La historia de la psicoterapia y la psicología no queda al margen de la historia
contemporánea, y, en especial, del avance del nacionalsocialismo sobre la humanidad. Mucho más si advertimos que la mayoría de los autores fundamentales eran centroeuropeos y de cuna judía. Aquellos que no eran judíos estaban casados con judías o eran hijos de matrimonios mixtos. Así, la irrupción del nacionalsocialismo significó una ruptura en el curso normal del desarrollo de investigaciones y estudios. En muchos casos, esta circunstancia derivó en avances indudables, como por ejemplo el encuentro entre los humanistas americanos y los existencialistas europeos que emigraron a los EE.UU., pero en general significó una herida tan innecesaria como lamentable para la humanidad. En 1933, el posicionamiento del nazismo en esferas decisorias del poder en Alemania, significa el momento en el cual se avanza sobre la eliminación del psicoanálisis. Condenado por ser considerado una “ciencia judía”, su extinción también formaba parte, de alguna manera, de la llamada solución final. Todo lo relacionado con el psicoanálisis y la figura de su iniciador, Sigmund Freud, era motivo de persecución. Es así que varias turbas fanatizadas se ocuparon de la quema de libros de psicoanálisis y freudianos en particular. En 1935, fue el turno del prestigioso Instituto Psicoanalítico de Berlín. Este había sido fundado en 1920 para fomentar la ciencia del psicoanálisis. Sus miembros fundadores fueron Karl Abraham y Max Eitingon. Desde un primer momento intentaron desarrollar las ideas freudianas sufriendo resistencias de todo tipo. Primeramente fueron científicas, pero posteriormente fueron ideológicas. En la década del ’20, Berlín se convirtió en centro del psicoanálisis, más que la propia Viena, cuna del movimiento, transformándose este Instituto en el primer centro de formación psicoanalítica en el mundo. Introdujo el formato de “tres columnas”, refiriéndose (1°) al dictado de cursos teóricos, (2°) la prestación de servicios asistenciales y (3°) la oferta de supervisión técnica de casos. Una institución modelo que ha sido replicada en su formato hasta la actualidad. La participación de grandes psicoanalistas de la talla de Karen Horney, Otto Fenichel, Theodor Reik, Wilhelm Reich, Melanie Klein, entre otros, le dio prestigio y trascendencia y, en conjunto, lograron llevar el psicoanálisis aún a la población con menos recursos económicos. El riesgo del psicoanálisis era quedar reducido a una elite, pero este instituto procuró –y logró- evitarlo. Pero en 1935, posiblemente por el prestigio alcanzado y su presencia en la población, todos sus miembros judíos –en realidad casi todos eran judíos- fueron obligados a renunciar del Instituto Psicoanalítico de Berlín, como así también, de la Sociedad Alemana de Psicoanálisis. En esa ocasión, y teniendo en cuenta lo que se consideraba el futuro del movimiento psicoanalítico, el propio Freud de acuerdo con Ernest Jones, por entonces presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional, acataron la medida. La idea era evitar la confrontación abierta con el nazismo en procura de proteger al movimiento en Alemania. Tal vez ingenuamente pensaron que todo terminaría en eso. De hecho, era impensable la barbarie que sobrevendría más tarde. Sin embargo, en 1936, tanto el Instituto como la Sociedad, pasaron a ser absorbidas por el Instituto Alemán de Investigación Psicológica y Psicoterapia, a cargo de Matthias Heinrich Göering, primo del jerarca nazi Hermann Göering. Hermann fue uno de los más leales y cercanos asistentes de Hitler, miembro de la cúpula del nazismo e ideólogo de la solución final. Matthias era su primo.
Se trataba de un psiquiatra que a partir de 1933 se había afiliado al partido nazi,
accediendo paulatinamente a posiciones políticamente dominantes. Abogó por la práctica de la psicoterapia adleriana, considerando a la freudiana como una escoria, por sus interpretaciones de la sexualidad infantil. Su propósito, acorde a las directivas del partido, era desarrollar una psicoterapia alemana que integrara la fe cristiana y el patriotismo nacionalsocialista. En 1934 se lo designa a cargo del nuevo instituto, que rápidamente pasó a ser conocido como el “Instituto Göering”, convocando a reconocidos psicoanalistas alemanes de entonces, tales como Carl Müller-Braunschweig, Félix Boehm, Kemper Werner y otros. Todos ellos imaginaron que sus presencias podrían preservar al psicoanálisis como un movimiento y una práctica posible e independiente de los intereses políticos del partido en Alemania. Claro está, esa no era exactamente la intención del Instituto. Uno de los más entusiastas, John Rittmeister, jefe de la policlínica que dependía del Instituto, se había convertido en un miembro del grupo de resistencia "Rote Kapelle" ("Orquesta Roja"), y desde ese lugar, intentó preservar la independencia del psicoanálisis; sin embargo, sus acciones fueron descubiertas, siendo detenido y después de unos meses fue condenado a muerte y ejecutado en mayo de 1943.
Para muchos burócratas nazis, este nuevo instituto era la oportunidad de
neutralizar el avance independiente del psicoanálisis y la posibilidad de movilizar la experiencia del movimiento a favor de los intereses del régimen. A partir de 1936 y hasta 1940, la presidencia de la Sociedad Médica General Internacional de Psicoterapia (el Instituto Göering) estuvo a cargo de Carl Gustav Jung, quien mantuvo estrechas relaciones con Matthias Göering, circunstancia que dio pie a conjeturas de todo tipo respecto de la posición asumida por Jung ante el movimiento nacionalsocialista y una cierta ambigüedad ante la situación del psicoanálisis.
Cuando en marzo de 1938 se firma la anexión de Austria al Reich, una de las
primeras medidas adoptadas por el movimiento fue la eliminación del Instituto Psicoanalítico de Viena. Simultáneamente se elimina del Instituto Göering la membresía de aquellos psicoanalistas que en su momento habían sido convocados. Ahora, nuevas turbas fanatizadas avanzaron sobre la obra freudiana procediendo a nuevas quemas públicas de sus libros y manuscritos. Con su humor característico e irónico, Freud declaró “después dicen que la humanidad no ha madurado nada… hace unos años me hubieran incinerado a mí, ahora tan solo han quemado mis libros…” Entre 1936 y 1938, Viktor Frankl fue invitado por el Instituto Göering para dictar cuatro seminarios. Su participación fue muy celebrada y rápidamente obtuvo reconocimiento por parte de los participantes de los mismos y los patrocinantes del Instituto. Su viva y convincente oratoria le valieron el apodo de “el Goebbels de la psicoterapia”, en alusión al tristemente célebre Ministro de Propaganda e Información del Tercer Reich y alto jerarca nazi, Joseph P. Goebbels. Es de comprender que en esos tiempos, tal apelativo debería ser motivo de orgullo y distinción, sin embargo era algo molesto e irritativo para el joven Frankl. Este Instituto ya había coqueteado con el psicoanálisis freudiano tratando de captarlo como sustrato ideológico-científico de la doctrina nacionalsocialista, pero lo habían desechado porque era “muy judío”. También intentaron hacerlo con el psicoanálisis adleriano, del cual Matthias Göering era muy afecto. La teoría adleriana era tentadora por el hincapié realizado en la superación de la inferioridad y el logro de la superioridad, pero las nuevas ideas del joven Frankl eran más seductoras. Sus conceptos de un Suprasentido, dador de sentido a todos los sentidos particulares, se ajustaba mejor, por ejemplo, a la idea de un algo superior a todo (¿el Reich?¿el Führer?) al que debían consagrar sus esfuerzos y aún su vida, todos los alemanes. Algo superior que aglutinaba los intereses particulares y los orientaba hacia un solo destino: la supremacía del Reich. Cuando Víktor intuye la intención de sus patrocinantes y percibe la posible manipulación de su trabajo científico, decide retirarse del Instituto, rechazando todas las facilidades académicas y científicas que le fueron ofrecidas, asumiendo la valentía de decirle “no” al Instituto, lo que era equivalente a decírselo al partido y a sus intereses.
Su participación en el Instituto Göering, tanto como el apelativo que le pusieron,
dio pie para que algunos historiadores pusieran en tela de juicio la veracidad de la historia de Frankl. Concretamente, el historiador Timothy Pytell, autor de varios trabajos relacionados con las supuestas falsedades en la historia de Frankl, (por ejemplo su artículo The Missing Pieces of the Puzzle: A Reflection on the Odd Career of Viktor Frankl –Las piezas perdidas del rompecabezas. Una reflexión sobre la peculiar carrera de Viktor Frankl- publicado en el Journal of Contemporary History, Vol. 35, No. 2, 281-306/2000) se ha propuesto develar la mentira y desenmascarar a quien usufructúa con la historia del Holocausto, su supuesto cautiverio y sufrimiento por la pérdida de sus seres queridos. En varios de esos trabajos, sostiene que Frankl nunca estuvo prisionero en los campos de concentración, que era filonazi, que realizó investigaciones científicas con prisioneros de los campos, que en realidad no se hizo cargo ni tuvo intención de cuidar a su familia y que salvó su propio pellejo haciendo favores y concesiones a los nazis. Aduce para ello una serie de documentos testimoniales del período correspondiente a la Shoá que darían crédito a sus dichos, los cuales son más inferencias interpretativas que datos concretos. En una palabra, pone en tela de juicio la eticidad y la moralidad de Frankl como persona, como judío y como científico.
A las afirmaciones de Pytell, le da respuesta un formidable e interesantísimo
documento de Karlheinz Biller, publicado en enero 2001, titulado Concerning the Meta-critique of Frankl (“Relacionado con la crítica a Frankl”,publicado en el mismo Journal of Contemporary History) Con paciencia y sistemática presentación de documentación oficial, sin inferencia alguna sino por constatación inmediata con el contenido de la misma, responde una por una las acusaciones-denuncias de Pytell, señalando en todos los casos, la inexactitud de todas ellas. Biller echa luz sobre el paso de Frankl por este Instituto y da cuenta que su única intención habría sido la de difundir el análisis existencial y avanzar en su desarrollo. De hecho, su trayectoria en este lugar no perduró más que los cuatro seminarios dictados.