0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
12 vistas1 página
El documento describe cómo los cristianos son el cuerpo de Cristo en la tierra y deben servir a otros como él lo hizo. Jesús ya no tiene un cuerpo físico en la tierra excepto a través de los miembros de su Iglesia. El documento relata la historia de una niña que quería a alguien con "piel" para estar con ella y concluye diciendo que Jesús no tiene otro cuerpo en este mundo que el nuestro.
El documento describe cómo los cristianos son el cuerpo de Cristo en la tierra y deben servir a otros como él lo hizo. Jesús ya no tiene un cuerpo físico en la tierra excepto a través de los miembros de su Iglesia. El documento relata la historia de una niña que quería a alguien con "piel" para estar con ella y concluye diciendo que Jesús no tiene otro cuerpo en este mundo que el nuestro.
El documento describe cómo los cristianos son el cuerpo de Cristo en la tierra y deben servir a otros como él lo hizo. Jesús ya no tiene un cuerpo físico en la tierra excepto a través de los miembros de su Iglesia. El documento relata la historia de una niña que quería a alguien con "piel" para estar con ella y concluye diciendo que Jesús no tiene otro cuerpo en este mundo que el nuestro.
Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
--Efesios 5:30.
En Hechos 10:38, Pedro describió a nuestro Señor como «Jesús de
Nazaret, [quien] anduvo haciendo bienes». Esos actos de servicio y bondad se expresaron por medio de su cuerpo terrenal. Desde que ascendió a los cielos, Cristo ya no tiene un cuerpo en la tierra excepto el nuestro. En otras palabras, no tiene manos, piernas ni pies en la tierra excepto los de los miembros de su cuerpo, la Iglesia. De manera que no debemos subestimar nunca la importancia de ser el cuerpo de Cristo en la tierra, no sólo espiritual sino también físicamente.
Se cuenta la historia de una niña a quien acostaron en un cuarto oscuro.
Ella tenía miedo de estar sola, por lo que su madre le llevó una muñeca. Eso no la satisfizo, por eso le rogó a su madre que se quedara con ella. La madre le recordó que ella tenía la muñeca y a Dios, y no necesitaba tener miedo. Al poco rato, la niña empezó a llorar. Cuando la madre volvió a su lado, ella dijo en sollozos: «Oh, mami, yo quiero a alguien que tenga piel.»
A veces, todos somos como esa niña. En nuestra soledad y sufrimiento,
Cristo no nos condena por querer a «alguien con piel» para que esté con nosotros y nos cuide. Por tanto, nos envía para que seamos su cuerpo los unos para los otros y para el mundo, y para que vayamos haciendo bienes. Recuerda esto: ahora mismo, Jesús no tiene más cuerpo que el nuestro en este mundo.
DIOS OBRA POR MEDIO DE NOSOTROS PARA SATISFACER LAS