprometerse a suministrar los fondos
necesarios para que Grecia reestructure sus bonos por un período de tres años.
Las sumas exigidas no requerirían de la participación del FMI, la cual sólo se
justificaría, en todo caso, por consideraciones políticas. Esto reduciría inmediata
y drásticamente las tasas de interés a pagar en las nuevas emisiones de bonos.
La tasa acordada por los estados debería ir explícitamente ligada a la tasa de
referencia de los bonos alemanes más un porcentaje de penalización, que
debería ser regulado de manera que se garantizase las mejores oportunidades
posibles de consolidación a la vez que se evitasen riesgos futuros.
 La aceptación por parte de Grecia de una mayor supervisión de sus finanzas
públicas y el anuncio de un paquete de medidas de consolidación fiscal a largo
plazo diseñado para tener los menores efectos posibles sobre la demanda a
corto plazo (fundamentalmente reduciendo de manera drástica la evasión fiscal)
pero con el objetivo de provocar un superávit fiscal en el medio plazo; a esto se
uniría una congelación de los salarios por un periodo limitado y una regulación
de los precios, y políticas para aumentar la competición en el mercado
productivo
 Alemania, Austria y otros países con superávit se deberían comprometer a
mantener los estímulos fiscales y a un proceso temporal de incremento de los
salarios superior al de la productividad; las medidas fiscales deberían ser
coordinadas desde la Comisión Europea para apuntalar la recuperación
económica a la vez que se reequilibrase la demanda dentro de la zona euro.
Esto requiere estrategias asimétricas. Grecia y los otros países con déficit
tendrían que implementar las medidas antes mientras países como Alemania las
tomarían después. Después del periodo de ajuste la política salarial debería de
orientarse hacia una armonización con el crecimiento de la productividad
nacional en el medio plazo y con el objetivo de inflación fijado para todos los
países.
 Grecia no es el único país en crisis y se necesitan políticas que prevengan su
extensión a otros países en situación vulnerable. La emisión de eurobonos,
permitiendo al Banco Central realizar compras en mercados secundarios, se
debería considerar para reducir costes financieros. Más aun. La Unión Europea
debería ponerse inmediatamente a la tarea de revisar sus mecanismos de
coordinación política con la vista puesta en fortalecerlos y reorientarlos en la
dirección que la crisis ha revelado como necesaria: un tratamiento asimétrico
de los paises con superávit por un lado y de los países con déficit con otro; el
seguimiento más estrecho de las dinámicas generadas por la deuda y los
ahorros privados, en vez de centrase sólo en el sector público, y por lo tanto un
enfoque que tome en cuenta los movimientos del dinero; incorporar la fijación
de precios y el establecimiento de los salarios dentro de los mecanismos de
coordinación y en consonancia con ello fortalecer el papel de los interlocutores
sociales.

La crisis griega es una oportunidad para reconducir la integración europea en beneficio


de todos los ciudadanos europeos. Pero las políticas que se están implementando,
basadas en percepciones equivocadas de las interrelaciones económicas y en miopes y
erroneas concepciones de los intereses nacionales, amenazan con destruir la unión
monetaria, retrasan la integración europea y ponen en peligro su futuro político y
económico. La unión monetaria europea no puede continuar así. Hacemos un
llamamiento a la clase política europea para que busquen soluciones europeas que
sirvan los intereses de los ciudadanos de toda Europa.

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