Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Sociales
ISSN: 1315-6411
reveciso@faces.ucv.ve
Universidad Central de Venezuela
Venezuela
Rojas, Cristina
Género, identidad y conflicto en Colombia
Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, vol. 9, núm. 2, mayo-agosto, 2003, pp. 65-89
Universidad Central de Venezuela
Caracas, Venezuela
GÉNERO, IDENTIDAD
Y CONFLICTO EN COLOMBIA
Cristina Rojas
Una mirada a las manifestaciones más cercanas del conflicto, como son los
homicidios, desmiente la hipótesis de una cultura de la violencia en los colom-
1
bianos . La violencia no ha sido continua en el tiempo. Por ejemplo, en 1994,
se produjeron 26.828 homicidios, lo cual representa una tasa de 74,5 asesina-
tos por cada 100.000 habitantes. Si bien esta tasa de violencia es la más alta
2
en América Latina , 20 años atrás la tasa de homicidios se encontraba cerca
del promedio de la región (24 por 100.000).
1
Una tendencia en la historia colombiana es mirar la violencia como una sola historia que
se inicia en el siglo XIX hasta el presente. La violencia se explica por “odios heredados”
(Hartlyn, 1988) o por una predisposición innata a la violencia. Este es generalmente el
caso de explicaciones basadas en la raza o en la degeneración genética tal como se
encuentra en los debates de 1920 en los que participaron psicólogos, abogados y
médicos. Para una crítica de estas interpretaciones ver Rojas (2001) y Jimeno (1998).
2
Esta tasa cuadruplica la tasa de homicidios de Brasil (17,4), que ocupa el segundo lugar
en América Latina (Franco, 1999, 82).
3
En Colombia existe una división de género de los estudios sobre la violencia. Los
“violentólogos”, generalmente hombres, se dedican al estudio de la violencia política
desde centros de análisis políticos. Las mujeres, concentradas en centros de estudios de
género, estudian la violencia doméstica y los efectos de la violencia sobre las mujeres.
66 Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
Las publicaciones y estadísticas sobre violencia rara vez están discriminadas por género
y temas como la seguridad ciudadana; no especifican la problemática de hombres y
mujeres. Sobre este tema ver Wills (2000), Rojas (1997), Rojas y Caro (2002).
4
Esta hipótesis aparece en Waldman (1997, 34-35). Según este autor “la violencia se ha
convertido en el presente colombiano en un instrumento de disposición de todos,
utilizable para imponer todo tipo de objetivos. Se la practica en lo público y en lo privado,
por individuos o por grupos, de manera espontánea o premeditada, para alcanzar fines
políticos, económicos o personales, dentro de las capas bajas, pero también por
personas pertenecientes a la clase media o a la alta, en las ciudades grandes y en las
medianas… resumiendo: la violencia se ha vuelto un fenómeno cotidiano”.
5
La violencia política y las causas económicas de la violencia han ocupado la mayor
parte de la “violentología”, como se denomina a los estudios sobre este tema. En el caso
de la Violencia ver VVAA (1985). El estudio de la Comisión de Estudios sobre la Violencia
(1987) rompió con esta tradición al plantear la existencia de múltiples manifestaciones de
la violencia. Sin embargo, aún tienden a prevalecer las explicaciones sociopolíticas de la
violencia.
6
Se calcula que el conflicto entre guerrillas y paramilitares deja aproximadamente 4.000
muertes (15%) sobre un total de 30.000 homicidios al año (Pecaut, 2001, 89).
Género, identidad y conflicto en Colombia 67
Identidad y violencia
7
En otro estudio sobre la relación entre género y violencia, concluye Rubio que el
conflicto colombiano se desprendió de la realidad económica, social y política, y adquirió
una dinámica propia (Rubio, 2000, 26).
68 Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
Violencia de la representación
Este movimiento civilizador fue un proceso violento, no sólo porque los ne-
gros e indígenas fueron despojados de su capacidad de participar en la cons-
trucción de la nación, sino por la violencia física ejercida como parte del grupo
dominante sobre los grupos identificados como bárbaros (Rojas, 2001).
8
Desarrollo este postulado en Rojas, 2001.
Género, identidad y conflicto en Colombia 69
Violencia recíproca
Para explicar esta violencia entre “iguales” es necesario introducir las no-
10
ciones de deseo y rivalidad . Siguiendo las teorías de Girard (1995, 153), la
rivalidad se origina en dos deseos que convergen en el mismo objeto y que se
obstaculizan mutuamente. Según este planteamiento al no poder gozar del
mismo objeto los rivales entran en un conflicto. Lo novedoso del planteamiento
de Girard es la relación de la rivalidad con el deseo llamado mimético. La riva-
lidad no es una convergencia accidental de dos deseos sobre el mismo objeto.
“El sujeto desea el objeto porque el propio rival lo desea” (ibíd., 152). El rival
es el modelo del sujeto. “El deseo es esencialmente mimético, se forma a par-
tir de un deseo modelo; elige el mismo objeto que este modelo”. La violencia
es la consecuencia de la convergencia de los deseos. Esta se hace cada vez
más manifiesta, llegando un momento en que el valor del objeto de la rivalidad
desaparece y la violencia en sí misma valoriza los objetos, ella inventa pretex-
tos para desencadenarse (ibíd., 151).
9
Algunas feministas han empezado a romper el silencio sobre la violencia que mujeres
ejercen sobre sus parejas femeninas. Ver, por ejemplo, Vickers, 2002, 229.
10
Como lo plantea Lacan, el deseo está en el corazón mismo de la historia de la
civilización humana: “La relatividad del deseo humano en relación con el deseo del otro
es lo que reconocemos en todas las relaciones de rivalidad, de competencia e incluso en
el desarrollo total de la civilización” (citado en Borch-Jacobsen, 1991, 88).
70 Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
Esta dimensión explica el uso instrumental del cuerpo ya que en este caso
la violencia valoriza el cuerpo del otro. En prácticas como la mutilación y el
ritual que rodea a las masacres, el cuerpo es el objeto del deseo. Estas prácti-
cas han sido descritas en los distintos recuentos de la violencia. Según Pecaut
(1999, 161), se utiliza “la crueldad como una especie de seudolenguaje que
toma el lugar del lenguaje, para restablecer un elemento de simbolismo y de
dimensión sagrada”.
11
Esta sustitución es expresada por Gayatri Chakravorty Spivak en el caso de las
violaciones de mujeres dentro del conflicto. Según ella “la violación grupal perpetrada por
los conquistadores es una celebración metonímica de la adquisición territorial” (Spivak,
1988, 303).
Género, identidad y conflicto en Colombia 71
Solución a la violencia
Como se verá más adelante, en el caso del conflicto armado, los grupos
participantes en él se convierten en rivales, unos son el doble de los otros. Es-
ta situación presenta la mediación externa como una manera de romper con la
violencia recíproca.
12
Esta teoría se atribuye a Habermas. Tomo esta noción de Nancy Fraser (1997, 70).
72 Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
Género y conflicto
El papel de las mujeres y los niños campesinos fue muy importante en las zonas de
mayor conflicto. Ellas cumplían un activo rol en las tomas de tierra del Huila y la costa
atlántica, en las cuales participaban en el levantamiento de los ranchos, la siembra
13
Una explicación común sobre la baja tasa de homicidios en las mujeres se basa en la
hipótesis de que los hombres son por naturaleza predispuestos a la agresión, la violencia
y la guerra, mientras que las mujeres son pacíficas por naturaleza. Este presupuesto no
explica la participación de las mujeres en terrorismo, racismo, colonialismo ni la violencia
infligida a los niños.
Género, identidad y conflicto en Colombia 73
Para las mujeres, la decisión de participar en la insurgencia fue una elección que im-
plicó una serie de cambios, todos ellos en permanente confrontación con los patro-
nes culturales vigentes. Formar parte de un ejército, así éste fuera revolucionario, fue
para ellas penetrar en un mundo masculino, lo cual significó un proceso de adapta-
ción que las llevó a modificar sus referentes de identidad para desempeñarse exito-
samente y sobrevivir en un mundo de varones, dirigido casi exclusivamente por va-
rones, aceptar los retos de competir con ellos en su propio terreno y ser valoradas
por cualidades concebidas como propias de la masculinidad: el coraje, la audacia, la
dureza, el don de mando, la voluntad, la fortaleza física y el arrojo.
14
Algunos recuentos estiman que las mujeres forman 40% del total de combatientes de
la guerrilla, cuyo número total es aproximadamente 20.000.
74 Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
Sin embargo, una vez incorporadas a la guerrilla, las mujeres no son recibi-
das como iguales sino se enfrentan a la identidad que de ellas tienen los com-
batientes. Dora Margarita, una ex combatiente del Ejército de Liberación Na-
cional-ELN y del M-19, describe así su llegada al campamento del ELN (citado
en Lara, 2000, 39):
Cuando llegamos, el compañero que nos guiaba nos llevó donde un hombre muy
alto, más bien blanco, de bigotes grandes y pelo negro, largo y liso, amarrado atrás.
Lo señaló y dijo:
-Él, Fabio Vásquez, el jefe.
Fabio hizo alguna chanza. Parecía contento de vernos. Lo acompañaba una mujer
muy bella. Después supe que el único que podía tener mujer en el campamento era
él. Los demás vivían en total abstinencia. Fabio las cogía por turnos. Duraba con
cada una siete u ocho meses, se aburría y cogía otra.
Tenía diecisiete años. Su única falta había sido no acostarse con el jefe de la
escuadra. Entonces el hombre tomó represalias: le dio carga extra, la puso a cocinar
y a prestar guardia muchos días. En la FARC había una discriminación contra la
mujer, una especie de rechazo soterrado por haberse atrevido a incursionar en un
terreno tan propio de los hombres.
A mí me tocó ver que a las mujeres les daban, con mayor frecuencia que a los
hombres, los peores turnos de la guardia, los que iban de doce a dos y de dos a
cuatro de la mañana. Para prestarlos les tocaba levantarse y, al terminar, volver a
acostarse. Los mejores turnos eran los del comienzo o los del final de la noche.
Género, identidad y conflicto en Colombia 75
Yo no amaba las armas. De niña me gustaban las muñecas de trapo que me hacía
mi mamá y los barquitos de papel que yo hacía y echaba a flotar en las corrientes
que formaban los aguaceros... Pero las armas se le van metiendo a uno, se le van
volviendo su única defensa, se van convirtiendo en algo tan importante que el peor
castigo que le pueden hacer a un guerrillero, después del fusilamiento, es el desarme
(Lara, 2000, 42).
De un promedio de una víctima [mujer] cada día y medio en 1999, se pasó a una
víctima diaria en 2000 a causa de ejecuciones extrajudiciales y homicidios políticos;
una mujer cada 14 días fue víctima de desaparición forzada; una mujer murió cada
50 días como víctima de homicidios contra personas socialmente marginadas; cada
7 días, una mujer murió en combate. Este promedio diario significa que en un año
363 mujeres perdieron la vida por la violencia sociopolítica.
15
Primer informe violencia contra las mujeres y las niñas en el conflicto armado
colombiano (mayo 2001), para ser presentado a la relatora especial de Naciones Unidas
sobre violencia contra la mujer.
76 Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
Desterritorialización
Se calcula que 300.000 personas al año son forzadas a abandonar sus lo-
calidades como consecuencia del enfrentamiento armado y de las condiciones
socioeconómicas. En total 3 millones de colombianos se han desplazado en
los últimos 10 años (Codhes, 2002). De ellos 58,2 % son mujeres y niñas. En-
tre los desplazados la proporción de mujeres jefas de hogar es 31 %. Muchas
de ellas han vivido el triple trauma de perder su compañero, perder los bienes
(casa, muebles, animales, cosechas) y llegar a un lugar donde no tienen raí-
ces y la adaptación desde un lugar rural, aislado, hacia el anonimato de la ciu-
dad (Meertens, 2001b, 140).
Violencia recíproca
16
El número total de paramilitares en el país se estima entre 8.000 y 11.000, los cuales
son miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia AUC. Generalmente estos
grupos atacan a la población civil, matando y torturando a quienes acusan de
colaboración con las guerrillas. La modalidad de masacres, en las cuales son asesinadas
3 personas o más, es una práctica común. El número de masacres en 2001 excedió 200
donde 493 personas fueron asesinadas (US Department of State, 2002, 2).
Género, identidad y conflicto en Colombia 79
Las fronteras pasan entre veredas de un mismo municipio o los barrios de una
misma ciudad. Son familiares que adhieren a uno u otro bando. Son vecinos que a
veces actúan como informantes del campo opuesto.
El control del afecto y la rivalidad por las mujeres están en el centro del con-
flicto. Así se hacen señalamientos a las mujeres por tener relaciones afectivas
con algún actor del conflicto y practican modalidades de tortura con connotacio-
nes simbólicas de denigración del sexo femenino. Según un testimonio de las
propias mujeres (Mesa de Trabajo sobre Género y Conflicto Armado, 2001, 9):
A las mujeres organizadas se nos asocia permanentemente con los grupos armados,
ha llegado a tal punto la coacción de los actores armados que ellos son los que
ponen las reglas hasta de cómo vestirnos, por ejemplo: colocarse la minifalda se
convierte en riesgo de violación y seducciones. Ellos colocan horarios de dormida, y
controlan de quién nos enamoramos.
17
Según Girard cuando la violencia es manifiesta “ya no es el valor intrínseco del objeto
lo que provoca el conflicto, excitando codicias rivales, es la propia violencia la que valoriza
los objetos, la que inventa unos pretextos para desencadenarse mejor. Ella es, a partir de
entonces, la que dirige el juego” (1995, 151).
Género, identidad y conflicto en Colombia 81
Las guerras son rivalidades entre bandas juveniles donde una es el doble
de la otra. Desde una cama de hospital Antonio describe el origen de la guerra
en una comuna de Medellín (citado en Salazar, 2002, 22):
En el barrio han existido muchas bandas: los Nachos, los Montañeros, los Calvos, la
banda del loco Uribe... Y como dice la canción “no hay cama pa’ tanta gente”... Uno
tiene que cuidar el corte y para eso se la juega toda. La mayor guerra que
enfrentamos fue con los Nachos, unos matones a rienda suelta. Al principio pasaban
por aquí y nosotros los dejábamos tranquilos, pero empezaron de picados a ofender
al pueblo. Hasta que un día Martín, un parcero de por la casa, les reviró y le pegaron
un tiro. Esa misma noche, seis personas rodeamos la esquina donde se mantenían
parachados y les llovió sorpresa...
–Que nosotros queremos paz, que no queremos guerra –gritó uno de ellos.
–Nosotros no queremos paz, lo que queremos es guerra –les contestó Lunar, el
antiguo comandante–, y soltó una ráfaga al aire.
Asesinar es una reafirmación de virilidad (Franco, 2001, 42), tal como apa-
rece en el siguiente testimonio de un miliciano (Salazar, 2002, 140):
Al ser comandante de las milicias cotizaba duro, porque lo real es que uno de
comandante enamora fácil. Si una pelada charlaba ningún pelado la molestaba, las
culebras la dejaban quieta... La [mujer] que me conseguía me la chasqueaba y listo.
Mujeres pasajeras, de aquellas marquilleras, o sea, sale tal bluyín entonces me quito
este y me pongo aquel, como este combo es el que manda aquí, entonces estoy con
ese combo, cuando llegó las milicias ellas se adaptaron a la milicia. Hay gente que
decía que la mujer que se metiera con un miliciano estaba llevada, sin embargo, no
había miliciano que no tuviera cuatro o cinco.
En esta economía de la muerte, la vida propia y la del otro son objetos tran-
sables en el mercado. Más aún como aparece en el siguiente testimonio, la fron-
tera entre el amor y la muerte desaparecen (citado en Salazar, 2002, 25):
82 Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
Lo religioso aparece con una fuerza extraordinaria. Sólo que en esta religión Dios ha
sido destronado. La Virgen le ha dado golpe de estado... El conjunto madre-Virgen,
que es el binomio de oro del sicariato, es sinónimo de fidelidad, de incondicionalidad,
que no exige retribución.
Soluciones a la violencia
18
Las mujeres campesinas viven en un ambiente donde existen separaciones rígidas
entre las esferas femeninas y masculinas, con limitado contacto con organizaciones
sociales, con una experiencia centrada en lo doméstico y bajo condiciones de aislamiento
geográfico. La violencia destruye estas relaciones económicas debido a la pérdida de la
cosecha y la tierra, y afectivas debido al asesinato o desaparición de su compañero.
84 Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
19
Entrevista personal. Citado en Rojas y Caro, 2002, 23.
20
Los programas de casas juveniles fueron parte de una iniciativa gubernamental
conocida como Consejería Presidencial iniciada en 1989. Este relato de los jóvenes en
Medellín lo tomo de Pilar Riaño.
Género, identidad y conflicto en Colombia 85
Los contextos donde existe la violencia suponen un gran reto para pensar
los procesos de formación y transformación de las identidades. De una parte,
tal como lo reconoce Riaño, se corre el riesgo de reducir a los antagonistas a
categorías dicotómicas de víctimas/victimarios (ibíd., 35). Estas elaboraciones
ignoran la elaboración del dolor y las contradictorias posiciones del sujeto. Ig-
noran también la construcción cultural de las categorías espaciales y tempora-
les por parte de los actores del conflicto. El territorio, por ejemplo, es base de
deseo donde se genera el conflicto; pero es también el ámbito desde el cual
los jóvenes construyen un sentido de sí mismos y de los otros. Como lo men-
ciona Mario Perea, la calle es un espacio contra-público donde se conjugan la
vida y la muerte. En la calle se dan cita los pandilleros que son el “narcisismo
desembocado” y los raperos quienes convierten la calle en un discurso posibi-
litador volviendo factible la resemantización del conflicto (Perea, 2000, 21).
21
Otros espacios públicos creados para poner fin a la violencia incluyen el
Movimiento por la Vida y Redepaz, el Programa de Desarrollo y Paz del Mag-
dalena Medio, los movimientos contra el secuestro, cuyos efectos han sido la
innovación en el lenguaje y la tendencia a crear mediaciones simbólicas entre
las partes enfrentadas.
21
Estos movimientos son reseñados en Mauricio Romero (2000a).
86 Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
Bibliografía