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Enfoque Sistémico y

Teorías Funcionalistas o
Estructuralistas

ÁNGEL H. FACUNDO D.

El enfoque sistémico, entendido como análisis de estructuras y


funciones, ha sido objeto de las más variadas controversias. Con el
presente escrito el autor se propone desvincular el enfoque como tal
de aquellas escuelas o corrientes de pensamiento qua hacen de él un
método bastante utilizado en la práctica investigativa. Las corrientes
de pensamiento estudiadas son: el Estructuralismo Francés (Saussure,
Lévi-Strauss, Foucault, Lacan, Derrida), el Estructural-Funcionalismo
(Parsons, Merton) y la Teoría General de Sistemas (Ludwing von
Bertalanffy, Ralph W. Gerard, A.O. Hall, R.F. Fagen. M.O.
Mesarovic, G. Klir). Frente a posiciones de aceptación acrítica de las
concepciones teórico-metodológicas y a posiciones de rechazo ("más
por motivos ideológicos") de los procedimientos y técnicas qua
sustentan el enfoque sistémico, se asume aquí una actitud crítica a
partir de las implicaciones teórico-metodológicas del enfoque y del
establecimiento de diferentes ámbitos de generalización. El estudio
ofrece una visión panorámica del estado actual de la reflexión
epistemológica sobre el particular y una base para el análisis objetivo
de las diferentes críticas al enfoque sistémico.
El propósito del autor es claro: mostrar cómo este método da
análisis no puede seguir siendo objeto de simple aceptación o de
rechazo. Se requiere deslindar el análisis de estructuras y funciones de
determinadas corrientes de pensamiento, para adoptarlo dentro de una
concepción teórica que supere las limitaciones anotadas.
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El intento de comprender la realidad como un sistema integrado de
fenómenos que se interrelacionan, es prácticamente tan antiguo como
la historia del pensamiento. La construcción de sistemas de categorías
y proposiciones ha sido una de las constantes más nítidamente
identificables en la historia de la filosofía desde la época de la Grecia
clásica. Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, Descartes, Leibniz,
Kant, Hegel y Marx, son verdaderos hitos en la construcción de
sistemas filosóficos.

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La construcción de sistemas y el empleo de un enfoque sistémico
han sido igualmente tendencias características de la matemática
(Pitágoras, Boole), de la física (Aristóteles, Newton) y de las
diferentes ciencias naturales, especialmente, en la época de la
"clasificación", que buscaba ordenar los diferentes fenómenos en un
sistema (Lineo, Mendelejev). Ha sido igualmente antigua
preocupación de las ciencias sociales (Marx, Parsons).
En general, todas las ciencias han aspirado y aspiran a construir,
una vez alcanzado un determinado grado de madurez y sobre la base
de un cuerpo de axiomas, un verdadero sistema conceptual y
proposicional.
En nuestra época, el enfoque sistémico ha llegado a ser uno de los
temas predominantes en los diferentes campos de la actividad
científica. Dicho predominio está ligado, de una u otra forma, a tres
hechos fundamentales en el desarrollo de las ciencias: la irrupción
generalizada del marxismo, la formulación del estructural
funcionalismo y la constitución de la cibernética por N. Wiener, como
nueva disciplina. La teoría y el método marxistas (que se difunden
rápidamente como uno de los parámetros obligados en el trabajo
intelectual, especialmente a partir de la revolución de octubre de
1917) remiten al investigador al análisis de las interrelaciones,
estructuras y funciones de los fenómenos, teniendo a las diferentes
formaciones socioeconómicas como marco general de referencia. El
análisis de las estructuras y funciones de los fenómenos sociales se
convierte, a partir de la formulación parsonsiana del estructural-
funcionalismo (1937 es el año de su primera gran obra: La Estructura
de la Acción Social), en una metodología desarrollada y aplicada en
los diferentes niveles de análisis: micro, intermedio y macro (G. C.
Homans, R. K. Merton, K. W. Deutsch, por ejemplo) y en las más
variadas disciplinas. La cibernética, constituida originariamente como
disciplina por un grupo de técnicos y fisiólogos (N. Wiener,
Cybernetics or Control and Communication in the Animal and the
Machine, 1947) se concentra en el estudio de sistemas con la ayuda de
métodos y modelos matemáticos y permite no sólo un sorprendente
desarrollo en el campo de la técnica (máquinas, autómatas), sino un
análisis cada vez más de tal lado de los diferentes sistemas técnicos,
biológicos y sociales con ayuda de instrumentos tan poderosos como
la matemática y el computador.
De esta manera, el enfoque sistémico (*), es decir, el análisis de los
fenómenos en la complejidad de sus interrelaciones, en su
organización estructural, estados, transiciones, comportamiento y

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funciones, se convierte en uno de los procedimientos más
característicos de la ciencia contemporánea.
Como tal, dicho enfoque ha sido, igualmente, objeto de las más
fuertes controversias.
De una parte, porque al utilizar dicho procedimiento modelos de
sistemas teóricos idealizados (en los cuales se hace abstracción de
cualquier tipo de particularidad para "graficar" y entender las
regularidades cibernéticas de los procesos), se debe tener en cuenta,
para poder ser aplicables, las particularidades de campos tan diferentes
como el técnico, el biológico y el social, y las de cada una de las
diferentes disciplinas científicas en que se utiliza. Estas dificultades
"inherentes al enfoque mismo", están siendo, sin embargo, superadas,
a medida que se avanza en una labor interdisciplinaria dando origen a
disciplinas especializadas, como la biocibernética, para citar un solo
ejemplo.
De otra parte, ha sido controvertido porque su aplicación en la
actividad investigativa de las diferentes disciplinas científicas, ha dado
origen a una serie de generalizaciones teóricas y metodológicas
discutibles, que parten o desembocan en determinadas concepciones
del mundo. El estructuralismo francés (Saussure, Lévi-Strauss,
Foucault, Lacan, Derrida), el funcionalismo o el estructural-
funcionalismo (Parsons, Merton) y la teoría general de sistemas
(Ludwig von Bertalanffy, Ralph W. Gerard, A.D. Hall, R.F. Fagen,
M.O. Mesarovié, G. Klir) pueden nombrarse como las más conocidas
escuelas de pensamiento que siguen esta tendencia. Dentro de este
segundo tipo de polémica, que se da con ardor, especialmente en el
ámbito académico durante las décadas del sesenta y setenta, tanto a
nivel mundial como nacional, pueden distinguirse tres posiciones
relevantes: una aceptación categórica no sólo de la concepción
teórico-metodológica, especialmente del estructural-funcionalismo y,
por tanto, del enfoque sistémico de esta escuela, sino en general, de
todo lo que él implica (cibernética, sofisticados análisis estadísticos,
computación, etc.), la mayoría de las veces con desconocimiento
absoluto de ellos. Una posición antagónica a la anterior, que
rechazando, más por motivos ideológicos que estrictamente teórico-
metodológicos, las concepciones anteriores, participan así mismo, si
no de una fobia, sí por lo menos, de una apatía intelectual frente a los
procedimientos y técnicas que sustentan el enfoque sistémico.
Finalmente, una posición crítica que, discutiendo las implicaciones
teóricas y metodológicas de este enfoque y diferenciando los diversos
ámbitos de generalización, no opone como absolutamente

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contradictorios los momentos histórico-estructural funcional,
esenciales en todo tipo de análisis científico objetivo, ni desconoce el
manejo de una serie de técnicas investigativas.
La práctica científica, y en particular la investigación, ha sido
decantando el debate hacia la última posición mencionada, también en
nuestro medio.
Entre los aspectos sobresalientes que han llevado a esta discusión
productiva y, por lo tanto, a una asimilación crítica del enfoque
sistémico como un método válido para la investigación, pueden
enumerarse: a) el estudio cada vez más profundo de los diferentes
exponentes de las teorías y metodologías dentro de las cuales se
aplican enfoques sistémicos como método de análisis en los diferentes
campos de la realidad, en particular, en las ciencias sociales; b) la
reflexión epistemológica, que ha conducido a la conveniente
"desagregación del paquete metodológico" (para decirlo con palabras
prestadas de la transferencia de tecnología) en sus componentes
básicos esenciales: teoría general o concepción del mundo, teoría
sobre el método o metodología, los métodos de análisis, y los
diferentes procedimientos, técnicas e instrumentos para su aplicación;
y c) una mayor aproximación a la matemática y a la cibernética, como
la ciencia de los sistemas "cibernéticos", es decir, aquellos que
"presentan características generales como control, elaboración de
información y almacenamiento de la misma, adaptación,
autoorganización, autorreproducción, conducta estratégica, etc."
(Klaus/ Liebscher, 1976: 319).
El estudio cada vez más profundo, de los diferentes autores ha
llevado a considerar las varias etapas por las que atraviesa su
pensamiento y, de esta manera, a distinguir momentos diferentes en la
teorización y, si así puede decirse, los "grados diferenciales de
interrelación" entre un método empleado y la reflexión teórica sobre el
método: sus condicionamientos, alcances y límites. La "desagregación
metodológica" ha conducido a diferenciar, en un nivel general, entre
las concepciones teóricas y metodológicas de una parte, y los
métodos, procedimientos, técnicas e instrumentos, de otra. Esto ha
permitido aplicar en la práctica investigativa, métodos y técnicas que,
despojados de las características emanadas de la concepción teórico-
metodológica en que se "originaron" e incorporados dentro de un
marco teórico-conceptual diferente, permiten no sólo un mayor
desarrollo de éstos, si no de la investigación misma e incluso de la
teorización sobre los métodos.

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Con el enfoque sistémico como método para el análisis de los
procesos en sus elementos estructurales (que a su vez son
subprocesos), interrelaciones y funciones, se puede afirmar que se ha
recorrido el camino mencionado. El enfoque sistémico no es
patrimonio exclusivo de una determinada concepción teórico-
metodológica. Es, y puede ser utilizado con validez, dentro de las más
variadas concepciones metodológicas, aunque, por supuesto, con
diferentes resultados.
El mayor problema que sigue afrontando el enfoque sistémico es,
sin embargo, el de la concepción teórico-metodológica. Para superar
esta dificultad ha de lograrse, inicialmente, una clara diferenciación
conceptual entre lo que es un análisis de estructuras y funciones, de
aquellas concepciones o escuelas con las cuales se lo ha identificado
tradicionalmente, en particular, del funcionalismo, del estructuralismo
y de la teoría general de sistemas. Posteriormente, y a partir de esta
diferenciación, se pueden enfrentar los problemas teóricos y técnicos
aún no resueltos en el empleo del enfoque sistémico.
Respecto a la diferenciación conceptual, se hace necesario revisar el
estudio y las críticas de que han sido objeto algunas de las principales
escuelas que utilizar el análisis de estructuras y funciones, a fin de
tener una visión de la reflexión actual sobre esta materia. En este
sentido ha de reconocerse, de una parte, que se ha dado un
considerable desarrollo en la reflexión teórica en el interior de cada
escuela. Como consecuencia del amplio debate sostenido se ha llegado
a posiciones auto críticas de aceptación de las propias debilidades y
limitaciones. De otra parte, ha de reconocerse, igualmente, que el
blanco fundamental de las críticas se encuentra más en las
generalizaciones hechas a partir de la búsqueda o del empleo
particular de métodos de análisis estructural-funcionales, que sobre el
enfoque sistémico como tal.
Las siguientes páginas se dedican a una somerísima presentación
del estado actual del estudio y las críticas sobre las tres concepciones
más conocidas dentro de las cuales se emplea como método, el
análisis de estructuras y funciones, con el fin de contribuir al necesario
deslinde del enfoque sistémico de esas concepciones particulares.

Enfoque Sistémico y Funcionalismo

El funcionalismo es, en buena medida, la matriz teórica del enfoque


sistémico. El funcionalismo no es, sin embargo, un concepto unívoco.
Existen diversas formas y concepciones. Habermas, por ejemplo,
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distingue tres formas de funcionalismo. (Habermas, 1971). La sección
de teoría sociológica del departamento de sociología de la Universidad
Nacional (para citar a los nuestros), en un estudio realizado sobre el
tema, distingue entre las formas de análisis funcional y su
fundamentación, en las concepciones de Durkheim, Weber, Kant,
Parsons y Merton (Alzate, Mesa y otros, 1977). Sin duda, afirma
Darío Mesa, la utilización de este método se halla en la obra de todo
científico que se dé a la tarea de aprehender un objeto.
Tomando, empero, el funcionalismo en general, se encuentra que
éste surge estrechamente ligado a la discusión sobre el modelo del
análisis de la mecánica clásica que, por haberse mostrado eficiente en
el campo de la física, pretende convertirse en paradigma universal de
la ciencia. La utilización de dicho paradigma deriva, por tanto, en
limitante del proceso de diferenciación de las ciencias. Durante el
siglo XIX, la discusión entre "mecanicistas" y "funcionalistas"
(vitalistas) es uno de los problemas centrales en el análisis de las
ciencias biológicas. De esta manera, la pregunta sobre el modelo
válido de análisis para los diferentes campos de la ciencia se convierte
en la clave para impulsar su desarrollo.
Con el surgimiento de la sociología como disciplina científica y
ante la necesidad imperiosa de encontrar un método que pueda dar
cabal cuenta del objeto específico de su estudio, se toman prestados de
las ciencias físicas y biológicas uno y otro modelo de análisis (o un
complemento de ambos), y se evalúan sus bondades en este campo
específico. Se encuentran rápidamente un cúmulo de serias
limitaciones, causadas por la extrapolación de estos a un objeto de
características tan peculiares, como lo es la sociedad.
Durkheim, es quizá el primero en enfrentar dicha dificultad. La
aplicación del modelo de la mecánica universal lo lleva a la positiva
consideración de los "hechos sociales como cosas" y, por tanto, a la
identificación del objeto de la sociología en las instituciones sociales,
definidas como "formas cristalizadas", "vida más o menos
cristalizada" (Durkheim, 1964: 33 y 40).
Sin embargo, como lo analiza Gabriel Restrepo, (a quien seguimos
en este acápite y a cuya lectura remitimos al lector), la aplicación de
este modelo exige, de modo correlativo, la supresión de la conciencia
como actividad y potencia, como "intención" o como finalidad
proyectada (Alzate, Mesa y otros, 1977:5): la "consideración de los
fenómenos sociales en sí, desligados de los sujetos" (Durkheim,
1964:.5~). Hecho que muestra claramente al mismo Durkheim, las
limitaciones de este modelo al aplicarlo en el campo social; pues, "el

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fenómeno sociológico es susceptible, aun manteniéndose
esencialmente igual, de revestir formas diferentes, según los casos".
Tal percepción lo lleva a la necesidad de utilizar, siguiendo ahora el
modelo biológico, los conceptos de "tipo medio normal" (equiparable
al concepto de institución como cristalización) y de "desviación", para
captar, de esta manera, las conductas particulares. Con base en estos
dos conceptos se clasifican los hechos en normales y anormales. La
tarea de la sociología es, por tanto, semejante a la tarea de la fisiología
(descripción de funciones, en condiciones normales), a la de la
patología (estudio de las enfermedades) y, el papel del sociólogo
semejante al del médico, cuya función es el mantenimiento del estado
normal. La sociología se torna así, por las limitantes del método, en
arte del control social. Quedan los interrogantes sobre el surgimiento
de los fenómenos y la explicación sobre los "periodos de transición".
Así, en Durkheim, el funcionalismo se presenta como un "método
complementario" que lleva a la intelección de los fenómenos sociales
pero que, a su vez, limita la labor explicativa profunda de la sociología
como ciencia.
Weber se plantea también el problema del método. Participa del
análisis funcional como paso previo (Weber, 1969:15), limitado, pero
indispensable en la sociología; participa, por su oposición al método
mecanicista. Partiendo de la base de que lo peculiar de la sociología es
comprender la conducta de los individuos en una acción social, se
hace necesario ir más allá de las leyes funcionales, pues éstas no
permiten comprender ni cómo surge una estructura, ni cómo se
mantiene, ni mucho menos la relación de sentido que motiva cada
conducta humana. Rompiendo con el funcionalismo, construye los
"tipos ideales", como instrumentos conceptuales de captación de la
conducta humana. Los tipos ideales no recogen los aspectos
funcionales de una acción, sino que hacen referencia a su génesis y
estructura: la conducta racional orientada a un fin, la conducta racional
orientada por valores, la conducta efectiva, la conducta tradicional.
Con dicha aproximación metodológica, el énfasis se hace sobre el
individuo: cómo se orienta éste frente a la sociedad y a los otros
individuos. Hecho, cuyas repercusiones teóricas no es del momento
analizar. Importa sí, considerar cómo en Weber se llega a una
diferencia entre lo estructural y lo funcional, tal como lo analiza Piza
(Alzate, Mesa y otros, 1977:9), y cómo dicha problemática será
recogida en un enfoque sistémico por Parsons en el "enfoque
funcional como funcionalismo".

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La preocupación parsonsiana por el modelo válido de análisis en las
ciencias sociales tiene un fundamento peculiar: la interrelación de las
ciencias. Efectivamente, el avanzado proceso de diferenciación de las
ciencias ha sentado, al mismo tiempo, las bases para su integración:
las ciencias particulares han de entenderse en sus interrelaciones con
las demás ciencias afines. Así, pues, para Parsons, a diferencia de los
demás sociólogos norteamericanos de su época, no han de examinarse
campos muy delimitados de fenómenos sociales, sino referirlos al
contexto general de las relaciones que mantienen con los demás
campos, es decir, al sistema de interrelaciones. El enfoque sistémico
se plantea, por lo tanto, como un método apropiado de análisis de los
fenómenos sociales. Se retoma, así, una tendencia presente ya en
varios investigadores, entre ellos Marx, pero que se hace ahora
explícita en la reflexión metodológica parsonsiana.
Tal como lo afirma en su autobiografía intelectual, trató de hallar
una matriz teórica en la cual estarían comprendidas tanto la teoría
económica, como la teoría sociológica sobre la base de la
convergencia del pensamiento de Durkleim, Weber, Marshall y
Pareto. Desde la categoría básica de sistema (que toma especialmente
del último) afirma que la "acción social" ha de analizarse como una
acción de sujetos que se proponen fines determinados y diferentes (en
clara referencia a Weber). El objetivo de dicho análisis consistirá en
encontrar, dentro de caos de acciones diferentes, el "orden" que las
normas (Durkheim) en la estructura socioeconómica moderna: el
capitalismo, la libre empresa (Marshall).
Todos habían convergido en un esquema conceptual único, que
denomina inicialmente "realismo analítico" y que se concreta
posteriormente en el concepto de sistemas. Pero no de sistemas
mecánicos, sino en el concepto de "sistemas vivos", como lo
desarrolla en la "teoría estructural-funcional" que culmina en su obra
El Sistema Social.
Parsons fundamenta su teoría funcionalista en el hecho de que las
relaciones del sistema socio-cultural humano no pueden aprehenderse
como relaciones de sucesión causa-efecto. Lo que implica un claro
rompimiento con el modelo de la mecánica clásica. Los sistemas
culturales –afirma- se distinguen en que son tanto no espaciales, como
atemporales. Consisten de objetos eternos, en el estricto sentido del
término eterno, esto es: no de objetos de duración indefinida, sino de
objetos a los cuales la categoría de tiempo no es aplicable. No están
implicados en "proceso" (Parsons, 1968:763). La absolutización de
este reconocimiento deriva en una "simplificación metódica", según

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palabras de Restrepo, en gran parte debida a su limitación al estudio
de un tipo de sociedad: la primitiva, de por sí poco diferenciada
(Alzate, Mesa y otros, 1977: 15). Hablamos de absolutización, pues el
reconocimiento de la no-eternidad de los procesos sociales lleva a
Marx, por ejemplo, no a una simplificación metódica, sino a su más
genial descubrimiento: el concepto de formaciones socioeconómicas
como marco diferencial de referencia para la aplicación del enfoque
sistémico como método de análisis.
Como parece inalcanzable una explicación causal en los fenómenos
sociales (aunque a ello habría que tender), Parsons recurre de modo
"transitorio", y a manera de "método de simplificación", al análisis
estructural-funcional. Algo que de suyo es variable se torna como
constante: la estructura. También, y de manera hipotética, siguiendo el
método de simplificación para facilidad de análisis, el sistema social
se concibe, con un grado perfecto de integración. Retomando a
Durkheim, la ciencia social se piensa como ciencia del control social o
ciencia de la autorregulación, del equilibrio. La pregunta sería: ¿no es
inherente la autorregulación (así como la autosuperación como
mecanismo final, de regulación) a cada formación socioeconómica, a
cada sistema social?
Por todas estas razones la metodología parsonsiana ha sido objeto
de las más variadas críticas. Él se limita tan sólo a afirmar: "una teoría
general del proceso de cambio de los sistemas sociales no es posible
en el presente estado de conocimiento. La razón es simple: tal teoría
implicaría el conocimiento completo de las leyes del proceso del
sistema y no las conocemos. La teoría del cambio, en la estructura de
los sistemas sociales, debe, pues, ser una teoría de subprocesos
particulares de cambio dentro de tales sistemas. No de un proceso de
cambio de los sistemas como tales" (Parsons, 1970:482).
En líneas generales, siguiendo este proceso y dentro de estas
concepciones, va tomando forma el enfoque sistémico, como método
de análisis de la realidad, particularmente, la realidad social. Cabe
preguntarse, si es posible realizar un análisis de estructuras, de
interrelaciones y de funciones que no esté involucrado dentro de las
mencionadas concepciones teórico-metodológicas y que pueda superar
sus limitaciones originarias. La aplicación del enfoque sistémico
parece ser una exigencia, por lo menos a nivel de análisis detallado,
micro, de los fenómenos, vistos como parte integrante de un sistema
de interrelaciones.
Parece ser que el estudio del marxismo a partir de una visión
"estructuralista", en buena medida iniciado por la interpretación

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althusseriana, ha dado comienzo a una sucesión de serias reflexiones
en tal sentido. Estudios recientes, que superan las primeras
aproximaciones, propias de los pioneros, parecen así confirmarlo (*).
El cúmulo de investigaciones concretas que en las últimas décadas
utilizan el enfoque sistémico dentro de una concepción histórica
definida y cuyo presupuesto no es precisamente la armonía social,
parece ser igualmente prueba fehaciente de ello.

Análisis de estructuras y estructuralismo

La aplicación del enfoque sistémico en la investigación (y en


particular el análisis estructural en determinadas ciencias sociales) ha
conducido, a su vez, a ciertas generalizaciones teóricas propias de
escuelas tales como el estructuralismo francés. Se piensa muchas
veces, que tal enfoque ha de llevar necesariamente a dichas
concepciones.
Sin embargo, parece existir aquí igualmente, consenso entre los
estudiosos del tema en distinguir (distinguir implica tan sólo una
aproximación gnoseológica y es diferente de separar que tiene un
sentido ontológico) dos correlatos diferentes al hablar de
estructuralismo: a) el estructuralismo como teoría filosófica y
metodología, o corriente de pensamiento que utilizando puntos de
vista estructurales en el análisis de los diferentes fenómenos, los
generaliza en principio universal e incluso en una determinada
concepción de la sociedad y del mundo; y b) el estructuralismo como
método y procedimiento de análisis, utilizado en diferentes disciplinas
científicas: lingüística, etnología y antropología, especialmente. Dicho
método no tiene que estar necesariamente nutrido, al menos en su
totalidad, de la concepción teórica antes mencionada.
Al analizar, separadamente, a cada uno de los así llamados
estructuralistas (Saussure, Lévi-Strauss, Foucault, Lacan, Derrida,
etc.) se encuentra que el "grado de intensidad" en la interrelación entre
el método empleado y la "teoría" estructuralista es diferente para uno
y otro autor. No es casual que casi todos, a excepción tal vez de Lévi-
Strauss, rechacen su pertenencia a tal filosofía, o hagan explícitas,
diferencias respecto a puntos específicos de ella, como el
ahistoricismo: caso de Lacan, por ejemplo. Más aún, estudios
realizados llevan a distinguir etapas, no sólo en el desarrollo del
pensamiento de cada autor, sino en la misma labor de teorización que
conduce al estructuralismo filosófico.

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Sin dejar de lado esta necesaria diferenciación entre los
"estructuralistas" (olvidarla llevaría también a absolutizaciones,
similares a las que le critican a este "ismo"), puede afirmarse, en
general, que el estructuralismo filosófico, que florece en Francia en
los años sesenta, consiste fundamentalmente en la subordinación del
punto de vista del desarrollo frente al punto de vista de la estructura;
en la asignación de la prioridad metodológica a la invariante
sincrónica, frente al desenvolvimiento diacrónico. El reconocimiento
metodológico de que, tanto en la naturaleza, como en la sociedad y en
el pensamiento, existen estructuras constituidas por elementos que se
interrelacionan y frente a los cuales gozan de cierta estabilidad, se
convierte en una invariante que sólo encontraría su necesidad de
transformación cuando dichas estructuras "choquen" frente a barreras
externas.
Para algunos, dicha absolutización sería inherente al enfoque
estructural "en sí". Sin embargo, estudios epistemológicos sobre dicha
teorización y las afirmaciones hechas por los mismos exponentes de
esta escuela coinciden en afirmar, que ésta se debe, no tanto a las
generalizaciones sobre el método utilizado, sino que son más bien el
producto de su interpretación a la luz de ciertas doctrinas filosóficas,
algunas de las cuales no utiliza ron en su elaboración ni el concepto de
estructura, ni el enfoque estructural propiamente dicho. Algunas de
estas fuentes serían: el pensamiento de Nietzsche con sus tesis del
"eterno retorno" frente a la "enfermedad histórica" y la "historia al
servicio de un poder no histórico" (Nietzsche, 1871). La filosofía de
Kant con su trascendentalismo. El concepto freudiano del inconsciente
y del "ello", cuyos procesos son atemporales (Freud, 1921 :28). La
fenomenología husserliana con su principio "verdad o historicidad" y
cuya tarea fundamental es esclarecer la estructura universal de la vida
consciente trascendental (Husserl, 1960:20). O el positivismo lógico
y, en particular, la lógica matemática que pretende, según palabras de
Waismann, hacer una descripción estructural pura de los objetos y la
realidad, pero sin conocer nada sobre el sentido de la relación y sus
objetos (Waismann, 1965). Lévi-Strauss, por ejemplo, caracteriza su
punto de vista filosófico como Kantismo sin sujeto trascendental
(Lévi-Strauss, 1963). Ello nos indica que las diferentes críticas al
estructuralismo (su ahistoricismo, antihumanismo, formalismo, etc.),
se enfocan contra la metodología, contra la teorización o
absolutización que .se hace del método de análisis empleado. Método
que, entre otras cosas, ha hecho aportes valiosos en el campo de las
investigaciones concretas. Esto nos señala solamente, que uno de los

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problemas más serios que enfrenta la ciencia, es la labor de
generalización, de teorización sobre su actividad. Labor que, a nuestro
juicio, hay que diferenciar, a su vez, de la práctica investigativa
empírica, en la cual el elemento determinante es el enfrentamiento a
un problema, la imperiosa necesidad de encontrar, sobre una base, aún
muy imperfecta de teorización, una serie de pasos ordenados y
apropiados (métodos) que conduzcan a la solución del mismo. La
generalización de los resultados, la "justificación" teórica de esa
actividad, incluida la reflexión sobre el método, son acciones lógicas y
en muchos casos cronológicamente, posteriores.
En tal sentido es muy ilustrativa la afirmación de Foucault quien, en
una polémica contra Sartre, definía las características esenciales
comunes en los diferentes exponentes del estructuralismo: "el
rompimiento se realizó, cuando Lévi-Strauss para las ciencias sociales
y Lacan para el inconsciente, señalaron que, lo que nos penetra más
profundamente, lo que está allí antes que nosotros, lo que nos
mantiene en el tiempo y en el espacio, es precisamente el sistema ...
Bajo sistema debe entenderse una totalidad de relaciones, que es
independiente de los contenidos que la cohesionan, mantienen y
transforman ... anterior a toda existencia humana, anterior a todo
pensamiento humano habría ya un saber, un sistema, que nosotros
descubriremos en cada caso ... ¿Qué es ese sistema anónimo sin
sujeto, qué es, qué piensa? El "yo" está destruido ... a nosotros nos
corresponde el descubrimiento de "lo que hay". Lo que hay es un
"ello" impersonal. En cierto sentido nos retrotraemos con esto, al
punto de vista del siglo XVII, con la siguiente diferencia: no
colocamos al hombre en lugar de Dios, sino a un pensamiento
anónimo, a un conocimiento sin sujeto, a lo teórico sin identidad ...
"(Foucault, 1967).
De otra parte, investigaciones sobre el desarrollo del
estructuralismo francés distinguen en él varias etapas: una primera
etapa (décadas del 30 y 40) en que se crean los métodos de
investigación de la lengua como sistema, abstrayéndose de los factores
"externos" (Saussure). Una segunda etapa (décadas del 50 y 60) en la
cual el estructuralismo se traslada a suelo francés y se buscan nuevos
métodos en etnología, aplicando algunos procedimientos de la
lingüística estructural (Lévi-Strauss). Una tercera etapa (décadas del
60) de divulgación de la metodología lingüística y traslado de los
métodos de investigación a otros campos de la cultura, a la historia de
la ciencia (Foucault), a la crítica literaria y la cultura masiva (Barthes),
apartándose, cada vez más, de los modelos metódicos de partida. Una

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cuarta etapa (fin de las décadas del 60 y del 70) de crítica y autocrítica
y de paso a más amplias esferas y disciplinas científicas (Derrida).
A cada una de estas etapas mencionadas corresponde, también, una
distinta comprensión del signo lingüístico y del papel que éste
desempeña en las construcciones teóricas (Avtonomova, 1979: 183-
184).
Avtonomova analiza también cómo una serie de factores sociales y
científicos, cómo la necesidad de "renovar la imagen de la ciencia y
del hombre", la necesidad de emanciparse del sicologismo, del
elementarismo, de la introspección, guían la labor teórico-
métodológica del estructuralismo francés, para el cual el problema de
la lengua sirvió de hilo conductor en el examen de los distintos
problemas del hombre y el de la argumentación del saber. El análisis
del componente lingüístico de la cultura, para el cual se diseñó el
método, no fue el objetivo final, ni el objetivo consciente de las
investigaciones estructuralistas. Muchas deducciones que se formulan
en las concepciones estructuralistas van mucho más lejos de las
modestas pretensiones iniciales: no se investiga la lengua propiamente
dicha, sino una u otras esferas de la cultura. Esto la lleva a concluir
que la desfiguración de las perspectivas teóricas que surgen por ello,
no es típica del estructuralismo en su variante francesa: sus
consecuencias van más allá del marco del estructuralismo propiamente
dicho (Avtonomova, 1979: 196-197).

Enfoque sistémico y teoría general de sistemas


El empleo del enfoque sistémico en los últimos años con técnicas de
análisis cada vez más refinadas por la cibernética, ha conducido de
manera similar a una nueva generalización: la "teoría general de
sistemas". No han de confundirse tampoco uno y otra. La teoría
general de sistemas es una concepción del mundo. El enfoque
sistémico es un método de análisis no necesariamente dependiente de
ella.
En un momento de sorprendente desarrollo de las ciencias, como el
que vivimos en nuestra época y para el caso particular, del desarrollo
de los diferentes conceptos de sistemas elaborados desde las distintas
ciencias particulares (teoría de los autómatas, teoría del control,
sistemas de comunicación, sistemas orgánicos, sistemas sociales, etc.)
y en especial, del desarrollo de definiciones matemáticas precisas con
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la ayuda de métodos algebraicos, de la topología, de la teoría del
cálculo diferencial, de la teoría de grafos, de la teoría de funciones, de
la estadística, de la lógica matemática, etc.), es apenas natural que se
plantee la necesidad de una teoría general sobre sistemas (Bertalanffy,
Mesarovié, etc.). En la actualidad son muy discutibles aún dichos
intentos de generalización y se puede afirmar que todavía no existe en
cibernética una síntesis completa, que conduzca hacia una teoría
unitaria, no sólo por la significación epistemológica que puede
implicar respecto a la concepción general del mundo (de mecanicismo
a finalismo), sino por una serie de problemas que afectan la validez de
la generalización misma.
De una parte, el mundo real no se puede concebir, sin más, como un
sistema de sistemas, sino posiblemente como un sistema de sistemas
relativamente independientes, que se autorregulan y tienen una
dinámica interna propia.
De otra parte, si bien es cierto que las teorías de sistemas trabajan
en un alto nivel de abstracción, considerando en general a todas las
clases isomorfas o conjuntos no vacíos de elementos entre los cuales
existen determinadas relaciones (estructuras) como sistemas iguales,
la moderna cibernética ha de considerar dentro de este modelo, las
propiedades y relaciones reales, diferenciales de los distintos tipos de
procesos: técnicos, biológicos o sociales. La abstracción del sistema
en sí no es el sistema real, es un modelo para su comprensión.
Para la constitución de una teoría objetiva de sistemas es básica la
diferenciación entre sistemas de la realidad objetiva (sistemas
materiales) y sistemas ideales, pertenecientes a la esfera de la
conciencia. A los primeros pertenece una variedad infinita de sistemas
dinámicos, que va desde los sistemas atómicos hasta los sistemas
orgánicos vivientes y hasta el hombre y la sociedad. También, son
pertenecientes a este campo los sistemas técnicos como las máquinas
o artefactos creados por el hombre. En los sistemas ideales existen
aquellos que pueden ser considerados como modelos de los sistemas
reales y aquellos que forman un sistema de conceptos y proposiciones.
Lo característico de los sistemas de conceptos y proposiciones es el
ser susceptibles de más de una interpretación, como por ejemplo, el
álgebra de Boole que tiene diversas interpretaciones en la lógica
proposicional, en la teoría de conjuntos, en el cálculo de
probabilidades o incluso en la teoría del sistema nervioso
(Klaus/Liebscher, 1976:320). Igualmente, es característico para esta
ciencia el considerar la relativa independencia de los sistemas
cibernéticos. El organismo viviente, como sistema cibernético por

14
excelencia, tiene una relativa independencia del medio, durante largos
procesos. Existe en él una serie de parámetros, relativamente
independientes de las variaciones del medio, que se mantienen
constantes dentro de determinados límites: los así llamados procesos
homeostáticos.
Así, pues, las modernas teorías de sistemas se desarrollan a partir de
diferenciación de los mismos, no sólo según su ámbito (técnica,
biología sociedad) sino según los problemas específicos a solucionar.
Los instrumentos teóricos (especialmente matemáticos) dependen de
ello, según se trate de una simple descripción del sistema o del
conocimiento de un sistema real en su conducta, en su estructura o en
ambas. Así, por ejemplo, en la teoría de sistemas técnicos, si la
estructura del sistema a analizar es conocida, predomina la descripción
por medio del cálculo diferencial. Si no lo es, o es difícil la
descripción de su estructura debido a la gran complejidad del sistema
y, por lo tanto, es complicada la descripción de su conducta por medio
del cálculo diferencial, se aplican métodos para describir simplemente
la relación entre la entrada y la sal ida de u na "información", como la
descripción del sistema y su comportamiento. Es el así llamado
método de la caja negra. Lo que no es mecánicamente aplicable a los
ámbitos biológico y social. La extraordinaria complejidad de estos
sistemas, que tienen en esencia conductas no lineales, dificulta una
descripción en el sentido matemático clásico.
Todas estas limitaciones "técnicas" tienen además una profunda
significación epistemológica. En la actualidad, sin embargo, con el
desarrollo de los diferentes tipos de análisis matemático, puede
afirmarse que, con ayuda del enfoque sistémico, es posible abarcar la
totalidad de relaciones tanto estáticas, como dinámicas y causales así
como las relaciones de interdependencia e incluso las interrelaciones
dialécticas fundamentales (Klaus/ Liebscher, 1976:806). Pero no se ha
encontrado aún, una síntesis teórica, como para hablar con
fundamento de La Teoría General de Sistemas. Existen sí diferentes
concepciones cibernéticas, que tienen en común el empleo de
conceptos matemáticos exactos. Este hecho permite una labor de
abstracción más segura que, puede conducir a etapas superiores de
teorización.
Hechas las consideraciones anteriores, ha de afirmarse nuevamente,
a manera de conclusión, que deslindar unos conceptos de otros,
diferenciar un método de investigación, como el enfoque sistémico, de
determinadas concepciones teóricas y aplicaciones particulares de
análisis de estructuras y funciones es, tan sólo, un paso previo, la base

15
1

para comenzar a profundizar sin "preconceptos" sobre este importante


método. Queda por resolver una serie de interrogantes como el ámbito
dentro del cual es válido su empleo, al cual hace referencia la
observación parsonsiana. ¿Es aplicable sólo a subprocesos particulares
de cambio dentro de los sistemas y no dentro de un proceso de cambio
de sistemas? De otro lado, cómo ha de manejarse el análisis
sincrónico, sin que este punto de vista subordine el análisis diacrónico,
al punto de vista del desarrollo? Finalmente, y sólo para nombrar los
principales problemas anotados a cada una de las tres concepciones
analizadas, ¿cuál ha de ser la relación entre el nivel general, el
modelo, y las particularidades propias de los diferentes tipos de
sistemas y disciplinas dentro de las cuales se utiliza el enfoque
sistémico?
En el estudio de estos puntos no se parte de cero. Son objeto
específico de la reflexión histórico-dialéctica que, dejando de lado
aceptaciones o rechazos categóricos, ha hecho verdaderos aportes en
la materia. De todas maneras, en el esclarecimiento de estos
interrogantes está implicado el desarrollo de la actividad científica, el
seguir avanzando en un conocimiento cada vez más exacto y detallado
de la realidad, por medio de métodos e instrumentos cada vez más
precisos.
El autor de estas notas deja constancia de su reconocimiento a
Miguel Infante y Gabriel Restrepo, por la atenta lectura que han hecho
kíe este texto y las observaciones que han tenido a bien hacerle y que
han sido incorporadas en el mismo.

Referencias Bibliográficas

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Sociología: Límites y Alcances. Universidad Nacional de Colombia.
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16
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WAISMANN, Friedrich. The Principies of Linguistic Philosophy,
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WEBER, Max. Economía y Sociedad. México: Fondo de Cultura
Económica, 1969.

17
La función del funcionalismo:
una exploración conceptual
Hugo Cadenas * 
Universidad de Chile

Sociologías, vol. 18, núm. 41, pp. 196-214, 2016

Programa de Pós-Grado en Sociologia - UFRGS

Recepción: 10 Diciembre 2015

Aprobación: 22 Febrero 2016

RESUMEN: El presente artículo tiene por objetivo analizar


perspectivas actuales para una teoría funcionalista de la sociedad. En
discusión con el funcionalismo de Talcott Parsons y con la propuesta
sistémica de Niklas Luhmann, se propone un modelo de análisis
funcional basado en el esquema problema/solución. Se discuten
ventajas y limitaciones de esta propuesta y se proponen nuevos
enfoques para el funcionalismo contemporáneo.

Palabras-clave: Teoría sociológica, Teoría antropológica,


Funcionalismo, Teoría de sistemas sociales, Micro/macro.

ABSTRACT: This paper aims to analyze current perspectives for a


functionalist theory of society. Drawing on both the functionalist
theory of Talcott Parsons and the systemic approach of Niklas
Luhmann, a model for functional analysis based on the scheme
problem/solution is proposed. The advantages and limitations of this
proposal are then discussed, and new approaches to contemporary
functionalism are proposed.

Key words: Sociological theory, Anthropological theory,


Functionalism, Social Systems Theory, Micro/macro.

Introducción

El título del presente artículo está planteado implícitamente entre


signos de interrogación: ¿Cuál es la función del funcionalismo? La
pregunta tiene al menos dos posibles respuestas. Por un lado, se puede
reaccionar desde una teoría de la sociedad y atender a la función de la
teoría funcionalista para la sociedad, sus aportes, limitaciones y
18
también a sus intereses sociopolíticos, de clase, geopolíticos y de todo
tipo. El mayor problema de este enfoque sería encontrar la estrategia
más efectiva para que los datos den cuenta de estas relaciones entre
teoría y sociedad, y su mayor virtud sería quizá mostrar que este tipo
de análisis -tradicional o crítico- se atiene a una forma de
argumentación típicamente funcionalista, vale decir, donde el
funcionalismo cumple una función para algún actor, organización,
ideología, etc.

Una segunda alternativa -y que en cierto modo engloba a la primera-


es responder desde la teoría funcionalista en sí. Vale decir, prestar
atención a los presupuestos del funcionalismo como teoría de la
sociedad y su diseño conceptual. En este marco interpretativo, el
problema principal es el concepto mismo de función y sus aspectos
fundamentales. En lo sucesivo, este será el camino que escogeremos,
pues representa un desafío tanto mayor a la primera opción, sobre la
cual existe ya un debate establecido -aunque aún no se ha explorado la
forma de argumentación subyacente a éste.

La estructura del artículo es la siguiente. En el primer apartado se


presenta una breve introducción a la historia y los temas del
pensamiento funcionalista, destacando la figura de Talcott Parsons
como eje central. En el segundo apartado presentamos el cambio de
paradigma funcionalista que propone Niklas Luhmann y sus
implicancias teóricas. En el apartado tercero se incluyen propuestas
tendientes a superar clásicos escollos del funcionalismo. En el aparado
cuatro se analiza el funcionalismo a través de la distinción
micro/macro y se exploran sus resultados. El artículo finaliza con un
breve apartado de conclusiones sobre lo previamente expuesto.

1. La razón funcionalista

El funcionalismo pertenece a aquellas corrientes teóricas de las


ciencias sociales de mayor antigüedad. Se puede incluso afirmar que
es la más antigua de todas, si se considera a Auguste Comte
(1875) como uno de sus padres fundadores -y a él mismo como
un protofuncionalista. Lo cierto es que el pensamiento funcionalista
está fuertemente anclado en la estructura profunda de las ciencias
sociales y, a pesar de su permanente crisis de popularidad,
difícilmente podrían darse por superados sus temas y conceptos.

19
Donde sea que se marque el inicio del pensamiento funcionalista en
ciencias sociales, en la filosofía positiva de Auguste Comte o en los
escritos de Émile Durkheim (2007 [1893]), es solamente con la
antropología social británica de principios del siglo veinte que se
estabiliza una corriente teórica distinguible como tal. Fueron las
constantes pugnas por el reconocimiento de la autoría del concepto
entre los antropólogos sociales Bronislaw Malinowski (1939; 1960) y
Alfred R. Radcliffe-Brown (1952), lo que llamó la atención a las
nacientes ciencias sociales de la época. Si bien el funcionalismo fue
por décadas una denominación de origen de esta antropología social,
influyó con fuerza el devenir de las ciencias sociales más allá de sus
fronteras y fue especialmente en Estados Unidos donde alcanzó su
mayor desarrollo. Su máximo exponente fue primero Robert
K. Merton (1949) y luego su maestro Talcott Parsons. La popularidad
de este funcionalismo si bien fue breve, su influencia fue lo
suficientemente aplastante como para generar pronta mente
anticuerpos entre sus propias filas. Desde los años sesentas, fueron en
gran parte los discípulos de Talcott Parsons quienes llevaron el estan
darte en las sucesivas oleadas de la "revuelta" anti-funcionalista en
Norte américa (Alexander, 1987: 111 y ss.).

El motivo del descontento fue siempre el carácter totalizante del


funcionalismo y debido a esto es que -no sin razón- hasta el día de hoy
la palabra funcionalismo no goza de buena prensa (Nassehi, 2011: 58).
Poco después de su primera gran obra teórica llamada La estructura de
la acción social (1937), en la cual se abordaba una supuesta
convergencia teórica espontánea entre las ideas de Alfred Marshall,
Vilfredo Pareto, Émile Durkheim y Max Weber, Talcott Parsons
reorientó su trabajo hacia una teoría funcionalista, debido en buena
parte a su breve estadía en Londres, donde confiesa haber que dado
profundamente impresionado con las lecciones de Malinowski
(Parsons, 1970: 826) y con lo que él consideraba eran los intereses que
compartía con este antropólogo (Parsons, 1960: 65). Con sus
posteriores síntesis teóricas de 1951 - El sistema social y la obra
colectiva Hacia una teoría de la acción social (Parsons, 1951; Parsons;
Shils, 1951) - da el paso decisivo hacia una teoría funcionalista.
Posterior a esa fecha, sus trabajos tendrán por propósito desarrollar
este enfoque empleando un modelo conceptual sistémico-cibernético
conocido como el AGIL (Parsons et al., 1953; Parsons; Smelser,
1956) y, en su obra tardía, conjugando este modelo con una teoría
evolucionista (Parsons, 1964; 1966; 1971). Hacia el final de su

20
carrera, Talcott Parsons era ya un sinónimo de funcionalismo, de su
auge y su caída.

El descontento con el funcionalismo surgió con fuerza y de manera


temprana, muy poco tiempo después de su ingreso al panteón de las
teorías clásicas de las ciencias sociales. Parsons fue el motivo por el
cual los sociólogos pragmáticos norteamericanos (especialmente los
de Chicago) redes cubrieron los escritos de Herbert Blumer (1937) -
curiosamente contemporáneos a los primeros de Parsons -, en los
cuales éste ungía al filósofo George Herbert Mead como padre de lo
que denominaba "interaccionismo simbólico". Blumer aprovechó su
momento de popularidad en la revuelta contra Parsons para reescribir
sus antiguos ensayos (Blumer, 1969), esta vez lanzando dardos contra
el funcionalismo parsoniano. Se reclutó a Erwin Goffman como un
interaccionista, a pesar que éste se declaraba un funcionalista y
simpatizante de la teoría parsoniana (Verhoeven, 1993), y
Harold Garfinkel (1967: 68) formuló su propio enfoque - la
etnometodología - renegando tempranamente de su maestro en
Harvard y calificando con ironía al homoculturalis parsoniano como
un simple "tonto" (dope) sin capacidad de juicio.

El funcionalismo era un ejemplo de teoría macro que volaba en un


cielo demasiado alto y debía ser llevada al mundano terreno de
lo micro, de la vida cotidiana. El estructuralismo de Claude Lévi-
Strauss (1995) en Francia era el blanco de la misma crítica, así como
el marxismo ortodoxo en Alemania mediante la "crítica" -inspirada
parcialmente en Max Weber- de Max Horkheimer y Theodor W.
Adorno (1998), también redescubierta hacia fines de los años 1960
aunque su formulación inicial es de 1944.

El resto es historia conocida. El funcionalismo dejó de ser una


práctica atractiva en los ámbitos académicos y se pusieron en tela de
juicio la mayoría de sus pretensiones explicativas. Sólo un puñado de
parsonianos sobre vivió a las revueltas (entre ellos Jeffrey C.
Alexander, Paul Colomy, Richard Münch y José Almaraz) y los que
en parte se valieron de sus planteamientos, tuvieron que replantear
gran parte del legado parsoniano. Así ocurrió, por ejemplo, en la
conocida disputa entre Niklas Luhmann y Jürgen Habermas (1971)
que tuvo como trasfondo precisamente el funcionalismo parsoniano, el
cual para Luhmann debía ser completamente reformulado y para
Habermas debía ser aceptado en su forma ortodoxa sólo de manera
parcial, es decir, sólo al nivel de los sistemas políticos y económicos
21
que, a fin de cuentas, eran los únicos "sistemas" - aunque con signo
negativo - para la teoría crítica de Adorno que inspiraba entonces a
Habermas.

El cultivo - y en ocasiones también el culto - del funcionalismo ha


quedado prácticamente sin adherentes, e intentos como el de
Alexander y Colomy de fundar un "neofuncionalismo" (1992) no han
ido más allá de las buenas intenciones. El panorama no es alentador
cuando se pregunta entonces, ¿qué hacer?

2. Sistema y función

En cierta medida la crítica al funcionalismo tiene que ver con su


imagen de la sociedad. En todas sus versiones, la teoría funcionalista
adopta un modelo organicista de sociedad, donde el concepto de
función sirve para explicar las relaciones entre un todo (organismo) y
sus partes diferenciadas (órganos). Dicha relación se define en
términos de "necesidad", es el todo el que precisa que sus partes
satisfagan determinadas necesidades mediante tareas diferenciadas. Es
así como diferencia la función de la utilidad de un hecho
social Durkheim (2001: 140 y ss.) y el método funcional debe
establecer este mismo tipo de relaciones en el análisis de Malinowski
(1939, 1960) y de Radcliffe-Brown (1952), variando entre estos
últimos únicamente el alcance de la relación establecida.

Talcott Parsons, ayudado de la teoría de sistemas, llevó este tipo de


análisis a un nivel de sofisticación mucho mayor. Su primer modelo
de 1951 definía tres sistemas (cultural, social y personalidad) con sus
respectivas necesidades, y en sus ensayos posteriores perfecciona este
modelo añadiendo un sistema orgánico como base material y
energética para los demás sistemas. Su teoría de la evolución
(Parsons, 1964; 1966; 1971), así como sus ensayos sobre los procesos
que ocurren entre estos sistemas, es decir, sobre los me dios
simbólicos generalizados (Parsons, 1963ª; 1963b; 1968), tienen como
base a la sociedad como un sistema que satisface sus necesidades
vitales mediante subsistemas diferenciados.

La sociedad es, como resultado, un sistema que se mantendrá estable


en tanto se satisfagan sus necesidades. La evolución de la sociedad no
lleva a la inestabilidad sino más bien a resolver paulatina y
diferenciadamente los problemas derivados del AGIL, es decir, del
aumento de la "adaptación", "diferenciación", "inclusión" y
22
"generalización de valores" (Parsons, 1966), como respuestas
estructuralmente adecuadas, y a incorporar selectivamente en el
desarrollo histórico de cada sociedad ciertos "universales evolutivos"
(Parsons, 1964).

Como hemos visto, este tipo de teorización de un carácter más


abstracto, general y estructural, fue la fuente de mayores
cuestionamientos al funcionalismo parsoniano. Previo a la publicación
de las síntesis teóricas funcionalistas de Parsons, Robert K. Merton ya
había llamado la atención acerca de las dificultades de una empresa
funcionalista como la que iba a empren der su maestro de Harvard.
Clamaba entonces Merton (1949) - en un sentido claramente
microsociológico - por teorías de alcance medio, por identificar
funciones latentes a nivel empírico y por observar de manera más
cercana los motivos de los agentes para orientarse de acuerdo o en
desacuerdo con las normas socialmente aceptadas2. Lo que desató
Parsons luego, pudo ser para Merton, siguiendo su propia
terminología, una "profecía autocumplida". Los embates más duros
contra el funcionalismo vinieron de teorías microsociológicas
orientadas hacia prácticas cotidianas, hacia las interacciones y el
conocimiento de la vida cotidiana. Desde entonces, esta crítica al
funcionalismo se ha vuelto un lugar común.

No sin dificultades ha podido desarrollarse la teoría de sistemas


sociales posterior a Parsons, intentando liberarse de esta pesada carga
de determinismo. La propuesta de Niklas Luhmann (1970) por
reformular la teoría funcionalista cuenta entre las estrategias mejor
diseñadas para romper el rígido esquema funcionalista de
necesidades/satisfactores.

Se trata en primer término de cuestionar el "realismo analítico"


de Parsons (1937). La teoría de los - tres y luego cuatro - sistemas de
Parsons propone un sistema de acción que debe responder a un
entorno que presiona por cambios en el sistema. Frente a
esto, Luhmann (1997) redefine la teoría de sistemas usando recursos
constructivistas. La sociedad se diferencia de su entorno en términos
de complejidad, ésta es menos compleja que su entorno y responde a
éste con mecanismos de reducción. Complejidad es entonces una
variable del sistema y no del entorno, por tanto los problemas se
producen en el sistema y no se importan desde afuera.

23
Siguiendo este mismo razonamiento, la función es un esquema de
observación construido por un observador que distingue causas y
efectos (necesidad/respuesta, por ejemplo) y no se trata de una
propiedad intrínseca a un sistema estable. "La función no es ningún
efecto a producir, sino un esquema de sentido regulador, el cual
organiza un área de comparación para rendimientos equivalentes"
(Luhmann, 1970: 14). Esta propuesta de un funcionalismo de
equivalencias implica que las relaciones causales de terministas son
solamente una alternativa entre otras: "La función no es considerada
como una especie peculiar de relación causal, sino que a la in versa, la
causalidad es vista como un caso especial de aplicación de categorías
funcionales" (Luhmann, 1970: 10).

Este cambio de paradigma implica no solamente mover el concepto


de función hacia una teoría de la observación, sino también replantear
la teoría de sistemas sociales que está en su base. No se trata de
sistemas estables, cuya viabilidad depende de satisfacer necesidades
determina das, sino de sistemas inestables que operan en el sentido, es
decir, que en cada una de sus operaciones producen su propia unidad
sistema/entorno y deben enfrentar un horizonte contingente y abierto.
La función no es, así, una presión de selección del entorno, sino una
manera de manejar la complejidad interna al sistema, una manera
entre otras.

De acuerdo con Luhmann (1970), la función es un esquema de


observación del mundo bajo la forma problema/solución y ambos
lados permanecen abiertos y contingentes. El funcionalismo clásico
decidió estabilizar solamente un lado de esta forma, definió a los
problemas (necesidades) como el lado estable y a las soluciones
(satisfactores) como el lado variable, y los debates entre funcionalistas
se alimentaron entonces del disenso relativo al inventa rio y nivel de
las necesidades. Así, Malinowski (1939; 1960) identificó una jerarquía
de necesidades3, desde lo bio-psicológico hasta lo
simbólico; Radcliffe-Brown (1952) prefirió restringirse solamente a
necesidades socia les de carácter orgánico, siguiendo declaradamente
a Durkheim, y Parsons (1951; Parsons; Smelser, 1956) finalmente
estipuló primero tres y luego cuatro necesidades fundamentales a todo
sistema de acción. Estos modelos funcionan de manera coherente
solamente hasta el punto en que dicho modelo se hace reflexivo, y se
abre allí la pregunta por la función de las funciones, es decir, por la
necesidad que cubre la determinación de una necesidad.

24
Luhmann no escapa totalmente de este determinismo, aunque
fundamenta de mejor manera sus elecciones teóricas. Es decir, la
función de un sistema es resultado de su evolución y no es un a priori
estructural. A nivel de la teoría de la sociedad, cada subsistema
funcional se caracteriza por la codificación de comunicaciones en
torno a problemas sociales autodefinidos y de relevancia generalizada,
ésta es su función señala Luhmann (1997). La política democrática,
por ejemplo, codifica al mundo como gobierno u oposición, y
especifica un problema propio, esto es, producir decisiones
colectivamente vinculantes. La contingencia de la política radica en
que este problema puede ser una alternativa de acción para un actor
cualquiera, quien puede preferir no politizar sus opciones, pero la
función del sistema político es irremplazable. Se puede renunciar a
solucionar un problema po líticamente, pero al hacerlo se deben
buscar alternativas funcionales, las que operan con otros códigos y
poseen otras funciones. El riesgo que implica asumir una alternativa
nueva asegura así la vigencia del sistema.

Si se deja la discusión en este punto, no se ven salidas claras a los


típicos cuestionamientos al funcionalismo. Lo que ha ofrecido
Luhmann como funcionalismo de equivalencias se plasma
posteriormente, no obstante, en una teoría de la sociedad moderna que
en algunos aspectos recuerda mucho a las listas de necesidades y
satisfactores del funcionalismo clásico, que este autor pretende
superar. Así, cada sistema funcional se encarga de resolver un
problema específico, posee una codificación y programación propia, e
incluso medios simbólicos, en un estilo muy similar a las matrices de
Malinowski y del mismo Parsons. En este sentido, la teoría
funcionalista quedaría relegada por opción propia a su territorio
conocido y protegida solamente por su aislamiento.

3. La praxis funcionalista

El concepto de sistema social llevado a sus diferentes planos hace


posible mirar al funcionalismo desde una óptica diferente. No se trata
de capitular ante la microsociología y redescubrir que se pueden
observar funciones y disfunciones, manifiestas o latentes, en la vida
cotidiana o de perfeccionar diferentes facetas del AGIL (Münch,
1982), sino de testear el método funcional en diferentes escenarios y
bajo diversas presiones. Basándose en el esquema de planos o niveles
de sistemas sociales de Luhmann (1975), el cual distingue solamente
tres niveles: interacción, organización y sociedad, podemos añadir
25
como sistemas intermedios a grupos, redes u otros tipos de sistemas
sociales4.

Armin Nassehi (2011: 62 y ss.) aconseja, en este sentido, un


"funcionalismo operativo", es decir, focalizar la atención en el plano
de las operaciones, de las prácticas y del(los) presente(s). Su estrategia
consiste en mantener el esquema problema/solución, pero desplazar la
mirada hacia la solución, es decir, preguntar: "para qué problema
puede ser tal o cual práctica una solución" (Nassehi, 2011: 65). Esto
lleva a Nassehi a defender una postura metodológica de carácter
hermenéutico y etnometodológico. Esta maniobra resulta instructiva
respecto de las alternativas que el método funcional posibilita, pero
remite solamente a la crítica microsociológica.

El método funcional se puede conducir de manera más radical, es


decir, probarse como explicación científica en la praxis de
observación de la sociedad, en todos sus niveles. Para esto, no es
suficiente con cambiar el foco hacia las soluciones, sino que se hace
preciso subrayar el carácter contingente del esquema
problema/solución en ambos lados, y ver cómo éste se comporta en
diferentes niveles.

En primer término, la forma problema/solución prueba ser solución


a un problema autoconstruido en sistemas de comunicación
codificada, i.e. sistemas funcionales, los que a su vez producen nuevos
problemas con cada so lución. A nivel de estos sistemas puede operar
el esquema funcional de manera reflexiva y, con esto, generalizarse a
nivel de la sociedad. Con cada problema científico se construyen
soluciones funcionalmente equivalentes y estas, a su vez, pueden
referir a problemas igualmente equivalentes y crear otros nuevos, para
el propio sistema o para otros sistemas. La penicilina probó ser
solución ante el problema autoconstruido de la proliferación de los
microbios, los cuales, como señala Bruno Latour (1993), surgieron
únicamente gracias a la praxis científica. Los métodos de Pasteur se
probaron exitosamente luego como solución técnica para la limpieza
de la leche, y gracias a esto posteriormente el problema de su
consumo generalizado como política pública.

Las interacciones pueden tener una reflexividad similar para el


tratamiento del esquema problema/solución, pero su generalización es
más bien limitada. Cada tratamiento del esquema problema/solución
puede tratarse con cualquiera de los dos lados, i.e. puede ser solución
26
o problema. Como aconseja Nassehi, puede preguntarse qué
problema(s) se resuelve(n) con tal o cual práctica (solución), por
ejemplo, con acostumbrar regalar flores a la pareja en alguna
festividad o qué problemas se crean con dicha solución y las posibles
soluciones equivalentes. A diferencia de los sistemas funcionales, en
las interacciones puede perderse de vista en cualquier momento la
práctica de solucionar problemas, problematizar soluciones o
preguntarse por el esquema problema/solución (como puede suceder
en un seminario sobre funcionalismo), en tanto se mantenga como
horizonte una comunicación con sentido.

Entre interacciones y sociedad las limitaciones son más rígidas, a


pesar que el esquema funcional posea mayor relevancia. Las
organizaciones conocen pocos equivalentes funcionales a sus
problemas autodefinidos y tienen que echar mano a rendimientos
extraorganizacionales (otros miembros, otras prestaciones) cuando
fracasan sus esquemas. La práctica burocrática pública o privada
puede, bien "ritualizarse" repitiendo las mismas soluciones a
diferentes problemas, bien asumirse como una organización que se
especializa en asignar problemas y soluciones de la manera más
"eficiente" posible, o quizás pueden agobiarse sus procedimientos ante
problemas que no conocen soluciones. En cualquier caso, resulta
siempre una tarea difícil el cambio de estas prácticas en las
organizaciones.

Grupos, redes sociales, u otros sistemas sociales intermedios,


presentan situaciones similares a organizaciones e interacciones.
Debido a su naturaleza dual, presencial o ausencial, puede ser
relevante para ellos no sola mente un uso "técnico", es decir
simplificado, del es quema de manera rígida o flexible, o simplemente
no afrontarlo en su historia.

Lo que se quiere resaltar con esto, es que si bien se puede llevar el


método funcional con éxito a diferentes niveles de construcción
sistémica, la forma de observación, el esquema problema/solución,
adquiere una relevancia central solamente a nivel de sistemas
funcionales, a pesar que interacciones, organizaciones y sistemas
intermedios también operan con sus propios problemas y soluciones.
Si se trata de analizar la constante construcción de problemas, se
puede concordar con Nassehi respecto de la relevancia que adquieren
los sistemas funcionales y que al invertir el foco de atención, resulta

27
más adecuada una postura más bien pragmática o etnometodológica,
un "funcionalismo operativo".

4. Entre lo micro y lo macro

En la discusión relativa a los rendimientos micro o macro del


funcionalismo no puede darse por cerrado el debate aduciendo que
éste presenta mayores rendimientos a nivel micro -como parece
sostener Nassehi- o que habría que prestar mayor atención a lo macro
-que pudiese ser una crítica al enfoque adoptado hasta ahora. La
distinción micro/macro esconde un problema que debe ser, al menos,
mencionado. Antes de esto, cabe sintetizar brevemente el punto de
vista escogido.

Entiendo a los sistemas sociales como limitaciones, vale decir


operaciones, construidas en una praxis comunicativa autopoiética, las
cuales fijan momentáneamente restricciones a la contingencia del
mundo mediante mar cas de sentido, sociales, factuales y temporales.
Un sistema social surge cuando hay por lo menos dos conciencias que
vivencian o actúan y se toman en cuenta para sus posteriores acciones
o vivencias, y al hacerlo limitan al menos momentáneamente su
libertad -consciente o inconscientemente, la distinción es por ahora
irrelevante- en un mundo que de pronto se encuentra habitado por un
otro conocido o desconocido. No requieren de estar presentes y
percibirse en un tiempo y espacio simultáneo, sino de experimentar
esta indeterminación en las conciencias, sin poder anticipar el curso de
las acciones por la sola e individual voluntad de una de las partes.

En este sentido, no se trata de sistemas de acción -o de acción


comunicativa- determinados por las intenciones de un agente. En lugar
de eso, el agente construye expectativas. Que en cada conciencia se
pueda simular y ensayar la comunicación sin sufrir mayores
consecuencias, apoya la catálisis de formación de sistemas sociales,
pero no se puede construir el sistema sin al menos contar con un
horizonte de negaciones contingentes e imposibles de anticipar
empíricamente. En un mundo desolado, una conciencia solitaria dará
prontamente con el hecho que el soliloquio sólo puede ser
comunicación que no es comunicación, esto es, que el hablante tendrá
que vivenciarse como un conocido desconocido, como un oyente que
nunca antes ha escuchado lo que acaba de escuchar y, a riesgo de que
dicha paradoja lo haga desaparecer de su propio mundo con sentido,
hacer del tiempo una corriente sin memoria ni continuidad.
28
La estructura del sistema social, es decir, las expectativas que
encuentran conexión con otras expectativas en un momento del
tiempo, son marcas que condicionan la motivación para participar de
la comunicación. Es decir, invitan o desalientan a asumir riesgos.
Intervenir en una interacción sin invitación o presentación previa,
hacerse pasar por estudiante de una institución sin haberse inscrito o
intentar convertir la economía monetaria en una de trueque, son todas
apuestas riesgosas, no imposibles. El "peso" del sistema está puesto
tanto en la expectativa de éxito como de fracaso.

Con esto sigo muy de cerca los planteamientos de Luhmann (1997),


pero es mi intención llevar estos más allá de la práctica teórica
luhmanniana más ortodoxa. No solamente hay más entre sociedad e
interacción que simplemente organizaciones, como he señalado algo
apresuradamente, sino que el método funcional no requiere de
justificaciones o restricciones micro- o macrosociológicas.

Contra la distinción micro/macro, según la cual los sistemas


funcionales serían el polo de lo macro y las interacciones lo micro,
puede argumentarse que los sistemas funcionales no son solamente
macro-sistemas, es decir, sistemas que impactan a gran escala y que
poseen estructuras complejas, programas, o semánticas históricas
diferenciadas, sino que son también sistemas "pequeños",
mínimamente codificados. En tanto unidades operativas, los sistemas
funcionales codifican sus opciones de manera binaria, en valores
positivos y negativos. Es así como un pago es el sistema económico,
ya sea una transacción de activos en la bolsa de valores o la compra de
cigarrillos en el almacén del barrio. Lo relevante es pagar en un
horizonte de no pagos posibles. Por el contrario, las interacciones son
también sistemas "gran des", en tanto deben procesar una gran
cantidad de información generada en la co-presencia de los
participantes, en un tiempo breve y respetando secuencias y turnos. En
este sentido, la complejidad de las interacciones no puede ser
despreciada.

Para evitar esta confusión, y en caso de querer mantener la


distinción micro/macro, ésta puede basarse en un criterio de inclusión
y exclusión. De este modo, los macro-sistemas serían aquellos que
incluyen a nivel social de manera generalizada, mientras que los
microsistemas serían los sistemas que requieren inclusiones mínimas y
que operan de manera situacional e "indexical" (Garfinkel, 1967). Un
pago es accesible a cualquiera que pueda pagar, así como cualquiera
29
puede demandar un derecho, comunicar la trascendencia del alma o
practicar un deporte. La interacción, en cambio, precisa de presencias
específicas, de manejo de contextos y de retroalimentación. Basta con
desconocer a los participantes, no manejar su idioma o su simpatía,
para estar excluido.

El método funcional es la forma de operación de los sistemas


funcionales, hemos dicho anteriormente, y a pesar de esto, el esquema
problema/solución es una forma generalizada de codificación del
mundo, por tanto accesible a interacciones, organizaciones y sistemas
intermedios. Ahora bien, la forma problema/solución puede ser
aplicada como esquema de observación científica a cualquier sistema
social, en tanto se defina este esquema como problema científico a
resolver, o como solución a diversos e indeterminados problemas. Lo
relevante es mantener abiertas las opciones de la forma en ambos
lados para la observación empírica de sistemas sociales.

Conclusiones

Difícilmente pueda con esto mejorarse la reputación del


funcionalismo o motivar una revisión más profunda de sus ideas y
controversias. Una popularidad tan repentina puede no ser
recomendable para una teoría que aún no cicatriza sus heridas, y que
cuenta con un reducido y poco preparado personal para hacer frente a
tareas demandantes.

Un funcionalismo que se asume como esquema de observación


transversal a la sociedad puede ser una herramienta útil para las
ciencias sociales contemporáneas, en tanto se mantenga abierta su
forma a la inestabilidad, es decir, a poner en tela de juicio la propia
forma, a preguntarse por la función del funcionalismo.

A pesar de todo embate, el hecho que el funcionalismo no haya


desaparecido del todo del panorama teórico de las ciencias sociales,
puede ser sintomático de que su longevidad, aunque achacosa, se deba
a que no se conocen todavía otras soluciones a sus problemas más
profundos. A diferencia de corrientes teóricas que gozaron de una
vigencia más bien fugaz -como el pomposo evolucionismo
antropológico o las fallidas teorías pos modernas- el funcionalismo se
encuentra, para bien o para mal, estable dentro de su gravedad.

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317-348.

Notas

2 Margaret Archer (1996: 2 y ss.) coincide bastante con estas


advertencias tempranas al funcionalismo, sin citar directamente a
Merton.
3 Jerarquía incompleta si se considera que existen dos versiones del
catálogo de necesidades. En sus escritos publicados póstumamente
desaparece la necesidad de "descanso" y sus concomitantes
33
satisfactores institucionales y se la reemplaza por la necesidad de
"salud" y sus instituciones de "higiene" (cf. Malinowski, 1960: 91 y
ss.).
4 No me es posible extenderme en este punto acá. El argumento que
sostengo es que entre sociedad, organización e interacción, se
presentan un conjunto de sistemas sociales que no se ajustan a esta
triada conceptual. (Cf. Cadenas, 2014)

Notas de autor

1 Hugo Cadenas - Doctor en Sociología, Universidad Ludwig


Maximilian de Munich, Alemania. Profesor Asistente, Departamento
de Antropología. Miembro del Comité Académico del Magíster en
Análisis Sistémico Aplicado a la Sociedad. / cadenas@u.uchile.cl

34
El paradigma positivista y la concepción dialéctica
del conocimiento
M.B.A. Luis Gerardo Meza Cascante.
Escuela de Matemática, Instituto Tecnológico de Costa Rica.

Resumen

1. Introducción
En este trabajo abordamos el estudio del paradigma positivista y sus
principales planteamientos, y lo propio en relación con la concepción
dialéctica del conocimiento. Además, presentamos un análisis
comparativo y expresamos nuestra posición personal en relación con
la propia acción académica que desarrollamos.

2. El paradigma positivista [1]

El positivismo es una corriente de pensamiento cuyos inicios se


suele atribuir a los planteamientos de Auguste Comte, y que no admite
como válidos otros conocimientos sino los que proceden de las
ciencias empíricas. Tan importante es la influencia de Comte que
algunos autores hacen coincidir el inicio del positivismo con la
publicación de su obra “Curso de filosofía positiva”. No obstante,
otros autores [2] sugieren que algunos de los conceptos positivistas se
remontan al filósofo británico David Hume y al filósofo francés Saint
Simon.
Para Kolakowski (1988) el positivismo es un conjunto de
reglamentaciones que rigen el saber humano y que tiende a reservar el
nombre de “ciencia” a las operaciones observables en la evolución de
las ciencias modernas de la naturaleza. Durante su historia, dice este
autor, el positivismo ha dirigido en particular sus críticas contra los
desarrollos metafísicos de toda clase, por tanto, contra la reflexión que
no puede fundar enteramente sus resultados sobre datos empíricos, o
que formula sus juicios de modo que los datos empíricos no puedan
nunca refutarlos.
De acuerdo con Dobles, Zúñiga y García (1998) la teoría de la
ciencia que sostiene el positivismo se caracteriza por afirmar que el
único conocimiento verdadero es aquel que es producido por la
ciencia, particularmente con el empleo de su método [3]. En
35
consecuencia, el positivismo asume que sólo las ciencias empíricas
son fuente aceptable de conocimiento.
Otra de las características relevantes del positivismo tiene que ver
con su posición epistemológica central. En efecto, el positivismo
supone que la realidad está dada y que puede ser conocida de manera
absoluta por el sujeto cognoscente, y que por tanto, de lo único que
había que preocuparse, indican Dobles, Zúñiga y García (1998), era de
encontrar el método adecuado y válido para “descubrir” esa realidad.
En particular, asume la existencia de un método específico para
conocer esa realidad y propone el uso de dicho método como garantía
de verdad y legitimidad para el conocimiento. Por tanto, la ciencia
positivista se cimienta sobre el supuesto de que el sujeto tiene una
posibilidad absoluta de conocer la realidad mediante un método
específico.
Otro aspecto importante del positivismo es el supuesto de que tanto
las ciencias naturales como las sociales pueden hacer uso del mismo
método para desarrollar la investigación. De acuerdo con Tejedor
(1986), citado por Dobles, Zúñiga y García (1998), los científicos
positivistas suponen que se puede obtener un conocimiento objetivo
del estudio del mundo natural y social. Para ellos las ciencias naturales
y las ciencias sociales utilizan una metodología básica similar por
emplear la misma lógica y procedimientos de investigación similares.
Desde esta perspectiva se considera que el método científico es único
y el mismo en todos los campos del saber, por lo que la unidad de
todas las ciencias se fundamenta en el método: lo que hace a la ciencia
es el método con el que tratan los “hechos”.
Como consecuencia de lo anterior, podemos indicar, siguiendo a
Gutiérrez (1996), que los positivistas buscan los hechos o causas de
los fenómenos sociales con independencia de los estados subjetivos de
los individuos.
De acuerdo con Dobles, Zúñiga y García (1998) el positivismo se
caracteriza por postular lo siguiente:

1. El sujeto descubre el conocimiento.


2. El sujeto tiene acceso a la realidad mediante los sentidos, la razón
y los instrumentos que utilice.
3. El conocimiento válido es el científico.
4. Hay una realidad accesible al sujeto mediante la experiencia. El
positivismo supone la existencia independiente de la realidad con
respecto al ser humano que la conoce.
5. Lo que es dado a los sentidos puede ser considerado como real.
36
6. La verdad es una correspondencia entre lo que el ser humano
conoce y la realidad que descubre.
7. El método de la ciencia es el único válido.
8. El método de la ciencia es descriptivo. Esto significa, según
Abagnaro, que la ciencia describe los hechos y muestra las relaciones
constantes entre los hechos, que se expresan mediante leyes y
permiten la previsión de los hechos.
9. Sujeto y objeto de conocimiento son independientes: se plantea
como principio la neutralidad valorativa. Esto es: que el investigador
se ubique en una posición neutral con respecto a las consecuencias de
sus investigaciones.

Agregamos, siguiendo a Soto y Bernardini (1980), que al


positivismo se le debe la ruptura entre la filosofía y la educación, y
una concepción de la pedagogía basada en las técnicas educativas.
A manera de complemento y a la vez de resumen, presentamos,
siguiendo a Kolakowski (1988), las cuatro reglas fundamentales que
conviene seguir, según la doctrina positivista, a fin de separar lo
fundamental de lo accesorio:

1. Primera regla: la regla del fenomenalismo, que expresa que no


existe diferencia real entre esencia y fenómeno.
2. Segunda regla: la regla del nominalismo, por la cual afirman que
estamos obligados a reconocer la existencia de una cosa cuando la
experiencia nos obliga a ello.
3. Tercera regla: que niega todo valor cognoscitivo a los juicios de
valor y a los enunciados normativos.
4. Cuarta regla: la fe en la unidad fundamental del método de la
ciencia. Se trata de la certeza de que los modos de la adquisición de un
saber válido son fundamentalmente los mismos en todos los campos
de la experiencia, como son igualmente idénticas las principales
etapas de la elaboración de la experiencia a través de la reflexión
teórica.

[1] Existe un grupo de científicos a cuyo movimiento se ha


denominado “positivismo lógico”, que además de promulgar los
principios generales del positivismo, pretendieron incorporar los
descubrimientos de la lógica contemporánea. Pensaban que el
simbolismo lógico desarrollado por Frege, Peano y Russell les sería

37
útil, pero su actitud general era la misma de Hume, indica Ayer
(1978).

[2] Confróntese, por ejemplo, a Kolakowsi (1988) o a Urbina


(2000).

[3] Se refiere al llamado método científico que ha sido característico


de las ciencias naturales.

3. La concepción dialéctica del conocimiento


La hipótesis fenomenológica considerada por Waldegg (1998)
como una de las hipótesis centrales sobre la naturaleza del
conocimiento según un acercamiento constructivista, supone que el
conocimiento tiene su origen en la acción mutua del individuo y de su
medio (físico o social) y, entonces, en la experiencia del individuo;
pero esta experiencia no es sólo la experiencia vivida, sino que incluye
también la experiencia cognitiva.
Aceptar que el conocimiento tiene una naturaleza fenomenológica
nos permite explicar algunas de las características de la cognición,
dice Walderg (1998). En particular, indica esta autora, podemos
explicar la dialéctica de la cognición: la hipótesis fenomenológica
permite expresar el carácter dialéctico que el sujeto cognoscente
atribuye a sus percepciones; y que puede sinterizarse en la fórmula de
Pascal: “Todas las cosas son causadas y causantes, ayudadas y
ayudantes, mediatas e inmediatas...”. Esta caracterización dialéctica de
lo real cognoscible debe, sin duda, ser postulada y la hipótesis
fenomenológica lo hace manifiestamente, puesto que el conocimiento
de los fenómenos que el sujeto pretende modelizar se expresa,
justamente, por medio de las interacciones de lo sincrónico y lo
diacrónico, de lo organizado y lo organizante, apunta.
Para comprender más claramente que designamos por la dialéctica
del conocimiento, podemos recurrir al siguiente pensamiento de
Martínez (1997): actuamos con base en lo que percibimos; después
nuestros actos influyen en nuestras percepciones; esto lleva a nuevos
actos, y así se forma un proceso increíblemente complejo que
constituye la vida misma.
Desde la perspectiva de la dialéctica del conocimiento, de
acuerdo con Gutiérrez (1986), es inaceptable desligar pensamiento
y realidad, y se tiene la convicción sobre una realidad modelada y
construida por nuestros pensamientos, en donde investigamos de
38
acuerdo a como formemos parte de esa realidad y desde nuestra
perspectiva y posibilidad para conocerla.
Para Tejedor (1986), citado por Dobles, Zúñiga y García (1998),
desde el punto de vista del paradigma naturalista el mundo es
entendido como cambiante y dinámico. No se concibe el mundo como
una fuerza externa objetivamente identificable o independiente del ser
humano. Los sujetos humanos son conceptualizados como agentes
activos en la construcción de la realidad. La investigación procura
aprehender los patrones de interacción que permitan interpretar los
procesos. Asimismo, se trata de comprender situaciones desde la
perspectiva de los participantes en la situación.
Sobre la concepción dialéctica del conocimiento, es importante
considerar los siguientes aspectos, de acuerdo con Martínez (1997):

1. La mente construye su objeto informando la materia amorfa por


medio de formas subjetivas o categorías, como si inyectara sus propias
leyes a la materia.
2. Ninguna percepción humana es inmaculada, ya que toda
observación, por muy científica que sea, está “cargada de teoría”.
3. La percepción aprehende siempre estructuras significantes.
Vemos aquello que esperamos ver o tenemos razones para esperar que
veremos. Nunca vemos todo lo que pudiéramos ver, pues siempre
hacemos una selección; y nunca somos meramente pasivos, sin que,
en cierto modo “construimos” el objeto que vemos.
4. El significado dependerá de nuestra formación previa, de nuestras
expectativas teoréticas actuales, de nuestras actitudes, creencias,
necesidades, intereses, miedos e ideales y de la teoría (asimilada) del
instrumento que estamos utilizando.
5. Toda realidad que aprehendemos es una realidad ya interpretada,
y todo esfuerzo de conocimiento es siempre una interpretación de una
interpretación.

4. Análisis comparativo
En un intento por analizar comparativamente ambas posiciones
podríamos caer en la tentación reduccionista de analizar las
metodologías de investigación que se derivan de cada una. Este ha
sido el punto de vista de varios autores, aunque con planteamientos
dispares: para algunos los métodos son incompatibles y para otros es
posible integrarlos. Aunque reconozco que esta parte del análisis tiene
importancia, me preocupa que pueda oscurecer el punto central
39
relacionado con las profundas diferencias en el plano epistemológico,
que a mi parecer es lo más relevante. Desde este punto de vista,
aparecen como irreconciliables.
Para el positivismo, como hemos indicado, es válido asumir que el
sujeto cognoscente puede acceder absolutamente al objeto por conocer
y que además, puede hacerlo por medio de un método específico
válido para todos los campos de la experiencia. En la concepción
dialéctica del conocimiento el sujeto construye el objeto, y no hay
posibilidad alguna de que el sujeto acceda absolutamente al objeto,
pues el acceso al objeto de conocimiento está mediado por las
experiencias previas del sujeto, sus creencias, temores, preferencias,
etc.
Para el paradigma positivista la realidad es única, puede ser
fragmentada para su análisis y las partes pueden ser manipuladas
independientemente. De acuerdo con la concepción dialéctica del
conocimiento existen múltiples realidades construidas por cada
persona, por lo tanto, el estudio de una parte está influida por el
estudio de las otras partes de esa realidad.
Para el paradigma positivista el sujeto y el objeto son
independientes. En la concepción dialéctica del conocimiento el sujeto
y el objeto interactúan de manera dialéctica, es decir, se modifican
mutuamente y por tanto, son inseparables.
El enfoque positivista considera que es posible establecer leyes
generales, que son permanentes independientemente del tiempo. En la
concepción dialéctica del conocimiento no podemos admitir la
posibilidad de hacer generalizaciones. Tenemos que trabajar con
hipótesis de trabajo limitadas a un tiempo y a un espacio particular. El
contexto, por tanto, juega un papel muy relevante según la concepción
dialéctica del conocimiento.
El enfoque positivista asume que es posible establecer las causas de
los hechos. En la concepción dialéctica del conocimiento se parte de
que los fenómenos tienen múltiples factores asociados y no unas pocas
causas, por esta razón, no interesa enfocar el estudio en la óptica
causaefecto. Interesa en este enfoque más bien el abordaje de los
procesos y sus propias particularidades, estudiando los esquemas de
relaciones complejas y no tanto la búsqueda de relaciones
determinadas de causa y efecto.
El enfoque positivista asume que es posible desarrollar una
investigación libre de valores. En la concepción dialéctica del
conocimiento tenemos que aceptar que los valores del investigador,

40
del contexto particular en la que se realiza y de las teorías que la
fundamentan, etc., tienen importancia y determinan los resultados.
La investigación positivista tiene un enfoque metodológico
predominantemente cuantitativo, mientras que la investigación que se
deriva de la concepción dialéctica del conocimiento debe privilegiar
los enfoques cualitativos.
En el enfoque positivista se parte de teorías previamente
seleccionadas de la cual se extraen, por un enfoque hipotético
deductivo, hipótesis que se desea contrastar en la investigación para
confirmarlas o desecharlas. En la concepción dialéctica del
conocimiento la teoría que se acepta en el marco de la investigación es
la que tiene relación más directa con el tema investigado o la que se
desprende de ello.
La investigación en el enfoque positivista se realiza en laboratorios
especialmente diseñados o ajustándose a condiciones previamente
establecidas, como la selección de muestras estadísticas. La
investigación que se orienta por la concepción dialéctica del
conocimiento se debe desarrollar directamente en el sitio en el que se
da ordinariamente el fenómeno.
Por otra parte, no comparto la posición positivista rígida que
establece que tanto las ciencias naturales como las sociales pueden
hacer uso de la misma metodología de investigación. Creo que los
argumentos expuestos por pensadores como Dilthey, en el sentido de
que en los estudios de las ciencias sociales es imposible separar el
pensamiento de las emociones, la subjetividad y los valores, son
válidos y deben reflejarse en la forma en la que abordamos la
investigación en estos campos. La complejidad del mundo social
presenta cambios constantemente y es imposible establecer leyes
similares a las existentes en las ciencias naturales.
Martínez (1997), con cierta crudeza, califica de “realismo ingenuo”
la posición que asume que fuera de nosotros existe una realidad
totalmente hecha, acabada y plenamente externa y objetiva, y que
nuestro aparato cognoscitivo es como un espejo que la refleja dentro
de sí, a la manera de una cámara fotográfica.

5. Conclusiones
1. El positivismo es una corriente que ha tenido una gran influencia
y aun la tiene. Postula que sólo el conocimiento proveniente de las
ciencias empíricas es válido.

41
2. El positivismo asume que existe un método específico mediante
el cual el sujeto puede acceder a conocer de manera absoluta al objeto
de conocimiento. Este método, asume, es el mismo para todo los
campos de la experiencia, tanto en las ciencias naturales como en las
ciencias sociales.
3. El positivismo crítica y rechaza los desarrollos metafísicos de
toda clase, por tanto, no acepta la reflexión que no pueda fundar
enteramente sus resultados sobre datos empíricos, o que formula sus
juicios de modo que los datos empíricos no puedan nunca refutarlos.
4. El paradigma positivista ha privilegiado los métodos
cuantitativos en el abordaje de la investigación. En particular, la
investigación educativa de corte positivista adopta el enfoque
cuantitativo.
5. Para los positivistas el sujeto de la investigación es un ser capaz
de despojarse de sus sentimientos, emociones, subjetividad, de tal
forma que puede estudiar el objeto, la realidad social y humana “desde
afuera”. El positivismo supone que el investigador puede ubicarse en
una posición neutral y que sus valores no influyen en los resultados de
su investigación.
6. El enfoque positivista pretende el establecimiento de leyes
generales. Les interesa el establecimiento de leyes con el fin de
predecir y controlar.
7. La concepción dialéctica del conocimiento propone que el sujeto
construye el objeto de conocimiento, y que esta construcción está
mediada por las experiencias previas del sujeto, sus creencias, valores,
temores, preferencias, intereses, etc., así como la preparación que
tenga acerca del instrumento que utiliza para conocer.
8. De acuerdo con lo anterior las experiencias previas y los
conocimientos anteriores del sujeto facilitan o inhiben la construcción
de nuevos conocimientos.
9. Desde el punto de vista de la dialéctica del conocimiento tenemos
que asumir que el conocimiento es continuo y progresivo, inacabado y
en constante evolución.
10. Desde el punto de vista de la dialéctica del conocimiento el
aprendizaje tiene lugar mediante las actividades que desarrolla el
sujeto para construir ese conocimiento.
11. La investigación que se realiza desde la óptica de la dialéctica
del conocimiento privilegia el uso de métodos cualitativos. El
investigador mismo aparece como uno de los instrumentos principales
de investigación.

42
12. En la concepción dialéctica del conocimiento se parte de que los
valores del investigador, de la teoría que asume y del contexto
particular en que se realiza, tienen influencia en los resultados de la
investigación.

43
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