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Dios
Todo lo que es, es substancia o es una afección de la substancia – Aristóteles. “En la naturaleza no aparece
nada que no sea la sustancia y sus afecciones”- Spinoza.
Descartes insistió en considerar que la “res cogitans” y la “res extensa” eran sustancias, pero la definición
general de substancia que nos presenta no coincide con tal consideración: “Aquello que existe de tal forma
que no necesita de otra cosa para existir”. Así entendida, la sustancia sólo podría ser Dios, ya que las otras
dos son sustancias creadas por Dios (necesitan de Él para existir). Cae en una contradicción formal. Spinoza,
evitando esta contradicción, afirma que sólo existe una substancia, que es Dios. Lo originario es aquello
que no hace referencia a algo distinto de él y es, por tanto, un fundamento de sí mismo, una causa de
sí. Si la substancia es “lo que es en sí y se concibe por sí mismo”, -es decir, lo que para existir y ser
concebido no necesita de otra cosa-, entonces la substancia coincidirá con la causa sui (la substancia no
tiene necesidad de otra cosa, porque es causa o razón de sí misma).
Lo que para Descartes eran substancias en sentido derivado -res cogitans y res extensa-, se convierten
en Spinoza en dos de los infinitos atributos de la substancia, mientras que los pensamientos aislados y las
cosas extensas individuales se transforman en afecciones de la substancia, en modos. Cosas que están en la
sustancia y que no pueden concebirse sin ella. “Entiendo por Dios un ser absolutamente infinito, una
substancia constituida por una infinidad de atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e
infinita”. Dios es la única substancia existente. Todo lo que es, está en Dios, y sin Dios no puede ser ni ser
concebido. Todo lo que sucede, sucede únicamente por las leyes de la naturaleza infinita de Dios y surge por
la necesidad de su esencia. Eso sí, no es causa transitiva, sino causa inmanente, y por lo tanto, inseparable de
las cosas que proceden de él. De él provienen -de manera necesaria e intemporal- los infinitos atributos y los
infinitos modos (“infinitas cosas en infinitos modos”).
Los atributos
La sustancia (Dios) expresa su propia esencia en infinitas formas y maneras. Estas constituyen los atributos.
Definición: “Aquello que expresa la esencia de la sustancia divina”/ “Aquello que el entendimiento percibe
de la sustancia como constituyendo su esencia”. En la medida en que los atributos expresan la infinitud de la
sustancia divina, hay que concebirlos por sí mismos, cada uno por su cuenta, pero no entendiéndolos como
entidades “separadas”, ya que “son” la sustancia. En la medida en que expresan esa entidad eterna y única,
los atributos son eternos. Nosotros sólo conocemos dos de estos infinitos atributos: el pensamiento y la
extensión (nótese la influencia cartesiana).
Los modos
“Entiendo por modo las afecciones de la sustancia, es decir, lo que es en otro, por medio de lo cual es
concebido”. Sin la sustancia y sus atributos no existiría y no podríamos concebir, el modo. Los modos son
consecuencia de los atributos y constituyen determinaciones de estos. Admite modos infinitos (el intelecto
infinito del atributo infinito del pensamiento), pero no justifica la aparición de modos finitos – da un salto de
lo infinito a lo finito. “Las cosas singulares no son más que afecciones de los atributos de Dios, o sea, modos
en los que los atributos se expresan de una cierta y determinada manera” (el cuerpo, modo del atributo
extensión).
En función del paralelismo, Spinoza interpreta al hombre como unión de alma y cuerpo. El hombre no
es una substancia y tampoco un atributo, sino que está constituido por ciertas modificaciones de los
atributos de Dios, es decir por modos del pensar, con la preeminencia de la idea, y por modos de la
extensión, esto es, del cuerpo que constituye el objeto de la mente. El alma o mente es la idea o
conocimiento del cuerpo. “El objeto de nuestra alma es el cuerpo existente y no otra cosa; (…) el cuerpo
humano existe tal como lo sentimos”.
-El conocimiento-
Toda idea, todo contenido mental, es objetiva. Posee un correlato en el orden de las cosas (los cuerpos). Ideas
y cosas no son más que dos caras de un mismo acontecimiento. Cualquier idea posee un correlato corpóreo,
al igual que cualquier acontecimiento posee necesariamente una idea correlativa. Spinoza distingue entre
ideas y conocimientos más adecuados o menos adecuados.
1) La primera forma de conocimiento es la empírica, que está ligada con las percepciones sensoriales y las
imágenes – las ideas confusas pertenecientes a este género se limita a acontecimientos particulares y no pone
de manifiesto nexos.
2) El conocimiento de la razón, conocimiento propio de la ciencia – se basa en ideas adecuadas, comunes a
todos los hombres, que representan las características generales de las cosas. Este conocimiento capta las
ideas con claridad y distinción, sino también sus necxos necesarios – las causas de las cosas, la cadena de
causas y su necesidad.
3) Ciencia intuitiva; visión de las las cosas en su proceder de Dios. Va desde la idea adecuada de los atributos
de Dios hasta la idea adecuada de la esencia de las cosas.
El conocimiento adecuado de cada realidad implica el conocimiento de Dios y, por tanto, en las formas de
conocimiento adecuado no hay lugar para la contingencia: todo resulta necesario. A la naturaleza de la razón
corresponde contemplar las cosas como son, es decir, como necesarias, bajo alguna especie de eternidad.
EL SUJETO ÉTICO - POLÍTICO: LA ESCLAVITUD Y LA LIBERTAD
Las consecuencias de estas doctrinas metafísicas y gnoseológicas poseen una notable relevancia de carácter
ético y político. Hay una vinculación estrecha entre esos ámbitos. Las indica en el final del libro II de la
Ética.
El conocimiento adecuado es útil en la medida en que no enseña que nosotros actuamos por voluntad
de Dios y somos participes de la naturaleza divina. Nos enseña cómo nos hemos de comportar hacia las
cosas de la suerte o que no se encuentran en nuestro poder – esperando y soportando con igual ánimo
todo, ya que todo proviene de Dios con la misma necesidad. En la vida social, enseña a no odiar, a no
menospreciar, a no burlarse de nadie, a no encolerizarse – cada uno ha de contentar con sus cosas y
ayudar al próximo. Aprovecha la sociedad común, para que los gobernados cumplan libremente
aquello que sea mejor.
EL SUJETO ÉTICO
El análisis se funda en un pocos principios que no son propios del hombre, sino que pertenecen a cualquier
ser en general. El principio fundamental es que cada cosa tiende a perserverar en su propio ser
(conatus) y que este esfuerzo de autoconservación constituye la esencia actual de la cosa misma.
Cuando este esfuerzo se refiere a la mente sola, se llama voluntad; cuando se refiere a la mente y al
cuerpo, se llama apetito. El apetito es la misma esencia del hombre, del que derivan necesariamente todas
aquellas acciones que sirven para su conservación. Cuando el apetito tiene conciencia de sí, se llama
deseo. Así, el hombre no se propone, quiere, desea y ansia una cosa porque la cree buena, sino al contrario,
considera que una cosa buena porque se la propone, la quiere, la desea y la ansia.
De este impulso de conservación nacen las pasiones fundamentales. Por pasiones o afectos entiende
Spinoza la pasividad de la mente, pasividad que consiste en la inadecuación y confusión de las ideas .
La mente padece cuando posee ideas inadecuadas y confusas; obra cuando posee ideas adecuadas.
Las pasiones fundamentales son la alegría y la tristeza. La alegría va unida a la conservación y
perfeccionamiento del propio ser; la tristeza es la pasión que va unida a una disminución del mismo.
Cuando van acompañadas por la idea de una causa externa que las produzca, dan origen al amor y al odio,
pasiones por las cuales el hombre busca lo que le provoca alegría y huye de lo que lo que le trae tristeza. De
aquí se originan el resto y las considera todas como manifestaciones naturales del hombre.
- La razón y la pasión-
Seguir la razón es ser activo, es decir, tener ideas adecuadas. Pero la pasión es una idea confusa; y la
pasión no depende exclusivamente del hombre, porque el hombre es solo una parte de la naturaleza y sus
pasiones están influidas también por las otras partes de la misma.
Una pasión no puede ser reprimida más que por otra más fuerte. Y el mismo conocimiento del bien y del
mal no puede reprimir ninguna pasión, sino en cuanto este conocimiento se convierte también en pasión más
fuerte que las otras.
Spinoza analiza cada pasión, para saber cuáles son conformes a la razón, propias del hombre libre –
hay pasiones que son de por sí buenas, como la alegría o el contento; otras que no, como la tristeza o el odio.
Por consiguiente, el hombre no responde al odio con odio, sino que opone el amor a las malas pasiones.
Así, pretende sustituir la pasión por la razón como guía del hombre; por razón entiende la recta
consideración de lo útil, enlazándola de esta manera con el impulso de autoconservación y dándole el
fundamento de la pasión. “A todas las acciones, a las que somos determinados por un afecto que es
pasión, podemos ser determinados sin él, por la razón”.
EL SUJETO POLÍTICO
El Estado está sometido a leyes en el mismo sentido en que lo está el hombre en estado natural, en el sentido
de que está obligado a no destruirse a sí mismo, a perservar en su ser. Para el Estado, como para el individuo,
la regla de es la de fundarse en los preceptos de la razón, que son los únicos que garantizan su conservación.
El fin del Estado es la paz y la seguridad de la vida, por esto la ley fundamental que limita la acción del
Estado deriva de esta intrínseca finalidad suya, sin la que falta al fin para el que ha nacido.
Los hombres se unen para formar una comunidad política, en la cual se constituyen como una sola
alma, no por un impulso racional, sino por alguna pasión, como la esperanza, o el temor. Como se
necesitan los unos a los otros para conservarse, se sigue que todos desean naturalmente el estado social y no
es posible que lo destruyan nunca completamente.