Está en la página 1de 8

El célebre cacique Kasûmiro

(Casimiro Biwa) y su hijo Sam


Slick, 1864. La primera foto de
tehuelches no fue realizada en
Patagonia, sino en un estudio
en Buenos Aires, muy prob-
ablemente en el del francés
Esteban Gonnet, ya que si bien
muchas de sus fotografías no
tienen firma, se le atribuyen por
llevar el sello de su estudio: “25
de Mayo 25”.
Archivo General de la Nación.
Documentos Fotográficos.
Inventario 289896.
Foto de tapa: Tehuelches que participaron en la
Exposición de Destreza de Saint Louis, EE.UU, 1905.
Casamiquela Rodolfo, Mondelo Osvaldo y otros, Del
Mito a la Realidad. Fundación Ameghino,Viedma 1991.
Archivo General de la Nación. Biblioteca. Inventario 17588.
La palabra tehuelche en mapudungun significa gen-
te brava o gente de tierra estéril y la empleaban las
poblaciones mapuches para referirse a otras que
habitaban en la Patagonia sur.
Se las dividía según la región que habitaban, ciertas
particularidades culturales y variaciones idiomá-
ticas en tehuelches septentrionales y tehuelches
meridionales.
Estos últimos, auto denominados aonik´en -sureños-,
vivían entre el estrecho de Magallanes y el río Santa
Cruz. Hablaban la lengua aonek´ aún existente.

Eran grandes cazadores altamente móviles, siendo


la recolección una actividad subordinada a la caza.
La adopción del caballo y de nuevas formas de sub-
sistencia modificaron las particularidades de este
pueblo, al facilitar el traslado y ampliar el circuito de
interacción con otros grupos.

Flechas. Patagonia, c. siglo XVI.


Museo de los Corrales Viejos de
Parque de los Patricios

Mortero de piedra.
Patagonia, c. siglo XVIII.
Museo de los Corrales Viejos de
Parque de los Patricios
Tehuelche tocando el koolo, instrumento musical de cuerda compuesto de una
costilla de caballo o guanaco; las cuerdas podían ser de cerda u otro elemento y la
varilla con la que se pulsaba generalmente era de hueso de ala de cóndor. Producía
una dulce y sugestiva melodía similar al sonido del viento. Foto del profesor y
sociólogo austríaco Robert Lehmann-Nitsche.
Casamiquela, Mondelo y otros, Del Mito a la Realidad. Fundación Ameghino, Viedma
1991. Archivo General de la Nación. Biblioteca. Inventario 17588.

A partir del contacto con occidente, la vestimenta de hasta el tobillo. Las botas se confeccionaban de la
los tehuelches incorporó accesorios propios del gau- misma manera pero con el pelo del animal a la vista.
cho y aún de la población urbana. Hacia mediados Hombres y mujeres pintaban sus caras con una mez-
del siglo XIX, el traje de los hombres consistía en un cla de ocre rojo o tierra negra y grasa animal, para
chiripá atado a la cintura, hecho de un poncho, de un protegerse del sol y los fuertes vientos.
pedazo de tela o también de piel de guanaco. Como
abrigo usaban la amplia manta de piel que llamaban Los tehuelches creían en un espíritu supremo crea-
quillango. Puesta con el pelo para adentro y el lado dor del mundo. No practicaban un sistema religioso
pintado a fuera, mantenía seco al portador. sacerdotal y la liturgia se constituía mediante ritos
Las botas las fabricaban con la piel del corvejón de que oficiaba un chamán, quien también ejercía la
caballo que estiraban hasta la rodilla y ataban alre- medicina. Realizaban sacrificios de yeguas y caba-
dedor del pie. La llevaban así uno o dos días hasta llos cuando la ocasión lo requería.
que la piel del animal tomaba la forma del pie, luego
la cortaban al ras de los dedos y la cosían. Aunque el Enterraban a sus muertos en túmulos cubiertos de
tocado habitual de los hombres era la vincha, solían piedras, quemando en piras sus enseres y prendas.
usar sombreros. Ponían el cuerpo en fardo funerario cosido, en posi-
Las mujeres se cubrían con el quillango al igual que ción sentado mirando al sol naciente.
los hombres, pero sujeto a la garganta con un al- El caballo y los demás animales del difunto eran sa-
filer provisto de un ancho disco. Debajo del manto crificados y su carne de éstos repartida entre los
una bata de percal o tela liviana, desde los hombros parientes.

Hacha de piedra. Patagonia, c. siglo XVI.


Bolas de piedra. Patagonia, c. siglo XVIII. Museo de los Corrales Viejos de Parque
Museo de los Corrales Viejos de Parque de los Patricios de los Patricios
El cacique Chumjal(u)wûm, apodado Mulato, posa en un estudio fotográfico de Punta
Arenas,1895. Dueño de un territorio de 10.000 hectáreas y caballada con marca, sus
tierras fueron expoliadas en manos de latifundistas.
Casamiquela, Mondelo y otros, Del Mito a la Realidad.
Fundación Ameghino, Viedma 1991.
Archivo General de la Nación. Biblioteca. Inventario 17588.

Los tehuelches meridionales llamaban kau a su vi-


vienda, una tienda o toldo que variaba de acuerdo
con la actividad que se llevaba a cabo y/o un mo-
mento particular del año.
Se construía con dos filas de postes clavados al sue-
lo, unidas mediante un dintel y un travesaño de tron-
cos dispuesto entre ambas. Sobre ellos se colocaba
una cubierta confeccionada con pieles de guanaco,
impermeabilizada previamente con una mezcla de
grasa y ocre rojo. En el interior, el kau, estaba dividi-
do en ambientes separados por otros cueros colgan-
tes de los travesaños.
Un fuego se encendía en la parte delantera. En al-
gunas oportunidades los kau de parientes y/o ami-
gos se disponían en forma conjunta, conformando el
aiken o campamento.

Textil, tejido en telar con motivos


tehuelches, lana de oveja.
Programa Recuperación y Estímulo
del Patrimonio Artesanal Provincial
Provincia de Santa Cruz
South America, Patagonia. Port Santa Cruz,
1834. By the officiers of H.M.S Beagle.
Archivo General de la Nación. Mapoteca II 146.
Hacia 1883, las expediciones militares que se inicia-
ron con la denominada Campaña del Desierto llegaron
hasta el sur de la Patagonia. Con ellas comenzó el re-
parto de tierras en enormes latifundios que quedaron
en manos de estancieros dedicados a la ganadería
extensiva, principalmente la cría de ovinos.
Paulatinamente los tehuelches vieron cercadas sus
posibilidades de caza, con lo cual muchos se emplea-
ron en estancias, o se agruparon en reservas, peque-
ñas islas dentro de un territorio ahora alambrado.
Las enfermedades que llegaron con el nuevo orden,
principalmente el sarampión, el alcoholismo y la gripe
fueron diezmando notoriamente su población.
En la actualidad existe en la provincia de Santa Cruz la
reserva Kamusu Aike -fundada en 1898-,
con 11.200 hectáreas en las proxi-
midades de Río Galle-
gos. Allí se preserva
la memoria de esta
cultura milenaria.

Tijera de esquilar.
Colección Saissac,
C. Siglo XIX.
Casa de Santa Cruz

Kop’achus, ataviado con quillango.


La toma fue realizada en la década
del 40’ por el fotógrafo Federico
Escalada, cuando ya la manta de
guanaco había dejado de utilizarse.
Archivo General de la Nación.
Documentos Fotográficos.
Inventario 153248

También podría gustarte