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21 de agosto de 2021
BLOCH, M. (1949:1982) “Introducción a la historia”. FCE. Págs. 108-145 (Punto 7
segunda columna).
I.¿Juzgar o comprender?
Ranke: El historiador no se propone mas que descubrir las cosas “tal como fueron”.
Heródoto dije antes “contar lo que fue”, invitar al sabio a desaparecer ante los
hechos. A un tiempo dos problemas: imparcialidad histórica y la historia como
tentativa de reproducción o tentativa de análisis.
Existen dos maneras de ser imparcial: la del sabio y la del juez. Raíz común, es la
honrada sumisión a la verdad. El sabio registra la experiencia que puede arruine
sus más caras teorías. El buen juez interroga a los testigos sin otra preocupación
que la de conocer los hechos tal como fueron. Para ambos es una obligación de
conciencia que no se discute.
Pascal: “Juzgando, todo el mundo hace de dios: esto es bueno o malo.” Un juicio de
valor no tiene razón de ser sino como preparación de un acto, posee sentido en
relación con un sistema de relaciones morales deliberadamente aceptadas.
Nada es más variable que tales sentencias sometidas a todas las fluctuaciones de
la conciencia colectiva o del capricho personal, la historia, prometiendo con
frecuencia que el cuadro de honor aventaje al cuaderno de experiencias, se ha
dado el aire de ser la más incierta de las disciplinas: a vacías acusaciones suceden
otras tantas vanas rehabilitaciones.
Por desgracia a fuerza de juzgar se acaba casi fatalmente por perder hasta el gusto
por explicar. Las pasiones del pasado, mezclando sus reflejos a las banderías del
presente, convierten la realidad humana en un cuadro cuyos colores son
únicamente el blanco y negro.
Montaigne advirtió: “cuando el juicio pende de un lado no podemos dejar de darle la
vuelta y torcer la narración siguiendo ese bies.” Así para penetrar en una conciencia
extraña, hay que despojarse de su propio yo.
La moneda la primera edad feudal, era usada como patrón de valores más que
como medio de pago. Si se olvidara ordenar racionalmente una materia entregada
en bruto solo se llegaría a negar el tiempo y la historia misma. En medida que su
determinación tiene lugar de lo más antiguo a lo más reciente, los fenómenos
humanos se gobiernan, por cadenas de fenómenos semejantes. Clasificarlos por
géneros es, poner en manifiesto líneas de fuerza de una eficiencia capital.
Ninguna ciencia puede prescindir de la abstracción, como tampoco, de la
imaginación. Es de la incumbencia del historiador probar en todo momento las rutas
para cobrar mejor conciencia de sus fundamentos y revisarlas. El derecho es la
envoltura de realidades en si misma demasiado variadas para suministrar con
provecho el objeto de estudio único y no agota ninguna de ellas.
Se necesita un gran movimiento vital, porque todos los elementos diversos gravitan
juntos en la unidad de la narración – Michelet explicaba a Sainte Beuve. En 1800,
Fustel de Coulanges decía a sus oyentes: “Suponed cien especialistas
repartiéndose, en lotes el pasado de Francia, al final no hubieran hecho la historia
de Francia. Les faltaría la vinculación de los hechos, esta vinculación es también
verdad histórica.
El historiador no sale del tiempo, pero considera las grandes ondas de los
fenómenos emparentados que atraviesan la duración de parte a parte y otras el
momento humano que estas corrientes se estrechan en la intricada maraña de
conciencias.
III. La nomenclatura
Es poca cosa limitarse a discernir en un hombre o sociedad los aspectos principales
de su actividad. En el interior de los grandes grupos de hechos es necesario un
nuevo y más delicado esfuerzo de análisis. Hay que distinguir las diversas
instituciones que componen un sistema político, diversas creencias, practicas,
emociones que está hecha una religión.
Nos vemos pues obligados para hacer justicia a los hechos sustituir su lenguaje por
nomenclatura, sino inventada, retocada y desplazada; recíprocamente, sucede que
los hombres varían en tiempo y espacio, con independencia de cualquier variación
en las cosas. A veces son causas propias de la evolución del lenguaje las que
producen la desaparición de la palabra, sin que de ningún modo varíe el objeto o
acto, porque los hechos lingüísticos tienen su coeficiente propio de resistencia o
ductilidad.
En otras partes son las condiciones sociales las que se oponen al establecimiento o
mantenimiento de vocabulario uniforme. Si conformara a esto su propia
terminología, el historiador no comprometería solo la inteligibilidad de su discurso,
sino que haría posible hasta su trabajo de clasificación, que es de sus primeros
deberes. El historiador habla con palabras de su país o tiene que traducir. Otras
sociedades han practicado un bilingüismo jerárquico, enfrentándose a 2 lenguas, la
popular y la oculta. Esta posición entre 2 idiomas diferentes representa, el caso
extremo de contrastes comunes a todas las sociedades. Las civilizaciones del
pasado tienen sus secretarios: cronistas y juristas. Recordemos que las palabras
usadas son resultado de la tradición. Los términos usuales son aproximaciones, aún
los términos de fe.
La idea de generación es flexible, como concepto que se esfuerza por expresar sin
deformar las cosas humanas. Pero responde a las realidades concretas. La historia
parece destinada a dar el primer jalonamiento a un análisis razonado de las
vicisitudes humanas. Pero una generación representa una fase corta. Las fases
largas son civilizaciones. La oposición entre civilizaciones aparece desde que el
contraste se tiene de exotismo. Cuando se opera la transformación decimos que
una civilización sucede a otra. En resumen, el tiempo humano seguirá siendo
rebelde a la uniformidad como al tiempo. Necesita medidas concordes con la
variabilidad de su ritmo y que acepten no reconocer por limites sino zonas
marginales. Solo con esta flexibilidad la historia adaptará clasificaciones a las
“líneas mismas de lo real” según Bergson: lo que es propiamente el fin último de
toda ciencia.
SCHAFF, A (1971:1982) “Historia y verdad”. GRIJALBO. Págs. 243-373 (Punto 7)
El hecho histórico como producto por una parte y el acto de su elaboración por otra
escapan a la acción del factor subjetivo en el proceso de conocimiento, factor
considerado tanto en el sentido individual como en el colectivo. Carl L. Becker,
introduce el tema y dice: tan pronto como alguien habla de hechos todos nos
solidarizamos con el ya que da impresión de ser algo sólido. Expresión “vamos a los
hechos”. Hablamos de hechos duros hechos fríos. Los hechos son tan sustanciales
como la materia. Al historiador le incumbe separar y reunir los hechos para que
alguien los utilice. “hecho histórico” es tan equivocada como las categorías de
“libertad”, “causa”, etc.
Sidney Hook: “La historia se reescribe cuando emergen nuevas perspectivas que
nos permiten comprender la significación de determinados acontecimientos del
pasado que habían escapado a la atención de los contemporáneos. Nuestros
descendientes comprenderán mejor nuestra época, ya que ellos estarán en
situación de ver las consecuencias de los acontecimientos.” Espíritu de tradición
clásica: Solo los efectos futuros de los acontecimientos presentes y la realización
del porvenir permiten comprender el pasado. Los efectos nuevos, trazan una nueva
imagen del pasado. M. J. Dhont: “El historiador nunca ve los hechos como los
contemporáneos los han visto. Los ve desarrollarse como un profeta infalible: lo que
separa al historiador de contemporáneos, el historiador siempre conoce el porvenir.
“Cuanto mas conscientes seamos del orden que impera en nuestro método de
observación, estaremos en mejor disposición para presentar claramente todo orden
existente en el mundo exterior. La objetividad pura es una ficción. “en principio la
objetividad de presentaba como intención científica de la historia; ahora señala la
diferencia entre una buena y mala subjetividad del historiador. Michal Bobrzynski:
“nunca se puede exigir del historiador la imparcialidad en sentido estricto del
término, si quiere valorar debe tomar posición y debe ser científica”. El historiador
es humano como cualquier otro. H. Pirenne: trabajo del historiador es síntesis e
hipótesis. La acción del sujeto sobre el conocimiento es inevitable: eliminar el sujeto
de la relación cognoscitiva es suprimirla. La verdad alcanzada en el conocimiento
histórico es verdad objetiva. J. H. Randall: El historiador debe llevar a cabo una
elección entre la infinita variedad de referencias que descubren los acontecimientos
pasados, escoger las que son fundamentales para su historia particular. La
objetividad siempre significa ser objetivo, la necesidad significa ser necesario para
algo. En su trabajo el historiador no parte de los hechos sino de los materiales
históricos, las fuentes y con su ayuda construye los hechos históricos. Los
historiadores no mienten aun si emiten discursos diferentes o contradictorios. Lo
que importa es afirmar y reafirmar el conocimiento.