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Desacuerdo y hegemonía

Transformación social y política en los textos de


Ranciére y de Laclau y Mouffe

Trabajo monográfico para la materia Problemas de Filosofía


Moderna y Contemporánea correspondiente a la Especialización
en Filosofía Política de la Universidad de General Sarmiento.

Docente: Reano Ariana.


Alumno: Osvaldo Ares

1
INTRODUCCIÓN

Lo que nos proponemos en este trabajo es hacer una lectura tanto de Hegemonía y
estrategia socialista (1987) como de El desacuerdo (1996) que nos permita mostrar
cómo los desarrollos teóricos propuestos en estos libros de Laclau y Mouffe y de
Ranciére, respectivamente, pueden entenderse como una construcción conceptual que
parte de una evidencia primera y de tres supuestos.
Veamos primero a qué nos referimos cuando hablamos de “evidencia primera”, para
luego hablar sobre los tres supuestos.

La evidencia primera
Como decíamos, pretendemos mostrar que es posible hacer una lectura de los textos
de Ranciére y de Laclau y Mouffe que nos permite afirmar que tanto la propuesta de
pensamiento de Hegemonía y estrategia socialista como la de El desacuerdo parten de
una evidencia primera: la cotidianeidad en la que vivimos se nos presenta como algo
consistente, las cosas que suceden en cualquiera de nuestro días, aquello que hacemos,
lo que decimos y lo que escuchamos, lo que vemos y lo que damos a ver, no se nos
presenta como un cúmulo de hechos sin sentido, como un puro caos. La “realidad”, el
“mundo en el que vivimos”, la “sociedad”, “lo social” (todas formas posibles de
nombrar esa cotidianeidad) se presenta como no caótica, ordenada.
Este orden no lo experimentamos únicamente en tanto individuos
(psicológicamente, cognoscitivamente si se quiere), sino que es un orden que también
vivimos en tanto integrantes de la sociedad, en tanto partes de un todo social 1. Es un
orden que vivimos, por ejemplo, en tanto trabajador o trabajadora, en tanto jubilado o
desempleado, en tanto mujer, en tanto hombre, en tanto estudiante o profesor, en tanto
madre, padre o hije, siendo de determinada nacionalidad, perteneciente a una
determinada clase social, en tanto niño, joven, adulto o viejo (entre otras posibles
particiones de lo social).
¿En qué consiste este orden? Consiste en la determinación de lugares dentro de un
sistema jerarquizado de derechos y obligaciones, de privilegios y desventajas. Consiste
en la regulación de las relaciones entre esos lugares (regulaciones que pueden ser

1
Los términos “sociedad” y “lo social” no coincidirán necesariamente a medida que vayamos avanzando
en el recorrido de este trabajo. Por ahora, en estos primeros pasos que estamos dando podemos prescindir
de las diferencias específicas de cada uno de ellos.

2
legales o informales). Consiste en la asignación respecto a quienes ocupan qué lugares.
Pero sobre todo, y antes que todo, consiste en la determinación de cuántos lugares hay y
cómo se nombran: “trabajadora”, “madre”, “compañera”, “feminista”, “porteña”, son
por ejemplo nombres de lugares que una misma individua podría ocupar en este orden
del que venimos hablando.
Que el orden social sea un sistema jerarquizado de posiciones implica que toda
relación entre lugares dentro de él puede ser pensada como una relación de poder al
estilo focaultiano. Éstas pueden estar institucionalizadas, normalizadas (relaciones de
subordinación en términos de Laclau y Mouffe) o bien pueden ser puestas en cuestión
pero estando vigentes de todos modos (relaciones de opresión en términos de Laclau y
Mouffe).
Cuando decimos “orden social” estamos pensando en la idea de policía de Ranciére
y en la de espacio social y político de Laclau y Mouffe: en ambas de lo que se trata
fundamentalmente es de una distribución de lugares dentro de una sistema jerarquizado
de posiciones, lo que no es sino la característica fundamental de lo que hemos
nombrado “orden social”.

Los tres supuestos


Digamos algo ahora sobre los tres supuestos que junto con la evidencia de un
mundo no caótico operan como los fundamentos del pensamiento de los autores en
cuestión.
La lectura que estamos proponiendo de El desacuerdo y de Hegemonía y estrategia
socialista sugiere que los desarrollos teóricos tanto de Ranciére como de Laclau y
Mouffe parten, además de la constatación de la ya mencionada evidencia primera, de
tres supuestos, tres postulados, tres axiomas:
1. Todo orden social es un orden parcial (no total), incompleto, construido a partir
de una pura contingencia (esto es, presenta una precariedad de fundamentos).
2. La incompletitud a la que se hace referencia en el primer supuesto es una falla
imposible de salvar, una incompletitud imposible de completar.
3. Dado un orden social, siempre es posible que, en cualquier momento de manera
imprevista y contingente, irrumpa su incompletitud, su falla, mostrándose de
esta forma su carácter parcial, incompleto, arbitrario, contingente.

3
A medida que avancemos en el recorrido por este trabajo iremos viendo cómo cada
uno de estos supuestos es reformulado ya sea en términos de Laclau y Mouffe, ya sea en
términos de Ranciére.
Veremos que el primer supuesto, en términos de Hegemonía y estrategia socialista,
postula que todo espacio social es un espacio no suturado plenamente, o, en otras
palabras, que lo social se caracteriza por una apertura que le es constitutiva, o bien,
dicho de otra forma, que la sociedad (entendida como espacio plenamente cerrado) no
existe. Veremos a su vez que el primer supuesto, en términos de El desacuerdo, afirma
que toda policía está construida sobre la pura contingencia de la igualdad de cualquiera
con cualquiera.
Veremos que el segundo supuesto, en términos de Hegemonía y estrategia
socialista, postula que no es posible, ni lo será nunca, construir un discurso que suture
plenamente lo social, una hegemonía que cierre su apertura constitutiva. Veremos a su
vez que el segundo supuesto, en términos de El desacuerdo, afirma que no es posible, ni
lo será nunca, construir una policía plenamente igualitaria, una partición y distribución
de las partes que resulte ser no arbitraria, no contingente.
Veremos que el tercer supuesto, en términos de Hegemonía y estrategia socialista,
postula que es imposible que no ocurra que, eventualmente, irrumpa en un espacio
social y político la incompletitud que le es constitutiva, el límite de lo social, un
antagonismo. Veremos a su vez que, en términos de El desacuerdo, el tercer supuesto
afirma que siempre la lógica policial puede ser interrumpida por la lógica igualitaria en
cualquier momento por obra de cualquiera.

Mapa del camino a recorrer en este trabajo


El recorrido que haremos a lo largo de este trabajo estará dividido en cuatro partes.
En la primera parte nos ocuparemos de los dos primeros supuestos de los tres
mencionados.
En la segunda parte recorreremos el modo en que es pensada la cotidianeidad
consistente, aquello que hemos llamado orden social, tanto en El desacuerdo como en
Hegemonía y estrategia socialista.
En la tercera parte nos ocuparemos del tercer supuesto, aquel que trata sobre la
irrupción de la incompletitud estructural de todo orden social, esta irrupción será
entendida como una interrupción en el orden social.

4
Y en la cuarta y última, a partir de lo recorrido en las tres primeras, pensaremos con
Ranciére y con Laclau y Mouffe las condiciones de posibilidad de un cambio verdadero
en un orden social, un cambio que altere de tal forma la determinación de nombres y
asignación de lugares que permita decir que se ha (re)construido un nuevo orden social.
Veremos que para eso con la interrupción solamente no alcanza, es preciso algo más, y
que es en el pensamiento sobre ese algo más en dónde encontramos la mayores
diferencias entre los textos de Rancirére y de Laclau y Mouffe. Veremos que mientras
que en Hegemonía y estrategia socialista ese “algo más” se piensa y se nombra
hegemonía, en El desacuerdo no hay un pensamiento específico sobre este asunto de
cómo construir un cambio verdadero en un orden social sino que centra su trabajo
fundamentalmente en pensar la interrupción, el desacuerdo.

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PRIMERA PARTE

Como dijimos, en esta primera parte trabajaremos con los dos primeros supuestos
mencionados en la introducción:
1. Todo orden social es un orden parcial (no total), incompleto, construido a partir
de una pura contingencia (esto es, presenta una precariedad de fundamentos).
2. La incompletitud a la que se hace referencia en el primer supuesto es una falla
imposible de salvar, una incompletitud imposible de completar.

Lo que intentaremos mostrar es que éstos supuestos pueden ser leídos en los textos
de Laclau y Mouffe y de Ranciére.
Comencemos por Hegemonía y estratega socialista.

La apertura de lo social
En Hegemonía y estrategia socialista leemos:
‹‹Debemos […] renunciar a la concepción de la sociedad como totalidad fundante
de sus procesos parciales.
[…]
Debemos pues considerar a la apertura de lo social2 como constitutiva como
“esencia negativa” de lo existente, y a los diversos “órdenes sociales” como intentos
precarios y en última instancia fallidos de domesticar el campo de las diferencias.›› (Laclau
y Mouffe, 1987, pp. 160y 161)

Aquí encontramos una primera forma en la que Laclau y Mouffe nombran a la


incompletitud incompletable de todo orden social: la apertura de lo social. En efecto,
leemos que dicha apertura es ‹‹constitutiva […] de lo existente›› y que se debe
‹‹renunciar a la concepción de la sociedad como totalidad fundante››. Aquí hay un matiz
que no hay que pasar por alto: lo social (aquello que está abierto) y la sociedad (aquella
totalidad fundante a la que se debe renunciar) no son lo mismo. Podríamos decir que lo
social se corresponde con ‹‹los diversos “´órdenes sociales” [en tanto] intentos precarios
[siempre] fallidos›› de completar esa falta incompletable. Por otra parte, la sociedad
sería un horizonte de una completitud posible, aunque no obstante, un horizonte
imposible de alcanzar. Subrayemos que cuando hablamos de la sociedad en tanto un
horizonte imposible de alcanzar no estamos diciendo que la sociedad funcione dentro
del pensamiento de Laclau y Mouffe como una especie de utopía en el sentido que la
pensaba Birri (célebremente citado por Galeano), aquello de que la utopía sirve para
2
El resaltado es propio.

6
caminar, porque dicho de esta forma podría entenderse que, aun siendo imposible de
alcanzar, el horizonte-sociedad existiría, y acaso incluso podríamos divisar y servirnos
de él para guiar nuestro andar, como la utopía. No se trata de eso en Laclau y Mouffe
sino de que la sociedad, en tanto totalidad cerrada plenamente coherente y consistente,
es un horizonte imposible de alcanzar porque es un horizonte que no existe.
En otras palabras, sin poder orientar ni fundamentar nuestro caminar en la
divisación de ningún horizonte, nuestro andar no tiene más garantías que nuestros
propios pasos.
Veamos otras citas:
‹‹… lo social3 sólo existe como esfuerzo parcial por instituir la sociedad —esto es,
un sistema objetivo y cerrado de diferencias—›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 215)

‹‹… lo social no tiene esencia —es decir, […] la “sociedad” es imposible.››


(Laclau y Mouffe, 1987, p. 194)

Aquí volvemos a encontrar la diferencia entre lo social y la sociedad de la que


venimos hablando, esto es, la sociedad como un imposible ‹‹sistema objetivo y cerrado
de diferencias››, y lo social (los diversos órdenes sociales) ‹‹como esfuerzo parcial por
instituir›› ese objeto imposible que es la sociedad. No obstante, aquí aparece otro matiz
respecto a la relación entre lo social y la sociedad. Ya dijimos que lo social intenta
completar la falta constitutiva pero que siempre falla en sus intentos. Pues bien, ahora,
en la primera de éstas dos últimas citas encontramos que esos intentos son esfuerzos
parciales ¿qué quiere decir esto? Quiere decir que, si bien todo intento de un orden
social por restituir aquello perdido desde siempre y para siempre es un intento fallido,
no es un fallido fatal, esto es, en alguna medida se logra cerrar parcialmente la apertura
constitutiva. Este cierre parcial es la evidencia primera de la que hemos partido, a saber,
que la realidad cotidiana (social e individual) consiste, no es un puro caos.

La apertura como supuesto


En la siguiente cita podemos leer explícitamente que la incompletitud insalvable de
todo orden social es un supuesto:
‹‹… la hegemonía supone4 el carácter incompleto y abierto de lo social…›› (Laclau
y Mouffe, 1987, p. 229)

Aún no hemos visto la noción de hegemonía, pero en este momento nos alcanza con
decir que en Hegemonía y estrategia socialista la noción de hegemonía es por
3
Las cursivas de ambas citas son propias.
4
Los subrayados son propios en ambas citas.

7
excelencia la construcción conceptual de la que se ocupa todo ese libro, y que como
toda construcción teórica parte de algunos axiomas, de algunos supuestos. Como
podemos leer en la última cita, una de esos supuestos es efectivamente ‹‹el carácter
incompleto y abierto de›› todo orden social, esto es, de lo social.

La no sutura de lo social
Otra forma de nombrar esta apertura de lo social: sutura no total de lo social.
Veamos una cita en donde la incompletitud de todo orden social aparece nombrada d
esa forma:
‹‹El concepto de “sutura” que usaremos frecuentemente, está tomado del
psicoanálisis […] Es usado para designar la producción del sujeto sobre la base de la
cadena de su discurso; es decir, de la no–correspondencia entre el sujeto y el Otro —lo
simbólico— que impide el cierre de este último como presencia plena […] la sutura nombra
no sólo una estructura de falta, sino también […] un cierto cierre [...]. Una sociedad
totalmente suturada sería aquélla en la que este llenar habría llegado a sus últimas
consecuencias y habría logrado, por consiguiente, identificarse con la transparencia de un
sistema simbólico cerrado. Este cierre de lo social es, como veremos, imposible.›› (Laclau y
Mouffe, 1987, pp. 81 y 82)

La cita es clara, una sociedad totalmente suturada es un orden social plenamente


cerrado, esto es, un orden social en donde la apertura de lo social se habría cerrado.
Luego, la no sutura total y la apertura son lo mismo.
En esta cita también podemos leer cómo piensan Laclau y Mouffe la relación entre
la apertura de lo social y la evidencia primera de que la cotidianeidad se nos presenta
como no caótica, como ordenada. En efecto, leemos que ‹‹la sutura nombra no sólo una
estructura de falta, sino también […] un cierto cierre›› ¿Qué debemos entender por esto?
Debemos entender que para el pensamiento que se propone en Hegemonía y estrategia
socialista lo social, esto es, los diversos órdenes sociales, no existen a pesar de, sino
gracias a esa falta estructural. Esta idea es bien psicoanalítica: es porque hay falta que
hay movimiento (deseo) que no es sino movimiento en pos de llenar esa falta (el deseo
es el deseo del Otro). En términos de Lalcau y Mouffe podríamos decir: es porque la
sociedad es imposible que existen los diversos órdenes sociales como intentos parciales
de constituirla.

La igualdad

8
Veamos ahora cómo se piensa en El desacuerdo la incompletitud de todo orden
social de la que venimos hablando. Dice Ranciére:
‹‹Hay orden en la sociedad porque unos mandan y otros obedecen. Pero para
obedecer una orden se requieren al menos dos cosas: hay que comprenderla y hay que
comprender que hay que obedecerla. Y para hacer eso, ya es preciso ser igual a quien nos
manda. Es esta igualdad la que carcome todo orden natural5. No hay duda de que los
inferiores obedecen en la casi totalidad de los casos. Lo que queda es que el orden social es
devuelto por ello a su contingencia última. En última instancia, la desigualdad sólo es
posible por la igualdad.›› (Ranciere J., 1996, p. 31)

Aquí, en efecto, leemos que todo orden social tiene una incompletitud, un falla que
lo ‹‹carcome››. Ranciére nombra a esta incompletitud con el nombre “igualdad”. ‹‹Es
esta igualdad la que carcome todo orden…››. Pero no solo esto, en esta cita encontramos
también la misma idea que Laclau y Mouffe proponen con la noción de sutura para
pensar la relación entre un orden social y su falta estructural, a saber, que el orden no se
constituye a pesar de la incompletitud estructural, sino que esa incompletitud es su
condición de posibilidad. En palabras de Ranciére: ‹‹la desigualdad [el orden social]
sólo es posible por la igualdad [la contingencia última, la incompletitud estructural]››.

La igualdad como supuesto


En la siguiente cita podemos leer que la incompletitud estructural de todo orden
social, la igualdad en términos rancierianos, es efectivamente un principio, un supuesto
dentro de la propuesta de pensamiento desarrollada en El desacuerdo:
‹‹Hay política cuando hay un lugar y unas formas para el encuentro entre dos
procesos heterogéneos. El primero es el proceso policial en el sentido que se intentó definir.
El segundo es el proceso de la igualdad. Con este término, entendamos provisoriamente el
conjunto abierto de las prácticas guiadas por la suposición6 de la igualdad de cualquier ser
parlante con cualquier otro ser parlante y por la preocupación de verificar esa igualdad. ››
(Ranciere J., 1996, p. 46)

Aquí aparecen dos nociones rancierianas por las que aún no hemos pasado en
nuestro recorrido, la política y la policía. No obstante, lo que nos interesa en este
momento es lo que aquí podemos leer sobre la igualdad (recordando que así es como
Ranciére nombra a la incompletitud incompletable de todo orden social). ¿Qué leemos
en esta cita entonces? Leemos que sea lo que sea la política, ésta no es sin el encuentro
entre ‹‹dos procesos heterogéneos›› el proceso policial y el proceso de la igualdad, y
que sean lo que sean estos dos procesos, el segundo de ellos no es sin la ‹‹suposición
[resaltado propio] de la igualdad››. Luego, la política no es sin esa suposición de la

5
El resaltado es propio.
6
El subrayado es propio.

9
igualdad. Notemos que la relación entre política e igualdad en Ranciére es la misma que
vimos hace un momento que había entre hegemonía y la apertura de lo social en Laclau
y Mouffe. En efecto, así como hemos visto que en Laclau y Mouffe ‹‹la hegemonía
supone [resaltado propio] el carácter incompleto y abierto de lo social…›› (siendo el
concepto de hegemonía la noción a cuya construcción está dedicado todo el libro
Hegemonía y estrategia socialista), aquí leemos que ‹‹[h]ay política cuando hay […]
prácticas guiadas por la suposición [resaltado propio] de la igualdad›› (siendo el
concepto de política a cuya construcción está abocada, a su vez, el libro El desacuerdo).
En otras palabras, sin poder decir aún ni qué es la hegemonía para Laclau y Mouffe, ni
qué es la política para Ranciére, sí podemos decir que así como en Hegemonía y
estrategia socialista la hegemonía supone la apertura de lo social, en El desacuerdo la
política supone la igualdad.

La apertura de lo social y la igualdad


Hemos podido de esta forma ver en esta primera parte cómo podemos encontrar en
los textos de Ranciére y de Laclau y Mouffe los supuestos de la incompletitud de todo
orden social y de la imposibilidad de salvar esa falta constitutiva. Como parte de lo
recorrido en esta primera parte podemos pensar cómo pueden relacionarse la igualdad
rancieriana y la apertura de lo social de Laclau y Mouffe: ambas son formas de nombrar
la incompletitud estructural de todo orden social.

SEGUNDA PARTE
10
Entonces, hemos visto de qué manera pueden relacionarse la noción de apertura de
lo social de Laclau y Mouffe con la noción de igualdad como la entiende Ranciére. A
medida que avancemos en nuestro recorrido iremos estableciendo relaciones entre más
nociones de estos autores para llegar a relacionar, en la cuarta y última parte, los
conceptos de política de Ranciére y de hegemonía de Laclau y Mouffe.
Sin decir aun cómo estos autores piensan la política y la hegemonía,
respectivamente, sí podemos adelantar que ambas tienen que ver con la mostración de la
incompletitud de todo orden social (el tercero de los tres supuestos mencionados en la
introducción). ¿Bajo qué forma se presenta esta mostración? Se presenta bajo la forma
de una interrupción. ¿Interrupción de qué? Pues interrupción del orden social dado.
Es de este orden social del que nos ocuparemos esta segunda parte de nuestro
recorrido.
¿En qué consiste este orden social dado tanto para Ranciére como para Laclau y
Mouffe?¿De qué forma se da?¿Con qué nombres lo nombran?
Para comenzar podemos decir algo que ya hemos visto, a saber, que un orden social
se constituye, no a pesar de, sino gracias a su incompletitud estructural. En términos de
Laclau y Mouffe: es porque la sociedad es imposible que son posibles los diversos
órdenes sociales en tanto intentos parciales de constituirla. En términos de Ranciére: la
desigualdad (el orden social) supone la igualdad.
También podemos recordar que con el término orden nos hemos venido refiriendo a
la consistencia cotidiana que experimentamos día a día. En este sentido, hemos hablado
de distribución jerarquizada de lugares, de relaciones reguladas entre los lugares, de
asignación de los ocupantes de esos lugares, y de la determinación de cuántos son los
lugares y cuáles son sus nombres.
Veamos qué más podemos encontrar sobre cómo piensan, bajo qué nombres, al
orden social tanto Ranciére como Laclau y Mouffe.
Comenzamos con Ranciére.

La policía
Encontramos en El desacuerdo:
‹‹Generalmente se denomina política al conjunto de los procesos mediante los
cuales se efectúan la agregación y el consentimiento de las colectividades, la organización
de los poderes, la distribución de los lugares y funciones y los sistemas de legitimación de

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esta distribución. Propongo dar otro nombre a esta distribución y al sistema de estas
legitimaciones. Propongo llamarlo policía.›› (Ranciere J., 1996, p. 43)

‹‹…en lo sucesivo emplearé la palabra policía y el adjetivo policial en ese sentido


amplio que es también un sentido "neutro", no peyorativo. […] La distribución de los
lugares y las funciones que define un orden policial depende tanto de la espontaneidad
supuesta de las relaciones sociales como de la rigidez de las funciones estatales. La policía
es, en su esencia, la ley, generalmente implícita, que define la parte o la ausencia de parte de
las partes. Pero para definir esto hace falta en primer lugar definir la configuración de lo
sensible en que se inscriben unas y otras. De este modo, la policía es primeramente un orden
de los cuerpos que define las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los
modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a tal lugar y a tal
tarea; es un orden de lo visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal
otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al
ruido.›› (Ranciere J., 1996, pp. 44 y 45)

Aquí leemos cómo Ranciére con el nombre “policía” piensa el orden social del que
venimos hablando, esto es, la “realidad” no caótica de la que participamos (formamos
parte) de una u otra forma ocupando diversos lugares, ejerciendo distintas funciones y
relacionándonos con otres en términos de esos lugares y esas funciones (relaciones que
siempre son relaciones de poder). Lugares y funciones que incluye incluso aquellos
lugares y funciones con los que usualmente se suele identificar a la política. Esta
distribución de lugares, funciones y relaciones es a lo que refiere Ranciére cuando habla
de ‹‹la parte o la ausencia de parte de las partes››.
Un punto interesante tratado por Ranciére en esta cita es el que refiere a que antes de
toda distribución de los lugares y funciones lo que hay es una determinación de cuántos
lugares hay y cómo se nombran. Por ejemplo, puede haber una policía respecto al
género que tenga sólo dos lugares, masculino y femenino, y puede haber otra policía
que tenga tres, masculino, femenino y no binario. En la primera de estas policías la
noción de desigualdad de género referiría a las relaciones (de poder, desigualitarias,
muchas veces violentas, etc.) entre dos lugares, “hombre” y “mujer”. En cambio, en la
segunda de estas dos policías la desigualdad de género se complejizaría aún más y se
transformaría en una noción que no trata solamente de la relación entre los dos lugares
del binario “hombre-mujer”. Pero en ambas policías, antes de poder hablar de
desigualdad de género, esto es, de una relación entre lugares, hay una determinación de
los lugares implicados en esa relación desigual. En palabras de la última cita de
Ranciere: ‹‹la policía es primeramente un orden7 de los cuerpos que define las
divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir››.

7
Aquí incluso encontramos explícitamente que la policía es un nombre para el orden social: ‹‹la policía es
primeramente un orden…››

12
En otro pasaje de El desacuerdo podemos leer:
‹‹…no haremos del orden policial así definido la noche donde todo vale. […]. Hay
una policía menos buena y una mejor –la mejor no es, por lo demás, la que sigue el orden
supuestamente natural de las sociedades o la ciencia de los legisladores sino aquella a la que
las fracturas de la lógica igualitaria llegaron a apartar las más de las veces de su lógica
"natural"-. La policía puede procurar toda clase de bienes, y una policía puede ser
infinitamente preferible a otra. Esto no cambia su naturaleza, que es lo único que está en
cuestión aquí.›› (Ranciere J., 1996, p. 46)

En el ejemplo que dimos sobre las dos policías, una en la que en lo referido al
género había solamente dos partes, masculino y femenino, y otra en la que había… ¿tres
o indefinidas8? Como sea, podríamos decir que la segunda policía, aquella que tiene más
partes que la primera es una policía más inclusiva que reconoce un mayor número de
identidades, y que otorga, o estaría en camino de otorgar, más derechos a un mayor
número de colectivos. No obstante, ambas son policías, ambas son órdenes sociales, y
por ende, ambas implican jerarquizaciones y desigualdades. Una policía puede ser más
igualitaria que otra sin duda, pero ninguna policía podrá nunca ser plenamente
igualitaria, dado que todo orden implica desigualdades y que la vida fuera de un orden
no es posible9.

Lo social
Veamos ahora de qué manera piensan Laclau y Mouffe la cotidianeidad consistente
en la que cada persona y cada colectivo participan día a día. Hemos visto que para
hablar de esta noción estos autores utilizan más bien términos tales como “ordenes
sociales”, “lo social”, y menos el término “sociedad” el cual se reserva para designar el
orden total y completo imposible de constituir. En lo que queda de esta segunda parte de
nuestro recorrido veremos que en Hegemonía y estrategia socialista hay otros dos
términos que también son utilizados para referirse a esas cotidianeidades consistentes:
espacio social y espacio político. Estos términos se utilizan de manera indistinta con lo
cual los leeremos como términos intercambiables, esto es, nuestra lectura de
Hegemonía y estrategia socialista incluye la interpretación de que todo espacio, ya sea
que se nombre como “social”, como “político”, o bien como espacio “a secas”, es un
espacio social y político10.

8
Aquí la cuestión es si el nombre “no binario” designa un parte o un conjunto indefinido de partes.
9
En términos psicoanalíticos podríamos decir que la igualdad es un objeto perdido para siempre y, a la
vez, un objeto que causa el movimiento, el cambio, la transformación.
10
En el apéndice al final de estas páginas se muestra el porqué de esta lectura.

13
Nuestro recorrido en lo que queda de esta segunda parte es el siguiente: primero
veremos que lo social es una noción que se corresponde con el orden de lo simbólico
entendido éste como lo hace el psicoanálisis (lo social es del orden del discurso), luego
veremos que lo social es específicamente la totalidad de los discursos que tienen lugar
en la cotidianeidad consistente, esto discursos se nombrarán también como
“formaciones discursivas”, en este punto veremos en qué consiste un formación
discursiva (articulación, elementos, momentos, totalidad recortada a partir de una
negación, incompletitud), y por último, veremos que estos diversos discursos, estas
diversas formaciones discursivas, estos diversos órdenes sociales, también se nombran
como “espacios sociales y políticos” que son, a su vez, nombrados también como
formaciones hegemónicas (pero para poder entender el porqué de este nombre
deberemos esperar a que más adelante trabajemos la noción de hegemonía).

El orden simbólico
Entonces, comencemos viendo que lo social es del orden de lo simbólico. Dicen
Laclau y Mouffe:
‹‹… sobredeterminación. Este es el concepto clave introducido por Althusser […].
El concepto procede del psicoanálisis […] Para Freud la sobredeterminación no es cualquier
proceso de «fusión» o «mezcla» […] es, por el contrario, un tipo de fusión muy preciso, que
supone formas de reenvío simbólico y una pluralidad de sentidos. El concepto de
sobredeterminación se constituye en el campo de lo simbólico, y carece de toda
significación al margen del mismo. Por consiguiente, el sentido potencial más profundo que
tiene la afirmación althusseriana de que no hay nada en lo social que no esté
sobredeterminado, es la aserción de que lo social se constituye como orden simbólico11.››
(Laclau y Mouffe, 1987, p. 163)

La cita es clara, para Laclau y Mouffe ‹‹lo social se constituye como orden
simbólico››. Ahora bien ¿qué quiere decir esto? Al igual que el concepto de sutura, lo
mismo que el de sobredeterminación, la noción de orden simbólico es una noción
tomada del psicoanálisis. En psicoanálisis el orden simbólico es un orden del discurso.
En este sentido, que lo social se homologue al orden simbólico quiere decir que la
materialidad con la que se constituye lo social es una materialidad discursiva. En otras
palabras, lo social es discurso. En realidad, hablando con mayor precisión debemos
decir que lo social es discursos, en plural. Esto es, lo social no es un discurso, sino que
es una multiplicidad de discursos. En la primera parte de nuestro recorrido vimos que lo
social se vinculaba con los diversos órdenes sociales que intentaban constituir una
sociedad, pues bien, cuando decimos que lo social es multiplicidad de discursos estamos
11
Subrayado propio.

14
pensando en esos órdenes sociales. Cada uno de los órdenes sociales que constituyen lo
social es un discurso12 (que también se nombra como “formación discursiva”, “espacio
sociale”, o bien “espacio político”).
Hasta aquí hemos estado hablando de discursos sin ver cómo definen Laclau y
Mouffe está noción. Pues veámoslo entonces:
‹‹… llamaremos articulación13 a toda práctica que establece una relación tal entre
elementos, que la identidad de éstos resulta modificada como resultado de esa práctica. A la
totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria la llamaremos discurso.››
(Laclau y Mouffe, 1987, pp. 176 y 177)

La cita es explícita, Laclau y Mouffe definen discurso como ‹‹la totalidad


estructurada resultante de la práctica articulatoria›› siendo una práctica articulatoria,
(una articulación) ‹‹toda práctica que establece una relación tal entre elementos, que la
identidad de éstos resulta modificada como resultado de esa práctica››. Notemos el
parecido de la noción de articulación así definida con la sobredeterminación definida
como lo está en la antepenúltima cita: ‹‹[p]ara Freud la sobredeterminación […] es, por
el contrario, un tipo de fusión muy preciso, que supone formas de reenvío simbólico y
una pluralidad de sentidos››. En efecto, la relación de la que se trata en una articulación
no es sino un “reenvío simbólico” tal cual se lo piensa cuando se trata de una
sobredeterminación, esto es, es un tipo de relación en la que las identidades de los
elementos relacionados están interferidas unas con otras en constante redefinición.
Entonces, un discurso es una totalidad estructurada, ¿una totalidad estructurada de
qué? pues de significantes. En efecto, a Laclau y Mouffe les resulta potente para la
construcción de una teoría que sirva para pensar el cambio y la transformación en un
orden social dado (para esto construirán su concepto de hegemonía, por ejemplo), les
resulta potente pensar que todo lo que acaece en el orden de lo social es del orden del
significante:
‹‹Nuestro análisis rechaza la distinción entre prácticas discursivas y no
discursivas.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 179)

‹‹… un supuesto que debemos rechazar: el del carácter mental14 del discurso. Frente
a esto, afirmaremos el carácter material de toda estructura discursiva.›› (Laclau y Mouffe,
1987, p. 183)

12
‹‹…una estructura discursiva [un discurso] no es una entidad meramente «cognoscitiva» o
«contemplativa»; es una práctica articulatoria [subrayado de Laclau y Mouffe] que constituye y organiza
a las relaciones sociales [esto es, un discurso es un orden social].›› (Laclau y Mouffe, 1987, pp. 161)
13
Los subrayados son de Laclau y Mouffe.
14
La cursiva son de Laclau y Mouffe.

15
Un ejemplo de discurso, o de formación discursiva, es lo que se denomina como
patriarcado. En efecto, en esta formación discursiva tenemos elementos que se articulan
entre sí: por ejemplo los significantes “hombre-fuerte”, “mujer-débil”, “hombre-
valiente”, “mujer-sumisa”, “hombre-racional-inteligente”, “mujer-emocional-
irracional-inestable”, “hombre-ámbito-público”, “mujer-ámbito-privado”, “hombre-
trabajador-proveedor”, “mujer-ama-de-casa”, “hombre-sujeto”, “mujer-objeto”,
“hombre”, “mujer”, entre muchos otros. Todos estos elementos están articulados entre sí
de manera tal que la identidad de cada uno depende de los múltiples reenvíos
simbólicos que tiene con los otros elementos, por ejemplo los elementos “mujer-
sumisa”, “mujer-ama-de-casa”, “mujer-ámbito-privado”, están especialmente
sobredeterminados entre sí, esto es, dentro del discurso patriarcal es porque a la mujer le
corresponde el rol de ama de casa que pertenece al ámbito privado, y viceversa; lo
mismo podríamos decir de los elementos “mujer-objeto”, “hombre-sujeto”, “mujer-
sumisa”: es porque dentro del patriarcado que el hombre es el sujeto que la mujer es un
objeto, y es porque la mujer es un objeto que debe ser sumisa.
Que la formación discursiva del patriarcado lejos de ser algo meramente mental es
algo bien material se ve todos los días, basta nomás mirar los números de casos de
violencia de género.

Todo discurso es incompleto


Entonces, vimos que una formación discursiva es una totalidad estructurada. Ahora
ocupémonos de una condición fundamental de toda formación discursiva: su condición
de incompletitud.
Una formación discursiva es una fijación de sentido, un organizador de la realidad
cotidiana. Siguiendo con el ejemplo de la formación discursiva patriarcal, el discurso
del patriarcado proporciona un sentido que ordena y organiza los lugares, las funciones
y las relaciones: el lugar de la mujer es el “hogar”, el lugar del hombre es la vida
pública, la función de la mujer es realizar tareas de cuidado, la función del hombre es
ser el proveedor, etc.
No obstante, dado que un supuesto fundamental sobre el que se construye la teoría
desplegada en Hegemonía y estrategia socialista es la apertura de lo social, este
supuesto impone una condición cualitativa a toda formación discursiva: su carácter de
incompleta. Esto es, si una formación discursiva es una fijación de sentido, es una
fijación parcial. En términos de Laclau y Mouffe:

16
‹‹La imposibilidad de fijación última del sentido implica que tiene que haber
fijaciones parciales15. […] Si lo social no consigue fijarse en las formas inteligibles e
instituidas de una sociedad16, lo social sólo existe, sin embargo, como esfuerzo por producir
ese objeto imposible. El discurso se constituye como intento […] por constituir un centro.››
(Laclau y Mouffe, 1987, p. 191)

En efecto, dado que lo social está constituido por múltiples formaciones discursivas,
y dado que la apertura de lo social, esto es, la imposibilidad de que se suture totalmente,
que se dé con el sentido último de la realidad, con una explicación plena de lo acaece,
como esto no es posible (por hipótesis, esto es, axiomáticamente) ninguna formación
discursiva podría no ser incompleta, ya que de serlo automáticamente produciría la
sutura total de lo social, aquella que por principio es imposible.
Si ahora volvemos a la definición de formación discursiva como totalidad
estructurada, deberíamos decir que entonces, cuando hablamos de totalidad se trata de
una totalidad incompleta, y cuando decimos “estructurada” se trata de una estructura no
fija, esto es, en constante (re)estructuración.
Lo interesante del planteo de Laclau y Mouffe es que si bien la apertura de lo social
impone un límite a la articulación, esto es, a la producción discursiva, a la constitución
de lo social, es esa misma apertura la que posibilita la articulación. Esto es lo mismo
que ya vimos en la primera parte de este trabajo: así como antes vimos que es porque la
sociedad es imposible que lo social existe como intento de constituirla, ahora vemos que
es porque una formación discursiva es incompleta que el movimiento articulatorio no se
detiene y la práctica articulatoria puede seguir con otros elementos, y con otros, y con
otros…
Vemos aquí aparecer otro problema, si la articulación puede seguir de manera
indefinida saltando de un elemento a otro, luego a otro, y luego a otro, y así y así, ¿por
qué habría de detenerse esta diseminación articulatoria? En otras palabras, ¿por qué
habría de fijarse un sentido? En realidad, esta pregunta está mal planteada porque
Laclau y Mouffe no parten de una postura escéptica que dudaría incluso de la existencia
de un sentido, de una realidad consistente. Es cierto que Laclau y Mouffe son no
esencialistas, esto es, en su sistema teórico no se postula la existencia ni de esencias ni
de verdades últimas, pero al mismo tiempo parten de la evidencia primera de que la
realidad consiste. Entonces, la pregunta correcta es: dado que, por evidencia empírica, la
realidad consiste, y dado que, por axioma, esa consistencia en el fondo no tiene ningún
fundamento último ¿cómo es que de todas formas la realidad consiste?:
15
Cursiva propia.
16
Cursiva de Laclau y Mouffe.

17
‹‹… si aceptamos el carácter incompleto de toda formación discursiva17 y, al
mismo tiempo, afirmamos el carácter relacional de toda identidad, en ese caso el carácter
ambiguo del significante, su no fijación a ningún significado, sólo puede existir en la
medida que hay una proliferación de significados. No es la pobreza de significados, sino, al
contrario, la polisemia, la que desarticula una estructura discursiva. Esto es lo que establece
la dimensión sobredeterminada, simbólica, de toda formación social. La sociedad no
consigue nunca ser idéntica a sí misma, porque todo punto nodal se constituye en el interior
de una intertextualidad que lo desborda. La18 práctica de la articulación consiste, por tanto,
en la construcción puntos nodales que fija parcialmente el sentido; y el carácter parcial de
esa fijación procede de la apertura de lo social…›› (Laclau y Mouffe, 1987, pp. 192 y 193)

Aquí encontramos que la respuesta que Laclau y Mouffe dan a la pregunta que
planteamos está en ‹‹la construcción puntos nodales que fija parcialmente el sentido››.
Pero aquí hemos introducido una nueva noción en nuestro recorrido, ¿qué es un punto
nodal?:
‹‹El discurso se constituye como intento por dominar el campo de la discursividad,
por detener el flujo de las diferencias, por constituir un centro. Los puntos discursivos
privilegiados de esta fijación parcial los denominaremos puntos nodales19. (Lacan ha
insistido en las fijaciones parciales a través de su concepto de points de capito, es decir, de
ciertos significantes privilegiados que fijan el sentido de la cadena significante…›› (Laclau
y Mouffe, 1987, p. 191)

Leemos aquí que, al igual que otras nociones ya presentadas, la noción de punto
nodal es una noción tomada del psicoanálisis (allí se nombran como “punto de
capitón”). Entonces, ¿qué es un punto nodal? Es un punto privilegiado que fija
(parcialmente) el sentido.
Vemos como aquí el razonamiento se vuelve recursivo: ¿cómo se fija el sentido? a
través de los puntos nodales, ¿qué es un punto nodal? un punto que fija el sentido. O
bien tautológico: el sentido se fija en puntos que fijan el sentido.
Esta recursividad, esta tautología, no es sino el propio límite del discurso en su
intento de dar cuenta de la realidad. Esto mismo ocurre con toda formación discursiva.
En el fondo, toda formación discursiva, el patriarcado por ejemplo, se reduce
simplemente a algunas pocas argumentaciones recursivas y algunas otras tautologías
como las del tipo que acabamos de ver, y sobre éstas se construyen castillos (¿de
arena?) de sentidos y consistencias.

La negación
Digamos algo ahora sobre la condiciones de constitución de una formación
discursiva. La cualidad de estar estructurada le viene dada por la estructura discursiva
17
Subrayado propio.
18
Subrayado de Laclau y Mouffe.
19
Resaltado propio.

18
de lo social, es sobre su cualidad de ser una totalidad sobre la habría que decir algo más.
En otras palabras, dado lo social como orden simbólico, como orden del discurso, una
formación social es una parte recortada en ese orden del discurso y en tanto tal “hereda”
su condición de estar estructurada como un discurso. Si pensamos a lo social como una
superficie discursiva una formación discursiva sería una porción de esa superficie que se
distingue de otras porciones, donde su condición de ser una superficie le sería heredada
de parte de la superficie en la que se recorta; es su condición de recorte, de distinción en
tanto porción diferenciada la que no le viene dada de ante mano y sobre la que hay que
pensar algo más. En otras palabras ¿cómo es que en una superficie discursiva se recorta
una porción de la misma y se constituye como una totalidad diferenciada? Por ejemplo,
la formación discursiva del patriarcado es una porción del orden discursivo de lo social
que se recorta como una totalidad diferenciada, esto es, es posible reconocer en lo social
elementos que pertenecen a esa formación discursiva y elementos que no: el elemento
“mujer-ama-de-casa” es un elemento que pertenece a la formación discursiva del
patriarcado, el elemento “kircherista-corrupto” no le pertenece (pertenece a otra
formación discursiva, a la formación discursiva “antiperonismo”). Por supuesto que
estos elementos pueden articularse entre sí, de hecho durante el debate por la ley de la
interrupción legal del embarazo ha habido articulaciones entre el discurso patriarcal y el
discurso antiperonista (también ha habido otras articulaciones), pero de este tipo de
articulaciones (entre formaciones discursivas, entre espacios diremos en seguida) no nos
estamos ocupando aún. Primero hay que decir algo sobre el modo en que una formación
discursiva se constituye como una totalidad. Para esto leamos a Laclau y Mouffe:
‹‹… una formación concebida como sistema relativamente estable de diferencias
[…] los límites sólo existen en la medida en que un conjunto sistemático de diferencias se
recorta como totalidad respecto a algo más allá de ellas, y es solamente a través de este
recortarse que la totalidad se constituye como formación […] una formación sólo logra
significarse a sí misma —es decir, constituirse como tal— transformando los límites en
fronteras, constituyendo […] lo que está más allá de los límites como aquello que ella no
es.›› (Laclau y Mouffe, 1987, pp. 243 y 244)

La cita es clara, ‹‹una formación sólo logra significarse a sí misma [constituirse


como totalidad] constituyendo […] lo que está más allá de los límites como aquello que
ella no es››. En el caso del patriarcado podríamos pensar que es una formación
discursiva que se constituye negando a las orientaciones sexuales no heterosexuales, a
las identidades no binarias, y a las mujeres “conflictivas”, entre otras posiciones
negadas. Notemos que el patriarcado no se constituye como totalidad negando al
peronismo o a los inmigrantes de países latinoamericanos, por dar dos ejemplos de

19
identidades negadas por otras formaciones discursivas. Esto es lo interesante de la
propuesta de Laclau y Mouffe: la especificidad de una formación discursiva, su
identidad, su significado está constituido por aquello que niega y frente a lo cual se
constituye.

Espacio social y político


Hay otra forma en la que Laclau y Mouffe nombran a una formación discursiva:
espacio social y político20. Veámoslo en algunas citas:
‹‹Un espacio social y político relativamente unificado a través de la institución de
puntos nodales y de la constitución de identidades tendencialmente21 relacionales, es lo que
Gramsci denominará bloque histórico. El tipo de lazo que une a los distintos elementos del
bloque histórico —no la unidad en alguna forma de a priori histórico sino la regularidad en
la dispersión— coincide con el correspondiente a nuestro concepto de formación
discursiva.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 232)

La cita es clara, sin entrar en “el detalle” de la noción gramsciana de bloque


histórico, podemos leer que un espacio social y político es algo que se unifica por
puntos nodales y cuyos elementos están relacionados entre sí de la forma en que lo están
los elementos de una formación discursiva: ‹‹El tipo de lazo que une a los distintos
elementos […] coincide con el correspondiente a nuestro concepto de formación
discursiva››. En otras palabras, un espacio social y político no es sino una formación
discursiva.
Como algo habíamos adelantado, las articulaciones no se dan solamente dentro de
una formación discursiva, en adelante un espacio social y político, sino que también se
dan entre espacios:
‹‹Las prácticas articulatorias no tienen sólo lugar en el interior de espacios sociales
y políticos dados, sino entre los mismos.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 239)

Vemos de este modo cómo lo social es verdaderamente complejizado en el


pensamiento de Laclau y Mouffe. Lo social no es un discurso, una formación
discursiva, un espacio social y político. Lo social es una multiplicidad de espacios
sociales y políticos. Pero éstos no están completamente diferenciados y separados unos

20
La realidad es que Laclau y Mouffe utilizan los términos “espacio social”, “espacio político”, “espacio
social político” sin dar ninguna precisión ni definición de qué entienden por las nociones que designarían
esos términos. Hay dos posibilidades: o bien, son términos que provienen de otros pensamientos, de otras
tradiciones teóricas (que al momento de hacer este trabajo monográfico desconozco) y suponen al lector
conocedor de las mismas; o bien, son términos de los que se valen para utilizar la noción de formación
discursiva en un lenguaje menos lingüístico y más del campo de la filosofía política. Dado que no he
tenido tiempo de investigar otros textos y solo me he dedicado a trabajar con Hegemonía y estrategia
socialista y El desacuerdo, he optado por la segunda de estas dos posibilidades.
21
Las cursivas son de Laclau y Mouffe.

20
de otros sino que cada espacio se articula, a su vez, con otros espacios. Los espacios que
conforman lo social se interfieren y se condicionan, se sobredeterminan entre sí. Dicen
al respecto Laclau y Mouffe hablando por caso del espacio político de la lucha feminista
que en este trabajo nosotros hemos denominado patriarcado:
‹‹El espacio político de la lucha feminista es el conjunto de prácticas y discursos
que crean las diferentes formas de subordinación de la mujer; el espacio de la lucha
antirracista tiene lugar en el interior del conjunto sobredeterminado de prácticas y discursos
que constituyen la discriminación racial. […] En cuanto al terreno en el que esos espacios se
autonomizan los unos con respecto a los otros, él está en parte constituido por las
formaciones discursivas que han institucionalizado las varias formas de subordinación, y en
parte es el resultado de las luchas mismas.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 226)

Entonces, después de lo recorrido en esta segunda parte de este trabajo, ¿qué


podemos decir sobre lo social? Podemos decir que lo social es el ‹‹terreno en el que
[los] espacios se autonomizan los unos con respecto a los otros›› y en el que también se
sobredeterminan unos respectos de los otros, con la salvedad de que cuando decimos
“terreno” no estamos pensando en una superficie que existiría previamente a los
espacios que se inscriben en ella. Este terreno es un terreno que se constituye en las
mismas prácticas articulatorias que constituyen a cada espacio considerado de manera
autónoma y a cada articulación entre espacios considerados como elementos de
“totalidades de orden superior”. Y además es un terreno nunca completo, nunca
terminado de constituirse, siempre parcial, contingente, provisorio, precario.

La policía y el espacio social


En esta segunda parte hemos podido ver cómo nombran Ranciére y Laclau y Mouffe
a lo que hemos venido denominando orden social: “policía” y “espacio social y
político”, respectivamente.
Hemos visto que Ranciére pone el acento en que todo orden social, toda policía, es,
antes que una distribución de lugares y funciones, la determinación de qué lugares y
funciones existen y cuáles no, la determinación de quienes forman parte y quienes no
tienen parte alguna.
Hemos visto que Laclau y Mouffe ponen el acento, por un lado, en el carácter
discursivo de todo orden social: totalidad estructurada, regularidad en la dispersión,
sobredeterminación, identidades relacionales, no sutura total, etc. Y por otro lado, ponen
el acento también en la modalidad de constitución de todo espacio, de toda formación
discursiva: todo espacio se constituye a partir de la negación de otra cosa.

21
Podríamos decir que dado un orden social, aquellos que en términos de Ranciére no
tienen parte en él (en la policía) son aquellos que en términos de Laclau y Mouffe son
negados (los que están subordinados) en el orden social (espacio social y político).
En la tercera parte de este trabajo veremos, por un lado, cómo la política, entendida
ésta como lo hace Ranciére, distorsiona la distribución de partes de la policía afirmando
una parte para los que no tienen parte. Y por otro lado, veremos cómo el antagonismo,
entendido éste como lo hacen Laclau y Mouffe, subvierte las diferencias de las
posiciones asignadas dentro del espacio social y político afirmando una relación de
opresión allí donde solamente había subordinación.

TERCERA PARTE

Vimos en la segunda parte de este trabajo cómo es pensado en El desacuerdo y en


Hegemonía y estrategia socialista lo que hemos llamado orden social: como aquello que
se denomina policía en el texto rancieriano y como aquello que se nombra como lo
social en términos de Laclau y Mouffe. Podríamos decir que en ambos casos se trata de
una distribución de lugares y funciones en una estructura relacional jerarquizada, esto
es, de relaciones de poder. Vimos también que para estos autores todo orden social, si

22
bien es consistente, esto es, es un orden (y no un caos), su consistencia es siempre
precaria dado que está construido sobre una falla insalvable, una incompletud
estructural imposible de completar: la igualdad de cualquiera con cualquiera en
términos rancierianos, la apertura de lo social en términos de Laclau y Mouffe.
Cuando esta falla irrumpe en la cotidianeidad se interrumpe el constante fluir de los
intercambios entre las posiciones y funciones determinadas por la normalidad de la
policía, del espacio social y político.
De esta interrupción nos ocuparemos en esta tercera parte de nuestro recorrido:
veremos que en El desacuerdo se denomina política, mientras que Hegemonía y
estrategia socialista, se nombra antagonismo.
Veremos también que en ambos textos la interrupción del orden social puede ser
pensada como la irrupción de la incompletitud, de la pura contingencia, sobre la que
está construido el orden social interrumpido. En términos de Ranciere, que la política,
en tanto interrupción de la policía, es la irrupción de la igualdad de cualquiera con
cualquiera sobre la que está construida esa policía. En términos de Laclau y Mouffe, que
el antagonismo, en tanto interrupción del espacio social y político, es la irrupción de la
apertura de lo social.
Veremos de esta forma que podemos leer en los textos de estos autores que una
condición necesaria para que pueda haber interrupciones en un orden social es la
incompletitud estructural de todo orden. En términos de El desacuerdo, no hay política
sin igualdad. En términos de Hegemonía y estrategia socialista, no hay antagonismo sin
apertura de lo social.
Comencemos con el texto rancieriano.

La política
Encontramos en El desacuerdo:
‹‹…la actividad política es siempre un modo de manifestación que deshace
[interrumpe] las divisiones sensibles del orden policial [el orden social, la policía] mediante
la puesta en acto de un supuesto que por principio le es heterogéneo, el de una parte de los
que no tienen parte, la que, en última instancia, manifiesta en sí misma la pura contingencia
del orden, la igualdad de cualquier ser parlante con cualquier otro ser parlante.›› (Ranciere
J., 1996, pp. 45 y 46)

‹‹… rompe [interrumpe] la configuración sensible donde se definen las partes y sus
partes o su ausencia [esto es, la policía, el orden social] por un supuesto que por definición
no tiene lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte. Esta ruptura se manifiesta

23
por una serie de actos que vuelven a representar el espacio donde se definían las partes, sus
partes y las ausencias de partes.›› (Ranciere J., 1996, p. 45)

En ambas citas encontramos que la política es pensada como aquello que interrumpe
la policía (el orden social). O, en todo caso, la política es al menos esa interrupción, esto
es, no es pensable la política sin la interrupción del orden policial.
¿En qué consiste esta interrupción? Una respuesta a esta pregunta la encontramos en
el final de la segunda de estas citas: ‹‹[e]sta ruptura se manifiesta por una serie de actos
que vuelven a representar el espacio donde se definían las partes, sus partes y las
ausencias de partes››. Esto es, dado que la policía es, antes que toda distribución de
lugares y funciones, antes que toda distribución de partes, la definición de cuáles son
esas partes, cuántas son y cómo se llaman, cuáles existen y cuáles no, una verdadera
interrupción debería actuar justamente sobre esa definición de la existencia, o no, de las
partes.
La política es una actividad que pone en cuestión la definición misma de parte.

La irrupción de la igualdad
Veamos otras citas que nos ayuden a seguir pensando cómo es pensada la
interrupción de la policía por la política:
‹‹Hay política en razón de un solo universal, la igualdad, que asume la figura
específica de la distorsión.›› (Ranciere J., 1996, p. 56)

Aquí leemos que la irrupción de la igualdad (incompletitud del orden social, pura
contingencia de la policía) que constituye la interrupción del orden policial se presenta a
la manera de una distorsión. Esta distorsión es la interrupción del orden social del que
venimos hablando. Hay política cuando la igualdad sobre la que está construido todo
orden policial irrumpe, “sube” a la superficie y distorsiona la asignación de existencias,
de lugares y de funciones. En el lenguaje de El desacuerdo: lo distorsionado es la
definición y distribución de las partes, y la distorsión consiste en la asignación de una
parte a aquellos que no tienen parte.
‹‹La política es la práctica en la cual la lógica del rasgo igualitario asume la forma
del tratamiento de una distorsión, donde se convierte en el argumento de una distorsión
principal que viene a anudarse con tal litigio determinado en la distribución de las
ocupaciones, las funciones y los lugares.›› (Ranciere J., 1996, p. 51)

‹‹la distorsión […] no es otra cosa que el enfrentamiento mismo, la contradicción de


dos mundos alojados en uno solo: el mundo en que son y aquel en que no son, el mundo
donde hay algo "entre" ellos y quienes no los conocen como seres parlantes y
contabilizabies y el mundo donde no hay nada.›› (Ranciere J., 1996, p. 42)

24
Aquí leemos aquí que esta distorsión, esta interrupción, lejos de presentarse
armónicamente, sublimadamente como algún tipo de acto creativo artístico, se muestra
bajo la forma de un litigio, de un enfrentamiento entre ‹‹dos mundos alojados en uno
solo››, de un desacuerdo (de un antagonismo en términos de Laclau y Mouffe, en
seguida lo veremos).
El litigio que provoca la distorsión, provocada a su vez por la irrupción de la
igualdad, es antes que todo ‹‹el conflicto acerca de la existencia de un escenario común,
la existencia y la calidad de quienes están presentes en él. […] Las partes no preexisten
al conflicto que nombran y en el cual se hacen contar como partes›› (Ranciere J., 1996,
p. 41). ‹‹Este escenario de comunidad no existe más que en la relación de un "nosotros"
con un "ellos". Y esa relación es asimismo una no relación›› (Ranciere J., 1996, p. 74).
‹‹La política no está hecha de relaciones de poder, sino de relaciones de mundos.››
(Ranciere J., 1996, p. 60).
Vemos en estas últimas citas cómo el litigio toma la forma de lo que Ranciére llama
desacuerdo: la imposibilidad de llegar a un entendimiento como una imposibilidad
estructural que no es sino la incompletitud del orden social de la que venimos hablando,
y que rancierianamente se nombra igualdad. Esta imposibilidad la leemos de manera
explícita cuando Ranciére dice que el litigio consiste en una ‹‹relación de un "nosotros"
con un "ellos"›› que no es sino ‹‹una no relación››.

Esto último nos da el pie exacto para pasar a hablar de cómo Laclau y Mouffe
piensan la interrupción del orden social por la irrupción de la incompletitud
estrucuctural. En Hegemonía y estrategia socialista, esa relación entre un “nosotros” y
un “ellos” que es una no relación se denomina antagonismo.
Pasemos entonces a Laclau y Mouffe.

El antagonismo
En Hegemonía y estrategia socialista encontramos:
«…lo social sólo existe como esfuerzo parcial por instituir la sociedad —esto es, un
sistema objetivo y cerrado de diferencias— el antagonismo, como testigo de la
imposibilidad de una sutura última, es la “experiencia” del límite de lo social.» (Laclau y
Mouffe, 1987, p. 215)

«Si la lengua es un sistema de diferencias, el antagonismo es el fracaso de la


diferencia y, en tal sentido, se ubica en los límites del lenguaje y sólo puede existir como
disrupción del mismo —es decir, como metáfora—.» (Laclau y Mouffe, 1987, p. 215)

25
A partir de estas citas, lo primero que queremos ver es cómo el antagonismo ocupa
en el pensamiento de Laclau y Mouffe el lugar de la “experiencia” de la incompletitud
de todo orden social, lugar análogo al que ocupa la política (o al menos lo esencial de
ella) en el pensamiento de Ranciére.
Efectivamente, antes de decir en qué consiste el antagonismo encontramos en el
texto citado que es «el testigo de la imposibilidad de una sutura última [del orden
social], es la “experiencia” del límite de lo social», y que sólo existe «como disrupción»
del lenguaje (del orden social), como subversión del sistema de diferencias, dirán
también Laclau y Mouffe.
¿Qué es este sistema de diferencias? Es la lógica de construcción de sentido con la
que se construye el discurso de un espacio social y político (recordemos que un espacio
es una formación discursiva). Tomando lo que vimos de Ranciére sobre la noción de
policía podríamos decir que el sistema de diferencias de un espacio social y político es
antes que todo la definición de qué diferencias (partes) existen y cuáles no, y luego, en
segunda instancia, la jerarquización de las diferencias (partes) existentes. Por ejemplo,
en el espacio social y político del patriarcado, el sistema de diferencias consiste primero
en establecer la existencia de dos lugares diferentes, hombre y mujer, y luego, en un
segundo momento jerarquizar esa diferencia de lugares a través de múltiples
diferencias: el hombre es más fuerte que la mujer, el hombre es más inteligente que la
mujer, el hombre es más racional que la mujer, el hombre trabaja mejor que la mujer,
etc. Pero en este sistema de diferencias de lo que se trata antes que todo es que hay
solamente dos lugares diferentes (esto es lo se llama el sistema binario sexo-género).
Pues bien, un antagonismo interrumpe el sistema de diferencias, lo subvierte.
Siguiendo con el ejemplo del patriarcado podríamos pensar al movimiento Ni Una
Menos como un antagonismo de ese espacio social y político, en tanto que al irrumpir
en escena el 3 de junio del 2015 interrumpe el continuo funcionamiento del sistema de
diferencias patriarcales al poner en cuestión todas sus diferencias, en especial aquella
que podríamos enunciar como “el hombre es dueño, es el sujeto (por antonomasia) / la
mujer es posesión, es un objeto (entre muchos otros)”. En términos de lo que hemos
visto de Ranciére sobre la noción de política diríamos que hay una distorsión en este
sistema de diferencias que se expresa en la asignación de una parte a aquellas mujeres
que hasta ese momento no la tenían, a aquellas que hasta ese momento no eran tenidas
en cuenta en el reparto de las diferencias.

26
La equivalencia
Entonces, hemos visto hasta ahora que un antagonismo es la irrupción de la
imposibilidad de completitud de todo orden social, Vimos que, en términos un poco
más técnicos, lo que se interrumpe es el sistema de diferencias del espacio social y
político en el que tiene lugar el antagonismo. Veamos ahora en qué consiste esta
interrupción de las diferencias, esto es, veamos la noción de equivalencia. Dicen Laclau
y Mouffe:
«… la equivalencia crea un sentido segundo que, a la vez que es parasitario del
primero, lo subvierte: las diferencias se anulan en la medida en que son usadas para
expresar algo idéntico que subyace a todas ellas […] si todos22 los rasgos diferenciales de un
objeto han pasado a equivalerse, es imposible expresar nada positivo acerca de dicho objeto;
esto sólo puede implicar que a través de la equivalencia se expresa algo que el objeto no es.
[…] Es decir, que la identidad ha pasado a ser puramente negativa. Es porque una identidad
negativa no puede ser representada en forma directa —es decir, positivamente— que sólo
puede hacerlo de modo indirecto a través de una equivalencia entre sus momentos
diferenciales. De ahí la ambigüedad que penetra a toda relación de equivalencia: dos
términos, para equivalerse, deben ser diferentes (de lo contrario se trataría de una simple
identidad). Pero, por otro lado, la equivalencia sólo existe en el acto de subvertir el carácter
diferencial de esos términos […]. Esta no constitutividad —o contingencia— del sistema de
diferencia se muestra en la no fijación que las equivalencias introducen. El carácter final de
esta no fijación, la precariedad final de toda diferencia, habrá pues de mostrarse en una
relación de equivalencia total en la que se disuelva la positividad diferencial de todos sus
términos. Esta es precisamente la fórmula del antagonismo, que así establece su carácter de
límite de lo social. Observemos que en esta fórmula no se trata de que un polo definido
como positividad se enfrente a un polo negativo: puesto que todos los rasgos diferenciales
de un polo se han disuelto a través de su referencia negativo–equivalencial al otro polo,
cada uno de ellos muestra exclusivamente lo que no es.» (Laclau y Mouffe, 1987, pp. 119 y
120)

Vayamos por partes. Primero, ¿qué es la equivalencia? La equivalencia es un tipo de


relación entre elementos23 de una formación discursiva, esto es, es una forma de
articulación. Otra forma de articulación es la ya mencionada diferencia. La lógica de la
diferencia es la que permite la construcción de sentido dentro de un espacio social y
político posibilitando que no sea todo lo mismo, sino que haya diferencias
(desigualdades, diríamos con Ranciére), que haya, por ejemplo en el caso del discurso
del patriarcado, juguetes “para nenes” y juguetes “para nenas”, o trabajos “de hombre”
y trabajos “de mujer”, pero también que haya “diferentes tipos de mujeres”, las “más
22
El resaltado es de Laclau y Mouffe.
23
Aquí utilizo el término “elemento” para referirnos a toda porción de un discurso. Hago esta aclaración
dado que el término “elemento” tiene una definición específica en Hegemonía y estrategia socialista
como aquella porción de un discurso que no se articula con otras porciones, y que por ende (dado que un
discurso no es sino una articulación entre porciones) sería una porción que es una no-porción, reservando
el término “momento” para las porciones positivamente articuladas unas con otras. Todo este asunto de
los elementos y los momentos me pareció demasiado técnico como para tratarlo en este trabajo. De esta
forma, cuando hablo de elemento lo hago en el sentido mencionado al comienzo de esta nota de pie de
página.

27
femeninas y las menos femeninas”, las “más problemáticas” y las “más copadas”, etc.,
etc.
La lógica de la equivalencia rompe con la lógica diferencial. Lo que sucedió el 3 de
junio del 2015 es que las diferencias que el discurso del espacio político patriarcal podía
establecer entre las mujeres que participaron de la primera marcha del movimiento Ni
Una Menos fueron desdibujadas, se tornaron opacas, o, al menos, por sobre la lógica de
la diferencia empezó a primar otra lógica, la de una causa común, la de una
equivalencia. El sentido otorgado por la lógica diferencial patriarcal, aquel que
establecía diferencias tales como “las que algo hicieron para que les peguen”, “las que
habrán usado pollera muy corta”, “las que no supieran callarse cuando les convenía”,
“las que son imbancables”, “las que son unas mentirosas”, etc., este sentido de pronto se
ve subvertido y parasitado por un segundo sentido en torno al cual esas diferencias
ahora se articulaban equivalencialmente, esto es, diluyéndose como diferencias: «la
equivalencia crea un sentido segundo que, a la vez que es parasitario del primero, lo
subvierte: las diferencias se anulan en la medida en que son usadas para expresar algo
idéntico que subyace a todas ellas».
¿En qué consiste ese segundo sentido que subvierte el sentido común del espacio
social y político? Ese segundo sentido no es un sentido positivo dentro de la formación
discursiva, puesto que cualquier cosa que se exprese de manera positiva debería hacerlo
en términos del sentido común de la formación, esto es, apoyándose en su lógica
diferencial, con lo que no sería una interrupción de ésta. Entonces, lo que queda es que
ese segundo sentido que introduce la equivalencia es un sentido negativo: «si todos los
rasgos diferenciales de un objeto han pasado a equivalerse, es imposible expresar nada
positivo acerca de dicho objeto; esto sólo puede implicar que a través de la equivalencia
se expresa algo que el objeto no es». Siguiendo con el ejemplo del Ni Una Menos,
podríamos proponer como sentido introducido por la equivalencia: “no somos ni las que
algo habrán hecho, ni las que usan la pollera demasiado corta, ni las que no saben
cuándo hacer silencio, ni las que no se bancan, ni las que mienten”. Este sentido es
efectivamente un sentido negativo, esto es, una identidad establecida a partir de lo que
no se es. No obstante, este sentido no interrumpe el sentido primero patriarcal porque
sigue afirmando que es posible justificar una violencia de género en términos de un
“algo habrá hecho” al no negar esta posibilidad de manera explícita. Si quisiéramos
ensayar un posible verdadero segundo sentido equivalencial introducido por el Ni Una

28
Menos en el espacio social y político del patriarcado, este podría ser algo así: “no somos
machos violentos”.
Ahora bien, para el sentido común patriarcal que los términos “macho” y “violento”
sean utilizados con connotaciones negativas es una novedad radical. Esto es porque en
este espacio social y político históricamente se ha resaltado el ser macho como un valor
positivo y la violencia como un modo válido de demostrar que se posee ese valor. Para
este discurso que “macho” y “violento” sean valores negativos es algo que se ubica en
los límites de su comprensión, en los límites de su sentido primero. Es en este sentido
que Laclau y Mouffe dicen que el antagonismo se ubica en los límites de lo social. La
irrupción equivalencial del antagonismo del Ni Una Menos muestra los límites del
sentido primero de la lógica diferencial del espacio social y político del patriarcado.

La interrupción y su interrumpido
Antes de terminar esta tercera parte de este trabajo digamos algo sobre la relación
entre el orden social dado y la interrupción del mismo por la irrupción imprevista de su
incompletitud estructural. En términos de Ranciére, relación entre la policía y la
política. En términos de Laclau y Mouffe, relación entre un espacio social y político y
un antagonismo en ese espacio.
Veamos algunas citas de Ranciére y algunas de Lalclau y Mouffe en donde se
expone esta relación.
Dice Ranciére:
«… si la política pone en acción una lógica completamente heterogénea a la de la
policía, siempre está anudada a ésta. La razón es simple. La política no tiene objetos o
cuestiones que le sean propios. Su único principio, la igualdad, no le es propio y en sí
mismo no tiene nada de político. Todo lo que aquélla hace es darle una actualidad en la
forma de casos, inscribir, en la forma del litigio, la verificación de la igualdad en el corazón
del orden policial. Lo que constituye el carácter político de una acción no es su objeto o el
lugar donde se ejerce sino únicamente su forma, la que inscribe la verificación de la
igualdad en la institución de un litigio, de una comunidad que sólo existe por la división. La
política se topa en todos lados con la policía. No obstante, es preciso pensar este encuentro
como encuentro de los heterogéneos…» (Ranciere J., 1996, p. 47)

«La política actúa sobre la policía. Lo hace en lugares y con palabras que les son
comunes, aun cuando dé una nueva representación a esos lugares y cambie el estatuto de
esas palabras…» (Ranciere J., 1996, p. 49)

Dicen Laclau y Mouffe:


«Incluso para diferir, para subvertir el sentido, tiene que haber un sentido.» (Laclau
y Mouffe, 1987, p. 191)

29
«Toda lucha democrática emerge en el interior de un conjunto de posiciones, de un
espacio político relativamente suturado […]. El cierre relativo de dicho espacio es necesario
para la construcción discursiva del antagonismo, ya que una cierta interioridad excluyente
es requerida para constituir una totalidad que permita dividir a ese espacio en dos campos.»
(Laclau y Mouffe, 1987, p. 226)

Entonces, ¿cómo se piensa la relación entre el orden social (policía, espacio) y la


irrupción de la incompletitud estructural (política, antagonismo)? Es la relación entre la
interrupción y su interrumpido. Esto es, lo primero, que para que haya interrupción debe
haber algo a lo que interrumpir. Dice Ranciére: «[l]a política no tiene objetos o
cuestiones que le sean propios», «[l]a política actúa sobre la policía». Dicen Laclau y
Mouffe: «para subvertir el sentido, tiene que haber un sentido», «[e]l cierre relativo de
[un] espacio es necesario para la construcción discursiva del antagonismo».
Lo segundo es lo que la interrupción subvierte el orden interrumpido bajo la forma
de una división. En términos rancierianos: «[la] comunidad [política] sólo existe por la
división». En términos de Laclau y Mouffe: «la construcción discursiva del
antagonismo [requiere] dividir [al] espacio en dos campos».
Y podemos postular un tercer aspecto de la relación entre la policía y la política, y
entre un espacio y un antagonismo: la interrupción produce su interrumpido. En efecto,
podemos pensar que una subversión de un orden dado solo será una verdadera
subversión en la medida en que los cambios que introduce en el campo intervenido sean
de tal magnitud que podamos decir que algo nuevo ha ocurrido, que hay nuevas voces,
nuevos sujetos, nuevos derechos, nuevos cuerpos, etc. Y al haber cambios de tal
magnitud no sería incorrecto pensar una no continuidad entre el orden viejo, anterior a
la irrupción del antagonismo, de la política, y el orden nuevo, aquel en el que se inscribe
la división producto de la irrupción de su incompletitud estructural. En este sentido, el
nuevo orden no sería sino una producción de la interrupción: la interrupción produce su
interrumpido.
CUARTA PARTE

En esta cuarta y última parte nos dispondremos a pensar, a partir de lo visto en las
tres partes anteriores, las condiciones de posibilidad de un cambio verdadero en un
orden social.
Hemos visto cómo Ranciére piensa la igualdad, y lo que él denomina, por una lado,
policía y, por otro, política. Hemos visto como Laclau y Mouffe entienden las nociones
de apertura de lo social, de espacio social y político, y de antagonismo. Hemos visto

30
como esta tríada de nociones en cada caso pueden ser pensadas como la incompletitud
estructural de un orden social, el orden social, y la interrupción del mismo,
respectivamente.
Ahora bien, si de lo que se trata es de pensar las condiciones y posibilidades de un
cambio verdadero en un orden social dado (una policía, un espacio social y político),
esto es, un cambio que no solamente distorsione la policía, o subvierta el espacio, sino
que transforme el orden social dado en otro orden social más igualitario, si es de esto de
lo que se trata, con la interrupción solamente no alcanza. La interrupción es necesaria
mas no suficiente. Se requiere algo más.
Este algo más que se necesita, además de la irrupción de la lógica igualitaria,
además de la producción de un antagonismo, es pensado en mayor medida en
Hegemonía y estrategia socialista que en El desacuerdo. En cierto sentido, esto no es
sino lo que cada libro anuncia en su título: mientras que por un lado, Laclau y Mouffe
van construyendo los conceptos teóricos necesarios como para poder llegar a pensar una
estrategia socialista de transformación de la sociedad a partir de interrupciones de su
sentido primario (lo que ellos llaman un proyecto de una democracia radical y plural),
siendo el principal de esos conceptos el de hegemonía; por otro lado, Ranciére se
concentra especialmente en el momento de la interrupción del orden social (policial), en
esa opacidad que se produce cuando se encuentran las dos lógicas inconmensurables de
la igualdad y de la jerarquía, opacidad que no es sino un desacuerdo.
En este sentido, está cuarta y última parte de nuestro recorrido estará ocupada
principalmente por nociones de Laclau y Mouffe, aun cuando cada tanto hagamos
alguna referencia, planteemos alguna relación con alguna noción de Ranciére.
Dicho esto, comencemos entonces por Hegemonía y estrategia socialista.

Hegemonía
Veamos entonces qué entienden por hegemonía Lacclau y Mouffe:
‹‹Hegemonía es, simplemente, un tipo de relación24 política; una forma, si se quiere,
de la política.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 237)

Aquí leemos que una hegemonía es un ‹‹un tipo de relación política›› ¿cómo
podemos entender esto? Primero, dentro del sistema conceptual construido por Laclau y
Mouffe siempre que se trate de una relación de lo que se está hablando es de una
articulación (en los términos en los que hemos visto esta noción). Y segundo, en dicho
24
El subrayado es de Laclau y Mouffe.

31
sistema de pensamiento “política” es otro nombre de antagonismo25. Con lo cual lo que
se está diciendo en primer parte de la cita cuando se dice que la hegemonía es un tipo de
relación política es que la hegemonía es una articulación antagonista. Ahora bien, la
cita en su segunda parte dice que la hegemonía es ‹‹una forma […] de la política››. Aquí
el término “política” aparece como sustantivo, a diferencia de la primer parte de la cita
en la que aparece como adjetivo. Entonces, si política es otro nombre de antagonismo,
lo que se está diciendo en esta segunda parte de la cita es que la hegemonía es un tipo de
antagonismo ¿cómo será ese tipo?, pues bien, para que la cita no pierda su coherencia
ese tipo no puede ser sino un tipo articulado. Luego, lo que se está diciendo en la
segunda parte de la cita es que la hegemonía es un antagonismo articulado.
Entonces, articulación antagonista, antagonismo articulado, más allá de estos juegos
de lenguaje, lo que queda claro es que una hegemonía no es sin una articulación y sin un
antagonismo:
‹‹…para hablar de hegemonía, no es suficiente el momento articulatorio; es preciso,
además, que la articulación se verifique a través de un enfrentamiento con prácticas
articulatorias antagónicas. Es decir, […] la hegemonía se constituye en un campo surcado
por antagonismos y supone, por tanto, fenómenos de equivalencia y efectos de frontera. […]
Sólo la presencia de una vasta región de elementos flotantes y su posible articulación a
campos opuestos —lo que implica la constante redefinición de estos últimos— es lo que
constituye el terreno que nos permite definir a una práctica como hegemónica. Sin
equivalencia y sin fronteras no puede estrictamente hablarse de hegemonía.›› (Laclau y
Mouffe, 1987, pp. 231 y 232)

La hegemonía es entonces articulación y antagonismo. ¿Cómo modifica la


condición de “antagónica” a la articulación? El antagonismo impide que la articulación
sea pura diferencias introduciendo cadenas de equivalencia que interrumpen esa
articulación puramente diferencial provocando opacidad en medio de la transparencia.
¿Cómo modifica la condición de “articulado” al antagonismo? Que el antagonismo sea
articulado quiere decir que está constituido a la manera de un discurso, y esto, a su vez,
quiere decir que, dado que lo simbólico está incompleto por estructura, todo
antagonismo es incompleto. Esto es, si un antagonismo muestra la incompletitud de la

25
‹‹En rigor, la oposición pueblo/Antiguo Régimen fue el último momento en el que los límites
antagónicos entre dos formas de sociedad se presentaron —con la salvedad señalada— bajo la forma de
líneas de demarcación claras y empíricamente dadas. A partir de entonces la línea demarcatoria entre lo
interno y lo externo, la divisoria a partir de la cual el antagonismo se constituye bajo la forma de dos
sistemas opuestos de equivalencias, se tornó crecientemente frágil y ambigua, y la construcción de la
misma pasó a ser el primero de los problemas políticos. Es decir, que de ahí en más ya no hubo política
sin hegemonía [el subrayado es propio, es para señalar que, puesto que en este párrafo se venía hablando
de antagonismo, cuando se dice que “ya no hubo política sin hegemonía” lo que se está diciendo es que
ya no hubo antagonismo sin política, y por ende, que política es otro nombre de antagonismo].›› (Laclau
y Mouffe, 1987, pp. 250 y 251)
32
sociedad, esa incompletitud nunca es mostrada completamente. El orden social, aun
siendo interrumpido por la irrupción de su incompletitud no deja de tener un sentido y
una consistencia. Ningún antagonismo puede hacer colapsar la sociedad y reducirla a un
puro caos:
‹‹Si la sociedad no es totalmente posible, tampoco es totalmente imposible. Esto nos
permite formular la siguiente conclusión: si la sociedad no es nunca transparente respecto a
sí misma porque no logra constituirse como campo objetivo, tampoco es enteramente
transparente a sí mismo el antagonismo, ya que no logra disolver totalmente la objetividad
de lo social.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 221)

El antagonismo como identidad social


Volviendo al asunto de la hegemonía, hemos establecido que ésta no es sin
articulación y sin antagonismo. Detengámonos en un aspecto del antagonismo no
mencionado con anterioridad que nos servirá para pensar la hegemonía:
‹‹…cualquiera sea la orientación política a través de la cual el antagonismo
cristalice —ésta dependerá de las cadenas de equivalencia que lo construyan— la forma del
antagonismo en cuanto tal26 es idéntica en todos los casos. Es decir, que se trata siempre de
la construcción de una identidad social27 […] sobre la base de la equivalencia entre un
conjunto de elementos o valores que expulsan y exteriorizan aquellos otros a los que se
oponen.›› (Laclau y Mouffe, 1987, pp. 273 y 274)

Además de lo que ya había visto sobre el antagonismo, en esta cita encontramos que
la forma en la que se da la construcción de un antagonismo (a través cadenas de
equivalencias) es ‹‹siempre […] la construcción de una identidad social››. Y una
identidad es siempre un sentido, un discurso, una formación discursiva. Y dado que la
hegemonía es un antagonismo (articulado), podemos decir que una hegemonía es una
formación discursiva antagónica (que es otra forma de decir lo ya dicho, que una
hegemonía es una articulación antagónica).
Podríamos decir que una hegemonía es una formación discursiva vista desde el
punto de vista de su antagonismo:
‹‹Un espacio social y político relativamente unificado a través de la institución de
puntos nodales y de la constitución de identidades tendencialmente28 relacionales, es lo que
Gramsci denominará bloque histórico. El tipo de lazo que une a los distintos elementos del
bloque histórico —no la unidad en alguna forma de a priori histórico sino la regularidad en
la dispersión— coincide con el correspondiente a nuestro concepto de formación discursiva.
En la medida en que consideremos al bloque histórico desde el punto de vista del campo
antagónico en el que se constituye, lo denominaremos formación hegemónica.›› (Laclau y
Mouffe, 1987, p. 232)

26
Resaltado de Laclau y Mouffe.
27
Resaltado propio.
28
Las cursivas son de Laclau y Mouffe.

33
Aquí se complejiza todo lo que hemos venido diciendo sobre antagonismo y luego,
en base a eso, sobre hegemonía. ¿Qué leemos en esta última cita? Pues que una
formación hegemónica (una hegemonía) es un espacio social y político considerado
‹‹desde el punto de vista del campo antagónico en el que se constituye››. Esto es, una
hegemonía se correspondería con aquello que hemos denominado orden social (una
policía en términos rancierianos). Pero ¿acaso no habíamos dicho que el antagonismo
es, en tanto límite de lo social, la interrupción del orden social, con lo que la hegemonía
se correspondería con una interrupción articulada? ¿cómo es que hemos pasado de
hablar de la hegemonía en términos de una interrupción articulada a hablar de la
hegemonía como orden social? En otras palabras, ¿la hegemonía se corresponde con el
orden social o con su interrupción, con el espacio social y político o con el límite de lo
social? O bien, ¿la hegemonía tiene que ver más con la policía o con la política
rancierianas?
La respuesta es que la hegemonía tiene que ver con ambas. Un orden social, un
espacio social y político, es una hegemonía. En este sentido, una hegemonía sería lo que
en términos rancierianos se dice policía. Por ejemplo, el patriarcado, en tanto espacio
social y político, es una hegemonía. Pero también el movimiento Ni Una Menos es una
hegemonía. Es otra hegemonía que le disputa la hegemonía a la hegemonía patriarcal
(valgan las cacofonías). En este sentido, una hegemonía estaría relacionada con aquello
que Ranciére nombra como política.
Si miráramos al patriarcado desde el punto de vista del antagonismo en el que se
constituye veríamos toda la historia de la construcción de la dominación del andros
sobre la mujer aun cuando toda esa construcción no sea visible en el cotidiano del día a
día. Y es porque esa construcción no es visible que hay que hacer todo un trabajo de
deconstrucción para visibilizar esos antagonismos institucionalizados bajo la forma de
diversas formas de subordinación y de negación29. La diferencia entre un antagonismo
no visible y uno visible es la misma diferencia entre una relación de subordinación y
una relación de opresión30. Pero para Laclau y Mouffe, aun cuando en un espacio social
29
‹‹Una formación hegemónica abarca también lo que se le opone, en la medida en que la fuerza
opositora acepta el sistema de articulaciones básicas de dicha formación como aquello que ella niega,
pero el lugar de la negación [el resaltado es de Laclau y Mouffe] es definido por los parámetros internos
de la propia formación›› 236
30
‹‹…debemos diferenciar “subordinación” de “opresión”, y explicar las condiciones precisas en las
cuales la subordinación pasa a ser opresiva. Entenderemos por relaciones de subordinación aquélla en la
que un agente está sometido a las decisiones de otro —un empleado respecto a un empleador, por
ejemplo, en ciertas formas de organización familiar, la mujer respecto al hombre, etc.—. Llamaremos, en
cambio, relaciones de opresión a aquellas relaciones de subordinación que se han transformado en sedes
de antagonismos.›› 254

34
y político no se vea el antagonismo que lo constituye eso no implica que ese
antagonismo no esté allí, constituyéndolo. Será cuestión de tiempo, de un poco de suerte
(fortuna, azar, contingencia) y de otro tanto de militancia (¿por qué no?), para que un
espacio social y político que se presente como prescindente de antagonismos se vea
interpelado por la irrupción de aquello que lo constituye.
Una hegemonía además de tener que ver con el orden social también trata sobre
aquellas cadenas discursivas equivalenciales que lo ponen en cuestión. Esto es, una
hegemonía tiene que ver también con lo que en términos de Ranciére se nombra como
política. ¿Cómo es esto? Veámoslo en el ejemplo del patriarcado y el Ni Una Menos.
Ya vimos que el patriarcado en tanto espacio social y político es una formación
hegemónica. Ahora bien, el movimiento Ni Una Menos también es una hegemonía, otra
hegemonía, para ver esto debemos mostrar que consiste en una articulación antagónica,
en un antagonismo articulado. En efecto, el Ni Una Menos consiste en un antagonismo,
aquel que es el resultado de subvertir la relación de subordinación de la mujer al hombre
(entiéndase “hombre” y “mujer” como los nombres de posiciones subjetivas entendidas
como tales desde un pensamiento no esencialista) en una relación de opresión del
hombre sobre la mujer, y haciendo visible retrospectivamente toda la historia de la
construcción de ese antagonismo. Porque esto es lo interesante que tiene la
temporalidad de un antagonismo: mientras no irrumpe, mientras no se constituye en un
espacio social es como si nunca hubiera habido relaciones de opresión, pero una vez
entrado en escena trae consigo un pasado también, una vez que irrumpe un antagonismo
en un espacio social y político se muestra como habiendo estado allí desde siempre.
Pero no hay que perder de vista que ese pasado, ese haber estado allí desde siempre es
una construcción hegemónica también, el pasado de un antagonismo no está detrás sino
delante de él.
Entonces, el Ni Una Menos se constituye en un antagonismo: la relación de opresión
del hombre sobre la mujer. Pero justamente por constituirse a partir de un antagonismo
es que se constituye también como articulaciones entre diversos actores, entre diversos
colectivos, diversas posiciones subjetivas. En efecto, un antagonismo implica relaciones
de equivalencia, y una relación de equivalencia es una articulación. De este modo,
podemos decir que el Ni Una Menos se constituye sobre un antagonismo y sobre
relaciones de articulación, esto es, el Ni Una Menos es una hegemonía.

Desacuerdo y hegemonía

35
Llegados a este punto de nuestro recorrido me parece interesante pensar una relación
concreta entre la idea rancieriana de desacuerdo y el concepto de hegemonía de Laclau
y Mouffe.
Dado que una hegemonía implica un antagonismo, y que todo antagonismo implica
una oposición irreductible entre dos cadenas equivalenciales, podríamos pensar que
sería allí en donde habría que ubicar el desacuerdo rancieriano. Esto es, con esto
estaríamos diciendo que el desacuerdo es esa irreductibilidad entre las dos cadenas
equivalenciales del antagonismo sobre el cual se constituye una hegemonía
determinada. Siguiendo este razonamiento, en el caso del Ni Una Menos diríamos que
el desacuerdo es esa relación que es una no relación entre la cadena equivalencial que
constituye a la posición subjetiva mujer-aquellas-que-no-es-un-macho-violento y la
cadena que constituye la posición hombre-macho-violento. Esta oposición antagónica,
al ser irreductible bien puede ser pensada en términos de desacuerdo, pero hay un matiz
en la definición de antagonismo que echa a perder la relación entre la idea rancieriana
de desacuerdo y el interior de un antagonismo. Este matiz consiste en que para Laclau y
Mouffe un antagonismo es una identidad social, esto es, un antagonismo produce una
identidad: constituyendo un ellos se constituye un nosotros. Y aun cuando en el
pensamiento de Laclau y Mouffe toda identidad es siempre relacional, siempre
inestable, nunca fija, una identidad es siempre algo del orden del sentido, y un
desacuerdo rancieriano es todo lo contrario a un sentido, es la ausencia de sentido, es la
mostración de la arbitrariedad de todo sentido, un desacuerdo es una opacidad que
irrumpe en la transparencia de los sentidos aparentes. Al interior de un antagonismo no
hay verdadera opacidad, entre mujeres-que-no-somos-machos-violentos y hombre-
machos-violentos no hay opacidad, hay sentido, identidad, hay un ellos y un nosotros.
Lo mismo ocurre al interior del antagonismo patriarcal, entre hombres-racionales-con-
valores y mujeres-problemáticas-inestables-locas no hay ninguna opacidad, lo que hay
es el sentido que constituye la identidad que es ese antagonismo (institucionalizado
como relación de subordinación), un sentido no fijo, no completo (como todo sentido),
pero sentido al fin.
¿Entonces? Hay otro lugar en el sistema de pensamiento de Hegemonía y estrategia
socialista en donde podemos ubicar el desacuerdo rancieriano y que permite una mejor
articulación entre éste y el concepto de hegemonía. Este otro lugar está localizado en el
espacio que separa dos formaciones hegemónicas en disputa. Pensemos esto
valiéndonos del ejemplo con el que nos venimos acompañando. Tenemos dos

36
hegemonías en disputa, el patriarcado y la introducida por el Ni Una Menos. En
particular, la disputa es entre los antagonismos sobre los que se constituye cada
formación –también podríamos decir que la disputa es por el nombre del antagonismo
que las constituye a ambas–. En efecto, el patriarcado propone como antagonismo a la
oposición entre hombres-racionales-con-valores y mujeres-problemáticas-inestables-
locas, y el Ni Una Menos, ya lo vimos, a la oposición entre mujeres-aquellas-que-no-
somos-machos-violentos y hombres-machos-violentos. La disputa, el litigio, no está en
el interior de ninguno de estos antagonismos, sino que está entre ellos. El litigio es por
establecer si lo que se va a poner en cuestión es la locura-de-esas-mujeres-que-gritan
(cadena equivalencial establecida por el antagonismo sobre el que se constituye el
patriarcado) o la violencia-del-macho (equivalencia propia del antagonismo sobre el que
se constituye el Ni Una Menos). Es allí en donde está la opacidad, la
inconmensurabilidad, es allí donde ubicamos al descuerdo.

Democracia radical y plural


Retomemos la cuestión del cambio en un orden social. La transformación de una
relación de subordinación en una relación de opresión, esto es, la irrupción de un
antagonismo es una condición necesaria para la producción de un cambio verdadero en
un orden social. Una vez irrumpido el antagonismo, es posible ver que antes de esta
irrupción en el espacio social dado no había campos de disputa, no había litigios, no
había desacuerdos, y que ahora sí los hay, ahora hay una comunidad política en
términos de Ranciére. Podríamos decir que, mientras que la propuesta desarrollada en
El desacuerdo llega hasta este punto, hasta el punto en el que en una determinada
policía irrumpe la parte de lo sin partes y se establece una comunidad del litigio, lo
propuesto en Hegemonía y estrategia socialista avanza un poco más. Eso más que se
avanza junto a Laclau y Mouffe se dice en términos de estos autores democracia
radical y plural.
Para terminar nuestro recorrido en este trabajo diremos algo acerca sobre cómo
Laclau y Mouffe entienden su propuesta de una democracia radical y plural. Veamos
algunas citas:
«El proyecto de una democracia radical y plural, […] en un primer sentido, no es
otra cosa que la lucha por una máxima autonomización de esferas, sobre la base de la
generalización de la lógica equivalencial–igualitaria.» (Laclau y Mouffe, 1987, p. 275)

37
Encontramos aquí que una democracia radical y plural consiste en dos cuestiones:
«lucha por una máxima autonomización de esferas» y «la generalización de la lógica
equivalencial–igualitaria». ¿Qué significa esto? Digamos primero algo sobre el segundo
asunto: ya hemos visto que la lógica equivalencial es el tipo de articulación, de
construcción discursiva, que caracteriza a un antagonismo. Que esta lógica
equivalencial se nombre como igualitaria refiere a que de lo que se trata es de
antagonismos constituidos sobre la transformación de una relación de subordinación en
una de opresión al modo del antagonismo sobre el que se construyó la llamada
revolución democrática, aquel que transformó la relación de subordinación del pueblo al
rey en una relación de opresión de éste sobre aquel.
Esta lógica igualitaria-equivalencial es muy similar a lo que en El desacuerdo se
nombra como lógica igualitaria: ‹‹el conjunto abierto de las prácticas guiadas por la
suposición de la igualdad de cualquier ser parlante con cualquier otro ser parlante y por
la preocupación de verificar esa igualdad.›› (Ranciere J., 1996, p. 46). Y en efecto,
podemos que pensar que si, en términos de Laclau y Mouffe, un antagonismo
transforma una relación de subordinación en un relación de opresión es porque las
cadenas equivalenciales que introduce en el espacio social en el que irrumpe lo que
hacen es, en términos de Ranciére, verificar la igualdad entre el subordinado y el
subordinante, transformando así por medio de esta verificación, al subordinado en
oprimido y al subordinante en opresor.
Para entender bien en qué consiste esta generalización de la lógica equivalencial
igualitaria es necesario recordar que para Laclau y Mouffe lo social se constituye de
múltiples espacios sociales y políticos: el espacio patriarcal, el espacio capitalista, el
espacio consumista, el espacio gordo fóbico, el espacio especista, el espacio xenófobo,
el espacio racista, el espacio aporofóbico, etc. En este sentido, la generalización de la
lógica equivalencial-igualitaria consistiría en la expansión de la misma a cada uno de
los espacios que constituyen lo social, esto es, a la construcción discursiva de
antagonismo basados en la verificación de la igualdad entre subordinados y
subordinantes, esto es, en la transformación dentro de cada uno de esos espacios de los
subordinados en oprimides y de los subordinantes en opresores.
Vista ya la cuestión de la generalización de la lógica equivalencial, veamos ahora
algo sobre la autonomización máxima de las esferas. Para esto veamos otra cita más:
«…la precariedad de toda equivalencia exige que ella sea complementada–limitada
por la lógica de la autonomía. Es por eso que la demanda de igualdad no es suficiente; sino

38
que debe ser balanceada por la demanda de libertad, lo que nos conduce a hablar de
democracia radicalizada y plural. Una democracia radicalizada y no plural sería la que
constituiría un solo espacio de igualdad sobre la base de la vigencia ilimitada de la lógica de
la equivalencia, y no reconocería el momento irreductible de la pluralidad de espacios.»
(Laclau y Mouffe, 1987, p. 306)

Aquí encontramos que las dos lógicas que constituyen a una democracia radical y
plural estás relacionadas entre sí. La lógica equivalencial-igualitaria, dada «la
precariedad de toda equivalencia», «exige que […] sea complementada–limitada por la
lógica de la autonomía». Pero entonces, ¿en qué consiste la lógica de la autonomía? Si
la lógica de la equivalencia tiene que ver con la igualdad, la lógica de la autonomía tiene
que ver con la libertad. ¿Libertad en qué sentido? Libertad de cada antagonismo surgido
en cada uno de los múltiples espacios que componen lo social de no tener que
subordinarse a ningún antagonismo principal. Eso mismo es la maximización de la
autonomía de las esferas de la que leíamos en la cita anterior. Las esferas son cada una
de las luchas introducidas por cada nuevo antagonismo (feminismo, ecologismo,
indigenismo, movimiento LBGTQIA+, movimientos por los derechos de los animales,
socialismo, movimientos del campo popular, etc.), y su máxima autonomización
consiste en el no posicionamiento de ninguna de ellas como esfera central, en el no
planteamiento de ninguno de los antagonismo como una antagonismo de primer orden y
del resto como de segundo orden. Es porque no hay jerarquía de antagonismos, esto es,
hay igualdad, que hay autonomía de esferas, esto es, hay libertad.
Ya habiendo recorrido las lógicas de equivalencia-igualitaria y de autonomización
de las esferas, ahora podemos volver a la noción de democracia radical y plural para ver
en qué consiste. Una democracia será tanto más radical cuanto más se expanda la lógica
equivalencial-igualitaria, esto es, cuantos más antagonismos irrumpan en más espacios
sociales, cuantas más relaciones de subordinación se transformen en relaciones de
opresión. Y una democracia será tanto más plural cuanto más ninguno de esos
antagonismos se autopostule como centro antagónico de lo social.
Pero hay algo más. Para Laclau y Mouffe no se trata únicamente de que “florezcan”
mil antagonismos igualitarios todos los espacios que se pueda. De lo que se trata
fundamentalmente es de la articulación, no ya dentro de los antagonismos, sino entre
ellos:
«Las prácticas articulatorias no tienen sólo lugar en el interior de espacios sociales
y políticos dados, sino entre los mismos.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 239)

39
Es más, la articulación entre los distintos antagonismos (feminismo, ecologismo,
movimientos del campo popular, etc.) no solamente es algo posible, sino que resulta
algo necesario para la consolidación de cada una de esas formaciones hegemónicas,
siendo esta articulación entre espacios, a su vez, un producto de luchas hegemónicas
también:
«…es porque no hay más fundamentos asegurados a partir de un orden
trascendente, porque no hay más centro que aglutine al poder, a la ley y al saber, por lo que
resultará posible y necesario unificar ciertos espacios políticos a través de articulaciones
hegemónicas. Pero estas articulaciones serán siempre parciales y sometidas a la
contestación, puesto que ya no hay garante supremo.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 311)

En efecto, es porque no hay sutura plena de lo social que no hay centro antagónico,
y es porque no hay centro antagónico que no hay una predeterminación en la orientación
en la que puedan ser articulados los distintos antagonismos que irrumpan en el orden
social. Nada asegura que las articulaciones se construyan con un carácter progresista,
una articulación bien puede ser conservadora o reaccionaria:
«No hay vínculos esenciales y paradigmáticos que unan a los distintos componentes
del programa clásico del socialismo. No hay, por ejemplo, vínculos necesarios entre
antisexismo y anticapitalismo, y la unidad entre ambos sólo puede ser el resultado de una
articulación hegemónica. Por consiguiente, sólo es posible construir esta articulación a
partir de luchas separadas, que sólo ejercen sus efectos equivalenciales y
sobredeterminantes en ciertas esferas de lo social.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 296)

Pero con la articulación hegemónica entre distintos antagonismos tampoco es


suficiente para producir un cambio verdadero en un orden social dado. Los
antagonismos son por definición una negación, esto es, son construcciones discursivas
constituidas según una lógica de la negatividad, y lo mismo ocurre con la articulación
entre diversos antagonismos, la articulación de negatividades sigue teniendo por lógica
de constitución a la negación.
Además del momento de la negatividad se requiere un momento propositivo si de lo
que se trata es de la preocupación por construir un cambio verdadero en el orden social.
No solamente hay que destruir el orden hegemónico, hay que (re)construir una nueva
hegemonía, y toda reconstrucción implica una lógica, no ya de la negatividad, sino de la
positividad:
‹‹La lógica democrática no es una lógica de la positividad de lo social, y es incapaz
por tanto de fundar ningún punto nodal en torno al cual el tejido social pueda ser
reconstituido.
[…]
… ningún proyecto hegemónico puede basarse exclusivamente en una lógica
democrática, sino que también debe consistir en un conjunto de propuestas para la
organización positiva de lo social.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 313)

40
Vemos así que de lo que se trata en cuanto a la producción de un cambio verdadero
en un orden social, proyecto de una democracia radical y plural en términos de Laclau y
Mouffe, no es únicamente de destruir los diversos espacios sociales que constituyen lo
social sino también de, tan importante como la destrucción, la reconstrucción de nuevos
espacios y nuevas articulaciones entre espacios. En términos rancierianos podríamos
decir que para Laclau y Mouffe no se trata únicamente del momento de la política
entendida ésta como lo hace Ranciére, esto es, como el momento de la opacidad en la
trama social, del desacuerdo, del litigio, de la negatividad, sino también de la policía
entendida también ésta en términos rancierianos, esto es, de la construcción de una
nuevas partición de lo social y distribución de las partes, momento de la positividad por
excelencia. En ambos momentos, el negativo y el positivo, siempre se trata de luchas y
articulaciones hegemónicas, y aún más, el vínculo entre la destrucción de un orden y la
reconstrucción de otro orden también es una articulación hegemónica, nada asegura que
tras la destrucción de un orden opresivo se reconstruya un orden más progresista.
Como decíamos al comienzo de nuestro recorrido en este trabajo, no hay utopía en
el horizonte que nos sirva de garante para nuestro andar. Cada paso que es dado no
cuenta con más garantías que el propio paso, vez por vez, lucha por lucha, día a día.
Esto es justamente lo que Laclau y Mouffe nombran como hegemonía.

APÉNDICE
Todo espacio es social y político

Veamos que en Hegemonía y estrategia socialista los términos “espacio social”


y “espacio político” se utilizan indistintamente como denominadores de una misma
noción, esto es, para Laclau y Mouffe en ese libro, todo espacio social es un espacio

41
político, y todo espacio político es un espacio social. Es decir, todo espacio es social y
político.
Veamos primero tres citas en las que la división propia de un antagonismo
aparece dividiendo al espacio social:
1. ‹‹Lo que hemos caracterizado como «enumeración comunista», por
ejemplo, se funda en el establecimiento de una relación de equivalencia
entre diversos sectores de clase en el interior de una división del espacio
social31 en dos campos antagónicos…›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 186)

2. ‹‹…las relaciones de subordinación, consideradas en sí mismas, no pueden


ser relaciones antagónicas: porque una relación de subordinación establece,
simplemente, un conjunto de posiciones diferenciadas entre agentes
sociales, y ya sabemos que un sistema de diferencias que construye a toda
identidad social como positividad no sólo no puede ser antagónico, sino que
habría reunido las condiciones ideales para la eliminación de todo
antagonismo —estaríamos enfrentados con un espacio social suturado32, del
que toda equivalencia quedaría excluida—. ›› (Laclau y Mouffe, 1987, p.
255)

3. ‹‹… cualquiera sea la orientación política a través de la cual el antagonismo


cristalice —ésta dependerá de las cadenas de equivalencia que lo
construyan— la forma del antagonismo en cuanto tal 33 es idéntica en todos
los casos. Es decir, que se trata siempre de la construcción de una identidad
social —de una posición sobredeterminada de sujeto— sobre la base de la
equivalencia entre un conjunto de elementos o valores que expulsan y
exteriorizan aquellos otros a los que se oponen. Nuevamente, nos
encontramos con la división del espacio social34.›› (Laclau y Mouffe, 1987,
pp. 273 y 274)

En efecto, en las citas 1 y 3 se habla literalmente de ‹‹división del espacio


social››, y en la cita 2 si bien no se menciona la división del espacio social como
consecuencia de un antagonismo sí, por la negativa, se dice que de darse ‹‹la
eliminación de todo antagonismo›› lo que tendríamos no sería sino ‹‹un espacio social
suturado››, esto es, aquí también encontramos como el antagonismo de dividir algo
dividiría un espacio social.
Veamos ahora cinco citas en las que la misma división del antagonismo de la
que hablamos recién aparece ahora en relación con el espacio político:
4. ‹‹…la lógica de la equivalencia es una lógica de la simplificación del
espacio político35, en tanto que la lógica de la diferencia es una lógica de la
expansión y complejización del mismo.›› (Laclau y Mouffe, 1987, p. 223)

31
Cursiva propia.
32
Cursiva propia.
33
Los subrayados de esta cita son de Laclau y Mouffe.
34
Cursiva propia.
35
Cursiva propia.

42
5. ‹‹Podríamos llamar posición popular de sujeto36 a la que se constituye sobre
la base de dividir37 al espacio político en dos campos antagónicos, y
posición democrática de sujeto a la que es sede de un antagonismo
localizado, que no divide a la sociedad en la forma indicada.›› (Laclau y
Mouffe, 1987, p. 225)

6. ‹‹Toda lucha democrática emerge en el interior de un conjunto de


posiciones, de un espacio político relativamente38 suturado, formado por
una multiplicidad de prácticas que no agotan, sin embargo, la realidad
referencial y empírica de los agentes que forman parte de las mismas– El
cierre relativo de dicho espacio es necesario para la construcción discursiva
del antagonismo, ya que una cierta interioridad excluyente es requerida para
constituir una totalidad que permita dividir a ese espacio en dos campos39.››
(Laclau y Mouffe, 1987, p. 226)

7. ‹‹…el espacio político40 popular se en aquellas situaciones en las que, a


través de una cadena de equivalencias democráticas, hay una lógica política
que, tendencialmente, apunta hacia una eliminación de la brecha entre
espacio político y sociedad como referente empírico.›› (Laclau y Mouffe,
1987, p. 227)

8. ‹‹Hablaremos pues de luchas democráticas41 en los casos en que éstas


supongan una pluralidad de espacios políticos, y de luchas populares, en
aquellos otros casos en que ciertos discursos construyen tendencialmente la
división de un único espacio político42 en dos campos opuestos.›› (Laclau y
Mouffe, 1987, p. 234)

Aquí tenemos que en las citas 5, 6 y 8 explícitamente se habla de que aquello


que es dividido por un antagonismo es un espacio político. En la cita 4 si bien no se
menciona explícitamente el antagonismo en relación a un espacio político, sí aparece la
noción de equivalencia vinculada a éste, y, como es sabido, la relación de equivalencia
es aquella que produce el antagonismo, luego, podemos decir que aquí también
aparecen relacionados (equivalencia mediante) el antagonismo y el espacio político. En
la cita 7 no se menciona de manera explícita a la noción de división en relación al
espacio político, pero sí e habla de lo popular, y teniendo en cuenta que en las citas 5 y
8 se dice que lo popular trata sobre la división de un único espacio político, podemos
decir que también en la cita 7 de lo que se está hablando es de la división de un espacio
político.
Entonces, en éstas primeras ocho citas hemos mostrado como cuando se habla
sobre antagonismo, división, equivalencia, (nociones fundamentales de la construcción
36
Las cursivas con de Laclau y Mouffe.
37
Esta cursiva es propia.
38
Cursiva de Laclau y Mouffe.
39
Esta cursiva es propia.
40
Cursiva propia.
41
Las cursivas son de Laclau y Mouffe.
42
Cursiva propia.

43
teórica de Hegemonía y estrategia socialista) al referirse a aquello sobre lo que opera la
división antagónica se habla indistintamente de espacio social o espacio político.
Aquí tenemos dos posibilidades: o un espacio social y un espacio político son lo
mismo, o bien, la condición de “social” y de “político” no son la misma pero sí son dos
condiciones que tiene todo espacio del cual se predique que es un espacio social o que
es un espacio político.
Las siguientes tres citas sugieren la segunda de estas dos posibilidades:
9. Un espacio social y político43 relativamente unificado a través de la
institución de puntos nodales y de la constitución de identidades
tendencialmente44 relacionales, es lo que Gramsci denominará bloque
histórico. El tipo de lazo que une a los distintos elementos del bloque
histórico —no la unidad en alguna forma de a priori histórico sino la
regularidad en la dispersión— coincide con el correspondiente a nuestro
concepto de formación discursiva. En la medida en que consideremos al
bloque histórico desde el punto de vista del campo antagónico en el que se
constituye, lo denominaremos formación hegemónica. (Laclau y Mouffe,
1987, p. 232)

10. Las prácticas articulatorias no tienen sólo lugar en el interior de espacios


sociales y políticos45 dados, sino entre los mismos. (Laclau y Mouffe, 1987,
p. 239)

11. La lógica de la equivalencia, sin embargo, es meramente la condición más


abstracta y general de existencia de toda formación. Para hablar de
formación hegemónica, tenemos que introducir otra condición provista por
nuestro análisis anterior: es decir, la continua redefinición de los espacios
sociales y políticos46, y aquellos constantes procesos de desplazamiento de
los límites que construyen la división social que son propios de las
sociedades contemporáneas. Es sólo en estas condiciones que las totalidades
conformadas a través de la lógica de la equivalencia adquieren un carácter
hegemónico. (Laclau y Mouffe, 1987, pp. 244 y 245)

Efectivamente, en estas tres citas encontramos que Laclau y Mouffe hablan de


espacios sociales y políticos. O bien se trata de una redundancia nombrar como político
a un espacio social, y viceversa, o bien, como dijimos, la condición de “social” y de
“político” son dos condiciones diferentes pero que no obstante todo espacio las tiene a
ambas.
Para reforzar esta última posibilidad, veamos dos citas más en las que se habla
directamente de “espacio” sin el calificativo de “social” ni de “político”:

43
Esta cursiva es propia.
44
Las demás cursivas de esta cita son de Laclau y Mouffe.
45
Esta cursiva es propia.
46
Cursiva propia.

44
12. ¿Cómo tiene lugar esta subversión? Según hemos visto, la condición de la
presencia plena es la existencia de un espacio47 cerrado en el que cada
posición diferencial es fijada como momento específico e irremplazable.
Por tanto, la primera condición para subvertir dicho espacio, para impedir
el cierre, es disolver la especificidad de cada una de esas posiciones.
(Laclau y Mouffe, 1987, p. 218)

13. Una democracia radicalizada y no plural sería la que constituiría un48 solo
espacio de igualdad sobre la base de la vigencia ilimitada de la lógica de la
equivalencia, y no reconocería el momento irreductible de la pluralidad de
espacios. (Laclau y Mouffe, 1987, pp. 305 y 306)

Pienso que de todo lo visto en este apéndice deberíamos entender que es


indistinto hablar espacio social o espacio político en Hegemonía y estrategia socialista,
esto es, todo espacio, se lo nombre como social, como político, o como espacio a secas,
es un espacio social y político.

BIBLIOGRAFÍA

Ranciêre, J. (1996) El desacuerdo. Política y filosofía. Buenos Aires. Ed. Nueva Visión.
Laclau, E. y Mouffe, C. (1987) Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia una
radicalización de la democracia. Madrid. Siglo XXI.

47
Las cursivas son propias.
48
Esta cursiva es de Laclau y Mouffe.

45

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