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DINÁMICA DE LA TIERRA, PLANETA EN MOVIMIENTO

OBJETIVOS

 Analizar la génesis del planeta Tierra y la historia de la atmósfera.


 Describir el interior de la Tierra y la clasificación de las rocas.
 Explicar las teorías de la deriva continental, la expansión de los fondos
oceánicos y la tectónica de placas.
 Estudiar la evolución de la vida en las eras geológicas y reseñar el proceso
de hominización.

COMPETENCIAS

 Explica científicamente la historia del planeta Tierra y la formación de la


atmósfera.
 Comprende la tectónica de placas como factor desencadenante del proceso
sísmico y volcánico.
 Reconoce el proceso evolutivo de la vida y los avatares del proceso de
hominización.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN
1. GÉNESIS Y EVOLUCIÓN DE LA TIERRA
1. 1. EL ORIGEN DEL SISTEMA SOLAR Y DE LA TIERRA
1. 2. LA TIERRA EN SUS COMIENZOS
1. 3. LA PRIMERA ATMÓSFERA Y EL PRIMER OCÉANO
1. 4. LAS FORMAS DE VIDA PRIMITIVA Y LA SEGUNDA ATMÓSFERA
1. 5. EL INTERIOR DE LA TIERRA
1. 6. CLASIFICACIÓN DE LAS ROCAS
1. 7. EL CICLO DE LAS ROCAS

2. EL BAILE DE LOS CONTINENTES

2. 1. HITOS EN EL CONOCIMIENTO DE LA INESTABLE TIERRA

2. 2. LA DERIVA CONTINENTAL

2. 3. LA EXPANSIÓN DE LOS FONDOS OCEÁNICOS


3. 4. LA TECTÓNICA DE PLACAS

2. 5. TERREMOTOS Y VOLCANES

3.- LAS ERAS GEOLÓGICAS Y LA EVOLUCIÓN DE LA VIDA


3. 1. LA ERA PRECÁMBRICA
3. 2. LA ERA PALEOZOICA
3. 3. LA ERA MESOZOICA
3. 4. LA ERA CENOZOICA
3. 5. EVOLUCIÓN DE LOS PRIMATES
3. 5. 1. DEL PLESIADAPIS AL GIGANTOPITHECUS
3. 5. 2. ANTES DE LOS AUSTRALOPITHECUS
3. 5. 3. EL HOMÍNIDO BÍPEDO MÁS ANTIGUO
3. 5. 4. LOS AUSTRALOPITHECUS AFARENSIS
3. 5. 5. LOS AUSTRALOPITHECUS BOISEI
3. 5. 6. LOS AUSTRALOPITHECUS DE SUDÁFRICA
3. 5. 7. EL AUSTRALOPITHECUS GARHI
4. EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN
4. 1. HOMO HABILIS, EL PRIMER HUMANO
4. 2. EL HOMO ERECTUS
4. 2. 1. HOMO ERECTUS PEKINENSIS
4. 2. 2. HOMO ERECTUS APRENDE A CONTROLAR EL FUEGO
4. 2. 3. HOMO ERECTUS CREA EL LENGUAJE ARTICULADO
4. 2. 4. HOMO ERECTUS EN EUROPA
4. 2. 5. FUNDAMENTOS DE LA SOCIEDAD HUMANA
4. 3. HOMO SAPIENS ARCAICOS
4. 3. 1. HOMO SAPIENS NEANDERTALENSIS
4. 3. 2. EL FINAL DE LOS NEANDERTALES
4. 4. HOMO SAPIENS SAPIENS

BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN

Como seres humanos somos en este tiempo la forma más avanzada en la evolución
de la materia. Lo prueba fehacientemente el solo hecho de que tengamos conciencia
de ello. No sabemos si esa facultad, la inteligencia, es nuestra con exclusividad.
Hasta pareciera fatuidad, considerando lo poco que representamos, casi nada, en la
inmensidad del Universo. Como quiera que sea, tenemos la suficiente capacidad de
análisis crítico como para indagar sobre nuestros orígenes. Mas las respuestas que
nos ofrece el conocimiento científico sólo parecen servirnos para abrir nuevas
interrogantes. Y tal vez esto sea lo más valioso.

Los inicios de nuestra historia pueden situarse hace unos quince mil millones de
años. Fue entonces que empezó a evolucionar la materia, en el tiempo y en el
espacio, desde un evento original que se ha dado en llamar Big Bang o Gran
Explosión, origen del Universo conocido. A medida que éste se fue enfriando, la
materia adquirió diversos estados, en una sucesión de eras físicas: fuerzas en
unificación, quarks, partículas elementales, plasma, núcleos, átomos. Sobre lo cual
hablamos con detalle en el módulo consagrado al estudio del mundo físico.

Vivimos en este tiempo la era física de los átomos, que se inició 500 mil años
después del Big Bang y como seres humanos, estamos constituidos de átomos, cuyo
enlace original se dio en otros confines del Cosmos. Habitamos un minúsculo rincón
en la periferia de una galaxia a la que llamamos Vía Láctea, conformada por cien mil
millones de estrellas. Una pequeña estrella es la nuestra, el Sol, que transformando
su hidrógeno en helio y carbono, va llegando a la mitad de su vida.

Nuestro planeta tuvo su génesis hace más o menos 4,600 millones de años, y de
acuerdo a sus eventos geomorfológicos y biológicos su historia ha visto sucederse
eras claramente diferenciadas. De esto tratamos en el presente módulo, estudiando

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en primer término el origen y evolución de la Tierra, a la que los científicos califican
de inestable por estar sujeta a un ininterrumpido accionar sísmico. Hacemos luego
una breve exposición de las teorías científicas que en los últimos tiempos han
buscado explicaciones a la violenta dinámica terrestre, tales como la deriva
continental, la expansión de los fondos oceánicos y la tectónica de placas. Para
reseñar finalmente la evolución de la vida en las sucesivas eras geológicas, con
especial incidencia en el proceso de hominización.

Pertenecemos al género Homo, que hizo su aparición en el África hace más de dos
millones de años. Homo es un vertebrado, un mamífero, un primate y un homínido.
Teniendo todas las características de sus más lejanos ancestros, tiene también
nuevos rasgos que lo diferencian de los otros primates. Junto a su postura erguida y
a su locomoción bípeda, Homo se distingue por su inteligencia, su lenguaje y su
cultura. En el largo proceso de hominización adquirió estas características
singulares, logradas las cuales fue capaz de dar origen a la sociedad.

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1. GÉNESIS Y EVOLUCIÓN DE LA TIERRA
Nuestro gran hogar es la Tierra, uno de los nueve planetas que orbitan alrededor de
una estrella de tamaño pequeño, el Sol, que, su vez, gira alrededor del centro del
conglomerado de las cien mil millones de estrellas que conforman nuestra galaxia, la
Vía Láctea, que, pese a su gigantesco tamaño en comparación con la Tierra, es
apenas una entre los miles de millones de galaxias existentes en la vastedad del
Cosmos.

La mayoría de las estrellas de nuestra galaxia se concentran en un disco aplanado


de unos 100.000 años luz de anchura y de unos 2.000 años luz de espesor.
Recordemos que un año luz es la distancia recorrida por la luz en un año y que
velocidad aproximada de la luz es de 300.000 km/seg. Las estrellas de la Vía Láctea
se estructuran formando una espiral y parece que esta estructura ha sido decisiva
para la formación de nuestro Sistema Solar.

1. 1. EL ORIGEN DEL SISTEMA SOLAR Y DE LA TIERRA

En un principio lo único que había en la galaxia eran unas nubes de gas que flotaban
en el espacio. Hace diez mil millones de años, algunas partes de esas nubes, por
acción gravitacional, se condensaron, dando forma a las estrellas. Éstas
evolucionaron agrupándose en conglomerados de diverso tamaño, desde los que
contienen un número muy reducido hasta los que están constituidos por grandes
concentraciones de millones de estrellas.

Cuando la estructura espiral de nuestra galaxia estuvo ya bastante definida, hace


aproximadamente cinco mil millones de años, ocurrió la génesis de nuestro Sistema
Solar. La teoría espiral de la onda de choque estacionario explica tal evento. Tanto
las estrellas como las nubes de polvo y gas que existían en nuestra galaxia, también
por acción gravitacional, orbitaban alrededor del centro traspasando repetidamente

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los brazos de la espiral. Y es en este continuo paso a través de la espiral donde debe
buscarse la explicación sobre el origen del Sistema Solar.

El movimiento de las estrellas en torno al núcleo de la galaxia continúa. Nuestro Sol,


acompañado de su sistema planetario, efectúa esa órbita cada 250 millones de años.
Se infiere entonces que, desde su génesis hace cinco mil millones de años, el
Sistema Solar ha orbitado veinte veces en torno al centro de nuestra galaxia. Y antes
de que se formase nuestra estrella, la nube gaseosa a partir de la cual se originó
describió la misma órbita durante otro tantos miles de millones de años.

La mayoría de galaxias espirales muestran dos brazos claramente definidos que se


enroscan alrededor del disco galáctico. Esos brazos presentan un aspecto brillante
porque contienen muchas estrellas jóvenes, pero en sus bordes interiores contienen
franjas oscuras de gas y polvo, que nos dan la clave para la explicación del modelo
espiral.

Las franjas oscuras -explica John Gribbin- delimitan el frente de la onda de choque
estacionaria. Cuando una nube de gas y polvo que esté orbitando tranquilamente
alrededor del centro de la galaxia llega a una de estas franjas oscuras, se ve
sometida a violentas fuerzas que reducen su volumen. Para las nubes muy difusas,
esto no tiene por qué tener unas consecuencias inmediatas muy graves. Pero cada
vez que la nube cruza uno de los brazos de la espiral, se comprime un poco más (y
hay que tener en cuenta que en cada órbita alrededor de la galaxia cruza dos veces
uno de estos brazos). En ocasiones, puede que la nube sufra algún cambio. Pero ello
dependerá en gran medida de la densidad inicial de la nube y de la cantidad de
materia que haya en ella. Puede ser comprimida hasta convertirse en un montón de
fragmentos sueltos parecidos a una nube de cometas (ésta sería, por otro lado, una
de las explicaciones de la formación de cometas). Por otro lado, la compresión de
una nube muy grande hasta el punto de que su propia gravedad provoque su rotura y
total colapso podría dar lugar a la formación de un gran grupo de estrellas. Y a mitad
de camino entre estos dos casos extremos se hallaría el caso de una nube más
normal que, como consecuencia de la compresión irrecuperable que hubiese sufrido,

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se colapsase dando lugar a unas pocas estrellas y a algunos fragmentos sueltos. En
este caso, las pocas estrellas resultantes se separarían rápidamente unas de otras
debido a su continuo viaje alrededor de la galaxia, arrastrando cada una de ellas
algunos de los fragmentos, que no serían otra cosa que planetas recién creados.

1. 2. LA TIERRA EN SUS COMIENZOS

Las rocas más antiguas de la Tierra, de acuerdo con el análisis de desintegración de


sus elementos radiactivos, muestran edades cercanas a los cuatro mil millones de
años. Pero se han hallado meteoritos con edades superiores a los 4.500 millones de
años, edad similar a la que tienen las rocas lunares. De acuerdo con ello, se calcula
que la edad del Sistema Solar es de aproximadamente cinco mil millones de años. Y
para la Tierra se estima una edad de 4,600 millones de años.

La Tierra se formó como un conglomerado de pequeños planetoides y meteoritos,


privados ya de la mayor parte de sus componentes gaseosos, estructurándose
paulatinamente como una enorme esfera de hierro, níquel y minerales conocidos hoy
como silicatos, sin agua ni atmósfera. Pero, poco a poco, su calor interior comenzó a
aumentar. Los materiales que formaban el planeta se fundieron y comenzaron a
desplazarse: los más pesados, como el hierro y el níquel, hacia el centro; los más
livianos, como los silicatos, hacia el exterior. Así llegó a tener la estructura que tiene
hoy, con varias capas concéntricas rodeando a un núcleo central.

Probablemente tuvo en un principio alguna presencia de gases ligeros,


especialmente el helio; pero los procesos asociados con su formación provocaron el
escape de esos gases hacia el espacio. La composición química de la Tierra,
entonces, iba a ser muy distinta a la existente en las estrellas y los espacios
interestelares.

Se sabe que nuestro Sistema Solar está constituido casi en un 90% por hidrógeno,
en un 9% por helio y sólo en un 1% por el resto de elementos químicos. La Tierra,
por el contrario, contiene cantidades ínfimas de hidrógeno y helio, pero mayor
cantidad de los otros elementos químicos. Esto se explica considerando que el

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campo gravitatorio de nuestro planeta es demasiado débil para retener a los gases
ligeros.

1. 3. LA PRIMERA ATMÓSFERA Y EL PRIMER OCÉANO

Lo más probable es que la Tierra, al nacer, estuviera desprovista, o casi desprovista,


de una envoltura gaseosa primaria -dice George Breuer- y que su atmósfera se
formara, desde aquel tiempo, a partir de gases emanados desde su interior. Una
mayor radiactividad que la actual (la radiactividad va disminuyendo gradualmente
con el tiempo) y efectos gravitacionales provocaron el calentamiento del interior de la
Tierra, escenario de reacciones químicas cuyos productos finales eran gaseosos.

Consecuencia de ello fue una formidable actividad volcánica, cuyos efluvios


gaseosos dieron origen a la primera atmósfera y al primer océano. Se puede inferir
ello del análisis de la actual composición de los gases volcánicos, que debió ser
similar a la de aquellos tiempos. Los volcanes emiten vapor de agua en un 80%;
dióxido de carbono, monóxido de carbono y metano en un 12%; anhídrido sulfuroso,
azufre y sulfuro de hidrógeno en un 7%; nitrógeno y amoníaco en un 1%; y
cantidades menores de ácido clorhídrico; fluorhídrico, argón y helio.

Hay quienes consideran que las capas exteriores del planeta fueron calentadas por
un hecho singular ocurrido en aquella remota época; y una de las posibilidades,
defendida por Gribbin, es que la Luna fuese capturada por la Tierra hace unos 3.500
millones de años y que como consecuencia de ello las rocas se fundiesen dando
lugar a la aparición de la atmósfera.

La condensación gradual del vapor de agua dio origen a la envoltura de agua líquida
de nuestro planeta, llamada hidrosfera. Los otros gases volcánicos formaron nuestra
primera atmósfera, que estaba compuesta fundamentalmente por dióxido y monóxido
de carbono, nitrógeno, hidrógeno, cloro y azufre. El registro geológico demuestra que
las rocas originadas por los procesos de sedimentación se formaron hace al menos
tres mil millones de años. Eso quiere decir que en ese tiempo ya existían una
atmósfera y una hidrosfera.

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Se sabe con seguridad que hasta hace unos dos mil millones de años la atmósfera
de nuestro planeta no contuvo ninguna cantidad apreciable de oxígeno libre. Y como
no había oxígeno en la atmósfera, tampoco existía la capa de ozono (la molécula
triatómica del oxígeno) que en la actualidad nos protege de las radiaciones
ultravioletas que, en esas épocas remotas, debieron bombardear la superficie de la
Tierra en grandes cantidades.

El oxígeno recién aparecería en la atmósfera hace unos 1.800 millones de años y,


precisamente, sería la acción de primitivos seres vivientes la que generaría su
definitiva presencia.

1. 4. LAS FORMAS DE VIDA PRIMITIVA Y LA SEGUNDA ATMÓSFERA

Fue con la primera atmósfera, carente de oxígeno, que surgieron y evolucionaron las
formas de vida primitiva. Se han hallado microfósiles en rocas cuya edad es superior
a los 3.000 millones de años, hecho que prueba que la vida surgió mucho antes de
que hubiese oxígeno libre en la atmósfera.

Existen rocas con una antigüedad que va de los 3.200 hasta los 1,800 millones de
años antes del presente, que presentan formaciones de hierro bandeado. Los
organismos primitivos, al parecer, utilizaban los iones ferrosos para neutralizar el
oxígeno, que podía serles letal. Por causas aún desconocidas, algunas algas
primitivas comenzaron a generar enzimas, lo que produjo un notable incremento del
proceso de fotosíntesis. Una creciente cantidad de oxígeno libre empezó a
depositarse en la atmósfera y apareció un tipo de algas que se adaptó
progresivamente al medio cambiante. No teniendo ningún predador, esas algas se
propagaron en todo el océano, formando algo así como una verde pradera en el mar.
Y fue de ese verde que nació el azul de la atmósfera, ahora rica en oxígeno.

La nueva atmósfera, que es la nuestra, se formó hace unos 1.800 millones de años.
Los geólogos observan que por entonces cesaron las formaciones de hierro
bandeado y en su lugar empezaron a depositarse unas capas rojas, conteniendo
óxido férrico, lo que revela la acción corrosiva del oxígeno.

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A medida que fue aumentando la concentración de oxígeno en la atmósfera, se fue
desarrollando la capa de ozono gracias a la acción de la luz ultravioleta sobre la
molécula biatómica normal de oxígeno. Al incrementarse el ozono en la atmósfera,
los rayos ultravioleta dejaron de alcanzar la superficie terrestre y ello posibilitó así la
rápida colonización de seres vivientes en las luminosas aguas superficiales y la
progresión de la fotosíntesis.

Todo ello condujo al establecimiento de una atmósfera rica en oxígeno. Estos hechos
ocurrieron con inusitada rapidez. Y correlato de los cambios ambientales fue la
explosión de la actividad evolutiva que daría lugar a una gran diversidad de formas
de vida animal multicelular, a partir de los últimos setecientos millones de años.

En la actualidad, los componentes principales de la atmósfera son el nitrógeno (78%


en volumen), el oxígeno (21%) y el gas noble argón (algo menos del 1%); además
contiene dióxido de carbono (0.33%) y vestigios (menos de 0.001%) de metano,
hidrógeno, óxidos de nitrógeno y algunos otros gases nobles, así como cantidades
variables de vapor de agua. Este último es el que determina la humedad.

1. 5. EL INTERIOR DE LA TIERRA

Aunque en los últimos tiempos se han hecho notables progresos, sobre todo en
sismología, el conocimiento del interior de la Tierra es aún escaso. Para Gribbin,
“sigue siendo el aspecto más desconocido y difícil de investigar en la nueva
concepción geofísica de nuestro planeta”.

Las ondas sísmicas que se desplazan en lo más profundo revelan que la Tierra está
formada por diferentes capas que van desde un núcleo interno sólido de unos mil
kilómetros de radio hasta la delgada corteza, que puede alcanzar hasta sesenta y
cuatro kilómetros de espesor.

La Tierra está básicamente constituida por una serie de envolturas concéntricas que
recuerdan mucho en su estructura a la de una cebolla. La corteza es la envoltura
más externa y suele tener un espesor comprendido entre 5 y 60 km. Alcanza los
máximos espesores debajo de las grandes cadenas montañosas, mientras que

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debajo de los océanos es en varios órdenes de magnitud más delgada que debajo de
los continentes. La corteza consta de dos capas: la corteza continental, de
composición granítica y rica en sílice y aluminio, conocida como sial, y la corteza
oceánica, de composición basáltica y rica en sílice y magnesio, conocida como el
sima. Sus densidades respectivas son 2.7 g/cm 3 para el sial, la capa más externa, y
2.9 g/cm3 para el sima, la capa más interna de las dos.

El manto es la siguiente envoltura rocosa de 2,840 kilómetros de diámetro. Está


separado de la corteza por la discontinuidad de Mohorovicic, a partir de la cual la
densidad de las rocas aumenta rápidamente, pasando de 2.9 a 3.3 g/cm 3. El manto
superior, que se extiende unos 725 km por debajo de la discontinuidad, está
compuesto por peridotita, una roca densa cuyos constituyentes esenciales son el
hierro y el magnesio.

Es en esta parte de la Tierra de dónde proceden la mayoría de lavas y donde se


originan la mayor parte de los terremotos. El manto contiene también sílice, oxígeno,
calcio y todos los elementos restantes en proporciones menores. Cerca de su parte
exterior existe una capa plástica denominada astenosfera o zona de baja velocidad;
al atravesar esa zona, las ondas sísmicas ven sensiblemente disminuida su
velocidad; en dicha zona la peridotito está próxima a su punto de fusión. La
denominada litosfera está compuesta por la corteza más la parte del manto situada
por encima de la zona de baja velocidad. En el manto interior la densidad aumenta
desde 4.3 a 5.5 g/cm3 debido a las mayores presiones y al mayor empaquetamiento
de los átomos. La parte superior del manto pueden verse en algunos lugares
excepcionales, como los islotes de Saint Paul’s Rocks, en el Atlántico Sur.

El núcleo es la parte más interna de la Tierra. Está separado del manto por la
discontinuidad de Gutenburg, la cual comporta un cambio de densidades desde 5.5
hasta 10 g/cm3. En el núcleo externo ciertos tipos de ondas sísmicas no pueden
trasmitirse; esto sugiere que el mismo se halla en estado plástico-líquido. Otros tipos
de ondas sísmicas atraviesan lentamente el núcleo externo líquido y, a continuación,
aumentan su velocidad al alcanzar el núcleo central (densidad 13.6 g/cm 3), por lo

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que éste debe hallarse en estado sólido; probablemente, su composición es parecida
a la de algunos meteoritos ricos en hierro-níquel. El diámetro del núcleo es de 6,945
km.

1. 6. CLASIFICACIÓN DE LAS ROCAS

Para una persona no versada en la materia no es fácil aceptar que todas las rocas
existentes sobre la faz de la Tierra tuvieron un origen más o menos violento, como
tampoco le será fácil aceptar que las colinas y valles que nos rodean no han estado
siempre en el mismo lugar. Desde la formación de nuestro planeta, hace unos 4,600
millones de años, las rocas de su superficie han sufrido muchos cambios; algunas
han sido completamente refundidas, otras han estado sometidas a intensas
presiones y a elevadas temperaturas, mientras que otras han sido fragmentadas por
el lento pero persistente proceso de la erosión para formar los componentes de otras
rocas. La erosión ha existido desde el momento en que se formó la atmósfera
terrestre y forma parte de un proceso continuo de reciclaje que se produce en la
superficie de la Tierra, pero también en su subsuelo, donde fuentes de calor no
observables directamente crean nuevas rocas fundidas y donde rocas
aparentemente rígidas son moldeadas como si fuesen de barro.

Hay tres grandes categorías de rocas: ígneas, sedimentarias y metamórficas, según


la composición de las mismas. Las rocas ígneas son agregados de minerales
producidos por la cristalización relativamente lenta de rocas fundidas mientras se
enfrían. En muy pocos casos, cuando el enfriamiento es extremadamente rápido, se
forman vidrios naturales, por ejemplo la obsidiana. Las rocas fundidas pueden
enfriarse y consolidarse como cuerpos intrusivos en el interior de la Tierra (como los
batolitos graníticos, los diques de dolerita, etc.); o bien pueden perforar la superficie
(rocas extrusivas) en forma de flujos de lava o producirse erupciones explosivas
como cenizas, aglomerados y brechas volcánicas.

La meteorización rompe las rocas de superficie (meteorización física) y facilita su


disolución (meteorización química). Los fragmentos resultantes de la erosión son
transportados por el viento, el agua y el hielo y se acumulan en lugares deprimidos y

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en los mares, lagos y océanos del mundo en forma de capas de sedimentos. Algunas
rocas sedimentarias (denominadas clásticas) están enteramente constituidas por
fragmentos resultantes de la erosión cementados por precipitación de los materiales
disueltos en las aguas; otras tienen un origen exclusivamente químico (algunas
calizas, la sal); y otras son especialmente ricas en precipitados de origen orgánico e
inorgánico (por ejemplo, el carbón, el coral, algunas calizas).

El enterramiento profundo de las rocas provoca en ellas cambios mineralógicos


graduales que responden a los incrementos de presión y temperatura a que van
siendo sometidas. En los cinturones montañosos, este enterramiento puede ir
acompañado por deformaciones intensas, pliegues y fallas: las rocas alteradas de
esa manera reciben el nombre de rocas metamórficas (los gneis, los esquistos, el
mármol, la corneana, algunas pizarras, etc.).

1. 7. EL CICLO DE LAS ROCAS

El ciclo de las rocas ha estado operando en continuo desde los primeros tiempos de
la historia de la Tierra. La actividad principal del ciclo de las rocas continentales se
desarrolla por completo dentro de la corteza, cuyo volumen ha aumentado
considerablemente a lo largo de los tiempos geológicos debido a la adición de masas
parcialmente fundidas y de otros fluidos procedentes del manto. La corteza oceánica
más pesada, principalmente de origen volcánico y recubierta por una fina película de
sedimentos de aguas más profundas, se recicla normalmente dentro del manto.

El ciclo de las rocas muestra las interrelaciones entre las rocas ígneas, metamórficas
y sedimentarias. Los principales procesos que intervienen en él son el vulcanismo y
los alzamientos que dan lugar a la formación de nuevas áreas emergidas, la erosión
de esas áreas y la sedimentación subsiguiente que forma nuevas rocas
sedimentarias, el enterramiento profundo y la aparición de montañas que convierten
las rocas preexistentes en metamórficas, y la fusión parcial a grandes profundidades
que provoca la aparición de masas de rocas fundidas (llamadas magma) que
eventualmente pueden ascender hacia niveles más superficiales y consolidarse
como nuevas rocas ígneas.

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2. EL BAILE DE LOS CONTINENTES
La Tierra se divide en placas y sobre ellas se asientan los océanos y continentes.
Esta es una concepción científica hoy plenamente aceptada. Seis son las placas
mayores: Eurasia, África, Antártida, Índico, Pacífico y América; y son también seis las
menores: Arábiga, Filipina, Cocos, Caribe, Nazca y Escocesa. Existiendo además
otras muchas microplacas. Lo que sucede en los límites o bordes de las placas
permite la comprensión del continuo movimiento interno de nuestro planeta, su
incesante actividad sísmica y volcánica. Los continentes no han estado siempre en el
lugar donde hoy los vemos ni han tenido siempre las mismas formas. Ellos, por el
contrario, han estado todos alguna vez unidos, para fragmentarse una y otra vez en
la larga historia de nuestro planeta. Pangea, toda la tierra unida y separada del mar
de Thetys, es sólo un evento reciente, ocurrido hace aproximadamente 200 millones
de años. A partir de entonces ocurrió la última fragmentación de continentes, primero
con el surgimiento de Laurasia al norte y Gondwana al sur, hace 180 millones de
años, que terminarían separándose en los continentes que hoy conocemos hace 65
millones de años. Pero no sólo se separan los continentes, por igual colisionan y al
hacerlo dan lugar al nacimiento de grandes cadenas montañosas. En el futuro esto
seguirá ocurriendo. Dentro de 50 millones de años Sudamérica y Norteamérica se
habrán separado; África se partirá en dos, a partir del valle de Rift; Australia chocará
con Nueva Guinea, etc. Para entonces, la franja más occidental de la costa
sudamericana, con la del Perú incluido, habrá desaparecido.

2. 1. HITOS EN EL CONOCIMIENTO DE LA INESTABLE TIERRA

El filósofo inglés Francis Bacon, ya en 1620, fue el primero en llamar la atención


sobre las notables similitudes geográficas entre los perfiles atlánticos de Africa y
Sudamérica. Por entonces, sus comentarios sólo suscitaron una débil curiosidad
científica. Tendrían que pasar tres siglos para que se iniciaran estudios científicos
rigurosos y la recopilación de datos fiables al respecto.

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En la década de 1870, dos navíos norteamericanos, el Challenger y el Tuscarona
revelaron los grandes rasgos morfológicos de los fondos oceánicos; tales
descubrimientos iban a constituir los pilares sobre los que se sustentarían los futuros
avances científicos sobre el tema.

También en el siglo XIX se hizo el reconocimiento trigonométrico de la India,


descubriéndose que algunas estaciones de medición cuyas posiciones habían sido
determinadas mediante métodos astronómicos no coincidían con aquellas que
habían sido determinadas por triangulación. J. H. Pratt, clérigo y científico británico,
sugirió entonces que el macizo del Himalaya, situado al norte, estaba desarrollando
un ligero efecto gravitacional sobre la línea de plomada de los instrumentos de
reconocimiento, introduciendo por tanto errores en las mediciones. Después de
profundizar en sus investigaciones, Pratt llegó a la conclusión de que las montañas,
las colinas y las llanuras estaban "flotando" sobre un sustrato más denso y de que
sus alturas respectivas dependían de sus densidades; en sus hipótesis era necesario
que sus densidades fuesen distintas, puesto que asumía que sus bases se hallaban
en todos los casos al mismo nivel.

G. B. Airy, astrónomo real de la Gran Bretaña, aceptó la mayoría de las ideas de


Pratt, pero sugirió en cambio que posiblemente las montañas, las colinas y las
llanuras tenían en todos los casos la misma densidad y que sus alturas relativas se
debían principalmente a diferencias en su espesor. Indicó que un grueso bloque
cortical flotante se hundiría a mayores profundidades en el sustrato, pero su altura
por encima de la superficie seria asimismo mayor que la de un bloque más delgado
con la misma densidad. Este planteamiento constituye la denominada teoría Airy,
ampliamente aceptada en nuestros días. Se dice que cada uno de los bloques
flotantes está en equilibrio isostático o gravitacional.

Antiguamente se creía que tanto los plegamientos de capas inicialmente horizontales


como los grandes espesores de las rocas en las cadenas montañosas eran debidos
al proceso de contracción que experimentaba la Tierra a medida que se iba enfriando
de su alta temperatura inicial; pero la cantidad máxima de acortamiento de la corteza

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terrestre alcanzable mediante este mecanismo no permite explicar, por insuficiente,
algunos de los acortamientos que han sido observados. Así, el estudio de los
grandes pliegues de los Alpes europeos, efectuado ya a finales del siglo XIX por los
geólogos suizos Albert Heim y Joseph Cadisch, parecía indicar que los
compartimentos norte y sur de esta gran cadena montañosa se habían desplazado el
uno contra el otro; este desplazamiento habría comportado una importante reducción
horizontal del espacio original, ya que rocas estratificadas inicialmente horizontales,
acumuladas en un mar de unos 650 kilómetros de ancho, habían sido comprimidas y
convertidas en una cadena montañosa de tan sólo 160 kilómetros de ancho.

Investigaciones posteriores, en las que se utilizaron instrumentos geofísicos,


demostraron que esta compresión provocaba la formación de raíces profundas en las
rocas ligeras que constituían las montañas, tal y como Airy había sugerido
anteriormente. Actualmente, en el noroeste, Escandinavia está experimentando un
lento pero persistente alzamiento como consecuencia de la fusión del casquete de
hielo pleistocénico que la cubría, hace de ello unos 10,000 años; se calcula que para
que Escandinavia alcance el equilibrio gravitacional aún es necesario que esta región
se eleve unos 150 metros más.

2. 2. LA DERIVA CONTINENTAL

Tales movimientos verticales deben ser compensados por movimientos horizontales


profundos de materiales; esto nos lleva a la conclusión de que una parte del sustrato
de la corteza terrestre debe ser capaz, no sólo de fluir, sino también de transportar
las masas continentales suprayacentes.

En 1930, un explorador alemán murió entre los hielos que cubren Groenlandia.
Mientras vivió, y también durante muchos años después de su muerte, este hombre
fue considerado un lunático, puesto que sostenía que los continentes, empujados por
fuerzas invisibles, se desplazaban por encima de la faz de la Tierra. Nos referimos a
Alfred Wegener, astrónomo, meteorólogo y geofísico nacido en Berlin en 1880, hijo
de un predicador evangélico.

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Aunque hoy tiene por correcta la idea de Wegener sobre que los continentes se
desplazan de manera continua, en su tiempo fueron rechazadas por la mayoría de
científicos, si bien tuvo esforzados defensores en su fiel discípulo el geólogo
sudafricano Alexander Du Toit y en los afamados Arthur Holmes y Edward Bailey.

Cabe señalar que en el primer cuarto del siglo XX los geólogos norteamericanos
Frank Taylor y Howard Baker, elaboraron independientemente, al mismo tiempo que
Weneger, sus propias teorías sobre la deriva continental. La razón por la que
Weneger fuese reconocido como el padre de dicho concepto es bien simple: él no se
limitó, como hicieron sus colegas, a publicar sus ideas y a esperar que fuesen
aceptadas o rechazadas por la comunidad geológica, sino que dio publicidad a las
mismas. Además, Wegener fue de los primeros en ver la Tierra como un todo.

Weneger empezó a interesarse por la deriva continental desde 1910. Cinco años
más tarde, al recibir su doctorado, publicó sus ideas al respecto en una breve
monografía, que tuvo varias sucesivas reediciones provocando acalorada polémica.
La mayoría de opositores de Weneger no planteó ideas racionales ni científicas al
combatirlo, sino que simplemente objetó la teoría por hallarla increíble. Actualmente,
muchos aspectos de las ideas de Weneger han sido incorporadas a la teoría de la
tectónica de placas. Según Wegener:

a) Los continentes y los fondos oceánicos tienen una naturaleza esencialmente


distinta. Los continentes están formados por bloques de rocas graníticas (sial, de
sílice y aluminio) que flotan sobre rocas basálticas más densas (sima, de silicio y
magnesio), las cuales a su vez afloran en los fondos oceánicos.

b) La extensión inicial ocupada por el sial se ha reducido y su grosor ha aumentado


debido a los plegamientos a través de los tiempos geológicos. Simultáneamente a
este proceso se fue rompiendo en fragmentos, los cuales cubren actualmente un
tercio de la superficie de la Tierra.

17
c) A grandes rasgos, los actuales bloques continentales tienen los mismos
contornos que ya tenían en el Mesozoico al romperse el supercontinente que los
engendró.

Valiéndose de sus amplios conocimientos sobre todos los campos de las ciencias de
la Tierra, Wegener consiguió reconstruir ese supercontinente ensamblando
cordilleras, formaciones sedimentarias, evidencias de las huellas dejadas por
antiguas glaciaciones y la distribución de plantas y animales, tanto fósiles como
vivientes. Esa capacidad integradora es el aspecto más notable de la versión
wegeneriana de la deriva continental.

Wegener fue más lejos que sus predecesores indicando que los valles de rift
constituían una primera fase en la abertura de los continentes. Explicó que las
cordilleras montañosas eran, en muchos casos, el resultado del plegamiento de los
bordes de los bloques continentales producido a medida que se iban desplazando
sobre un material más denso, de forma similar al movimiento de icebergs.
Basándose en datos climáticos, Wegener llegó a la conclusión de que, al igual que
los continentes, también los polos se han desplazado (migración de los polos).
Según esta idea, la superficie de la Tierra se ha movido 4,000 kilómetros respecto a
los polos, desde el período Pérmico.

Wegener no recurrió a la idea de una Tierra en contracción o en expansión para


justificar la existencia de una fuerza motriz responsable de la deriva continental. Su
teoría explicaba que la fuerza motriz era suministrada por las fuerzas rotacionales y
mareales, lentas pero constantes, que han actuado a lo largo de los tiempos
geológicos. Algunas mediciones directas de la latitud y la longitud demostraban,
según Wegener, que ciertas áreas terrestres -especialmente Groenlandia- se
estaban moviendo a velocidades fácilmente mensurables.

En donde Wegener se equivocó fue en su explicación respecto al mecanismo que


producía la deriva continental. Las fuerzas externas por sí solas no pueden dar lugar
a la separación de los continentes produciendo movimientos en muchas direcciones
distintas durante millones de años.

18
En 1928, durante un simposio internacional de geología, Wegener fue duramente
criticado y fue entonces que marchó por tercera vez a Groenlandia, ahora para hallar
la muerte. Cuando se declaraban triunfantes los tradicionalistas, Arthur Holmes, de
la universidad de Edimburgo, enriqueció la teoría señalando que el mecanismo
responsable de la deriva continental las corrientes de convección impulsadas por el
calor de origen radiactivo en el interior de la Tierra. Sin embargo de que la teoría era
correcta lo cierto, habría de esperarse hasta la década de 1960 para ser finalmente
aceptada.

2. 3. LA EXPANSIÓN DE LOS FONDOS OCEÁNICOS

Esa década, y la anterior, fueron pródigas en el desarrollo de las técnicas y los


conocimientos geológicos. En 1960, el profesor Harry Hess, de la Universidad de
Princeton, presentó su teoría sobre la expansión de los fondos oceánicos. Hess
había sido oficial en un submarino de las fuerzas armadas norteamericanas durante
la Segunda Guerra Mundial y estaba muy familiarizado con el océano Pacífico. Hess
seguía al geofísico holandés F. Vening Meinesz en la creencia de que la súbita
ruptura del equilibrio isostático, evidenciado en las fosas oceánicas profundas
próximas al Japón, las Filipinas y las Indias Orientales, significaba que en esos
lugares la corteza estaba siendo curvada y hundida hacia abajo por una terrible
fuerza invisible, quizás el limbo descendiente de una corriente de convección en el
manto.

Durante muchos años, Hess había estado interesado por las montañas submarinas o
guyots -montañas de origen volcánico y cima aplanada que se levantan sobre los
fondos oceánicos-, de los cuales hay un gran número repartidos por todo el Pacífico.
Estaba convencido de que los guyots habían sido, en algún momento de su historia,
islas volcánicas normales truncadas a la altura del nivel del mar por la acción de las
olas; el hecho de que sus aplanadas cimas se encuentren ahora a diferentes
profundidades por debajo del nivel del mar era interpretado por Hess como una
evidencia de la subsidencia persistente de los guyots.

19
En los años de 1950 las investigaciones oceanográficas experimentaron un gran
auge: el mundo entero se sintió interesado por aquel 70% de nuestro planeta, hasta
entonces prácticamente desconocido, que yace bajo las aguas de los mares y
océanos. Uno de los primeros resultados de estas investigaciones fue el dragado de
fósiles cretácicos en las cimas de algunos guyots; siguió el descubrimiento de que en
los fondos del océano Pacífico habían muchos menos sedimentos de lo que cabía
esperar de acuerdo a su supuesta antigüedad. En todos los océanos se identificaron
y cartografiaron grandes cadenas montañosas submarinas, las dorsales medio-
oceánicas. Había llegado el momento de plantearse muchas cuestiones, y de
responderlas. Hess se preguntó a sí mismo: "¿Podria ser el Pacifico un océano
relativamente joven, no más viejo que el Mesozoico?" Y, basándose en sus
conocimientos acerca de los guyots, respondió afirmativamente a la pregunta. Vio
que las islas volcánicas truncadas por la acción del oleaje en las crestas de las
dorsales oceánicas se iban hundiendo progresivamente a lo largo de los taludes de
los relieves submarinos, hasta alcanzar varios miles de metros de profundidad. A
partir de esta observación dedujo que en los fondos oceánicos debían producirse
desplazamientos que provocaban el alejamiento paulatino de esas islas respecto a
las crestas de las dorsales, como si se tratase de una gigantesca cinta
transportadora.

La brillante sugerencia de Hess de que el fondo oceánico no era estático, sino móvil,
con procesos expansivos permanentes en las dorsales oceánicas, constituyó la base
de la teoría de la tectónica de placas, la cual alcanzaría su pleno desarrollo en la
década siguiente. Hess estaba, sin duda, influenciado por un predecesor, David
Griggs, quien en 1939, desde Harvard, sugirió que las rocas jóvenes que alcanzaban
la superficie de los fondos del océano Pacífico estaban asociadas con montañas
suboceánicas y que la expansión de rocas recién formadas a partir de esos picos
contribuía al crecimiento de los fondos oceánicos. Griggs también creía que una gran
célula de convección en el manto subyacía bajo el océano Pacifico y que la misma
era la responsable de esos fenómenos, provocando ascensos de materiales
profundos en el centro del Pacifico y descensos de materiales superficiales,

20
acompañados por frecuentes terremotos, en los bordes de los continentes
peripacíficos. Hess postuló que las grandes fosas oceánicas se habían formado
probablemente como consecuencia del hundimiento y consunción de la corteza
oceánica bajo los continentes adyacentes.

Las evidencias proporcionadas por la investigación de las ondas sísmicas ya habían


demostrado que la Tierra estaba constituida por varias envolturas concéntricas, cada
una de las cuales tenía un espesor y una composición diferentes. Desde el centro de
la Tierra hacia fuera –como hemos ya visto- esas envolturas son el núcleo interno, el
núcleo externo, el manto inferior y el superior, y la corteza. En la década de 1950 se
descubrió que el manto superior podía dividirse en dos subzonas, una de las cuales
es una zona pastosa, de comportamiento plástico, denominada capa de baja
velocidad debido a que las ondas sísmicas la atraviesan más lentamente a causa de
su falta de rigidez. En algunos lugares bajo los fondos oceánicos, las rocas son
calentadas hasta temperaturas muy elevadas en esa zona de plasticidad; ello
conlleva una disminución de su densidad, cosa que les confiere un carácter
expansivo, y provoca su ascenso relativo hacia las rocas más densas y más frías que
las circundan y sobre las cuales la gravedad ejerce un mayor efecto. Cuando esas
rocas plásticas ascendentes se aproximan a la superficie, se funden parcialmente,
dando lugar al vulcanismo de los fondos oceánicos y a actividad intrusiva por debajo
de los mismos. La nueva corteza oceánica así formada es durante un tiempo más
ligera que las rocas enfriadas que la rodean, y adquiere la forma de un lomo
elongado de materiales menos densos repartidos a lo largo de las grietas y fisuras a
través de las cuales han alcanzado la superficie los magmas que la han originado.

Se intensificaron paralelamente los reconocimientos geomagnéticos y por primera


vez se introdujo, como operación rutinaria en los trabajos oceanográficos, la
inmersión de magnetómetros que permitiesen registrar automáticamente las
variaciones de la intensidad del campo magnético terrestre. Los datos obtenidos
mostraron la existencia de zonas elongadas con intensidades magnéticas altas y
bajas; la anchura de esas zonas oscila entre unos pocos kilómetros y un centenar de
kilómetros; su longitud puede ser de varios miles de kilómetros. Esas zonas

21
elongadas, o anomalías magnéticas, son paralelas a las dorsales oceánicas. Era
evidente que los trazados de las curvas del campo magnético estaban dislocados por
grandes fallas submarinas; además, tales trazados estaban profundamente alterados
en las proximidades de las fosas oceánicas y en los márgenes continentales.

En 1956, un grupo de científicos que estaban trabajando en Inglaterra bajo la


dirección de Sir Edward Bullard, P. M. S. Blackett y Keith Runcom, descubrió que
existía un orden en las aparentemente desordenadas direcciones magnéticas
registradas en las rocas antiguas; así, llegaron a la conclusión de que los continentes
se habían desplazado los unos respecto a los otros y respecto a los polos
magnéticos durante largos periodos de tiempo geológico. Ese mismo año, Bruce
Heezen y Maurice Ewing, del observatorio geológico Lamont-Doherty, a orillas del rio
Hudson, descubrieron que los terremotos asociados con las dorsales medio-
oceánicas estaban concentrados a lo largo de un valle de rift central ubicado en el
vértice de la dorsal. Asimismo, noticiaron de que una cordillera montañosa
suboceánica de 64.400 kilómetros de longitud daba la vuelta al mundo por el océano
y fondo de los mares.

Hacia el año 1962, la explicación de Hess acerca del origen y la edad de las cuencas
oceánicas estaba ganando rápidamente adeptos entre la comunidad científica. Sin
embargo, fue Robert Dietz, un geólogo marino de Miami, el primero en utilizar la
expresión "expansión de los fondos oceánicos". La hipótesis de la expansión de los
fondos oceánicos en su forma totalmente desarrollada postula la creación continua
de corteza oceánica en las dorsales medio-oceánicas; los materiales del manto
alcanzan la corteza superior a través de los valles de rift de las dorsales. A medida
que van abriéndose y llenándose nuevas zonas de fisura, el fondo oceánico se
desplaza progresivamente hacia los lados de las dorsales medio-oceánicas activas.

La hipótesis fue puesta a prueba en 1963, cuando Frederick Vine y Drummond


Matthews combinaron las ideas de Hess acerca de la expansión de los fondos
oceánicos con las investigaciones en curso acerca de la escala de tiempo de las
inversiones geomagnéticas. A raíz de una campaña de dragado de los fondos

22
oceánicos, en el año 1961 Matthews estaba ya convencido de que la dorsal medio-
atlántica tenía un origen volcánico por completo. Vine creía que las evidencias clave
que permitirían demostrar la deriva continental tenían que hallarse en estudios sobre
geología y geofísica marinas. Trabajando juntos como miembros del equipo de Sir
Edward Bullard, en la Universidad de Cambridge, empezaron a comparar y a
contrastar sus ideas con los nuevos datos que iban siendo obtenidos en todos los
océanos del mundo. Como resultado de su esfuerzo conjunto surgió la hipótesis de
que las rocas volcánicas eyectadas continuamente en las dorsales oceánicas deben
quedar magnetizadas por el campo magnético terrestre existente en el momento del
enfriamiento de esas rocas volcánicas por debajo de lo que actualmente se conoce
como punto de Curie (temperatura de unos 600 °C, aproximadamente, por encima de
la cual las rocas pierden su magnetismo). Por debajo del punto de Curie, las
partículas que contienen hierro quedan magnetizadas permanentemente, según una
orientación paralela a la del campo magnético terrestre. La impronta magnética que
reciben es muy sutil, pero los modernos instrumentos permiten medirla datarla
fácilmente.

Se había descubierto hacía poco que el campo magnético de la Tierra ha sufrido


inversiones completas de su polaridad a intervalos irregulares de tiempo. Por tanto,
argumentaban Matthews y Vine, la sucesión de anomalías magnéticas de los fondos
oceánicos debe haber sido causada directamente por tales inversiones y constituye,
de hecho, un registro fósil de las inversiones del campo magnético terrestre a lo largo
de los tiempos geológicos. Además, sugirieron que la distribución de las bandas de
anomalías magnéticas debería ser simétrica y paralela a uno y otro lado de las
dorsales expansivas medio-oceánicas.

En los años 60, y después de que el Proyecto Mohole (que pretendía perforar la
corteza hasta alcanzar el manto) fuese abandonado, la "National Science
Foundation" patrocinó el "Joint Oceanographic Institutions foz Deep Earth Sampling".
El buque oceanográfico escogido fue el Glomar Challenger, el cual, una vez
modificada su sarta de perforación petrolífera, podía extraer testimonios de roca de
los fondos oceánicos de casi dos kilómetros de longitud. Según la hipótesis de la

23
expansión de los fondos oceánicos, se había predicho que en las crestas de las
dorsales medio. oceánicas sólo deberían hallarse basaltos jóvenes; se había
predicho, asimismo, que la edad de las rocas de los fondos oceánicos, tanto
volcánicas como sedimentarias, debería aumentar progresivamente a medida que lo
hacía la distancia respecto a las dorsales. El Glomar Challenger empezó a trabajar
en el Atlántico y muy pronto se demostró que la hipótesis de la expansión de los
fondos oceánicos estaba en lo cierto: no había ningún indicio de la presencia de
sedimentos antiguos en la parte central de esa cuenca oceánica. Este hallazgo era
de gran importancia, porque el descubrimiento de sedimentos antiguos en ese lugar
habría significado el fin de las hipótesis de la expansión de los fondos oceánicos y de
la tectónica de placas.

Actualmente se sabe que en ningún océano del mundo hay sedimentos más antiguos
que el Jurásico. La combinación de la datación radiométrica de rocas volcánicas
mediante el método del potasio-argón con diversos estudios paleomagnéticos
permitió desarrollar una escala de tiempo global de las inversiones paleomagnéticas
susceptible de ser aplicada a las investigaciones sobre los fondos oceánicos. Este
hecho, unido a un importante incremento de la cantidad y la calidad de los datos
acerca de las bandas magnéticas, hizo que la hipótesis de Vine y Matthews ganase
rápidamente adeptos. La prueba definitiva la proporcionó la medición detallada del
perfil magnético transversal de la dorsal del Pacífico Oriental, al sur de la Isla de
Pascua. Era evidente que las bandas magnéticas eran simétricas a uno y otro lado
de la dorsal, tal y como se había predicho con anterioridad. La hipótesis era acertada
y podía, por tanto, ser elevada a la magna categorfa de teoría. Hess, Vine y
Matthews habían forjado la pieza clave que permitiría penetrar en los misterios de las
cuencas oceánicas mundiales. A partir de ese momento ya era posible decir cómo y
cuándo se había formado una cuenca determinada, con un grado de exactitud sin
precedentes.

En la misma época, a comienzos de los años 50, en que se produjo este gran avance
en las ciencias oceanográficas, empezó a instalarse una red sismográfica
normalizada a escala mundial. El planteamiento inicial de la misma era el llegar a

24
diferenciar las ondas sísmicas generadas por los ensayos nucleares de las ondas
sísmicas producidas por los terremotos con el fin de registrar y controlar la
realización de tales ensayos, especialmente si eran secretos y los llevaban a cabo
potencias enemigas. Sin embargo, este sistema de detección también proporcionó, y
sigue proporcionando, muchísimos datos de gran calidad y valiosísimas informa-
ciones originales acerca de las posiciones y las profundidades de los focos de un
gran número de terremotos. Se descubrió que, en general, los focos de los seismos
se alineaban a lo largo de unos cinturones paralelos a las grandes cadenas
montañosas, incluidas las dorsales medio-oceánicas; además, se vio que dichos
focos se situaban sobre planos inclinados que representaban la continuación de la
corteza de las grandes fosas oceánicas por debajo de las masas continentales o
arcos de islas adyacentes.

2. 4. LA TECTÓNICA DE PLACAS

Tuzo Wilson, de la Universidad de Toronto, se dio cuenta de que los movimientos de


la corteza terrestre se concentraban principalmente en tres tipos de elementos
estructurales caracterizados por su elevada actividad volcánica y sísmica: sistemas
montañosos y arcos insulares (cinturones móviles), dorsales expansivas medio-
oceánicas, y grandes fallas con importantes desplazamientos horizontales. En 1965
sugirió que estos cinturones móviles, dorsales expansivas y grandes fallas estaban
interconectados por una especie de malla continua que dividía la superficie de la
Tierra en varias placas rígidas. Además, indicó que, en sus bordes aparentes,
cualquiera de esos tres tipos de elementos estructurales podía transformarse en uno
de los otros dos tipos.

Entre 1967 y 1969, tres jóvenes geofísicos, Jason Morgan, de la Universidad de


Princeton, Dan McKenzie, miembro del equipo de Bullard en Cambridge, y Xavier Le
Pichon, un francés que había pasado varios años en el Lamont, formularon lo que
pronto seria conocido como teoría de la tectónica de placas: una elegante hipótesis
que permitía explicar y predecir movimientos de las placas corticales en que podía
ser dividida la superficie de nuestro planeta. Sus trabajos provocaron una nueva

25
explosión de las investigaciones geológicas que condujeron a la actual concepción
global de la Tierra.

Se descubrió que las dorsales constructivas medio-oceánicas, las fallas


transformantes a lo largo de las cuales unas placas corticales se deslizan unas tras
otras, y los márgenes destructivos de las fosas oceánicas, los arcos insulares y
algunos continentes, estaban todos ellos interrelacionados por una malla global de
zonas de sismicidad que subdividía a la superficie de la Tierra en seis placas
principales y en seis placas menores, además de otras microplacas.

El vulcanismo genera nueva corteza oceánica en forma de rocas menos densas que
alcanzan la superficie en las dorsales expansivas medio-oceánicas. Estas dorsales
están cizalladas transversalmente por fallas transformantes debido a las diferentes
tasas de expansión existentes a lo largo de sus ejes; las tasas actuales de
crecimiento de los fondos oceánicos pueden ser determinadas mediante las escalas
de tiempo de las bandas magnéticas.

La corteza oceánica es tanto más vieja cuanto más alejada está del eje de la dorsal
que la generó; esa corteza puede ser destruida en las denominadas zonas de
subducción de las fosas oceánicas; en esas zonas, la corteza oceánica se hunde
debajo de la placa adyacente dando lugar a la aparición de un plano inclinado
sísmicamente activo. Tanto la expansión de los fondos oceánicos como la teoría
unificada de la tectónica de placas fueron confirmadas y con ello nació la geología
moderna.

Paralelamente, Edward Bullard, Jim Everett y Alan Smith estaban intentando encajar
los perímetros geográficos de las actuales masas continentales valiéndose de las
más modernas técnicas y de los más sofisticados programas de computador
existentes por aquel entonces en Cambridge. Salvo raras excepciones, alcanzaron
su objetivo. Tomando como verdadero límite de los continentes el borde de la
plataforma continental, y no las líneas de costa, América encaja con Africa
meridional, el noroeste de Africa encaja con el este de América del Norte, y el norte
de Canadá encaja con el este de Asia. El conjunto formado por Australia, la India y la

26
Antártida encaja bastante bien con el margen oriental de Africa. Este rompecabezas
culminó en la reconstrucción de un gran supercontinente al que se llamó Pangea
(significa "todas las tierras"), término que ya había sido utilizado por Wegener.

Esa reconstrucción de la antigua posición relativa de los continentes fue inme-


diatamente aceptada por la mayoría de geólogos y geofísicos. Evidentemente, el
clima científico había cambiado. Tal y como Wegener había predicho, la existencia
de un antiguo Pangea permitía explicar muchos de los problemas que hablan estado
inquietando a los geólogos durante décadas y décadas; las antiguas edades de
hierro, la evolución de las plantas y los animales, sus migraciones, las diferencias y
las similitudes estructurales y geológicas entre diferentes continentes, todo podía ser
entonces explicado. Por ejemplo, se sabía que los mamíferos habían evolucionado
de maneras distintas en continentes diferentes -el oso pardo, el oso polar, el oso
hormiguero, el elefante, el canguro, y muchos otros- a pesar de que en muchas
ocasiones tenían ancestros comunes en la línea evolutiva. Esos antecesores no
habrían podido cruzar los extensos océanos que actualmente separan los
continentes, y la existencia de puentes terrestres que cruzasen los actuales océanos
facilitando migraciones masivas desborda incluso la imaginación científica más
calenturienta. Pero si los actuales continentes, tan alejados entre sí, formaron una
única masa de tierra en algún momento del pasado, estos problemas evolutivos
desaparecen por completo.

Actualmente, sabemos que la enorme placa continental cortical del Pangea empezó
a romperse hace unos 200 millones de años, cuando algunas dorsales expansivas
empezaron a manifestarse por debajo de la misma subdividiéndola en muchas
piezas menores, entre las cuales surgieron los nuevos océanos. Africa y Sudamérica,
por ejemplo, fueron separándose a medida que iba creciendo el Atlántico Sur. Con
esto se demostraba que las observaciones efectuadas por Francis Bacon podían ser
explicadas ahora de forma racional: ¡los continentes se han fragmentado y se
desplazan por la superficie de la Tierra!

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La deriva de los continentes puede provocar tanto su fragmentación como su
colisión. Pangea es tan sólo uno de los numerosos supercontinentes que han debido
existir a lo largo de la historia de la Tierra; es probable que la ruptura y la
reintegración repetidas de los continentes hayan jugado un papel muy importante en
la evolución de muchas especies de seres vivientes, entre las cuales no deja de estar
el propio hombre.

2. 5. TERREMOTOS Y VOLCANES

La teoría de la tectónica de placas explica por qué los terremotos y los volcanes se
concentran a lo largo de estrechos cinturones y por qué los volcanes situados en
tierra firme suelen estar a menos de 200 kilómetros de distancia del mar. También
explica por qué en algunas de esas zonas o cinturones los terremotos son de origen
somero (como en la vecindad de la Falla de San Andrés), mientras que en otras
zonas los focos sísmicos se hallan a gran profundidad (como en la región de Tonga-
Kermadec). Además nos enseña por qué los fondos oceánicos son más jóvenes que
los continentes que les rodean.

Cuando dos placas colisionan, puede ocurrir una de las siguientes cosas: Puede
haber un choque frontal entre una placa oceánica y una continental; esto es lo que
está ocurriendo actualmente aguas afuera de la costa de Sudamérica, en donde la
placa del Pacífico Este o placa de Nazca va descendiendo progresivamente por
debajo de la placa arrugada de Sudamérica; este proceso de subducción genera
grandes cantidades de calor procedente de la fricción entre ambas placas. Esa
fricción provoca terremotos, los cuales a menudo tienen consecuencias catastróficas,
como el del año 1971 en Yungay. Este terrible desastre, con un costo de 50.000
vidas humanas, no ha sido, sin embargo, el único.

En otros lugares, en vez de colisionar frontalmente, dos placas que se encuentran


pueden deslizarse lateralmente la una respecto a la otra a lo largo de un sistema de
fallas transformantes. La fricción generada durante el deslizamiento también puede
provocar inmediatamente terribles terremotos. Fue precisamente el sistema de fallas

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transformantes de San Andrés, en California, el responsable de la destrucción de la
ciudad de San Francisco en 1906.

Pero tanto si la colisión es directa como si no lo es, la gente que vive en esos
cinturones activos de colisión entre placas tiene que asumir que se halla sometida a
un riesgo permanente de sus vidas.

3. LAS ERAS GEOLÓGICAS Y LA EVOLUCIÓN


DE LA VIDA
Principiando por la más antigua, la primera era geológica se denomina Arcaica o
Precámbrica, y de acuerdo a cómo aparece y evoluciona en ella la vida, puede
considerarse una subdivisión, llamando Azoica a la fase temporal sin vida y
Proterozoica a aquella donde la vida se origina. Esta subdivisión puede obviarse si
se atiende a que la ciencia discute hoy no tanto cuándo sino dónde se originó la vida
que evolucionó en nuestro planeta. Como proceso químico primordial, la probabilidad
de un origen de la vida fuera de nuestro planeta es la que motiva creciente interés.

3. 1. LA ERA PRECÁMBRICA

La era Precámbrica empieza con la formación de la Tierra, hace 4,600 millones de


años. El primer evento digno de anotarse fue la formación del mar primitivo, hace
4,000 millones de años. En ese mar surgió la vida, posiblemente hace 3,500 millones
de años, en forma de virus, bacterias y primitivas algas. Una vida primitiva que
prosperó por cerca de dos mil millones de años con una atmósfera muy distinta a la
que hoy tenemos.

29
Hace 1,800 millones de años, como vimos en el capítulo anterior, se formó la nueva
atmósfera, rica en oxígeno, creada por las formas vegetales de los mares que
recibiendo la luz solar accionaron el proceso de fotosíntesis. Esa nueva atmósfera, la
nuestra, resultó letal para la vida primitiva, dando paso a la primera extinción masiva.
Sobrevivieron las formas que buscaron el fondo de los mares, cuya actividad
tectónica genera altas temperaturas; con el tiempo habrían de emerger junto con la
tierra firme, pero sumergidas en ciénagas y pantanos, evitando el oxígeno. Y
muchísimo tiempo después encontrarían otro habitat propicio en los organismos de
los grandes animales, sobre todo en sus estómagos, siempre en estado de
fermentación.

3. 2. LA ERA PALEOZOICA

Sucedió luego la era Paleozoica, cuyo nombre quiere dar a entender que ella se
desarrolló la “vida antigua”. Corrigiendo dataciones manejadas hasta hace poco, sus
inicios se fijan hace unos 1,000 millones de años, en que se diversifican las algas,
gigantesca pradera en el océano. Hace unos 750 millones de años los primeros
organismos vivientes empiezan a desarrollar células especializadas e
interdependientes. Surgen entonces los invertebrados inferiores y aparecen los
primeros animales que respiran oxígeno. El siguiente evento significativo, unos cien
millones de años después, fue la aparición de animales con concha, los
invertebrados multicelulares. Prosperan las esponjas, moluscos, braquiópodos y
trilobites, apareciendo los protocordados.

La era Paleozoica se divide en varios períodos y el más antiguo es el Cámbrico, en


cuyo apogeo el mar sigue mostrando muestra algas en abundancia, a la vez que se
dan los primeros indicios de vegetación en la tierra firme que ha emergido. Se
desarrollan los arqueociatos, corales, braquiópodos, trilobites, crustáceos, moluscos
y equinodermos. Y hace 550 millones de años evolucionaron los peces armados,
primeros animales con espina dorsal.

El siguiente período, que se data desde los 440 millones de años antes del presente,
es el Silúrico; prospera la vegetación de psilofitas en tierra firme; dominan en el mar

30
los trilobites, gigantostráceos y equinodermos; y surgen los primeros artrópodos de
tierra firme. Hace 400 millones de años empieza un nuevo período, el Devónico,
donde a la par que las psilofitas se desarrollan en tierra firme los helechos, licopodios
y equisetáceos; prosperan en el mar los grandes peces, como los tiburones y los
esturiónidos; y compartiendo el agua y la tierra surgen los anfibios, juntamente con
los insectos. Viene a continuación el período Carbonífero, a partir de los 350 millones
antes del presente, que es cuando aparecen los reptiles; y surgen bosques de
plantas criptógamas, que se reproducen por esporas.

Finalmente, hace 275 millones de años, sobreviene el Pérmico, último período de la


era Paleozoica, en el que se amplían los continentes, emergen las cordilleras y el
planeta deja de tener una superficie uniforme, con la consiguiente diversidad
climática que genera cambios en las formas de vida. Las criptógamas arborescentes
comienzan a desaparecer cediendo terreno a las plantas fanerógamas
gimnospermas, que se reproducen por semillas, aunque carentes de frutos; en el mar
se extinguen los trilobites y braquiópodos. Muchos anfibios también se extinguen,
pero los reptiles se adaptan al cambio, pues son los primeros animales en tener una
piel y los primeros también en generar huevos con cáscara, lo que favorece su
reproducción, naciendo sus críos no en estado embrionario como los anfibios sino
completos y respirando ya no por medio de branquias, sino con pulmones. Así
desarrollados, quedan aptos para dominar el planeta y destaca entre ellos el
tecodonte, antecesor del dinosaurio.

3. 3. LA ERA MESOZOICA

La siguiente era es la Mezozoica, de la “vida media”, que se inicia hace 230 millones
de años. Su primer período es el Triásico, en el que evolucionan las plantas
fanerógamas angiospermas, cuyas semillas con envoltura generan frutos; en el mar
prosperan los moluscos superiores, los cefalópodos, pulpos y jibias; también
diversidad de peces de esqueleto óseo y cartilaginoso. Habituándose al agua y a la
tierra aparecen muchas especies nuevas de reptiles, pequeños y grandes, entre
estos últimos los ictiosaurios y los plesiosaurios, voraces carnívoros marinos. De

31
este período son también las primeras lagartijas, tortugas y cocodrilos; en sus finales,
aproximadamente hace 200 millones de años, aparecen los primeros mamíferos,
muy pequeños en tamaño, generados al parecer por el cynognathus, un reptil que se
alzó sobre sus cuatro patas en tierra firme.

El siguiente período, el tan mentado Jurásico, empezó hace 190 millones de años;
famoso pues en él iban a reinar los reptiles gigantescos, los dinosaurios que se
propagaron por toda la tierra firme, los océanos y los espacios aéreos, beneficiados
por un clima ligeramente húmedo y cálido, donde predominaban los helechos y
gimnospermas de gran tamaño. Entre esos “lagartos terribles” estuvo el brontosaurio,
un herbívoro terrestre de 25 metros de longitud y 5 de altura, con un peso superior a
las 35 toneladas; otro fue el pterodáctilo, reptil volador que con las alas desplegadas
alcanzaba los ocho metros, carnívoro de aguzados dientes que se alimentaba de
peces. Finalizando este período, hace unos 140 millones de años, se originaron las
aves, de las que la arqueopterix, del tamaño de una paloma, fue tal vez la primera,
generada al parecer por un pequeño reptil que para salvarse de sus predadores se
adaptó a la vida en los árboles.

El Cretáceo fue el último período de la era Mesozoica y se data desde los 140
millones de años antes del presente; el clima varía y consecuentemente la
vegetación experimenta notables cambios, prosperando las palmeras, lirios, hayas,
ficoideas, robles, abedules, alisos y vides. En el mar y en los ríos los peces de
esqueleto óseo predominan sobre los de esqueleto cartilaginoso; de los anfibios sólo
quedan las ranas, sapos, salamandras y tritones.; evolucionan relativamente los
insectos, las aves y en menor escala los mamíferos. Pero quienes de desarrollan de
manera extraordinaria son los nuevos representantes de los reptiles, que alcanzan
dimensiones gigantescas; el dominante, aunque recientes investigaciones quieren
probar lo contrario, fue el tiranosaurio rex, el “tirano rey de los lagartos”, al que se
considera como el más temible de todos los carnívoros que hayan existido en
cualquier época en la Tierra, por la fuerza de su imponente estructura ósea, que en
posición de combate, incorporado sobre las patas traseras, alcanzaba los nueve
metros de altura. Otros gigantes fueron el triceratops, hervírboro que generó escudos

32
óseos como adaptaciones defensivas ante la voracidad de los carnívoros y el
pteranodón, un enorme saurio volador.

Hace unos 80 millones de años, el clima donde habían prosperado los dinosaurios
sufrió severas alteraciones. Las investigaciones geológicas revelan en diversas
partes del planeta varias capas oscuras delimitando las eras Mesozoica y Cenozoica.
Algo espectacular debió suceder y ha ganado consenso la teoría de que una
extraordinaria explosión nuclear sacudió la Tierra, impactada posiblemente por un
gran cometa. A consecuencia de la misma se enrareció la atmósfera, sucediéndose
una “larga noche” que duró décadas sino siglos. Disminuyó notoriamente la
temperatura, la exuberante vegetación amenguó hasta su mínima expresión y
correlato de ello fue la hambruna de los dinosaurios herbívoros, que se extinguieron,
provocando a la vez la extinción de sus predatores, los dinosaurios carnívoros.

Siendo animales de sangre fría, sin temperatura propia, los dinosaurios no pudieron
adaptarse al cambio, lo que sí ocurrió con aves y mamíferos, animales de sangre
caliente y temperatura independiente del medio que los rodea. La mayoría de los
mamíferos, además, había generado un proceso reproductivo superior, el
placentario, protegiendo la descendencia en sus propios organismos, lo que los elevó
a la cumbre en la jerarquía animal.

3. 4. LA ERA CENOZOICA

Adviene entonces la era Cenozoica, de la “vida reciente”, con el resurgimiento de un


clima benigno hace unos 75 millones de años. Aparecen entonces los géneros de
plantas actuales, y se desarrollan los mamíferos. Su primer período es el Terciario y
en sus inicios se diversifican los órdenes de los mamíferos, destacando los
insectívoros, roedores, herbívoros protoungulados, deuteroacuáticos o protocetáceos
y los primates. Al contrario de lo que sucede con las plantas, esa fauna tendría poca
similitud con la actual; muchos de sus ejemplares se extinguieron y otros generaron
mutantes muy distintos de sus predecesores.

33
Puede citarse como especies prototípicas de la fauna del Terciario, sin mencionar a
los primates cuya evolución veremos aparte, al hiparión, un pequeño caballo de tres
dedos; al machairodo o tigre con dientes de sable; al indricoterio o rinoceronte sin
asta; al sivaterio o jirafa-búfalo y a los proboscidios mastodonte y dinoterio. Es a
finales del siguiente período, el Cuaternario, en que tras severos cambios climáticos
empieza a configurarse recién la fauna que nos es contemporánea.

3. 5. EVOLUCIÓN DE LOS PRIMATES

De lo hasta aquí expuesto sacamos en conclusión que vivimos en la era que la


geología y la biología llaman Cenozoica, en la cual evolucionó nuestra clase animal,
la de los mamíferos, que a su vez se diversificó en varios órdenes, entre ellos el de
los primates, que es el nuestro. Diferenciándonos del resto de mamíferos, los
primates íbamos a generar características peculiares, citándose como principales las
siguientes: a) Aumento del tamaño del cerebro en comparación al tamaño del
cuerpo. b) Hueso occipital situado en la base del cráneo. c) Tendencia a la posición
erecta. d) Ojos situados en la parte frontal del rostro.e) Visión tridimensional y
estereoscópica. f) Disminución o ausencia de hocico. g) Detrimento del olfato a
consecuencia de haber mejorado la visión. h) Garras transformadas en dedos con
uñas planas. i) Mamas pectorales.

En la clase de los mamíferos somos los de mayor inteligencia, los primeros: de allí el
nombre de primates. Pero estando los primates a su vez diferenciados, tenemos
entre ellos parientes lejanos y cercanos. Los prosimios son los menos evolucionados,
les siguen en orden ascendente los monos del Nuevo Mundo, luego están los monos
del Viejo Mundo y finalmente los simios antropoides, hominoideos como nosotros. No
aparecieron de pronto ni a un mismo tiempo: fueron evolucionando
consecutivamente, del menos al más inteligente, quedando en el camino muchos
proyectos truncos, inacabados o terminales.

3. 5. 1. DEL PLESIADAPIS AL GIGANTOPITHECUS

34
Hace unos 70 millones de años, en la época llamada Paleoceno, comenzaron a
prosperar los primeros primates, en las selvas de Europa y América. Los han
descubierto en Francia, Estados Unidos y Bolivia. Se les ha llamado Plesiadapis,
Purgatorious y Branisella. De reducido tamaño, saliendo de la nocturnidad, en un
principio insectívoros, saltaban de árbol en árbol, casi cual ardillas modernas. Pero
en ellos habría de ocurrir un cambio trascendental: sus ojos empezaron a deslizarse
hacia la parte frontal del rostro; esto movió una creciente curiosidad por observar lo
que cogían con sus garras (que tenían ventosas) y la manipulación las fue
transformando.

Durante unos treinta millones de años estos primitivos primates se multiplicaron en


una clima que los favorecía; y recién hace unos 40 millones de años, en la época
conocida como Eoceno, apareció un primate distinto, cuyo fósil se ha encontrado en
Birmania, algo parecido al mono, de donde deriva su nombre: Amphipithecus.

Se considera a los Plesiadapis como lejanos antecesores de los actuales prosimios,


y al Amphipithecus como origen de los monos, en un tiempo en que éstos iban a
separarse por áreas continentales. En Ámérica no hubo más evolución de los
primates, pero sí en África, Asia y Europa.

Territorios que hoy pasan como de los más secos en el mundo, en Egipto, fueron en
el Oligoceno ricos en ríos y selvas. Un sitio nombrado El Fayoum, al norte de El
Cairo, contiene el más rico emporio de fósiles de ese período. Uno de ellos, el
Oligopithecus, de unos 32 millones de años, muestra 32 dientes y molares con cuatro
cúspides: esto sirve para inscribirlo en la escala ascendente de los primates, pues
dicha configuración dental es propia de los monos del Viejo Mundo. El Fayoum debió
ser escenario de continuos cambios, pues allí surgió también Propliopithecus, un
paso adelante en la evolución si consideramos que hace 30 millones de años
mostraba molares con cinco cúspides: la quinta cúspide es potestad de los simios
antropoides y del hombre.

De los simios antropoides, nuestro más cercano pariente es el chimpancé, con el que
compartimos el 99% de genes. En orden descendente lo siguen el gorila, el

35
orangután y el gibón o siamang. Probables antecesores de todos ellos vivieron en el
Mioceno. El Propliopithecus que ya hemos citado, se considera antecesor del gibón,
por tener las extremidades superiores alargadas, como éste. Ejemplares hallados en
Asia, como el Sivapithecus, son comparados con el orangután. Para el gorila y el
chimpancé, están el Procónsul major y el Procónsul africanus, que Louis Leakey
encontrara en Kenia. Los fósiles citados muestran dentaduras en forma de U, con
bóveda plana, propias de los simios, mas no del hombre, cuya dentadura forma un
arco que se abre hacia atrás, con bóveda arqueada.

Pero sucede que en el Mioceno, precisamente donde prosperaban los


protoantropoides, y por la misma época, aparecieron también posibles antecesores
de los homínidos, si para considerarlos como tales nos remitimos a la dentadura en
forma de arco que se abre hacia atrás, con la bóveda arqueada. Edward Lewis,
hacia 1925, descubrió el primer fósil con tal característica, llamándolo Ramapithecus
brevirostris. Poco caso se hizo de él, más transcurrido un cuarto de siglo el famoso
Louis Leakey anunció el hallazgo de una mandíbula similar en Kenia, proclamando la
existencia del Kenyapithecus wickeri, con una antigüedad de 14 millones de años, la
misma que se propusiera para el Ramapithecus. Pero aparte de las mandíbulas no
hay mayores indicios probatorios para que dichos fósiles se consideren como de los
primeros homínidos. En la actualidad los científicos creen que los homínidos
emergieron mucho más recientemente, diferenciándose de los antropoides sólo hace
unos seis o siete millones de años, en los finales del Plioceno.

Lo cierto es que en el Mioceno aparecieron, evolucionaron y se extinguieron otros


varios primates, entre ellos uno que alcanzó a tener casi el doble del tamaño que un
gorila actual, razón por la que se le ha dado el nombre de Gigantopithecus, cuyos
restos se han encontrado en varios sitios del continente asiático, habiendo sido
datados de diez a un millón de años antes del presente. Esa antigüedad nos indica
que Gigantopithecus fue conocido por nuestro abuelo el Homo erectus.
Desaparecería al enfriarse considerablemente el clima, y tal vez en conflicto con
seres más inteligentes.

36
Esos primeros pasos hacia el proceso de hominización se dieron en un ecosistema
propio del límite boscoso de la pluviselva tropical, que existió en Europa, Asia y
África. Pero las selvas y los bosques prácticamente desaparecieron en la Europa
meridional y en el Asia central y oriental hace unos diez a ocho millones de años,
desapareciendo también los primates evolucionados en el Mioceno. Ello fue causado
por las tremendas alteraciones geomorfológicas que entonces se sucedieron,
principalmente la formación de un valle de fractura (rift) en el continente africano, lo
que habría de influir decisivamente en la evolución de nuestros más cercanos
ancestros.

3. 5. 2. ANTES DE LOS AUSTRALOPITHECUS

A finales del Mioceno el continente africano fue escenario de violentas


transformaciones geomorfológicas. En la parte oriental fallas o grietas dieron lugar al
nacimiento de un extenso valle de rift o de fractura, en medio de constante actividad
volcánica que dio lugar al nacimiento de cordilleras y una cadena de grandes lagos,
alimentados por numerosos ríos. Surgió allí entonces una extensa sabana tropical,
medio ambiente que fue propicio para la evolución de los homínidos.

El valle de rift esteafricano se extiende de norte a sur desde el extremo meridional de


Turquía hasta la desembocadura del río Zambeze, atravesando países como Etiopía,
Kenia y Tanzania que son precisamente los que han proporcionado valiosos
vestigios de fósiles de homínidos. El ancho del valle llega en algunos lugares hasta
los ochenta kilómetros y en profundidad puede alcanzar hasta los trescientos metros,
mostrando diversos hábitat según la altitud.

Los primates evolucionados en los linderos boscosos de la pluviselva tropical, se


vieron ante un nuevo medio ambiente, de sabana, llanura o pradera extensa, cubierta
de gramíneas con cierto recubrimiento arbóreo, donde hallaban abundante alimento
inmensas manadas de animales ramoneadores (antílopes, cebras, jirafas) y sus
depredadores (leones, tigres, hienas, perros). Los primates que sobrevivieron a la
fractura del rift y a la aparición del nuevo entorno geográfico, debieron soportar
entonces un severo proceso de adaptación, verificándose en algunos de ellos las

37
mutaciones que condujeron a la aparición de nuevas especies, cada vez más
cercanas a la nuestra. Sin embargo, hay un vacío de fósiles, por así decirlo, entre los
ramapithecinos y los australopithecinos. Los lugares donde podría hallárseles
posiblemente han sufrido grandes disturbaciones. De hecho, debieron existir
homínidos o protohomínidos antes de los Australopithecus, con cinco, seis o siete
millones de años de antigüedad. Fue por entonces que se diferenciaron simios y
homínidos; sin embargo, el llamado “eslabón perdido” está lejos de haberse
encontrado.

La prensa ha publicado notas preliminares sobre Pre-Australopithecus, conjeturando


sobre la existencia de especimenes que tuvieron oponible el dedo gordo del pie, de
lo que se infiere que debieron compartir su vida diaria entre los árboles y la pradera.
Gente tan seria como Tim White, Meave Leakey y Allan Walker insinúan haber
descubierto homínidos de más de 5 millones de años, reservándose el anuncio
formal hasta finalizar la investigación. Richard Leakey se refirió también a restos
fragmentarios de un homínido de 5’500,000 años, hallado en Lothagam, al suroeste
del lago Turkana.

En términos rigurosamente científicos, se reporta la presencia de homínidos sólo


desde hace 4’400,000 años, que es la datación que se fija para fósiles del
Ardipithecus ramidus descubierto entre 1992 y 1993 por la expedición de Tim White,
Berhane Asfaw y Gen Suwa, en la aldea de Aramis, situada al noreste de Addis
Abeba, capital de Etiopía. Se recogieron restos varios de diecisiete individuos, en
especial dientes, parte de una quijada, de un cráneo y de un brazo que tiene tanto
de homínido como de chimpancé. La talla promedio se estima en poco más de 1.20
m. Tim White ha declarado que Ardipithecus ramidus tiene más parecido a un simio
que a un Australopithecus, diferenciándose de éste por tener molares más pequeños,
caninos más grandes y una capa más delgada de esmalte dental, lo cual sugiere que
se alimentaba de frutas y vegetales fáciles de masticar. Habría vivido entre el límite
boscoso y la sabana. Su nombre está en referencia con lo que parece representar:
Ardi se traduce como tierra en la lengua de los Afar; y ramid quiere decir raíz. La
prensa ha noticiado hace poco que el equipo de Tim White ha ubicado otros fósiles

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de ese homínido, pero no existe información oficial al respecto. Se sabe de un
esqueleto parcial hallado en la región por Yohannes Haile-Selassie, con probable
evidencia de bipedismo: “los estudios preliminares indican que el ramidus andaba
erguido”, se lee en un reciente informe de Times, pero esta aseveración no ha sido
aún confirmada.

3. 5. 3. EL HOMÍNIDO BÍPEDO MÁS ANTIGUO

Ante ello, el homínido que definitivamente es sindicado como el primero que practicó
el bipedismo es el Australopithecus anamensis, originalmente llamado también
Australopithecus bahrelghazali. Aunque presentado sólo hace unos años al gran
público, bueno es recordar que el primer vestigio fósil, un húmero con más de 4
millones de años, fue ubicado por Bryan Patterson, en Kanapoi, Kenia, el año 1965.
Casi treinta años después, en 1994, el equipo de Meave Leakey, la esposa del
famoso Richard Leakey, y Allan Walker, descubrieron nuevos fósiles de anamensis,
en dos sitios cercanos al lago Turkana, en Kenia. Definitivamente eran
Australopithecus, pero más primitivos que los afarensis de la región; sus dientes y
quijadas son muy similares a los de los simios fósiles más antiguos. Por esas
peculiaridades fue que se les dio el nuevo nombre, Australopithecus anamensis, en
referencia al sitio del descubrimiento: anam significa lago en la lengua nativa.

Los hallazgos de Peter Nzube y Kamoya Kimeu, en Kanapoi y Allia, también en


1994, no sólo han confirmado la antigüedad del anamensis, llevándola hasta los
4’100,000 años, sino que corroboran fehacientemente la tesis de que en tan
temprana época los homínidos andaban ya erguidos. Un fragmento de tibia ha
mostrado fuerte evidencia de bipedismo y tiene mucho de humano uno de los
húmeros hallados. Pero bueno será aclarar que no caminaban exactamente como
nosotros, pues sus piernas eran muy cortas. De cualquier forma, los huesos de las
extremidades inferiores no parecen encajar con los de un cráneo muy primitivo
hallado en el contexto, pero para sus descubridores tal diferencia es la que
precisamente identifica al anamensis. Sin embargo, hay quienes sostienen que el
área fue habitada en la misma época por dos grupos distintos de Australopithecus, lo

39
que explicaría las desconcertantes diferencias evolutivas entre los huesos de cráneo
y los de esqueleto encontrados. Convencida de la precedencia de los anamensis,
Meave Leakey cree que fueron los directos antecesores de los Australopithecus
afarensis. De acuerdo con ello, Ardipithecus ramidus habría sido sólo una “especie
hermana”.

3. 5. 4. LOS AUSTRALOPITHECUS AFARENSIS

La década de 1970 fue pródiga en el descubrimiento de Australopithecus en el Africa


centro-oriental. Hasta entonces sólo se conocían las variedades africanus y robustus,
de Africa del Sur y el boisei, de Olduvai, con una datación no mayor de 2 millones de
años. Principal escenario de los nuevos descubrimientos fue El Hadar, un sitio
cercano al río Awash, tierra de los Afar, en Etiopía. Su significación paleontológica
había sido anunciada en 1968 por el geólogo francés Maurice Taieb, a consecuencia
de lo cual en 1971 estaban ya establecidas en el área los equipos de Donald
Johansson e Yves Coppens. Un año pleno de revelaciones fue 1973, en que se
reunieron allí cerca de seis mil fósiles de mamíferos, entre ellos un empalme de
rodilla y fragmentos del temporal de un homínido que se fechó en 3’400,000 años.
Era diferente a los especímenes hasta entonces conocido, por hubo de dársele un
nuevo nombre: Australopithecus afarensis, en honor a la tribu de los Afar, en cuyo
territorio fue encontrado.

En 1974, el equipo de Johanson hizo en el mismo sitio otro sensacional


descubrimiento: el 40% del esqueleto de una hembra adulta de Australopithecus
afarensis, de poco más de un metro de estatura y 62 libras de peso, con 3 millones
de años de antigüedad. Su pelvis, fémur y tibia indicaba que practicaba la
locomoción bípeda. La llamaron “Lucy”, en alusión a la canción “Lucy en el valle de
los diamantes”, del grupo The Beatles, que escuchaban al tiempo de festejar el
hallazgo. Pero los africanos de la expedición prefirieron llamarla Dirkenesh, que en la
lengua de los Afar significa: “Eres maravillosa”.

En 1975, por tercer año consecutivo, Johanson mereció los titulares de la prensa
especializada. Encontró en El Hadar, juntos, restos pertenecientes a trece

40
homínidos, entre ellos varios niños, con una antigüedad de 3’200,000 años. Por
algún evento extraordinario, esos homínidos habían muerto todos juntos, tal vez
sepultados por un aluvión o la crecida de un río. Lo interesante es que vivían en
sociedad, por lo que al conjunto se le llamó: “La primera familia”. Si bien Johanson
los considera Australopithecus afarensis, con machos de mucho mayor tamaño que
las hembras, hay quienes postulan que los especímenes pertenecen a dos o tres
especies distintas, entre ellas una primitiva variedad de Homo.

En 1977 tuvo lugar un descubrimiento sin precedentes: huellas de homínidos que


andaban erguidos, hace aproximadamente 3’700,000 años. ¿Cómo así se
preservaron esas huellas? La explicación científica es convincente. Por aquel tiempo,
se estaba dando una intensa actividad volcánica en el sitio denominado Laetoli, de
Tanzania, y las cenizas se depositaban formando finas capas sobre el suelo; sobre
ellas cayó la lluvia, que mezclándose con la ceniza dio consistencia a una masa
pastosa, nuevo suelo en el que impregnaron sus huellas diversos animales, entre
ellos avestruces, jirafas, antílopes y homínidos. El Sol brilló luego en su plenitud,
secando la masa pastosa con una dureza similar a la del cemento. Y sobre ese suelo
creció abundante vegetación gramínea, preservando el valioso testimonio.
Descubrirlo fue mérito de la expedición conducida por Mary Leakey y Paul Abell. Los
Australopithecus afarensis, que alcanzaban hasta 1.20 y 1.40 m de estatura,
caminaban erguidos, hace cerca de 4 millones de años, muchísimo antes de que
evolucionara el cerebro.

Esa conclusión vino a desterrar para siempre la creencia de que el Homo erectus
había sido el primer homínido bípedo. El mérito pasó al Australopithecus afarensis,
pero no por mucho tiempo ya que, como hemos visto, hoy se le adjudica al
Australopithecus anamensis.

Para reputados paleoantropólogos como Mary Leakey, Bernard Campbell, Yves


Coppens, Maurice Taieb y Donald Johanson, los Australopithecus afarensis de Kenia
y Tanzania fueron ancestros de las otras variedades de Australopithecus y de los
Homo. Richard Leakey cree que los Australopithecus afarensis y los primitivos Homo

41
llegaron a ser contemporáneos. De hecho, lo distante entre uno y otro homínido está
en el tamaño del cerebro. Los Australopithecus afarensis tuvieron como promedio
450 cc. de capacidad craneana, contra los casi 800 cc. del Homo habilis.

En El Hadar, que significa Río Seco en la lengua nativa, y que en el Plioceno tuvo un
clima más propicio, con abundante agua y consecuentemente una fauna
diversificada, se descubrió en 1991 el más completo ejemplar de Australopithecus
afarensis. Destaca su cráneo, reconstruido en un 70%, capaz de albergar un cerebro
de 550 cc. El mérito del hallazgo fue del equipo jefaturado por Bill Kimbel y Yoel Rak.
Vemos pues que en el afarensis evolucionó la capacidad cerebral, pero su cráneo se
parece más al de un chimpancé que al de un hombre, a excepción de los dientes,
excepción que es fundamental. En lo que más se asemeja al hombre es en la
conformación de los huesos de su pelvis y sus extremidades inferiores, que
demuestra su evolucionado bipedismo, aunque los huesos del pie son más largos
que los de los humano, si bien los de la mano son casi similares. Usualmente
caminaba, pero si quería podía aún subir a los árboles con facilidad. Tuvo una talla
entre 1.07 y 1.52 m., infiriéndose del examen de sus fósiles un claro dimorfismo
sexual: las hembras son más pequeñas que los machos.

En el área de los afarensis, cerca al lago Turkana, Alan Walker encontró en 1985 un
homínido que considera diferente, dándole el nombre de Australopithecus
aethiopicus. Con 2’500,000 años de antigüedad y 410 cc. de capacidad cerebral, es
más reciente pero menos evolucionado que el afarensis, y algunos lo consideran
antecesor de los boisei y los robustus. Pero no se descarta que fuese una fase
terminal sin descendencia.

3. 5. 5. LOS AUSTRALOPITHECUS BOISEI

Louis y Mary Leakey, la ilustre pareja de paleoantropólogos que buscaba en el


desfiladero de Olduvai, Tanzania, al fabricante de primitivos instrumentos líticos,
tuvieron en 1959 la grata sorpresa de encontrar allí el cráneo de un homínido distinto
a los hasta entonces conocidos. Era la primera vez que África oriental proporcionaba
ese tipo de especímenes. Mostraba cierto parecido con el Australopithecus robustus

42
hallado en Sudáfrica, pero con una complexión aún más fuerte. Se trataba de una
nueva especie y hubo de dársele un nombre: Australopithecus boisei, en homenaje a
Charles Boise, quien generosamente había patrocinado la expedición. Se calculó su
edad en 1’800,000 años y su capacidad craneana en 530 cc. Dos años más tarde, en
el mismo sitio, los Leakey descubrirían al Homo habilis, el presunto primer fabricante
de instrumentos líticos.

Un segundo Australopithecus boisei fue hallado por Richard Leakey, hijo de Louis y
Mary, en 1969, cerca al lago Turkana, en Kenia. Su edad 1’700,000 años y su
capacidad craneana 510 cc. Al año siguiente, en el mismo lugar, Richard encontró el
cráneo de otro Australopithecus boisei, de la misma antigüedad y con 500 cc. de
capacidad craneana. Un cuarto ejemplar fue hallado en Etiopía por A. Amzaye en
1993. A la vez que menos antiguo, muestra mayor capacidad craneana que los
anteriores: 1’400,000 años y 545 cc. Y el quinto, un cráneo completo, lo han
reportado Suwa y Delson, en 1997. La variedad boisei, al parecer, no tuvo sucesión.
Debió extinguirse hace un millón de años, conjuntamente con las variedades gracilis
y robustus.

3. 5. 6. LOS AUSTRALOPITHECUS DE SUDÁFRICA

Fue en 1924 cuando por primera vez se habló de Australopithecus africanus, nombre
que quiere decir “mono del sur de África”. Ese año Raymond Dart ubicó en Taung,
localidad de Sudáfrica, un cráneo que de inmediato advirtió como más desarrollado
que el de un chimpancé, pero mucho más primitivo que el de un ser humano,
pudiendo albergar un cerebro de 440 c.c. Poco caso se hizo entonces del
descubrimiento, pero doce años después, en otro sitio sudafricano, Sterkfontein,
Robert Broom ubicó fósiles parecidos a los de Taung, anunciando la existencia de un
segundo Australopithecus africanus.

En 1938, en Komdraai, siempre en Sudáfrica, el mismo Broom encontró un homínido


algo diferente del anterior, por su complexión más gruesa, llamándolo en
consecuencia Australopithecus robustus. Perseveró Broom en su búsqueda y en
1947 halló en Sterkfontein restos varios de otros dos Australopithecus africanus.

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Pudo medir en 485 cc. la capacidad craneana de uno de ellos, llevando la
antigüedad del otro hasta los 2’500,000 años; un estudio posterior señalaría que ese
homínido practicaba el bipedismo. Y en 1950 se ubicó otro ejemplar sudafricano de
Australopithecus robustus, esta vez en Swartkrans, con una antigüedad próxima a
los 2’000,000 años; este descubrimiento fue obra de M. Fourie.

En las tres décadas posteriores Sudáfrica no aportó mayores referencias. Problemas


políticos, propios del apartheid, obstaculizaron las investigaciones. Más aún al surgir
el Afrecha centro-oriental como principal escenario en la evolución de los homínidos:
allí fue donde en 1959 Louis Leakey encontró al Australopithecus boisei y en 1961 al
Homo habilis.

La década de los setenta, como hemos visto, fue pródiga en novedades provenientes
de esta región y como los Australopithecus afarensis proporcionaran datas más
antiguas que los sudafricanos, se empezó a considerar como descendientes suyos a
los africanus y a los robustus, tesis que para muchos mantiene vigencia. Sin
embargo, esa visión parece cambiar radicalmente a finales de los noventa, por lo
menos para un sector de estudiosos.

El 9 de diciembre de 1998 Ron Clarke y Philip Tobías revelaron en Johannesburgo,


Sudáfrica, el descubrimiento del esqueleto casi completo de un Australopithecus
africanus de 3’600,000 años. Habían estado juntándolo pieza por pieza desde 1994,
y analizando sus extremidades inferiores ambos científicos plantearon la hipótesis de
que este homínido pudo por igual caminar erguido en la pradera que vivir en los
árboles. Cierto detalle de un dedo gordo fosilizado, así lo permitía inferir. Como
esqueleto casi completo, es el más viejo de todos los encontrados hasta ahora,
superando en antigüedad a Lucy, la Australopithecus afarensis de 3’200,000 años
cuyo esqueleto parcial ubicara Donad Johansson en Etiopía. Pero los fragmentos
más antiguos, con más de 4’200,000 años, le siguen perteneciendo al
Australopithecus anamensis que Meave Leakey descubriera en Kenia.

El hallazgo de ese africanus concuerda con la novísima teoría de Lee Berger, según
el cual, proviniendo de un ancestro común que aún se busca, se originaron

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paralelamente el Australopithecus afarensis y el Australopithecus africanus, siendo
éste el directo antecesor del Homo habilis. Controversial teoría, sobre todo
considerando el reciente informe sobre el Australopithecus gahri descubierto en
Etiopía. Berger es un paleontropólogo que ha reexaminado con prolijidad los fósiles
de Australopithecus africanus hallados en Sterkfontein por Philip Tobías. Y ha
llegado a determinar de que del cuello para arriba son más cercanos al Homo habilis
que los Australopithecus afarensis, Estos, por su lado, se asemejan más Homo
habilis en el resto del cuerpo, pues los africanus muestran brazos largos y piernas
cortas más primitivas. Pero los esqueletos de Homo habilis de Kenia y Tanzania,
argumenta Berger, muestran brazos largos y piernas cortas. Además, varios
africanus tienen cerebros más grande que el promedio de los afarensis, y se parece
al Homo habilis en varios otros rasgos que le son peculiares, tales como el rostro
pequeño y los dientes caninos más cortos.

En consecuencia, privilegiando la evolución del cráneo, Berger concluye que el


Australopithecus africanus fue el ancestro del Homo habilis, y no el Australopithecus
afarensis, que sólo habría engendrado al Australopithecus boisei, extinguiéndose
hace un millón de años. Para ese investigador, africanus y afarensis aparecieron
simultáneamente, y sólo faltaría encontrar al protohomínido del que ambos proceden.
Tesis sugerente, sin duda, pero muy lejos aún de haber sido corroborada
fehacientemente.

3. 5. 7. EL AUSTRALOPITHECUS GARHI

En abril del año 1999 fue presentado un nuevo homínido, posible eslabón entre el
Australopithecus afarensis (o el africanus si estamos con Berger) y el Homo habilis.
Había sido descubierto en 1997 por Yohannes Haile-Selassie, en Bouri, una aldea al
noreste de Addis Abeba, capital de Etiopía, motivando la atención de paleontólogos
etiopíes, norteamericanos y japoneses. N. Asfaw y Tim White publicarían el informe
oficial, decribiendo el hallazgo de un fragmento de cráneo con un fechado de
2’500,000 años, casi la misma antigüedad que la del Homo habilis.

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Dicho cráneo presenta un rostro protuberante y un maxilar con grandes dientes, lo
que lo hace más evolucionado que los Australopithecus afarensis aunque más
primitivo que el Homo habilis. Algo hasta hoy impensado, lo que motivó el nombre
con el que se le conoce, Australopithecus garhi, porque “garhi” significa sorpresa en
el idioma de los Afar. Pero la sorpresa no sólo está en el descubrimiento de su raro
cráneo, sino también en los huesos de animales que se hallaron en su entorno, pues
al parecer fueron cortados con instrumentos líticos. Una mandíbula de antílope
muestra unas incisiones que hacen suponer que se utilizó un trozo de piedra para
arrancar la lengua del animal; y la pata de otro aparece golpeada y perforada,
presumiéndose que de ella se extrajo la médula ósea. En base a tales indicios,
Asfaw y White proponen al Australopithecus garhi como el primer fabricante de
herramientas de piedra, artífice auroral de la tecnología. Para fundamentar este
aserto, hacen referencia a los utensilios líticos que en 1990 encontró Sileshi Semaw
en una enorme cueva de Gona, sitio que se ubica al norte de Bouri, también en
Etiopía. La antigüedad casi es la misma: 2’600,000 años. Forzando una explicación,
como en Bouri no se han encontrado aún instrumentos, se cree que el
Australopithecus garhi los llevó consigo al trasladarse a Gona.

Pero bueno será añadir que el Australopithecus afarensis es postulado también como
el primer fabricante de útiles de piedra. Poco después de la presentación del
Australopithecus garhi, en mayo del año 2000, la prensa informaba que el equipo
francés de Helene Roche había descubierto en Kenia una sofisticada herramienta
lítica, trabajada hace 2’300,000 años. Para ese tiempo, como se sabe, existían ya los
Homo habilis, pero el equipo investigador planteó la posibilidad de que los restos de
homínidos del contexto pertenecieran a un Australopithecus afarensis. Lo que más
llamó la atención fue apreciar que la herramienta había sido finamente retocada,
golpeando numerosas veces y desde distintas partes su núcleo, algo casi
impensable para homínidos con más de dos millones de años de antigüedad. Sin
embargo, no se ha postulado todavía al Australopithecus garhi como antecesor de
Homo habilis. ¿Lo fue realmente? ¿O ambos, compartiendo el mismo ecosistema,
descubrieron paralelamente la fabricación de herramientas de piedra?

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¿Australopithecus garhi se extinguió después de trasmitir su cultura a Homo habilis ?
Las respuestas no se han dilucidado aún.

Lo que sí parece claro es que los Australopithecus fueron omnívoros (comían de


todo) y oportunistas (se alimentaban de lo que hallaban a su paso). En un principio
fueron seguramente carroñeros, comiendo animales muertos o las sobras que
dejaban las fieras. Y fueron presas antes de vislumbrarse como cazadores. Existen
fósiles testimoniando que fueron cazados por depredadores como el tigre dientes de
sable. Mas a medida de que progresaban sus hábitos sociales, intercambiando
múltiples experiencias, Australopithecus exploró mejor las piedras, palos y grandes
huesos que originalmente debió manejar como simples armas arrojadizas. Fue
entonces que comenzó a transformarlos, creando paulatinamente simples
chancadores, toscos raspadores y primitivos cuchillos, revolución tecnológica
responsable de la mutación de sus más avanzados ejemplares, que devinieron
Homo habilis hace más o menos 2’500,000 años. Los Australopithecus, que nunca
salieron del África, se extinguieron hace un millón de años. Por tanto, cohabitaron
durante mucho tiempo con los Homo habilis, seres más inteligentes que
posiblemente los aniquilaron. Y los últimos Australopithecus conocieron también a los
Homo erectus, otro de sus privilegiados descendientes.

4. EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN
4. 1. HOMO HABILIS, EL PRIMER HUMANO

Aproximadamente hace dos o dos y medio millones de años un nuevo homínido


ocupaba la sabana africana. Era más inteligente que los Australopithecus, varios de
los cuales fueron sus contemporáneos, su capacidad craneana alcanzó hasta 660
cc. Tuvo una talla de 1.40 a 1.50 m. Al describirlo, algunos paleontólogos hablan de
una criatura con una cabeza más bien simiesca colocada sobre un cuerpo

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notablemente humano. Lo más importante es que fue el primer fabricante de
instrumentos propiamente dichos; de allí su nombre: Homo habilis.

El ejemplar prototípico fue hallado en 1960 por Louis y Mary Leakey, en el


desfiladero de Olduvai, en Tanzania. Se le ha datado en casi 1’900,000 años de
antigüedad. Restos hallados en el entorno sugieren la idea de un escondrijo de caza
o de un refugio, tal vez una primitiva vivienda, de unos cinco metros de diámetro.
Con un cerco de rocas Homo habilis habría colocado ramas como parantes de un
techo de follaje, similar a las chozas de los actuales bosquimanos del Kalahari.

Paulatinamente, Homo habilis dejó de ser carroñero para convertirse en cazador-


recolector. Lascas de bordes cortantes debieron servirle de armas. Hay una gama de
instrumentos en Olduvai: guijarros redondos de los cuales se desprendieron a golpe
de mano filudas lajas, que sirvieron como cuchillos, raspadores, tajadores, etc. Es
posible que fabricara también instrumentos de hueso, aprovechando cornamentas,
tibias o mandíbulas. Y también las colas o los grandes ligamentos cartilaginosos. De
lo primero hay pruebas, por lo que se habla de una tradición o industria lítica
olduvaiense.

En las llanuras del Serengeti Homo habilis debió aprovechar varias especies de una
fauna que ya no existe, tales como el Pelorovis, algo parecido a los búfalos; el
Deinotherium, antiguo proboscidio y el Lybytherium, cérvido extinguido. Luego tuvo
para su sustento la ingente cantidad y variedad de bóvidos y équidos que puede
verse hasta el presente en ese ecosistema. Posiblemente cazó también jabalíes,
ampliando su dieta con peces y tortugas, además de frutas y otras plantas
comestibles. La presencia de gran número de grandes mamíferos en relación con
utensilios líticos, especialmente con gran abundancia de lascas de bordes cortantes,
indica de manera inequívoca -dice Bernard Campbell- que los Homo habilis
desollaban y consumían animales de caza. Sobre la base de los indicios actuales no
puede determinarse si realmente mataban a los animales o bien aprovechaban los
restos de las capturas de otros depredadores; pero la ausencia de puntas de lanza o
de lanzas de madera no implica necesariamente que fueran carroñeros en lugar de

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cazadores, pues hay varios grupos de cazadores actuales cuyo éxito depende más
de la astucia, la velocidad y el conocimiento de las costumbres de la presa, que de la
posesión de armamento sofisticado. En las reservas del África moderna, en las que
está prohibido el uso de armas de fuego, es relativamente fácil acercarse a los
animales.

Como quiera que sea, Homo habilis debió tener como enemigos a las fieras (leones,
hienas, perros salvajes), si bien el hecho de haberse hecho más inteligente le
permitió mayores posibilidades de supervivencia. Y tal como lo hacían las fieras,
Homo habilis debió cazar en grupo, logrando doblegar a animales de mayor tamaño
y peso. Para obtener carne, el componente favorito de su dieta alimenticia, hubo de
afirmarse el sentido de cooperación, tanto para la caza o recolecta como para el
destace o descuartizamiento. La comida hubo de compartirse entre los miembros de
un grupo común. Y posiblemente, considerando la fuerza física y las aptitudes, ese
grupo asignó diversas tareas a hombres, mujeres y niños, originándose la primera
división del trabajo. En su calidad de depredador eminentemente carnívoro, Homo
habilis debió tener varias horas diarias de descanso, tiempo durante el cual con
seguridad hizo progresos en la comunicación social.

Homo habilis sólo se desarrolló en África, en el bioma de la sabana tropical, hasta


más o menos hace un millón de años. Se calcula que existieron unos 125,000
individuos de esta especie. Esa ínfima densidad poblacional, como también el
prolongado estancamiento en su desarrollo tecnológico, hizo que su presencia no
provocara mayor alteración en el equilibrio ecológico. Cuando esa población
alcanzaba su pico más alto fue que hizo su aparición en África un nuevo homínido,
más inteligente. Descendiendo posiblemente de un grupo de Homo habilis se originó
el Homo erectus, hace aproximadamente 1’500,000 años. Hace poco tiempo, sin
embargo, nuevos descubrimientos han dado pie para postular la hipótesis de que
Homo habilis derivó en Homo ergaster, de quien en ramas diferenciadas
descendieron a su vez Homo antecesor y Homo erectus. Se trata de una novísima
propuesta, cuyo esclarecimiento requiere de mayores evidencias.

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4. 2. EL HOMO ERECTUS

Correspondió a Richard Leakey y Bernard Ngeneo el hallazgo del fósil de Homo


erectus más antiguo que se conoce hasta la fecha. El año 1975, en Koobi Fora,
Kenia, desenterraron un cráneo casi completo, cuyo volumen cerebral se acercaba a
los 850 c.c. Su edad se estimó en 1’ 700,000 años, datación luego corregida a
1’500,000 años. Físicamente Homo erectus era parecido a nosotros. Sin embargo,
había diferencias notorias. Su talla era menor, con un promedio de 1.60 m. Sus
huesos eran más pesados y gruesos; sus músculos más poderosos. Y del cuello
para arriba era más primitivo que nosotros: tenía una frente baja y deprimida, arcos
superciliares gruesos y prominentes, mandíbula maciza y escaso mentón. Mas la
manera de andar y la prensión de las manos eran similares a las nuestras. Homo
erectus llegó a tener de 750 a 1400 c.c. de volumen cerebral, lo que da a entender
una complejidad en su comportamiento. Repárese que los hombres modernos tienen
entre 1000 y 2000 c.c. Esto no quiere decir que fuesen similarmente inteligentes,
pues en el Homo sapiens no es tanto el tamaño sino la forma en que se aglomera la
masa cerebral la que determina el nivel de inteligencia. Homo erectus fabricaba
instrumentos y planificaba y coordinaba sus operaciones de caza. Su creciente
dedicación por éstas produjo el desarrollo de una organización social claramente
humana, basada en la estricta división del trabajo. La promiscuidad sexual debió
atenuarse en comparación con las especies antecesoras, porque la vida familiar
adquirió ribetes de progreso.

Homo erectus fue el primer homínido en dejar la sabana tropical. Llevado por la
curiosidad, y presionado por el aumento poblacional, avanzó al norte, y hace más o
menos un millón de años penetró en Europa y Asia, en plena Edad del Hielo, cuando
la geografía y los climas del planeta sufrían grandes transtornos, con sucesión de
glaciaciones e interglaciares. En los períodos de frío intenso el nivel de los océanos
descendió considerablemente, pues grandes masas de agua fueron a depositarse en
los casquetes de hielo de las montañas. Esto facilitó el tránsito migratorio de Homo
erectus. Así llegó a Java procedente de China cuando el hoy archipiélago era un
istmo, sin mar de por medio. Más fácil y anterior fue el paso a Europa, continente

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ligado al África en todo su extremo norte. Además de los países citados, se han
hallado importantes yacimientos del Homo erectus en España, Francia, Alemania,
Turquía, Rusia, Hungría y Argelia.

Avanzó de las regiones subtropicales a los bosques templados y de éstos a las


estepas y praderas templadas. Al lanzarse a esa aventura tuvo que hacer progresos
en la fabricación de vestimentas, a fin de conservar la temperatura corporal en
climas más fríos que los del África. En los bosques templados halló cérvidos en
abundancia, jabalíes, osos, variedad de animales pequeños, aves y peces que
sirvieron para su dieta de carne, como también frutos, nueces y tubérculos altamente
nutritivos. En las praderas templadas, vecinas de los bosques de robles, abetos y
pinos, tuvo al alcance alces, antílopes, cervicabras, bisontes y caballos, y también
animales menores, como liebres, ardillas, tuzas y topos. Pero sobresalió como
cazador de elefantes y rinocerontes, ejemplares de la megafauna sobre los que logró
dominio al dar un paso fundamental en la evolución de la cultura humana, cual fue el
control del fuego. Con este progreso, Homo erectus estuvo en capacidad de migrar a
zonas cada vez más frías.

4. 2. 1. HOMO ERECTUS PEKINENSIS

En dirección suroeste, a 50 kilómetros de Pekín, capital de la República Popular


China, hay un pequeño poblado llamado Choukoutien. Este se encuentra al pie de la
ladera suroriental de las montañas del oeste de Pekín. A su oeste y norte se ven
montañas; al nordeste, se halla rodeado por pequeñas colinas y al sur y sureste se
encuentra la Gran Llanura Norte de China, con un pequeño declive hacia el sureste.
Al norte, cerca de Choukoutien, hay una quebrada de donde brota el río Paer,
actualmente un arroyo, corriendo por el oeste del poblado. Serpentea pues hacia el
sur para reunirse con el río Liuli a más de diez kilómetros del poblado y finalmente
desemboca, pasando por Tientsin, en el golfo Pojai. Al frente de Choukoutien, a la
orilla occidental del río Paer están alineados de este al oeste, dos cónicas colinas de
piedra caliza. La del oriente se llama Lungkushan o colina Hueso de Dragón, en cuya
ladera septentrional se encuentra una gran cueva. Éste fue el refugio y hogar de

51
bandas de homínido que, procedente tal vez de Rusia y del Tibet, vivieron en la
China desde hace 750,000 años aproximadamente. Originalmente se les llamó
Sinanthropus pekinensis, mas a partir de la década del 40, al ser agrupados todos
los fósiles humanos en el género Homo, se le dio el nombre definitivo: Homo erectus
pekinensis.

En 1918 el paleontólogo sueco J. G. Anderson fue el primero en reconocer la


importancia de este sitio en la evolución humana. A consecuencia de ello, entre 1927
y 1937 se efectuaron a discreción extensas excavaciones, recuperándose y
perdiéndose muchos restos fósiles. Destacaron los trabajos de Teilhard de Chardin,
D. P. Black, C. Young y W. DC. Pei. Luego del triunfo de la revolución los trabajos
prosiguieron, ya con rigor científico, lográndose resultados de gran valor.

Parece que entre los 600,000 y 300,000 años antes del presente Choukoutién tuvo
un clima algo más cálido que ahora, que se fue enfriando poco a poco. En sus
bosques había robles, hayas y abedules, junto a variedad de arbustos, hierbas y
gramíneas. Las grutas de las colinas albergaban a hienas, osos y lobos. Homo
erectus, que en un principio debió habitar trashumante los acantilados, al sentir los
rigores del clima se hizo dueño del albergue, seguramente en constante disputa con
sus anteriores ocupantes. Finalmente quedó como dueño absoluto, una vez que
logró el control del fuego, hace 500,000 años. Las antorchas encendidas y la luz del
hogar que brillaba toda la noche mantuvo a distancia no sólo a los grandes osos,
sino también a los predadores como el temido tigre dientes de sable. El ecosistema
estuvo ocupado también por otras fieras, como las hienas, lobos, zorros y leopardos.
En una gran cueva que le sirvió de hogar durante un tiempo prolongado se han
hallado huesos diversos que corresponden a varias decenas de individuos, entre
hombres, mujeres y niños. Los catorce cráneos allí encontrados presentan una
media de 1050 c.c., lo que sitúa al Homo erectus a mitad del camino que va del
Homo habilis al Homo sapiens. Aumentó asimismo el tamaño de su cuerpo y en
términos generales su anatomía fue muy parecida a la del hombre moderno.

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Homo erectus cazaba de preferencia ciervos, antílopes, carneros, cebras, jabalíes,
búfalos y rinocerontes. Además de esos animales, cazó macacos, bisontes y
elefantes. Consumió asimismo alimentos vegetales, principalmente semillas de
almez, frutas, setas y verduras. Pero el 70% de su alimentación la proporcionaron los
ciervos. De éstos no sólo utilizó la carne, sino también la piel, para abrigarse, y los
huesos, especialmente las astas, para fabricar diversos instrumentos, desde agujas
hasta picos para excavar.

4. 2. 2. HOMO ERECTUS APRENDE A CONTROLAR EL FUEGO

El trabajo de elaborar instrumentos de piedra progresó con el Homo erectus, cuya


herramienta característica fue la llamada hacha de mano. Supo valerse también la
madera y de los huesos de algunos animales para crear diversos instrumentos de
trabajo. Entre los artefactos líticos podemos mencionar los tajadores o utensilios para
cortar, el rascador para trabajar pieles, cuchillos de varios tipos, martillos y yunques.
De los huesos prefirió la cornamenta de los cérvidos; la raíz, gruesa y fuerte, sirvió
de martillo mientras la extremidad se usó para excavar. Homo erectus pekinensis
quemaba las cornamentas, posiblemente para romperlas con facilidad. También
convirtió cráneos de cérvidos, y hasta de humanos, en cuencos para beber agua.
Los cráneos de elefantes, convertidos en totumas, debieron servirle para transportar
líquidos. Huesos de ciervos y búfalos se convirtieron en picos, para excavar la tierra
en busco de tubérculos y raíces comestibles. Pero no sería este instrumental el que
lo convertiría en un cazador eximio, calidad que logró sólo luego que aprendió a
controlar el fuego.

Respecto a la importancia de tal descubrimiento, Dale Brown anota: Además de la


protección que ofrecía al hombre contra sus enemigos, el fuego representaba
también un elemento esencial de supervivencia. Cuando el Homo erectus descubrió
el arte de la cocción -quizá por casualidad cayó un trozo de carne sobre el fuego,
trozo que luego probó-, parece ser que nuestro antepasado coció gran parte de las
presas que capturaba. El suelo de la gruta de Choukoutién estaba lleno de huesos
calcinados de cordero, caballo, cerdo, búfalo y ciervo. La carne cocida no sólo era

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más apetitosa y más tierna, sino que proporcionaba un alimento más rico, ya que la
cocción disocia ciertos compuestos complejos de la carne cruda y libera los jugos
nutritivos. Aparte de utilizarlo para la cocción de los alimentos, el Homo erectus
descubrió otros usos prácticos del fuego; así pudo ampliar la gama de sus armas y
herramientas. El día en que el hombre prehistórico comprobó que los huesos o la
cornamenta del ciervo se endurecen bajo la acción del fuego, o que la madera verde
no siempre se consume por completo, sino que a veces se endurece, se le debió
ocurrir la idea de utilizar la llama para fabricar herramientas. Entre los huesos fósiles
descubiertos en Choukoutien se encuentran astas de ciervo endurecidas al fuego,
que sin duda sirvieron de percutor para desprender trocitos de sílex y hacer más
cortante el tosco filo de las herramientas así obtenidas. Las puntas de lanzas de
madera halladas en otros parajes habían sido pasadas igualmente por el fuego para
aumentar su poder de penetración. Así también pudieron endurecer unos palos al
fuego antes de utilizarlos como picos de cavar.

Entiéndase que Homo erectus sólo supo preservar el fuego, mas no encenderlo.
Posiblemente correspondió a las mujeres la responsabilidad de mantenerlo vivo, al
quedarse en la cueva preparando la comida y atendiendo a los hijos menores. Homo
erectus dio un paso revolucionario cuando aprendió a controlar el fuego, pues con
ello incrementó su potencial para transformar el medio ambiente, proceso que
iniciara cuando fabricó sus instrumentos de trabajo. La utilización del fuego
constituyó una fuerte garantía para continuar su existencia, para controlar en cierto
grado la naturaleza, para transformarla. Ya no dependería pasivamente del medio
ambiente: el control del fuego le abrió nuevas perspectivas y los descubrimientos se
sucedieron uno tras otro. En referencia a ello, Chia Lan Po explica: Las cuevas eran
lugares que los animales buscaban para vivir. Antes de que el hombre supiera
construir casas, eran también lugares ideales para él. A fin de ocuparlas, tenía que
luchar contra los animales que las ocupaban. Desde que el hombre empezó a
emplear el fuego, utilizó su poderío para ahuyentar con facilidad a los animales y
arrebatarles las cuevas, conquistando un lugar cubierto para pasar las noches y un
lugar fijo para permanecer en el día. Al mismo tiempo, le bastaba encender una

54
hoguera donde vivía, sobre todo en la boca de las cuevas, ocupándose sólo muy
poca gente de cuidar que no se extinguiera, para evitar el ataque de los animales
feroces. Cuando el Homo erectus pekinensis vivió en Choukoutien, seguramente
tanto fuera como adentro de la cueva había numerosos montones de fuego. Cuando
no lo necesitaba, frecuentemente añadía leña húmeda y sobre ella una capa de
tierra; en caso de necesidad, sacaba la tierra y el fuego se animaba. El fuego daba
luz en la noche y calor en el invierno. Así, el hombre fue rompiendo las limitaciones
que el Sol y el clima le imponían.

Calentado por las ascuas -dice por su parte Gordon Childe- Homo erectus pudo
soportar las noches frías y pudo penetrar en las regiones frías y aún en las árticas.
Las llamas le dieron luz en la noche y le permitieron explorar los lugares recónditos
de las cavernas que le daban abrigo. El fuego ahuyentó a las bestias salvajes. Por el
cocimiento, se hicieron comestibles sustancias que no lo eran en su estado natural.
El hombre ya no tuvo que limitar sus movimientos a un tipo restringido de clima, y
sus actividades no quedaron determinadas necesariamente por la luz del Sol. Ahora
bien, al controlar el fuego, el hombre dominó una fuerza física poderosa y un
destacado agente químico. Por primera vez en la historia, una criatura de la
naturaleza pudo dirigir una de las grandes fuerzas naturales. Y el ejercicio del poder
reaccionó sobre quien lo ejercía. El espectáculo de la brillante flama desintegrando a
su vista una rama seca, cuando era introducida en las ascuas ardientes, y de su
transformación en finas cenizas y en humo, debe haber estimulado el rudimentario
cerebro del hombre. No podemos saber qué cosas le sugirieron estos fenómenos.
Pero, alimentando y apagando el fuego, transportándolo y utilizándolo, el hombre se
desvió revolucionariamente de la conducta de los otros animales. De este modo,
afirmó su humanidad y se hizo a sí mismo.

4. 2. 3. HOMO ERECTUS CREA EL LENGUAJE ARTICULADO

Las noches al calor del fuego posibilitaron reuniones de la banda, enriqueciéndose la


sociabilidad. En esa vida tan compleja se dio como lógica la evolución del lenguaje,
como una forma esencial para establecer y mantener relaciones con otras bandas,

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intercambiar experiencias, planear estrategias de caza, comentar los resultados,
enseñar a los niños, etc. Dependiendo de la vivienda se calcula el número de
integrantes de la banda. En Choukoutién debieron formarla unos veinticinco
miembros. No obstante sus progresos, las expectativas de vida eran todavía frágiles:
el 40% moría en la adolescencia, a lo que se agregaba una alta mortalidad infantil.
De lo cual se infiere que para mantener una población estable las mujeres debieron
procrear un promedio de cuatro hijos. Los Homo erectus de todo el mundo no
debieron pasar de un millón de individuos.

Altamente socializado, lo cual está claramente evidenciado por lo encontrado en sus


campamentos, Homo erectus dio otro paso cultural de singular trascendencia; fue el
primero en utilizar un lenguaje articulado. Sus predecesores, como el Homo habilis,
debieron haber emitido algunos sonidos para comunicarse, pero más habrían usado
las señales hechas con las manos, como lo siguen haciendo los bosquimanos. Al
crear la auténtica sociedad humana debió crecer esa necesidad de comunicación, y
paralelo al incremento de la masa cerebral se produjeron modificaciones en su
aparato vocal, lo que le permitió articular un lenguaje primitivo, con mucha dificultad.
Tal vez hablaba a una velocidad diez veces menor que la nuestra; pero de cualquier
manera, el hecho de hablar produjo una ventaja crucial para la especie. Empezó a
crear nombres para los objetos, y multiplicó vocablos para expresar sus ideas. El
repetir esta experiencia en procura de mejoras lo tornó más inteligente, y lo puso en
camino a evolucionar hacia Homo sapiens.

Respecto al lenguaje del Homo erectus pekinensis, Chia Lan Po escribe: El lenguaje
debió ser indispensable al Hombre de Pekín como animal con vida social,
entrelazado por el trabajo. El trabajo, por una parte, impulsó al hombre a transformar
la naturaleza y, por otra parte, llevó a los miembros de la sociedad a unirse y
ayudarse mutuamente. Por eso, con la producción de los instrumentos de trabajo
empezó a aparecer el lenguaje primitivo. Sin tal medio de comunicación del
pensamiento, las experiencias primitivas de la producción de instrumentos de trabajo
no habrían podido ser transmitidas a la posteridad, ni hablar, por supuesto, de la
transformación de los instrumentos de trabajo. El lenguaje del Hombre de Pekín, a

56
pesar de su imperfección, incluso tenía que valerse de gestos para expresar su
pensamiento, era de todos modos un lenguaje. No debemos menospreciar su
lenguaje, o decir que ese lenguaje solamente era cosa de simples sílabas, porque el
Hombre de Pekín ya esta muy lejos de sus antepasados, los primeros en producir
herramientas. El Homo erectus pekinensis, por su modo de ser y comportarse, ya era
hombre.

Aprendimos de Gordon Childe que una parte integrante de la educación humana


consiste en enseñar a hablar al niño. Esto engloba un proceso complejo: significa
enseñarle a articular, de una manera reconocida, ciertos sonidos o palabras, y a
conectarlos con aquellos objetos o acontecimientos a los cuales se refieren, según
se ha convenido. Una vez hecho esto, los padres pueden, con ayuda del lenguaje,
instruir a sus hijos sobre cómo entendérselas en situaciones que no es posible
ilustrar convenientemente con ejemplos reales concretos. El niño no necesita esperar
a que un oso ataque a la familia para aprender cómo eludirlo. En tal caso, la
instrucción recurriendo sólo al ejemplo podría resultar fatal para alguno de los
discípulos. En cambio, el lenguaje permite a los viejos enseñar el peligro a los
jóvenes cuando no está presente y demostrarles, entonces, la conducta a seguir.

Por lo demás, el habla no es únicamente un vehículo por medio del cual los padres
transmiten sus propias experiencias a los hijos. También es un medio de
comunicación entre todos los miembros de un grupo humano que habla el mismo
lenguaje, o sea, que observa convenciones comunes respecto a la pronunciación de
los sonidos y a los significados atribuidos a ellos. Cada uno de los miembros puede
comunicar a los demás lo que ha visto y hecho, y todos pueden comparar sus
acciones y reacciones. Así se mancomunan las experiencias de todo el grupo. Lo
que los padres imparten a sus hijos no son simplemente las lecciones de su propia
experiencia personal, sino algo mucho más amplio: la experiencia colectiva del
grupo. Tal es la tradición que pasa de generación en generación, cuyo método de
transmisión, con ayuda del lenguaje, parece ser una peculiaridad de la familia
humana. Y esta peculiaridad constituye la diferencia vital definitiva entre la evolución
orgánica y el progreso humano.

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La aptitud que llamamos pensamiento abstracto -la cual es, probablemente, una
prerrogativa de la especie humana- depende en gran parte del lenguaje. Designar
una cosa es, enteramente, un acto de abstracción. El oso, evocado por su nombre,
estará así arrancado y separado del complejo de sensaciones -árboles, cuevas,
pájaros cantores, etc.- que podrán acompañarlo en el caso de su encuentro real con
el hombre. Y, no solamente estará aislado, sino generalizado. Los osos reales son
siempre individuales; podrán ser grandes o pequeños, negros o pardos; podrán estar
dormidos o trepando a un árbol. En la palabra oso se ignoran tales cualidades -aun
cuando algunas de ellas sean aplicables a cualquier oso real- concentrándose la
atención en uno o dos elementos coincidentes, los cuales han sido descubiertos
como características comunes a un cierto número de distintos animales individuales.
Éstos quedan agrupados dentro de una clase abstracta. En lenguajes muy primitivos,
como el de los aborígenes australianos, cosas tan abstractas o generales como oso
o canguro, carecerán de nombre. Habrá palabras diferentes, y sin relación entre sí,
para designar el canguro macho, el canguro hembra, el canguro joven, el canguro
saltando, y así sucesivamente.

No obstante, es característico de todo lenguaje el poseer un cierto grado de


abstracción. Pero, una vez abstraída la idea de oso de su medio ambiente real y
concreto, y despojado de muchos de sus atributos particulares, la idea puede ser
combinada con otras ideas abstractas semejantes o ser dotada de atributos, a pesar
de que nunca sea posible hallar un oso en tal medio ambiente o con esos atributos.
Se puede, por ejemplo, dotar al oso del habla, o describirlo tocando un instrumento
musical. Es posible jugar con las palabras, y este juego contribuye a la mitología y a
la magia. También puede conducir a la invención, cuando las cosas son tratadas o
pensadas atendiendo al modo como pueden ser o llegar a ser realmente. El habla
de hombres alados precedió ciertamente, por largo tiempo, a la invención de
máquinas voladoras practicables. En realidad, el lenguaje es, esencialmente un
producto social; únicamente en la sociedad y por tácito convenio entre sus miembros,
es como las palabras pueden tener significado y sugerir cosas y acontecimientos.

4. 2. 4. HOMO ERECTUS EN EUROPA

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Homo erectus, procedente del África, entró en Europa hace más o menos un millón
de años. Entre los sitios epónimos destacan Torralba y Ambrona, a medio camino
entre Madrid y Zaragoza, en España. Clark Howell descubrió allí Homo erectus
cazadores de elefantes, rinocerontes, toros, caballos y ciervos. Se aprecia que los
grandes animales eran aterrados con el fuego y conducidos a precipitarse en
ciénagas, donde los ultimaba la banda. En el mismo sitio de la caza se les destazaba
y los paquetes de carne se conducían a un campamento cercano, en los que se
consumían asados. Parece que eran aficionados a comer los sesos del cerebro y la
médula de huesos que rompían para este efecto.

También debe citarse el yacimiento de Terra Amata, en Niza, Francia, en el litoral del
Mediterráneo. Allí Homo erectus dejó testimonio de su paso trashumante. Hay
evidencia de viviendas que habrían contenido a un promedio de quince individuos;
utilización del fuego y de pintura roja, posiblemente usada para decorarse el cuerpo.
El campamento estacional era a la vez el taller lítico; además de las herramientas de
piedra fabricó puntiagudos cuchillos de hueso. Cazó elefantes, toros, jabalíes,
cabras, conejos y otros roedores; aprovechando asimismo los recursos del mar:
peces, ostras, lapas y mejillones; y recursos vegetales, como bayas y frutas.

Los instrumentos líticos mejor conservados se encontraron en Saint Acheul, Francia,


razón por la cual se habla de una tradición o industria lítica acheulense, propia de los
Homo erectus.

4. 2. 5. FUNDAMENTOS DE LA SOCIEDAD HUMANA

Con el Homo erectus las relaciones sociales evolucionaron de manera notable, tal
como explica Edmund White. A medida que el Homo erectus fue evolucionando en
sentido geográfico, desde los trópicos hacia las regiones templadas, evolucionaba
igualmente en el aspecto social, desde una banda homogénea aislada hasta
crecientes contactos con otros individuos y con otras bandas. Con ello se pusieron
las bases de los esquemas sociales que conducirían a los actuales. El antecesor del
Homo erectus vivía en grupos autónomos y consanguíneos, desprovistos de
organización específica alguna. Pero, luego, los miembros de la banda empezaron a

59
repartirse, de manera eventual, las tareas del trabajo cotidiano, y esta
especialización de las tareas se fue acentuando en el erectus, para desembocar en
un tipo de vida familiar y en una modificación de las costumbres sexuales. La
promiscuidad y el incesto llegan a ser menos frecuentes; los consortes se eligen
fuera de la familia, y, luego, fuera de la banda. Fueron precisamente las uniones
entre miembros de bandas distintas -es decir, la exogamia- las que contribuyeron
más a la cooperación de unas bandas con otras. La cooperación entre grupos se
hace más necesaria en la medida que la vida del erectus depende de la caza. Una
banda sola no disponía de elementos suficientes para realizar una caza a gran
escala, como la de elefantes llevada a cabo en Torralba y Ambrona. Por los
testimonios recogidos en estos lugares, se puede concluir, con cierta probabilidad,
que dos o tres bandas, sin duda emparentadas, conjuntaron sus esfuerzos durante
varios años en sus cacerías de elefantes. Esta cooperación no fue, sin embargo,
continuada y organizada hasta el advenimiento del Homo sapiens.

Homo erectus se sitúa en un punto crucial en la historia de la evolución humana; de


una forma muy real es el precursor de la humanidad. El primer gran desarrollo de la
forma de vida cazadora-recolectora se dio con Homo erectus. Con él por primera vez
los útiles de piedra dieron la impresión de poseer cierta uniformidad, advirtiéndose
imposición de un patrón mental. Con él por primera vez se controló y utilizó el fuego.
Con él por primera vez los homínidos se expandieron más allá del continente
africano. Con él por primera vez aparecieron los rudimentos del lenguaje; y con él,
posiblemente, el homínido adquirió conciencia.

4. 3. HOMO SAPIENS ARCAICOS

Entre el Homo erectus y el Homo sapiens los paleoantropólogos encuentran un


mosaico de fósiles que parecen estar en el camino intermedio, o tal vez
pertenecieron a homínidos cuya evolución quedó trunca. Uno de ellos es el Homo
antecessor (hombre explorador o pionero), cuyos fósiles se han encontrado en el
sitio llamado Gran Dolina, en las montañas de Atapuerca, ubicadas en el norte de
España. Con una antigüedad de 800,000 años, precedieron a los Homo sapiens

60
arcaicos, de los cuales se diferencian por tener una mandíbula primitiva y cejas
salientes. Sin embargo tienen en común un rostro protuberante, pómulos hundidos y
toda la dentadura. En la misma región, en una caverna cercana a la Sima de los
Huesos, el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, de la Universidad Complutense de
Madrid, ha encontrado fósiles que datan de hace 300,000 años, cuyas características
hacen pensar en un grupo de primitivos Homo sapiens neandertalensis. Estos fósiles
muestran ciertos rasgos craneales que se pueden ver en los neandertalensis y los
Homo sapiens sapìens, y que no se presentan en el Homo erectus asiático, lo que
refuerza la idea de un homínido en transición.

Para un sector de estudiosos Homo erectus queda al margen de la evolución hacia el


hombre moderno. Se sostiene que Homo habilis habría sido sucedido por Homo
ergaster, de quien derivan dos ramas diferenciadas: Homo erectus y Homo
antecesor. El primero se extinguiría sin dejar sucesión. El segundo daría origen a su
vez a dos ramas diferenciadas: Homo sapiens neandertalensis y Homo sapiens
sapiens. Por ahora, estas nuevas concepciones deben tomarse como hipótesis a
probarse.

4. 3. 1. HOMO SAPIENS NEANDERTALENSIS

Sea como fuere, neandertalensis propiamente dichos vivieron en varias partes de


África, Europa y Asia entre 200,000 y 30,000 años antes del presente. Se les nombra
así porque sus primeros restos se hallaron en el valle de Neander, en Alemania. Los
científicos no pueden precisar si se trata de un antecesor directo de los Homo
sapiens sapiens de la raza Cro Magnon, o si estamos ante dos especies distintas.
Respecto a su apariencia, los anatomistas William Straus y J. E. Cave apuntan: Si
pudiera reencarnarse y meterse en el metro de Nueva York, limpio, afeitado y vestido
a la moda, posiblemente no llamaría más la atención que cualquier otro de sus
ocupantes”. Para citar algunas diferencias diremos que su cráneo era relativamente
bajo y sus arcadas superciliares prominentes. Lo arqueado de sus extremidades
inferiores sugiere un cuerpo musculoso y algo rechoncho. Su talla alcanzó los 1.67
metros, en promedio.

61
Estudios hechos por un equipo de paleoantropólogos de la Universidad de
Pensilvania, en restos fósiles hallados en la cueva de Krapina, Croacia, revelan que
los hombres de Neanderthal eran sorprendentemente robustos y gozaban de buena
salud, lo que contradice la imagen que se tenía hasta ahora de ellos como seres
enfermizos e inadaptados al entorno. Sus huesos eran tan saludables como los de
los Homo sapiens sapiens, afirma el profesor de radiología Morrie Kricun,
especialista óseo que estudió durante dos años las radiografías de 874 huesos
pertenecientes a más de 75 hombres de Neanderthal. Opinión que no rechaza la
aseveración probada de que esos homínidos padecieron osteoartritis y problemas
dorsales ocasionados por la edad. Sirve ello para desvirtuar la hipótesis de que los
neandertalensis se extinguieron debido a deficiencias en su dieta o a otros
problemas de salud.

Los neandertalensis fueron cazadores hábiles, de gran inventiva ante situaciones


adversas, como que fueron los primeros en internarse en regiones de intenso frío en
el tiempo de las glaciaciones. Sus grandes campamentos hacen suponer que eran
ocupados durante varios meses, posiblemente para soportar las inclemencias del
clima. Ese riguroso semisedentarismo debió desarrollar su sensibilidad y
sociabilidad. Su arte lítico se conoce como musteriense, porque sus ejemplares
prototípicos fueron hallados en la cueva de Le Moustier, en la Dordoña. Se trata de
cuchillos, raspadores y puntas de proyectil de fino acabado. Se especializaron en la
caza de renos y caballos.

La vida espiritual de los neandertalensis fue notoriamente más evolucionada que la


de los homínidos antecesores. Con ellos aparecieron las sepulturas rituales.
Enterraban ceremoniosamente a jóvenes y viejos: los acostaban sobre lechos de
piedras; alrededor de la cabeza apoyada en un antebrazo ponían flores; colocaban
en sus manos un artefacto lítico; y en el entorno ponían carne de los animales de
caza preferidos. Sabemos lo de las flores pues el pólen se ha conservado y
sorprende comprobar que las flores que utilizaron los neandertalensis son las
mismas que apreciamos en los entierros de nuestros días. Lo de la carne se prueba

62
con los huesos hallados alrededor de los cadáveres sepultados. Creencias en el
más allá, ritos, sentimientos de ternura, todo da a entender una sociedad compleja.

De otro lado, un grupo de científicos franceses y estadounidenses ha presentado


recientemente las primeras pruebas fehacientes de que los neandertalensis que
poblaron Europa practicaron el canibalismo. Fósiles humanos hallados en una
caverna del sur de Francia, cercana al río Ródano, dan a entender que los
neandertalensis destrozaban y se comían a otros seres humanos de la misma forma
en que comían ciervos y otros animales, hace aproximadamente 100,000 años. La
cuestión había suscitado polémicas desde principios de siglo, cuando se
descubrieron en Croacia unos huesos con cicatrices sospechosas. Los críticos de la
teoría del canibalismo argumentaron que quizá esos huesos habrían sido roídos por
animales o resultaron dañados por las técnicas primitivas que utilizaban los
arqueólogos de fines del siglo pasado.

El prestigiado investigador Tim White, paleontólogo de la Universidad de California,


está convencido de que los neandertalensis practicaron el canibalismo. La prueba
clave es que los restos del homínido y de los venados fueron cortados de manera
similar, con el objetivo de quitar los tejidos suaves y las médulas óseas, afirmación
hecha por Alban Defleur, de la Universidad del Mediterráneo en Marsella, en un
artículo que aparece en la la revista Science de octubre de 1999. Los
neandertalensis fueron necesariamente los autores de los cortes porque eran la
única especie humana que entonces poblaba esa región del continente europeo. No
obstante, los científicos no han podido determinar si los neandertalensis se comían a
sus enemigos o si tenían alguna otra razón para el canibalismo.

4. 3. 2. EL FINAL DE LOS NEANDERTALES

¿Qué ocurrió con los Homo sapiens neandertalensis al hacer su aparición el hombre
moderno, el Homo sapiens sapiens? Michael D. Lemonick y Andrea Dorfman
escriben al respecto lo siguiente: Nuestra especie terminaría siendo la única
superviviente, pero el hombre de Neandertal no desapareció de un día para otro.
Numerosas pruebas arqueológicas demuestran que el Homo sapiens sapiens y el

63
Homo sapiens neandertalensis habitaron el mismo territorio en muchas regiones de
Europa y Oriente Medio durante miles de años. Pero ello no prueba que convivieran
en paz. Las poblaciones se encontraban tan dispersas que el contacto sería poco
frecuente. Hace décadas que existe una idea más romántica sobre la desaparición
de los Homo sapiens neandertalensis: quizá fueron eliminados al producirse un cruce
de razas con Homo sapiens sapiens. Quizá todos llevamos un poquito de Neandertal
en nuestro ADN. En 1997, los biólogos moleculares quisieron probar esta hipótesis
extrayendo el ADN de los fósiles de Neandertal y lo compararon con el de los
humanos actuales. Concluyeron que las diferencias significativas permiten descartar
un cruce significativo, aun cuando ese apareamiento hubiera sido biológicamente
posible.

Pero un esqueleto descubierto en Portugal en diciembre de 1998 ha resucitado esa


vieja idea. Uno de los autores del descubrimiento, Julio Zilhao, director del Instituto
de Arqueología de Portugal, y el consultor Eric Trinkhaus de la Universidad de
Washington, sostienen que los restos de un niño que data de hace 24,500 años
muestran una mezcla de rasgos de Homo sapiens neandertalensis y Homo sapiens
sapiens. Este niño pudo ser el fruto de una singular noche de amor en la prehistoria
si no fuera porque el último Neandertal ya había desaparecido de la región por lo
menos 3,000 años antes. El misterio se agranda a medida que los paleoantropólogos
descubren las semejanzas entre Homo sapiens sapiens y Homo sapiens
neandertalensis. Ambos cazaban en grupo, enterraban a sus muertos y sus cerebros
eran tan grandes como los nuestros. La igualdad relativa de las especies, dice
Trinkhaus, tiene sentido, porque los dos grupos convivieron durante varios miles de
años sin que ninguno predominara.

La hipótesis que los Homo sapiens sapiens terminaron con los neandertalensis en
sucesivas confrontaciones bélicas tiene por hoy mayor aceptación. Algunos se
inclinan a pensar que los neandertalensis evolucionaron a Homo sapiens sapiens en
Europa. Pero tiene más fuerza la teoría según la cual Homo sapiens sapiens,
originado en África o el Cercano Oriente, se diseminó por el mundo reemplazando
paulatinamente a toda otra especie de Homo, incluida la Neandertal.

64
4. 4. HOMO SAPIENS SAPIENS

Si algo diferencia claramente a Homo sapiens sapiens de sus antecesores fue el


desarrollo que adquirió del pensamiento simbólico. Fue el primero en crear arte en
una sorprendente variedad de formas, incluyendo las pinturas rupestres y las
estatuillas de marfil y de madera. Las cuevas de Lascaux, Altamira y la
recientemente descubierta gruta de Chauvet dan testimonio de un arte parietal
insuperado. Junto con ello los rituales, la música, la representación gráfica, un
lenguaje enriquecido, el dominio de los materiales más diversos, la magia, la
sensación del misterio, primitivas deidades, la creencia en lo supraterreno y otras
manifestaciones de la vida de los primeros Homo sapiens sapiens hablan a las claras
de cambios fundamentales.

No ha sido posible dilucidar aún en qué continente se originaron los primeros Homo
sapiens sapiens. Lo cierto es que hace 100, 000 años ocupaban varias regiones de
África, Asia y Europa. Las innovaciones tecnológicas que produjo hicieron prosperar
su vida de cazador-recolector, aumentaron las expectativas de vida al punto que
hace 40,000 años se produjo lo que podría llamarse la primera explosión
demográfica.

Ello fue factor principal para que Homo sapiens sapiens migrara a zonas aún
desconocidas. Portador de una industria lítica formidable emprendió esa aventura,
llegando a Oceanía desde el sudeste asiático hace 30,000 años, cuando el nivel del
mar no había aún ascendido. Experto también en el arte de confeccionar
vestimentas, partió de las estepas euroasiáticas y ocupó el frío ecosistema de la
tundra. Un grupo de Homo sapiens sapiens dejó el norte de China hace 40,000 años,
avanzó por Mongolia y entró en la Siberia hace 25,000 años. Persiguiendo a la
megafauna y a los rebaños de renos continuó rumbo al noreste, dejando huella de su
paso trashumante en sitios como Dyukthai, a orillas del río Aldan, Berelekh, cerca al
río Indigirka y Ushk8i Lake, en la península de Kamchatka. Portador de la cultura de
microhojas esas bandas de cazadores Homo sapiens sapiens llegaron a Beringia en
los finales del Pleistoceno.

65
No existía el estrecho de Bering, pues no había mar de por medio entre Asia y
América. La última glaciación había sido tan intensa que el agua se había depositado
en forma de grandes moles de hielo en las montañas. Así, caminando en
seguimiento de sus presas, los Homo sapiens sapiens entraron en América, hace
aproximadamente 15,000 años. Ocuparon Alaska y Canadá, franqueándoles el paso
al sur los glaciares Laurentide y Cordillerano, que sin interrupción se extendían
desde el Atlántico hasta el Pacífico.

El final del Pleistoceno y el inicio del Holoceno produjo dos efectos importantes: el
aumento de la temperatura produjo el deshielo de las cordilleras; en consecuencia,
creció el nivel del mar y se formó el estrecho de Bering, impidiendo nuevas
migraciones humanas desde el Asia pues no se había inventado aún la navegación
en canoas. De otra parte, el deshielo hizo que entre los dos grandes glaciares
norteamericanos se abriese el paso Mackenzie, por el que avanzaron los últimos
ejemplares de la megafauna y tras ellos los Homo sapiens sapiens. Se calcula que
en mil años, durante los cuales debieron sucederse treinta generaciones (a un
promedio de treinta años de vida por cada generación), Homo sapiens sapiens pudo
llegar hasta el extremo sur del nuevo continente. Culminó así la población de todo el
planeta.

66
BIBLIOGRAFÍA
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White, E. y Brown, D. (1994). El primer Hombre. Barcelona. Ediciones Folio, S.A.

67
EVALUACIÓN
1. La mayoría de las estrellas de nuestra galaxia se concentran:
a) En una nebulosa espiral de unos 100.000 años luz de anchura y de unos
2.000 años luz de espesor.
b) En un disco aplanado de unos 100.000 años luz de anchura y de unos
2.000 años luz de espesor.
c) Formando una espiral con dos brazos, uno de los cuales se denomina el
brazo de Orión.
d) Iluminando el Cosmos con una brillante luz compuesta por gases nobles,
hidrógeno y helio.
2. El Sol, acompañado de su sistema planetario:
a) Efectúa una órbita en torno al Cosmos cada 250 millones de años.
b) Viaja en torno a la Vía Lactea formando una espiral cada 100,000 millones
de años.
c) Se formó hace 15 mil millones de años, con una violenta explosión.
d) Efectúa una órbita en torno al centro de nuestra galaxia cada 250 millones
de años.
3. Nuestro Sistema Solar está constituido:
a) Casi en un 90% por hidrógeno, en un 9% por helio y sólo en un 1% por el
resto de elementos químicos.
b) Por 100 mil millones de estrellas.
c) Únicamente por helio y hidrógeno, pero con muestras de argón, uranio,
dióxido de carbono y algunos gases nobles.
d) Por meteoritos, cometas, quásars y planetas.
4. Nuestra primera atmósfera estaba compuesta:
a) Por oxígeno, dióxido y monóxido de carbono, nitrógeno, hidrógeno, cloro y
azufre.
b) Fundamentalmente por dióxido y monóxido de carbono, nitrógeno,
hidrógeno, cloro y azufre.
c) Por hidrógeno, helio, vapor de agua, nitrógeno, hidrógeno, cloro y azufre.
d) Por oxígeno, vapor de agua, monóxido de carbono, nitrógeno, hidrógeno,
cloro y azufre.
5. Los componentes principales de la atmósfera actual son:
a) Nitrógeno (78%), oxígeno (21%) y el gas noble argón (algo menos del 1%).
b) Dióxido de carbono (0.33%) y vestigios (menos de 0.001%) de metano.
c) Hidrógeno, óxidos de nitrógeno y algunos otros gases nobles.
d) Oxígeno (75%), nitrógeno (24) y gas argón (1%).
6. En el interior de la Tierra, el manto:
a) Es una envoltura rocosa de 2,840 kilómetros de profundidad.
b) Está separado de la corteza por la discontinuidad de Gutemburg..
c) Está separado de la corteza por la discontinuidad de Mohorovicic.
d) Rodea a la corteza que puede ser sólida, líquida y gaseosa.

68
7. La Tierra se divide en:
a) Placas sobre las cuales se asientan océanos, eras y continentes.
b) Seis placas menores: Eurasia, África, Antártida, Índico, Pacífico y América;
y seis mayores: Arábiga, Filipina, Cocos, Caribe, Nazca y Escocesa.
c) Seis microplacas, cinco continentes, siete mares y cinco eras.
d) Seis placas mayores: Eurasia, África, Antártida, Índico, Pacífico y América;
y seis menores: Arábiga, Filipina, Cocos, Caribe, Nazca y Escocesa.
8. Wegener sostenía que la fuerza motriz de la deriva continental era suministrada:
a) Por las fuerzas rotacionales y mareales, lentas pero constantes, que han
actuado a lo largo de los tiempos geológicos.
b) Por fuerzas que eyección brotadas del manto.
c) Por el hundimiento de la corteza en las fosas oceánicas y la elevación de
las montañas.
d) Por la onda espiral de choque estacionario o fricción de las placas.
9. En el fondo de los mares existe:
a) Una variedad de peces de esqueleto cartilaginoso y óseo que procede del
período Devónico.
b) Una cordillera montañosa suboceánica de 256,400 kilómetros de longitud
que da la vuelta al mundo.
c) Una cordillera montañosa suboceánica de 64,400 kilómetros de longitud
que da la vuelta al mundo.
d) Placas corticales, mallas geológicas zigzagueantes, fuerzas expansivas y
núcleos de subducción.
10. La teoría de la tectónica de placas fue propuesta:
a) Entre 1967 y 1969, por Jason Morgan, Dan McKenzie y Xavier Le Pichon.
b) Por Alfred Wegener, científico alemán, en 1930.
c) Por Tuzo Campbell, Robert Wilson y vDan Mackenzie, entre 1967 y 1969.
d) En 1950 por Bertrand Russel, Francis Bacon y Ronald Taylor.
11. La era Mesozoica tiene los siguientes períodos:
a) Pérmico, Cámbrico, Devónico y Carbonífero.
b) Triásico, Jurásico y Cretásico.
c) Terciario y Cuaternario.
d) Triásico, Cámbrico y Cretásico.
12. Además de los seres humanos, integran el orden de primates:
a) Los prosimios, los monos del Nuevo Mundo, los monos del Viejo Mundo y
los simios antropoides, hominoideos como nosotros.
b) Los Ardipithecus, Australopithecus y Homínidos.
c) Australopithecus ramidus, Australopithecus garhi, Australopithecus
anamensis y Australopithecus africanus.
d) Ramapithecus brevirostris y Kenyapithecus wickeri.
13. Los Australopithecus, que sólo vivieron en África:
a) Fueron los primeros cazadores y entre sus presas estuvo el tigre dientes
de sable o machairodo.

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b) Fueron omnívoros (comían de todo) y oportunistas (se alimentaban de lo
que hallaban a su paso).
c) Sólo fueron carroñeros, comiendo animales muertos o las sobras que
dejaban las fieras.
d) Evolucionaron en la sabana y luego pasaron a la pluviselva tropical.
14. El ejemplar prototípico de Homo habilis:
a) Fue descubierto por Mary Leakey en Laetoli, Tanzania.
b) Tiene una edad aproximada de 3.700,000 años.
c) Fue hallado en 1960 por Louis y Mary Leakey, en Olduvai, Tanzania.
d) Compartió la pluviselva tropical con gorilas y chimpancés.
15. Homo erectus fue el primer homínido en dejar la sabana tropical y:
a) Conquistó Oceanía y América hace un millón de años.
b) Hace más o menos un millón de años penetró en Europa y Asia.
c) Ocupó los valles templados de Asia, América y Europa.
d) Termin{o con los Australopithecus y Homo habilis.
16. Los Homo erectus:
a) Descubrieron el control del fuego y el lenguaje articulado.
b) Crearon la cultura lítica Olduvaiense.
c) Fueron eximios cazadores de fieras con microhojas.
d) Deben ser considerados como los primeros homínidos.
17. Los Homo sapiens neandertalensis:
a) Crearon la cultura Achelense, por haberse hallado sus mejores
instrumentos líticos en Saint Acheul.
b) Vivieron en varias partes de África, Europa y Asia entre 200,000 y 30,000
años antes del presente.
c) Pasaron de la estepa a la tundra por el subcontinente llamado Beringia.
d) Fueron extinguidos por los Homo ergaster y los Homo antecessor.
18. El Homo sapiens sapiens:
a) Es muy parecido a los seres humanos actuales, como los Neanderthales y
los Cro Magnon.
b) Hizo notables progresos en su inteligencia, alcanzando una capacidad
cerebral de 600 a 1800 c. c.
c) Fue el primero en crear arte en una amplia variedad de formas, incluyendo
pinturas rupestres y estatuillas de marfil y de madera.
d) Conquistó todos los climas y continentes durante la Edad del Hielo y en
sólo mil años.
19. Llegó a Oceanía desde el Sudeste asiático hace 30 mil años:
a) El Homo sapiens arcaico.
b) El Homo ergaster africanus.
c) El Homo sapiens sapiens.
d) El Homo erectus pekinensis.
20. El Homo sapiens procedente de China y Mongolia:
a) Ocupó Europa y pasó a América hace 50 mil años.
b) Ocupó la Siberia y se situó en América al final del Cuaternario.
c) Conquistó la estepa y la tundra africana, para luego pasar a América.
d) Ocupó la Siberia, atravesó Beringia y descubrió América hace 15 mil años.

70
CLAVES
1. b
2. d
3. a
4. b
5. a
6. c
7. d
8. a
9. c
10. a
11. b
12. a
13. b
14. c
15. b
16. a
17. b
18. c
19. c
20. d

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