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Las células de los organismos pluricelulares, al no estar en contacto con el medio externo, no
pueden captar de él los nutrientes y las sustancias que necesitan y tampoco pueden verter al medio
los desechos y el dióxido de carbono que producen. Ya sabemos que los aparatos digestivo y
respiratorio captan del exterior los nutrientes y el oxígeno para las células y que es la sangre la
encargada de distribuirlos por el organismo y de recoger los desechos que transportará hasta los
órganos encargados de eliminarlos. Sabemos también que este intercambio de sustancias tiene lugar
gracias a las finas paredes de los capilares sanguíneos. Sin embargo el intercambio no se produce
directamente entre la sangre y las células, ya que los capilares y las células del organismo no están
en contacto, lo hacen gracias a un líquido que existe entre ellos llamado líquido o plasma
intersticial. El plasma intersticial es por tanto un líquido que rodea a las células del organismo del
que captan el oxígeno y los nutrientes que necesitan y al que estas vierten los desechos que
producen. Este líquido o plasma intersticial no es más que una parte del el plasma sanguíneo que al
circular por los capilares escapa de ellos y queda repartido por el espacio que existe entre las células
de nuestro cuerpo. Por otro lado, el organismo trata de recuperar este líquido que se escapa de los
capilares y devolverlo a la sangre, de hecho es capaz de recoger una parte del mismo que el sistema
linfático devolverá al lugar del que escapó. Ese líquido intersticial que es devuelto al riego
sanguíneo se llama linfa.
El líquido intersticial junto con la linfa y la sangre forman lo que se denomina medio interno; es
decir, el medio interno es un conjunto de líquidos (líquido intersticial, linfa y sangre) que rodean a
las células y del que las células extraen los nutrientes y sustancias que necesitan y al que vierten los
desechos y el dióxido de carbono que producen.
Las características del medio interno (temperatura, composición…) deben mantenerse
constantes, ya que cualquier variación en el mismo puede alterar el funcionamiento de las células o
llegar a ser mortal para ellas. El proceso mediante el cual el organismo mantiene constantes las
características del medio interno se denomina homeostasis, y entre los órganos que se contribuyen a
que las características del medio interno no varíen están los riñones, que por un lado regulan o
controlan la cantidad de agua que eliminamos y por otro lado, al eliminar sustancias de desecho en
forma de orina consigue mantener constante la composición de la sangre.
El bazo
Es un órgano situado en la zona izquierda del abdomen, de 200 g de peso aproximadamente
(cuando se ve afectado por alguna enfermedad aumenta de tamaño y puede llegar a pesar hasta 3 ó 4
kg, haciéndose también palpable, cosa que en condiciones normales no sucede).
Funciones:
- Destrucción de los glóbulos rojos viejos, que presentan alguna anomalía o que están en
mal estado.
- Durante la gestación el bazo es un importante productor de glóbulos rojos en el feto. En
los adultos esta función cesa y solo vuelve a iniciarla cuando la persona desarrolla
enfermedades que impiden que la médula ósea fabrique la cantidad necesaria de glóbulos
rojos.
- Almacenan glóbulos rojos, actuando como una especie de reserva de sangre. Los libera
según las necesidades de nuestro organismo.
- Eliminación de sustancias extrañas. La función defensiva del bazo se empezó a sospechar
cuando se observó una mayor predisposición a padecer infecciones graves en las personas a
las que se les había extirpado este órgano. A partir de ahí se llevaron a cabo una serie de
estudios que dieron sus frutos a mediados del siglo XX.
Este órgano se suele extirpar cuando se daña o rompe por ejemplo al ser golpeado. Aunque se
puede vivir sin él, ya que parte de sus funciones las pueden realizar otros órganos como el hígado,
el organismo de las personas que no lo tienen pierde capacidad para combatir infecciones.
Las amígdalas
Las amígdalas son una masa de tejido a ambos lados de la garganta. Su función es retener las
bacterias y los virus que entran por la garganta (especialmente en los primeros tres años de vida) y
fabricar anticuerpos que ayudan a luchar contra las infecciones. Gracias a ellas se puede decir que el
hombre es vacunado constantemente contra distintas enfermedades en los primeros años de la vida.
Por otro lado las amígdalas suelen ser blanco frecuente de infecciones. Cuando se produce
alguna, estas se inflaman y aparece fiebre alta. Se produce dolor o molestias al tragar y también
malestar general. En los casos más serios, aparecen placas de pus en la garganta y los ganglios del
cuello se inflaman.
Estos órganos se suelen extirpar cuando se da alguna de estas circunstancias:
- Aumento significativo del tamaño de las amígdalas, lo que produce dificultad para tragar e
incluso respirar. En situaciones graves puede ocasionar apnea obstructiva del sueño
(S.A.O.S.), la persona se despierta con dificultad para respirar, ronca o adopta una postura
extraña en la cama para facilitar la entrada de aire en las vías respiratorias.
- Cuando se padecen más de cinco amigdalitis (inflamación de las amígdalas) al año, lo que
suele conllevar la inflamación crónica de las mismas, dolores casi permanentes de garganta
y ganglios muy abultados.
3.1.- Linfedema
Un linfedema es un exceso de linfa en los espacios que existen entre las células. Puede ser de dos
tipos: primario o secundario. El linfedema primario ocurre cuando los conductos o ganglios
linfáticos de una zona tienen dificultades o son incapaces de transportar las sustancias que deben ser
devueltas a la sangre. El linfedema secundario es consecuencia de una operación o una radioterapia
que hayan requerido la extirpación o la radiación de los ganglios linfáticos, provocando un mal
funcionamiento de los ganglios linfáticos. Como consecuencia del linfedema la zona afectada se
inflama.
3.2.- Esplenomegalia
La esplenomegalia es un aumento de tamaño del bazo que puede ser motivado por diversas
causas como por ejemplo por enfermedades bacterianas o víricas (como la mononucleosis o
enfermedad del beso), enfermedades hepáticas como la cirrosis, enfermedades de la sangre como
algunos tipos de anemia, la leucemia u otros tipos de cáncer…
Los síntomas más significativos de esta enfermedad son hipo, incapacidad para ingerir trozos de
comida grandes y dolor en la zona donde se localiza el bazo.
Además de tratar las causas que han provocado el agrandamiento de este órgano, se debe evitar
cualquier golpe en la zona donde se encuentra, ya que es muy fácil que se rompa en caso de
traumatismo.